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#tecnocracia filosófica
bocadosdefilosofia · 3 months
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«La tecnocracia económica lo espera todo de la emancipación de los medios de producción materiales. Platón quiso convertir en amos a los filósofos; los tecnócratas quieren hacer de los ingenieros un consejo de vigilancia de la sociedad. El positivismo es tecnocracia filosófica. Para el positivismo, si se quiere ingresar como miembro en los gremios de la sociedad, es condición previa profesar una fe exclusiva en la matemática. Platón, panegirista de la matemática, concebía a los gobernantes como peritos administrativos, como ingenieros de lo abstracto. De un modo parecido los positivistas tienen a los ingenieros por filósofos de lo concreto, puesto que ellos aplican la ciencia de la cual la filosofía —en la medida en que de algún modo se la tolera— es un mero derivado. Sin desmedro de todas sus diferencias, tanto Platón como los positivistas sostienen la opinión de que el camino para salvar a la humanidad consiste en someterla a las reglas y a los métodos de la razón científica. Los positivistas, empero, adaptan la filosofía a la ciencia, esto es, a las exigencias de la praxis, en lugar de adaptar la praxis a la filosofía. Para ellos el pensar, precisamente cuando funciona como ancilla administrationis, se convierte en rector mundi.»
Max Horkheimer: Crítica de la razón instrumental. Editorial Sur, págs. 70-71. Buenos Aires, 1973.
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rebelion20-12films · 2 years
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ELFEN LIED: DISTOPÍA 'KAWAII'
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FICHA TÉCNICA
Nombre original: エルフェンリート (Erufen Riito)
Nombre internacional: Elfen Lied
Idioma y país de origen: Japonés, Japón
Tipo de serie: Animación. Terror, ciencia ficción, cyberpunk biotec.
Equipo creativo: Mamoru Kanbe (dir.), Takao Yoshioka (guion), basado en el manga de Lynn Okamoto
Emisión original: julio-octubre 2004
Temporadas x episodios (duración): 1x13 (27 minutos)
EL OTRO NACIMIENTO DE EVA
La eugenesia, doctrina derivada del maltusianismo, afirma que los recursos son cada vez más escasos y la población cada vez más excesiva. Sus antecedentes se remontan, según ciertas opiniones, hasta la antigua Esparta o la obra de Platón, pero la eugenesia sólo adoptaría la forma de un discurso teórico hasta principios del siglo XIX, cuando Thomas Malthus mismo planteó su núcleo ideológico y echó sus semillas sobre el terreno fértil de las nacientes ciencias de la vida y lo social, campo intelectual y político que más tarde labrarían y abonarían profusamente Herbert Spencer y Francis Galton en una época y un lugar muy especiales: la era victoriana en el corazón del Imperio británico y de la revolución industrial. Con sus respectivas aportaciones filosóficas y científicas, ambos modelaron un sistema ideológico que se propagó en un entorno intelectual receptivo a los frutos (envenenados) del frondoso árbol de la eugenesia, al que plumas prestigiosas como la de Bernard Shaw se adhirieron, aunque no sin la oposición frontal y vehemente de su amigo Chesterton, lo cual pone de relieve el impacto y relevancia cultural de este movimiento.
Sin embargo, para solucionar el entuerto maltusiano no bastarían ni la estadística de Galton ni la teoría social de Spencer (un antiestatismo que contrasta con, por ejemplo, el de Kropotkin. Naturalistas los dos, cada uno formuló su teoría política a partir de sus observaciones en el entorno austero y hostil de la taiga el ruso, y en la populosa y opulenta metrópolis imperial el inglés. ¿Hasta qué grado esto influyó en sus ideas sobre el anarquismo?). Émulo político de la cría de ganado y empresa de ingeniería social, la eugenesia marcó el ascenso y auge de la biopolítica a gran escala, y si bien la genética actual descarta palmariamente sus supuestos básicos, tanto ahora como entonces, estos calaron tan hondo en el imaginario que dieron origen a los mitos contemporáneos de la sobrepoblación y la degeneración. Como dice Anne-Fausto Sterling parafraseando a Donna Haraway: “la biología es política por otros medios”.
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Cuando las premisas son superávit demográfico y déficit económico, dos vías se abren: obtener más recursos y… reducir la población. Polémicas en apariencia actuales fueron ya motivo de intenso debate durante la era progresista en Estados Unidos a inicios del siglo XX. Las políticas para incrementar los recursos fomentaron la industrialización a gran escala e impulsaron la “organización científica del trabajo”. La eficiencia fue clave, como lo mostró la implementación del taylorismo en las fábricas. Si una institución era ineficiente, se le cortaba el financiamiento (allí los orígenes de la austeridad, la tecnocracia y la meritocracia, temas hoy vigentes). La crisis de la década de 1930 mermó el crédito de estas doctrinas políticas, pero sin marginarlas, ya que permanecieron en el imginario como la base de los valores estadounidenses que, con la expansión global de su industria, fueron exportados a las gerencias de los centros de trabajo de su área de influencia, y desde la periferia saltaron de nuevo al primer plano durante los años 80 en forma de reaganomics.
Por su parte, el problema demográfico se encaró mediante políticas de control de natalidad, algunas con manifestaciones curiosas como los concursos de “la familia más apta”, ejemplo este de la eugenesia positiva, que fomenta la reproducción de los “grupos más aptos”. En realidad, la eugenesia fue, en muchos aspectos, una faceta de la moral sexual hegemónica cuya expresión más cruel se desplegó en la eugenesia negativa, cuyo objetivo es prevenir la procreación y proliferación de los individuos supuestamente "degenerados". Una medida de este tipo consistió en políticas migratorias restrictivas "para evitar el mestizaje", otra fueron los abortos selectivos (la instrumentalización de los cuerpos de las mujeres para servir a los intereses de un grupo social, contrario al derecho a la libre elección y disposición de la vida y la sexualidad), y también las esterilizaciones forzosas. Todo esto pavimentó un camino criminal que culminaría el Lebensborn y los campos de concentración.
Al ser considerada fundamento de tales atrocidades, la eugenesia negativa no sólo cayó en desgracia, sino que fue proscrita por su asociación con las abominaciones del nazismo. Como ideología, parecía acabada, y de a poco cedió ante una eugenesia práctica dentro de un marco legal definido y alejada del ideal de “mejoramiento de la raza”, enfocada más en la detección y prevención de males congénitos bajo la figura de una consejería informada por los recientes avances en genética. Sin embargo, en el ideal político contemporáneo reaparecen los llamados a la limpieza genética y la invocación místico-justiciera de la selección natural como eliminación de "los inadaptados", grupo entre cuyas filas los denunciantes nunca se cuentan.
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Y así llegamos a Elfen Lied, donde la eugenesia aparece de forma nada sutil. Por principio, el nombre del programa para reemplazar a la humanidad con los mutantes llamados diclonius e impulsado por el principal antagonista, el jefe Kakuzawa, se llama Lebensborn, sin más ambages. La protagonista, que pertenece a la mencionada raza diclonius, seres reconocibles por un par de protuberancias craneales como pequeños cuernos con forma de orejas de gato y que tienen poderes telequinéticos, también posee un nombre con referencias a la biología, Lucy, el cual alude a los restos óseos de un espécimen hembra de Australopithecus afarensis (a su vez nombrado según una canción de los Beatles). El vínculo entre su nombre y su rol en el argumento constituye otra referencia, pues se pretende análoga a la Eva mitocondrial, ancestro femenino común de la humanidad actual, tal como su contraparte bíblica.
En cuanto a los diclonius, un miembro de esta especie puede procrear de forma convencional, cogiendo, o insertando en un humano uno de sus vectores, brazos invisibles que varían en cantidad y longitud de un diclonius a otro. Desde el momento en que un humano es afectado por estos vectores sólo podrá concebir diclonius de la variante llamada silpelit (nombradas, como la serie, a partir del poema de Mörike), hembras estériles al igual que otros híbridos del reino animal y que sólo pueden transmitir su material genético vía sus vectores. Gracias a que vibran a una frecuencia altísima, los vectores logran cortar materia sólida, por eso los diclonius los usan como un arma letal decapitando gente o volándole literalmente la cabeza de forma perturbadora y profusa durante la serie. Tanto por su mecanismo como por los actos violentos en los que aparecen, los vectores recuerdan a las habilidades telequinéticas que aparecen en la película Scanners (1981, dir. David Cronenberg).
Las referencias religiosas también son recurrentes. Una no muy aparente es la cornamenta de los diclonius, similar a la que adorna la cabeza del Moisés de Miguel Ángel que, contra la creencia que la atribuye a un error de traducción (que sí está presente en la serie, pues diclonius es 'dos cuernos' en un latín macarrónico), representa un significado teológico antiguo y, por eso, olvidado: la autoridad, rasgo de los dioses paganos demonizado por el cristianismo cuando hizo de las astas un rasgo del diablo. Sin embargo, esto es una hipótesis, y Lucy tal vez lleva cuernos sólo por que se ve genial. Donde sí abundan referencias religiosas sin sombra de duda es en el sobrecogedor y sublime tema de entrada.
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Composición de Konishi Kayō y Kondō Yukio e interpretada por Kumiko Noma, Lilium es el motivo musical de la serie, tema omnipresente cuya melodía en varias instrumentaciones marca los momentos más importantes de la historia. Esta obra destaca por su composición tan única en el mundo del anime al estar inspirada en cantos gregorianos pero con un toque romántico. Además su letra en latín retoma los textos de varios salmos, himnos y pasajes bíblicos que le conceden un tono hierático excelso, místico y sensual como el plasmado en las obras de Gustav Klimt, inspiración directa de los cuadros que aparecen al inicio de cada capítulo.
LA EXPULSIÓN DEL EDÉN
Obra de Amin Maalouf, escritor francófono de origen libanés, El primer siglo después de Béatrice es una de las novelas clave de nuestro tiempo. Escrita en primera persona como el diario de notas de un entomólogo, navega entre la ciencia ficción, el periodismo, la fábula y el misterio. Esta obra de prosa refinada y estilo elegante imagina un peculiar escenario de colapso de la civilización. Los fantasmas de la eugenesia y el machismo ancestral se combinan en el relato de los efectos funestos de una sustancia afrodisíaca que, como efecto colateral, induce el nacimiento de hijos varones por su acción química en los genitales de quienes la consumen, los hombres (la bioquímica se trata de forma endeble en la novela, sin afectar su construcción). Dicha sustancia, vendida como un "remedio folclórico milenario" para escapar al control legal de su distribución, es en realidad un fármaco fabricado por un gran laboratorio que lucra con él gracias a la enorme demanda que tiene en países subdesarrollados por medio de una red de falsas franquicias de medicina tradicional.
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A la larga, el consumo de esta sustancia genera una crisis demográfica por el desbalance ocasionado en las tasas de natalidad favorable a los hijos varones, produciendo olas de violencia donde la cantidad de mujeres se desploma. Aquí traslucen las apreciaciones del autor sobre la fisura existente entre el Sur y el Norte globales, la cual no es sólo económica sino también cultural y de valores: en ciertas naciones las mujeres son un objeto de comercio y por eso mismo, se genera un círculo vicioso. Ser mujer en esos sitios es algo peligroso y fuente de sufrimientos que nadie desea pasar, por eso, para evitarlos, se evita traerlas a un mundo cada vez más agresivo con ellas. En definitiva, la política de la moral sexual en acción.
Todos estos planteamientos son, cuando menos, cuestionables, pero justo por eso la citada novela es una obra clave, pues se nutre de toda la fantasmagoría en torno al natalismo y la feminidad que de forma ambigua se plasma en los encuentros y desencuentros de los personajes y en sus reacciones ante los eventos descritos en el maravillosamente hilvanado relato. Publicada en 1992, la novela prescinde del truculento recurso de una conspiración para acabar con las mujeres por el sencillo hecho de que tal cosa no es necesaria cuando la misma sociedad patriarcal ya se encarga de ello, entonces se propone indagar cómo, en un mundo con dichas característica, la irrupción de un elemento técnico acabaría por dar consistencia a la más apocalíptica de las catástrofes por el sólo hecho de satisfacer la más sicalíptica y atávica de las fantasías masculinas.
Sin embargo, El primer siglo no reelabora literariamente la tesis del choque de civilizaciones. Sur y Norte no representan esencias, si bien Maalouf perfila un posible "australismo" o "meridionalismo" análogos al orientalismo en el fatídico y altamente distópico episodio del "Arca celeste", donde las más nobles intenciones son caldo de cultivo del desastre. El Vitsiya, un telepredicador evangelista estadounidense de origen ucraniano se propone favorecer el éxodo masivo de las niñas a través de un puente aéreo que va desde países de Asia y África hacia naciones europeas. Con una transmisión televisiva que se lee como un trasunto y sátira del famoso Live Aid de 1985 y los teletones, el Vitsiya dice al mundo que la ayuda internacional ha fracasado, pero que en el Norte hay familias ávidas de acoger a "esas miserables niñas" que de otro modo no tardarían en morir o ser esclavas. Es evidente la alusión al ahora llamado "complejo de salvador blanco", deudor de la ideología de la "misión civilizadora" como "la carga del hombre blanco", que retrata al imperialismo como una obra altruista y de sacrificio, cual sketch de Micky Vainilla.
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Sin embargo, el narrador no censura las intenciones ni los motivos del Vitsiya, sino su método. Es posible que esas familias huéspedes existieran, pero su pretendido salvador nunca se molestó en contactarlas: he ahí la razón del fiasco. Al filo de estas posturas se mueve la novela de Maalouf, quien pinta un cataclismo arraigado no en el mal absoluto, sino en la estupidez radical de los prejuicios y otros vestigios culturales, como lo hiciera Vonnegut en Galápagos, aunque éste con más ironía y desenfado. Por esto no parece fortuito que el narrador y protagonista de El primer siglo sea entomólogo y que sus opiniones políticas parezcan influidas, como en Spencer y Kropotkin, por su trabajo con el mundo natural, recordando o tal vez aludiendo al (por decir lo menos) polémico Edward O. Wilson, el "padre de la sociobiología", quien cimentó una disciplina que difumina las fronteras entre naturaleza y cultura, cuya premisa puede resumirse así: la política es una capítulo de la biología, ideario que ha servido para presentar delirios raciales y de clase al amparo del halo de autoridad de la ciencia.
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Por su parte, Elfen Lied también expone la violencia contra las mujeres y trata de nociones discriminatorias con un aura biologicista. Lucy aparece desnuda y con una herida en la cabeza a orillas de una playa. Los jóvenes que la encuentran, Kōta y Yuka, la llaman Nyu, lo único que sabe decir. Esta simpática e inocente muchacha de cabello rosa se interpone sin quererlo en el camino de los intereses románticos de Yuka, quien ignora que la recién llegada tiene asuntos pendientes con Kōta. Ambos ignoran que tras la inocente Nyu hay una despiadada asesina, Lucy, que cambió su actitud agresiva por el impacto de un proyectil en su cabeza que le dejó una herida. Buscando huir de su reclusión en una isla, se lanzó al mar y fue arrastrada inconsciente hasta la playa donde la rescatan.
Llama la atención que Kōta, ciego a los sentimientos de su prima (sí, Yuka es su prima), de inmediato se enamora de la bella y tierna Nyu, mas no sin sobresaltos, como cuando Yuka los encuentra juntos en situaciones bochornosas, o cuando Nyu rompe unas conchas de mar, único recuerdo que el chico tenía de su hermana asesinada hace mucho en un festival de verano. Y hablando de festivales, todo Elfen Lied lo es, pero de la truculencia. Su argumento trata la redención de la humanidad con una trama que corre por dos vías paralelas. Primero está la historia del genocidio que perpetrarán los diclonius encabezados por el jefe Kakuzawa; aparte está el asunto de la reconciliación incluido en la historia de amor entre Kōta y Lucy, porque ambos ya se habían conocido.
Kōta fue el primer humano que trató a Lucy como igual, sin discriminarla por su apariencia, a diferencia de los compañeros de orfanato de la entonces niña que, en uno de los momentos más chocantes, presencia cómo masacran a un inocente perrito, su único amigo. Dicho trauma alimenta su desprecio por los humanos, que sólo conoce alivio cuando conoce a Kōta, pero debido a que éste la decepcionó por no decirle la verdad sobre si iba a ir acompañado al festival de verano (negó que iba a ir con Yuka), lo llama mentiroso y consuma su venganza con una salvaje carnicería que termina con el asesinato de su hermana y su papá frente a sus ojos. En el capítulo 12 acontece la anagnórisis: Kōta atestigua una matanza cometida por Lucy, evento que desbloquea sus recuerdos reprimidos y le permite darse cuenta de que esa despiadada asesina es la misma chica que rescató, y que ella es también la niña que mató a su familia... y de quien también se había enamorado ese verano.
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Lucy, llamada Kaede en su infancia, tampoco puede tramitar su pasado y sus traumas la acechan a cada paso. Por ejemplo, hay una niña de nombre Mayu que huyó de su casa debido a los múltiples abusos, físicos y sexuales, que recibió por parte de su padre y que son mostrados de forma gráfica en la serie. Vagando por las playas de Kamakura se encuentra un perrito al que llama Wanta y en cuya compañía va por ahí buscando comida, alimentándose de sobras hasta que son encontrados por Yuka y Kōta, quienes les ofrecen refugio como antes hicieron al hospedar a Nyu en su casa (un trauma, un perro y algo rosa, ¿no son muy Paranoia Agent?). Pero hay un momento en que Nyu, ahora consciente y con la personalidad de Lucy, ve al perro y no sabemos que va a hacer con él. La tensión es máxima: ya previamente habíamos atestiguado una violenta masacre causada por Lucy, pero, para nuestro sosiego, al fin deja en paz al perro. En otra ocasión, Lucy misma intenta cometer suicidio con unas tijeras aunque luego se arrepiente. Según ella confiesa más tarde, el recuerdo de lo que vivió junto a Kōta la mantuvo con vida todo ese tiempo, además de su necesidad de pedirle perdón.
EN EL NOMBRE DEL PADRE
Algo que caracteriza a Elfen Lied es la recurrente hiperviolencia que irrumpe a veces de forma gratuita y absurda, aunque funcional a la trama. No obstante, todo es empañado por la banalización resultado del abundante fan service, de los inoportunos chistes sexuales y de la inclusión forzada de alivios cómicos ridículos así como de la abusiva exhibición del cuerpo desnudo de Nyu, cuya personalidad ingenua con las tetas al aire parece obedecer más a un intento de encarnar una fantasía de Lolita grotesca, incómoda y anodina. Por fortuna, toques como la ecualización en los efectos especiales y detalles de producción como los paneos de voces, por no hablar de la dedicación puesta en los escenarios que recrean de manera hermosa sitios y panorámicas reales de Kamakura, la dotan de realismo entre tanta simpleza. Y he aquí el punto más criticable de la serie: ¿qué busca de la audiencia?, ¿risa, incomodidad, involucración? Hay que hacer mucho esfuerzo para sacar en limpio algunos aspectos valiosos entre tanta paja, lo cual la audiencia no siempre está dispuesta a hacer ya que nada la obliga a soportar tanta trivialidad a cambio de migajas.
Más allá de los icónicos diseños y la descarada sexualización (piénsese en las huéspedes de Kōta, presentadas como su harén), el elenco de personajes femeninos, con la sola excepción de la insufrible Yuka, destaca por su cuenta. Las silpelit como Nana y Mariko poseen un trasfondo potente. Una y otra son personajes dispares, la combinación de letalidad junto con inocencia e inmadurez, respectivamente, las hace no sólo carismáticas, sino que, a pesar de lo unidimensionales que resultan, les permite una evolución que la trama sabe resolver de forma apropiada para cada caso, en el de Nana dotándole de la familia que nunca tuvo, y en el de Mariko, recuperando al padre que había perdido. Y es el rubro del maltrato psicológico el que no resulta tan mermado entre tanta banalización, tal es el caso de la mencionada Mayu, que se vincula a un nivel muy profundo con Nana por la temática de la paternidad. Son las secuencias más álgidas aquellas donde resuelven su relación paterno-filial: adopción o abandono, siempre navegando entre la venganza, la aceptación y el perdón, con la amenaza latente de naufragar que se resuelve en la zozobra o la llegada a buen puerto.
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En cuanto al elenco masculino, Kōta es a veces irritante, pero esto es por obra de las inquinas tontas de Yuka, y sin embargo él también tiene un conflicto fuerte con su pasado. Su tormento es que no puede perdonarse las últimas palabras dichas a su hermana Kanae: una sarta de reproches a las que ella responde gritándole que lo odia, todo por defender a Kaede, a quien antes había traicionado y que se apersonó con tal reclamarle lo que ella vivió como una traición. Al final Kōta se da cuenta de que nadie elige sus últimas palabras pero sí puede elegir las importantes, como en una confesión de amor, y que, si de perdón se trata, el tiempo no espera y avanza, como bellamente lo ilustra la alegoría final en la que, entre los ladridos de Wanta y la sombra de una misteriosa visita esperando tras la puerta, el reloj, que hasta entonces había estado parado, vuelve a activar su marcha justo después de que la caja musical donde sonaba la hermosa melodía de Lilium se detuvo.
En conclusión, Elfen Lied es un cuadro simbolista donde cohabitan los tonos pasteles de una procaz ligereza, las sombras de una inane tragedia y el oro de una extraña belleza. Es una joya frustrada que resulta hermosamente mala. Empalagosa mitología malograda con el regusto herrumbroso de la sangre.
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José Luis Mata Hernández. Viernes 3 de junio de 2022. Editado al día siguiente.
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elcitigre2021 · 2 years
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Michael Sandel: justiça, democracia, desigualdade e muito mais...
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Michael J. Sandel é um filósofo, escritor, professor universitário, ensaísta, conferencista e palestrante estadunidense[1] , que ficou reconhecido internacionalmente pelo seus livros Justiça - O que é fazer a coisa certa?(2010) e Liberalismo e os limites da Justiça (1982).
Michael Sandel é responsável pelo curso de Justiça e desde 1980 é professor de filosofia política da Universidade de Harvard, fazendo palestras e aulas no mundo todo, sempre questionando os princípios contemporâneos de justiça com frases e aforismosinstigantes e reflexivos.[2] Suas principais influências filosóficas são John Locke, Immanuel Kant, John Stuart Mill, John Rawls,Charles Taylor e Michael Walzer.
O curso "Justiça", de Michael J.Sandel, é um dos mais populares e influentes de Harvard. Quase mil alunos aglomeram-se no anfiteatro do campus da universidade para ouvir Sandel relacionar grandes questões da filosofia política aos mais prosaicos assuntos do cotidiano.
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No primeiro vídeo, Sandel expõe como os Estados Unidos migraram de uma economia de mercado para uma sociedade de mercado; é justo que se diga que a experiência americana de um americano de compartilhar a vida cívica depende da quantidade de dinheiro que ele tem. (Três exemplos importantes: acesso à educação, acesso à justiça, influência política). Em uma palestra e discussão com a plateia, Sandel nos pede para pensar honestamente sobre esta questão: Na nossa democracia atual, é muito para colocar a venda?
No segundo vídeo, Sandel, em entrevista para a Globonews trata de diversos temas ligados à atualidade: corrupção, participação política, igualdade social, justiça. Ele trata, por exemplo, de como nossa democracia tem deixado engolir pela tecnocracia e pelo poder do mercado; como a dimensão ética, humana e realmente política têm sucumbido ao poder do dinheiro.
No vídeo, um trecho da primeira aula de seu curso "Justiça", disponível na internet, na qual discute as nuances desse conceito e a relevância das escolhas que fazemos. 
Na conferência feita no Brasil, Michael Sandel, argumenta que a separação entre as classes, em um mundo em que cada vez mais coisas podem ser compradas, afeta diretamente a democracia. Para o professor do curso "Justiça", de Harvard, a diferença entre os preços impede que ricos e pobres convivam nos mesmos espaços e consumam as mesmas experiências e bens.
O reconhecimento da diversidade social cessa de existir e isso que faz com que paremos de nos importar com o bem comum. Conferencista do Fronteiras do Pensamento 2014.
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A sociedade brasileira se acomodou perigosamente a uma ideia. quem não pode pagar um colégio particular não tem como garantir aos filhos educação de qualidade. Convivemos com situações variadas em que o dinheiro manda: com ele, é possível eleger políticos, passar à frente da fila em parques de diversões e até adquirir o direito de emitir poluentes no ar comprando créditos de carbono. O fenômeno não é só brasileiro. Em diversos países, ricos e pobres, experimentam-se os limites do poder do dinheiro para que caçadores possam caçar, crianças sejam incentivadas a ler mais e pacientes consigam atendimento médico decente. Um dos filósofos mais populares do mundo, o americano Michael Sandel, acha que estamos indo rápido demais.
“Quero provocar agora o debate que deveríamos ter tido, e não tivemos, nas últimas décadas: onde deve e onde não deve valer a lei de mercado”, afirma Sandel, professor na Universidade Harvard. Ele acha que usar os mecanismos de mercado em aspectos variados da vida é um exagero dos economistas. Ele se opõe a pesquisadores como o ganhador do Nobel de Economia Gary Becker, maior estrela de uma corrente de pensamento que inclui, entre outros, os brasileiros Carlos Eduardo Gonçalves e Mauro Rodrigues, autores de Sob a lupa do economista.
Sandel, um filósofo de fala pausada, virou celebridade por causa da repercussão de seu curso “Justiça”, à disposição na internet. Em seu livro mais recente, O que o dinheiro não compra (Editora Civilização Brasileira), Sandel defende um resgate dos princípios e das convicções morais diante da lógica de mercado, em contraponto aos que pregam soluções técnicas e ênfase apenas nos resultados. Nessa defesa, faz propostas polêmicas, como acolher no debate público as convicções religiosas. Sandel estará no Brasil em agosto, a convite da consultoria Amana Key, para apresentar palestras em Fortaleza, São Paulo e Brasília. Entrevista:
ÉPOCA – O cidadão comum precisa fazer escolhas sobre questões cada vez mais complicadas, relacionadas a economia, meio ambiente, saúde pública, tecnologia. A filosofia pode nos ajudar?
Uma fonte de corrupção é a concentração de poder político sem fiscalização. A outra é o poder do dinheiro sobre a vida pública.
Michael Sandel – Sim, potencialmente. A filosofia pode contribuir com a cidadania da seguinte forma: ser um bom cidadão é mais do que votar no dia da eleição. O cidadão deve se manter informado sobre as questões públicas, debater com outros cidadãos sobre o bem comum, ajudá-los a formar as decisões deles. E o único jeito de deliberar sobre o bem da coletividade é encontrar, logo abaixo da superfície de nossas discordâncias políticas, os princípios importantes que temos em comum – justiça, equidade, liberdade, democracia. Temos de discutir quão diferentes são nossas concepções de justiça e liberdade, e essas questões são filosóficas. Tento promover a ideia da filosofia pública, excitante, desafiadora e acessível a todos os cidadãos.
ÉPOCA – O senhor vem tratando dessas questões complicadas em suas aulas, e com elas consegue empolgar alunos jovens. O que o senhor aprendeu, como professor, nesses anos em que ministra o curso de filosofia política?
Sandel – Uma das mudanças mais dramáticas ao longo da história do curso foi que, no início, ele era ministrado na universidade, para pessoas que se reuniam num anfiteatro. Nos últimos anos, as aulas completas foram divulgadas pela internet e pela televisão, e o curso se tornou um fenômeno global. O resultado é atordoante, além de qualquer expectativa que eu tivesse. O que aprendi, ao interagir com pessoas de culturas e origens muito diferentes, foi tratar o mesmo tópico de muitas perspectivas distintas. Em agosto, vou ao Brasil e quero saber as visões e as opiniões das pessoas aí sobre a justiça, a liberdade e o bem comum. Outra mudança que fizemos ao longo dos anos: os filósofos que estudamos continuam basicamente os mesmos desde o início do curso, mas os eventos que usamos como exemplos vêm mudando. O jeito que achei de envolver os estudantes foi fazer com que as leituras filosóficas, os conceitos e as ideias, muitas delas abstratas e difíceis, conectem-se com dilemas contemporâneos, controversos, desafiadores. Sobre esses dilemas, todo mundo tem opinião, mesmo que nunca tenha estudado filosofia. O jeito de atrair o estudante é mostrar que as opiniões dele estão conectadas às ideias que os filósofos vêm desenvolvendo há séculos. Isso tem muito a ver com engajar os cidadãos. Espero que a filosofia nos ajude a ter melhores ideias no debate público.
ÉPOCA – No Brasil, há grupos crescentes de cidadãos que definem suas atitudes na vida, além de suas escolhas eleitorais, de acordo com a orientação religiosa. Isso traz algum perigo para a vida pública?
Sandel – É uma questão complicada. A relação entre política e religião tem uma história longa e difícil. Os filósofos políticos debatem há muito tempo qual seria a relação adequada entre as duas, com duas preocupações principais. Uma é que as convicções religiosas sejam intolerantes, dogmáticas, estreitas, e tragam isso para a política. A segunda preocupação é que, como as sociedades modernas abrigam muitas diferenças religiosas, trazer essas divergências para a política poderia gerar discordâncias irremediáveis dentro do debate público. Não acredito que possamos ou devamos insistir numa separação completa entre política e convicções religiosas. Por dois motivos. O primeiro: é verdade que a religião pode trazer para a política intolerância e dogmatismo, mas também é verdade que não apenas as convicções religiosas trazem esses males. Algumas ideologias seculares também geram problemas do mesmo tipo. O que devemos isolar da política, então, é a intolerância e o dogmatismo, seja qual for sua fonte, para que possamos nos respeitar e debater, cultivando uma ética de respeito democrático. Meu segundo motivo para não insistir nessa separação completa entre política e religião é que a política diz respeito às grandes questões e aos valores fundamentais. Então, a política precisa estar aberta às convicções morais dos cidadãos, não importa a origem. Alguns cidadãos extraem convicções morais de sua fé, enquanto outros são inspirados por fontes não religiosas. Não acho que devamos discriminar as origens das convicções ou excluir uma delas. O que importa é o debate ser conduzido com respeito mútuo.
ÉPOCA – Além do componente religioso, há no debate público atual nos Estados Unidos um tanto de ressentimento contra a lógica de mercado. Hoje, o senhor vê mais força no avanço do livre mercado ou no clamor popular contra ele?
Sandel – Vejo força nos dois. O objetivo de meu livro é encorajar e inspirar o debate público sobre o mercado e a sociedade. Nas últimas décadas, vivemos um período de triunfalismo do mercado. Mas o papel dos mecanismos de mercado cresceu e avançou para além dos campos do bem-estar material – chegou às relações pessoais, saúde, educação, vida cívica. Quero provocar agora o debate que deveríamos ter tido e não tivemos nas últimas décadas: onde deve e onde não deve valer a lei de mercado? Se você pergunta se o livro é um alerta sobre o papel do dinheiro especificamente nos Estados Unidos, acho que os acontecimentos que descrevo representam uma tendência geral. Certo, são mais evidentes, mais traumáticos nos Estados Unidos do que na maioria dos outros países. Acredito, no entanto, que a mudança em andamento nos países desenvolvidos cria as mesmas questões e desafios também nos países em desenvolvimento economicamente bem-sucedidos. Uma pergunta vale para todas essas nações: queremos ser uma sociedade que conta com a economia de mercado ou uma sociedade que é um mercado? A economia de mercado é um instrumento para alcançar o bem público, uma ferramenta para a organização da produção. Uma sociedade mercado é algo diferente, em que tudo está à venda, em que as relações de mercado governam cada aspecto da atividade humana. Em muitas nações, não só nos Estados Unidos, há uma tendência de transformar uma sociedade com economia de mercado em uma sociedade mercado.
ÉPOCA – Qual o problema em usar mecanismos como uma empresa pagar pela proteção ambiental em outro lugar e assim ganhar o direito de poluir, ou pagar para uma criança ler, se os resultados finais forem menos poluição global e as crianças lendo mais?
Sandel – Algumas vezes, os mecanismos de mercado podem ser eficazes. Não argumento contra todos os usos desses mecanismos. Mas sempre que usamos incentivo financeiro para resolver problemas sociais, para obter ganhos para a sociedade, temos de considerar o efeito desses mecanismos nas atitudes e nos valores que estamos tentando cultivar. No caso de pagar a uma criança US$ 2 por livro lido, realmente acontece que a criança lê mais livros – e também que as crianças que liam anteriormente passam a ler livros mais curtos. Como o dinheiro afetou a atitude da criança em relação à leitura e ao aprendizado? É provável que ela passe a considerar a leitura como um trabalho a fazer em troca de pagamento. Se isso acontecer, o incentivo financeiro comprometeu o amor pela leitura e pelo livro. Meu argumento não é contra o mercado, e sim a favor das atitudes e valores com que todos nos preocupamos.
ÉPOCA – O senhor afirma haver uma conexão entre a disseminação dos mecanismos de mercado para áreas diversas e o aumento da corrupção. Há algum aumento perceptível da corrupção nos últimos anos?
Sandel – A corrupção tem muitas fontes. Uma fonte é a concentração de poder político sem a correspondente obrigação de prestar contas, são as instituições políticas isoladas do cidadão. Outra fonte é o poder do dinheiro, e permitir que ele domine aspectos da vida pública que não têm a ver com o mercado. A vida cívica e a política deveriam ser orientadas para o bem comum. Mas, crescentemente, o dinheiro domina a representatividade nas instituições políticas.
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jgmail · 4 years
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EL FIN DE LA ECONOMIA
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Por Alexander Dugin
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
 La economía como destino
 Los últimos doscientos años han pasado bajo el signo del pensamiento económico. Cuando el padre fundador del pensamiento económico Adam Smith (1723–1790) escribió su obra clásica, Un estudio sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, pensó más en aplicar los principios filosóficos y éticos de su ídolo filosófico, John Locke (1632–1704), y su anciano amigo, el filósofo David Hume (1711–1776), al campo de la economía.
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La atención a la esfera de la economía era de importancia secundaria y servía como ilustración del principio general de la libertad y de los sistemas filosóficos, éticos y legales construidos sobre ella. El fundador de la economía no era un economista, sino un filósofo. Gradualmente, sus ideas del campo de la economía comenzaron a ser absolutizadas y formaron la base de una ciencia independiente: la economía política, o simplemente "economía", que durante dos siglos afirmó estar libre de contenido filosófico y ético y convertirse en una "ciencia exacta", reemplazando la filosofía y la ideología.
 El marxismo
 En el otro extremo de la esfera del pensamiento crítico, en las enseñanzas de Marx (1818-1883), sus raíces puramente filosóficas también son evidentes: Marx obtuvo su método de la filosofía de Hegel, que dedicó muy poco espacio a los problemas económicos, centrándose en la Idea, en las transformaciones dialécticas y las metamorfosis que reunían todo el contenido de los procesos cosmogónicos e históricos. Marx aplicó el método dialéctico a la economía, confirmando así la primacía del principio económico sobre todos los demás en el contexto de la crítica antiliberal. Entonces, desde dos lados, el liberal y el comunista, se formó la idea de la importancia central de la economía en la historia moderna: "la economía es el destino". Esta declaración de Rathenau se convirtió en un axioma del siglo XX, cuando la economía no solo se convirtió en la fuerza impulsora de los principales procesos políticos, sino que la disputa de los dos modelos económicos alternativos, el capitalismo y el socialismo, predeterminó la arquitectura global del mundo en la segunda mitad del siglo XX. El final de la Guerra Fría también se interpretó, en términos económicos, como la victoria del capitalismo sobre el socialismo, es decir, la consolidación de la superioridad del mercado sobre la planificación. El mercado se ha vuelto global, planetario, no solo como una infraestructura económica, sino como una ideología global. El dinero se ha convertido en la medida de todas las cosas. En sociología, esto se llama la "sociedad de mercado". No se trataba solo de una sociedad cuya economía se basaba en un principio de mercado, sino de una sociedad que reproduce la estructura del mercado (con su intercambio, comercio, fijación de precios, egoísmo, búsqueda de ganancias, especulación, distribución del trabajo, etc.) en todos los niveles. La economía, por lo tanto, subyugó a la política, la sociedad, la ideología, la historia y todo lo demás.
 La paradoja del "fin de la historia"
 A finales del siglo XX, Francis Fukuyama formuló su famosa tesis sobre el "fin de la historia". Su significado era indicar el agotamiento del contenido ideológico y político de todo proceso histórico y la transición a la solución de problemas puramente logísticos en la esfera económica. Según Fukuyama, los problemas mundiales ahora deberían reducirse a regular la formación del mercado mundial planetario, y todas las tensiones históricas entre pueblos, naciones, sistemas políticos e ideologías deberían convertirse irrevocablemente en algo del pasado. Muchos criticaron las ideas de Fukuyama, argumentando que se había adelantado y que no todas las contradicciones y problemas históricos se habían resuelto en el ámbito de la política, las relaciones interétnicas e interreligiosas. Además, las cosas no son tan fáciles para la sociedad moderna, cuyas contradicciones se han modificado, pero de ninguna manera se han resuelto por completo. Es característico que la fe del autor de esta tesis no duró mucho, y desde mediados de la década de 1990 comenzó a corregirla hasta que la abandonó por completo en la década del 2000.
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Fukuyama explica el motivo de la revisión de su posición mediante observaciones empíricas: al contrario de su análisis predictivo, el final de la Guerra Fría no condujo automáticamente a la reducción del proceso histórico y la transición a un mercado global. Las naciones y las civilizaciones han conservado el potencial conflictivo de sus sistemas de valores e intereses prácticos, y el triunfo final de la economía en la práctica no ha ocurrido. Aún no ha sucedido. Fukuyama cree que es necesario esperar otro ciclo, durante el cual se resolverán varios problemas básicos, se llevará a cabo una democratización final, una penetración más profunda de los valores liberales occidentales en las profundidades de todas las sociedades del planeta, y solo después de eso, la historia terminará por completo. Admitiendo que estaba equivocado, explica esto diciendo que "tenía prisa". Aquí uno puede estar en desacuerdo con Fukuyama. Esta vez es mucho más importante. Por un lado, tiene razón en que el vector en la dirección de la absolutización de la economía, el alcance del axioma "la economía es el destino" realmente tiene en cuenta el contenido principal de la historia de los Nuevos Tiempos y es su expresión más precisa. Mover la economía al centro de atención revela el núcleo central de la Ilustración, que comenzó con la liberación del individuo y terminó con la identificación de esta libertad con la libertad de la empresa privada y el triunfo del "homo economicus" (como lo expresó M. Weber).
 Todo esto es así. Hay otra objeción: Fukuyama, teniendo razón al comprender la lógica de la Historia reciente y su inevitable final en los elementos del mercado global, consideró que las refutaciones empíricas de esto en la Realpolitik de la década de 1990 y principios de la década de 2000 son los conflictos étnicos, una oleada de fundamentalismo y terrorismo, las guerras estadounidenses en Oriente Medio y Afganistán: algo que debe considerarse como una "dilación", un "aplazamiento" del "fin de la historia".
 No, el "fin de la historia", como lo conocíamos en los tiempos modernos, realmente llegó. Y se convirtió en un hecho filosófico. Anotamos: sucedió, no se retrasó. Pero en su forma pura, este fin y el triunfo de la economía global duraron solo un instante, coincidiendo cronológicamente con el final de los años 80 y el comienzo de los 90 del siglo XX. Y luego la humanidad se encontró después de este con el "fin" en el otro lado de la historia, en la post-historia (J. Baudrillard), pero el punto es que la post-historia, o quedarse en el "fin de la historia", resultó no ser exactamente lo que pensó Fukuyama. Hoy vivimos después del "fin de la historia". ¿Cómo se afecta el ser después del fin, dentro del fin, a la economía?
 La derivada humana
 El triunfo del principio de la "economía como destino" y la institución planetaria del "homo economicus" como un tipo normativo puso a la humanidad frente a un problema interesante. Por un lado, la historia fue vaciada, desacreditada como algo "espontáneo" y "dinámico", cargado de imprevisibilidad, la aparición de rudimentos y residuos de épocas anteriores, pero al mismo tiempo se hizo evidente de inmediato que el contenido histórico era la única matriz que generaba civilizaciones y significados culturales. Sin ellos, el "proyecto económico" de la vida como un "mercado global" perdía todo significado. Si bien este era el objetivo, podía movilizar e inspirar (este era el motor de la dinámica liberal); tan pronto como se dio, se acabó la energía. Avanzando hacia la absolutización de lo "económico", el hombre gradualmente perdió su humanidad, sus significados humanos. Cuando este proceso culminó y el mercado se convirtió en el contenido principal de la historia mundial, se reveló esta contradicción. Un hombre, con sus limitaciones, atavismos, prejuicios, mitos, con su "mundo de la vida", comenzó a ser percibido como una barrera para una mayor racionalización del mercado. Se suponía que el mercado crecería de acuerdo con su lógica, ganando cada vez más impulso para aumentar su virtualidad: se suponía que todo crecería: los mercados de valores, las transacciones futuras, los fondos de cobertura, los valores tras valores y cobertura de operaciones tras cobertura de operaciones, y así hasta el infinito.
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Una persona económica cuyo ser fue sometido a un "descuento de mercado" total, según el teórico del "análisis técnico" de los mercados, John Murphy, se ha convertido en una variable de los movimientos especulativos que se mueven de acuerdo con las tendencias de los precios. Perdió su "fundamento", convirtiéndose en el "apéndice" de procesos técnicos y financieros cada vez más autónomos. Lo que constituía la esencia de la humanidad, la cultura, según los teóricos de la sociedad postindustrial, se reinterpretó como un "obstáculo para el progreso tecnológico", porque "el contenido de la cultura era una combinación de momentos irracionales asociados con los restos de fases anteriores del desarrollo de la civilización".
 A esto llegaron las conclusiones más francas de los tecnócratas liberales, como D. Bell. Privando a la persona de su cultura e historia, los apologistas del mercado y la tecnocracia se acercaron a un límite más allá del cual el "homo economicus" tuvo que dar un salto fundamental hacia una nueva cualidad. Estaba a punto de producirse una verdadera revolución antropológica: en el mundo de una economía pura, se requerían cualidades de especies completamente nuevas, conectadas con la máxima racionalización de las funciones básicas, con la velocidad de las reacciones de los intermediarios, con altas velocidades de toma de decisiones económicas, con refinamiento y sin la carga de cualquier otra cosa del mercado y los instintos especulativos. Una persona tenía que desarrollarse tan rápido como el grado de orden derivado aumentaba en las instituciones financieras mundiales, en los intercambios y plataformas comerciales. Finalmente, el crecimiento acelerado del mercado financiero requirió de la liberación de un "derivado humano" que correspondería a un ritmo alto y constantemente acelerado de crecimiento financiero y desarrollo tecnológico.
 Crisis y fracaso antropológico
 En este punto de la transición del hombre al "post-hombre", a su derivado tecnocrático, tuvo lugar una serie de crisis de principios de la década del 2000. La primera ola, el 2000, estuvo levemente determinada al cambiar el enfoque de los mercados mundiales a los bienes raíces y la energía al amparo del pánico asociado con los ataques del 11 de septiembre, y la segunda ola de la crisis, en 2008, cuando no fue posible posponer el problema tan fácilmente.
 Ambas olas se asociaron con un factor antropológico. La antropología social de los accionistas no ha podido mantenerse al ritmo del crecimiento de las pirámides financieras. El aumento de los precios de las acciones, que tendría que ser infinito si se respetaran plenamente las condiciones del "fin de la historia", se topó con el "atavismo" de los propietarios de acciones que no pudieron seleccionar racionalmente la estrategia correcta para hacer frente a los patrones heurísticos en este desarrollo de la "nueva economía".
 La gente se comportó "incrédulamente", "a la antigua usanza", negándose a confiar en las matemáticas superiores de los procesos del mercado virtual. En el primer caso (2001), la confianza en el índice del sector de la alta tecnología y las expectativas asociadas con el crecimiento geométrico en este sector cayeron, en el segundo caso, la hipoteca estadounidense colapsó, arrastrando todo el sector financiero y crediticio a nivel mundial y reduciendo a la mitad el volumen de los fondos de cobertura, lo que condujo, entre otras cosas, a una desaceleración del crecimiento económico, a una caída de los precios inmobiliarios y de la energía.
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Las dos mitades de la fórmula del "homo economicus" entraron en conflicto entre sí, era necesario elegir: el "homo" o lo "economicus". La discrepancia entre la virtualidad del crecimiento del sector financiero y la realidad de la producción y la cobertura de los productos (fundamentos del mercado), de hecho, eran un problema donde chocaban con una barrera antropológica. Si una persona realmente se volviera económica, toda la realidad (producción) sería descartada por la virtualidad del mercado. Pero para esto, la persona misma tendría que volverse completamente virtual. Esta virtualización humana, que teóricamente ocurrió después de la victoria global del paradigma del mercado liberal, fue algo tardía. La derivación artificial de una persona (ingeniería genética, clonación, un sistema de imágenes y hologramas virtuales, la modelación genética) aún no ha tenido lugar, y el hombre antiguo, nacido naturalmente, mantuvo en su memoria sociocultural demasiados rasgos arcaicos que lo vinculan a la realidad (en él lo viejo no entiende por completo a lo técnico).
 El hombre no debería notar esta transición tan importante desde sí mismo hasta el post-hombre. Esto debía suceder por sí mismo. Pero no sucedió. La verdadera crisis económica mundial está relacionada con esto. Para que ella no estuviera allí nadie debería haberla notado. Para no notarla, el hombre tenía que ser más manejable, adaptarse flexiblemente a la dinámica de las tendencias del mercado, una desconexión que se expresa en la dinámica de las tendencias de precios fuera de cualquier verificación (la única verificación debería ser la posibilidad de transferir acciones liquidas, que en el contexto de un crecimiento constante eran los precios de los que se ocupaba una abrumadora minoría). Pero en algún momento, la "cultura" de la persona (sus miedos, temores, desconfianza, el deseo de ser convencido de la gran disponibilidad de las cosas) superó a lo técnico (cálculo racional de ganancias en constante crecimiento).
 Antes de que se produjera este momento, la humanidad tenía que ser reemplazada por la posthumanidad, pero este proceso se hizo técnicamente tarde tanto en lo ideológico y político. Aquí estamos lidiando con el fenómeno del "retraso cultural", estudiado por el sociólogo estadounidense William Ogborn en su famoso libro "Social Change": un lado del sistema social (en nuestro caso, la economía y la ideología liberal) se ha movido a un nuevo estado, y el otro lado (en nuestro caso – la antropología) no lo hizo a tiempo. Este es el significado de la crisis moderna: normativamente, la historia ha sido reemplazada por la economía, y el liberalismo y la democracia burguesa han ganado a escala mundial; pero en realidad esta victoria resultó ser pírrica: la primera se logró, pero la segunda que era esperada no comenzó.
 La crisis y los horizontes de la guerra.
 ¿Este estado de cosas significa un retorno al pasado, un retroceso a la fase previa del desarrollo económico? ¿Acaso esto elimina de la agenda la "nueva economía" y el "fin de la historia"?
 Esta es la opinión de muchos economistas que critican la "nueva economía" y cuestionan su lógica como una variante de la "nueva mitología". De hecho, el retraso del corte antropológico para las transformaciones económicas, tecnológicas e ideológicas, el "retraso cultural", no significa un giro de las tendencias de la civilización en una dirección opuesta: la economía se ha convertido consistentemente en el destino de la humanidad en los últimos 300-400 años, es decir, durante el período de crecimiento y desarrollo del capitalismo, y no va retirarse al primer encuentro con las dificultades que han surgido.
 Por lo tanto, en teoría, esta tendencia fundamental no se elimina ni se invierte. Por otro lado, no puede continuar de la misma forma que antes de la crisis. Como regla general, en tales situaciones, las poderosas guerras mundiales deciden todo, lo que desactiva la crisis, desvía la atención de la brutalidad de estos sucesos sangrientos y, en una nueva etapa, el campo sociocultural se formatea de una manera nueva. Dada la capacidad de control de la información de las sociedades modernas y el nivel de desarrollo de nuevos tipos de armas, se puede suponer que las guerras de la nueva generación, a diferencia de las antiguas, irán de acuerdo con diferentes escenarios. No se puede descartar el uso de armas bacteriológicas, virológicas, conflictos étnicos y psicológicos.
 La catástrofe, que lleva a la muerte a una parte importante de la humanidad, puede ser inesperada y "creativa". En cualquier caso, la inercia histórica del capitalismo, adquirida en los últimos siglos, no es una cosa que pueda detenerse debido a fallas incluso serias, pero técnicas. Por otro lado, hay pocas posibilidades de que la estabilización de la situación económica ocurra por sí sola y la crisis se resuelva gradualmente, devolviendo todos los procesos a sus lugares. Las discrepancias entre virtualidad y realidad, entre tecnología y cultura, entre economía y antropología, reveladas en esta crisis, son demasiado serias para pasar desapercibidas. Es imposible negar la posibilidad de la aparición de centros de resistencia conscientes a la economía en ciertos lugares de la tierra, ya que estaba destinada a escala global, como una continuación en una nueva etapa de la batalla librada por el marxismo contra el capitalismo y en la que a fines del siglo XX fue derrotado, dejando una enorme vacío en la civilización.
 Pero esta vez no se tratará de una economía alternativa (como en el marxismo), sino de movilizar a las personas contra este descuento en lo económico, en el movimiento que lleva del reemplazo de la realidad por la virtualidad, la cultura por la tecnología, la historia por el mercado. Esto no es solo un retorno, es un paso hacia el futuro, que es una alternativa a la que lógicamente conduce el liberalismo victorioso. Y a este respecto, no se puede descartar que en el futuro previsible la línea de lucha se encuentre entre los humanos y los post-humanos, entre lo "real" y lo "virtual", entre la "humanidad humana" y los "seres humanos económicos".
 La línea de tensión en tal análisis se coloca no en la esfera ideológica, sino en la antropológica. El tiempo de las viejas ideologías ha pasado. El liberalismo ganó la batalla contra el fascismo y el comunismo, y hoy se enfrenta directamente con el factor humano, que no es ideológico, sino que es crudo y espontáneo. El fascismo y el comunismo no negaron la economía, propusieron otros modelos económicos diferentes al liberalismo y trataron de demostrar su efectividad y competitividad. Perdieron, y si todo se basa en indicadores económicos y en la historia política que les corresponde, entonces los opositores al liberalismo no tienen argumentos: el liberalismo es más efectivo, y si admitimos que "la economía es el destino", se deduce directamente de esto: "el liberalismo es el destino".
 Se acabó el límite de las alternativas económicas; cualquier competencia en esta área y de acuerdo con las normas existentes nos llevará nuevamente a creer en la eficiencia del mercado, en la superioridad de la nueva economía sobre la antigua, en la ventaja obvia de los sistemas postindustriales en comparación con los industriales, sin mencionar los preindustriales (que, en general, es obvio). Pero este camino inevitablemente nos lleva al post-hombre, a la necesidad de reemplazar a la persona cultural por la post-persona técnica, que tarde o temprano se convertirá en el triunfo de los robots, mutantes, clones y golems.
 La alternativa a la nueva economía virtual, la alternativa al liberalismo, no puede estar en la esfera de la economía, debe estar en la esfera del hombre. La lógica de la eficiencia requiere abandonar a los humanos, deshumanizar a la persona, convertirla en un "monstruo racional", ajeno a los miedos, prejuicios, temores, desconfianzas, percibir la virtualidad como el elemento natural de su vida. En el límite, la economía y la tecnología son el reino de las máquinas autónomas, los antropoides. Por lo tanto, para seguir un destino diferente se requiere una tesis sobre la orientación hacia el fin de la economía.
 Si no queremos que la humanidad desaparezca, la economía debe desaparecer. Para muchos, esta conclusión parecerá controvertida, pero poco a poco su valor será apreciado en su dignidad. Y si los eventos asociados con la crisis actual se desarrollan de manera bastante dinámica, y si surge un grave conflicto planetario global (de una forma u otra), este dilema aparecerá: ya sea la persona o la economía, cualquiera puede convertirse en el momento ideológico principal más importante en un futuro cercano. Y después de los primeros experimentos exitosos para crear un humano artificial, esto se convertirá en algo natural.
Acostumbrados a pensar exclusivamente en términos económicos durante los últimos siglos, las personas quizás puedan sorprenderse: ¿cómo puede ser posible un rechazo de la economía, con qué podemos reemplazarla? La respuesta no es tan paradójica: la historia conoció períodos muy largos en los que la economía desempeñó un papel secundario y subordinado, y el destino fue la religión, la cultura, la filosofía, la ideología, el arte. De las últimas tendencias, lo más parecido a un algo que puede reemplazar a la economía es la ecología. La combinación de una comprensión nueva y al mismo tiempo antigua de la naturaleza y el hombre fuera del paradigma económico no conlleva a nada irreal: si nos negamos a ver el destino en la economía, esto no significa que vaya a desaparecer. Pero se volverá secundario, terminará como un valor absoluto, preservado como algo aplicado, menos significativo, funcionalmente dependiente de otras estructuras y prioridades, no económicas.
 Pero está claro que ninguna crisis en sí misma conducirá al fin de la economía de forma natural. Este fin depende de la decisión de una voluntad profunda, que debe madurar en la humanidad misma, y ​​para realizarla, se requerirá una mayor tensión de fuerzas. La crisis, sin embargo, crea condiciones favorables para esto. E incluso los posibles choques, catástrofes y cataclismos directamente asociados con él pueden convertirse en un entorno útil si el sufrimiento, el horror, el dolor y el temor devuelven a la humanidad una actitud sagrada hacia el principio espiritual, hacia la religión, la ética, la naturaleza, hacia el ser humano en sus manifestaciones más elevadas.
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jrlrc · 4 years
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De la perfección “económica”
Leo otro texto de Oscar Constantino y vuelvo a decepcionarme. Es decepcionante que una persona inteligente sea a veces tan cerrada, a pesar de la autoidea de gran apertura. Autolimitación por ideología -en lugar de expansión intelectual con selección filosófica por equilibrio entre ser y deber ser...
Me llaman la atención varias cosas: su propensión a o fijación con la idea de la maldad intrínseca de lo fiscal, idea ideológica, no de buena filosofía, e idea no científica que es tan falsa como su opuesto, la idea de que todo impuesto y todo Estado son buenos; la idea general empíricamente correcta, la realista y fructífera para el análisis, la crítica y la propuesta, es otra: hay una pluralidad histórica de tipos y subtipos de Estados e impuestos, la cual debe ser un punto de partida para toda evaluación. Para agregar algo en relación con su texto: no todos los Estados son totalitarios ni todos son priistas, u “ogros filantrópicos”. Quien no entiende que hay ocasiones históricas en que se necesita menos Estado y otras en que se necesita más Estado (de X tipo o subtipo además) no puede llamarse realista. 
Otra cosa que resalta es lo que dice sobre sus lecturas formativas: ahí no emerge la imagen de una lectura plural que lleve, filtrada por la reflexión constante, a una posición personal, se ve la lectura no muy plural desde el principio (con inercia familiar) que predestina una posición. Es una parte extraña: parece decir que Nexos y, por tanto, la socialdemocracia que se le asociaba en un momento son meras frivolidades; habla de Zaid (mi admirado Gabriel Zaid) pero Zaid es una excepción que debe ser tratada como tal (Zaid no es Krauze, aunque se defiendan mutuamente); habla de Cosío Villegas pero don Daniel era una crítico de la desigualdad socioeconómica provocada por el PRI, mientras que Constantino no tiene esas preocupaciones (frivolidades). La imagen que emerge, entonces, es la de alguien que, simple y sencillamente, sigue al grupo de Vuelta y Letras Libres... y lo que parece entroncarse en él.
Algo más: la afirmación (aceptada por OC) de que la desamortización anticlerical llevada a cabo por los liberales mexicanos del XIX es “una indirecta para no decir robo”. Otra vez la idea de que reducir cualquier privilegio de una clase hiperpoderosa es robo... Le pasa lo que le pasa con los empresarios más ricos: no cuestiona mínimamente el origen, no se pregunta por la causa o causas de esas riquezas, da por sentado que son legítimas, limpias, no criticables ni excesivas, y mejores que cualquier alternativa. Historiográficamente y aun liberalmente es posible criticar algunas consecuencias de la desamortización -por las reglas específicas y su implementación dadas las circunstancias- pero eso no es lo de Oscar.  Y no es que yo sea un fanático de Juárez, a quien Constantino critica a la manera conservadora clásica; soy un liberal, primero un analista y un crítico analítico-liberal de Juárez, como puede verse aquí mismo.
Pero lo peor del texto es una frase:  “el Análisis Económico del Derecho es perfecto para el examen de lo mexicano”. Esto es lo más decepcionante, por extremo. No exagero: dice “perfecto”, perfecto para lo mexicano, lo que implica todo (todo lo relacionado esencialmente con México). Como he leído a Constantino, no puedo dudar mucho: es un dicho dogmático, en el sentido más negativo del término. Y eso sí dice todo.
Pero aun así digamos algo más: en primer lugar, el Análisis Económico del Derecho no crea/ratifica por sí mismo ciencia económica (análisis científico sobre las realidades económicas) al lado de lo que sería la ciencia jurídica, por lo que el simple hecho de que Constantino lo use/usara no hace ni haría que sea científico en sus dichos sobre problemas económicos. En segundo, es un error creer que el AED y, por tanto, la teoría de la elección racional agotan las posibilidades de la realidad y del estudio racional de lo económico. La realidad es más compleja y su mejor estudio necesita más perspectivas agregadas o una perspectiva más compleja. La “elección racional” tiene elementos interesantes y útiles pero también tiene defectos y falsedades, no es una teoría 100% empírica y científica. En tercer lugar, apelar al AED es una contradicción constantiniana, si lo que se critica es la tecnocracia, como lo hace OC en el texto. El AED es de tendencia tecnocrática.
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jgmail · 6 years
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Eurasia: La visión geopolítica de Alexander Dugin.
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Extractos de la entrevista realizada por Alexandre Latsa y publicada por Voxnr el 29 de marzo de 2009 –
VOXNR: Dudo que nuestros lectores no lo conozcan, en todo caso ¿podría Ud. presentarse y sintetizar su combate político y geopolítico hasta nuestros días?
Alexander Dugin: Nací el 7 de enero de 1962 en Moscú, en una familia de militares. Mi padre era oficial y mi madre era médica. A comienzos de los años 80, siendo disidente y teniendo aversión por el sistema comunista en plena decadencia, conocí pequeños grupos tradicionalistas y círculos político-literarios de Moscú, donde participaba el novelista Yuri Mamleev, que emigró prontamente a los Estados Unidos, el poeta Evgueni Golovin, y el islamista Geydar Dzhemal, fundador en 1991 del Partido del Renacimiento Islámico. Es en esta época que descubrí los escritos de Évola, Guenón, Coomaraswamy y también otros autores. En 1981 traduje al ruso el libro de Julius Évola “Imperialismo Pagano”, que fue difundido clandestinamente en Samizdat.
Luego de la desintegración del sistema soviético, a comienzos de 1990, fundé la asociación Arctogaia y el Centro de Estudios Meta Estratégicos, luego las revistas Milyi Angel y Elementy, que aparecieron hasta 1998-1999. Mis ideas fueron influidasa partir de la década del 80’ por la Nouvelle Droite europea y en primer lugar por Alain de Benoist, a quien tengo en gran estima hasta el presente. Lo considero uno de los mayores intelectuales franceses actuales, quizás sea el mejor.
Últimamente, me interesé por la filosofía de Martin Heidegger, la sociología de Marcel Mauss y de Pitirim Sorokin, la antropología de Louis Dumont y sobre todo por Gilbert Durand, pero también por la antropología de Georges Dumezil y Claude Levy-Strauss. Escribí varios artículos sobre economía basándome en las ideas de Friedrich List, Joseph Schumpeter y Fernand Brodel.
En la Universidad Estatal de Moscú impartí cursos de Posfilosofía, estudiando la filosofía de la Posmodernidad. Ahora soy profesor en la Facultad de Sociología e imparto cursos de Sociología Estructural sobre la base de las ideas Durandianas del imaginario simbólico.
Fui obligado a definir mis posiciones filosóficas y las describiría como pertenecientes al “tradicionalismo”.
En primer lugar, soy discípulo de René Guenón y de Julius Évola.
Tanto dentro de Rusia como en otros países – Turquía, Serbia, el mundo árabe, etc – mis escritos geopolíticos son muy conocidos.
Mi ideario es simple: hay que combatir el Imperialismo Estadounidense, el Mundo Unipolar, el universalismo de los valores liberales, del mercado y de la tecnocracia.
Como Alternativa propongo una organización del Mundo Multipolar como conjunto de Grande Espacios, cada uno con su sistema de valores propio, sin ningún prejuicio.
Para realizar este proyecto es necesario crear el proyecto Euroasiático común para Europa y Rusia pero con alianzas estratégicas con otras fuerzas y culturas que rechazan el Mundialismo Estadounidense y la dictadura liberal planetaria. El eurasismo que defiendo es el del pluralismo absoluto de valores.
VOXNR: Rusia parece salir de una larga hibernación con la pretensión de prepararse a ser un actor de primer plano. ¿Piensa que el país tiene los medios para sobreponer los desafíos en curso? (demografía, sanidad, provocaciones militares occidentales, fuertes inmigraciones, etc.) ¿Como juzga la situación rusa en relación a la crisis financiera mundial?
Alexander Dugin: La historia está abierta. Nadie conoce el futuro. Creo que Rusia va a entrar en un periodo crucial de su historia. La crisis va a tener un gran impacto sobre la economía rusa que sigue siendo, desgraciadamente, liberal.
Ello puede dañar las ilusiones de poder en cuanto a eficacia bajo los preceptos liberales.
VOXNR: El unilateralismo totalitario decretado en 1991 por Estados Unidos parece haber llegado a su término. Asistimos a una suerte de renacimiento de los espacios autárquicos en Asia (China, India), en el mundo musulmán (Turquía, Unión PanAfricana), en Eurasia (Rusia), en América del Sur (Brasil, Venezuela), ¿piensa que estos fenómenos son motivos de para volver a estar entusiasmado politicamente?
Alexander Dugin: Quisiera que aquello fuese así, pero aún es muy temprano para festejar la victoria. Algún día los Estados Unidos caerán, pero no ahora. Creo que ellos quieren iniciar una guerra – una tercera guerra mundial pura y dura – que causará inmensas penas a la humanidad. Los Estados Unidos no pueden más gobernar al mundo, eso es seguro, pero tampoco pueden resignarse, eso sería para ellos una catástrofe. Su única solución sería intentar transplantar sus problemas a otros. Ello significaría una guerra sin un fin previsible.
VOXNR: Europa parece totalmente ausente de este renacimiento geopolítico, tal es su sumisión bajo paraguas americano, ¿cuál es el opinión sobre la Unión Europea y sobre el lugar que debería tener Europa en el mundo junto a Rusia?
Alexander Dugin: Creo que hay dos Europa. La Europa continental (Franco-Alemana) y la Europa atlantista (incluida la Nueva Europa). Estas dos Europas son geopolíticamente opuestas en todo. Con Sarkozy y Merkel la posición de las fuerzas continentales devino más débil. No tengo ninguna receta para Europa. Es problema de los europeos qué elegir.
VOXNR: Para muchos franceses, Rusia es un modelo por su capacidad de proponer un contra modelo civilizatorio, diferente al modelo liberal anglosajón y capitalista. Ello sobrepasa la división derecha-izquierda, y reúne tanto a comunistas como a gaullistas históricos o incluso a nacionalistas. Diferentes voces se levantan a favor de una Francia integrada a la Organización de Cooperación de Shangai y de salir de la OTAN. Sin embargo, al mismo tiempo, la administración de Sarkozy parece jugar dos puntas: el reblandecimiento con Rusia (con la guerra en Georgia), ¡integrando al mismo tiempo el mando armado de la OTAN! ¿Juzga esta doble orientación creíble, y cuál es sentido profundo según usted?
Alexander Dugin: La juzgo poco creíble y contradictoria. En cuento a Rusia, sería un poco inocente creer que nuestra economía funciona bien. Nos falta el sector real y el desarrollo de las nuevas tecnologías. Rusia necesita a Europa como Europa necesita a Rusia para tener economías garantizadas mutuamente por los recursos necesarios y el acceso a las nuevas tecnologías.
Para los europeos, las grandes inquietudes del futuro son el posible liderazgo económico Chino y la explosión demográfica de las poblaciones musulmanes al interior de Europa. ¿Cómo estimaría la compatibilidad e incompatibilidad de estos dos elementos? Parece que el asunto del Islam, o las relaciones con China, por ejemplo, no son abordados de la misma manera en Europa que en Rusia.
Tenemos las mismas preocupaciones. Pero debemos comenzar por jerarquizar los peligros.
Primero, debemos liberarnos de Estados Unidos y la dictadura del Pensamiento Único, y sólo luego ocuparse de los chinos y los musulmanes. Debemos proponer a los musulmanes el modelo de integración dentro de la cultura Europea, pero para ello es necesario proteger, a veces salvar, aquella cultura. En cuanto a los chinos, podemos decir que son muy simpáticos cuando viven en China.
Pero para controlar este asunto del control de las olas migratorias es, de nuevo, necesario liberarse de los mundialistas, de los liberales y de los atlantistas. Este círculo vicioso sólo puede romperse comenzando la lucha contra Estados Unidos. Los musulmanes y los chinos son desafíos secundarios. Se aplica esto tanto para Europa como para Rusia.
VOXNR: La América de Obama “parece” querer hacer la paz con el mundo entero. Sin embargo cuando se relee su programa político se cae en la cuenta de que es más ofensivo que el de Mc Cain ¿Cómo juzga esta elección y qué cambios podremos esperar en la relación con Rusia?
Alexander Dugin: Tiene razón. Obama depende del consorcio político y geopolítico americano. Entonces, no está libre para hacer lo que quiera. Va a hacer la guerra de la misma manera que lo hubiese hecho McCain.
Es la lógica de las leyes geopolíticas y no las opiniones personales que cuentan en los asuntos reales globales.
VOXNR: El pentágono parece querer aspirar a que Ucrania entre en la OTAN (luego del fracaso georgiano) e instalar su flota en el Mar Negro. ¿Se podría imaginar un “conflicto” en aquél país y una escisión en dos o tres entidades, a la manera yugoslava?
Alexander Dugin: En Ucrania habitan al menos dos pueblos con orientaciones geopolíticas, estratégicas, culturales y religiosas contrarias. No existe un pueblo ucraniano. Es un nombre general basado sobre el criterio territorial. Los ucranianos son literalmente “los habitantes de Ucrania”, que en eslavo significa “provincia”.
Étnicamente los llamamos “malorossi”, literalmente pequeños rusos. La lengua ucraniana fue creada artificialmente en el siglo XIX por los polacos que estilizaron varios dialectos “malorossis” con formas artificiales horrorosas imitando torpemente al polaco. Creando este monstruo lingüístico, tenemos a esta Ucrania actual profundamente dividida. La elite política es “naranja”, orientada hacia la OTAN, la UE y se basa en el apoyo del Oeste ucraniano. Esta zona no entra en el espacio euroasiático, hay que reconocerlo. Pero esta élite naranja quiere imponer su voluntad sobre las masas del Este donde la población se considera rusa, rechaza a la UE y a la OTAN y quiere existir dentro del gran espacio común con los rusos y la Federación Rusa. Esta masa constituye el segundo pueblo (o el primero) de Ucrania. Este pueblo es cristiano ortodoxo, malorossi (pequeño ruso) o velikorossi (gran ruso), y está formado en su mayor parte por descendientes de cosacos y se identifica con el Imperio Euroasiático. Este pueblo vota regularmente por el “Partido de las regiones” y en favor de Yanukóvich. La carta electoral de Ucrania muestra como este país esta dividido en dos partes.
En el caso de Ucrania, los euroasiáticos rusos y ucranianos actúan lógicamente con su versión del mundo. Estamos contra el Estado-Nación ucraniano porque es pro-americano, atlantista y anti euroasiático.
VOXNR: La agitación es asimismo grande entorno al Ártico, zona energéticamente esencial. Recientemente países de la OTAN organizaron maniobras militares a gran escala en Noruega (7000 soldados de 12 países) para simular una invasión del Ártico y la preservación de la seguridad de los campos petroleros. ¿Piensa que el Ártico puede volverse una zona de conflicto esencial en el siglo XXI, como lo piensan ciertos especialistas en geopolítica?
Alexander Dugin: Pienso que el Ártico se volvió el lugar central de la estrategia de “cerco a Rusia” por razones estratégicas y por sus recursos naturales.
Para leer el original en francés: http://www.voxnr.com/cc/d_douguine/EkFlFuFluAdsBvkIpX.shtml
(Traducción: Paula Rodríguez Almaraz)
Fuente: Disenso
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