Con la cabeza sobre tu pecho, escuchando el ritmo tranquilo de tu corazón.
Aquí no hay dolores ni tristezas, mientras tus manos se afirman a mi cintura y me traen más cerca.
Las piernas enredadas intentando estar más cerca, nunca es suficiente.
Quiero disfrutar esto lo más posible, pero la paz me inunda y me quedo dormida como nunca antes, maravillada por la sensación que recorre mi cuerpo cuando está con el tuyo.
En ti encontré un refugio. Por primera vez experimenté lo que era sentirse en casa mediante una persona, y a pesar de la distancia, cuando hablábamos siempre te sentí cerca.
Siempre voy a soñar contigo, despierta, dormida, estando cerca, estando lejos. En mis sueños te llevaré, en mis ensueños estarás. Porque así lo quiero, porque así me gusta, porque soñando no hay restricciones y estás conmigo en un eterno abrazo, en un infinito beso de amor...
Cuando salgo de casa nunca lo hago de día por voluntad propia, y siempre me voy lejos. No conozco a nadie que viva cerca, ni lo deseo tampoco. Necesito un radio de paz y tranquilidad o de caos e infierno pero en cualquiera de sus opciones habitada por desconocidxs, no me gusta nada salir a comprar papel higiénico bajo el riesgo de cruzarme con alguien que conozca. El horror. Ya bastante me estresa saludar vecinos mientras vuelvo de joda por las mañanas y me dicen “buen día” cuando yo por más sol que alumbre sigo viviendo mis buenas noches.
Cuando salgo de casa mi protocolo habitual es: Tomar alcohol, ir al baño a inducir el vómito, seguir tomando alcohol.
Cuando salgo de casa uso ropa interior que no se me cae. Si hay posibilidades de terminar desnudo por la razón que sea, me baño. En mi bolsillo derecho del pantalón llevo la stm (nunca uber, nunca taxi, no tengo tanta plata) y en el izquierdo dinero para drogas y alcohol, cuando no salgo con petaca. En los bolsillos de atrás las llaves y boletos (nuevos y viejos, se acumulan hasta que me molestan y ahí recién los tiro).
No sé donde llevo el teléfono, pero lo llevo también. Va donde entre. Solo lo uso solo.
A veces llevo forros, pero siento que me dan mala suerte. Prefiero comprar en el momento en caso de tener de la buena.
No voy a ningún lado que no pueda llegar en ómnibus. Odio esos lugares en la loma del orto, donde celebran fiestas de casamiento o cumpleaños o yo que sé y solo se puede llegar en auto y es una chacra exótica en el medio de la nada. Hermosa, sí, pero me siento como si me llevarán a Alcatraz: una isla prisión sin escape posible. No aprendí a conducir, ni quiero, si fui es porque alguien me llevó, eso implica que solo puedo volver si lo decide cualquiera que no sea yo.
Al final creo que detesto cualquier lugar donde no pueda irme cuando quiera, aunque siempre que salgo de casa nunca se si voy a volver.