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#escuela de fráncfort
bocadosdefilosofia · 3 months
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«Todas las obras de arte, y el arte mismo, son enigmas; hecho que ha vuelto irritantes desde antiguo sus teorías. El carácter enigmático, bajo su aspecto lingüístico, consiste en que las obras dicen algo y a la vez lo ocultan. Ese carácter tiene algo de las imitaciones de un payaso; si se está dentro de las obras, si se las acompaña internamente en su despliegue, se hace invisible, pero si se sale fuera, si se rompe el pacto con su inmanencia, entonces vuelve y se aparece como un espíritu. También por esto merecía la pena estudiar a los hombres incapaces de arte: en ellos el carácter enigmático del arte se hace tan flagrante que llega a su total negación, es sin darse cuenta la crítica extrema de aquél y, como actitud defectiva, apoyo de su verdad.»
Theodor W. Adorno: Teoría estética. Ediciones Orbis, pág. 162. Barcelona, 1983.
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notasfilosoficas · 5 months
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“Aquel que es feliz puede hacer dichoso a los demás. Quien no pierde ni el valor ni la confianza, jamás perecerá por la miseria”
Ana Frank
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Annelies Marie Frank, mejor conocida como Ana Frank, fue una niña alemana de ascendencia judía nacida en Fráncfort del Meno en junio de 1929.
Es conocida mundialmente gracias al Diario de Ana Frank, una edición de su diario íntimo en donde deja constancia de su ocultamiento junto con su familia por casi dos años y medio de la persecución nazi en Amsterdam durante la Segunda Guerra Mundial.
Fue la segunda hija de Otto Heinrich Frank y de Edith Hollander quienes vivían en una comunidad asimilada de ciudadanos judíos y otros que no lo eran, pues la comunidad albergaba familias judías católicas y protestantes.
Los Frank eran judíos reformistas, es decir que mantenían muchas tradiciones de la fe judía pero no se alineaban demasiado a sus preceptos.
Su padre había participado como teniente del Ejercito Alemán durante la Primera Guerra Mundial y después se volvió empresario.
La hermana de Ana, Margot, era tres años mayor que Ana y se le tenia por bondadosa, ejemplar y discreta, en tanto que a Ana, era extrovertida e impulsiva.
En marzo de 1933, antes de la toma del poder de Adolf Hitler, se mudaron Aquisgrán, la casa de la abuela de Ana, y posteriormente en 1934 se mudaron a Amsterdam en donde Otto Frank llevaba ya varios meses preparando su futura vida familiar, siendo encargado de la sucursal holandesa de la empresa alemana Opekta.
Ana y su hermana estudiaron en escuelas publicas y una de sus mejores amigas Hannah Goslar, a quien llamaban Hanneli contó posteriormente que Ana a menudo escribía en secreto y no quería decir nada del contenido de sus escritos.
A los judíos exiliados les preocupaba la posible expansion de Hitler a los Países Bajos, los cuales intentaban mantenerse neutrales, pero en mayo de 1940, el ejercito aleman atacó y ocupó el país.
Con el paso del tiempo cada día se publicaban más leyes anti-judías que les quitaban sus derechos, se les excluía de la vida social y se les expulsaba de todas las instituciones públicas.
La empresa que llevaba Otto Frank tuvo que ser cedida a dos colaboradores suyos que eran arios. Para entonces, Otto Frank ya había preparado un escondite en la parte trasera de la empresa, compuesta de tres plantas unidas a la fachada posterior del edificio principal, el primer piso, contaba con dos habitaciones pequeñas con baño y WC y por encima una habitación grande y una pequeña, que en total ocupaba 50 metros cuadrados.
El 5 de julio de 1942, Margot Frank fue requerida para ser deportada a un campo de trabajo, por lo que la familia Frank decidió huir al refugio antes de lo esperado llevando toda la ropa que pudieron y caminando varios kilómetros pues les estaba prohibido utilizar el servicio de transporte público.
Miep Gies, quien había sido secretaria de Otto Frank era la encargada de suministrarles víveres y noticias de la guerra. Ana leyó muchos libros durante ese tiempo lo que le sirvió para mejorar su estilo y convertirse en escritora autónoma. Ana escribía sobre sus sentimientos, creencias y ambiciones, así como de los hechos transcurridos. Su anotación final fue el 1 de agosto de 1944.
Ana, su familia y acompañantes fueron arrestados el 4 de agosto de 1944, (se dice que un empleado de la compañía los delató por miedo a sufrir represalias contra su familia), siendo Margot y Ana deportados un mes en Auschwitz II-Birkenau y luego fueron enviadas al campo de concentración de Bergen-Belsen en donde murieron ambas de tifus en marzo de 1945, poco antes de la liberación. 
Solo Otto Frank logró sobrevivir del Holocausto. Su ex-secretaria Miep Gies, quienes habían protegido y escondido el diario de Ana, le entregaron el diario a Otto, con el fin de publicarlo con el titulo “Diario de Ana Frank” el cual ha sido publicado en mas de 70 idiomas.
Fuente: Wikipedia.
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jgmail · 8 months
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PEQUEÑAS REFLEXIONES SOBRE LA ESCUELA DE FRÁNCFORT
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Robert Steuckers
Discurso pronunciado en Gante, Sala Universitaria Blandijn, en noviembre de 2008, con motivo de una conferencia del Dr. Tomislav Sunic sobre las repercusiones de la Escuela de Frankfurt en América y Europa, organizada por la asociación de estudiantes KVHV.
La Escuela de Fráncfort es un tema muy amplio, dado el número de teóricos importantes que aportó a las izquierdas europea y estadounidense. No podremos abarcar todos los aspectos de la Escuela de Fráncfort. Al igual que el Dr. Sunic, nos limitaremos a las críticas que suelen hacer los movimientos conservadores europeos a esta escuela de pensamiento, que modernizó considerablemente las ideologías planteadas por la izquierda entre los años 1920 y 1970. En la actualidad, muchos dirigentes europeos y estadounidenses han sido influidos directa o indirectamente por la Escuela de Fráncfort, en la medida en que participaron en el movimiento de Mayo del 68 o en sus consecuencias inmediatas.
Las críticas conservadoras a la Escuela de Fráncfort se centran en varios temas:
Se dice que la Escuela de Fráncfort ha forjado instrumentos destinados a disolver literalmente los cimientos de las sociedades, para permitir que pequeñas élites intelectuales y políticas se hagan con el poder, con el fin de actuar no según tradiciones probadas (según el "mos majorum" romano), sino de forma puramente arbitraria y experimental, sin la sanción de la experiencia. Se trata claramente de contraelites, que no pretenden continuar las tradiciones políticas ni mantenerse dentro de un marco bien establecido, sino dar la vuelta a las tradiciones e instaurar una nueva forma de poder que no deba nada al pasado. Para lograrlo, y para eliminar toda resistencia de las fuerzas tradicionales, es necesario disolver lo que existe y lo que constituye la columna vertebral de las sociedades. Se ha sugerido que los defensores de la Escuela de Fráncfort cooperaron con la OSS estadounidense durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial para romper la columna vertebral de las sociedades europeas, especialmente la alemana. La idea no es nueva: en Sun Tzu, encontramos instrucciones al Príncipe para sumir a la sociedad enemiga en la decadencia, para neutralizarla, para impedir que resurja de sus cenizas y pase a la contraofensiva. La Escuela de Fráncfort habría sido así el instrumento de los estadounidenses para aplicar a Alemania y a Europa un principio del Arte de la Guerra de Sun Tzu.
Del hombre unidimensional a la sociedad festiva
A pesar de la instrumentalización del corpus doctrinal de la Escuela de Fráncfort, y a pesar de los desastres que esta instrumentalización ha causado en Europa, las ideas difundidas por la Escuela de Fráncfort transmiten temas interesantes que no han sido incluidos en la vulgata, única responsable de los daños sociales y antropológicos a los que asistimos en Europa desde hace algunas décadas. Cuando Herbert Marcuse (1898-1979) habla del hombre unidimensional, para deplorar el hecho de que se haya convertido en moneda corriente en las sociedades industriales modernas, no hace sino constatar un estado de cosas ya deplorado por Nietzsche. El hombre unidimensional de Marcuse comparte muchos rasgos en común con el "último hombre" de Nietzsche. En Eros y civilización, Marcuse habla de la represión del deseo en las sociedades modernas, tal y como deploraban ciertos movimientos juveniles alternativos alemanes entre 1896 y 1933; esta opción filosófica de querer liberar los instintos reprimidos, imitando a los grupos marginales o excluidos de las sociedades incluso en detrimento de las mayorías políticas y parlamentarias, tuvo, con el apoyo de toda una serie de interpretaciones freudianas, un gran impacto en la revuelta estudiantil de los años 67-68 en Alemania, Francia y otros lugares de Europa. Sin embargo, Marcuse condenó el uso de la violencia y fue criticado como "blando" por algunos de los que habían salido escaldados, conocidos como "Krawallos". Existe una clara diferencia entre la teoría escrita y la práctica aplicada por los servicios a partir de los años sesenta. Pero fue la vulgata, la versión instrumentalizada, esloganizada para uso de los Krawallos, la que triunfó en detrimento de la propia teoría: fue sobre la base de una hipersimplificación del contenido de Eros y civilización como se creó la actual sociedad fiestista, una sociedad fiestista incapaz de forjar un Estado digno de ese nombre o de generar una forma de convivencia armoniosa y creativa. Al igual que en Un mundo feliz de Aldous Huxley, se venden drogas y se fomenta la promiscuidad sexual para adormecer la voluntad.
Además de Marcuse, el ídolo de los juerguistas de Mayo del 68, la Escuela de Fráncfort en Alemania estaba dominada por dos figuras notorias, Theodor W. Adorno (1903-1969) y Max Horkheimer (1895-1973). Estos dos filósofos fueron los principales exponentes de la filosofía alemana en la década de 1950. Adorno desarrolló una crítica del autoritarismo que, en su opinión, siempre había estructurado el pensamiento alemán y, por extensión, el europeo y el estadounidense, corriendo el riesgo de ver surgir nuevos fascismos a intervalos regulares en la historia. Quiso deconstruir este autoritarismo para prevenir de antemano la aparición de nuevos fascismos. Para ello, desarrolló un sistema de medida, expuesto en su famoso libro La personalidad autoritaria. Incluso nos dice cómo medir el grado de "fascismo" en la personalidad de un individuo en la "escala F". El libro también clasifica a los ciudadanos en "Vorurteilsvollen" y "Vorurteilsfreien", es decir, los que están "llenos de prejuicios" y los que están "libres de prejuicios". Entre los que están llenos de prejuicios se incluyen también los "rebeldes" y los "psicópatas", los "lunáticos" y los "manipuladores". Los que están libres de prejuicios incluyen sin embargo en sus filas a los "rígidos", los contestatarios, los impulsivos y los "fáciles" ("ungezwungene Vorurteilsfreie"), que se presentan como simpáticos, como movilizables en un proyecto "antiautoritario", pero cuya eficacia no es perfecta. La cumbre de la calidad cívica sólo se encuentra en una minoría de "Vorurteilsfreien": los "auténticos liberales", los "izquierdistas de pleno derecho" libres de tendencias libidinosas y de narcisismo (en resumen, los que deberían gobernar el mundo después de que todos los demás se hayan quedado sin trabajo). Este libro sobre la personalidad autoritaria fue un éxito rotundo en Estados Unidos y también en la República Federal de Alemania. Pero no se trata de una obra filosófica: es una herramienta puramente manipuladora al servicio de la ingeniería social diseñada para domesticar a la sociedad y controlar el pensamiento y el lenguaje. Por tanto, el impacto de esta obra de ingeniería social puede interpretarse perfectamente desde una perspectiva orwelliana: la emancipación (de la personalidad autoritaria) es el término embellecedor que cubre una nueva y sutil forma de esclavizar y oprimir a las masas.
De los "genuinos liberales" a la nueva humanidad
¿Cómo podemos presumir de manipulación en los "genuinen Liberalen", descritos por Adorno como personas apolíticas que sólo reaccionan cuando la injusticia es flagrantemente obvia, y luego se levantan contra ella sin tener en cuenta los contratiempos que podría causarles? El "genuiner Liberaler" es un buen ingenuo, escribe Adorno, así que ¿cómo podría manipular a sus conciudadanos? Uno se pregunta: no, no es él quien manipulará, es él quien servirá de modelo a los manipuladores, porque necesitan ingenuos. De hecho, el "fascismo" (en cualquiera de sus formas) ya no estaba presente en Estados Unidos ni en Alemania cuando Adorno publicó su libro de prensa. No había nada que hiciera pensar que fuera a reaparecer de forma ofensiva. Así pues, no es el fascismo organizado en escuadrones de combate lo que Adorno y todos sus discípulos armados con la "escala F" pretenden eliminar. Se trata más bien de destruir los reflejos estructurantes de cualquier sociedad tradicional normal, sobre todo cuando son de naturaleza "agnática" (centrados en torno al patriarca o al pater familias). Los patriarcas y los padres tienen necesariamente autoridad (que puede ser benévola o severa según los casos), ya sea, como ha demostrado Emmanuel Todd, en la familia centroeuropea (germánica y a menudo católica), en la familia judía o en la familia musulmana norteafricana (donde, según Todd, tiene aspectos más clánicos). Es su poder patriarcal el que hay que desmantelar y sustituir por figuras alternativas, no claramente perfiladas: la virago soltera, la madre fusional, la adolescente de espíritu libre, el niño pequeño irresponsable, la abuela malcriada, la divorciada frenética, el tío homosexual, el hermano mayor hippy (o beatnik), o dos o tres figuras de referencia de este tipo, que confundirán al niño en lugar de edificarlo. En resumen, tendremos la llamada "nueva humanidad tolerante" (1) con la que soñaban muchos de estos disidentes cuando querían derribar las jerarquías naturales e inmemoriales: los "niveladores" disidentes o los "Padres Fundadores" puritanos que se marcharon al Nuevo Mundo para crear una "Nueva Jerusalén" antes de colgar a las brujas de Salem (2), los utopistas o falansterios al margen de la Revolución Francesa o los comunistas soviéticos de los años veinte, antes de la reacción autoritaria del estalinismo. Los padres postulados como "autoritarios" a priori, por ciertos fanáticos de la "escala F", son evidentemente un freno al desarrollo desenfrenado de la sociedad de consumo, tal y como la conocemos desde finales de los años 50 en Europa, y desde finales de los años 40 en Estados Unidos. Los planificadores del consumismo a ultranza se han dado cuenta de que los padres (ya sean autoritarios o simplemente previsores) suelen llevar las riendas de la bolsa con más firmeza que los parias despilfarradores y derrochadores que tanto aprecian los comerciantes y los publicistas. Las estructuras patriarcales implican automáticamente el deseo de mantener y preservar un patrimonio de bienes muebles e inmuebles, que no se destinan inmediatamente al consumo, destinado a proporcionar una felicidad inmediata. La eliminación de la autoridad patriarcal y la liberación sexual van de la mano para asegurar el triunfo de la sociedad de consumo, festiva y extravagante, fustigada por ciertos soixante-huitards que fueron a la vez, y a menudo sin quererlo, sus críticos y sus promotores.     
Además de escribir el libro de Adorno La personalidad autoritaria (Studien zum autoritären Charakter), un instrumento de control, los dos filósofos de la Escuela de Fráncfort, instalados en la Alemania de posguerra, redactaron su principal manifiesto filosófico, La personalidad autoritaria (Studien zum autoritären Charakter), redactaron su principal manifiesto filosófico, Die Dialektik der Aufklärung (= "La dialéctica de la Ilustración"), en el que afirmaban que formaban parte de la tradición ilustrada, surgida en el siglo XVIII, al tiempo que criticaban ciertos avatares posteriores de este planteamiento filosófico. Para Horkheimer y Adorno, la ciencia y la tecnología, que cobraron impulso durante la Ilustración y en los albores de la Revolución Industrial con el apoyo de los enciclopedistas en torno a d'Alembert y Diderot, han adquirido con el tiempo un estatus marcado por la ambigüedad. En su manifiesto, Horkheimer y Adorno sostienen que la tecnología y la ciencia han conducido a la tecnocracia y que, en este proceso evolutivo, la razón de la Ilustración ha pasado de ser idealista a ser "instrumental", con el riesgo de ser utilizada por fuerzas políticas que no comparten el ideal filosófico de la Ilustración (con lo que se refieren a las diversas formas de fascismo o al neoconservadurismo tecnocrático del periodo posterior a 1945). El programa promovido por La personalidad autoritaria puede interpretarse, sin ir demasiado lejos, como un instrumento puramente tecnocrático destinado a moldear a las masas en una dirección precisa, contraria a sus disposiciones naturales y ontológicas o contraria a los legados de una historia nacional particular. Aunque inventaron un instrumento claramente tecnocrático, Adorno y Horkheimer criticaron la tecnocracia occidental por motivos sociológicos que podemos aceptar plenamente: de hecho, los dos filósofos forman parte de una tradición sociológica inaugurada, no por Marx y sus primeros seguidores, sino por Georg Simmel y Max Weber. A través de su obra y la de sus alumnos, Weber quiso lanzar "una ciencia de la realidad, que nos permitiera comprender en su especificidad misma la realidad en la que están inmersas nuestras vidas". Para Simmel y Weber, el desarrollo de la ciencia y la tecnología aportará sin duda un sinfín de beneficios a las sociedades humanas, pero al mismo tiempo provocará una hipertrofia de los aparatos abstractos, los de la tecnocracia en marcha, por ejemplo, los de la administración, que multiplicarán las reglas de coerción social en todos los ámbitos, dando lugar a la aparición de un gigantesco "talón de hierro" o jaula de acero, que borrará la creatividad humana.
¿Qué creatividad humana?
La obliteración de la creatividad humana, tal y como la conciben Simmel y Weber, es el punto de partida de Adorno y Horkheimer. Pero, entonces, ¿dónde divergen los conservadores críticos de la Escuela de Fráncfort y los seguidores de esa escuela? En la definición que dan de la creatividad humana. La creatividad según Adorno y Horkheimer es la de una intelligentsia desvinculada de todas las limitaciones materiales, la de una freischwebende Intelligenz, que se eleva por encima de la realidad, o la de asistentes sociales y trabajadores sociales que trabajan para deconstruir las estructuras sociales existentes con el fin de crear desde cero una forma artificial de convivencia, confeccionada según los sueños utópicos de sociólogos irreales, que hablan ad libitum sobre el trabajo o el proletariado sin haber trabajado nunca realmente (Helmut Schelsky) o en una fábrica real (los trabajadores de Opel en Rüsselheim, Alemania, ahuyentaron a los Krawallos que querían ayudarles en su tarea proletaria, mientras preparaban comités de protesta, happenings o rompían máquinas). Los conservadores y los pangermanistas ya habían acusado a Nietzsche ("un filósofo para histéricas y pintores") y a los románticos, calificados de "ocasionalistas" por Carl Schmitt, de ponerse del lado de esta franja "bohemia" de la burguesía o Bildungsbürgertum. En la historia de las ideas, las críticas a la tecnocracia han surgido a menudo de las filas de los conservadores, ansiosos por ver sus tradiciones borradas por un nuevo modo de pensar pragmático ajeno a todos los valores tradicionales y a los modos de consulta heredados, que acaban ahogados en nuevos laberintos administrativos, planteados como infalibles. Sin embargo, la crítica de Adorno y Horkheimer no era conservadora sino de izquierdas, "liberal" en el sentido anglosajón del término. Adorno y Horkheimer querían dar más impacto en la sociedad a la freischwebende Intelligenz, a los bohemios literarios y artísticos o a los nuevos sociólogos y pedagogos (Cohn-Bendit), herederos de los más frívolos y rebuscados de los "Lebensreformer" ("reformadores de la vida") que pulularon en Alemania entre 1890 y 1933. El objetivo de esta maniobra era mantener una especie de espacio lúdico y festivo (avant la lettre) al margen de una sociedad regida, por lo demás, por los principios de la Ilustración, con, en el mundo del trabajo, un dominio más o menos frenado de la "razón instrumental". Este espacio lúdico y festivo sería un "espacio del no trabajo" (Guillaume Faye), sobrevalorado por los medios de comunicación, donde los individuos podrían dar rienda suelta a sus fantasías personales o pasar un buen rato en una zona de garaje en un momento en que la automatización de las fábricas, la desindustrialización y la deslocalización postulan una drástica reducción de la mano de obra. El "espacio del no trabajo" endulza la píldora a los condenados al paro o a trabajos socioculturales no productivos. Adorno y Horkheimer sitúan así la creatividad humana, que ellos valoran, en un espacio artificial, una especie de jardín de lujo, al margen del tumulto del mundo real. No la sitúan en las disposiciones concretas, ontológicas, de la naturaleza biológica del hombre, como ser vivo que, al comienzo de su evolución filogenética, fue "arrojado" a la naturaleza y tuvo que encontrar una salida. El crítico alemán de la Escuela de Fráncfort, el Dr. Rolf Kosiek, catedrático de biología, estigmatiza el "pandemonio" de esta tradición sociológica de izquierdas porque nunca se refiere a la biología humana, a la concreción fundamental del ser humano como ser vivo. Al utilizar el término "pandemónium", Kosiek se hace eco casi palabra por palabra del juicio de Henri De Man, que estuvo presente en Fráncfort desde los primeros tiempos del Instituto de Sociología; en sus memorias, De Man escribe: "era un montón de intelectuales soñadores, incapaces de captar una realidad política o social o de describirla sucintamente - era un pandemónium".
Las escuelas biológicas alemana y austriaca, con Konrad Lorenz, Irenäus Eibl-Eibesfeldt, Rupert Riedl y Wuketits, o los divulgadores americanos e ingleses Robert Ardrey y Desmond Morris, sentaron las bases de una sociología más realista, que abordaba al hombre no como un bohemio intelectual sino como un ser vivo, poco diferente en fisiología de los mamíferos con los que convive, pero muy distinto de ellos en sus capacidades intelectuales y de adaptación, y en sus capacidades de memoria. Arnold Gehlen, en cambio, es un sociólogo que tiene en cuenta los descubrimientos de las ciencias biológicas. Para Gehlen, el hombre es una criatura miserable, desnuda, sin fuerza real en la naturaleza, sin las garras y los caninos del tigre, sin el pelaje y los poderosos músculos del oso. Para sobrevivir, tuvo que crear artificialmente los órganos que la naturaleza no le había proporcionado. Así que inventa la tecnología y, con su memoria capaz de transmitir lo aprendido, adquiere una muleta cultural capaz de suplir sus carencias naturales. Para Gehlen, la cultura (y la tecnología) son la verdadera naturaleza del hombre. La creatividad, obliterada por la tecnocracia (Simmel, Weber, Adorno, Horkheimer), que también provoca una "muerte tibia" (Lorenz) mediante la proliferación de "experiencias de segunda mano" (Gehlen), es, para la sociología biologizante de Gehlen, la respuesta del hombre, como ser vivo, a un entorno sistemáticamente hostil. La invención de la tecnología y de la cultura/memoria dota al hombre de una plasticidad de comportamiento que le permite afrontar una multiplicidad de retos.
Hoy en día, esta creatividad está siendo obliterada por la ingeniería social de la tecnocracia dominante, con el gran riesgo de destruir definitivamente las fuerzas que existen en el interior del hombre y que siempre le han hecho capaz de enfrentarse a los peligros que le amenazan mediante el poder "proactivo" de su imaginación concreta, que ahora forma parte de sus disposiciones ontológicas. La creatividad obliterada del hombre ya no puede hacer frente a la tragedia que puede desencadenarse en cualquier momento (la "lógica de lo peor" de Clément Rosset).
Konrad Lorenz habló de "tibieza mortal", y Gehlen de una hipertrofia de "experiencias de segunda mano", en la que el hombre ya no se enfrenta directamente a los peligros y desafíos a los que generalmente se había enfrentado a lo largo de su historia.
Para la Escuela de Fráncfort, la creatividad humana se limita a la de los bohemios intelectuales. Para los demás, la creatividad abarcaba todos los campos imaginables de la actividad humana, siempre que tuviera un objeto concreto.
Habermas: del patriotismo constitucional a la aporía completa
Habermas, antiguo ayudante de Horkheimer y luego su sucesor al frente del Instituto de Fráncfort, se convirtió en la figura de la segunda generación de la Escuela de Fráncfort a finales de la década de 1960. ¿Su objetivo? Evitar la "cristalización" de los residuos del autoritarismo y los efectos de la aplicación de la "razón instrumental", una "cristalización" que sin duda habría llevado al poder a una nueva ideología autoritaria fuerte, Habermas se esforzó en teorizar una "praxis de la discusión permanente" (en oposición a Carl Schmitt, quien, como discípulo del español Donoso Cortès, abominaba de la discusión y de la "clase debatiente" en favor de los verdaderos responsables de la toma de decisiones, los únicos capaces de mantener la política en su sitio, los Estados y los imperios en buen estado de funcionamiento). La finalidad misma de la discusión y de esta cultura del debate permanente era evitar que las decisiones demasiado claras condujeran a la "cristalización". La evolución política debía desarrollarse lentamente en el tiempo, sin brusquedades ni precipitaciones, incluso cuando fueran necesarias decisiones tajantes, dada la urgencia, la "Ernstfall". Esta postura habermasiana no gustó a todos en la izquierda, especialmente a los comunistas de línea dura y a los activistas directos: su teoría ha sido descrita a veces como la encarnación del "derrotismo posfascista", inaugurando, en la posguerra, una "filosofía de la desorientación y la larga palabrería". Habermas se convirtió así en el filósofo desrealizado más emblemático de Europa. En 1990, deploró la reunificación alemana porque "ponía en peligro la sociedad multicultural y la unidad europea, ambas en ciernes desde hacía tiempo". La única alternativa, para Habermas, es sustituir la pertenencia nacional de los pueblos por un "patriotismo constitucional", preferible, en su opinión, "a las muletas prepolíticas de la nacionalidad (carnal) y a la idea de la comunidad de destino" (Habermas arremete contra las dos concepciones existentes en Alemania: el ideal nacionalista de memoria romántica y el ideal a-nacional prusiano de participación en la vida y defensa de un tipo particular de Estado, con connotaciones espartanas). ¿Es por tanto el "patriotismo constitucional" un antídoto contra la guerra, contra las guerras desencadenadas por los patriotismos basados en las dos "muletas" denunciadas por Habermas, el ideal nacionalista y el ideal prusiano? En principio, sí; en la práctica, no. En 1999, cuando la OTAN atacó Serbia con el pretexto de que oprimía a la minoría albanesa de Kosovo, Habermas bendijo la operación, describiéndola como "un salto cuántico en el camino que va del derecho clásico de las naciones al derecho cosmopolita de una sociedad global de ciudadanos". Y añadió: "los vecinos democráticos (es decir, los que han abrazado la idea del "patriotismo constitucional") tienen derecho a actuar para proporcionar ayuda esencial, legitimada por el derecho de gentes". Contradicción: el "constitucionalismo globalista" de la OTAN ha santificado un reflejo de identidad etnonacional, el de los albanokosovares, frente al reflejo etnonacional de los serbios. La OTAN, con la bendición de Habermas, ha actuado paradójicamente para restaurar una de las muletas que Habermas siempre quiso erradicar. Al mismo tiempo, ha apostado por un elemento musulmán, ajeno a Europa, una importación turca a los Balcanes, en detrimento de la albanidad católica y ortodoxa, y más tarde en detrimento de la "serbidad" eslava y ortodoxa. Todo ello para que el nuevo Estado kosovar concediera al ejército estadounidense la base terrestre más formidable de Europa, el campamento Bondsteele, destinado a sustituir a las bases alemanas que habían sido evacuadas progresivamente desde la reunificación. Camp Bondsteele sirve para establecer una presencia militar en los Balcanes, un trampolín para el control del Mar Negro, el Mediterráneo oriental y la Anatolia turca. Estas afirmaciones de un Habermas envejecido suenan extrañamente como la agitación de unos perros que intentan comerse la cola unos a otros.
El itinerario de Habermas conduce así a una aporía. Incluso da lugar a contradicciones inexplicables: el "patriotismo constitucional", destinado a inaugurar una era de paz universal (ya soñada por Kant), conduce en última instancia a una apología de las "guerras justas" que, otro oxímoron, promueven a veces el nacionalismo étnico a la antigua usanza.
Conclusión: La Escuela de Fráncfort es un cuerpo de pensamiento que hay que estudiar con ojo de historiador si queremos entender los errores de nuestro tiempo, los descarrilamientos de las dos últimas décadas en las que, precisamente, los sesenta, marcados por el corpus filosófico y sociológico de esta escuela, tuvieron el poder en sus manos en la mayoría de los países occidentales. Esto ha conducido a un amplio abanico de impasses y, más recientemente con las expediciones a Afganistán e Irak (guerras justas según Habermas), a una cierta hybris, mientras que varias potencias chalengeuse, entre ellas China, no contaminada por la basura francfortista y curada de los desvaríos de la Revolución Cultural maoísta, han empezado a avanzar. Europa necesita librarse del "pandemónium" si quiere darle la vuelta a la situación y, más prosaicamente, sobrevivir a largo plazo. No puede deshacerse del viejo corpus clásico: es insustituible. Cualquier intento de arrojarlos por la borda y sustituirlos por construcciones inventadas e improvisadas por sociólogos poco realistas conduce a callejones sin salida, aporías y bufonadas.
Robert STEUCKERS (noviembre de 2008)    
Notas :
(1) Nunca se es demasiado consciente de que el término "tolerancia" ha cambiado subrepticiamente de significado en las últimas décadas. Inicialmente, tolerancia significaba tolerar la existencia de un hecho que, en cuanto a su sustancia y principios, estaba condenado (el protestantismo estaba condenado pero se toleraba en virtud del Edicto de Nantes, un edicto de tolerancia). Se toleraban ciertas prácticas porque no se disponía de los medios materiales para combatirlas y erradicarlas. Por ejemplo, la prostitución, condenada en principio, se toleraba como salida social. Se hacía referencia a los burdeles como "casas de tolerancia". Cuando pedíamos a nuestros profesores que fueran "tolerantes", en el sentido actual de la palabra, respondían invariablemente: "¿Tolerancia, señor? Pero para eso ya hay casas". Hoy, el término "tolerante" significa aceptar el hecho en sus dimensiones fácticas (e inevitables), así como en sus principios.
(2) Los "Padres Fundadores", como su nombre indica, volverán rápidamente a los reflejos de autoridad patriarcal dictados por la Biblia judía. La parsimonia, virtud puritana por excelencia y practicada hasta la caricatura, se convirtió en el modelo del americanismo, que Adorno pretendía deconstruir del mismo modo que el fascismo alemán, para dar lugar a una humanidad atomizada, dislocada por la liberación sexual que disolverá su núcleo familiar básico, una humanidad atomizada preconizada por Marcuse, Fromm y Reich, para hacer reinar individualidades más o menos originales y excéntricas, desconectadas y desconcertadas por los medios de comunicación, pero todas clientes de las cadenas de supermercados.
Bibliografía: Theodor W. ADORNO, Studien zum autoritären Charakter, Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 1973. Max HORKHEIMER / Theodor W. ADORNO, Dialektik der Aufklärung, Fischer, Fráncfort del Meno, 1969. Max HORKHEIMER, Traditionnelle und kritische Theorie - Vier Aufsätze, Fischer, Fráncfort del Meno, 1968. Max HORKHEIMER, Zur Kritik der instrumentellen Vernunft, Athenäuml/Fischer, Fráncfort del Meno, 1974. Rolf KOSIEK, Die Frankfurter Schule und ihre zersetzenden Auswirkungen, Hohenrain, Tubinga, 2001.
Fuente: https://euro-sinergias.blogspot.com
Traducción: Enric Ravello Barber
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historiacuriosa23 · 2 months
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✅"Descubre la CONMOVEDORA historia real de la escritora Ana Frank, su famoso diario y el conmovedor anexo secreto en esta emocionante biografía." ANA FRANK | La HISTORIA REAL de la escritora Ana Frank, su diario y el anexo secreto | Biografía Ana Frank, una joven judía alemana, se ha convertido en un símbolo del Holocausto y un recordatorio perdurable de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Nació el 12 de junio de 1929 en Fráncfort, Alemania, en el seno de una familia judía liberal compuesta por sus padres, Otto Frank y Edith Holländer, y su hermana mayor, Margot. La vida de Ana cambió drásticamente en 1933 cuando Adolf Hitler y el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán llegaron al poder en Alemania. El discurso antisemita de las autoridades nazis y su creciente persecución de los judíos llevaron a la familia Frank a tomar la difícil decisión de emigrar a Ámsterdam en busca de un refugio seguro. Otto Frank se instaló primero en los Países Bajos para establecer una filial de la empresa alemana Opekta, mientras que Edith y las dos niñas permanecieron con la abuela en Aquisgrán durante un tiempo. En enero de 1934, Ana se reunió con su familia en Ámsterdam, y ese mismo año comenzó a asistir a una escuela Montessori. Sin embargo, con la invasión de los nazis en los Países Bajos en 1940, la situación empeoró para los judíos, y Ana y Margot se vieron obligadas a cambiar de escuela para asistir al Liceo judío, ya que se les prohibió ir a las mismas escuelas que los no judíos. El 6 de julio de 1942, la familia Frank, junto con otra familia judía, los Van Pels, y el dentista Fritz Pfeffer, se ocultaron en un anexo secreto detrás de la empresa de Otto Frank en Ámsterdam. Durante más de dos años, vivieron en confinamiento, sin poder salir ni siquiera durante el día, para evitar la deportación a campos de concentración. Durante ese tiempo, Ana comenzó a escribir en su diario, una especie de confidente en el que plasmaba sus pensamientos más íntimos y las experiencias de su vida en el anexo secreto. Su escritura revela el miedo, la esperanza, la madurez y la profunda humanidad que encontró en medio de la adversidad. Sin embargo, el 4 de agosto de 1944, la familia Frank y sus compañeros de refugio fueron traicionados y arrestados por los nazis. Fueron enviados a campos de concentración, y Ana y Margot finalmente terminaron en Bergen-Belsen, donde murieron de tifus en febrero de 1945, poco antes de la liberación del campo. El diario de Ana Frank, encontrado y preservado por Miep Gies, quien había ayudado a la familia Frank durante su ocultamiento, se convirtió en un testimonio conmovedor del Holocausto. Sus palabras, llenas de humanidad y esperanza, continúan inspirando a las generaciones posteriores a luchar contra la discriminación, el odio y la intolerancia. Hoy en día, el Museo de la Casa de Ana Frank en Ámsterdam es un lugar de memoria que rinde homenaje a su vida y las vidas perdidas durante el Holocausto. Su historia nos recuerda la importancia de la tolerancia y la necesidad de prevenir que eventos tan atroces vuelvan a ocurrir en la historia de la humanidad. #diariodeanafrank #anafrank #holocausto 0:00 Inicio 0:23 La Vida de Anna Frank 1:38 Adolf Hitler Llega al Poder 1:58 Viaja a Amsterdam 2:14 Ana Frank y Margot 2:22 El Exilio en Amsterdam 3:02 Se Mudan al Anexo Secreto 3:49 El Diario de Ana Frank 5:25 Los Sue's de Ana Frank 7:00 La Traición y la Captura de Ana Frank 8:10 Anna Frank y la Familia Fueron Enviados a los Campos de Concentración 8:29 Otto Frank Recibe el Diario de Anna Frank 8:41 Legado de Anna Frank 9:06 Se publica el Diario de Anna Frank ¡No te pierdas este video si te gusta la Historia y los datos Curiosos! 👉🏼 Suscríbete a nuestro canal. 🔄 Enlace de suscripción:    https://bitly.ws/UVKM ☛ Tu Like, Comentarios, y Suscríbete. ANA FRANK | La HISTORIA REAL de la escritora Ana Frank, su diario y el anexo secreto | Biografía published first on https://www.youtube.com/@Historiacuriosa23/
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nddsnubefelicidad · 5 months
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¿POR QUÉ HAY GENTE QUE NO ES FELIZ? ¿PODRÍAS LLEGAR A SER UNO DE ELLOS?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) informa que más de 300 millones de personas padecen depresión, y España es uno de los países donde se consumen más somníferos y antidepresivos. Se argumenta que todas estas personas enfrentan problemas que les generan un estado de ansiedad que les dificulta conciliar el sueño.
La Escuela de Fráncfort es un grupo similar a los Vengadores de Marvel, ya que cada uno lucha contra algo. Mientras los Vengadores enfrentan a un dios de la mitología nórdica, la Escuela de Fráncfort combate contra el capitalismo.
Testifican que la causa de la infelicidad radica en que el sistema capitalista hace la vida imposible. El capitalismo permite el desarrollo técnico de la sociedad, pero limita nuestra capacidad de decidir qué tipo de vida queremos llevar. Sostienen que el sistema capitalista controla nuestras mentes a través de los medios de comunicación (consume), haciéndonos creer que somos libres cuando en realidad somos engranajes al servicio del sistema. Este sistema dicta que "estudiemos, trabajemos, consumamos y criemos hijos que estudien, trabajen y consuman".
Desarrollamos nuevas tecnologías sin antes cuestionarnos qué queremos para nosotros en esta vida. ¿Para qué las queremos si no sabemos ni el significado de nuestra existencia?
Así que la felicidad no es sinónimo de alegría o euforia; bastaría con crear y consumir un fármaco que nos mantenga así. Como dijo Aristóteles: "Una vida digna de ser contada, lograr plenitud en la existencia, alcanzar objetivos que realmente importan y desarrollar todas nuestras capacidades, eso es la felicidad".
Ideas extraídas de libro Filosofía en la calle: #FiloRetos para la vida cotidiana de Eduardo infante.
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abbapatter · 6 months
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La escuela de Fráncfort
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"Ya no es posible la poesía después de Auschwitz. La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación... lo monstruoso no ha penetrado lo bastante en los hombres, síntoma de que la posibilidad de repetición persiste en lo que atañe al estado de conciencia e inconsciencia de estos. Cualquier debate sobre ideales de educación es vano e indiferente en comparación con este: que AUSCHWITZ no se repita".
- Theodor #Adorno (1903-1969), filósofo alemán de origen judío, uno de los principales representantes de la Escuela de Fráncfort.
https://estebanlopezgonzalez.com/2013/07/28/en-recuerdo-de-todos-ellos/
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joseandrestabarnia · 2 years
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Inventario: 08155
Autor/a: Aeken, Hieronymus van (El Bosco) (Lugar de nacimiento: Holanda, 1450[ca] - Lugar de defunción: Holanda, 1516)
Escuela/Taller: Flamenca [El Bosco]
Título: Meditaciones de San Juan Bautista
Materia/Soporte: Tabla [Roble]
Técnica: Óleo
Dimensiones: Con Marco: Altura = 61 cm; Anchura = 52 cm; Profundidad = 7 cm
Sin Marco: Altura = 48,50 cm; Anchura = 40 cm
Descripción: La escena representa a San Juan Bautista meditando en soledad en plena naturaleza. En el exuberante paisaje el pintor introduce extrañas formaciones geológicas y raras especies animales y vegetales nacidas de su imaginación. La inquietante planta que crece junto al santo, una quimera vegetal, oculta la figura de un personaje orante, sin duda el comitente de la obra.
Iconografía: San Juan Bautista
Datación: 1495[ca]
Lugar de Producción/Ceca: Holanda (Europa)
Historia del Objeto: Adquirido por José Lázaro hacia 1918-19 (López Redondo, 2017). Depositado en el Museo Boymans de Rotterdam entre 1936 a 1949.
Clasificación Razonada: Esta tabla, obra indudable del Bosco según los especialistas, hay que situarla entre sus últimas obras y cercana al retablo de los Ermitaños de Venecia o al San Cristóbal de Rotterdam. No conserva el habitual rebaje biselado ni la rebaba en ninguno de sus cuatro lados; además, alguno de los elementos de la composición aparece incompleto, como la bellota del ángulo inferior izquierdo, lo que hace pensar que la obra no conserva sus dimensiones originales.
En 1943 Baldas planteó la teoría de que esta tabla fuera la puerta izquierda de un tríptico cuya puerta derecha fuera el San Juan en Patmos conservado en Berlín. Para Jos Koldeweij (2001) pudiera haber formado parte del cerramiento del retablo escultórico de Adriaen van Wesel para la Hermandad de Nuestra Señora en la colegiata de San Juan en `s-Hertogenbosch, y sostiene que ambos santos, el de Berlin y el de Madrid, serían las puertas pintadas de la parte superior de dicho retablo. Sin embargo, la ejecución de la pintura con un preciosismo miniaturista parece impropio para una obra que se fuese a contemplar a varios metros de altura. Las radiografías y reflectografías infrarrojas realizadas en 1995 en el IPCE, durante la restauración de la pintura, muestran que bajo la planta del primer plano hay una figura de un donante que formaba parte de la composición inicial, luego modificada; ambos documentos permiten ver, además, cambios importantes respecto al visible tanto a nivel de dibujo como de la capa inferior de la pintura. La planta del primer plano, que cubre la figura del donante, es para Tolnay (1937) o Baldas (1943) una representación simbólica de la mandrágora, planta alucinogena a la que se atribuían en la Edad Media propiedades afrodisíacas y demoníacas. Para otros como Fraenger (1975), su presencia se vincula al pasaje bíblico de Isaías (51:1-3) y se interpreta con la Resurreción de Cristo; en este mismo sentido Weemans (2012-13) la contrapone a la figura del cordero místico. Para Barba (2017), la planta es desde el punto de vista botánico una quimera formada por la combinación de partes de más de seis plantas distintas. Pese a estas explicaciones simbólicas, la planta tiene una función primaria que es la de ocultar la figura del donante, quien lleva un bonete y un ropón semejantes a los del comitente de la Adoración de los Magos (Museo del Prado), identificado como Peter Scheyfre, un destacado burgués de Amberes. También son semejantes sus rostros y la imagen que ofrecen ambas radiografías, a pesar de que el rostro de la figura oculta en la tabla del Museo Lázaro está muy dañado por coincidir con la unión de dos paneles. Se conocen otras tres obras del Bosco donde hay donantes ocultos: Santa Liberata de Venecia, El Ecce Homo de Fráncfort y, a nivel de dibujo, en el Juicio final de Viena. La razón se desconoce, pero se puede especular como posibles desencuentros del artista con algunos de sus clientes y el deseo del autor de comercializar esas obras ya iniciadas. El dibujo subyacente, muy característico del autor, está hecho con pincel y con poca carga de carbón; es un dibujo esquemático, abocetado y de trazo muy suelto que apenas marca sombras y que muestra algún cambio con el visible en la colocación del rostro, en los ojos y en la inclinación de la cara. (López Redondo, 2017).
Forma de Ingreso: Donación al Estado.
Información del Museo Lázaro Galdiano, en la web Colecciones en Red, imágenes de mi autoría.
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bocadosdefilosofia · 3 months
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«La vida humana se convierte en instante, y no porque supere la duración, sino porque se desvanece en la nada manifestando su vanidad en el seno de la mala finitud del tiempo en sí. En el ruidoso tic-tac del reloj se percibe el desdén de los años-luz por el palmo de la propia existencia. Las horas que ya han pasado como segundos antes de que el sentido interno las haya asimilado, anuncian a éste, arrastrándolo en su precipitación, que él y toda memoria están consagrados al olvido en la noche cósmica. Un olvido del que los hombres hoy se percatan de un modo obsesivo. En su estado de total impotencia, que se le ha dejado vivir le parece al individuo el plazo breve de un ajusticiado. No espera vivir por sí mismo su vida hasta el final. La posibilidad de la muerte violenta o el martirio, presente a cada uno, se continúa en la angustia de saber que los días están contados y la duración de la propia vida establecida en las estadísticas de saber que el envejecer en cierto modo se ha convertido en una ventaja ilícita que hay que sacar con engaño de los valores medios. Quizá esté ya agotada la cuota de vida dispuesta, con carácter revocable, por la sociedad. Una angustia  semejante registra el cuerpo en la huida de las horas. El tiempo vuela.»
Theodor W. Adorno: Mínima moralia. Editorial Taurus, pág. 166. Madrid, 2001.
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@bocadosdefilosofia
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notasfilosoficas · 2 years
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“Los muertos reciben más flores que los vivos, ya que el pesar es más fuerte que la gratitud”
Ana Frank
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Annelies Marie Frank, mejor conocida como Ana Frank, fue una niña alemana de ascendencia judía nacida en Fráncfort del Meno en junio de 1929. Es conocida mundialmente gracias al Diario de Ana Frank, una edición de su diario intimo en donde deja constancia de su ocultamiento junto con su familia por casi dos años y medio de la persecución nazi en Amsterdam durante la Segunda Guerra Mundial.
Fue la segunda hija de Otto Heinrich Frank y de Edith Hollander quienes vivían en una comunidad asimilada de ciudadanos judios y otros que no lo eran, pues la comunidad albergaba familias judías católicas y protestantes.
Los Frank eran judíos reformistas, es decir que mantenían muchas tradiciones de la fe judía pero no se alineaban demasiado a sus preceptos.
Su padre había participado como teniente del Ejercito Alemán durante la Primera Guerra Mundial y después se volvió empresario.
La hermana de Ana, Margot, era tres años mayor que Ana y se le tenia por bondadosa, ejemplar y discreta, en tanto que a Ana, era extrovertida e impulsiva.
En marzo de 1933, antes de la toma del poder de Adolf Hitler, se mudaron Aquisgrán, la casa de la abuela de Ana, y posteriormente en 1934 se mudaron a Amsterdam en donde Otto Frank llevaba ya varios meses preparando su futura vida familiar, siendo encargado de la sucursal holandesa de la empresa alemana Opekta.
Ana y su hermana estudiaron en escuelas publicas y una de sus mejores amigas Hannah Goslar, a quien llamaban Hanneli contó posteriormente que Ana a menudo escribía en secreto y no quería decir nada del contenido de sus escritos.
A los judíos exiliados les preocupaba la posible expansion de Hitler a los Países Bajos, los cuales intentaban mantenerse neutrales, pero en mayo de 1940, el ejercito aleman atacó y ocupó el país.
Con el paso del tiempo cada dia se publicaban mas leyes anti-judías que les quitaban sus derechos, se les excluía de la vida social y se les expulsaba de todas las instituciones publicas. La empresa que llevaba Otto Frank tuvo que ser cedida a dos colaboradores suyos que eran arios. Para entonces, Otto Frank ya había preparado un escondite en la parte trasera de la empresa, compuesta de tres plantas unidas a la fachada posterior del edificio principal, el primer piso, contaba con dos habitaciones pequeñas con baño y WC y por encima una habitación grande y una pequeña, que en total ocupaba 50 metros cuadrados.
El 5 de julio de 1942, Margot Frank fue requerida para ser deportada a un campo de trabajo, por lo que la familia Frank decidió huir al refugio antes de lo esperado llevando toda la ropa que pudieron y caminando varios kilómetros pues les estaba prohibido utilizar el servicio de transporte público.
Miep Gies, quien había sido secretaria de Otto Frank era la encargada de suministrarles víveres y noticias de la guerra. Ana leyó muchos libros durante ese tiempo lo que le sirvió para mejorar su estilo y convertirse en escritora autónoma. Ana escribía sobre sus sentimientos, creencias y ambiciones, así como de los hechos transcurridos. Su anotación final fue el 1 de agosto de 1944.
Ana, su familia y acompañantes fueron arrestados el 4 de agosto de 1944, (se dice que un empleado de la compañía los delató por miedo a sufrir represalias contra su familia), siendo Margot y Ana deportados un mes en Auschwitz II-Birkenau y luego fueron enviadas al campo de concentración de Bergen-Belsen en donde murieron ambas de tifus en marzo de 1945, poco antes de la liberación. 
Solo Otto Frank logró sobrevivir del Holocausto. Su ex-secretaria Miep Gies, quienes habían protegido y escondido el diario de Ana, le entregaron el diario a Otto, con el fin de publicarlo con el titulo “Diario de Ana Frank” el cual ha sido publicado en mas de 70 idiomas.
Fuente: Wikipedia.
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jgmail · 10 months
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Ernst Bloch: religión, marxismo y utopía (I). Una vida y una obra a la intemperie en la «era de las catástrofes»
Por Raimundo Cuesta
Fuentes: Rebelión
La extinción de Joseph Ratzinger (1920-2023), fino teólogo bávaro, evasivo Papa con mando en plaza entre 2005-2013 y discreto pontífice emérito en sus último años de vida, me evoca, más allá del indecoroso espectáculo  funerario al modo vaticano, su conducta como implacable adalid de la ortodoxia católica, principalmente frente a la izquierdista teología de la liberación, durante la larga y devastadora ocupación de la silla de Pedro por el polaco Karol Jósef Wojtyla (1978-2005). Su persona encarna la figura de sobresaliente y sutil intelectual eclesiástico, gladiador infatigable de la causa de Dios en la tierra. Un gladiador, no obstante, que con los de dentro de “casa” usaba la espada mientras que a veces con los de fuera se despojaba de sus belicosas armas de exclusión y recurría a emplear la palabra como signo de la apertura de la Iglesia a los no creyentes, como gesto dialogante en el espacio público.
Al respecto, cabe recordar que, un año antes de ascender al trono papal, mantuvo un célebre certamen intelectual con el filósofo Jürgen Habermas, máximo representante de la tercera generación de la llamada Escuela de Fráncfort. En efecto, en 2004 ambos fueron invitados a conversar en Múnich sobre Fundamentos morales prepolíticos en el Estado liberal. Allí coincidieron en defender una coexistencia pacífica y tolerante entre razón y religión dentro de un horizonte postmetafísico democrático capaz de albergar expectativas de “reconocimiento recíproco” entre creyentes y no creyentes. Poco después, Habermas escribía su libro titulado Entre naturalismo y religión[1]. Allí el filósofo alemán predicaba la escucha y el mutuo aprendizaje en un espacio público inspirado en un nuevo laicismo, posición que desencadenó más de una aguda controversia.
Si bien se mira, este nuevo laicismo light y la concepción del fenómeno religioso a él vinculada guardaban escaso parentesco con las brillantes  especulaciones juveniles de Karl Marx cuando sostenía que “la miseria religiosa es al mismo tiempo la expresión de la miseria real y la protesta contra ella. La religión es el sollozo de la criatura oprimida, es el significado real de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una época privada de espíritu. Es el opio del pueblo”[2]. De este primigenio hilo provino precisamente la teología de la liberación y de ahí la lucha encarnizada de Ratzinger contra la heterodoxa infiltración “marxista” en el orbe católico. Una fuente principal de la ruta primero trazada por Marx y luego seguida por la teología de la liberación, se materializa y amplía en la  singular obra de Ernst Bloch, el filósofo de la esperanza utópica. Es ahora motivo, quizá intempestivo, de mi recuerdo en las líneas que siguen[3].
Toda obra es hija de su tiempo y la de Ernst Bloch (1885-1977) no fue una excepción a la regla. Nacido en Ludwishafen, una ciudad de  Renania-Palatinado, perteneciente al II Reich que ya mostraba, tras la victoria sobre Francia en 1870, la resuelta voluntad alemana de jugar el papel destacado en el concierto internacional, lo que llevaría a su participación muy activa en la Primera Guerra Mundial, desastre desmesurado y antesala de otros de mayor magnitud en la “era de las catástrofes”. Bloch fue contemporáneo, testigo y víctima de ese convulso contexto histórico. Había nacido dentro de una familia judía relativamente modesta (su padre era revisor del ferrocarril), pero depositaria de una cultura confesional que él heredará (sus tres matrimonios se efectuaron conforme al rito de la religión familiar) y cuyo quehacer intelectual ejemplifica perfectamente la sobresaliente relevancia cultural de los “judíos no judíos” en su época; a pesar de su ateísmo explícito, ese bagaje hebraico constituirá un sustrato fundamental en su pensamiento: “A los diecisiete años se es así, o se odia a la Biblia o se extrae de las Sagradas Escrituras todo lo que la fría mecánica no puede explicar”[4]. Había llegado al mundo dos años después de la muerte de Marx y disfrutó de un largo periplo vital (murió con noventa y dos años en Tubinga); su inmensa labor intelectual,  marcada por el hegelianismo, el marxismo, el freudismo con el añadido de profundas raíces teológicas judeocristianas, se inscribe en esa tormenta de acero y odio de las dos grandes guerras mundiales, la revolución soviética, el fascismo y llega hasta los estertores de la  guerra fría. Marxista declarado y materialista militante, a pesar de las terribles frustraciones de su tiempo, su quehacer se nos muestra como el de un filósofo de la esperanza, el pensador que, apoyado en su idea sobre la naturaleza desiderativa del ser humano, bañó al conjunto de su obra de un barniz de optimismo difícil de conciliar con la horrenda y amarga experiencia histórica  presenciada: guerras, nazismo, exilio en Estados Unidos y otros países, invasión soviética de Hungría, desencanto por el ensayo socialista vivido en la República Democrática Alemana, refugio en la Alemania occidental, frustración del mayo del 68 y otras calamidades que dieron espesor dramático a su existencia.
Traigo aquí a colación la persona y la magna obra filosófica de Bloch porque, entre otros muchos motivos de interés, su tratamiento de la cuestión religiosa, estira, extiende y completa algunas de las intuiciones vislumbradas por Marx en 1844, enhebrando una filosofía que descansa sobre una antropología conforme a la cual el ser humano aparece como un perpetuo sujeto anhelante de un mundo mejor, como un soñador despierto que anticipa futuros utópicos. La importancia del deseo y el sueño que ya estaban muy presentes en la obra del doctor Freud, sin duda también figuran de manera muy visible en el filósofo alemán, pero ahora alcanzan una dimensión política revolucionaria que en nada se asemejaba a las creencias del inventor del psicoanálisis.
Dentro de una consideración muy genérica sobre el conjunto de su producción intelectual, se puede afirmar que la religión ocupa un plano central como componente insoslayable de la humana pulsión anticipadora y utópica de un mundo mejor. En efecto, su modo de entender la religión y su explícita defensa del ateísmo no solo consistiría en una operación de derribo de los dogmas y embelecos dogmáticos judeocristianos, sino que conllevaba una comprensión positiva de los elementos subterráneos, que ocasionalmente emergían como herejías y movimientos mesiánicos, mensajes en clave de la tensión prometeica y liberadora que habita en su interior. Como es sabido, Prometeo es el dios griego que se atribuyó la tarea de salvar a los humanos llevándoles el fuego. Por eso Bloch se acoge a una brillante intuición marxiana: “Prometeo es el más noble de los santos y mártir del calendario filosófico”[5].
Siguiendo la huella de Ernst Bloch[6], un juicio positivo de su obra obliga a señalar que su titánico esfuerzo filosófico supuso entonces una confrontación con el materialismo más prosaico y economicista, que se había apoderado de buena parte de los herederos socialdemócratas de Marx en la II Internacional, y que luego, mucho más tarde, chocaría con el marxismo erigido en acartonada ideología de Estado en la Unión Soviética y su periferia. A tal fin, no tuvo empacho en rescatar el legado hegeliano y con él una buena parte del estilo y temática marxiana de la época de juventud. También afrontó en su obra, como una parte sustantiva de lo mejor del marxismo occidental, una reutilización del psicoanálisis freudiano, que alimenta su concepción del ser humano como sujeto portador de sueños diurnos dirigidos hacia la transformación social. Idealismo hegeliano, materialismo marxista y freudismo bullen en la redoma de su pensamiento como partes constituyentes de una mirada sui generis de quien sería llamado por J. Habermas el “Schelling marxista”, dado que en su pensamiento se aliaban el hálito romántico e idealista del brillante y conservador filósofo alemán, amigo de Hölderlin y de Hegel, con el radicalismo revolucionario y el materialismo de Marx[7]. Este último pertenecía a una generación ulterior pero también formaba parte del olimpo de las letras alemanas.
Original e intransferible, sin duda, fue la trayectoria de este rebelde con causa, que en su bachillerato tuvo unas calificaciones mediocres excepto en Filosofía, asignatura en la que sobresalió; desde muy joven fue lector de Hegel al punto de que ya a los diecisiete años se manejaba perfectamente en los entresijos de la intrincada dialéctica hegeliana. Uno de sus amigos y discípulos nos recuerda cómo, cuando ya era una celebridad y había sido laureado como gran pensador y prosista[8], se le rindió un homenaje en el centro donde había cursado el bachillerato y allí contó la anécdota de que al acabar sus estudios el director le preguntó qué iba a estudiar y al saber que la filosofía era su vocación, le respondió: “¿Filosofía? Usted es demasiado tonto para ello”[9]. A pesar del sagaz veredicto del funcionario, cosechó una profunda formación filosófica dentro y fuera de las universidades alemanas y tuvo relación personal e intelectual con lo más florido del pensamiento de entonces: Max Weber, Georg Lukács, Walter Benjamin, Bertold Brecht… y principalmente con lo más granado de la Escuela de Fránkfort, vanguardia entonces del intento de remozar el marxismo occidental más allá de los cánones oficiales, tal como también trató de lograr durante toda su existencia el propio Bloch. Sea como fuere, su obra, con la de sus coetáneos, Antonio Gramsci, Georg Lukács y Karl Krosch, enriqueció la tradición marxista occidental, integrando su legado en lo que algunos han tildado de “marxismo esotérico” y que el interesado prefería calificar de “corriente cálida” del marxismo.
Su vida profesional describe un itinerario cuanto menos chocante. A pesar que, desde 1918, había empezado a publicar obras de gran valor como fue Espíritu de la utopía, piedra angular y auténtico embrión de ideas sobre el que se forjaría su posterior y continuado interés por el tema, nunca encontró empleo académico estable como docente hasta los sesenta y cuatro años de edad cuando, exiliado en Estados Unidos, la Universidad  de Leipzig, le invitó en 1948 a ejercer de catedrático en sus aulas. Tampoco su vida se ajusta a una trayectoria demasiado corriente, excepto tal vez en el hecho de pertenecer a esa especie de “colegio invisible” constituido en Alemania por los intelectuales que combinaban sus orígenes judíos con una mirada hipercrítica hacia la realidad circundante. Pacifista de condición y revolucionario de intención, se negó a participar en la Primera Guerra Mundial y lanzó un manifiesto antibelicista que le obligó a exiliarse en Suiza, donde precisamente en 1918, a la sazón contaba treinta y tres años, publicó su primer libro sobre el significado humano de la utopía.  En plena guerra, depositó sus esperanzas en la revolución soviética de 1917 y luego en las fallidas insurrecciones comunistas habidas en  Alemania al terminar la “gran guerra”, a finales de 1918 y en los principios de 1919. Entre la militancia a favor de la revolución y una profunda dedicación al trabajo intelectual, su imagen aparece como llama solitaria e individualista  del pensamiento crítico. Tampoco su vida familiar traza un recorrido habitual. Tras dos matrimonios anteriores, con una pintora y una escultora, en 1933 se une a la “mujer de su vida”, la polaca Karol Piotrokowska, estudiante arquitectura, militante comunista, feminista, veinte años menor que él, y que será su inseparable compañera hasta que fue visitado por la muerte en 1977 (su esposa viviría hasta 1994). Gracias a esta extraordinaria mujer, pudo subsistir económicamente tras su exilio americano de 1938 (desde la subida de Hitler al poder la pareja había estado vagando por otros países europeos y luego pasaron once años en tierras americanas). En efecto, instalados primero en Nueva York y luego  Cambridge (Massachusetts), Karol ejerció con éxito profesional la arquitectura mientras su marido (que había mantenido alguna colaboración con Theodor W. Adorno, Heinrich Mann y Bertold Brecht en torno a la editorial Aurora) se convirtió en un asiduo cliente de la biblioteca de la Universidad de Harvard, centro que ignoró a alguien que por entonces estaba escribiendo dos de sus obras más importantes, a saber, una relectura del pensamiento de Hegel (Sujeto-objeto. El pensamiento de Hegel) y, sobre todo, El principio esperanza[10], culminación gigantesca de la máxima obra del autor. Nadie de ese sagrado recinto del saber prestó ni la más mínima atención a la silenciosa presencia y fértil labor de Bloch[11].
Años atrás, en 1921, había publicado Thomas Müntzer, teólogo de la revolución[12],una obra que trata de la masiva y tremenda rebelión campesina en 1525 cuando Alemania no era más que un mosaico de muchos estados y príncipes sometidos formalmente al emperador, que en ese momento no era otro que Carlos de Habsburgo (quinto de Alemania y primero de España). El líder de tan singular revolución era un clérigo antiguo partidario de Lutero, que lanza en 1524 su Sermón a los príncipes (“cuando la autoridad no cumple, la espada les será quitada…”) y se pone al frente, en nombre del advenimiento del reino de Dios sobre la Tierra, de miles de campesinos empeñados en  una guerra social inmisericorde contra los poderosos de la época, que probablemente quizás haya sido el movimiento social más amplio antes de la Revolución francesa. Miles de campesinos sufrieron un parecido trágico final. No es extraño, pues, que Bloch se viera atraído y estudiara esta guerra de clases en la que los ideales de una sociedad colectivista se hacía en nombre de la religión anabaptista y esgrimiendo y adhiriéndose a las viejas y nuevas profecías contenidas en la Biblia. Ahí se colmaba y demostraba, según él, la potencial dimensión utópica de la religión[13]. Ya entonces, constata Bloch, el mensaje utópico-revolucionario aparece mediado por una interconexión entre pensamiento teológico judeocristiano y materialismo marxista. Por los demás, no es una casualidad que este libro fuera escrito poco después de la fallida revolución comunista en la Alemania de 1919, ocurrida durante los primeros pasos dados por la República de Weimar y reprimida con suma violencia por una alianza contra natura entre un Gobierno de socialdemócratas y las fuerzas de acción  violenta de  nacionalistas de ultraderecha.
Hereje por vocación y un gran caminante solitario, su obra, en cambio, no se puede explicar sin la cercanía de otros compañeros de viaje. En realidad, su vida consiste en dialogar con la obra de Hegel, Aristóteles, Marx, Freud, etc. Ahora bien, si pudiera ubicarse lo más significativo de su aportación en pocas palabras, se diría que contribuyó a la tarea de erigir un marxismo occidental con rasgos originales, una suerte de “marxismo cultural” alejado del dogmatismo economicista al uso[14]. En esa empresa confluye, aunque él nunca estuvo asociado a escuela alguna, con los miembros del Instituto de Investigación Social de Fránfort, una institución privada financiada inicialmente por el empresario judío Hermann Weil, cuyo hijo Félix había “salido” con veleidades revolucionarias. El edificio  de cinco pisos erigido en el estilo de la Nueva Objetividad, fue obra de un arquitecto que acabaría en brazos del nazismo[15]. Esta especie de santuario o monasterio dedicado al estudio de Marx, que empieza a funcionar en 1924, llegará a  agrupar, soslayando la sombra de la caduca universidad alemana, a la elite del pensamiento crítico germano, que diez años después, como consecuencia de sus ideas izquierdistas  y su condición judía, tuvieron que huir precipitadamente de la Alemania de Hitler. A esta peculiar iniciativa cultural se debe un caudaloso y potente surtidor de ideas de lo que hoy denominamos Escuela de Frankfurt o también Teoría Crítica, probablemente el intento más sobresaliente de renovación y adecuación del pensamiento marxista a las condiciones de un capitalismo occidental portador de algunos rasgos diferentes a los que Marx vislumbrara en su tiempo. Además, simultáneamente fue una reacción de denuncia contra el mandarinato conservador reinante en las universidades alemanas, una añeja comunidad de catedráticos proclives al neutralismo, al formalismo académico, al culto al Estado abstracto (el hegeliano concepto del funcionario como clase universal  por encima de las clases), al rechazo de la modernidad y, en fin, a la negación de la democracia en esa sociedad de masas que a esas alturas ya era un hecho[16]. Sobre este sustrato reaccionario se explica la facilidad con la que el nazismo, a pesar de vivir en una República como la de Weimar, política y socialmente muy avanzada,  impuso su ley, atrayendo a su área de influencia a gente de gran altura intelectual, como fuera el caso paradigmático de Martin Heidegger[17].
En cierto modo, en la Alemania de la República de Weimar, al lado de las reparaciones económicas de la guerra, la hiperinflación posbélica, el nacimiento del nacionalsocialismo de Hitler, la expansión de modas consumistas y la refulgencia de espectáculos y hábitos musicales en los locos años veinte, subsistía la vieja guardia de su profesorado universitario impregnada de una noción de autoformación espiritual reluctante a las innovaciones de la modernidad y atado al clásico ideal de la Bildung, conforme al cual la cultura era entendida como un proceso interno de enriquecimiento personal y espiritual solo al alcance de las elites. En verdad, lo que estaba ocurriendo, pese a la irresponsable autosuficiencia de sus protagonistas, es lo que se ha descrito y diagnosticado como  el “ocaso de los mandarines”[18]. Ciertamente, se trataba del otoñal declive de la valetudinaria casta académica que, sin embargo, convivió contradictoriamente con meritorias investigaciones y con los creativos impulsos estéticos que situaron a Berlín en el corazón mismo de las vanguardias artísticas europeas. Todo ello en medio de una “crisis cultural”, uno de cuyos síntomas fue la retirada cuasi cenobítica del pensamiento crítico hacia el Instituto de Investigación Social ubicado en Frankfurt. Allí, en esa ciudad de viejo abolengo liberal (ciudad libre durante la época imperial y sede del parlamento que ensayó un proceso constituyente democrático a resultas de la  revolución de 1848), amaneció un nuevo tipo de marxismo, más aún cuando Max Horkheimer pasa a ser su director en 1930 flanqueado de los Pollock, Adorno, Löwenthal, Fromm, Marcuse y otros. En ese contexto floreció un discurso crítico y muy radical que impugnaba no solo el capitalismo sino también la racionalidad instrumental y la represión inherente al sujeto sometido al proceso civilizatorio de las sociedades de la modernidad. Este afán hipercrítico desemboca en una bellísima obra cumbre escrita a cuatro manos por Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, su Dialéctica de la Ilustración[19].
¿Qué debió Bloch a esta generación de intelectuales críticos? Él se mantuvo independiente aunque en Alemania y luego en el exilio de Estados Unidos no dejó de permanecer atento a sus trabajos e incluso trabó lazos amistosos con Walter Benjamin, uno de los frankfurtianos más brillante, original y poco o nada encuadrable en las preocupaciones y actividades de sus correligionarios de “escuela”. Probablemente la calculada distancia de Bloch respecto a ella fuera en razón de que compartía las críticas que otro gran teórico marxista y muy amigo suyo, G. Lukács, lanzó acusando a los frankfurtianos de divorciar la teoría de la práctica eludiendo el compromiso político (no se olvide que el pensador magiar participó en la breve revolución comunista de la Hungría de Béla Kun en 1919)[20]. Es más, llegaría a aseverar muy crudamente que la Escuela de Frankfurt era como una especie de Gran Hotel Abismo “equipado con todo clase de lujos, al borde de un abismo, de la vacuidad, del absurdo”[21]. Sin duda, este juicio del revolucionario húngaro era un tanto excesivo y sin matices. Precisamente uno de los matices más ejemplares, sin lugar a dudas, era precisamente W. Benjamin, cuya obra, también atravesada por la tradición esotérica y cabalística judía,  poseía muchos más puntos de coincidencia con Bloch que con el marxismo ortodoxo en versión comunista lukacsiana o en la socialdemócrata reformista. En efecto, curiosamente ambos trataron, desde posiciones parecidas pero con una muy acusada personalidad, de hermanar materialismo marxista con la teología judeocristiana. La confluencia también se daba respecto a su interés por la dimensión estética y artística, que intentan plasmar en una prosa de musicalidad y hondura poco comunes. Precisamente, elaborando la reflexión que ahora doy a conocer al lector o lectora, me topé con Huellas[22], un libro del “mago de Turingia”, que me evoca al Benjamin que ha sido excelente maestro en la hermenéutica del fragmento, en la aplicación del montaje cinematográfico a la literatura  y en el deslumbrante tratamiento de las situaciones vitales y de objetos sin aparente importancia. En todo caso, para el tema que me ocupa, el marxismo y la religión, es absolutamente necesario pensar las conexiones entre las imágenes de la filosofía de la historia de Benjamin muy notables en su gran obra Sobre el concepto de historia (1940), atravesada de elementos cabalísticos, y los textos de Bloch transmisores de similar mensaje esotérico (el Dios escondido bíblico se trasmuta aquí en homo absconditus)en virtud del cual la religión es el caudal de imágenes a través de las que el ser humano se ve interpelado e impulsado a la búsqueda de un mundo mejor, en suma, empujado a redirigir sus deseos hacia la utopía.
En fin, después del exilio americano, Bloch acepta la invitación de la Universidad de Leipzig y desde 1949 ocupó cátedra en esa prestigiosa institución, pero se negó a entrar en el “partido”. Antes, durante su forzada estancia en los estados Unidos, había escrito El principio esperanza, sin duda una colosal obra maestra, de mil seiscientas páginas, que verá la luz entre 1954 y 1955 (los dos primeros volúmenes) y en 1959 (el tercero que había sufrido “dificultades administrativas” por la correspondiente censura de su país de acogida). No obstante, sus expectativas respecto al socialismo de la Alemania Oriental van decayendo, y acaban entrando en desavenencia sin vuelta atrás como consecuencia de la invasión soviética de Hungría de 1956; al año siguiente ya sufre un encontronazo irreversible con las autoridades que motejan su filosofía de “romántica” e “irrealista”. Desde dos años antes marxistas ortodoxos y  algunos estudiantes venían atacando su filosofía como incompatible con el dogma oficial. En 1957 el partido organiza una conferencia sobre su pensamiento y acaba siendo acusado de contrarrevolucionario y revisionista[23]. Jubilado a la fuerza en 1961, aprovechando la impartición de un ciclo de conferencias en la Alemania occidental, a raíz de la construcción del muro de Berlín, abandona ese refugio de socialismo real y se pasa con armas y bagajes a la zona capitalista. Desde entonces ejerció el último tramo de su carrera como profesor visitante en la Universidad de Tubinga. El  “mago de Tubinga” no cejará en sus empeños emancipadores e incluso hasta sus últimos días se mantendrá muy alerta respecto a los movimientos revolucionarios, de modo que saludará con espíritu juvenil (frente a la actitud anquilosada, recelosa y hostil de otras gentes como Adorno que no comprendieron nada y fueron rebasados) los nuevos aires impulsados por las revueltas del 68, entablando estrechos lazos de amistad con Rudi Dustschke, uno de los más célebres dirigentes del movimiento estudiantil de aquella década prodigiosa[24]. Ya nonagenario y medio ciego, pero con gran vitalidad y entusiasmo, fue invitado a dar una serie de conferencias en España pero suspendió su viaje a modo de protesta contra las cinco últimas penas capitales ejecutadas y rubricadas por el general Franco en septiembre de 1975. Tras su muerte en 1977 a causa de un paro cardíaco, su singular pensamiento no dejó de tener una notable presencia. Todavía en 1985, con motivo del centenario de su nacimiento, el periódico El País dedicaba varias páginas a honrar a su memoria. Entre los filósofos intervinientes se contaba José Luis Aranguren quien sostenía, en un artículo titulado “Posmarxismo/poscristianismo”, que era Bloch un “filósofo bíblico” que fue muy influyente en el debate entre cristianos y marxistas, pero de un modo profundo y nada “táctico” (el tacticismo de antaño consistía en el intento de convertir a los cristianos en “compañeros de viaje” de los comunistas), porque su obra suponía una superación del teísmo y el ateísmo al uso (solo un ateo puede ser buen cristiano, pero también solo y un buen  cristiano puede ser un buen ateo). Sin duda su influencia  estará presente en teólogos católicos como Johannes Baptiste Metz, uno de los fundadores de la  nueva teología política y fuente de inspiración de algunos españoles militantes en cristianos por el socialismo que fueron educados a su sombra. En Europa Occidental, tras la Segunda Guerra Mundial, había ido tomando cuerpo  una “teología progresista”,  semilla doctrinal del Concilio Vaticano II (1962-1965), que luego sufrirá una contrarreforma con los papados del italiano Pablo VI, del polaco Juan Pablo II y del alemán Benedicto XVI. Este último, el que fuera cardenal Ratzinger, es la cabeza visible de esa teología reactiva. Su contraparte, el teólogo J. B. Metz, llegará a decir que era necesaria “una filosofía postmetafísica: utópica, crítica y política”[25], reconociendo que solo Bloch había emprendido esa tarea, y añadirá, al presenciar el nuevo auge del cristianismo de liberación, que ya era hora de decir adiós a la inocencia cultural y ética, es decir, al eurocentrismo”[26] En efecto, desde los años setenta surge la teología de la liberación en América Latina, protagonizada por un conjunto de clérigos que efectúan una suerte de recapitulación teológica revolucionaria tomando como inspiración los movimientos populares cristianos de base de los año sesenta, que tuvieron su parteaguas y mayor impulso desde el triunfo de la revolución cubana de 1959, un terremoto en la Latinoamérica de la guerra fría y del dominio imperial estadounidense. En ese contexto de prácticas sociales y reflexiones teóricas de cuño emancipador y anticapitalista, la filosofía de Bloch despertó un entusiasmo que nunca logró entre los grisáceos burócratas del régimen comunista alemán[27].
Por lo demás, el tal filósofo bíblico (alguien calificó a Bloch y a Benjamin de “marxistas talmúdicos”), era además freudiano y comunista. Un cóctel sin duda explosivo y nada fácil de armonizar. Su obra, al final, era una combinación dentro de la que se recogían y fundían retazos de muchas tradiciones. En cualquier caso, su sombra, como la del marxismo en general, se difuminó  tras la caída del muro de Berlín 1989 y el retroceso de la influencia marxista. Está por ver si el curso de la historia reciente, cargado de desesperanza, hasta qué grado pueda dar la oportunidad de recuperar alguna de la valiosas aportaciones dejadas por la estela discursiva del Schelling marxista”.
[1] Jürgen Habermas. Naturalismo y religión. Barcelona, Paidós, 2006.
[2] Karl Marx. “Introducción para la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel”. En G. W. F. Hegel. Filosofía del Derecho. Buenos Aires, Claridad, 2009, pp. 7-22.
[3] Una buena parte de las cuales ya abordé en el capítulo 2 (“Prometeo o Dios encerrado en el hombre”) de mi libro Verdades sospechosas. Madrid, Vision Libros, 2019.
[4] Miguel Salmerón. “Judaísmo y política: el caso Benjamin y el caso Bloch”. Bajo Palabra. Revista de Filosofía, 5 (2010), p. 194 [193-202]. La excepcional huella dejada por los intelectuales “judíos no judíos”, expresión acuñada por Isaac Deutscher para designar a los judíos como él, que no eran  creyentes pero poseían con una honda impregnación hebraica. Thorstein Veblen en 1918  ya dio cuenta de este fenómeno (“La presencia de los judíos en la cultura europea”. Revista de Economía Institucional, vol. 16, nº 31, pp. 13-21). En nuestro tiempo, Enzo Traverso en El final de la modernidad judía (Valencia, PUV, 2014) ha descrito brillantemente el giro de los pensadores de origen judío hacia la actuales posiciones predominantemente conservadoras mientras la pauta mayoritaria en los siglos XIX y  XX había encarnado una concepción crítica y progresista del mundo. Recientemente ha salido al mercado una obra periodística de Norman Lebrecht (Genio y ansiedad. Cómo los judíos cambiaron el mundo.  Madrid, Alianza, 2022).
[5] Karl Marx. “La religión ante el tribunal de la Filosofía. Escritos doctorales (1839-1841)”. En Karl Max. Sobre la religión. De la alienación religiosa al fetichismo de la mercancía. Edición e introducción de Reyes Mate y José Antonio Zamora. Madrid, Trotta, 2018, p. 102.
[6] En sus obras El principio esperanza. Madrid, Aguilar, 2 vols. (1977 y 1979)  y Ateísmo en el cristianismo. Madrid, Taurus, 1983.
[7] Friedrich Wilhelm J. Schelling (1775-1854) uno de los símbolos del romanticismo alemán, compartió seminario en Tubinga con Hölderlin y Hegel. Allí, en su juventud, los tres plantaron un árbol símbolo de la libertad con motivo de la Revolución francesa de 1789.
[8] Entre otras valiosas distinciones otorgadas cuando ya era un anciano, cabe destacar el Premio Freud en 1975, que se concedía por el uso excelente de la prosa alemana en el género ensayo.
[9] Hans Mayer. “Ernst Bloch, utopía, literatura”. En VV. AA. En favor de Bloch. Madrid, Taurus, 1979, p. 18. Probablemente su director escolar no sería tan “tonto” para citar ese calificativo y posiblemente la traducción hubiera sido mejor si hubiera dicho “incapaz” u otro adjetivo por el estilo.  En cualquier caso, las erráticas predicciones de este tipo no son una excepción en la literatura sobre la escuela.
[10] De la primera salió una versión en lengua española en México, en la editorial FCE (1949). De la segunda  hubo que esperar mucho más: El principio esperanza. Madrid, Aguilar (1977 y 1979). Edición que utilizo en mi trabajo. Más recientemente, en 2007, la editorial Trotta sacó una nueva edición. En su redacción empleó siete años. Los dos primeros volúmenes aparecieron  en la Alemania del Este en 1954-1955 y el tercero, por problemas de censura, se retrasó hasta 1959.
[11] H. Mayer, op. cit., p. 15.
[12] E. Bloch. Thomas Müntzer, teólogo de la revolución. Madrid, Ciencia Nueva, 1968. A través de esta edición accedí por primera vez, en mis años de estudiante, a la obra de Bloch.
[13] Este movimiento también fue motivo de interés para F. Engels. La guerra de los campesinos en Alemania (1850). Hay otra segunda edición de 1870. Disponible en https:www.marxist.org.
[14] Algunos han llamado a esta reformulación de la tradición marxista, “marxismo esotérico” por el empleo de unas claves no deterministas y de fuerte implicación culturalista. Véase el seminal estudio de Justo Pérez. “Introducción a Bloch”. Convivium, 22 (1966), pp. 27-38. El teórico social franco-brasileño Michael Löwy trae a cuento la existencia en Europa central de un conjunto muy relevante de “judíos libertarios”, entre los que sitúa a Bloch, Martin Buber y Erich Fromm, entre otros. Véase Rafael Díaz Salazar. “Entrevista a Michael Löwy”. PAPELES de relaciones ecosociales y cambio social, 125 (214), pp. 179-186.
[15] Stuart Jeffries.  Gran Hotel Abismo. Biografía coral de la Escuela de Frankfurt. Madrid, Turner, 2018, p. 82. Este hermoso libro no puede rebajar los méritos de otro,  el ya clásico de Martin Jay. La imaginación dialéctica. Una historia de la Escuela de Frankfurt. Madrid, Taurus, 1974.
[16] Baste recordar aquí que José Ortega y Gasset escribió por esos años  La rebelión de las masas (1929). O que también no debe pasar inadvertido el hecho de que ya antes había aparecido La decadencia de Occidente,de Oswald  Spengler. En realidad, la fobia a las masas y el elitismo defensivo no era más que una faceta de la llamada “crisis de Europa”, que se verificaría de manera terrible a causa del estadio superior de destrucción humana que fue la Segunda Guerra Mundial.
[17] Rüdiger Safranski. Martin Heidegger. Barcelona, Tusquets, 1997. No conviene olvidar que, por aquel entonces, se vivió la impetuosa y polifacética ola intelectual de la llamada Konservative Revolution sobre la cabalgarán algunos ilustres hombres de letras (Oswald Spengler, Carl Schmitt, Werner Sombart, Martin Heidegger, Ernst Jünger, incluso Thomas Mann y otros), cuya resaca acabaría arrastrando a la ruina de la República de Weimar y al triunfo del nazismo. Se ha dicho que esta difusa y poliédrica constelación ideológica de conservadores de nuevo cuño (idealistas, románticos, idealistas y vitalistas) coincide en la total falta de respeto por la formas democráticas de acceso al poder, la negación absoluta de la razón ilustrada y la apelación a los valores intangibles y lazos profundos y no racionales, que dan carta de naturaleza a su idea de Estado y nación, fundada en algo parecido a un mitologema originario: el Volkgeist (espíritu del pueblo.
[18] Todavía es imprescindible acudir al espléndido libro de un intelectual nacido en la ciudad natal de Bloch y que, perteneciente a una generación mucho más joven, acabará su labor académica en Estados Unidos. Me refiero a Fritz K. Ringer. El ocaso de los mandarines alemanes. La comunidad académica alemana, 1890-1933. Barcelona, Pomares, 1998.
[19] Max Horkheimer y Theodor W. Adorno. Dialéctica de la Ilustración. Madrid, Trotta, 1998. Escrito durante el exilio en Estados Unidos, circuló durante la Segunda Guerra Mundial como manuscrito hasta su edición en 1947. La contraparte y complemento de este magnífico ensayo es otro no menos grandioso de 1939 debido  la pluma de Norbert Elias, sociólogo judío alemán, discípulo de otra notoriedad intelectual, Karl Manheim, que también tomó el mismo destino de exilio en Inglaterra. Allí Elias creó su espléndida obra: El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. México, FCE, 1988. En cierto modo, quizás de forma oblicua, estos grandiosos textos contienen una respuesta, en claves sociológicas e históricas, al Malestar en la cultura (1930) de un S. Freud que concibió la civilización como un proceso de represión libidinal del sujeto.
[20] No obstante, la amistad con Lukács que había nacido intensamente en 1910, se acabaría debilitando en razón de la idea que cada uno tenía de la militancia revolucionaria. Mientras que Lukács apostó por la implicación directa en los procesos revolucionarios, Bloch consideraba que su compromiso había de ser principalmente el de desarrollar un pensamiento crítico. También acabaron teniendo puntos de vista divergentes en materia artística (Bloch a favor del expresionismo y su antiguo camarada en contra). Véase Miguel Vedda (comp.). Ernst Bloch. Tendencias y latencias de un pensamiento. Buenos Aires, Herramienta, 2007, pp. 97-99. Para ver su valoración sobre el expresionismo hay que consultar su obra de 1935, editada en el exilio suizo, Herencia de esta época (Madrid, Tecnos, 2019).
[21] Véase S. Jeffreys. Gran Hotel Abismo….p. 11. El autor de este libro, periodista de saber enciclopédico, toma esa denominación del teórico comunista Lukács para dar título a su obra.
[22] E. Bloch. Huellas. Madrid, Tecnos/Alianza, 2005. Estos fragmentos en prosa consagran a su autor como un gran escritor de la vida cotidiana y como un filósofo de los márgenes que, siguiendo la tradición judía de los cuentos jasídicos,  utiliza el relato para sacar de las cosas vulgares el enigma que llevan dentro y que las envuelven. Véase la interpretación de José Jiménez en el “Prólogo”. En E. Bloch. Huellas…, pp. 15-20.
[23] Justo Pérez. “Introducción a Bloch”. Convivium, 26 (1968), p. 24.
[24] Desde luego, no todos los frankfurtianos adoptaron una posición negativa respecto a los movimientos extraparlamentarios y revolucionarios de los años sesenta. Por ejemplo, Herbert Marcuse, que había permanecido en Estados Unidos, se erigió en un sumo sacerdote de los jóvenes radicales de los años sesenta, que negaban la represión de la libido como mandamiento social y afirmaban la libertad sexual como instrumento de demolición de los valores civilizatorios que Freud, sin propósito revolucionario alguno, había querido consagrar en su obra.
[25] Johannes B. Metz. “La historicidad de la Filosofía”. Convivium, 22 (1966), pp. 27-38. Cit. Justo Pérez, 1968, p. 7.
[26] J. B. Metz. Cambio social y pensamiento cristiano en América Latina. Teología europea y teología de la liberación. Madrid, Trotta, 1993, pp. 263-264
[27] Para más amplia información, véase Michel Löwy. Cristianismo de liberación. Perspectivas  marxistas y ecosocialistas. Barcelona, El Viejo Topo, 2019.
Raimundo Cuesta, Fedicaria-Salamanca      
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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historiacuriosa23 · 2 months
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✅"Descubre la CONMOVEDORA historia real de la escritora Ana Frank, su famoso diario y el conmovedor anexo secreto en esta emocionante biografía." ANA FRANK | La HISTORIA REAL de la escritora Ana Frank, su diario y el anexo secreto | Biografía Ana Frank, una joven judía alemana, se ha convertido en un símbolo del Holocausto y un recordatorio perdurable de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Nació el 12 de junio de 1929 en Fráncfort, Alemania, en el seno de una familia judía liberal compuesta por sus padres, Otto Frank y Edith Holländer, y su hermana mayor, Margot. La vida de Ana cambió drásticamente en 1933 cuando Adolf Hitler y el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán llegaron al poder en Alemania. El discurso antisemita de las autoridades nazis y su creciente persecución de los judíos llevaron a la familia Frank a tomar la difícil decisión de emigrar a Ámsterdam en busca de un refugio seguro. Otto Frank se instaló primero en los Países Bajos para establecer una filial de la empresa alemana Opekta, mientras que Edith y las dos niñas permanecieron con la abuela en Aquisgrán durante un tiempo. En enero de 1934, Ana se reunió con su familia en Ámsterdam, y ese mismo año comenzó a asistir a una escuela Montessori. Sin embargo, con la invasión de los nazis en los Países Bajos en 1940, la situación empeoró para los judíos, y Ana y Margot se vieron obligadas a cambiar de escuela para asistir al Liceo judío, ya que se les prohibió ir a las mismas escuelas que los no judíos. El 6 de julio de 1942, la familia Frank, junto con otra familia judía, los Van Pels, y el dentista Fritz Pfeffer, se ocultaron en un anexo secreto detrás de la empresa de Otto Frank en Ámsterdam. Durante más de dos años, vivieron en confinamiento, sin poder salir ni siquiera durante el día, para evitar la deportación a campos de concentración. Durante ese tiempo, Ana comenzó a escribir en su diario, una especie de confidente en el que plasmaba sus pensamientos más íntimos y las experiencias de su vida en el anexo secreto. Su escritura revela el miedo, la esperanza, la madurez y la profunda humanidad que encontró en medio de la adversidad. Sin embargo, el 4 de agosto de 1944, la familia Frank y sus compañeros de refugio fueron traicionados y arrestados por los nazis. Fueron enviados a campos de concentración, y Ana y Margot finalmente terminaron en Bergen-Belsen, donde murieron de tifus en febrero de 1945, poco antes de la liberación del campo. El diario de Ana Frank, encontrado y preservado por Miep Gies, quien había ayudado a la familia Frank durante su ocultamiento, se convirtió en un testimonio conmovedor del Holocausto. Sus palabras, llenas de humanidad y esperanza, continúan inspirando a las generaciones posteriores a luchar contra la discriminación, el odio y la intolerancia. Hoy en día, el Museo de la Casa de Ana Frank en Ámsterdam es un lugar de memoria que rinde homenaje a su vida y las vidas perdidas durante el Holocausto. Su historia nos recuerda la importancia de la tolerancia y la necesidad de prevenir que eventos tan atroces vuelvan a ocurrir en la historia de la humanidad. #diariodeanafrank #anafrank #holocausto 0:00 Inicio 0:23 La Vida de Anna Frank 1:38 Adolf Hitler Llega al Poder 1:58 Viaja a Amsterdam 2:14 Ana Frank y Margot 2:22 El Exilio en Amsterdam 3:02 Se Mudan al Anexo Secreto 3:49 El Diario de Ana Frank 5:25 Los Sue's de Ana Frank 7:00 La Traición y la Captura de Ana Frank 8:10 Anna Frank y la Familia Fueron Enviados a los Campos de Concentración 8:29 Otto Frank Recibe el Diario de Anna Frank 8:41 Legado de Anna Frank 9:06 Se publica el Diario de Anna Frank ¡No te pierdas este video si te gusta la Historia y los datos Curiosos! 👉🏼 Suscríbete a nuestro canal. 🔄 Enlace de suscripción:    https://bitly.ws/UVKM ☛ Tu Like, Comentarios, y Suscríbete. ANA FRANK | La HISTORIA REAL de la escritora Ana Frank, su diario y el anexo secreto | Biografía published first on https://www.youtube.com/@Historiacuriosa23/
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dion-seid · 6 years
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La «astucia de la Razón» opera, como tantas veces lo ha hecho, en interés de los poderes establecidos.
Herbert Marcuse, El hombre unidimensional
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Nadine Jansen (Leipzig; 3 de diciembre de 1980) es una modelo y actriz softcore alemana conocida principalmente por sus grandes senos naturales.Nadine dejó la escuela a los 17 años, y estudió para llegar a ser enfermera farmacéutica y se graduó en enero de 2001. Jansen se inició en el modelaje en agosto de 2000, en el sitio web de su amiga la también modelo erótica alemana Bettie Ballhaus. Pronto saltó a la fama en la industria de las Big boobs, tuvo su primera aparición para la revista Japonesa Bacherlor y luego en los sitios web de Danni Ashe y la revista Score tán solo 14 meses después de su debut. Lanzó su propio sitio web en diciembre de 2001.Bettie Ballhaus (8 de febrero de 1978 en Brandeburgo, Fráncfort del Oder, Alemania Oriental) es el pseudónimo de Bettina Guderle, una modelo erótica alemana y descubridora de talento dentro del modelaje erótico en Europa Oriental. Bettie creció en Alemania Oriental y empezó trabajar en el modelaje en 1996 para un catálogo de ropa interior, posteriormente trabajo como stripper y de allí paso a la industria porno alemana pero se desilusionó rápidamente de la mala calidad en la producción que se manejaba en ese entonces en el lado oriental de Alemania. En 2000, abrió su propio sitio web y por los siguientes cuatro años realizaría sesiones fotográficas softcore y de modelado erótico de ella misma al más puro estilo Playboy y fue responsable del descubrimiento talentos tales como Nadine Jansen, Ines Cudna, Ewa Sonnet entre otras muchas chicas de la categoría Big boobs del bloque europeo oriental.Bettie apareció en sólo unos pocos sitios, principalmente en Scoreland como Bettina y en el sitio de la super estrella porno norteamericana Danni Ashe, pero llegó a ser bien conocido sin ser sobre explotada su imagen. El 29 de febrero de 2004, Bettie se retiró del modelaje y no hay mucha información acerca de a que se dedica hasta estos días, con excepción de su sitio web.
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tusdibujitos-blog · 5 years
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ORIGEN DE LOS MEMES DE DIBUJOS ANTIGUOS :)
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Memes, memes y más memes; ya se han vuelto parte de nuestro día a día. 
Reír de la nada en tu clase por el “memazo” que compartió tu amiga, o mostrárselos a tu viejita y que no los entienda. En fin, muchos de ellos  nos han sacado más de una risa y  ahora se han convertido en una forma de expresarnos. Es la manera más divertida de contarle a nuestros patas lo que nos pasa, también muchas veces nos sentimos identificados con ellos o simplemente son demasiado divertidos.Es por eso que sabemos que te gusta compartir memes en tu perfil y para que puedas seguir deleitando a tus tres fans que siempre reaccionan a tus publicaciones, aquí te presentamos la historia detrás de algunos memes inspirados en series y dibujos de los 70, 80 e incluso de los 30 que rompieron la barrera del tiempo para volvernos a hacer reír.
1.“EL RUBIO ACOSADOR DE PEINADO RIDÍCULO”
Pues su nombre es HE- MAN
El es un personaje  dentro del universo Masters of The Universe y además pertenece al universo DC Comics desde que esta compró al rubio amigo.
Se caracteriza por su fuerza sobrehumana. He-Man, sus amigos y también con la colaboración de su bella y también rubia hermana She-Ra quien vive en otro planeta, tratan de defender el reino de Eternia y los secretos del Castillo de Grayskull de las fuerzas del terrible Skeletor y también de Hordak.
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2.“LA NIÑA QUE TIRA A LA OTRA NIÑA” ó el famoso “ADIÓS CLARITA”
Esta pequeña niña se llama Heidi una niña de cinco años de edad huérfana de padre y madre, es llevada por su tía Dete a la montaña suiza de Alm con su gruñon abuelo.
Este meme fue muy difícil desenmascararlo ya que muchas fuentes afirmaban que la tierna y bella Heidi si tiraba a Clarita y aquí hagamos una pausa para decir quien es Clarita (una niña paralítica que vive en Fráncfort. Se hace amiga de Heidi cuando ésta se va a vivir a su casa para hacerle compañía. Está acostumbrada a que siempre la estén cuidando y cuando vaya a las montañas, aprenderá a valerse por sí misma.) y recapitulando el famoso accidente NUNCA PASÓ, ya que estas pequeñas niñas sólo querían asustar a la mujer de azul que estaba a cargo de clarita. Entonces la dulce y tierna Heidi no es una asesina.
Lo que dicen que pasó:
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   Lo que realmente pasó:
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3.“ASÍ TE QUERÍA AGARRAR PUERCO”
Looney Tunes es una serie de dibujos animados de la compañía Warner Bros, estos personajes si son bastante conocidos, pero lo que no sabes es que fueron creados en los años 30. En este contexto tenemos al Pato Lucas y al tierno y tartamudo Porky en una situación bastante incómoda.
Este es un episodio llamado el superactor donde el nuestro insistente amigo el pato lucas quiere conseguir como sea el papel de actor en la película de nuestro curvilíneo amigo porky.
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 4.“DILO OTRA VEZ”
Dexter es un niño científico pelirrojo con anteojos y de 10 años de edad que tiene un laboratorio secreto donde guarda todos sus experimentos, al que accede pronunciando variadas contraseñas o activando los interruptores ocultos en un estante para libros, que es realmente una puerta. En muchas ocasiones accede a su laboratorio oprimiendo un botón dentro de un libro en especial, y a veces identificándose por medio de un lector de retina o identificación de voz y es aún más increíble que su familia nunca lo haya descubierto.
Pues en esta ocasión nuestro pequeño amigo habló en francés en frente de sus compañeras de escuela y las dejó encantadas con su perfecta pronunciación la famosa frase “dilo otra vez” si se llega a decir en este capítulo.
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minarquia · 5 years
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¿Es el marxismo cultural la nueva ideología principal de Estados Unidos?, por Mises Hispano.
Otro nombre para el neo-marxismo de la creciente popularidad en los Estados Unidos es el “marxismo cultural“. Esta teoría dice que la fuerza impulsora detrás de la revolución socialista no es el proletariado, sino los intelectuales. Si bien el marxismo ha desaparecido en gran medida del movimiento obrero, la teoría marxista florece hoy en día en las instituciones culturales, en el mundo académico y en los medios de comunicación. Este “marxismo cultural” se remonta a Antonio Gramsci (1891-1937) y la Escuela de Fráncfort. Los teóricos del marxismo reconocieron que el proletariado no jugaría el papel histórico esperado como un “sujeto revolucionario”. Por lo tanto, para que la revolución suceda, el movimiento debe depender de los líderes culturales para destruir la cultura y la moral existentes, principalmente cristianas y luego conducir a las masas desorientadas al comunismo como su nuevo credo. El objetivo de este movimiento es establecer un gobierno mundial en el que los intelectuales marxistas tengan la última palabra. En este sentido, los marxistas culturales son la continuación de lo que comenzó con la revolución rusa.
Lenin y los soviéticos
Liderados por Lenin, los perpetradores de la revolución consideraron su victoria en Rusia solo como el primer paso hacia la revolución mundial. La Revolución Rusa no fue ni rusa ni proletaria. En 1917, los trabajadores industriales en Rusia representaban solo una pequeña parte de la fuerza laboral, que consistía principalmente en campesinos. La Revolución Rusa no fue el resultado de un movimiento obrero sino de un grupo de revolucionarios profesionales. Una mirada más cercana a la composición del partido bolchevique y de los primeros gobiernos del Estado soviético y su aparato represivo revela el verdadero carácter de la revolución soviética como un proyecto que no tenía como objetivo liberar al pueblo ruso del yugo zarista sino que era servir como la plataforma de lanzamiento para la revolución mundial.
La experiencia de la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias mostraron que el concepto marxista del “proletariado” como una fuerza revolucionaria era una ilusión. En el ejemplo de la Unión Soviética, también se podría ver que el socialismo no podría funcionar sin una dictadura. Estas consideraciones llevaron a los principales pensadores marxistas a la conclusión de que se necesitaría una estrategia diferente para establecer el socialismo. Los autores comunistas difundieron la idea de que la dictadura socialista debe venir disfrazada. Antes de que el socialismo pueda tener éxito, la cultura existente debe cambiar. El control de la cultura debe preceder al control político.
El control cultural se eleva a la par con el control político
Ayudar a los neo-marxistas fue el hecho de que muchos de sus esfuerzos para tomar el control de la cultura sucedieron paralelamente a la invasión del Estado en las libertades individuales. En las últimas décadas, al mismo tiempo que la supuesta corrección política ha ido en aumento, el gobierno estadounidense obtuvo un vasto arsenal de instrumentos represivos. Pocos estadounidenses parecen saber que EE. UU. todavía está bajo una ley de emergencia que ha estado vigente desde que George W. Bush utilizó el privilegio ejecutivo para declarar el estado de emergencia nacional en 2001. En el mismo año, el 11 de septiembre abrió también el camino para empujar a través de la Ley Patriótica. Desde un puntaje de alrededor de 95 puntos, el “Índice Agregado de Libertad” de la Casa de la Libertad de los Estados Unidos ha caído a 86 puntos en 2018.
Corrupción moral
El camino hacia el gobierno de los marxistas culturales es la corrupción moral del pueblo. Para lograr esto, los medios de comunicación y la educación pública no deben iluminar sino confundir y engañar. Los medios de comunicación y el establecimiento educativo trabajan para poner una parte de la sociedad en contra de la otra parte. Mientras que las identidades grupales se vuelven más específicas, el catálogo de victimización y la historia de la opresión se vuelven más detallados. Convertirse en una víctima reconocida de la supresión es la forma de obtener estatus social y de obtener el derecho a asistencia especial, respeto e inclusión social.
La demanda de justicia social crea un flujo interminable de gastos que se consideran esenciales: para la salud, la educación, la vejez y para todas aquellas personas que están “necesitadas”, “perseguidas” y “oprimidas”, ya sea real o imaginaria. La inundación de gastos interminables en estas áreas corrompe las finanzas del Estado y produce crisis fiscales. Esto ayuda a los neomarxistas a acusar al “capitalismo” de todos los males cuando, de hecho, es el Estado regulador el que provoca las fallas sistémicas y cuando el exceso de deuda pública es lo que causa la fragilidad financiera.
La política, los medios de comunicación y el poder judicial nunca se detienen a librar las nuevas guerras interminables: la guerra contra las drogas o contra la presión arterial alta o las campañas que afirman la lucha interminable contra la grasa y la obesidad. La lista de los enemigos crece cada día, ya sea racismo, xenofobia y anti-islamismo. El epítome de este movimiento es la corrección política, la guerra contra la propia opinión. Mientras que el público tolera exposiciones de comportamiento repugnantes, particularmente bajo el culto de las artes, la lista de palabras y opiniones prohibidas crece diariamente. La opinión pública no debe ir más allá de las pocas posiciones aceptadas. Sin embargo, mientras el debate público empobrece, la diversidad de la opinión radical florece en lo oculto.
Los marxistas culturales conducen moralmente a la sociedad a una crisis de identidad a través de los falsos estándares de una ética hipócrita. El objetivo ya no es la “dictadura del proletariado”, porque este proyecto ha fracasado, sino la “dictadura de la corrección política”, cuya autoridad suprema está en manos de los marxistas culturales. Como una nueva clase de sacerdotes, los guardianes de la nueva ortodoxia gobiernan las instituciones cuyo poder tratan de extender sobre todas las partes de la sociedad. La destrucción moral del individuo es un paso necesario para lograr la victoria final.
Opio de los intelectuales
Los creyentes del neomarxismo son principalmente intelectuales. Los trabajadores, después de todo, son parte de la realidad económica del proceso de producción y saben que las promesas socialistas son basura. En ninguna parte se estableció el socialismo como resultado de un movimiento obrero. Los trabajadores nunca han sido los perpetradores del socialismo, sino siempre su víctima. Los líderes de la revolución han sido intelectuales políticos y militares. Depende de los escritores y artistas ocultar la brutalidad de los regímenes socialistas a través de artículos y libros, de películas, música y pinturas, y darle al socialismo una apariencia científico-intelectual, estética y moral. En la propaganda socialista, el nuevo sistema parece ser justo y productivo.
Los marxistas culturales creen que algún día serán los únicos titulares del poder y podrán dictar a las masas cómo vivir y qué pensar. Sin embargo, los intelectuales neomarxistas se sorprenden. Cuando llegue el socialismo, la “dictadura de los intelectuales” será cualquier cosa menos benigna, y no muy diferente de lo que sucedió después de que los soviéticos tomaron el poder. Los intelectuales estarán entre las víctimas. Este fue, después de todo, el camino como había ocurrido en la Revolución Francesa, que fue el primer intento de una revolución por parte de los intelectuales. Muchas de las víctimas de la guillotina eran intelectuales prominentes que habían apoyado anteriormente la revolución, entre ellos Robespierre.
En su obra sobre “La muerte de Danton“, el dramaturgo Georg Büchner hizo que una persona dijera: “Al igual que Saturno, la revolución devora a sus propios hijos”. Aún más apropiadamente, uno debería decir que la revolución se come a sus padres espirituales. Los mismos intelectuales que hoy en día promueven el marxismo cultural serán los primeros en la línea si su proyecto de conquista tiene éxito.
Conclusión
Contrariamente a lo que Marx creía, la historia no está predeterminada. La marcha a través de las instituciones ha ido lejos, pero aún no ha habido una toma de posesión completa. Todavía hay tiempo para cambiar de rumbo. Para contrarrestar el movimiento, hay que notar la debilidad inherente del marxismo cultural. En la medida en que los neomarxistas alteraron el marxismo clásico y eliminaron sus principios básicos (profundización de la proletarización, determinismo histórico, colapso total del capitalismo), el movimiento se ha vuelto incluso más utópico de lo que nunca fue el socialismo.
Como los sucesores de la Nueva Izquierda, los “socialistas democráticos” de la actualidad propagan un montón de posiciones contradictorias. Debido al carácter de este movimiento como promotor del conflicto grupal, el neo-marxismo es ineficaz para servir como un instrumento para obtener un poder político coherente como lo era necesario para una dictadura. Sin embargo, esto no significa que el movimiento neomarxista no tenga impacto. Por el contrario: debido a sus contradicciones inherentes, la ideología del marxismo cultural es la fuente principal de la profunda confusión que ha arrebatado a casi todos los segmentos de las sociedades occidentales modernas y que está a punto de crecer en proporciones aún más peligrosas.
El artículo original se encuentra aquí.
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