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revistasentimental · 2 years
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EL NEOFUTURISMO YA ESTÁ AQUÍ (OTRA VEZ) ARTE FEO QUÉ RICO EN ARTWEEK 2.0
Por Verana Codina
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Váya que nadie estaba preparadx para el segundo round de la temporada más love/hate de todas: la semana del arte en CDMX. Tras un pequeño contratiempo, la feria de arte Material pospuso su fecha de apertura —originalmente agendada en febrero junto con Zona Maco— para finales del mes de abril. Con un cambio de sede, pasaron de un edificio como el Frontón México en la colonia Tabacalera, a una antigua fábrica de textiles ubicada en la Atlampa. Si nos ponemos simplistas, podemos decir que se movieron de un edificio bello e ilustre, a uno ‘feo’ y roto; de una zona céntrica y bonita, a una remota y ‘abandonada’ —o al menos esa era la perspectiva de muchos de los visitantes acostumbrados a la centralización de una ciudad que empieza en la Condesa y termina en la Roma—.
Cuando pongo entre comillas feo —en el caso del arte— o abandonada —en el caso de la colonia— lo hago porque me ayudan a acentuarlas como categorías estéticas que hemos tomado y hemos doblado para que desde la definición original se enfatice su significado aunque como algo favorable. Creo que ya superamos —por lo menos por ahora— la belleza como valor exclusivo del buen gusto, dando paso cada vez más a la posibilidad de lo ‘feo’ o lo raro, lo no conocido. Venimos atravesando un momento cúspide en el que pareciera que las categorías rígidas e inamovibles desaparecen para dar lugar a lo inter, multi, trans, queer, no binario.
Algunos de los motivos, temas o materialidades presentes en parte de la obra expuesta tanto adentro como en exposiciones fuera de la feria comparten una obsesión y deseo por la posibilidad de un mundo donde converge lo múltiple. Desde un burro-coche que sirve pulque, pasando por una Alexandra Drewchin aka Eartheater más cercana a los aliens que a los humanos, continuando con los cuerpos distorsionados, largos, contorsionados en las pinturas de Samuel Guerrero, a la par de las corporalidades artificialmente creadas de Julio Aquino, siguiendo con los óleos chorreantes de libido de Brittany Shepherd y terminando con el universo de imágenes y materiales viscerales del dúo ASMA.
En un momento del fin de semana, mientras veíamos una pintura de la artista argentina Sofía Berakha donde aparece la figura de un Volvo, le dije a un coleccionista: ‘hoy todos están obsesionados con los coches’. Para quienes hayan visto en el cine Titane, la última película de la directora francesa Julia Ducournau, sabrán de lo que estoy hablando. El neofuturismo ya está aquí y no podemos escaparlo.
Este movimiento utópico surge a finales del siglo xx, primero en la arquitectura y pronto se mueve al diseño y al arte. Como su nombre lo indica, toma ciertos valores fundamentales del futurismo, un movimiento de vanguardia que buscó exaltar el mundo contemporáneo, glorificar la urbanidad, las máquinas, la velocidad y la guerra. A la vuelta del nuevo milenio, el neofuturismo, influenciado por la cibercultura, abrazó las posibilidades que abrieron la realidad virtual y la hiperconectividad. Esta interacción entre el humano y la tecnología, presente en nuevas corrientes y formatos como el ciberfeminismo, el bioarte, el arte digital, el net art, ayudó a configurar la estética posthumana cuyo fin es descentrar la especie, ubicándola entre cualquier otra forma de vida, para crear una armonía futura, especialmente en relación con los demás, con la naturaleza y lo que forma parte de ella.  
Lo no categorizable, lo natural y lo artificial, lo que es y no es biológicamente humano, lo cyborg, son condiciones de un futuro imaginado abierto a la posibilidad de fusión entre agentes y especies. En el caso de las más recientes pinturas de ASMA, ubicadas en el booth de Peana, se utilizan materiales industriales para crear paisajes psicoafectivos donde habitan todo tipo de objetos, plantas y elementos cuya organicidad solo se ve interrumpida por el uso de un material industrial como el silicón que genera una sensación más parecida a la que produce el body horror en el cine, un guácala qué rico.
Y si de escenarios alternos se trata, no podría dejar de mencionar Tartán, la exposición individual de la ya mencionada Sofía Berahka en la galería Lodos. Al recorrerla encontramos pinturas, donde se hace obvio su interés por la moda, las cuales mezclan patrones a rayas, cuadrículas y materiales como cadenas que envuelven el lienzo. Lo que se muestra en ellas sugiere la experiencia interna de la artista al transitar la ciudad, que a su vez la compara con la experiencia misma de pintar. Acompañadas de un texto, la artista reconstruye el recorrido por una urbe en la cual las formas que dan vida a edificios se transforman en pedazos de tela, perdiendo la distinción entre una ventana y un pantalón a cuadros.
Magdalena Petroni, presente entre los artistas de la exposición colectiva que inauguró la nueva galería General Expenses, también utiliza cadenas, ropa, retazos de tela y otros materiales como autopartes, latas, y exceso de pintura enchastrada para construir sus inquietantes esculturas. Mórbidas y perversas, convierten sus formas en insectos ciberpunk habitantes de la ciudad que desconciertan los sentidos.  
Hibridaciones como las de Maggie no paran ahí. Samuel Guerrero por su lado, con una habilidad técnica ejemplar, crea pinturas donde aparecen corporalidades que contorsionadas pierden el sentido de perspectiva para ganar misterio y curiosidad por lo desconocido. Sus extrañas figuras son quimeras maquínicas: cabeza humana, cuerpo de automóvil y cola de árbol, interrumpidas por un constante uso de motivos pertenecientes al imaginario actual que te devuelven a la realidad, haciendo de sus mundos un uncanny valley sin salida.
Si continuamos por el oscuro sendero de lo uncanny, encontramos las perturbantes artificiallygeneratedimages de Julio Aquino en la más reciente exposición de Relaciones Públicas. Las imágenes provienen originalmente de una cuenta de instagram con un usuario bajo el mismo nombre, conformado por un archivo de obra técnicamente creada por una inteligencia artificial. Para la muestra, las piezas salen de la digitalidad y son expuestas como pinturas de pequeño formato que recuerdan al delirante trabajo de Francis Bacon.
El recorrido aquí trazado muestra un imaginario en común que busca la inclusión de lo feo —lo deforme, lo desagradable, lo inquietante, lo otro— en circuitos, en este caso galerías, espacios de exhibición o una feria de arte, donde antes no se veía. Cuando digo arte feo qué rico doy cuenta de un panorama que ha sido alcanzado por lo que anteriormente desagradaba, y lo convierte —sin bajar la guardia porque cuando un lenguaje se reproduce tanto como para ser percibido dentro de lo que es considerado ‘normal’ puede comenzar a perder fuerza— en una victoria para los procesos de transformación y transmutación no solo de los cuerpos, sino también de la mente.
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revistasentimental · 2 years
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TRES POEMAS
Por Sofía Reyes
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1.
He muerto dos veces,
la segunda cuando te fuiste,
la primera cuando me tocó dejarte.
Tuve miedo, lloré,
escribí cartas dirigidas a nadie,
caminé horas y kilómetros,
fingí tanto que aprendí a hacerlo.
230 noches sin dormir,
muchas más buscándote dentro de mí.
No te encuentro, estoy vacía,
no parece pero sí lo estoy.
2.
NUBES
No me mandes a lo oscuro ya no quiero estar ahí.
Volando con las nubes
el otro día entendí mejor
que si reniego tampoco voy a llegar,
si me clavo flechas no me ayudo,
si me juzgas mejor ni me mires.
Volando con las nubes
vi a otros volar.
Volando espero que la vida
cambie su color,
azul es el favorito de mi mamá.
Las nubes se pusieron grises,
ahora si es de día
vamos a levantar a todos
¡Vamos a volar!
3.
Flautas brillos viento
¿Y si me voy?
Y si respiro y pienso bien,
veo la verdad
pero nadie más la ve.
Flautas brillos viento
¿Sigues ahí esperándote?
Yo ya me estoy quitando las espinas
estoy lista para escribir más,
voy a luchar por lo que escucho,
voy hacerle caso al tambor.
Flautas brillos viento
¿Será que he perdido mucho?
No me voy a ahorrar ni una sola letra.
Yo escucho, yo apoyo, yo busco
Yo quiero, yo me asusto
Yo me ahogo, yo estoy en lo profundo
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revistasentimental · 2 years
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PUNTO DE VISTA
Por Lucia Berlin
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Imaginemos «Tristeza», el cuento de Chéjov, en primera persona. Un anciano explicándonos que su hijo acaba de morir. Nos sentiríamos turbados, incómodos, incluso aburridos, y reaccionaríamos precisamente como los pasajeros del cochero en el relato. La voz imparcial de Chéjov, sin embargo, imbuye a ese hombre de dignidad. Absorbemos la compasión del autor por él, y nos conmueve en lo más hondo, si no la muerte del hijo, el hecho de que el viejo termine hablando con el caballo.
Creo que en el fondo es porque somos inseguros.
Quiero decir que si les presentara así a la mujer sobre la que estoy escribiendo…
«Soy una mujer de cincuenta y tantos años, soltera. Trabajo en la consulta de un médico. Vuelvo a casa en autobús. Los sábados voy a la lavandería y luego hago la compra en Lucky’s, recojo el Chronicle del domingo y me voy a casa», me dirían: eh, no me agobies.
En cambio, mi historia se abre con: «Cada sábado, después de la lavandería y el supermercado, Henrietta compraba el Chronicle del domingo». Ustedes escucharán todos y cada uno de los detalles compulsivos, obsesivos y aburridos de la vida de esta mujer solo porque está escrita en tercera persona. Caramba, pensarán, si el narrador cree que hay algo en esta patética criatura sobre lo que merezca la pena escribir, será que lo hay. Seguiré leyendo a ver qué pasa.
En realidad no pasa nada. La historia, de hecho, ni siquiera está escrita todavía. Sin embargo, aspiro a que, a fuerza de minuciosidad en el detalle, esta mujer les resulte tan creíble que no puedan evitar compadecerla.
La mayoría de los escritores utilizan accesorios y decorados de su propia vida. Por ejemplo, mi Henrietta toma cada noche una cena frugal en un mantelito, con exquisitos cubiertos macizos italianos de acero inoxidable. Un detalle curioso, que podría parecer contradictorio en esta mujer que recorta los vales de descuento de los rollos de papel de cocina, pero capta la atención del lector. O al menos espero que así sea.
Creo que no daré ninguna explicación en el relato. A mí, sin ir más lejos, me gusta comer con ese tipo de cubiertos elegante. El año pasado encargué un juego para seis comensales del catálogo navideño del Museo de Arte Moderno. Muy caro, cien dólares, pero pensé que merecía la pena. Tengo seis platos y seis sillas. A lo mejor daré una cena en casa, pensé en el momento. Resultó, sin embargo, que eran cien dólares por seis piezas. Dos tenedores, dos cuchillos, dos cucharas. Un juego individual. Me dio vergüenza devolverlos; pensé: bueno, a lo mejor el año que viene encargo otro.
Henrietta come con sus preciosos cubiertos y bebe vino de Calistoga en copa. Toma ensalada en un cuenco de madera y calienta una comida precocinada Lean Cuisine en un plato llano. Mientras cena, lee la sección «Cosas de este mundo», en la que todos los artículos parecen escritos por la misma persona.
Henrietta espera el lunes con impaciencia. Está enamorada del doctor B., el nefrólogo. Muchas enfermeras/secretarias están enamoradas de «sus» doctores. Una especie de síndrome Della Street.
El doctor B. está inspirado en el nefrólogo para el que trabajé durante un tiempo. No estaba enamorada de él, ni mucho menos. A veces bromeaba y decía que teníamos una relación amor-odio. Era un hombre tan detestable que sin duda me recordó cómo degeneran las aventuras amorosas, a veces.
Shirley, mi predecesora, sí que estaba enamorada de él. Me enseñó todos los regalos de cumpleaños que le había hecho. La maceta con la hiedra y la pequeña bicicleta de bronce. El espejo con el koala esmerilado. El estuche estilográfico. Me contó que al doctor le encantaron todos los regalos salvo el sillín de piel de borrego. Se lo tuvo que cambiar por unos guantes de ciclista.
En mi relato el doctor B. se burla de Henrietta cuando le regala el sillín, es sarcástico y cruel con ella, como sin duda podía ser en realidad. Ese sería el punto álgido de la historia, de hecho, cuando Henrietta se da cuenta del desprecio que siente por ella, de qué patético es su amor.
El día que empecé a trabajar allí, encargué camisones de papel. Shirley los utilizaba de algodón: «Cuadros azules para los chicos, flores rosas para las chicas». (La mayoría de nuestros pacientes eran tan viejos que usaban andadores.) Todos los fines de semana, Shirley cargaba con la ropa sucia y se la llevaba a casa en autobús, y no solo lavaba, sino que además la almidonaba y la planchaba. En eso anda ahora mi Henrietta… planchando en domingo, después de limpiar su apartamento.
Por supuesto buena parte de mi relato va de las costumbres de Henrietta. Costumbres. Quizá ni siquiera malas en sí mismas, sino tan arraigadas. Cada sábado, año tras año.
Cada domingo, Henrietta lee las páginas rosas. Primero el horóscopo, siempre en la página 16, como es costumbre de ese periódico. Normalmente los astros le traen a Henrietta noticias picantes. «Luna llena, sexy Escorpio, ¡y ya sabes qué significa! ¡Prepárate para que surja la chispa!».
Los domingos, después de limpiar y planchar, Henrietta prepara algo especial para cenar. Capón al horno. Un salteado instantáneo de Stove Top con salsa de arándanos. Guisantes a la crema. Una chocolatina Forever Yours de postre.
Después de lavar los platos, ve 60 Minutos. No es que le interese especialmente el programa. Le gustan los presentadores y tertulianos. Diana Sawyer, siempre distinguida y guapa, y los hombres, todos tan serios, fiables e implicados en los temas a debate. A Henrietta le gusta cómo mueven la cabeza con gesto taciturno, o sonríen cuando hay una situación divertida. Y sobre todo le gustan los primeros planos de la esfera del reloj. El minutero y el tictac del paso del tiempo.
Luego ve Se ha escrito un crimen, que no le gusta pero es lo único que hay.
Me está costando mucho escribir sobre el domingo. Plasmar la larga sensación de vacío de los domingos. Sin correo, las máquinas cortando el césped a lo lejos, la desesperanza.
O cómo describir que Henrietta se muere de ganas de que sea lunes por la mañana. El clic, clic, clic de los pedales de la bicicleta del doctor y el chasquido de la llave cuando se encierra en el despacho a ponerse su traje azul.
—¿Ha disfrutado del fin de semana? —le pregunta Henrietta.
Él nunca contesta. Nunca dice hola o adiós.
Cuando el doctor se marcha y sale con la bicicleta, ella le aguanta la puerta.
—¡Adiós! ¡Que se divierta! —dice sonriendo.
—¿Que me divierta? Por el amor de Dios, déjese de tonterías.
Aun así, por desagradable que sea con ella, Henrietta cree que existe un vínculo entre los dos. El doctor tiene un pie deforme, una pronunciada cojera, mientras que ella tiene escoliosis, una desviación en la columna. Una joroba, de hecho. Ella es tímida y vergonzosa, pero entiende que él pueda ser tan cáustico. Una vez le dijo que reunía las dos cualidades necesarias en una enfermera… Ser «estúpida y servil».
Después de Se ha escrito un crimen, Henrietta se da un baño, mimándose con perlas perfumadas de aroma floral.
Luego ve las noticias mientras se esparce la crema por la cara y las manos. Ha puesto agua para el té. Le gusta el parte meteorológico. Los pequeños soles sobre Nebraska y Dakota del Norte. Nubes de lluvia sobre Florida y Luisiana.
Se estira en la cama a tomar una infusión relajante. Echa de menos su vieja manta eléctrica con el regulador BAJO-MEDIO-ALTO. La que tiene ahora se anunciaba como la «manta eléctrica inteligente». La manta sabe que no hace frío, así que apenas se calienta. Ojalá se calentara de verdad y la reconfortara. ¡Demasiado lista, la condenada! A Henrietta se le escapa la risa. Suena chocante en el pequeño dormitorio.
Apaga el televisor mientras toma la infusión, escuchando los coches que entran y salen de la gasolinera Arco al otro lado de la calle. De vez en cuando un coche se para con un frenazo junto a la cabina telefónica. Después la puerta se cierra de golpe y el coche arranca y se aleja.
Oye un coche que se acerca despacio hacia los teléfonos. Dentro suena jazz a todo volumen. Henrietta apaga la luz y levanta la persiana junto a su cama, apenas una rendija. La ventana está empañada. En la radio del coche suena Lester Young. El hombre que habla por teléfono sujeta el auricular con la barbilla. Se pasa un pañuelo por la frente. Me apoyo en la repisa fría de la ventana y le observo. Escucho el suave saxo de «Polka Dots and Moonbeams». Escribo una palabra en el vidrio empañado. ¿Qué? ¿Mi nombre? ¿El de un hombre? ¿Henrietta? ¿Amor? Sea cual sea, la borro antes de que nadie la vea.
Lucia Berlin (1936-2004) De Manual para mujeres de la limpieza. Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino (Alfaguara, 2017).
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revistasentimental · 2 years
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DOS POEMAS
Por Sofía Ochola
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El desalojo
Se solicita bartender que sirva tragos sin preguntar,
preferentemente, que sea gordo sin amigos.
Se solicita también chofer,
sin prestigio, sin un peso,
que se lleve toda la mierda,
de una casa que ya no es casa.
Se solicita tipo para coger,
que no haga preguntas,
pero que sirva tragos,
de mano pesada.
Se solicita que AA,
no entre a casa.
Porque bebo,
hasta decir:
A mí, nadie, pero nadie,
me dice qué hacer,
para luego azotar
como res,
y planchar el piso del antro,
con todo el cuerpo,
canturreando por dentro:
una melodía,
que supera cualquier momento.
Se solicita tipo para coger,
para que me toque las marcas,
me bese las ojeras,
me acaricie las arrugas,
se solicita para que chupe estrías,
y trague vagina sabor yogurt,
para que vea moretones,
y me ahogue un rato.
Se solicita tipo para cogerme,
mis cosas, mis vísceras,
mis cabellos hundidos,
en el cráneo,
y el condón,
que no sirvió,
para dejarme sin existir,
se solicita para que esconda,
a todos los perros del mundo,
y elimine los vídeos de ellos,
y mate a los de peta,
y a los aguacates,
que me traiga girasoles,
y fresas para los pezones,
hielos para los pómulos,
solicitudes de empleo,
de color azul crayola,
para ser original.
Se solicita,
para gritar,
para cogerlo bien duro,
para aplastarle mis muslos,
con todo el peso de mis sentimientos,
para llorarle en la cara mientras me vengo,
para esperar un biberón con rivotril,
para buscar un dealer de floripondios,
y condones con ácido sulfúrico,
y cacerolas de leche lisérgica,
y amapolas,
para la habitación,
para el dealer,
para el chofer gordo,
sin amigos,
para todos los trabajos,
apestosos,
para el tipo que coge,
y sobre todo,
para el desalojo,
la casera,
y la casa,
y la calle,
y la casa,
o la calle,
y mi delirio,
o la realidad,
el simple desalojo.
¡Contigo!
Ahora, quiero enlistar cosas con las que me puedo drogar,
será lo único que haga durante un mes completo, o algo así.
Me voy a drogar con telarañas, leyendo a Juan Gelman,
Me voy a drogar con discos compactos hechos polvo,
Me voy a drogar con hilos de plátanos desecados,
Me voy a drogar con amapolas, escuchando Octopus,
Me voy a drogar con el trasero de tu hija, inhalando coca,
Me voy a drogar con nuez moscada, mirando tus ojos,
Me voy a drogar con televisión de los 90’s triturada,
Me voy a drogar con tus poemas y tu voz de niño,
Me voy a drogar con paracetamol y casi moriré de sobredosis,
Entonces comenzaré de nuevo, pero sin escalas,
Me drogaré con cadillacs color rojo, contigo,
Me drogaré con revólvers y pólvora, contigo,
Me drogaré con peyote, y te besaré los testículos,
Me drogaré con LSD, y te lameré los ojos,
Me drogaré con leche en polvo, y te amaré,
Me drogaré con dextrometorfano, y te acariciaré
Me drogaré con paracetamol, por si me dueles,
Me drogaré con aire comprimido, y te susurraré:
Los mejores poemas que algún día escribiré,
Buscaré, las palabras más bonitas durante el jurásico,
Encontraré al eslabón perdido, y volveré a la cama,
Ahora enlistaré cosas que siempre he querido hacer,
será lo único que haga durante un mes completo, o algo así.
Saltar de un avión sin paracaídas, leyendo a Enrique Lihn,
Aprender a bailar salsa, bailar contigo y quedar hechos polvo,
Romper todas las constituciones del mundo y hacer presidentes desecados,
Tener un hijo que no vaya a la escuela y viva escuchando Evil eye,
Robar en todos los supermercados, inhalando coca,
Despertar todas las mañanas, mirando tus ojos,
Asaltar a un antílope con una pistola triturada,
Dormir siempre escuchando a mi lado tu voz de niño,
Drogarme por siempre y casi morir de sobredosis
¿Entonces comenzaré todo de nuevo, pero sin escalas?
¿Ahora, quiero enlistar cosas con las que me puedo drogar,
será lo único que haga durante un mes completo, o algo así?
¿Ahora enlistare cosas que siempre he querido hacer
será lo único que haga durante un mes completo, o algo así?
¿Me voy a drogar con el trasero de tu hija, inhalando coca?
¿Me voy a drogar con paracetamol y casi moriré de sobredosis?
¡Contigo!
¿Entonces comenzaré de nuevo, pero sin escalas?
¿Me drogaré con revólveres y pólvora, contigo?
¿Me drogaré con aire comprimido, y te susurraré?
¿Los mejores poemas que algún día escribiré?
¿Encontraré al eslabón perdido, y volveré a la cama?
¡Contigo!
¿Romper todas las constituciones del mundo y hacer presidentes desecados?
¿Drogarme por siempre y casi morir de sobredosis?
¡Contigo!
¿Será lo único que haga durante un mes completo, o algo así?
¿Qué lista, de diablos, cuáles listas, centellas?
¡Contigo!
¿Un final?
¡Contigo!
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Los poemas El desalojo y ¡Contigo¡ formarán parte del próximo libro El cielo detrás de Sofía Ochola que saldrá a la luz editado por Super Ediciones Prisma. Sofía Ochola falleció en 2020.
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revistasentimental · 2 years
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ME DECLARO FAN
Por Bruno Gruppalli
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Cada vez más seguido encuentro goce en utilizar el hecho de ver una serie para dejar que mi voz interior divague y construya situaciones y diálogos. El formato telenovela es ideal para esto: su velocidad de comentarios y respuestas, su aparente superficialidad y su festival de besos permanente,  permiten (por lo menos a mí) perderme de la trama por un momento y darle rienda suelta al monólogo interior para estar conmigo mismo. Es un formato que no me exige, sino que me acompaña, me seduce y me mantiene en ese estado,  permitiéndome ser lo que quiera en ese momento y a la vez, construir pensamiento innecesario pero reconfortante. Como un perfume o como una canción que suena en el momento justo.
Por eso cuando aparece una telenovela interesante me declaro fan al instante. Con La edad dorada (HBO) me rendí desde el minuto cero a sus encantos. La trama, por ahora, se centra principalmente en cómo ciertos personajes establecidos en una ciudad no aceptan a otros recién llegados, ya sea por ser nuevos ricos o por sentir que les falta algo para poder pertenecer. Quizás más que el encuentro de una falta, lo que sucede es que noten que a los recién llegados les sobra algo (y lo desparraman por donde vayan) que ellos no tienen. Es una mirada de arriba a abajo (o por sobre el hombro) constante. Celos, molestias, necesidades de afianzar los propios egos y una atención permanente al otro (en el peor de los sentidos): molesta su existir, su caminar, su color, sus gustos y decisiones. Molesta, por sobre todas las cosas, que los otros sean algo que ellos saben que no pueden ser. Más allá de estar situada en la Nueva York de 1882, me hace pensar en lo que decía Borges al referirse a lo novelesco, “esas cosas solo pasan en la realidad”. 
Ensimismado en el trance de la circunstancia de mi cotidianidad, me dejo llevar por mi monólogo interno e imagino que me nutro de las acciones  de la más interesante de todas en la serie, la gran Bertha Russel (interpretada de manera sutil y contundente por Carrie Coon). Quien pudiese tener esa seguridad, esa certeza para hilvanar oraciones frescas y directas a la vez, esa manera de llenar los espacios que habita. Quien pudiese ser Bertha moviéndose por la escena del arte, lanzando miradas y comentarios gélidos y precisos. 
Un pensamiento transversal cobra forma mientras miro los grandes salones y vestidos moverse a paso firme: entre la vida privada y el mundo social hay un campo de ficción que es común a ambos. Hay una trama compuesta de relatos y personificaciones, así como por ideas inculcadas y caracterizaciones, que son una manera de establecer esa relación, en términos morales, políticos y formales. Un tango, una telenovela, un bolero, el teatro que nos toca afrontar día a día, la máscara que decidimxs utilizar a la hora de afrontar la escena que elegimos (¿ o nxs toca?), el vestuario que acompañará el drama. A veces mientras me pierdo en la serie que estoy viendo pienso que es como si el círculo ya se hubiera cerrado, y toda invención no hiciera más que completar una figura decidida de antemano. Volviendo a La edad dorada (y a las telenovelas en general), es interesante el tráfico de intensidad, sobreentendidos y, sobretodo, drama que se despliega y desliza de maneras sutiles o no tanto. Al verlo me hace pensar en qué sucedería si las galerías de arte se llenasen de especulación dramática al estilo telenovelesca. ¿Qué se haría con las piezas prepotentes y machotas que se consumen y se celebran por el linaje del artista (hombre, claro que sí) que las hizo? Por más que se merodee los límites novelescos de la realidad… se continúa en la realidad (y no se puede evitar la melancolía de lo que no sucede).
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revistasentimental · 2 years
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OJO CAUDAL (O LÁGRIMAS DE COCODRILO)
Por Mili Herrera
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El traje avanza. Las espinas en las enredaderas hacen jirones la corbata. La camisa es un nudo de insectos, tiesa de mugre. En el bolso del sobaco la piedra negra suelta sus últimos reflejos. Este traje se siente solo, de pronto incómodo, tejido en plateado llamativo entre lo brillante móvil del verde que en todo se siembra. El calor en temperaturas tropicales agota más que en el desierto pues gracias a la humedad del ambiente, los sudores no pueden enfriar al evaporarse: Se van fusionando hasta volver cualquier cara en un plato húmedo y tierno. Pero el traje avanza, encuentra los restos de una vereda y recuerda su programa televisivo de supervivencia, lame sapos para encontrar el camino o intenta sin éxito filtrar agua. Revive príncipes que lo cabalguen hasta un sitio controlado; una habitación repleta de lámparas contra la noche. 
Ésta que respira zapatos y vomita pies desnudos, dedos con mollera, manos esclavas de un traje imparable. Las aves verían un harapo, desde su animalidad, bufando guerra hasta el último día. Se hunde el zapato en un charco y regresa el pie desnudo. Las arrugas de la montaña son una armadura. Ojo caudal (o lágrimas de cocodrilo) se refiere al flujo de luz que alguna vez se pensó irradiaban los ojos para poder ver; como si fueran un río sensible que sólo puede distinguir lo que tocan sus aguas. También es sobre el llanto fingido. Típicamente, las lágrimas que un cocodrilo derrama lamentándose por el venado que destazan sus dientes. El llanto del verdugo. Esta exposición pertenece a un grupo de trabajos en los que se explora, a través de metáforas visuales, las relaciones de poder presentes en el amor romántico, la masculinidad, y los procesos civilizatorios. Relata desde el reflejo, la confrontación entre el estereotipo del mundo maquinal y tecnológico bajo el manto de una armadura medieval, que protege con brillo la débil carne interior,  y su relación confrontativa con un ser morado que alberga la tierra y las plantas en su interior. Así como  metales que de alguna forma componen la jaula y protección del caballero. El metal y su reflejo juegan un papel importante en esta narrativa, como un recorrido discreto por la nomenclatura de edades del metal como  la edad de bronce, de cobre etc., y su devenir actual, con las extracciones mineras masivas que masacran la piel de pueblos lejanos y cercanos. De alguna forma, la metafísica occidental que denigra la dimensión mágica de las cosas, se sirve de esta misma energía y de las venas de la tierra, de las fuerzas y sueños de algunas personas para sostener su versión anti-mágica de las cosas. El racismo, la misoginia, la transfobia, y otros tipos de fascismo revelan un importante miedo a reconocer la propia ignorancia y la existencia de un vacío o caos en el que las normas dictadas por el calendario oficial pueden ser tumbadas por la sincronización sobrenatural de los ciclos de la mujer y personas con vulva con un astro nocturno como la luna; así como el borrado de  la existencia de un ciclo hormonal también en los hombres y personas con pene; la caza histórica que la colonización ha realizado con brujas y disidencias, las bellas bifurcaciones de lo que se entiende como género y sexo, que desafían ulteriormente el mandato de reproducción de cuerpos que trabajen, y la existencia no minoritaria de cosmogonías y culturas que escuchan más la tierra a pesar de una vergüenza heredada e impuesta. Recuerdo el mito que aparece en varias culturas: el conflicto entre una serpiente o reptil mítica que es derrotada por un hombre, y en cuya sangre se funda la fuerza de una cultura. Tal vez el metal que es utilizado para conducir la electricidad, el relámpago que es una serpiente sagrada. Este tipo de asesinato “nutritivo” aparece también en la construcción de grandes obras e infraestructuras, como cuando se rumora que sacrificaron gente y la vaciaron entre el concreto para que el puente no se derrumbara. O la multitud de cuerpos negros y marrones secuestrados y ultrajados sin consentimiento para la ciencia con el fin de conocer mejor el funcionamiento del cuerpo, de los nervios.  No es coincidencia que muchos avances de la medicina occidental se basen en la tortura y experimentación violenta de lxs otrxs, que un exiliado nazi en Argentina sea el creador y exportador del sistema de sacrificio piadoso con gas venenoso genocida que ahora continúa usándose en muchas perreras municipales para sacrificar animales sagrados. Que se construya la idea de una minoría, cuando estamos en todo el mundo y somos mayoría. En este ejercicio reflexivo, tampoco es casualidad que grandes empresas y proyectos estatales se apropien al igual que Shell, una de las compañías petroleras más grandes del mundo con la concha, un símbolo sagrado marino, o Nestlé, Pemex, la farmacéutica Roche, etcétera, y decidan utilizar como estandarte o logo principal a poderosos símbolos naturales y mágicos. Los múltiples testimonios de ceremonias mágicas que prácticamente todos los políticos y empresarios llevan a cabo en secreto para asegurar sus campañas y proyectos. Es importante la perspectiva que novelas como “Nuestra parte de noche” de Mariana Enriquez nos dan sobre el mundo del poder. La otra vez platicaba con Julio García Aguilar, sobre cómo estos conocimientos sobre  la meditación, gestión de las emociones como celos, dolor, enojo, etcétera eran un saber de reyes divulgado por personas como María Sabina, Jesús o Buda entre muchxs otrxs. Ahora que vibrar alto puede estar bien visto, pero rezar a la Santa Muerte es aborrecible. Textos reveladores como La invención de las mujeres  de la investigadora Oyèronké Oyěwùmí (que obtuvo acceso a estos importantes registros en parte por ser hija de un importante jefe tribal de Nigeria) dan cuenta del antecedente a  estos procesos civilizatorios y a la existencia de muchas otras formas de jerarquizar el mundo. Esto pretende, desde mi perspectiva, velar y privar la existencia de un mundo mágico, impidiendo una percepción del consuelo a las personas en general. La extracción de un capital mágico. Estas fueron algunas de las cosas que pensaba al planear la exposición, en estas teorías conspirativas. Me gusta pensar cada pieza como un pasaje o la ilustración de un cuento infantil. Hay un encanto especial y un desarrollo orgánico en que una historia despierte la curiosidad de lxs niñes, pequeñas personas despiertas cuya percepción no debe ser subestimada. El otro día  hablé con Elisa Malo sobre nuestros libros favoritos infantiles, porque intuíamos que había algo común. Algo lúdico, como en su Museo objeto del sueño, un espacio expositivo muy pequeño, onírico,  con paredes de  espejos confrontados en el que estaba un personaje con cara de huevo. Algo por resolverse o eclosionar habita ese espacio en su producción reciente que nos recordó una influencia temprana común, “El país de Jauja” de Kestutis Kasparavicius, el cuento de un viaje emprendido por necios en la nave de los locos, con dirección al país de la glotonería.  Así, decidí también ocultar algo.  Por toda la exposición y los dibujos se dan pistas de un escape, como una escena criminal donde las evidencias indican la huída de un ave, la presencia de ojos huidizos. Quienes siguieron este rastro y hallaron, fueron una pareja de niñas y después una amiga, Lú, quienes el día de la inauguración se atrevieron a alzar la cortina de una pieza para ver los pies de la muerte y el caballero y descubrir detrás un dibujo secreto que representa un bosque. Tal vez la recompensa no está en la imagen, sino en la gratificación personal y colectiva de siempre querer alzar la cortina, correr los velos, pero también respetar algunos  secretos. De intuir y respetar. La exposición se sitúa en un contexto que refleja las mismas condiciones que inspiraron las piezas. A nuestra manera personal, todxs podemos ser cocodrilo y venado. Seguirá expuesta en la galería Parallel de Oaxaca de Juárez hasta el 29 de abril.
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TRAICIÓN GENERACIONAL
Por Santiago Muedano
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Últimamente me cuesta sacar de mi cerebro lo tanto que te extraño. Ando inflamado de nostalgia melancólica, raza. Caso grave con toda honestidad. Que me llamen pinche ridículo exagerado de mierda pero esa es la pura verdad. He pensado mucho en ti, Santi 2019. Cómo me pica el seso sentirme tan alejado de ti y a la vez amarrado por la cuerda del nombre y de la supuesta identidad. No mames que somos la misma persona, la verdad no me la creo y para ser muy franco, me encabrona. Esa es una de las cosas que extraño tanto de ti, Santi 2019: no tenías tiempo ni espacio para enojarte, pues tu imagen personal era complaciente a niveles preocupantes, y qué bueno. Me cuesta creer de dónde mierdas sacabas la energía y la motivación para querer caerle bien a todo el mundo, pero sobre todo me puzzlea la facilidad con la que pretendías adoptar tu imagen de artista. Quizás es porque aún no te la creías y sólo estabas fabricándote a ti mismo. Quizás te faltaban los putazos verdaderamente fuertes y las decepciones aplastantes. Eras muy bonita persona, y creo que por primera vez me atreveré a admitir que admiro cómo haz hecho algunas cosas. Triste es que sólo a la distancia y a través de la emoción del añoro puedo llegar a querer darte un abrazo, pero supongo que por algo se empieza. Santi 2019, me caga dudar tanto y de manera tan constante de mi mismo. ¿Cómo le hacías? Por favor compártemelo. 
No quiero ceder ante esta mordaz lógica de la edad en la que tratan de convencerme de que todos estos males se derivan de mis años acumulados. Quiero escapar de estos bajones energéticos tan fuertes. Por favor no dejes que me consuma por la mierda amarga. Continuaría pidiéndote ayuda pero ambos sabemos muy bien lo tanto que me cuesta pedirla. Oye, no se si sepas cuánto odio lamentar estos cambios. Me hacen ver como un pinche inmaduro emocional y ese vaya que es un insulto culero. ¿Debemos aceptarnos no?, ¿porqué le estaría fallando a una de las grandes máximas millennials: amarme a mi mismo? Soy un traidor generacional de los feos. No puedo creer que no he usado estos dos años encerrado para encontrarme de jeta conmigo mismo y amarme sentado en la silla del comedor de mi casa. Parado lavando los trastes. Haciendo cardio en mi cuarto dejando el suelo sudado. En serio cómo me cuesta creer que dos años no han sido suficientes para algo tan crucial, para amarme de una buena perra vez. Y mira, se que esto no te concierne del todo y que seguro te estás preguntando qué conchas hago encerrado encontrándome conmigo mismo pero ya verás. Espera y verás. Creo que nunca te dije esto pero celebro muchísimo la capacidad que tuviste para procesar tu ruptura con tu ex pareja. Me parece increíble lo honesto que fue tu manejo y la transparencia con la que lograste llorar y comunicar tu dolor. Verga, cómo extraño llorar de esa manera. Sin molestia en la cara ni en la cabeza. Como putas cascadas. Con las palabras atascandose en la garganta y tomando buches de aire chicos e insuficientes. Sonidos cortados pero comprensibles, y los cachetes brillosos de lo húmedos. Te extraño y te quiero mucho Santi 2019. No puedo ni quiero mentirte y decir que todo va a estar bien, como tanto les mamaba decir a inicios de LA GRAN MALDICIÓN 2020. Lo que sí te puedo asegurar es que estarás. Vivirás. Y como siempre, tendrás que inventarle un significado a ese concepto. Y la vas a cagar y vas a actuar a partir de expectativas muy pendejas, cosa que te hará sentir como basura porque ya no eres un infante para estar cometiendo este tipo de errores pero créeme, todo apunta a que ese sentimiento no parará de aparecer. Mi recomendación es que vayas buscando cómo abrazarlo. Esto que voy a decir me va a doler pero, tengo la impresión de que esperabas más de mi. En tu imaginación de Santi 2019 jamás cupo todo lo que me ha pasado. No voy a diluír lo pesado que han sido estos dos años, ya me cansé de ese formato, me da hueva emocional. Se que estos no eran los planes de nadie, pero barriendo ese hecho bajo el tapete de nada nos va a servir. Quiero dejar de estar tan emputado Santi 2019. Quiero reencontrarme contigo en un lugar en el que todo es absurdo pero no me hace apretar los dientes y jalarme el cabello. Quiero volverme a reír del estado mundial de las cosas. Sufrir fuerte sí, pero acabar carcajeándome. Esta carta podría seguir y seguir por la eternidad pero para esta revista tengo que ir concluyendo, aunque debo confesar que escribirte me está sirviendo mucho. En un giro de trama bastante impresionante, quiero pedirte perdón Santi 2019. No siento haberte apreciado lo suficiente ni siento haberle dedicado el tiempo que merecía a reconocer lo que eres. Por segunda vez en el texto se me antoja recalcarte lo bonita persona que hoy siento que eras, y que ojalá serás. Lamento con gran profundidad haber hecho tanto hincapié y tanta faramalla de las quejas y los problemas. De los dolores y los fracasos. Reconozco que me cuesta muchísimo celebrar lo bueno. En el fondo me da un monto importante de vergüenza admitir que me siento enormemente agradecido por la vida que he tenido y que jamás me atrevería a decir alguna mierda como ayyy me gustaría cambiar las cosas. Siento que si hay algún punto fuerte en el texto, es este. Pienso que quiero decirte a ti Santi 2019 y a todas las personas 2019 que todos nuestros sistemas de validación están a punto de cambiar de una manera súper abrupta, y más que adaptarnos a nuevos formatos, tendremos que sacar ese autovalor de lugares oscuros y abandonados, tendremos que cavar con diente y garra nuestro interior literal, reconectarnos con el concepto olvidado de hogar, convivencia, y todas esas palabras que habían adquirido una connotación arcaica en el mundo del capital. Y lo más probable es que dos años no nos alcancen ni siquiera para rascar esa misión pero al menos la habremos empezado. Ya, me vale verga hablar así. Me vale cuarenta kilos de mierda incurrir en un discurso mágico, energético, motivacional y esperanzador en el que al fin me doy chance. Sigo sintiendo muchísimo amor dentro de mí y por más que me de muchísimo miedo que eso me haga percibir como un débil o un pendejo ante una sociedad voraz, estoy convencido de que tengo que seguir respondiendo a él. Yo que estaba tan seco de motivación, llego al final de este texto dándome un verdadero putazo existencial que dice: Ya lo pinche tenías. No te moriste porque tuviste amor en tu vida y continuaste gracias a eso. Te pido que le dejes de temer tanto a ser cursi o cliché o a que se burlen de ti. Te pido que admitas con valor verdadero esta persona que te tocó ser y que revises todo aquello en tu vida en lo que hay fortuna. Te pido te sigas encabronando hasta que encuentres paz en ese tipo de energía y sobre todo lo demás te pido un chingo, basto, abundantísimo, cantidades gigantescas y bastardas nivel crecimiento económico de amazon, uber y todas las empresas tecnológicas, de amor. Esta es la primera pero no la última vez que me verás diciéndote esto. Todo el dolor es un puente.
Abrazos, Santi 2022
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QUE SI EL INVIERNO VIENE FRÍO
Por Jimena Treviño Paz
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Las fortalezas se alzan como un manto de naranja opaco y siento la impresión de que los días pueden ser tan amables, es que podría enumerar todas las imágenes que me obsesionan del invierno, todas y cada una desde lo que creo que debería ser hasta el polvo de plata que dejan los fantasmas. Cuando caen las heladas se encienden dentro de mí unas ganas de correr cuesta abajo, con los tobillos bien amarrados, capucha y fuego. Moverme tan rápido como el viento que acecha desde el norte, que congela Chihuahua y hace imposible las reuniones. Ponerme un calentador en cada mano y pie, como cuando me dolían las articulaciones al crecer. Arrodillarme y hacer una plegaria porque este año dure más, pedir al aire que se me partan y sangren los labios con el beso del solsticio. Cómo quisiera ponerles aquí unas plantillas de Power Point para que entiendan a lo que me refiero, darles como platillo de tres tiempos dosis de lo que creo que veo cuando veo el pasto secarse en las cumbres del Ajusco. Un Pinterest muy cuidado de luz baja, alfombras, crumble, abadías heladas. Una secuencia que poco tiene que ver con actos reales, pues el invierno es ante todo una fantasía: y es que cada quien crea su invierno, su idea de lo que estaría bueno que pasara. ¿Es el invierno en la ciudad real o imaginario?, ¿un frente frío como consecuencia del movimiento de los aires y la atmósfera o un paso obligado de las rotaciones de la Tierra? No importa la razón, o tal vez si, pero puedo asegurar que cada año enloquecemos por entender que es el invierno, como es que existe en un clima “af”: cálido con lluvias en verano según Köppen-Geiger, a la par de una alta obsesión por las cuatro estaciones heredadas por Europa.
No son aún ni las vacaciones, apenas pasa el día de la virgen y las preguntas comienzan a caerme como cascada. Que si tienes buenas ventanas, que sino, que si siempre ha sido así, que ha cambiado por eso las casas son frías y de techos altos, que no sabes nada, porque no vives en Milpa Alta, Pedregal o Xochimilco. Que si vale la pena vestirse con un atuendo tipo esquí o mejor avergonzarse y ponerse lo de siempre, igual y al rato hace calor, o no, y te vas de fiesta, se te congela un dedo. En estos tiempos ya puedes sacar tu manita desde la cantina y dudar si es posible que caiga la nieve. Ves tus cosas y te has hecho de más cobijas, pero tampoco como para andarse contoneando vestido de peluche, sin mucha cuenta, hay en cada cama una muralla de cojines que frenan el viento de las madrugadas, oscilando entre los 8 a 4 grados. Las posadas son perfectas, las luces de los balcones brillan sobre el frío, parecen estrellitas de belén, pero algo no anda del todo bien, se siente una cosquilla, no durará suficiente. La mitad de los árboles están pelones por el otoño, otros siguen verdes, algunos ya están floreciendo, la tierra no está mojada, se puede notar que no es verano, está como el resto del año, medio amarilla, pero los cielos son azules y los vientos opuestos limpian la vista, casi se nota que es un valle idílico. Se deja respirar y suspirar, tomando el sol que no calienta pero quema. A pesar de todo, seguimos casi inmunes al paisaje, comienzan las olimpiadas de invierno y todo es tan ajeno, no importa cuantos champurrados te tomes, no es un invierno - invierno, no es cartita postal. No tienes la batuta para hablar de esta estación, quejarse parece un poco de tontos, pero es inevitable. Estamos en la franja, no somos el paraíso tropical ni los castillos de estalactitas. Nos sangran las manos del viento pero intentamos nadar en año nuevo. Las dudas giran en enero, que nunca acaba, nos come el vortex del primer mes, nos completa el abrazo el segundo o tercer frente frío. Somos de noches largas, beber o dormir temprano, a veces anís y otros vodka, que hierva lo que se pueda, si es la cama mejor. Aún cuando ves a tus amigues sientes la osadía de comenzar una relación epistolar. La elegancia y lo rugoso nos hace otres, un ser hibernando hasta que cae la primera jacaranda, febrero ya se llama como quiere, se termina el tiempo, se olvida todo. En un día ya nos estamos incendiando, el blanco se apodera de los reflejos, la memoria hace un blackout, no pasó nada. Y el ciclo se repite, desaparece todo, menos tus objetos, tu archivo de internet: los screenshots de la nieve que cayó en Rusia o Canadá. Te has comprado los Sims o un montón de cosas. Despiertas, tienes una última tarde para portar balaclava, un corazón de lana. Se acerca el final, entregas tu última carta de San Valentin, se acaba el brillo volvemos a ser verdes.
Feliz fin de invierno Nos vemos el próximo año.
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SOBRE EL TEMOR A DIOS Y SUS SINÓNIMOS
Por Victoria Estrada
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Carolina y yo nos conocimos en el catecismo, en una iglesia del siglo XIV consagrada a la Virgen de Guadalupe. Frente a esta iglesia, una pequeña funeraria rotulada a mano vende ataúdes modestos, pero de diferentes precios, tamaños, colores, con encajes y sin ellos. Carolina es la hija del dueño de la funeraria y yo vivo al lado, con mi familia, en una vecindad igualmente antigua, a la cual puedes acceder a través de un largo pasillo. Nuestra maestra de catecismo es una mujer indígena llamada Luz. No es relevante que lo mencione, pero Luz es una mujer que sabe peinarse. Elabora trenzas que rodean su cráneo para luego crear un tipo de moño con las puntas hacia atrás. Luz es invidente. Nos habla de la Biblia moviendo sus manos delicadamente como creando un aura de líneas rectas, casi celeste, a través de los vitrales amarillos, rojos, azules, verdes. Aprendemos acerca de la religión cristiana en una habitación repleta de muebles de madera antigua, de esa madera pesada color caoba. Todo huele a viejo, y lo es. Cada sábado debemos confesarnos y entrar al cubículo ermitaño, oscuro, con aquel padre que apenas nos escucha y nunca nos recuerda. No hay ningún aspecto peculiar de este recinto que despierte miedo en mí, contrario a lo que sucede durante mis encuentros con Carolina. Ella es un año o dos más grande que yo. Es mucho más alta. Tiene más cabello y mejor personalidad. Las dos cosas siempre me han parecido que van de la mano. No lo sé. Cada vez que Carolina me invita a saltarnos la clase de catecismo, me veo a mí misma bajo su nariz prominente, obligada, atraída a decir sí. En realidad, Carolina no es mala, ni yo soy buena. La cosa es que las dos somos casi adolescentes y necesitamos ver el mundo por fuera de los ojos invidentes de Luz.
Carolina y yo nos fugamos y caminamos hacia el Zócalo de la ciudad. Compramos chucherías como refrescos, papas, chicles. Nos quedamos sin dinero. Pedimos con inocencia monedas para el camión a los adultos que pasan a nuestro lado en la calle, pensando que ya es muy tarde y que deberíamos volver pronto. No lo conseguimos. Regresamos a casa caminando, corriendo cuesta arriba, mientras un vagabundo apodado “El pato” nos persigue. “El pato” fue apodado así porque tras haber sido sujeto y objeto de abuso, el DIF decidió llevarse a su esposa e hijos, dejándolo solamente a él en la calle con su desnutrido pato amarillo, como compañía. Esa misma noche, soy presa de una pesadilla en la cual Carolina toca a mi ventana y yo debo asomar mi cabeza al vacío. En cuanto arrastro el marco de metal, la cabeza manchada de grasa, sangre y hollín del vagabundo florece, emerge, de una maceta. En las clases de catecismo amenazan con reprobarnos. ¿Qué tan importante puede ser? Para mí, es mucho, harto. Tengo miedo de mis jóvenes pecados. De nuevo, sin embargo, nos saltamos la clase. Esta vez, no sé de qué forma llegamos hasta su casa. Carolina y su familia viven en una casa mucho más grande que la mía. Es un espacio amplio, alfombrado, con más de tres habitaciones, jardín, mascotas, videojuegos, sirvienta. Pienso que la muerte es un buen negocio. En la parte posterior el papá de Carolina almacena ataúdes en una pequeña bodega. Carolina me mete a uno. Cuento 1,2,3,4,5,6 segundos, hasta que le pido abrirlo. No sé de qué voy a hablar en la confesión. Luego, subimos a su habitación, me enseña a jugar videojuegos de contenido militar, sexual. A lo largo de la semana busco la manera de saltarme las clases y salirme de la primaria buscando un lugar dónde jugar “maquinitas” de contenido militar, sexual. Encuentro cosas mucho mejores. Se vuelve una rutina. De hecho, escabullirse de la escuela no es tan complicado puesto que el conserje es un hombre peculiar. Puede estar en ningún y todos lados a la vez. Es como un fantasma que aparece cada que lo nombras o piensas. Por eso, es mejor no tenerle miedo y salir por alguna de las dos puertas como si aquel no estuviera vivo. Las maquinitas son ese paraíso mecánico, virtual, en el que, una horda de jóvenes como yo jugamos videojuegos de 1,2,3,3.50 pesos. La mayoría de estos jóvenes, trabajan en los camiones mientras juegan, esperan a que cierta “ruta” vuelva para “cantarle” el número de vueltas que lleva alrededor de la ciudad. El chofer avienta una moneda que vuela de tramo a tramo hasta la carpeta del cantador. El dinero que ganan es reutilizado para otra ronda de juego. Simple. Cada sábado, Luz me comunica su preocupación por mí falta de esmero, interés, en el taller de catecismo. Además, por alguna razón sabe que mi madre no cuenta con los recursos económicos para pagar por mi hábito y mi biblia para el tan esperado evento, en el que todas las criaturas debemos ir vestidas iguales. No entendemos bien por qué una iglesia de pueblo exige tales compromisos bajo circunstancias miserables, pero, de nuevo decido confesarme, quizá esto me salve. Quién sabe. Otra semana más. Invité a Carolina a la casa de unos amigos de mis padres. Él, un judicial de cuerpo regordete. Ella, una esbelta mujer loca por los gatos y el alcohol. Tienen dos hijas de la edad de mi hermana y yo, las dos se comportan de manera pasivo, agresiva conmigo. Me consideran muy pequeña y prefieren dejarme afuera de sus conversaciones, recámaras. Hoy ninguna de ellas se encuentra en casa. Subimos a la habitación de Jessica, la menor. Por primera vez encuentro a mi disposición todas sus cosas sin tener que pedírselas prestadas, obsequiadas. Y es que, nuestras dos amigas ya no tienen juegos. Tienen ropa, zapatos y accesorios de moda, todos ellos increíbles. Recuerdo especialmente una noche de juerga de adultos en la que el papá de Jessica nos pidió modelarle ciertos leotardos con flores que le había comprado para sus clases de baile. Recuerdo que le pedía “besos” de despedida. Carolina decide hurtar algo para ella y algo para mí. Me obsequia mi nuevo collar de plata, una esfinge con la forma de un gato de piedra azul. Realmente me gusta ese collar y no planeo devolverlo. Lo confieso. Carolina me enseña a robar. Ladrón que roba a ladrón, pienso yo. Ha llegado el fin de la catequesis. Pasé de noche, con pesadillas. No he podido usar mi collar. Ni tampoco nadie puede saber que yo lo tengo escondido, atesorado yerro. Ojalá me perdonen. Qué más da. Carolina decidió soberanamente que no necesitaba ningún tipo de prueba de orden religioso. Lo sabía, siempre lo supo. Me abandonó a la vuelta. Anterior a ello, fui invitada a un viaje con su familia al puerto de Alvarado en Veracruz. Ahí, se celebró un carnaval dónde un hombre con un vestido color azul brillante había sido coronado como reina y nos saludaba desde su carro alegórico, surrealista. Mucho calor, sudor, por doquier. Ese viaje fue el último muelle, desembarcadero, de nuestra amistad. Por alguna razón desconocida, Carolina se enfureció y me ignoró durante todas las vacaciones. Quizá fue la vehemencia del clima o las quesadillas rellenas de carne bañadas en aceite extremadamente caliente o, probablemente, la angustia infinita que producen las hormonas apasionadas en la pubertad, tal vez, proyectada en los celos hacia su hermana mayor, lo cual animó a una muerte súbita de nuestra relación. Pese a todo, llegó este día místico. Estamos casi todos reunidos en esta mañana de comunión. Esta vez va en serio. Llevo mi hábito, mi aureola de flores y mi biblia toda blanca, pura. Es un milagro. Hasta me han sacado una foto con mis manos unidas orando y una leve, adormilada, sonrisa. Mi familia extensa, compuesta, es feliz y me llevarán un VIPS para celebrar después de que todo este manifiesto, show, concluya. Para el desconcierto de todos, mi sacramento logró realizarse gracias a que Luz me brindó sorpresivamente todos los objetos solicitados por la Iglesia. Luz, quien siempre me amó, veló, sin conocerme.
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revistasentimental · 2 years
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LA ESTÉTICA DEL CUIDADO AFECTIVO: PELUCHE Y DUELO. UNA AUTOCURADURÍA DE ZYANYA ARELLANO
Por M.S Yaniz
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En medio de la pandemia de COVID19 con miles de personas muriendo alrededor del mundo el espacio público disminuyó hasta casi extinguirse, el afuera se tornó hostil y cada casa se transformó en refugio de un mundo exterior amenazante. Dentro de la casa la convivencia interpersonal también cambió, y quienes más suerte tenían, poseían un cuarto propio que se volvió el lugar seguro. Pero ¿qué ocurre cuando ese cuarto es salón, oficina, fondo de juntas, comedor y gimnasio? Siguiendo la ruta claustrofóbica, la cama se convierte en el refugio del refugio: más íntimo que la casa, más que el mero cuarto. El lugar que no es Zoom ni oficina, cuarto ni patio sala, sino donde uno puede ser quien es pese a todo.  
La imagen que surge de pensar la cama propia como el último lugar seguro en todo el mundo es bella, tierna, quizá desoladora y con algo de melancolía decimonónica. Zyanya Arellano recluida en su cama tuvo un viaje introspectivo. Ese espacio que era el lógico para ser salvada, la devolvió al mundo exterior a través de recuerdos mal-viajantes. Habitar tanto tiempo la cama llevó a pensar ese lugar como el índice material de quizá perder la virginidad, quizá sufrir abusos, recuerdos de novixs violentxs, gestos no consensuados. Frente a los fantasmas propios no existe lugar seguro y la cama se vuelve sintomática de una cartografía de inseguridades y duelos. 
¿Cómo poder dormir segura en una cama que habiendo sido analizada está llena de traumas? Arellano realiza una serie de conjuraciones para regresarle la salud nemotécnica a su cama: la cura. En su sentido literal y artístico, la saca de su cuarto y la lleva al espacio expositivo como primer paso de la curandería. Frente a la cama cuyo espectro para ella es violento, la devuelve en forma de un conjuro para y con sus amigas. ¿Tus amigas estarán a salvo en sus camas? Zyanya desea que sí -que si no ella, al menos sus amigas sí duerman seguras en sus camas- y exhibe una pintura de peluche manifestandolo. Gesto lírico que se vuelve real en un imaginario en que al salir de la fiesta, ya sea con un onvre o en Uber, no sabes si tu amiga llagará segura a su cama. La exploración artística de Zyanya tiene tres ejes; la cama como lugar, la rememoración de las violencias y la esperanza de ser salvada por el imaginario de una misma y el afecto colectivo de la amistad. A veces se hacen exposiciones con amor, responsabilidad y confianza, desde la vulnerabilidad y la duda para con lxs otros, no desde el ego. Un momento de excepcionalidad en que el arte se vuelve no sólo imagen sino un espacio aparte. Tal vez es mucho decir, pero en una cancha de squash en Cuernavaca atravesé la experiencia de un lugar del arte que hace mucho no experimentaba, donde pensamiento, técnica, fiesta, cuidado e historia coinciden en un sentido ritual.      
Zyanya Arellano se inventa –porque según ella es unx inventadx –la exhibición: One bed, eight dreams and thirty friends en Margarita 54 inaugurada el pasado 28 de agosto. Es su proyecto de titulación cuyo acompañamiento académico lo hace Daniel Montero. En la exhibición se muestra la evolución material de un proceso y la obra oscila entre lo teórico, íntimo y la experimentación artística de resoluciones de una idea. Un laboratorio donde se puede bailar, porque el arte de Zyanya es difícil que se conciba sin el elemento corporal del festejo y el goce, pese a los fantasmas. Aquél 28 de agosto llegué al lugar de la eterna primavera incentivado por conocer una nueva movida del arte morelense y la posibilidad de ver físicamente lo que para mi es una movida de internet: lxs funharte, unx colectivx con presencia en las redes sociales que en diálogo con ideas de arte, la cultura popular y el juego crean videos críticos y graciosos. Llegué como un foráneo llevado por amigas de amigas al cuarto de Zyanya donde todas se maquillaban, me maquillaron, para poder entrar a la exposición. Hubo muchos rituales previos. One bed, eight dreams and thirty friends no era sólo una exposición. Era casi un examen profesional, una lectura en voz alta del diario personal, una reunión de amigas, una comida, una pijamada, un acontecimiento. Todo tenía que salir perfecto. Eramos pocxs, casi todos se conocían pero nos debíamos de conocer todxs al menos un poco para entrar. Extender la amistad era necesario para atravesar la experiencia de la exposición. Entonces como nuevo ciclo escolar cada una se presentó: nombre, qué estudiaste, qué te hubiera gustado estudiar, signo zodiacal, sus ascendentes y color favorito. En una torpeza instrumental dije que me gustaría ser economista y que era Virgo ascendente Acuario. Al parecer está súper mal ser Virgo ascendente Acuario, y los economistas son red flag, pero como amante del amarillo se extendió una pequeña complicidad. Riendo y vestidas salimos del cuarto hacia la exposición que está en la cancha de squash a una cuadra de la casa de la artista. Como hombre me tocó cargar la garrafa de agua de jamaica. Lo anoto porque los discursos se fugan en los pequeños gestos. Todas en la puerta. Todas tomando agua. Nadie podría entrar. Zyanya estaba nerviosa terminando detalles. ¿Qué falta? Sólo es una expo, se decía. Te queremos, Zyan, ya estamos aquí. No pasa a mayores. Pero insistió en terminar algo, prepar la experiencia. En ese momento comenzó a sonar música. No cualquier música. Sonaba Trois Gymnopédies de Erik Satie.  
Lo primero que vi al entrar a la derecha fue una pieza enorme, ¿un cuadro? que con tela de peluche rosa tiene escrito: “Es 2021, y sueño que duermo acompañada de mis amigas”. Como es un una cancha de squash es un cubo blanco, muy blanco, muy cubo. Todas ahí caminamos rodeando la expo, tomando fotos, rebotando en las cuatro paredes. Al centro estaba la cama de Zyanya convertida en una casa. Dentro de la cama había piezas de sus amigxs a quienes les solicitó un objeto con el que ellas la cuidarían o les gustaría que acompañara a Zyanya en su cama. Un furby humanoide con espada quien es el guardia, un collar de plástico, un video, imágenes, un peluche pesado. De Erik Satie se pasó a Ya no te hago falta de Sen Serna, Fanática de lo Sensual de Plan B, Por ti de Óscar Chavez. Cada canción correspondía a una serie de dibujos ubicados tal mosaico junto a una cama de juguete en miniatura sostenida en una repisa, en correlato a un evento traumático o memorable en la cama: juguetes sexuales, el libro Temporada de huracanes de Fernanda Melchor, infidelidades, dildos, mensajes de reclamo, llanto, espejos. En esa pieza intermedial que es mosaico y diario, comencé a sentir el nivel de intimidad que estaba expuesta en ese espacio. (Pueden acceder al sountrack acá https://open.spotify.com/playlist/2UPbIaaD5TWK1LCbwjg2df?si=5b68f7ace3b24afd )
La siguiente pieza era un comic cuya función es ser el marco narrativo de todas las obras. En él se explicita el proceso, la tesis, los miedos, la culpable de la propia sexualidad, creer ser zorra, zorrisima, tener miedo, sostenerse en las amigas. Recuerdo que cuando pasábamos por el comic cambiábamos. Sentíamos que estábamos ahí para resguardar un secreto, para acompañar a Zyanya. Sus amigas eran cómplices desde antes, pero ver la obra expuesta cambia algo. Luego grabaron Tiktoks y al ritmo de Zorra de Bad Gyal el espacio expositivo se difuminó en un bacanal con pizza de chocolate, agua de jamaica, cerveza, whisky, pláticas de nuevos materialismos y materia vibrante, anhelos de juventud, confesiones amorosas, botella: verdad o beso, besos no de tres porque es un número pequeño y perreo. No fue una fiesta, era un proceso suavecito para experimentar One bed, eight dreams and thirty Friends. En algún punto dejé de bailar y me quedé frente al bordado del fantasma de Raquel Tibol que acecha a Zyanya y pensaba que sí, que así se siente el psicoanálisis. Una serie de cuerpos rodeados de muchas ventanas que son recuerdos, imágenes fijas, otras borrosas, posibilidades, anhelos y deseo. Estábamos dentro de un duelo de Zyanya Arellano, dentro de una pieza de arte homenajeando y sanando una cama. Porque el inconsciente es una fantasía colectiva. Quizá la forma del cuidado y el peluche como mediación del arte existe desde antaño y One bed, eight dreams and thirty Friends sólo es parte de una tendencia que escapa de los circuitos blancos del arte contemporáneo pero resiste en la periferia. Pienso que esa exposición tende muchos puentes. 
Hay una faceta de la profesión del curador de arte que no es mantener el canon a partir de la relectura del archivo o la mera colocación de cosas e imágenes en el espacio. Esta toma la forma de psicoanalista, chamán, confidente y analista político. Es tender un dialogar con aquello que rebasa el régimen de visibilidad: fantasmas, deseos de la época, miedos colectivos y complicidades que se dan en el trato íntimo. Maternar exhibida actualmente en el MUAC curada por Helena Chavez McGregor más que un archivo enorme es una política de una idea, por ejemplo. Llama la atención, aunque no extraña, que este modo de curar sea marcadamente feminista. Pues desde ahí es que se producen las rupturas críticas que no temen meter el cuerpo para producir, aunque sea por un instante, otras formas de relación entre lo que existe. Maternar un delfin, amar en una pieza de arte, que tu papá patrocine peluche rosa para conllevar tus traumas y que tu mamá haga agua de sabor para tus amigos. ¿Qué hace posible eso? Una modulación institucional diferente. La artista dijo, festejó, que su exposición era completamente sin institución. Pero mi marxista salió y dijo: la primera institución es la familia LOL y Zyanya hizo cara como de “OMG sí, chale”. Entonces reparamos en esa institución que no es señalada, esa mano invisible que posibilita toda la escena y de la que no se habla: la familia. El arte joven clasemediero muchas veces es sostenido por la familia de manera derivada; el dinero para los transportes, la casa, materiales escolares que pueden ser arte. Se da por sentado y no se habla de eso. En el caso de Zyanya sucede distinto. Ella hace evidente esta relación aunque en principio no la nombrara institución pero no invisibiliza esa fuente. Hace a su familia parte de la exposición, asistentes de museografía, diseño y logística del evento. Algunxs nos preguntamos qué pensará su papá, especialmente su papá de que su hija haga este arte tan cerca del espacio familiar. “Si a mi me violentara un novio no querría que mi papá lo supiera tan de tajo y en una expo en su casa”, pensamos. Por lo general se procura mantener una distancia entre el psicoanalista, el chisme con les amigues, la tesis y por otro la institución familiar. Extrañamente One bed, eight dreams and thirty friends junta esos enunciados y espacios, hace de la vulnerabilidad, la inseguridad y los miedos, una fuerza colectiva. Arte hiperpersonal que lejos de producir FOMO entabla un diálogo, hace cómplices y muestra sentimientos generacionales a partir de una sensibilidad nueva. El peluche, el bordado, el comic, el diario y el playlist de desamor se vuelven el medio de la estética del cuidado afectivo. Si algo hace esta exposición es que quien la vea se sienta acompañado, conozca o no a Zyanya, haya sufrido abuso o le genere alguna identificación particular, sepa que ahí puede permitirse sentir. Esta nueva sensibilidad es expansiva, alegre, triste, honesta, cuidada y felpuda.  
A Arellano le pregunte si su exposición funcionaría sin ella ahí. Eso me preocupo ya que, siento -porque así la viví- que sin ella se perdería parte de la experiencia. Aunque me fascinó vivirla, algo se fugaría sin todo el mecanismo afectivo. La exposición no tiene texto de sala, tiene un entramado complejo de narraciones internas entre las piezas que permiten seguir las pistas y entrar. Sabremos esto cuando llegue a CDMX en los próximos meses y funcione como exposicón ya sin la familia, sin la intimidad de su cuarto y el contexto del cual parte. Me pregunto si ella volvería a dormir en esa cama una vez que termine la expo o si ya se liberó de esa historia material a través del proceso artístico. Cargar una cama pesa, su historia y su volumen. Me queda una frase dicha ese día que me permite seguir el arte se Zyanya y la estética que construye con sus amigas: “Ser sensible es muy pesado”.
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revistasentimental · 2 years
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NÁCAR REBANADO
Por Fernanda Ballesteros
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Nácar rebanado, un cuento por Fernanda Ballesteros sobre un matriarcado postapocalíptico de la Venus atómica de Nicole Chaput.
Cuello caliente. Genaro abre los ojos para comprobar que el intestino de Seerena le envuelve la garganta. La cabeza de ella, apenas a un metro de él, la tiene forrada con un casco de astronauta lleno de agua de mar. Sus pezones, descubiertos, lanzan chorros de agua al ritmo de la respiración: exhalan lo que inhalan sus branquias faciales. Los brazos funcionan como piernas que la sostienen, pues desde el abdomen inicia su cola de sirena que enrolla a Genaro. La luz del cuarto brilla plateada, insoportable. Entonces los chismes del palacio de justicia internacional son ciertos. ¿Cómo lo transportaron de Ruanda a Noruega? ¿Cómo lo drogaron? ¿El té en la casa de la coreana? ¿Una compradora falsa? De la vejiga de Genaro brota una fuentecita de pipí que agrega incomodidad a sus muslos, a sus pies atados con cadenas a una silla fría de metal. Seerena lanza hacia atrás su casco en una carcajada deliciosa.
-Nada mejor para terminar rápido que un miedoso, un pusilánime como tú. Te explico el proceso, nene. Las mentiras las capta el sistema al que estás conectado por los cables que salen de tu cráneo. Cada respuesta en bip, yo aprieto. Cada respuesta en silencio, yo aflojo.
La voz de la jueza parece que sale, centelleante, de cada una de las paredes, del techo, del piso.
-¿Cómo entraste al negocio?
-Mi cuñado me invitó a la web.
Otra voz, una automática, nombra los cincuenta y dos cuñados que ha tenido a lo largo de su adolescencia triste en el pueblo, de su juventud entre máquinas de la ciudad, y de su adultez de traficante.
-Bob García de los Santos.
El intestino de Seerena se afloja y suelta un sudor que recorre la piel de Genaro en lombrices de placer, relajando los músculos enormes del pecho, de los brazos.
-¿Cuántas perlas de venus has vendido?
Genaro intenta calcular. Se pierde. Piensa en la primera que vio. En Milly. ¿Cuántos años tenía él? Ella dieciséis. Enamoramiento bestial. Especie de diosa inalcanzable. A Milly la habían violado antes que Genaro la conociera. Un tío. Un viejo condenado a cincuenta años en el centro de rehabilitación para machistas. Del trauma, a Milly le salió un ojo en la vagina, un ojo vigilante. Trauma de segundo grado. Cuando es de cuarto grado, la vagina, en vez de ojo, produce colmillos difíciles de desaparecer con terapia. Genaro acariciaba el pelo rojo de Milly, le sobaba las venas, hacían el amor sin penetración. Acariciándola descubrió la perla de venus entre dos costillas. Bip.
-Nombra a tus compradores.
 Grita la voz de agua. Genaro no puede concentrarse en las preguntas, la fijación mental en Milly. Bip. Las gotas de sudor del intestino de Seerena ahora se sienten como bichos minúsculos que queman por donde se escurren.
-¿Tus novias saben lo que haces?
-No.
-¿Y tus novias anteriores?
-No.
Imposible volver a la monogamia después de Milly García de los Santos. Bob, el hermano, le mostró el mercado de la web negra a Genaro una noche de borrachera entre puro bato. Bob ignoraba que su hermana poseía, como un órgano más, una de las joyas más buscadas. Bob ignoraba que la joya se había apenas despegado, naturalmente, del cuerpo de Milly. Es que las perlas de venus caen cuando se curan las heridas ancestrales que las crearon. Milly lo logró a través de terapia, yoga, dieta sana, confianza en ella misma, y amor puro con el Genaro todavía incorrupto. El mismo día que el ojo vigilante cayó de los labios internos, Genaro encontró el pedazo de nácar en el baño en un tupperware entre cremas. El robo era justificado: sería para pagar la universidad de sus hijos aún no nacidos, para que tuvieran una mejor vida que ellos, habitantes de la colonia más sucia de Torreón. Sería para comprarse una casa en una privada donde los niños aún no nacidos jugarían con juguetes pulcros y pantallas de ocho dimensiones. Sería para la colegiatura de la Universidad de Singapur.
-¿Quiénes fueron tus compradores?
Qué lejos escucha la voz de Seerena. Cómo acordarse de tantos nombres. Jiyu fue la última, la que seguramente era espía. Qué coraje. Se dejó llevar por la belleza de su ombligo de sol y por las mariposas reales cosidas a su pelo castaño. Le excitó el aleteo desesperado de los lepidópteros. Creyó que ella estaba atraída por sus bíceps desmesurados.
-¿Cómo te arrancaste el chip de rastreo?
Bip. La cola de sirena le saca el aire hasta el desmayo. 
La conciencia vuelve a él frente a una rubia con un culo tan grande, que el culo camina tras ella como un ente aparte. Una cola de plumas también la persigue por el cuarto plateado. Se detiene cuando ve que Genaro trae las pupilas al aire.
-Buenos días. Como traficante de órganos, específicamente como traficante de perlas de venus, acabas de ser dictaminado con cadena perpetua en el centro de rehabilitación para machistas. Nos irás dando la información a través de los días de tus proveedores y compradores. Por ahora tenemos la primera sesión educativa. Estarás nueve meses en posición de feto. Unos tubos te darán de comer y beber, y habrá limpieza de tus defecaciones dos veces al día. Creemos esencial que regreses mentalmente al vientre de tu madre para que sea efectiva tu reconstrucción como una nueva semilla con probabilidades de florecer en sociedad. Antes de la gestación, tendrás una lección de baile con una instructora para expresar tu violencia y tu arrepentimiento.
La rubia, su acento cubano y su culo salen del cuarto y entra una mujer que tiene un cuerpo antiguo, compacto, una piel toda lisa une las extremidades, la cabeza, en una armonía ¿elegante? Genaro nunca había visto a alguien así en la realidad, solo en fotografías viejas, planas. Será de ascendencia de chamanas o de feministas que no se dejaron guiar por los gustos masculinos para moldearse. Será de alguna secta que estuvo desconectada de internet durante el boom de la cirugía de ADN. Las cadenas que lo atan se abren al mismo tiempo que entre ella y él un vidrio baja del techo al suelo para separarlos. Ella se mueve y él con ella, sin música, reflejo rebanado, mientras en su cabeza revolotean cada una de las perlas de venus que pasaron por sus manos. Él no hacía la cirugía, pero las organizaba. Sin mancharse de sangre, robaba las fichas técnicas de las pacientes de una psicóloga para mujeres donde venían las indicaciones del nácar de cada una. La droga se las daban en los antros, cuando las veían desataditas, bailando pegadas a otras figuras. El barista era elemento clave de la estrategia. En tantos años de ejercer el negocio, solo tres se negaron a esa cantidad de bitcoins. ¿Ahora de qué le va a servir su bitcuenta repleta? Genaro mueve uno a uno sus miembros, como lo hace la bailarina del cuerpo antiguo, y una nostalgia dolorosa por Milly y un asco ciclópeo por el dinero le calientan el cuello hasta el vómito.
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revistasentimental · 2 years
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A UNA OBSESA CALABAZA
Por Javier Zugarazo Tamayo
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6 de enero 1992
Hace casi 30 años en el norte del Océano Pacífico, un barco despreciado por el agua y el viento, dejando a su suerte alrededor de 28 800 patitos de hule, naufragó. La mayoría de los patos de bañera eran instruidos y sabían de navegación astronómica. Habiendo leído seguramente El arte de navegar de Pedro de Medina, lograron ubicarse y recorrer del Océano Pacifico al Atlántico. Moby Duck le llamaron al suceso y me acuerdo que Moby Dick no era una ballena sino un cachalote. El naufragio de los patos ayudó a los oceanógrafos a conocer mejor las dinámicas de las corrientes oceánicas. ¿Pero de qué serviría una calabaza? 
8 de agosto 2021
Un tuit de Elle México: “El mar se llevó una de las icónicas (y valiosas) calabazas de Yayoi Kusama. Una de las esculturas más famosas de la artista fue arrasada por un tifón.” 
Nacido acaso de uno de los huevos impregnados de semen de Cronos, Tifón, mayor que todas las montañas y cuya cabeza a menudo toca el cielo y cuyos brazos extendidos abarcan de oriente a occidente, basta ver las imágenes de la estación espacial internacional para comprobarlo, azotó a la isla de Naoshima en el mar de Seto. En su fulminante y pronto paso puso, pícaro presto, la vista en la indefensa calabaza de Kusama, calabaza repositorio de sus lunares obsesivos, más que lunares estigmas de flor, más que estigmas cavidad contenedora de los órganos sexuales. Yaciendo sin consuelo, mecida por oleajes, Pumpkin Yellow feneció.
A decir verdad, no creo todo lo que dice Twitter. El Tifón no fue la causa de la caída y arrastre de la calabaza, sino quizás aquella obsesión infinita con la que fue signada. Colocar a Yellow Pumpkin en un muelle en continuo asedio ha sido un acto de congruencia por parte de Kusama, pues qué mayor obsesión por la repetición, cuál más infinita que la obsesión de las olas por besar la ribera. Tras 27 años de ser tentada por un proceloso mar, aprovechó la conjunción, gracias al tifón, del Céfiro y del Noto para dejarse arrebatar por aquella multitud de olas, hermanas suyas en el servicio a la luna. Hastiada de ser sólo fondo para selfies, del ambiente Art Basel Miami, de los James Turrel y de los edificios de Tadao Andō, Pumpkin escuchó el canto del galopante mar, se rindió ante el seductor incendio azul de la costa. El mar estaba obturado por una muralla de nubes negras y apareció una gigantesca ola, como una rugiente montaña líquida. Embestida, azotada con furia, la calabaza cedió dichosa ser puesta a la deriva, arrastrada por la violencia, ser impulsada hacia donde el destino y la fuerza de los vientos quisieran. 
Y así como las olas ondulan, el lenguaje ni es a veces el águila; es la mosca promiscua e insistente que vuela del azahar a la mierda; es discontinuo, un assamblagge.
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revistasentimental · 3 years
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LA FIESTA DEL AÑO
Por Gerardo Contreras
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“Tenemos que ir” fue lo único que pasaba por nuestra mente ese día. Además de otras fluctuantes necesidades básicas que brotaban de nuestras almas; THC, MDMA, DHL y Full HD, ah y un topping de AstraZeneca. 
Llegamos a las 10 pm, asustadxs de que el evento no tendría ni a una sola alma, la pinta era la de un cumpleaños forzado de nuestrx amigx Adolfo Cisneros, disfrazado ¿irónicamente? de una fiesta conmemorativa del 11 de septiembre. No, no es broma –diría el artista– pero a veces las cosas más serias y solemnes pueden provocar grandes carcajadas.
Una mesa para mezclar, bocinas del tamaño de mi torso, globos y mucho espacio “negativo”, por no decir que la fiesta estaba vacía. ¿A quién chingados se le ocurre hacer un evento para el chilanguetariado sobre el archivo kitsch del atentado a las torres gemelas? Cuatro avioncitos inflables atravesaban los muebles de la casa y las paredes estaban tapizadas por fotografías que un año antes la aseguradora registró del rincón más remoto de aquellos rascacielos. “Esto es una expo no una fiesta”, murmuraban, pues la casa de Adolfo parecía una búsqueda post gramatical en Google, dónde las imágenes se desbordaban por puertas y ventanas. Su evento tramposo, aunque exorcizaba su obsesión por aquel atentado, también se inscribía como una prueba de amistad y de “delfidelidad”, ya que el eslogan implícito de las invitaciones era “Solo va a venir la gente que me quiere”.
La película Remember me (2010) es un drama romántico protagonizado por Robert Pattinson, cuya única conexión con la gran fiesta es el verano del 2001. En los últimos minutos de la cinta, el Edward Cullen venido a menos, se transfigura en la metáfora mesiánica del amor familiar. Para el machito rebelde de Pattinson todas sus violencias que dejó ver a lo largo de la trama, son redimidas al convertirse en el héroe sentimental, que se queda esperando a su padre en el piso más alto de uno de los edificios. Cualquier romance es insignificante contrapuesto con las catástrofes del mundo...  
No me gustaría sugerir que nuestrx artista es un Robert Pattinson Región 4, ya que por encima de cualquier acontecimiento “global”, primero están nuestros sentimientos. Y de hecho al final de la noche, Adolphine decidió abandonar sus torres por el verdadero cometido de la autodestrucción capitalina. La película era un escenario melodramático frustrado por el plot twist del atentado a las torres gemelas. La fiesta de Adolfo era una escenografía exquisita del 9/11 con el plot twist de una prueba del cariño que lxs allegadxs del artista tenían que demostrar. La importancia de este evento quizás radica en la buena escenografía de nuestros sentimientos, que de tan enterrados, algunas veces necesitan una muletilla exagerada y massmediática que pueda albergar la relevancia de un vínculo emocional. 
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revistasentimental · 3 years
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TELÓN VERTICAL
Por Gabriel Rosas Alemán
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Celeste es paisaje, y una historia que se extiende a formatos envolventes. Este texto acompaña un conjunto de obras que fotografiamos en los interiores del lugar en que vivimos: el Edificio Victoria. 
Cómo comenzó
(Adentro)
En el vestíbulo del edificio, un espacio vasto que protege y aísla de lo agitado que es vivir en el centro histórico, veo a diario los muros y las bancas de mármol rosa, en los días calurosos las agradezco. Fernanda y yo nos enamoramos del edificio por este espacio de estilo moderno, alias Art Deco, autoría del Ingeniero Ernesto Buenrostro. El Edificio Victoria se inauguró en 1938, cuatro años después de su vecino el Palacio de Bellas Artes. Imagino que el Ingeniero Buenrostro visitó ese nuevo espacio y decidió vincular su obra al impresionante palacio, volúmenes de mármol rosado pueden encontrarse en el vestíbulo de ambas construcciones. 
(Abajo)
Abajo a nivel de tierra, se encuentran un par de obras en donde cuerpos esféricos, quizás recipientes, están dispuestos a ser ocupados por destellos de luz que emiten otros cuerpos superiores. Una frente a la otra, dando la bienvenida. 
¿Cayeron estos cuerpos? O ¿de dónde surgieron? 
¿Están en reposo o esperan transformarse? 
Al imaginar una línea de horizonte sobre un plano, se abre la narrativa del arriba y del abajo, estos cuerpos esféricos los reconocemos como parte del abajo. Ambas obras se corresponden con los colores del mármol.
(Ascenso)
Atravesamos el vestíbulo y subimos por las escaleras acompañados por el diseño casi melódico de círculos y rectángulos de un ventanal que en el tercer piso remata con una luminaria que desciende del techo. Vidrios traslúcidos y ámbar predominan en la composición. En este punto intermedio, y a veces desapercibido entre el arriba y el abajo, colocamos una obra «canal» que acerca al primer cuerpo esférico con otros superiores. Una conjunción amable de formas, esferas de distintos tamaños y emisiones de color coinciden aquí.
 ¿Qué traman entre ellos? 
La geometría de la pintura se corresponde con la del ventanal enmarcada por un sensual pasamanos de aluminio y herrería que acompaña el recorrido. Seguimos. 
(Arriba)
¿Qué encuentras al mirar hacia arriba?
Indagamos esto con una obra en la que imaginamos los astros en el cielo visible, e invisible. Reunimos en un sólo toldo los cuerpos celestes que reconocemos cercanos y los que se presentan como un misterio.    
Entre los balcones interiores de un espacio reservado a quienes habitamos el Edificio Victoria, colgamos la Obra Parasol. La obra es visible desde el patio interior con la fuente de diseño vegetal recubierta de lozas verdes y azules. Un espacio que me hace especular si el propósito original del edificio era otro y no habitacional. 
La Obra Parasol está en conjunción fugaz con el patio interior de balanceados volúmenes, líneas y colores. 
(Interior)
Fue en el departamento 105 con su ventanal curvado en donde comenzamos las charlas para hacer esta historia posible: qué aportas tú y qué aporto yo. Decidimos trasladar a las obras nuestra habilidad en conjunto para hacer y habitar espacios cálidos y ordenados, «buena calibración» lo llama un amigo. Después nos mudamos a una copia de nuestro primer departamento, pero en el tercer piso. Nuestro nuevo espacio es favorecido por la iluminación natural, desde ahí es visible la torre de Telmex y la cúpula de la parroquia de San José, ambos en el barrio de San Juan. 
Este departamento es el refugio, el espacio donde suceden las negociaciones y los acuerdos del diario que ahora se extienden a las obras. Extendemos las telas de Celeste como dejar caer un telón. Abrimos un espacio/paisaje en donde una línea horizontal marca el arriba y el abajo, el cielo y la tierra. Ahora, aparece el cuenco que recibe la historia que hacemos día a día, la casa.
⛺️ 
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revistasentimental · 3 years
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LA CLASE
Por Francisco Lerios
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Tengo una lamparita de escritorio sobre la mesa de la cocina. La comida, fotocopias, cables, basuritas y desorden general son iluminados por su luz amarilla y baja que apunta a la mesa. Está siempre como cabizbaja, con el cuello doblado. Podría levantarla y hacer que su luz saliera del reino de la mesa, pero no me gustan las luces que van a lo general. A nadie en mi casa en realidad le gusta eso.
En mi familia se decía: eres como las Aurelias. Las Aurelias eran tres primas de mi abuelo materno que vivían juntas y nunca encendían las luces, sólo a veces cuando tenían visitas, y lo hacían de mala gana. Ser como las Aurelias se extendía a cualquier otro acto de ahorro o parquedad, incluso sensato. Y todxs nosotrxs en algún momento cometíamos o nos acusábamos de cometer un aurelismo. A mi me daba un poco de orgullo cuando se me salía un aurelismo, porque esa inteligencia de moderación encarnada por ellas me parecía muy lejana a mi forma consciente de conducirme.
La cocina es mi espacio más productivo, siento que escribo y pienso mejor cuando sé que en cualquier momento puedo levantarme a lavar una taza, cambiar algo de un recipiente a otro, o poner agua a hervir y que esas cosas no se sentirán como una interrupción. Últimamente, en la cocina tomo la clase. La cámara muestra a mi planta colgante detrás y sobre mi cabeza, sus hojas y tallos cuelgan sobre mí como tentáculos. La planta se llama teléfono, otrxs le dicen poto, pero ninguno de esos me gusta para ella y entonces no la nombro. Hay otra planta en la casa que miro cuando levanto la vista de la pantalla. Se llama Aralia, casi otra Aurelia, y no para de crecer, me preocupa.
En la clase se dicen cosas interesantes, cosas redundantes que suenan bien o cosas sinceras. Más o menos así. Los comentarios sinceros a veces responden a una necesidad compartida, pueden venir justo después de un comentario redundante o una muestra de snobismo. Esos comentarios son históricamente asociados con lo tonto, si algo así como una historia de lo tonto puede trazarse. No lo haré yo pero creo que es posible, siempre he sentido mi tontería como algo fuertemente colectivo y antiguo, mucho más vinculante que la inteligencia, que conozco poco. Más que una mera historia de lo tonto, sería sobre su uso decidido, instintivo o estratégico: momentos en que la tontería ofrece una salida de una situación indeseada.
Un compañero parece que se sabe todas las falacias en latín, y las ha ido tirando una a una en las diferentes clases como cartas del tarot. Son tantas y siempre al menos una viene a colación. Pensándolo ahora me parece bonito imaginarlo acompañado de sus falacias como de una colección que cuida. Tal vez él podría inventar algunas nuevas, estoy seguro que hay situaciones que las falacias del viejo repertorio no cubren, o lo hacen incómodamente. Eso pienso a la distancia, pero cuando el compañero las presume en clase me parece insufrible. Otro compañero es verdaderamente inteligente, pero parece que habla con un guión. Cuando lo escucho pienso, quién habla así en su vida cotidiana, o me cuesta trabajo imaginarme que tras una expresión tan certera y precisa haya un interés verdadero, que para mí no puede separarse de la vulnerabilidad y la incomodidad. Pero esa es la vulnerabilidad como la pienso yo, cómo puedo ponerme a juzgarlo, no lo conozco en verdad. Intercambiamos palabras una vez cuando tuvimos que ir a dejar nuestros documentos a la universidad y nos cruzamos, es muy amable. Quiero que sea mi amigo inteligente, a ver si lo logro.
La clase sucede en un contexto en que la inteligencia, entendida como acumulación y dominio sobre conocimientos, la facilidad con la que se formulan en frases, se asume como algo necesariamente bueno. Fuera de la clase, en el grupo de Whatsapp, el otro día circuló un meme que decía algo como 'lloro mientras escribo los reportes de investigación porque no tengo tiempo". 
Mi tiempo se va ocupando de muchas cosas y no me queda casi nada para hacer la tarea. Ni pensar en los reportes. No hacer la tarea, pienso últimamente, es la actividad a la que más estoy dedicado.
Creo que algún día me van a descubrir. Cuando termina la clase, salgo a caminar, podría cenar algo fuera. Pero nunca me decido, o todo me parece caro y termino volviendo a cocinar algo más abundante y mejor. 
Hay un legado que me atraviesa y que hace que pensar sobre la inteligencia y la tontería me afecte de forma tal vez desproporcionada. Me calienta y me acelera.
Mi mamá, una de las personas más curiosas que conozco, nunca fue buena estudiante, nunca terminó la universidad. A mi abuela su padre la sacó de la escuela en cuanto supo leer y escribir. 
Mi mamá, aun con todas las cosas que investiga y atiende, conserva un miedo a no entender del todo, a qué su propia inteligencia sea muy particular, siempre en riesgo a ser invalidada. Yo me siento así, también. Puede ser que sin pensarlo compense ese miedo a la invalidación con el tiempo pasado, aún incómodamente, en lugares consagrados a la inteligencia oficial. 
¿Me estaré volviendo un anti-intelectualista? 
Las asociaciones me preocupan, pero sentirme como un infiltrado en la clase, canturrear las falacias latinas del compañero con el micro apagado mientras lavo trastes me hace sentir bien y en contacto con una tradición más querida. Un tonto que se coló, pero que, ojalá también, robó lo que pudo para lxs suyxs.
#inteligencia #clases #plantas #academia #intelectualismo #anti-intelectualismo #plantasdeinterior #latin #infiltrado #zoom #clases #franciscolerios
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revistasentimental · 3 years
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CON LA MISMA ESPINA UNA Y OTRA VEZ
Por Natalia Millán
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Me pregunto a veces si la relación entre el artista y el arte es una relación sadomasoquista. Si la “musa” en realidad es una dominatriz grandota a la que le encanta ahorcar y azotar a su sumiso artista, de manera violenta y despiadada, hasta que las llagas provocadas por cada latigazo le obligan a crear. 
Dómina Leo es un personaje que vive en el mundo de la artista Carla Lamoyi, y nos la presenta por medio de una audio guía en la que nos susurra al oído, muy detalladamente, el material, los olores, las funciones y las historias de los aparatos de placer que existen en su su mundo BDSM. Con una voz muy dulce, Dómina Leo le explica a los asistentes de Olvida las rosas, dame las espinas, cada detalle de su calabozo; acomodado estratégicamente en el espacio No Soy Basurero ubicado en la colonia Santa María la Rivera. La delicada pero muy firme mano, de la dómina  cubierta con unos elegantes guantes  largos de látex, te va mostrando uno a uno los aparatos de tortura y placer con los que ella opera. Como protocolo de acceso, y como es costumbre de la disciplinaría práctica erótica BDSM, se firma un contrato donde se acuerda hasta donde vas a dejar que llegue esta interacción sadomasoquista. Una habitación iluminada muy tenuemente y llena de letreros de vinil negro en el piso, te indican la disposición estratégica de los instrumentos de Leo: una jaula, un banco de azotes, una cama de vacío de látex y sus respectivos látigos e instrumentos para juegos de impacto, entre otras curiosidades. 
Dómina Leo se toma el tiempo de explicar y desmenuzar la disposición y la composición de su calabozo, develando al mismo tiempo algunas anécdotas de su amplio expertise distendido con sus múltiples visitantes. Los letreritos se convierten en una voluminosa experiencia donde cada espectador toma el papel que le acomoda, eres del equipo de Masoch o del equipo de Sade... o eres una combinación de ambos. Te gusta obedecer o ser obedecido. Al escuchar la narración de la dominatriz me despertó mucha curiosidad sobre ella y su contexto, si existe o sólo vive en la imaginación de Carla. Tal vez viven juntas, se espinan la una a la otra, y crean.
Yes master,  yes master... yes master.
Hace muchos años el conceptualismo nos mostró que las órdenes funcionaban para implantar arte en la mente del espectador, que a partir de una frase, dirección, instrucción o formato – eso sí, muy clara- se logra que el disciplinado público tenga una experiencia estética en su imaginación; supuestamente si eres muy listo, o sientes arrebato por las tipografías, fotocopias, viniles en la pared, etc. tal vez hasta te genere placer.  Me pregunto si la praxis conceptual no es más que una práctica BDSM y esa musa sádica también habita en el proyecto conceptual y le ordena al público. Pienso en la obra de Lawrence Weiner –empuja, pon, moja, lee, piensa, actúa-  un gran artista sadomasoquista que propone que juguemos a leer una obra de arte en su presentación más pura: la orden. Tu tarea es imaginar, poner atención, obedecer o no pasará nada. Si lo piensas es muy sensual jugar a obedecer, a seguir las pistas para encontrar la recompensa, a figurar el deseo. Como en la publicidad (esa prima desobediente del inception conceptual) compre leche, coma sano, si fuma se muere, pero fume. Vivimos obedeciendo; porque el deseo nos mueve y mueve al mundo. Y es peor cuando ya deseamos el deseo.
“Róbalo, amárralo, pégale, goza su dolor Muérdelo, lastímalo, castígalo, comparte su pasión Agárralo, desgárralo, azótalo, sufre el corazón Cálmate, tócalo, mímalo, una canción de amor Es un pacto entre los dos Un pacto entre los dos” 
Cuando vas a un museo, vas a seguir instrucciones: entre por aquí, no toque, no saque fotos con flash; pero disfrute, aprenda, deléitese y maravíllese. Me pregunto, de verdad: si el arte es una dominatriz inmensa que aplasta con el puño a sus esclavos, que constriñe su curiosidad y dosifica su placer. Les pide que gocen, o que finjan. Por otro lado podemos ver a los sumisos que agarran el ramo de rosas y lo aprietan para espinarse las manos, hacerse pequeñas incisiones en las palmas con la misma espina una y otra vez, dejan que corran las gotas de sangre por los tallos de las rojizas flores que le entregarán a su dominatriz; a lo mejor sólo le llevas a tu dominatriz lo que te pide en su *wish list de Amazon. (¿Existe algo más pasivo-agresivo que una wish list de Amazon?)
*Parte del contrato para entrar a la exposición Olvida las rosas, dame las espinas, es una wish list de Amazon, dispuesta para comprarle un regalo a la Dómina Leo, por permitirnos entrar a su calabozo: 
https://www.amazon.com.mx/hz/wishlist/ls/11XX8BT88MIKM?ref_=wl_share
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revistasentimental · 3 years
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THE CARRIER BAG THEORY OF SELF MADE FASHION: AUTOCUIDADO, INDUMENTARIA Y FICCIÓN
Por Salma Carabajal
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Hace tiempo sentía en mi espalda un calambre, pues no me despegaba de la    computadora. La tesis había hostigado mi espacio privado, tanto que mi mesa de comedor se parecía cada vez más a la cama de Hugh Hefner; con mi computadora, mi teléfono, la bocina, mapas mentales, cigarros, unos cascos de caguamas y libros. Esos meses me la vivía sentada todo el día en una silla de oficina que compré en un bazar. 
El proyecto de tesis, la angustia de ser próxima recién egresada y el poco tiempo que compartía con mi familia para apapacharnos me estaba convirtiendo en un catálogo de calambres. Pero ¿qué eran estos apretones en la espalda? ¿por qué me habían invadido ahora?
A veces, mi ansiedad me preocupa más que ocuparme y eso me hace sentir culpable, porque estar ansiosa es la llave a mi archivero de pensamientos que están amontonados como ropa sucia en la silla de la esquina. Pero ¿por qué doblar estos pensamientos se parece a procrastinar y no se parece a esas veces en las que termino satisfecha después de trabajar todo el día? Porque mientras doblo esos pensamientos y los vuelvo a desdoblar, imagino historias que me hacen “perder tiempo” para hacer lo que debería estar haciendo. La productividad y ahora el trabajo en casa habían corroído mi cuarto, mi sala, mi cocina y mi baño… Mi computadora había pasado a ser la extensión de mi misma en contra de mi voluntad. Reflexiono sobre el cuerpo en aislamiento y cómo ha cambiado nuestra relación con los objetos y los espacios que habitamos. Mi cuerpo se inflamó y empezó a hablarme, que si hubiera sido por él me habría mandado un zumbido o un mensaje de texto.
En esos días nublados de marzo, mientras investigaba referencias para mi tesis, encontré a Kate Hartman, una chica diseñadora que había llevado su práctica a su propio cuerpo a través de indumentaria inteligente, ella decía que su ansiedad le había dificultado comunicarse a través de su voz, por lo que empezó a reflexionar sobre su relación con su cuerpo como un acto de cuidado e intimidad, un acto en el que reclama la corporeidad y la metamorfosis de esta interfaz primaria con el mundo con la fabricación de wearables inteligentes que hacía ella misma con plástico, circuitos y cables de metal. 
Es así como empieza “Social Body Lab”, indumentaria con un “gadgy feeling”, que comprende una variedad de objetos usables, como “inflatable heart”, un órgano externo inflable que refleja con luz emociones como ansiedad, enojo, felicidad, una herramienta que a más allá del cuerpo y me lleva a pensar en la práctica de mujeres como Rebecca Horn donde el cuerpo era reemplazado por esculturas kinéticas que extienden partes del cuerpo, como un reclamo del espacio, como una experimentación hacia lo artificial y hacia la consciencia de que esta membrana no da para más.
Siempre he sido consciente de que este cuerpo no me da todo lo que necesito, que el maquillaje y las extensiones de pelo son una forma de acercarme más a mi yo real y que la “artificialidad” es una herramienta para sentirme más cómoda con mi cuerpo. Lo que me pongo encima me hace sentir en control de esta plataforma que me presenta al mundo. En mi práctica artística me interesan estas preguntas sobre cómo en un futuro nos relacionaremos con el espacio, cuáles serán nuestras necesidades ante esta invasión tecnológica hasta nuestras almohadas. Pasar de una sociedad soberana a una sociedad disciplinaria, como menciona Paul Preciado en Aprendiendo del virus. Las técnicas gubernamentales biopolíticas se extienden como una red de poder que desborda la esfera punitiva que se convierte en una fuerza “somatopolítica”, una forma de poder que extiende la totalidad del territorio hasta alcanzar el cuerpo individual. Considero nuestra responsabilidad imaginar y escribir otras formas de relacionarnos con nuestros cuerpos. Demandar nuestra corporeidad, el placer y la sensualidad como parte de nuestro autocuidado, buscar formas de sanar a través del arte es una alternativa. Recuerdo ahora a Louise Bourgeois, que en su obra explora el espacio como un elemento que nos construye hasta mencionar que sin el espacio no hay posibilidad de ser. En la obra de Bourgeois, cada pieza es una construcción proyectiva del ser, una casa, una domesticidad del recuerdo, un invernadero, un autorretrato, una colección (de ropa) y una catarsis (teatro para la memoria). Podría decir que la indumentaria es uno de los lenguajes que nos permite socavar la diferencia entre lo público y lo privado, lo cual no significa generar un espacio infinitamente abierto, sino difuminar los contrastes entre lo que se muestra y lo que se esconde. Al desdibujar estos bordes, se dibujan los contornos de la intimidad como lo hace la artista de ciencia ficción especulativa, Lucy McRae, también. Space Spa es un proyecto que propone artefactos usables que se originan de preguntarse cómo nuestro cuerpo reacciona al aislamiento, a vivir en casas más pequeñas, a nuestro apego con la tecnología y la falta de abrazos; preocuparse por el cuerpo y generarle sus extensiones es una forma de cuidar no sólo por nosotras mismas, es una forma de cuidado colectivo desde lo que ella llama  “future sensitive human”. Lucy propone amorosas soluciones especulativas que literal, nos abrazan, como “Heavy Duty Love for Future Sensitive Humans Technology and touch” una instalación en la que el tacto y la tecnología son el centro de esta pieza, pero sobre todo el eje central son los abrazos, los cuales abren un diálogo sobre las complejas conexiones humanas a través del tacto en el futuro.
Quién iba a decir, que un calambre me llevaría a buscar soluciones a través del arte y no sabría si es arte esto o no, honestamente; pero sí que hay un desborde que nos permite autorregularnos en nuestros procesos. Por ejemplo, salía con un chico con el que nos comunicamos de repente porque no hablábamos el mismo idioma, independientemente de eso, porque bien pudimos haber usado el traductor y demás herramientas, teníamos una conexión en la que nos veíamos para acariciarnos; yo me postraba encima de él y le acariciaba la espalda y así hasta que nos quedamos dormidos, él tenía que irse pronto a su país y yo iba a extrañar las caricias y a mi “petting fuckboy”. Le escribí poemas y dibujé en ellos las coreografías de sus dedos y mis dedos. Después hice con ellos un fanzine texturizado. Cuando pasé a exponer este proyecto en el seminario de formas del arte, pensé que todos iban a pensar que era una obsesiva pero yo me sentía descubriendo un misterio y los “y si?” empezaron a aparecer. Me hice mi breve historia de ficción en la que los humanos en un futuro no muy lejano estaríamos encerrados por más tiempo, la comunicación digital nos sobrepasaría y preferiríamos quedarnos en nuestros cuartos-casa de dos por dos metros cuadrados en vez de ver a nuestros amigos o quizá en contra de nuestra voluntad tendríamos que hablar con ellos a distancia como este chico con el que salía, solo para apapacharnos. En entonces surge un catálogo de caricias, una revelación de mi intimidad, pero una herramienta para no olvidarme nunca de cómo me gusta que me acariciaran.
Estos actos de cuidado especulativos son los que me nutren, las esculturas kinéticas, las constantes somatizaciones, la comunicación conmigo misma y la autoconstrucción de nuestra intimidad, el reclamo del espacio personal que se ha visto ahorcado por la invasión de la productividad hasta en el baño y los apapachos. Todo esto, un acto de amor para mí misma y los demás que ya decía Ursula K le Guin que una bolsa, era ya un acto de cuidado para los demás, porque desde la prehistoria, las mujeres salían con una bolsa a recolectar nueces y frutas para luego llegar a la casa y compartir, una actividad que requería menos esfuerzo que ir a cazar un ciervo y que permitía a las familias estar unidas más tiempo, con alimentos que les nutrían y que además, mientras la bolsa se ponía en el centro para que todos tomaran lo que quisieran, ésta era un pretexto para la coquetería. Un acto tecnológico y súper fashion de la prehistoria, pero que sin duda nos recuerda que a las mujeres hoy y siempre el cuidado por los demás y la ternura ha sido lo que nos hace resistir en un mundo necio por controlar y vigilar nuestros espacios domésticos y nuestros cuerpos. Si nuestro cuerpo es ahora nuestra frontera y no la puerta de nuestra casa, escribamos, imaginemos, otras formas de escapar de la casa que es ahora el centro de la economía, de vestirnos de mesa como pretexto para compartir, de vestir a nuestras plantas, de que éstas nos manden un whatsapp para regarlas. Y por último, llevemos nuestras ansiedades, urgencias, somatizaciones y calambres a construir espacios y diseñar ropas, cuales directores de arte o stylist futuristas como el sastre loco de Isaac Asimov.
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