I delight to abandon myself in the clouds, in the darkness, in the silence, in the flow of water falling from the sky, in the sound of thunder, in the wind and its madness, and in the frost that crumbles on the mountain tops… and I am reborn full of life, nameless and formless, haughty and gallant, like a waterspout that tears up its roots to rise in the orb of this world without sun and without shadows. Then, I scatter myself in the nothingness, like the dust of a blowing that has been born from the lips of a compassionate vagabond, and I get entangled with the flow of the wind, of its clumsy breath without destination, to end up on the shore of an empty beach, but thirsty of water, of salts, of sand… of that time that does not cease and of that space that does not stop expanding, to end up surrendering myself to a dream, once again.
Me deleito al abandonarme en las nubes, en la oscuridad, en el silencio, en el fluir del agua al caer del cielo, en el sonido de los truenos, en el viento y su locura, y en la escarcha que se desmorona en las cimas de las montañas… y renazco lleno de vida, sin nombre y sin forma, altivo y gallardo, como una tromba que arranca de tajo sus raíces para encumbrarse en el orbe de este mundo sin sol y sin sombras. Entonces, me esparzo en la nada, como el polvo de un soplido que ha nacido de los labios de un vagabundo compungido, y me enredo con el fluir del viento, de su aliento torpe y sin destino, para acaecer a la orilla de una playa vacía, pero sedienta de agua, de sales, de arena… de ese tiempo que no cesa y de ese espacio que no deja de expandirse, para terminar entregándome a un sueño, otra vez.
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Sigo creyendo en el amor, pero mi corazón se ha vuelto reticente a entregarse. En este momento de mi vida, no anhelo amar ni ser amado. Solo anhelo sumergirme en el éxtasis de la soledad, encontrarme en ese paraíso solitario que tanto valoro.
No deseo un amor que desgarre mi alma ni un beso que queme mis labios. No anhelo un abrazo que me haga temblar ni una mirada que me haga soñar. Aunque siempre he valorado y amado mi soledad, me he acostumbrado tanto a la compañía que casi la olvido. Ahora me encuentro en el proceso de cortejarla nuevamente y mostrarle el amor que antes le brindé en mi silencio, mi música y mi vida, sin la presencia de nadie más.
No necesito más que eso, no necesito más que yo mismo. En este momento, solo comparto mi presente y los instantes perfectos de cada día con aquellos que aceptan que lo que es hoy puede no serlo mañana, y que en cualquier momento todo puede convertirse en un bello recuerdo sin previo aviso. No estoy dispuesto a entrar de nuevo en una rutina ni a modificar hábitos por alguien más que no sea yo. En este instante, lo único que me importa es ser feliz, en mi propia compañía y en mi propia piel.
El amor puede esperar mientras me deleito en la plenitud de mi soledad. La soledad me ha enseñado tanto, me ha hecho crecer y descubrir los rincones más profundos de mi ser. En la quietud de mi existencia, encuentro la calma y la satisfacción que solo puedo experimentar cuando estoy a solas conmigo mismo.
Y aquí resido, abrazando mi soledad con renovada pasión. Dejando que me envuelva en su abrazo íntimo y susurre sus secretos más profundos en mi oído. Pero no solo busco ese deleite solitario, también comparto mi presente con aquellos dispuestos a aceptar una relación sin responsabilidad afectiva de ninguna de las partes. Una relación en la que ambos comprendan que al terminar, todo quedará en un instante fugaz, como una llama que se enciende y se apaga dejando solo un bello recuerdo en nuestros corazones. No deseo compromisos emocionales ni ataduras, solo momentos de conexión efímera donde dos almas se encuentren y se entrelacen brevemente antes de separarse nuevamente. En este espacio sin expectativas, encuentro la libertad y la satisfacción que busco en mi vida actual.
No necesito más que eso, no necesito más que yo. Porque en el cielo de la soledad encuentro mi verdadero refugio, mi propio paraíso personal. Y en ese lugar, encuentro la felicidad.
-Soliloquios
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Un día leí, en alguna parte, que “el amor tiene un precio”.
Y es que, a lo largo de la historia humana hemos escuchado o leído grandes epopeyas de amor, con tórridos caminos y despeñaderos sentimentales.
Hemos llorado a cántaros cuando esos discursos conducen nuestras imaginaciones (hasta los corazones más duros).
La trágica historia de Edipo y Yocasta, tal vez Romeo y Julieta o Eloísa y Abelardo son un claro prototipo de ello.
Existen cuentos, novelas, leyendas, mitos, relatos y fábulas que pueden demostrar esta teoría que para muchos puede parecer un absurdo.
Incluso, la mitología griega nos deleita con sus fantásticos relatos de entrega total y amor incondicional. Para mencionar sólo uno podemos echarle un vistazo a Orfeo y Eurídice.
Y esto es algo real, el amor tiene un precio.
Muchos no lo aceptamos, porque hoy en día (año 2023) las personas sienten que, a menor apego, menor sufrimiento. Y está bien. La forma en que vemos o vivimos el amor es una cuestión de épocas.
Pero aquellos que conocen un poco de historia y han amado las letras, pueden discernir con gran facilidad el hecho de que el amor no es solamente éxtasis y encantos. Pues el destino no siempre juega a favor de los amantes. (Para los que creen en el destino).
A finales del siglo pasado nos encontramos con esta magnífica narración de Fernando Gaitán.
Las mentes humanas del año 1999 no estaban listas para la complejidad de esta construcción, incluso, hoy en día, muchos no están preparados para entenderla en su totalidad.
“Yo soy Betty, la fea” está llena de matices y dinámicas determinantes para el desarrollo de una buena historia.
Sólo una mente brillante, como la de Mario Ribero, logró captar la intención de este escritor incomprendido y plasmó en nuestras pantallas una obra maestra.
Sí, cada minúsculo detalle de esta novela está bien pensado y ejecutado (salvo a algunos detalles que se escaparon por cuestión de tiempo).
La forma en que Beatriz Pinzón Solano se enamora de Armando Mendoza Sáenz es sublime, es completamente real.
Y, sin embargo, posee unas chispas mágicas que nos envuelven en los más pasmosos estremecimientos. (risas)
Está muy bien estructurada en cada una de sus formas. Aborda diversos temas que valdrían la pena desglosar y analizar con cierta determinación.
Pero hoy quiero hablarles acerca del amor. Y perdón por divagar tanto.
No soy una experta en estos temas. Pero ¿quién lo es?
Igualmente, me deleito en cada pequeñísima e imperceptible pincelada de esta historia de amor tan peculiar.
El amor que Betty sentía por este hombre no apareció de un instante a otro. Fue una construcción paulatina.
A ver, pongámonos por un momento en la posición de esta mujer (sé que no se nos va a hacer difícil).
Una niña solitaria que sufría burlas desde que tenía uso de razón. El rechazo y el desprecio formaron parte de su vida desde la infancia. Su círculo de amigos o seres queridos era bastante limitado, sólo contaba con Nicolás y sus padres que la protegían hasta del aire que respiraba.
Cuando llegó a Ecomoda, el segundo día, este hombre la defendió frente a su prometida. Fue capaz de llevarle la contraria a la mujer que amaba (según lo que se percibía en las revistas sociales) sólo por ella.
Cuando Marcela la humilló, comparándola con Patricia, hablando pestes a sus espaldas… Betty estaba acostumbrada a esta clase de tratos. Pero, jamás esperó que un hombre, tan apuesto y elegante, la defendiera.
Comencemos por allí.
Sí, sí. Armando era un ogro y un desgraciado desde el principio. Pero nuestra niña se quedó con esa parte bonita de él.
Ella descubrió que detrás esa fachada, de neurótico y mujeriego, se escondía un ser humano sensible.
Beatriz se sintió en deuda con él. Por sus atenciones, por la confianza que le dio. Porque él defendía su trabajo y la valoraba como profesional. (Las condiciones laborales son otro tema)
Armando Mendoza hizo, por Beatriz Pinzón, lo que absolutamente nadie había hecho por ella.
Y desde allí comenzó a crecer ese amor, esa ilusión hermosa que la conducía cada día.
¿Cómo nace el amor? ¿En qué punto germinó este amor tan fuerte de Beatriz hacia su jefe?
Son preguntas tan difíciles de responder. ¡Porque es tan complejo este ilógico proceso!
Según Platón, el amor consiste en que la persona que ama no va a amar la belleza simple; se va a concentrar en buscar lo bello de quien ama.
Y eso le sucedió a Beatriz (otro día hablamos de Armando).
Día a día, con la convivencia y la cercanía, Betty descifró un hombre que nadie conocía.
Un hombre que le secaba las lágrimas y la abrazaba, que le dedicabas miradas tiernas y sonrisas hermosas. Que le prestaba atención y ponía toda su confianza en ella.
Un hombre que le confesaba sus temores y le pedía que no lo dejara, que permaneciera a su lado.
Él incluso era capaz de romperle la cara a Daniel Valencia por defenderla a ella (antes del malévolo plan).
Y es así como en este punto de su historia, el amor asciende, se glorifica, se realza y se convierte en el más claro patrón del “amor cortés”. (como la luz de la aurora, que crece hasta que el día es perfecto).
¿Quién no se enamoraría de alguien así, cuando toda tu vida no ha sido nada más que dolor y rechazos? ¿Quién no se enamoraría de una persona que te demuestra lo importante que eres en su vida?
Creo que cualquiera de nosotros, estando en la posición de ella. (Por eso les dije que debíamos ponernos en su lugar para entenderla).
En ella surgió un sentimiento puro e incorruptible. Sus ojos brillaban, su sonrisa se iluminó.
¡Señores! ¡El amor no se puede ocultar! Mario Calderón se dio cuenta de ello. Armando, en su subconsciente, estaba extasiado con la entrega de esta mujer.
Como bien escribió Béroul: “el amor no puede disimularse.”
Ella no era una persona cualquiera… Era un espíritu elevado.
Por el simple hecho de que su amor, no se limitaba a lo carnal (al eros), sino que ese sentimiento traspasaba las barreras del raciocinio.
Antes de desearlo como hombre, ella lo amaba como amiga.
¡¡Beatriz lo amaba!! Y ella era feliz. Aunque sabía que era un imposible (por diversos factores).
Ella deseaba el bienestar de él. Anhelaba su felicidad. Y sabía perfectamente que Marcela no era idónea de efectuar esa dicha.
Cuando su sueño se realizó, ella no lo podía creer. Tenía aún los pies sobre la tierra. (Eso lo podemos percibir en su diario).
Pero se arriesgó a vivir el sueño y se entregó a esa fantasía que, ella sabía, era efímera.
Sí, nos hubiese gustado ver más de este romance. Mas noches clandestinas de estos dos amantes. Pero sólo nos resta jugar con la imaginación y hacer fanfics. (risas)
He escuchado de personas que dicen que lo de ella era un “amor platónico”, por el contrario del real, éste se queda en lo corporalmente hermosísimo, idealiza y es inverosímil. Estoy es total desacuerdo con ello.
Y según un psicólogo de nuestra época, dice “Amar es algo que necesitamos, pero necesitamos amar bien. Va más allá del entretenimiento. Una aventura, pasar un rato, es más por el lado del enamoramiento. El amor implica eros, que es deseo, tener ganas del otro como un postre, es amistad, humor, confianza, compartir cosas y no explicar el chiste”. Walter Riso ha tenido mucha razón en esa simple frase.
(Repito) ¡¡Antes de desearlo como hombre, ella lo amaba como una amiga!!
Por eso su sentimiento es tan fuerte, hasta el punto que fue capaz de perdonarle todo el daño.
Pero todo ese amor maravilloso que hoy alabamos y nos deleitamos en él, le costó un precio a Beatriz.
Sí, el amor tiene un precio.
Ella pagó con su vida. Ella murió.
Y es allí cuando me cuestiono el final de la historia. Pero intento disfrutarla y ser feliz con el resultado.
Porque...
Cuando veo al Armando Mendoza de la serie “ECOMODA” digo: Valió la pena morir por un hombre así.
Aclaraciones: Sólo vale la pena en la ficción.
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