Tumgik
#y mi cuello será mi verdugo
caostalgia · 3 months
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Desdichada vida, debería titularse mi tragicomedia de día a día, ¿Por qué existimos, si venimos con fecha de vencimiento? ¿Por qué amamos, si terminamos rotos sin consentimiento? ¿Por qué tomamos, si terminamos ebrios y sin aliento? ¿Por qué sigo de pie, si cada vez que doy un paso vuelvo a caer? Debería acostarme a dormir, o prender un cigarrillo. No lo se, tal vez solo debería dejar que estas preguntas ahoguen mi mente, así algún día desaparecer para siempre.
~Goner
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versatiro2 · 4 years
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LA SECUOYA ROJA primera parte
Rebusqué en mi mochila el mapa que Ramón me dibujó en una servilleta con la intención de orientarme en el espacio, pero fue inútil. El mapa terminaba en un frondoso bosque que dejé atrás hacía varios días, pero me hizo sonreír porque recordé cuando me lo dio con una mezcla de ilusión y ternura. No pude evitar abrir la cajita de latón donde guardaba sus calzoncillos lefados que aún mantenían un hilo de su aroma. A media mañana, tres días después de dejar el inmenso embalse de Alberto, me detuve bajo un olivo perdido en medio de la nada para refrigerarme con un trago del licor de higos de sicomoro que Tiburcio me regaló. Cerré los ojos y esnifé los gayumbos durante al menos un minuto rememorando el olor de su culazo, ufff. Cuando los abrí, el cielo se había nublado de tal manera que parecía el ocaso. De repente, una gran tormenta cayó. Truenos tremendos, rayos bestiales. Me asusté. No era seguro permanecer bajo aquel viejo y solitario árbol. Guardé los calzoncillos y salí corriendo de allí hacia una zona más boscosa que divisé a lo lejos. Era un bosque de árboles gigantes, majestuosos. Llovía como si fuera el día del juicio final. Saltaba intentando evitar los grandes charcos que se habían formado, hasta que me adentré en la espesura y todo se volvió más oscuro todavía. Lo bueno es que apenas notaba la lluvia, lo malo es que estaba completamente empapado.
Los troncos de aquellos árboles eran enormes, anchísimos y de color rojizo. Estaba inmerso en un magnífico bosque de secuoyas rojas, secuoyas gigantes. Anduve varios minutos hasta que me llamó la atención una de ellas que era especialmente grande. La rodeé acariciando su rugosa corteza hasta que mi mano se topó con algo parecido a una manivela. Estaba fascinado, aquella secuoya tenía cerca de 8 metros de diámetro y casi 100 metros de altura, pero lo más increíble es que tenía una entrada. Giré la manivela y abrí la puerta, que chirrió como quejándose. Dentro solo había oscuridad, pero entré para refugiarme hasta que parase la lluvia.
El olor de aquella especie de cueva escarbada en el tronco de la secuoya era muy peculiar, como a azufre. Saqué de mi mochila una vela y la encendí para observar el espacio interior. A quien fuera, se le había ocurrido una magnífica idea. Todo estaba muy ordenado, había aperos de labranza colgados de las paredes, una carretilla, semilleros y hasta máquinas arcaicas de fumigación. No era más que un cuartucho de enseres para trabajar la tierra. Eso me hizo pensar, que no lejos de allí, debería haber una granja o tierra para cultivar.
Me desnudé por completo, pues mi ropa estaba empapada, y me acurruqué en una esquina donde había una especie de colchón improvisado. El relleno parecía lana. Tenía muchísimo frío y las piernas llenas de rozaduras, entonces me acordé del remedio que Óscar me relagó y unté mis heridas con el aceite de eucalipto macho. También me fregué el pecho con aquella esencia, pues me costaba respirar y me había entrado una tiritona de miedo. El cansancio, el hambre y el malestar que iba "in crescendo" me sumieron en un profundo sueño. Aquel desagradable olor a azufre quedó difuminado cuando el intenso aroma a eucalipto inundó la pequeña y camuflada casa de aperos.
Tuve un sueño extraño, lo recuerdo como si lo estuviera viviendo ahora mismo. Era un sueño muy nítido. Ramón cabalgaba desnudo a lomos de Elana. Era ella, seguro, la yegua del Rubio. Sin embargo, de su pecho, en lugar de crecer su hermoso cuello y su cabeza, surgía el tronco y la cara de Ramón, mi bello Ramón del acebuche, Ramón hecho centauro. Venía hacia mí con su amplia y pícara sonrisa. Pero todo se torció cuando antes de alcanzarme, brotó del suelo una hoja, que luego fue arbusto, hasta convertirse en árbol, un gran roble que se lo tragó y desapareció. Me desperté sudoroso, sobresaltado y tembloroso. Me costaba trabajo respirar y estaba ardiendo, una fiebre muy alta me tenía paralizado.
La vela seguía encendida, y en la penumbra, vi como al cobertizo de la secuoya, entraba un ser extraordinario. Sus brazos estaban hipermusculados, su tronco era un torso exagerado con cuatro carnosos pezones. Tenía las piernas peludas y muy fuertes, muy marcadas, venosas. Su aspecto era humanoide, pero la cabeza era reptiliana, como la de un puto avatar. A aquel monstruo le colgaban tres pesados cojones y dos enormes pollas, una con pellejazo y la otra descapullada. Yo traté de incorporarme, pero alargó una garra, me la clavó en el pecho y me contuvo.
-¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? —pregunté muerto de miedo.
-Soy el Edusaurio de este bosque. ¿Cómo te atreves a preguntar? Has osado perturbar la tranquilidad de este sagrado lugar con tu sucia presencia.
-Perdona, no era mi intención, Edusaurio.
-¡Cerdo! ¡Arrodíllate y pide perdón de obra, las palabras no sirven de nada!
Obviamente le hice caso. A pesar de que mis rodillas estaban laceradas, no estaba yo en posición de negarme.
-Huyes vilmente de tus mierdas y encima vas dejando muertos por el camino.
-Yo no he matado a nadie, de verdad.
-No solo hay muerte cuando se apaga un cuerpo, la condena a la sometes a los amantes que encuentras en tu camino, es mucho más terrible. Dejas una huella imborrable en sus almas y desapareces cuando te viene en gana.
El monstruoso ser era una especie de verdugo con el que debía redimir mis pecados carnales. No le faltaba razón, pero yo no desaparecía de sus vidas con la sensación de dejarlos desolados.
-Elige cuál te quieres comer primero —dijo poniéndome sus dos pollas delante de la cara, cada una a la altura de un ojo—. Es el único privilegio que te voy a conceder.
La polla con pellejo era lisa en su tronco, mientras que la circuncidada era muy venosa. Me acercaré a la bifurcación de los rabos y cerré los ojos para olerlo todo hundiendo mi nariz entre las tres pelotas. Uffff, era el olor a macho más fuerte que había sentido en mi vida. Saqué la lengua, e instintivamente la deslicé por el pollón con pellejo en toda su extensión hasta el prepucio. Con la punta de la lengua, urgué entre los pliegues húmedos y llegué hasta el glande encapuchado. Qué textura, qué sensación más rica. Su miel preseminal sabía a frutas del bosque. Apreté los labios con la intención de ir retirando el pellejo, pero otra vez su garra, esta vez en mi espalda, me detuvo de nuevo.
-No te atrevas a hacer eso —dijo con su voz de ultratumba—. Si quieres mamar bola a pelo tienes la otra.
Fui obediente y dirigí mi boca al capullo desnudo del que ya goteaba otro hilo de jugo preseminal. Le pegué la lengua por debajo para recoger el preciado líquido y luego abracé el voluminoso glande con los labios para saborearlo. Qué cosa más rica. Parecía un champiñón gordísimo y dulce. Lo disfruté un buen rato hasta que quise atreverme con el resto del pollón, así que avanzó garganta adentro y me la metí hasta más de la mitad. Era muy gruesa. La lisura del glande contrastaba de puta madre con la rugosidad del tronco. Mis labios se entretuvieron en sentir el torrente sanguíneo que corría por el maremágnum venoso de su rabo. Entonces, percibí sus garras abrazando mi cabeza y empezó a moverse para follarme la boca. Mi garganta estaba muy bien entrenada, pero aquella monstruosa polla era demasiado grande y estaba empezando a provocarme arcadas.
-Te haré potar si es necesario —dijo el Edusaurio—. Ninguna humillación será suficiente para resarcir a tus víctimas.
Allí me encontraba yo, en el tronco de una secuoya roja gigante, follado por la boca por otro gigante y siendo morbosamente castigado sin reconocer mis culpas.
Empezó a brotar de mis comisuras bucales un torrente se saliva y jugo, y el cabronazo no sacó su pedazo de rabo hasta que vio que iba a ahogarme. Yo hiperventilaba ansioso y chorreando como un puto boxer.
-¡Cómene los huevos! —me exigió.
Empecé por el huevo central. Era más gordo y redondo que los otros dos. Le llené las pelotas peludas de mis babas intentando meterme las tres en la boca, pero era misión imposible. El cabronazo rebuznaba de placer con mis lamidas y succiones. Tenía un escroto delicioso.
De repente, sentí mi frente mojada. Miré hacia arriba, y sus dos pollas me estaban babeando el careto. Parecían los grifos de una cafetera doble, ummmm.
Pero aquel monstruo quería más.
-¡Basta ya de mamar!
El Edusaurio se dio la vuelta y arqueó las piernas. Su espalda estaba llena de bultos musculosos y su espina dorsal era muy pronunciada. De cada vértebra le crecía una especie de pincho que, a la altura del sacro, se convertía en un rabo escamoso y fuerte como un látigo.
-¡Cómeme el culo, perro!
Y yo, muy obediente y profundamente encantado, dirigí mi careto hacia aquella raja inmensamente peluda. Como de costumbre, inicié mi protocolo a la hora de tratar un culo. Cerré los ojos e inspiré profundamente. Era la mejor manera de conocerlo y saber a qué me enfrentaba. El aroma de su raja hirsuta lo identificaba como un puto "alphasaurio". Me ayudé de mis manos para abrir sus voluminosas nalgas también peludas y llegar hasta su maravilloso ojete. Parecía un sol de color morado y rutilante. Lo besé y me respondió abriendo sus pliegues carnosos. Qué delicia, qué jugosidad. Lo lamí, el cabrón no paraba de gemir. Se pajeaba los rabos a dos manos mientras le devoraba el anillo del culo. Pero no pude continuar con mi protocolo. En cuanto notó que mi lengua intentaba penetrar, se cerró de golpe y sentí un fuerte latigazo en la espalda. Su gran rabo trasero reaccionó castigando mi atrevimiento y el Edusaurio se dio la vuelta muy enojado.
-¡Pedazo de mierda! ¿Tú qué te has creído?
Me escupió en la cara y de un tortazo me dio la vuelta. Quedé a dos patas con el culo en pompa y la cabeza en el suelo. Entonces, noté como restregaba la polla con pellejo sobre mi ojete, me lo estaba lubricando a saco con su presemen. Estaba aturdido por la hostia, pero podía sentir cómo me dilataba por la humedad y el roce. Se me abrió el culo como nunca, y su pollón circuncidado penetró en mis entrañas sin resistencia. Buaaah, era muy ancho y hasta podía sentir las venas deslizándose por mi agujero hacia dentro y hacia fuera. El Edusaurio roncaba como un buey a cada golpe de nabo. Mi polla iba a estallar, la tenía durísima y chorreando, pero no me la toqué en ningún momento. Creí que no podría sentirme tan petado nunca más, pero me equivocaba. El monstruo, sacó su rabo descapullado, lo juntó con el pellejero y metió ambos poco a poco. Joder, eso sí que costó encajarlo. Creí que me iba a partir en dos, pero afortunadamente, gracias a que mi ojete lubricaba muchísimo, pronto surgió una simbiosis especial entre mi culito y sus pollones, y se confabularon para hacerme sentir el mayor de los placeres.  Yo estaba sudando como un cerdo, mi cuerpo se balanceaba al ritmo de los empujones de sus potentes caderas. Los tres huevazos del Edusaurio golpeaban los míos cada vez que me metía sus dos pollones hasta el fondo. Estaba deshecho de placer. Mi nabo, duro como el mármol, goteaba ya chorros de líquido blanquecino sin presión, me estaba deslechando poco a poco. Aquella bestia me apaleaba con sus garras las mollas del culo en señal de castigo y posesión, las notaba hirviendo. Uffff. Aquella mala bestia siguió bombeando cada vez con más fuerza, pero empezó a darme pollazos secos al advertir por mi forma de gemir, que mi polla estaba a punto de entrar en erupción. Cinco fueron los pollazos que activaron el volcán de mis cojones. Sin habérmela tocado en ningún momento durante aquella divina tortura, mi cipote comenzó a soltar lechazos como si fuera un surtidor de salsa blanca. Uffff, temía perder el conocimiento, pero pude disfrutarlo al máximo. El Edusaurio siguió petándome fuerte hasta que cayó la última gota de mi lefa sobre el raído colchón de lana. Después, sacó sus rabos de mi culo, y de un zarpazo en la cadera, me volvió a dar la vuelta cayendo acostado boca arriba. Se cogió cada polla con una garra y se pajeó aceleradamente.
-Deberás untarte el cuerpo entero con mi jugo para que tu piel absorba mi esencia y cale en ti el arrepentimiento —dijo mientras se le nublaban los ojos de placer.
Entonces, emitió un gruñido monstruoso que tuvo que oírse en todo el bosque. Me lefó de forma indiscrimidada. Ambas pollas soltaban lefazos a discreción. Me llenó la cara, el pecho, los brazos y las piernas. No hubo miembro de cuerpo que no quedase regado. Fue una puta locura.
Atendiendo a mi virtud de la obediencia ante un alpha superior, esparcí los lechazos restregándomelos por cada centímetro de mi cuerpo.
-Soy fiel cumplidor cuando un macho de tu calaña me ordena barbaridades —dije terminando de hidratar mi pecho con su lefote—. Espero que esto me ayude a entender tu mensaje.
-Recuerda esto, Matt. Cuando te des cuenta de que la huida es tu mayor error, estarás preparado para recorrer el camino hacia tu verdadero destino.
Entre el éxtasis y sus palabras, me quedé descolocado del todo. El Edusaurio, con sus pollas ya desinflándose, empezó a mearme todo el cuerpo y el careto para dejarme marcado con su olor a macho. No le bastó con lefarme.
Regado de meos, aturdido y sumido en un inmenso estado de placer, entorné los ojos y vi como aquel extraño ser abandonaba el trastero de aperos bajo la secuoya roja gigante.
Otra vez estaba solo, reventado y con la única compañía de una vela titilante a punto de apagarse. Saqué fuerzas de flaqueza para soplar sobre la llama, y en la dura oscuridad de aquel cuartucho, volví a dormirme profundamente.
... CONTINUARÁ...
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hoysoyfuego · 4 years
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Me tiene contra la pared. El filo de la navaja en mi cuello, lo suficientemente apretado como para que un hilo de sangre comience a descender hasta mi pecho.
Sus ojos no se despegan de los míos. Estamos a oscuras, solo el reflejo de luz de la calle que se cuela por la ventana nos deja percibir escasos detalles el uno del otro.
Sonrío y su vista desciende hacia mi boca. Arruga la frente. Debe de tomarme por loca, está a punto de matarme y yo sonrío.
Pero entonces por la carretera que pasa junto a mi piso pasa un camión y la estancia se ilumina de más por unos segundos. Me da tiempo para admirar a quien será mi verdugo. Le da tiempo para dejar de ser mi verdugo. Sus ojos han quedado congelados en otra parte de mi cuerpo. Sé lo que está mirando aunque ya no se vea, sé lo que hay ahí. Lo siento, lo sigo sintiendo cada noche como si me las estuviesen haciendo en ese mismo momento.
Mis marcas. Unas marca que -por lo que veo- él conoce. Un tatuaje ya imborrable en mi clavícula que dicta lo que fui y siempre seré.
El agarre en mis muñecas se debilita y la navaja tiembla en sus dedos. Pero ya no, ahora no puede echarse atrás. Así que acercó mis labios a los suyos hasta rozarlos y sin dejar de mirarle a los ojos susurro.
–Acaba lo que empezaste.
Y lo hace.
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purple-bbygirl · 4 years
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𝓒𝓸𝓶𝓲𝓮𝓷𝓭𝓸 𝓪 𝓶𝓲 𝓿𝓪𝓬𝓲𝓪 𝔂𝓸. #1
“Hey tú...¿crees en la reencarnación?" —pregunté al espejo cuando mi 4ta explosión de la semana se materializó en caos. Era gracioso verme el cabello se me distorsionaba a medida que movía los dedos por la madera del peinador heredado. No, no creía en la reencarnación, me parecía absurdo creer que antes de mi hubo alguien más pues en mi lógica no era algo muy factible y aun así..¡ha! aún así me dejé llevar por esa interrogante al igual que mi cuerpo se iba sintiendo tan pesado como aquellos servicios en mis espaldas; la culpa me estaba comiendo una vez más, oh no, tengo que dejar de pensar que fui el verdugo de la desgracia ajena, debo parar antes que sea tarde...¿tarde? ¿pero para qué es tarde? "Tarde para ser feliz"—me susurró mi niña interior, si la estúpida supiera que no me conformaría nunca. "Tarde para tus sueños y metas"—Habló la ambición ¡Bien hecho! Ahora apareces. "Será tarde para zafarte de mis garras"—Una voz distinta a lo usual resonaba entre mis pensamientos; no era algo que hubiera escuchado antes y si soy sincera, estaba malditamente asustada pues sentía la respiración fría como el invierno en mi nuca. Cuando volteé a ver solo pude vislumbrar una sombra con una sonrisa de tiburón con un cuerpo bastante pero BASTANTE similar (venga, era mi misma anatomía) y estaba mirandome con hambre...tenía hambre de algo pero no necesariamente de mi carne. Preguntarle qué quería era como estar en un sube y baja, obtenía una aclaración pero en consiguiente me regalaban otra duda más. Al final pude sosacarle que era algo así como mi "sombra" pero no lo era a su vez (quizás puedo definirlo como un ente ambiguo), en cuanto a su nombre...bueno, no tenía y decidí nombrarle como "YoMi"(Por el hecho de que era como YO y se parecía a MI sombra). Al no molestarle este apodo simplemente me mostró sus dientes, se acercó peligrosamente a mi y con sus ennegrecidas como distorsionadas manos iniciaba su tanteo desde las mejillas, bajando por el cuello hasta llegar a mi clavícula y de ahí explorar mi pecho hasta parar en lo que —a mi parecer— era su objetivo. "Cliché"—pensé observando. Lo que no supe era que pasó luego de eso ¡lo juro! nisiquiera recuerdo como fue que llegué a los pies de mi cama porque después de despertar lo único que me hizo darme cuenta que esa visita fue real, yacía en el asiento de mi peinador, mirándome mientras sostenía un dulce color ámbar en su mano y como una decoración una sonrisa digna de película de terror seguida de palabras que a criterio de cualquiera serían canibalismo. "Tragaré hasta el hueso más diminuto de ti, puedes pararlo pero debes hacerlo rápido. Buena suerte"—YoMi parecía bastante feliz por su advertencia/promesa; tal parece que todo lo que pase desde ahora repercutirá peor que antes... Creo que no puedo esconderme ahora.
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raynecrimson · 4 years
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Anexo II “Condena”
¿Dónde estoy? Mis manos sangran, mis brazos evidencian las marcas de mis uñas que desgarraron la piel.
Grito… nada parece salir de mi garganta, se acelera mi respiración, como un redoble de tambores mi corazón se impacienta, grito de nuevo con más fuerza. Siento la presión de mi intento en mis ojos en mi cara, siento como se tensa mi cuerpo entero… Nada, silencio.
Me desplomo de rodillas al suelo, me detengo con las manos y brazos extendidos en el suelo para no golpearlo con mi ser. Tozo, el gusto ferroso de la sangre invade mi boca, las gotas afloran entre mis labios y caen con gracia al piso marcando esa forma tan peculiar. ¿Qué es eso otro que siento? ¿Qué es aquello que derraman mis ojos? Estoy llorando, mi mente está al borde de la locura, una carcajada brota de mí, aguda risa mesclada con el maniatismo que me estrangula. Rapsodia del final.
Yo: -voy a morir, voy a morir.
Mi cuerpo tiembla, veo la realidad tan clara ahora
Y: -AHAHAHAHAHAHAHA VOY A MORIR
Las palabras salen de mí, escapan como si estuvieran huyendo de un predador, tomando por hogar el cuarto.
CLAP CLAP CLAP, un aplauso retumba contra las paredes resultando en un eco cargado de ironía. Mis ojos no ven, he enmudecido de nuevo, intento preguntar de quien se trata, percibirlo de algún modo, pero antes de que pueda siquiera procurar soltar mi duda, un pesado golpe de un puño descarga contra mi mandíbula, arrebatándome el poco control con el que aun dominaba mi cuerpo. Atrapado en lo desconcertante del hecho caí a mi lado derecho sobre el charco de lágrimas y sangre que mesclados hacían imposible el secarse.
?: -Si, vas a morir.
Una figura se acerca a mí con pasos seguros, no son saltos, pero se sienten livianos, rítmicos, casi como si de una danza se tratara.
?: -Si, has de morir y serás tú mismo el verdugo que ejecute la sentencia.
Con una risa irónica cargada de malicia ceso su discurso. Yacía en el piso, inmóvil, ni una fibra de mi ser podía responder a los desesperados intentos de reincorporarme.
?: -Idiota!!, que buscas con levantarte? Déjate ahí, muere como basura, deshonrado, vacío, solo…
Dicho esto, el cuarto se sumió nuevamente en silencio. Las palabras resonaron en mi mente, helando mi sangre, la angustia enredó mi corazón como los cardos de la hiedra que busca un soporte que después dejara perecer con la única motivación del beneficio propio. El pecho contraído sintió como una inexistente daga que mortífera rebanaba la carne al tiempo que se abría mi garganta dando paso a un alarido y después otro y otro, contiguos, mientras mi pecho ardía, los oídos ya no podían escuchar más que el silbido que queda después de un gran estruendo, las palpitaciones reverberaban en mi cráneo mientras atontado sentía calor, gritaba una y otra vez.
Y: - PORQUE?! PORQUE?! NO, NO, NO PUEDE SER, NO PUEDE SER!!!
Mis ojos buscaban una respuesta a los lados, arriba, abajo, la mirada nerviosa de una salida, una ruta de escape, no había nada, estaba atrapado y ciego, desesperaba cada vez más.
?: - Es y será.
Como el amante que se arrima al oído de su par esas palabras fueron susurradas en mi oído con sutil alevosía del placer que aquella sombra encontraba en la escena
?: - Llora, pues no hay nada más que puedas hacer, sellaste tu destino. Ahora que el calor se extingue empiezas a sentir el frio que se extiende rápidamente desde tus extremidades, ¿no? Déjame cumplirte un ultimo favor…
Paso inmediatamente su mano por mi sien y pronto recupere el uso de mis ojos. El suelo negro reflejaba con un brillo sutil la luz que del sol enardece a la luna. Las paredes que concebí en algún momento se desvanecieron y un bosque seco se erigió ante mí.
?: - Que esta sea tu última imagen, esto que aquí ves implora tan solo una gota de agua. Al momento de tu nacer fue un prado verde y claro, tus acciones poco a poco lo alteraron; cada idea, cada nuevo designio quedo ahí, seco, porque no existió determinación que lo alimente. Sírvate de ejemplo así sabrás callar mientras pagues tu deuda y cumplas por la eternidad tu condena.
Una soga con clavos, estrangulando mi cuello, presionando poco a poco, abatido, sin poder moverme, poco a poco, solo las lágrimas escapaban de mi con una mixtura de la sangre se abría paso entre la carne traspasada por el ferroso elemento.
Casi sumido en el sueño predicado pude ver como cada gota de mi rostro sumada a la sangre alimentaba la tierra en la que reposaba.
?: - No será así. Te ilusionas con la referencia a mis palabras que se tergiversan en tu ya desvencijada mente. Lo has notado, la tierra finalmente reconoce el fruto de tu reacción, el sacrificio desesperado de tu alma por querer seguir en el mundo terrenal. No es más que una interpretación errada, sin embargo, guarda este recuerdo en ti y alégrate pues, tal vez, tu vida no será olvidada, porque al menos un alma te recuerde.
?: -lara lala la lala lala, lara lala la la la lara la lala lala…
Rotando sobre su talón izquierdo salió por una especie de puerta que con cortinas rojas pesadas estaba cubierta mientras susurraba el ritmo de un vals.
La soga ajusto un poco más su amarre, mis brazos cedieron, ni frio hubo ni calor, hincándose más profundo que antes la piel se abrió escapando de ella la sangre aún más rápido. Nudos sostuvieron mis brazos y piernas. La sombra miraba conforme todo sucedía.
?: - Fin
La soga ajusto una vez más al tiempo que un tronido hizo eco en todo el bosque.
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taessive-blog · 6 years
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almas
❝Cuenta la leyenda, que en las profundidades del bosque más obscuro, se encuentra la vida y muerte misma. Y que en una noche de luna llena, la vida bajará del cielo y la muerte de entre los lamentos más agónicos pronunciados por los mortales.
La tierra se pintará de gris, los árboles serán azotados por fuertes vientos, los animales chillaran en agonía y los espíritus tendrán la libertad de vagar libres por entre los mortales, con la promesa de volver a nacer.
Pero solo por una noche, la vida probara el amor por parte de las manos más puras, por parte de su alma gemela.
Y también cuenta la leyenda que en su ultima visita, todo se destruirá. Los árboles ya no serán azotados, los animales ya no chillaran, las almas nunca más volverán a nacer y el mundo se sumirá en una desesperanza sin fin.
Y todo, porque la más hermosa melodía ha concluido.❞
Paso una mano por mis cabellos por duodécima vez apesar de saber que el viento los volverá a desacomodar. El haz de luz a mi espalda ilumina el camino frente a mí, dándole un aire terrorífico al bosque.
Mis pasos resuenan en cada centímetro que avanzo, llevo caminando horas pero aún no soy capaz de ver el final.
Quiero verte, abrazarte. ¿Por qué no apareces?
Desde que tengo uso de razón, siempre me pregunté, porqué el color de mi vida era el blanco. Recuedo que todos me alababan, diciendo que en mis manos estaba mi futuro, su futuro, todo. Y a medida que fui creciendo, viendo a mis amigos encontrar a sus parejas de vida sólo me llenaba de un anhelo, que sabía, sólo tú podías llenar.
Te buscaba en sueños, con la espranza formando un nudo en mi garganta. Llamando tu nombre, gritando porqué vengas a salvarme y me resguardes en tus brazos. Pero a medida que crecía, dejé de esperarte con sonrisas para dejar que el llanto tomara su lugar, ya no te llamaba, porque el eco vacío sólo resaltaba aún más tu ausencia.
Pasaron algunos años y yo empecé a odiarte, ver parejas en cada esquina, me recordaba a cada rato lo solo que estaba. Pero ellos no tenían la culpa, ni siquiera los niños, que en su tierna inocencia decían las cosas más horrendas.
"TaeTae, ¿Es cierto que tu pareja te dejó porque eres raro?"
Ni tampoco sus madres, que con ojos despectivos, me miraban sobre el hombro antes de tomar a sus hijos y correr a toda prisa.
"Hijo, no quiero que te acerques a él. ¡Esta defectuoso!"
Poco a poco me fui volviendo la burla del pueblo y lo más temido también, nadie se me acercaba por miedo a que pudiera contagiarles alguna enfermedad inexistente. Y yo sólo te odiaba más.
"Mami, ¿Por qué mi alma gemela no está? ¿Es qué acaso le doy asco?"
Y fue con sorpresa, cuando en una noche de luna llena, te vi bajar en medio de la nebulosa que mis sueños atormentaba. Me enamoraste desde el primer momento en que te pude observar, pero no fue hasta que te tuve ha unos pasos de mí, que pude mirarte como se debería.
Tu piel tan blanca cómo la nieve, tus labios gruesos en los que podría recitar la más inquietante poesía, y tu estatura tan desigual a la mía, que me invitaba a tomarte entre mis brazos y mantenerte oculto del mundo, porque el temor de que algo te dañara me invadió de pronto.
Tus pequeños ojos se movían de un lado a otro por todo mi rostro hasta después de un rato en el qué pareció que por fin encontraste lo que querías. Yo estaba atemorizado, parado tenso como una tabla a la espera de tu rechazo, no quería ilusionarme, pero la esperanza a que me aceptaras de a poco ganaba terreno.
"Tantos años, tantas vidas, tantas muertes. Y aún así, la ansiedad por encontrarte en cada una de ellas no disminuye."
Mi cuerpo cayó de bruses al suelo cuando los sollozos explotaron en mi pecho. Esa noche exclamé tu nombre como hace años no lo hacía, con mis brazos estirados rogando por tu contacto.
"¿Por qué tardaste tanto? Todos éstos años esperándote, cómo una flor a la primavera. Dime mi amor, ¿Éste será acaso el fin de mi condena?"
Pero ver tu sonrisa decaer fue capaz de petrificar mi corazón. Tus ojos se abrieron más de lo normal y de ellos empezaron a caer gruesas lágrimas que yo inútilmente intenté borrar, pero una fuerza desconocida me empujaba de vuelta a mi lugar. Y no fue sino hasta ese momento que noté la negrura a tus espaldas, estaba intentando adueñarse de todo el cuarto, pero el blanco tras de mí lo impedía, tiñendo la habitación de un gris opaco parecido al de las nubes en los momentos proximos a las tormentas. Poniéndote de rodillas delante de mí, intentaste tocarme, sin éxito, para luego exclamar con todo el pesar de tu corazón.
"Amor mío, temo que esta sea la ultima de nuestras vidas, así que con todo mi dolor, te pido te conviertas en verdugo y yo en el dictador. Daré la sentencia y tú acatarás mi orden."
Te paraste de la manera más elegante y pronunciado un último "Te amo" te diste la vuelta para desaparecer sin más. Grité y grité con mi garganta al rojo vivo, pero ni aún así te diste la vuelta. Luego de esa vez empezaste a aparecer en mis sueños de manera aleatoria, cada vez más seguido, pasando de una vez por mes a todos los días. Pero siempre repitiendo las mismas palabras.
"Yo daré la sentencia y tú acatarás mí orden."
Pero hubo una noche que fue difente, y una parte muy dentro de mí supo que esa sería tu última visita. La nebulosa volvió a formarse y tu bajaste de ella tan hermoso como cada día. Te paraste más lejos de mí y no pude evitar el que mi seño se frunciera. Iba a preguntarte que sucedía, cuando abriste tu boca.
"En la proxima luna llena. Espérame en lo más profundo del bosque, antes de la media noche. Allí por fin serás mío."
Y te fuiste sin más aunque no le tomé importancia, ya que el solo hecho de saber que por fin estaríamos juntos, pintaba en mi rostro la sonrisa más grande que alguna vez haya dado.
Y es aquí donde me encuentro ahora, parado en medio de un hermoso claro a la espera de tu llegada. Y no puedo evitar pensar en lo gracioso de esta situación.
"¿Siempre tendré que ser yo el que te espere?"
El reflejo del lago se agita de pronto, deformando la hermosa pintura de la luna y las estrellas. Los animales a mi alrededor empiezan a chillar del miedo cuando vientos huracanados azotan sin piedad las copas de los árboles. Todo en conjunto formando la más hermosa melodía.
La luna se hace espacio en el cielo despejado, tomando posesión de lo más alto, coronandose como la reina de la noche. Mis manos empiezan a temblar, con la necesidad de que ya estés aquí, así puedo tocarte cómo sé, que lo merece, una entidad tan divina como tú.
"Amor, ¿Eres tú al fin? Déjate ver ante estos simples ojos."
Creo que el hecho de que el bosque, en su más hermosa extensión, haya creado esta sinfonía sólo para ti, fue lo que volvió el momento más perfecto de lo que ya era. Porque verte a ti, bajar directamente desde la luna, con un aire místico a tu alrededor y esa inigualable sonrisa pintando tu cara. Logró dejarme sin respiración.
Te detienes a solo unos centímetros de mí y lo poco que queda de mi autocontrol sale volando al igual que todo pensamiento racional. Te tomo entre mis brazos de la manera más delicada posible y acerco tu rostro al mío, respirando tu esencia tan adictiva, perdiendome en los valles de tus pestañas, el cielo de tus ojos y las montañas en tu arco de cupido. Me lanzo a besarte con toda mi pasión dirigiéndose a fuego lento hacía el sur de mi estómago. La dulzura que brota de tus labios sólo me hace desearte mucho más.
Y con tus manos suaves como la seda recorriendo mi cuerpo. Mi cara, mis brazos y piernas. Siento que estoy en el paraiso, siento el éxtasis formandose poco a poco. Nuestra ropa tirada en cualquier lugar, formando un círculo a nuestro alrededor. Puedo sentir la electricidad tocando mis dedos, provocando escalofríos que sacuden mi cuerpo por completo.
Tus labios llenos de saliva, subiendo y bajando, succionando y mordiendo, provocando que mi sangre se sacuda y salga a borbotones, manchando el verde césped, fruto de la primavera. Pero mi corazón late tan despacio anunciando el inicio del fin, ese tan esperado. Me desespera en un punto inimaginable. Y antes de llegar allí se siente magnífico, la sensación de todos mis huesos quebrados, la sangre saliendo tan espesa y caliente, salpicandolo todo, me llena el alma. Sonriente acaricio el rostro de mi amado, aquel que me dio lo que tanto anhelaba, coloco un beso en sus labios antes de separarme.
"La más gloriosa escena del pecado hemos cometido esta noche, mi amor. Pero arrepentimiento es lo último que siento."
Corriendo mi vista de tus ojos, observo con inquietud el extraño comportamiento de las almas. Ellas nos miran con pánico y dolor. Y no es sino allí, que termino de entender tus palabras cuando nos vimos por vez primera. Con pánico devuelvo mis ojos hacía ti, encontrandote con una terrorífica sonrisa en tu cara. Quedo petrificado y tu aprovechas a llevar tus manos a mi cuello. Mueves tus labios terminando de dictar mi sentencia.
"Amor, ¿Recuerdas cuándo dije qué, tú serías el verdugo y yo el dictador? Pues adivina, mi deseo es que ya nunca más vuelvas a nacer."
Los puntos negros nublan mi visión, y mi respiracion se atora en mi traquea. Estoy perdiendo la consiencia poco a poco y lo unico que puedo vislumbrar antes de morir, es tu sonrisa de ojos dulces.
Yo fui la muerte, y tu la vida.
Yo fui el verdugo, y tu el dictador.
Yo fui el blanco, y tu el negro.
Yo fui pureza, y tu maldad.
❝La leyenda cuenta, con la más triste desdicha. Que si la muerte cae.
Sería a manos de la vida misma, la única capaz de matar a su alma gemela.❞
todos los derechos reservados.
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cesdiazserr · 4 years
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Biografía de Santa Inés
Y añade el santo: "Se refiere que ella tenía sólo trece años cuando fue martirizada. Y notemos el poder de la fe que consigue hacer mártires valientes en tan tierna edad. Casi no había sitio en tan pequeño cuerpo para tantas heridas. Se mostró valientísima ante las más ensangrentadas manos de los verdugos y no se desanimó cuando oyó arrastrar con estrépito las pesadas cadenas. Ofreció su cuello a la espada del soldado furioso. Llevada contra su voluntad ante el altar de los ídolos, levantó sus manos puras hacia Jesucristo orando, y desde el fondo de la hoguera hizo el signo de la cruz, señal de la victoria de Jesucristo. Presentó sus manos y su cuello ante las argollas de hierro, pero era tan pequeña que aquellos hierros no lograban atarla. Todos lloraban menos ella. Las gentes admiraban la generosidad con la cual brindaba al Señor una vida que apenas estaba empezando a vivir. Estaban todos asombrados de que a tan corta edad pudiera ser ya tan valerosa mártir en honor de la Divinidad. Cuántas amenazas empleó el tirano para persuadirla. Cuántos halagos para alejarla de su religión. Mas ella respondía: La esposa injuria a su esposo si acepta el amor de otros pretendientes. Únicamente será mi esposo el que primero me eligió, Jesucristo. ¿Por qué tardas tanto verdugo? Perezca este cuerpo que no quiero sea de ojos que no deseo complacer. Llegado el momento del martirio. Reza. Inclina la cabeza. Hubierais visto temblar el verdugo lleno de miedo, como si fuera él quien estuviera condenado a muerte. Su mano tiembla. Palidece ante el horror que va a ejecutar, en tanto que la jovencita mira sin temor la llegada de su propia muerte. H aquí dos triunfos a un mismo tiempo para una misma niña: la pureza y el martirio".
Era de la noble familia romana Clodia. Nació cerca del año 290. Recibió muy buena educación cristiana y se consagró a Cristo con voto de virginidad.
Volviendo un día del colegio, la niña se encontró con el hijo del alcalde de Roma, el cual se enamoró de ella y le prometió grandes regalos a cambio de la promesa de matrimonio. Ella respondió: "He sido solicitada por otro Amante. Yo amo a Cristo. Seré la esposa de Aquel cuya Madre es Virgen; lo amaré y seguiré siendo casta".
El hijo recurre a su padre, el alcalde. Este la hace apresar. La amenazan con las llamas si no reniega de su religión pero no teme a las llamas. Entonces la condenan a morir degollada. Sus padres recogen el cadáver. La sepultan en el sepulcro paterno. Pocos días después su hermana Emerenciana cae martirizada a pedradas por estar rezando junto al sepulcro.
"Con mínimas fuerzas superó grandes peligros", dice San Dámaso en su epitafio.
Todos los historiadores coinciden en proclamarla mártir de la virginidad. Es patrona de las jóvenes que desean conservar la pureza. Cada año, el 21 de enero, día de Santa Inés, se bendicen los corderos con cuya lana se tejen los "palios", o sea el distintivo de los arzobispos.
En este tiempo de materialismo sea ella un modelo de castidad para la juventud.
La liturgia la presenta como modelo de los éxitos que logra alcanzar una persona cuando tiene una gran fe. La fe en Dios y en la eternidad lleva al heroísmo.
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caostalgia · 3 months
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Mi mente está en llamas, mi corazón es su testigo, mi estómago paga su castigo y mi cuello será mi verdugo querido
~Goner
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malalechan · 7 years
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“I’ve seen the way you look at me when you think I don’t notice.” y klance, porque no tengo remedio alguno.
Debería darme vergüenza infinita contestarte quinientos mil años tan tarde, pero sabes que soy lo peor y que no merezco tu amistad. 
No se si es lo que esperabas del prompt. Realmente lo he rehecho mil veces pues nada me convencía, y no es que este mega satisfecha con el resultado final, pero quería subirlo antes de mañana (tú sabes por que ;P)
Klance “I’ve seen the way you look at me when you think I don’t notice”
–¿Podríasparar, por favor? –la voz de Keith suena agotada, y saca a Lance un poco de suspensamientos. Los demás han salido del hangar y sólo quedan ellos rezagados.
–¿Loqué? –pregunta más por sorpresa que por si no le hubiera oído. –No estabahaciendo nada.
Keithfrunce el entrecejo y hace un gesto vago con la mano, señalándole.
–Veola manera en la que me miras cuando crees que no me doy cuenta. –las palabrassuenan cansadas, casi derrotadas. Lance se tensa, temiendo lo peor. ¿Qué hanotado Keith? ¿Puede ser…? –Venga, dilo de una vez. No me voy a enfadar y estásdeseándolo.
–¿Qué…?
–Nodebería dirigir Voltron. –suena como si fuera su propio juez y verdugo y sehubiera dado a si mismo una sentencia de muerte. –Os he metido de cabeza en unatrampa por mi impulsividad y casi perdemos al equipo completo. Te estáspreguntando cómo es posible que Black me eligiera y quieres volver a intentarlocon él y no te culpo, la verdad, porqué fuiste el que mantuvo la calma todo eltiempo y sin ti…
–Woah.Woah, para un momento. Yo no… –toma aire, intentando relajarse y poner en ordensus pensamientos. De todo lo que podía decirle Keith, no esperaba eso. –¿Sabes?Creo que es la primera vez que me hablas tanto y todo lo que has dicho sonidioteces.
–¡Estoysiendo serio!
–¡Yyo! –replica, alzando más de lo que quiere la voz. No era su intención pelearcon Keith, no ese día, pero algunos hábitos son difíciles de eliminar. Pero nole dura mucho su alteración, no cuando nota las ojeras marcadas del ahora líderdel equipo, ni su piel más pálida de lo normal. Suspira, frotándose el cuello.Él también está agotado mismo, no tiene ganas de discutir de un tema que yaveía zanjado. –Te lo dije, ¿no? Black te ha elegido y no vamos a dudar de sucriterio. No sé porque crees que quiero quitarte el puesto.
–¡Memiras con decepción! –Keit aprieta los puños tan fuertemente que sus guanteshacen un desagradable sonido al rozar con la goma. –Me miras con pena. Como site compadecieras de mí. Como si te compadecieras de todos vosotros por tenermea mí al cargo.
Lancesiente que algo se le encoje en su interior. El estómago, seguramente. Y antesde darse cuenta camina dos pasos hacia Keith y le agarra por los hombros.
–Temiro preocupado. No me das pena y no me decepcionas, pero parece que vas cada vezmás a la deriva. Desde que Shiro desapareció, apenas hablas con nosotros.
–Esono es…
–Keith,por favor. –suplica, pues no quiere oír una mentira. Si algo bueno tiene suimpulsividad es que hacen a Keith alguien honesto y sincero, sin dobleces. Y elotro parece entender su súplica, porque agacha la cabeza casi avergonzado.
–Nosé cómo… –murmura. Sus estúpidas greñas tapándole los grandes ojos oscuros. –SinShiro, no sé cómo estar con vosotros. No soy… No se me da bien interactuar conotros.
–Nome digas, genio.
–¡Lance,hablo en serio!
–Losé. –Lance suspira, y le pasa un brazo por los hombros. –Empieza cenando connosotros en lugar de encerrándote en tu cuarto. Y pidiéndonos ayuda cuando lanecesites.
Puedever una tímida sonrisa, casi imperceptible.
–¿Nome estás pidiendo demasiado? ¿Qué será lo próximo? ¿Qué piense antes de actuar?
Laligera broma le da fuerzas, le ayuda a relajarse. Pueden conseguirlo. Keithpuede conseguir abrirse a ellos.
–Nose me ocurriría. –bromea también, dándole una leve sacudida. –Conozco loslímites de lo imposible.
Juntossiguen al resto hasta el comedor.
Essolo horas después que Lance se da cuenta que, realmente, Keith no sabe cómo lomira cuando cree no darse cuenta.
Elsentimiento agridulce es lo que lo acompaña a dormir esa noche.
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uncafeparaleerblog · 5 years
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Mi gran amigo el Rebe parte(1/2)
Mi abuelo expulsado de Rusia por los cosacos, al llegar aquí sin proponérselo, únicamente porque una sociedad caritativa lo embarcó en donde había sitio para él y su familia, hablando sólo yídish y un ruso rudimentario, por completo desarraigado, se volvió loco. En su esquizofrenia creó el personaje de el Rebe, un sabio cabalista a quien, durante uno de sus viajes hacia otra dimensión, los osos le devoraron el cuerpo. Fabricando laboriosamente zapatos sin la ayuda de máquinas, nunca cesó de conversar con un amigo y maestro imaginario. Al morir, se lo legó a mi padre. Éste, aun sabiendo que el Rebe era una alucinación, se vio contagiado. El fantasma comenzó a visitarlo cada noche en sus sueños. Mi padre, fanático ateo, vivió la invasion del personaje como una tortura y, apenas pudo, trató de deshacerse de él embutiéndolo en mi mente como si fuera real. Yo no me trague el embuste. Siempre supe que el Rebe era imaginario, pero mi padre, tal vez pensando que por llamarme igual que el abuelo, estaba yo tan loco como él, me decía: <<No tengo tiempo para ayudarte a resolver esta tarea, pídeselo al Rebe>>, o bien la mayor parte de las veces, <<¡Vete a jugar con el Rebe!>>. Eso le convenía porque, malinterpretando las ideas marxistas, había decidido no comprarme juguetes. <<Esos objetos son productos de la maligna economía de consumo. Te enseñan a ser soldado, a convertir la vida en una guerra, a pensar que todas las cosas fabricadas, por tenerlas en versiones diminutas, son fuente de placer. Los juguetes convierten al infante en un futuro asesino, en un explotador, en fin, en un comprador compulsivo.>> Los otros niños tenían espadas, tanques, soldaditos, trenes, muñecos, animales de felpa, yo nada. Utilicé al Rebe como juguete, le preste mi voz, imaginé sus consejos, le dejé guiar mis acciones. Luego, habiendo desarrollado mi imaginación, expandí mis conversaciones animadoras. Le di voz a las nubes, al mar, a las rocas, a los escasos arboles de la plaza pública, a los muebles, a los insectos, a los cerros, a los relojes, a los viejos que ya nada esperaban sentados como esculturas de cera en los bancos del parque. Podía hablar con todo y cada cosa tenía algo que decirme. Poniéndome en el lugar de lo que no fuera yo mismo, sentí que todo era consciente, que todo estaba dotado de vida, que lo que yo creía inanimado era una entidad más lenta, que lo que yo creía inanimado era una entidad más lenta, que lo que yo creía invisible era una entidad más rápida. Cada conciencia poseía una velocidad diferente. Si yo adaptaba la mía a esas velocidades podía entablar enriquecedoras relaciones.
El paraguas que yacía lleno de polvo en un rincón se quejaba amargamente: <<¿Por qué me trajeron hasta aquí si nunca llueve? Nací para protegerte del agua, sin ella no tengo sentido>>. <<Te equivocas>>, le decía yo, <<sigues teniendo sentido; si no en el presente, por lo menos en el futuro. Enséñame la paciencia, la fe. Un día lloverá, te lo aseguro>>. Después de esta conversación, por primera vez en muchos años descargó una tempestad y cayó durante un día entero un verdadero diluvio. Las gotas azotaban con tal fuerza que yendo yo a la escuela, con el paraguas por fin abierto, no tardaron en perforar su tela. Un viento huracanado me lo arrebató y, así desgarrado, lo hizo desaparecer en el cielo. Imagine los murmullos placenteros que daba el paraguas, después de atravesar los nubarrones, convertido en barca, navegando feliz hacia las estrellas.
El silencio, reptil invisible, penetraba por debajo de la puerta y venía a lamer las patas de mi catre. Yo sabía que estaba en peligro, el silencio quería entrar por mis fosas nasales, anidar en mis pulmones, borrar la sangre mis venas. Para ahuyentarlo me ponía a gritar. Eran alaridos tan intensos que los cristales de la ventana comenzaban a vibrar emitiendo zumbidos de avispa, lo que aumentaba mi pavor. Entonces llegaba el Rebe. Yo sabía que era una mera imagen, nada, su aparición no bastaba para eliminar la mudez universal. Necesitaba la presencia de amigos. Pero ¿Cuáles? No tenía amigos. <<No te preocupes>>, me dijo el Rebe, es decir, me dije yo mismo utilizando la imagen de aquel judío antiguo, vestido de rabino. <<Soledad es no saber estar consigo mismo.>> Bueno, no quiero que se piense que un niño puede hablar un lenguaje semejante. Yo comprendía cosas sí, pero no de manera racional. El Rebe, siendo una imagen interna, despistaba en mi espíritu contenidos que no eran intelectuales. Me hacía sentir algo que yo tragaba en la misma forma que el aguilucho, todavía con los ojos cerrados, traga el gusano que le depositan en el pico. Luego, más tarde, ya adulto, he ido traduciendo en palabras lo que en aquella época eran, ¿cómo podría explicarlo?, aberturas a otros planos de la realidad.
<<Tú no estás solo. ¿Recuerdas cuando la semana pasada tuviste la sorpresa de ver crecer en el patio un girasol? Llegaste a la conclusión de que era el viento quien había transportado una semilla. Una semilla, al parecer insignificante, contenía en ella la flor futura. ¡Ese grano sabía de alguna manera que planta iba a ser; y esa planta no estaba en el futuro: aunque inmaterial, aunque sólo un designio, allí mismo existía el girasol, flotando en el viento, durante cientos de kilómetro. Y no solo estaba allí la planta, también la adoración de la Luz, los giros en pos del sol, la misteriosa unión con la estrella polar, y -¿por qué no?- una forma de conciencia. Tú no eres diferente. Todo lo que vas a ser, ya lo eres. Lo que vas a saber, ya lo sabes. Lo que vas a buscar, ya te busca, esta en ti. Puedo no ser verdadero, pero el viejo que ahora vas a ver, aunque tenga la inconsistencia mía, es real porque eres tú, es decir, es el que serás.>>
Todo esto no lo pensé ni lo oí, lo sentí. Y ante mí, junto a la cama, mi imaginación permitió que apareciera un caballero anciano, de barba y cabellera plateada, con ojos llenos de dulzura. Era yo mismo convertido en mi hermano mayor, en mi padre, en mi abuelo, en mi maestro. <<No te preocupes tanto, te he acompañado y te acompañaré siempre. Cada vez que sufriste creyéndote solo, yo estaba contigo.
Comprendí los abusos a los que me sometió la familia. Vi con exactitud la estructura de la trampa. Me acusaban de ser culpable de cada herida que me habían inferido. Nunca dejó el verdugo de declararse víctima. Por un hábil sistema de negaciones, privándome de la información -no hablo de información oral sino de experiencias en su mayor parte verbales-, se me despojo de todos los derechos, se me trató como un mendigo desprovisto de territorio al que se le otorgaba por desdeñosa bondad un fragmento de vida. ¿Sabían mis padres lo que estaban cometiendo? De ninguna manera. Faltos de conciencia, me hacían a mí lo que a ellos les habían hecho. Y así, repitiendo la fechoría emocional de generación en generación, el árbol familiar acumulaba un sufrimiento que duraba ya varios siglos. Le pregunté al Rebe: <<Tú que pareces saberlo todo, dime qué puedo pretender en esta vida, qué es lo que se me debe, cuáles son mis derechos esenciales>>. Imagine lo que el Rebe me contestaría:
-Antes que nada, deberías tener el derecho a ser engendrado por un padre y una madre que se amen, durante un acto sexual coronado por un mutuo orgasmo, para que tu alma y tu carne obtengan como raíz el placer. Deberías tener el derecho a no ser un accidente ni una carga, sino un individuo esperado y deseado con toda la fuerza del amor, como un fruto que ha de otorgar sentido a la pareja, convirtiéndola en familia. Deberías tener el derecho a nacer con el sexo que la naturaleza te ha dado. (Es un abuso decir <<Esperábamos un hombre y fuiste mujer>>, o viceversa.) Deberías tener el derecho a ser tomado en cuenta desde el primer mes de tu gestación. En todo momento la embarazada debería aceptar que es dos organismos el vías de separación y no uno solo que se expande. De los accidentes que ocurran en el parto nadie te puede acusar. Lo que te sucede dentro de la matriz nunca es culpa tuya: por rencor a la vida, la madre no quiere parir y, a través de su inconsciente, te enrolla el cordón umbilical alrededor del cuello y te expulsa, incompleto, antes de tiempo. Porque no se te quiere entregar al mundo, ya que te has convertido en un tentáculo de poder, se te retiene más de nueve meses, secándose el líquido amniótico y tu piel siendo quemada: se te hace girar hasta que tus pies y no tu cabeza comienzan el deslizamiento hacia la vulva, así van al nicho los muertos, con los pies para delante; se te engorda más de la cuenta para que no puedas pasar por la vagina, siendo sustituido el alumbramiento feliz por una fría cesárea que no es parte sino extirpación de un tumor. Negándose a asumir la creación no colabora con tus esfuerzos y solicita la ayuda de un médico que te oprime el cerebro con un fórceps; porque padece una neurosis de fracaso, te hace nacer semiahogado, azulado, obligándote a representar la muerte emocional de quienes te engendraron... Deberías tener el derecho a una profunda colaboración: la madre debe querer parir tanto como el niño o la niña quieren nacer. El esfuerzo será mutuo y bien equilibrado. Desde el momento en que este universo te produce es tu derecho tener un padre protector que esté, durante tu crecimiento, siempre presente. Así como a una planta sedienta se le da agua, cuando te interesas por alguna actividad tienes derecho a que te ofrezcan el mayor número de posibilidades para que, en el sendero que elegiste, te desarrolles. No has venido a realizar el plan personal de los adultos que te imponen metas que no son las tuyas, la principal felicidad que te otorga la vida es permitirte llegar a ti mismo. Deberías tener el derecho a poseer un espacio donde poder aislarte para construir tu mundo imaginario, a ver lo que quieras sin que tus ojos sean limitados por morales caducas, a oír aquello que desees aunque sean ideas contrarias a las de tu familia. No has venido a realizar a nadie sino a ti mismo, no has venido a ocupar el sitio de ningún muerto, mereces tener un nombre que no sea el de un familiar desaparecido antes de tu nacimiento: cuando llevas el nombre de un difunto es porque te han injertado un destino que no es el tuyo, usurpándole la esencia. Tienes pleno derecho a no ser comparado, ningún hermano o hermana vale más o vale menos que tú, el amor existe cuando se reconoce la esencial diferencia. Deberías tener el derecha a ser excluido de toda pelea entre tus familiares, a no ser tomado como testigo en las discusiones, a no ser receptáculo de sus angustias económicas, a crecer en un ambiente de confianza y seguridad. Deberías tener el derecho a ser educado por un padre y una madre que se rigen por ideas comunes, habiendo ellos en la intimidad aplanado sus contradicciones. Se si divorciarán, deberías tener el derecho a que no te obliguen a ver a los hombres con los ojos resentidos de una madre ni a las mujeres con los ojos resentidos de un padre...
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kuraihasami-blog · 7 years
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Un pequeño cuento o tal ves algo largo.
Niños en alquiler
Todo estaba sumergido en la oscuridad. Solo una bombilla colgando de un cable precariamente. Una mesa sin cualquier cosa que la adorne. Como en todas las escenas de interroga miento que pasan en la televisión, solo que no era una película y no había un policía bueno y uno malo de frente mío, en su lugar solo eran mis padres dos personas normales con vidas normales que adoran la simplicidad de la rutina. Pero por lo menos no lo eran por ahora, de un momento a otro sus papeles se cambiaron y ahora son verdugos hasta que una autoridad superior tome el control y decida juzgarme con mayor severidad.  
- No lo recuerdo.
-¿Por qué?
-No lo sé, solo lo hice- me encojo de hombros.
-A caso alguien te obligo- mi padre golpeo la mesa.
-No, yo solo tenía la idea en la cabeza - era verdad era lo único en lo que pensaba.
- Pero…-se froto las cienes- ¿Cómo es posible que no tengas algún pesar por lo que acabas de hacer?
-No lo sé, yo solo creí que le estaba haciendo un favor.
-Recapitulemos, cuéntanos la historia para saber cómo fueron las cosas antes de que lleguen ellos y se hagan ideas erróneas. Pero antes que nada dinos cómo fue que tuviste esa idea tan desastrosa.
Se froto los ojos y suspiro.
Eso era algo que si les podía responder con certeza de  lo que pensaba. Fue un lunes de enero, recién aviamos regresado de las vacaciones de año nuevo. Era el comienzo de semestre en la preparatoria y tenía una nueva materia, biología humana. En general hablaba de la anatomía del cuerpo y las distintas reacciones químicas de este. Pero creo que me estoy desviando mucho del tema. Fue un lunes, eso lo recuerdo bien, esa clase comenzamos con el sistema nervioso y las reacciones químicas que se llevan a cabo. Toda la clase fue interesante pero llegó una parte en la que uno de mis compañeros levanto la mano y saco el tema de los trastornos a flote. El pregunto por los trastornos del sueño causados por el estrés. Supongo que tenía razones para preguntar por ello, los exámenes se estaban cerca. Nos explicó  de una forma muy sencilla.
“Hay casos en los que se requiere medicación que en su mayoría está compuesta a base de codeína, pero estos deben de estar en constante revisión para ir bajando la concentración del medicamento, de lo contrario se pueden presentar síntomas de abstinencia”
Una respuesta sencilla, pero sacia dora. Pero aún no se terminaba, y ahí fue cuando está loca idea tubo su génesis. El profesor siguió hablando.
“En alguna ocasión escuche que hay un lugar perdido de la ley en la zona rosa, donde  te alquilaban a los niños para pedir dinero, los drogan con jarabe tara la tos y te los dan noqueados.  Es por eso que cuando ves a esas supuestas familias con ropas rasgadas y caras mugrientas pidiendo dinero los infantes casi siempre están dormidos o casi perdidos… o por lo menos es una de las tantas leyendas urbanas de la ciudad.“
  -Okey, pero no comprendo cómo es que terminaste haciéndolo.
Mi madre se encontraba en una esquina del comedor con las palmas en la boca callando el sollozo  y con los ojos empapados en lágrimas por algo que aún no lograba entender por qué les afectaba tanto.
-Así obtuviste la idea pero cómo… ¡cómo  y por qué lo hiciste!- me grito en la cara salpicándome  de saliva.
Me quede sin decir nada y con un gesto  de indiferencia mientras me secaba el rostro. Se levanta agitado y tirando la silla al suelo en el camino. Me toma por el cuello de la camisa y me arrastra  hasta llevarme a la ventana más cercana  -valla que está enojado – solo me dejo arrastrar como un muñeco de trapo, arrastrando los brazos y las piernas, la abre de par en par  sin soltarme.
-Espera- le digo despreocupado y volviendo la mirada a mi madre, que le gritaba a mi padre que parara- como puedes estar tan enojado sin saber el resto de la historia.
Me muestra un rostro que jama le había visto al bonachón de mi padre, un rostro deformado por la ira y la angustia por lo que le pueda pasar por mi culpa. Le quito los ojos de encima solo para percatarme de la bomba que viene contra mi rostro. Se rompe el pedazo de camisa del que  me sostenía y azoto contra el suelo con una fuerza que desconocía que poseyera. En el suelo sin inmutarme ciento el cobrizo sabor de la sangre que me brota del labio roto, el olor me deja perplejo pero creo que le puedo tomar el gusto.
-Pues será mejor que comiences a hablar antes de que esto se ponga peor.
Se desata el nudo de la corbata y se limpia el sudor de la frente con ella, levanta la silla y toma asiento poniendo una pierna sobre la rodilla. Saca una cajetilla del bolsillo interno del saco y enciende un cigarrillo con el cipo que le regale las navidades pasadas. Mi madre parecía entender la causa del golpe y solo se escuda detrás de mi padre intentando no mirarme fijamente, hay tirado en el suelo.
-Te escucho – dejo escapar el humo en un largo suspiro.
Tomo aire e intento rehacer la cadena de eventos que nos han llevado a todo esto. Sorbí la sangre que me escurría por la nariz y me estire febril mente en el suelo,  perdiéndome en  la araña de cristal que colgaba del techo.
Era tarde y apenas había salido de la escuela, ese día tuve que quedarme a limpiar el material que habíamos ocupado en la práctica de laboratorio pero los profesores me pidieron ayuda para etiquetar unos reactivos. Ya terminadas mis tareas en la escuela me dirigía a casa pero algo dentro me hizo querer tomar un camino diferente no importando que eran las 6 de la tarde y el sol comenzaba a lanzar esos rayos naranjas como advertencia de su pronta retirada. Tome el camino largo por Plan de San Luis solo para pasar por el parque. Todo era normal nada fuera de lo común, los niños jugando en los columpios y unos cuantos chicos de la secundaria cercana se batían a duelo en una reta de fútbol. Sin nada que llamara mi atención saque mi ipod y me puse los audífonos.
Ahí fue cuando comenzó
Seguí con lo mío tarareando las canciones una tras otra. Dejando el parque detrás, aventuran dome a las largas calles. Pero con la sensación de que alguien me seguía, pero no me preocupaba. Por esa zona hay varios policías y patrullas, y si algo llegara a pasar es tan fácil como apresurar el paso y encontrar a un policía en la siguiente esquina. Pero aun con ese consuelo la sensación de bienestar no regresaba a mí, saque el ipod y puse la cámara frontal, discretamente eche un vistazo detrás de mí. Pero grande fue mi sorpresa cuando no vi a nadie. Metí el aparato en el bolsillo y apresure el paso, pero el sentimiento persistía, hasta que me arme de valor y a unos pocos pasos antes de llegar a la esquina me di la vuelta sin aviso alguno.
Nada,  solo el camino de siempre adornado con los altos arboles por los que se filtraba el sol, o por lo menos era lo único que yo veía. Me quite los audífonos y los metí en mi bolsillo. De entre los árboles se oía la risa muy queda de un niño. Me quede inmóvil unos segundos buscando el origen de la risa hasta que lo encontré escondido de una forma ridícula detrás de un árbol como en las caricaturas.
-Que susto que me diste…- suspiro de alivio- ¿Qué estás haciendo escondido?
No hubo respuesta, pero si otra carcajada infantil que callo con las manos. Me busco en los bolsillos intentando ver si aún me queda algún dulce de los que acostumbro llevar en la mochila. Valla que debo parecer un secuestrador ofreciéndole dulces a un niño para que salga de su escondite. Encuentro una paleta y sin decirle una sola palabra sale de su escondite con solo ver el caramelo.
Cuando sale de su escondite lo primero en lo que se centra mi mirada son sus andrajosas y desgastadas ropas. Se acerca y lo puedo ver mejor, lleva puestos unos tenis rotor que parecen no ser de su número, un pantalón rojo y una camisa de manga larga con varios agujeros encima que en mejores épocas parecía ser blanca o de un gris muy claro. Con una piel oscurecida por la mugre de las calles.
-Gasiiiiias- me recito sin un buen control del idioma aun.
Le ofrezco una sonrisa y le agito el cabello con cariño. Levanta la cabeza con una rigidez poco común para su edad. Algo no me gustaba en toda esta escena dejando de lado que este niño es callejero como puede estar solo por la calle a esta hora. Levanta la cara y me enseña unos hermosos ojos verdes con las pupilas muy dilatadas y la mirada perdida. Abre la paleta y se la come como si nada.
-¡No!... me la dieron  mi – voltea y le grita a alguien inexistente a su lado.
Un escalofrió me nace de la nuca y me recorre la espalda.
Me toma por la camisa fuertemente como temiendo que me fuera.
-¡Oye!- se nota el tono de asco en mi voz pero no me importa- me tengo que ir pero tú disfruta de tu paleta.
Tira la paleta al suelo y se aprieta el estómago con ambas manos.
-¡Hauuuu… mi panza!
Se va resbalando poco a poco por mis piernas hasta que queda tirado de rodillas frente a mí. No sé me ocurre que hacer pero si alguien pasa por aquí no creo que se tomen a bien como nos vemos en este momento. A sí que lo único que se me ocurre es mover lo con la punta del pie como si se tratara de un animal.
-Vamos levántate.
Me sujeta del pantalón y le comienzan unas arcadas que ya parecía que el estómago se le saldría por la boca. Y sin previo aviso me vomita por completo los zapatos. El asco ahora es mío pero la indignación es más fuerte que yo, me doy la vuelta y me sacudo los pestilentes pies, pero solo logro ensuciarme el pantalón en el intento.
Hago un esfuerzo por no gritarle pero parece que alguien más tubo esa idea.
-Tu chingado muchacho- le gritaba alguien desde el otro lado de la calle.
En seguida enderezo la espalda y me viro.  Un hombre como de 1.8  fornido y con una chaqueta  de cuero negro se encaminaba asía donde estábamos. Se veía enojado. En la mano llevaba  una bolsa blanca con el logo de una farmacia.
Entonces fue cuando todo tomaba sentido. Baje la mirada y el niño se estaba retorciéndose  sin control en el suelo. El sujeto al verlo comenzó a  correr mientras sacaba un frasco de la bolsa. Las palabras de mi profesor resonaban en mi cabeza.
“Jarabe para la tos”
El niño no dejaba de retorcerse. Pero yo seguía sin saber qué hacer. Con el tipo cada vez más cerca más rápido los nervios se apoderaban de mí.  Un paso más cerca. Mis pensamientos no eran claros, solo eran ideas tontas y descabelladas. Meto la mano en mi bolsillo y sujeto el teléfono- y si se trata de lo que mi maestro nos contó y no solo se trataba de una leyenda urbana- lo solté al ver que se encontraba más cerca. Baje la cabeza, al niño le brotaba sangre de la boca pero no hacia ningún ruido- parece que se mordió la lengua - en su lugar solo quería alcanzar su paleta como si fuera la jeringuilla de un adicto.
Sin nada en la cabeza más que el temor por averiguar si la historia era cierta, lo tome del brazo y lo levante con fuerza. Un crujido resonó en mis oídos pero lo di por sentado. Lo cargue en brazos y comencé a correr tan rápido como me era posible. El olor a bilis y comida semi digerida impregnaba por completo al niño pero le perdí el asco en el segundo en el que me vi envuelto en una persecución por salvarlo de lo que sería un horrendo destino
-¡Detente maldito!- me gritaba el hombre mientras me perseguía-  ¡Policía…policía!
Eso es maldito llama a la policía para que termines pudriéndote en la cárcel. Corro y corro pero no encuentro la forma de perder lo. Giro la cabeza con la ilusión de ya no tener a nadie detrás, pero solo me doy cuenta de que un par de uniformados se le unió, pero no entiendo por qué me prosiguen, a él es al que deberían de agarrar.  Les doy la espalda y apresuro el paso lo más que puedo. Miro al niño que parece estar mejor pero dormido.
-¡Párate cabron!- me gritan mientras se nota que pierden el aliento
Intento perder los entre las calles pero el temor me izo una mala jugada y me tope de cara a la rejas que amurallaban las vías del  tren. Las observo y de un momento a otro solo puedo pensar en lo rápido que corrí desde Plan de San Luis hasta las vías de Jardín.
Voltee de nuevo pero no estaban, tal vez los perdí en unas de las tantas vueltas que di pero no deben de tardar en dar con migo. Siento como el corazón del niño late  tan rápido que parce un zumbido. Solo hay dos formas de escapar por el puente peatonal  que cruza sobre las vías o por el túnel para salir a la voca 6.  El constante sonido del claxon de la gente esperando a subir al puente, me molesta y altera.  Fuertes pisadas se escuchan detrás de mí,  intento ignorarlas pero solo me hacen incapaz de penar. El puente ya no se ve tan mal. Comienzo a subir pero ya en la marcha me queda claro mi error, son tres pisos de rampa en zigzag para lograr cruzarle, ya en el segundo soy capaz de divisar a los policías retomando el aliento en el inicio de la rampa opuesta. Uno de ellos sostenía un radio entra las manos - siempre pensé que lo llevaban colgando de la camisa como en las películas pero este lo llevaba en el cinturón- ya a la mitad del puente entiendo la importancia del radio. Del otro lado del puente había 3 policías sabiendo con rapidez por la rampa. Doy la vuelta pero el hombre de negro viene detrás, solo que su rostro estaba deformado por la ira. La ira causada por alguien que le quiere quitar su cómoda forma de vida.
Me quedo sin opciones, volteo de un lugar a otro pero como quiera que lo vea estoy acorralado, puedo ver  claramente el justo sierra a través de la malla rota. Los policías se acercan cada vez más pero mis piernas flaquean y no saben qué hacer, me asomo por el agujero y la caída no parece ser muy larga por lo mucho serán unos 3 metro nada que no allá saltando retándome con mis amigos. Cada vez más cerca no se me ocurre otra cosa que no se saltar. Dejo caer la mochila sin soltar al niño pero se me dificulta y me la dejo puesta, bajo la cabeza y parece que está despertando.
-Bien… si queremos salir bien librados tenemos que ir uno por uno.
Saco al niño por el oyó de la malla y lo sujeto con fuerza.
-¡Intenta doblar las rodillas cuando caigas!- le grito mientras lo suelto.
Lo suelto sin decirle nada más. Pensándolo bien no fue una buena idea el niño se pudo romper algo, pero los niños sanan más rápido que los adultos así que no lo notara y cuando menos se dé cuenta estará como nuevo. En fin yo sé que todo valió la pena, cuando solté al niño este solamente me respondió con una cálida sonrisa, el solo hecho de pensar en que le regrese la libertad que le fue arrebatada me llena y me hace sentir aliviado.  El hombre se detuvo en seco llevándose las manos a la cabeza.
Es mi oportunidad. Abro más el agujero para ser capaz de pasar por el sin cortarme con los alambres, paso los pies primero, con todo el cuerpo del otro lado solo me falta el valor para saltar. No quiero mirar a bajo, no por el niño sino por el temor de que loa caída sea más alto de lo previsto. Doblo las rodillas y me lanzo con los ojos cerrados pero un tirón me acobarda y me sostengo del barandal solo con las puntas de los dedos. Lentamente me elevo, pero no es parte de un truco de magia. El hombre de la chaqueta me estaba levantando por la mochila. Lo tengo de frente, pero no era ira lo que se plasmaba en su cara en su lugar eso era un rostro remojado en lágrimas y mocos.  Los policías se acercan. Le propino un cabezazo  en la cara pero ni así me logro librear, se logró aferrar fuertemente de la mochila. Sin otra alternativa  levanto los brazos y me escurro entre las correas de la mochila con una sonrisa burlona.
Le di el consejo al niño pero me costó seguirlo, al tocar el suelo apenas reaccione y sentí toda la fuerza del impacto recorrerme las rodillas. Levanto la cabeza y los policías están deteniendo al hombre que me quiere seguir,- hasta que al fin notan su error -  comienzo a correr sin mirar atrás sin fijarme siquiera si el niño se encontraba bien. Si aprovecho la oportunidad que le di será su problema.
-¡Tu escóndete mientras yo los distraigo!- le grito apresurando el paso.
Corrí y corrí,  sin saber realmente si me seguían persiguiendo, yo solo seguía corriendo con lágrimas en los ojos. Pero no de tristeza estas lágrimas eran mi recompensa. Recompensa, ese sentimiento único que solo los héroes tienen el placer de sentir.
-Y al final eso fue lo que paso-deje escapar un suspiro después de la larga narración.
Mi padre se levanta aún más molesto que antes. Cierro los ojos esperando que me felicite o queme de una paliza pero sea cual sea el motivo me ahorrare el trabajo de tirarme al piso ya sea por orgullo o por el dolor.
El sonido de las fuertes pisadas cesa pero se opaca rápidamente por fuertes golpes en la puerta, el sonido de la torreta de policía inunda la calle el sonido de autos frenando cerca de la casa me desconcierta. Mi padre me pide que me levante pero no le hago caso y me quedo en el suelo. Se escucha el sonido de la puerta abriendo. No logro entender de lo que hablan pero una de las voces me es muy familiar.
-Señor Mendhoza- la voz resuena por el silencio que domino la casa de un momento a otro.
-Soy yo, cual es el problema oficial.
- Hemos venido a tomar a David Mendhoza en custodia por el homicidio del infante Diego Reyes.
-Como,… pero esto debe de ser un error – se le quiebra la voz
El oficial aclaro la voz
-Señor esta tarde yo fui testigo del asesinato del niño, después de una persecución en la que el niño le fue arrebatado a su padre en un descuido, pude ver como su hijo arrojo al niño de un puente peatonal. Además de la declaración del padre y de cuatro oficiales más que presenciaron el acto tenemos la mochila de su hijo con tosas sus credenciales.
Sigo sin levantarme del suelo, saco el ipod y me pongo los audífonos, ya no me interesa mucho la conversación que poco a poco se vuelven gritos y forcejeos del policía para entrar a detenerme. Afuera se escucha un gran alboroto pero ya no es solo el sonido de las sirenas, ya son voces y murmullos lo que llegan hasta mis oídos. La araña de cristal se ilumina con la luz de la torreta de la patrulla, mientras las palabras homicidio resuenan en mi cabeza.
Yo solo quería ayudar a un niño pero por el contrario me acusan de matarlo, que loca puede estar la gente. Me pasó la lengua por el labio solo para probar la sangre. El oficial pudo más que mi padre y me levanta con un exceso de fuerza arrebatándome los audífonos y tirándolos al suelo junto con el aparato. Me comienzan a decir mis derechos y toda esa sarta de palabrería que pasan en las películas pero lo paso de largo. Me sacan a empujones y pequeños golpes en las costillas hasta  llegar a la calle donde la aglomeración de gente es mayor de lo que creía. Todos fijan sus miradas en mí. Haciendo juicios e ideas erróneas.
- ¡Yo no soy un asesino!... en todo caso la culpa la tiene el hombre que alquilaba al niño, como es posible que haya matado a alguien que por dentro se notaba que ya estaba más que muerto.
Le grito a la multitud pero estos hacen caso omiso a mis argumentos, ellos solo siguen hay del otro lado del cristal de la patrulla haciéndose ala idea de que por años han vivido en la misma calle con un asesino de niños. Una niña me señalaba con el dedo, yo solo le sonreí pero su madre la aparto rápidamente de en medio y se unió a los insultos que me lanzaban todos. El auto arranca  pero la única que derrama lágrimas es mi madre que estaba bajo el cobijo de mi padre con una penetrante y fija mirada de desprecio. Sus labios se movían recitando lo que tal vez sean las ultimas palabras que me dirija, no logro saber qué es lo que dicen pero en el fondo yo sé que eran de aliento para seguir ayudando a los niños.
Ya en la patrulla me busque en los bolsillos y saque una paleta. Decidí  tomar una siesta, yo no le debía nada a nadie.
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-¿Te gusta así?- Dijo una voz misteriosa y masculina.
Me encontraba en una habitación oscura, atada en suspensión y a mi alrededor podía notar la presencia de varias personas, pero no verlas. De repente, mientras me hallaba con los ojos cerrados, sentí como una tenue y débil luz se encendía.
-Habéis hecho un buen trabajo chicos podéis iros- Dijo una presencia qué se encontrabs detrás de mí, a la cuál no podía visualizar desde mi angulo. Miré a mi alrededor y la habitación era horrenda, muebles viejos, suelo sucio y siquiera había lámpara en el techo, era una simple bombilla sucia qué parecía qué en cualquier momento iba a caerse. Los tres hombres qué se encontraban en la habitación, salieron y cerraron la puerta con llave. De repente, sentí a alguien acercarse a mí y acariciar mi cara por atrás.
-¿Estas preparada?- La voz misteriosa ahora apareció ante mí. Era un hombre asiático, con el cabello rubio decolorado y cicatrizes en su rostro, portaba un traje llamativo con estilo. Para qué mentir, me encantó desde el segundo uno.
-¿Cómo te llamas?- Preguntó, mientras me acariciaba el rostro.
Débilmente dije mi nombre y soltó una leve carcajada.
-Pues espero Gemma, qué estés preparada-
Sin más dilación, tapó mi boca con un trapo sucio y me hizo mirarle fijamente a los ojos. Se acercó a mi cara y lamió mis mejillas de forma lasciva y lujuriosa, mientras con sus manos rasgaba un poco la piel de mis senos. Cuando lamía mi mejilla, pude sentir cómo el piercing de la punta de su lengua me hacía cosquillas, no pude evitar imaginar qué podría hacer ese artilugio en otras partes.
De repente, un punzante dolor se adentró en mi pecho, no pude evitar intentar agachar mi cabeza para mirar de donde provenía el dolor pero no podía, por culpa de las cuerdas. Cerré los ojos cómo impotencia de no poder saber de donde provenía el dolor y de nuevo apareció, una y otra vez, hasta siete veces. El dolor era casi inaguantable, tenía ganas de llorar y gritar, lo segundo no pude hacerlo, pero lo primero sí. Le sujeto, al ver caer mis lágrimas, se puso de cuclillas sobre mí y sacó de sus bolsillos algo qué fue totalmente inesperado para mí, agujas.
-¿Serás capaz de aguantar más?- Me preguntó el sujeto, mientras reía como un enfermo.
Empezó a clavar más agujas por todo mi cuerpo, sin contar las partes íntimas, el dolor aumentaba cada vez más, tanto qué al final sentía tanto calor y sufrimiento, qué empecé a sollozar.
-Oh... ¿Estás llorando? Pues espérate a ver esto- El extraño de rubios cabellos, sacó de otro de sus bolsillos una cuchilla y suavemente sentí cómo cortaba uno de mis brazos, no era un corte muy profundo pero sí lo suficiente cómo para sangrar.
-¿Conoces la tortuta de los mil cortes en China?-
Al escuchar eso mi cara puso una expresión de horror y miedo, asentí con la cabeza e intenté rogarle todo lo que pude.
-No seré tan cruel contigo por ahora, rebajare el número de cortes bastante, solo serán cincuenta-
Así, comenzó a hacer pequeños cortes sobre mi cuerpo de profundidad media, el calor invadía mi cuerpo y podía oler el hedor a hierro de mi sangre. El suelo estaba lleno de pequeñas gotitas de mí líquido carmesí y el sujeto ahora, lamía mí espalda mientras se bebía las gotas de mi sangre. De repente, se posó delante de mí, en posición de cuclillas mientras me cogía de la cara y me daba bofetones, obligando a mirarle. En un momento dado, cuando le estaba mirando, posó uno de sus dedos en mi vagina.
-¡Oh! ¿Estas mojada?- En su cara pude ver la expresión de confusión y asombro. Lógicamente, no esperaba qué el insoportable dolor qué me había propinado me produciera tal placer y excitación.
Empezó a soltar las cuerdas, hasta dejarme caer al suelo, solamente para ponerme a cuatro patas contra el suelo y llamar de nuevo a sus guardas.
-¿No vas a acabar con ella, señor Kakihara?- Preguntó uno de sus matones mientras me ataba en una nueva posición.
-No, quiero divertirme más-
Los matones salieron de la habitación, dejándome atada en una sucia y vieja cama de la habitación, en posición de animal. Kakihara, quitó la venda de mi boca.
-Ahora sí quiero escuchar los gritos de placer qué antes me he perdido-
-Kakihara- Dije, mientras movía mis caderas sin querer debido a la excitación. Él se encontraba sentado en la cama, ahora me miraba de forma extraña.
-Tocame por favor-Le pedí, mientras repito, mis caderas s eintentaban mover y sentía mis partes íntimas bastante húmedas.
-No lo haré, ruega un poco más- Dijo.
De repente, sentí un golpe seco en mi culo, un roce de cuerdas qué picaban y escocian, era un látigo improvisado con cuerdas.
-Cuenta los golpes, perra- Me pidió mi verdugo. Le obedecí, conté cada uno de los golpes qué cada vez se hacían más fuertes, hasta llegar a treinta y tres, sentía mí culo ardiendo y también sangre deslizándose por mis pantorrillas. Repentinamente, Kakihara metió sus dedos en mí vagina y comenzó a moverlos fuertes, y ¡Dios!, lo hacía tan bien, qué no pude evitar correrme a los pocos minutos y sollozar del placer.
-Señor Kakihara, quiero más- Le rogue, ya qué sentí qué se separaba de mí. Él se acercó a mi cara y me miró sorprendido y excitado. Me acercó su bulto del pantalón a mi cara y lo restregó, como un simple reflejo, lamí sus pantalones por fuera y pude sentir cómo su mirada se calmaba y se mordía el labio inferior.
-Aún no- Dijo y se apartó rápidamente. Súbitamente sentí cómo su lengua lamía mi vagina lentamente, mientras masturbaba mi culo y me daba pequeñas descsrgas eléctricas con unas pinzas qué había puesto en mis pezones. De nuevo, solamente tardé en correeme unos minutos. Kakihara, retiró las pinzas de mis pezones y los puso en mis partes íntimas, mientras me acercaba su bulto de nuevo a mi cara. Le miré desfiante y lujuriosa y él me devolvió una mirada aún más libida. Mientras le miraba desafiante y él se quitaba la correa, bajé la cremallera de sus pantalones con mi lengua, él, al ver qué hacía aquello, se excitó aún más y pegó mi cara a su paquete. De repente, sacó sus partes y las introdució en su boca, me cogía del cabello tan fuerte qué parecía que se.me fuese a despegar el pelo del cuero cabelludo. Sentía cómo se estemecía y gimoteba de placer, casi sin poder evitarlo, finalmente, me dio un bofetón en la cara y se corrió en ella.
-Ahora soy yo el qué quiere más- Dijo, mientras me sonreía.
Inmediatamente, me mordió el cuello a tal nivel qué también comencé a sangrar. Quitó los aparatos de electricidad de mi vagina y me propinó unos cuántos azotes más, pero está vez con su correa. Cuando se cansó, me desató de la cama y me tumbó sobre ella, mirándole. Comenzó a toquetear todo mi cuerpo y a mirarme fijamente, hasta qué de repente me besó apasionadamente, gesto qué para nada esperaba.
-Hacía mucho tiempo qué nadie reaccionaba así ante mis torturas, no eres consciente de cómo me he divertido contigo, pequeña ramera- Dijo, mientras me cogía del cuello y me asfixiaba. Le miré, mordiendome el labio y respondí, "Te amo". En ese instante, me sonrío descarsdamente y propinó una bofetada a.mi rostro ran fuerte, qué casi me mareé. De forma brusca y agresiva, me giró y me puso a cuatro patas de nuevo, mientras me cogía con una de sus manos las dos muñecas. Pude sentir como con la otra mano se desabrochaba el pantalón. Lamió mi culo y mi vagina y de nuevo, su artilugio, su peculiar piercing hacía qué el placer fuera muchísimo mejor. Súbitamente y sin a penas darme cuenta, metió su pene en mí vagina y comenzó a moverse de forma rápida y agresiva, mientras me agarraba del cuero cabelludo tan fuerte cómo antes. Yo gimoteaba y no podía creer el placer qué estaba experimentando, estaba a punto de tener un gran orgasmo, cuando de repente sacó su parte de mí vagina y lo introdujo en la parte trasera, en esa parte "prohibida". No pude evitar soltar un pequeño grito, ya qué fue totalmente inesperado y repentino.
-Pequeña cerda- Dijo, mientras ahora me agarraba del cuello y me asfixiaba. Sentí cómo echaba su líquido varonil encima de mi culo y seguía asfixiandome, debido s esto, y al insano placer, caí rendida, me desmayé.
Bastante rato después, me desperté y seguía en aquella cama sucia, sin atar e impregnada de sudor. No había luz y era de noche. Me giré súbitamente y sentí la respiración de alguien, Kakihara estaba durmiendo a mi lado, me había perdonado la vida, y además, se encontraba durmiendo a mi lado.
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deriviant88 · 6 years
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Compasión.
Si tu compasión no                                                                                                  te incluye a ti mismo                                                                                                es incompleta
El arte en el que se desempeña una persona la caracteriza de modo único, el mercenario  desatando la ira de las armas se podía considerar como un maestro en acción, ataques perfectos dejaban a la vista lo inútil que eran los esfuerzos de los comandos que allí morían, la compasión no existía en el vocabulario de Deimen Guck sus víctimas no tocaban el piso sin parar de sentir sufrimiento.
Solo hasta que el miedo acorraló a los que morían, de las filas uno salió en su defensa, no vestía armadura, no había lugar en su vocabulario para temor, NoaH es el mejor de los agentes y estaba a punto de toparse con su peor dolor de cabeza. Interceptó a Deimen en una sala donde los comandos habían abandonado, las luces de toda la instalación se encendieron Guck desecho los visores nocturnos frente a él un hombrecito en traje de oficina se erguía orgullosamente sus ojos eran un misterio tras los lentes de sol.
-¡oye! Tú, cuatro ojos ¿trabajas aquí? , dile a tu jefe que los oficiales de seguridad son unos buenos para nada.-
Ignorando las cualidades de NoaH siguió preguntando.
-¿Cómo se llama este lugar?, quién demonios construye edificios en medio de la nada, bueno eso no importa en menos de lo que el sol se asoma será escombros.-
Tan solo un puñado de estos soldados se llenó de valor y le hicieron compañía al agente, tan aterrados como se podía estar ante ese demonio de una mirada y larga cabelleras plateadas oyeron espantados las siguientes palabras brotar de su boca:
-ha llegado la hora, nuevamente e de cargar la guadaña de la muerte y el estandarte de la devastación, es cuando me muevo como una sombra, a arrasar como un coloso, es hora de arrebatar vidas ajenas pues este apetito no cesa mi vida no tiene cuidado, díganme quien de esas siluetas puede sobresalir más que yo que seré el único en el silencio. -
El mercenario se movía como un torpedo, salto sobre el pequeño escuadrón, las balas no lo alcanzaron para él era como si las luciérnagas atravesaran el aire a su alrededor
-Los romperé como a un papel, ¿Por qué insisten? -
Tomo a uno de ellos por el cuello degollándolo y usado como escudo el compañero frente a él descarga su arma en vano, y termina fulminado por cinco tiros en el vientre todos a quema ropa, otra solo puede ver cómo termina con una bala entre las cejas, dos más solo pueden gritar y morir al perder los brazos junto con los seguros de sus granadas de mano, miren a un hombre perder la cabeza de una patada, esto es solo una muestra de cuál es su pericia con el gatillo un despliegue maniático de muchos disparos certeros no quedaron muchos siquiera enteros para tocar el piso los proyectiles calientes y las navajas afiladas se robaron la escena, todo junto hasta el último y agobiante suspiro.
El último en pie de todos en el despojos era NoaH que veía como su rival desencajaba las cuchillas del pecho de un hombre muerto
Aunque no le anonadaba lo ahogada que estaban aquellas armas seguía allí impasible, camino hacia el agente sacudiendo las navajas lo miro con curiosidad y le habló.
-te contare una historia porque hasta ahora me caes bien, es sobre un sueño que tuve te lo diré lo más prosaico que pueda para que logres entenderme.-
De un temor a una fantasía. Ningún otro ser humano había podido adentrarse en la mente  de tal ser y aunque se lograse tal meta que cosas se escondería en los rincones de un hombre que solo estaba hecho para tareas tan horribles.
-Vagaba sin temor por un valle negro en busca de esperanza, esta tierra sin dueño ni nombre me aguardaba con los brazos abiertos de la muerte.
Su río arrojaba aguas sucias y turbias, la vida la había abandonado completamente, me levante del fango de sus orillas para mirar a lo lejos un castillo en ruinas, y me fije entonces que con el soplar del viento las bocas de las ventanas escupían  nubes de cenizas que se marchaban por los cielos como fantasmas, oscuros ángeles queriendo llegar al cielo.
Estas visiones te producirían temores tales, cuales  paralizarían tu sangre.
Hasta aquí llego el sopor de ese día. La luna se derramaba sobre las ruinas, y aquellas ruinas desvencijadas son un monstruo que me traga, tenía que pasar la noche en su interior. Me recogía en una  esquina y me arropaba con la oscuridad casi inmerso en una tumba pero cómodo como un bebe en su cuna.-
Después de la agitación  y de tan desconsolador relato que se podía decir que los que continuaban vivos tales palabras secaron sus gargantas.
Deimen caminando hacia NoaH tan fresco como las hortalizas de un mercado le comentaba como de tanto matar y correr le cansaba se detuvo justo a su lado donde enfundo sus instrumento. Y le dijo al oído.
-mira amigo las vieja EpsilaZ y KaribdiS podrían seguir toda la noche, aunque me falta la mitad de mis herramientas no dejo por nada la sutileza de las armas de fuego, la pistola que traes no se ha disparado todavía no veo la molestia en que me la prestes. -
Se acercó con vana sutileza justo al lado del cauto agente, en cuanto se inclinó para tomar la pistola este reaccionó tan rápido como su contra parte que en tan solo un instante giraron quedando uno frente al otro el mercenario le apuntaba con el arma mientras que NoaH sonreía  
-¿sonríes ante tu muerte?, parece que tienes mucha confianza. Dime porque.-
El hombrecito frente a él sonreía, levanto su mano para mostrarle que poseía el proveedor de la dichosa pistola
-que lastima yo tengo el cargador y tu una arma vacía.-
-ya veo, pero si supieras más de armamentística sabrías el peso que debería tener el cargador con su paquete completo de balas las cuales tengo yo. -
Deimen Guck abrió su otra mano soltando sus proyectiles y con la pistola aun en la otra mano asestó un potente puñetazo al rostro del agente, ante tal acto desenfundó otra pistola que ya poseía y con la misma fuerza introdujo la pistola en la boca de Deimen Guck. Cuando se dispuso a oprimir el gatillo del arma Guck cerró sus fauces con tal fuerza que logró arrebatarle el arma de fuego.
Un hombre tras ellos aprovechando el pasmo del agente abrió fuego contra el enemigo con la misma agilidad que había desempeñado hasta ahora, eludió los proyectiles con fina gracia.
El mercenario lo ultimó de tiro en la con el arma que había tomado de las manos de NoaH
-simplemente debes ser el mejor de todos aquí porque estos inútiles caen por todos lados como moscas-
Le dijo Deimen Guck con arrogancia, pero sobre todo al mercenario le gustan las exigencias y este agente representaba un reto.
-¿Qué clase de asesino eres? Matas sin contemplación, no reconoces tú objetivo, sin embargo has llegado muy lejos, me temo que no saldrás vivo de esta por eso te diré dónde te encuentras esta es la instalación Oliverio de investigaciones, fue abandonada en los setenta tras un extraño accidente donde desaparecieron todos los ocupantes de forma misteriosa. -
El mercenario se rascaba la cabeza ante tal explicación siendo obvio que no era de su interés.
-un asesino es un asesino no importa la forma en que lo veas tus comentarios me importan un pepino, idiota no vine aquí a escuchar historias el tiempo se me agota y tú eres un estorbo, terminemos con esto de una vez tranquilo lo hare lento para gozarlo pero tú no compartirás el sentimiento. -
El silencio fue breve ambos contrincantes se abalanzaron uno sobre él otro el retumbar de los golpes era tan fuerte que recorría los pasillos circundantes, en tan solo un descuido Guck descargó un puño con tal fuerza para percatarse como la cabeza del agente daba vuelta y se mantenía en pie.
-por lo general cuando los golpeo así todos caen muertos.-
Se decía el asesino viendo como el sujeto ante él se devolvía la cabeza a su posición  
-y a mí me tachan de monstruo.-
Casi instantáneamente recuperando la lucidez demostró tener una fuerza tan impresionante como la de su oponente con una patada velos lo lanzó al otro extremo de aquella sala, salió corriendo tras él, pero donde debía encontrarse no lo halló prosiguió cerca de un muro en cuanto se detuvo dos fuertes brazos atravesaron las paredes y lo arrastraron al cuarto contiguo el agente estaba confundido no tuvo tiempo para comprender como había logrado tal proeza cuando su cuerpo entero atravesó otro muro más y otro donde quedo incrustado de pies a cabeza su enemigo frente a él afilaba las punzantes navajas, no podía moverse y entonces aquel hombre se proyectó contra el agente con ambas navajas una puñalada doble letal y aun así NoaH no sangraba.
-¿de que estas hecho tu acaso no traes sangre en las venas porque si no es así no es divertido?-
El agente se encontraba inmovilizado, aprisionado contra la pared mientras veía como su verdugo empuñaba otro gran puñal y con la brutalidad y sadismo que sus ojos plateados demostraban le atravesó de lado alado pero seguía vivo.
-eres un bastardo desgraciado, solo espera a que me libere y te moleré a golpes-
El mercenario se regodeaba con el dolor de su víctima, su risa se podía escuchar por todas las habitaciones  y producía un escalofrió en los soldados apostados en las esquinas.
-no lo sé pero eres un hijo de perra resistente, porque cualquier otro a estas alturas ya estaría muerto.-
Deimen Guck lo tomo por el cuello y lo arrastró por el piso hacia un delgado puente que atravesaba la plaza allí se disponía a quitarle la cabeza de un tajo se levantó con violencia y en el momento de liberar el zarpazo un estruendo partió el silencio de la escena, un poder invisible atravesó a Guck y lanzándolo lejos de su presa, intento levantarse de nuevo pero un nuevo impacto lo redujo y otro y otro más quien disparaba del gatillo Quería verlo hecho pedazos.
-Dime amigo, ¿acaso es alguno de tus cabronasos disparándome desde esa azotea con un maldito rifle de precisión antitanque? Porque ya me enoje, los disparos de esa mierda duelen muchísimo. -
El asesino aún no se hallaba derrotado, a NoaH solo le espeluznaba la manera en la que podía continuar con tales heridas, la sangre escurría por borbotones. Camino hacia el agente levantó su mano y totalmente poseído por la locura descargo la furia de su estocada.  
Su víctima sin duda se retorcía pero no gritaba, sinceramente le desconcertaba a Deimen tan desconsiderada acción, agregado a ello su cuerpo sangraba, si el sufrimiento del agente NoaH no haría salir al francotirador el mismo tendría que hacerlo salir, ¿Tan preparados estaban ellos para morir qué simplemente dejarían un compañero en apuros con tal de cumplir su misión? Al mercenario le ardía la sangre, solo una vez en su vida había pasado por una experiencia así. No desde la incursión al bastión de Roatán y la base de misiles de Utica las armas rugieron todo el día hasta el anochecer solo la calma cayo cuando todo ceso ante el amanecer del día siguiente.
-Oh que recuerdos, casi había olvidado ese momento-
Se decía el mercenario así mismo recordando el pasado, pero se detuvo.
-¿acaso busco dentro de mí una fijación en el pasado? vivo el presente como única realidad, escucha…entrelazo los malos momentos y los dejo ir en la noche donde se avecina el mañana.-
Qué clase de juego juega este asesino, de repente y sin avisar el agente se arrojó encima de Guck entrelazando sus brazos alrededor de su cuello apretando. Si estrangulándolo cumplía con su objetivo nada más importaría, Deimen no entro en pánico así que corrió a toda marcha contra el muro ambos se impactaron con fuerza atravesaron los ladrillos hacia la habitación continua pero el agente no se soltaba y seguía apretando a su rival no se detendría allí así  que continuo ¿cuántas paredes soportaría hasta liberarse de NoaH? Siguió corriendo atravesando muro tras muro solo chocando con una pared metálica arreglo el asunto, fue todo una sorpresa el toparse con una así, a muchos le sorprendería hallar muros de acero en un simple edificio de oficinas pero Deimen Guck ya había pasado por cosas similares y esto simplemente no le importaba.
-haber sin con un tiro, te arranco la cabeza te mueres cabrón porque ya me tienes harto, maldito incompetente de mierda–
Desenfundó el arma en el instante óptimo para tirar, algo lo distrajo un fuerte retumbar se acercaba a ellos un destello casi lo siega y el piso temblaba, una jauría de misiles se aproximaba, no se podía evitarlos cuando hicieron contacto el estruendo hizo eco en todo el lugar y provocando que el techo se les viniera abajo.
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satanisvilian · 6 years
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Por mi madre Tania: Absurda justicia
En el pueblo de Natterville, en la época donde la justicia no era cumplida, el “jefe” del pueblo era abusado y un verdugo (con el poder de este caso, su pistola), gobernaba a los vivientes a su antojo,  era un día más de muertes injustas.
Cinco personas (en el orden: hombre, mujer, mujer, hombre, hombre), atadas de manos y pies, iban a ser castigadas, sin razón coherente alguna, sólo vivían sus vidas. Pero los que castigos merecían, se escapaban. En este lugar la justicia no era cumplida.
-¿Cuál fue tu crimen? –Preguntó Timukas, el verdugo del pueblo.
-Robé… para alimentar a mis hijos, pues soy su único sustento. –Contestó con la cabeza en alto y respondiendo a la mirada del verdugo.
-Lástima que ya no tendrán padre. No te preocupes, nos encargaremos de ellos. Despídete. –Volteó con los dos niños y después regresó hacia el hombre. –Adiós. –Disparó y le dio en una parte del pecho. El hombre murió. –Ahora, ¿quién sigue? –Dio unos pasos y se paró frente a la primera mujer. -¿Por qué está aquí tan hermosa dama? –Preguntó.
-Subí el tono de voz a mi esposo. –Respondió si mirarle a los ojos.
-¡Qué falta de respeto! –Alzó el verdugo la voz. –Dime hermosa mujer, ¿te arrepientes de ello?
La mujer volteó a ver a su esposo, que se encontraba entre los presentes. Miró a Timukas por unos segundos y después dirigió su mirada al suelo. –No. –Respondió.
-Lástima. Pude haberte salvado. –Le disparó a la mujer cerca del corazón. –Y tenemos a otra bella mujer. –Se puso frente a ella. –Y tú, ¿por qué estás aquí?
-Estuve leyendo algunos libros. Me descubrieron. –Dijo con un tono tranquilo, sin preocupación alguna.
-¡Qué atrevida! –Se mostró Timukas ofendido. -¡Bien sabes que a ustedes no se les tiene permitido! No puedo ni verte. –Exageró. Simplemente apuntó hacia ella y le disparó. –Ahora, ¿A quién tendremos por aquí? Sólo dos más para ir a almorzar. –Se paró frente al siguiente, esta vez, era un chico de unos, veintiún años.
-Ninguno. –Respondió sin miedo el joven de nombre Maclane.
-¿Ninguno? ¡¿Ninguno?! ¡¿Cómo que ninguno?!  -Se exaltó Timukas. -¡No castigamos a la gente por nada, chico insolente! ¿Cuál fue tu crimen? –Se acercó y le dio una cachetada.
-Ya le dije. Ninguno. –Respondió nuevamente.
-¿Qué pretendes? ¿Hacernos quedar como unos injustos? ¡Habla!
-Ser feliz, eso hice. Tratar de vivir mi felicidad.
-¿Pero qué rayos dices? ¡No castigamos a la gente por ser feliz! ¿Qué diablos hiciste? ¡Dilo! –Lo golpeó en el estómago, para obligarlo a hablar.
-¿De qué hablas tú? ¡Sólo traté de ser feliz! –Dijo con dificultad; el golpe le había sacado el aire.
-De ser feliz con él –Dijo Helpanto, el ayudante del verdugo. Señaló al chico de enseguida.
-¡Oh, ya veo! –Exclamó Timukas. -¡Tenemos un par de maricas! ¡Qué asco me dan! ¿Ser feliz? ¡¿Ser feliz?! ¡Ja! ¡Hombres debieron de ser! ¿Por qué mentías? –Dirigió su mirada a Maclane, esperando a que éste le respondiera.
-No mentí. Sólo era feliz.
-Claro… ya veo. Veamos si eres feliz con esto. –Dio unos pasos y le disparó en el estómago al chico que estaba a su lado.
-¡No! –Exclamó Maclane con dolor.
-¿Te gusta? ¡Sé feliz con eso! –Disparó de nuevo al chico, pero esta vez, en la cabeza.
-¡Ferghuss! –Gritó Maclane desconsoladamente. Comenzó a llorar. -¡Ferghuss!
-¿Te gustó? –Comenzó a reír con cinismo. –Te concederé un deseo. Háblale a tus hermanos. –Señalo a dos chicos idénticos, que estaban también presentes. Eran trillizos.
-Haldane, Odale. Chicos, perdón. –Dijo con lágrimas en los ojos.
-¡Maclane! ¡Tú eres inocente! –Gritó Haldane. Su hermano, Odale, le tapó la boca, pues gritar eso era un acto contra la autoridad.
-¡Sean felices! –Gritó Maclane.
-Oh, es suficiente. –Dijo Timukas cansado y le disparó a Maclane en medio de los ojos. –Hemos terminado. –Se dio la vuelta, y se fue.
-¡Maclane! –Gritó Haldane, soltándose de Odale y fue corriendo a tomar el cuerpo de su hermano.
-Ven aquí, Haldane. –Dijo Odale. –Él ya está muerto.
-¡Es nuestro hermano! –Respondió entre sollozos. –No podemos dejarlo.
Odale se acercó a Haldane y al cuerpo de Maclane. Se agachó para hablarle al hermano que aún le queda. –Esto es una ofensa para nuestra familia. No nos quedaremos con la manos cruzadas. Vengaremos su muerte, lo juro.
***
 Pasaron varios días. Estaba Haldane en su humilde casa: dos simples cuartos, ventanas sin vidrios, nada de términos arquitectónicos, sólo simple paredes de concreto. Había poca iluminación, hacía juego con la sencillez (y ahora tristeza) del espacio.
Entró Odale y dejó un morral con un par de pescados sobre la mesa de madera que estaba enseguida de la puerta.
- Odale, estuve pensado las cosas. –Dijo tratando de tener la atención de su hermano. -Hay que ir a buscar al Lywyd (el encargado de los pueblos; una clase de “presidente”) y decirle todo lo que pasa en este lugar.
-¿De qué servirá? –Preguntó -¡Las  cosas continuarán igual! ¡Nada va a cambiar! Además, nos atraparán. Recuerda que nadie sale de aquí.
-¡Gente inocente no puede seguir muriendo! ¡Las causas que tiene el Starosta para mandar a matar a esas personas, son realmente absurdas! ¿Viste a esos niños? –Dijo con dolor en su voz- ¡Se quedaron sin padre, Odale! ¡Mataron a nuestro hermano!, ¡Frente a nosotros!
-¡El Starosta no es el problema! –Exclamó molesto -¡Es el Timukas! ¡Él rige este pueblo!
-¡Por eso hay que ir por el Lywyd! –Respondió
- Ve tú, si quieres. –Dijo con un tono de voz más calmado.-No conseguirás ni más ni menos conmigo.
-Hazlo por tu hermano, Odale. Su muerte no será en vano.
-Exacto. –Respondió decidido.  -Vengaré la muerte de Maclane, a mi manera.
-¿Qué harás, Odale?        
- Déjame hacer lo mío y tú haz lo tuyo. Nos veremos de nuevo, ¿no? –Tomó una bolsa y la espalda que perteneció a varias generaciones de su familia. –Nos veremos pronto, Haldane. Cuídate. –Se acercó a su hermano y le dio un abrazo de despedida. –Hasta luego. –Se dio la vuelta y salió de la casa.
***
Haldane se las ingenió para poder salir del pueblo horas después de que Odale se fue de casa con una bolsa y la espada. Emprendió un duro viaje de varios días hacia el Gran Pueblo para buscar al Lywyd y pedir justicia para el viejo pueblo de Natterville.
Llegó a la oficina del Lywyd. No le permitían entrar, pero finalmente logró convencer a los encargados de la seguridad del Lywyd y le dieron oportunidad.
-Señor Lywyd, agradezco profundamente que me aceptara. Sé que está muy ocupado, así que seré directo y breve. Vengo de Natterville. Las cosas allá están muy mal. El Starosta condena a muchas personas por absurdas razones; “leer libros” ¿Desde cuándo es eso un crimen? Según tengo entendido, la igualdad entre las personas se estableció en la última batalla, hace unos años, ¿lo recuerda?  
-¿Qué te hizo a ti, muchacho? –Preguntó el Lywyd.-Corriste el riesgo de venir hasta acá. Se ve que tienes buen corazón, pero algo te pasó. Nadie, por más bueno que sea, pondría su vida en riesgo por esas personas. Otro, en tu lugar, habría escapado de ahí. Tú pudiste hacerlo y estás aquí.
-Puede que sea el uno en mil. De hecho, sí arriesgué mi vida por esas personas. No pueden estar muriendo… ¡dejaron a un par de niños sin padre! Lo peor… ¡lo mataron frente a ellos! Por eso y otras cosas más estoy aquí, señor. Pero también tiene usted razón, me hicieron algo a mí. –Agachó la cabeza y recordó aquél día, donde vio por última vez a Maclane. -Mataron a uno de mis hermanos. Sólo por ser feliz. No quiero que su muerte ni la de las personas que murieron ese día, quede en vano, señor. Estoy aquí para pedirle de la más humilde manera, que haga algo al respecto.
-Admiro tu valor, hijo. Eres mucho más valiente que aquél que trae una pistola en la mano. Sólo por ti, pospondré todos mis planes. Regresaremos ahora mismo a Natterville y nos traeremos al Starosta y al Timukas para castigarles cómo se merecen.
-Muchas gracias, señor. Me hace bien saber que todo lo que ha pasado, la muerte de esas personas, la de mi hermano y el viaje hasta acá, no será en vano.
-Claro que no. Y se te será bien recompensado –Salió de su oficina; sus guardias y Haldane lo siguieron.
En un bosque, cerca del pueblo, se encontraban el Timukas y el Helpanto. Unas botellas de cerveza los acompañaban. Estaban en una de esas típicas charlas machistas de poco intelecto.
Odale llegó furioso.
-¡Timukas! ¡Timukas! ¡A ti te estaba buscando maldito bastardo!
-¡¿Cómo te atreves, niño estúpido?! –Respondió Timukas y se levantó de donde estaba sentado.  -¡Mañana será tu cabeza la primera que ruede! ¿Qué diablos quieres?
-¡Vine a vengar la muerte de mi hermano! ¡Sé que tú la ordenaste! ¡Tú has estado amenazando al Starosta y lo has estado manipulando a tu antojo! ¡Lo usas como un maldito títere y matas a gente inocente!
-No te pongas tan cursi como tus hermanos, Odale. –Comenzó a molestarlo. -Creí que tú eras el hombre. ¿O acaso saliste igual de marica que Maclane? ¡Dime!
-¡Te arrepentirás por todo lo que has hecho! ¡En especial por lo que acabas de decir! ¡Maclane no murió en vano! ¿Sabes por qué?
-Estoy muerto de la curiosidad. –Respondió Timukas con sarcasmo.
-¡Hoy su muerte será vengada! ¡Y pagarás con sangre! ¡Pagarás cada una de las muertes de todas esas personas inocentes! ¡Tu cuerpo no será suficiente para recibir el mismo dolor que causaste!
-Te crees un hombre… ¡y apenas llegas a un niño! Qué pena que tu padre tuviera un trío de débiles. ¿Sabes? ¡Él fue el último en morir! ¡Él era un verdadero hombre! Pero… yo pude más que él –Sonrió con cinismo.
-¡Hijo de…! –Corrió hacia él y comenzó a enterrarle la espada. Timukas no pudo tomar su pistola y cayó frente a Odale -¿Cuál fue tu crimen? –Puso la espada en el cuello del verdugo. Lo miraba con gran furia. -¡Dilo! –Le ordenó.
-Ninguno. –Respondió tranquilo
-Con que ninguno, ¿eh? –Disminuyó su voz. -De acuerdo. ¿Te arrepientes?
-No. Ya te dije que no cometí ningún crimen.
-¿Ningún crimen? –Preguntó molesto-¡¿Ninguno?! –Exclamó aún más molesto. -Qué lástima… -le enterró la espada justo en el corazón-…pude haberte salvado. –Se dio la vuelta y dio unos pasos, en busca del fiel compañero de verdugo ahora muerto- ¿Helpanto? ¡¿Helpanto?! ¡Huiste como rata, maldito! –Regresó al cuerpo y tomó la espada. Sacó unos frascos de su bolsa y comenzó a llenarlos con la sangre de Timukas.
Días después, Odale estaba en su casa, limpiando la espada que utilizó para matar al Timukas. En eso, entró Haldane feliz. Se alegró más cuando vio a su hermano así, pero estaba desconcertado por verlo limpiar la espada.
-¡Odale!, ¡Odale! ¡Lo logré! ¡El Lywyd está aquí! –Dijo Haldane alegre.
-Me alegro por ti. –Respondió con un tono serio, típico de él.
-Gracias. ¿Qué haces con eso? –Señaló la espada- ¿Por qué la estás limpiando? –Se detuvo unos segundos antes de continuar. -¿Qué hiciste con ella?
-Vengar la muerte de Maclane
-¿De qué hablas?
-Eres demasiado inocente para entenderlo. Lo único que debes saber, es que hay que salir de este pueblo, ¡ya!
-Eso es imposible. No abandonaré este lugar. Por más injusto que sea, aquí nací, aquí crecí, aquí murieron nuestros padres, aquí… murió Maclane.
-Y aquí moriremos nosotros si no nos vamos. ¡Vámonos de aquí, Haldane! ¡Quiero largarme de aquí! No puedo hacerlo sin ti.
-¡¿Y por qué no te vas si tanto lo quieres?!
-¡Porque le prometí a nuestros padres que los cuidaría! Ya fallé una vez con Maclane. No puedo hacerlo también contigo.
-Las cosas serán diferentes ahora, Odale. El Lywyd está aquí. Se llevará al Starosta, al Timukas y al Helpanto.
-Creo que no podrá llevarse al Timukas -sacó los frascos con sangre de su bolsa.
-¿Qué es eso, Odale?
-El trofeo que tanto anhelaba. –Observó los frascos y después dirigió su mirada a su hermano. - Aquí, se encuentra la sangre de ese maldito que tanto daño hizo. Te dije que vengaría la muerte de Maclane -le entregó un frasco a Haldane-. Conserva esto y recuerda que a veces, tú tienes que hacer valer tu propia justicia.
-Pero no de esta manera. –Ofreció el frasco de vuelta -No puedo tenerlo, lo siento.
-Consérvalo. –Dijo, poniendo la mano de su hermano que sostenía el frasco, en su pecho -Por Maclane.
Haldane pensó un poco. Después de unos segundos, respondió. -Sólo por Maclane.
-Excelente. Ahora, debemos irnos.
-Lo siento, pero no puedo irme. Ahora seré yo el Starosta. El Lywyd me recompensará por mi valentía… o algo como eso comentó. Quédate, Odale, No serás castigado por lo que le hiciste al Timukas; al contrario, sé que pedirán que se te recompense también.
-No puedo continuar aquí, Haldane. Tengo que irme. Por lo menos, por algún tiempo. Tal vez regrese. No estoy huyendo, es sólo que debo prepararme por si es que pienso pasar mis últimos días aquí, en Natterville.
-No puedes abandonarme, Odale. Ya perdí a Maclane. Tú no puedes dejarme.
-Estos últimos días has demostrado que eres un verdadero hombre. –Se acercó a Haldane y tomó sus hombros. -Tuviste la valentía de gritar por todos, y fuiste escuchado. Hiciste el verdadero cambio. Todos aquí tendrán una mejor vida bajo tu mando, lo sé.
-Gracias, Odale. Pero, por favor, no me dejes. Te necesito.
-Y yo necesito que tú me entiendas. Mira, hagamos algo. Prometo que regresaré. ¿En cuánto tiempo? No sé, pero regresaré. Prometo que conoceré a mis sobrinos. –Sonrió al decir lo último.
-¿Sobrinos? ¿De qué hablas? –Preguntó confundido.
-Eres un chico apuesto, inteligente y valiente; te sobrarán pretendientes. Pero a lo que me refiero es… se feliz y permíteme a mí serlo. Mi felicidad tal vez se encuentre fuera de este lugar y no lo sabré si no me dejas ir.
-Tienes razón. Entonces… vete. Se feliz. Por Maclane -apretó el frasco con sangre y miró hacia arriba.
-Por Maclane.-Sonrió. -Ven acá -se acercó y abrazó fuertemente a su hermano. Le dio unas palmaditas y después se alejó. -Quiero que me acompañes a un lugar antes de emprender mi viaje.
-A donde quieras. –Respondió Haldane.
***
En el cementerio del pueblo, Haldane y Odale estaban frente a una tumba, la de sus padres, y ahora, también la de su hermano. Odale comenzó a escribir con la sangre del Timukas la palabra “Iustitia” (justicia) y Haldane terminó la frase escribiendo “ómnibus” (para todos).
-Listo. Ya quedó. Ahora debo irme. –Dijo Odale.
-Por supuesto. Adelante. Cuídate, Odale. Regresa cuando lo necesites. Yo te esperaré, hermano. Gracias.
-¿Gracias? ¿Por qué?
-La venganza de Maclane, por cuidarme, por protegerme. Por hacerme entender que hay que hacer feliz. A memoria de Maclane.
-No agradezcas. Fue mi deber.
-Festina, mox nox (apresúrate, pronto es de noche).
-Claro. Hasta pronto. –Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida del cementerio.
Mientras Haldane veía cómo su hermano se alejaba, miles de pensamientos pasaban por su mente: “Ninguna persona ha de obtener ventaja de su propio mal.” Esto pude aprenderlo de Odale, que hizo valer su justicia y vengó la muerte de Maclane. Muchas veces, cuando no eres escuchado y eres castigado, debes encontrar la forma de hacerte valer. La justicia, existe. En un muy viejo rincón, pero existe. “Hágase la justicia, aunque para ello se destruya el mundo.” A cada hombre, lo que corresponde.  Pero hay que tener presente: no hagas a los demás, lo que no quieres que te hagan a ti, pues el primer paso para tener paz, es la justicia, y el primer fundamento de la justicia… es no dañar a nadie.
FIN DE ABSURDA JUSTICIA.
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guardialobo · 7 years
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Testimonio en escarlata
Hacía solo veinticuatro horas desde que la Guardia del Lobo se había encastillado en la Isla de Fenris y el trabajo para acondicionarla era ingente. Quizá los esbirros de los Donfield estuvieran dispuestos a vivir en unas ruinas incomunicadas, pero los huargen necesitaban garantías de que aquel lugar resistiría un asedio.
—Los muros se caen a pedazos, lord Lobonegro —Había objetado Marley—. El agua del lago está estancada y contaminada. Las provisiones no son suficientes para una estancia prolongada. Si pasa una fuerza aérea Renegada, nos avistará…
Tras solucionar punto por punto la mayoría de las quejas de su teniente, instalando una alberca, diseñando una ruta de vuelo segura para el traslado de suministros y elaborando un complicado plan de ocultación y defensa, Marrok se desplomó, agotado, en una de las esteras. Llevaba casi dos días sin dormir y el cansancio, sumado a su reciente lesión, le comenzaba a pasar factura.
“No puedo mover un músculo”, pensó. Y era verdad: le dolía hasta al respirar. A pesar de que se había medicado abundantemente, la herida del costado aún le molestaba.
Entonces vio la bolsa que había traído consigo. La tanteó con la garra y sacó un pequeño estuche en el que guardaba sus medicinas… y otras sustancias no tan saludables. En uno de los frasquitos dormía una sustancia de color rojizo, destilada por él mismo. Lo cató fijamente, lo acarició con los dedos, y cuando estaba a punto de ingerirlo…
—¿Señor? —inquirió el teniente Marley.
Marrok Lobonegro escondió el bebedizo en su palma y fingió buscar un inocente remedio.
—¿Estás bien, Marrok? —preguntó.
—Sí. Buscaba algo para dormir. Eso es todo —mintió—. ¿Qué ocurre?
El teniente Marley lo miró con escepticismo, mas no siguió por esa ruta.
—El prisionero ha despertado y está lúcido. Lo hemos alimentado y dado de beber, como ordenaste. Desea hablar contigo de inmediato. Quizá no aguante mucho en pie: está muy débil.
—Gracias por avisarme, Marley.
El Señor Lobo ocultó los estimulantes en un bolsillo, se incorporó con pesadez y caminó hacia los calabozos.
Un viejo sacerdote le esperaba allí abajo. Le habían proporcionado una silla y una alfombra roñosa con un cojín y una manta para que reposase. Tenía un cántaro de agua a su diestra y algunas viandas envueltas cerca. Estaba arrodillado, en actitud piadosa, orando con voz queda.
—Me alegra que hayas recobrado las fuerzas —Lo saludó Marrok—. Hablemos, padre.
El hombre concluyó su plegaria y tomó asiento, despacio. Era considerablemente más mayor que Marrok. Observaba al líder de la Guardia del Lobo con un sosiego increíble, cual si no supiera que su destino dependía de la información que podía proporcionar, o como si no le importase lo más mínimo.
—Por eso he pedido que te buscasen, joven. Siéntate conmigo: tú tampoco estás para muchos trotes, precisamente.
El Cruzado Escarlata dirigió la vista con perspicacia al flanco de Marrok. Este enarcó las cejas.
“¿Tan obvio es”, se interrogó a sí mismo.
—No, descuida, no soy médico. No del cuerpo, al menos, sino del alma. Pero puedo sentir tu turbación, la lucha feroz que estás librando con una dolencia. No sé cuál, pero sí sé que se concentra en uno de los costados.
—No serás médico, mas eres bastante observador.
—Me he dedicado a la contemplación piadosa desde antes de que nacieras. He aprendido mucho sobre los misterios de la Luz… y de los hombres. Por ejemplo, sé que estáis aquí por el Libro de los Siete Sellos, ¿me equivoco?
Aquellas muestras de inteligencia inquietaban a Marrok. ¿Cómo iba a llevar la delantera en la conversación si su oponente ya conocía cuáles eran sus intenciones y sus intereses? Suspiró y sonrió. “Entonces estamos en tablas”. Se sentó frente a él.
—Mucha gente busca el Libro de los Siete Sellos estos días —afirmó vagamente el Señor Lobo.
—No tanta. Aunque sí la orden de la Muerte Pálida.
—Veo que estás muy bien informado, padre. ¿Por eso te capturó esta banda de maleantes?
El Cruzado Escarlata frunció el entrecejo y sonrió con extrañeza.
—¿Capturarme? Yo los acompañé motu proprio. Dijeron que querían recuperar el Libro de los Siete Sellos. Supongo que para vendérselo a esos caballeros de la Muerte Pálida: no han dejado de aparecer una y otra vez en las charlas del joven Donfield con su esposa.
—¿Los conocías? —preguntó Marrok, realmente intrigado.
—Y tanto. Fui el confesor de su padre durante algunos años. ¿Sabes que fue él quien nos donó el pergamino? Qué ironía que ahora el hijo pródigo quisiese reclamarlo; aunque sus fines no fueran para nada honestos.
El Señor Lobo miró arriba, abajo, a las cuatro paredes de la mazmorra. “¿Quién es este viejo?”.
—Soy el padre James Lightwell, lord Lobonegro —El interpelado alzó las orejas con asombro—. Tú y la Guardia del Lobo gozáis de cierta reputación entre los Cruzados Escarlata: hay quien piensa que no sois mejores que los monstruos con los que combatís; otros creen que seríais grandes aliados circunstanciales; y alguno incluso se ha planteado desertar para sumarse a vosotros, pero ese es un secreto que confío que me guardes.
Marrok tuvo un acceso de hilaridad. Aquel anciano, James Lightwell, con su verdugo delante de él, no temía a nada y hasta se permitía bromear. Le caía bien. Sonrió.
—¿Por qué no le revelaste dónde se encontraba el Libro de los Siete Sellos?
—¿No es evidente? Porque me engañó. Traicionó mi fe en él al traficar con los siervos de la Sombra. Aparte, porque no lo sé con certeza.
El Señor Lobo arqueó el cuello. Lo miró con escepticismo.
—Los padres del Monasterio Escarlata hicimos un pacto, hace años: en vista de que la Plaga estaba a punto de arrasar la región, decidimos mantener todas las reliquias posibles lejos de su alcance. Algunas podíamos protegerlas en la abadía, pero no es astuto dejar todos los huevos en una misma canasta, ¿verdad, Señor Lobo?
—Si atacaban la abadía, a la postre se apoderarían de todos los tesoros de la misma. Como un zorro hurgando en un nido —razonó Marrok. Era estrategia militar del nivel más elemental.
—Eso es. Tú y los tuyos tenéis más luces que el pobre Maurice. Por eso me he determinado a ayudaros —Tosió.
—¿Por qué? ¿No recelas del uso que haremos del Libro de los Siete Sellos?
El padre Lightwell rio a carcajadas, tan solo correspondidas por el eco de la estancia.
—¡Pues claro que lo hago! Pero tengo que elegir entre dos males y os prefiero a vosotros. Algunos, por esta razón, me consideran un hereje. Solo soy un hombre práctico.
—¿Dónde habéis ocultado el Libro de los Siete Sellos, James?
—En una cripta de los Claros de Tirisfal, elegida al azar. Los hermanos que trasladaron el pergamino se arrebataron voluntariamente la vida para que nadie más conociera el secreto.
Marrok Lobonegro estuvo a punto de aullar una risotada. “Esto parece una puta conspiración”, meditó para su fuero interno. Y quizá lo fuese.
—¿Y cómo vamos a reconocerla? Pues será que no hay cementerios en los Claros de Tirisfal.
—De eso hablaremos más tarde, Señor Lobo —Tosió de nuevo. Las energías lo abandonaban. Alargó la mano hacia una manta y se vistió con ella—. Antes de nada he de contarte algo relevante sobre la naturaleza del Libro de los Siete Sellos.
—Muy bien, adelante —Accedió Marrok.
—Durante siglos, la Iglesia de la Luz creyó que un poder así no debía ser desatado —Principió a narrar—. Algunos pretendieron olvidarlo o lo tildaron de superstición, tranquilizando así sus conciencias y rebajando el evangelio de santa Johanna a la categoría de un papel viejo y arrugado. Originariamente, el Libro de los Siete Sellos poseía siete sellos, como dice su nombre, siete sellos que lo resguardaban e impedían su lectura. Todo aquel que trató de retirarlos por la fuerza fue contestado por la propia Luz, castigado a arder en sus llamas de justicia.
“Vaya con los religiosos”, discurrió Marrok, que nunca había sido devoto.
—Con todo, cuando llegó a nuestras manos, uno de los sellos ya había desaparecido —Lord Lobonegro torció el hocico—. No sabemos cuál ni en qué circunstancias, pero no estaba. Tras examinar las inscripciones del resto de sellos minuciosamente, pudimos indagar sus nombres: “peste, guerra, engaño, terror, muerte y renacimiento”.
—Parece una oda a la Plaga —apuntó Marrok.
—Una premonición, ¿verdad? Durante muchos años he supuesto lo mismo. Santa Johanna poseía una claridad de visión que aún a día de hoy me aterra. Pero no es ahí donde quería llegar…
—Te escucho.
—Un sello más se esfumó en el transcurso de la invasión de la Plaga: “peste”. Parece ser que los acontecimientos externos tienen algo que ver con la forma en que los sellos se desvanecen.
“Interesante”, pensó Marrok.
—Entonces quedan cinco sellos —dedujo—. A no ser que ya hayan sustraído el pergamino.
—Sí, eso es… —afirmó el padre Lightwell, aclarándose la garganta.
—¿Por qué no lo empleasteis en su momento?
—No estábamos seguros de cómo funcionaba. Incluso hubo quien acusó al Libro de los Siete Sellos de ser una especie de presagio maléfico. Yo era partidario de utilizarlo, pero los demás padres convinieron en que era peligroso usarlo sin más estudio. Ahora la mayoría de ellos descansan en el seno de la Luz; que ella los ampare —agregó, y casi se podía percibir un deje de sorna, o de revancha, en el acento exageradamente afligido del padre.
—Así que para posibilitar la lectura del Libro de los Siete Sellos primero hay que realizar lo que se dice en cada uno de los mismos —resumió Marrok—. O tal vez…
—¿O tal vez…? —Repitió el padre, esbozando una tímida sonrisa.
—O tal vez sea una profecía destinada a cumplirse, mal que nos pese, y estemos condenados a sufrir las calamidades que pronostica de un modo u otro.
La sonrisa del Cruzado Escarlata se afianzó en su rostro. Asintió.
—Piensas igual que yo, lord Lobonegro. Cuidado: la Cruzada Escarlata me calificó de apóstata precisamente por ese tipo de ideas.
—Padre Lightwell, te confesaré un secreto: no soy un huargen de fe. Así que lo que la Cruzada Escarlata, la Iglesia de la Luz Sagrada o los propios naaru opinen de mí, me resulta indiferente.
—Te estimas más huargen que humano, ya veo.
—¿Hay algún problema con eso?
—Varios. Pero incluso las bestias pueden servir a la voluntad de la Luz. En otras circunstancias, el Señor Lobo lo habría golpeado. Le habría arañado su semblante avejentado y fanfarrón, extrañamente apacible, o incluso lo habría obligado a transformarse en huargen con el objeto de hacerle pasar por el mismo trance. Pero no fue el caso: todavía lo juzgaba lo suficientemente útil como para matarlo y no se fiaba de él tanto como para otorgarle un don tan bendito.
Por su lado, al anciano le entró un acceso de tos que lo tiró al suelo. Marrok no hizo ademán de asistirlo, sino que se quedó contemplándolo altivamente, sonriendo.
—Estoy bien, estoy bien.
—Cuidado, padre. Has adoptado la postura de las bestias: a cuatro patas —Se burló—. No quiera la Luz que pronto te conviertas en una.
El padre Lightwell no pudo replicar. Se ahogaba con sus toses.
—Haré que venga alguien a atenderte —intervino el huargen—. Ya reanudaremos la conversación más tarde y me referirás exactamente cómo localizar esa tumba.
El Señor Lobo se levantó y le dio la espalda, abandonándolo a una fragorosa y enfermiza tos, y ascendió por las escaleras. Cuando ya estuvo en los dormitorios, notó que el pulso le temblaba a él también y que su lesión no era menos grave que la del sacerdote.
“Estás al límite”, se dijo.
Abrió la botellita que antes había guardado y la condujo a su morro. En el último segundo, cuando el líquido apenas si había rozado sus labios con su sabor agrio, dudó. Recordó la expresión preocupada de Fauna, la solicitud que le hizo y la promesa que contrajo él: “no tomaré más estimulantes de los indispensables, Fauna”. Aquel era un momento crítico: debía organizar batidas de los Aterranoche por los Claros de Tirisfal e incluso liderar él mismo alguna. No podía consentirse flaquear. No debía.
A la imagen de Fauna se sobrepuso otra: la del caballero Renegado que le había insertado su acero por una hendidura de la coraza. Se acordó de su frialdad, de la impasibilidad con que había atado a Comehuesos a su corcel para arrastrarlo por la tierra, como un bulto, quitándole la vida de una manera sucia, desmoralizadora y espectacular…
Se descubrió a sí mismo sonriendo. Él habría actuado justamente igual y por eso lo aborrecía. Su enemigo era como él y no iba a tolerar que lo derrotase de nuevo.
Con decisión, aferró la ampolla y tragó todo su contenido. Se sintió rejuvenecer, extasiado, pletórico de energía por el efecto de las drogas.
Metió el recipiente vacío en el estuche y se dio la vuelta. Fauna, la Fauna de verdad, lo observaba con ojos tristes desde el umbral de los aposentos.
—Fauna…
La líder del Cónclave Gris ladeó la cabeza, se dio la vuelta y se marchó pausadamente.
Y entonces, Marrok Lobonegro, señor de la Guardia del Lobo, comprendió que las sustancias almacenadas en un cristal no podían arreglarlo todo. Media hora más tarde, halló el entendimiento que le faltaba en una amarga copa de güisqui, trocando así el vidrio mentiroso de la redoma por la certeza inapelable de la botella de alcohol.
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