Tumgik
#Edmund Avery
souryam · 9 months
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the whole gang posing for a portrait before they start DYING 😭 poor babies. but I love them.
anyway they are : severus snape, wilhelm wilkes and bruce mulciber II, then sitting down there's charity burbage, aurora sinistra and edmund avery jr.
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the-most-faithful · 5 months
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Snape Gang Fancast
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This is my Fancast
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catgriller · 4 months
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snapes gang
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atlasdoe · 4 months
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MARAUDERS CHARACTERS MASTERLIST
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Hi. So it's been little over a year since i started the masterlist so i reckoned I'd post about it again and make it all pretty with the pictures!
So if anyone is interested here is a google doc master list of every character who could possibly be from the marauders era. It included everyone who went to Hogwarts with them, a handful of adults that they could've known and the portraits and ghosts in Hogwarts.
It also includes everything we know about them in cannon and some have a few headcannons of mine but i haven't really gotten to that yet and it is very clear on what is cannon and what isn't.
It's not finished yet. I still have a lot more people to add but there are currently over 200 characters listed so if you're interested feel free to check it out :)
here's the link :)
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dxrkdione · 10 months
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SNAPESGANG; Together
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ruthyrejectz · 8 months
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Narcissa: Imagine someone handed you a box with all the things you have ever lost throughout your life
Severus: self esteem, haven't seen you in years!
Lucius: Oh wow, My childhood innocence. Thank you for finding this!
Bruce: I knew I lost my potential somewhere!!
Avery: My moral code, is that you?
Narcissa: I was just going to show you this cool trunk my sister found but do you guys need a hug?
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nightingale2004 · 1 month
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Meet my Harry Potter oc C.O.B
Cassiopeia Ophelia Black
Age: 36
Appearance:
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(Has a faded four clawed scar across her right eye to her lower left chin from her Hogwarts years)
Personality: clever, calculating, kind, observant, caring, loyal, intelligent, resourceful, crafty, creative, patient, artistic, protective, determined, strong-willed, courageous, polite, serious, sarcastic, playful, ambitious, resilient, independent, cunning, confident, motherly, compassionate, generous, strategic
Family: Walburga (mother/dead), Orion (father/dead), Sirius (older brother), Regulus (younger brother/dead), Kreacher (house-elf), Edmund Avery (husband/dead), Rhea (daughter), Perseus (son/twin to Rhea), Severus Snape (friend/brother figure/ her children's godfather), Lucius (cousin in law), Narcissa (cousin), Draco (cousin), Bellatrix (cousin), Andromeda (disowned cousin), Nymphadora Tonks (cousin)
Species: Witch
Blood status: Pureblood
School: Hogwarts School of Magic and wizardry
Hogwarts house: Ravenclaw
Patronus: Black Swan
Animagus form: Raven
Love interest: Remus Lupin
Title: Lady of house black (formerly), Head of house Black (currently)
Occupation: Lawyer at the Ministry of Magic
Classification: Death eater (formerly), Phoenix order (now/double agent)
Extra: Cassiopeia was born a few months after her older brother Sirius, but she was premature and almost died as a baby until the healers of St.Mungos helped with the situation. Growing up, she was always known for her beauty and intelligence. She was more beautiful than all the women in her family, including her mother, but she could never surpass Sirius's beauty, but she could always be a few steps ahead of him. When she went to Hogwarts, she was sorted into Ravenclaw, which caused some distress in her family, but both her parents agreed that it was slightly better than being a "weak Hufflepuff" or an "idiotic Gryffindor" and she was slightly in her parents good graces. Cassie was always top of her class (except in flying) and even became best friends with Severus in her mid 2nd year. After she graduated, she married Edmund Avery, joined the death eaters, and had her twins during the war. She also became a spy for the Phoenix order alongside Snape and is the head of House Black.
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erebusnape · 1 year
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Severus: Lucius... How do I begin to explain Lucius?
Barty: Lucius is flawless.
Regulus: I hear his hair's insured for 10,000ʛ.
Evan: I hear he does broom commercials... in Japan.
Wilhelm: One time he punched me in the face... it was awesome.
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ch1llyic3y · 1 year
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(Don’t like them I just have to understand every part of something so I’ve been reading snape’s gang fics) and Ykw. Respect to them mfs. They never tried to paint themselves as good. They was bad and they let people know that. And if they didn’t like it. Oh mfing well.
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Año 1. Capítulo 5 (IX, X)
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IX.
Con el corazón palpitante, Severus atravesó la estación de King Cross. Una densa cortina de vapor anunciaba un septiembre frío; un letrero colgante de un dosel marcaba el número del andén: 9 y ¾  con letras doradas y un rótulo sobre la máquina principal anunciaba: Expreso de Hogwarts. La despedida de Eileen había sido parca. Por un momento le pareció ver cierto aire de alivio en su rostro, cuando esperaba ver algo de tristeza o lágrimas de felicidad, como todos los demás padres que despedían a sus hijos. Ellos se abrazaban y lloraban al despedirse, besando frentes y agitando las manos en el aire, felices y tristes a la vez, pero su madre nada. Ella solo parecía aliviada. Quizá aliviada de deshacerse por fin de él. Como muchas otras veces, Severus sintió un nudo en la boca del estómago, pero no dijo palabra alguna; había contemplado a los Evans, a escasos metros de donde su madre y él estaban parados. Le había costado trabajo no carcajearse cuando Petunia Evans atravesó el muro de ladrillos en King Cross, segura de que se estrellaría contra la pared. La madre de Lily miraba todo, embobada, como niña pequeña. Señalándolo todo, los niños y niñas, las lechuzas, los gatos, las familias que le parecían extrañas. El padre también parecía emocionado. A su lado, una joven mujer les daba lo que parecía ser una indicación y el señor Evans le prestaban su total atención. Un par de adultos cruzaron palabras con ellos y parecían emocionados, no de llevar a sus hijos sino de, Severus comprendió, poder charlar con una familia muggle. Distraídos como estaban, no notaron la pequeña tormenta que se desarrollaba entre sus hijas; Petunia estaba muy enojada y Lily, tomándola del brazo, le susurraba algo de forma insistente con la angustia marcada en el rostro. Un par de chicos sí que se dieron cuenta y se rieron entre ellos, divertidos, mientras las miraban con cierto desprecio.
Por un momento, Lily pareció muy molesta y el rostro de Petunia se volvió rojo escarlata, Lily miró a Severus con aire de culpa y Petunia también, pero esta le lanzó una llameante mirada. “¿Qué rayos está pasando con ellas?”, pensó, cuando el silbato del tren pitó dando la última señal para abordar. Bajó la cabeza y miró la punta de sus zapatos, mientras se daban los últimos abrazos apresurados, los besos en la frente, las lágrimas de algunas madres…
Después, los alumnos abordaron al expreso y Lily con ellos, con las lágrimas corriéndole por el rostro. Severus no entendía por qué demoró hasta el último instante, puesto que no había abrazo, lágrimas, ni último beso que recibir por parte de Eileen. Solo un último gesto, la mano de su madre acariciando su cabello y adiós. ¿No debía estar saltando de alegría por aquello?
—Sé cuidadoso, Severus —dijo Eileen de pronto —. Los amigos que hagas en Hogwarts serán para toda la vida. Y los enemigos también. Debes destacar en tu casa. Y donde sea que vayas.
Severus la escuchó frunciendo el ceño.
—Yo seré Slytherin como tú, mamá.
Esperó a que ella lo mirara directamente, pero no lo hizo. Mantuvo la mirada firme sobre el esmalte de la locomotora.
—No tienes qué —murmuró.
Severus abordó por fin, preocupado y apesadumbrado; solo hasta ese instante lo asaltó el recuerdo de que él se iba, pero Eileen se quedaba sola, Tobías. Miró por la ventana una última vez a su madre, pero ya había desaparecido y Severus avanzó por el pasillo, buscando a Lily.
Caminó entre la ola de estudiantes alborozados, lechuzas ululando y un grupo de chicos haciendo bromas a todo aquel que se atreviera a meter la mano en una urna de madera que llevaban. Intentó pasar de lado pero chocó de frente con un grupo de fornidos alumnos (quizá de séptimo curso) y luego volvió a tropezar con algunas chicas que lo miraron con desagrado. Todos parecían tener mucho que hacer fuera de los compartimientos. Una bengala de humo recorrió el pasillo velozmente y Severus pegó la espalda contra la pared.
—Eres de primer curso, ¿verdad?
La voz cargada de autoridad lo detuvo en seco; Severus dio la vuelta de inmediato.
—Sí, sí, yo…
—Busca lugar en aquel vagón, el del fondo.
El joven que le hablaba ya portaba el uniforme del colegio en color verde. Era muy alto y de cabello muy rubio, casi blanco y arrastraba las palabras al hablar. Severus notó una pequeña placa con una gran P que se adhería a su túnica y Severus se dio cuenta de que era uno de los prefectos.
—Gracias…—murmuró, pero el muchacho se alejó de inmediato.
El último vagón también estaba lleno de movimiento. Algunos chicos como él, no sabían dónde tomar sitio y Severus buscó por todas las ventanillas hasta que encontró lo que buscaba: sentada en un rincón de un asiento, Lily contemplaba el paisaje en movimiento por la ventana. Dentro del compartimiento ya había dos chicos más, charlando amenamente. Sin prestarles mucha atención, pasó por encima de los pies de ambos. El rostro de uno de ellos le pareció familiar, pero siguió de frente hasta poder sentarse frente a Lily, cuyo rostro estaba apretado contra el cristal. La niña lo miró un momento y volvió a la ventana. Parecía profundamente afligida.
—Lily…
—No quiero hablar contigo —susurró.
—¿Por qué no?
—Tuney m—me odia —sollozó —. Por ver la carta que Dumbledore le envió.
—¿Y qué?
Lily lo miró con mucho desprecio.
—¡Qué es mi hermana!
—Ella es solo una…
Se detuvo a tiempo. Pensó que sería muy tonto decir aquello, puesto que a Lily le ofendía tanto como a Petunia la denominación. Lily se secaba las lágrimas que aún salían y Severus pensó que por fin estarían lejos de su entrometida y chismosa hermana, cuya envidia por Lily enervaba a Severus. Ya no estarían ella, con sus celos y sus berrinches, ni Tobías, impidiéndole ser quien era, ni barreras para poder hacer lo que quisiera. Ya no tendría que contenerse. Ni esconderse. Nunca.
—¡Pero nosotros nos vamos! —dijo de pronto, consciente de aquello y hubo un dejo de profunda emoción en su voz —. Es el momento, ¡Nos vamos a Hogwarts, Lily!
Lily se restregó los ojos. Asintió ligeramente y no pudo evitar sonreír. Por fin estaban ah��. Después de casi dos largos años soñando con el momento, ya estaban sentados en un tren, en marcha a la escuela más maravillosa que jamás hubieran imaginado. Severus la miró sonreír y se sintió más relajado. Detestaba verla llorar. Dejó escapar un suspiro de satisfacción y luego, la miró con mucha gravedad.
—Ojalá te pongan en Slytherin… —dijo y Lily sonrió aún más y estaba a punto de decir algo, cuando fueron interrumpidos por uno de los chicos a su lado:
—¿Slytherin?
Ambos niños giraron la cabeza para mirar al chico que había abierto la boca; el niño, de revuelto cabello negro azabache y ojos color avellana les miraba, concretamente a Severus, con una mueca de desdén en el rostro. Soltó una leve risita y miró al chico que estaba desparpajadamente sentado frente a él, junto a Lily.
—¿Quién quiere estar en Slytherin? —prosiguió —. Creo que mejor me voy, ¿te vienes?
El chico, que a Severus le había parecido tremendamente familiar al entrar, giró sus ojos con aire de duda hacia Severus y luego hacia su amigo y no sonrió para nada.
—Toda mi familia ha sido Slytherin —informó.
—¡Rayos! —soltó el primer chico —. Y a mí que me parecías normal…
El chico de ojos grises, de nombre Sirius y apellido Black, alzó un dedo al mirar a Severus y sonrió con malicia. Severus de golpe recordó donde lo había visto: en el corredor de magia, en el Festival de la Luna…
—Quizá rompa la tradición —dijo Sirius —. ¿Adónde te irías si tuvieras que elegir?
El chico de cabello oscuro sonrió y alzó una mano victoriosa, como si sostuviera una espada invisible.
—¡Gryffindor! Donde habitan los valientes de corazón, como mi padre —anunció.
Sirius sonrió, Severus soltó una velada burla y Lily puso cara de sorpresa.
El chico se giró a verlo con desagrado.
—¿Tienes un problema con eso? —espetó.
Severus se encogió de hombros.
—No —dijo, con mucho desprecio —. Si prefieres los músculos sobre el cerebro…
—¿Adónde esperas ir viendo que no tienes ninguna de las dos cosas? —interrumpió Sirius.
El otro niño soltó una carcajada y Lily abrió mucho la boca de indignación. Severus estaba a nada de comenzar una pelea y Lily, enfadada, se puso de pie y tomó la mano de Severus que parecía a punto de saltarles encima.
—Vamos, Severus, busquemos otro compartimiento —dijo Lily, mirándolos con desagrado.
—¿Severus? —escupió el chico y ambos niños se echaron a reír burlonamente, imitando el tono arrogante de Severus. El chico de cabello oscuro intentó empujar a Severus al pasar, mientras Sirius le puso ambos pies y por un instante, Severus estuvo a punto de estrellarse contra el piso.
—¡Déjenlo en paz! —chilló Lily y tiró de Severus con fuerza, mientras ambos chicos se reían aún más. Salieron del compartimiento a tropezones, Lily enojada, Severus ligeramente avergonzado de haber sido maltratado de esa forma tan pronto.
El ojo de Sirius se cerró en dirección a su acompañante y abriendo mucho la boca y cerrando la puerta de un golpe, gritó:
—¡Nos vemos después, Quejicus!
Hubo sendas carcajadas a eso, mientras ambos chicos se sujetaban el estómago, conteniendo la risa. El otro chico se puso serio de golpe.
—No entendí —admitió —. Pero es un buen nombre.
—Lo conocí en el festival de la Luna —respondió Sirius —. Se quejaba todo el tiempo.
Lily negaba con la cabeza y discutía al aire mientras miraba otros compartimientos. Severus la siguió, rabioso y avergonzado, diciéndose así mismo que no podía tener tan mala suerte como para terminar en la misma casa que el odioso de Sirius Black.
°  °  °
Un chico muy delgado y nervioso abrió la puerta de uno de los compartimentos del tren. Ya había un par de chicos ocupando asientos; una niña de cabello corto y color rubio paja, que evidentemente se sentía mal y un chico de muy baja estatura, regordete, rubio y de ojos azules y llorosos. El chico lo miró tímidamente y desapareció detrás de la revista que leía. Una revista muggle. Al menos conocía eso. Miró ansiosamente a ambos niños y esbozó una sonrisa tímida.
—¿Puedo sentarme aquí? —preguntó con cautela.
El chico asintió sin decir una palabra, así que el recién llegado tomó asiento frente a él, junto a la niña y sujetó con fuerza su mochila. Ya se había puesto la túnica del colegio, un poco deslavada porque era de segundo uso. Uno de sus primos se la había heredado. Se revolvió el cabello ansiosamente y miró a sus acompañantes, deseoso de entablar una conversación con alguien, pero ninguno de los dos se volvió a verlo en ningún momento. El chico se sentía muy cansado. Había pasado una noche de insomnio terrible pensando en su condición y lo difícil que sería ocultarlo cuando estuviera en el colegio. Ya era bastante difícil en casa, donde la mayoría de la gente que le conocía y conocía su secreto lo trataba con frialdad y al verlo pasar le dedicaban una gélida sonrisa, como si fuese elección suya ser como era. Casi había perdido la esperanza de asistir al colegio. Cuando llegó su carta saltó de alegría, pero la alegría se empañó de inmediato con la sacudida y aterrizaje al mundo real que su padre le dio.
Remus John Lupin era un licántropo. Un infortunado accidente con un licántropo cuando solo tenía cinco años había marcado sus noches para siempre con esa maldición en el cuerpo; cada luna llena, a Remus le salía cola, se cubría de pelaje oscuro, le brotaban colmillos y le aullaba al astro nocturno, clamando por comida. Aquello no le facilitaba, si no es que simplemente le impedía poder asistir al colegio como cualquier otro chico con la fortuna de ser seleccionado. Su padre había ido hasta el colegio mismo para hablar con el director mientras Remus esperaba ansiosamente en casa. Cuando regresó por fin, traía las mejores noticias: el director le había asegurado que ya había tomado cartas en el asunto y le prometió a su padre que la estancia de Remus en Hogwarts sería algo complicada, pero que podría asistir. Podría ser parte de algo. La chica golpeó con la frente la ventanilla del tren y lo sacó de sus pensamientos.
—¿Te sientes bien? —preguntó Remus, pero entonces, la puerta se abrió violentamente y una chica con una larga mata de oscuro pelo rojizo y un par de ojos verdes brillantes apareció tras ella. La seguía un chico bastante desgarbado, de cabello negro como su ropa. Lucía tan molesto como ella. Sus ojos oscuros se posaron en Remus de inmediato.
—¿Qué rayos les pasa? ¡Qué groseros, espero no estar en su misma casa! —exclamó Lily.
Paseó momentáneamente la mirada por los miembros del vagón y pareció decidir que Remus era la autoridad ahí.
—¡Hola! ¿Podemos sentarnos aquí?
Remus miró al chico bajito y este se hizo a un lado para dejar sitio. Sus ojos azules se clavaron en Severus y en Lily y se escondió tras su revista, como ratón asustado.
—Seguro, es su vagón —respondió Remus, señalando al primero.
—Gracias —dijo Lily y se sentó frente a él, mientras Severus tomaba asiento junto a Remus —. Gracias. Nos tocó con un par de tontos y tuvimos que mudarnos —continuó ella, indiganda.
—Oh. Pues espero que realmente no estén en su misma casa —comentó Remus, más animado.
—¡Ellos no estarán con nosotros! ¿No, Lily? —aseguró Severus. Ella asintió. Remus miró a uno y a otro con algarabía; después pensó que quizá parecía perro esperando a su dueño y se rió un poco porque la comparación le pareció, muy, muy adecuada.
—Yo soy Remus —dijo por fin, contento de que alguien le dirigiera la palabra. El chico seguía enfurruñado.
—Cálmate Sev, son unos tontos, no les hagas caso.
—Idiotas…—murmuró muy bajo.
Remus los observó con ánimo de charlar y se aventuró a seguir la conversación:
—¿Y tú cómo te llamas? —le preguntó a Lily.
—¡Ah! Lo siento, Remus, yo soy Lily Evans. Y él es mi amigo Severus Snape.
Severus sonrió vagamente y alzó una mano a modo de saludo.
—¿Y ustedes? —preguntó Lily, volviéndose al chico bajito a su lado. Él niño la miró confundido y sorprendido, al parecer, de que le estuvieran dirigiendo la palabra. Bajó la revista un par de centímetros debajo de su rostro.
—Soy… soy Peter. Peter Pettigrew —contestó. Parecía que Peter iba a agregar algo más, pero se quedó callado. Lily se inclinó hacia adelante para observar a la chica cuya frente aún seguía pegada al cristal.
—Oye, ¿Te sientes bien? —preguntó. Ella volvió el rostro hacia sus compañeros y negó con la cabeza.
—Los trenes me ponen mal —admitió.
—¿Puedo hacer algo? —preguntó Lily.
—Solo si tienes jugo de calabaza.
—¿Jugo de qué? —preguntó confundida. Remus se rió.
—Jugo de calabaza —repitió él —.  Eres nacida de muggles, ¿verdad?
Severus le lanzó una mirada torva de inmediato y Remus brincó, avergonzado.
—Lo siento, no quería ofenderte. Yo soy mestizo, mi padre es mago, pero mi madre es muggle.
—No lo hiciste —aclaró Lily de inmediato —Sí, soy hija de muggles. ¿Por qué no hay otra palabra para nosotros? Apenas estoy conociendo este mundo, pero Sev ya me ha contado algunas cosas. Estaría perdida sin él.
Severus sonrió con orgullo y miró a Lily de tal forma, que Remus no pudo evitar sonreír.
—Yo también soy mestizo —aclaró Severus.
—¡Que alivio! —soltó Remus.
Después se quedaron en silencio un momento, observando el paisaje por la ventana. A pesar del silencio, era cómodo para todos. Había cierto nerviosismo en sus rostros —malestar en el de la niña rubia —, y algo de timidez. Se miraron unos a otros y se sonrieron, algo turbados.
—¿Cómo es que deciden a qué casa te envían? —soltó Peter de pronto.
Hubo un momento de silencio a la pregunta. Incluso la niña enferma puso atención a sus nuevos compañeros.
—Bueno, eso depende —contestó Severus —Te seleccionan para una casa según tus cualidades. Eso me dijo mi madre. Cada casa reconoce cualidades muy específicas, según los criterios de sus creadores y fundadores del colegio: Salazar Slytherin, Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff y Rowena Ravenclaw. Salazar Slytherin elegía para su casa a los alumnos de linaje puro y gran astucia. Helena Ravenclaw elegía a los estudiantes sumamente inteligentes, Godric Gryffindor a los “valientes” —dijo, comillando en el aire —. Y Helga Hufflepuff enseñaba a cualquier alumno sin distinción, siempre y cuando fueran leales.
—¿Y si no me eligen en ningún lado? —dijo Peter, con duda.
—Te enviarán a algún lado —aseguró Severus.
—Mi mama también me dijo eso—comentó la otra niña —. Ella es muy buena en transformaciones y me ha dicho que es una materia muy difícil…oh…— murmuró, mientras sujetaba su estómago. Los cuatro chicos la miraron con una mezcla de compasión y horror.
—Oye, Sev, ¿no dijiste que vendían comida a bordo del tren? —preguntó Lily.
—Sí, vi a la señora del carrito de dulces al subir —contestó Severus.
—Quizá podríamos traerle algo a… —Lily giró para ver a la niña.
—Mary —respondió ella —. Mary MacDonald.
Severus recordó que no llevaba ni un knut en los bolsillos. Los ojos de Remus pasaron de un chico a otro y concretamente a Severus y el rubor y la expresión en sus ojos se lo dijo todo.
—Vamos, hay que ir a buscarla —dijo y se levantó del asiento sin darle tiempo a Severus de negarse. Estando fuera, Remus metió la mano en el bolsillo y sacó y contó un par de knuts que llevaba en ellos.
—Espero que alcance para algo con esto, porque no traigo absolutamente nada más —comentó jocosamente.
Severus gruñó, más relajado.
—Al menos tú traes algo.
—Yo tengo dinero —dijo Peter, apareciendo de pronto.
La mujer del carrito estaba estacionada en uno de los vagones, dormitando. Compraron un bote de jugo y después de explicarle para qué lo querían, la mujer les ofreció un extraño polvo azul, que era para atender los mareos. Volvían de regreso cuando una de las puertas de los compartimientos se corrió y dos chicos salieron. Se detuvieron de inmediato al ver a Severus.
—No te enojaste, ¿verdad? —dijo Sirius —. ¡Solo era una broma, Quejicus!
Severus giró de inmediato hacia él.
—¿Cómo me has llamado?
—No te acuerdas de mí, ¿cierto? —preguntó Sirius.
—Se bien quién eres tú.
—Veo que te impresioné. Si, también sé quién eres. Te vi en el Festival de la Luna el mes pasado, eres ese chico Prince, ¿no? El hijo de la señora Prince. Te quejabas todo el tiempo. Mi madre estuvo conversando con la tuya durante toda la función. Y no te dejamos escuchar nada.
—También recuerdo eso —respondió Severus, mirándolo con desagrado.
—Comprenderás que es un mote muy apropiado.
Ambos chicos comenzaron a reírse. Remus comenzó a temer que aquello se volviera pelea.
—¿A todo esto, tú quién eres y que quieres conmigo? Ni siquiera te conozco —le espetó Severus al otro chico..
—Pues puedo ser una piedra en tu zapato —respondió él, con los ojos entrecerrados, pero se distrajo pronto con Remus, pálido y a la expectativa. Levantó una ceja y le extendió la mano.
—Soy James Potter —dijo. Remus le devolvió el saludo de inmediato —. Y este es Sirius Black, como su abuelo y el abuelo de su abuelo y…
—Suficiente —atajó Sirius, poniendo cara de asco. Después miró a Remus con desenfado: — Dos preguntas, uno: ¿Quién eres? Dos: ¿Por qué pierdes tu tiempo con este?
—Soy Remus Lupin —respondió este —Y no considero estar perdiendo el tiempo. Estoy conociendo gente nueva. ¡Bueno! ¡Hago amigos muy rápido! ¿Quién lo diría? —bromeó.
Severus arrugó la frente. James y Sirius lo miraron de forma extraña, pero se rieron con el comentario. Remus era muy bueno rompiendo el hielo.
—Yo soy Peter —intervino este de pronto —. Peter Pettigrew.
La atención de todos se volcó en el que había hablado.
—Ah. Hola —respondió Sirius y como no encontró nada mejor que hacer, regresó a su compartimiento y James lo siguió de inmediato, poniendo cara de intriga. Solo entonces Remus exhaló profundo y tanto él como Severus reanudaron su camino seguidos de Peter, que aun miraba la puerta del compartimiento en donde James y Sirius habían desaparecido.
—¿Ellos…? —señaló Remus.
—Sí, ellos —respondió Severus de inmediato, rechinando los dientes.
La llegada a la estación se produjo en medio de un gran alboroto. Los alumnos antiguos se bajaron apresuradamente de los vagones, riéndose entre ellos y lanzándose cosas, las chicas calzándose las túnicas y sus artículos personales. Nada más poner un pie en el escalón, Severus tropezó con algo y cayó de rodillas. Lily y Remus lo auxiliaron de inmediato y Severus estaba culpando a su túnica y a su torpeza cuando James Potter se acercó sin contener la risa y exclamó:
—¡Caramba! ¡Ese ha sido un fuerte golpe! ¿Estás bien, compañero?
Después se alejó riéndose, con Black haciéndole segunda. “No puede ser”, pensó Severus y reunió todo el ánimo del que fue capaz para seguir andando. A pesar de haber oscurecido era una noche calurosa, o al menos eso le pareció a Severus porque Lily parecía no sentir frío, excitada como estaba. El resto de los nuevos alumnos se encogían en sus túnicas.
—¡Sev! —exclamó Lily de pronto —. ¡Míralo! ¡Mira qué grande es!
—Lily, no lo señales —la riñó Severus.
Un tipo enorme y barbudo comenzó a hacerles señas a los chicos de primer año y Lily no podía estar más sorprendida. Severus supuso que debía ser por lo menos descendiente de gigantes. El gigante portaba una lámpara y guió al grupo de primer año por un camino distinto mientras charlaba con una mujer que Severus pesó, era una profesora. Bajaron por un sendero oscuro entre maleza que amenazaba con apoderare del mismo y Severus decidió no perder de vista a Lily.
—¿Te duele la rodilla? —preguntó Lily de pronto.
—Solo un poco.
—Este lugar es perfecto para ser atacados por un lobo —dijo James Potter.
—O una serpiente gigante —añadió Sirius.
—No permitirían que algo nos pasara, ¿no? —preguntó tímidamente una chica.
—Claro que no —dijo Lily con firmeza. James Potter extendió ambas manos mostrándole la ausencia de más profesores y Lily lo miró con fiereza —. ¡Dije que no!
—No creo que haya criaturas peligrosas aquí en este momento —dijo Remus —. El verdadero problema sería caerte a un pozo…
—¡Remus! —dijo Mary.
James se atacó de risa.
—Tú me caes bien…
—James. Si no te callas, haré que comas hiedra venenosa —dijo otra chica rezagada. Llevaba una coleta rubia y desordenada atada en la nuca —. De nuevo…
—Ojalá no estés en mi casa —dijo James.
—Llegaremos al castillo en los botes —anunció la profesora —. Por favor, no suban más de cuatro en cada uno o se voltearán.
—El kelpie tiene hambre —bromeó el gigante y hubo pequeños gritos de asombro —. Fue una mala broma, lo siento.
—¡Mira, Sev!
Un enorme lago de aguas oscuras se extendía ante ellos, coronado a la distancia por un gran castillo totalmente iluminado. Algunos chicos aplaudieron de alegría, disipando el miedo de inmediato.
—Es lindo, ¿eh? —dijo el gigante con orgullo —. Ahora suban con cuidado.
Pronto hubo una lucha a muerte por subir a los botes. Mary MacDonald de inmediato atrapó uno y los invitó a seguirla. Lily tomó a Severus de la mano y lo ayudó a subir regañándolo con la mirada y tras él, Remus se hizo sitio en la barca. Peter Pettigrew se apartó y prácticamente saltó dentro del bote donde James Potter y Sirius Black ya habían abordado. Severus no lo lamentó.
El trayecto al castillo por el lago fue ligeramente hilarante debido a Lily, que aplaudía emocionada por todo y Severus pudo ver su rostro extasiado conforme rodeaban el peñasco y se acercaban al castillo. Lucía tan impresionante como en las fotografías que Eileen guardaba en sus álbumes. Cuando se internaron en una gruta bajo el peñasco hubo pequeñas exclamaciones de asombro. Una vez que bajaron, a Severus no le quedó más que fingir que el dolor del golpe se había esfumado para poder seguirle el paso a Lily en los escalones de subida. El gigante los guió a través de un jardín, directo a las puertas abiertas del castillo. Un hombre esperaba de pie ante ellas. Guardaba una mano doblada sobre su espalda y con la diestra sostenía un reloj de bolsillo, que miraba mientras canturreaba. La profesora que los acompañaba se acercó de inmediato y lo saludó estrechándole la mano.
—Profesor Slughorn. Perdí el transporte al castillo, tuve que llegar en el tren.
—¡Bienvenida, señorita Hollister! ¡Ha llegado con la carga preciosa de este año! ¡Bienvenidos, nuevos alumnos!
El profesor Slughorn los hizo entrar al vestíbulo de inmediato y las enormes puertas se cerraron tras ellos. El frío fue sustituido por un agradable calorcillo.
—Qué grande es este sitio —dijo Mary.
—El colegio es mucho más grande —dijo el profesor, guiñándole un ojo. Luego se irguió y los miró con orgullo —. Bienvenidos sean a Hogwarts. ¡Siganme! Yo soy el profesor Horace Slughorn. Profesor de Pociones, Jefe de la maravillosa casa de Slytherin y además, soy su subdirector Tengo mucho trabajo pero soy un buen tipo —mencionó, maliciosamente y consiguió algunas risas. El grupo se detuvo en una habitación un poco más pequeña —. En este momentos ustedes no pertenecen a ninguna de las casas de este colegio, pero eso cambiará cuando crucen esa puerta…—añadió con mucho misterio, señalando una puerta de madera con remaches —. ¿Están listos para esto?
Hubo sendas exclamaciones de alegría y aplausos como respuesta. Las mejillas del profesor se tiñeron de rosa y los hizo callar agitando las manos.
—Dentro de poco, todos y cada uno de ustedes deberá pasar por una gran y definitiva prueba. Así serán seleccionados para sus nuevas casas. Es una ceremonia muy importante; una vez que hayan sido elegidos no hay marcha atrás. Su casa será como su familia. Y los amigos que hagan durante su estancia en Hogwarts serán para toda la vida…
“Y los enemigos también”, dijo de pronto la voz de Eileen en la mente de Severus. “Debes destacar en tu casa…”
—…y donde sea que vayan, así ganarán puntos para su casa —continuó Slughorn —. ¡No sean cabezas duras, que hay una copa que ganar al final del año! Solo la casa que obtenga más puntos acumulados a lo largo del año será premiada con ella, lo cual es un gran honor. Este último año nos quedamos con ella, por supuesto —presumió el profesor.
—¿A la casa que tiene menos puntos que le dan? ¿Alguna placa que diga “Tontos del año”? —preguntó James, alzando la mano.
La mayoría se echó a reír y Slughorn también lo hizo.
—¡Por supuesto que no! Ahora compórtense, que la selección dará inicio en un instante.
James metió ambas manos en su túnica y siguió riendo disimuladamente mientras el profesor se escabullía por la puerta. Severus no lo notó porque de pronto se había puesto un poco tieso al escuchar al profesor repetir casi las mismas palabras que Eileen había pronunciado antes de partir. Sirius aprovechó para acercarse a él con sigilo.
—Oye —lo golpeó en el hombro —. Esa placa dirá tu nombre este año…
—¡Cállense ya! —siseó Lily y hubo nuevas risas. Después de algunos minutos en absoluto silencio, Peter preguntó nerviosamente:
—¿Cómo es la selección?
—Con un sombrero —dijo Remus.
—¿Un sombrero? —repitió un chico, detrás de ambos.
—Sí, un sombrero, eso me dijeron también mis padres —afirmó Mary.
—Mis padres no quisieron decirme nada —dijo una vivaz niña de cabello castaño —. Dijeron que era una sorpresa.
—Lo más importante es la prueba —agregó Sirius.
Hubo una exclamación de desconcierto a esto. James giró dramáticamente, con ambas manos en la espalda.
—Tienen que bailar —afirmó.
El desconcierto se convirtió en caos y pánico general.
—¿Tengo que bailar, Sev? ¿De verdad? —insistió Lily.
—¡Claro que no!
—¡Lo sabrán cuando escuchen la polka! —soltó James
—Si no sabes bailar te devuelven a tu casa —corroboró Sirius. —Yo que ustedes practicaba algunos pasos…
—¡Pero…!
—Te ponen el sombrero en la cabeza —dijo un chico en el fondo del grupo y todos callaron de inmediato —. El sombrero selecciona tu casa de acuerdo a tus valores. Es lógico. No crean todo lo que les diga este payaso.
James lo enfrentó de inmediato, ofendido y envalentonado por el comentario. El chico no se inmutó para nada y le regaló el mejor de sus desprecios.
—Eres la persona más divertida de tu casa, ¿verdad? —dijo James.
Un muchacho grandulón y de mirada castaña se adelantó al primer chico y miró inexpresivamente a James. De pronto, Sirius Black hizo otro tanto. Entonces Lily reconoció al primer chico de la tienda de varitas. El muchacho de ojos azul oscuro puso la mirada sobre ella de inmediato, pero esta vez no intentó sonreírle de ningún modo.
—¿Cómo un sombrero puede decidir eso? —murmuró Peter, muy bajo.
Los cuatro alborotadores lo miraron casi con dolor.
—¿Porque es mágico? —dijo el grandulón y las orejas de Peter enrojecieron. Entonces la puerta se abrió y el profesor Slughorn los invitó a pasar al otro lado.
—¡¿Es cierto que tenemos que bailar?! —chilló una niña.
—¿Bail…? ¿Quién les ha dicho semejante cosa? —replicó Slughorn. Todas las manos apuntaron a James Potter y el señalado sonrió de forma malvada.
Slughorn negó con la cabeza y los hizo entrar en una fila. Tras franquear la puerta, hubo sendas exclamaciones de asombro, Lily incluida entre ellas: el Gran Comedor era un gran salón repleto de alumnos, todos en sus respectivas mesas espléndidamente adornadas. La gran sala estaba completamente iluminada y el techo mostraba un cielo nocturno cuajado de estrellas que los dejó boquiabiertos.
—Qué bonito —susurró Mary.
Sobre los alumnos se deslizaban algunas sombras de color gris y plata, muy parecidos a fantasmas. Al frente del gran salón había un grupo de adultos sentados a una mesa fastuosa, alta y larga y dedujeron que eran los profesores. Justo delante de estos, había un taburete con un gran sombrero negro, deslavado y algo raído. El salón completo estaba en absoluto silencio. Absorto en la contemplación, Severus sintió la mano de Lily apretar la suya de emoción; Lily era inmensamente feliz. El llanto en el tren había sido echado al olvido. Apretó a su vez la delgada mano, mientras miraban el techo.
—Silencio —dijo alguien muy bajo —. Va a cantar…
De pronto, el sombrero abrió una gran boca de una rajadura que antes no habían notado. Sus arrugas parecían ojos. Y comenzó a cantar:
¡Oh! Podrás pensar que no soy bonito,
Pero no juzgues por lo que ves.
Me comeré a mí mismo si puedes encontrar
Un sombrero más inteligente que yo.
Puedes tener bombines negros,
Sombreros altos y elegantes.
Pero yo soy el Sombrero Seleccionador de Hogwarts
Y puedo superar a todos.
No hay nada escondido en tu cabeza
Que el Sombrero Seleccionador no pueda ver.
Así que pruébame y te diré
Dónde debes estar.
Puedes pertenecer a Gryffindor,
Donde habitan los valientes.
Su osadía, temple y caballerosidad
Ponen aparte a los de Gryffindor.
Puedes pertenecer a Hufflepuff
Donde son justos y leales.
Esos perseverantes Hufflepuff
De verdad no temen el trabajo pesado.
O tal vez a la antigua sabiduría de Ravenclaw,
Si tienes una mente dispuesta,
Porque los de inteligencia y erudición
Siempre encontrarán allí a sus semejantes.
O tal vez en Slytherin
Harás tus verdaderos amigos.
Esa gente astuta utiliza cualquier medio
Para lograr sus fines.
¡Así que pruébame! ¡No tengas miedo!
¡Y no recibirás una bofetada!
Estás en buenas manos (aunque yo no las tenga).
Porque soy el Sombrero Pensante.
Hubo aplausos y rechiflas y Lily aplaudió muy fuerte y muy impresionada y Severus contuvo la risa al verla en semejante estado.
—¡¿Has visto, Severus?! ¡¿Lo viste, lo viste?! —exclamó, con los ojos muy abiertos.
—Lily, cálmate…
—Qué retorcido —señaló el chico de ojos azules.
—A ellos no les va a encontrar nada —dijo el grandulón y señalando a James y a Sirius. Ambos se rieron de su broma y Severus lo hizo también; un poco más allá, James Potter parecía estar ansioso por meter la cabeza en el sombrero.
—Creo que voy a vomitar —dijo Mary de pronto.
—¡No, Mary, espera, espera! —saltó Lily, bastante ajena a lo que sucedía con su improvisada amiga y con Severus mismo.
Remus estaba muy pálido y Severus se preguntó porqué; él estaba muy seguro. Sabía exactamente a qué casa iba a ir y algunos, casi todos, parecían terriblemente nerviosos.
Una profesora vestida con una túnica gris oscuro avanzó con un pergamino en las manos. Iba pulcramente peinada y su rostro mantenía un gesto severo.
—Los nombraré por su apellido y pasaran a sentarse en ese taburete —indicó, sacando a Severus de su privado instante de reflexión —. ¡Arlington, David!
La mano de Lily apretó con mucha más fuerza la de Severus. Sus grandes ojos verdes no podían abrirse más por la emoción. El chico tomó asiento y el sombrero cubrió su cabeza casi del todo. Luego, la boca del sombrero gritó:
—¡RAVENCLAW!
Lily dio un pequeño brinco. Hubo un estallido de aplausos, mientras el niño dejaba el sombrero en su sitio e iba muy sonriente a ocupar su lugar en una de las mesas dominada por el azul de las corbatas.
—¡No puede ser, Sev! ¿Viste eso? —exclamó Lily, sacudiéndolo sin piedad.
—¡Avery, Edmund!
El chico de ojos azules subió tranquilamente al taburete y se puso el sombrero.
—¡SLYTHERIN!
Hubo nuevos aplausos y Severus se dijo que era una suerte que a su nuevo compañero de casa no le gustase Sirius Black.
—¡Bertram, Aubrey!
—¡HUFFLEPUFF!
Nuevos aplausos y rechiflas, esta vez en la mesa de los escudos amarillos.
—¡Black, Sirius Orión!
Con aire de condenado a muerte, Sirius Black avanzó hacia el taburete, resopló y sus ojos desaparecieron bajo el sombrero. Se tardó un momento, el momento más largo desde que había iniciado la selección.
—¿Por qué tarda tanto, Severus? —susurró Lily.
—No sé…supongo que no se decide a donde enviarlo —contestó Severus, con cierta burla.
—¡GRYFFINDOR!
Hubo un momento de pausa al grito del sombrero. Después, entre miradas confundidas en las mesas y susurros muy bajos, una ola de aplausos tronó en la mesa de Gryffindor, mientras Sirius Black bajaba del taburete con aire incrédulo. Miró el comedor aun estupefacto, como si no se lo creyera, pero una gran sonrisa afloró en sus labios y fue a sentarse de inmediato en la mesa de Gryffindor.
—Estará con su amigo —dijo Lily, contenta.
—Eso no es seguro, pero espero que sí —comentó Severus, satisfecho porque el chico Black no había ido a Slytherin, como toda su familia.
—¡Evans, Lily!
Lily miró a Severus. Soltó su mano y nerviosa, fue a sentarse en el taburete.
Le regaló una sonrisa y Severus vio la coronilla de su largo cabello rojo y sus ojos verdes desaparecer por un momento debajo del gran sombrero. Cruzó los dedos.
—¡GRYFFINDOR!
Hubo nuevos aplausos, pero Severus no aplaudió; sintió como si un enorme hoyo se abriera bajo sus pies mientras Lily bajaba del taburete, sorprendida y caminaba hacia la mesa de Gryffindor. Se detuvo un instante y lo miró con pesar mientras se alejaba de él y Severus contuvo un suspiro.
“¿Por qué Gryffindor? ¿Por qué?” se dijo.
La miró sentarse al lado de Sirius Black e ignorarlo decididamente. Fenwick, Benjamin, fue enviado a Hufflepuff. Lupin, Remus John, también fue enviado a Gryffindor y Severus sintió un leve pesar, porque el chico parecía agradable; MacDonald, Mary también fue seleccionada como leona y tras un largo momento de indecisión, Peter Pettigrew también. Potter apenas se ponía el sombrero cuando este exclamó: ¡Gryffindor!, y el chico se puso de pie, alzó ambos brazos de forma triunfal en el aire y arrancó risas en todo el comedor mientras se reunía con sus nuevos compañeros.
Rosier, Evan y Rothwell, Joon, fueron enviados a Slytherin, mientras que Shingleton, Gaspard, era enviado a Hufflepuff
—¡Snape, Severus!
Aspiró con fuerza. Buscó a Lily con la mirada y encontró sus ojos verdes, mirándolo fijamente y sus dos pulgares arriba dándole su apoyo. Tomó asiento en el taburete y se probó el sombrero. Solo entonces, se permitió ponerse nervioso.
—¡SLYTHERIN!
Apretó los labios y sonrió enormemente; Severus bajó del taburete y caminó hacia la mesa de Slytherin que lo recibía en medio de aplausos, muy lejos de la mesa de Gryffindor. Miró a Lily a la distancia. Vio su sonrisa ligeramente apenada y la niña lo despidió agitando la mano al aire. Severus se detuvo al llegar a su mesa y buscó sitio cerca de los chicos con los que había llegado mientras Stebbins, John era enviado a Ravenclaw. Una pálida mano apresó su hombro, lo empujó y le ofreció un asiento un par de lugares adelante. Severus le echó un vistazo a su guía y encontró al mismo muchacho que lo había enviado a su vagón al subir al tren. El muchacho le ofreció una minúscula sonrisa mientras lo invitaba a sentarse a su lado. Después de Warbeck, Charity, enviada a Ravenclaw, Wilkes, Gregory fue el último chico en ser seleccionado para Slytherin. La selección terminó con Yvory, Frances, seleccionada también para la casa de color azul. El comedor guardó silencio  poco a poco.
—Bienvenidos sean todos —resonó una voz y Severus estiró el cuello para mirar a quien hablaba: un anciano de larga barba plateada, ataviado con una túnica muy azul, que en ese momento hablaba desde su púlpito. Sus ojos brillaban tras el cristal de sus gafas —. Es un placer recibir a los nuevos alumnos este año. Sé que deben estar hambrientos, pero la profesora McGonagall me ha solicitado encarecidamente que sea mucho más sensato este año —la profesora que leyó los pergaminos se frotó la frente, visiblemente consternada —, así que no me explayaré demasiado; el bosque prohibido justo frente al castillo naturalmente está prohibido, como ya sabe la mayoría, pero el primer curso debe considerar eso. La magia está prohibida en los pasillos. Las pruebas para los equipos de quidditch se han movido para la tercera semana del curso, la profesora Hooch ha tenido algunos imprevistos con las bludgers.  Ahora, ataquen los platos.
La mesa se cubrió de comida olorosa y humeante y Severus, que no había comido nada durante el trayecto sintió como su estómago comenzaba a protestar. Entre risas y charlas la cena comenzó sin pormenores, con todos charlando sobre su vacaciones y sus familias. Severus se limitó a comer en silencio. También tuvo que ladear el cuerpo constantemente porque algunos alumnos intercambiaron asientos para darle la mano a Avery, sentado junto a él. El chico respondió educadamente a cada saludo, pese a que interrumpían constantemente su comida y Severus frunció el ceño. Ambos niños cruzaron miradas, pero Avery se limitó a ignorarlo y mirar su plato. Entonces Severus encontró su primer pasatiempo de la noche: observar. Se dio cuenta que, a diferencia de las otras mesas, donde el primer curso se concentraba en una orilla, sus nuevos compañeros ocupaban asientos a lo largo de la mesa —Severus intentó ocupar una esquina cuando el prefecto lo movió al centro de la misma —.
—Dicen que Elderwood prácticamente huyó el año pasado —comentó una muchacha a tres lugares frente a él.
—Después de lo de Ibbitson, me sorprende que sigan aceptando —se burló alguien. Un joven de cabello oscuro, ojos de hielo y aspecto desgarbado. Sonrió sobre su copa y mostró sus dientes algo disparejos —. Y esta no se ve más valiente. Es patético que tengamos que cambiar de profesor cada año. ¿Alguien sabe cómo se llama?
—Hollister.
Severus miró sorprendido a Avery, que cortaba tranquilamente su carne.
—Emma Hollister —continuó el chico —. Me dio clases hace dos veranos.
—Punto para Emund —dijo alegremente una muchacha. Estaba sentada frente a Severus y su cabello era tan rubio como el del prefecto y sus ojos de un azul tan claro que era extraño. Tenía una expresión de malestar permanente en el rostro, pero miró a Severus y sonrió, y la sonrisa cambió por completo su rostro.
—No lo mires así o se molestará —dijo la muchacha.
—¿Disculpa? —dijo Severus.
—Es el Barón Sanguinario, es el fantasma de la casa de Slytherin —informó esta —. Y no le gusta que lo miren así.
Severus estaba tan absorto en lo que decían que no pudo evitar un dejo de horror al descubrir al fantasma de un hombre vestido elegantemente a la usanza del Medioevo. El espectro miraba al vacio lacónicamente, de pie detrás de la joven.
—A Rosier no le gusta mi mezcla de patatas —exclamó el chico de los dientes torcidos y Rosier comenzó a pelear alegremente con el muchacho. Evan Rosier también era un recién llegado. Había un ambiente muy amigable en la mesa. A pesar de que eran alumnos de cursos superiores, la charla transcurría de tal modo que incluían a todos en ella, incluso a los recién llegados, meditó Severus. Todos, excepto claro, él mismo. Apenas se dio cuenta de este detalle, bajó las manos al regazo y por instinto miró nerviosamente al joven que se sentaba a su derecha. Y tal y como supuso, el prefecto le miraba muy fijamente, con el rostro apoyado perezosamente en el dorso de la mano.
—Pareces muy entretenido.
El muchacho hablaba muy bajo, casi en un susurro y arrastrando las palabras, pero su voz era clara y Severus lo escuchó perfectamente. Se estaba preguntando si había algo malo en aquello, pero el muchacho le sonrió de medio lado.
—¿Qué llama tu atención? —preguntó el prefecto, haciéndose escuchar entre el ruido de copas y cubiertos.
—¿Cómo?
—¿Qué es lo que miras? Solo has pronunciado tres palabras desde que te sentaste: gracias, disculpa y, ¿cómo? —imitó, con aire desconcertado. La muchacha rubia comenzó a reírse.
Severus no respondió de inmediato. Pensó que era una pregunta casual, pero pronto se dio cuenta de que estaban esperando una respuesta. El muchacho y la joven que lo había corregido. También el joven de dientes torcidos parecía estar a la espera. Y a su lado, Severus se dio cuenta de que Avery estaba prestando mucha atención.
—Creo que todos ustedes son muy amables —contestó Severus.
—Nosotros siempre somos amables, Severus —dijo la muchacha.
—Siepre y cuando lo merezcan —añadió el muchacho de dientes torcidos.
La mirada helada del prefecto se movió a lo largo y ancho de la mesa y regresó a Severus con un destello de astucia.
—¿Por qué te parece interesante?
Severus titubeó un instante. Se puso incómodo. Entendió que era una charla.
—Verás, tengo once años.
—Normalmente debes tener once años para poder asistir al colegio —ambas cejas se alzaron en la frente del joven, con expresión interrogante. —Continua.
—No creo que cualquier cosa que alguien de mi edad diga, pueda ser tan interesante —dijo Severus, pero no bajó la mirada porque tenía la impresión de que el prefecto quería intimidarlo. Este giró medio cuerpo hacia él, con interés.
—Además, creo que a él ya todos lo conocen —continuó Severus, señalando a Avery y mucho más seguro.
—Es correcto. Quienes debemos, conocemos a Edmund Avery —dijo el prefecto —. Señor antes que todos nosotros. ¿No es así, Edmund?
El aludido miró a su interlocutor y asintió educadamente con la cabeza. Miró a Severus inexpresivamente y continuó comiendo.
—Entonces eres Snape, ¿cierto?
—Severus Snape —susurró.
—Yo soy Lucius Malfoy.
Pareció desviar la mirada un instante, pero no lo hizo, en lugar de eso le ofreció la mano y Severus la estrechó, algo impresionado. Después, el joven Malfoy retomó su posición original y entabló una conversación con una joven pelirroja a su lado que intentaba por todos los medios llamar su atención, incluso haciendo un pequeño y ridículo berrinche.
—Soy Cissy —dijo la muchacha.
Severus sonrió.
—¿Cissy? —dijo Avery, incrédulo.
—No te metas, chismoso.
 Un tanto perplejo, pero más contento, Severus terminó su cena y se permitió comer un gran trozo de pastel cubierto de mermelada para coronar la noche. El banquete terminó y aunque todos estaban demasiado llenos todavía tenían energía. Se levantaron animadamente para ser conducidos a su nueva casa. La perspectiva de conocer por fin el que sería su nuevo hogar de inmediato inquietó a Severus, que no dudó ponerse a la cabeza del grupo para no perderse de nada mientras abandonaban el comedor en tropel.
—La sala común de Slytherin —inició la chica pelirroja, que llevaba adherida a la túnica la misma placa de prefecto —, está ubicada cerca de las mazmorras. Pero eso es algo que no deben revelar cada vez que puedan.
—Es un hecho que en algún momento algún estudiante tendrá que hacer cualquier cosa poco interesante en las cercanías de la casa de Slytherin, pero nos gusta la privacidad y a ustedes también —sentenció Lucius abriéndose paso entre los estudiantes y todos asintieron con la cabeza como si aquello fuese una verdad absoluta.
Pasaron al lado de las escaleras de mármol del vestíbulo y se internaron en un oscuro y estrecho pasillo que no parecía tener fin. Había en estos muros muy pocas pinturas de adorno debido a la humedad que era más que notoria en algunas paredes. Encontraron varias puertas al paso, detrás de las cuales habían siniestros calabozos que lograron que a más de uno se le erizaran los pelos, excepto al chico grandulón, que parecía más interesado en verlos que en huir de ellos. Al final, ambos prefectos se detuvieron frente a un gran muro con un par de manchas verdosas.
—Colmillo de serpiente —dijo Lucius.
El muro se agrietó, la pared comenzó a moverse y dejó al descubierto una gran puerta de piedra que se abrió de inmediato. Una luz verdosa se esparcía sobre paredes, muebles y demás, dotando a la sala común de la casa de Salazar Slytherin con cierto aire misterioso que a Severus le agradó de inmediato. La sala era alargada y semi—subterránea, con grandes candelabros en el techo de piedra. Una gran chimenea se erguía justo en el centro, labrada sobre la pared y su calor invitaba a sentarse en los sillones que adornaban la sala, de ostentoso cuero negro, de tapices de terciopelo verde esmeralda, olivo y plata. Un medio pasillo repleto de libros la conectaba con una segunda estancia, en cuyo centro había una gran mesa circular con largas y ornamentadas sillas que invitaban al estudio.
—Estamos justo bajo el lago —dijo la prefecta —. Por eso hay tanta humedad en las paredes del pasillo. Pero aquí no pasará nada así, que pueden estar tranquilos. A menos que el calamar golpee sus ventanas, les sacará un buen susto.
Ya había varios alumnos sentados en los sillones, charlando ruidosamente. Todos volvieron la cabeza al ver ingresar a los nuevos alumnos. La mayoría se levantó y se acercó al grupo de recién llegados, dejando espacio para el prefecto. Al ver la actitud marcada de todos ellos, Severus adivinó que venía un discurso. Lucius Malfoy se detuvo en el centro, con ambas manos cruzadas sobre la espalda.
—Sean bienvenidos —comenzó Lucius Malfoy, arrastrando las palabras y de pie a media habitación. Su autoridad se dejó ver rápidamente, puesto que todos guardaron silencio de inmediato —. Hay algunas cosas que deben saber antes de que un nuevo día los sorprenda siendo miembros de esta casa. Nuestro jefe es el profesor Horace Slughorn, que imparte la materia de Pociones. La autoridad inmediata después de él, dentro de la casa de Slytherin, son los prefectos; somos seis, dos por cada curso a partir de quinto. Ella es Freya Selwyn —la muchacha pelirroja asintió graciosamente con la cabeza y sonrió de forma exagerada —. La señorita Selwyn y yo somos los prefectos de séptimo curso, así que este será el último año que estemos con ustedes. Por allá, la señorita Narcissa Black y Toby Greengrass, son los prefectos de sexto curso —Cissy, la joven muy rubia que Severus conoció en la mesa saludó con un ademán y a su lado un muchacho muy delgado y de poderosas cejas hizo lo mismo —, John Dawlish —un chico rubio, alto y con cierto aire insolente —, y Alecto Carrow —una muchacha de cabello amarillo con gesto malhumorado, no se molestó en saludar —, prefectos de quinto. Ellos son la máxima autoridad después de Slughorn, así que deben obedecer y respetarlos. Cualquier asunto, queja o petición que deban o necesiten hacer, que no esté relacionado con la clase de Pociones, es inmediatamente tratada con alguno de nosotros. Nunca, jamás van directo con Slughorn, ¿está claro?
Todos asintieron, pero Severus dejó ver su extrañeza con un gesto en el rostro. Alecto Carrow lo miró directo a los ojos.
—No traerán a nadie que no sea de esta casa —prosiguió Lucius —. No le dirán a nadie dónde está la entrada y no revelarán la contraseña por ningún motivo. Tampoco es necesario que vayan por ahí señalando a sus prefectos y diciendo sus nombres, pero es necesario que conozcan a los prefectos de las demás casas. Si tienen dificultades con algún prefecto que no sea de Slytherin, díganmelo de inmediato. Y si pertenece a esta casa, posiblemente están haciendo algo mal. Todos y cada uno de ustedes serán debidamente observados en el transcurso de los días posteriores. Cualquier infracción que les veamos cometer les será notificada y de reincidir, se les aplicará un correctivo disciplinario, así que compórtense. Buenas noches —terminó y tranquilamente enfiló sus pasos por el medio pasillo, escoltado por dos muchachos como si fuera un príncipe.
—La contraseña se renueva cada semana —continuó Toby Greengrass —. No olviden su contraseña o no podrán ingresar hasta que alguien más llegue y les diga y frecuentemente los dejan afuera  hasta que recuerden, no creo que quieran verse en esa posición. La contraseña esta semana es Colmillo de Serpiente.
—Estos son sus horarios de clase —se adelantó Narcissa Black, cuya voz era suave y delicada, pero firme y comenzó a repartirles los pergaminos indicados —. Todos deberán estar aquí temprano para ir al comedor y poder guiarlos a su nueva clase. Si llegan tarde, tendrán que buscar ustedes solos y el castillo es muy grande y se van a perder. Comienzan con Flitwick.
—No olviden la tradición de esta casa —atajó Dawlish —. “Nadie quiere ser el último en levantarse”.
—Esa tradición es tuya, Dawlish —gruñó Greengrass.
—No es mía, es de Amycus y no importa, quédense dormidos mañana y lo averiguaran…
Finalmente pudieron pasar a sus dormitorios correspondientes. La habitación de Severus contaba cinco camas con dosel y cortinas de color verde oscuro. Al pie de cada una se encontraban sus respectivos baúles, por lo que ya habían sido designadas. Severus encontró el suyo en el rincón de la habitación, con una mesita propia entre la cama y la pared. Un ojo de cristal justo sobre esta completaba ese mínimo espacio que le pertenecía y lo contempló totalmente satisfecho. A continuación hubo un gran movimiento; todos comenzaron a revisar sus pertenencias y a preparar sus uniformes para el día siguiente sin pronunciar palabra. Después de un rato, un chico de corta estatura y ya sin labores los miró a todos con algo de ansiedad. Como nadie le prestó atención, Severus hizo lo mismo, pero el chico decidió abrir la boca.
—Creo…creo que…deberíamos saber nuestros nombres…si vamos a compartir habitación —dijo tímidamente. Las cuatro cabezas restantes giraron hacia él y el chico sonrió. El grandulón alzó su dedo índice de forma autoritaria. Severus intentó acordarse de su nombre, pero no recordaba haberlo escuchado.
—Rosier, Avery, Snape —contó, señalando a cada uno —. Tu eres Wilkes —terminó y se dejó caer en su colchón, corrió la cortina y no dijo nada más.
Rosier y Avery se rieron muy bajo al ver la cara de Wilkes. Rosier hizo lo mismo: se sentó en su cama y corrió la cortina para no tener que hablar con el chico, que miró a Severus algo confundido y avergonzado a la vez.
—¿Y el tonto quién es? —gruñó Severus.
Wilkes le devolvió un gesto nervioso, como si anticipara que aquello era mala idea.
—Él es Múlciber —dijo Avery —. Y tienes suerte de que ya esté dormido.
Rosier corrió la cortina de inmediato.
—¡No puede estar dormido! —se puso de pie de un brinco y metió la cabeza tras la cortina de la cama de Múlciber —. ¡No puede ser, de verdad está dormido!
X.
Acostado en su cama, Severus se revolvió en ella de un lado a otro mientras los minutos corrían y los ruidos se apagaban. Poco a poco, el resto de sus nuevos compañeros fueron quedándose dormidos y la habitación se sumió en una oscuridad tenebrosa, otorgada por las sombras del lago, que bailaban sobre cortinas y muebles.
Severus estaba demasiado excitado para dormir. Se sentó y miró la habitación; desde muy pequeño había sentido un temor irracional a la oscuridad, aunque aquella no le resultaba del todo desagradable. Tomó su varita de la cómoda y la miró casi con cariño. Todo había pasado tan aprisa que sentía que se había perdido de algo, cualquier cosa.
—Lumos — murmuró.
Al instante, la punta de la varita se encendió, reflejando una cálida y débil luz sobre las cortinas de su cama. Lumos no era nuevo para él; lo había practicado varias veces en casa con la varita de Eileen cuando ella no lo veía y también cuando se lo permitía. Su mirada vagó por las paredes, los baúles, las mesitas y las camas. Le costaba un poco de trabajo creer que ya estaba ahí y deseo intensamente que no fuera solo otro mal sueño. Después de todo un día de viaje, después de tantos años de espera, estaba ahí, en el colegio, en Hogwarts, en una habitación en la casa de Slytherin. Siempre creyó que cuando estuviera ahí, pensaría en su hogar con melancolía, sintiendo el deseo de empacar y regresar, pero no era así. Estaba feliz. Algo ansioso, pero feliz. ¿Estaría Lily pensando lo mismo?, se preguntó. Severus revisó sus horarios en el pergamino y pudo constatar que había clases que Slytherin compartía con Gryffindor, pero no eran muchas. Y siempre estaban los descansos. Todo era posible en ese momento.
Harto de estar acostado, decidió ir a la sala común para mirarla, tranquila y sin alumnos. Salió de la habitación y caminó por el largo y estrecho pasillo a oscuras; una mirada severa y penetrante lo siguió desde uno de los retratos y cerró los párpados apenas la luz quedó fuera de su alcance. La chimenea en la sala común seguía encendida. Y la sala no estaba vacía. Había un joven sentado en uno de los sillones, absorto en la lectura de un libro. Bebía una taza de té, tranquilamente reclinado frente a la chimenea encendida y su melena albina caía sobre uno de sus hombros.
—Es muy tarde para que estés levantado. Si no duermes, mañana llegarás tarde a tus clases.
Severus se detuvo en seco cuando intentaba regresar sin ser descubierto. Lucius se enderezó en su asiento para verlo mejor y echó su cabello a la espalda con un ademán de la mano. Fue un gesto que lo cubrió de soberbia.
—Amycus tiene métodos poco ortodoxos para levantar a los rezagados.
—¿Eso está permitido?
—Deben aprender de alguna forma. Estás haciendo Lumos…—señaló
Severus miró su varita encendida y la bajó de inmediato.
—No puedo dormir y quería estirarme —se excusó.
—¿Sabes hacer más cosas?
—Sí, conozco algunos hechizos y maleficios —contestó —. También sé hacer algunas cuantas pociones.
—¿Maleficios? —rió Lucius —. ¿Esa te parece una buena carta de presentación?
—De alguna forma debo aprender.
Lucius sonrió ampliamente y dejó la taza sobre la mesa.
—¿Cuál es la poción que mejor sabes hacer?
—Veritaserum.
La sonrisa de Lucius se congeló.
—No es cierto.
—Lo es. Mi madre me enseñó. Me dejaba hacer pociones con ella.
Lucius cerró el libro de golpe. Se levantó del sillón y lo botó ahí. Se acercó a Severus con las manos en los bolsillos.
—¿De dónde es tu familia, Severus?
Severus tragó saliva; había esperado que nadie le hiciera esa pregunta esa noche.
—Vivo en Cokeworth. Es un pueblo insignificante y pequeño, nada agradable.
—¿No?
—No, en absoluto.
—Hay muggles cerca, imagino…
—Sí, bastantes —masculló, pensando en Petunia Evans.
El silencio casi aplastó a Severus después de ese comentario. La glacial mirada de Lucius se fijó en él por un largo momento. Severus se movió nerviosamente, intentado descifrar que era lo que pensaba en esos instantes de su persona, pero no logró más que bajar la propia hacia la suela de sus zapatos.
—Eres mestizo, ¿verdad? —dijo Lucius, con un extraño tono de voz —. Mestizo…
—No me hace feliz, si es lo que crees —soltó Severus. Se irguió nuevamente y enfrentó la mirada del prefecto—. Mi madre fue Slytherin. Incluso fue Premio Anual de Pociones.
—Debió conocer a Slughorn.
—Por supuesto. Ella estuvo en su club.
—¿Tu madre fue una eminencia? —preguntó Lucius —. ¿Cómo se llama ella?
—Eileen Prince —contestó Severus.
—¿Prince? —repitió Lucius. Parpadeó pesadamente. La expresión de sus ojos mostró algo que Severus no alcanzó a comprender—. Me suena. Puede que alguna vez haya visto a Amycus pulir una placa con ese nombre. Ahora que lo recuerdo, hubo un Prince que fue compañero de mi padre aquí en Hogwarts. Quizá sea tu abuelo, ¿no?
—Es probable…
—¿No tienes relación con ellos?
—Ellos no aprobaban el matrimonio de mi madre. Querían que se casara con un mago y no un muggle, por lo tanto dejaron de hablarle —contestó muy rápido.
—Yo habría hecho lo mismo —comentó Lucius —. ¿Hay un premio aquí con el nombre de alguien de tu familia, dices?
—Mi madre. Premio Anual de Pociones.
—Qué lástima —dijo Lucius, regresando sus pasos distraídamente hacia el sillón.
Severus se dio cuenta perfectamente por qué lo dijo. Le enervó la idea de que insultara a su madre, pero se reservó cualquier grosería; no iba a terminar la primera noche peleando con un prefecto.
—¿Y tú, Severus? ¿También serás una eminencia? ¿Tienes talento?
Severus se irguió, altivo.
—Sí. Mucho.
—¿De verdad? —el tono burlón de Lucius irritó a Severus —. Que mal que hayas elegido esa palabra. Porque ahora muero de ganas por comprobarlo.
No dijo nada más por un largo momento. Luego levantó su taza y bebió un pequeño sorbo.
—Ve a la cama.
Severus obedeció de inmediato. Regresó por el pasillo oscuro con malestar y los puños apretados. Conocía un poco a la familia Malfoy. Eileen alguna vez le habló sobre ellos, mientras Severus hojeaba un deteriorado libro de genealogía mágica. Tenían fama de ser aristócratas, coleccionistas y pedantes, además de cierta inclinación por las Artes Oscuras. Lucius mismo ofrecía una impresión no muy alejada de su reputación. Llevaban la arrogancia en la sangre. Y Severus no estaba dispuesto a ser juzgado solo por ser el hijo de Tobías Snape. Antes que él, su madre era bruja y también una excelente pocionista. Y si Lucius Malfoy creía morir por conocer sus habilidades, se dijo Severus, moriría del todo cuando supiera de qué era capaz.
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souryam · 7 months
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so.. a popular hc for Wilhelm is that he started his education in Durmstrang, and in his 3rd Year, snapped and killed his roommate. That got him expelled, obviously, but due to extensive family connections and no one ever finding the body, he was let go and the information never got out. His connections were able to get him a place at Hogwarts and he enrolled there in 4th Year.
I think this is a fun one bc one of the only pieces of canon info we have on Wilkes is that he was a well liked slytherin, who turned into one of the most brutal DEs. It would make sense for him to keep a grounded, well mannered, even sweet persona and give in to his darker (true) self later in life.
the scene in the drawing is basically him after being found out covered in blood in the middle of the night, waiting outside the headmaster's office
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the-most-faithful · 2 months
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Snape Gang
Here to remember that Evan Rosier was part of the Snape Gang canonically.
According to Sirius Black, he was part of a group of Slytherins and aspiring Death Eaters which included Severus Snape, as well as Wilkes, Avery and Mulciber.
it is much more likely that he was part of his group than that of Regulus who was a year younger than Severus. So the gang needs to be updated:
Severus Snape
Bruce Mulciber
Edmund Avery
Charity Burbage
Aurora Sinistra
Wilhelm Wilkes
Evan Rosier
Caracod Derborn (my personal headcanon)
The Story of the Prince by G_Monti_E
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atlasdoe · 6 months
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hello once again i'm annoying you with my versions of this trend because i'm obsessed
Slytherins
Severus Snape is pretty like a dark forest // Evan Rosier is pretty like rain
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Bruce Mulciber is pretty like lightning // Edmund Avery is pretty like gothic architecture
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Juliette Wilkes is pretty like candlelight // Dorcas Meadowes is pretty like an art studio
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Loretta Fieldwake is pretty like a church // Eiffel Reynolds is pretty like London
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isabelleneville · 3 months
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THE DUDLEYS according to Starz
Edmund Dudley, president of King Henry VII's council as portrayed by Morgan Jones in The Spanish Princess John Dudley, 1st Duke of Northumberland head of King Edward VI's council as portrayed by Jamie Parker in Becoming Elizabeth Guildford Dudley, later consort to Jane Grey, disputed Queen of England as portrayed by Jacob Avery in Becoming Elizabeth Robert Dudley, later Earl of Leicester, the longtime favourite of Queen Elizabeth I who often acted as her unofficial consort as portrayed by Jamie Blackley in Becoming Elizabeth
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fadedday · 3 months
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Doris Avery Photographed By Edmund Leja, Mid 1960s.
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krispykidgarden · 9 days
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Anyone wants to join my marauders server? If so send me your username
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