Tumgik
deeverset · 1 year
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¡Por favor, no le digan a nadie!
Cap. 1 ¿Bailamos?🪩
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Créditos de la imagen: @aleandriseige
Will sospechó desde el inicio. En el almuerzo ocupaban la misma mesa, al salir caminaban abrazados, de hecho, cada instante disponible lo destinaban a estar juntos.
Todos lo notaban, nadie decía nada, él no preguntaba.
Ciertamente, dolía. Imaginaba sustituir a Alana. Solo soñaba.
¿Qué camino escogió? Aparentar alegría infinita al enterarse de que dos de sus amigos tenían una relación.
Los fotografiaba a petición de ella; no las borraba. Cuando el rechazo golpeaba su pecho, las revisaba y permitía que las lágrimas brotaran. No lo remediaba, pero su aflicción emanaba a cuentagotas.
Llegó temprano a la escuela. La ciudad era peculiar, un segundo de desfase en tu horario habitual y atrasarías o apresurarías tu rutina.
El sol iluminaba los muros color pistacho, hojas verdes caídas de los árboles llenaban el asfalto y el viento producía una melodía con las aferradas a las ramas.
—¡Hola, Graham!
—Hola, Bloom.
Antes apreciaba la efusividad de su “amiga”, ahora resultaba irritante.
Lo invito a caminar alrededor del colegio. Discutieron referente a la fiesta que realizarían en la casa de ella, luego la mujercita empezó a desahogarse respecto a su ruptura con Hannibal.
“Demasiado inmaduro. No se presta a solucionar problemas”.
“¿Ternura? Pff, su inteligencia es recíproca a la imposibilidad de demostrar cariño”.
Actuación extra.
“¡Lo siento tanto!” Un apretón. “Encontrarás a alguien mejor”. ¿Existe?
Celebró que Lauren, la prefecta, abriera la pesada puerta metálica y el suplicio acabara.
Beverly y Margot llegaron rato después, ni siquiera saludaron. Se avecinaron a él con objeto de corroborar que la lista de invitados y el dinero recaudado se mantuvieran ordenados. Libres de deudas, pendientes o cabos sueltos.
Se cuestionó la razón de planificar excesivamente una sencilla reunión.
Era la primera vez que el ojigarzo acudía a ese tipo de evento, ya que nunca se le dio socializar ni obtenía muchos permisos de su madre sobreprotectora.
No negaba que la sensación de incertidumbre ante las aventuras que traería la noche, le entusiasmaba. Percibir la mirada de Lecter encima de su nuca, durante la media hora de descanso, no le gratificaba.
Conservaban cercanía, sin embargo, el tiempo compartido disminuyó, igual que los roces.
Lo extrañaba, no obstante, su dignidad era mayor y no mendigaría migajas de atención.
El viaje se extendió más de lo previsto. Una pequeña edificación ocre, protegida por un portón oscuro, era el hogar de la pelinegra. No era un buen vecindario, mas no era el peor.
El interior era amplio, pintado de tonos durazno y muebles que apostaba heredados.
Prefirieron no comer y dedicarse a colocar en el jardín las luces para la pista de baile, limpiar y decorar.
Al terminar, entraron a un estudio repleto de cajas, un viejo sillón y una computadora arcaica. El rizado contempló a la ondulada acicalarse.
—Iré al baño.
—Arriba. Al final a la derecha.
Alcanzó su mochila y se dirigió a su destino.
Desempacó unos jeans negros y un suéter rojizo. Usó el cinturón y los tenis del “uniforme”.
Untó una pizca de aceite de coco en las zonas altas de su rostro, iluminándolas. Bálsamo labial aumentó el rosa natural de dicha área. Eso bastaba.
Varias conocidas de Alana aparecieron. Se sentaron a conversar mientras “Ocean drive” se oía de fondo. Él no participó, aunque sí se informó de los inconvenientes familiares de esas chicas.
Treinta minutos más tarde, seguían exentos de rastro de sus amigos, incluso las hamburguesas que encargaron arribaron, sin embargo, no había quién las degustara.
Una llovizna cayó y les desanimó; podría ser motivo de inasistencia y sus planes fracasarían.
Pero no…
Delante a la entrada, entreabierta, de hierro, aparcó un Jaguar azabache. Katz, con su impecable cabello lacio, escoltada por Hannibal. Eso, en efecto, impactaba.
Verlo ahí, sumamente perfecto, rozando el término de “divinidad”, le regaló a su mente un recuento de las semanas en la biblioteca, aprendiendo Historia, y las tiernas escenas guardadas de él, alimentándose.
Convivían a diario, a pesar del “malentendido” y justo en aquel momento, ante el castaño y su maldita exnovia, quiso derrumbarse.
Matthew, otra de las exparejas de Bloom, se adhirió a ella cual chicle. Danzaban y cantaban felices, chocando sus frentes y tomándose de las manos. Las circunstancias coadyuvaron y se besaron.
Will esperaba que Lecter reaccionara mal, no obstante, se unió al bullicio generado.
Por otra parte, Verger se encargó de emborrachar a todos. Le sirvió tequila a la mayoría. Entre ellos y el castaño arrasaron con el vodka.
Graham la observaba bailotear mediante las divisiones en medio de los bambús que funcionaban de muro y apartaban la pista de la mesa de pícnic donde comieron.
—¿Qué haces aquí sentado? Todos se divierten —indagó Hannibal, acomodándose junto al ojigarzo.
—Me entretuve suficiente. Descansaré y regresaré. Enseguida lo necesitarán o simplemente te imitarán y buscarán al individuo más asocial que conozcan con intención de dialogar.
—¿Crees que poseo tal influencia? ¡Vamos, no soy tan relevante!
—Guapo —Comenzó a enlistar ayudándose de sus dedos—, carismático, inteligente, dispones de todo para convertirte en líder. Tardaría años mencionando tus cualidades.
El mayor sonrió levemente. Le gustó escuchar eso del joven.
De pronto, “If I Go, I'm Goin” sonó. El chance idóneo para perder miedo y dejar que la bebida se tradujera a “el pretexto óptimo”.
—¿Bailamos? —Se levantó y le tendió su mano—. No necesitamos ir a la pista si te incomoda.
Sopesó la situación. Acababa de ver a su ex besuqueándose con otro, frente a él y decenas de gentes. Su ego pudo herirse y aquello era una venganza magnífica.
¿Qué había de sus deseos? Era una ocasión, seguramente, irrepetible. No la desperdiciaría, aunque posteriormente tuviera que recoger sus pedazos.
Entrelazaron sus manos. El menor llevó una al hombro contrario y Lecter rodeó la cintura ajena.
Torpes pasos de vals los hicieron girar. Estaban bastante próximos, a punto de hundirse en sus clavículas. Aspirando sus aromas diversos; bosque y cientos de dólares almacenados dentro de un frasco de perfume.
»Somos pésimos en esto —Se separó algunos centímetros, admirándolo y guardando, en su palacio mental, esa imagen del muchacho iluminado por un reflector amarillo que acentuaba su sonrojo.
—Sí —Le devolvió la mirada. Amaba el ligero bronceado adornando la piel del castaño. Cada detalle de él impresionaba—, mas es agradable.
La adoración persistió en las pupilas del rizado, como si esos cuatro meses restregándole a otra persona en la cara no marcara diferencia.
Ignoró el temor, se acercó y fusionó sus labios de un modo tierno y cálido.
El mundo frenó cuando apreciaron restos de saliva, prueba del secreto naciente que compartirían… ellos, Bev y Jimmy.
—Shockeante —confesó Price, ingirió un trago de su vaso rojo y volteó a verificar la reacción de su compañera: boquiabierta—, algo insólito.
—Veníamos a invitarlos a jugar “7 minutos en el paraíso”, sin embargo, creo, empezaron sin nosotros —bromeó Katz.
—Mierda —maldijo Will, frotándose la cara—. ¡Por favor, no le digan a nadie! —imploró, estrujándolos.
—Tranquilos, campeones, están a salvo.
Brown no desaprovechó la oportunidad de comentar su época “rockstar” tocando en modestos lugares locales.
Hannibal y Graham se incorporaron al círculo donde la botella elegía las parejas del juego, pero decidieron no participar.
—¡Will, no tienes idea de cuánto te me antojas! —declaró Matt cuando el envase de vidrio los señaló.
—Estoy fuera y, francamente, no anhelo probar la baba de Beverly.
—Solo un besito —Brown gateó en el pasto hasta alcanzarlo y jalarlo de la nuca.
Súbitamente, su cuerpo se elevó, sus pies no tocaban el piso, Lecter sostenía el cuello de su camisa.
—¡Pedazo de imbécil, ¿se olvidaron de enseñarte el significado de “no”? —La rabia se apoderó del castaño, oscureciendo su expresión y orillando a mostrar sus caninos, involuntariamente.
—¡Déjalo, da lo mismo! —El ojigarzo se ubicó a su lado y palpó su brazo.
Lo bajó. Matthew quedó atónito e inmóvil.
—Si vuelves a insinuarte, tocarlo o respirar en torno a él, toda esa furia que casi te hace manchar tus pantalones, caerá sobre ti —le susurró al oído—. No me controlaré.
Agradeció, nuevamente, que la pelinegra no fuera testigo.
—¡Marchémonos, los padres de Bev llegaron! —Jimmy los arrastró hacia la salida.
El grupo de adolescentes permaneció callado en el transcurso del trayecto, pues su olor y forma de hablar, los delatarían.
Hannibal se apoyó en la sien del menor, copiándoles a Beverly y a Price; las distinciones fueron los dedos enroscados y el beso en la frente al despedirse.
Ninguno sabía qué ocurriría a partir de aquella madrugada, aunque… poco importó.
Disponible en AO3:
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deeverset · 1 year
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¡Por favor, no le digan a nadie!
Prólogo
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El grupo andaba a través del sendero al lado del río que rodeaba la plaza más cercana a su escuela. Beverly se rehusó a usar el autobús que los dejaba justo enfrente, dado que “ese dinero podría servir para otra cosa”.
El lugar no era muy grande. La fachada entera era color crema, incluida la pizzería que no se encontraba al interior sino en una zona del estacionamiento.
—Subamos a esos carritos —sugirió Will al hallar un par de vehículos característicos del supermercado.
—¡Pido el otro! —gritó Margot antes de correr en dirección a uno, evitando perderlo.
La pendiente hasta su destino no era demasiado inclinada, no obstante, permitía deslizarse a velocidad considerable.
Hannibal le preguntó a Graham si estaba listo, previo a lanzarlo.
Los adolescentes a bordo gritaban y reían, mientras sus acompañantes supervisaban enternecidos.
Frenaron fácilmente, pues en el momento en que estuvieron a punto de salir disparados al toparse con la acera, lo manejaron igual que expertos.
El olor a mozzarella, salsa de tomate y orégano aumentó el hambre y provocó que sus estómagos rugieran.
Se acercaron al mostrador anaranjado, como el mobiliario restante, y ordenaron dos pizzas grandes de pepperoni.
Su pedido no tardó mucho en llegar a la mesa donde se acomodaron. Comenzaron a degustar y a platicar de chismes escolares.
Era la primera vez que el muchacho convivía con Lecter, a pesar de ello, quedó maravillado. Notó su hábito de limpiarse manos y labios luego de cada bocado, la delicada forma en la que sus rebordes sujetaban el popote del té helado y cuánto amaba examinar el mundo cuando no participaba en la conversación.
Tan distinto a él, lleno de migajas y tonos rojos por doquier. Nunca sostenía el contacto visual y bebía directo del envase.
Eres un desastre, Will Graham.
...
Llevaban semanas trabajando en un proyecto para la clase de dibujo del castaño. Le pidió al ojigarzo ser su modelo, aunque, en lo absoluto, indicó que debía presentarse el día de su exposición. Si hubiera mencionado aquel detalle, jamás habría aceptado.
Era rarísimo estar al frente de un salón repleto de personas mayores a él; dos años eran suficientes para intimidarlo.
Se sintió importante notando las expresiones de asombro en sus compañeros y el profesor. Incluso, le tranquilizó darse cuenta de que no era el único en oír las palabras de Hannibal como si fuera el flautista de Hamelin y los demás simples roedores.
Les aplaudieron.
“Los he observado en la biblioteca, estudiando junto a sus amigos, también mis colegas han notado cuán beneficiado se ha visto el joven Graham al mejorar sus calificaciones. No lo abandonen, hacen buen equipo”.
Hasta los profesores sabían.
...
El rizado caminaba alrededor de la alfombra salmón del estudio. Su respiración era inestable, al igual que sus latidos y la manera en la que agarraba el celular.
La luz azul de la pantalla iluminaba su rostro sonrojado. Cinco, diez, treinta minutos rozando la flecha que enviaría el largo texto tecleado que expondría sus sentimientos.
Pensaba en el tiempo compartido, los toques “accidentales” y la complicidad que peligraba. ¿Confundió todo? La imagen de Lecter dándole el mismo trato a Alana, lo atormentaba. ¿Cómo se comparaba con ella? Su bonito cuerpo fe-me-ni-no.
Lo cierto era que no podía seguir callando.
Sí, no decírselo a la cara, lo convertía en cobarde, pero no guardaría lo que sentía.
Pulsó el botón, lanzó el móvil al puff afelpado en la esquina de la estancia y se tiró al piso. No quería curiosear ni escuchar nada.
Pasó un rato y al no percibir el distintivo sonido de un mensaje recibido, se sentó sobre el cómodo sillón y entró al chat del mayor, en el instante en el que él lo abrió.
Una larga espera mirando puntos suspensivos que significaban que el destinatario estructuraba su respuesta. ¿Era bueno que tardara tanto? Había dos opciones: se disculpaba a causa de su rechazo o la confesión era mutua.
Ahí estaba...
“Por ahora, es mejor que sigamos así”.
El menor no hizo ningún movimiento. Solo contempló esa frase que rompió algo en su interior.
Disponible en AO3:
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deeverset · 1 year
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¡Les presento el tráiler de mi primer fanfic Hannigram, “El chico Cherry”!
Sinopsis:
Los gemelos Lecter son la dupla de hermanos más prestigiosa del país, también son unidos y lo comparten todo. Al menos así fue hasta aquella visita nocturna al bar favorito de Nigel donde la nueva adquisición del dueño, despierta los instintos más bajos de los mellizos.
¿Será Will Graham lo que finalmente ponga en duda el lazo tan fuerte que Hannibal y su idéntico han forjado desde antes de llegar al mundo?
Pueden leerla en:
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deeverset · 1 year
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Chico astuto ❤️‍🔥
Tema: Will en la cárcel
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Hannibal, en absoluto, pensó en asistir al Hospital para Criminales Dementes, hasta que Frederick lo llamó y le pasó el mensaje de Gideon solicitando verlo. Dudó, pues temía fuera plan de Will. Merecía cualquier venganza.
Se prometió que si algún día dicho lugar horrible se convertía en su hogar, ni de broma habitaría aquel oscuro e insípido pasillo lleno de groseros.
—Lecter, un privilegio contar con su presencia. Creí que me rechazaría, dado que una parte de usted yace prisionera aquí.
Eso buscaba evitar: el recordatorio de su culpabilidad, cayendo cual balde de agua helada.
—¿En qué puedo auxiliarte, Abel?
—Temo que —Se aproximó a los barrotes—... hoy yo le ayudaré a usted.
El invitado inclinó la cabeza y levantó sus cejas, incrédulo.
»Le conviene mostrarte miedo porque su alternativa es la rabia que le provoca ser inculpado de crímenes que ni en sueños cometió, aunque hubiera querido.
—Te agradecería concretizar.
—Se admiran, ¿me equivoco? —Sonreía—. Son el tema mutuo de conversación favorito.
»Necesitabas salvar tu pellejo y apareció mágicamente, solo que olvidaste prevenir tal giro en la trama. Ahora, esas ojeras adornando tus párpados, reflejan insomnios tratando de descifrar cómo sacarlo de acá.
Hannibal lo analizaba, sin enfocarse en la mirada contraria, o su verdad caería. Si precisaba guardar silencio hasta despedirse, lo haría, rehusándose a verse vulnerable.
»Deja de ocultarte tras esos muros altos e indestructibles; te lo dice alguien que nunca experimentó hallar comprensión de un tercero. No me han presentado al cariño.
—El psiquiatra aquí era yo, ¿correcto? —Su voz se tornó molesta. Era eso o doblegarse ante su colega—. ¿Cuál es el propósito de esta “terapia”?
—No pretendo confieses…
Graham ocupaba la celda junto a Gideon. Compartían un objetivo: recuperar su identidad.
Escondido en el rincón menos visible de su “habitación”, escuchó la llegada de Lecter.
Jamás dudaría de las confabulaciones de su compañero.
—Yo sí ansío declares lo que Abel ha intentado que vomites —interrumpió el rizado, más esperanzado que molesto.
¿Era la oportunidad de redimirse?
—¿Qué deseas oír, Will? —Cambió de aposento, luego de observar la animada expresión de Gideon, gracias al drama que presenciaría.
—Sé sincero por una maldita vez —imploró, aferrándose al metal que los separaba—. Permíteme volver a confiar. Dilo y prometo, te perdonaré.
Se perdió en los iris azules del joven; imprescindibles si requería vulnerabilidad.
—Fue un acercamiento hacia tu verdadero yo. ¿Retorcido y poco ortodoxo? Sí, pero no encuentro manera distinta de demostrar… amor.
—¿Tú… me amas?
Sus corazones se aceleraron, sus pupilas se dilataron y abrillantaron. El menor lo ignoraba, sin embargo, aquellas palabras eran algo que anheló durante mucho tiempo.
—Te… amo, chico astuto.
—Entonces libérame y juro —entrecerró los ojos, esforzándose por no llorar—, me quedaré a tu lado hasta el final de nuestros días.
Se retiró. Era el momento de su diseño.
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deeverset · 1 year
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La iglesia tiene de santa, lo que yo de vegetariano.
Tema: Priest
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Créditos del edit: Yo
El padre Will mentiría si dijera que no sintió nervios, miedo e intimidación previo a que la puerta se abriera. No acostumbraba visitar presidiarios y las escasas veces que lo hacía, no eran tan peligrosos como Hannibal Lecter.
Un enfermero llamado Matthew lo escoltó.
—El reo permanecerá esposado durante su estancia. No debe acercarse, puesto que, sabrá, es caníbal y podría morderlo —indicó.
Un “Hijo, no te preocupes. Dios está conmigo” se atoró en su garganta, sin razón, lo único que salió fue un asentir no verbal.
Allí se hallaba, una caja transparente que, suponía, no se abría a menudo. Los muros laterales y el posterior, estaban construidos de libros y su decoración simulaba bien un estudio. Disponía de un sillón, retrete, mesas y utensilios de dibujo.
“Nada mal”.
La incógnita: lo compró o el FBI obsequió tales privilegios a cambio de algo intangible.
Ingresó directamente al falso despacho, percibió la mirada del psiquiatra siguiéndolo hasta ocupar el banco delante de él.
—Santidad, me sorprende su afán de entrevistar a un pecador de mi talla —Sus puños y las cadenas sujetándolo a la mesa pegaron en ella, causando un estruendo—. ¿Viene a conseguirme un boleto al cielo o a escupirme que merezco más que el purgatorio?
El traje de persona se derrumbó.
—Leí todo sobre ti y fue equivalente a hojear la biblia —El azul y ámbar de sus iris se encontraron, creando una conexión gris pardo.
El castaño quedó estupefacto.
Decenas de mundanos enviaban cartas expresando admiración, incluso tenía en cuenta que todos aquellos que osaban juzgarlo, les fascinaba su trabajo. Nunca imaginó que un religioso, confesaría tal barbarie.
»No me veas así, hijo. No es secreto que miles, quizá millones, de personas se ocultan tras el credo, ya que temen convertirse en “monstruos" y, generalmente, terminamos usando la sotana de amparo.
El doctor sonrió, encantado y, aún, desconfiado.
—Una tontería no recurrir a un hábito que evitara mi captura.
»Compruebo, la iglesia tiene de santa, lo que yo de vegetariano.
El párroco resopló una risita. Se levantó y recorrió la celda.
»Pero, le suplico, dígame a qué ha venido, padre. Dudo usara su preciado tiempo solo con el propósito de intercambiar papeles y confesarse ante mí.
El cura detuvo su andar y se acercó al dorso ajeno, inclinándose, a fin de quedar a la altura de la oreja contraria.
—Vine por ti, porque te… deseo.
Hannibal se estremeció. Graham era atractivo y, de acuerdo con su conversación, semejante.
Una perversidad adicional: follarse a un clérigo.
—Es una pena que, literalmente, esté atado.
—No te confundas, Lecter, jamás le faltaría al respeto a nuestro Señor de una manera tan vulgar.
»Haré cuánto esté en mis manos; te sacaré de aquí definitivamente, o en ocasiones.
»La casa del Todopoderoso es el sitio indicado para que deidades idénticas a nosotros se regocijen.
»Hasta entonces —Selló su propuesta mediante un beso en la frente.
—Esperaré ansioso, Will.
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deeverset · 1 year
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¡Por favor no le digan a nadie!
Temas: Celos / High School AU
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Créditos del edit: Yo
Will, Beverly, Jimmy y Alana se encargaron de organizar la fiesta de fin de semestre. Esta última se ofreció como anfitriona; los restantes reunieron dinero y corrieron la voz.
Era la primera vez que Graham acudía a ese tipo de evento, pues nunca se le dio socializar ni obtenía muchos permisos de su madre sobreprotectora.
Emocionado, eligió unos leggings de cuero y un suéter granate. Un atuendo bastante atrevido para su costumbre.
Llegó en taxi a casa de Bloom, quien solo se acompañaba de extrañas. Se sentaron a conversar con música de fondo; nada interesante.
Media hora tarde, un automóvil negro se estacionó frente a la propiedad ocre que conservaba su oscuro portón entreabierto con objeto de recibir a los invitados.
¿Lo sorprendente? Del vehículo descendió Katz, escoltada por Hannibal, el exnovio de Alana; una ruptura reciente. Mayor que ellos por un par de años… tan perfecto que rozaba el término de “divinidad”.
Compartían un secreto: el ojigarzo se embelesó al conocerlo, e hizo lo posible por acercarse a él mediante Bev; lo logró. Se hicieron íntimos; almorzaban y visitaban la biblioteca en grupo.
Una madrugada, acumuló valor y le envió un texto, confesando cuánto le atraía. Su pronta relación con la pelinegra era inminente; no le correspondería.
“Por ahora, lo mejor es mantenernos de esta forma”.
La vida continuó.
Degustaron hamburguesas, reunidos en una mesa de pícnic y comenzaron a ingerir alcohol. Las pláticas y carcajadas fluían.
Aún no transcurría la mitad de la velada y ya estaban lo suficientemente ebrios para erguirse, caminar recto y no arrastrar las frases. Sus sentidos, juicio y músculos se relajaron.
Brincando en el espacio que servía de área de baile, los asistentes presenciaron un beso entre Bloom y otra de sus exparejas: Matthew.
El rizado buscó una reacción molesta en el castaño, sin embargo, se unió al bullicio.
Luego de minutos, precisaron un descanso. Las melodías tornaron al género indie.
Will llevaba rato sentado en el lugar donde comieron, observando a los demás y consumiendo cerveza de su típico vaso rojo.
—¿Qué haces acá? —dijo Hannibal, acomodándose a su lado—. Todos se divierten.
—Pronto te imitarán, como acostumbran. Se aproximarán a la persona menos popular que conozcan y charlaran.
—¿Hablas en serio? Mi relevancia no es tanta.
—Carismático, inteligente y atractivo; podría enlistar sinfín de adjetivos.
Reflexionó las palabras escuchadas. Transcurrió medio año desde la confesión del joven y según la situación, sus sentimientos no cambiaron. Se asombró.
—Bailemos —ordenó, aunque su tranquilo tono, lo camufló a sugerencia—. No debemos ir a la pista, si no lo deseas, podemos hacerlo aquí —Se levantó ante él y estiró su brazo, con el propósito de que la sujetara.
El chico analizó. La ondulada delante de todos con Brown, el mayor viendo, ¿una jugada con intención de provocar celos? Apostaba a que sí. ¿Se presentaría una próxima oportunidad de tal calibre? Lo dudaba, así que enredó sus dedos en la muñeca contraria y se acomodaron cual vals, incluso sus pasos se asemejaban. Nula experiencia en danza corría por las venas de ambos.
Un reflector naranja los iluminaba, acentuando el ligero bronceado del muchacho y el evidente sonrojó del menor. A él le encantaba contemplarlo, generalmente, de lejos. Percibirlo cerca, corazón contra corazón y con su nariz a punto de hundirse en sus clavículas, era superior al efecto del licor en su sistema.
—Somos pésimos —Lecter se separó unos centímetros de él y lo contempló con ternura.
Asintió medianamente, a consecuencia de que los singulares labios del castaño, atraparon los suyos. Una acción desesperada. La última comida en el planeta, devorada con rapidez, mas implorando no termine.
En ese momento, a ninguno le preocupó quién los descubriera; poco probable, dado que varias ramas de bambú colocadas a manera de muro, los separaban de la multitud.
La magia terminó, pero pequeñas estrellas se incrustaron en sus iris. Los rastros de saliva y la adoración atrapada dentro de sus globos oculares los hacía brillar.
—¡Oh por Dios! —Price aminoró su volumen con ayuda de su palma.
Katz también se encontraba allí, boquiabierta.
»¡Wow, eso no lo esperaba!
—¡Por favor no le digan a nadie! —Graham abrazó a los dos—. Particularmente a Alana, ¿prometido? Lo discutiré con ella en tanto sea apropiado.
La noche entró a su recta final. Escasos sobrevivientes; algunos dormían, otros yacían arriba de su propio vómito y los que sobraban, se instalaron en el jardín a seguir bebiendo, fumando, cantando o jugando. En el caso del ojigarzo y sus compañeros, escuchaban las aventuras de Matthew con su banda que tocaba en pequeños lugares de la ciudad y, en un instante, se convirtió en el tradicional “7 minutos en el paraíso”. Hannibal y el rizado decidieron no entrar, no obstante, permanecieron en el círculo.
—¡Vamos, Will! No tienes idea de cuánto te me antojas —declaró Matt cuando la botella que elegía las parejas los señaló.
—No participo y, francamente, no anhelo probar la baba de Beverly.
—Solo un besito —Matthew se arrastró en el pasto hasta llegar al joven y jalarlo de la nuca.
De pronto, su cuerpo se elevó, sus pies no tocaban el piso y el mayor sostenía el cuello de su camisa.
—¡Pedazo de imbécil, no te enseñaron lo que significa un “no” —La rabia se apoderó de Lecter, oscureciendo su expresión y orillando a mostrar sus caninos, involuntariamente.
—¡Déjalo, da igual! —Graham se posó a su lado y palpó su hombro.
Lo bajó. Brown quedó atónito e inmóvil.
—Si vuelves a insinuarte, tocarlo o respirar alrededor de él, toda esa furia que casi te hace manchar tus pantalones, caerá sobre ti —le susurró al oído—. No me controlaré.
Agradeció, nuevamente, que la pelinegra no estuviera presente.
El muchacho regresó a Katz a su hogar, a diferencia de aquella tarde, el chico lo acompañaba.
—Pregúntalo —El castaño tomó la iniciativa, rompiendo la tensión que reinaba la atmósfera—, cualquier cosa. Seré honesto.
El menor suspiró.
—¿Me usas? —No apartó la mirada del tablero. Plantearse que le mintiera a los ojos, le provocaba náuseas—. ¿Quieres que ella se sienta celosa?
—Si con “ella” te refieres a Bloom, no —El coche se orilló y se detuvo—. Comprendo lo que piensas y no te culpo, aunque no es de dicho modo.
»Yo… siempre estuve enamorado de ti, sin embargo, jamás me sucedió con otro hombre y fue confuso, aterrador. Mi opción ideal: Alana. No funcionó porque, constantemente, aparecías en mi mente.
El vodka y la cerveza ya no eran pretexto, puesto que su influencia se desvaneció. Se sinceró.
Los escenarios que ocuparon su imaginación durante meses, en un paso, se convertirían en realidad.
—¿Qué sigue?
—¿Necesitas esconderte? Yo no.
—Es… era mi amiga. Jesús, no sé ni cuál es mi papel.
—Si pretendes poner a tus amigos por encima de esto, lo entiendo —Agarró la mano ajena, la mimó y la preservó junto a su mejilla.
—No me importa si el mundo me odia —Rozaron sus bocas, coordinados por los impulsos y valentía—. No te dejaré ir, Hannibal.
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deeverset · 1 year
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¿Te hartaste de mi comida?
Tema: Cuba
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Créditos del dibujo @brokendeathangel
La arquitectura ecléctica cubana estaba salpicada de amarillos, metal oxidado y pintura desgajándose.
A Will le resultó imposible ignorar el comercio de un cian medianamente oscuro que resaltaba entre las otras construcciones llenas de grafitis.
El sol abrasaba y la oportunidad de comer algo no preparado por Hannibal, lo invitaba a entrar.
—Quiero un helado —ordenó, separando sus manos entrelazadas para bloquear el andar del psiquiatra ayudándose de su cuerpo.
—Compremos lo necesario.
—¡No! Probaremos esos —aclaró, señalando el negocio.
—¿Te hartaste de mi comida? —Lecter lo miró detenidamente, esperando encontrar verdad o mentira en el lenguaje corporal contrario. Sus fosas nasales se movían, iguales a las de un conejo; sintió indignación.
—No seas dramático —Lo tomó de la nuca y, gracias a su extremidad libre, jaló la camisa ajena, con el propósito de atraerlo hacia él—. Adoro lo que cocinas, tanto o más que a ti, pero es momento de degustar la gastronomía local.
»Esto es un tipo de luna de miel, actuemos como tal.
El joven sabía que el acortar la distancia entre ellos era una de sus mejores armas de persuasión y sellar su táctica a través de un beso, dejaba al castaño indefenso.
Asintió, apenas se separaron, y Graham lo arrastró en dirección a la heladería.
El azul del exterior se extendía en todas partes, solo algunos detalles que imitaban el color de las edificaciones aledañas interrumpían dicha armonía.
Los habitantes de la isla eran bastante afectuosos, si comparaban con los estadounidenses; el saludo del encargado no fue la excepción.
Varios sabores se presentaban en español, inglés y francés mediante un cartelito de acrílico.
El cubano los ilustró acerca de los escasos ingredientes que hasta el doctor desconocía, incluso les ofreció catarlos.
El de “zapote” fue insólito. Según explicó, se trataba de una fruta. Su pulpa podía ser áurea, blanca, negra o rojiza; dulce, cremoso y aterciopelado.
Al final, el ojigarzo eligió choco-nuez y el mayor pidió uno de vino tinto. Llevaron un bote de Stracciatella, sumamente famoso en Italia, que compartirían en casa.
Ocuparon la mesa cercana a la puerta, ya que a al cirujano le encantaba que lo vieran acompañado del rizado y agradecía que a este se le disipara la timidez de saberse pareja de otro hombre.
El dependiente desapareció en una habitación detrás del mostrador.
Antes de que el postre se perdiera en el cono de galleta que lo contenía, el muchacho intentó embarrar un poco en la nariz de Lecter, no obstante, logró retroceder.
—De acuerdo, no tocaré tu hermoso rostro, aunque sí puedo ensuciarte los labios y luego limpiarlos —propuso, relamiéndose y mordiendo su reborde inferior.
Esa mirada tierna, coqueta y seductora, volvió a convencer al psiquiatra.
Ambas bocas se unieron, en medio de sonrisas y “te amo” susurrados.
Si la vida sería así, la inmortalidad no sonaba mal.
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deeverset · 1 year
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Hoja en blanco 📄
Temas: Final alternativo Mizumono / Post caída
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Créditos de la ilustración @aleabstract
Cambios repentinos de presión. Burbujas y olas audibles, luego ya no.
El cuerpo dolía, aunque nada adicional a lo precedente; señal de que acertó en sus cálculos respecto a la erosión.
Al igual que una ola golpeando las rocas, su mente y músculos reaccionaron. Algo desapareció, mejor dicho, alguien.
—¡Will! ¡Will! —Poco faltó para que las cuerdas vocales de Hannibal se desgarraran.
Las gotas que escurrían de su cabello, pestañas y piel, le nublaban la vista. Chapoteaba, como si tal acción ayudará a encontrarlo. La desesperación y el miedo de perderlo de nuevo, bloquearon su raciocinio.
El cansancio ganó.
Un aroma herbal lo despabiló.
La estancia era blanca, justo como algunos describieron el cielo al que llegas después de morir. Incoherente, pues Abigail ocupaba la cocina, preparando una infusión.
—A diario me pregunto si te fabricaron con hierro —bromeó, vaciando suficiente té en una taza—. Un disparo no es cualquier cosa.
—No eres fuerte, ¿cómo me trajiste aquí? —Intentó sentarse en el suave sillón beige donde reposaba, sin embargo, fracasó. En la vida se sintió tan destruido físicamente.
—Chiyoh, también los curó; no tan impecable como lo efectuarías. Aprendió bien —Le entregó la vasija de porcelana y se acomodó en la mesita delante de Lecter—. Testarudo, planeaste todo. Muy seguro de que el agente accedería a fugarse contigo.
—Necesitas refrescarle la memoria con la historia verdadera.
Graham estaba ahí, apoyado en uno de los muros de la casa de seguridad que se convertiría en su refugio mientras podían ir más lejos.
Jack descubrió que el psiquiatra pasaba la noche en una propiedad a orillas de un acantilado. El escenario perfecto para arrestarlo o asesinarlo. Imbécil, como de costumbre, al enviar al resto del equipo a Wolf Trap. Un aviso que el ojigarzo no supo manejar hasta escuchar la voz del castaño al otro extremo de la línea telefónica.
Condujo saltándose varios altos e ignorando límites de velocidad. La oportunidad definitiva para reescribir el futuro.
“¡Vamos, muchacho, hazlo!”
Un engaño magisterial en el que su jefe, e incluso él mismo, cayó. El arma apuntaba en medio de Jack y el doctor, a quien le quedaba oxígeno limitado debido al estrujar en su garganta. Seguro Crawford creyó que en aquel instante deliberó su decisión, no obstante, el veredicto se escogió desde un principio.
“No sabes de qué lado estoy”.
Lo último que su superior presenció fueron las palabras y la imagen de su fiel perfilador traicionándolo. La parte sencilla, puesto que recuperar la confianza de Hannibal fue sumamente complicado.
El argumento de la aceptación de su oscuridad no funcionó del todo. ¡Jesús, acababa de fusilar a su maldito caudillo!
Los roces “inconscientes” del cirujano en su oficina. Esa táctica surtiría efecto.
“La moral me tiene exhausto, al igual que la compasión por los que me usaron con propósito de realizar lo que no se atrevían.
Elegiste una mala manera para orillarme a mi verdadero yo, mas era la única. La diferencia reside en que siempre me consideraste potencial y no herramienta.
Me permitiste verte y conocerte, no supe lidiar con un privilegio tan grande, pero quiero enmendarlo.
Concédeme aprender de ti, acompañarte”.
Por vez primera, el rizado tomó la cara de Lecter entre sus manos y se sinceró completamente.
Un abrazo demostró que el monstruo poseía un corazón cálido que se aceleraba ante él.
Chiyoh siguió las órdenes del mayor: salvar a Graham antes que a él.
Si existía castigo idóneo, era abandonarlo en un mundo donde la única persona que lo entendía no sobreviviera y cargara con la culpa. No llegaría a Hobbs. Jamás vería su regalo.
Un obsequio previo, entreoír la vulnerabilidad del psiquiatra, buscándolo.
Despertó y vio a la jovencita al pie de la cama. Sorpresa, paz e integridad.
Ambos lloraron. La emoción desbordante del agente y el temor a la reacción de este al enterarse de que, antes de abandonar la mansión Lecter y dirigirse a su vida inédita, la adolescente dejó, probablemente, paralítica a Alana. Si la mujer hubiera seguido a Jack, ella no se habría encargado de eso. Tenía que defender su nueva hoja en blanco.
Poco le importó al ojigarzo. Principalmente, pensaba que lo merecían y la misericordia era apenas perceptible. Ese era él.
Concluido el relato, Abigail les dio privacidad.
El rizado desarrolló una insólita obsesión con tocar al castaño, al igual que él lo hizo durante años. Sentirlo era imprescindible a fin de percibirse seguro y comprobar que no alucinaba.
—¿Qué sigue ahora? —preguntó el perfilador, arreglando los enmarañados mechones del doctor.
—Sudamérica es el sitio más seguro. Allí podremos recomenzar, donde nadie nos conozca y escaso interés le pongan a mi “trabajo”.
—Querrás decir: “nuestro”.
Hannibal se sintió complementado tras pasar casi toda la vida vacío, posterior a Mischa.
—Si deseas besarme, puedes —Imposible no percatarse de la mirada del muchacho recorriendo cada centímetro de su rostro, deteniéndose en sus labios. Un déjà vu.
Besó una de las heridas en su frente.
—Paso a paso, estimado psiquiatra. Disponemos de una eternidad para llegar a ello.
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deeverset · 1 year
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Ser libre contigo
Inspirado en My policeman, película de Michael Grandage
Temas: Primera cita / Asesinando juntos
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•Créditos del edit: Yo•
Década de los 50s
Hannibal no paraba de recordar aquella mañana en la que se vio en la necesidad de buscar la ayuda de un policía, a consecuencia de unas bicicletas que chocaron y sus conductores peleaban por identificar al culpable. La realidad fue que ambos iban distraídos y rebasando los límites de velocidad. Groseros.
Corrió con suerte, pues en la cabina se hallaba un joven bastante amable. Al final sus servicios no se requirieron, no obstante, el mayor aprovechó y mencionó lo sonriente y agradable que era a comparación de sus colegas. Consiguió su tarjeta de presentación y obsequió la propia, después de invitarlo a pasearse por el museo local donde trabajaba.
“Un recorrido personalizado".
En esa visita guiada logró atraer la atención de Will a las artes, e inclusive, lo convenció de salir a tomar algo y luego ir a su casa con el propósito de dibujarlo.
Por eso se encontraba sentado en el recatado bar de la comunidad.
Charlie sabía que las pocas veces que asistía ahí, era cuestión de negocios o su primera cita. Su centro nocturno favorito era aquel en lo recóndito de la ciudad, “El sótano de Brad”; literalmente bajo tierra. Entrar allí se asemejaba a intentar burlar la seguridad de El Vaticano, puesto que dicho anfitrión era sumamente cuidadoso respecto a que ningún comisario u homofóbico se colara e hiciera un desastre; como el mejor desenlace de ello.
—“Hola, talentoso” —saludó Graham, ocupando el banco a la derecha—. ¿Demoré mucho?
—Veo que comenzaste la fiesta sin mí —comentó al percatarse del ligero olor a alcohol que desprendía—. ¿De qué me he perdido?
El ojigarzo desvío la mirada. No le avergonzaba su estado, sino los motivos. Cosa que despertó la curiosidad de Lecter.
—Estoy bien, aunque si soy sincero, preferiría que saliéramos de aquí.
No le importó el destino que les avecinaba, solo deseaba tranquilizarlo enseguida. Se despidió del cantinero y abandonaron el lugar.
El rocío y viento anunciaban la llegada del invierno. Caminaron en silencio por el sendero húmedo detrás de los comercios.
—Eres responsable —Ese brusco comentario del oficial, irrumpió la pacífica atmósfera.
—¿Puedes ser concreto? —Se detuvo, obligando al rizado a imitarlo.
El muchacho inhaló repetidas ocasiones sin ser capaz de expulsar palabra. Sus dedos temblaban y acomodaba su cabello a pesar de estar impecable.
Un tronco a la orilla del camino recibió la espalda del restaurador. Agradeció que fuera fuerte y exento de astillas o muchos accidentes habrían ocurrido.
—Apareciste repentinamente, acompañado de tu perfección y cultas conversaciones. Eso no te bastó y me tocaste en cada oportunidad. ¿Quién te dio el maldito derecho? —Uno de los puños que acorralaba al castaño golpeó la madera que lo sostenía—. Me quise embriagar, faltar a nuestra “cita” y alejarme de toda esta… mierda confusa que creaste en breve.
El corazón del artista se aceleró como nunca. Seguro sonrió, inconcientemente, cual idiota.
Mentiría si dijera que su intención no era tratar de acercarse de manera romántica al policía, sin embargo, creyó que requeriría más que dos simples reuniones.
—Will, no temas. Sé lo que piensas y yo… jamás dejaré que nos pase algo malo —También dudaba, se evidenciaba en la caricia trémula que depositó en la mejilla contraria.
El miedo se reflejaba en los iris de ambos. Una época difícil para amar a alguien de tu mismo sexo, pero ese chico valía la pena.
—¡Joder, no sales de mi mente ni un segundo!
Esa fue la última expresión que Hannibal escuchó, ya que la sensación de sus labios besándose fue tan descomunal que sus sentidos se apagaron y encendieron, paradójicamente, en simultáneo.
La saliva del joven era el vino de consagrar que nunca probó y que, si realmente significaba beber la sangre de Dios, juraba ese era su sabor.
El par de cuerpos se apretaba de todos los rincones posibles, uno por anhelo y otro por resistencia. Incluso apreciaba enojo. Graham no se dejaba llevar por sus impulsos, hasta esa noche.
»¿Puedo… chupártela? —cuestionó, mientras degustaba el cuello contrario. Olvidó respirar, porque su cerebro únicamente procesaba la orden de “disfrutar de Lecter”.
—Por favor, oficial.
Se apartó y lo miró al borde del llanto. Lo entendía. Le estaba faltando a sus creencias, a la gente que lo creía depredador de los enfermos y pecadores que se atrevían a desafiar la naturaleza.
El ojigarzo desabrochó las prendas superiores del mayor, con el objetivo de gozar de su abdomen y hundirse en la terminación de esa dorada línea de vello.
Lamió por encima de la tela que protegía la erección que provocó y previo a bajar la cremallera que la descubriría, una linterna un poco lejana los apuntó.
—¡Ustedes, maricas!
El restaurador lo levantó y lo arrastró, adentrándose en el arbolado.
Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, se escondieron atrás de un tronco.
—¿Lo perdimos? —preguntó Hannibal, agitado.
—Vendrá por nosotros, lo sé, soy… fui uno de ellos —Pese a que el contacto visual carecía, el pánico era palpable—. Nuestras vidas o la de él.
El castaño guardaría que estaba acostumbrado a ese tipo de “trabajo”, mas le entusiasmaba saber que al rizado no le importaba asesinar.
—Traigo una daga.
—Estupendo. Lo esperaremos acá.
Las puntas de sus dedos, buscaron sus manos hasta entrelazarlas, como si los fortaleciera para afrontar lo que harían.
Entre las sombras, divisaron a un varón que vestía el mismo uniforme que el muchacho el día en que se conocieron.
Sus pisadas hacían crujir las hojas y ramas secas. El aire silbaba. Escalofriante que decenas de personas presenciaron una escena similar antes de ser ejecutadas o arrestadas por el mero “delito” de enamorarse.
—¿Quién es marica ahora? —sentenció el artista, clavando el arma directo a la yugular del imbécil ese.
Observaron como se arrodillaba involuntariamente ante ellos. Así debía ser; le correspondía hincarse y suplicar perdón.
Previo a caer, Will deslizó el cuchillo de oreja a oreja, asegurándose de que la posibilidad de supervivencia, fuera nula.
Lucía consternado, no afectado. Una reacción inesperada.
»¿Estás bien? —Lo abrazó, esperando que aquello lo ayudara.
—Aparqué mi carro a unas cuadras de aquí. Iré por él, usaremos el maletero y pensaremos qué hacer.
Ese plan fue música para sus oídos. Esperó años por un compañero que las recitara y al fin lo tenía.
Otro beso tierno le fue regalado a Hannibal.
»Desde hoy, no me interesa si tengo que matar al planeta entero con tal de ser libre contigo.
A milímetros de la boca de su adorado, se sintió poderoso.
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deeverset · 1 year
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No le temo al infierno
Temas: Primer beso / Conociéndose de forma diferente
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•Créditos de la ilustración en la imagen•
Hannibal siguió las instrucciones de Susan. Prescindió de sus elegantes trajes y optó por un pantalón de vestir y un suéter rojizo. Según ella, eso haría que Will confiara y se sintiera cómodo con él.
No era sencillo intimidarlo, sin embargo, tratar al descendiente de su novia despertaba sus nervios.
Cientos de veces, la mujer lo invitó a observar fotografías del muchacho, no obstante, se negaba. No dejaría su profesión de lado, si lo miraba… ¿Lo psicoanalizaría?
Un verde campo rodeaba la construcción de madera, repleta de ventanales y dos chimeneas. Contrario a su hogar, lleno de ciudad y vanagloria.
La hermosa figura de la Sra. Graham resaltó envuelta en un vestido almagre que delineaba su cintura, piernas y destacaba su prominente busto. Un sueño.
Lecter cargaba una botella de vino y una cesta que contenía una bolsa de gel helado, que mantenía a temperatura adecuada, varios quesos, “carnes frías” y frutas. Una escena mediterránea.
—¡Cariño! Me alegra que vinieras —saludó, dándole un beso en la mejilla—. Pasa. William espera en su dormitorio.
La antítesis de la mansión del doctor. No hallaba tono distinto al marrón de la corteza obtenida de los árboles y alguna explosión vibrante que acompañaba a diseños tribales presentes en telas.
Pequeñas cornamentas funcionaban como candelabro; uno de los pocos detalles que le agradaron al invitado. Excesivamente hogareño para su gusto.
Colocó los aperitivos sobre el comedor mientras la esbelta dama gritaba al pie de las escaleras a su primogénito.
Se ocuparon en ordenar la vajilla y servir la comida. Precisaban ser productivos al aguardar.
—Perdón por la tardanza. Ya estoy aquí.
El mayor no supo si maldecirse por privar a sus ojos de esa fascinante imagen o, si existía un Dios, agradecer la extraordinaria bendición enviada.
Le doblaba la edad al chico, que andaba en sus veintes, rizado al igual que su progenitora, tez blanca con un brillo y rubor interesante, pestañas largas que acrecentaban su aspecto tierno y un cuerpo bastante trabajado que se marcaba gracias a sus formales prendas. Al parecer jugaron a lo mismo.
—Hannibal, Will. William, Hannibal.
—Un placer —dijeron simultáneamente.
El ojigarzo estiró su mano, mas el psiquiatra estaba demasiado embelesado que la ignoró durante segundos y cuando al fin se dio cuenta de la situación, la estrechó tan fuerte y por un largo tiempo que resultó vergonzoso.
La cena transcurrió de manera “normal”, fuera del sugestivo modo en el que los masculinos ingerían sus alimentos. Imposible que solo uno de ellos inventara la palpable tensión sexual que percibían.
Eran conscientes de sus actitudes erróneas, pero todo quedaría en eso… una simple fantasía.
—¿Aló? —Una llamada irrumpió a mitad del postre—. Disculpen, asuntos de trabajo. Contestaré en el jardín —indicó la señora, tapando el micrófono y retirándose.
—Doctor, ¿se encuentra bien? —cuestionó el joven, apenas los tacones de su mamá se volvieron inaudibles—. Lo he notado algo… ansioso.
El castaño se acostumbró con los años a escuchar dicho título previo a su apellido, aunque, en la voz del menor, lograba estremecerlo.
—Tu… presencia. No es fácil enfrentarse a un individuo tan importante que tiene licencia para juzgar.
—Yo no sentencio, querido cirujano —El rizado entendió, a raíz del nerviosismo en las palabras de Lecter, que poseía el permiso de proseguir—. Si hay un ente superior, se encargará de ello, si no, nuestros iguales lo harán —Retiró uno de sus zapatos de sus pies y con él, escaló a partir del tobillo del castaño hasta su entrepierna—. He de mencionar que no le tengo miedo al infierno, como ya puede notar.
El mayor recordó al muchacho con el que tuvo sexo por primera vez. Esperaron a ser "adultos", ambientaron románticamente una habitación y compartieron su inexperiencia. Memorable, debido a la confianza y comunicación de la que gozaban. Después de él, no hubo otro hombre, por cobardía, quizá.
—Saldré un rato. Problemáticas empresariales. Me necesitan ahí —La fémina regresó a la estancia con su bolso, deteniendo la reacción del psiquiatra—. Prometo no tardar. ¿Estarán bien solos?
Ambos se miraron, cómplices. La oportunidad perfecta.
—Nos cuidaremos mutuamente —aclaró el chico, recibiendo un beso de su madre en la frente—. Esto es conveniente para… relacionarnos mejor.
Desafío y sensualidad reinaban las pupilas del ojigarzo.
El vínculo con su mamá era bueno, sin embargo, la sexualidad jamás imperaba en sus pláticas. Desconocía que probó a todos sus amigos, aunque nunca cruzaron hasta la penetración.
El castaño no era otro experimento, realmente quedó encantado desde que lo vio a través del móvil de su progenitora y tenerlo en carne y hueso sólo aumentó su interés.
Graham se levantó de su silla y le extendió la mano con el objetivo de que lo siguiera hasta el sillón. Dudó. Su corazón latía a mil por hora, un ligero temblor se adueñó de sus músculos y la cabeza le explotaría ante tantos pensamientos contradictorios.
—Esto es una mala idea —externó el cirujano al encontrarse junto al joven que lo rodeó del cuello con su brazo, recorriendo su pecho con los dedos de su extremidad libre.
—Deja de fingir que no llamé tu atención. Los ojos no mienten en lo absoluto —Bajó la mirada hasta la sutil erección formada en Lecter—. Eso tampoco.
—No voy a follarte —jadeó al apreciar el aliento del menor a milímetros de su boca.
—Me encanta que lo hayas considerado, pero ¡oh doctor!, deseo más que eso. Esa intimidad se construye.
—Va a odiarnos —Su oposición flaqueaba a cada segundo. Lo acarició con ternura, como jamás lo hizo con nadie más.
—Soy mayor de edad. Nuestro consentimiento está dado. Además, el día en que ella se entere, es lejano —Ocupó el regazo ajeno, deshaciéndose de la distancia—. Me perdonará, soy su único hijo. Si me ve feliz, también se apiadará de ti.
¿Qué pensaba? Era el gran Hannibal, cualquier cosa que hiciera triunfaría. Sus planes nunca fallaban y esa no sería la excepción.
Asintió lentamente. El rizado se acercó a sus labios, lo miró como si fuera el ser humano más hermoso sobre la Tierra y lo besó.
Calidez, pasión y cariño incipiente. Todo lo que Susan no le proporcionaba, no obstante, era lo correcto; mujer y varón de la misma edad.
Qué tontería.
Si pecar se traducía a probar, sin cesar, la experta lengua húmeda del muchacho que encendía sus sentimientos y cuerpo con solo pronunciar su nombre… Estaba condenado.
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deeverset · 1 year
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Amores del pasado,
les pido perdón.
Perdón por lo superficial,
la indecisión
y el miedo.
Perdón a ese chico al que no le dije la verdad
y al que no pude amar
aunque fuera un gran ser humano.
Que me pida perdón el que me engañó
y el que nunca me dijo sus verdaderas intenciones.
También el que me usó
y el que no me aceptó.
Perdón a aquella chica que no amé
porque no sabía que el amor entre mujeres
era posible.
Perdón al amor de mis sueños
que dejé ir
porque nuestro lenguaje era distinto.
A la persona que me conoció cobarde
y manipulable.
Perdón a las amistades que conservo
porque las prefiero cerca,
antes que rompernos el corazón.
¿Soy la única que debe disculparse?
El mundo ha condenado a los mentalmente inestables a la soledad
y al desprecio,
porque no sabemos amar ni cuidar.
Perdón por estar tan rota.
Perdón por ser yo.
Alguien,
algún día,
amará mis pedazos.
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deeverset · 1 year
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Tu nombre me duele.
Te imagino sentado
junto a alguna ventana repleta de nieve;
con una taza de café,
un cigarrillo y,
quizá,
un libro
o tu guitarra,
por si la inspiración te llega.
Me dueles porque sé que te sientes solo.
Desearía estar contigo,
o tú conmigo;
que me enseñaras a tocar todos los instrumentos que tú sabes.
Quisiera que hiciéramos música.
Podría escucharte hablar toda mi vida
y no me aburriría,
porque amo tu voz y los temas que tu cerebro y corazón almacenan.
Extraño tu aroma
impregnándose en mi mente y mi ropa cuando me abrazabas.
Alcohol,
tabaco,
perfume y calidez.
Añoro que no necesitemos decirnos “te amo”
sino que las lágrimas se expresen por nosotros.
Te mentiría si te dijera que te pienso todos los días,
pero la verdad,
me acompañas a cada segundo
sin que me dé cuenta.
Te ganaste el título de dos sílabas
y cuatro letras
que perdí hace años.
Duele,
porque mi corazón está a más de cuatro mil kilómetros,
en tu pecho.
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deeverset · 1 year
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Las sonrisas y miradas no mentían.
El mundo reconoció nuestro amor antes que nosotros.
Pero algo tan magnífico como tú y yo
no podía existir en un lugar tan horrible y cruel como este.
Mentiras,
obstáculos,
odio
y un sin fin de cosas que terminaron destruyéndonos.
Ojalá el tiempo
y yo
hubiéramos sido otros;
más valientes,
decididos,
audaces.
Habría luchado,
defendido
y salvado tanto.
Hubieras que nunca existirán.
Agradezco que no te hayas despedido frente a frente.
Jamás reproduje tu rechazo.
Recuerdo tu voz
y sé que si algunas de esas palabras hubieran estado en nuestro vocabulario,
podría escucharte dejándonos. Cuánto habría dolido;
igual que el beso frío,
forzado y deshonesto que te di por última vez.
Si iba a haber un fin,
merecíamos uno mejor.
¿Es cobarde y egoísta pretender que en alguna parte o futuro hay un "nosotros" que sí perduró?
No lo sé,
pero eso es lo que hago.
Espero que mis sueños tengan razón
y haya más.
Quiero sentarme en aquellas sillas grises a escucharte;
compartir el calor, amabilidad y cariño que la familia que estábamos construyendo me daba.
Volver a sentir amor puro con solo mirarte.
Hacer planes contigo.
Ser libre sosteniendo tu mano.
Pero nadie puede tener todo lo que desea...
Necedad y estupidez,
¿eso es esperar?
Las acepto entonces.
No meses ni años,
somos eternos o nada.
Si no nos podemos ofrecer eso ahora,
está bien.
No es el momento.
El mundo llora de arrepentimiento
—imitándome—,
se dio cuenta de que fue un error juntar nuestros caminos cuando éramos aún más inestables y cobardes.
Hoy tenemos las herramientas para enfrentar lo que sea,
pero no queremos.
¿Lo merezco?
No.
¿Lo merecía?
Sí.
Qué gran lección.
Los errores te persiguen hasta el día de tu muerte.
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deeverset · 1 year
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En aquel pequeño rincón del valle
sigue la casa que me vio crecer;
aquella que me salvó de la noche en la que me perdí.
Me cobijó,
me vio sanar
y me regaló recuerdos.
Pero no pude darme cuenta de que sus muros se derrumbaban,
que el calor que me hacía sentir era el mío;
era yo luchando para no morir de frío.
Era una casa de papel.
Falsa.
Que aparenta.
Intenté arreglarla,
y cuando creí lograrlo,
desperté en el pasto húmedo.
Se había ido.
Tiempo después,
regresé.
Nos di otra oportunidad.
Entonces supe que el cariño que le tenía
no era suficiente.
Merecía más.
Yo era tanto
y ella tan poco.
Empaqué las memorias,
los sentimientos
y la esperanza.
Salí de ahí,
pero sabía que jamás olvidaría aquellas paredes agrietadas
que amé
y me ayudaron.
Aunque quizá lo primero... no fue recíproco.
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deeverset · 1 year
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deeverset · 1 year
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Nunca tuve la oportunidad
de contarle al mundo nuestra historia
—si es que se le puede llamar así—.
Llena de errores que sonaban a catástrofe;
que de los estúpidos e innecesarios que eran,
acongojaban;
errores que la humanidad hubiese querido arreglar.
Me moría de ganas de contar
cómo nos habíamos roto
tan sutil,
perfecta
y silenciosamente.
No pude contarnos;
y esas palabras se guardaron,
hasta que un día,
mis ojos las sacaron.
Tuve que hablar conmigo sobre ti,
sobre nosotros;
me dije todo lo que nos sentí,
lo que nos sufrí,
lo que nos lloré.
Me abracé.
Recordé cuánto había valido la pena.
Nunca lo supiste,
pero parte de tu magia
fue ayudar a priorizarme;
a buscar mi felicidad sobre cualquier cosa,
sobre cualquier persona.
Era inexplicable como sentíamos con tanta contrariedad:
yo amándote,
tú odiándote.
Aborrecía tu autopercepción;
me dolió más que todo lo que no pudimos ser.
Me hicieron creer que habías sido un simple capricho,
pero no.
Conocí tus mejores días,
tus equivocaciones
—tan parecidas a las mías—;
te acompañé cuando no podías más.
Te vi vulnerable,
sincero,
farsante,
y a pesar de ello,
en todas y cada una de tus facetas,
te amé.
Mi consuelo
—y mi tormento—
fue nuestra noche;
pensar fue mi tortura.
Comprendí que también me quisiste sobrio
y de día;
que no te importaba darme de besos,
tomarme de la mano,
abrigarme con tu ropa,
o que nos sorprendieran con una foto del otro.
No te importaba quererme
y que el mundo lo supiera.
Recordé nuestras miradas tan secretas,
tan imperceptibles,
pero al fin y al cabo,
nuestras.
Los abrazos
escasos y efusivos;
los besos
impetuosos,
interminables,
insuperables;
nuestro insomnio,
y las cosas que nos hacía decir.
Me rompieron cosas tan pequeñas,
pero tan significativas.
Me rompió el "nosotros"
que siempre estuvo ahí,
pero jamás concretamos;
por miedo,
por cobardes,
por el pasado,
por nuestras faltas.
A pesar de todo,
no pudimos ser,
no quisimos ser;
y si fuimos,
fuimos tanto
y tan poco.
Ese "poco" creó un dolor que durará siempre,
y ese "tanto" dejó un amor que se quedará
en una promesa.
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deeverset · 1 year
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Supongo que todos
somos vándalos violentos.
Somos vándalos violentos
cuando nos mostramos vulnerables
frente a otro ser humano.
Somos vándalos
porque llegamos a destruir sentimientos,
costumbres,
pensamientos;
o llegamos a resignificar;
a marcar las paredes de alguien más
con historia,
con motivos,
con vehemencia.
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