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#camas y cabeceros
abconcerns · 8 months
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Barcelona Bedroom Kids' bedroom - mid-sized scandinavian gender-neutral kids' bedroom idea
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chiquititamia · 1 month
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Make you feel better
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Enzo vogrincic x reader Primera parte de mi segundo fanfic 💕Enzo es tu mejor amigo y entiende que necesitas sentirte mejor con la regla ❤️‍🔥warnings: de momento el smut es leve, pero la segunda parte será explícita. 💬Agradecería mucho vuestras opiniones. Os leo!
Make you feel better
Nunca te había dado tan fuerte. Es decir, sí, la regla normalmente te daba más hambre de lo normal o náuseas, según el mes. Algunas veces también experimentabas dolores de cabeza muy profundos, que te tenían en la cama durante tardes o días enteros.
Otros meses sin embargo…los síntomas eran otros.
Una especie de celo, de heat, se apoderaba de tu cuerpo; a menudo te despertabas con una sobreestimulación que había transcendido de un sueño y te había hecho meter tu mano entre tus piernas. Después de trabajar, a veces incluso antes de prepararte la cena te tumbabas en tu cama para aliviar la calentura que habías arrastrado durante el día.
Aquel día habías tenido que cumplir con varios mandados desde por la mañana: que fuera tu día libre en el trabajo no quería decir que pudieras descansar, al fin y al cabo, vivías sola y tú eras la única que se iba a encargar de las tareas de la casa como limpiar, cocinar e ir a la compra.
Muy para tu desgracia tu healthy you era quien había ido al supermercado, comprando todo tipo de comida sana, que, además, implicaba una elaboración, la cual no estabas dispuesta a realizar en ese momento. Matarías por un poco de tu chocolate favorito.
Te apresuraste a meterte a la ducha, debías estar algo presentable: tu mejor amigo, Enzo, vendría a pasar el rato contigo y quizá ver una película.
Ya tenías puesta ropa cómoda para andar por casa: una camiseta que te quedaba gigante y unos shorts. Te habías puesto un sostén al salir de la ducha, pero tus pechos se notaban tan hinchados que decidiste quitártelo, dolorida.
Te estabas peinando tu largo cabello mojado hacia atrás cuando el ruido del timbre te sobresaltó.
-Cómo vas, chiquita? -Enzo te saludó con dos besos.
- Podría estar mejor… - te lamentaste.
- Y eso? – Enzo pasó a tu lado y colgó su chaqueta en el colgador de detrás de la puerta.
-No es nada…
-Ah, bueno, mira lo que te traje – Enzo sacó del bolsillo un par de kit-kats de fresa-tus favoritos-y los agitó delante de ti.
Si fueras un dibujo animado se verían estrellas brillantes sobresaliendo de tus ojos.
Sin mediar palabra se los arrebataste de las manos y le abrazaste.
- ¿Che, qué bicho te picó? - dijo Enzo divertido.
Ignorándole corriste hasta tu cuarto con la chocolatina en la mano dispuesta a sentarte en tu cama.  Estaba anocheciendo, así que iluminaste la habitación con la guirnalda de lucecitas que colgaba en el cabecero de tu cama, en adición con la lámpara de lava que casi siempre estaba encendida.
Era viernes de películas: el mejor día de la semana. Desde hacía un tiempo, os habíais propuesto ver una película de terror cada fin de semana. A veces de horror clásico, como El exorcista o La Matanza de Texas, y otras, sobre todo cuando las eligías tú, de terror ‘elevado’, como Hereditary o Babadook. Enzo era, como siempre le decías para molestarle “un viejito en cuerpo joven”, y tenía debilidad por el cine del siglo pasado. Ambos cedíais en vuestros gustos con el fin de pasar un buen rato. Aunque os gustase joder, en realidad erais muy buenos amigos.
¿Amigos? “Sí, amigos”- te tenías que recordar a ti misma de vez en cuando, cuando te despertabas totalmente excitada por haber soñado que hacíais todas esas cosas que no hacen los amigos. Enzo era innegablemente atractivo, sobre todo cuando le mirabas con esa sopa de hormonas que era tu cuerpo en esos días. Pero atractivo o no era tu amigo, y eso se respetaba. Además, ¿qué pasaría si un día hicieras un comentario o un movimiento fuera de tono? Toda vuestra amistad se vería arruinada por algo tan mundano. Ni hablar.
Enzo no era el único que había traído un detalle. Esa misma mañana, en la universidad habías ido a hablar con el “proveedor” oficial de vuestro grupo de amigos y te había dado hierba de la mejor calidad.
La tarde transcurría entre el humo del porro que os estabais pasando mientras veíais la película Déjame salir de Jordan Peele.
-Ese chabón está muerto- comentó Enzo intentando adivinar el destino del pobre protagonista.
Tú apenas le estabas prestando atención a lo que dijo, ni a la película, tu mente se estaba perdiendo por unos lugares absurdos de los que nada bueno podía salir. Te sorprendiste a ti misma saboreando la boquilla del pucho, por el simple motivo de que se encontraba mojado con su saliva. De repente estabas visualizando su boca, sus labios. Despierta, pendeja, ¿qué te pasa?. Te pateaste a ti misma mentalmente por si quiera atreverte a explorar esos terrenos.
Tal y como si fuera un castigo divino por tus pensamientos impuros una tremenda punzada te atravesó el bajo vientre haciendo que contrajeses la expresión de tu rostro y gimieras de dolor por lo bajo. Aunque trataste de disimularlo, tu amigo se dio cuenta mirando un par de veces para cerciorarse de que te había visto retorcerte por el rabillo del ojo. Rápidamente alcanzó el control remoto de la televisión y paró la película.
-Bo, qué tenés? -su expresión contenía más gravedad que la que el asunto requería, por la cara que su amiga ponía podría estar sufriendo un ataque al corazón- Habláme!
Hiciste un gesto con la mano y negaste con la cabeza, dándole a entender que no sucedía nada y que ibas a estar bien, pero su cara decía todo lo contrario, a juzgar por sus ojos aún fuertemente cerrados.
-Contáme qué tenés, boluda, me estás asustando!
-Es solo un…calambre- gruñiste tú luchando por mantener la compostura. Si no lograbas recomponerte le tendría que explicar en detalle lo que le pasaba y, además de la pena que te daba, no tenías ningunas ganas de hablar con aquel dolor apuñalándote.
-¿Comiste algo malo? -se alarmó- ¿fueron mis chocolates?- Sus ojos se habían encendido como dos alarmas de incendio, era hasta adorable el repentino miedo que su amigo estaba sintiendo por ella.
¿Qué te pasa, tarada? ¿Cómo puedes estar disfrutando que tu mejor amigo se preocupe por ti y la pase mal? - te mortificaste.
-Che, Enzo, tranquilízate, sólo es mi periodo … - trataste de sonreír.
Él pegó un resoplido digno de un caballo de carreras, aliviado. Sólo era eso.
-Dale, mirá que sos dramática nena, por un poco de sangre de nada El moreno se rio sin ser consciente de la mirada asesina con la que le estabas fulminando. Si tuvieras poderes ahora mismo tu amigo habría estallado en llamas y estaría corriendo en círculos por tu pieza.
-No…voy a opinar. Seguí con la peli- trataste de respirar profundo como te había enseñado tu terapeuta, no había caso de comenzar una pelea con tu amigo, y menos en esa situación. Tu apartamento podría convertirse en La casa de las dagas voladoras.
-No, dale, chiquita, no podemos seguir viendo la peli como si no pasase nada, no soy tan así, te estaba jodiendo.
Buscaste un atisbo de diversión en su mirada, anticipando que se fuese a burlar de ti una vez más. Algo que en realidad te hubiera dolido. Pero no lo encontraste, parecía hablar en serio.
-Lo que te duele es la panza, ¿no?
Bajaste la mirada y asentiste.
-Mirá, no tienes que avergonzarte ni preocuparte, me he criado con mi madre y mi hermana, y también he tenido novia, sé de qué va
-No me digas -respondes sarcástica. Como si haberlo contemplado le pudiera hacer entender qué era lo que carajo sentías.  
-Bueno, a ver, nunca lo podré saber, soy un varón, pero si que puedo intentar ayudarte. – al decirle esto le puso una mano en su bajo vientre, el cual notaba arder por dentro. Al notar su mano grande y cálida te estremeciste, cosa que pareció asombrarle. No le había sonado exactamente a un sonido de dolor por tu parte – ¿qué más te duele, chiquita?
Estaba claro que Enzo no era consciente del impacto que un solo roce y un solo nombre podía significar para ti viniendo de él, especialmente en ese momento tan hormonal del mes. Sentías que tu aliento era tan cálido que te quemaría la garganta y qué él notaría esa temperatura saliendo de tu interior si llegabas a exhalar cerca de él.
-Y bueno, los senos – dijiste en un tono bajo, aunque intentabas sonar confiada. Con lo que no habías contado es con que ese comentario habías dirigido su mirada directa hacia Tus pechos, que, para más inri estaban desprotegidos de una capa protectora extra de un sostén. ¿Se adivinarían demasiado tus pezones a través de la gastada camiseta que estaba vistiendo?
-E-eso es normal- Enzo tampoco estaba haciendo un gran trabajo sonando casual- ¿querés que te traiga una infusión o algo?
-No, eres muy dulce, pero eso no me ayudaría.  ¿¿Qué?? Ahora le llamás dulce a tu mejor amigo. No, nena, estás perdida. Además, ¿para que le dijiste que te dolían las tetas?
-Está bien, pues no se me ocurren más ideas, nena.
-Sigamos viendo la peli, de veras que estoy… casi bien.
-Si vos decís…
Pasaron unos minutos, quizá una media hora y continuaste viendo la película, que estaba llegando a su punto más álgido de tensión, aunque eso poco te importaba.
Otra oleada de dolor inevitable te inundó nuevamente, y, aunque trataste de disimular, esta vez había sido un pinchazo aún más fuerte que el anterior. Sentiste como si alguien hubiera logrado meter la mano en tu vientre y estuviera estrujando tu útero con el puño como quien escurre una esponja. Además, podías jurar que notabas tus pechos como dos globos a punto de estallar, y, a la vez como si la superficie de estos se encontrase cubierto de hematomas, como si realmente te hubieran dado una paliza.
Enzo, sin apartar demasiado la mirada de la pantalla – al menos que tú hubieras visto- pasó uno de sus brazos por tus hombros, acercándose más a ti, para después empezar a acariciar tu panza con una mano y tu hombro derecho con la otra. Tras un par de caricias de tanteo, su diestra comenzó su arriesgado viaje hacia tu pecho. No podías creerlo, te habías congelado y no querías hacer ningún movimiento, por leve que fuera, que pudiera ser malinterpretado, no querías parecer ofendida y que parase. Lo que más deseabas que sucediera estaba ocurriendo. Un deseo nublado por las hormonas revolucionadas que parecían salir de tus poros y por el dolor, sí, puede ser, pero en ese momento no se te ocurría ninguna buena razón para pedirle que parase.
Sin mayores miramientos, su manó abarcó tu pecho con cuidado, su pulgar y su índice rozaban tu pezón con delicadeza, mientras que el resto de sus dedos masajeaban el resto de tu seno.
-Enzo… -comenzaste por lo bajo
-Shh…- te mandó callar como si la película fuera lo más importante de ese momento.
De alguna forma que no supiste explicar, el calor de tu entrepierna estaba sustituyendo más pronto que tarde al dolor que hasta hace unos minutos estabas sintiendo, lo cual te avergonzó, ¿no era que te dolía tanto?
Continuó ejerciendo la presión necesaria para que tu sufrimiento se suavizara. Estabas usando todas tus fuerzas para no gemir de placer, el volumen de la televisión no sería la suficiente para tapar el sonido que luchaba por salir de tu garganta.
La película termina.
Enzo se aparta de ti suavemente para volver a alcanzar el control remoto y parar la reproducción automática de Netflix.
-Y, ¿qué querés hacer ahora? – preguntó como si nada.
-La puta madre, Enzo, ¿¿cómo que qué quiero hacer ahora?? – estabas entre divertida e indignada
-Sí, ¿querés ver otra peli? Nos queda pendiente Midsommar, eh.
-Enzo, ¿vos me estás jodiendo? ¿Hace dos segundos me estabas tocando una teta y ahora me decís que quiero hacer? – intentabas que no te temblase la voz.
-Y, sólo quería ayudarte, vi que te estaba doliendo.
Eso te desarmó parcialmente, ¿qué podías responder a eso? Guardaste silencio.
-Nena, yo no quiero que estés mal, y si te puedo ayudar, ¿qué tiene?
-…
-Yo sé que hay ciertas cosas que pueden ayudar a las mujeres cuando se sienten así – dijo mirándote a la cara, clavando sus ojos negros en los tuyos. Ahora, por fin, podías notas un ligero tinte en sus mejillas, al menos un atisbo de igualdad de condiciones.
-¿Ciertas cosas? -Sí, bo, seguro que tus ex noviecitos te intentaban hacer sentir mejor, ¿no?
Ouch. Eso había escocido. No, ni mucho menos tus anteriores parejas habían movido nunca un dedo por hacerte sentir mejor acerca de eso (ni acerca de nada en general). ¿Y por qué ese tonito burlesco y eso de decir “ex noviecitos”?
Enzo pudo adivinar por tu expresión que no había sido así, pero decidió no hurgar más en la herida.
-¿Querés que te haga sentir mejor?
Notabas tus mejillas y todo tu cuerpo arder, notabas tu pulsación tan fuerte que creíste que se podía advertir a simple vista en tu piel, que todo tu calor y excitación era visible, pero no se lo querías dejar ver.
-¿Y qué pasa con nuestra amistad? Se arruinará todo y yo no quie-
Enzo te calló posando su dedo índice estirado en tus labios.
-A mí no me vas a perder nunca.
Suficiente. Eso fue suficiente para romperte y que se formaran lágrimas en tus ojos. Bastante sensible estabas ya como para que se le ocurriese ser así de lindo. A Enzo siempre le había gustado molestarte. En honor a la verdad, tú también le molestabas a él, pero siempre habías sabido que te quería a su manera, después de todo, eran muchos años los que habías compartido juntos.
Él se dio cuenta de que tus ojos estaban vidriosos y se acercó para abrazarte en la cama.
-Hey, no… no llores
En ese momento te liberaste de su abrazo para besarle. No en la boca, aún no tenías el coraje, si no en su perfecta mandíbula, entre otras cosas, para hacerle saber que aceptabas su oferta.
Él entendió el mensaje y acarició tu cara, limpiando tus lágrimas con delicadeza.
-Te voy a hacer sentir bien, chiquita.
Entonces, te dio un beso en la frente y separándose levemente puso sus manos en tus hombros y te presionó hacia atrás, para indicarte que te recostaras.
Tú obedeciste y miraste al techo que estaba iluminado por tus luces azules de ambiente, era vuestro cielo particular.  
Díganme si tienen ganas de que suceda!!
Parte 2
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caostalgia · 1 year
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Mis recuerdos de esa noche se convirtieron prácticamente en un tesoro que quería guardar bajo llave. Recordaba su cabeza entre mis piernas, su forma de soltar el aire entre los dientes cuando yo bajé una mano entre las suyas, la forma en que había roto el condón con los dedos antes de colocarme de un tirón, su aliento en mi cuello cuando yo hundí las manos en su pelo, su manera de sujetarme de la cadera y darme la vuelta bruscamente para que tuviera que apoyarme con las manos en el cabecero de la cama, los suspiros y las caricias cuando me puse encima de él, su sonrisita cuando apoyé la frente en la suya y mi cuerpo entero se tensó, la forma en que me había acariciado desde las costillas hasta la cadera al terminar, mirándome con una expresión que hizo que volviera a lanzarme hacia él… todo fue perfecto. Tan perfecto que cuando él se quedó dormido yo intenté no hacerlo para que la noche no terminara.
Pero, claro, al final no pude resistirme más y me quedé dormida entre sus brazos.
Joana Marcús. (2021) Antes de diciembre.
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redcomunitaria · 3 months
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Un sueño.
Mi mayor sueño, es tomarme una cerveza, en la calidez de un sitio, que mío sienta. Con un atardecer, colándose por el balcón y los restos de la cena, delante del televisor. Mi mayor sueño, es tener un apartamento, amarillo pastel, con frases en la pared. Con citas de libros, como cabecero de cama y poemas míos a medias, cada mañana. Mi mayor sueño, es cocinar sola, como una demente, a deshoras. Con un cigarro a medias, consumiendose en la ventana y una canción triste, sonando lejana. Mi mayor sueño, es la independencia, valerme sola, libertad autoimpuesta. Con un chico guapo, llamando a mi puerta y una sonrisa, que ya no cuesta.
Katastrophal
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newhectorroso49 · 17 days
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With extreme stealth and care, I separated the fine and thin white cloth, I felt it wet, I placed it on her whitish and fleshy skin, and with extreme care I placed it at her entrance, I rubbed it slowly almost imperceptibly so that she wouldn't wake up and it became soaked. and lubricating little by little; I held my breath and remained motionless when she moved, first protesting without knowing that I was bothering her, but little by little it must be influencing her dreams why he started looking for her; Enter very very slowly, pushing almost millimetrically so that he could continue enjoying his wet and deep dreams; I placed my hands carefully on her hips, which I felt were hot, and tried to reach as slowly as possible to the bottom; When I arrived I stayed still for a few seconds, I wanted to know what his reaction would be, which didn't take long to arrive; He began to move slowly, he was enjoying what he felt, his breathing became agitated and he scratched his neck with his sharp nails; When she sleepily turned her pretty face to the side and saw me inserted deeply into her, she wanted to separate herself, but I grabbed her tightly by her wrists, immobilizing her, providing a slight and useless resistance. When she saw how I was enjoying her inside, she embarrassedly inserted her beautiful face on the pillow and she began to move her body rhythmically, searching for it more and more, wanting to feel the deepest part of her, I released her wrists, freeing her and with her hands gripping the headboard of the bed, she used strength to feel her more and more. more and more ...
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aparte con extremo sigilo y cuidado la fina y delgada tela blanca, la note humeda, la coloque sobre su blanquecina y carnosa piel, y con extremo cuidado la fui colocando en su entrada, la frote despacio casi imperceptible para que no despertara y se fue empapando y lubricando poco a poco; yo contenia la respiracion y me quedaba inmovil cuando ella se movia, primero protestando sin saber que la importunaba, pero poco a podo debia de estar influyendo en sus sueños por qué comenzo a buscarla; entre muy muy despacio, empujando casi milimétricamente para que siguiera disfrutando en sus humedo y profundos sueños; pose mis manos cuidadosamente sobre sus caderas que las percibi caliente y trate de llegar lo mas lentamente hasta el fondo; cuando llegue me quede inmovil durante unos segundos queria saber cual seria su reacción que no tardó en llegar; comenzo a moverse lentamente, estaba disfrurando lo que sentía, su respiración se agito y se rascaba el cuello con sus afiladas uñas; cuando daleo somnolienta hacia un lado su bonito rostro y me vio introducido profundamnente en ella, quiso separarse, pero la cogi fuertemente de sus muñeca inmovilizandola, prestando una leve e inutil resistencia, al comprobar como estaba disfrutando de ella en su interior, introdujo avergonzada su bello rostro en la almohada y comenzo a moverlo ritmicamente su cuerpo, buscandolo mas y mas, queriéndola sentir lo mas profundo en ella, la solte las muñecas liberándola y con sus manos a polladas en el cabecero de la cama, hacia fuerza para sentirla mas y mas y mas ...
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neswina · 7 months
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El despertar
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Promt: 03 - “Okay, Show me / Vale, enséñamelo”
Fandom: Safir
Ship: AtFer (Ateş Gülsoy / Feraye Yilmaz)
Audiencia: E
TW: none
☆゜・。。・゜゜・。。・゜★
A Feraye le picaba la nariz y no sabía por qué, solo quería seguir durmiendo, pero el picor empezaba a ser insoportable. Abrió lentamente los ojos, estaba muy a gusto y quería seguir así todo el tiempo que pudiese, y al terminar de abrirlos supo qué era el causante de su picor de nariz: el flequillo de Ateş. El chico tenía la cabeza recostada en la almohada y ella estaba apoyada en el hombro derecho de su marido y el brazo izquierdo abrazándola, no sabía como habían acabado así porque lo último que recordaba es que Ateş estaba sentado con la espalda apoyada en el cabecero de la cama mientras le contaba algo insustancial. No sabía si levantarse deprisa y separase o quedarse quieta y esperar a que fuera él quien se despertase, eso sí, tenía que hacer algo con ese flequillo que le hacía cosquillas. Levantó una mano con suavidad e intentó apartar el mechón rebelde con cuidado, intentando no despertarle.
—Buenos días, Feraye. —Ateş habló sin abrir los ojos y sonrió.
—Buenos días. —En ese momento la chica aprovechó y se deshizo del abrazo de Ateş—. Me puedes explicar cómo hemos acabado así.
—La verdad es que no lo sé, —El chico se desperezó y estiró todo su cuerpo—, lo último que recuerdo es que estábamos hablando y en algún momento me quedé dormido.
—Vale, yo también es de lo último que me acuerdo. —Se incorporó y apoyó su espalda en el cabecero de la cama.
—Te queda bien. —Ateş alargó la mano y acarició el topacio que colgaba del cuello de su mujer.
—Gracias. —la chica sonrió—. Todavía no me creo que hayas tramado todo esto junto a Hazal.
—Nos costó un poco, porque o no te alejabas de donde estaban los bocetos o nos tocaba hacer cosas para la boda. Pero los poderes mágicos de tu amiga hicieron el resto y pudimos conseguir nuestro objetivo.
—Me alegro de que os costara, traicionada por mi amiga y por mi marido. —Feraye se calló de repente, se dio cuenta en ese instante que era la primera vez que llamaba marido a Ateş.
—¿Pasa algo? —El chico se puso algo nervioso y se incorporó.
—Que eres mi marido.
—Ya.
—No. En serio. Eres mi marido… Acabo de notar todo lo que eso significa y me acabo de dar cuenta de que eres mi marido. No sé si me explico.
—Ahora mismo no te entiendo.
—A ver… No he sido consciente hasta ahora de que nos hemos casado. Puede parecer una locura, pero con todo lo que he pasado estas semanas no había asumido que íbamos a ser marido y mujer y todo lo que ello conllevaba. Y no me refiero a ser familia de los Gülsoy. Acabo de ser consciente de que vamos a ser un pack y de que no voy a estar sola. Bueno yo me entiendo, no sé si tú a mí —Sonrió nerviosa y escuchó como Ateş soltaba el aire, como si le hubiera quitado un peso de encima.
—Feraye, me alegro un montón que te hayas dado cuenta de que a partir de ahora tus preocupaciones van a ser las mías, como las mías serán las tuyas (espero que nunca tengas que soportar mi carga). Siempre voy a estar aquí para ti y para tu hijo. Y te apoyaré decidas lo que decidas, aun que seré tu pepito grilló y te diré: se lo tendrás que decir alguna vez y cuanto antes, mejor.
—Lo sé, lo sé. Pero ahora no es el momento. Yaman ahora es una bomba a punto de explotar.
—Sigo sin creerme que mi hermano sea así. A ver, te creo, vi el vestido con mis propios ojos y Hazal me ha contado cosas horribles. Pero no puedo dejar de pensar que ese no es el Yaman que yo conozco. Él es bueno y despreocupado, no un controlador abusivo.
—¿Qué te ha contado Hazal?
—Todo lo que ha pasado estas semanas desde que te encontré en la cabaña incendiada.
La chica se tapó la cara con las manos avergonzada por haber sido descubierta.
—No quería que pensaras mal de tu hermano. Ya te conté que fue muy bueno conmigo…
—Eso ya no cuenta. No vale nada desde el momento en que no te respeta y no te deja vivir tu vida como él vive la suya: de manera libre. —Hubo un momento de silencio que el chico rompió—. Como sea, eso es problema de Yaman. Nuestro problema ahora mismo es desayunar, que no se tú, pero yo tengo hambre.
Las tripas de Feraye rugieron y Ateş tuvo su respuesta. Bajaron a desayunar y se encontraron con que estaba todo listo, el personal de la casa había dejado preparado un buen desayuno, en la mesa de la cocina, además de que en la nevera les habían dejado la comida y la cena. No se tenían que preocupar de nada.  
El día pasó sin pena ni gloria, repitieron lo que hicieron el día anterior y siguieron conociéndose un poco más y recordando anécdotas de cuando eran pequeños y la vida era más sencilla y con menos problemas. Así hasta que llegó la hora de la cena.
—Pon la mesa mientras caliento la sopa. —Feraye estaba sacando cosas del frigorífico.
—Vale. ¿Voy a la bodega y cojo una botella de vino? —Ateş estaba concentrado poniendo los platos en la mesa.
—Ateş…
—¿Qué?
—Por si no lo recuerdas no puedo beber alcohol. —Feraye se rio.
—Oh, perdón. —el chico sonó contrariado y preocupado por olvidarse por un momento de que estaba embarazada.
—Pero tú si puedes beber, ve si quieres mientras termino de preparar la cena. Y de paso mira a ver si hay más velas por ahí, por si vuelve a pasar lo de anoche.
—De acuerdo. Ahora vuelvo.
Ateş se fue por la puerta que da acceso al jardín, y desde allí accedió a la pequeña casa contigua donde está la bodega, mientras Feraye le daba los últimos toques a la cena.
Dejó la ensaladera encima de la mesa y escuchó un ruido que procedía del salón principal, y fue hasta allí.
—Ateş se va a enfriar la cena, ¿qué estás haciendo? —Subió los dos escalones que daban acceso al salón y casi se cae de la impresión. Yaman estaba allí, en medio del salón, como si nada. Tenía la sonrisa rota y los ojos rojos. No reconocía al chico, se parecía al hombre que una vez amó, pero era otra persona totalmente distinta—. ¿Qué haces aquí? Vete.
—No, Feraye, no me voy a ir sin ti. Te vienes conmigo, nos vamos lejos. —El chico se acercó a ella y le agarró por la muñeca y la arrastró hacia la puerta de entrada. La chica tardó en reaccionar porque le había pillado con la guardia baja.
—Déjame. Que me sueltes… —Feraye pudo deshacerse del agarre del chico—. ¿Pero a qué vienes a molestarnos en nuestra luna de miel? Yaman, se acabó. Estoy con Ateş, es mi marido. Que te entre en la cabeza de una vez. ¡Déjanos en paz!
—Te lo voy a volver a repetir: tu eres mía, como yo soy tuyo. Mi amor por ti es más grande que todo.
—De acuerdo, muéstramelo. Enséñame ese amor tan grande que tienes por mí Yaman. ¿Cuál prefieres? El amor que me acosa, me persigue y no me deja vivir. O es ese amor del que hablas aquel que de un día para otro me dejas y en ese mismo día te casas con mi hermanastra. ¿Cuál amor?
—Solo dices tonterías, yo nunca he hecho eso. Solo quiero que me escuches y no lo haces Feraye. Solo quiero que me entiendas y no me das la oportunidad de hacerlo.
—Perdiste la oportunidad el día que me tiraste al suelo y no me soltaste hasta que dejé de resistirme y remataste tus opciones cuando rompiste el vestido de novia que tanto trabajo nos costó hacer. Sabías lo importante que era ese vestido para mis notas y te dio exactamente igual, Yaman. Así que vete, fuera de aquí. No quiero saber nada más de ti en la vida. Se acabó.
El chico no escuchó ni una de las palabras de Feraye, no quería creerla y decidió ignorar todo aquello que dijo. Solo se escuchaba a sí mismo: él amaba a Feraye y él sabía que ella también y que si se la llevaba de allí podrían vivir juntos y felices. Lejos de un hermano mayor que le opaca, una madre que no le quiere, un abuelo al que solo sabe decepcionar y un hermano pequeño que solo le ha traído desgracias. La solución era simple, si no quería ir con él por las buenas se iría con él por las malas. La rabia lo cegó, cogió lo primero que pilló, una lámpara decorativa de una mesita supletoria que había al lado de un sofá y se dispuso a noquear a la chica cuando escuchó una voz que le sacó del trance. Ateş llegó a tiempo, no quería pensar que hubiera pasado si a medio camino no hubiera cambiado de idea y pensar que era mejor cenar con agua y no con vino. Al volver a la cocina escuchó casi toda la discusión que su hermano mantenía con su mujer y estaba horrorizado, por ser consciente, de una manera activa, de lo mal que lo ha pasado Feraye por culpa de su hermano. No interrumpió antes la conversación porque quería dejar que fuese ella quien la zanjase, pero ante la negativa de Yaman no le quedó más remedio que actuar y menos mal que lo hizo. Cuando le vio con la lámpara en alto se le cayó el alma a los pies.
—¡Yaman, que cojones haces! Baja eso ahora mismo. —Ateş se había puesto entre su hermano y Feraye para proteger a la chica que se había quedado quieta en el sitio de la impresión.
—Vete hermano, aquí no pasa nada. —Intentó esconder la lámpara detrás de él, sin mucho éxito.
—Sí que pasa, has entrado en mi casa sin permiso. Has intentado agredir a mi mujer. Sí que pasa, hermano, sí que pasa. —Agarró la cara de Yaman con sus manos y se acercó a su oído izquierdo y le habló bajito—. Lo sé todo. Feraye y yo no tenemos secretos. —Se volvió a separar de él y habló con un tono normal, tranquilo y sereno—. Ahora te vas a ir y nos vas a dejar en paz de una vez, te vuelves a Capadocia, vives tu vida, tranquilo con tu mujer y te olvidas de nosotros. Porque te juro que como vuelva a pasar algo parecido o me entero de que te acercas mínimamente a Feraye, me olvido de que tengo un hermano.
—Ateş, yo… —Yaman sonaba derrotado.
—Vete.
Ateş se dio la vuelta para abrazar a Feraye e intentar calmarla mientras oía como Yaman se iba, cerrando la puerta principal tras de sí.
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loshijosdebal · 14 days
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Capítulo XIII: El Cerro Pedregoso pt. II
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La despertaron los rayos de sol atravesando la ventana. Seth estaba sentado a su lado en la cama, leyendo. Alicent parpadeó, aturdida. Miró a su alrededor, sin reconocer el lugar. ¿Cómo he llegado aquí? Tardó unos segundos en comprender la magnitud de la situación. Estaba en una cama, con Seth. Se puso roja de la cabeza a los pies mientras trataba de hacer memoria de lo ocurrido. 
Miró hacia el frente, hacia la pequeña elevación que representaban las puntas de sus pies bajo la pesada manta. Las respuestas llegaron a su mente por fascículos, como un puzzle que no fue capaz de resolver hasta que las tuvo ya todas. Recordó la cueva, los huevos de cauro, el falmer que la había atacado, los chillidos de los skeever, tan desesperados como ella por salir de sus celdas, y el rescate. También el beso. Se detuvo ahí, tensando los hombros. Seth la había besado. 
Empezó a temblar por los nervios y Seth se volvió hacia ella, confundido, haciendo que se congelara. Avergonzada movió el cuerpo con rapidez en su dirección, escondiendo la cara contra sus costillas. No quería que viera lo roja que estaba, por miedo a que descubriera por qué era y tuvieran que hablar de ello. 
—¿Ali? —Seth bajó una mano para apartarla. La empujó suavemente pero con firmeza—. ¿Qué estás…? —Se quedó a medias. Torturada, Alicent se había levantado y sentado sobre su regazo, de manera en que pudo ocultar la cara en su cuello. 
Seth soltó un resoplido que sonó como una risa, y ella sintió las vibraciones en su mejilla. Dejó el libro a un lado sobre la cama y Alicent cerró los ojos cuando empezó a acariciar su pelo. Lo hacía con tanto cuidado que, una vez se le pasó el susto, estuvo a punto de quedarse otra vez dormida.
—Antes estaba pensando en lo que dijiste en la cueva —dijo Seth de la nada, pasado un rato—. Entonces, ¿sabes hacer pociones?
Alicent asintió de manera tirante, volviendo a abrir los ojos para tratar de desperezarse.
—Sí —susurró al fin, mientras los frotaba con las mangas. Apoyó la sien en el hueco de su clavícula y respiró hondo antes de bostezar. Al hacerlo, sus pulmones se llenaron del aroma de su piel; incluso con todo lo ocurrido seguía oliendo bien. Y sin necesidad de un baño—. Empecé a ayudar a mamá cuando era pequeña, así que tengo mucha práctica —compartió, sin levantar la voz—. En realidad, muchas de las pociones de la tienda hace ya tiempo que las preparo yo sola. Mamá solo me supervisa. 
—¿Y te gusta hacerlo? 
—Mucho —confesó—. Es como cocinar, pero más mágico. 
Desvió la mirada hacia la pared frente a ella, contra la que estaba el cabecero de la cama. Era de la misma piedra que el resto de la casa. Alicent la miró con un poco de envidia. La suya era de madera ya vieja. En ocasiones, sobre todo en las épocas más frías, el viento se colaba por alguna abertura ocasionada por el desgaste que acompañaba al paso del tiempo, helando la casa por completo. Allí seguro que eso no pasaba ni en invierno, cuando llegaba a caer tanta nieve que el Cerro quedaba incomunicado. 
Algo se movió a su izquierda, llamando su atención. Abrió los ojos con sorpresa. Sin que se diera cuenta, Seth la había apartado de su cuello y en esos momentos sus caras estaban a solo unos centímetros de distancia. Adivinó que le había preguntado algo por cómo la miraba.
—¿Qué? —preguntó en un hilo de voz. 
—Que si te gusta la magia —respondió Seth con paciencia.
Asintió, apenada. 
—Pero… nunca tuve mano para ella.
—Está claro que la tienes —respondió Seth, con una sonrisa discreta—, solo que no de la manera en la que te gustaría. Nunca hubiera imaginado que pudieras hacer una poción de invisibilidad efectiva tú sola —completó, dejándola perpleja. 
—¿Cómo…?
—La reconocí en uno de los frascos que tiraste al suelo mientras buscabas la poción para el frío. —Alicent lo miró impresionada. Se acordaba. 
En realidad no, no recordaba qué frascos había sacado de la bolsa, pero sí que había sacado unos cuantos. Seth es increíble. Incluso en una situación como la que habían vivido, en vez de centrarse únicamente en salir de la cueva cuanto antes, Seth había estado atento a todo, por muy tonto que fuera el detalle. Ella no habría podido.
—¿Qué más cosas te gustan? —preguntó Seth. 
Alicent se bloqueó, sin saber qué decir. De pronto quiso ser un poco más interesante, como Idgrod. Contarle que era aficionada a la lectura, a la historia y demás cosas que en realidad no le importaban demasiado pero que suponía que a él sí que le gustaban. 
—Viajar —respondió pasados unos segundos, creyendo que esa parte de ella sí le agradaría—. Nunca he podido hacerlo, pero siempre he querido. ¿Tú lo has hecho?
Se sintió estúpida nada más hacer la pregunta. Claro que lo había hecho. Morthal en sí ya era un viaje; él era originario de Markarth. Y había estado también en Soledad, junto a su familia. Alicent hundió un poco sus hombros. Lo más cerca que había estado ella de Soledad había sido al estar en el pantano. 
Seth asintió, como si la pregunta le pareciera válida. Entonces, empezó a hablar de ellos. No solo conocía Markarth, Soledad y Morthal, sino que también Lucero del Alba, Carrera Blanca e incluso Riften. Alicent lo escuchó con atención y con los ojos bien abiertos, sobre todo cuando mencionó Riften. Los rumores de que la ciudad estaba llena de ladrones llegaban incluso hasta Morthal, pero Seth se mostró una vez más impresionante cuando compartió que a él no habían logrado robarle ni una sola vez. 
Seth se detuvo de golpe, sin venir a cuento. Alicent lo miró con confusión y la inquietud la inundó por completo cuando notó cómo sus ojos bajaban hacia su boca. Comprendió por fin la posición en la que se encontraban; seguía sentada sobre él, con su vestido tirante debido a sus piernas abiertas, cada una a un lado de la cintura de Seth.
Él lo había notado también, y en esos momentos ya tenía las manos apoyadas en sus caderas. ¿Cómo no se había dado cuenta? Ahora que las veía y era consciente de ellas, las sentía tan calientes a través de la tela que no concebía cómo lo podía haber pasado por alto antes. 
Subió la mirada, con un pequeño mohín en la boca. Estaba decidida a pedirle perdón cuando Seth acortó la distancia, pegando los labios a los suyos. A diferencia de las veces anteriores, Seth empezó a moverlos y a ella se le hizo natural seguir su gesto. Cuando él se apartó poco después, lo hizo dejándola con el cuerpo cargado de frustración. 
El deseo de volver a besarlo desencadenó un impulso. Sin pensarlo dos veces, se inclinó hacia adelante y volvió a juntar sus bocas. Sin tanta soltura como lo había hecho él, pero con más ímpetu, durante apenas un segundo antes de retirarse y volver a juntarlos. Repitió el gesto varias veces hasta que Seth no permitió que se alejara de nuevo, empezando él también a besarla. Sus labios eran esponjosos y se movían sobre los suyos, animándola a imitarlo. Mientras se besaban sintió como se aferraba con un poco más de fuerza a su cintura, enviando una descarga extraña a su bajo vientre. 
Quería… algo. Pero no entendía el qué. 
Minutos más tarde Seth rompió el beso y, todavía con la respiración acelerada, ambos compartieron una mirada. Lo contempló aturdida, con el corazón retumbando en el pecho, sin saber qué pensar y mucho menos qué decir. Seth volvió a inclinarse sobre ella y besó su mandíbula para morderla a continuación. Aquello la desconcertó, pero cuando bajó un poco más y le mordió el cuello lo olvidó por completo.
Seth siguió con el juego de besos y mordiscos y Alicent no tardó en hacer lo mismo con gestos más suaves. Sonrió contra la piel de su cuello al escuchar cómo se reía, y se dejó hacer cuando Seth la apartó con una mirada traviesa. 
—Te vas a enterar —amenazó con tono juguetón, haciendo que la sonrisa de Alicent se ampliase. 
Seth la empujó hacia atrás mientras él se echaba hacia adelante, hasta terminar tumbado sobre ella. Sus cuerpos se amoldaron.
Alicent miró a su alrededor, respirando de manera superficial. No tenía forma de escapar, pero tampoco motivos para hacerlo. ¿O sí? Pensó en su madre, en que si ella la viera así lo más suave que haría sería castigarla de por vida. Pero su madre estaba muy lejos y no sabía que ella estaba allí. A salvo. Esa idea hizo brotar la culpa en su pecho. 
—Ali.
Su voz la hizo volver en sí. Suspiró bajo su cuerpo. 
—Perdón. Pensaba en mamá. ¿Sabe ella  que estoy aquí?
Seth apretó los labios y sus fosas nasales se abrieron; estiró una sonrisa. La volvió a besar con ternura.
—Te llevaré pronto —prometió, rozando sus labios con cada palabra—. No pienses en eso ahora.
Sentía una fracción de su peso sobre ella y el calor de su cuerpo era agradable. También su olor. 
—Vale —accedió, rendida al momento y con la tranquilidad de saber que pronto estaría en casa.
Seth la volvió a besar. Estuvieron así un buen rato hasta que empezó a acariciar su cuerpo sobre la ropa. Una de sus manos se abrió camino entre ambos cuerpos hasta llegar a su pecho y lo empezó a magrear. Deslizó la otra mano entre su trasero y el colchón y agarró una nalga. La situación la empezó a agobiar: no sabía si debía acariciarle acariciarlo también, tampoco dónde de ser el caso. 
Intentó frenar el ritmo y volver a cómo estaban antes, así que le empezó a hacer cosquillas. Seth cedió y siguió el juego, pero igual que la vez anterior, no la tardó en derrotar. La atrapó de las muñecas y las levantó hasta apoyarlas en el colchón por encima de su cabeza. Ese movimiento repentino de los músculos de la espalda y el hombro le arrancó un quejido. Seth paró en el acto. 
—¿Estás bien, Ali? 
Alicent lo miró, angustiada. Su expresión se mostraba tan preocupada que sintió el impulso de restarle importancia.
—No ha sido nada —aseguró, ignorando la sensación tirante que le iba desde el cuello hasta el omóplato.
—No ha sido nada —aseguró, ignorando la tirantez y el escozor entre el cuello y el omóplato.
Seth dudó unos segundos antes de sonreír otra vez y volver a besarla. No lo hizo con tanta pasión como antes, pero sus labios seguían moviéndose firmes contra los suyos. Alicent cerró los ojos y se dejó hacer, notando como hurgaba en su vestido, deshaciendo los nudos que lo mantenían firme a su cuerpo. Apretó los labios, incómoda, y Seth dejó de mover los suyos al darse cuenta. Cuando abrió de nuevo los ojos, Seth tenía el ceño fruncido y la miraba con una expresión indescifrable. 
—Enséñame la herida.
Asintió tímidamente, sin atreverse a negarse. Si eso era lo que necesitaba para estar más tranquilo, se lo podía conceder. 
Ambos se incorporaron y se sentaron en la cama. Seth hizo caer nuevamente el vestido y ella intentó cubrirse el pecho, ruborizada.
—¿Qué haces? —El tono que usó Seth, como si hubiera hecho una estupidez, hizo que se tensara—. Ya te dije que no debes tener vergüenza conmigo. A fin de cuentas, ahora eres mi chica, ¿o no? Mira —se llevó las manos al cuello y se desabotonó la camisa. Se la quitó, quedando con ella en la mano—. Yo tampoco la tengo contigo. 
Alicent clavó la mirada en el pecho de Seth, viendo como subía y bajaba al ritmo de su respiración. Dejó caer los brazos a los lados de su cuerpo, todavía sin decir nada. Aquello era tan vergonzoso como lo fue antes de dormir. Incluso más, porque él también estaba semidesnudo. 
No se parece en nada a Benor, notó. No era que Alicent fuera una experta en el cuerpo de Benor, y menos sin ropa, pero había sido justo ese año, durante la época más calurosa, cuando lo había visto casi desnudo en el río una tarde especialmente sofocante. Donde Benor tenía una gruesa capa de pelo oscuro que impedía ver bien su pecho, Seth no tenía nada. 
Como si hubiera recibido una nueva descarga eléctrica, algo se activó en su cerebro, logrando que volviera los ojos hacia los de Seth y lo mirara con sorpresa. 
Ella. La chica de Seth Athan. No lo podía creer.
El siguiente beso que le dio Seth consiguió sentirse raro incluso entre la niebla que espesaba su mente en ese momento. Seth la apretaba con tanta fuerza contra él que podía notar los latidos de su corazón contra su propia piel. Sintió cómo movía las manos por su cuerpo, ascendiendo lentamente por sus costados al mismo tiempo en que se retiraba un poco, sin dejar de besarla. Alicent creyó, por la manera en la que subía directo a esa zona, que le iba a tocar los pechos. Pero Seth se separó, a solo unas pulgadas, y le dedicó una pequeña sonrisa. 
Gran parte de ella estaba aliviada, pero otra, terriblemente decepcionada. 
—Ahora sí —dijo Seth—. Veamos cómo está tu espalda. 
La rodeó, y Alicent aprovechó eso para intentar recomponerse. Se cubrió el pecho con una mano, incómoda. No tanto por el frío, algo mitigado por el fuego de la chimenea calentando la habitación, ni por la presencia de Seth en sí, sino por la falta de costumbre. 
Cerró los ojos, sintiendo los dedos de Seth recorriendo su espalda, siguiendo lentamente con sus yemas lo que supuso que era el trazo de la herida. A medida que empezó a describirla, ella fue sintiéndose cada vez más ansiosa. Sonaba como algo demasiado aterrador para lo poco mal que se sentía en esos momentos. Cuando Seth llegó a la mitad de la columna reabrió los ojos y se atrevió a girar por fin la cabeza para echar un vistazo. 
Se quedó sin aliento. Seth había sido bastante amable con sus palabras; la herida se veía espantosa. Alicent no entendía cómo, con ese aspecto, había podido siquiera pensar en besarla. 
Como si hubiera oído sus pensamientos, Seth aún detrás de ella le apartó el pelo de su hombro hasta dejarlo caer por su espalda y besó su cuello lastimado. Alicent cerró de nuevo los ojos, mordiendo su labio inferior al sentir como sus labios se deslizaban hacia abajo por su piel hasta llegar a su clavícula. Los abrió otra vez al darse cuenta de que intentaba quitarle una manga del vestido.
—¿Qué haces? —susurró, turbada. 
Sus labios deshicieron el camino y subieron por su cuello. 
—Confía en mí —susurró en su oído. Un escalofrío agradable la recorrió por dentro y tensó los hombros. Giró la cabeza, buscándole. Se encontró con sus labios; él sonreía. Luego buscó sus ojos y encontró una mirada cargada de decisión—. Te va a gustar.
Asintió, muda ante sus palabras. No tenía claro qué era eso que le iba a gustar, pero la situación tenía algo de prohibido. Mientras Seth le terminó de quitar la otra manga, en su interior se libraba una guerra. Por un lado, las caricias y los besos de Seth eran algo nuevo y despertaban sensaciones tan agradables que una parte de ella no quería que aquel momento terminara nunca. Por otro lado, todo estaba pasando tan rápido que la otra parte estaba asustada por la circunstancia y solo quería parar de inmediato.
Seth apoyó las manos en su cintura y la levantó hasta sentarla de nuevo en su regazo, a horcajadas. Terminó de quitarle el vestido y volvió a besarla, separándose en varias ocasiones, con el ceño ligeramente fruncido. Aunque lo hacía sin decir nada, a Alicent le pareció que era porque esperaba que ella buscara otra vez sus labios, como antes. Pero la desnudez la cohibía, así que tenía que ser él quien lo hiciera. Poco a poco, los besos fueron ganando intensidad y sus manos fueron ganando terreno. Ahora, mientras se besaban, él acariciaba sus pechos. Empezó con suavidad, pero cada vez los amasaba con más ansia.
Seth se apartó de sus labios para mirarla y acarició un par de veces sus pezones con los pulgares, antes de pellizcarlos entre dos dedos y apretarlos varias veces. El gesto la cogió por sorpresa y se le escapó un gemido. Una vez más, descubrió una reacción inesperada de su cuerpo y la guerra se intensificó en su interior. 
Él la miró divertido. Intentó bajar la mirada, pero él sostuvo su barbilla y lo impidió. 
—¿Te  gusta cómo se siente? —Alicent abrió los labios y los cerró, buscando la mejor forma de expresar que, aunque le gustaban aquellas sensaciones, tenía miedo. Pero Seth la espoleó—. ¿No dices nada?
Alzó ambas cejas, parecía expectante. Desbordada, se limitó a asentir. Se sentía perdida, sin saber si aquello era lo normal, si sus nervios estaban justificados o si ella lo estaba exagerando todo. El miedo a estropear las cosas con Seth la amordazó.
Tras su gesto, él la volvió a besar y esta vez se fue inclinando sobre ella hasta quedar tumbados. Seth hizo que lo rodease con ambas piernas mientras descendía a besos por su cuello, hasta que sus labios atraparon uno de sus pezones. Con la ausencia de ropa, cada vez que Seth se movía sobre ella, Alicent lo sentía como una descarga de gusto entre las piernas. Pero cada una de estas descargas aumentaba su ansiedad.
Pasó un rato hasta que él se separó de su cuerpo. Cuando lo hizo, empezó a bajar sus bragas. Aquello fue demasiado y la protesta salió sola de sus labios. 
—No, Seth… 
La mirada que le lanzó el chico la dejó muda. 
—Dijiste que harías lo que fuera por mí, ¿no? ¿O estabas mintiendo? 
Negó. Seth sonrió.
—Entonces hazlo por mí —susurró, al mismo tiempo en que terminó de quitarle la última prenda que le quedaba.
—Seth…
La mano del chico se coló entre sus piernas arrancándole un nuevo gemido de sorpresa. Cuando la sacó, abrió los dedos frente a ella. Sus propios fluidos envolvían sus dedos como una membrana transparente.
—¿Ves esto? Es que te está gustando, Ali. Confía en mí.
Sus palabras sonaron como una exigencia. Alicent cerró los ojos y, aunque volvió a asentir, la reticencia de él por parar agravó su incomodidad. Seth volvió a besar sus labios, pero nada volvió a ser como antes. En su estómago se formó un nudo que logró amargar las sensaciones que, hasta el momento, habían sido agradables. 
Mientras se besaban, Seth coló su brazo entre ambos cuerpos. Tras una maniobra, Alicent sintió algo duro golpear su vientre; eso mismo que antes había sentido duro bajo la tela de sus pantalones. Seth atrapó su mano y la guió hasta hacerla agarrar su miembro. Con su mano sobre la de ella, empezó a dirigir sus movimientos. 
Alicent se alzó un poco para poder ver lo que pasaba entre sus cuerpos. Seth pareció notar su curiosidad y se incorporó hasta quedar arrodillado entre sus piernas, para dejarla ver. Ella terminó sentada y abierta de piernas, expuesta ante él. Seth apretó más la mano intensificando el movimiento, entreabrió los labios y gimió. Cuando lo miró a los ojos, vio en estos el hambre, el deseo de más. Justo entonces, soltó su mano. Alicent la retiró con alivio; el agarre y aquellos movimientos habían sido algo bruscos. Entonces lo sintió. Bajó la mirada y comprobó que él estaba pasando su miembro por entre sus piernas, frotando con su cabeza toda la extensión de su intimidad. 
Aquel gesto fue como una revelación. De pronto, Alicent comprendió sus intenciones, en qué terminaría aquella situación. Me lo va a meter. La sola idea la aterró. El nudo de su estómago creció hasta volverse insoportable. Su respiración se agitó hasta hacerla hiperventilar. Intentó separarse, pero él no la dejó. Seguía frotando su miembro contra ella, deteniéndose cada vez más en su entrada.
Las lágrimas se desbordaron de sus ojos y rodaron por sus mejillas. Se apoyó en la cama para ganar impulso y, esta vez sí, se logró alejar. Él alzó la mirada lentamente; su ceño estaba fruncido y sus ojos exigían una explicación. 
—Para… Seth, para… por favor. No me siento bien… 
Seth se detuvo y se quedó en silencio un rato, sin cambiar la mirada. Finalmente, su boca se frunció en una expresión de ira y desagrado. Guardó el miembro en los pantalones y los empezó a anudar con parsimonia, sin quitarle la mirada de encima. Avergonzada, no pudo soportarlo; la culpa por haber arruinado la situación vino a sustituir al nudo de su estómago. Intentando evadirse, buscó las bragas por la cama y se las puso tan pronto las localizó. No se dio cuenta hasta ese momento de lo mucho que estaba temblando. 
—Ya veo… —Con las lágrimas todavía en las mejillas, Alicent lo miró en silencio al escuchar la decepción en su voz. Lo siguiente que dijo Seth consiguió hundirla un poco más—. Eres igual que Alva. Solo quieres jugar con la gente. 
—Eso no es… 
—Eso no es qué, ¿verdad?—la cortó. Estaba muy enfadado—.  ¿Entonces qué es lo que quieres? ¿Tenerme detrás como a Joric? Porque, por si no te has dado cuenta, eso es exactamente lo que hace Alva con Benor. 
Aquella acusación empeoró su llanto e hizo temblar su labio. Sentía que lo había decepcionado por completo.
—No estás siendo justo —se atrevió a decir. Solo estaba asustada y nerviosa. Tal vez si no quisiera ir tan rápido… 
—Tú eres la que no es justa conmigo. Te he salvado la vida, dado pociones, asilo, y mira cómo me lo pagas. 
Alicent se encogió en el sitio. Tenía razón. Agachó la mirada, con las manos hechas puños sobre las piernas. 
—Seguro que, en realidad, ni siquiera quieres ser mi novia—dijo Seth, tras soltar una risa incrédula. 
—¡Pues claro que quiero! —protestó de inmediato, con desconsuelo.
—¿De verdad? 
Alzó la vista para reafirmarse, pero, al hacerlo, notó que Seth tenía una mano en su pantalón, sobre su entrepierna. Su mirada firme unida a su gesto dejó claro lo que implicaban sus palabras. Negó sin ser consciente de que el gesto se podría malinterpretar. 
Seth se quedó de piedra, mirándola. Ninguno dijo nada durante por lo menos un minuto, hasta que Seth le dio la espalda y empezó a ponerse la camisa. Alicent bajó de nuevo los ojos hacia la manta, sin poder creerse lo que acababa de pasar. Quiso levantar la voz y decirle que sí, que quería estar con él; pero no así, al menos no por el momento. Pero, por mucho que lo intentó, las palabras no salieron de su garganta. 
—¿A qué esperas? —preguntó él de malas formas, sin girarse—. Vístete. Nos marchamos. 
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laflechanet · 28 days
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Importancia de elegir adecuadamente un somier o una base tapizada para el colchón
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Elegir el soporte adecuado para tu colchón es crucial para garantizar un descanso reparador y prolongar la vida útil del mismo. Tanto los somieres como las bases tapizadas cumplen esta función, pero cada uno tiene sus propias características que influyen en la calidad del sueño de diferentes maneras.
Por tanto, si se quiere elegir y comprar una base tapizada o bien si se decanta por los somieres, lo ideal es tomar la decisión desde una perspectiva en la que no solo se analice el precio de ambas opciones, sino donde la calidad del descanso y la prolongación de la vida útil del colchón también sean cuestiones prioritarias.
Somieres
Un somier es una base para el colchón compuesta por un marco metálico o de madera con láminas transversales flexibles. Desde hace muchos años han sido el soporte por defecto sobre el cual reposan los colchones en muchos hogares. Sin embargo, en la actualidad compiten de igual a igual con las bases tapizadas, si bien todavía conviene hablar de todas las ventajas que ofrecen:
Transpirabilidad: permiten una excelente circulación del aire, evitando la acumulación de humedad y favoreciendo un ambiente fresco y saludable. Por lo tanto, son ideales para climas cálidos o personas que transpiran mucho durante la noche, así como también para colchones de látex, que no son tan transpirables.
Adaptabilidad: gracias a que tienen las láminas flexibles que se ajustan a la curvatura natural de la columna vertebral, los somieres de alta calidad permiten un soporte ergonómico y personalizado. Por tanto, están recomendados para personas con dolores de espalda o quienes buscan mayor comodidad.
Precio: por norma general, y aunque convendrá analizar casos específicos, los somieres suelen ser más económicos que las bases tapizadas.
Bases tapizadas
Una base tapizada es una plataforma sólida que se coloca debajo del colchón para proporcionar soporte y estabilidad. Suele estar fabricada con una estructura metálica o de madera forrada con tela o piel sintética y puede incluir un acolchado adicional para mayor comodidad.
A diferencia de los somieres, no son transpirables ya que no tienen espacios vacíos entre cada soporte individual, pero aún así son el presente y el futuro de la industria por varios aspectos, sobre todo porque muchos colchones ya son más transpirables o directamente no tienen problemas con la acumulación de humedad. Así, ofrecen las bases tapizadas algunas ventajas importantes:
Firmeza: ofrecen una superficie totalmente plana y firme que distribuye el peso uniformemente, ideal para colchones de espuma viscoelástica o látex que se adaptan al cuerpo.
Estabilidad: evitan deformaciones y hundimientos del colchón, prolongando su vida útil.
Estética: aportan un aspecto más cuidado y sofisticado a la cama, sobre todo si se combinan con un cabecero de calidad.
¿Cuándo elegir uno u otro?
La decisión entre somier y base tapizada depende de varios factores:
Tipo de colchón: los colchones de muelles, por ejemplo, necesitan de un soporte firme y uniforme para poder sentirse cómodos y seguros. En ese caso, las bases tapizadas son la mejor opción. Sin embargo, los somieres representan la mejor alternativa en los colchones de látex y de espuma, que no suelen ser tan transpirables. En estos casos específicos un somier de láminas sería la mejor opción. Finalmente, los colchones de látex y de espuma viscoelástica se llevan bien con cualquiera de las opciones, por lo que quedará a gusto de cada persona.
Firmeza: si se prefiere un soporte firme, elegir una base tapizada. Si se busca mayor adaptabilidad, optar por un somier.
Transpirabilidad: en climas cálidos o para personas que transpiran mucho, un somier es la mejor opción.
Precio: los somieres suelen ser más económicos.
Estética: las bases tapizadas ofrecen un aspecto más elegante.
Tanto los somieres como las bases tapizadas pueden proporcionar un buen soporte para el colchón y mejorar la calidad del sueño. La elección entre uno u otro dependerá de las necesidades y preferencias específicas. Elegir una buena tienda en la que se puedan escoger entre muchas opciones será la mejor forma de proceder al respecto.
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tigretulipa · 2 months
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Capítulo 4
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_____ se levantó sobresaltada y con la respiración agitada. Le dolía la garganta y sentía las mejillas húmedas por sus lágrimas. La luz de la lámpara de la mesita estaba encendida y la mano de Antonio acariciaba suavemente su cabeza para intentar ayudarla a relajarse.
Todavía medio confusa, se intentó incorporar y se sentó recostando su espalda en el cabecero de la cama, ayudada por Antonio, que le acomodó bien la almohada para mayor confort. Tenía el pijama empapado de sudor.
—¿Qué…? —carraspeó _____—. ¿Qué ha pasado? —jadeó aún desorientada.
—Estabas gritando… —respondió preocupado.
—Otra vez… —resopló dejando caer su peso por completo sobre la almohada.
—Sí… —exhaló él—. Cuando he entrado, te estabas retorciendo y llorando —le explicó mientras le acomodaba también las sábanas—. ¿Te duele algo?
—No… No que yo sepa —dijo confusa—. Siento haberte despertado otra vez…
—No te preocupes por eso —contestó. Cuidar a Romano cuando era pequeño le había preparado para estas situaciones—. ¿Recuerdas qué estabas soñando esta vez?
—No… —suspiró.
—Bueno, mientras te encuentres bien… Voy a buscarte algo relajante para que beber, ahora vuelvo. —Y dicho eso, desapareció por la puerta.
_____ exhaló molesta; estaba harta de despertarse así, de despertar al pobre Antonio y de dormir a trompicones. Lo que más le molestaba era que estos sueños parecían darse sin motivo alguno; no había nada de su día a día que pudiera influir en ellos. Podía haber tenido un día horrible y dormir como un bebé o haber tenido un día de fábula y despertarse como si acabara de correr una maratón. Ni Antonio ni ella lograban encontrar el origen de su malestar nocturno.
—Te he traído un zumo de guindas —anunció el español entrando nuevamente—. Dicen que va bien para dormir, así que compré algunas el otro día e hice un zumo. Espero que te guste —dijo tendiéndole el vaso para que bebiera.
—Gracias. —_____ dio un pequeño sorbo para probarlo y al notar que no estaba tan mal, ingirió con gusto la bebida.
Antonio permaneció allí sentado sobre la cama, esperando a que la muchacha terminara. Le preocupaba la frecuencia con la que se daban esas situaciones y temía que pudieran escalar a algo más grave.
—Si necesitas cualquier cosa, estoy aquí al lado, ¿de acuerdo? —Le recordó él.
_____ asintió lentamente. Volvía a sentir cómo el sueño regresaba a su cuerpo y quiso volver a tumbarse, así que Antonio se levantó y tomó el vaso para que la joven pudiera ponerse cómoda.
—¿Qué hora es? —preguntó somnolienta.
—Poco más de las dos —bostezó cubriéndose la boca con la mano libre—. Aún hay tiempo así que duerme tranquila.
—Gracias, Antonio… —bostezó también _____—. Otra vez…
—No hay de qué —dijo frotándose los ojos. Él también volvía a tener sueño—. ¿Estarás bien para mañana? Puedes quedarte si lo necesitas.
—Tranquilo, creo que estaré bien. No te preocupes —le aseguró ella, pero no parecía muy convencido por sus palabras.
—De acuerdo… —Aceptó poco conforme—, pero no te fuerces, ¿vale? —insistió él—. Espero que puedas descansar bien el resto de la noche… Buenas noches —murmuró marchándose hacia su dormitorio.
—Igualmente —contestó la joven cerrando los ojos.
•·················•🐞•·················•
_____ amaneció sorprendentemente bien; llena de energía para afrontar la mañana y sin la sensación pesada en el pecho que había notado los días anteriores. Una melodía alegre en la radio resonaba de fondo por el apartamento y el aire fresco matutino invitaba a salir de la cama y empezar el día.
Aprovechó para darse una ducha refrescante para despertar su cuerpo mientras bailaba al ritmo de la música en la privacidad del baño. Empujó los pensamientos negativos hacia el fondo de su mente; no quería pensar en nada de eso hoy. No sintiéndose tan feliz tras tantos días de bajón. Dejó que la alegría que había en su pecho se esparciera por el resto de su cuerpo, abrazando la calidez de ese sentimiento.
Tras ponerse el conjunto formal que había dejado preparado el día anterior, se dispuso a ir hacia la cocina, donde Antonio estaba preparando unas deliciosas crepes que olían de maravilla.
Hacía ya algunas semanas que vivía con él y su relación había mejorado muchísimo. Ya no sentía tanto pudor a moverse por el piso como si fuera suyo de toda la vida, ni requería de la insistencia del español para aceptar su ayuda. No había sido fácil, ni lo era, pero había avanzado un montón.
Antonio había resultado ser alguien muy amable. Desde el principio se mostró colaborativo y preocupado por el bienestar de la joven sin esperar nada a cambio y eso le había recompensado con la confianza prácticamente total de _____. Una confianza mutua, porque ella, por su parte, le había demostrado también ser alguien confiable; una humana en la que podía apoyarse y abrirse sin tener que preocuparse por que su secreto saliera a la luz. Realmente se sentía como si fueran familia.
—¡Bon dia pel matí! (¡Buenos días por la mañana!) —le saludó enérgica.
—¡Hombre, qué alegría por la mañana! —se sorprendió gratamente Antonio al apartar ligeramente la vista de la sartén y encontrarse con la risueña muchacha—. Me alegra mucho verte as. —Una amplia y sincera sonrisa se dibujó en sus labios.
—¡Gracias, yo también! —_____, que se balanceaba inquieta apoyando las manos en el marco de la puerta, se impulsó con los brazos y entró de un salto a la cocina.
Antonio se rio disimuladamente ante las acrobacias de su “prima” y apagó el fogón.
—Ea, ya están listas —anunció quitándose el delantal y llevando el plato hacia la mesa.
—¡Guau! Merci, Antonio. Qué pintaza… —admiró _____ salivando al imaginar lo bien que sabrían. Quería hincarles el diente, pero estaba esperando que el cocinero se sentara para comer juntos.
Sobre la mesa había varios ingredientes para rellenar la masa según el gusto de cada uno: chocolate, nata montada, algunos embutidos y quesos, además de varias piezas de fruta cortadas en pequeñito. Antonio también había preparado una jarra de zumo de naranja recién exprimido y había adornado la mesa con un jarrón con unos claveles que habían comprado el otro día en el mercadillo.
—¡Que aproveche! —dijeron al unísono.
Devoraron en silencio el manjar que Antonio había preparado, deleitándose con la sabrosura de aquel plato tan sencillo pero tan delicioso. Tenían que reponer fuerzas, les esperaba un día ajetreado.
Siendo tan cabezota como era, _____ había logrado convencer a la nación para que dejara que le ayudara en algo y poder devolverle el favor de alguna forma. Al principio, España se había negado rotundamente a hacerla trabajar en su estado; no quería que se tuviera que preocupar por otra cosa más. Que le ayudara con las tareas del hogar ya le parecía suficiente. Pero ella había insistido, mucho. Antonio no tuvo más remedio que ceder.
Fue así como se convirtió en la asistenta de España, encarada de ayudarle con el papeleo, llevar los horarios y anotar lo más importante de las reuniones. La nación no tenía la intención de cargarla de trabajo, pero sí de mantenerla entretenida durante su estancia.
•·················•🐞•·················•
—¿Papel? — preguntó Antonio para asegurarse de que estaban listos.
—¡Sí!
—¿Carpeta?
—¡También!
—¿Algo para escribir?
—¡Aquí! —informó la muchacha mostrando el estuche en el que había guardado los bolígrafos.
—¡Pues en marcha! —exclamó España abriendo la puerta para salir.
Hoy tenía lugar la última reunión importante antes de la semana de vacaciones para las naciones. Antonio ya se lo había mencionado algunas veces y cada vez que hablaba de ellas sus ojos parecían brillar aún más. No podían llevar una vida normal como los demás debido a su condición y eso aplicaba también a las festividades, pero tras largos años de insistencia, por no decir súplicas, habían logrado obtener permiso para desconectar un poco de sus roles y descansar como el resto.
Para el par, el trayecto hacia el lugar era corto porque había coincidido que tocaba reunirse en Madrid, así que se desplazaron cómodamente en coche.
—Por cierto —habló Antonio mientras esperaban que el semáforo se pusiera verde—, el resto me ha estado preguntando por ti para saber cómo estabas.
—¿Ah sí? —se sorprendió _____. A ver, siendo una anomalía, normal que preguntaran. Pero que sintieran interés por su bienestar le hacía sentir contenta.
Siendo honesta, tenía muchas ganas de volver a ver al grupo. Aunque pensar en el reencuentro le ponía muy nerviosa… Aún más saber que iba a conocer otros territorios.
—Sí —afirmó él reanudando la marcha —. Espero que no te importe… Les he ido contando cómo estás.
—¿Todo? —Se alertó ella.
—Oh, ¡no, no! Sin entrar en detalles —aclaró rápidamente—. Solo para tenerles al día, no he contado nada personal, te lo juro. No sin tu permiso. Más que nada, les he mencionado tus noches inquietas por si podían ayudarnos.
—Ah, vale… —exhaló relajando los hombros. No es que quisiera ocultarles las cosas, pero tampoco se sentía cómoda compartiendo cosas tan personales como los ataques de ansiedad que había sufrido. Ya se la habían mirado con suficiente pena y tampoco le gustaba sentirse como una niña pequeña que requería de la atención de unos adultos.
Al no haber salido tan temprano, habían tenido la suerte de no encontrarse el atasco que siempre se formaba a la hora en que la mayoría iba a trabajar. Lo que sí habían ido viendo eran muchos coches cargados con maletas hasta los topes. Parecía ser que ya había quienes aprovechaban para irse de vacaciones.
Antonio cambió de dirección y abandonaron la calle principal para entrar en una apenas transitada, con solo tres abuelas que charlaban apoyadas en sus carritos de la compra y un chico joven paseando un perro.
Pronto llegaron a una pequeña y discreta plaza. Había un pequeño jardín con flores y árboles que daban sombra a un edificio de aspecto antiguo con una pequeña placa adornando su fachada que indicaba que era de propiedad gubernamental. El hombre uniformado que había en la puerta les avistó y con gestos les indicó y abrió la puerta del garaje.
—Bueno —dijo Antonio parando por completo el coche tras aparcar—, pues ya hemos llegado.
Ambos abandonaron el vehículo y _____ se colgó la tarjeta identificativa que le había preparado España como autorización para acompañarle.
El interior del edificio parecía ser de inspiración mediterránea: las baldosas eran hidráulicas, al igual que las del piso, y estaban decoradas con motivos azules sobre blanco. Recordaban al mar. Las paredes estaban rebozadas con cal blanca y había varias pinturas de paisajes costaneros españoles colgando de ellas.
—¿Por qué este estilo para el interior? —preguntó intrigada. Madrid no era precisamente cerca del mar, de manera que no debía ser para hacer juego con el paisaje exterior.
Antonio se rio ante la pregunta.
—Antes la decoración era muy diferente —le explicó—, y como echaba de menos la playa al tener que pasar tanto tiempo aquí… Traje el mar a mí.
Mientras seguían conversando sobre el diseño del interior, cruzaron una puerta blanca acristalada y sus pasos resonaron sobre el parqué de la amplia sala en la que entraron. En el centro, había una enorme mesa alargada de madera rodeada de sillas también de madera, con los asientos tapizados con estampados azulados. Parecían ser bastante cómodas.
—Siéntate por aquí, si quieres. —Le ofreció Antonio señalando con la mano los asientos más cercanos a una de las cabeceras de la mesa—. ¿Quieres que te traiga algo para beber? ¿Agua, café, zumo, té?
—Agua, por favor.
—¡Marchando una de agua! —anunció con voz teatral—. Voy y me devuelvo.
_____ soltó una pequeña risilla.
—De acuerdo, gracias —contestó cubriéndose la boca con una mano.
Mientras esperaba su regreso, la muchacha se entretuvo colocando los utensilios que había traído sobre la mesa, dejándolos bien ordenados y listos para cuando los necesitara.
Viendo que tardaba, aprovechó para levantarse y echar un vistazo por uno de los enormes ventanales blancos que resultaban dar a un pequeño y verdoso jardín trasero por el que revoloteaban mariposas y otros insectos. Había flores de varios tipos y formas que pintaban con sus vivos colores el lugar, y elevadas enredaderas que trepaban por las paredes de los edificios colindantes.
El sonido de la manecilla de la puerta hizo que _____ se volteara por completo, esperando ver a Antonio con el agua, pero no era él quien entraba por la puerta.
—¡¡_____!! —exclamó Feliciano abriendo por completo la puerta y corriendo hacia ella para estrujarla entre sus brazos—. ¡Qué alegría verte! ¡Y qué bien te ves! —comentó contento mientras la liberaba de sus brazos para tomar sus manos y traerlas hacia él, observándola sonriente.
La joven, aún sorprendida por el abrazo repentino, le dedicó una amplia sonrisa.
—Buenos días, Feliciano —dijo intentando disimular los nervios que sentía.
Podía sentir la calidez que las manos del italiano emanaban sobre las suyas.
—¡Ay, me puedes llamar Feli sin problema! —Feliciano sacudía con energía las manos de la joven mientras seguía sonriendo.
La alegría que irradiaba ese hombre con sus palabras y carácter era contagiosa.
—España nos ha contado cómo estabas… —comentó soltando sus manos—. ¡Me alegra mucho saber que hoy estás mejor!
Quién mejor que Feli para comparar su estado actual con el de la primera vez que la vio.
—¡Muchas gracias! —Ahora era ella quién le sonreía de oreja a oreja—. La verdad es que Antonio me ha ayudado mucho estos días…
—¡Buenos días, Feli! —saludó España, que había llegado con dos vasos grandes de agua—. Sí que has llegado temprano —observó sorprendido.
Las mejillas del italiano tomaron un leve tono rosado y, frotando nervioso su nuca, soltó su característica risa boba.
—Es que quería asegurarme de poder hablar un poco con vosotros antes de que llegaran los demás. Romano está aparcando el coche.
—Ya está aparcado.
—Hablando del rey de Roma… —rio España mientras dejaba los vasos en la mesa.
Al escuchar el fallido intento de chiste de Antonio, Lovino se detuvo en seco, le miró de arriba abajo, masculló una obscenidad que se ganó una protesta por parte del otro y…. Tropezó nada más entrar.
La batalla entre la gravedad y su orgullo había empezado: Balanceándose usando los brazos para estabilizarse y recuperar el control, logró aguantar el equilibrio y evitar besar el suelo con los dientes.
Acto seguido, se recompuso, se quitó las gafas de sol, las guardó en el bolsillo del pecho de su camisa y se dejó caer en una de las sillas más próximas a la cabecera.
—No habéis visto nada —amenazó señalando con el dedo índice a su hermano y a Antonio. Menos mal que solo estaban ellos.
—Buenos días, Romano —le saludó una voz femenina.
La postura relajada de Romano se volvió tensa en cuestión de segundos y giró la cabeza velozmente para descubrir el origen de esa voz.
Era la misma mujer otra vez.
—«¡¡No me jodas!!» —Ya eran dos las veces que sentía que hacía el ridículo delante de ella.
La cara de Lovino se volvió completamente roja.
—¿Qué…? ¡¿Qué hace ella aquí?! —gritó girándose a los otros dos. Estaba muerto de vergüenza
_____ le miró divertida, cubriéndose la risa con la mano tan disimuladamente como podía para que Romano no tuviera un paro cardíaco. Ya parecía estar sufriendo bastante.
—¿Eh? —se extrañó su hermano—. ¿No te acuerdas? España avisó que vendría con ella. ¿Verdad? —preguntó al español para confirmarlo.
—Lovino… —suspiró Antonio—. Tendrías que leer más atentamente los mensajes del grupo —le regañó negando con la cabeza mientras tomaba asiento delante de él.
—De… ¡¡Dejadme en paz!! —Se alteró el acusado. Ya no sabía dónde meterse—. ¡Además! —exclamó levantándose de la silla para señalar con acusación a Antonio—. ¡No paras de mandar memes de viejo, por eso no leo el grupo!
Antonio se quedó boquiabierto.
—¿Vi... Viejo? —balbuceó.
—¡Entre eso y las fotos de buenos días que manda Arthur, ese grupo parece un asilo! —gritó a pleno pulmón.
—¿A… Asilo? —tartamudeó patitieso el español—. Feli… —lloriqueó mirando al otro, que apartaba la mirada para no verse involucrado—. ¿Tú piensas igual?
—¡¿Eh?! Yo… Esto… Bueno… Eh… Algunos ¿están bien?
—¿Tú también, Feli? —gimoteó Antonio.
—Lo siento…
El espectáculo de los tres hombres se detuvo en seco al escuchar un «Ji… Ji, ji…» y todos fijaron la mirada en _____, a quien, al ser descubierta, se le escapó la risa floja que había estado intentando aguantar. Le sabía mal, pero la situación le parecía tan cómica que no podía evitarlo. Reírse así era muy terapéutico.
—Lo… Lo siento —dijo aún entre risas—. Lo siento… Ya… —Intentó volver a disculparse—. Ya paro… —Y con un poco más de esfuerzo logró contenerse.
Las tres naciones la observaban en silencio: Por un lado, a Antonio y Feliciano les centelleaban los ojos y parecían gratamente sorprendidos. Por otro, Romano, con la mirada perdida, parecía querer desaparecer en ese mismo instante.
—Lo siento —Volvió a disculparse tomando algo de aire—. Eres la leche Romano —declaró secándose las lágrimas—. Ay… Me duele la cara… —se quejó masajeándose las mejillas.
En todo ese tiempo que llevaban conviviendo, Antonio no había visto a _____ reírse tanto, ni tan abiertamente. En especial esos últimos días. Rio para sí mismo; se sentía muy feliz por ella.
—¡Buen trabajo, Lovi! —le felicitó Feli abrazándolo por detrás.
—Por favor, no me habléis… —imploró abatido en la silla.
Ya no le quedaba vergüenza por sentir e ir a hacer vida de ermitaño en las montañas no parecía mal plan.
—¡Buenos días! —saludó una voz jovial—. ¿Qué es todo este escándalo?
—¡Emma! —_____ corrió hacia la belga para abrazarla.
Bélgica la recibió encantada, abriendo completamente los brazos para darle un buen achuchón a su nueva amiga. Todo había empezado cuando la belga llamó a Antonio para preguntar por el estado de _____; como la susodicha estaba justo a su lado en ese momento, le prestó su teléfono para que fuera ella quien la pusiera al día y, pasada una hora, la muchacha seguía sentada en el sofá charlando tranquilamente sin mucha intención de devolverle el teléfono. No fue un caso esporádico; esa situación tuvo lugar muchas otras veces y, al final, entre llamada y llamada, forjaron su amistad.
El reencuentro duró poco: Pronto fueron llegando el resto de naciones y el grupo tuvo que fingir no conocer a _____ cuando España la presentó como su ayudante. Hubo algunas caras de sorpresa, pero si había recibido la aprobación de los jefes, la presencia de una humana no suponía un problema siempre y cuando supiera mantener la boca cerrada. El grupo tendría que esperar a otro momento para seguir con su conversación.
Una vez todos tomaron asiento, se presentaron a la humana con el nombre del territorio que representaban, para evitar cualquier tipo de confusión durante el desarrollo de la reunión. Ese día habían venido algunas naciones balcánicas y bálticas y, a pesar de no ser muchos, le resultó algo difícil retener la información que le habían proporcionado. Pero, a medida que iban interviniendo, fue familiarizándose con sus rostros.
Afortunadamente, había otras caras conocidas: Francia, Reino Unido y Alemania también habían decidido sentarse cerca y, entre todos, habían formado una especie de muro entre ella y los demás para así evitar que atrajese aún más la atención de los demás.
El tema a tratar ese día era encontrar nuevas maneras de hacer prosperar las relaciones diplomáticas entre sus gobiernos. No podían actuar de manera directa como hacían sus gobernantes, de manera que lo único que podían hacer eran lluvias de ideas para luego proponérselas y que ellos decidieran si las aplicaban o no. Pero por lo que podía intuir por el poco entusiasmo que se respiraba en la sala, les hacían poco caso.
A pesar de todo, ellos insistían y proponían ideas que, desde el punto de vista de _____, eran muy buenas y si llegaban a algo más muchas tensiones políticas podrían menguar e incluso desaparecer por completo.
Recordó las palabras de España: «Sueño con que algún día pueda sentir a todos felices»… Había visto tanto dolor en sus ojos cuando lo dijo… Con solo imaginarse cómo debían sentirse al no ser escuchados y ser meros espectadores de su propia historia, se sentía frustrada. No entendía cómo se lo montaban para permanecer optimistas al respecto.
Si hacían caso omiso a las mismísimas naciones, como para que hicieran caso a sus pueblos…
Estonia tenía ahora la palabra y _____ iba tomando notas tan rápido como podía sobre sus propuestas y las intervenciones más interesantes, pero su concentración se empezó a ver afectada por la impresión de estar siendo observada desde hacía un buen rato.
Dudosa, levantó la vista y se encontró con los ojos radiantes de Feli clavados en ella. Le había pillado con las manos en la masa.
Al haber sido descubierto, el italiano se ruborizó y le saludó discretamente con la mano mientras sonreía avergonzado. Ella le devolvió el saludo tímidamente antes de volver a su trabajo.
Alemania, que estaba justo al lado del joven distraído, le dio unos golpecitos en el brazo con el codo para que volviera a prestar atención a lo que Estonia estaba comentando.
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—¿Ya se han ido todos? —preguntó François al ver que Antonio había regresado de su expedición para ver si quedaba alguien en el edificio.
El español asintió.
—Tenemos vía libre —anunció sentándose junto al resto.
Todos liberaron el aire que habían estado reteniendo sin darse cuenta con un profundo suspiro.
—Arthur —empezó a hablar el alemán—, ¿hay alguna novedad?
—No…—lamentó viendo cómo las caras expectantes de sus compañeros hacían alguna que otra mueca de decepción—. Los libros que he leído hasta ahora no mencionaban nada que nos pudiera ser de ayuda. —Negó con la cabeza—. Y aún me quedan muchos más por revisar —añadió frotándose la frente con una mano.
—Si sirve de algo —intervino Emma alzando la mano como si pidiera turno para hablar—, por lo menos en mi casa no hay ningún rumor ligado al caso —informó con cierto entusiasmo—: ni en internet, ni por la calle se habla de una luz rara ni nada por el estilo. Así que de momento se podría decir que está un poco bajo control —declaró optimista.
Aun así, no podían evitar mostrarse desanimados; estaban estancados y a ese paso _____ nunca lograría volver a su hogar.
Arthur se sentía especialmente responsable por no haber encontrado nada todavía. Al ser un caso tan extraño, habían confiado en su conocimiento sobre ciencias ocultas para intentar encontrar algo que pudiera explicar la aparición de la mujer, pero no había leído nada que se pareciera ni lo más mínimo a lo sucedido. Ni siquiera un simple conjuro.
Frunció el ceño. Sus compañeros y _____ confiaban en él y sentía que les había fallado. Pero le quedaba mucho por leer, no quería desesperanzarse aún. Descubrir una pista seguía siendo posible.
—Arthur —la joven sentada a su lado le llamó la atención—. ¿Estás bien? —preguntó preocupada.
Al tenerlo tan cerca, la muchacha se había fijado en las sutiles ojeras que descansaban bajo los ojos del rubio. Además, se le notaba cierto cansancio en la voz; su acento inglés era mucho más fuerte al hablar. Sabiendo que se había pasado días leyendo sin descanso, le preocupaba que fuera por su culpa.
—¿Eh? —Arthur giró la vista hacia ella al sentir el contacto de su mano en el brazo y vio su expresión intranquila—. ¡Ah! Sí, sí. No te preocupes—le aseguró él reposando con afecto la mano sobre la que ella tenía en su brazo y le dedicó una tímida sonrisa—. Si lo dices por mis pintas —añadió soltándole la mano para señalar sus ojeras—, es porque no he dormido bien esta noche. He pasado bastante calor en el hotel, así que no he pegado ojo.
—La verdad es que esta semana está haciendo bastante calor —comentó Antonio levantándose de su silla—. Por suerte dicen que dentro de unos días se estará más fresquito —continuó jubiloso, caminando dando pequeños saltos hasta la cabecera de la mesa.
El grupo lo escuchaba atento y _____ se rio por lo bajo, intuyendo lo que se venía al ser algo que ya habían hablado hacía unos días en casa.
—Es por eso —reanudó el español balanceándose nervioso de un lado a otro—. Que me preguntaba si a algunos os gustaría venir a pasar unos días con nosotros al pueblo.
—¿Y la investigación? —cuestionó cortante Ludwig alzando una ceja.
—¡Podemos seguir al volver! —declaró efusivamente Antonio—. ¡A lo mejor incluso nos ayuda a despejar la mente y volvemos con nuevas ideas! —añadió algo desesperado por convencerlo.
Todos se quedaron pensativos, tentados por la oferta. Pero no querían descuidar su compromiso con _____.
—Por mi parte —carraspeó ella, rompiendo el largo silencio—, no tengo problema en esperar. Ya no me vendrá de unos días más. Llevo aquí semanas.
Días atrás jamás habría hecho tales declaraciones, pero había llegado a la conclusión que pensar en cómo iban pasando los días solo le servía para desesperarse aún más. Y eso, al final del día, no le servía para nada más que sufrir tontamente. Si su cabeza no estaba en paz, no podría pensar con claridad y toda la ansiedad que iría acumulando terminaría pasándole factura.
Sí, quería volver a casa. Y sí, cuanto antes mejor. Pero pasarse el día pensando en eso no le estaba haciendo ningún bien. Si tenía que quedarse allí una temporada, intentaría, por lo menos, disfrutar de su estancia. A veces pensaba en lo que había dejado en su mundo, no podía evitarlo, y también pensaba en cómo estarían las cosas por allí. Pero procuraba no dejarse atrapar por el bucle de pensamientos negativos. Tampoco lo estaba pasando mal con ellos.
—Sé que os estáis partiendo el lomo para ayudarme, pero también sé cuán importante es tener estos días libres para vosotros. No quiero privaros de disfrutar de vuestro tiempo libre —finalizó.
—¿Estás segura? —Arthur no parecía muy convencido.
—_____…—habló François con voz tenue—. No queremos que te sientas obligada a esperar por nosotros.
—No me siento obligada, no os preocupéis. —Negó con la cabeza—. Además —añadióirguiéndose de la silla—, creo que tampoco me vendría mal un cambio de aires —sonrió al inglés apoyando la mano sobre su hombro y dedicó otra al resto.
Arthur y los demás le devolvieron el gesto.
—¡Entonces Lovi y yo nos apuntamos! —exclamó Feliciano levantándose también con su hermano agarrado por el brazo.
—¿Ni me vas a preguntar si quiero ir no? —se alteró el otro intentando recuperar su brazo.
—¡Oh, pero Lovino! Hace mucho que no visitamos tranquilamente España —le insistió su hermano—. ¿Hace cuánto que no vamos todos juntos a algún sitio? —preguntó cabizbajo.
Lovino soltó un bufido y miró a Antonio, que miraba al resto, jugueteando nervioso con sus manos a la espera de sus respuestas. No lo pensaba decir en voz alta, pero había días que echaba de menos a Antonio y pasar tiempo con los demás. Acabó cediendo.
Los ojos verdes de Antonio brillaban ante la notícia y se abalanzó eufórico hacia los hermanos para atraparlos en un fuerte abrazo.
—¡Ludwig, ven tú también! —le animó Feliciano.
—Yo…—vaciló.
Siendo sincero consigo mismo, no era un mal plan e ir a visitar el pueblo del que hablaba Antonio le había despertado el interés. Quería pasar los días de descanso disfrutando con sus compañeros. Pero su carácter le dificultaba tomar esa decisión; pausar la búsqueda de pistas y hacer esperar a _____ le causaba incertidumbre. Pero también era cierto que había trabajado muy duro y llevaba todo el año esperando esa merecida semana de reposo, y si ella estaba conforme…
—Si no es mucha molestia —dijo llevándose la mano a la nuca y apartando un poco la mirada—, no diré que no.
Ahora era su turno de ser atrapado en los brazos de Antonio, quien, entre risas, le apretaba con fuerza para no dejarle escapar, haciendo que al francés se le escapara una risilla.
—¿Tú también vienes, verdad, François? —le preguntó emocionado el español.
—Por supuestísimo que sí, eso ni lo preguntes —se animó el francés levantándose también—. Venga, Arthur —dijo dándole una buena palmada en la espalda, ganándose una queja del británico—,¡vente tú también!
—A ver. —Arthur carraspeó—. Si como has prometido no hace tanto calor —consideró dirigiéndose a Antonio, que seguía pegado a Ludwig—, me gustaría venir, sí.
—¡No os arrepentiréis! —les aseguró eufórico, soltando al fin al pobre alemán. Antonio no cabía en sí de gozo.
—¿Y tu Emma? —preguntó la otra muchacha sonriendo a su amiga.
Pero su sonrisa se esfumó rápidamente de sus labios al ver la expresión apenada de la belga.
—Lo siento… —Los bailes de alegría de Antonio cesaron al instante—. Me encantaría ir con vosotros, pero, antes de que todo ocurriera ya había quedado con mi hermano para vernos esos días.
—¿Tu hermano? —preguntó curiosa _____.
—Es Tim, la encarnación de los Países Bajos —le explicó amablemente Feli.
—Sí —suspiró Emma—. A diferencia de Lovi y Feli —continuó señalando con la mano a los hermanos—, nosotros somos países distintos. Nos resulta bastante difícil coincidir fuera de los ámbitos políticos —le contó con una sonrisa amarga—. Quería pasar la semana en su casa, que hace muco que no nos reunimos en familia.
—No te preocupes entonces —la animó _____ posando una mano en su hombro.
—¡Sí! —añadió Feliciano—. No te preocupes, te traeremos muchos recuerdos —le prometió. Eso pareció alegrarla un poco.
—¡Oh! Antonio, ¿Me traerás aceite de oliva, porfis? —preguntó mirándole dulcemente.
—¡Sí! —rio el castaño—. Disfruta tranquila, ¿vale?
—Hablando de hermanos —recordó François—, ¿crees que Gilbert podrá venir, Ludwig?
—Ya le gustaría a ese… —exhaló—. Pidió demasiados días libres para irse por ahí y ahora tiene que recuperar lo que no ha trabajado.
Estaba decidido, pues: serían ellos siete.
Habiendo acordado algunas cosas para el viaje, François, Arthur y Ludwig salieron a toda prisa tras despedirse para poder llegar a tiempo al aeropuerto y no perder su vuelo, mientras que los hermanos italianos y Emma se quedaron a charlar un rato más porque el suyo salía un poco más tarde.
—_____. —Feliciano, que estaba a punto de irse con su hermano, se había girado de repente con la espalda bien erguida.
Cuando sus miradas se encontraron, su postura se volvió mucho más relajada.
—¿Habría alguna manera de poder seguir en contacto contigo? —sonrió jugueteando con sus dedos.
—Eh… —_____ miró vacilante hacia Antonio y este soltó una risa nasal.
—Creo que ya va siendo hora de comprarte un móvil —anunció él posando una mano sobre el hombro de la joven.
Acompañados por Emma, que tenía el vuelo mucho más tarde, Antonio y _____ partieron en busca del teléfono y, ya puestos, a tomar algo para que las dos pudieran pasar algo más de tiempo juntas antes de decirse adiós. Sabían que se verían en persona algunas otras veces y podrían llamarse en cualquier momento a partir de entonces, pero aun así la despedida no fue fácil.
Una vez en casa y en habiendo cenado, aprovechando que Antonio se había ido a su despacho, _____ se tumbó de espaldas en el sofá y se quedó mirando emocionada el dispositivo. No era que en su mundo no tuviera teléfono, pero tras pasar tantos días sin uno propio, le hacía ilusión.
Cambió de posición para tumbarse boca abajo; no sería la primera vez que le caía el móvil en la cara, pero quería evitar que sucediera de nuevo. Algo nerviosa, tragó saliva y escribió y borró varias veces el mensaje que quería enviar a Feliciano para avisarle de que ya tenía teléfono. Cuando el texto fue de su agrado, pulsó el botón para mandárselo. El italiano contestó enseguida con un sticker superadorable, saludándola.
—Llevas pegada al cacharro un buen rato, ¿a qué o quién se debe? —preguntó Antonio, divertido, apareciendo por la puerta.
—¿Eh? —se sorprendió ella y con una sonrisa tonta añadió—: No es nada. ¿Qué hora es?
—La hora de irse a la cama —contestó burlón, cruzándose de brazos.
—Ni que tuviera cinco años, abuelete —bromeó recordando lo que Lovino había dicho.
—¿Abuelete? —protestó fingiendo indignación.
Entre risas, la muchacha apagó la pantalla del dispositivo y se sentó para dejarle un sitio a su «primo». Antonio le revolvió el cabello al dejarse caer en el sofá.
—Hombre, reconoce que ya tienes cierta edad… —se rio ella pasándose una mano por la cabeza.
—Pero de aquí a abuelo aún me quedan siglos… ¡Si estoy en la flor de la vida! —volvió a reír.
Antonio se la quedó mirando, sonriendo. Pero al poco rato su rostro se tornó serio y exhaló un suspiro profundo. _____ había dejado de reírse y lo miraba preocupada por la tristeza y algo más que vio en sus ojos verdes.
Antonio se inclinó hacia delante y cruzó las manos con la mirada perdida en el parqué. Volvió a suspirar.
—Te digo esto —empezó—, sintiendo de todo corazón tu situación, pero —dijo inclinándose hacia atrás para abrazarla de lado—, gracias por estar aquí.
_____ le devolvió rápidamente el abrazo.
—Contigo por aquí, siento que vuelvo a tener una familia —admitió conmovido—. Más que prima, eres como una hermana para mí —añadió—. Gracias.
La sonrisa de Antonio era brillante y sincera. La joven lo estrechó entre sus brazos, enternecida por lo que le acababa de contar.
—No, gracias a ti —contestó mirándolo con los ojos vidriosos—. Para mí también eres como un hermano, Antonio. —Le empezaba a picar la nariz—. Te… —Le temblaron los labios—. Te quiero mucho —profirió llorando a moco tendido.
—Ay, no llores que sino yo también lloraré... —Pero las lágrimas ya brotaban de sus ojos, y con la voz rota declaró—: Yo también te quiero mucho —lloró estrechando a su hermana en un cálido abrazo.
Merci (catalán): Es una expresión bastante usada en Cataluña para dar las gracias de manera informal (aunque yo lo uso casi siempre Xd). Es un préstamo del francés, pero tenemos expresiones de agradecimiento que usan la palabra "mercès", aunque esa se usa en contextos muy formales como "moltes mercès" (muchas gracias). Pero no la he escuchado usar, casi nunca, de manera seria, la verdad.
Aprovecho para avisar que creo que tardaré un tiempo (tampoco mucho, no os preocupéis) en publicar los siguientes capítulos. Lo digo porque si tardo unos meses (espero no tardar demasiado) como con el 3, no os penséis que lo he abandonado Xd. ¡Gracias por leer y hasta la próxima! <3
Capítulo 3 🐞 Capítulo 5
🧾Masterlist
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atomosistemdinamics · 3 months
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Me per-sigue alguien del mundo porno, que no tienen ni puta idea de lo que hacen.
Y para más cojones y para aparentar... han puesto a un negro, pues... lo acaban de arreglar.
Sobre todo al negro, de una cultura que no sabe ni en dónde está.
Igual si me pones a todos los 200000000 hacen un polvo bueno bien y hecho o quizá tengan que llamar a... los del Amazonas.
Donde está el blog de la faraona, esa momia que se va a llevar los besos de ... Y ... para momifi-carlos en su sarcófago de museo? Acaso no tienes novio? Llévatelos sin momifi-carlos y ponlos encima del cabecero de tu cama, todavía pareces con vida propia.
He visto mujeres y hombres besarse mucho mejor (una vez y un par de segundos y no me refiero a mi ) ojo ! no me interesa, Como no me interesa la polla de otros (tengo la mía propia y parece mucho mejor, lo cuentan ellos... o te obligan) Que es a quienes se lo enseñan y menos a sus compañeras ... Y vicerveza. Todavía no saben quiénes son ellos mismos y tenemos que guantarlos como a lapas y piojos.
Está clarísimo y desde siempre o más claro que el agua, siempre prefirieron muchas palabras como éstas o de esa tradición y de ello seguidoras/es encantadoras... "Si no se cuenta a los demás que habéis hecho juntos sexualmente... siempre será (para ellos) como si no hubiese existido"
Hitler
Se escandalizaran de los exibicionistas... por odio una parte... por orgullo la segunda.
🎵que fuiii machistaaaa, antes de-seerr gaaavilaaannn 🎶
🎵Amigaaa hay que ver como-ess-eel ammoorr🎶
.......... ...... ........... ......
🎵Pooobre-tontooaa ingenuooo-y-chaarrrla taannaaa🎶
Que conste que alguien no se acuerda que hace al menos tres años, se dejó entendible y por escrito o parecido a esos celos de casa de empeños. Que sigue allí escrito o como todo lo hecho, y no han ido ni a verlo. Se parece mucho y da mucha lástima el que se olviden de ello. Prefieran lo obvio, antes que reconocerlo. Eso es una dejadez más que ignorancia, por parte de los padres o de uno mismo preocuparse. Y que otros lo digan o lo hagan denota mucha vagancia.
No te escuhas... ni te ves.
Ni fú ni Fá
" Si te callas mucho, no solo otorgas...! eres un bocazas ! "
Todo cierto, localizado.
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decayinggracerpg · 4 months
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"Solo debo pasar una noche allí?" Para llevar 30 años vacía, la casa lucía extrañamente "viva", como si el tiempo siguiese el flujo de unos habitantes inexistentes.
Los tres muchachos asintieron al mismo tiempo en perfecta sincronía mientras se lanzaban miradas cómplices.
"¿No te han contado lo ocurrido?"
"Pensamos en hacerlo, pero parece un poco gallina; si se entera de la verdad, no querrá hacerlo". Ki Hoon arrugó el ceño confundido. Sus amigos habían hablado de un rito de iniciación, pero pensó que la dificultad residía en pasar la noche en una casa abandonada... y ya.
"No sean crueles, es valiente, merece saberlo". Pasó el brazo por el cuello del chico y lo dirigió hasta la entrada de la vieja granja con pasos lentos y pesados.
"Fue una tragedia; los Rhee eran una de las familias más queridas del pueblo. Eran conocidos por todos por su generosidad y hospitalidad. Por eso fue tan sorprendente lo que ocurrió durante aquella noche sin estrellas. Los miembros de la familia fueron encontrados muertos en sus camas con los brazos cruzados sobre el pecho. Sin embargo, el escenario encontrado por las autoridades fue mucho más desconcertante: no había señales de lucha ni de violencia, tampoco ningún rastro de cómo o por qué la tragedia había ocurrido. Las teorías se empezaron a extender por el pueblo como la espuma; algunos señalaban a las últimas personas vistas cerca de la granja, y otros hablaban de la extraña actitud que había comenzado a tener la madre. De hecho, se pasaba las horas mirando a puntos fijos en las paredes, como si estuviera hablando con la casa. Las investigaciones no arrojaron respuestas y el caso se cerró sin resolver. Yo he pasado un par de noches aquí, y ha sido espeluznante. Se escuchaban voces desde todos los lados de la granja; a veces parecen susurrarte cerca del oído. La madera no deja de crujir, y las sombras de la familia parecen perseguirte por cada estancia; incluso la casa parece viva, como si las almas de sus dueños formaran parte de ella."
La cara de Ki Hoon había palidecido, pero su amigo le quitó importancia haciendo un gesto de desdén. "Son solo cuentos, a las nueve de la mañana vendremos a por ti".
Horas más tarde, nadie estaba en la puerta para recibirles; encontraron a Ki Hoon tumbado en la cama de los niños con los brazos cruzados sobre el pecho y una frase escrita encima del cabecero: "La muerte camina entre estas habitaciones, susurrando secretos oscuros mientras duermes".
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fadingtrashpoetry · 5 months
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Cabeceros económicos en Colchón Exprés.
¿Alguna vez te has preguntado cuál es el secreto detrás de una buena noche de sueño? O quizás estás buscando la forma de darle un toque singular a tu dormitorio sin gastar una fortuna. ¡Estás en el lugar correcto! En este artículo, vamos a zambullirnos en el alucinante planeta de los jergones y los cabeceros de cama económicos en Colchón Exprés. Prepárate para descubrir todo lo que necesitas saber para progresar tu reposo y darle un nuevo aspecto a tu habitación.
¿Qué hallarás en el artículo? Para satisfacer tu curiosidad y ayudarte en tu busca, abordaremos los próximos temas:
1. ¿Por qué es esencial un buen jergón?
Importancia de la calidad del sueño.
Cómo afecta el jergón a tu bienestar.
Consejos para escoger el jergón perfecto.
2. ¿Qué son los cabeceros de cama y por qué son relevantes?
Funciones de un cabecero de cama.
Estilos y diseños de cabeceros de cama.
Cómo escoger un cabecero que se adapte a tu habitación.
3. Descubre Jergón Exprés y sus ofertas de cabeceros de cama baratos
¿Qué es Jergón Exprés?
Ventajas de adquirir en Jergón Exprés.
Exploración de cabeceros de cama económicos.
4. Consejos para progresar tu dormitorio sin gastar demasiado
Ideas de decoración económica.
Cómo combinar tu colchón y cabecero de cama.
Maximiza el confort y el estilo a bajo costo.
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¿Por qué es esencial un buen jergón? Un jergón de calidad es esencial para tu salud y bienestar. Pasamos una tercera parte de nuestras vidas durmiendo, y un colchón conveniente puede marcar la diferencia en la calidad de nuestro sueño. Un jergón de mala calidad puede causar dolores de espalda y afectar negativamente tu energía durante el día. Para escoger el colchón perfecto, ten presente tu posición al dormir, tus preferencias de firmeza y las alergias.
¿Qué son los cabeceros de cama y por qué son relevantes? Los cabeceros de cama no solo son una pieza de moblaje estilística, sino que también tienen un objetivo funcional. Sirven como respaldo para tu cama y pueden incorporar un toque de elegancia o personalidad a tu dormitorio. Existen cabeceros de diferentes materiales, desde madera hasta metal, y una variedad de diseños para adaptarse a tu estilo personal.
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Consejos para progresar tu dormitorio sin gastar demasiado ¿Deseas renovar tu dormitorio sin gastar una fortuna? Te ofrecemos algunos consejos prácticos. Desde mudar la ropa de cama hasta incorporar elementos ornamentales, existen muchas formas de darle un nuevo aspecto a tu habitación sin romper el banco.
Conclusión: En resumen, tu reposo y la estética de tu dormitorio son aspectos importantes de tu vida cotidiana. Elegir un buen colchón y un cabecero de cama conveniente puede marcar una gran diferencia en tu comodidad y satisfacción personal. Jergón Exprés es tu aliado en la busca de cabeceros de cama baratos que cumplan con tus esperanzas. Ahora que tienes toda esta información a tu disposición, ¡puedes tomar decisiones informadas para progresar tu calidad de vida y tu espacio de descanso! ¡Nunca infravalores el poder de un buen jergón y un bello cabecero de cama para transformar tu dormitorio y tus noches de sueño!
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anticlluis · 6 months
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ANTIGUO PANEL DE MADERA POLICROMADA CON DRAGÓN, CHINA
DE FINALES DE S.XIX
FORMABA PARTE DEL CABECERO DE UNA CAMA Y DEBÍA TENER SU GEMELO EN EL OTRO EXTREMO
MADERA TALLADA Y POLICROMADA
REPRESENTACIÓN DE DRAGÓN, CRIATURA MITOLÓGICA CHINA ASOCIADA CON UNA FUERTE ENERGÍA YANG (POSITIVA) Y A LA BUENA SUERTE
DIÁMETRO: 13,5 -14 cms.
GROSOR: 3,5 cms
PESO: 262 grs
EN MUY BUEN ESTADO
LAS FOTOGRAFÍAS SON PARTE DE LA DESCRIPCIÓN
350€ más gastos de envío
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relatoscarloscbg · 4 months
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Una noche inolvidable
Carlos me había preparado la cena, según me dijo, aquella noche yo no iba a hacer nada, solo tenía que dejarme hacer. La curiosidad me invadía, así que me dejé llevar. Tras terminar de comer y tomar el helado que tanto me gustaba, fuimos al baño y nos lavamos los dientes, y a partir de ahí, le tocaba a él llevar las riendas de todo lo que sucedería.
Abrió el grifo de la ducha y puso el agua a la temperatura ideal. Se acercó a mí y empezó a quitarme la ropa. Llevó sus manos a mis caderas, agarró el jersey y me lo quitó despacio. Se agachó y me quitó los zapatos, seguidamente se puso de pie delante de mí. Con sus manos desabrochó mi pantalón vaquero, y según se agachaba iba desprendiéndome de él.
Con las manos me hizo dar media vuelta, mis glúteos quedaron delante de su cara separados por el hilo negro del tanga. Noté un suave mordisco en mi glúteo derecho. Sentí cómo se levantaba, a la vez que sus manos subían desde mis rodillas, pasaban por mis muslos y arrastraban mi camiseta con ellas hasta que quedé en ropa interior.
Posó sus manos en mis hombros y bajó las tiras del sujetador, seguidamente lo desabrochó con rapidez y lo dejó caer al suelo. Mis pechos quedaron libres y él aprovechó para acariciarlos desde atrás, lo que hizo que mis pezones se endurecieran un poco. Volvió a agacharse bajando sus manos por mis costados, arrastrando mi tanga hacia el suelo.
Me cogió de la mano y me llevó hasta dentro de la ducha, haciéndome quedar de espaldas a él, recogió mi pelo con una gomilla y acto seguido empezó a mojar mi cuerpo. Puso el gel de baño en la esponja, y tras mojarla un poco empezó a enjabonarme la espalda. A continuación, me hizo dar la vuelta, enjabonó mis pechos y mis brazos, se agachó e hizo lo mismo con mis piernas.
- El resto será con mis manos.
Me hizo girar para ponerme de lado, se echó gel en las manos y llevó una de ellas a mi trasero, y la otra a mi entrepierna, por encima del monte de venus. Me masajeó primero los glúteos, y a continuación metió los dedos entre ellos, enjabonando mi ano con cuidado de no meter el dedo.
Bajó la otra mano hasta mi entrepierna, que estaba empezando a mojarse de la excitación. Primero enjabonó mis labios mayores, y seguidamente metió los dedos entre ellos para limpiarme bien, haciendo bastante espuma. Cuando terminó cogió el mango de la ducha y empezó a quitarme el jabón del cuerpo.
Acto seguido cogió la toalla y me secó la espalda, después los brazos, los pechos y las piernas. Con mucho cuidado secó mi trasero, me hizo abrir las piernas y secó mi entrepierna, con cuidado de no dejar restos de agua. Soltó la toalla en el suelo del baño, me cogió de la mano, me ayudó a salir de la ducha y me llevó a la habitación.
- Túmbate bocarriba lo más abajo que puedas con las piernas abiertas, y pon las manos juntas hacia arriba.
Obedecí empezando a mostrar nerviosismo, sacó las esposas de la mesita y me las puso, seguidamente cogió una corbata, hizo un nudo en las cadenas de las esposas y el otro extremo lo ató al cabecero de la cama, dejándome los brazos estirados hacia arriba. Cogió otras dos corbatas y ató mis pies a las esquinas de la cama. Mi respiración se tornó agitada, estaba ansiosa porque me poseyera.
Sacó un antifaz de la mesita y me tapó los ojos, seguidamente me besó en la boca y acercó la suya a mi oído:
- Ahora vas a ser mía, prepárate a disfrutar.
- Sí, soy toda tuya.
Llevó su boca a mi cuello y me besó debajo de la oreja, los vellos de todo mi cuerpo reaccionaron erizándose. Empezó a bajar con su boca en dirección a mis pechos, dando todos los besos que pudo por el camino, sin subirse a la cama. Llegó a mi pecho izquierdo, llevó su lengua hasta el pezón y lo rodeó sin llegar a tocarlo.
Hizo círculos alrededor de mi pezón, seguidamente se lo metió entero en la boca succionando con un poco de fuerza. Yo ahogué un gemido. Llevó su boca hasta mi otro pecho e hizo lo mismo, y a partir de ahí no pude ahogar mis gemidos. Situó su boca entre mis pechos y empezó a bajar en dirección a mi ombligo, dando besos haciendo que mi abdomen temblara.
Pasó por encima de mi ombligo en dirección a mi entrepierna, que lo esperaba ansioso. Al pasar por la parte baja de mi abdomen no pude disimular mis gemidos. Cuando besó mi monte de venus me retorcí sin apenas poder moverme por mis ataduras. De repente dejó de besarme y noté que se incorporaba.
- Un momento, ¡ahora vengo!
- ¿Vas a dejarme así?
- Sí, pero tranquila que tu coño no se libra de mi lengua.
Oí sus pasos alejándose de la habitación, hasta que dejé de escuchar. No sé si pasaron varios segundos o incluso algunos minutos, hasta que escuché su voz entrando en la habitación.
- Ya estoy, vamos a seguir.
Noté cómo se subía a la cama entre mis piernas, y sin darme tiempo a pensar noté su boca en mi entrepierna y su lengua entrando en ella. Solté un fuerte gemido a la vez que todo mi cuerpo se retorció con el placer que sentí. Su lengua lamía mis labios vaginales, haciendo que me mojara muchísimo. Mis gemidos se convirtieron en gritos al sentir entrar su lengua entera.
Noté sus manos subiendo por mis muslos en dirección a mis pechos, había algo distinto en ellas, pero el placer que estaba sintiendo no me dejaba concentrarme. Pellizcó mis pezones haciéndome gemir fuertemente. Su lengua hacía que mi entrepierna empezara a chorrear con mis gritos llenando la habitación. De repente noté cómo me quitaba el antifaz. Estupefacta vi una mujer entre mis piernas y a Carlos de pie a mi lado con una gran erección.
- ¿Qué es esto? Dije como pude entre gemidos, ya que la mujer seguía saboreando mi entrepierna.
- Algo que deseabas hace tiempo y no te atrevías. Ella es Ana.
Ana levantó la cabeza, subió hacia arriba y puso su cara a la altura de la mía.
- Encantada María.
Seguidamente me besó en la boca. En ese momento no reaccioné, pero el sabor de mi flujo me hizo abrir la boca y dejar entrar su lengua. El sabor de lo que había extraído de mí y el hecho de que fuera una mujer quien me lo hiciera hizo que mi excitación aumentara de golpe.
Ana se bajó de la cama, llevaba un vestido que le cubría hasta los muslos, Carlos le desabrochó la cremallera y se lo quitó dejándolo caer al suelo, se quedó quieto y me miró fijamente. Yo, que miraba estupefacta la escena, entendí lo que me preguntaba con la mirada. Tras unos instantes reflexionando, asentí con la cabeza.
Carlos se colocó detrás de Ana y le quitó el sujetador, dejando libres sus pechos. Los acarició con sus manos, pellizcando sus pezones a la vez que besaba a Ana en el cuello, que no pudo evitar gemir. Se agachó detrás de ella bajando las manos hacia su cintura, agarrando el tanga por los lados y bajándoselo hasta dejarlo caer al suelo.
La entrepierna de Ana estaba bien depilada. De repente me entraron ganas de saborear su tesoro, unas ganas que no pude ocultar, pues mi lengua salió levemente de mi boca. Ana se acercó a la cama y volvió a besarme. Esta vez el beso fue largo y lo disfruté más. Carlos se subió a la cama entre mis piernas, empezó a besarme por dentro de mis muslos dirigiéndose a mi entrepierna, que estaba mojadísima de la excitación.
Ana se subió a la cama, poniéndose de pie con mi cabeza entre sus piernas. Se arrodilló poco a poco mientras yo veía su entrepierna bien depilada acercarse a mí. Sin pensarlo abrí la boca y saqué mi lengua, a la vez que sus labios mayores se posaban en mí. Mi lengua se deslizó entre ellos, saboreando la humedad que ya brotaba de Ana.
Empecé a lamer el coño de Ana, que no pudo evitar gemir. Seguidamente noté la lengua de Carlos entrar de golpe en mi coño, lo que me hizo soltar un gemido ahogado por la entrepierna de Ana. Mi cuerpo se estremecía de placer por lo que estaba sucediendo, mientras le comía el coño a Ana, Carlos hacía lo mismo con el mío. Mis gemidos se convirtieron en gritos que se mezclaban con los de Ana.
De repente exploté en un fuerte orgasmo, inundando la boca de Carlos con mi flujo, a la vez que Ana se corría en mi boca entre gritos. Cuando dejé de estremecerme, Carlos se retiró, se bajó de la cama y vino hasta mí, Ana se apartó para que él pudiera besarme en la boca, haciéndome saborear lo que acaba de sacar de mí.
Ana soltó las corbatas que me agarraban las piernas mientras Carlos me quitaba las esposas. Me incorporé en la cama, cogí el papel de la mesita y me limpié la entrepierna, que estaba chorreando.
- ¿Y ahora qué? Pregunté deseando que la noche no terminara en ese momento.
- Ahora si te parece me tumbo en la cama y entre las dos me folláis, desde este momento mandas tú.
Miré a Ana, que sin pensarlo asintió, así que indiqué a Carlos que se tumbara en la cama.
- Ana, ponle el coño en la boca como has hecho conmigo, yo voy a comerme esa polla dura para empezar.
Ana me obedeció, se puso de rodillas encima de la boca de Carlos, que sin pensarlo metió la lengua en su entrepierna. Yo me fui a los pies de la cama, me subí a ella y sin esperar a nada me metí el miembro de Carlos, que estaba durísimo, en la boca. Empecé a chuparla con muchas ganas ayudándome con la mano, a la vez que él empezaba a gemir con el coño de Ana en la boca.
Recorrí el miembro de Carlos, que había alcanzado su máxima dureza, de arriba abajo. La excitación por lo que estaba haciendo hizo que mi coño se volviera a mojar, mientras Ana gemía sin parar a la vez que se estrujaba los pechos. Yo dejé de chuparle la polla a Carlos, me subí encima suya a horcajadas y me la metí en el coño, hundiéndola de golpe hasta el fondo.
Me acerqué a Ana y la besé en el cuello, y llevé mis manos hasta sus pechos sustituyendo las suyas. Sus pezones estaban duros de la excitación. Carlos seguía comiéndole el coño sin parar. Seguimos así unos minutos, gimiendo cada vez más fuerte.
- Ana, cámbiate conmigo, te toca sentir su polla dentro de ti.
Ambas nos levantamos, ella ocupó mi lugar, se sentó metiéndose el miembro de Carlos despacio, sintiendo su dureza centímetro a centímetro. Yo me puse encima de la cara de Carlos, pero mirando a Ana. Puse mi entrepierna en su boca, sintiendo cómo su lengua entraba en mí. Ahogué un gemido y me lancé hacia delante buscando la boca de Ana, que respondió a mi beso.
Ella cabalgaba a Carlos mientras nuestras lenguas se mezclaban. Mi coño se mojaba cada vez más, sintiendo la lengua de Carlos jugar con él. Ana jugaba con mis pechos a la vez que yo con los suyos. No recordaba haber estado nunca tan excitada.
De repente me puse de pie, acerqué mi coño a la boca de Ana que me lo comió sin dudarlo, mis manos agarraban su cabeza para que no se escapara. Mis gritos llenaban la habitación.
- Chicas, ¡me queda poco para correrme!
- Ana, déjame que saque yo su leche con mi boca.
Ana dejó de cabalgar y se levantó, dejando la polla de Carlos empapada de su coño. Yo me agaché y empecé a chuparla, estaba muy dura y sabrosa. Ana tomó mi sitio anterior y puso su coño en la boca de Carlos, que metió su lengua con ganas.
Mi mano acompañaba a mi boca, los gemidos de Carlos se convirtieron en gritos. Empezó a estremecerse con fuerza, hasta que por fin explot�� en mi boca inundándola con su semen, que no pude contener. Me incorporé y me acerqué a Ana, nos besamos y compartí con ella el semen que tenía en mi boca.
Cuando terminé ambas nos agachamos y recogimos con nuestras bocas los restos de semen que chorreaban por el miembro de Carlos, que poco a poco dejaba de estremecerse.
Me levanté de la cama, me acerqué a Carlos y lo besé en la boca compartiendo con él lo poco que quedaba de su semen.
- Gracias a los dos, ha sido una experiencia intensa, no creo que sea capaz de olvidarla.
Seguidamente me dirigí al cuarto de baño.
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