—No, ustedes no pueden ayudarme, nadie puede, los lastimará si digo algo.
—¿A quién?
El ruido de la puerta hizo que Jaziel se moviera hacia donde estaba Mauro, y vio entrar a un hombre de unos treinta y tantos, de cabello negro que casi rozaba sus hombros, aunque no logró ver bien su rostro, sólo lo vio acercarse a Fernando Córdoba, al hombre detrás de este, y mirar a Mauro. Los ojos negros del hombre se abrieron con algo entre sorpresa y miedo al ver a Jaziel, quien por un segundo creyó conocerlo.
—¿Quién es él? —preguntó de manera odiosa y arrogante, sin quitarle la feroz mirada al muchacho, que temblaba sin saber por qué.
—Yahir, —dijo Fernando— él es Jaziel…
Esas simples palabras bastaron para que se lanzara queriendo golpear al chico, aunque Jaziel logró esquivarlo, y huyó sin emitir sonido alguno. Fernando y el señor Córdoba detuvieron a Yahir, y Mauro trató de alcanzar a Jaziel, aunque sólo logró verlo subir a un taxi que se alejó rápidamente, como si ya lo estuviese esperando.
***
—¡Eres un idiota! —gritó Camila, dándole una bofetada tan fuerte, que dejó al chico en el suelo.
—Pero… —susurró asustado Jaziel.
—Tranquila —dijo el taxista—, Jazi huyó, y yo lo llevé a otro lugar a comprar los víveres, y hasta le sobró.
—¡Pero está más lejos! —reclamó ella.
—Yo lo llevo y lo traigo; me pagan una parte, y la otra vengo a cobrármela, o me la cobro en el trayecto.
Mientras Camila y el taxista arreglaban cómo pagarle el uno al otro, Yael se llevó a Jaziel a su habitación, donde lo obligó a m*********e, y luego a***ó de él. Finalmente, se vistió, y mientras el chico, arrodillado y desnudo frente a él le hacía una f******n, el tipo le habló:
—¿Cómo se llamaba el hombre mayor? El que te habló de tu madre.
Jaziel terminó y se quedó sentado en el suelo, levantando la mirada.
—Fernando…
—… Córdoba, cierto? —interrumpió.
—Sí, y su hijo…
—Mauro Córdoba.
—¿Se conocen? Ellos parecían conocer a mi mamá.
—Claro que la conocen; ¿recuerdas —encendió un cigarro— que nos mudamos cuando tú tenías tres, o cuatro años?
—No recuerdo mucho de esos años.
—Pues fue por culpa de ellos; querían alejarte de nosotros, y aunque eso te parecería bueno ahora, tienes que saber que ellos planeaban venderte.
—¿Venderme? —preguntó asustado.
—Sí, a un degenerado que planeaba v******e, y tomarte fotos.
—No…
—Lo más seguro es que si nos descubren, te quitarán a tus hijos, y los separarán, entregándoselos a desconocidos que no sabrás qué clases de torturas les harán, quizá sólo los torturen, o quizás simplemente los m***n.
—¡No! Mis bebés… —bajó la mirada tratando de borrar esas imágenes de su mente, pero Yael le hizo mirarle, halándole del cabello.
—Si vuelves a verlos —le dijo—, lo mejor sería que te alejes, o te separarán de tus bebés.
—… sí.
—Bien, —lo soltó y dio una bocanada al cigarro— ya pagaste parte del dinero que te di, vete, y nos vemos en la noche.
—Sí, Yael.
Jaziel le arregló el pantalón, se vistió, y salió, dirigiéndose a la sala, donde su madre ya había sacado algunas botanas de las que había traído, así que él tomó dos cajas de galletas, y huyó a su habitación, donde llamó, susurrando, y la puerta se abrió. Los niños se acercaron a su padre sin hacer ruido con sus piecitos desnudos, y se sentaron en el piso a su alrededor, mientras Jaziel abría una caja, y de la bolsa del interior sacaba montoncitos de galletas, repartiéndolas en las manos de los niños.
Saeltiel lo miró.
—¿Vas a comer, papi? —preguntó.
—No, ya comí —respondió sonriendo, pero la respuesta no pareció suficiente para el niño, que le dio dos galletas, siendo imitado por sus hermanitos. Este gesto hizo sonreír a Jaziel.
~La Semilla de Camila 👁️🗨️
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Hace varios años, en aquellos tiempos en los que el amor parecía estar en peligro de extinción, ellos se conocieron.
En aquellos días, surgió una extraña pero hermosa conexión. No lo entendían, ni siquiera lo imaginaban, pero ahí estaban. Y cuando menos lo esperaban, ya se habían enamorado.
Se entregaron el uno al otro, se cuidaban, se querían, se amaban, se elegían cada día. Se recordaban que, sin importar qué, siempre estarían ahí.
Existían muchas promesas de por medio, ellos querían compartir cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo de su existencia tomados de la mano. Ahí estaban sus sueños, sus ilusiones, sus ganas de complementarse cada vez más. Sus corazones rebosaban de alegría y sus almas desbordaban en ternura.
Era un amor bonito, de esos que ya no quedan, todo era tan romántico, tan especial, parecía una novela.
Disfrutaban de sus momentos felices con buena música, una taza de café y conversaciones que siempre culminaban con besos y abrazos.
Eran su refugio, su hogar, su lugar seguro. Ambos sentían esa protección en los brazos del otro.
No había nada más, no importaba nada más, no existía nadie más. Solo eran ellos y su infinito deseo de estar juntos para siempre.
Una noche, el destino ya no quiso verlos juntos. Los malos sentimientos tomaron el dominio de su corazón y él dijo palabras que ella jamás olvidaría.
Esa noche ya no eran uno. Esa noche, con tristeza en el alma, ella tuvo que comprender que todos aquellos sueños estaban rotos. Las ilusiones de un futuro ya no estaban más. Ya no era mutuo, la ternura tampoco existía. Los abrazos que él tanto había prometido ya no la protegían.
¿Cómo podía ser esto posible? ¿Qué había sucedido? La culpa la perseguía.
Pasó mucho tiempo y, entre lágrimas, él regresó. Se perdonaron, lo intentaron y cuando parecía que estaba funcionando, todo se derrumbó nuevamente.
Ya era el destino, no debían estar juntos, no se podía.
Sin embargo, aunque físicamente sus corazones estaban separados, siempre había y habrá algo poderoso que los une infinitamente.
Sus almas y sus corazones estarán entrelazados por la eternidad. Al caer la noche, duermen abrazados. De ser un "por siempre", ahora son "ella siempre" y "él nunca", pero se aman. Claro que, muy en el fondo, aún se aman.
A ella le gusta imaginar que, en ese universo paralelo, están cumpliendo todos aquellos sueños que un día se prometieron. Ellos están juntos en esa otra vida. Ellos no se dejaron, todo fue un mal sueño. Siempre juntos en ese universo solo de dos. Es de esos amores que escapan a toda lógica, pero que solo ellos comprenden.
— Kary
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