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#leñador
viejospellejos · 10 months
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Para las pellejers
aporte: @clocasduende
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lacosaestamuymal · 7 months
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Cómo partir un troncazo en menos de un minuto
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lonely--seeker · 6 months
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This is today's delusional activity, what if i made a game ..
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scianvih · 2 years
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mortov-universe-blog · 8 months
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🪓​  Cómo dibujar UN LEÑADOR 🪓 how to draw a WOODCUTTER✏️
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ivanutrera · 1 year
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automata leñador
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copomipics · 1 year
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Haciendo camino al andar.
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aenga2000 · 2 years
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 El BURRO LEÑERO, de autoría del sinuano cordobés Máximo Jimenez es una provocación al sistema: “Algún día tendré potrero, donde comer por montón, así lo dice mi dueño en una organización.  Ni hippie ni nada de eso. Yo soy un burro leñero que a veces me ponen preso o me botan de un potrero. Lo malo que a mí me pasa es que mi amo es pobrecito, aumentando su desgracia con muchos hijos chiquitos" #anunezgallego #cordoba #sinu #sinú #riocedro #leña #leñador #leñadoracolmbia #leñadoras (en Río Cedro, Cordoba, Colombia) https://www.instagram.com/p/Cgx9m0osp98/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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coquizvazquezarts · 2 years
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#Osopardo #Leñador El oso pardo (#Ursusarctos) es un mamífero carnívoro caniforme ursoideo, familia de los úrsidos y género Ursus, propio de Eurasia y Norteamérica. En este vasto territorio aparece bajo cierto número de subespecies, que se diferencian unas de otras por la coloración y el tamaño, hasta tal punto que antiguamente se les consideraba como especies autónomas. Su longevidad es de 25-30 años. Tiene una longitud corporal que varía de 1,50 - 2,95 m, dependiendo de la subespecie, y una altura en la cruz de hasta 1,30 m. Su peso también varía, desde los 100 hasta los 675 kg y el color es muy variable de un individuo a otro, puede variar entre el marrón muy oscuro y el dorado claro, pasando por diversas gamas de grises. Las crías suelen presentar un collar blanquecino más o menos amplio alrededor del cuello, marca que habitualmente desaparece a partir de la primera muda al año de edad, pero puede quedar algún resto en los adultos. Son plantígrados. En algunas situaciones desfavorables pueden erguirse sobre sus patas traseras para aumentar su campo de visión. Wiki. (s. f.). Wiki Targeted (Entertainment). Wiki Reino Animalia. Recuperado 21 de julio de 2022, de https://reinoanimalia.fandom.com/es/wiki/Oso_Pardo #biología #biology #FCB #fanart #acuarela #colores #dibujos #twich #ilustración #pintura #paint #draw https://www.instagram.com/p/CgSUvhzuRp6/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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thewales · 2 years
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Listen…
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viejospellejos · 2 years
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¡Coooopón bendito!
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welele · 1 year
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Leñador 3.0
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cuartoretorno · 1 year
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adriana4everoficial · 2 months
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los demas personajes secundarios
de alice the tiny submarine
alejandro the old car
carl el vebderor humano
milly la pelicano
conde big transatlatico
jefe de policia manny
la reportera jinny
el niño jeremy
las gemelas duquesas rose y maggie
la enfermera gary
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serio-braindalord · 2 years
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#werewolf #recuerdos #missyou #serione #serio #serioman #hombrelobo #leñadores #serioman #braindalord #elprimeroyelunico #feeltheforce #thisistheway #tattooedmen #elpoderdelafuerzameacompaña #rapartist #paputosnohay #rapmexicano #rapmexa #egregors #historias (en La Gran Tenochtitlán, Ciudad De México) https://www.instagram.com/p/CgLHuRutMrA/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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ochoislas · 2 years
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No estaba claro cómo o cuándo ocurrió, pero la verdad sobre Matsuko acabó sabiéndose. En un balneario donde se reunía gente de lugares y condiciones tan diversos no podía ser de otro modo. Al parecer, tal como había sospechado Kyuhachi, Matsuko no era a fin de cuentas una chica común, sino la camarera de un burdel de la costa. Ni siquiera en su oficio había categoría más baja. Lo que se dice una flor del arroyo. Incluso el habitualmente impertérrito Kyuhachi se escandalizó esta vez. No era raro que las geishas refinadas o las mujeres de una casa de té, digamos, fueran a tomar las aguas en calidad de esposas de los huéspedes. Pero esta mujer de los bajos fondos que había estado a disposición de marineros y mozos de labranza, obreros de fábrica y mecánicos, culis y arrieros… era inadmisible. A las de su calaña no se las trataba como personas. La prostitución de las geishas era una profesión aceptada socialmente y como tal contaba con la protección de la policía. Pero a las muchachas como Matsuko, que pasaban por camareras pero no eran más que rameras encubiertas, se las metía entre rejas nada más detectarlas. […] Entre las de su clase Matsuko destacaba por su apariencia y su agradable trato, que le aseguraban los mejores clientes. Era la chica más popular de aquella localidad costera. Por eso su madama la consideraba mucho e incluso la había acompañado personalmente a los baños. La verdad era que Matsuko, cuando no andaba en su oficio, no se distinguía demasiado de la clientela media de un balneario. Sin duda, debido a su juventud, no estaba del todo viciada. Incluso poseía una notable reserva y refinamiento que la distinguían favorablemente de las señoras de clase baja.
Los que eran dignos de lástima eran los taladores que, desconociendo su profesión, habían cuidado de Matsuko como de una hija. Gracias a ella habían sacudido el tedio de sus días, que ahora pasaban sin sentir. Preocupados por su mal como si fuera propio, observaban ansiosos su progreso diario. En cuanto pudiera caminar, aunque fuera unos pasos, pretendían llevarla hasta el cuarto que compartían, y no veían el día en que pudiera salir e ir donde quisiera. Dejándolo todo de lado, esperaban ansiosamente su convalecencia. A veces, camino del baño, alguno de ellos le soltaba las manos de sus hombros y le decía: «Intenta caminar un poco sola. Si siempre te apoyas en nosotros nunca lo vas a lograr». Matsuko extendía dócilmente los brazos como un pajarillo que sacude las alas y daba unos pocos pasos vacilantes, pero enseguida tenía que apoyarse de nuevo en sus hombros o en el pilar más cercano.
Mientras Kyuhachi daba vueltas a la idea de advertir en privado a los leñadores, antes de que estuvieran demasiado engatusados, los otros huéspedes se fueron de la lengua. Aunque el establecimiento fuera unas caldas no tenía ninguno de los ribetes eróticos típicos de tales lugares. Regentado por la misma familia desde hacía muchos años era un sitio respetable donde llevar a la familia. La presencia de aquella mujer se veía como una amenaza para el bienestar moral de los niños. […]
El propietario encomendó a Kyuhachi, en virtud de antiguo cliente y por encontrarse en buenos términos con Matsuko, la tarea de sacarla con algún pretexto del albergue. Era un encargo ingrato pero del que no podía zafarse. Naturalmente le faltaba valor para decírselo a Matsuko él mismo. Tras mucha dolorosa zozobra Kyuhachi se presentó a los leñadores y les expuso los hechos. Antes o después lo tenían que saber, discurrió, y era mejor decírselo ya que tenerlos engañados. Además la ira de estos hombres simples al saberse burlados podía ser terrible. Kyuhachi pensaba que una revelación franca podría prevenir tal reacción.
Kyuhachi fue al cuarto de los taladores y les contó las quejas de los huéspedes. Los hombres escucharon en silencio, sentados de piernas cruzadas, con la barbilla apoyada en ambas manos. Incluso cuando oyeron quién era Matsuko en realidad no parecieron muy sorprendidos. Sin duda lo estaban interiormente, pero no movieron ni una ceja. Ahora, cuando Kyuhachi llegó a lo de que Matsuko tenía que irse por lo que pensaban los clientes, la expresión de los leñadores comenzó a cambiar. Kyuhachi se descompuso al ver como la sangre abandonaba sus atezados rostros, que adquirían un curioso tono plomizo. Justo cuando pensó que iban a despotricar como animales, se hizo un silencio en el que no se les oía ni respirar. Lo dejaron acabar y no respondieron nada.
—Es la parte fea del negocio, hay que complacer a la clientela. Incluso si lo que dicen los huéspedes es equivocado, no se les puede contrariar. Sé que tienen que sentirse ofendidos, pero les ruego que comprendan la posición del establecimiento.
Tras esta torpe disculpa uno de los hombres habló por fin: —Todavía no puede caminar. ¿La van a echar en ese estado?
—Es muy lamentable, pero así lo quieren los clientes. Hay que pedirle que se vaya.
—Pero digan lo que digan está mal echar a una persona enferma que a venido a curarse.
Como agarrándose a esas palabras los seis leñadores lo miraron con ojos recelosos y penetrantes. Pensando que ya no se libraba, Kyuhachi se apresuró a corregir:
—Desde luego si les pidiera eso tendrían derecho a enfadarse, sólo se trata de trasladarla.
—¿Quiere decir que hay otro lugar aquí cerca?
—Sí, a unas siete millas, a mano izquierda cruzando el llano, tras Monte Quemado, hay un pequeño barracón con unas termas donde se quedan los trabajadores de la sierra. Ahora en verano supongo que lo ocupan los granjeros del lugar. Suele haber también un cuidador. Puede alojar unas diez personas.
Los leñadores intercambiaron miradas al oír esto y parecían estar considerando alguna idea. Kyuhachi vio una salida:
—Si a Matsuko le parece bien, mañana por la mañana puedo pedir que traigan la silla de manos de la estación.
Al escucharlo los hombre replicaron, con un tono distinto y alegre:
—¡No hay necesidad! Hasta ahora lo único que hemos hecho aquí es beber y divertirnos. Tratándose de Matsuko nosotros la llevamos a fuerza de brazos. Iremos todos.
Y rompieron a reír bonachones. Luego uno dijo: «Incluso puede ser lo mejor para Matsuko. No va a mejorar estando donde no la quieren. Lo que necesita es un sitio agradable y tranquilo donde esté a gusto. La vamos a animar a que vaya».
Aliviado, Kyuhachi dijo: «Sería estupendo si lo hicieran. Viniendo de ustedes sería muy distinto y más fácil para ella. No sé cómo darles las gracias». Y se fue corriendo, antes que los leñadores cambiaran de parecer.
A la mañana siguiente, cuando calculó que habrían acabado de desayunar, Kyuhachi fue al cuarto de los leñadores a ver cómo iba todo. Los hombres estaban atareados empacando. «Pero… ¿de verdad van a ir todos?» Los hombre rieron azorados. «Kyu-san, nos da vergüenza admitirlo, pero estamos enamorados de la niña. No queremos dejarla. Debe pensar que somos un hatajo de bobos. Haga la vista gorda.» Mientras hablaban acabaron sus preparativos. Luego se ocuparon de las cosas de Matsuko y pagaron la cuenta. Cuando llegó el momento de partir todos los huéspedes salieron a las galerías. Era digno de ver. Cinco de los hombres se repartieron el equipaje mientras el sexto cargaba a la espalda una especie de armadijo en el que habían colocado un cojín. Era para Matsuko.
Cuando Kyuhachi la trajo de su habitación y la sentó allí, Matsuko abrió una sombrilla roja que la ocultó de la vista. Fuera lo que fuera lo que los hombres le habían contado, no parecía enfadada con Kyuhachi. Sacando un papel plegado de su faja y poniéndoselo suavemente en la mano, le dijo, con su risa adorable de siempre: «Muchas gracias por todo lo que ha hecho. Cuídese mucho».
Cuando la procesión de los seis hombres y la muchacha salió, los niños de los huéspedes, que se apelotonaban a lo largo de las galerías de ambos pisos, comenzaron a batir palmas y a cantar al compás. Al oírlo los hombres volvieron la cabeza y  palmearon bufonescamente el exterior de sus anchos sombreros de juncia. Así fueron bajando la carretera hasta el llano.
Una vez pasado el meridiano de agosto comenzó a barruntarse el otoño en la alta planicie. Había un peculiar vacío en el cielo y en los colores de la luz rebosante se podía percibir cierta fragancia. El albergue tenía enfrente una vasta pradera de pasto plateado. Los plumeros, aunque no se sentía viento, se mecían en la orilla del campo.
La solitaria sombrilla escoltada por los hombres se alejaba botando por la verde turgencia de la pradera, lentamente, como un pétalo impelido por las ondas. «¡Adiós! ¡Adiós!», Kyuhachi se sorprendió a sí mismo despidiéndola con la mano. Pero su voz, sofocada por el viento de otoño, ya no podía alcanzarla.
Nakayama Gishū
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