Tumgik
#diario de un poeta
Text
"Dicen camina lento, cuál es la prisa por creer
tarde entendí a lo que me querían dar a entender.
Mi preocupación, llegar a casa a ver televisión, leer y jugar futbol
se convirtió en noches tomando alcohol y depresión
vive el presente, olvida el ayer y no pienses en el mañana
que tú podrás tener mil planes y el destino se rie a carcajadas.
Solo controlas un 5 porciento de tu vida, el resto... es destino
por eso, sonríe, vive, juega, disfruta equivócate como cuando eras niño"
-creditos a diario de un poeta
4 notes · View notes
summer-sweet · 2 years
Text
Tu, tu no me gustabas solo para un rato. Me gustabas bien, realmente me di cuenta que me enamoré de ti desde el momento que cada que te veía sonreía como idiota. Que esa sonrisa no se borraba de mi rostro, que cada que despertaba, eras la primera persona en enviarle los buenos días ,la primera en darle las buenas noches. Me di cuenta cuando me ponía nerviosx al verte. Que nisiquiera podía dirigirte la mirada sin sentir como me temblaban las manos, cuando te sentía cerca y mi corazón no dejaba de latir , cuando me abrazabas y sentía como las piezas de mi corazón que en algún momento alguien destruyó... se empezó a armar poco a poco. Cuando no podía dejar de pensar en ti, y en como estabas, como te sentías. No se en que momento llego ese día que dije, muerda, me enamoré ....
4 notes · View notes
nabuplata · 3 months
Text
14/02/2024 18
Hoy sentí como si un martillo golpeara mi cerebro, un párpado que bailaba sin control traicionaba a la labor de mi cara por mantener una sonrisa, soy de los que sufre en silencio y lo hace tan bien que muchos creen, viví un infierno sin dormir.
A ciencia cierta las pesadillas de hoy ya no existen cuando duermes, existen cuando vives.
N. P.
0 notes
leukiel · 7 months
Text
Tumblr media
Mi reina, mi niña, mi mujer, mi señora... Mis emociones son suyas, por ende mis letras y mi tinta. No puedo guardarle rencor por eso, aunque debería, pues llevo las manos vacías desde que usted entró en mi vida. Día y noche, noche y día mis manos no pueden evitar hacerle el amor a la palidez de mi hoja, pues yo la extraño, señora, la extraño demasiado. No hay un segundo donde el papiro no gima al roce de la punta de mi pluma; no hay momento en el que no grite al sentir a mi tinta explotar. Oh, el papel ha sido bueno conmigo en su ausencia, mi amigo, mi amante, el espacio que reconforta el vacío que usted deja cada vez que se marcha. Este papel, mujer mía, es el que ha hecho de mí, ante los ojos del mundo, un cuerdo, cuando por usted —y muy dentro mío— estoy loco de atar.
—Leukiel.
96 notes · View notes
nekirorgen · 1 year
Text
El miedo es como esa soga que aprieta tu cuello y no te deja respirar. Y es que, uno no busca que lo salven, uno simplemente desea que alguien lo tome de la mano cuando la tormenta comienza, porque uno se vuelve niño ante el miedo a la tempestad y más aún cuando sabes que anteriormente ya te han abandonado.
—Nékir.
77 notes · View notes
xcrissz-blog · 4 months
Text
¿La extrañas?
-¡No!
No se puede extrañar algo a lo que le abriste las puertas de tu corazón.
Es simple, ese lugar era para ella y su sonrisa, su caos, irán de la mano conmigo, así me halla dejado en el olvidó, lo que no sabe, es que lleva algo de mi.,
"Mi mejor versión".
Puso en letargo mis ganas de amar nuevamente, mis sueños de caminar de la mano con alguien más, amé su libertad, sus locuras, nunca entendío que bastó una mirada para volverme este intento de poeta que plasma lo que nace del fondo de su soledad, al saber que ella no movió un dedo para saber al menos de como me embriago entre letras sin sentido, que fueron días dónde mi única compañía fueron sus recuerdos y el escaso recuerdo de la suavidad de su piel desnuda y la humedad de su entrepierna inundando mi rostro.
No la extraño, a diario me visita en mis sueños y me susurra sutilmente, antes de partir "que haberse ido fue lo mejor para los dos", al final nos dimos todo, no se quedó nada a deber, no se si fue amor? Pero será digno de contarse una y mil veces mientras vague por mi mente...
Tumblr media
24 notes · View notes
notasfilosoficas · 10 months
Text
“Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparta la piedra del camino”
Gabriela Mistral
Tumblr media
Gabriela Mistral, es el seudónimo de Lucila Godoy Alcayaga, poeta, diplomática, profesora y pedagoga chilena nacida en Vicuña en abril de 1889, recibió el Premio Nobel de literatura por su trabajo poético en 1945.
Fue la primera mujer iberoamericana y la segunda persona latinoamericana en recibir un Premio Nobel.
Nació en el seno de una familia modesta, su padre era profesor y poeta de ascendencia española y su madre también de familia española cuyos abuelos eran descendientes de familias propietarias de tierras en el Valle de Elqui.
Pasó su infancia en diversas localidades del valle de Elqui, llamado antiguamente también como valle del Coquimbo.
Entre los 3 y 10 años, Mistral vivió en la pequeña localidad de Montegrande, siendo éste el lugar en la que Mistral consideraría su ciudad natal, y el mismo en donde pidió que se le diera sepultura.
Por el lado de su madre Gabriela tuvo una media hermana mayor y por el lado de su padre un hermanastro.
El padre de Gabriela abandonó el hogar cuando ella contaba con tres años, y a pesar de esto ella siempre lo defendió. Se dice que revolviendo papeles encontró unos versos “muy bonitos” los cuales dijo; “despertaron mi pasión poética”.
En 1904, trabajó como profesora ayudante en una escuela y eventualmente enviaba colaboraciones literarias a el diario serenense “El Coquimbo” y en “La voz de Elqui” de Vicuña.
Quiso ingresar en una escuela normal pero fue excluida por prejuicios religiosos, y sin embargo obtuvo el titulo de “profesora de estado” al validar sus conocimientos ante la escuela normal No 1 de Santiago. 
Al no haber concurrido al instituto pedagógico y haber obtenido el titulo por covalidación de conocimientos, Gabriela padeció de mucha rivalidad por parte de sus colegas.
Gabriela Mistral fue contratada por el Gobierno de México a petición del ministro de educación José Vasconcelos, con la finalidad de conformar un nuevo sistema educativo, quien ponía especial enfoque en la enseñanza rural.
La reforma rural en la educación tocaba en Gabriela fibras muy intimas en su anhelo de llevar la educación a los campesinos y a las areas rurales, la cual la hizo darse cuenta de la importancia de su encargo, mismo que ella veía como una verdadera “cruzada”.
La vida de Mistral se mueve entonces entre los pueblos indígenas y los altos niveles de la intelectualidad mexicana y de su gobierno, poniendo todo su entusiasmo y alma entera en esta tarea.
A partir de esta experiencia que duró dos años, Mistral se volvió simpatizante del movimiento latinoamericanista pensando en la región como si se tratara de un gran país, reflejando esto en su poema Cordillera en 1957.
En 1925 Gabriela regresa a Chile en donde es nombrada delegada del instituto de cooperación intelectual de la sociedad de las naciones, fundando un instituto encargado de difundir las tradiciones de los textos franceses de los libros mas representativos de Latinoamérica, así como en su labor pedagógica.
El 10 de diciembre de 1945, Gabriela Mistral recibió el Premio Nobel de Literatura por parte de la Academia Sueca, donde con el dinero del premio se compró una casa en Santa Barbara California en donde fungió como Consul en esa ciudad.
Años mas tarde Gabriela fue nombrada cónsul en Nueva York en 1953 consiguiendo estar con la escritora estadounidense Doris Dana con quien estableció una controvertida relación y con quien mas tarde terminaría siendo su portavoz, y albacea oficial.
Gabriela Mistral murió el 10 de enero de 1957 a la edad de 67 años, tenía diabetes y problemas cardiacos y sufrió un derrame cerebral pues padecía arterioesclerosis. 
En su testamento estipuló que el dinero producido por la venta de sus libros en América del Sur se destinase a los niños pobres de Montegrande.
Fuente: Wikipedia
53 notes · View notes
alasdepaloma · 1 year
Text
**RELATO CORTO**
“No puedo hablar del amor, sin antes hablar de él…”
No puedo hablarte del amor si es que antes no te hablo de él. Sí, te parecerá absurda mi respuesta, tal vez te parezca hasta exagerado mi proceder, pero créeme, si antes no te hablo de él, no podré explicarte cómo es que yo logré conocer el verdadero amor.
Siempre soñé con un amor, uno de esos correspondidos que desde pequeñita observé en esas películas llenas de un melifluo romance. Soñaba con amar y ser amada hasta de una manera irracional, desmedida y utópica. Será que nací bajo esa estrella de la tinta que define el nombre de un poeta, de un escritor. Soy una loca, una demente, una lunática de todo lo que abrigue a ese tema del amor romántico. Le escribo al amor todo el tiempo… y ya antes de conocerle le escribía al amor… Pero, no fue hasta que lo conocí que puedo decir que mi visión de ese estado que nos vuelve resistentes y endebles al mismo tiempo, logró aclararse y hasta cierto grado llenarse de una dulce acritud.
Lo conocí en el mes que divide al año. En un anochecer húmedo, gris, de viento gélido, donde los susurros de los árboles arrullan hasta a las almas plagadas de desdén. No se percibían los astros, los nimbos mullidos se agolpaban en el lienzo renegrido que había dejado ya de ser cielo. Yo escribía en mi diario, sobre la mesita de madera que me había acompañado en mis soñadoras travesías desde que tenía yo nueve años. Tenía la ventana abierta en toda su integridad. Me gustaba mirar al firmamento, pedir y pedir día con día muchísimo amor, un profundo amor para redactar mi amada poesía. Siempre sola. Siempre melancólica. Sin embargo… dentro de todo, feliz. Bastante ambivalente mi vida, pero qué puedo decirte, así es la vida de un escritor.
Mi amante inspiración se vio súbitamente paralizada por la voz de este joven; su timbre era grave y su entonación muy desesperada, parecía que hablaba con alguien, al escucharlo pude inferir que hablaba por teléfono. Gritaba y le reclamaba a su interlocutor por una supuesta deslealtad. De verdad, se me fracturó el corazón al escucharlo; no parecía engrandecer su dolor, realmente estaba sufriendo por su decepción. Sentí una profunda compasión por él.
Me incorporé de mi lugar y, cuidando de no ser descubierta, apagué la lucecita de mi lámpara de escritorio e, inquieta, busqué su imagen. Era un joven de aproximadamente 27 años, delgado y alto, de tez blanca, su cabello parecía oscuro, y se empañaba aún más porque iba húmedo por la lluvia. Llevaba una barba no tan prominente en su rostro.
Puedo jurar que al verlo, de alguna manera me conecté a su dolor. No sé cómo fue, pero, sentí tan mía su desolación.
Recuerdo que se recargó en la pared de la casa de enfrente mientras colgaba la llamada y acto seguido aventaba su celular. Veía al cielo en tanto mordía sus labios con bastante frustración, yo ya no podía saber si lo que recorría su mohíno rostro eran sus lágrimas o las prominentes gotas que se precipitaban de los nubarrones.
Él temblaba. Temblaban sus manos, temblaban sus piernas, temblaba su vientre… Su humanidad entera vibraba en la energía del miedo y del dolor.
Quise ayudarlo. Él cuestionaba a Dios sobre su situación, buscaba una respuesta, pero, nadie respondía a su súplica. Temí por su vida, es así que rápidamente escribí, con un plumón que tenía al alcance, sobre una hoja de mi diario —que antes arranqué —: “Toda ruptura trae un nuevo nacimiento. Y nacer, puede doler. Pero… volverás a ser tú, volverás a crecer, volverás a amar, volverás a tener fe.” Y firmé con mis iniciales: “Z.A”. De inmediato alcancé una bolsita de plástico pequeña y ahí metí el papelito —no sin antes doblarlo— con una pulserita mía de abalorios de varios colores, para ponerle peso a la misma y así lanzarla más fácilmente. Cuando lo vi bajar su rostro, elevé mi brazo y con todas mis fuerzas arrojé el mensaje. De esta forma logré llegar a él. Rápidamente volví a ocultarme y ahí me quedé entre las sombras, sin volver a saber de su existencia. Día y noche yo esperaba que de alguna manera mis palabras le hubieran ayudado a mermar un poco su dolor… Y, en mi fantasía, yo llegué a tener la esperanza de que ese pequeño recado lo hubiera tomado como la respuesta que en ese momento esperaba recibir de Dios. En fin. No supe más de él. En ese entonces yo tenía 21 años, acababa de egresarme de mi carrera tres meses atrás, soy Licenciada en Filosofía y letras, escritora, ensayista y profesora de una universidad de la ciudad en la que ahora vivo, pues me mudé de mi lugar natal; tenía cinco libros publicados ya en ese momento, donde ya habían transcurrido curiosamente también, cinco años desde ese evento. Mi última novela escrita hasta entonces era precisamente: “No puedo hablar del amor, sin antes hablar de él…”, mi novela más leída y con mayor éxito. Les contaré porqué.
Yo trabajé para varios diarios y para revistas, gracias a eso pude abrirme camino e ir publicando mis obras. Sin embargo jamás, y debo de admitir que por mi timidez y mi introversión, quise mostrar mucho mi rostro o incluso mi nombre. Todo mi trabajo está firmado bajo las siglas ‘Z.A’.
Aquella mañana que evocaba mucho a esa noche cuando ese joven quedó grabado en mi alma, yo tenía que hacer mi presentación de esa novela. Ya estaba todo listo. Me habían invitado a exponerla y aún a sabiendas de mi falta de valentía para hablar delante de un público, acepté la propuesta. Jamás a nadie nunca confesé, que lo que me había inspirado a escribirla había sido ese lozano hombre y todo lo que imaginé de él gracias al contexto en el que lo conocí. Ciertamente él y yo conectamos nuestras almas aquél momento, triste para él y afortunado para mí, pues gracias a ese amor que emergió de mi ser al conocerle, siendo unos absolutos desconocidos, se pudo engendrar una sublime creatividad en la totalidad de mi ser. Armé toda una historia acerca de un amor onírico, que muy en el fondo, supe que era real.
La sala estaba llena, cosa que mi ego profesional agradeció mas no mi retraimiento. Mi corazón bombeaba más sangre de lo que debía y sentía que me asfixiaba hasta desfallecer. Era la primera vez que hablaba ante un público por espacio de más de una hora: entre la exposición, las preguntas que debía responder y los autógrafos. Estaba sumergida en una exacerbada inquietud.
Por fortuna pude hablar bien y sin ninguna muletilla que delatara mi falta de experiencia en comunicación oral. La etapa de preguntas y respuestas también avanzó sin mayor preámbulo, todo de forma bastante fluida. Y por fin llegó el momento de dar autógrafos y agradecer a la gente por leer mi trabajo.
Una larga fila de personas aguardaba por su firma, dedicatoria y una fotografía con la autora. De forma automática yo deslizaba la pluma poniendo mis iniciales, tímidamente sonreía y participaba de la toma fotográfica.
Hasta que…
Él extendió mi libro frente a mi mirada.
Los rostros que impactan para bien o para mal jamás se olvidan.
Era él…
Sí, era el joven por quien quedé obnubilada aquella noche y también la razón de estar ese día ahí, presentando mi trabajo.
—¿Z.A? —Puso el libro en mis manos— ¿Eres la misma Z.A?
Se tomó el tiempo de meter su mano derecha en el bolsillo de su pantalón para sacar la nota que yo le había redactado varios años atrás. Por unos instantes quedé aturdida y sentí que todo el calor del centro de la tierra se agolpaba en la totalidad de mi rostro. Enmudecí ante una multitud de testigos que aguardaban en la fila y me observaban con una amplia sonrisa. Quise desaparecer, pero al mismo tiempo, mi alma deseó desnudarse de los prejuicios, de los miedos, de mi cortedad y… simplemente gritar que sí, que yo era esa ‘Z.A’ a la que embelesó sin intención cuando él estaba rompiendo su relación.
—Eres mi Z.A… Lo eres.
Me dijo con la voz trémula en tanto me tomaba de la muñeca para observar una pulserita de abalorios parecida a la que en aquel momento lancé junto con el mensaje.
—Te estuve buscando por muchos años… Tu libro me trajo a ti, esa historia que has redactado, ese amor que emana de tus páginas… No sé aún cómo te llamas realmente, no sé qué significan esas iniciales… Sólo sé que has movido mi mundo y me has llenado de fe. Si no cometí una locura aquella vez fue por tu nota. Gracias por todo… ‘Z.A’
No pude articular palabra. Inesperadamente mi alrededor desapareció. La gélida brisa del exterior invadía todo el lugar. El petricor cautivaba cada uno de mis sentidos. Sentí que estaba dentro de la historia de un libro. Sentí que abandoné mi cuerpo y súbitamente me convertí en alma. Parecía que el corazón se iba a detener. De verdad, me gustaba, me gustaba y ya le quería. Era rara esa sensación… es ilógico estar enamorado de alguien a quien ni siquiera conoces, pero eso sentía, y ni yo misma era capaz de definir el porqué.
—Dime al menos tu nombre, no puedo vivir con esta obsesión toda mi vida. He seguido tus pasos y algo dentro de mí que no sé cómo llamarle, una chispa, una intuición…
—¿Puedes esperarme a terminar, por favor?…
Deseaba que la tarde se dilatara pero, no fue así.
El evento terminó y tuvo bastante éxito.
Él esperaba sentado, un tanto inquieto, en una de las sillas de metal de la explanada donde ya antes había yo dado mi discurso.
Me acerqué a él, un tanto tímida; mis manos sudaban a borbotones. Estaba experimentando bastante ansiedad por ese suceso repentino. Me puse de pie frente a él. El tiempo se detuvo.
Él alzó su mirada y sin ningún ápice de prisa, me observó detenidamente el rostro. No puedo recordar por cuánto tiempo permanecimos en silencio.
—Zhayli… Así me llamo… ¿Y tú?
—¿Qué significa la letra ‘A’? —Repuso con bastante curiosidad haciendo caso omiso a mi pregunta y acto seguido se puso de pie.
—Amor… Zhayli Amor.
—¿Amor? Cuándo iba a dar con tu apellido… Demasiado poco común como lo eres tú… Me gustas ‘Z.A’, quiero conocerte y quiero tener una oportunidad contigo… Grabaste tu nombre en mi mente, en mi alma y en mi corazón… Te busqué por muchos años. Sé, por tu obra que tú también me has estado esperando… No soy un sueño, no soy una utopía, no soy un imposible… Aquí estoy y estaré para ti si así me lo permites, mujer bonita.
Y… Se lo permití.
Alberto, así es como se llamaba el amor de mi vida. Y sí, en definitiva él fue el amor de toda mi vida y no sólo de ella, sino de mi inspiración, de mis escritos, de mis sueños, de mis desvelos, de mi alegría y de mi dolor. Y hablo de que así se llamaba porque, justamente hace cinco años falleció. Nos conocimos poco, no requerimos de conocernos más pues ya nos conocíamos de otras vidas, de otros mundos, de otros planos. Éramos almas enamoradas y lo seguiremos siendo. Tuvimos una hija, ella ya es adulta y es arquitecta. Es aún soltera, pues espera el arribo de su alma gemela o una historia parecida a la de sus padres.
Estoy escribiendo las últimas líneas en mi diario, una libretita color esmeralda que Alberto me regaló en nuestro primer aniversario. Las últimas, sí… Ya soy una mujer vieja y enferma de ochenta y un años. Escribo estas líneas para hacerles saber que el amor de almas realmente existe. No pierdas la fe de encontrar tu amor. Siempre hay alguien para uno, siempre seremos de un alguien, el tema aquí es ser lo suficientemente pacientes para esperarlo y lo suficientemente fuertes para hacer nuestra vida y dedicarla a lo que más amamos mientras llega nuestro compañero de vida.
Es probable que hoy mi corazón al final del día se detenga, pero no mis letras… ni mi amor por él, ni mi amor por el mismo amor. Era necesario decirte a ti, que me lees, que no podía hablar del amor sin antes mencionarlo a él.
Dime… ¿quién que no te ame de verdad se guardará para ti no importa el tiempo ni la distancia ni las condiciones?
Sólo aquel que conjugue el amor a través de su propia acción, a través de su propio nombre.
—PalomaZerimar.
**Imagen Pinterest**
Tumblr media Tumblr media
34 notes · View notes
diarinte · 3 months
Text
Sylvia Plath fue una poeta puedes leer sus antologías o su novela “La campana de cristal”
Alejandra Pizarnik fue una poetisa y puedes leer su libro “Poesía completa”, sus diarios o su relato “La condesa sangrienta”
Alfonsina Storni fue una poeta y bueno sus poemarios son magníficos, puedes leer cualquiera de sus poemarios
Anne Sexton es otra poeta y cualquiera de sus poemarios es maravilloso
Antonieta Rivas Mercado fue escritora y activista, tiene algunos poemas pero su obra más conocida es “Diario de Burdeos” o puedes buscar la compilación de sus obras y trae cuentos, teatro, ensayos y novelas
Elena Garro fue novelista, dramaturga, periodista, su libro más famoso es “Los recuerdos del Porvenir”
Todas estas magníficas mujeres tienen una hermosa forma de transmitir lo que sentían, tristemente Sylvia, Alejandra, Alfonsina, Anne y Antonieta se su!c!darOn, Elena tuvo una muerte en vida debido a estar casada con un hombre que no la dejaba florecer y crecer artísticamente.
Tumblr media
4 notes · View notes
seleccionpoetica · 2 years
Text
Qué inútil el recurso a los recuerdos o al consuelo banal de otras caricias, porque has perdido para siempre a aquélla que devastó tu carne enamorada.
Diario de un poeta recién cansado (1985). Jon Juaristi
98 notes · View notes
2as2gs · 8 months
Text
El Agosto que fui poeta
Existen masoquistas emocionales que no dudan en recitar con pelos y señales todas las heridas y cicatrices, equipajes sentimentales. Desnudan su alma, incluso sin haberles preguntado.
Aquellos con infancias duras desarrollamos una habilidad peculiar para esquivar golpes y daños emocionales.
Yo abandono poemarios anónimos en puntos de bookcrossing. Los regalo en la primera cita, para asegurarme que no habrá una segunda.
Me propuse escribir un mes seguido, a diario, varias veces incluso, para sentirme menos solo y publicar lo escrito con título dado de antemano, consciente de que empezar y terminar, no son opciones de vida, sino imposiciones.
18 notes · View notes
kpwx · 5 months
Text
Lo vertiginosamente rápido que se me ha pasado este otro año refleja lo monótona y poco emocionante que es mi vida. Pero esto, que puede parecer un poco triste desde afuera, es algo que en realidad me gusta: no vivir «tiempos interesantes», como dice la apócrifa maldición china (los «eventos canónicos» de hoy en día), y carecer así tanto de momentos especialmente buenos como malos me produce el sosiego que mi forma de ser necesita. Sea como sea, el punto es que se han cumplido dos años desde que comencé a escribir aquí, y dos años no es precisamente poco, sobre todo si se tiene en cuenta que lo hago con frecuencia. Incluso las cosas que se disfrutan exigen algo de esfuerzo y dedicación, por lo que no puedo evitar sentirme contento por haber logrado mantener otros 365 días la constancia que me propuse.
En lo que respecta a las lecturas me siento como siempre: satisfecho e insatisfecho a la vez. Varios libros que tenía ganas de leer los he leído, pero otros muchos, ya sea por falta de tiempo o por no haberme sentido capaz (mayoritariamente esto último), no. La vida, sin embargo, —y como también escribí en la publicación del año pasado— continúa: mientras no me abandone el ánimo y la salud, las oportunidades de hacerlo estarán. Manteniendo la costumbre, los tres libros que más he disfrutado leyendo este año han sido El asilo y otros relatos de lo extraño de Robert Aickman, La naturaleza de Lucrecio y Carta de una desconocida de Stefan Zweig; los que menos, Oso de Marian Engel, Sor Monika de E. T. A. Hoffmann y La felicidad de la familia de Osamu Dazai. Aun en los casos en que la experiencia de haberlo leído haya sido lo único rescatable, no hay libro por muy malo que sea que no deje algo, por lo que guardo gratitud por cada uno de los autores.
La lista de los libros de los cuales hice un comentario es la siguiente:
· Piero Della Francesca, de Kenneth Clark
· La prueba del laberinto, de Mircea Eliade
· Fragmentarium, de Mircea Eliade
· Jesucristo, ¡vaya timo!, de Gabriel Andrade
· Ocultismo, brujería y modas culturales, de Mircea Eliade
· El juego del escondite, de Wilkie Collins
· El maestro de los cinco sauces, de Tao Yuanming
· Por qué no soy musulmán, de Ibn Warraq
· Los cuarenta y siete ronin, de Shunsui Tamenaga
· El vértigo, de Eugenia Ginzburg
· El gaucho Martín Fierro
La vuelta de Martín Fierro, de José Hernández
· Pequeños cuentos misóginos, de Patricia Highsmith
· Diarios y cuadernos 1941-1995, de Patricia Highsmith
· Suspense, de Patricia Highsmith
· El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith
· El infierno de los jemeres rojos, de Denise Affonço
· El latín en Chile, de Walter Hanisch Espíndola
· La gran hambruna en la China de Mao, de Frank Dikötter
· Águilas y jaguares, de Carlos Alfonso Ledesma y Raymundo César Martínez
· El Talmud, de César Vidal
· Regreso de la URSS, de André Gide
· Viaje a la revolución. Teoría y práctica del bolvechismo y otros ensayos, de Bertrand Russell
· Literaturas de Anáhuac y del Incario, de Miguel León-Portilla
· La matanza de Katyn, de Thomas Urban
· Beethoven contado a través de sus contemporáneos, de O. G. Sonneck (ed.)
· El evangelio de las anguilas, de Patrik Svensson
· Poemas del río Wang, de Wang Wei
· Cicerón, de Pierre Grimal
· Yo, comunista en Rusia, de Ettore Vanni
· El silencio de la luna, de Javier Martín Ríos
· El Terror bajo Lenin, Jacques Baynac
· Por qué la teoría de la evolución es verdadera, de Jerry Coyne
· Túpac Yupanqui, de José Antonio del Busto
· Poesía completa, de Joan Salvat-Papasseit
· La Biblia contada para escépticos, de Juan Eslava Galán
· La vida cotidiana durante el estalinismo, de Sheila Fitzpatrick
· La vida enmascarada del señor de Musashi, de Jun'ichirō Tanizaki
· Epigramas (volumen II), de Marcial
· El fraude de la sábana santa y las reliquias de Cristo, de Juan Eslava Galán
· Jesús no dijo eso: los errores y las falsificaciones de la Biblia, de Bart D. Ehrman
· Trece poetas del mundo azteca, de Miguel León-Portilla
· Nerón: la imagen deformada, de Pilar Fernández Uriel y Luis Palop
· La pagoda blanca. Cien poemas de la dinastía Tang, de Guillermo Dañino (ed.)
· El pensamiento arcaico, de Jesús Mosterín
· La filosofía oriental antigua, de Jesús Mosterín
· La filosofía griega prearistotélica, de Jesús Mosterín
· Aristóteles, de Jesús Mosterín
· Las redes del terror, de José María Faraldo
· La tragedia griega: una introducción, de Ruth Scodel
· Las primeras poetisas en lengua castellana, de Clara Janés (ed.)
· Una historia natural de la curiosidad, de Alberto Manguel
· Obras completas, de Epicuro
· El cuarto gris, de Eden Phillpotts
· Lina Prokófiev: una española en el gulag, de Valentina Chemberdjí
· Las maravillas del mundo antiguo, de Valerio Massimo
· Epicuro, de Carlos García Gual
· Chuang-Tzu, de Octavio Paz
· Apología del taoísmo, de Giuseppe Tucci
· El epicureísmo, de Emilio Lledó
· Las pseudociencias, ¡vaya timo!, de Mario Bunge
· Epicuro, de Walter F. Otto
· Epigramas funerarios griegos, de María Luisa del Barrio Vega (ed.)
· Cantos de amor y de ausencia, de Xu Zonghui y Enrique Gracia (eds.)
· Reflexiones contra la religión, de Mark Twain
· En el país de la mentira desconcertante, de Ante Ciliga
· Una curiosa historia del sexo, de Kate Lister
· El dragón del estanque, de S. S. van Dine
· ¡Que los dioses nos ayuden!, de Néstor F. Marqués
· Cajal: un grito por la ciencia, de José Ramón Alonso y Juan Andrés de Carlos
· La muerte de Montaigne, de Jorge Edwards
· Cuadernos (volumen I), de Georg Christoph Lichtenberg
· El instante de peligro, de Miguel Ángel Hernández
· Consolaciones. Apocolocintosis, de Séneca
· El patio, de Jorge Edwards
· Ingenuos: el engaño de las terapias alternativas, de Vicente E. Caballo e Isabel C. Salazar (dirs.)
· El whisky de los poetas, de Jorge Edwards
· Cartas desde el gulag, de Luiza Iordache Cârstea
· Filosofía para médicos, de Mario Bunge
· Velázquez. Vida, de Bartolomé Bennassar
· El misterio del pabellón rojo, de Robert van Gulik
· Tratados filosóficos y autobiográficos, de Galeno
· Ficciones filosóficas del Zhuangzi, de Romain Graziani
· Jesucristo Superstar. Ópera rock, de Marta García Sarabia
· Gulag, de Anne Applebaum
· Core: sobre enfermos, enfermedades y la búsqueda del alma de la medicina, de Andrzej Szczeklik
· Martín Rivas, de Alberto Blest Gana
· Las hermanas, de Stefan Zweig
· Catarsis: sobre el poder curativo de la naturaleza y del arte, de Andrzej Szczeklik
· El cristianismo al descubierto, de Holbach
· El sueño de la historia, de Jorge Edwards
· Tratados hipocráticos (volumen I), de Hipócrates
· Filosofía de la cirugía, de René Leriche
· Historia curiosa de la medicina, de Pedro Gargantilla
· Poesía completa, de William Shakespeare
· La lámpara roja, de Arthur Conan Doyle
· El asilo y otros relatos de lo extraño, de Robert Aickman
· Las infinitas vidas de Euclides, de Benjamin Wardhaugh
· Bajo la sombra del Vesubio, de Daisy Dunn
· Franklin Evans, el borracho, de Walt Whitman
· Caballero Jack, de Anne Lister
· La felicidad de la familia, de Osamu Dazai
· Breve historia de las batallas navales de la Antigüedad, de Víctor San Juan
· El mito bolchevique, de Alexander Berkman
· Dos años en Rusia, de Emma Goldman
· La cerilla sueca y otros cuentos, de Antón Chéjov
· Lucrecio. La miel y la absenta, de André Comte-Sponville
· Pensamiento estoico, de Eduardo Gil Bera (ed.)
· El estoicismo, de Jean Brun
· Cinismos, de Michel Onfray
· Historia de la mujer convertida en mono, de Jun'ichirō Tanizaki
· Figuras de la historia de Roma, de Theodor Mommsen
· Mi viaje a la Rusia sovietista, de Fernando de los Ríos Urruti
· Yatsuhaka-Mura, de Seishi Yokomizo
· Mi vida, de Girolamo Cardano
· Ante todo, no hagas daño, de Henry Marsh
· Asesinato en el honjin y otros relatos, de Seishi Yokomizo
· Historia de O, de Dominique Aury 
· Antología de la poesía china, de Juan Ignacio Preciado Idoeta (ed.)
· Así es Rusia, de Johann Philipp
· Sor Monika, de E. T. A. Hoffmann
· El tesoro de Franchard, de Robert Louis Stevenson
· Robert Louis Stevenson, de G. K. Chesterton
· Los traficantes de naufragios, de Robert Louis Stevenson
· Bajamar, de Robert Louis Stevenson
· Vivir: ensayos personales y autobiográficos, de Robert Louis Stevenson
· Audición, de Ryū Murakami
· Conversaciones con Arrau, de Joseph Horowitz
· El monasterio encantado, de Robert van Gulik
· El pabellón de oro, de Yukio Mishima
· Breve historia de Jesús de Nazaret, de Francisco José Gómez
· Vida de una geisha, de Mineko Iwasaki
· El problema final, de Arturo Pérez-Reverte
· Cantares de Ise (anónimo)
· El fantasma del templo, de Robert van Gulik
· Tres cuentos chinos, de Robert van Gulik
· La vida sexual en la antigua China, de Robert van Gulik
· Un puñado de arena, de Takuboku
· Retrato de Shunkin, de Jun'ichirō Tanizaki
· Poesía completa, de Li Qingzhao
· La confesión de Claude, de Émile Zola
· La palabra arrestada, de Vitali Shentalinski
· Como un espectro. Miao Dao, de Joyce Carol Oates
· El médico y el enfermo, de Pedro Laín Entralgo
· La naturaleza, de Lucrecio
· ¿Fue él?, de Stefan Zweig
· Ardiente secreto, de Stefan Zweig
· El amor de Erika Ewald, de Stefan Zweig
· Los ojos del hermano eterno, de Stefan Zweig
· Mendel el de los libros, de Stefan Zweig
· Carta de una desconocida, de Stefan Zweig
· Castellio contra Calvino, de Stefan Zweig
· Magallanes, de Stefan Zweig
· Jeremías, de Stefan Zweig
· La bestia debe morir, de Nicholas Blake
· Hombre lascivo y sin linaje, de Ihara Saikaku
· El nuevo libro de Sonia, de Michael Innes
· 533 días, de Cees Nooteboom
· El ala y la cigarra, de Juan Manuel Rodríguez Tobal (trad.)
· Japón, un intento de interpretación, de Lafcadio Hearn
· Oso, de Marian Engel
· La historia de los fantasmas, de Roger Clarke
· Filosofía de la medicina, de Cristian Saborido
· Historia de la filosofía romana, de Adolfo Levi
5 notes · View notes
ciudadkitsch · 2 months
Text
el tren de la alegría da miedo mis sobrinos corren gritan presagio de peligro mi hermana bajo luces de colores berretas repite maternidad crianza límites y darse por vencida
nada evita los golpes de un niño el ruido de un hueso al romperse las vacaciones en el hospital
reciprocidad dice mamá mira al novio nuevo de mi hermana al final tanto que criticaba es como yo le gustan los pendejos
agarra a mi sobrina le dice Juana pensar que tus novios todavía no nacieron
le pregunto mamá ¿cómo anda la abuela? gorda ¿y la tía? pobre ¿y la prima? dura tiene las cervicales fundidas le cae fatal la hija a mí ustedes a veces también
¿para qué me pariste mamá? yo no te parí te arranqué del vientre de tu madre para comerte y cuando te tuve en el estómago te vomité
hubiera preferido que me cagaras y como cualquier sorete oloroso argentino estaría flotando libre a orillas del Río de La Plata
mamá fue exorcizada dos veces no funcionó
qué malas qué peligrosas mi abuela en el almuerzo señalaba ¿¿éstas?? ¿¿buenas?? buenas cuando duermen
después amenazaba miren que tengo los muertos de cada uno de ustedes listos para ser lanzados a la mesa así que no se metan conmigo no me jodan
tenía el don de putear con halagos la miraba a mi tía empezaba ella es bárbara excelente en su trabajo que es arruinarle la vida a la gente
muy de nuestra patria tirarse con muertos puristas y fascistas se parecen en eso ¿qué funda una familia una nación? conquista extracción violación muerte desde el principio de nuestra historia desde el principio de la literatura desde los diarios de Colón
pero contra la naturaleza no se puede el planeta se administra y en una bye feas Dante Palma dice que a veinte años del 2001 pasamos del que se vayan todos al que venga cualquiera next feas el cambio es una constante sin significado si nos matamos nos matamos
oh oh acabo sienten los autoproclamados dueños del país cuando ven la posibilidad de refundar la nación de un plumazo dos tercios de siglo en su loop de diagnósticos recetas relatos
no me mueve el desquicio al que lleva el mix de resentimientos miserias prejuicios disfrazados de libertad
es tan claro el plan del presidente troll desvirgador de cuiles es tan obvio para algunas personas ver la explotación también es obvio para otras defenderla y esto no tiene que ver con quiénes son tiene que ver con cómo se sienten
para Margaret Thatcher la sociedad no existía solo los individuos sospecho que para mi abuela también y creo saber a quién habría votado
para otra Margaret la poeta y antropóloga Margaret Mead el primer signo de civilización fue la aparición de un hueso humano roto y vuelto a sanar
cualquier animal que se rompe un hueso termina muriendo un hueso quebrado y soldado implica que alguien ayudó al caído ayudar al otro en su sufrimiento es el comienzo del amor
4 notes · View notes
nabuplata · 4 months
Text
Todo se ha perdido en la vida donde se profanan ideas muertas, una vida donde no se vive, se sobrevive, no se vive porque vivir no es sobrevivir, vivir es placer sentir, convivir, sonreír, gemir y ser feliz al escribir.
Pero todo se desmorona, de espinas esta hecha esta corona y es pecado natural que no perdona, todo es caos, sufro cuando escribo, maldito instinto, se divierte y sobrevivo.
Nabuplata
Tumblr media
0 notes
leukiel · 5 months
Text
Tumblr media
La tarde me evoca tanto a usted que, han empezado a diluviar los recuerdos, esos que humedecen mi piel, mis anhelos, mis espacios, mis silencios... Esos que tallan fuerte el alma y le hacen asomar una lágrima por la mirada. Los recuerdos, esos en donde la abrazaba tan fuerte que no pensaba más que en una eternidad. Mi mujer, mía aún, mía por muchas vidas más. La tarde se ha vestido de usted hoy, y yo con ella me estoy haciendo agua.
—Leukiel.
60 notes · View notes
nekirorgen · 1 year
Text
No me enseñaron a amar lo impermanente, y a estas alturas aún cuando se puede no me interesa aprenderlo. Te quiero permanente y si no se puede, mejor vete.
—Nékir.
22 notes · View notes