Nunca pudo ser
Mun Ari: Después de mucho trabajo… ¡por fin está terminado! Me tomó de 2-3 días terminar de escribirlo, pero me tomó de 2-3 semanas terminar de traducirlo al inglés >.>. ¡Por cierto! A petición de mi querida @sugar-lollipop doy por inagurada una nueva "mini" serie llamada: serie orígenes. Básicamente narrará los inicios de varias situaciones/personajes dentro del AU de Arino. Por supuesto, los primeros que harían un debut serían los abuelos de Ari~. Después de todo, y si lo ven desde esta perspectiva, ellos fueron quienes lo iniciaron todo~.
De cualquier forma, ¡que lo disfruten~!
Hace mucho tiempo, antes de la guerra de clanes y la epidemia del Endzeit, existían en el Makai de los demonios cinco clanes: Águila, Víbora, Lobo, Murciélago y Fundadores. Los Fundadores o también conocidos como Primera Sangre le dieron origen a los demás clanes. Los fundadores, a diferencia de los demás clanes, eran más poderosos y más fuertes, lo que los llevó a gobernar por encima de todos. La tensión entre todos los clanes era muy evidente, pero se acordó un tratado: mientras cada miembro de cada clan respetará los territorios de cada uno, no se iniciaría una guerra. Habiendo una relativa paz por un tiempo.
Durante esos tiempos, existió una familia en el clan Fundador que formaba parte de la clase alta: La familia Kobayashi. Esta es la historia del heredero de la familia: Carsten Kobayashi.
El joven fundador era de rasgos atractivos, pelo negro, ojos dorados característicos de su clan y porte elegante. Carsten era un caballero educado y capaz desde temprana edad para ocupar el puesto de la cabeza de la familia. Era un joven que a primera vista era reservado, diestro al hablar, inteligente, responsable y atractivo. Sin embargo, pocos realmente llegaban a conocerle ya que era conocido por ser difícil de tratar y frío con los extraños. Carsten también era un joven curioso que disfrutaba de enriquecer su intelecto y atender sus responsabilidades, pero que siempre tenía en claro lo que debía hacer para alcanzar a ser el digno heredero que se esperaba de él. Su familia no tenía necesidad de presionarlo más de lo necesario y durante toda su vida se rigió con responsabilidad y orden.
El tiempo pasó y Carsten se dedicaba únicamente a atender sus negocios y a pasar las horas encerrado en su estudio aprendiendo cuanto podía. Sin embargo, Carsten llegó a la edad ideal para casarse. Mientras los jóvenes de su edad ya estaban casados, comprometidos o buscando activamente casarse, asistiendo a todos los eventos sociales organizados por la aristocracia meramente para el beneficio de ambas familias. Carsten, en cambio, mostraba tan poco interés que su madre, Medea Kobayashi decidió hacer algo al respecto. Sucedió durante un baile, uno de muchos, en el que fue obligado Carsten a asistir por su madre, cansada de la falta de interés de su primogénito.
–¡Carsten!– llamó su madre –Ven un momento por favor. Quiero presentarte a alguien–.
Carsten soltó un suspiro molesto y se levantó de la mesa para acercarse al grupo de mujeres donde se encontraba su madre. En el grupo, había otras dos mujeres. Una mujer adulta y otra más joven a la cual él le calculó que tenía alrededor de su misma edad.
–Hijo, te presento a la señora Gisemman y a su hija la señorita Elizabeth Gisemman– presentó su madre a las damas. –Señoritas, él es mi hijo, Carsten: el heredero a la familia Kobayashi–.
–Es un placer– saludó Carsten con una reverencia.
–Hijo mío, quisiera que acompañaras a la señorita Elizabeth por esta noche– dijo la madre de Carsten, quien no tuvo otra opción que aceptar.
–Como desees– respondió Carsten.
Carsten ofreció su brazo a Elizabeth, quien lo tomó y la guió a dónde pudieran conversar. Elizabeth era una joven ciertamente bella, quien al igual que Carsten poseía los ojos dorados y el pelo rubio. Tal como Carsten, Elizabeth había recibido la más alta educación, sin embargo, no poseían los mismos intereses. Mientras más avanzaba la noche, los temas escaseaban, había más silencios y Carsten empezaba a hartarse de la compañía de la joven Elizabeth. Para su desagrado, ella no se apartaba de su lado y sentía que lo asfixiaba.
Carsten buscó una excusa y logró alejarse de Elizabeth. Sabía que si continuaba estando con ella, podría llegar a irritarse a tal grado que la podría lastimar sus sentimientos con su frialdad. Estaba harto de la búsqueda sin sentido para una mujer con la casarse. Todas las damas que había conocido eran iguales a la anterior. Todas tan aburridas, con los mismos intereses, interesadas solo en adquirir un hombre con recursos y estatus, únicamente concentradas en lucir hermosas. ¿Es que acaso no tenían una aspiración más allá de quedarse en casa y ser usadas como fábricas de bebés?
Carsten estaba tan irritado y distraído que no se dio cuenta y chocó con una persona. Oyó un chillido y extendió el brazo rápidamente para estabilizar a la persona con la que había chocado.
–Discúlpeme, no he visto por dónde iba– se disculpó Carsten. Pero cuando bajó la mirada a su brazo, vio que se trataba de una joven.
–Sí, no se preocupe– respondió la chica mientras se alisaba el vestido. –Solo tenga más cuidado la próxima vez–.
Esto dejó a Carsten perplejo. La joven tenía actitud, pero clase también. La miró más detenidamente: era muy bella, tenía el pelo cobrizo, ojos dorados, estatura algo baja y una complexión delgada.
–¿Está segura?– insistió Carsten, en cierta forma quería retenerla un poco más de tiempo.
–Sí, insisto– dijo la chica dándose la vuelta y retirándose.
Carsten estaba hipnotizado. Aquella mujer no se había interesado en él en absoluto, podría incluso asegurar que ella no sabía quién era. Si hubiera sido otra dama, habría tomado la oportunidad para obligarlo a pasar el resto de la noche con ella o como mínimo sacarle un baile.
Esto lo intrigó por completo. Sin perder oportunidad la siguió y la encontró justo a tiempo para verla salir a un balcón. Entró y la encontró sola, viendo a lo lejos la luz que metía el extenso territorio de los Primera Sangre. Su rostro perdido en la inmensidad y en sus pensamientos. Carsten sintió la necesidad de acercarse y hablar con ella. Y así lo hizo: por primera vez en su larga vida, él se acercó por voluntad propia a una mujer que había capturado su interés. Curiosamente, la mujer era quien intentaba alejarlo de ella, intentando asustarlo con temas profundos y difíciles, que para su mala suerte, eran en realidad los de su interés y deleite.
Aquella dama, sintió interés de vuelta: por fin un joven quien le seguía el ritmo y no parecía escandalizarle que fuera diestra al hablar de aquellos temas tan complejos y nada convencionales para una dama como ella. Las horas pasaban apresuradas cuando ambos comenzaron su plática. No fue sino cuando fueron a buscarla para partir, que Carsten no perdió la oportunidad para pedirle su nombre.
–Aura von Nelizah ¿quién pregunta?– respondió ella.
–Carsten Kobayashi– dijo él con una sonrisa de suficiencia al ver como la cara de ella perdía su fanfarronería y pasaba al pánico.
–Lamento mucho mi imprudencia, mi señor– Aura se disculpó presurosa y se inclinó en muestra de respeto.
Carsten estaba satisfecho, debía tomar esta oportunidad para poder verla otra vez.
–Una falta grave el no saber quién soy~– dijo, fingiendo ofenderse –Sin embargo, puede hacer algo para enmendar su error: permíteme verte una vez más y permítame que le escriba de igual forma–.
Aura alzó su cabeza y lo miró sorprendida. Su expresión cambió de miedo a feliz.
–Será un placer– contestó Aura.
Desde aquella noche, Carsten y Aura hablaban con regularidad mediante cartas. En un principio, meramente amistosos intercambios de temas interesantes y ocasionales. Luego pasaron a ser temas más personales y a ser más regulares. Hasta terminar por ser casi diarias y ser motivo de dicha entre ambos jóvenes. Sin darse cuenta, ambos se habían enamorado y Carsten decidió entonces que haría de Aura su esposa. No le importaba en lo más mínimo que ella fuera de una familia más baja que la de él y que no le traída a su familia beneficio alguno, aunque eso no era del todo cierto: ¿qué mayor beneficio podría tener el hacerla su esposa y llenar de dicha todos sus días por toda su eterna vida?
Sin embargo, las cosas no siempre son fáciles. Y el matrimonio por amor es un lujo que la nobleza no se puede dar. Los padres de Carsten se negaron rotundamente al casamiento por esas mismas razones por las que Carsten era consciente. Y aunque él luchó y se negó, al final solo consiguió que le negaran volverse a ver o comunicarse con Aura y lo que fue peor aún: arreglaron su casamiento con la señorita Elizabeth Gisemman. Ella era de buena familia tanto en riqueza como posición y era además hija de la mejor amiga de su madre, el arreglo había sido concretado sin que él lo supiera o pudiera hacer algo al respecto.
Carsten se vio con Aura por lo que sería la última vez. Ambos enamorados estaban destrozados, se amaban pero no podían estar juntos. Carsten entonces decidió que endurecería su corazón y que si no podría amar a Aura, no amaría nunca a otra mujer.
El día de la boda, Carsten estaba destrozado y tristemente volcó todo su enojo y dolor en la pobre Elizabeth, evolucionando en rencor.
–Carsten, ¡prometo hacerte el hombre más feliz del Makai!– dijo con una amplia sonrisa la joven Elizabeth.
Carsten la miró con desdén.
–Ahórrate tus palabras– dijo con mucha frialdad –Escúchame muy bien: aunque estemos casados, pero es meramente en apariencia. No te fallaré en cuanto a proveerte y darte tu lugar como la matriarca de la familia. Serás ciertamente mi esposa, pero nunca te amaré–.
Elizabeth perdió su sonrisa y sus ojos se llenaron de lágrimas. Ese día supo que él era como los rumores decían: cruel y frío. Ella había quedado enamorada de él desde que lo vio aquella noche, y había rogado a sus padres para que lograran arreglar su casamiento con Carsten. Sus padres, quienes siempre le habían dado todo cuanto quería, no dudaron y con facilidad acordaron su casamiento. Sin embargo, aquel hombre tenía el corazón de hielo… al menos solo para ella.
El casamiento se concretó y para el pesar de Elizabeth, Carsten ni siquiera se presentó a su alcoba en su primera noche como esposos. Humillada y derrotada, Elizabeth sabía que debía ser fuerte si quería ganarse el amor de aquel hombre tan frío a quien decidió tener por marido. Al mismo tiempo, Carsten sufría en silencio su propio dolor. Él hubiera querido pasar el resto de la eternidad con su amada Aura, quien por injusticias de las reglas y costumbres no pudo tomar por esposa. Pero lo hecho, hecho está y debía olvidarse de Aura.
Carsten lo intentó y ¡sí que lo intentó! Pero no podía. Quería aprender a amar a su esposa, quien se desvivía por hacerlo enamorarse de ella y cumplía con sus responsabilidades como esposa y cabeza de la casa. Pero… era imposible. Carsten no podía sacarse de la cabeza a Aura y terminaba por siempre lastimar a Elizabeth.
Y sucedió que Carsten se encontró con Aura un día que huyó de su casa para intentar respirar después de un pleito particularmente fuerte con Elizabeth. Y al ver a Aura otra vez… fue como si todas las preocupaciones se desvanecieran y su corazón latía nuevamente.
Fue un encuentro fugaz, intentaron huir pero fue en balde. Se abrazaron ante el reencuentro. Intercambiaron palabras de amor. Le siguió un tierno beso, el cual se tornó en uno apasionado e inevitablemente terminaron entrelazando sus cuerpos con una pasión desenfrenada, resultado de amor que les prohibieron y deseando quedarse el uno dentro del otro y para tenerse por siempre.
Este error, no vino sin consecuencias. Ciertamente, ambos se sintieron culpables y acordaron que no se repetiría. Sin embargo, al mes de ese encuentro, Aura le pidió que se encontraran. Y entre lágrimas Aura le anunció que había quedado embarazada. Ambos estaban metidos en problemas: el adulterio era penado con la misma muerte. Aún más considerando su posición como la cabeza de la familia Kobayashi y la mano derecha del rey Giesbach Tsukinami. Pero Carsten amaba a Aura y ahora al bebé que llevaba en su vientre que era el producto de su amor.
Planearon entonces llevar una vida secreta. Aura huyó de su casa y Carsten se la llevó lejos, casi al límite del territorio de los fundadores. En su último mes, él le mintió a Elizabeth sobre un viaje y lo pasó junto a Aura y así estar presente en el parto. Fue duro hacerlo sin ayuda, pero valió la pena cuando ella dio a luz a un varón sano a quien dieron por nombre Kai. No podían estar más felices. Ahora empezaba el verdadero reto: criar a su hijo, mantenerlos a ambos en secreto y a salvo. Carsten entonces se dedicó a “viajar” constantemente para ver a quien consideraba su familia y estar en dónde consideraba su verdadero hogar.
Las cosas se complicaron cuando 2 años después, Aura quedó encinta por segunda vez. Carsten estaba dichoso, pero sabía que el riesgo aumentaría nuevamente. Durante esos meses en los que Aura estaba esperando a su segundo bebé, Carsten hacía lo posible por no alzar las sospechas de Elizabeth. Tratándola mejor, dándole regalos con regularidad, pasando tiempo de calidad con ella e incluso se obligó a cumplir con sus responsabilidades maritales, lo cual le resultaba muy difícil. No sin asegurarse de no engendrar un hijo con Elizabeth, para decepción de ella. Nuevamente, el último mes emprendió su “viaje” de un mes para ayudar con el parto a Aura. Su segundo hijo igualmente un varón sano al cual dieron por nombre Daisuke. Tenía la familia que siempre quiso: una mujer que amaba siendo la madre de sus hijos a quienes amaba. No podía pedir más.
Sin embargo, no hay mentira que dure 100 años, aún si eres un inmortal. Además, de que uno no debe construir su felicidad a costa del sufrimiento ajeno.
Ciertamente Elizabeth empezó a perder la paciencia. Siendo víctima igualmente de la constante presión ejercida por su madre, suegra y mujeres aristocráticas de tener un heredero. Empezó a escuchar rumores sobre cómo ella era una mujer inútil que no podía engendrarle un hijo a Carsten o peor aún: se empezaba a sospechar sobre la relación de ambos. Lo peor de todo, era que cuando Elizabeth le hablaba a Carsten al respecto, él la miraba con desagrado.
–No pasará– le dijo Carsten secamente y procedió a realizar su trabajo.
–¡P-Pero! ¡Es nuestro deber engendrar un heredero para la familia Kobayashi!– ella insistía –¡Ya llevamos mucho tiempo casados y no hemos engendrado ni uno!–
Carsten no alzó la vista de los documentos. Elizabeth entonces enfureció.
–¡Carsten! ¡Es tu obligación! ¡Es lo mínimo que puedes hacer por mí después de como me has tratado todo este tiempo!–
Carsten golpeó la mesa enfurecido.
–¡Silencio! Tú no entiendes ¿verdad?– gritó, después se levantó y se puso delante de ella amenazante –Te lo advertí ¿cierto? El día que nos casamos te dije que serías mi esposa solo para las apariencias, pero que yo nunca te amaría ¿¡no es así!?–
Elizabeth se encogió, pero tomando valor le contestó:
–¡Lo dijiste! ¡Sin embargo es parte de tu responsabilidad como mi esposo y líder de la familia! ¡Debes darme un hijo!–
–¿Mi responsabilidad? ¡No me hagas reír!– dijo como si la idea le resultara repugnante –¿Yo teniendo un hijo contigo? ¡Prefería morir!–
–¡P-Pero! Tú dijiste que me darías mi lugar como tu esposa– dijo Elizabeth derrotada y con lágrimas en los ojos.
–¿¡Acaso no he cumplido mi palabra!? ¡No te falta nada! ¡Tienes todo cuanto deseas! ¡Tienes la libertad de hacer e ir donde desees! ¿¡Y te atreves a decir que no he cumplido!?–
Elizabeth se soltó a llorar y Carsten le dio la espalda:
–Retírate. La única razón por la que te daría un hijo es si te amara o fuera un error, lo cual nunca pasará. ¡Ahora largo! ¡Y no vuelvas a insistir!–
Elizabeth huyó en un mar de lágrimas. No podía soportar la presión ni ser blanco de burlas o rumores por culpa de Carsten. Y después de un tiempo ideó un plan. En una ocasión que Carsten se fue “de viaje”, ella fingió creerle y en cuanto se fue, mandó a un familiar a que lo siguiera en secreto. Después de unas horas, este volvió y le informó del paradero de Carsten. Sin dudarlo, llegó al destino solo para encontrar una sencilla cabaña en un bosque al límite del territorio del clan fundador. Y al asomarse, el mundo se le quebró en un instante: Ahí estaba Carsten, sentado en una simple sala y con él una mujer. Ambos estaban abrazados y se daban caricias, se veían muy enamorados. Elizabeth rompió a llorar y cuando creía que no podría ser peor: de una habitación adjunta entraron dos pequeños niños. Ellos se lanzaron a los brazos de Carsten y de aquella mujer, quienes los tomaron en brazos. Carsten se veía muy feliz y enamorado… un lado de él que ella jamás habría podido ver sino fuera por haberlo seguido hasta ahí.
Elizabeth estaba destrozada: no solo Carsten la había engañado con otra mujer, sino que había optado por criar a los hijos de aquella mujer como suyos cuando se había negado rotundamente a tener hijos propios con ella, su mujer. Elizabeth no podía con el dolor y decidió regresar a casa, debía afrontar esto tarde o temprano. A los días, Carsten volvió y se encontró con Elizabeth quien lo esperaba. Carsten se veía molesto con solo verla y Elizabeth tuvo que respirar profundamente para poder enfrentarlo:
–¿Cómo ha estado tu viaje?– le preguntó fingiendo ignorancia.
–Bien– respondió secamente, estaba claro que no quería continuar hablando con ella.
–Me alegra, supongo que todo salió bien–.
–En efecto– Carsten volteó molesto –¿Por qué lo dices?–
–Me interesa saber cómo te fue en tu viaje, es todo–.
–¿Desde cuándo?–
–Desde hoy– le dijo –Solo déjame hacerte una pregunta–.
–Qué molesto…– Carsten resopló –¿Cuál es?–
–¿No tienes nada que decirme?–
–¿De qué hablas?–
–Sí, ya sabes: con relación a tu viaje–.
–Ya te dije que todo bien ¿no es así? Realmente eres molesta…–
Elizabeth se mordió el labio, pero finalmente le dijo molesta:
–Bien, déjame reformular mi pregunta: ¿qué tienes que decir sobre aquella mujer con esos niños a los que fuiste a visitar en tu viaje?–
Carsten se paralizó y volteó por fin a verla. La mirada de Elizabeth emanaba furia, como si deseara abalanzarse directamente a él. Carsten supo lo que Elizabeth había querido decir: lo sabía, pero quería confirmarlo. ¿Así iban a ser las cosas? Bien, no había sentido ocultarlo por más tiempo.
–¡Ah~! ¿Así que es eso~?– dijo burlonamente.
Elizabeth abrió los ojos sorprendida.
–¿Así que no lo niegas?–
–Si ya lo sabes ¿qué sentido tiene hacerlo?– dijo él encogiéndose de hombros. Elizabeth encontró increíble su cinismo e indiferencia, eso hizo que el corazón se le hiciera añicos.
–No puedo creerlo…– dijo con el aliento entrecortado, sentía que le faltaba el aire – ¿por qué? ¿¡CÓMO ES POSIBLE QUE LO HAYAS HECHO!? ¿¡CÓMO PUDISTE!?
Elizabeth fue hacia él y lo tomó de su ropa con furia.
– ¿¡POR QUÉ ES QUE VAS CON ELLA!? ¿¡DESDE CUÁNDO!?–
Carsten ni se inmutó, permitió que ella descargara su ira contra él. No había sentido negarlo, estaba harto de todo esto.
–No es asunto tuyo–.
–¡SÍ QUE LO ES! ¡YO SOY TU ESPOSA!–
–¿Otra vez con eso? Oh, Elizabeth~–
Carsten la tomó de sus manos con fuerza y la miró directamente a los ojos:
–No lo entiendes ¿verdad? Cierto, eres mi esposa, pero yo no te amo– dijo, y con un tono cruel continuó – Es más: te aborrezco~–
Elizabeth emitió un gemido de dolor, no ante la fuerza con la que la agarraba, sino por sus palabras. Eran frías, cargadas de odio y repugnancia… y eran dirigidas a ella. Elizabeth agachó la mirada, no podía soportar tales palabras provenientes del hombre al que ella tanto amaba irónicamente.
-Esto es una pérdida de tiempo– espetó Carsten y la soltó. Se disponía a irse cuando Elizabeth soltó:
–¿Cómo es posible? ¿¡Cómo es posible que prefieras a esa mujerzuela antes que a mí!?–
Carsten volteó furioso y le abofeteó para asombro de Elizabeth. Ciertamente, no importaba cuanto Carsten la aborreciera, jamás le había alzado la mano… hasta ahora.
–¡No te permitiré que hables de mi Aura así!–
¿“Su Aura”? Un momento… ¿Aura?
Elizabeth sabía quien era Aura perfectamente. Antes de casarse, su suegra le dijo que había sido una mujer con la que se había encaprichado Carsten antes de concretar su matrimonio. Sin embargo, su suegra le había asegurado que había sido algo fugaz y que ya no tenía contacto con ella. Ahora le hacía sentido: porque él había sido tan cruel con ella desde el primer día, porque la veía con odio y rencor cuando ella no le había hecho nada. Porque no importaba cuánto se esforzará, él se mantenía firme en no amarla… ¡y todo por esa mujer!
Elizabeth alzó la mirada y sin más le regresó la bofetada, desconcertando a Carsten.
–¿¡Aura!? ¿¡TU AURA!? ¡Desgraciado! ¿¡Cómo pudiste!?– dijo totalmente destrozada –¿¡Cómo te atreves a golpearme!? ¡YO ANTES QUE NADA SOY TU ESPOSA! ¿¡TE ATREVES A ALZARME LA MANO POR ESA MUJER!?–
Carsten temblaba de furia ¿Por qué tenía que aguantar a tal mujer?
–¿¡Qué tiene ella que yo no!?– preguntó Elizabeth totalmente despechada, llorando en este punto sin poder evitarlo.
Él sonrió sarcásticamente:
–¿Qué te hace pensar que tú siquiera tienes algo que me interese?–
Elizabeth soltaba lágrimas cargadas de un inmenso dolor. Todos estos años perdidos en un amor no correspondido, solo para que él la apuñalara por la espalda.
–Tú… ¿Realmente nunca me amaste? ¿Ni un poco?– dijo con voz débil.
Él la miró con frialdad:
–Desde que te conocí deseé mantenerte lo más lejos de mí… realmente me desagradas–.
Elizabeth no podía más, pero debía saber.
–Todo este tiempo… solo quise que me amaras y ser la mujer que querías ¿por qué las cosas fueron así?–
–¿Realmente crees que fuiste la única que sufrió? Mis padres me prohibieron casarme con quién yo quería y en parte fue tu culpa. ¿Crees que no sé que tuviste que ver? ¿Qué hiciste todo lo posible por arreglar nuestro matrimonio? Bueno, he aquí las consecuencias de tu codicia y egoísmo~– dijo él con una sonrisa burlona.
Elizabeth decidió que no podía más, quería salir de la habitación.
Pero Carsten aún tenía mucho más que decir, después de callarse mucho tiempo:
–Entiende de una vez: ¡Aura es mucho mejor que tú! ¡Nunca te amé ni amaré! ¿Puedes creerlo? ¡qué hasta me dio herederos mucho antes que tú! ¡Y sin esfuerzo! ¡a la primera incluso! ¡dos veces que es mejor aún!–
Elizabeth volvió la vista con furia en su rostro y lágrimas de rabia cayendo aún por sus ojos. Para su sorpresa, Carsten también abrió los ojos con sorpresa ante lo que él mismo dijo y el pánico inundó su rostro.
–¿¡QUÉ HAS DICHO!? ¿¡ESOS NIÑOS SON TUYOS!? ¿¡TE DAS CUENTA DE LO QUE ACABAS DE DECIR!?–
–No… Elizabeth–.
–¡NO SOLO ME TRAICIONASTE SINO QUE TUVISTE HIJOS CON TU AMANTE! ¡CUANDO TÚ SABÍAS QUE ERA LO QUE MÁS QUERÍA! ¡Y CUÁNTO NO TE ROGUÉ! ¡HARÉ QUE LO PAGUES Y MUY CARO! ¡CON TU VIDA LO PAGARÁS! ¡LO PROMETO CARSTEN!–
–¡Elizabeth espera!–
–¡HAS CAVADO TU PROPIA TUMBA CARSTEN! ¡GUARDIAS!” Elizabeth llamó y ellos vinieron inmediatamente –¡ENCIERRENLO! ¡ACUSO A CARSTEN KOBAYASHI POR EL CRIMEN DE ADULTERIO Y ENGENDRAR HIJOS ILEGÍTIMOS CON UNA CONCUBINA! ¡LLÉVENSELO!–
–¡ELIZABETH! ¡DETÉNTE!– Carsten intentó zafarse, pero fue inútil.
–¡LLÉVENSELO! ¡AL CALABOZO HASTA QUE SEA SU JUICIO!–
–¡NO! ¡ELIZABETH!–
Era el fin. Carsten sabía que esto podría llegar a pasar. Una vez que se supiera la verdad sería no solo su fin, sino el de Aura y sus hijos. Debía intentar protegerlos a toda costa. Llamó rápidamente a un familiar suyo y le dio instrucciones precisas que debía llevar a su familia cuanto antes.
Aura estaba arropando a sus hijos en la cama cuando oyó el aullido de un lobo. Salió y cuando vio que era el familiar de Carsten supo que algo no iba bien. Y no se equivocó.
El mensaje decía:
Nos descubrieron. No queda mucho tiempo hasta que se lleve a cabo el juicio y la verdad salga a la luz. Tienes que huir con los niños, empaca lo básico, abandona la casa y dirígete al norte, ahí hay una entrada al mundo humano. Debes ir allá y haz lo que sea necesario para perder tu rastro y el de los niños, huye lo más lejos que puedas. Aura, huye y no mires atrás, ya no queda nada que hacer. Sabemos cuál será el castigo de ambos y no es justo que paguen nuestros hijos por nuestros errores.
Aura, amada mía, deben irse. Cría y cuida de nuestros hijos en un lugar lejos, donde nadie los conozca, donde no haya posibilidad de ser descubiertos, donde crezcan sanos, libres y felices. Y por mí no te preocupes: ya había aceptado cualquier cosa que pudiera pasar conmigo desde hace mucho tiempo… estoy listo. Pero no me perdonaría que ustedes perecieran conmigo.
Aunque ten por seguro que si tengo la posibilidad de verte nuevamente… iré a tu encuentro. No me arrepiento de nada de lo que hice, nuestro amor dio frutos y son mi más grandes tesoros. Me hubiera gustado que las cosas fueran diferentes… estaría dispuesto a dar lo que fuera por que así fuera. Antes de irme, nunca olvides cuanto los amo. Huye y sé libre.
— Por siempre y únicamente tuyo, Carsten.
A Aura se le llenaron los ojos de lágrimas. Habían sido descubiertos y debía actuar rápido por el bien de sus hijos. Tomó una simple valija y la llenó con lo meramente indispensable, despertó a sus hijos y, con un último vistazo al que había sido un hogar lleno de amor y paz por varios años, cerró la puerta y huyó.
Lograron llegar a aquella puerta al mundo humano en lo profundo del bosque del norte y al cruzar empezó el desafío.
Los miembros de la corte y el rey estuvieron presentes en el juicio. Debido a su puesto de mano derecha del rey, esto debía ser manejado con discreción y delicadeza.
–Se abre la sesión– ordenó el juez al cargo –Que entren tanto la demandante como el acusado–.
Elizabeth entró a la sala y por el lado contrario Carsten entró esposado y escoltado por guardias.
–La demandante en esta ocasión se trata de la Señora Elizabeth Kobayashi quien demanda al señor Carsten Kobayashi quien…– mencionó el juez, pero fue interrumpido por una risa burlona que resonó en la sala.
–¿Realmente esto es necesario?–
Todo el mundo susurraba temerosa, porque quien acababa de hablar era el rey fundador Giesbach Tsukinami y primo segundo de Carsten. Nadie se atrevía a siquiera mirarlo a los ojos, pero Elizabeth se armó de valor antes de hablar:
–¡S-Su majestad! ¡P-Por favor! ¡Vengo a usted para pedirle su ayuda!–
–¿Hm~? Y ¿cómo es que me pides ayuda cuando estás acusando a mi mano derecha y el segundo al mando del reino?– preguntó sarcásticamente Giesbach.
–¡L-Lo acusó con buena razón, su majestad!– replicó Elizabeth.
–¿Con buena razón? ¿Estás consciente que acusas a la cabeza de la familia Kobayashi?–.
–N-No lo acuso como la cabeza de la familia Kobayashi… sino como mi m-marido– dijo Elizabeth –Él… m-me hizo mucho daño–.
El rey no dijo nada y justo Elizabeth alzó la mirada. Tenía los ojos llenos de lágrimas, cuando prosiguió a hablar:
–C-Cometió el peor de los crímenes…– dijo con la voz entrecortada.
–¿El cuál es?–
Elizabeth apretó con fuerza su vestido:
–¡Él me engañó con otra mujer!– dijo, sin poder evitar alzar la voz –¡No solo eso! ¡Además tuvo hijos con ella!–.
Toda la sala estalló en murmullos de asombro.
El rey abrió sus ojos con asombro, y posteriormente aterrizó sus ojos en Carsten. Él no había cruzado mirada con nadie ni articulado palabra desde que se había alzado la sesión. Giesbach conocía a Carsten de casi toda la vida: sus acciones y palabras eran coherentes, había sido responsable, capaz, brillante, leal y honesto a su servicio y al del reino. O bueno, eso creía, porque ahora mismo estaba siendo acusado por el contrario de las últimas dos virtudes en las que pensó. Giesbach notó que Carsten adoptó esta actitud ejerciendo su derecho a guardar silencio, tal vez estaba ideando un plan, pero sabía que eso no le serviría. Tal vez su orgullo como fundador y saber que es miembro de la segunda familia más importante del reino.
–Eso es una acusación muy severa, señora Kobayashi– Giesbach dijo con voz autoritaria –Ante estas acusaciones, supongo que vino preparada con algún tipo de prueba ¿no es así?–.
–¡L-La verdad es que…!– pero Aura no terminó cuando la interrumpieron.
–¡Infeliz!– se escuchó la voz de Medea, la madre de Carsten –¿¡Cómo te atreves a venir y acusar a mi hijo!? ¡a tu marido de tal crimen! ¡Después de todo lo que mi hijo y familia ha hecho por ti! ¿¡Cómo te atreves!?–.
Elizabeth se mordió sus labios temblorosos, todos confiaban y estaban del lado de Carsten aún cuando ella lo había llevado a la corte.
–¡S-Su majestad!– empezó a relatar Elizabeth –desde un inicio nuestra relación no fue buena. Intenté de muchas maneras acercarme a él e intentar aunque sea llevarnos bien… pero fue inútil. Desde hace un tiempo, he notado que Carsten ha tenido actitudes inusuales, pero decidí ignorarlas. Sin embargo, Carsten se ha negado a cumplir con su deber de procrear a un heredero. Por lo que, el día de ayer mandé a un familiar a seguirlo y ahí es dónde descubrí la verdad–.
Elizabeth hizo a su familiar aparecer, y con su magia logró transmitir los hechos. La audiencia estaba pasmada y el bullicio tuvo que ser acallado por el juez.
–¡Como pueden ver se trata de Aura, su majestad! ¡La supuesta hija desaparecida del barón Nelizah!–
Giesbach entrecerró los ojos y por primera vez se dirigió a Carsten.
–¿Es eso cierto?–
Carsten dirigió la mirada y sus ojos dorados carecían de brillo, eran impenetrables y fríos. Entonces habló:
–Es justo como dice–.
Toda la audiencia nuevamente estaba asombrada y la voz de su madre se destacó por encima de las demás.
–¡Carsten! ¿¡Cómo es posible!?– le recriminó su madre molesta –¡Yo no te crié así! ¿¡Por qué harías algo así!? ¡y de todas las mujeres tenía que ser Aura!–
Carsten dirigió su mirada hacia su madre, la estaba llena de rencor.
–¿¡TIENES LA OSADÍA DE PREGUNTARLO!? ¿¡QUIÉN FUE QUIEN ME OBLIGÓ A CASARME CON ESTA MUJER Y NO CON QUIEN YO AMABA!?– gritó Carsten. –¡Y NO TE ATREVAS A HABLAR DE ESA MANERA DE AURA! ADEMÁS DE SER A QUIEN AMO ¡ES LA MADRE DE MIS HIJOS! ¡NO TE PERMITIRÉ PRONUNCIAR SU NOMBRE! ¡NO LO PERMITIRÉ AUNQUE SEAS MI MADRE!–
Medea se calló al instante y no dijo nada, solo pudo bajar la cabeza. En cierta forma, era como si entendiera por fin que la razón por la que su amado hijo hubiera terminado así fue igualmente por su culpa.
Elizabeth, al escuchar como Carsten defendía a Aura, se le escaparon lágrimas de sus ojos, como hubiera deseado que Carsten la hubiese defendido como él lo había hecho ahora mismo siendo ella su esposa…
Giesbach suspiró y le asintió al juez para que continuara con el mando de la corte.
–Entonces, ¿cómo se declara Lord Carsten?– preguntó el juez.
Carsten miró a Giesbach y al juez y asintió.
–Me declaro culpable su señoría–.
La audiencia era un caos: Medea se desmayó y sus damas de compañía intentaban reanimarla, mientras Elizabeth veía a Carsten con sumo dolor. Al final, ni siquiera lo negó y no dio batalla. Elizabeth entonces, de cierta forma, lo comprendió: Carsten quería estar con aquella mujer Aura, quería estar con quien amaba y formar una familia… como ella había querido. Le hubiera gustado tanto ocupar el lugar de Aura en el corazón de Carsten. En cambio, quiso tomarlo por la fuerza y como resultado todos resultaron dañados. Elizabeth se enamoró de Carsten desde aquella noche que lo conoció y egoístamente lo forzó a estar a su lado en un matrimonio infeliz y sin amor…
¿Cómo es que alguna vez esperó que Carsten llegará a amarla si en su corazón nunca tuvo un lugar? ¿cómo llegaría a amarla cuando fue ella quien se interpuso entre ambos? Todos tuvieron la culpa en algún punto… Todo resultó en una cadena de sucesos trágicos a consecuencia de las malas decisiones de todos los involucrados.
–No hay nada más que discutir– Giesbach rompió con el alboroto –¿Cuál es la sentencia, jurado?–
El jurado debatió rápidamente y un representante se puso de pie y sentenció lo siguiente:
–Ante todo lo expuesto en el juicio de hoy y la misma declaración del acusado, Lord Carsten. El jurado dictamina la siguiente sentencia: Lord Carsten Kobayashi, es sentenciado a la pena de muerte ante el crimen de adulterio. No solo Lord Carsten será sentenciado a muerte, también se le extiende el castigo a Lady Aura de Nelizah y sus hijos ilegítimos–.
Carsten solo cerró fuertemente los ojos derrotado. Aunque sabía que ese era el castigo, no dejaba de ser duro. Sobre todo teniendo en cuenta que el castigo fue extendido a su familia.
–Que así sea entonces– concluyó Giesbach –Sin embargo, no permitiré que parte de mi familia caiga en desgracia por un eslabón débil: Carsten, te despojó a ti y a tu descendencia del título de duque y posición de noble, así como te despojo de tu cargo y del nombre Kobayashi. Se borrará tu nombre y registro alguno de tu existencia en los registros familiares. Tu ejecución será mañana mismo a primera hora del día y no será abierta al público, ya ha sido suficiente espectáculo por hoy–.
Giesbach entonces se dirigió al resto de la corte y presentes:
–Prohibo que salga a la luz cualquier cosa que hoy se vio o escuchó en esta sala. Nada de lo que pasó hoy saldrá de aquí. A quien se atreva, le cortaré la lengua, despojaré de su título a esa persona, toda su familia y descendencia y será exiliado a las tierras malditas del Makai ¿entendido?–
Todos asintieron con terror.
–¡Se cierra la sesión! ¡Guardias! – dijo indiferente y frío Giesbach –Retirenlo de mi vista–.
Los guardias hicieron como se les ordenó y Carsten, fue retirado de la sala. Elizabeth vio como lo hacían e intentó detenerlo, pero otro guardia se lo impidió. Ella entonces gritó:
–¡CARSTEN!– dijo cayéndole más lágrimas por sus ojos –¡LO LAMENTO POR TODO! ¡DESEARÍA QUE LAS COSAS HUBIERAN SIDO DIFERENTES! ¡PERDÓNAME!–
Pero Carsten no se volvió y fue llevado fuera de la sala. Elizabeth se derrumbó en el piso y lloró fuertemente. Oficialmente… lo había perdido y de paso le hizo perderlo todo.
Mientras tanto, Aura había logrado llegar con muchos esfuerzos al puerto de Yokohama. Sus pobres hijos de 3 y 5 años exhaustos, cayeron dormidos a mitad del trayecto. Sin embargo, Aura se mantuvo despierta toda la noche. Ya en el puerto, descubrió que había un reloj que marcaba las 3 am, pero no había tiempo de descansar aún y mucho menos de bajar la guardia. No sabía cuándo podría aparecer algún miembro de los guardias para atraparla y a sus hijos para hacerles quien sabe que. Sacó a sus hijos del carruaje que les había traído hasta el puerto y se apresuró con sus hijos a la taquilla. Debía alejarse lo más lejos que pudiera y no había mejor alternativa que salir de Japón. Después de todo: entre las sombras había demonios que controlaban el mundo de los humanos de alguna forma u otra, tomando en cuenta que todos los portales al Makai estaban en Japón.
–Buenas noches– saludó Aura al taquillero –Me gustaría comprar 3 boletos para el siguiente barco que zarpe–.
El taquillero alzó su mirada del periódico que leía, la miró y continuó leyendo:
–¿Destino?– preguntó.
–¿Cuál es el destino más lejano que tiene?– preguntó Aura.
–Hmm… China– dijo el señor.
(Sigue siendo muy cerca) pensó Aura (Bueno, primero debo salir de este país).
–Ese está bien– dijo Aura y se disponía a sacar dinero, cuando el taquillero la detuvo.
–Documentos– dijo extendiendo su mano.
–Aquí– Aura los entregó, por suerte Carsten siempre había sido precavido y logró sacarle unos permisos, ante una emergencia.
(Nunca creyó usarlos…pero así resultaron las cosas) pensó con pesar Aura.
El taquillero los vio y con un refunfuño se los regresó.
–La información está incompleta–.
–¿C-Cómo? ¿Dónde?–
El taquillero le señaló sus nombres, los cuales no tenían apellidos escritos.
–No pueden salir del país si no demuestra el parentesco entre usted y los niños– le dijo –Además, necesito un permiso específicamente de su marido que le autorice que saque a sus hijos del país–.
Claro… siendo una mujer no tenía autoridad sobre sus propios hijos. Pero ¿cómo explicarle al señor que estaba huyendo de la familia del padre de sus hijos? Además… ¿cómo le explicaría que ellos nunca llegaron a casarse ni que sus hijos fueron reconocidos por su familia? Seguramente si se lo dijera, llamaría a las autoridades por presunto robo de niños o por ser algún tipo de fugitiva… sin mencionar que posiblemente haya gente del Makai entre ellos.
Aura se preguntaba qué debía hacer cuando sintió una mano cálida en su hombro.
–Lamento la tardanza querida– Aura oyó detrás de ella una voz masculina gentil.
Aura volteó con la esperanza que fuera Carsten, pero para su decepción era un hombre humano que nunca había visto en su vida.
–Y-Yo– intentó decir Aura, pero el señor le guiñó el ojo y continuó dirigiéndose al taquillero.
–Disculpe a mi esposa, la mandé a adelantarse para comprar los boletos a unas merecidas vacaciones pero no la mandé preparada– dijo el señor.
–¿Usted es su marido?– preguntó escéptico el taquillero.
–Así es– dijo el señor.
–¿Está al tanto de que su esposa desea comprar boletos a China?–
–¿Qué puedo decir? Le prometí vacaciones para toda la familia al destino que ella deseará– continuó el hombre –Mi mujer tiene gustos muy exóticos~–.
Ambos hombres se rieron, pero Aura estaba confundida. ¿Quién era ese hombre? ¿Por qué la ayudaba? ¿Debía confiar en él? Por su olor, sabía que se trataba de un humano, pero ¿y si trabajaba para la familia real o algún alto rango de cualquier clan del Makai?
–¡Bueno, buen hombre!– dijo el taquillero, ahora con mejor humor –Les daré los boletos, solo le pido que llene la documentación de su familia. ¿Asumo que serán 4 y no 3 boletos?–
–¡Oh no! Solo 3, yo me quedaré porque alguien debe quedarse a trabajar, ya después los alcanzaré ¡después de todo los negocios no se atienden solos! ¿no cree?–
–¡Claro que no! ¡Como usted diga entonces!– y entonces el taquillero dio media vuelta y se internó en la oficina. Ya a solas, el hombre se dirigió con voz baja a Aura:
–Lamento si la asusté señora– se disculpó –No pude evitar entrometerme, pero parecía que tenía problemas–.
–En realidad… sí que los tenía. Le agradezco que me ayudará–.
–Es un placer– le sonrió el hombre –ahora, llene su documentación antes de que vuelva–.
Aura asintió pero al abrir los documentos de sus hijos, no sabía qué hacer: eran ilegítimos después de todo ¿y si ponía Kobayashi y venía tras ellos? ¿Y si alguien daba la señal de alerta?
El señor notaba como Aura temblaba y le volvió a hablar:
–¿Sucede algo? ¿No puede poner esa información faltante?– preguntó preocupado.
–N-No…– dijo ella, al borde del llanto –S-Sucede que… mi m-marido…–
¿Qué podía decir? ¡Ella no estaba casada! No podía poner ni su apellido de soltera ni el que le correspondía a sus hijos por eso mismo… ¿Qué debía hacer?
–Entiendo…– dijo el hombre –¿Me permite?–.
Tomó la pluma y la llenó de tinta, después tomó los documentos y empezó a escribir en ellos. Aura veía con asombro cómo el señor ponía: Kai Koizumi, Daisuke Koizumi y Aura Koizumi.
Justo llegó el taquillero con los boletos, revisó los documentos asintiendo y selló los documentos para validarlos.
–¡Muy bien todo está en orden! Señor y Señora Koizumi, ¡les deseo buen viaje y buena noche!–
Le dieron las gracias y se retiraron. Ninguno de los dos habló, pero el señor los acompañó hasta la entrada del barco y ayudó a Aura y a los niños con su poco equipaje. Justo a tiempo, el encargado del barco anunció que debían abordar para partir. Aura se volteó y sin poder evitarlo le preguntó:
–¿Por qué nos ayudó buen señor? No gana nada haciéndolo, entonces…–
El señor le sonrió con gentileza y sin más le respondió:
–Los buenos actos no se hacen esperando algo a cambio señora–.
–P-Pero…–
–Puedo suponer que no ha llevado una vida fácil hasta ahora ¿no es así?–
–¿Por qué piensa eso?–
–Que una mujer viaje sola a estas horas con dos pequeños debe ser por dos razones según mi experiencia: porque es una roba niños o porque está desesperada y busca salvarse y salvarlos–.
Aura se quedó sin habla, el señor había acertado.
–No me tiene que decir la razón, pero sepa esto señora: la vida no será fácil ni ahora ni en adelante. Tome en cuenta que es una señora con dos hijos y sin ningún hombre que la proteja: está sola. Sin embargo, usted ya dio el primer paso… y fue el más difícil, se lo aseguro–.
Aura casi se rompe a llorar: era la única que había dicho y hecho algo lindo por ella en mucho tiempo… a parte de Carsten, claro.
–Pero respondiendo a su pregunta: por ninguna razón en especial, se lo aseguro. Tuve la oportunidad de ayudarla y con eso me basta–.
–E-Entonces, ¡permítame darle algo a cambio!– Aura rebuscó en sus bolsillos por alguna moneda de oro o algo de valor, pero el señor alzó la mano deteniéndola.
–Insisto, no es necesario– dijo el señor –Ande ya, el barco está por zarpar, su nueva vida la espera–.
Aura sonrió y apresuró a sus pequeños a abordar y antes de entrar, se volvió hacia el señor:
–¡De verdad muchas gracias!– y dando una profunda reverencia, se adentró al barco. El señor los despidió y en cuanto arrancó se dio media vuelta y desapareció entre la neblina mañanera del puerto. Fuera quien fuera, aquel señor la había salvado a ella y a sus hijos con solo prestarles lo que dedujo era su apellido.
–¡Es verdad! No le pregunté su nombre…– pero ya era muy tarde, tal vez la única manera de agradecer y honrar su memoria, sería conservar su apellido. Además tal vez lo necesitaría, porque definitivamente… China no sería su último destino.
A primera hora de la mañana y en el patio central de la prisión real, para evitar algún problema, se llevó a cabo la ejecución de Carsten. Giesbach, acompañado por su esposa la reina Krone y sus hijos Carla y Shin, fueron testigos de la ejecución de Carsten. Elizabeth y Medea también estaban presentes. Medea fue atada a su silla y mandaron a acallarla con un pañuelo en la boca de tanto que gritó intentando pedir clemencia por su hijo. Elizabeth estaba en estado de shock ¿realmente las cosas iban a terminar así? ¿Esto era lo que quería? No podía saberlo.
–Será una gran pérdida para el reino– mencionó Krone lo suficientemente alto para que lo escuchará solo su esposo.
–Sí que lo es– Giesbach concordó.
–Es triste seguir perdiendo a miembros de la familia… lo mismo fue con Lord Felsen– comentó Krone.
Felsen… un día simplemente desapareció. Cuando aún estaba con ellos, de un momento a otro se apartaba de la familia, aparentemente se encontraba enfermo y luego deliraba sobre el fin de la especie por su enfermedad incurable…que sólo les afectaba a ellos como Fundadores.
–Ahora que lo pienso, Carsten sugirió investigar sobre el paradero de Felsen y los rumores de la supuesta enfermedad que le aquejaba– Giesbach comentó –pero con todo esto, no creo que sea posible–.
–Supongo que no– Krone se encogió de hombros –sin embargo, con la muerte de Carsten habrá asuntos e investigaciones que se irán con él–.
Giesbach solo asintió y fijó su mirada al estrado de ejecución.
Carsten había sido despojado de su fina ropa, vistiendo harapos y se le veía sucio, algo que no creían que fuera posible para un noble como él. Pero eso a él no le importaba: estaba en paz, porque había logrado poner a salvo a su familia. Desde su celda, la noche anterior escuchó cómo los guardias decían que no había rastros de Aura y sus hijos y por ende, podía morir en paz.
Y aún en sus últimos momentos, Carsten se negó a ver a Elizabeth: se negaba a que fuera ella lo último que viera antes de morir. Si hubiera podido escoger… hubiera preferido ver a Aura y a sus hijos una última vez. Cerró los ojos y se imaginó con ellos en su pequeña casita en lo profundo del bosque donde nadie los molestaba y por unos momentos podían olvidarse de sus preocupaciones… había por lo menos sabido lo que era la felicidad y sonrió con este último pensamiento.
Fue un corte limpio y rápido, Giesbach había movido unos cuantos hilos para conseguir que el ejecutor fuera certero y que su primo segundo, quien al menos a él y a su familia sí les había mostrado lealtad, no sufriera mucho.
Y en unos segundos todo había terminado. Carsten se había ido, mostrando una pacífica expresión en su rostro.
En su casa, Elizabeth se quedó pensativa. De esa terrible noche, ya había pasado 1 mes y se encontraba completamente sola. Si tan solo hubiera podido ser madre, no la aquejaría tanto dolor como ahora. Entonces pensó: ¿qué tal si ella criaba a los hijos de Carsten? A Aura no la quería ni ver, es más cuando la hallaran no evitaría que la ejecutaran, pero ¿a sus hijos? Podría hacer que se los dieran a ella ¡apelaría la decisión del juez!
Elizabeth entonces llamó a un sirviente y le pidió justo eso: que buscara por su cuenta a Aura y a los hijos de Carsten. Entregaría a Aura a las autoridades ¡y se quedaría a sus hijos y los criaría como suyos! No le importaría lo que dijeran los demás, además limpiaría sus culpas al criar a los hijos de su difunto esposo!
Pero las cosas no serían tan fáciles: la búsqueda pasó de días a meses… y a los meses cayó la tragedia.
Le llamaban Endzeit y le quedaba bien el nombre: marcó el fin del reinado de los fundadores. Ni uno se salvó… incluida Elizabeth. Aún moribunda en cama y únicamente rodeada por sus sirvientes… solo podía pensar en ello.
–¿Encontraron… a los niños?– preguntó agonizando Elizabeth.
–No señora, no hay rastros– le respondió una mucama.
–Después de todo… Carsten se negó y aseguró… de hacerme sufrir hasta el final… ¿no es así?– dijo con una risa amarga Elizabeth –Se encargó… de negarme mi deseo… de ser madre… incluso de unos hijos que… no serían míos. Yo… los habría criado bien… para que llegaran a ser dignos… y tomarán el puesto… de su padre… ¡te lo aseguro! Pero… Carsten siempre… fue tan cruel conmigo…–
–Mi señora…– dijo la mucama triste.
–Mi tiempo ha… llegado. Al final… viví una vida tan… solitaria… y sin amor…¡yo que tenía… tanto que dar! Carsten… solo quise amarte… ¡estaba dispuesta… a perdonarte… y cuidar a tus hijos! ¡De verdad! Yo… no era tu enemiga… Carsten…¿por qué… fuiste así conmigo? Solo… quería…que me amaras…y amarte…mi amado… Carsten– con esas últimas palabras Elizabeth cerró sus ojos, no sin que antes resbalaran de ellos las últimas lágrimas por su triste amor no correspondido.
De China, pasaron a India. De India a lo que se conoce como la actual Turquía. Descansaron en la actual Hungría y de ahí pasaron a Francia. Posteriormente a España, donde salían barcos al nuevo mundo: nuevo mundo, nuevo comienzo. Aura decidió emprender su viaje y después de meses, por fin lograron llegar a lo que se conoció como Villa Rica de la Vera Cruz o la actual Veracruz en México.
Iniciar no fue fácil, pero no había otra opción: estaba sola con hijos y aunque no morirían de hambre por ser fundadores, quería que fueran felices y vivieran dignamente. Aura logró entonces ganarse la vida como podía una mujer extranjera y con hijos en esa época. Aprendieron el idioma y años después, cuando era evidente que no pasaba el tiempo por ellos, se trasladaron de estado en estado hasta que por fin llegaron a la capital: la Ciudad de México. Donde había mayores oportunidades de empleo y mejor calidad de vida. Sus hijos crecieron y Aura se aseguró de que supieran su origen y estuvieran orgullosos de su linaje. Siempre conscientes de que eran diferentes y siempre orgullosos. Eso hubiera querido Carsten…
Aura esperó todos los días de su vida a que Carsten los encontrara. Los inmortales pueden darse ese lujo después de todo. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, después de todo… aunque la espera puede llegar a ser cruel. Sus hijos no tenían corazón para hacerla entrar en razón: cuando ellos crecieron sabían que esa esperanza era lo único que la mantenía con vida. No había forma que entendiera que, por más que lo esperara… no podría reencontrarse con él.
Mientras tanto…sus hijos crecieron. Se independizaron y siguieron con su vida. Fue duro, pero así debían ser las cosas.
En ese transcurso de tiempo, Kai tuvo una colega, por ahí de los años 80-90s, a quien no dudó en presentarle a su hermano menor.
–Morena, te presento a mi hermano: Daisuke– presentó a ambos Kai.
–Encantado– dijo Daisuke.
–Ah… un gusto– respondió Morena con desinterés.
Kai miró a su hermano y vio como se le formaba una sonrisa.
Lo sabía: a Daisuke siempre le han gustado los retos y lo difícil lo disfruta aún más.
Estaba más que claro que ya había decidido: haría de Morena, su esposa.
Y no se equivocó: 4 años después, ambos se casaron.
Aunque Aura no estaba contenta: ¡debían preservar la valiosa sangre fundadora! ¡No debían mezclarla con la de una humana!
Pero Daisuke hizo oídos sordos y decidió seguir a su corazón y casarse con Morena. Aura lo entendió: estaba en riesgo de repetir su propia historia… y eso no se lo podría perdonar. Así que con todo y su pesar, se lo permitió.
El día de la boda, Aura paseaba por los jardines del salón donde se llevó a cabo la celebración y mirando al cielo dijo:
–Carsten… no importan los años que pasen, te sigo esperando y echando mucho de menos– dijo afligida –Tus hijos ya no son unos niños, sino unos hombres dignos y honorables… como desearía que los vieras ahora mismo…–
Aura lloró en silencio.
–Carsten… si te compadeces de mí, por favor… ¡ya ven por mi!–
Del cielo pasó una estrella fugaz, y Aura simplemente se quedó viendo el cielo.
–Entiendo…– dijo Aura –Aún no es tiempo ¿verdad? ¡Qué remedio entonces! Que espere un poco más no hace la diferencia ¿no es así?–
Aura suspiró resignada y dio media vuelta, no sin antes decir:
–Solo recuerda Carsten: aún te amo, eso no cambió antes, ni ahora, ni nunca… hasta pronto amor mío–.
Y sin más regresó a la fiesta de su hijo, preparada a enfrentar otro día más en su vida sin su amado Carsten. Porque sabía que tarde o temprano se encontraría con él: si no en esta vida, tal vez en la siguiente…
Fin.
Mun Ari: Si tuviera que pedirle perdón a un personaje por todo el sufrimiento que le hice pasar (además de Ari) sería a Elizabeth. Realmente me sentí muy mal por ella ;-;. Sin embargo: todos fueron tanto víctimas como culpables de alguna forma u otra… pero así son las cosas. ¡Espero que lo hayan disfrutado! ¡Nos vemos! También está disponible en inglés por si gustan leerlo y practicar su inglés :D.
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DIABOLIK LOVERS -MORE BLOOD- RUTA DE RUKI ~ECSTASY 10~
Mukami Ruki ~Ecstasy 10~
Monólogo:
-- Pasó una noche desde que había vuelto
a la mansión Sakamaki.
Hasta hacía poco era mi día a día, pero
no podía librarme de la sensación de estar fuera de lugar.
Fuera donde fuera en la mansión,
sólo podía acordarme de lo que había pasado el día anterior.
Y sólo podía pensar en Ruki-kun.
*en el balcón*
Yui: (Al principio fui secuestrada, y hasta hace poco estaba encerrada en el sótano así que la reacción de Ayato-kun y los demás es la correcta.)
Yui: (Pero, de alguna manera, oír hablar mal de Ruki-kun y los demás me pone triste.)
Yui: (Puede que sea raro que me esté preocupando así, pero)
Yui: (Pero...)
Yui: (¿Un invitado...? ¿A esta hora, y en esta casa...?)
Yui: (... ¡¿No será?!)
*en la entrada*
Rainheart: Hola, buenos días, Komori-san.
Yui: ¿Doc... tor...?
Yui: (¿... El de hoy, es real...?)
Rainheart: ¿Hm? ¿Qué pasa?
Yui: Ah, n-nada. Mejor dicho, ¿qué le trae por aquí?
Rainheart: Me he preocupado porque he oído que no has ido a la escuela últimamente.
Rainheart: Parece que eso se debe a que no te encuentras bien. Pareces más delgada.
Yui: Ah... sí...
Yui: (... Parezco tonta. ¿Cómo va a ser Ruki-kun...?)
Rainheart: ... ¿Puede ser que estuvieras esperando a alguien?
Yui: ¿Eh?
Rainheart: Cuando has visto que yo era la visita, se te ha visto bastante decepcionada.
Yui: ... ¡L-Lo siento! Qué maleducada he sido...
Yui: Esto, pase, por favor. Prepararé té.
Rainheart: ¿Sí? ¿No iba a venir alguien?
Yui: No, está bien. No va a venir... nadie.
Rainheart: ¿Sí? Bueno, entonces, con permiso.
*en el salón*
Yui: Tenga.
Rainheart: Gracias. Aunque, me sorprende. No sabía que te quedabas en casa de los Sakamaki.
Yui: Ah, sí. Mi padre tuvo que irse al extranjero por trabajo... Entonces mientras tanto yo me quedaría aquí.
Rainheart: Ya veo. Podrían haberme dicho algo. No estaban siendo muy receptivos cuando les preguntaba, y no me querían dar una respuesta.
Yui: Ah... En realidad, hasta el otro día, estaba viviendo en casa de otras personas.
Yui: Entonces, tiene sentido que le dijeran que no lo sabían.
Rainheart: ¿Sí? Ah, entiendo. ¿Era la casa de tu novio?
Yui: ¿Eh? ¡N-No es eso!
Rainheart: Vaya. Pensaba que a quién esperabas antes era a tu novio también.
Yui: P-Pues...
Rainheart: Ah, ¿era eso? No te preocupes, yo soy abierto con estas cosas.
Rainheart: Los estudiantes de secundaria ya no sois niños. Pienso que es una buena edad para empezar a pensar en el amor.
Yui: ¿En... el amor?
Rainheart: Sí, el amor. ¿Qué piensas que es el amor? Te has enamorado alguna vez ¿verdad? ¿Sabes la diferencia entre amor romántico y amor*?
(NA: Vale, esto tengo que aclararlo bien. Rainheart le pregunta si sabe la diferencia entre 恋(こい-KOI-) y愛(あい-AI-), la primera se refiere al amor romántico, apasionado y personal, al que sientes por una pareja -y se refiere tanto al hecho de querer estar con ella como a la atracción sexual-; mientras que la segunda se refiere a un amor más universal, incluye el que sientes hacia una pareja pero también el que sientes hacia tu familia, amigos, animales, aficiones, etc., y también puede significar cariño o afecto.)
Opciones:
1. La sé. -S-
2. No la sé. -M- (correcta)
Opción 1:
Yui: Creo que la sé...
Rainheart: Increíble, entonces lo entiendes bien.
Yui: Aunque es difícil explicarla con palabras...
Opción 2:
Yui: No... no sé distinguirla claramente...
Rainheart: Ya veo, es normal que no sepas.
Yui: Sí...
Rainheart: Pero que no la sepas no es nada malo.
Continuación:
Rainheart: La opinión general es que en el amor romántico deseas que tu compañero haga algo por ti, y en el afecto eres tú quien quiere hacer algo por esa persona.
Rainheart: Lo principal es que yo creo que cada uno llega a una conclusión distinta.
Rainheart: Por supuesto, cualquiera necesita un compañero, pero cuando quieres que alguien 'haga algo por ti', se ve implicada la voluntad del compañero, ¿verdad? Sin embargo, en el amor (NA: el AI) no es así.
Rainheart: Aunque sientas pena por tu compañero, o lo odies, si aceptas esos sentimientos como amor, se convierten en eso.
Rainheart: En resumen, el que decide si eso es amor, es uno mismo.
Yui: (Amor (NA: AI) ...)
Rainheart: ... ¿Cuál Adán elegirá Eva realmente?
Yui: ¿Eh? Doctor, ¿ha dicho algo...?
Rainheart: ¿Hm? Decía que es hora de que me vaya yendo. Ya que te estás recuperando, no quiero quedarme demasiado.
*en la entrada*
Yui: Vuelva cuando quiera.
Rainheart: Hehe, entonces vendré de nuevo. Gracias por el té, Komori-san. Estaba delicioso. Bueno, hasta luego.
Yui: (... El doctor es realmente amable por haberse molestado en venir...)
*en el salón*
Ayato: Esos bastardos de los Mukami tampoco han venido hoy.
Kanato. Parece que sí. Shuu, ¿vosotros tampoco los habéis visto?
Shuu: No... probablemente. No estaban en la clase.
Laito: No había ninguna presencia sospechosa, parece que no pasa nada si la dejamos ir. Bitch-chan debe estar aburriéndose aquí en casa.
Reiji: Nosotros no tenemos la afición de no dejarla ir a la escuela y encerrarla en el sótano como ellos.
Ayato: Pues a mí sí que me has encerrado.
(NA: JAJAJA AYATO)
Ayato: Bueno, parece que con esto por fin todo vuelve a la normalidad.
Ayato: Ya puedes estar tranquila, Chichinashi.
Yui: ... Sí...
*en la habitación de Yui*
Yui: (... Ayato-kun y los demás se preocupan por mí a su manera. Lo sé, y me alegra... pero)
Yui: (Pero, al fin y al cabo, estoy triste...)
*en el jardín*
Yui: (Hace un poco de frío...)
Yui: (... Me siento un poco deprimida.)
Yui: (Me preocupa Ruki-kun. Quiero que siga vivo. ¿Es raro... que piense eso?)
Yui: (Esto... ¿sólo es simpatía?)
Yui: ... No lo sé. Ruki-kun...
*viento*
???: Como siempre, eres una Kachiku a la que le gusta andar sola de noche, ¿eh?
Yui: ...!
Monólogo:
¿Amor? ¿Simpatía? ¿O una ilusión?
Todavía no sabía qué nombre darle a
estos sentimientos.
Sólo sabía una cosa.
Lo que yo sentía en ese momento de verdad.
Me deshice de todas las cosas difíciles y complicadas,
y solamente lo pensé de manera simple.
Y lo que quedó fue una única cosa.
Sólo quería verle de nuevo.
~end Ecstasy 10~
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