Tumgik
#trajes de cuero
upsurge-esp · 2 years
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sayitalianolearns · 7 months
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Multilingual post about:
clothing - (i) vestiti/(l')abbigliamento - 옷/의류 - (les) vêtements - (las) ropas
ENG - ITA - KOR - FRA - ESP
trousers - (i) pantaloni/(i) calzoni - 바지 - (le) pantalon - (los) pantalones
jeans - (i) jeans - 청바지 - (le) jean - (los) vaqueros
shirt - (la) camicia - 셔츠 - (la) chemise - (la) camisa
shorts - (i) calzoncini/(i) pantaloni corti/(i) pantaloncini/(gli) shorts - 반바지 - (un) short - (el) short
t-shirt - (la) maglietta/(la) t-shirt - 티셔츠 - (les) t-shirts/(le) maillot - (la) camiseta
blouse - (la) blusa - 블라우스 - (la) blouse - (la) blusa
skirt - (la) gonna - 치마 - (la) jupe - (la) falda
jumper - (il) maglione/(il) pullover - 스웨터 - (le) pull - (el) pulóver
sweatshirt - (la) felpa - 운동복 상의 - (le) sweat - (le) suéter
sweatsuit/jumpsuit/sportswear - (la) tuta - 점프수트/운동복 - (le) survêt(ement) - (le) chándal
coat - (il) cappotto - 코트/외투 - (le) manteau - (el) abrigo
overcoat - (il) soprabito - 외투 - (le) pardessus - (el) sobretodo
leather jacket - (il) giubbotto di pelle/(il) chiodo - 가죽잠바 - (la) veste en cuir - (la) chaqueta de cuero
jacket - (la) giacca - 재킷 - (la) veste/jaquette - (la) chaqueta
vest - (il) gilet - 조끼 - (la) vest/(el) gilet - (el) chaleco
uniform - (l')uniforme - 제복 - (l')uniforme - (el) uniforme
suit - (l')abito da sera, (il) completo - (스리피스) 정장 - (le) tailleur/(le) costume - (el) traje
bathing suit - (il) costume da bagno - 수영복 - (le) maillot de bain - (el) bañador
pyjama - (il) pigiama - 잠옷 - (le) pyjama - (el) pijama
dress - (il) vestito - 원피스 - (la) robe - (el) vestido
socks - (le) calze - 양말 - (les) chaussettes - (los) calcetínos
stockings - (i) collant/(le) autoreggenti - 스타킹 - (le) bas/(les) collants - (las) calcetas
shoes - (le) scarpe - 신발 - (les) chaussures - (los) zapatos
slippers - (le) pantofole - 슬리퍼 - (les) pantoufles - (las) zapatillas
sneakers/trainers - (le) scarpe da ginnastica/(le) scarpe da tennis - 운동화 - (les) baskets/(les) chaussures de tennis - (las) zapatillas deportiva
underwear - (l')intimo - 속옷 - (le) sous-vêtement - (la) ropa interior
pants/slips - (le) mutande/(gli) slip - 팬티 - (les) culottes/(les) slips - (las) bragas/(los) calzones
baseball cap - (il) cappellino da baseball - 야구 모자 - (la) casquette de base-ball - (la) gorra de béisbol
beanie - (la) cuffia (di lana) - 털모자 - (le) bonnet - (el) gorro
gloves - (i) guanti - 장갑 - (les) gants - (los) guantes
scarf - (la) sciarpa - 스카프 - (l')écharpe - (la) bufanda
(neck)tie - (la) cravatta - 넥타이 - (la) cravate - (la) corbata
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acecy-195 · 2 months
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Avance proyecto transversal HISTORIA
Ana Cecilia Hernández de la Torre
4 A. Emsad 46
Figuras artesanales del estado de Chiapas
Chiapas es un estado del sur de México que limita con Guatemala. Sus zonas montañosas altas y el denso bosque tropical tienen varios sitios arqueológicos mayas y pueblos coloniales españoles.
Sus hermosos paisajes con frondosa vegetación, impresionantes cascadas, arqueología y por supuesto, sus preciosas artesanías que reflejan la gran diversidad cultural de los pueblos indígenas que conforman este pintoresco estado.
Utilizando técnicas milenarias, los habitantes de Chiapas han compartido al mundo, a lo largo de los años, la visión de una cultura que exalta la belleza de la naturaleza y la historia, a través de sus manos.
En San Cristóbal de las Casas se encuentra el principal mercado de artesanías, aquí se concentra la mayor cantidad de artesanos que ofrecen sus creaciones a los visitantes. Las artesanías de Chiapas están elaboradas principalmente de materiales como ámbar, madera, cerámica, tejidos, piel y rocas.
Las 5 artesanías más conocidas del estado de Chiapas
• Ámbar
Una de estas hermosas artesanías es la joyería de Ámbar este es extraído principalmente del municipio de Simojovel de Allende, Algunas personas lo consideran como una gema o piedra preciosa, ya que sus llamativos colores que varían en tonalidades amarillas, naranjas, verdes y cafés, lo convierten en un material ideal para la creación de joyería y otras piezas ornamentales. Con este materia se crean variedad de colguijes con collares pulcra y hasta aretes.
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• Textiles y tejidos
En los diseños textiles de Chiapas se usan colores llamativos, tienen representación de flores, mariposas y otros animales característicos de la región.
Hay una gran variedad de diseños, formas y propósitos, como piezas de uso cotidiano como manteles, servilletas, cojines y demás.
En los textiles se puede encontrar el testimonio de una cultura viva que ha permanecido generación con generación.
La vestimenta del estado habla de un pasado y un presente de los Chiapanecos en sus trajes típicos.
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• La alfarería
En diferentes municipios de Chiapas se elaboran piezas con barro, que además que algunas piezas tienen un uso utilitario, son consideradas como obras de arte las cuales se crean con la finalidad de ser admiradas y transmitir algún mensaje del artista. Hay creaciones como jarrones, macetas, ollas o piezas que son solo decorativas que serán un increíble recuerdo de este bello estado.
Amatenango del Valle se destaca por su antigua tradición alfarera que evidencia fuertes rasgos prehispánicos. Algunos artesanos han tenido la posibilidad de viajar al exterior para comercializar sus productos.
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• La talabartería
La talabartería o curtido y acabado de cuero en piel tiene especial tradición artesana en municipios como San Cristóbal de las Casas y Comitán.
En Chiapas se caracteriza por tener muchos los talleres que se dedican a la elaboración de objetos y piezas como bolsas, sillas de montar, zapatos, fundas de cuchillos y machetes, mochilas, sandalias o productos de caballería entre otros.
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• Laca o maque
Esta artesanía de Chiapas consiste en cortezas de frutos como calabazas o jícaras pintadas con óleo y luego esmaltadas.
con la llegada de los españoles, aunque estuvo a punto de desaparecer, pero con el apoyo del estado para la producción y comercialización, aún sigue en pie en Chiapas de Corzo.
Actualmente esta técnica de la laca se usa no solo en frutos, también en otros objetos como instrumentos musicales, máscaras, juguetes, muebles, cofres y baúles.
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BIBLIOGRAFIAS
Museo del Mundo » Muñeca #504. (s. f.). https://www.museodelmundo.org/project/muneca-504/#:~:text=MU%C3%91ECA%20ZAPATISTA,Los%20Altos%20de%20Chiapas%2C%20M%C3%A9xico
TuriMexico. (2019b, junio 6). Artesanías de Chiapas - TuriMexico. https://www.turimexico.com/estados-de-la-republica-mexicana/chiapas-mexico/cultura-de-chiapas/artesanias-de-chiapas/
[email protected]. (2024c, febrero 14). Artesanías de Chiapas - Destinos México. Programa Destinos México. https://programadestinosmexico.com/artesanias-de-chiapas/#:~:text=Los%20mu%C3%B1ecos%20chamulas%20tambi%C3%A9n%20se,%2C%20leones%2C%20elefantes%20o%20monos
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Nombre: Statham
Historia de Fondo: Statham, un antiguo mercenario de la Tierra, fue reclutado por Raiden después de demostrar su valentía y habilidades de combate excepcionales durante una invasión del Mundo Exterior. Con su característica calvicie y su físico musculoso, Statham Steel es un luchador formidable que nunca retrocede ante un desafío.
Habilidades Especiales: Golpe de Acero: Un golpe rápido y poderoso que puede aturdir al oponente.
Patada Giratoria: Una patada giratoria de alta velocidad que puede golpear a los oponentes incluso en el aire.
Bloqueo de Acero: Una habilidad defensiva que le permite bloquear y contrarrestar los ataques del oponente.
Fatalidad: Furia de Acero: Statham desata una serie de golpes y patadas devastadoras, culminando con un golpe de gracia que destroza al oponente.
Aspecto: Statham lleva un traje de combate táctico negro ajustado, con una chaqueta de cuero y botas militares. Su rostro está marcado por cicatrices de batallas pasadas, y sus ojos reflejan una determinación inquebrantable.
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angelicacuario · 1 year
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Siii , recuerdo de este increíble post de paulsrighthand en Tumblr sobre el misterio de sus manos y fue el tema de discusión en días, para agregar a este gran hilo en especulación el otro punto curioso es como ambos están vestidos si comparamos con George y Ringo están con sus trajes , según se conoce al momento el hombre es uno de los miembros haciendo negocios en NEMS ( la oficina de Brian Epstein) lo cual lo increíble es como dos miembros activos del grupo más famoso de Inglaterra ( viendo el cabello es sin dudas meses de invierno de 1963) y además que ellos aparecen vestidos así ( los ingleses son muy pulcros en como se ven en momentos importantes) y pongo como ejemplo como ellos se deciden en dejar sus ropas de cuero y cambiarlos a trajes ( es una visión de Brian Epstein) por qué así se verían más " decentes" para que los sellos discográficos se fijen en ellos ( el talento lo tenían de sobra, pero tuvieron que cambiar su imagen porque los británicos se fijan mucho en como se verían.)
Aclarado esto, mi punto es: quizás sea una visita sorpresa pero como es posible que John y Paul aparezcan vestidos así? Y aquí viene mi teoría: Ellos estaban teniendo intimidad y con la visita sorpresa tenían que ocultar cosas, pongo el lado de John está con su poleron oscuro, su rostro se ve muy acalorado ( John era muy propenso a qué su rostro se ruborizara con facilidad) y lleva puesto su bufanda por qué? Acaso para cubrir marcas en su cuello?
Veamos en Paul usa un poleron color claro, pero sin camisa debajo?? Para mí él estaba desnudo del dorso en ese momento y quizás por el tiempo ( por la llegada de este personaje importante) solo se puso el poleron dejando de lado la camisa, cómo digo es muy curioso la forma como están posando en las fotos y como estan vestidos en comparación con George y Ringo.
Hasta que me topé la siguiente imagen y bueno tienen conexión.
Esto es una gran coincidencia!!
Puse mi punto de vista de como estaban vestidos, y mientras revisaba más imágenes me fijé que la fotografía donde John y Paul fueron abordados por fanáticos en la casa donde vivía el padre de Paul , es la MISMA ROPA del que se vieron después en la oficina NEMS.
Eso me da indicativo que al momento de estallar la Beatlemania ( justamente fue los meses de invierno en Inglaterra de 1963) no solo la prensa hizo eco del fenómeno del momento, sino que también muchos empresarios vieron que en los Beatles tenían una mina de oro, que deciden hacer negocios con Brian Epstein.
Lo cual me da la gran teoría de que los hechos fueron así:
John y Paul estaban juntos en la casa de Jim McCartney en Liverpool hasta que fueron abordados por fanáticos y tuvieron que huir del lugar ( es posible que Mal Evans quien era amigo de los chicos y por su enorme estatura los ayudaron a sacarlos) y llevarlos a las oficinas NEMS .
Eso significa que al momento de estallar el fenómeno, no solo que varios empresarios querían hacer negocios con el manager de los Beatles, sino que también la opinión pública ya sabía de la existencia sobre ellos, tan así que en ese momento de estallar la Beatlemania, los periódicos y televisión informaban CADA DIA sobre ellos, y que además los dos álbumes Please Please Me y With The Beatles eran un gran éxito. ( Sin contar por supuesto, los singles que todas eran número 1)
Y aquí viene lo interesante:
Mientras llegaba este personaje importante, John y Paul decidieron celebrar " a su manera" olvidando a su alrededor y de una forma u otra, sería una falta de respeto que este señor aparezca en la foto solo con George y Ringo ( ya que es obvio, negocios son negocios) y bueno, la forma de control de daños entre John y Paul era justamente aparecer como en la fotografía pero vestidos así:
Paul sin camisa abotonada hasta el cuello y solo su poleron encima 😅 y John cubierto con su bufanda alrededor ( extraño por cierto, usando una bufanda estando dentro de la oficina ) ☺️
Puede que sea solo una casualidad o llegar a decir que son dos fotos de fechas diferentes, pero no hay que negar que ambas fotos usen el mismo atuendo es demasiada coincidencia, y para mí conduce a esta situación del que se ha desarrollado.
Con esto, la lista de especulación se ha ampliado aún más.
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diyaylili · 6 months
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Hola Blog, en nuestro último blog Diya y yo hablamos sobre los temas generales de este blog. En esta entrada hablaré de la forma en que las cantantes latinoamericanas han influido en las tendencias de moda en los Estados Unidos. Para empezar, muchas cantantes latinoamericanas como Shakira, Selena, y Rosalía se escribieron en revistas famosas como Vogue. Cuando Selena estaba vivo, su estilo personal era muy llamativo. Ella usó su gusto para el moda y abrió dos tiendas en Texas. En sus conciertos, Selena llevó ropa que incluía una mezcla de tendencias españoles y modernas. Ella también diseño toda la ropa que llevó. Las tiendas que Selena abrió vender ropa similar a sus trajes de concierto, y además tanto las latinoamericanos como los estadounidenses pueden conectarse a través de su ropa. La cantante Rosalía también ha tenido miradas muy influyentes en eventos famosos. En el año 2022, Rosalía asistió a la Met Gala en un vestido poderoso que Vogue informó sobre. Las personas que leyeron esta revista y vieron a Rosalía en persona durante de la Met Gala fueron latinoamericanos y estadounidenses. Shakira tiene un estilo de moda que es muy consistente, y por esto en sus videos musicales ella tiene atuendos únicos que la caracterizan como una cantante.
Es muy posible que nuestros espectadores preguntaran cómo se ven estos atuendos que llevan las cantantes latinoamericanas. Shakira lleva ropa con muchos colores y confeccionada en diferentes materiales como encaje y cuero. Los atuendos de Shakira son muy especiales porque son muy específicos a la identidad de Shakira. Ella comparte su sentido de la moda en los medios de comunicación y en eventos e inspira a la gente con su estilo. Selena llevaba blusas coloridas, pantalones acampanados y ropa de muchas telas. En sus conciertos Selena brillaba en su ropa y había dado un ejemplo de moda única para sus espectadores y otras cantantes latinoamericanas. Rosalía lleva ropa casual que hace referencia a la moda flamenca tradicional como flecos y volantes y pantalones acampanados.
Muchas cantantes latinoamericanas a menudo van a los desfiles de moda de muchas marcas de diseñadores famosos. Rosalía se sienta en primera fila de muchos desfiles de Jacquemus y Burberry. Durante de la semana de la moda en París en el verano de 2023, Shakira se sentó en primera fila en el desfile de moda de Viktor y Rolf. Todos estos desfiles de moda son grabados por los medios de comunicación, y por lo tanto cantantes latinoamericanas pueden mostrar a sus fans la moda que les gusta. En mi opinión las cantantes en general son muy importantes en la difusión de tendencias. Luego, las cantantes latinoamericanas son muy poderosas en el mundo de la moda y ellas usan su influencia en nuevos estilos de moda. También para mí estas cantantes latinoamericanas son muy inspiradoras y fáciles de aconsejar. Cuando yo veo estas cantantes en revistas o en eventos o en las noticias lo primero que me llama la atención es su moda y cómo se presentan. En resumen, la moda es un mundo en el que las cantantes latinoamericanas tienen poder y influencia en.
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Gracias por su tiempo, hasta pronto.
-Lili
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nyxlvslicha · 7 months
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Su Alteza - [ CutiLicha ]
One Shot
Palabras: 6.8k
Género: Fluff
ღ Lisandro es un príncipe benévolo respetado por todo el pueblo, todo el mundo espera con ansias su ascenso al trono por su mentalidad juvenil, muy diferente a la de su padre, el actual rey.
Sin embargo, Lisandro no quiere ser rey porque eso significaría casarse con una mujer cuando él solo quería estar con su guardaespaldas. ღ
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El sonido de tres golpes en la puerta de madera que separaba su habitación del largo pasillo del segundo piso de su casa, interrumpió su tarea de vestirse.
—Pase —mencionó, sabiendo perfectamente quién era porque solo él tenía permitido entrar a su habitación, el resto de sus criadas y guardaespaldas tenían prohibido entrar a excepción de que sus criadas quisieran limpiar su recámara, aunque Lisandro de por sí era muy limpio y eso no solía pasar con frecuencia.
Lo primero que vio el chico apenas unos años más grande que el príncipe,  cuando entró, fue el cuerpo desnudo de este, quien se encontraba solo con ropa interior de espalda a la puerta mientras revisaba su armario en busca de un pantalón y una camisa que pudiera ponerse debajo del traje morado que solía utilizar a pedido de sus padres—aunque a él le pareciera algo excesivo, no creía que hiciera falta denotar todo los lujos que tenían para ser de la realeza—.
El guardaespaldas tragó saliva mientras veía el cuerpo del príncipe, detallando su piel morena—pero no más que la suya— y cómo su cintura y sus omóplatos estaban llenos de marcas. El mayor no pudo evitar que sus orejas se calentaran al recordar lo que había pasado la noche anterior y cómo él mismo había sido quien se las había hecho.
A pedido del príncipe, claro.
—¿Qué necesitabas? —consultó el rubio, girando su rostro y mirando por encima de su hombro al chico que lo había acompañado toda su vida prácticamente y con quien compartía una relación un tanto especial. Vio la mirada inquieta del morocho, sin saber dónde dirigirla para no seguir observando su cuerpo, y él solo pudo sonreír por haber logrado lo que quería: ponerlo nervioso.
Agarró un pantalón negro con rayas finas de color gris y se lo puso, inclinándose ligeramente hacia adelante apropósito para que el más alto detallara los músculos de sus muslos y piernas flexionándose para poder colocarse la prenda. Subió la tela oscura por su cuerpo hasta que pudo situarla en su cintura, enganchando el botón de un lado de la prenda, en el otro.
—E-eh… El Señor Martinez me pidió que lo buscara para informarle que quería hablar con usted sobre esta tarde —respondió Cristian, manteniendo sus manos a un costado de su cuerpo, teniendo que limpiar en su uniforme el ligero sudor que corría por su piel por lo nervioso que se había puesto.
Sus ojos siguieron los movimientos del príncipe, observándolo ponerse una camisa negra sin abotonarla, para después ir hacia el escritorio donde guardaba las cadenas y joyería que solía usar—aunque sus padres no estuvieran del todo de acuerdo con su vestimenta, pero a él le daba igual porque le gustaba cómo le quedaban—.
Cristian miró fijamente hacia la ropa dentro del armario del rubio, simplemente porque no quería ver su pecho desnudo ahora que se había girado en su dirección al buscar sus alhajas.
Lisandro, en cambio, soltó un suspiro pesado, molesto con que usaran a su guardaespaldas para que les cumpliera sus pedidos de mierda solo porque a Cristian si le hacía caso y le prestaba atención. Además, de que ya sabía sobre qué quería hablar su padre, porque era un tema que había estado tocando constantemente durante las últimas semanas, a pesar de que le había dicho que no quería pensar en eso todavía. 
Después de agarrar un collar de cadenas plateadas y uno de cuero negro con pequeños pinchos de metal, el príncipe se acercó al contrario, invadiendo su espacio personal.
—¿Me ayudas con la camisa? —le pidió con una pequeña sonrisa inocente, aunque en el fondo sabía que solo era una excusa para tener las manos del guardia encima suyo como tanto le gustaba. 
Cristian no se pudo negar y solo llevó sus manos hasta el botón de la parte inferior de la camisa, empezando con su tarea de vestir al más bajito.
—Anoche te fuiste muy temprano. —Los ojitos del rubio lo miraron fijamente, con la cabeza levantada al punto de que sus labios casi se rozaban entre sí. 
Las palabras del príncipe salieron como un susurro, como si estuviera contándole un secreto. Tal vez porque así se sentían, teniendo ambos que ocultar sus sentimientos solamente porque no era considerado como algo "correcto" para otras personas. 
Cristian se distrajo mirando los labios pomposos del ajeno, teniendo que contenerse a sí mismo para no besarlo en esos momentos. Sentía su pulso palpitar en sus oídos y calmado no estaba, los nervios lo carcomían por dentro por culpa de la cercanía del príncipe. 
Lisandro llevó el collar de cadenas plateadas hasta su cuello y lo enganchó, acomodándolo después sobre su pecho para seguido repetir el mismo procedimiento con el collar de cuero, el cual quedaba pegado a su garganta, apenas suelto como para no ahogarse.
—La Señora Martinez me pidió que acompañara a su hermana a una fiesta con sus amigas —habló el moreno, intentando alejar esos pensamientos que lo invitaban a agarrar al chico de la cintura, subirlo sobre el escritorio y comerle la boca ahí mismo por lo bien que se veía vestido de esa forma.
Licha frunció el ceño al escuchar su respuesta, analizando de arriba a abajo el uniforme del guardia que él mismo había mandado a confeccionar porque no quería que Cristian fuera cualquier guardia real. Parecía no haberse cambiado desde que se fue de su pieza la noche anterior.
El pantalón negro de gabardina adornaba sus piernas, ciñiéndose a su figura aunque lo suficientemente elásticos por si debía moverse rápidamente—ya sea en una pelea para defender al príncipe o quitarse la ropa para ayudar al chico de otra forma—. En la parte de arriba llevaba una camiseta negra similar a la suya pero de una tela más gruesa, probablemente para protegerlo si alguien lo atacaba. 
Además de eso, dos cintos de cuero decoraban su cuerpo, uno en su cintura, sosteniendo de un lado la funda con su espada, en el otro una funda más pequeña que guardaba un cuchillo; y el otro cinturón cruzaba de forma diagonal su pecho de izquierda a derecha, conectando y sosteniendo la media capa que tenía colgada en su hombro izquierdo.
La mano del príncipe se dirigió hasta el cuero en su pecho, pasando sus dedos por debajo hasta poder tirar del arnés hacia él, pegando sus cuerpos más de lo que estaban.
—Pero sos mí guardaespaldas, no el de ella —soltó con molestia en su tono de voz y, ciertamente, con una actitud celosa y posesiva.
Cristian no supo qué decir ante eso y solo se quedó observando las facciones del menor, pudiendo apreciar lo atractivo que era aún cuando ni siquiera se había maquillado como solía hacer siempre antes de salir de su habitación para empezar con sus tareas diarias.
—La próxima vez que te pidan algo, deciles que yo te prohibí seguir sus órdenes —le pidió pero Cristian no pudo responder.
No pudo responder ya que no sabía cómo decirle que no podía desobedecer al rey y a la reina porque no haría falta que hicieran mucho para que lo desaparecieran y no le permitieran ver a Lisandro nunca más. 
Ese simple pensamiento lo hizo volver a plantearse lo que estaba haciendo y si realmente valía la pena el sacrificio y en la situación de el peligro en el que se estaba poniendo estando de esa forma con el príncipe, porque sabía de sobra que a la Reina y al Rey no le haría gracia que su hijo heredero del trono estuviera saliendo con un hombre.
Por eso tal vez Lisandro estaba tan confundido sobre el hecho de aceptar ser el próximo rey. Estar en el trono solo podía significar que, o tendría que seguir con esas tradiciones para mantener al pueblo contento, o podría arriesgarse a cambiarlas, que el pueblo se pusiera en su contra y que peligrara tanto su puesto en la realeza como su vida entera.
Muchas veces Cristian pensó en alejarse, en decirle a los reyes que renunciaba a seguir cuidando al príncipe, simplemente porque no quería dañarlo o arruinar su vida. Pero cada vez que el rubio lo buscaba con una sonrisa pidiéndole que lo acompañase a caminar o a hacer cualquier otra actividad, él se olvidaba completamente de lo mal que podía terminar todo.
Solo su sonrisa y los hoyuelos marcándose a los lados de sus comisuras, hacían que quisiera hacer todo lo posible para mantener la felicidad en su rostro porque se veía muy bonito de esa forma. Solo su voz pidiéndole en un susurro en su oído que se quedara a dormir con él en la noche, hacía que aceptara sin pensarlo dos veces solo para poder rodear su cuerpo con ambos brazos y acunarlo contra él. Solo sus jadeos ahogados y sus manos guiando las suyas hasta su cuerpo, ansiando por un contacto con su piel, hacían que aceptara acariciar cada parte suya con sus dedos y con sus labios, buscando aquellas zonas erógenas que lo hacían temblar de placer.
Lisandro terminó por acortar la poca distancia que los separaba y unió sus labios mientras se paraba ligeramente de puntitas de pies para que no fuera tan incómodo por la diferencia de altura. Cristian dejó de pensar en lo que estaba bien o mal y llevó su manos hasta la cintura del príncipe, acariciándola con necesidad de mantenerlo cerca suyo a la vez que se dejaba llevar por la caricia en su nuca por parte del rubio.
Su cuerpo se inclinó inconscientemente hacia adelante, sin querer que el menor se esforzará demasiado. No pudo dejar de pensar en lo mucho que quería seguir besando los dulces labios ajenos, los cuales a veces solían tener sabor a frutilla por el humectante labial que usaba el príncipe. Era adictivo tocarlo, acariciarlo, besarlo, y Lisandro parecía pensar lo mismo de él porque no quería separarse del contacto que él mismo había iniciado.
Sus labios se separaron solo lo suficiente como para poder hablar, aunque sus respiraciones seguían chocando en la piel ajena.
—Esta tarde quiero que me acompañes a un lugar —le pidió y Cristian terminó abriendo los ojos, volviendo a la realidad de quién era el chico frente suyo y no esa idealización que había hecho en su cabeza.
—Pero tiene una reunión con la princesa Muriel —le recordó, terminando por separarse del más bajito, sin querer volver a tentarse de esa manera porque pronto cualquiera los iba a ir a buscar al estar tardando demasiado en ir a desayunar.
El príncipe chistó con la lengua, molesto de haber recordado eso.
—No importa, quiero ir a ese lugar de todas formas —respondió, soltando al guardaespaldas para así poder ir hasta su armario y buscar el traje de color morado oscuro que utilizaba sobre su camisa, tanteando con su mirada dónde había dejado su corona para ponérsela antes de salir.
—No creo que a sus padres les guste que se escape —habló, en parte sin querer meterse en problemas.
Tal vez Lisandro no entendía lo peligroso que era para él cumplirle los caprichos que iban en contra de lo que querían los reyes. Tal vez no entendía que, aunque fuera el príncipe, no tenía el suficiente poder como para salvarlo y protegerlo.
—No pedí tu juicio moral, Cristian. —El tono cortante que usó lo hizo ser consciente de que el rubio se había enojado por su respuesta, accionando en consecuencia con ese comentario frío y ciertamente cruel.
Al final, nunca dejarían de ser guardia y príncipe. 
A veces era muy confuso para Cristian, porque Lisandro solía pedirle que fuera honesto con él, que le hablara sin formalidades y le dijera lo que pensaba. Pero otras veces, soltaba comentarios como ese que solo le recordaban que solo era alguien que recibía órdenes, que no tenía derecho a opinar y solo estaba vivo porque otros dejaban que estuviera vivo, como si su vida no fuera valiosa simplemente por ser una persona.
Y le dolía. Le dolía que lo tratara como si fuera un muñeco que podía manejar a su gusto. Le dolía porque pensaba que Lisandro era el único que lo comprendía y lo consideraba más un amigo que solo alguien que lo protegía. 
El príncipe se puso el traje y volvió a acercarse a él, deteniendo sus pasos en seco al ver la expresión que el morocho tenía en su rostro. Claramente la había cagado y se sintió culpable por haberlo lastimado.
—Perdón… —murmuró el más bajito al ver que los ojos ajenos se cristalizaban más de lo normal. Se acercó con lentitud y terminó rodeando su cuerpo con sus brazos mientras escondía su rostro en el hueco entre su cuello y su hombro—. Estoy estresado por todo el tema de mis padres queriendo que me case con esa chica, no es justo que me desquite con vos cuando sos el único que me hace sentir bien —habló contra su piel, sintiendo una presión en su garganta que no se debía al collar que tenía puesto.
Quería llorar por haber hecho sentir mal a Cristian y quería también llorar porque no era lo suficientemente valiente como para decirle a sus padres que ya tenía a alguien en su vida al que amaba y con quien quería estar por el resto de sus días.
El guardaespaldas, a pesar del sabor amargo en su boca, acarició el cabello del menor con una de sus manos, enredando sus dedos en estos y sintiendo la suavidad de sus hebras, debiéndose probablemente a todos los productos que usaba para cuidar su cabello.
—Siempre podés decirme lo que querás, incluso si es para putearme porque te trato mal —agregó y Cristian pudo calmarse, dejando de lado esos pensamientos malos sobre el príncipe.
Entendía que estuviera pasando por un mal momento y tenía más sentido que todas las noches le insinuara cosas porque era de las pocas formas en las que lograba sacarse todo ese estrés de encima, aunque la mayoría de veces solo terminaban durmiendo abrazados porque Cristian sentía que se estaba aprovechando del menor y tampoco quería que eso se volviera algo regular.
Quería que cuando estuviera con él, fuera especial, que fuera porque querían mostrarse el uno al otro lo mucho que se querían y no por mero deseo de olvidarse de todas sus responsabilidades. Era un príncipe, no podía simplemente abandonar toda su vida solo porque no le gustaba.
A veces era una mierda pertenecer a la realeza.
Pero otras veces, se olvidaba de todo eso porque gracias a ser un príncipe podía hacerle regalos a su novio que consistían en mandarle a hacer prendas que sabían que le iban a quedar bien porque Cristian era Cristian, él se veía bien con cualquier tela cara que le pusiera encima. Principalmente si era de color negro.
Muchas veces el pelinegro le había dicho que debería estudiar diseño de modas porque los miles de cuadernos—bueno, solo tres— con diversos dibujos de conjuntos de ropa y la ropa que diseñaba para él definitivamente demostraban que sabía de moda y tenía talento. Tal vez debería considerar crear su propia marca de ropa.
—Lo voy a acompañar a donde quiera… Si primero se reúne con la princesa Muriel —dijo y provocó que el príncipe hiciera un puchero, pero al final terminara aceptando porque quería salir de la mansión por unas horas y qué mejor que con el guardia real y lejos de su casa.
Esa reunión no podía ser tan mala después de todo.
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Bueno, tal vez había subestimado un poco la situación. 
Había intentado entablar una conversación con la chica pero las palabras no parecían salir de su garganta, terminando en frases cortas y un poco cortantes.
Empezando porque lo primero que le dijo a la chica cuando los reyes los dejaron solos fue que "solo hacía eso por sus padres y que no le gustaba ella".
Capaz no tendría que haber sido tan directo porque ahora seguro la princesa le decía a sus padres cómo la había tratado y le caería un regaño por no haber sido educado y bla bla bla.
En realidad lo hacía por Cristian, porque él se lo había pedido. Y porque de verdad quería ir con él a ese lugar que había descubierto de camino a un viaje al pueblo. 
Por ello, cuando el guardia real apareció en su campo de visión mientras ambos estaban en el patio sentados en unas de las mesitas de mármol, no pudo evitar observar lo que hacía, distrayéndose de la supuesta merienda que estaba compartiendo con Muriel.
—Supongo que no puedo cambiar tus sentimientos… —murmuró la princesa, trayéndolo de vuelta a la realidad donde tal vez no debería estar mirando tanto a su guardaespaldas. 
Además de que su comentario hizo que volviera a prestarle atención porque capaz la chica lo había descubierto y se preocupó porque llegara a decirle a alguien más. Su mirada se topó con la de Muriel, quien le dio una pequeña sonrisa sincera, aunque se veía en sus ojos que sentía pena por él.
La chica de su edad solo lo miró, como invitándolo a conversar sobre eso, pero Lisandro lo dudó mucho porque aún no sabía qué tanta confianza podía tener en la princesa.
—Perdón, pero ya me gusta alguien más, no quiero estar con nadie más que no sea é-... Esa persona —se corrigió rápidamente porque casi soltaba un "él" y ahí sí que estaría acabado.
Muriel solo asintió y extendió su mano hacia la bandeja con frutas, portando un tenedor para poder pinchar un pedazo de manzana verde que había en un plato.
Lisandro sintió pena por la chica ya que era realmente bonita y, de no ser porque le gustaba Cristian, tal vez hubiera intentado entablar una relación con ella, se veía como una buena persona y alguien con quién podría reinar con comodidad por lo similar que eran sus pensamientos al ser ambos jóvenes. 
—¿Hace cuánto te gusta? —consultó la princesa repentinamente interesada en el asunto o simplemente queriendo sacar un tema de conversación. Lisandro la miró con confusión— Ella o él, ¿hace cuánto te gusta? —aclaró al ver al príncipe con la mirada perdida.
—Nos conocemos desde que somos chiquitos… Me cuidaba mucho y bueno, nos volvimos cercanos, no podría decir exactamente desde hace cuánto tiempo me gusta —resumió y Muriel solo se le quedó mirando con una sonrisa. Lisandro enarcó una ceja sin entender por qué sonreía—. ¿Qué?
—Nada, solo que tus ojos se dilataron cuando hablaste sobre esa persona —habló y el príncipe no supo dónde meterse por la vergüenza. 
Sintió su rostro calentarse y terminó desviando la mirada hacia el pasto con la esperanza de que se le fuera la pena que sentía en esos momentos. Pensó en las veces que había estado con Cristian y en cómo se ponía con él si con solo hablar sobre el guardaespaldas lo hacía feliz y lo avergonzaba.
—¿Y por qué no te casas con esa persona? —siguió con su cuestionario como si fuera tan sencillo casarse con alguien que no es príncipe ni rey.
Era verdad que Cristian era respetado por la gente, tenía cierto renombre en el ámbito y estaba seguro de que nadie se atrevería a meterse con él porque todos sabían lo entrenado que estaba y de lo que era capaz. Pero muy diferente era que lo aceptasen como un futuro rey.
—Porque no es un príncipe puro.
Mierda.
Al instante se dio cuenta de que la había cagado por no pensar antes de hablar.
Por la vergüenza, terminó mordiendo su labio inferior y clavando su vista en el plato de comida como si fuera lo más interesante que había a su alrededor.
—Así que es un él… —la escuchó murmurar y no se atrevió a mirarla, pensando que, tal vez, Muriel no era tan abierta de mente como pensaba y lo iba a mirar con asco porque le gustase un hombre.
Los casos de reinos dirigidos por personas del mismo sexo eran escasos y la mayoría eran de hermanos que se vieron obligados a reinar juntos porque mataron a los reyes y no podían esperar a un casamiento. Sin embargo, nunca escuchó de un caso así en la actualidad, parecían ser más una leyenda. 
—Tengo una idea —agregó mientras volvía a pinchar otro pedazo de manzana para después llevarlo a su boca y comerlo—. Si estás de acuerdo, nos podemos casar y fingir que estamos juntos, pero vos podés quedarte con esa persona.
Cualquier tipo de vergüenza que hubiera sentido terminó por esfumarse con esas palabras, ocasionando que volviera a mirar a la chica, esta vez con desconfianza por su propuesta. ¿Por qué alguien le haría una oferta así?
—¿Y qué ganas vos con todo esto? —cuestionó, imitándola y comiendo algunas frutas porque le había dado hambre.
—Bueno… Prefiero casarme con vos antes que con cualquier otro pretendiente que no me deje expresar mis opiniones y no me permita tener el mismo poder que él solo porque soy mujer. —Su comentario lo hizo pensar en si ya había pasado por eso como para que fuera tan específica al hablar.
Lo pensó por unos minutos porque no sonaba como una mala idea.
Los padres de Muriel eran de los reyes de otra provincia, Córdoba, pero ella había nacido en Gualeguay, en Entre Ríos, cuando sus padres fueron a vacacionar y terminó creciendo allí, por lo que, por ley tenía derecho a ejercer soberanía sobre la provincia.
Muriel era una princesa pura como él, no era simplemente la hija de alguien de la realeza que tenía relación de amistad o contactos con algún rey. No parecía ser una mala idea que dos personas así reinaran ese pueblo. No cuando eran similares y parecían tener muchos ideales en común. 
—Mhm… Lo voy a pensar —respondió, sin querer dar una respuesta en esos momento porque tenía que analizarlo bien antes de tomar cualquier decisión. Estaba hablando de su vida futura y la de Cristian, no podía simplemente decidir de un momento a otro.
Volvió a desviar la mirada hacia el guardaespaldas, observando que se acercaba a ellos caminando con ese conjunto de prendas negras que le quedaba tan bien a su parecer.
Inconscientemente, Lisandro llevó una mano hasta su corona, acomodándola para asegurarse de que estaba "presentable" mientras tomaba cierta distancia de la chica y sentía que su pulso se aceleraba. En el fondo tenía miedo que su novio malinterpretara aquello y pensara que de verdad quería a la castaña.
—Princesa Muriel —la llamó el guardia, parándose a un metro de donde estaban ellos, entre ambas sillas. La chica dejó el tenedor a un lado del plato de frutas y se giró hacia el hombre que la había llamado—. Su padre está esperándola en la puerta —le informó, con su típica posición recta con los brazos a ambos lados de su cuerpo.
Lisandro a veces pensaba que parecía más un soldado que un guardia de la realeza.
La castaña se enderezó en su asiento, mirando por detrás del pelinegro hasta poder visualizar el auto negro estacionado en la puerta de la mansión de los Martinez. Muriel solo asintió y se levantó del lugar donde estaba sentada, sacudiendo y acomodándose el vestido negro que apenas le llegaba a las rodillas, terminando de arreglar las hombreras de tela satén blanca.
Cristian se hizo a un lado, indicándole con una mano que avanzara para acompañarla hasta el auto.
—No hace falta que me acompañes —mencionó la chica con una sonrisa, agarrando la cartera blanca que había dejado colgada en la silla donde estaban sentados. Esta vez se giró hacia Lisandro, quien se había levantado y acercado hasta ella para despedirla,  quedando al lado del guardaespaldas—. Nos vemos, Lisi, espero tu respuesta —se despidió la chica con una sonrisa.
Cristian se le quedó mirando, intentando que la molestia que apareció en su pecho no se exteriorizara en las expresiones de su rostro porque le había irritado el apodo con el que llamó al príncipe, como si fueran cercanos. En cambio, terminó con su mandíbula apretada.
Estuvo a punto—y de hecho dio un paso hacia adelante— de seguir a la chica aunque le hubiera dicho que podía ir ella sola porque de todas formas ese era su trabajo, pero una de las manos del príncipe se enganchó en su brazo, tirando de este para que no se fuera.
Por inercia, su cuerpo regresó al lado de Lisandro y giró su rostro hacia él con la incógnita en su cara de por qué lo estaba reteniendo, pero pronto cualquier molestia se terminó esfumando cuando vio la sonrisa del chico y su rostro tan cerca del suyo.
—¿Te pusiste celoso? —mencionó el príncipe con ligera gracia reflejada en sus gestos al sonreír, mirando a lo lejos a la princesa subiéndose a su auto.
Sus ojos brillaban, como si fuera un niño que acababa de recibir el regalo de Navidad que pidió. 
Cristian no respondió y solo tomó la mano del chico para separarlo de su cuerpo antes de que alguien viera la cercanía que estaban teniendo. Lisandro hizo un pequeño puchero al ver su acción, pero no insistió, entendiendo que no era buena idea que los vieran como solían estar en su pieza.
—¿Ahora sí me vas a acompañar a ese lugar? —insistió con la idea que había tenido en la mañana del mismo día, esperando que no se hiciera tan tarde como para andar ellos dos solos por ahí.
Sabía que Cristian iba a protegerlo sin importar qué, pero tampoco quería poner en peligro su integridad física. 
Simplemente quería salir con su novio y olvidarse de todo eso que involucraba que él fuera un príncipe. Solo quería tener una cita como cualquier joven adulto de su edad tendría. 
—¿Qué es ese lugar? —consultó porque de eso dependía qué cosas llevaría para asegurarse de que el príncipe estuviera cómodo. 
—Es una sorpresa —respondió, ganándose la mirada fija del guardaespaldas.
—Lisandro, sabés que no puedo simplemente ir a cualquier lado sin qu- —El príncipe lo interrumpió. 
—Si, si, sin estar preparado y llevar tu bolso que involucra absolutamente cualquier cosa que pueda llegar a necesitar —siguió el discurso con un tono desganado, un discurso que muchas veces le había dicho solo que, probablemente sin hablarle de manera informal como acababa de hacer en ese momento. 
Siempre que hablaba en serio, le hablaba de esa forma.
Lisandro llevó una mano hasta su cabeza, agarrando el borde de la corona que tenía puesta para poder quitársela.
—Solo quiero que por una vez en tu vida me trates como yo, Lisandro, tu novio, y no como un príncipe —agregó, rogándole con la mirada que no se pusiera en esa posición donde lo único que le importaba era que estuviera bien porque sus padres se lo habían ordenado.
Cristian lo miró por unos segundos bastante largos, pensando en cómo decirle al chico que siempre lo vio de esa manera aunque fuese su guardia.
La mano del pelinegro subió hasta su mejilla, acariciando la suave piel con el pulgar de su mano, olvidándose completamente de la propia regla que se había puesto a sí mismo sobre no tocar al rubio cuando estaban en público. 
—Aunque no fueras un príncipe, seguiría cuidándote igual.
Lisandro quedó atontado por sus palabras, siendo él ahora el que se sentía nervioso por la cercanía del morocho. Los ojos del más alto lo miraban con un brillo que lo hacía pensar que tal vez así se veía él cada vez que miraba a Cristian, con admiración y anhelo. A veces se preguntaba cómo nadie se daba cuenta de lo que sentía si era obvio cuando alguien gustaba de otra persona por su lenguaje corporal.
Pensó que probablemente a nadie le interesaba lo suficiente como para que le prestaran atención a lo que hacía. 
Dolía pensarlo, pero era una realidad. Todos los integrantes de su familia tenían sus cosas para hacer y vivían su vida—como sus dos hermanos menores—, y del personal, solo lo trataban cordialmente porque era su trabajo.
Cristian era el único que cruzaba esa línea de "profesionalismo" y era alguien a quien podía llamar su amigo. Y tal vez, ahora se le uniría Muriel.
El guardia solo volvió a separar su mano de él, tomando un poco de distancia porque sus cuerpos prácticamente se rozaban. Cerró los ojos y suspiró, volviéndolos a abrir después de unos segundos—esta vez no tan largos—.
—De acuerdo, ¿a dónde quiere ir? —cuestionó, volviendo a tomar su posición formal de guardaespaldas porque no podía permitirse ser su novio cuando alguien podía verlos.
Lisandro sonrió ampliamente y empezó a caminar hacia la salida de la mansión, con la esperanza de recordar cómo llegar al lugar al que tanto quería ir porque le había parecido el sitio ideal para una cita.
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—¿A dónde me estás llevando? —preguntó el más alto, sintiendo las manos del menor en sus ojos, cubriendo su visión. 
Después de que salieron de la mansión así como estaban, simplemente con sus celulares y la ropa que se habían puesto ese día, caminaron por unos minutos caminando por el bosque que rodeaba la mansión de los Martinez. El príncipe le obligó—o bueno, solo se lo ordenó— a hablarle informalmente, porque ya no había nadie que pudiera escucharle hablar de esa forma al futuro rey, así que únicamente le quedó hacerle caso.
—Ya casi llegamos —respondió con el tono de voz denotando felicidad por poder compartir ese momento con su novio.
Para cuando el menor quitó sus manos y le permitió ver, sus ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse a la repentina luz. Observó el lago enfrente suyo y se quedó maravillado por lo lindo que era ese lugar. El lago parecía lo suficientemente hondo como para cubrir todo el cuerpo pero habiendo partes en los alrededores donde probablemente harías pie aún cubriéndote el cuerpo.
El agua semicristalina dejaba ver parte del fondo del lago y las tonalidades verdes de los árboles a sus alrededores reflejaban en el estanque. Ambos estaban parados en una desnivelación del terreno, creando una circunferencia en la periferia, y no muy lejos de ellos, había un pequeño río que terminaba en una pequeña cascada que desembocaba en el lago.
—¿Te gusta? —pronunció el más bajito, quedándose a un lado suyo para seguido enfrentarlo cuando el guardaespaldas se giró hacia él. 
—Me encanta —respondió con una sonrisa, que pronto terminó en una mueca de sorpresa al sentir las manos del menor agarrando el cinturón en su cintura—. ¿Qué hacés? —preguntó, viéndolo tomar la hebilla de la franja de cuero para así poder desajustarlo.
—No te traje acá para que miraremos el paisaje —mencionó, concentrado en su tarea de quitarle el cinto y Cristian no se lo impidió en ningún momento, con una sonrisa burlesca en su rostro.
Capaz Lisandro no debería haberle permitido dejar su rol de guardaespaldas porque el más alto agarraba demasiada confianza cuando quería.
O tal vez eso era lo que el príncipe ansiaba que pasara, no estaba seguro.
—¿Ah no? ¿Entonces qué vamos a hacer? —Lisandro notó la intención detrás de sus palabras, terminando de quitarle el cinto para dejarlo caer al piso, aprovechando sus manos ahora libres para quitarse la corona y dejarla a un lado del cinturón del guardia.
—Que conste que vos lo pensaste, no yo —se defendió y Cristian rió suavemente, animándose a llevar sus manos hasta el traje morado del chico para ayudarlo también a desvestirse.
—Específicamente inocente, no sos, por algo me entendiste —se burló, obteniendo un chasquido de lengua de parte del príncipe seguido de un golpe en su pecho.
—Yo solo quería que nos metiéramos al agua.
Lisandro tomó esta vez el cinto en su pecho y lo desajustó para quitarle la capa, dejándola caer junto al montoncito del resto de las cosas.
El pelinegro aprovechó que el menor terminó con su acción para finalizar de sacarle el traje, dejándolo en el piso para después agarrar la cintura del chico con sus dos manos, atrayéndolo hacia él.
—Sos demasiado bonito —soltó de repente, poniendo nervioso a Lisandro, quien no pudo evitar ponerse tímido por su comentario.
Acostumbraba a recibir esos comentarios de mucha gente con regularidad, pero definitivamente que se lo dijera Cristian tenía un efecto totalmente diferente en él.
El más alto detalló cómo las mejillas del rubio se volvían ligeramente de una tonalidad rojiza y sonrió por eso, obsesionado con el brillo en sus ojos producto del halago. 
Sin poder y sin querer realmente contenerse, terminó pegando sus labios a los del menor, saboreando el sabor a frutilla de su labial humectante, preguntándose por qué lo usaba tanto si sus labios parecían estar sanos. Ciertamente, Lisandro lo usaba porque le gustaba sentir el sabor en los labios de su novio y porque había guardado en su mente ese recuerdo de cuando se besaron por primera vez siendo los dos eran menores de edad y el pelinegro le dijo que le gustaba mucho el sabor de sus labios.
Al no tener que preocuparse por nadie ni nada, el príncipe se animó a abrir su boca, buscando la lengua ajena con la suya hasta poder conectarlas en un beso que terminó siendo un poco húmedo y obsceno por los ruiditos que producían sus lenguas y su saliva al chocar y mezclarse.
—Dios, te besaría todo el día —murmuró el pelinegro a centímetros de su boca después de que se separaran un poco en busca de oxígeno. 
—Bueno —respondió con una sonrisa, para nada disgustado ante la idea—. Me encanta cuando me decís lo que te gustaría hacerme —agregó, tanteando con sus manos la camisa del más alto para poder empezar a desabotonarla.
—Mhm, me parece que no te gustaría saber el resto de cosas que quiero hacerte. —A pesar de que su comentario lo apenó porque no todos los días veía a un Cristian sin filtros hablándole como si los dos fueran personas normales, no pudo alejar su mirada de él, sintiéndolo como un desafío. 
—Dudo que sea tan malo —le siguió el juego, terminando de desabotonar su camisa y aprovechando la cercanía para meter sus manos entre la tela y su cuerpo, tocando directamente su piel y deseando poder tocar toda su tez.
Cristian se quedó en silencio por unos minutos, mirando su expresión y buscando en sus orbes un atisbo de que de verdad podía hablarle así y no habría ningún problema. Muchas veces Lisandro se lo había dicho y le había dejado en claro que no quería que se guardara las palabras con él, que tenía el mismo derecho para hablar que él, pero a veces simplemente se sentía incorrecto hacerlo, demasiado contaminado con la idea de que solo era un títere que servía para proteger a la familia real.
Aunque esa vez, Cristian mandó todo a la mierda y solo se permitió estar con su novio, liberando todos esos pensamientos y deseos que reprimía todos los días. 
—Me encantaría poder besar todo tu cuerpo y tocarte hasta que solo puedas pensar en mí —mencionó, llevando sus manos hasta los collares del rubio para poder quitárselos—. Hacerte olvidar de todo y que solo seamos Lisandro y Cristian, dos personas que se aman a pesar de todo, dos personas que merecen el mismo afecto que cualquier otra y que no deberían estar escondiéndose por culpa de una opinión ajena —siguió hablando, a la vez que sus manos bajaban por el cuerpo del menor, apreciando su linda figura a través de su ropa, deseando poder quitársela y apreciar su cuerpo directamente porque nunca se cansaría de él, de lo hermoso que era, físicamente y en personalidad.
Los orbes del príncipe brillaron, tal vez demasiado, al punto que tuvo que morderse el labio inferior para no terminar llorando. Sus palabras habían tocado una fibra sensible dentro suyo y no podía pensar en otra cosa que no fuera en lo mucho que amaba al guardaespaldas.
Ansiaba con su vida que llegara el día en el que pudiera expresar su amor libremente sin sentir que sus padres dejarían de quererlo y que todo el pueblo le daría la espalda por ser como era.
—Te amo mucho, Lisandro. —A pesar de que sonrió de felicidad, dejó que las amargas lágrimas cayeran por sus mejillas, odiando ese sentimiento tan contradictorio en su pecho de felicidad y tristeza a la vez.
Estaba muy feliz de tener a Cristian a su lado, era lo mejor que le había pasado en la vida. Pero también estaba triste por todo lo que tenían que pasar los dos para poder estar juntos.
Las manos del guardia acusaron su rostro, limpiando las lágrimas con sus pulgares hasta que no quedó ningún rastro de ellas. El mayor no necesitaba una respuesta verbal para saber que le correspondía y mucho menos lo necesitaba cuando Lisandro lo abrazó con fuerza, escondiendo su rostro en su cuello y dejando que la calidez del cuerpo ajeno curara ese dolor en su corazón. 
En algún momento ambos terminaron de quitarse la ropa para poder llevar a cabo la tarea que desde un principio tenían pensado hacer, quedando ambos solo en ropa interior para así estar cómodos al bañarse.
No se despegaron en ningún momento el uno del otro, manteniendo sus manos en el cuerpo ajeno y acariciando sus pieles lo más que podían. Era raro que pudieran disfrutar de esa cercanía en su día a día, por lo que disfrutaron de poder tocarse y besarse. Las piernas del rubio rodearon la cadera del guardia y Cristian solo pudo sostenerlo con sus manos en su cadera, a la vez que apoyaba sus pies en la tierra húmeda debajo de ellos.
El agua terminaba por ocultar lo que hacían los dos jóvenes, aunque cualquiera podría darse cuenta de ello fácilmente tan solo caminando cerca de allí y escuchando los suaves gemidos y palabras de ruego del menor, dirigidas a su novio quien mantenía un movimiento constante para darle placer al príncipe. 
Ambos disfrutaron del momento a solas, incluso cuando el sol cayó y decidieron volver a tierra firme—y seca—, quedándose sentados a un lado del río mientras observaban el atardecer y cubrían sus cuerpos con la media capa del guardaespaldas. 
—Creo que voy a casarme con Muriel —comentó mientras se acurrucaba contra el cuerpo ajeno, apoyando su cabeza en su hombro.
Las palabras del chico rompieron esa burbuja hipnótica en la que se encontraba Cristian mientras miraba el ocaso entre los árboles, de vez en cuando observando cómo los rayos dorados del sol chocaban contra la morena piel del príncipe. 
No pudo evitar que esas palabras le dolieran.
Lisandro notó lo tenso que se puso su cuerpo y terminó enderezándose para mirar al guardia.
—No es lo que pensas —aclaró antes de que el chico se hiciera ideas equivocadas sobre el tema.
Simplemente pensaba que esa era la mejor opción que tenía en esos momentos, solo le alarmaba pensar en el futuro cuando necesitase procrear para mantener el reino a salvo.
—Le dije a Muriel que me gustaba un chico —se sinceró y pronto vio la mueca de temor en su rostro. Lisandro llevó una mano hasta la mejilla ajena para consolarlo—. Me ofreció que nos casemos para asegurar el reino y que podamos seguir juntos. Ella tampoco quiere una relación conmigo —contó para calmar los malos pensamientos del mayor. 
Cristian solo asintió con la cabeza, pensando el tema por unos segundos para después imitar el movimiento anterior de su novio, abrazándolo por la cintura con sus dos brazos y escondiendo su rostro en su cuello.
—Hablemos de eso después, por favor —le pidió y Lisandro no se lo negó. 
Ninguno de los dos quería hablar en esos momentos, al menos no sobre sus vidas, solo querían disfrutar de ese rato donde solo podían pensar en lo lindo que se sentían cada vez que estaban juntos, en esa calidez que invadía sus cuerpos sin importar la temperatura que los rodeara.
Otro día hablarían bien sobre ese tema, sin querer ninguno ponerle una fecha exacta.
Aunque no hizo falta que pasara mucho tiempo porque a la mañana siguiente se vieron obligados a hacerlo cuando Muriel entró inesperadamente a su pieza después de tocar la puerta un par de veces y encontrarse a la pareja durmiendo abrazados en la cama, ambos con sus torsos descubiertos por el calor que se generaba entre ellos por el contacto corporal.
Lisandro se despertó alarmado por encontrarse en esa situación, habiéndose olvidado de decirle a Muriel que no entrara a su pieza como si nada aunque fuera su futura prometida. La chica terminó disculpándose varias veces aunque le contó que los reyes habían querido que le diera una sorpresa al príncipe para invitarlo a comer, aunque la que terminó sorprendida fue ella, sin poder creer que el chico que le gustaba a Lisandro fuera su propio guardia.
Cuando Cristian se despertó, se encontró a los dos menores en el balcón de la habitación, conversando tranquilamente mientras disfrutaban del clima cálido de la mañana.
Lisandro le pidió que los acompañara y el pelinegro no pudo negarse, sentándose a un lado de ellos después de vestirse con alguna prenda de su novio para no incomodar a la chica porque tampoco pensaba ponerse la ropa del día anterior de nuevo.
Hablaron, comieron y rieron, como lo haría cualquier grupo de amigos. Tal vez alguien los vio desde el piso de abajo, tal vez no.
Realmente eso no importaba.
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geralddurden · 1 year
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Umbrella Pharmaceuticals - Chapter 2
I
A la sombra de un retorcido castaño, esperaba a Edward en un claro del jardín oriental de Ashford Hall. Como cada domingo, se reunirían para leer el borrador de su próxima novela, una ficción autobiográfica sobre su infancia y adolescencia en Italia hasta su exilio a Irlanda por la victoria del fascismo. Había elaborado la narración según el gusto de su público objetivo, del cual Edward formaba parte como lector cero de todas sus obras.
—¿Elizabeth?
Alguien llamó desde el límite del claro. Su esforzada vista distinguió una figura ataviada con un refinado traje color crema.
Edward.
No tardaron en reencontrarse. Se regalaron un beso en los labios. El perfume con esencia de rosas de ella se mezcló con la fragancia vainilla de él.
—¿Vamos? —ella sugirió.
—Vamos. —Él la siguió.
Pasearon con parsimonia, ella agarrada del brazo de él, hasta que alcanzaron un banco resguardado bajo un roble centenario. Cada uno se acomodó en su sitio favorito, Elizabeth a la izquierda y Edward a la derecha. Mientras Elizabeth preparaba el mecanografiado borrador para su lectura, detectó la ensimismada postura de Edward, con las piernas cruzadas y la mirada extraviada; síntoma de una evidente inquietud.
—¿Qué te preocupa? —interrogó.
—Nada, estoy bien. —Se acicaló el bigote evasivo.
Elizabeth le acarició el brazo para convencerlo. Adivinaba cuál era la fuente de su ofuscación.
—¿Es por Spencer?
Edward tragó saliva:
—Sí.
—¿Qué ocurre?
Edward suspiró:
—No quiero que Spencer incumpla su promesa.
—¿No confías en él?
—Sí. No. No lo sé. Estoy indeciso. —Él, tenso, acarició la mano que ella había posado sobre su brazo.
—¿Vas a cancelar tu participación en su compañía?
—No lo sé.
—Concédele un tiempo de margen.
—Sí… En fin. Lo siento… Cambiemos de tema. Quiero saber qué ocurrió con Lisbeth. Qué pasó después de que las camisas negras llamaran a su puerta.
—Averigüémoslo —invitó Elizabeth.
II
El carrillón de Saint Michael tocó la una de la tarde. El alcalde de Raccoon City, George Brown, todavía no había regresado a su despacho, donde un impaciente Oswell descansaba en un sofá de cuero a espaldas de una ventana desde la que se divisaba una pintoresca población de edificios de ladrillo y madera en el pie de las montañas Arklay. Había solicitado una audiencia con el representante local para negociar la construcción de una fábrica de Anzec en la localidad.
Raccoon City era, en comparación con las ciudades de alrededor, un pueblucho mayoritariamente habitado por blancos que habían emigrado con el único propósito de mordisquear los restos de la boyante riqueza industrial del Medio Oeste. A priori, no había razón para que un aristócrata británico se fijase en un lugar tan cutre. No obstante, había dos motivos. En primer lugar, su incipiente y virginal industria, sin inversión extranjera. Y, en segundo lugar, un endogámico y corruptible ayuntamiento. Imaginó aquel sitio como un prototipo de ciudad corporativa, con factorías automotrices y farmacéuticas de su propiedad.
La puerta del despacho se abrió. Por fin.
—Discúlpeme, señor Spencer. Ahora mismo le atiendo —dijo una grave voz reseca por el tabaco.
George Brown entró en el despacho con prisa, le estrechó la mano a Oswell por segunda vez y, a continuación, se aposentó en su propio sillón, tras un escritorio decorado con toda clase de baratijas y un par de animales disecados con poca maña. Brown era un tipo rechoncho y de monástico peinado cuyo holgado traje marrón no combinaba con su poblado bigote negro.
—No se preocupe. Entiendo la exigencia de su cargo, señor Brown. —No le gustaba que se refiriesen a él como señor.
Brown sacó un cuaderno de uno de los cajones de su escritorio y una pluma.
—Dígame, señor Spencer, qué clase de inversión le gustaría hacer en Raccoon City.
—Inaugurar una fábrica de Anzec Pharma, mi empresa farmacéutica, para la producción de medicamentos. Hace poco compré una patente y quisiera darle uso. Confío en que los rumores que he escuchado sobre el potencial fiscal e industrial de la ciudad sean ciertos.
—Sí, le aseguro que lo son —. Brown sonrió ampliamente. —Seguro que con el apoyo de grandes empresarios como usted Raccoon City será una de las mejores ciudades de todo el Medio Oeste.
—Ajá —Oswell cortó la adulación. —Como he dicho, confío en el potencial de la ciudad.
—Sí, sí, bien. No se preocupe. Nosotros nos encargaremos de facilitarle todos los medios necesarios para que cumpla con sus objetivos. —Escribió en el cuaderno.
—Si es así, no me importaría apoyar su partido de cara a una futura elección.
—Claro. ¿Cuándo planea construir la fábrica?
—En cuanto consiga la titularidad de la propiedad. A comienzos de verano. —Brown volvió a escribir en el cuaderno.
—Entendido. Nos ocuparemos de ello. Y también de los beneficios que le corresponden como inversor extranjero.
—Bien.
Quedaba un objetivo: sellar su asociación con el conde Ashford para disponer de su poder político y patrimonial.
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seddenostalgia · 1 year
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Los marroquíes: todos ordenados dejando pasar a la caravana con los jugadores arriba vestidos de traje y sobrios celebrando felizmente con la gente.
Los argentinos: un quilombo lleno de gente la caravana a paso de hombre con los jugadores arriba en cuero y en pedo bajo el sol tienen que rescatarlos en helicóptero.
Las energías son tan opuestas pero similares porque ambos países a su forma aman a su equipo con el alma y se sienten orgullosos de tenerlos
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Yo amaba a mi profesor de historia, era un viejo alto y robusto, tenía una calva tipo fraile y una guata de cerveza. Él siempre vestía de traje, su terno y corbata, lo que más me gustaba eran sus zapatos de cuero bien lustradas y de una corte fino, debe de haber tenido unos 58 años cuando lo conoci, por sus lentes, arrugas, escaso cabello como ya comenté y forma de hablar.
Estaba en octavo básico, tenía 14 años y mis compañeros estaban obsesionados con la bomba cuatro de La Cuarta; él siempre se las quitaba y las miraba, se acomodaba los lentes y elegía la que más le gustaba por sus atributos, se las guardaba en el bolsillo en ocaciones o las devolvía al dueño del milagroso papel.
Recuerdo su piel morena y los colgajos de ésta bajo el menton cómo se movían cuando hablaba. Casi siempre se sentaba sobre el mesón de los profesores frente a todos o en el prime asiento de la fila de enmedio aún que le pusiera toda la pierna encima a un alumno. Me parecía y me parece el profesor más interesante de todos los que alguna vez tuve, especialmente por como con disparates nos iba contando la historia, lograba que fuera divertida, que nos riéramos y la apropiáramos usando similitudes o contrariedades muy grandes, lograba hacer corta sus clases, interesantes y lograba interés genuino.
Tenía un apellido impronunciable, claramente era extranjero, pero siempre lo recordaré como el Profesor Rutherford, ex esposo de la jefa de utp y exelente profesor de historia.
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amaya151 · 2 years
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.. Acércate, quiero verte.
       .. Si, Amo.
Con los ojos vendados sigo la dirección de la voz que me habla con autoridad, y me paro frente a él, esperando ansiosa y deseando aprender.
.. Date la vuelta y levántate el pelo, voy a probarte tu nuevo collar y quiero que te quedes quieta hasta que yo te lo mande.
.. Si, Amo. Gracias por mi nuevo collar.
Le obedezco. Noto el tacto del cuero y el metal en mi cuello, y un escalofrío de excitación recorre mi espalda llegando hasta mi sexo, sintiéndome a la vez diosa y sumisa.
.. A partir de ahora soy tu señor. ¿Estás preparada, Sum?
.. Lo estoy, Amo. Sólo quiero complacerte.
.. Ahora vas a seguirme.
Tirando suave de la correa me dirige hasta un punto de la habitación, sólo oigo, huelo y toco, lo que hace que esos mismos sentidos se amplifiquen.
.. Quítame la chaqueta.
Palpo con mis dedos la prenda, adivino un traje de calidad y olor a colonia de hombre, a maderas, debajo lleva una camisa sin corbata. Dejo caer su chaqueta al suelo con un movimiento lento, cuando sus labios se abren paso a través de los míos. Me besa profundo y con actitud dominante y segura, lo que provoca que me entregue con total confianza y sin reparos.
Igual que llega, desaparece.
.. Detrás de ti hay una cama, apóyate en ella con las manos y las rodillas, a cuatro.
.. Si, Amo.
Obedezco de inmediato y por un segundo no se donde está él, no se donde estoy.
.. Abre la boca, Sum. Quiero que pruebes a tu señor.
La abro y me preparo para recibirle. Es suave, cálida y está erecta. Me siento bien sabiendo que le proporciono ese placer, así que la disfruto con todos mis sentidos. La lamo, saboreo, acojo, quiero notarla entera, hasta que toque mi garganta y se me salten las lágrimas.
Pero he de ganármelo, y la prisa me ha podido.
.. No te he mandado recrearte en ella, Sum. No has esperado mis órdenes y te tengo que reprender.
.. Lo siento, Amo, no pude evitarlo. Pero aceptaré el castigo que consideres.
Otra vez desaparece, hasta que oigo su voz grave detrás de mí.
.. Te daré cuatro azotes en los glúteos. Te arderá y tú vas a decirme que quieres recibirlos. ¿Estás preparada?
.. Si, Amo. Por favor, dame
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ocasoinefable · 2 years
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Frente a la banca, revisando los cueros. El tono naranja escala por las vigas, se enreda y cae lentamente al centro de la madera. Frente a la banca, ve caer la noche sin una estrella mientras su voz intenta corretear el silencio. Tiene las maletas en la puerta, la casa está vacía, ha doblado cada detalle, ha guardado en cada bolsillo una parte de del jardín. Se detuvo a la entrada, quiso dedicarle a su paso un tiempo, sentarse a mirar la tarde mientras se cierran las puertas, mientras revisa el ancho de la banca, se desploma y espera la noche <<hace un tiempo una mirada latía, la vi nacer en mi boca y quise decir mucho. Era una mariposa que al salir mi voz alzó el vuelo. Hace once años... Hace tanto que mi cuerpo se ha vuelto recuerdo, arrugas y canas asoman en la barbilla del sol, nudos y ofrendas después de haber hecho cuerpo de nuestras manos. Le vi con un traje amarillo llevando entre los pliegues que se le hacen a la tela una parte del tiempo, se caen como lo hace el sol aún solo giro. Sin detenerse. Como el agüero que está en la pared, un hoyo que un día encuentras sin saber si estuvo antes o fue reciente, solo lo notas, no hay forma de decirse lo que podría decirse de una sola forma. Silencio. No era su piel, ni su nombre. al borde de la ventana estuvo todas mis noches durante mi niñez, luego paso a mi alcoba en mi juventud, se vistió con mis jadeos y me cubrí entre los suyos... aun al abrir la palmas no sé si fue antes o después, no sé cómo se cayó y estiró por el suelo sin hallar más que el hecho. (Como sí ir hacia ti fuera tabú en mis letras). Promesas hechas por mí. rotas. se deshacen... ¿En qué lugar se almacena el sonido de tu nombre? que no puedo con él; más repite una y otra vez a través de los años. ¿En dónde busco tus manos y boca? sí en las mías te escondes... ¿Cómo desbarato está manía de esperar el mínimo movimiento tuyo, sí no es posible? No sé sí son las lluvias que se precipitan por el camino (por aquí se mantiene lluvia, son inusuales los días que no llueven, se teme las acontecimientos si no hay lluvia, mal presagio dicen todos lo de por aquí, solía parecernos gracioso pensar en algo como esto, ¡los tabús! Nos decíamos, más ahora comprendo que sí la lluvia no está susurra su ausencia entre los labios. Parece que se va descolgar la lluvia de nuevo)... no sé si es el olor de la tierra mojada o el color gredoso lo que traen tu olor y se quedan sin mí. ¿Ya no sé cómo mencionarte o como escribir a tu costado?, nos convertimos en silencio y es todo lo que hay, no hay forma de huir, ni fuerza o deseo, nos volvimos esto; un silencio infinito en la sonrisa, en la mirada que se extravía tan solo a una mención de aquel que desde un cuarto de milenios de años llamamos a otro, de los recuerdos que se anudan y se hunden en el fondo, palabras que no nos tocan, sensación que nos habita entre evasivas y directas. no logro tocarte a pesar que aprendí hacerlo no puedo explicar este hecho
[la polilla que desde un principio se había formado del centro de un pétalo, miraba hacia el sol, se movía entre las líneas que se juntaba al del pétalo, contaban el tiempo y se dormían sobre el bostezo de la otra boca, sobre el color de las pestañas presentadas, sobre las motas que reían y callaban en sus pieles. era a un sonido y movimiento. el viento golpeaba a veces les sacudían amenazando con acabar sus palabras y el tiempo vivido, pero allí estaban creyendo en la eternidad, pero solo se dio un aleteo. se cortaron algunas líneas, el pétalo se desplomo y el color de sonido de polilla quedo vacío, intentaron dar un paso a tras, pero no fue posible. La polilla alta se llenaba de lluvia y mordía de sus aletas el sonido de la flor, el pétalo la miraba en los charcos floridos con sus risas bailando, mientras apresaba el movimiento de esas alas, llevándose el nombre. aun están, eran el silencio en aliento del otro, nada más que una palabra muda] de su volar se rompió el pétalo de la flor y está se quedó con cada línea de las alas. Se pueden extender mis dedos entre los recuerdos que al volver, parece una ilusión y pensar que ha sido diferente es una fantasía igual de grande, pensar que puedo volver a tocar aquello que no tiene mención ni palabra es un trampa para decir que ha existido. se acostumbra a seguir, a callar; así que la voz se vuelve extraña, aunque le pueda ver algunas veces entre un tiempo sin destino, ya no están mis ojos, ni los suyos, solo el sabor del tiempo dando vueltas sobre las manecillas. De un número a años... De empolvados que un día comencé a cavar y a dejar en un espacio vacío, para sentir frente al espejo de nuevo el color de mis ojos.
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matcha-stain · 2 years
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▪︎society in spanish part 3▪︎
----------------------- clothing --------------------------
Vestir // Wear
Poner // Put on
Quitar // Take off
Lavar // Wash
Los probadores // Dressing rooms
La ropa // Clothes
La camisa // Shirt
La Camiseta // T-shirt
La camiseta sin mangas // tank top
La blusa // blouse
La sudadera // Long sleeve
El suéter // Sweater
El traje // Suit
El chaleco // Vest
El Vestido // Dress
La falda // Skirt
El pantalon // Pants
El vaquero // Jeans
El pantalón corto // Shorts
Las medias // Tights • socks
La braga • los calzoncillos // Underwear
El sostén // Bra
El abrigo // Coat
La chaqueta // Jacket
La corbata // tie
El sombrero // Hat
El garro // cap
La bufanda // Scarf
Los guantes // Gloves
El cinturón // Belt
El reloj // Watch
Las joyas // jewelry
Las aretes • los pendientes // earrings
El anillo // ring
El collar // necklace
La pulsera • el brazalete // bracelet
El bolso // purse
Los zapatos // Shoes
Las botas // boots
Sneakers
Las zapatillas // Slippers
Las chanclas // Flip flops
Grande // Big • loose
Apretado • apretada // Small • tight
Talla chica // Small
Talla mediana // Medium
Talla grande // Large
La tela // Fabric
El estampado // Pattern
De algodón // Cotton
De lana // wool
De seda // Silk
De cuero • piel // Leather
La cremallera • el cierre // Zipper
El botón // Button
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kaylaandvictoria · 1 year
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Más cambios en la moda y la sociedad: posguerra, 1950, 1960 y 1980
En el último post hablamos de la guerra civil española. Específicamente, hablamos sobre el efecto de la guerra en la moda. La moda para mujeres y niños cambió. También la ropa de los militares era única. Después de que terminó la guerra, Franco fue el dictador y la moda volvió a cambiar. En las décadas de 1930 y 1940, las mujeres cambiaron su moda y maquillaje. Sus vestidos eran siluetas largas con colores oscuros. Esto fue influenciado por los movimientos artísticos de la época. Por ejemplo, el surrealismo era tan popular. Las mujeres también comenzaron a usar trajes con pantalones del guardarropa masculino. Esto se inspiró en los movimientos de sufragio porque las mujeres querían igualdad. Todavía era raro que las mujeres usaran pantalones, chaquetas y trajes de falda, pero era una idea nueva en la moda.
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Luego, en la década de 1950, los cambios en la sociedad afectaron a la moda y a los futuros diseñadores famosos. Hubo un cambio en la moda tanto para hombres como para mujeres. Los estilos tenían diferentes colores y eran más versátiles. Después de la guerra, la sociedad volvió a la vida cotidiana normal. La gente quería olvidar la guerra y el sufrimiento. Las mujeres volvieron a sentirse bellas y seductoras. La década de 1950 fue el comienzo de la era del diseño de moda. Las nuevas tendencias reflejaban a la mujer segura y elegante. Por ejemplo, Christian Dior se centró en devolver el glamour y la belleza de las mujeres porque se había ido durante la guerra. Los vestidos eran lo más popular. Los vestidos resaltaban la cintura. Algunos vestidos tenían un estilo ajustado y otros tenían una falda acampanada pero con la espalda abierta. Esto también se usó con corsés hasta principios de la década de 1960. El largo de estas prendas era por debajo de las rodillas porque las faldas cortas y los vestidos eran irrespetuosos. Algunos hombres los compararon con trajes de baño.
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Luego, a mediados de la década de 1950, los pantalones para mujeres se hicieron más comunes debido a su lucha por la igualdad. Para los zapatos, los zapatos de tacón simbolizaban la elegancia y el dinero. Los collares y pulseras de perlas también simbolizaban la riqueza. Otros accesorios fueron sombreros anchos, guantes y anteojos de colores. Para los hombres, James Dean y otros actores influyeron en la moda. Los jeans y las chaquetas de cuero eran populares. Entonces, los hombres ricos usaban trajes formales, pantalones a rayas o cuadros, chalecos, corbatas, camisas de algodón y pañuelos.
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Más tarde, en la década de 1980, España se volvió más moderna. Se comenzaron a usar hombreras y había atuendos con colores brillantes y formas únicas. La década de 1980 fue una época de rebelión y la gente se vestía con diferentes estilos. Las mujeres usaron minifaldas con diferentes tipos de telas, jeans ajustados, pantalones de cintura alta y medias. Este estilo marcó una época que se recuerda e incluso se recupera 40 años después. Zara, una marca española, presentó una colección de ropa inspirada en la década de 1980 en la primavera de 2021.
Los recursos:
La moda en los años 30-40  https://www.trendencias.com/disenadores/la-evolucion-de-la-moda-durante-el-siglo-xx-iii-de-1930-a-1940
2.  Balenciaga en los años 50
Moda en los años 70 y 80 https://www.diariodesevilla.es/sociedad/moda-Espana-anos-80_0_1733527420.html
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mary-on-bbsl · 2 years
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VIVIENNE WESTWOOD
Vivienne Westwood, reconocida como la “Reina del Punk”
La moda mueve a las persona de la forma mas abismal posible si bien no es solo el vestido de diseñador, la moda es un arte creado por las manos de quienes tienen su escencia llena de inspiracion. Vivienne Westwood es la muestra de marca y persona hecho arte y moda, la artista dio vida al estilo de la reconocida cantante Sid Vicious de la banda de Punk Británica Sex Pistols en la década de los 70s.
Y despues de todo esto se marcó una nueva tendencia de moda con un sello personal en el arte del diseño de diferentes íezas de moda, que inspiran una historia llena de arte y con la exploración de diferentes materias primas para sus creaciones.
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Se caracteriza por incluir en sus diseños corazones metálicos y de colores vivos, apliques innovadores, texturas y estampados en el plástico.
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Westwood fue una de las creadoras de la moda punk que domino la escena underground de Londres en los años 70, un estilo punk que incluía moda BDSM, parafernalia de bondage, imperdibles, hojas de afeitar, cadenas de bicicletas o cisternas en la ropa y collares de perro con pinchos como piezas de joyería, todo aderezado con extravagantes maquillajes y peinados. La excentricidad y la anarquía eran dos de los lemas de la ropa que creaba Vivienne para su numerosa clientela procedente de las calles, llegando a diseñar ropa de goma, cuero o charol. Su colección de 1976 la denominó "Esclavitud", en la que las prendas se presentaban claveteadas, llenas de hebillas, cremalleras y correas. Fue un éxito total y Vivienne Westwood aportó innumerables ideas que se copiaba a diestro y sinestro. Vivienne toma entonces la decisión de trasladarse a París para realizar sus espectaculares desfiles y es en esta ciudad en donde casi cada año se pueden seguir admirando sus creaciones. En 1985, con "Minicrini", lanza los zapatos de plataforma, una pieza absolutamente Westwood, como sus corsés, los trajes sastre en tweed escocés y los tailleurs con polisón.
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Westwood ha compaginado además su exitosa carrera como diseñadora con la política y las reivindicaciones sociales como la defensa de los derechos civiles, aunque se ha visto envuelta en numerosas polémicas por el daño ecológico producido por la fabricación de sus prendas de ropa.
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En septiembre de 2005 decide inspirarse en el far west.
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Aparece en un estable, con un ropaje de vaquera, con el sombrero y unos pantalones de cuero.
La sesión se le llama "trouble in Dodge-city". Dodge City se estableció en 1865, en el estado de Kansas, en el centro de Estados Unidos. En agosto de 1872 se constituyó la Dodge City Town Company, conformada por negociantes, para trazar y construir una localidad. Se pensó en llamarle Buffalo, pero al saber de la existencia de una ciudad con tal nombre, se optó por Dodge City en honor al fuerte cercano. El siguiente mes una línea ferroviaria alcanzó el lugar, lo que causó un pronto crecimiento entre salas de baile, cobertizos, tienda, restaurante, barbería y herrería.
En esta época llegó desde la localidad de Wichita el reconocido Wyatt Earp, contratado como Chief Deputy Marshall.
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Milena presenta un aspecto latino, por su pelo y piel oscura, no aparenta una mujer del este de Europa.
Al lado del caballo, se mimetiza, con su sombrero, pañuelo al cuello, y su enorme escote, alucinante, como siempre.
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Ella sujeta a dos caballos, con naturalidad, como si toda la vida la hubiera dedicado al cuidado y monta de ellos.
Siempre destaca su preciosa sonrisa, rematada con ese pecho grande, su enorme canalillo, recogidos por una camisa con lazo.
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Los gestos de Milena son sublimes, como elevar los brazos y asi, sus pechos ascienden y se siente presionados en su camisa.
Para ella es todo una atrevimiento llevar el escote asi, sin ningun botón colocado, para permitir que sus pechos sean promintentes. El estilo de vaquera, con el cinto y la pistola, la hace fascinante.
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Una imagen típica de los vaqueros es cuando se duermen durante el día. Pero en este caso, es totalmente diferente, pues no es habitual admirar un escote tan amplio, con unos pechos gigantes y caídos.
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Por último, Milena coincide con una mujer vestida con un traje victoriano, de los famosos burdeles. Ella mantiene una actitud del típico vaquero ante una mujer vestida con un traje llamativo, lo típico de las películas.
La mayoría de las películas nos han mostrado a estas "mujeres de salón" como mujeres desvergonzadas, con carácter, que llevaban una vida frívola, y que, finalmente, eran rescatadas de ese mundo por el protagonista de la película.
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