HolAA cómo estás, si enseñanos el maquillaje inspirado!!! Me da curiosidad como pueda ser, no se si cuando leas esto ya hayas hecho face reveal pero ojalá nos muestres el look!
Segundo quería decirte una fic idea, haz visto que a Felipe Otaño, le hacen edits con moños coquette siendo él lo más fifa? Imagínatelo con una novia coquette y el todo perdido en el tema pero acepta a tomarse fotos con moñitos el su bicep yasiiii, el más complaciente jaja
Todavía no lo he subido pero hago el face reveal al rato!!
se me ocurrió hacer algo de smut con este request, espero que no te moleste 🫣
(Pipe es el único fifa con derechos)
Fútbol y Moños- Pipe otaño
Warnings: fluff y un poco de smut (es mi primera vez escribiendo smut no me juzguen mucho)
Pipe y tu tenían estilos muy diferentes, el suyo consistía de camisetas de fútbol y cosas holgadas y cómodas y el tuyo era más coquette y elegante, usabas muchos moños en la cabeza y en la cintura y pipe lo amaba.
Un día estabas aburrida viendo tiktoks cuando viste un trend llamado coquette boyfriend el cual era básicamente dejar que tu novio se pusiera un moño en el bicep, en el momento en el que viste ese trend sabías que lo necesitabas hacer con pipe.
Al día siguiente le enseñaste varios de esos videos a pipe, y aunque estaba extremadamente confundido de por qué a las mujeres les gustaba que sus novios hicieran eso, le encantaba verte feliz y no podía resistir tu cara de suplicar (y tenía que admitir que le prendía verte suplicarle).
Cuando accedió inmediatamente fuiste a tu cuarto a buscar tu colección de listones y encontraste el liston rosa perfecto y regresaste a donde estaba pipe y le ordenaste que estirara el brazo para que le pudieras hacer el moño perfecto, una vez que terminaste el moño le dijiste que flexionara el brazo para tomarle la foto
Después de tomarle unas cuantas fotos a su brazo flexionado sentiste tu cara poniéndose roja y tu ropa interior mojandose, eso te dio una idea y le dijiste que mantuviera el brazo doblado mientras tú le mordias el bicep lo suficiente como para que la mordida se le marcara a lado del moño, lo volteaste a ver y viste una lenta sonrisita llenar su boca mientras levanto un lado de su boca y sus ojos se oscurecieron intensamente, eso solamente hizo que te mojaras más y que tus muslos se cerraran involuntariamente.
Después de tomarle foto a la marca de tu mordida a el se le ocurrió una idea, se quitó el moño del bicep pasándolo a su muñeca, tu lo viste levantando la ceja y el rápidamente te acercó hacia el dándole la espalda. De repente solo sentiste como te ahorcaba suavemente y lo único que pudiste hacer fue poner una cara de placer y derretirte en su brazo, el noto tu cara y viste como agarro la cámara Polaroid que habías estado usando y te tomó una foto con su mano en tu cuello apretando un poco más lo cual te hizo soltar un gemido y sentiste como se empezó a poner duro lo cual solo te prendió más y te dio una idea.
Soltandote de su agarre hiciste que se sentara y agarraste el liston de su muñeca y agradeciendo que estaba usando shorts se lo amarraste a la pierna, el sabía perfectamente lo que querías hacer, sabía que te encantaban sus muslos y siempre te molestaba con eso usando shorts o pantalones ajustados.
Cuando terminaste de amarrarle el listón el no gastó más tiempo y te bajó la ropa interior que traías y te jaló de manera que estuvieras sentada encima de su muslo con las piernas abiertas y te agarró bruscamente de la cintura y te obligó a restregar tu coño mojado sobre su muslo lo cual te hizo soltar un gemido que el cayó rápidamente con sus labios besandote profundamente sin soltar tu cintura y cada vez moviéndote más rápido y empapando su muslo con tus fluidos. sin que lo esperarás te dio una nalgada marcando su mano en tu culo , con eso sintió como te acercabas a tu orgasmo y empezó a mover su pierna con movimientos verticales hasta que no pudiste más y te veniste sobre toda su pierna empapando donde estaba sentado.
Gracias por este request! se que mi smut no es nada bueno pero espero que les guste 🤍
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He calls me the Devil (I make him wanna sin) - Enzo Vogrincic
+18! Needy!Enzo (unos segundos de Sub!Enzo, parpadeen y se lo pierden). Biting, choking, creampie, fingering, masturbación, (breves descripciones de) plus size!reader, sexo oral, sexo sin protección, (kind of) semi-public sex, spit kink, edades no especificadas. Uso de español rioplatense.
El vestido fue idea de Enzo.
Luego de un par de días viéndote batallar frente al espejo e intentando consolarte cuando la frustración te vencía, recordó que la caja que contenía la prenda estaba sepultada en alguna parte del armario. Enzo odiaría que lo malinterpretes y no tiene absolutamente nada en contra de la chaqueta y el pantalón de cuero que pretendías combinar con un top burdeos, pero…
-No, no sé- recuerda cómo empujaste el vestido contra su pecho-. ¿No te parece que es mucho?
-¿Para mí…? Es poco- bromeó, refiriéndose sutilmente a los atuendos mucho más atrevidos y extravagantes que utilizaste en ámbitos mucho menos formales.
-No son los Oscar, Enzo, es un concierto de música clásica.
-¿Y?- se mordió el labio-. ¿No te gustó el vestido? ¿Es eso?
-Me encantó, amor, pero…
La inseguridad ensombreció tu rostro por un breve momento, evocando el recuerdo del día en que le enseñaste el vestido en una página web: las únicas fotos exhibiendo el producto eran de modelos utilizando la talla small, un detalle recurrente que te aquejaba a la hora de buscar ropa. Aún puede oír la forma en que suspiraste, entre harta y triste, antes de cerrar la página y bloquear la pantalla de tu celular para arrojarlo sobre la cama.
Normalmente Enzo no se habría atrevido a husmear en tus dispositivos electrónicos, pero esa noche luego de ver tu decepción decidió revisar tu historial. A falta de una referencia fotográfica, optó por confiar en que uno de los talles se correspondía con tus medidas.
-Te queda hermoso- insistió, sosteniéndolo con delicadeza entre sus manos-. Dale, probátelo otra vez.
La forma en que te sonrojaste le pareció tierna, un tanto divertida considerando el tiempo que llevaban juntos y la inocencia del cumplido en comparación con los comentarios que guardaba para otros momentos, los cuales hacían que la sangre de tu cuerpo ardiera no sólo en tus mejillas. Observó cómo deslizabas las tiras de tu camisón por tus hombros y su respiración se entrecortó cuando vio tus pechos desnudos.
El vestido se adhería a tu cuerpo como una segunda piel, los tonos rojos de la seda resaltando tu figura y volviéndote la viva imagen de lo que Enzo llamaría la perdición.
Ahora ese recuerdo lo atormenta y se obliga a mantener las apariencias, ocultando su erección con el programa del concierto y agradeciendo por la tenue iluminación de la sala. Intenta distraerse observando los detalles del lugar, tal como lo hizo desde que llegaron al Auditorio Nacional, y por unos instantes la sincronización en los arcos de la sección de cuerdas de la orquesta es más que suficiente para cautivarlo.
Es entonces cuando siente que te movés en tu asiento y sus ojos se centran en tu figura. Tus manos se encuentran entrelazadas sobre tu regazo, cubiertas por unos delicados guantes de largo asimétrico, y al ver tus dedos jugando distraídamente con el papel no puede evitar pensar en lo bien que se verían envueltos sobre su miembro, su semilla arruinando la seda que oculta tu piel.
El súbito aplauso del público lo saca de sus cavilaciones y está a punto de sumarse al mismo, pero tu mano se cierra sobre la suya a modo de advertencia. Si la calidez de tu palma empeora su estado, la forma en que el vestido abraza la curva de tu abdomen y resalta tus pechos es prácticamente una sentencia de muerte.
-Todavía no- aclarás, señalando con la cabeza hacia el escenario-. Falta uno más.
El primer movimiento de la Serenata para cuerdas de Tchaikovsky le pareció sublime, ¿pero el cuarto…? Le resulta eterno y le cuesta horrores mantener la concentración, por lo que se muerde los labios hasta sentir el gusto metálico de la sangre en su lengua. Comienza a mover la pierna y tu mano acaricia su muslo -probablemente interpretando su agitación como nerviosismo o ansiedad- en un gesto que debería ser tranquilizador, pero que es en realidad todo lo contrario.
La preocupación en tus ojos es evidente cuando encuentran la mancha escarlata en sus labios y te inclinás para examinar el daño, ignorando que el ángulo le permite ver tu escote y el sostén de encaje rojo que contrasta con tu tono de piel. Es el mismo rojo que tiñe tus labios y que difuminaste en tus pómulos, el mismo rojo que en alguna ocasión utilizaste para dejar la marca de tus besos en su pecho, su abdomen y…
Se siente culpable cuando acerca sus labios a tu oído y susurra:
-¿Me acompañás?
La obra concluye y Enzo aprovecha el momento en que otro músico, un pianista, entra en escena. Toma tu mano y te arrastra hacia las puertas de la sala, más de una mirada curiosa posándose sobre ambos y algunos susurros, que te hacen sentir más insegura de lo que lo hicieron a tu llegada: Enzo juró que te miraban porque “¿Cómo no te van a mirar? Si estás hermosa”, pero vos no estás convencida de que ese fuera el motivo.
Ambos llegan a un corredor desierto y cuando Enzo tira de tu mano para guiarte hacia una puerta lateral, lo seguís al interior de la habitación sin hacer preguntas. Te sorprenden los estuches de instrumentos vacíos, desperdigados por doquier, y estás a punto de comentar que la puerta no debería estar sin seguro, pero el ataque de algún instrumento de viento -que no distinguís- en la habitación contigua hace que te sobresaltes.
-¿Qué pasó?- preguntás, recordando el motivo por el cual abandonaron el concierto. Cuando tomás la mejilla de Enzo para examinar su herida, sus dedos aprisionan tu muñeca-. ¿Qué…?
Dirige tu mano hacia su erección, cubierta por un costoso pantalón, sus ojos fijos en tu rostro para examinar tu reacción: tus labios se separan lo suficiente para permitirle ver tus dientes y tu respiración se torna agitada en un abrir y cerrar de ojos, obligándolo a admirar cómo el movimiento hace que tus pechos suban y bajen. Su mirada desciende hasta llegar a tu cadera y sus manos siguen el mismo camino, masajeando con fuerza tu cuerpo antes de atraerte hacia el suyo.
Soltás un gemido y, en algún recóndito lugar de tu mente, te preguntás si las personas presenciando el concierto pueden oírte con la misma claridad con la que oís el piano en este momento.
-¿Ves lo que me hacés…?- pregunta. Besa tu mejilla y sus labios trazan una línea hasta tu cuello, sus besos húmedos y su aliento cálido repercutiendo en tus sentidos-. Desde que llegamos estoy así.
El sonido del seguro llega a tus oídos.
-¿Qué hice?- fingís inocencia.
Su mano se cierra sobre tu cuello y vuelve a besarte, la intensidad de sus acciones provocando que sus dientes rasguen tu labio inferior y su lengua haciéndote gemir cuando invade el interior de tu boca. Se aferra a la parte más ancha de tu cadera con fuerza, como si la cercanía entre ambos no fuera ya suficiente, y su otra mano baja la cremallera de su pantalón.
El sonido provoca un cosquilleo entre tus piernas y mirás a Enzo de manera provocadora mientras tirás del botón de la prenda, la cual cede levemente dejando ver una franja de su ropa interior. Recorrés la tela visible con tu dedo antes de llevártelo a la boca, capturando la seda entre tus dientes para retirar el guante.
-No- te interrumpe-. Dejátelos puestos.
Le dirigís una sonrisa, intrigada y más que excitada por la situación y su petición. Tu mano colándose bajo su ropa interior hace que se muerda el labio y una expresión de dolor atraviesa su rostro, pero cuando cerrás tus dedos sobre su miembro esa expresión se transforma en placer y arroja la cabeza hacia atrás. Comenzás a masturbarlo con lentitud, tu oído atento a la orquesta percibiendo también el sonido de su piel y la aceleración de su respiración.
En cuestión de minutos y bajo las caricias que le suministran tus manos, Enzo se convierte en un desastre: sus dedos se clavan en tu carne y tenés que esforzarte para lograr mantener el ritmo de tus movimientos, el líquido preseminal brotando de su punta humedeciendo cada vez más tu guante y tus dígitos, y su miembro palpita desesperadamente en busca de alivio.
Te detiene antes de que sea demasiado tarde y te guía hacia el pequeño sofá en la esquina de la habitación, apartando unas partituras olvidadas sobre este para tomar asiento y señalar el lugar entre sus piernas. Obedecés inmediatamente, como siempre, y luego de ayudarlo a deshacerse de su pantalón y su ropa interior Enzo decide tirar de la cremallera de tu vestido y despojarte de tu sostén, liberando tus pechos.
Tomás su miembro entre tus manos para centrarte en su extensión mientras tus labios se acercan a la punta para besarla con delicadeza una y otra vez. Su excitación brilla bajo las luces de la habitación y es adictiva cuando el sabor invade tu lengua, haciéndote gemir cuando lo introducís en tu boca y provocando que las vibraciones amenacen con llevar a Enzo al borde del orgasmo nuevamente.
Sus caderas se mueven en contra de su voluntad y su punta golpea tu garganta, llenando tus ojos de lágrimas que rápidamente comienzan a deslizarse y humedecer tus mejillas. Te separás de Enzo, ya que no estás dispuesta a arruinar todo tu maquillaje, pero la solución que encontrás logra arrancar un gemido de su boca antes de que pueda procesar la imagen frente a él.
-Dios…- dice entre dientes, cubriendo su rostro con una mano luego de ver cómo rodeás su miembro con tus pechos y escupís sobre su punta. Recuerda todas las ocasiones en que lubricó el interior de tus muslos y se deslizó entre ellos hasta el agotamiento, oyéndote suplicar por un poco de placer a cambio y prometiendo hacer lo imposible para merecerlo-. Lo hacés a propósito, ¿no?
Permanecés en silencio, pero Enzo recibe una respuesta cuando tus manos presionan aún más tus pechos. Su excitación comienza a ser cada vez más abundante, gotas de líquido incoloro cayendo desde su punta hasta el largo de su miembro y entre tus pechos, llenando la habitación de los indecentes sonidos húmedos que tanto disfrutan ambos. Sus dedos contrayéndose sobre el sofá y sus nudillos blancos hacen que te detengas con una sonrisa de satisfacción.
Toma tu cabello entre sus dedos y se acerca peligrosamente a tu rostro, su pulgar delineando tu labio inferior y haciéndote sisear cuando toca la herida que sus dientes dejaron allí. Tira de tu cabello hasta posicionarte en un ángulo doloroso y te observa, el cabello cayendo a los lados de su rostro haciendo que se vea aún más imponente, y luego escupe en tu boca. Le enseñás tu lengua, su saliva mezclándose con la tuya, y tragás.
Te conduce hacia el otro extremo de la habitación sin delicadeza alguna y presiona tu cuerpo contra el espejo en la pared, el efecto de la superficie fría evidenciándose en tus pezones. Con movimientos lentos, Enzo toma el dobladillo de tu vestido y comienza a arrugarlo entre sus manos, descubriendo centímetro a centímetro de tu cuerpo y maravillándose como si fuera la primera vez que te ve.
Intenta no perder la razón al ver el encaje rojo cubriendo tu intimidad… Pero él es un hombre débil y vos, la tentación.
Se arroja sobre sus rodillas sin pensarlo y comienza a morder tus piernas con fuerza, haciéndote gemir y lloriquear debido a la sensibilidad, utilizando su lengua posteriormente como si fuera suficiente para aliviar las zonas abusadas. Aparta la prenda que lo separa de tu centro y observa cómo la humedad que cubre tu piel se adhiere en forma de hilos brillantes a la tela.
Introduce un dedo en tu interior mientras reparte besos y mordidas en tus muslos. Te oye gemir contra el espejo y sabe, aunque no puede verte, que tal imagen podría pertenecer al paraíso. Debería, asegura al introducir otro dedo y sentir tus paredes contrayéndose cuando los curva para dar con tu punto dulce, la resistencia de tus labios nula ante tus gemidos, jadeos y suspiros.
Los sonidos obscenos que producen los dedos de Enzo en tu cavidad no se comparan con la imagen entre tus piernas, tus fluidos cayendo sobre sus dedos hasta llegar a sus nudillos e incluso su muñeca. Tus piernas tiemblan y tus manos masajean tus pechos, imitando los movimientos que tu novio suele repetir para brindarte el máximo placer.
Tus rodillas están a punto de fallarte y le suplicás, pero cuando Enzo se detiene y te deja respirar la sensación de vacío junto con la desesperación te inundan. Encontrás sus ojos oscuros a través del espejo, un leve asentimiento de su parte que pretende ser un consuelo, y arqueás tu espalda para darle mejor acceso a tu entrada.
Sostiene el vestido, la tela arrugada a la altura de tu cintura, mientras acaricia tu entrada y tu clítoris con la punta goteante de su miembro. Suspirás al sentir su calor y el suspiro se vuelve un gemido cuando comienza a empujarse dentro tuyo, recibiendo el ardor que provoca su tamaño en tu entrada estrecha.
-Enzo...
-Sí, amor, ya sé- dice entre gruñidos-. Querés más, ¿no...? Vos siempre querés más.
Y él está dispuesto a dártelo todo.
Sus movimientos son delicados y mínimos para permitir que te acostumbres a la sensación, pero eso se acaba cuando ve tu expresión prácticamente pornográfica en el espejo. El placer dibuja en tus cejas una curva que acompaña la caída de tus párpados y tus labios entreabiertos permiten que un hilo de saliva caiga por tu mentón.
Desesperado por sentir más, comienza a penetrarte con fuerza y en profundidad. Adora los sonidos que dejan tu boca y aún más los que produce tu cuerpo al colisionar con el suyo, así como también adora ver los movimientos de tu carne como consecuencia de cada impacto originado entre las caderas de ambos.
El ritmo de sus estocadas es cada vez más rápido en contraste con la música (ahora muy lejana, como si la sala se encontrara a kilómetros de distancia) y te fuerza a sostenerte para no perder el equilibrio, pero la tarea resulta casi imposible cuando sentís la forma en que su punta abusa de tu cérvix de manera placentera.
Su mano repta por tu espalda y acaricia tu cuello antes de cerrarse sobre el mismo, la presión que ejerce mínima pero aún presente como un sutil recordatorio. Volvés a encontrar su mirada.
-Voy a...
-Sí- se limita a contestar. Arroja la cabeza hacia atrás.
Continúa embistiéndote hasta sentir las contracciones de tu interior caliente y te permite tocarte sólo después de atraer tu cuerpo hacia el suyo, con tu espalda sobre su pecho y su brazo rodeando tu cuello. Su otra mano sostiene tu cadera y se hunde dolorosamente en tu piel, amenazando con dejar alguna que otra marca.
El ángulo actual te deja sentir cada detalle de su miembro en tu interior y no pasa mucho tiempo antes de que llegues a tu orgasmo, con sus dedos aprisionando tus mejillas para mantener tu vista al frente, la imagen de tus pechos saltando de arriba abajo casi tan hipnótica como el rostro de tu novio al ver la escena.
Cuando Enzo alcanza su propio clímax sentís sus dientes mordiendo tu cuello antes de percibir cómo su semen caliente te llena por completo. La sensación es suficiente para causarte otro orgasmo, más breve pero de mayor intensidad.
-Te amo- dice Enzo contra tu piel-. Te amo, te amo, te amo.
-Yo también te amo- tomás su mano y la llevás a tus labios-. Mucho.
-¿No tenía razón?- oculta su sonrisa tras tu hombro-. El vestido era una buena idea.
Estás a punto de darle la razón, pero te interrumpe el sonido de alguien tocando la puerta.
-Te voy a matar- jurás, apresurándote para acomodar tu ropa.
Enzo sólo suelta una carcajada.
Notas de Lu:
La inspiración para el vestido, estoy completamente obsesionada. Espero hayan disfrutado la lectura y si ven algún error..., un hechicero lo hizo ♡
taglist: @madame-fear @creative-heart @recaltiente @llorented @chiquititamia
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