Tumgik
tri-squishy · 3 years
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Seduciéndome
—No creo que seas consciente ni siquiera de cómo eres, de cómo te ves.
— ¿Y tu si?— el desdén de mis palabras me asombra.
Pero me niego a aceptar esa hermosura que él me atribuye desde sus ojos, solo porque él y sus razones lo digan.
—Hazme un favor, tomate tú tiempo y mírate, tócate y observa realmente en tu piel y pregúntate ¿Cómo te sientes de verdad?
Así con ese consejo y un beso en mi frente, uno tan tierno que cierra mis ojos, se va.
Tres horas después un bus lleno de gente, empujones y dos pisos de escaleras llego a mi casa.
Abro y echo de menos su presencia y no solo la suya, sino la de Tete, hoy no me quiere ni el gato. Debería de tomar como señal que no aparezca pero casi mejor, porque estoy que quizás ni yo me soporto a mí misma.
Piensa rápido, miro la hora, y si, ducha, cena y tele… perfecto.
El agua caliente calma la tensión de mi cuerpo pero no las ideas que vagan en un círculo dentro de mi cabeza.
Unos minutos para el acondicionador y no paran las palabras de Javi de machacarme, de taladrarme, de querer darle la razón pero no, coño que no, que yo soy como soy y no como él dice.
Harta le pongo el tapón a la bañera y le doy más caudal al agua caliente, de ducha a baño.
Recostada y casi con todo mi cuerpo hundido trato relajarme un poco más.
Paso de la negación a «quizás tenga razón».
Elevo la pierna hasta el borde de la bañera, húmeda y con gotas resbalando hacia dentro, miro forma de los dedos de mis pies. ¿Habrá dedos que sean bonitos? Los míos feos no son, ni son escuálidos y cabezones, ni pequeños y raritos, dentro de lo anormal de los dedos son atractivos, a excepción del dedo gordo, ese es imponente.
Acaricio desde mi rodilla, bajando por mí pantorrilla hasta mi tobillo, es como un sinuoso tobogán.
De nuevo a la rodilla y bajando por el muslo, junto al borde de Venus, despejado de todo pelillo esta suave y blandito.
Tentada estoy pero no caigo en bajar más abajo, con último vistazo a mi cuerpo que ocupa toda la bañera, me pongo en pie y salgo.
Tomo con prisa una toalla que cubre mi cuerpo entero y otra con mi mano que luego pondré en mí pelo, pero ahora mismo y no sé porque no quiero estar más en el baño, desnuda y expuesta, así de nuevo sus palabras asaltan mi pensamiento.
Dejando el pasillo lleno de huellas, junto con alguna gota que se escapa de mi pelo llego hasta mi cuarto.
Inclino mi cuerpo, sacudo mi melena y la enrollo en la toalla extra. Me desprendo de la que me cubre y me dirijo hasta el estante donde guardo la crema para mi cuerpo.
La alfombra de pelo suave se agradece bajo mis pies.
Tomo el tarro, abro su tapa, cierro los ojos e inspiro, el olor a almendra inunda mis sentidos, me relaja y eso me gusta.
De reojo veo en la pared el espejo de cuerpo entero, donde se que ahora mismo me estoy reflejando.
No miro directamente, me quedo en intuir mis formas en mi reflejo, inmóvil sopeso que hacer, mirarme o no mirarme.
Valiente dejo el tarro abierto en el estante, me giro y con un esfuerzo que no comprendo me miro.
Comienzo por mis pies, continuo por mis tobillos los veo finos para lo que sostienen. —No seas bruja— me digo internamente, opto por no castigarme, desisto del ejercicio.
Tomo un pellizco de crema, lo pongo mi mano sobre mi vientre y hago círculos, esta fría, mis manos masajean y calientan mi piel. Siento mi piel suave y blandita, recorro de nuevo mi barriga hasta mi ombligo con forma de t, no está firme, no.
Sonrió, por primera vez en tiempo lo hago sin sarcasmo. Mirada al frente y carcajada.
¿Qué me pasa? Cuando miro a mis amigas, redonditas me parecen preciosas, que veo ahí que no veo en mí.
Trato de no pensarlo, trato de no seguir con el tema y sigo dándome crema. No pienso mucho más y me concentro en lo que hago.
Crema en mi antebrazo de muñeca fina y forma cónica, un poco más y masajeo el codo, la piel aunque más dura es suave.
Círculos con los dedos índice y corazón, una y otra vez, subo por mi brazo, alterno de uno a otro, me reconozco en cada caricia y disfruto del estimulo en el movimiento, me acerco a mi cuello y pongo mas pringue, suave y deslizante, mi cabeza cae.
Me recreo en mi cuello, que hace que mis pechos se tersen en cada estimulo, me gusta, le doy una segunda capa de crema bajando hasta dónde puedo en mi espalda, me gusta me estimula.
Los volúmenes de mi trasero se expanden bajo mis manos, con los ojos cerrados dibujo en mi imaginación mi cuerpo, ambos cachetes los torneo de forma simétrica, desde la base blandita hasta la baja espalda, amplios y blandos, no me resultan nada grotescos.
Abro mis ojos y veo de plano mi culo bajo mis manos en el espejo,  y no esta tan mal, ni tan grande, ni tan grotesco, solo es mi culo, el mío, con el que tengo que vivir. Redondo, un tanto respingón y grande, junto como suelo ser yo en un buen día.
Miro al techo y se me dibuja una sonrisa, suspiro y acerco una silla, subo mi pierna y admiro como forman ángulos mis articulaciones a diferencia de mis carnes que se redondean.
Sigo hidratando mi cuerpo desde el tobillo, hasta el gemelo, relleno pero duro, lo torneo y siento cada pase de mis manos, me centro y no pierdo ojo a mis manos, pero de nuevo miro al espejo y siento que no es tan malo como lo veo siempre.
Paso mi mano desde la rodilla hasta mi nalga, nunca me había detenido a deleitarme en esa zona, no me detengo y tomo tiempo en cada pase que realizo, la cara interna de mi muslo es suave, me hace vibrar.
Busco en el espejo mis ojos pero me encuentro con mi boca entreabierta junto con un jadeo cuando repito el movimiento, no espero y repito toda la acción en mi otra pierna, con paciencia, siendo consciente de cada movimiento, pero esta vez mirando mi reflejo, disfrutando del placer de verme.
Acabo con mis piernas y me posición frente al espejo, con las piernas separadas, vuelvo a masajear mi tripa para subir poco a poco a mis pechos, que tras pasar las manos por todo mi cuerpo, la excitación es evidente.
Tan evidente que acuno mis pechos y me encanta su redondez, su rigidez ante mi caricia, tanto que muerdo mi labios, mis ojos repasan mi gesto.
Sigo con el ritual de la crema e incluyo mis pezones en el ejercicio, un palpito entre mis piernas, me gusta, de nuevo juego ya sin la intención de detener ni mis manos ni mis sensaciones.
Divido mis acciones entre mis pechos, y mi monte de Venus, un poco más abajo, con el conocimiento de mi propio cuerpo abro paso con mis dedos en el interior de mis labios, acompasando con mi cadera en un giro de mi propio cuerpo, doy con el botoncito que tanto placer da, lo froto, lo toqueteo, lo empapo de mi propio jugo, pero no me detengo.
Me deleito con el tacto y las sensaciones de mi mano en mi pecho, acierto con lo que más me gusta y acelero, achucho y así en un vaivén de sensaciones, en un juego de movimiento y refriego no tardo mucho en explotar en un gemido, que cierra mis ojos y empapa el interior de mis piernas.
Jadeo, respiro hondo y abro mis ojos, para ver una de las sensaciones más deliciosas de la vida, una mujer plena y satisfecha en el espejo brillando, yo misma después de una exploración de amor.
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tri-squishy · 3 years
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La mano invitada
Sentada al fondo de la cafetería en un banco junto a la ventana, sola, de aspecto pulcro y coqueto, con ese vestido estampado en un día de otoño y su pelo de media melena suelta.
La taza aun humea, señal del poco tiempo que lleva ahí sentada, he sido impuntual a posta, quiero ver su impaciencia florecer.
Ponerla un poco nerviosa, quizás más de lo que ya pueda estar, o quizás me equivoque y el manojo de nervios sea yo.
Pido mi café, solo sin azúcar y voy camino de su encuentro. No se percata de mí, ni de la que se le viene encima. Tomo asiento frente a ella, mira por la ventana hasta que su mirada gira para dar con la mía.
Apertura de ojos, le gusto y eso me seduce, me reta y me pone.
Labios entre abiertos pero sin palabra para decir, me toca:
—Llevas mucho aquí, esperando digo—
Se recompone, sonríe y se me pone algo duro y no es el corazón, no.
—apenas un poco, lo justo, aun no te daba por perdido.
—Bueno pues te va ha hacer falta una foto para la orden de búsqueda.
Aprovecho su risa para cambiarme a su lado, empujarla un poco hacia la ventana y pegarme un poco, más bien mucho.
Saco mi teléfono y le paso la mano por el hombro.
—Sonríe que nos van a buscar a los dos.
Selfie y acercamiento los dos en uno, se ríe con ganas y aprovecho para la foto.
—Su café caballero— deja el camarero mi café y se va, devolviéndonos la privacidad.
Ya no me muevo de su lado, vamos conversando, sonríe de vez en cuando, incluso se ruboriza si la miro fijamente, pero veamos.
La robo un beso, rápido, furtivo y lo suficiente efectivo como para quedarse sin palabras.
— ¡Serás canalla!— pone su mano en la boca y luego me mira con una mirada dulce —años que no me robaban un beso—rompe a reír.
Se pone mas cómoda y me acaricia el pelo, para con cara de picara, acercamiento sutil acaba mordiéndome la oreja, tan suave y sutil como mi erección, mi mano se le va al muslo, que blandito.
Lo que empieza como una provocación acaba en un beso de esos, si de esos, esos que te entra calor en la base de la espalda, te sube hasta las orejas y te deja tan excitado que solo quieres no parar hasta que el cuerpo aguante. Vamos un beso baja bragas.
Paro un instante, lo justo para ver si somos blando de miradas indiscretas, pero no lo somos, así que al lio.
Acaricio su mejilla, tiene la cara suave, mis dedos llegan a su cuello, la piel se le eriza y delata su estado, mi pulgar va a su aire recorriendo su mejilla, su lóbulo, que ganas de morder su cuello. Dejo que hable, noto su pulso y decido acelerárselo.
Me acerco suave hasta su cuello y trata de resistirse un poco, no pierde el hilo de su discurso. Me ensaño con mi lengua suave, acaricio su piel buscando ese punto de inflexión entre el cuello y la clavícula, ese que hace que su cadera se mueva en su amago de trazar un círculo, como si se moviera sobre un hombre, sigo hasta que su boca pierde una frase por un gemido.
Se me antoja no parar, no detenerme, el olor de su piel frente a mi nariz me parece ideal con mi café, mi mano entre su pelo, el peso de su cabeza dejando más expuesto su cuello, de nuevo otro gemido, mi otra mano meciendo su pecho.
—No recuerdo haber invitado a tu mano a mi pecho—
—Espera que los presento—
Acuno su pecho, mirando a sus ojos, viendo como cada gesto de mi mano hace que suspiren sus labios, los muerda mientras más intenso lo toco.
—Sin sostén, señorita que atrevida—su mirada cambia, más oscura, más atrevida.
No me lo esperaba pero me besa, con ganas pero sin ser esa pasión de novela erótica, suave, haciéndose sitio entre mis labios con su lengua, me dejo hacer, beso su boca en sincronía, en un momento estamos ambos con las lenguas mezcladas y con demasiado calor encima.
Abro mis ojos cuando no solo detecto calor encima, sino también la mano de mi acompañante sobre mi bragueta, que presiona de abajo arriba. Pongo mi mano sobre la suya y presiono  un poco más, mis piernas se abren que ya no hay tela que arrope mi polla.
—Esto, como era el titulo… a ver— pose de que se lo piensa — la mano que mece la polla— como le gusta jugar con las palabras y las pullitas.
Relamo mis labios y me lanzo a comerle de los labios, para con mi mano palpar entre sus piernas para notar lo húmeda que está bajo esa falda.
—ejem, ejem… les voy a pedir que por favor abandonen el local las señoras del fondo se han quejado.
Muertos más de risa que de vergüenza salimos a apagar tanto calor, no sin antes dedicarles unas palabras a las señoras.
—Señora busque quien le invite a una mano— descarada me ha salido la compañía, y con un beso marchamos.
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tri-squishy · 4 years
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D.Galia: Soy el deseo, la lujuria, las palabras sin vergüenza, el cuerpo y la mente llevada a la imaginación.
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tri-squishy · 4 years
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¿Te pongo crema?
Dedicado a Blue. Por fin sábado de playa —¿Te pongo crema?— le pregunto a mi marido. —Pon un crema en el culo, que luego me achicharro— Mi marido siempre tan delicado, la verdad que disfruto de no ver una marca de sol en su piel, que más agradecida que la mía, si se le pone morena. Apunto el difusor a su nalga y acerco mi mano, la crema resbala por su piel y mi mano aprovecha a repasar la piel con ganas. Que culo tiene este hombre. —No te aproveches— protesta. —No me tientes— una palmada rica en la nalga izquierda y a la playa. —¡Auch!— le saco la lengua, a correr. La playa hoy esta casi vacía, el cielo nublado no evita el calor, solo esconde el sol, pero si parece que espanta a las personas. Dé nuevo vuelta boca abajo, estiro mi cuerpo sobre la toalla y miro de lado, veo a mi marido que viene de pasear. Pasa frente a una chicas, se ríen y hablan entre ellas. Es que señoras y señores, él esta para mirarlo y meterle ganas, o dejarse meter con ganas. Se que de reojo las mira tras sus gafas, y por como le sube un poco la polla, lo que ve le gusta. Me giro de nuevo, me siento mirando al mar y tras mis gafas observo bien, dos morenas y una rubia, no están muy lejos así que me recreo. Cordialmente mi marido las saluda, veo como las tres descaradamente le miran el cimbel, internamente sonrío, la primera vez que se lo vi, yo quizás también flipe un poco, pero bueno yo tuve la suerte de vérselo bien duro, no a medio gas como esta ahora. Sonrío por como se pone mas erguido a medida que avanza hacia mi, la sonrisa de medio lado que dibuja al sentarse a mi lado. No pierdo detalle de como las tres jovencitas me miran a mi, y dejan de perder interés en mi marido. —Aun levantas suspiros— El gira su mirada, sonríe concierto orgullo, al mismo tiempo que yo desvió mi mirada a su polla y veo como por un segundo palpita. —Ya sabes, quién tuvo, retuvo— por su sonrisa se que me ha guiñado un ojo, sin verlo porque sus gafas lo tapan. Transcurre la tarde, veo como dos de las chicas se van al agua, queda una. Rubia de piel blanca, generosos pechos que desde aquí parecen redondos, firmes desde luego apetecibles. Una de las chicas que fue al agua grita a la que queda en la toalla, en un idioma que no es el nuestro, ósea que son extranjeras, le encuentro un punto exótico; mi paladar se relame y mi cabeza se enciende. Veo como la chica rubia se levanta y le lleva algo a su amiga, vuelve caminando mecida por el contoneo de sus caderas, todo un espectáculo. Esto mi marido no se lo puede perder, alargo mi mano para llamarlo, pero al mirarlo esta dormido bajo su sobrero, entonces mi plan cambia. Con un brazo a cada lado de su cuerpo, su sobrero en la cara, y su polla a media asta por el sueño... y esa rubia, que me ha calentado hasta a mi caminando lento, provocar es lo mínimo que se me ocurre, además que hace tiempo que no hacemos travesuras. Acaricio su pierna hasta su polla, deslizo en mi mano suave recorriendo el tronco a medio endurecer, sin mucha prisa, mi idea es mas que la rubia me vea. Efectivamente ahí esta su mirada justo antes de sentarse en su toalla, perpleja queda fija un segundo en mi acción, finjo no haberla visto y prosigo, pero de nuevo me mira y entonces la miro picara. No detengo mi acción en ningún momento, así en poco tengo el pollón de mi marido entre las manos y a una rubia mirando, porque el movimiento de masturbarlo, la tiene totalmente hipnotizada. Mis ojos la miran, mi lengua relame mis labios, los lleno de saliva sin dejar de mirarla. Dirijo mi boca a la punta, noto el calor entre mis labios, los muevo como sin fuese el beso mas lento del mundo, acogiendo el capullo entre ellos, alargando la punta de mi lengua hasta tocarlo, con una suave caricia de mi lengua degusto su piel suave, una delicia. Por un segundo bajo la mirada para luego volver a buscar a la rubia que me mira, ahora si, a mi.    Comienzo a subir y bajar un poco mi cabeza y ella me acompaña, con su movimiento me confirma... voy un paso más allá. Levanto mi cabeza de nuevo, miro a mi marido aun dormido, y ahora a ella, finjo pensar algo y me lanzo.    Le indico en un gesto que se acerque, abre sus ojos pero no se espanta, por un momento sopesa la situación, mira al agua. Sus amigas están a su rollo, no le prestan atención, decidida se levanta y viene con su lindo caminar hacia mi. Según se acerca mas sonrió, llega a nuestro lado y sonríe, le indico con un dedo sobre mis labios que guarde silencio, asiente. Toma asiento frente a mi, con el cuerpo de mi marido entre ambas y su polla bien erguida. Alargo mi mano para que me de la suya, acepta la invitación, la insto a que toque la polla, con una tímida caricia comienza, con mi mano sobre la suya la guío al tiempo que le dejo algún beso en la punta, ella con mi aprobación me imita, a veces ella mira hacia atrás vigilando a sus amigas, pero al tiempo retoma con más ganas nuestro juego, está un tanto colorada me seduce empujar un poco más.    La miro con la polla de mi marido en mi boca la saco y le indico que haga lo mismo, me imita y en un par de minutos estamos ambas devorando y masturbando a mi marido que por como me toca el culo se que ya esta despierto pero que se va a dejar hacer. Ambas seguimos, entre medias pruebo su boca, dulce manjar la nena, mi marido se retuerce un poco inevitablemente porque en a penas un minuto esta corriéndose entre nuestras manos y lenguas, cierra la acción con su acostumbrado jadeo, su sombrero cae y descubre su cara roja sofocada. Sorprendido no esta, pero lo quiere parecer, me mira, luego a nuestra nueva amiga y yo a ambos. —Carlos— digo señalándolo, para cambiar la mirada a ella que con cierta vergüenza me dice su nombre. —Natalia— nuestra nueva amiga.
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