Tumgik
#pero es que no ha habido ni una sola vez que haya hablado con la eoi de cáceres y que no haya terminado exactamente igual que hoy
wosohavemyheart · 10 months
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LEVANTALA MUY ALTO
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Después de más de 20 horas de vuelos junto a dos de mis compañeras inseparables de profesión, Sandra y Mayca, finalmente llegamos a Auckland para reportar el Mundial Femenino
-¿Ahora qué?- Pregunto cuando tenemos nuestras maletas
- Pues hay que ir a buscar el coche- Dice Sandra- Luego iremos al hotel a que nos den las llaves
-Que aburridas sois- Les saco la lengua- Vámonos de fiesta.
-Que va, tia. Son las 9 de la noche y mañana hay que levantarse a las 8 para ir al entreno- Dice ahora Mayca- Además, tú no tienes Jetlag?
-Pfff ¿qué es eso?-Me encojo de hombros- Vaya panda de sosas
Me meto con ellas y se ríen haciéndome caras.
-Tenemos muchos días por delante.
-Si tú lo dices
Cogemos el coche y nos dirigimos hacia el hotel.
Al entrar me dirijo a recepción para hacer la entrada.
-Lo sentimos, ha habido un incidente y no podemos hospedarlas en este hotel.
-¿Entonces ahora que pasa?- Pregunto con la ceja alzada.
-Hemos hablado con un hotel de la misma compañia y nos han dejado un par de habitaciones para ustedes.
Bufo pero no me queda más remedio que aceptar. No creo que quieran dormir en la calle.
-¿Qué hotel será?
-El Copthorne en Palmerston North- Dice y la cara de mala ostia se me quita enseguida.
Ahí es donde está la selección española y por ende, mi mujer.
Asiento
-Es un hotel con una estrella más y las habitaciones son más grandes- Informa la chica- Perdón por las molestias, señorita
-No pasa nada- Le doy una sonrisa amigable y me voy hacia las chicas- Vamos
-¿Qué? ¿A dónde? - Pregunta la andaluza.
-Nos vamos al hotel Copthorne. Han tenido unos problemas aquí- Informo una vez en el coche.
-¿Ahí no es donde están...?
No la dejo terminar
-Sí, la selección española- Afirmo y empiezo a conducir.
-Pues mira eh- Levanta las cejas sugerente Sandra- Ni pintado.
Me río con ellas y les saco la lengua.
Por fin en el hotel conseguimos nuestras habitaciones y por un fallo del sistema teníamos cada una una habitación con cama matrimonial.
Después de dejar las maletas bajo y salgo a la entrada del hotel pero me escondo un poco para que no pueda ser vista con facilidad y decido enviarle un mensaje a Alexia
"Bebé"
"¿Estás despierta?"
Con la tonteria ya eran casi las 11 de la noche.
A los 15 minutos responde.
"Por poco tiempo 😴😴"
"¿Pasa algo, amor?"
"¿Puedes salir fuera del hotel?"
"Tengo que hablarte de algo importante"
"¿Qué? ¿Estás bien?"
"Ahora mismo salgo"
"Tú solo sal y llamame"
En ese momento pongo en silencio el móvil para que no me descubra.
A los diez minutos sale con una gorra negra y un chandal de la selección.
Me la quedo mirando mientras se apoyó contra una pared y mueve la pierna nerviosamente con el teléfono en la oreja.
Cuando ve que no contesto se le arruga más la frente y no puedo evitar sonreír enormemente.
Es preciosa.
No puedo creer la suerte que tuve de conocerla y que haya decidido quererme.
Me acerco silenciosamente por detrás y pongo mis manos sobre sus ojos.
-¿Qué hace la Barbie futbolista fuera sola?- Susurro sobre su cuello y noto como se le erizan sus pelitos.
Consigo darle un suave beso ahí antes de que se de la vuelta y me abrace con fuerza.
-¿Qué haces aquí, amor? Me dijiste que vendrías mañana- Dice cuando nos separamos
-Una pequeña mentira- Susurro después de besarla profundamente
-Me habías preocupado idiota- Me da un golpe en el brazo y me rio- Pensaba que te había pasado algo y luego cuando no cogias...
-Solo quería observante unos minutos- Le doy una sonrisa ladeada- Estás preciosa
-Basta- Se sonroja- Estoy con un chándal solo
-Ohh, mi amor, no sabes tu el poder que tienes con los chandals y esa gorra- Me muerdo el labio inferior- Incluso con una bolsa de basura te verías espectacular.
-Idiota- Se ríe dándome un beso que intento alargar.
-¿Con quien duermes?
-Con Jenni
-¿Qué tal si vamos a mi habitación? Te he echado de menos
-No puedo salir del hotel, amor
-Ohhh- Me rio- Eso no va a ser un problema
La arrastro hasta el ascensor
-¿También me has mentido en esto?- Levanta la ceja.
-Mmh no, en el otro hotel tuvieron problemas y nos han mandado a este y como iba yo- Me señalo para dar más énfasis- decir que no?
-Para mi mejor y estoy segura que las chicas se alegrarán de verte- Me sonrie dándome otro beso- Pero a Vilda no le hará mucha gracias- Hace una mueca
Me encojo de hombros
-Yo me lo voy a pasar bomba- Le aseguro
Niega con la cabeza y entramos en el ascensor.
-Pero ahora... Dejemos de hablar
Dicho esto último empezamos a besarnos y terminamos haciendo el amor en el cuarto.
Me despierto cuando escucho un ruido de una alarma y movimiento debajo mio.
-Mmmh quieres apagar eso- Gruño en un susurro mientras me escondo más en el cuello de Alexia
En ese momento se apaga y siento caricias en mi espalda baja y mi culo, si, tiene una obsesión con este último pero yo también con el suyo.
-Es hora de levantarse, amor- Susurra dándome besos
-¿Porque coño sois tan madrugadoras? Si no fuera por vosotras podría quedarme más tiempo durmiendo.
-Venga, no te quejes tanto- Se ríe y me da un apretón en el culo.
-5 minutos más, mami- Digo con los ojos cerrados a punto de dormirme otra vez.
No dice nada más así que sonrío aún sin moverme.
-¿Eres mi cama favorita sabes?- Le digo
-Creo que me había dado cuenta- Bromea aún haciéndome caricias
-Pero no me gusta que la cama se tenga que levantar temprano- Hago un puchero y lo besa.
-Me encantaría estar así más contigo pero tu tienes entrevistas que hacer y yo balones que chutar.
Bufo y hace el intento de levantarse pero no la dejo subiéndome a horcajadas.
-T/n- Se queja divertida y le sonrío.
-Piensas irte de aquí sin darme un beso en condiciones? - Digo indignada y me acerco rozando nuestras narices.
Estamos unos minutos besandonos en condiciones hasta que la dejo salir de la cama. Me tumbo en ella con las manos debajo de la cabeza mirando a mi mujer caminando por la habitación desnuda.
Le silbo y me mira negando la cabeza, yo le sonrío inocentemente.
Estoy por decirle algo pero tocan la puerta
-¿Quién es?- Grito aún en la cama
-Levantate ya T/n- Dice Sandra
-Estoy levantada- Le miento
-Mentirosa, venga, que van a cerrar el comedor y te vas a quedar sin comer- Me dice
Al escuchar eso me levanto enseguida tropezándome con un zapato de Alexia.
-Ya está levantada, Sandra- Grita ahora Alexia divertida mientras termina de ponerse la ropa.
-YA VOY, YA. Con la comida no se juega-Digo con voz normal esto último ya terminada de vestirme.
-Mira que rápido te levantas- Se burla Ale
Me acerco a ella por detrás y pongo mi boca en su oído.
-Si me hubieras dicho de ir al baño, me hubiera levantado más rápido.
Dejó un beso en su cuello y la miro a través del espejo
-Otro día- Promete ella
Le doy un mordisco y luego un beso en esa zona sensible y me separo de ella con mucha fuerza de voluntad.
-Bien, ahora vete, sino no saldremos en todo el día de aquí
Me da un pico y se dirige a la puerta, en ese momento veo algo en el suelo.
-Amor- La llamo y me mira- Espera- Me acerco y le pongo la gorra negra bien- Ahora sí.
-Tienes un serio problema eh
-Y tú con mi culo y no te digo nada
-Touché pero es recíproco- Me besa y antes de irse me da un golpe en este.
A los pocos minutos bajo y me encuentro de camino a Sandra y Mayca.
-Hombreeeee por fin de levantas- Dice Mayca
-¿Me podeis culpar?- Le pregunto.
-No, la verdad que no- Responden
En el comedor saludo a todas las chicas y con más confianza a las del barça ya que estoy mucho tiempo con ellas y aunque nos insisten en que nos quedemos con ellas decidimos no hacerlo para preparar las preguntas y los próximos días.
Cuando entra Vilda al comedor y nos ve y se cambia la cara pero se queda demasiado tiempo mirándome a mí.
Él y yo tenemos una buena relación, notar el sarcasmo.
He sido una de las pocas periodistas que ha ido a muerte a por él y no pienso parar no después de que mis amigas se hayan tenido que perder este mundial por su culpa y la de la federación y otras que lo estén pero en pésimas condiciones.
Los días pasan y con ello las primeras entrevistas a diversas jugadoras, ruedas de prensa y partidos.
Alexia había decidido estar un poco fuera de los medios y ¿quien podía culparla? Ya no era capitana y no tenía la obligación ni la necesidad de contentar a los medios
Habían saltado las alarmas de que había tenido una pequeña recaída y más cuando los primeros días pero había calmado a todo el mundo con un post de Instagram.
Hoy habían jugado contra Zambia y Alexia tuvo unos buenos 45 minutos y una asistencia cosa que no estaba nada mal y tenía a casi todos contentos, menos a uno, Vilda.
Estaba caminando por los pasillos del hotel y me frene cuando escuche gritos conocidos.
Me pare detrás de la puerta a escuchar.
-Eres una inútil, Putellas. Te lesionaste tontamente y ahora que estas recuperada en teoría no puedes jugar, no sirves para nada, ni para jugar 45 minutos contra un equipo mediocre y encima solo un gol en lo que llevamos de concentración. ¿Y tú eres la mejor jugadora del mundo? - Se ríe despectivamente- Ya no sirves para nada. Esa lesión a sido tu tumba
-¿Cuándo piensas mandar a que miren a Athenea?- Ignora lo que le dice y yo me muerdo las mejillas para no entrar dentro y matarlo.
-Esa niñata no tiene nada, solo se queja para llamar la atención. Es otra inútil que no sabe correr detrás de un balón.
Puedo imaginar a Alexia a punto de estallar pero se que no lo hará.
Escucho como alguien se acerca a la puerta y me escondo detrás de una esquina, la puerta se abre.
-Ah, antes de que se me olvide- Es Alexia -Yo que tu reflexionaría con la almohada quien es el inútil dentro del equipo si tu o nosotras- Suelta una risa nasal- Porque para ti no serviremos como jugadoras pero es que tu no sirves ni para persona.
Con eso dicho se va y deja al estúpido de Vilda dentro.
Voy en busca de Alexia y me la encuentro en la puerta de mi habitación.
-¿Dónde estabas?- Me pregunta enseguida cuando me ve y me abraza demasiado fuerte.
-Buscandote
Entramos en el cuarto sin separarnos y nos tumbamos en la cama.
-¿Qué pasa, mi amor?- Pregunto.
-Vilda- Le doy un beso en el pelo
-Lo sé, escuche una parte de la discusión- Confieso.
-¿Crees que voy a volver a ser la de antes?- Susurra y aunque no la veo puedo sentir que está a punto de llorar.
-No, no lo creo- Le respondo y levanta la cabeza mirándome- Estoy segura de que volverás a la misma condición que estabas antes de la LCA pero confío, creo y sé que serás mejor que antes y será tu mejor punto de tu carrera.
-Dice que soy una inútil y que no hago nada bueno cuando tengo minutos.
-Ohhh por favor, ese gilipollas me va a escuchar- Refunfuño- Mi amor, el gol que metiste contra Panamá con ese sombrerito que te marcaste y hoy con la asistencia de Jenni te veo genial y encima hoy solo has jugado media parte y has estado en todos lados ayudando y defendiendo, tu presencia se nota dentro del campo.
-Pero no es lo que puedo dar, puedo hacerlo mucho mejor-Dice machacandose a ella misma
-Alexia, escuchame muy bien- Diga con tono firme y alzando la ceja- Te has recuperado de esa lesión de mierda en 299 días, marcaste un gol a tu quinto partido después de redebutar que no fuiste consciente ni disfrutaste porque perdiste, pero eso tiene mucho mérito, has estado haciendo la diferencia en el juego tanto dentro como fuera del campo y si, no puedes jugar 90 minutos todavía, pero lo harás- Le aseguro- Más pronto que tarde ya estarás jugando todo el partido y el año que viene volverás a conseguir ese balón de oro otra vez- Pauso- ¿Y sabes porqué, amor?
-¿Porqué?
-Porque lo que no has podido dar esta temporada lo vas a hacer en la siguiente y de manera doble o triple con las ganas que tienes- Le aseguro y me regala una sonrisa.
-Tengo un montón de suerte de tenerte- Dice emocionada y yo niego con la cabeza.
-La afortunada soy yo, eres el ser humano más bueno, gentil, amable y cariñoso que he conocido- Digo mirandola con adoración- Y encima eres una sexy futbolista cañón blaugrana y que tiene un cuerpo de infarto ¿que más puedo pedir?- Le guiño un ojo
-Si no fuera del barça ni me habrias mirado- Bromea ella picandome la costilla.
-Puedes estar segura de ello- Le sigo la broma- ¿Para que querría yo un mujer futbolista que no sea culé?
-Mmmmh no lo sé, no le veo el sentido- Se sienta encima mia y juntamos nuestros labios.
Me separo un momento
-Si te vuelves a sentir así quiero que me lo cuentes y no te machaques tanto, porfavor- Le pido
-Lo sé- Sigue besándome
Estamos acariciándonos por encima de la ropa pero al final terminamos con esta fuera.
Hicimos el amor muy lentamente y sin prisa, sintiendo el cuerpo de la otra con amor y ternura.
Alexia cuando terminamos se durmió enseguida pero yo no pude, estuve varias horas con ella en la cama pero cuando no pude más me levante con cuidado de no despertarla, me vesti con su camiseta y cogí el portátil y me senté afuera en la terraza.
Grabé lo que escuche de discusión entre Alexia y Vilda y he decidido hacer un artículo o por lo menos intentarlo.
No sabía lo que llevaba liada con el artículo hasta que alguien me rodeo con sus brazos por la espalda y medio cerré la pantalla del ordenador
-¿Qué haces despierta, amor?- Me susurra y veo el reloj en su muñeca y son las 6 de la mañana
-Escribir algo, bebé- Le contesto de vuelta y pongo mis manos encima de las suyas acariciándolas.
-¿Has dormido algo?- Pregunta preocupada
-No
-¿Puedo ver lo que estabas escribiendo?
Normalmente le enseñaba mis articulos sin preguntarme o cuando ella lo hacía pero me gire dudosa
-Bebé, te escuché ayer cuando discutiste con Vilda- Empiezo dudosa
-Me lo dijiste- Asiente con la cabeza
-Y grabé lo que escuché- Hago una pausa- Quiero que leas el artículo y me digas que piensas, si no estás de acuerdo también quiero que me lo digas- La miro- Cualquier cosa.
Le paso el ordenador con el artículo recién acabo y se toma su tiempo leyendo y de mientras yo me fijo en su cara. Me muerdo las uñas y muevo un pie nerviosa
Cuando termina levanta la cabeza hacia a mi y me mira fijamente.
-No voy a publicarlo sin tu consentimiento, solo- Me encojo de hombros- Quería escribir...
-Es muy bueno, amor
-¿Si?- Pregunto insegura.
-Si
-Después de todos estos meses, lo mal que lo habéis pasado y ahora encima lo de ayer quería hacer algo para ayudar en algo o por lo menos que sepan la verdad de todo.
Me hace levantarme y me abraza dándome un beso en el pelo
-Sí, si eso sale podría hacer daño
-Lo sé, les comenté a Mayca y Sandra lo que iba a escribir y me dijeron lo mismo pero que me lo pensara.
-Hay gente que se pondrá en tu contra como periodista- Dice ella
-Joder, lo sé pero es surrealista, yo soy la mala por publicar la verdad pero él... - Me muerdo el labio de la impotencia- Solo quiero ayudaros a vosotras, que salgais ganando por una vez. Me importa una mierda la fama, el dinero, los comentarios o si sale mal el desprestigio.
-Publicalo- Suelta después de unos minutos en silencio- Después de lo de "las 15" y lo de Mapi, Patri y Pina puede ayudar mucho.
-¿Estás segura? Puedes recibir mierda tu también y no quiero eso bajo ningún concepto.
-¿Qué más da eso? Estoy acostumbrada a las críticas y yo ya he intentado mediar en toda esta situación. Es hora de atacar y no de defender.
-Te amo, lo sabes ¿no?- Digo orgullosa de ella.
-Yo más- Me besa.
Le cojo la mano para mirar la hora y son las 6:30 de la mañana
-Es una buena hora para ver el mundo arder ¿no cres?
-Dale caña- Dice y en 3 minutos esta publicado- Ahora volvamos a la cama que quedan 2 horas para levantarse.
Suelto un bostezo
-Por favor
Me tumbo encima suya y me acaricia la espalda por debajo de la camiseta
En los 10 minutos que estamos así escuchamos ambos móviles arder
-Apaga eso porfa- Le pido con los ojos medio cerrados
Me quedo dormida en cuestión de segundos.
-Nena, despierta- Me susurran en el oído.-Hay que levantarse
-Nooo, ¿porqué en el cielo también hay que madrugar?- Pregunto- Se supone que el mundo a ardido y estoy muerta.
Balbuceo agarrándome más a ella y su pecho sube y baja de la risa.
-Venga, mi amor, hay que ir a desayunar- Levanto la cabeza y gimo
-Aguafiestas- Hago un puchero y me besa- ¿Has dormido más?
-No, prefería ver a mi preciosa mujer dormir y ver cómo se le caía la baba
La fulmino con la mirada
-Yo no babeo
-Lo que tu digas, mi amor- Besa mi frente y se levanta de la cama, antes de que pueda alejarse le doy una palmada en el culo.
Cojo el móvil y veo cuentos de notificaciones
-¿A ti también te ha estallado el móvil? - Pregunto mirándola
-Si
-¿Has visto algo?
-No, quería hacerlo contigo- Responde ya vestida y se echa otra vez en la cama pero esta vez a mi lado.
Enciendo el móvil y me meto primero en Twitter.
"Wow, como puede ese espécimen decirle eso a la mejor jugadora del mundo?"
"Menuda periodista... ¿Cómo puede grabar una conversación privada y luego encima publicarlo?"
"#VildaOut"
"Enamorada de esta periodista. Necesitamos más periodistas reales que se involucren y no que miren su propio beneficio"
"Hay que hacerle una estatua a T/n en Barcelona"
"#VildaOut ojalá y te pudras cabrón"
Y así miles de comentarios positivos y negativos.
-Hay muchos comentarios positivos y defendiéndonos- Comenta Ale también mirando con su móvil
-Es que como se pongan a defender a ese...
"T/n es la ostia, me encanta como periodista y persona. Tiene valores y los defiende y encima está con Alexia y hacen una pareja súper bonita 😍. #VildaOut"
-Estoy totalmente de acuerdo con esta chica- Dice Ale después de leer el comentario.
"La FIFA ha abierto un expediente contra el seleccionador español Jorge Vilda por los insultos y menosprecios hacia sus jugadoras"
Leo en voz alta el comunicado oficial de la FIFA y miro a mi mujer con esperanza.
-Hemos conseguido algo- Dice sonriendo
-Llegaremos a más- Le aseguro y me levanto de la cama para empezar a prepararme.
-Ojalá tengas razón
-¿Cuándo no la tengo?- Le guiño un ojo
Los próximos días fueron un caos, las malas miradas, malas palabras, la agresividad que tenía el técnico hacia las jugadoras en los entrenos y las entrevistas.
Alexia por fin dió su primera entrevista en el Mundial y me quedé con 2 frases.
"Quisimos hacerlo por las buenas, dialogando y negociando, pero no nos hicieron caso y nos tacharon de niñatas inmaduras, ha salido a la luz la verdad, que van a hacer ahora ¿seguir ignorandonos? ¿Seguir diciendo que somos unas niñatas inmaduras?"
"Siempre hemos estado solas, luchamos solas y nos caemos solas y si ganamos lo haremos solas de momento si las cosas no cambian"
Lo único bueno que ha salido de todo esto de momento es que las jugadoras se unieron más que nunca, todas "las 15" que no estaban viajaron a Nueva Zelanda para apoyar la causa
El partido contra Japón fue la gota que colmó el vaso. La contundente derrota contra una selección importante y competitiva fue lo que terminó con Jorge Vilda
Horas después estaba fuera y a las 2 días la nueva entrenadora llegó al país, Natalia Arroyo.
"Las 15" que no fueron convocadas ahora lo estaban y ya se podía decir que España jugaba con sus mejores jugadoras, que tenía un nuevo líder y que ya estaban los cambios esperados. No podían fallar ahora o quedarían realmente mal.
Natalia solo tuvo 3 días para preparar el partido contra Suiza con un equipo totalmente nuevo y desconocido pero lo hizo estupendamente y eso se reflejó en el resultado 4-0 doblete de Alexia, uno de Jenni y otro de Mapi.
-Alexia- Estamos en zona mixta- ¿Cuáles son tus sensaciones de este partido?
-Pues estoy muy contenta, individualmente tengo muy buenas sensaciones con la pierna y creo que ha sido mi mejor partido hasta el momento y espero seguir sumando más y más minutos- Sonrie sinceramente y yo no puedo evitar hacerlo orgullosa de ella y eso se capta en la cámara, si no estuviera esta última encendida ya me hubiera abalanzado encima de ella- Y colectivamente creo que hemos estado bien defensivamente y ofensivamente, obviamente hay cosas que mejorar pero aún trabajando con una nueva entrenadora nos estamos entendiendo muy bien y estamos muy satisfechas con eso.
-Cuéntame Alexia, ¿cómo es trabajar con una entrenadora nueva? Y no sólo eso, adaptarse rápido porque estais en un mundial y cada fallo se nota.- Le pongo el micrófono en la boca y doy un pasito disimuladamente hacia ella, rozandonos levemente.
-Bueno, es una muy buena entrenadora, algo a lo que no estábamos acostumbradas en España. He tenido el placer de jugar contra su equipo con el Barça y realmente sabe lo que hace- Mientras dice esto disimuladamente acaricia la parte baja de un lateral de ni cintura.
Sabe lo que anhelo el contacto fisico ahora mismo.
-Y ha puesto muy fácil el que nos adaptemos. Creo que hablo en nombre de todo el equipo que estamos muy contentas con ella- Finaliza ella
-Ahora la última-Vuelvo a ponerme el micrófono en la boca- Todos hemos visto esa asistencia de Patri con el primer gol, como habeis jugado de memoria y te la a colocado a la perfección para ti- Antes de que pueda formular la pregunta empieza a hablar así que rápido le doy el micro.
-¿Qué te puedo decir de Patri? MVP de la final de la Champions, marcando esos dos goles que nos volvían a meter dentro del partido, llevamos muchos años, demasiados- Se rie- jugando juntas, nos conocemos a la perfección y jugar con ella es un regalo. He extrañado mucho este año jugar con ella y con las demas- Admite- Es una buena amiga, una buena compañera y una muy buena jugadora, solo que está infravalorada.
-Muchas gracias, Alexia- La despido
-Gracias a ti, T/n
Cuando se que han cortado el directo me abalanzo sobre ella y agarra mis piernas para que no me caiga.
-Estoy tan orgullosa de ti, bebé- Le doy besos por toda la cara.
La sonrisa de la capitana desde que ha terminado el partido no se le ha ido pero ahora la tiene más grande
-Gracias, amor- Me besa lentamente- El primero es para tí
-A sido wowww- Me pongo fan loca- Esa conexión que teneis y ese pasecito... Me enamorado 100 veces más como fan y como mujer- Estoy fuera de si.
Suelta una risa nasal y me da un beso en la nariz.
-Relájate, nena, te va a dar un paro cardíaco
-Pues lo que me causais cada vez que os veo jugar
Niega divertida.
Lo que no sabíamos es que Sandra estaba grabando ese momento y horas después estaba en redes. A ninguna le importó, no era que escondieramos nuestra relación y había quedado demasiado bonito conmigo como mujer fan loca.
Y eso se vio en los miles de comentarios que tenía aunque siempre tiene que haber comentarios feos.
España jugó contra Holanda en cuartos y contra Inglaterra en semis quedando 1-0 y 2-1 respectivamente.
Vencer a las inglesas fue un golpe sobre la mesa con respecto al Europeo pasado y haciendo historia, era la primera vez que España llevaba tan lejos en un mundial con la absoluta.
Todos estabamos eufóricos fanáticos, jugadoras, prensa, familiares... Y no era para menos, habían cambiado la historia de España y les estaban dando un futuro a las próximas generaciones para que sólo se tengan que preocupar por jugar.
Y aquí estaba, peleándome con otros periodistas de otras editoriales para poder entrevistar a Alexia la primera
Todos estaban como locos por entrevistar a la mejor jugadora del mundo y la que dió la victoria 2-0 a España contra Estados Unidos.
-Ahora con nosotros tenemos a Alexia Putellas, la mejor jugadora del mundo, la MVP de este partido y la que ha dado la victoria a España en esta final contra Estados Unidos- Presento mientras la veo caminando hacia mi ignorando a todos los otros periodistas, casi casi corriendo.
Cuando llega y entra en el plano de la camara se puede captar su mirada cristalina, su sonrisa enorme y su respiración un poco agitada.
Vino justo después de finalizar el partido asi que todavía no había levantado la Copa.
-Alexia, dime como s... - No me deja seguir.
Se abalanza besándome con las manos en mi cintura, sorprendida la correspondo pero enseguida enredo mis manos en su cuello acercandola más.
Se separa y su sonrisa increíblemente es más grande que con la que ha llegado y me da otro beso antes de hablar a la cámara.
-Estoy eufórica, como ya se podrá ver- Se rie y me mira fijamente- Estoy muy muy feliz, después de un año tan complicado para mi y para mí familia con la lesión, todos los momentos malos que hemos tenido... - Para al ver cómo se me cae una lágrima y me la quita suavemente- Todo esto es para ellas, para mi, para mis compañeras, para el equipo y por supuesto para la afición y sobre todo para esa gente que nunca a dejado de apoyarnos
-Has dado los dos goles de la victoria, ¿que tienes que decir?
-Yo he metido esos goles si, pero esto es en equipo. Todas hemos echo nuestro trabajo y hemos recogido el fruto
-Muchas gracias, Alexia- Digo- Ahora ves a recoger esa medalla y esa copa y a celebrar la victoria.
-Gracias a vosotras, T/n- Dice- Ahora si me lo permitis me voy a llevar a mi mujer.
Coge mi mano y despidiéndose con la mano de la cámara me lleva con ella.
-Te amo- Le digo besandola
-Yo más
-Ahora ves a recoger esa copa y levantala muy alto- Le ordeno y le doy una palmada en el culo- Campeona del mundo
Me guiña un ojo antes de irse corriendo con las chicas.
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ultimaa · 4 years
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Cowboys from hell - Capítulo primero
Si deseas leerlo en Fanfiction (y dejar un delicioso review), aquí te dejo el link:
https://www.fanfiction.net/s/13166942/1/Cowboys-from-hell
CAPÍTULO PRIMERO
DEBILIDAD
O
O
O
La armónica del viejo Uri acompañaba a toda alma viviente de aquel campamento, oculto entre los vestigios de la que fue una tierra sin ley, pero ya no era el viejo Uri quien la tocaba, y los que la oían ya no se alegraban, sino que lloraban, a escondidas, como siempre habían vivido, y continuaban arrastrándose como sombras en la inminente caída del único mundo que conocían, mientras la voz de su líder les pedía que continuaran con él, aunque ya no hubiera nada por lo que luchar y cada uno debiera luchar por sí mismo.
1
«Hace tanto frío que me es imposible dormir lejos de la chimenea», escribió Eren Jaeger en su diario. «Llevamos dos semanas en las montañas, ocultos en un pueblo minero abandonado. He salido a husmear por ahí y no he visto a nadie, este lugar está completamente desierto. Nadie en su sano juicio querría vivir aquí. Si salimos de esta, no volveré a pisar Grizzlies jamás. Kenny nos pide que mantengamos la fe; Dios sabe que creo en él más que en mí mismo, pero los demás están empezando a inquietarse y no se les puede reprochar: todo ha ido cuesta abajo desde el golpe de Blackwater. Hemos perdido a Armin y a Thomas, Hugo no sobrevivió a sus heridas y la joven Mina fue asesinada por los Pinkerton… Era una muchacha inocente, apenas llevaba dos meses con nosotros. Supongo que es el precio por dormir con forajidos en un tiempo tan truculento como este… Yo solamente rezo por salir de estas malditas montañas antes de que se me congele la sangre».
Se encontraba haciendo guardia, sentado sobre el tronco caído de un abeto. Mientras él asía una carabina, Connie Springer sostenía un banjo al que arrancaba una sutil melodía que se perdía entre sus suspiros desesperanzados y el crepitar de la madera. No podía tocar bien porque una bala le había herido la mano derecha. Finalmente desistió y agachó la cabeza.
—Por mi pueblo solían pasar forajidos, cuatreros y ladrones —dijo—. Todas las semanas ocurría un incidente distinto: o un bandolero pillaba a un tahúr haciendo trampas al póquer y lo cosía a tiros, o una pelea entre curdas acababa incendiando la taberna. Recuerdo que mi madre me decía: «Esos son hombres malos, pequeño Connor, son hijos del Diablo». No imaginaba mi madre que yo acabaría pegando tiros con el Destripador y que West Elizabeth estaría empapelada con mi cara.
—Seguro que no te esperabas todo esto —comentó Eren, riendo de manera sardónica—. No llevas ni un año con nosotros y parece que estamos en las últimas.
—Es una mala racha, Eren. La superaremos. Kenny siempre lo soluciona, ¿no?
Eren sonrió. Sí, eso era cierto. Si seguían resistiendo, si había algo que aportaba calidez además del fuego, era la presencia del líder, Kenny el Destripador Ackerman.
—Siempre lo hace.
—Tú eres de los que más confía en él, incluso más que Levi —señaló Connie. Era un muchacho de entre veinticuatro y veinticinco años, espigado, aunque demasiado oblongo pues había pasado tanta hambre de pequeño que, según decía, su cuerpo no sabía engordar. Se había rapado el pelo para evitar los piojos y su mirada, aceitunada, refulgía con un brillo picaresco.
—Tanto Levi como yo pondríamos nuestras vidas en sus manos. Lo conocemos, sabemos que no nos fallaría.
—¿Toda la vida? —se sorprendió Connie—. Sabía que el Enano se había criado con él, pero no sabía que tú también.
—Eso es porque tú y yo no hemos hablado mucho… No es que haya habido mucho tiempo para hablar últimamente. Pero sí, Kenny me recogió de la calle cuando era un crío. Él y Uri, Levi, Jean, Armin, yo, y también... —Calló por un momento. Luego sacudió la cabeza—. Da igual. El caso es que eran una pareja de sinvergüenzas que cuidaba de sus polluelos —rió mientras recordaba viejos tiempos—. Hace veinte años de eso.
—Dos décadas aguantando a Levi no son moco de pavo.
Ambos rieron.
—Levi me enseñó a disparar. Me dijo: «Mira, mocoso, en los tiempos que corren es más importante saber manejar una escopeta que leer» —parafraseó Eren—. Eso ofendía mucho a Armin, que prefería leer y pasear con Uri…
La cara de su mejor amigo acudió a su mente, e inmediatamente la impotencia lo recorrió de pies a cabeza. Armin había quedado atrás, perdido en el fragor del tiroteo de Blackwater. Si lo habían atrapado, era cuestión de días que acabara colgando de una soga. De todos nosotros, pensó Eren, él es quien menos merece acabar así. Las pérdidas habían resultado un golpe durísimo.
—Me cambiaría por ellos si pudiera —había dicho Kenny—, pero yo estoy aquí. Vosotros estáis aquí, y os pido que continuéis. Estoy seguro de que Armin y Thomas están bien. Los conocéis: son inteligentes, son hábiles, y no se dejarán atrapar tan fácilmente. Y también me conocéis a mí: sabéis que no pienso abandonarlos. Si están vivos, si están ahí fuera, los traeremos de regreso. ¡Y ahora alegrad esas caras!
Connie echó mano a los binoculares y se levantó.
—Viene alguien… Es Sasha.
El caballo de Sasha Braus relinchaba en la distancia, su trote sonaba cada vez más próximo, hasta que se materializó ante los dos hombres, con un arco al hombro y el cadáver de un ciervo sobre la grupa del penco. Era una muchacha morena, de cabellos pardos siempre recogidos en una coleta y un ánimo tan vivo que resaltaba en aquel paraje solitario e inclemente. La montaña no le resultaba hostil, al contrario: era su elemento natural. Había crecido en un lugar tan agreste y duro como aquel, por lo que era una experta cazadora y hábil rastreadora. Sabía sobrevivir mejor que nadie.
—Menudo animal —silbó Connie, cargando el ciervo sobre el hombro—. Nicolo se va a poner contento.
—No es suficiente carne para todos —objetó Sasha, suspirando—. Prefieres quedarte aquí, plantado como un espantapájaros, en lugar de aprender a cazar, ¿eh?
—Claro que no va a haber carne para todos, ¡porque tú comes más que un batallón! —siseó Connie—. Además, ¿cómo quieres que vaya contigo? Estoy convaleciente.
A la vez que Connie y Sasha hablaban, Eren miraba a la lejanía, hacia la infinidad de los bosques sobre los que rutilaba un sol blanquecino.
—¿Has visto algo más ahí fuera, Sasha? —preguntó.
—Hay un rancho no muy lejos de aquí, desviándose al noreste. Lo he observado desde lejos: alguien vive ahí. Nada más. ¡Este lugar es tan bello como indómito!
—Yo creo que si existe un infierno —apostilló Connie— es un sitio como este.
La existencia de un rancho llamó la atención de Kenny. Sasha aclaró que se trataba de un rancho, sí, pero con una casa, un establo y una porqueriza muy humildes. Cuando Eren se quedó a solas con el Destripador, éste devoraba un puro y pensaba en voz alta. Decía que deberían ir a echar un vistazo, que quizá hallarían algo útil o sacarían un lingotazo de whiskey, por lo menos. De repente, sus ojos negros, siempre con un gesto atrevido, se iluminaron. Se colocó el abrigo y el sombrero, y salió de su cabaña. Encontró a Uri sentado junto a la hoguera de guardia, leyendo un libro, y le comunicó que iba a salir.
—No es buena idea —contestó.
—Siempre dices lo mismo, viejo amigo —rió Kenny.
—Quieren tu cabeza en un buen puñado de Estados, Kenny. Casi nos matan en West Elizabeth y puede que los Pinkerton hayan llegado hasta aquí.
—Será una visita amistosa. —Se encaminó hacia su caballo, un corcel blanco que no aceptaba otro jinete. Miró a Eren—. Venga conmigo, señor Jaeger.
Kenny Ackerman no aparentaba ser el forajido que era. Vestía siempre con clase, escuchaba a Wagner y leía poesía. Era un mentor que había reunido a una caterva de impresentables, que había formado una familia. Eren lo conocía desde hacía muchos años, desde antes de que le salieran las primeras patas de gallo. Pese a su edad, Kenny conservaba la determinación de la juventud, cosa que animaba a la banda a no rendirse. No era un canalla cualquiera.
Uri desistió. Lo conocía demasiado. Ambos habían sido un par de rufianes que trataban de robarse el uno al otro, pero acabaron trabando una gran amistad que los llevó a colaborar en numerosas fechorías. El intelecto de Uri y el liderazgo de Kenny eran los cimientos del grupo, pero había ocasiones en las que éste último, el infame Destripador de West Elizabeth, hacía oídos sordos a los consejos de su socio. Aunque quizás debería haber escuchado las advertencias de Uri sobre el trágico golpe de Blackwater, Eren admiraba la libertad que guiaba las acciones del líder, hasta las consecuencias.
—No te alteres, Uri; ya estás viejo para eso —comentó Kenny.
—Perdona si no quiero tener que enterraros a todos —respondió Uri, hastiado, apartándose las greñas encanecidas de la frente.
—Tú nos vas a sobrevivir a todos, viejo —dijo una voz. El dueño de aquellas palabras se acercó lentamente, con una carabina colgando del hombro y un sombrero de ala ancha. De ojos hundidos y barba desaliñada y moteada de nieve, aquel hombre hizo que Uri guardara silencio mientras su gesto se agriaba poco a poco.
—Señor Weilman —señaló Kenny—, acompáñenos a hacer una visita.
Kitz Weilaman subió a su montura y Eren lo observó de reojo. Kenny lo había encontrado hacía medio año en el saloon de una ciudad perdida y sin nombre, borracho como una cuba y con el dedo dispuesto a apretar el gatillo. Era un delincuente de poca monta que, por algún motivo, a Kenny le había caído en gracia.
—A ver qué podemos sacar de estas malditas montañas —Kitz sonrió; sus dientes estaban repletos de sarro.
Siguieron el camino indicado por Sasha, con Kenny a la cabeza de la formación, a la cola de la cual se encontraba Eren, observando a Kitz con un rictus de desprecio.
—Si vienes tú, seguro que esto acabará mal —señaló.
—Vamos, Jaeger, no seas así. ¿Cuánto tiempo vas a echarme eso en cara?
—Casi haces que nos maten a todos, maldito idiota. —La rabia lo invadió al pensar en Armin—. Debería atarte y darme un largo paseo mientras te arrastro por la nieve.
Kenny cortó la discusión.
—Cerrad el pico. Nadie tiene la culpa de lo que pasó en Blackwater. Esas cosas pasan. Las bajas son inevitables, pero merecen la pena si logramos seguir viviendo así: en libertad. Por eso os pido que no discutáis. No es el momento de discutir. Sois como hijos para mí, y eso os convierte en hermanos: los hermanos no luchan entre sí. Tenemos que apoyarnos, tenemos que hacerlo por Armin, por Thomas, por la pequeña Mina, que Dios la tenga en su gloria. No quiero oír ni una palabra más sobre Blackwater, ni una sola pelea más. Tenemos que estar unidos, tenéis que estar conmigo, porque yo voy a seguir adelante. Este no es el fin, caballeros.
—Estoy contigo pase lo que pase, Kenny —dijo Eren—, pero este necio me enerva.
—Cálmate, vaquerito —pidió Kitz—. Somos hermanos, ¿no? Tengamos la fiesta en paz. En el fondo, tú y yo somos muy parecidos.
—Si tú lo dices…
Después de seguir el río durante un cuarto de hora, viraron hacia la izquierda. Weilman no decía ni una sola palabra, pero su mirada era elocuente: Eren supo que el desprecio era mutuo. Kitz había convencido a Kenny para asaltar aquel dichoso tren. Todo resultó ser una emboscada: la Agencia Nacional de Detectives Pinkerton había descubierto sus planes. Al parecer, estaban dispuestos a acabar con la banda. Habían conseguido exiliarlos y probablemente les seguían la pista.
Ataron los caballos al poste que había en la entrada del rancho. Del interior de la casa provenían voces y carcajadas.
—Muy bien. Eren, escóndete detrás de ese pino; Kitz, tú cúbrete tras ese carretón —ordenó Kenny—. Yo intimido mucho menos que tres tipos con aspecto de degenerados.
Cuando estuvieron en posición, Kenny se aclaró la garganta.
—¿Hola? ¿Pueden oírme?
La puerta se abrió. Un hombrecillo apuntó con una escopeta a Kenny, que alzó las manos.
—¿Quién eres tú? ¡Fuera de mi propiedad! —gruñó—. O se va por su propio pie, o lo sacaré a tiros.
—No sea así, amigo. Verá, yo… Mi familia y yo llevamos días perdidos en la montaña. Ver su rancho nos ha dado esperanza… Necesitamos su ayuda, por favor.
El hombrecillo avanzó. Desde la distancia, Eren lograba distinguir sus rasgos, mas no sus intenciones. El desconocido se acercó a Kenny y dos hombres más salieron de la vivienda. El cielo se había cubierto de nubes grises.
—¿Quién demonios es usted? Acérquese —exigió el hombrecillo. Eren desenfundó el revólver y se preparó: aquel asunto olía a chamusquina.
—Soy sólo un pobre comerciante, señor —insistió Kenny.
—¡Acérquese!
El Destripador avanzó unos pasos. En cuanto alzó el rostro, los hombres del rancho empalidecieron  y Eren apuntó. Luego escuchó un susurro de Kitz.
—Aquí hay un cadáver —siseó, nervioso, levantando la manta que cubría el carro—. Aquí hay un muerto, Eren.
Entonces, el hombrecillo exclamó:
—¡Es el puto Kenny Ackerman, desgraciados! ¡A Darius no le va a…!
Un disparo le atravesó el cráneo. Kitz abatió a los otros dos. Y Kenny, revólver en mano, mató a un cuarto indeseable que emergió del interior. Con una floritura, el Destripador enfundó y miró fijamente los cadáveres. La sangre se extendía por la nieve. No hubo tiempo de relajación. Un quinto salió de la casa y, impactado por aquel panorama, levantó las manos y suplicó que no lo mataran. Kitz se acercó a él, lo agarró con violencia y le pidió una buena razón para dejarlo con vida. Era un chico joven, de piel blanca y mofletes colmados de pecas. Sus ojos no eran los de un asesino, pensó Eren cuando le pidió a Weilman que lo soltara.
—¿Cómo te llamas, hijo? —preguntó Kenny.
—Marco, Marco Bott, señor Destripador —contestó el joven, observando inquieto a Kitz, quien ya lo había liquidado mil veces con la mirada—. No me haga daño, se lo suplico.
Kenny rompió a reír y se sacudió la nieve del sombrero.
—Me ha parecido oír el nombre de Darius, señor Bott. ¿Se trata de Darius Zackley? ¿Sois chicos de Zackley?
Marco asintió lentamente.
—Yo s-solamente soy un mozo de cuadra, señor. Limpio boñigas y nada más.
—Kitz, llévalo al campamento. —Kenny sonrió—. ¡Un muchacho de Darius en mi campamento, quién lo diría!
Fueron Kenny y Eren quienes inspeccionaron el interior del pequeño rancho. Habían estado jugando al póquer y bebiendo. Jaeger guardó una botella de ginebra en su zurrón, y también un poco de bourbon para Connie. Encontraron un fajo de billetes manchado de sangre. Alimentos enlatados, chuscos de pan y un reloj de oro. Kenny dedujo que el dueño del rancho era el pobre diablo que Kitz había descubierto.
Si la banda de Darius Zackley deambulaba por aquel purgatorio helado, debía ser por una buena razón. La única buena razón para esos hijos de puta, señaló Kenny, es el dinero. Darius y él eran enemigos jurados.
—Aprendí algo hace mucho tiempo, Eren —dijo el Destripador—: Si no le disparas en su debido momento, Darius Zackley acabará con tus seres queridos. Descubriremos qué está haciendo por aquí y qué podemos hacer al respecto.
2
Un poni cabalgaba hacia la ciudad de Strawberry, ubicada en el Big Valley, West Elizabeth. A su lomo, el joven Falco Grice, de catorce años, memorizaba todo lo que su hermano le había encargado: zanahorias, judías y un cebo para pescar. Le había dado el dinero justo.
Vivían en una cabaña, cerca del lago Owanjila, y subsistían con lo que su hermano Colt pescaba, cazaba y plantaba. La vida era dura. A Falco le gustaba pensar que un día entraría a la tienda con un montón de billetes en el bolsillo, una gran suma, a comprar sin recalar en el precio. Pero Colt decía que eso era una utopía. Desconocía el significado de esa palabra, su hermano sabía muchas palabras raras porque había leído los libros de su difunta madre (el invierno pasado los usó para alimentar la chimenea cuando se quedaron sin leña). Así que llegó a la ciudad dándole vueltas a esa palabreja que fue procedida por un suspiro lastimero… Utopía.
Strawberry era pequeña, ruidosa en otros tiempos, pero no desde que el alcalde logró cerrar la taberna e impulsar su política en contra del alcohol. Buena parte de los habitantes se dedicaba al negocio de la madera, otros eran cazadores, aunque también había vividores. Los hermanos Grice eran conocidos en la ciudad como «los hijos del marinero loco», pues su padre había servido durante años a bordo de un buque en el Atlántico. Hacía muchos años de eso. Falco apenas recordaba a su padre, quien murió cuando él tenía tres años. Colt sí que lo recordaba y aseguraba que no había sido el mejor de los hombres. El odio de los ciudadanos hacia el difunto Grice era infinito.
—Dichosos los ojos, chico —lo saludó el tendero, atusándose el prominente mostacho—. ¿Se ha sacado tu hermano el palo del culo ya?
—Sí, señor.
—De acuerdo. ¿Qué va a ser?
—Zanahorias, judías y… —Se quedó pensativo. ¿Qué era lo otro? Utopía, solamente recordaba esa palabra—. ¿Un cepo?
En ese momento, una persona ingresó al establecimiento y oteó en las estanterías. El tendero saludó a aquella andoba y volvió la vista a Falco.
—Querrás decir un cebo. Yo no vendo cepos; para eso está el trampero. Espera un momento, chico, tengo que ir a la trastienda.
Falco se quedó solo, observando las barritas de chocolate sobre el mostrador. Debían estar deliciosas, o eso creía. Nunca las había probado. Una sola de ellas costaba lo mismo que las zanahorias, las judías y el cebo. Colt lo mataría si se gastara el dinero en un capricho como ese. Se relamió los labios y estiró la mano hacia aquella supuesta delicia, mas inmediatamente se retractó. Recordó que habían colgado a un ladrón de gallinas dos días atrás.
Además, si lo tachaban de ratero, Colt se sentiría muy defraudado. No, definitivamente no podía hacerlo. La idea lo había puesto nervioso, pero también había despertado un extraño entusiasmo en él. ¿Y si salía bien? ¿Y si el tendero no lo descubría? Comería el chocolate antes de llegar a casa y Colt jamás lo sabría.
—No tengas miedo —dijo la voz de la extraña, cuya presencia había olvidado por completo. Con un sudor frío recorriéndole el cuello, Falco se giró y la vio. Iba ataviada en un guardapolvo raído y un ancho sombrero ensombrecía su semblante, que quedó descubierto cuando alzó la cara: su tez era pálida; sus ojos, de un gris oscuro, escudriñaban al chico sin una expresión concreta—. Cógelo, échalo a la bolsa y haz como si no pasara nada. No se percatará.
—¿Y si me descubre? —inquirió Falco con inquietud.
—Nunca lo has probado, ¿verdad? El chocolate… —dijo la desconocida—. Este es dulce, cuando te lo comes sientes que no hay nada mejor… Y también los hay de un sabor más fuerte. Supongo que no quieres probarlo.
—Sí que quiero.
—Entonces hazlo.
Y lo hizo. El corazón iba a salírsele del pecho cuando escondió el chocolate en su bolsa. Instantes después volvió el tendero con el cebo y demás. Falco actuó con naturalidad, dejó el dinero y se despidió. Echó un último vistazo a la mujer, que se dirigió al dueño de la tienda, y salió del establecimiento con un nudo en la garganta. Lo había hecho, había robado y había salido bien. ¡Increíble! Su entusiasmo desapareció al comprobar que el poni había desaparecido. ¡Lo había atado perfectamente! ¿Dónde se había metido? Ese animal tonto era el único que tenían.
Fue calle abajo, preguntando por el poni. Nadie sabía nada. Un hombre rió y le dijo que probablemente lo habían robado. Falco no podía creerlo. ¿Cómo volvería a casa? El camino era demasiado largo para recorrerlo a pie…
—Colt va a matarme —musitó, resignado a volver a pie.
Se sintió como un desgraciado tras diez minutos de caminata. El Señor lo había castigado. ¿Qué decía el séptimo mandamiento? No robarás. ¿Y si volvía a devolver el chocolate…? Imposible. El tendero lo mataría. A lo mejor ya se había dado cuenta de que faltaba una barra… Falco le quitó el envoltorio y la observó, incrédulo. Ahora era suya, aunque no hubiese pagado por ella. Se la comió mientras caminaba y quedó fascinado: estaba delicioso. Le dio sed.
¡Maldito poni, maldito pueblo y maldito y delicioso chocolate! Ahora entendía a qué se refería Colt cuando decía que eran unos completos desgraciados. En todo eso estaba pensando cuando escuchó un caballo acercarse y dio media vuelta. Era ella y se erguía sobre un gran alazán. Tiró de las riendas y el animal relinchó.
—¿Adónde vas, chico chocolate? —preguntó.
—Al lago Owanjila. Vivo allí. —Eclipsado, observó el caballo y pensó en lo insignificante que era su viejo poni en comparación—. ¿Y usted, señorita…?
—A donde me lleve el viento. Monta, te llevo a casa. ¿O prefieres andar?
—No —negó instantáneamente. La extraña le tendió su mano y lo ayudó a subir—. ¿Cómo se llama?
La mujer miró hacia atrás, con una expresión ininteligible en el rostro. Se acercaban más caballos. Arreó al alazán, que devoraba el camino con una increíble velocidad.
—Mikasa —respondió.
—Yo soy Falco Grice y, bueno, vivo a orillas del lago Owanjila con mi hermano. Gracias por llevarme; seguro que podremos darle algunos dólares.
Falco no estaba seguro de aquello último. Al menos podrían ofrecerle un almuerzo. Quedaba un poco de la liebre de ayer. De todas formas, a aquella mujer no pareció importarle la promesa del dinero.
—Oiga, lo del chocolate… —titubeó Falco—. ¿El tendero no se ha dado cuenta?
—Oh, no, por supuesto que no. —Rió con levedad—. Tenía otros asuntos de los que ocuparse. Estaba bueno, ¿verdad?
El joven asintió. Fue indicando el camino y comenzó a hablar de su hogar. Había castores a orillas del lago, y algunas serpientes. Una vez le mordió una y Colt tuvo que succionarle el veneno. Estuvo convencido de que iba a morir. La mujer, Mikasa, comentó que en el este, en el bayou, existía una serpiente gigante que se comía a los lugareños. Falco dedujo que había viajado mucho y visto cosas increíbles pese a no ser demasiado mayor. Contaría con unos treinta años y tenía una cicatriz bajo el ojo derecho.
—Es esa cabaña de ahí —señaló Falco—. Ese es mi hermano… ¡Colt, eh!
Colt Grice era rubio y de complexión enjuta, igual que su padre y que su padre antes que él. Ambos hermanos guardaban un parecido considerable. Adelgazaban a la par y, en el caso de que pudieran engordar, también. Colt tenía veintidós años y era gruñón como un octogenario. Su mirada garza siempre estaba bañada en susto o preocupación. Se acercó a Falco con una escopeta colgada del hombro.
—¿Por qué has tardado tanto? —le reprochó mientras tosía—. Vas a matarme de un disgusto. Pensaba que te había pasado algo por el camino.
—Me robaron el poni en la ciudad. Lo siento.
—¿En la ciudad…? —Colt abrió la boca, consternado. Puso las manos sobre los hombros del más joven y lo inspeccionó—. Seguro que ha sido uno de los sinvergüenzas de Braun. ¿Te han hecho algo, te han lanzado piedras como aquella vez?
—No, estoy bien. Ha sucedido mientras compraba. La señorita Mikasa ha hecho el favor de traerme. —Falco miró a la mujer.
Colt le estrechó la mano y le agradeció mil veces por ello. Su rostro jovial estaba salpicado por un halo enfermizo.
—Ha sido usted muy amable, muy, muy amable. Yo soy Colton Grice, pero llámeme Colt. Dígame, ¿de dónde viene usted? ¿Y hacia dónde se dirige, si no es pregunta indiscreta?
—He llegado a Strawberry esta misma mañana y tengo intenciones de dirigirme al sur, hacia Blackwater.
—Las cosas están peliagudas por ahí; ya sabe, por lo de la banda del Destripador, esa gente es de la piel del Diablo… ¿Planea quedarse en Strawberry unos días? Es una bonita ciudad, pero está llena de zotes, desde el alcalde hasta el sepulturero. Si le interesa, arriba tenemos una habitación libre. No puede privarse uno de ser hospitalario aunque sea pobre.
—Se lo agradezco mucho, Colt —aceptó la mujer—. Tan sólo será una semana, no quiero molestar.
—Oh, no, no, no es molestia. No recibimos muchas visitas, ¿verdad, Falco? Ate el caballo allí… Es precioso. Pase, pase. El pescado de este lago es el mejor de la región. La comida tardará un poco; mientras, empiece a acomodarse arriba. Falco, ayuda a la señorita.
Había querido Dios que un par de días antes limpiara el desván, donde se hospedaría la mujer. Falco encendió el candelabro que había sobre una mesita. ¡Qué estancia tan pequeña! Por las noches hacía un frío horrible en ella, y cuando brillaba el sol no había ni una mísera ventana que lo anunciara. Eso era lo único que podían ofrecer. Falco pensó que Mikasa estaría acostumbrada a las suntuosas habitaciones de Saint Denis.
—Es acogedor —comentó ella de repente; suspiró al sentarse en el viejo camastro que había pertenecido a Grice padre. Falco se percató de que su expresión denotaba cansancio—. He cabalgado durante muchos días y dormido en los caminos. Necesito sentarme un momento, chico chocolate… ¿Puedes hacerme un favor? En las alforjas de Bucéfalo hay guardado un talego. Necesito que me lo traigas.
. . .
Ya en soledad, Mikasa se quitó el guardapolvo. Este cubría un revólver enfundado en cuero: el cañón, de un blanco brillante, contrastaba con la empuñadura cubierta de nácar negro. Había perdido la cuenta de las veces que habían intentado robárselo.  Lo escondió bajo el camastro junto a su zurrón. A los pocos minutos regresó el muchacho con el talego de lana raída entre sus manos. Mikasa extrajo de él un buen puñado de billetes y los contó ante la mirada incrédula de Falco.
—Toma, chico —dijo ella ofreciéndole diez dólares—. Es para ti. No se los des a tu hermano.
—No, no, no es necesario, señorita. Estamos encantados de tenerla aquí…
—No es por la estancia, es para ti. Para que no robes más chocolate, por lo menos en un tiempo.
El chico, dubitativo, agarró los billetes con sus huesudos dedos. Se parecía mucho a su padre. Daba la casualidad de que ella había conocido a aquel hombre hacía muchos años, había tenido la oportunidad de matarlo, mas no lo había hecho. Sonrió ante aquella remembranza.
—Sé que lo que he hecho está mal —murmuró el chico, cabizbajo—. Pero, por favor, no le diga nada a mi hermano, saber algo así lo pondría peor… Está enfermo.
—Me llevaré el secreto a la tumba. —Acomodó el talego junto al resto de sus pertenencias—. Vamos a comer.
A la mañana siguiente, Colt Grice se encontraba tosiendo cuando la invitada volvía con el hacha al hombro y unos leños bajo el brazo. Le había insistido para que no se molestara; podría haber ido él, aunque la tos no lo dejara ni respirar… y cuando lo conseguía era como aspirar humo. A causa de su dolencia, había mandado a Falco a pescar con un motivo que iba más allá de que él no tuviera fuerzas aquella mañana: quería que su pequeño hermano aprendiera a valerse por sí mismo, pues un día él ya no estaría, y ese día no figuraba muy lejano.
—¿Está bien? —le preguntó la mujer mientras apilaba la madera junto a la chimenea.
—Oh, no, desde luego que no lo estoy, pero no debe usted preocuparse, señorita. —Sacó una botella de bourbon medio vacía de una de las alacenas—. Pagué diez dólares al médico para que me dijera eso, y luego otros diez en medicinas. ¿Le apetece un trago?
—Con el debido respeto, Colton, debería acostarse. No tiene buena cara.
Colt esbozó una sonrisa lastimera y se sentó en el balancín frente a la chimenea.
—La realidad es que estoy muriendo, señorita, y no quiero que Falco me vea postrado en una cama. No, no quiero que sus últimos recuerdos sobre mí sean esos. —Dio un sorbo—. Habría muerto ya si no fuera por él. Trato de convertirlo en un hombre capaz de valerse por sí mismo, un hombre con principios… ¿Cree que lo estoy consiguiendo?
—Su hermano es un joven noble —contestó ella mirándolo fijamente—, lo adora por sobre todas las cosas. Cuando llegue su hora, esté usted tranquilo, porque Falco saldrá adelante sin ningún problema.
—Me alivia escuchar eso, de verdad que lo hace, Mikasa. —Se cubrió la boca, conteniendo las sacudidas violentas de la tos. Había sangre en la palma de su mano—. Los Grice no tenemos buena fama. He intentado traer un poco de decencia a esta familia… y estoy tranquilo y satisfecho, pues creo haberlo logrado, señorita. Los hombres de esta casa no han sido los mejores, pero procuraré que tampoco sean los peores.
Recordó a su padre. Francis Grice había sido muchas cosas: marinero, transportista, mozo, cazador y, sobre todo, bandolero, uno de los más ruines que había azotado West Elizabeth. Había segado vidas de inocentes con la frialdad e inclemencia de quien se ha desprendido de su condición humana. Daba gracias a Dios por que Falco apenas recordara a ese hombre. En la memoria de Colt continuaba intacto el recuerdo de la ejecución de su padre. Tuvo lugar en el patíbulo de Strawberry, toda la ciudad estaba presente. Tenía once años por aquel entonces y se aferraba a la mano de su madre con fuerza. Lo recordaba todo: el juez leyendo los cargos, la cara burlona de su padre ante ellos y, después, una trampilla abriéndose. Su madre lo había arrastrado lejos de allí inmediatamente. Colt sabía que aquella sería una de las escenas que tendría en mente durante sus últimos estertores, la imagen de un hombre espantoso al que había jurado no parecerse.
Escuchó un grito que venía del exterior y se sobresaltó.
—Otra vez ellos —murmuró a la vez que observaba a través de un resquicio de la cortina—. Se ha traído un amigo, ese desgraciado… —Tosió.
Divisaba la figura de Reiner Braun, un rufián de poca monta, y de su compinche Bertolt Hoover. El primero era fornido, con una fisionomía fuerte, el cabello corto y rubio y una barba de tres días. Hoover, el gigantón, tenía un aire inofensivo, pero Colt no podía dejar de temerles.
—Escóndase, Mikasa. ¡Rápida! —Fue a por la escopeta—. Esto no va a ser bonito. Rezo para que no haya que apretar el gatillo.
—¡El plazo ha acabado, Grice! —gritaba Reiner—. ¡Espero que tengas mi dinero!
¡Su dinero! Aquel bastardo no sabía lo que era ganar algo con el sudor de su frente. Aquellos billetes habrían salido del bolsillo de algún desgraciado encañonado en una callejuela oscura. ¡Maldita la hora en la que le pidió el préstamo!
Abrió la puerta con lentitud y los encaró, fingiendo una calma que no tenía. Menos mal que Falco estaba pescando, no quería que presenciara aquello.
—Qué temprano has venido, Reiner —saludó.
—¿Tienes mi dinero, chico?
—No. Tienes que darme tiempo. ¡Entiéndeme! Tengo un hermano al que mantener…
Reiner arrugó las cejas.
—¿Tiempo, Grice? ¡Un moribundo como tú ya no tiene tiempo! Tienes que entenderme tú a mí: si espero, es probable que estires la pata y yo no cobre. O me pagas ahora, o adelantaré lo inevitable.
—Cinco días más, es lo único que te pido —suplicaba Colt—. Por favor, no me hagas esto. Ten piedad.
—¿Tienes intenciones de dispararnos? —Reiner rió a mandíbula batiente—. ¿Qué te parece este fantoche, Bert? ¡Mira cómo le tiemblan los brazos! Es patético… Adelante, Grice, ¡pégame un tiro! Hazle honor a toda tu calaña de degenerados.
—Por favor, Reiner, por favor…
Un puñetazo lo derribó. Reiner le arrebató la escopeta. Encogido por el dolor y con los ojos anegados de lágrimas, volvió a suplicar la clemencia de aquellos hombres. Agarró del tobillo a Bertolt Hoover, y en éste pudo ver una pizca de compasión, mas siguió adelante. Se levantó trabajosamente y se apoyó en el marco de la puerta.
Reiner ya estaba registrándolo todo. No va a encontrar nada, pensó Colt. Y entonces lo mataría. Nadie echaría en falta al desgraciado que vivía cerca del lago. Reiner entró primero a su dormitorio, el más grande, pues antes había sido conyugal. Rebuscó en los cajones; su cabreo aumentaba conforme buscaba. Luego, en la pequeña habitación de Falco, rojo de la rabia, lo agarró por el cuello.
—Dame algo, maldita sea. Tienes que tener un alijo oculto por algún lado… —Lo encañonó con su propia arma—. Eh, Bert, ve a echar un vistazo en la buhardilla. Más vale que tengas algo interesante ahí arriba, ¿eh, Colton?
Arriba… ¡Dios mío, la señorita Mikasa debía estar escondida ahí! Poco podía hacer Colt. Su debilidad lo había condenado.
Bertolt asintió y subió las escaleras, cada escalón emitía un crujido. Reiner sacó un cigarrillo.
—He visto a tu hermano de camino aquí —comentó—. Falco, ¿no? Se parece mucho. A tu padre, quiero decir.
Colt apretó los dientes. Un hilo de sangre descendía por su barbilla.
—No se parece en nada, y más vale que no le hayas tocado un pelo, o…
—¿O qué? ¿Vas a matarme? Mira cómo tiemblo. —Rió—. Tranquilo, no le he hecho nada. Es sólo un crío, nada tiene que ver en estos asuntos. Aunque, pensándolo bien, yo también era un crío cuando tu padre le cortó el cuello a mi madre. Lo vi todo, ¿sabes? Todo… Sería justo que tu hermano viera cómo te mato.
—Mi padre pagó, Reiner, y nosotros, sus hijos, nos sentimos avergonzados de que su sangre corra por nuestras venas, pero nada podemos hacer. —Le sobrevino un acceso de tos—. Nosotros no lo elegimos.
Justo cuando Reiner iba a replicar, Bertolt cayó escaleras abajo. El estruendo de la caída alteró a Reiner, quien se acercó a su compañero, ahora desarmado y con la nariz chorreando de sangre.
—Pero qué diablos…
Colt contuvo el aliento cuando la figura de Mikasa descendió los peldaños uno por uno, empuñando un revólver y con una mirada carente de cualquier sentimiento. Tenía enfilado a Reiner, quien imitó la acción, dubitativo.
—¿Quién eres? —inquirió Braun—. Tu cara me es familiar. Sí, he debido verte en algún lugar…
Ella lo ignoró.
—He oído que venís buscando dinero. ¿Cuánto os debe?
—Cincuenta dólares. Ahora responde a mi pregunta, mujer —recordó Reiner, no muy convencido—. Dime tu nombre y puede que nos olvidemos de esto.
—¿Vais a matar a un hombre por esa cantidad? —Miró a Colt—. No tiene el dinero de los señores, ¿verdad, Colt? —Él negó—. Ya ven, de aquí no sacarán nada… Y en el caso de que intente algo más, serán sus cadáveres los que salgan de aquí. ¡Lárguense!
Un disparo voló el sombreo de Reiner Braun, cuyo semblante se había tornado lívido. Tiró la escopeta al suelo y ayudó a Bertolt a levantarse. Antes de abandonar la casa, miró a Colt.
—Hoy es tu día de suerte, Grice. Dentro de una semana volveré, y ni esta perra a la que das cobijo podrá defenderte.
Por una parte sintió alivio de que aquellos dos se largaran, pero, por otro lado, sabía que la amenaza no era una broma: Braun volvería con más hombres.
Durante los próximos días Colton Grice estuvo en cama, arrullado por una peculiar calma. No le preocupaba la comida, pues Falco sabía pescar y se manejaba con el arco. Podía cazar una ardilla o un pato. Su hermano se sentaba a su lado todas las noches, tomaba su mano y narraba las menudencias del día. Colt le sonreía tenuemente y asentía. Estaba orgulloso de él, siempre lo había estado. La presencia de Mikasa lo tranquilizaba; la mujer había decidido quedarse pese al altercado. Colt no podía olvidar la familiaridad con la que había empuñado el revólver. Tenía la certeza de que no dudaría en apretar el gatillo. Fuere como fuere, ella le había salvado la vida.
Pronto estaría muerto. ¡O tal vez su agonía se postergaría durante meses! Mikasa había conseguido algunas medicinas para mitigar su dolor.
—¿Por qué hace esto, señorita? No tiene usted necesidad —le dijo. Asió la taza de café que ella le ofrecía. La mujer no se inmutó. Sus ojos grises permanecieron, inalterables, sobre los suyos. Colt desvió la mirada, aturdido. Le intrigaba, mas era demasiado prudente para preguntarle acerca de quién era y a qué se dedicaba. En su mente se formaba una vaga respuesta para aquellas preguntas.
—Usted tampoco tenía necesidad de hospedarme; sin embargo, me abrió las puertas de su casa y puso un plato más en su mesa —respondió ella—. Hablaré con Braun.
—Eso sí que no lo permitiré, señorita. —Colt se recostó contra la pared—. No arriesgará su vida por mi pellejo otra vez. Ahora Braun la conoce, y ese hombre no olvida una cara.
—Y yo tampoco, Colt, y yo tampoco.
3
Erwin Smith entró a la comisaría de Valentine y encontró a su viejo amigo, el sheriff Nile Dowk, espatarrado en su silla, pies en alto y puro en la boca. Parecía no haber cambiado de postura en siglos. Se desperezó trabajosamente y levantó su sombrero, de manera que sus ojos pudieran estudiar la figura del hombre recién llevado.
—Hay pelea en la taberna —anunció Erwin acercándose al tablón de anuncios. Había varias caras conocidas entre los fugitivos.
—¿Y cuándo no la hay? —Nile lo miró con un gesto derrengado—. Estoy harto de esta maldita ciudad. ¡Que se vayan al infierno todos esos borrachos! Mandaré a uno de mis chicos a que recoja los cadáveres, si hay, cuando acaben de darse palos. —Miró fijamente a Erwin, quien sostenía un cartel de recompensa entre sus manos—. ¿Vas a quedarte de una vez por todas aquí, agente Smith?
Erwin llevaba quince años con los Pinkerton y había escalado varios peldaños en la jerarquía de la agencia.
—No —contestó con una sonrisa resignada—. Seguimos detrás del Destripador. Quiero que tus chicos estén atentos, Nile, muy atentos.
—Procuraré que levanten los ojos del vaso de whiskey, pero no prometo nada… A la mierda, deja que te invite a una copa. Así echamos un vistazo en la taberna. —El sheriff se levantó, inspeccionó el tambor de su revólver y se acercó a su amigo—. ¿Mikasa Ackerman? No vale la pena —dijo en referencia al cartel—. Creo que está muerta. O eso, o se ha largado del país. Imagino que ya sabrás que no se tiene constancia de su participación en el golpe de Blackwater. Dicen que no cabalga con el Destripador desde hace mucho tiempo.
De camino a la taberna, Erwin Smith comprobó que la ciudad que lo había visto crecer continuaba igual. En Valentine abundaban los ganaderos y siempre se olía a tierra mojada y a oveja. La calle principal era un constante barrizal por el que se habían revolcado asesinos, violadores y pederastas. La ciudad era el destino predilecto de los peores delincuentes. Nile hacía lo que podía para remediar aquella situación, para mejorar… Había intentado que adoquinaran la calle principal y que cerraran algún que otro tugurio. Y el alcalde lo había ignorado porque las arcas públicas no estaban precisamente a rebosar. Pese a todo, había logrado cierto orden, aunque mandara todo al demonio con cada trifulca entre borrachos.
—¿Están bien Marie y los niños? —preguntó el agente Smith.
—Sí. Están en Saint Denis con mi suegra, no los he visto en semanas. Ese sitio es inaguantable: demasiadas fábricas, demasiados franchutes. Un horror. Te juro que cuando voy me paso el día en los barrios de negros y de chinos.
La presencia del sheriff sumió el saloon en un profundo silencio. Nile Dowk podía resultar intimidante cuando se lo proponía; era un hombre alto y magro desde su juventud, de barba regia, ojillos hundidos y cabello negruzco. Contrastaba con Erwin, quien era más ancho de hombros, con el cabello rubio siempre engominado, unos ojos claros bajo unas cejas demasiado gruesas —desde pequeño era apodado cejotas— y un rostro lampiño que denotaba confianza y tranquilidad.
Nile paseó la vista por el local. La timba de póquer junto a la ventana parecía pacífica, los parroquianos apoyados en la barra no aparentaban hostilidad y las prostitutas, sentadas en las escaleras, fumaban y se desesperaban ante la falta de trabajo.
—Da la impresión de que ninguno de vosotros ha roto un plato en la vida. —El sheriff hizo un gesto al camarero—. Ponle a mi amigo una cerveza, y a mí lo que te apetezca—. Luego se giró y reanudó su perorata—. Tranquilos, que no cunda el pánico: sólo he venido a tomar una copa. Que no os incomode mi placa. Si habéis cometido alguna fechoría, os aseguro que recibiréis vuestro castigo, pero no ahora. —Le escanciaron un trago de whiskey y alzó el vaso—. Vamos, ¡continuad como si yo no estuviera!
Y vaya si continuaron. Las risas volvieron a imperar en el saloon y el primer puñetazo se lo dio un mozo de cuadra, medio borracho, a un grandullón que trabajaba en una obra a las afueras de la ciudad. Erwin se llevó la botella a los labios mientras observaba la pelea de soslayo. Luego miró a su amigo, quien no le quitaba el ojo de encima a una fulana.
—Oye, Erwin —lo llamó un muy enseriado Nile—. Cada día tengo más claro que tú deberías haberte quedado con Marie.
—¿Por qué dices eso? Es una buena mujer y te ha dado dos hijos preciosos.
—Y yo soy un desgraciado. La he engañado más de una vez, todo el mundo lo sabe. Ella es una dama, Erwin. No está hecha para vivir en este estercolero. A veces me pregunto qué es lo que vio en mí.
Erwin agachó la mirada. Sí, Marie había tomado la decisión de casarse con Nile, no sin antes vivir un corto idilio con el agente Smith. Esto era algo que el sheriff sabía y había aceptado con los años. Sabía que su esposa le guardaría fidelidad mientras viviera y que lo estimaba en demasía, pero en su corazón había otro nombre grabado. El agente Smith la quiso entrañablemente, lo que después, cuando la dejó ir, le provocó el dolor más agudo de su vida. Un hombre como él, en constante movimiento y expuesto a los peores indeseables, no podía darle la vida que merecía. Ahora, tras tantos años, imaginarla con una argolla en el dedo y dos chiquillos a su cargo lo hacían sentirse nostálgico. Claro que conocía los affaires de Nile, sabía que la tentación era demasiado para su amigo, sí, pero él ya no podía hacer nada: Marie se apellidaba Dowk, no Smith.
Ambos guardaron silencio durante unos minutos. El sheriff ya no miraba a las chicas, sino que lucía apenado y perdido en el fondo de su bebida.
—Maldita la hora en la que te alejaste de ella, Erwin, maldita la hora en la que me dejaste el camino libre —rezongó—. Ella habría sido muy feliz contigo.
—Coge un tren a Saint Denis cuando puedas, Nile —dijo Erwin—. Tienes una familia que te necesita, es algo que tendrás de por vida. ¿Que he querido a Marie? Sí, es algo que los dos, viejo amigo, sabemos, pero tú eres el hombre con quien ha formado una familia.
Fue entonces cuando un gañán comenzó a hablar sobre Strawberry. Los Braun habían vuelto a hacer de las suyas, decía. Por lo visto, habían prendido fuego a una pequeña cabaña junto al lago Owanjila y el propietario había resultado muerto junto a media docena de hombres, los presuntos pirómanos, entre los que se encontraba un sobrino de Moses. Aquel suceso no había pasado desapercibido porque el dueño era conocido: se trataba de uno de los hijos de Francis Grice. El gañán reía a mandíbula batiente. A su juicio, los Braun habían hecho bien al acabar con los últimos vestigios de Grice.
Erwin había tenido la oportunidad de conocer al mencionado. Era un hombre terrible, un demonio en persona, mas no por ello su prole merecía un destino tan horrible como aquel. Pero había más: un hijo pequeño del que no se habían encontrado restos y la posterior muerte de Moses Braun. La ley estaba haciendo averiguaciones y la gente empezaba a sospechar que el retoño menor tenía algo que ver.
—Eso no tiene ni pies ni cabeza —murmuró Erwin.
—Strawberry es una jungla, no me sorprende nada de lo que pase ahí. La gente perdió la cabeza cuando el cantamañanas del alcalde prohibió el alcohol…
—Piensa, Nile. Por lo que se dice, el muchacho Grice no había cumplido ni la quincena. ¿Cómo va a acabar con un pistolero bien curtido como Braun? Es una locura. Tiene que haber algo más.
—No pienses en ello. Hemos venido a beber, ¿recuerdas? Ahora mismo ni yo soy sheriff ni tú un Pinkerton. Relájate y deja que mi homólogo en Strawberry, que es un inepto, dicho sea de paso, solucione el asunto.
4
No había picado ni un solo pez en casi dos horas. Falco suspiró, recogió el sedal y se dejó caer hacia atrás, cansado.
—Si no quieren picar, es mejor no forzarlos. —Se cubrió los ojos con el antebrazo—. Es lo que Colt dice.
Mikasa continuaba con la brizna de hierba entre los labios y la caña en alto. Nunca había sido una lumbrera en el arte de la pesca, pero estaba segura de que algo mordería el anzuelo.
—Colt no tiene paciencia, aunque reconozco que esto es aburridísimo. Prefiero la caza.
—Yo apenas tengo puntería con el arco, no podría darle ni a un uapití —admitió el muchacho con cierta vergüenza.
—La práctica hace al maestro  —respondió ella—. No te preocupes si todavía no eres muy diestro. Tiempo al tiempo.
—Bueno, es que yo… —Falco agachó la mirada—. No me gustaría vivir aquí para siempre, señorita, pero Colt dice que algún día seré ranchero, formaré una familia y viviremos de lo que nos dé la tierra y el lago. Yo no quiero eso…
Mikasa, curiosa por las ideas del joven, lo observaba, instándolo a continuar. Ya en su primer encuentro había visto algo peculiar en él.
—Me gustaría ver el mundo, viajar. —Falco mantenía la vista clavada en el cielo—. No creo que el sentido de mi vida sea vivir aquí hasta que me haga viejo y muera y entonces tenga que dejarle todo a un hijo.
—No, claro que ese no es el sentido de tu vida, chico chocolate —rió Mikasa—. Tu hermano es un hombre extraordinario, pero no tiene derecho a decidir lo que eres y lo que harás. Al final, serás lo que tú quieras ser. Lo único que debes intentar es no ser persona non grata —Volvió a reír.
—¿Persona non grata…?
—Ah, es un latinismo, es decir, que viene del latín, la lengua que hablaban los romanos. Vendría a ser persona no bienvenida. Lo usan los abogados, los jueces…
—¿Es usted abogada o jueza? —El joven Grice estaba sorprendido.
—En absoluto. Tenía un amigo, un tipo viejo y sabio, que me enseñaba esas cosas.
Mikasa recordaba aquellas tardes con Uri Reiss, cuando el cabello dorado de este no tenía ni una sola cana. Aquel hombre poseía ya una paciencia infinita en su juventud, la suficiente para enseñar a leer y a escribir a un puñado de críos salvajes.
Un repentino tirón la sacó de su ensimismamiento. Tiró de la caña y empezó a recoger el sedal.
—Ha picado algo —anunció—, y es grande.
El pez se retorcía con violencia, luchando por ganar el anzuelo, mas Mikasa se resistía a dejarlo escapar. Jamás había atrapado uno con tanta fuerza. No era la mejor de las pescadoras, pero sabía defenderse. Falco miraba hacia el lago y, cuando finalmente consiguió arrastrar aquel morador de las aguas hasta la orilla, abrió los ojos como platos y exclamó:
—¡Un muskallonga! Nunca había visto una tan grande.
El pez aún chapoteaba cuando Mikasa lo cogió. Era tan largo como uno de uno de sus brazos y debía pesar unos dieciocho o veinte kilos. Las escamas mezclaban un tono rojizo con el gris plateado y tenía dientes como alfileres.
Regresaron a la casa y encontraron a Colt sentado frente a la chimenea. Tenía mejor cara y podía mantenerse en pie durante un rato y, por lo que parecía, había sido capaz de desplazarse de su alcoba hasta el salón con ayuda de un gayado. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio semejante animal. Comieron muskallonga a la brasa y salaron el resto. Colt parecía más optimista en la sobremesa y, desde luego, había pensado en algo para arreglar el problema con los Braun. Pediría un préstamo al banco y utilizaría el dinero para pagar a Reiner. Después buscaría empleo en unas obras al este de Strawberry y saldaría la deuda con el banco. Por primera vez, Falco se atrevió a cuestionar los planes de su hermano: aquello le parecía una locura. Mikasa, en silencio, observó el gesto asombrado de Colt.
—Puede que consigas el préstamo, de acuerdo, pero ¿después qué? —inquirió Falco, serio—. ¿Trabajar levantando ladrillos y transportando vigas? Mírate, Colt, ¡ni siquiera puedes dar dos pasos sin que te falte el aliento!
—Baja el tono.
El más joven de los Grice, consciente de su falta de respeto, agachó la mirada, apocado. El semblante de Colt mostraba un resquicio de enfado, lo cual, unido a su enfermedad, le conferían una apariencia todavía más espantosa. A sus ojos inyectados en sangre, sus enormes ojeras y su barba descuidada y machada se sumó un ceño fruncido y un rictus de aversión.
—Que sea la última vez —dictó Colt, con un dedo alzado hacia Falco— que me hablas así.
—Lo siento. —El zagal se levantó de la mesa, avergonzado—. Estaré fuera. —Y se retiró.
Colt tosió y se palpó las sienes. Enseguida recuperó la serenidad.
—Todavía no entiende que hay que hacer sacrificios para seguir adelante. Supongo que todavía es muy pequeño, pero… esta vida es dura, muy dura, y él es un soñador.
El piano infundía ánimos, amenizaba los tragos y provocaba risas.
La taberna se encontraba colmada, mayoritariamente, de jornaleros que habían hecho un alto para tomar una cerveza. Reiner Braun estaba lejos de ser un leñador o un mozo de cuadra, pero también estaba ahí, dándole a la botella y jugando al cuchillo con Bertolt.
—Mi turno —dijo su amigo.
El grandullón era habilidoso. Lo clavaba primero entre el dedo corazón y el anular; a continuación, entre el pulgar y el índice; luego entre el meñique y el anular; y, finalmente, entre el índice y el corazón. Era rápido, muy rápido, y realizaba varias veces la misma frecuencia sin cortarse. Reiner ya se había hecho unos cuantos tajos.
—Tienes suerte de que esté borracho —farfulló—. ¡Eh, ponme otra birra!
Braun se arrellenó en su silla. Por la puerta entró una figura conocida que lo cabreó. No obstante, dejó escapar una carcajada y miró a Bertolt.
—Mira, amigo mío. Procura no mearte encima.
A ellos se acercó aquella mujer implacable. Vestía una camisa blanca remangada, unos pantalones de montar y unas botas enfangadas con espuelas. Se aflojó el pañuelo verde que llevaba en torno al cuello.
Al contrario que Bertolt, quien estaba tenso, Reiner movió la mandíbula y adoptó una sonrisa chulesca.
—¿A qué se debe su honorable presencia, Mikasa Ackerman?
Oír aquel apellido la hizo cerrar los ojos.
—Le ruego discreción, señor Braun. He venido a hablar pacíficamente.
—Pues hable.
—Quiero que deje en paz a los Grice.
—¿Eso es todo? —Reiner rió—. Lo mejor que puede hacer usted es largarse de aquí cuanto antes. Colt Grice la diñará pronto, y su hermano… Bueno, quizá acabe en alguna mina, enferme de azogue y muera también.
—¿A esto se dedica ahora Moses Braun, a prestar dinero a desgraciados y luego apalearlos? Sois escoria.
—Mi tío es un hombre que ve oportunidad en todo —contestó Reiner—. En cambio, ¿qué es lo que hace el Destripador? ¡Dar golpes suicidas! Conseguirá que todos acabéis muertos, si es que no os mata para salvarse a sí mismo. Tu tío es la misma escoria que la mía, pero el tuyo actúa a gran escala. No eres quien para reprochar nada. Colt Grice pagará, quiera o no. Yo mismo me aseguraré de que así sea. —Carraspeó—. ¡Atención todos, la cabeza de esta mujer vale más de lo que vais a ganar en toda vuestra vida trabajando honradamente!
Mikasa Ackerman apretó los dientes y salió rápidamente del local. El rubio sonrió, complacido. Nadie, por muy temido que fuera, iba a decirle lo que tenía que hacer, ni siquiera los de aquella calaña cuyo primer crimen era nacer.
—¡Eh, Gabi, he dicho que quiero una birra! —Apoyó los pies sobre la mesa—. Esta niña no se entera de nada…
Gabi Braun, de quince años, piel atezada y ojos grandes y resplandecientes, le sirvió con rapidez. Era su prima, la más joven del clan y la menos indicada para ser camarera, pero era lo que Moses Braun quería, y las palabras de este no se discutían.
4
—Un tren, un tren —reiteraba Kenny mientras se paseaba de un lado a otro. Uri, contemplativo, saboreaba su pipa. El Destripador se sentó ante él—. Es nuestra oportunidad. Si Darius está involucrado, hay dinero de por medio… Mucho dinero, eso es lo que necesitamos ahora mismo.
—¿Podemos fiarnos de ese chico? —inquirió Uri.
Kenny guardó silencio por un momento. La imagen de Marco Bott se instaló en su cabeza, y sus súplicas le inundaron los oídos.
—Tengo la impresión, viejo amigo, de que últimamente no confías en mí. Si resulta ser falso, no perdemos nada. Pero, si ese tren lleva una buena mercancía, saldremos de estas montañas mejor de lo que llegamos. No se trata sólo de dinero, Uri. Los chicos, tú, yo… Necesitamos que algo salga bien. Esperanza, ánimo.
—Soy viejo, Kenny, y los viejos sólo confiamos en la muerte —respondió Uri—. Los Pinkerton nos están persiguiendo; asaltar un tren llamaría su atención, los atraería hasta aquí y entonces nos matarían a todos. Bueno, a ti y a mí nos expondrían primero en un patíbulo como a animales disecados, y después nos colgarían.
—Tengo un plan. —Kenny le puso una mano en el hombro—. En cuanto demos el golpe, nos iremos de las montañas. No les daremos tiempo. Iremos a New Hannover. Tú conoces esa zona mejor que yo.
—No había estado tan al este desde hacía años. Estuve vagando por ahí con Elena…
Los dos hombres miraron hacia la puerta de la cabaña, que se abrió para dar paso a Traute Caven. Como buena mujer americana que se había criado en la barbarie de la frontera con México, acostumbraba a llevar siempre una escopeta en la mano y a no dudar en dispararla. Tenía el cabello de un rubio muy pálido, fantasmal, los ojos celestes, fríos y carentes de emoción, los labios carnosos y siempre revestidos de una fina capa de carmín.
—Señorita Caven. —Kenny se acercó a ella y le besó la mano—. ¿Has terminado de adaptarte a este clima?
Traute tenía encandilado a Kenny, a quien había jurado lealtad en más de un sentido. Las ideas de aquel hombre la habían fascinado y la vida de forajido le resultaba muy excitante, pero apenas tomaba partido en los delitos de la banda. Siempre se la podía encontrar sentada y silenciosa, examinando o limpiando su arma.
—Ni me lo menciones. —El vaho abandonada su boca y su nariz estaba colorada—. Vengo de curarle las heridas a ese pobre chico, Bott. Jean está con él.
—El señor Weilman debería controlarse un poco, ¿no crees, Kenny? —El gesto de Uri era suspicaz.
—Es uno de los chicos de Darius, con ellos hay que tener mano dura —replicó Ackerman—. Eso es algo que sabes, Uri.
—He visto al muchacho de refilón y puedo asegurarte que lo habría soltado todo sin necesidad de violencia.
—No iba a dejar que lo matara. A mí también me parece un buen chico, pero es uno de los de Zackley. —Kenny se puso un habano entre los dientes, lo encendió en el fuego de la chimenea y volvió junto a su socio—. Eren, Levi, Kitz y yo nos haremos con ese tren. En cuanto volvamos, espero que con las alforjas llenas, quiero que todo esto esté recogido, los carromatos cargados y listos para partir. ¡Alegrad esas caras! Muy pronto estaremos en prados más verdes.
Marco miró con desconfianza el plato de guiso. Tenía hambre, sí, y también un miedo que le impedía aceptar cualquier cosa de aquella banda. Darius Zackley lo había destinado a las peores tareas, lo había usado de bufón y lo habría utilizado como escudo si se hubiese dado la ocasión, pero nunca antes había recibido una paliza así. Kitz Weilman pretendía matarlo, él mismo se lo había dicho al oído. Por fortuna o por desgracia, Jean Kirstein lo había salvado del desollamiento que Kitz le había prometido.
—Come antes de que se enfríe —lo instó Jean—. Bueno, más de lo que está…
Marco se llevó una cucharada a la boca. Estaba delicioso. El cocinero se sentó a la mesa.
—Puede que te acuchillen mientras duermes —comentó—, pero no te matarán de hambre si yo puedo evitarlo. Soy Nicolo. Marco, ¿verdad? Encantado.
Llevaba un pañuelo rojo en torno a la cabeza y unas greñas castañas le caían por las sienes. Tenía los ojos caídos y una expresión de aburrimiento. Su delantal estaba lleno de sangre, lo cual estremeció a Marco. Entonces pensó que debía ser de algún animal. De todas maneras, ¿qué pretendían aquellos hombres? ¿Se trataba de un tipo de tortura? Quizá después de la comida el señor Weilman le sacara el hígado.
—A ese malnacido le faltan escrúpulos —bufó Jean. Éste llevaba una desgastada boina sobre una cabellera larga y gamuza, degradada a ambos lados; sus ojos, de una tonalidad miel, se encontraban bajo unas cejas finas y fruncidas. Una incipiente barba le sombreaba la mandíbula. Su cara alargada había dado lugar a su mote: el Caracaballo.
—A mí me da miedo —se sinceró Nicolo—, pero Kenny confía en él, así que nosotros también tenemos que confiar.
Jean se encogió de hombros. Luego se arrellanó en la silla, se remangó y se desató el chaleco de lana. Miró a Marco.
—¿De dónde sales? No tienes pinta de bandido.
—Lo soy —respondió Marco, cohibido—. Soy un forajido de la banda de Darius Zackley.
Kirstein y el cocinero intercambiaron una mirada antes de echarse a reír.
—No digas eso fuera de estas cuatro paredes —aconsejó Nicolo—. Aquí los chicos de Zackley no son bien recibidos, por si aún no te has dado cuenta.
—¿Eres un niño de papá con ganas de pegar tiros? —Jean esbozó una sonrisa socarrona—. Te diré algo: escápate esta misma noche. Estaré haciendo guardia y haré como si no hubiese visto nada.
Marco se sorprendió.
Nicolo rió y se levantó de la silla. Se acercó a la chimenea, donde vertió el contenido de la cafetera en dos latas vacías que funcionaban como tazas.
—Eso significa que le has caído bien, señor Bott —dijo—. Ahora, si me disculpáis, voy a llevar café a Levi y a la señorita Ral.
—Sigues comportándote como un mayordomo —rió Jean. Cuando el cocinero se hubo marchado, volvió a dirigirse a Marco—. Hablaba en serio. Si te vas, no te lo impediré. No hay motivo para matar a nadie.
Marco terminó con su plato y se limpió la boca con el dorso de la mano. Gimió al rozarse el labio inferior partido.
—Si me deja ir, sería como matarme —se atrevió a decir Marco,
—¿Por qué?
—Porque ahí fuera estaré solo y expuesto… Ahora Darius querrá matarme, y no quiero morir, señor Kirstein, no quiero.
El mencionado guardó silencio. Después asintió lentamente y le ofreció un poco de tabaco de mascar.
—Llámame Jean.
5
Falco estaba junto a su hermano durante aquella onerosa noche, la última que pasarían juntos.
Mikasa estaba durmiendo en el salón, frente a la chimenea y con la escopeta en ristre. Llevaba un par de días alerta, y sus motivos tenía: los Braun ya deberían haberse presentado para cobrar la deuda. El joven Grice pensaba que habían optado por ignorarlos; al fin y al cabo, el viejo Moses no mataría a nadie por tan poco dinero.
Un disparo. Mikasa despertó, salió al porche y observó el horizonte. Un lobo aulló. El lago y el bosque estaban tranquilos.
—Ha sonado lejano, más allá del bosque. Será un cazador —dijo la mujer de vuelta en el interior. Observó a Colt, cuyo semblante estaba excepcionalmente pálido y relajado—. ¿Cómo está?
—He conseguido bajarle la fiebre. —Falco acariciaba la escuálida mano del único pariente que le quedaba. Mikasa apretó los labios; aquel muchachito la llenaba de compasión. ¡Maldita fuera la Divina Providencia, que decidía romper familias tan trágicamente! Colt le había dicho abiertamente que sus días estaban contados, pero era incapaz de comunicárselo a Falco, quien se había esperanzado al verlo caminar y comer con ellos. Era lo que conocemos como mejoría de la muerte. Mikasa deseó no haberse hospedado jamás ahí, no haber tratado nunca con los Grice, pues eso la había conducido a una situación muy complicada. Debía marcharse pronto, debería haberse marchado ya, pero no podía abandonarlos, simplemente no podía continuar su camino sin mirar atrás. Era su mayor defecto.
—Es curioso que sepas cosas sobre medicina —dijo ella.
—Nuestra madre era enfermera —aclaró Falco—. Estuvo en la Cruz Roja hasta que conoció a mi padre. Le enseñó algunas cosas a Colt, y él me las enseñó a mí… Me ha enseñado todo lo que sabe para prepararme para este momento.
—Falco…
—Sé que va a morir. —Se sorbió la nariz—. Usted también lo sabe, señorita Mikasa.
—Dicen que las personas mueren cuando son olvidadas.
—¿Usted cree?
—Para nada —respondió Mikasa, provocando el asombro de Falco; y, con los ojos cerrados, añadió—: Me temo que todos morimos aunque se nos recuerde. Nada perdura, a excepción de nuestros actos. Recordarán lo que hagamos, no lo que seamos. Colt vivirá en ti, en cada vez que pesques un pez tal y como él te enseñó, cuando tenses la cuerda del arco como él hacía. Eso es algo que ni la tierra ni el olvido pueden enterrar.
Dos lágrimas surcaron los mofletes del chico, quien se los limpió rápidamente y se levantó de la cama. Mikasa sonrió tenuemente y puso una mano sobre su cabeza.
—Eres un buen hermano, chico chocolate.
Esa misma noche, un sueño iluminó la oscuridad onírica del sueño de ella. Una puerta se abría, se escuchaban los pájaros. Había un grupo de siluetas en la lejanía, pero no reconocía a aquellas personas y el paisaje se hallaba borroso, difuminado por una tormenta de arena que aumentó hasta engullirlo todo. Falco la zarandeó lo suficiente como para despertarla. Estaba asustado.
—Braun ha venido —dijo— y ha traído a sus hombres. Tienen… Tienen botellas incendiarias.
—Maldición. ¿Cuántos son?
—Son cinco. Llevan la cara tapada, son grandes y… —El muchacho tragó saliva—. Van a matarnos.
Se acercó a la ventana y observó por un resquicio entre las cortinas. Era ya noche cerrada, una noche oscura, carente de estrellas y luna. Mikasa suspiró y miró a Falco.
—Ha venido a por mí. ¿Colt está dormido?
—Sí.
Cargó el revólver.
—Bueno, chico chocolate… No sé si viviremos para contarlo. —Accionó el martillo—. Tienes que correr hacia el bosque.
—No me dejarán.
—Te cubriré.
—¿Va a… matar a esos hombres?
La mujer se acercó a la puerta.
—Intentaré que Reiner entre en razón por las buenas —aseguró—. Llevo dinero en el zurrón. Trescientos dólares.
—No, no está bien que usted pague nuestras deudas, no está bien que se enfrente a ellos por nosotros. La van matar. —Falco la agarró del brazo—. Saldré yo en nombre de mi hermano.
—Eso es valiente por tu parte. —Mikasa sonrió—. Escúchame: alguien me dijo hace mucho tiempo que la valentía no debe convertirse en temeridad. En cuanto oigas el primer disparo, corre.
Salieron muy lentamente. Mikasa, lamparilla a la siniestra y arma a la diestra, cruzó la mirada con Reiner, quien la apuntó con un fusil. Falco miró hacia el bosque de soslayo, a unos cinco metros.
—¿Ha pasado a mejor vida ese paleto de Grice? —inquirió Reiner—. Me daba hasta un poco de lástima, pero todos nos tenemos que morir.
—En eso coincidimos, señor Braun —contestó Mikasa—. ¿Va a morir alguien esta noche?
—La quieren viva o muerta, así que no hay necesidad. Pero, si usted lo desea, puedo ahorrarle el paso por la horca…
—¿No es curioso, señor Braun? —preguntó Mikasa—. He tratado de mantenerme en la sombra durante un tiempo y sólo he logrado que aumente el precio por mi cabeza. El mundo no olvida, y yo tampoco. —Lo apuntó—. Si viene a capturarme, me defenderé, como tantas veces he hecho en el pasado.
La primera bala impactó contra una de las botellas incendiarias, por lo que el vándalo que la sostenía se vio ardiendo, gritando y pidiendo ayuda. Braun y los demás hombres lo observaron con estupor, y Falco aprovechó este breve momento para echar a correr. Reiner, furioso, ordenó que prendieran la casa y el resto de botellas volaron contra el tejado de ésta. Luego descargó una ráfaga de balas que hubieran impactado contra Mikasa si esta no se hubiera cubierto tras una de las columnas del porche.
—Usted no tiene que morir esta noche, señorita Ackerman —reafirmó Reiner—, No suelo matar mujeres.
La vida había enseñado a Mikasa Ackerman que el final podía llegar en cualquier momento. Bien, si habría de perecer justo ahí, entonces no lo haría sola. Se los llevaría, como séquito, al infierno. Iba a abandonar su parapeto, lanzarse contra ellos en mitad de una lluvia de balas, pero la figura de Colton Grice atravesó la puerta y cayó de rodillas al suelo, tosiendo. Los disparos cesaron. Mikasa trató de decirle que se guareciera, pero él se puso en pie trabajosamente y avanzó un par de pasos hacia ellos, En su rostro no se leía intención alguna, solamente un cansancio que, después, Mikasa catalogaría como desesperación.
Colt iba descalzo y asía su escopeta, mas no parecía dispuesto a dispararla. No lo haría. Reiner sabía esto, así que no consideró pertinente matarlo, simplemente hizo un gesto a sus compinches y lo observó. El deteriorado Grice le sostuvo la mirada.
Mikasa, que sabía perfectamente cuando un hombre iba a presionar el gatillo o no, lo llamó varias veces. Colt se giró, sus ojos apagados contemplaron la inclemente forma del fuego devorando la casa. Le temblaban las piernas, por cobardía o enfermedad; fuere cual fuere el motivo, encaró de nuevo al hombre que había arrasado todo lo que había cuidado esmeradamente.
—He pagado con creces, señor Braun —dijo débilmente—. Mi casa, mi tranquilidad, mi honor… Todo eso te has llevado.
El crepitar de las llamas envolvía su voz, el tono desencantado con el que manifestaba las amarguras que anidaban en su interior.
—No quiero nada de eso, desgraciado —rió Reiner—. Quiero dinero. Y vaya si lo conseguiré. No me interesas, Grice. He venido a por Mikasa Ackerman.
La mencionada no movió ni un músculo. Colt la miró, sereno. Mikasa se preguntó si la despreciaría.
—De ella no vas a obtener nada. —Colt clavó las pupilas en la escopeta—. Le pedí dinero para medicinas que de nada me han servido. Voy a morir, Reiner. Pero sé que las deudas nunca mueren.
—¿Crees que tengo tiempo para esto, Grice? Tengo más cosas que hacer además de quemar tu chabola. Quítate de en medio. Es a Mikasa Ackerman a quien has dado cobijo, una forajida detestable, no mejor que tu padre. Ladrona, cuatrera, estafadora, pecadora, asesina. Por una vez, Colton, voy a hacer justicia, ¿o no? —Reiner sonrió. Aquella curvatura chulesca de sus labios desapareció cuando el moribundo lo enfiló—. Venga ya, Colton, tú y yo sabemos que no eres capaz de matar ni una mosca. Eres débil.
—Nunca he sido débil. He procurado ser cabal, vivir sin muchos sobresaltos, dignamente. Jamás débil… He tenido que ser muy fuerte para soportar a los degenerados como tú, pero eso se ha acabado. —Respiró hondamente—. Que Dios me perdone.
Acertó en la cabeza de uno de los secuaces de Braun, y en el hombro de otro, que cayó al suelo en mitad de un grito agónico. Braun y sus dos lacayos restantes lo cosieron a tiros, y fue entonces cuando Mikasa disparó, mató al par de perros e hirió de muerte a Braun, que la miró fugazmente antes de desvanecerse.
—Colt —farfulló Mikasa, acuclillándose junto a él. Se ahogaba en su sangre. Grice agarró su mano con fuerza—. Colt…
Este intentó decir algo. Luego cerró los ojos y su pecho se relajó.
Había muerto.
Mikasa se quedó quieta durante unos instantes. Al levantar la mirada, se topó con el gesto horrorizado de Falco, quien se acercó con lentitud hasta su hermano y comenzó a llorar mientras lo abrazaba y se empapaba de sangre. Ella encaminó sus pasos hacia el chico de Braun que se retorcía y se apretaba el hombro. Lo agarró del cuello.
—¿Dónde se esconde Moses Braun?
O
O
O
Capítulo dividido en cinco actos.
A continuación, una lista de composiciones con las que he escrito este primer capítulo y que me tomado la libertad de asociar a cada personaje presentado:
Kenny Ackerman: My fault?, Ennio Morricone
Uri Reiss: The Man with the Harmonica, Giampaolo Pasquile
Eren Jaeger: A man, a horse, a gun, Stelvio Cipriani
Falco Grice: Watch Chimes, Ennio Morricone
Erwin Smith: Di fronte ai killers, Franco Micalizzi
Mikasa Ackerman: Tema por una Vendetta, Gianni Fierro
Marco habla con Jean: Never let me go, Rachel Portman
Saludos a todos.
Hace unos años veía westerns todos los días. Los echaban en la tele y yo no tenía nada que hacer. Y joder, me gustaban, tenían su encanto esas películas de cowboys, forajidos y pistoleros que cabalgaban hacia el ocaso mientras su sombra se derramaba sobre la tierra del desierto… Hostia, qué poético me ha quedado. Lo  usaré.
El caso es que tenía en mente algo grande, muy grande, con una trama bastante más compleja y oscura que los otros dos fics que tengo (que tampoco son precisamente para niños jajaja), pero entonces los estudios torturan a una servidora que no tiene tiempo para escribir… o que no tenía. Ahora sí, nenas: I’m back.
Si eres gamer, muy probablemente sabes que hace muy poco salió Red Dead Redemption II, precuela de Red Dead Redemption, mi juego favorito de Rockstar, estando, PARA MÍ, PERSONALMENTE, muy por encima de la saga Grand Theft Auto (GTA). Primero me cautivó John Marston, dispuesto a todo por recuperar a su familia, y después llegó Arthur Morgan para darnos una lección sobre lealtad. Los enclaves de este fic pertenecen a la saga  Red Dead y los personajes son del tito Hajime, por si alguien no lo sabía…
Hay referencias a la trama de Red Dead (I y II). Quien ha jugado sabe que el propio Kenny juega el papel de Dutch van der Linde, líder carismático, genio y figura de la Frontera o Salvaje Oeste. ¿Es entonces un cruce? Para mí no. Simplemente he cogido un escenario y ya está. Las referencias a los westerns legendarios, ya sea la trilogía del dólar, Le llamaban Trinidad, Centauros de desierto, etc, etc, estarán también ahí.
Otra de las metas es profundizar en los personajes, profundizar bastante. Al fin y al cabo son humanos, tienen choques de intereses, sienten, sufren, se enamoran y mueren, como Reiner… Que conste que me encanta Reiner, que no lo he matado por odio. No tengo nada contra ningún personaje de Shingeki no Kyojin, che. Amo a todo el mundo, bebés.
Pero si has venido a por Ereri o Riren, adiós jajaj
Coño, un beso a los que shipeen eso, pero yo no puedo, lo siento pero no. Simplemente hay ships que no soporto. Lo siento, pero por ese aro no paso.
Bueno, me despido.
Esto se merece un review, que hasta os he dado una banda sonora joder.
¡Nos vemos!
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diefarbendeslebens · 2 years
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12/09/2006
🎧 Forever – Papa Roach
—Otras vez llegas tarde.
—Cállate, imbécil. Suficiente tengo ya con que me lo diga Friedrich. ¿Quieres que no vuelva a venir más?
—Qué rápido te picas, Fitz.
—¿Ves? Ya sabía yo que no ibas a decirme que no.
—Tampoco he dicho que sí.
—Evitar una respuesta, la anula, Jo.
—¿Siempre tienes que llevar razón, Fitzgerald?
—Pensaba que a estas alturas ya me conocerías.
He cambiado salir de hurtadillas para ir de fiesta a salir de hurtadillas para pasar cada noche con aquel chico de Dämmern. La siguiente vez que nos vimos fue igual de graciosa que cuando le vi la primera. Aquella vez tuve que volver a acercarme, aunque no para un cigarro, sino porque el chico no paraba de mirarme hasta que le dije si quería hacerse una foto conmigo o si prefería un autógrafo. Aquello le hizo sonreír, y solo con eso ya había merecido la pena hacer el ridículo frente a él. Me dijo su nombre: Johann Franz Köhler. Le pregunté si en realidad era un señor de 70 años, lo que le hizo reír. En cuanto le dije el mío, me preguntó si era alemana. Solo con aquello ya supe que me tendría en mente al no ser un nombre típico alemán. Nos veíamos algunas noches en Dämmern, las que milagrosamente coincidíamos, ya que había noches en las que ni le veía o que no podía escaparme tan fácilmente. Sin embargo, empezamos a quedar los dos solos y hemos hablado más cada vez, hemos ido descubriendo cosas el uno del otro, y hemos hecho gamberradas varias. La más llamativa, mi graffiti en un muro frente a la entrada de Dämmern. No es un graffiti como tal, solo una cita literaria de mi obra favorita: Fausto, de Goethe. Pintada con spray, claro. También he sacado fotografías de casi todo aquello que hacíamos, o simplemente de la vista que tuviéramos. A veces se las he hecho a él, aunque no le gustan demasiado, pero lo hago con tal de que nos echemos unas risas.
Cada noche, Jo y yo hemos quedado en el puente que une los dos lados de Colonia y cruza el Rin, ya que él vive al otro lado. Es nuestro punto de encuentro y lo hemos recorrido innumerables veces. A pesar del ruido que siempre hay por tranvías que pasen, es nuestro punto silencioso de la ciudad en el que nos abrimos en canal, como quien dice. Una de todas esas noches me contó que, para sus 18 años, estaba metido en tema de drogas. Había intentado dejarlo, y había tenido rachas buenas, pero siempre recaía en la heroína, de ahí que algunas noches no coincidiéramos al principio. Desde que lo supe, decidí hacerme cargo de él. Me hago cargo de su mente, le cuento mil cosas, le cuento adivinanzas, escuchamos música, hacemos fotos, fumamos y hablamos. Procuro manejar su humor cambiante, rebatirle ideas, aunque yo misma no las comparta, pero es todo con tal de mantenerle alejado de la necesidad que lleva por dentro, de hacerle olvidar los subidones. Llevamos un año así, y no ha habido ni una sola noche en la que no haya dejado de sentir esa atracción que sentí desde el primer momento. Siento una especie de nerviosismo en cuanto le veo aparecer parado en mitad del puente y un cosquilleo extraño en mi interior cuando consigo sacarle una carcajada. En realidad, no entiendo qué me pasa cada vez que estoy con él. Es algo extraño y que no he sentido nunca.
—Siempre hablas tú primero, pero hoy quiero hablar yo. Aunque en realidad, lo que quiero hacer es enseñarte una canción.
—Uh, qué misterioso... A ver, enséñame.
Nada más escucharla, me sorprende a letra. Aunque no solo la letra, sino la guitarra que entra con una potencia abrumadora en cuanto llega el estribillo. Y por más que vuelva a disiparse, la guitarra vuelve a entrar con fuerza y ya no desaparece hasta el final de la canción. Me gusta tanto que necesito escucharla una segunda vez para poder captar los detalles. Es un estilo que no he escuchado nunca y que, desde el primer momento, me atrapa de lleno y capta mi atención. Como Jo.
—Jo, me gusta muchísimo… Pero es muy triste.
—Creo que es como yo. Triste, oscura y llena de mierda, y por eso me gusta tanto. Es de un disco que ha salido justo hoy y me ha encantado en cuanto la he descubierto. Es como si hablara de mí… Y de ti.
—¿De mí? ¿Cómo va a hablar de mí?
—Fitz… Soy mayor que tú y he estado con chicas. Sé cómo me miras.
—… Madre mía, que ya está desvariando este chico. ¡A ver! ¡Un loquero, por favor!
—Noah. Escúchame.
Nunca me llama Noah. Siempre me llama Fitz, como todos me llaman y me hago llamar, pero nunca por mi nombre. Y eso significa que me está hablando totalmente en serio. Por un momento, todo en mi interior se encoge y siento cómo mi pulso se acelera de forma repentina. No sé cómo soy capaz de aguantarle la mirada cuando estoy deseando que la tierra me trague. No entiendo cómo va a saber cómo le miro si ni yo misma lo sé. No sé qué me pasa con él, ni por qué tengo siempre esa necesidad de hablar con él, de salir con él, de hacer que se olvide de toda la mierda. No entiendo qué es esta fuerza que me atrae a él y que me hace querer estar cerca de él casi a cada segundo.
—Sé que me quieres. Y no es solo como amigos. Tus ojos siempre hablan más que tú. Puedes decirme lo que quieras, pero yo lo sé. Y al igual que tú me quieres a mí, yo… Siento lo mismo. No es de una única manera, es… Es como un todo. Tú sabes cómo.
—Johann, ¿qué dices…?
—Te escapas para cuidarme, para evadirme, para ayudarme, para mantenerme alejado de la mierda. Manejas mis cambios de humor de una manera que no soy capaz de entender. ¿Sabes lo admirable que es eso? Y estás aquí. Con toda esta mierda, estás aquí.
—¿Y qué esperas? ¿Que no lo haga?
—No digo eso. Es que nadie hace eso por nadie. Eres la persona más buena y altruista que he conocido, pero no quiero mancharte. No quiero hacerte daño, porque llegará un momento en el que te lo pueda hacer. No te mereces que nadie lo haga ni te lo haga pasar mal. Por eso no he cruzado líneas contigo. Suficiente tienes ya con todo lo que haces. No puedo permitirme algo así, vales mucho como para eso. Por eso quiero darte esta canción, aunque sea un mínimo como eso.
—… Jo, ¿qué me quieres decir?
—Quiero que sea una canción nuestra. Porque, aunque hable de mí, también habla de ti. Porque los días vienen y van, pero mis sentimientos por ti son para siempre.
—¿Siempre vamos a tenernos el uno al otro? ¿Sea como sea?
—Siempre, enana.
—No hagas promesas si no las vas a cumplir.
—Siempre voy a estar contigo, Noah.
Me dedica una sonrisa, pero no es una cualquiera. Es una sonrisa torcida, rota. Se acerca a mí, me da un beso en la frente y pasa el brazo por mis hombros. Yo me agarro a él y descanso la cabeza en su hombro mientras volvemos a escuchar la canción una y otra vez. No hace falta hablar nada más, ni rebatir ideas, ni lanzar adivinanzas. Solo con ella estamos bien. A él le viene bien para no pensar en consumir y a mí me viene bien para no pensar en que, en realidad, querría tenerle tan cerca como en este momento para siempre.
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jgmail · 3 years
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Viganò: “Hay que dirigir el dedo acusador contra la letra del Concilio”
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ENTREVISTA DE RADIO SPADA A MONSEÑOR CARLO MARIA VIGANÒ
RS: Buenos días, Excelencia. Gracias por las palabras que ha tenido a bien concedernos. Empecemos por Galleria neovaticana, el libro de Marco Tosatti que ha prologado. Permítame que le cuente una anécdota: apenas hacía unas horas que se había anunciado que el libro había ido a la imprenta, y ya había aparecido en Twitter un perfil con una encuesta, basada simplemente en la portada y el título, como es evidente. En la encuesta se preguntaba si se ajustaba a los principios evangélicos publicar un volumen con acusaciones escabrosas sobre hechos no siempre edificantes. ¿Cómo respondería a esta objeción?
CMV: Permítame recordarle que en los meses previos a su decisión de adoptar el singular título de Papa emérito, Benedicto XVI instituyó una comisión presidida por el cardenal Herranz e integrada por los cardenales Tomko y De Giorgi, con el encargo de investigar a fondo las noticias reservadas propagadas por Vatileaks. En aquella ocasión tuve que insistirle al cardenal Herranz para que yo pudiera declarar, dado que no tenía intención de interrogarme a pesar de que yo era parte interesada, como autor de los documentos reservados destinados al Sumo Pontífice, que habían sido sustraídos y entregados a la prensa. Le entregué un voluminoso expediente en el que rendía cuentas de todas las irregularidades y de la red de corrupción de la que había tenido noticia y a la que había tenido que hacer frente como secretario general del Gobierno de la Ciudad del Vaticano. Adjunté a dicho  expediente  una carta, en la que entre otras cosas decía: «Me duele en el alma el grave daño ocasionado a la Iglesia con la filtración de tantos documentos reservados (…) Si hay algún responsable de esos actos irreflexivos, mucho mayor es la culpa de quienes sean responsables de tanta corrupción y degradación moral en la Santa Sede y en el Estado de la Ciudad del Vaticano, así como la de algunos cardenales, prelados y laicos que aun teniendo conocimiento de tanta inmundicia han preferido convivir con ella, adormeciendo su conciencia para agradar a sus superiores y hacer carrera. Espero que al menos esta comisión cardenalicia, por amor a la Iglesia, sea fiel al Santo Padre y haga toda la limpieza sea necesaria que él quiere y no permita que se entorpezca una vez más esta iniciativa suya (…) Numerosos periodistas de varios países han intentado ponerse en contacto conmigo (…) He guardado silencio por amor a la Iglesia y al Santo Padre. La fuerza de la verdad debe brotar de dentro de la Iglesia, no de los medios de prensa. (…) Ruego por vosotros, cardenales, a fin de que tengáis valor para decir la verdad al Santo Padre, a fin de que tenga fuerzas para sacar a la luz la verdad en la Iglesia».
Aquella montaña de información, junto con las demás pruebas reunidas por los tres cardenales, habría permitido una operación de limpieza. ¡Pero todo se ocultó!, y sólo puede servir como un medio más de extorsionar a los que aparecen comprometidos en esa documentación, además de ser desde hace ocho años motivo de descrédito para quien por el contrario ha servido fielmente a la Iglesia y a la Santa Sede.
Necesse est enim ut veniant scandala; veruntamen vae homini per quem scandalum venit (Mt.18,7). Denunciar la corrupción de sacerdotes y prelados ha llegado a constituirse en una obra de caridad para con los fieles y un acto de justicia para con la Iglesia martirizada, porque por un lado pone en guardia al pueblo de Dios previniéndolo de los lobos disfrazados de oveja y los desenmascara, y por otro demuestra que la Esposa de Cristo es víctima de una camarilla de lujuriosos ávidos de poder, y si son ahuyentados podrá volver a predicar el Evangelio. Quien peca contra la caridad evangélica no es el que arroja luz sobre los escándalos, sino quien encubre esos escándalos. Las palabras del Señor no dan lugar a equívocos.
RS: Como se sabe, más allá de la cuestión moral resulta imposible distinguir en el colapso moral al propio cardenal de la crisis de la Iglesia. A este respecto, V.E. ha hecho en varias ocasiones una crítica coherente del Concilio. Le pedimos una aclaración más sobre este punto. En una conversación con Sandro Magister, V.E. ha afirmado: «La fábula de la hermenéutica, si bien es digna de crédito por su autor, no deja de ser una tentativa de atribuir la dignidad de un concilio a lo que ha sido una verdadera trampa para la Iglesia». Podemos aclarar por tanto que el problema no se puede calificar como algo sucedido después del Concilio, sino en el Concilio. Dicho de otro modo: ¿el momento decisivo del proceso revolucionario tuvo lugar en el Concilio y no en el postconcilio? ¿La responsabilidad habría que achacarla no sólo al espíritu vaticanosegundista sino también a la letra?
CMV: No veo cómo se pueda sostener que haya habido un presunto Concilio Vaticano II ortodoxo del que nadie ha hablado durante años traicionado por un espíritu del Concilio al que todos elogiaban. El espíritu del Concilio es lo que lo anima, lo que determina su naturaleza, su particularidad, sus características. Y si el espíritu es heterodoxo mientras los textos conciliares no parecen ser heréticos en cuanto a doctrina, hay que atribuirlo a la astucia de los conjurados, a la ingenuidad de los padres conciliares y a la connivencia de los que han preferido mirar desde el principio para otro lado en vez de tomar postura condenando a las claras las desviaciones doctrinales, morales y litúrgicas.
Los primeros que eran plenamente conscientes de la importancia de meter mano a los textos conciliares a fin de que se pudieran utilizar para sus propósitos particulares fueron los cardenales y obispos progresistas, en particular alemanes y holandeses, junto con sus peritos. No es casual que se ocuparan en conseguir que fueran rechazados los esquemas preparatorios redactados por el Santo Oficio y desecharan las propuestas del episcopado mundial, entre las que se encontraba la condena de los errores modernos, incluido el ateo comunismo; consiguieron igualmente impedir la proclamación de un dogma mariano, por ver en él un obstáculo al diálogo ecuménico. La nueva dirigencia del Concilio fue posible gracias a un auténtico golpe de mano, al papel destacado del jesuita Bea y al apoyo de Roncalli. De haberse mantenido los esquemas, no habría resultado posible nada de lo que salió de las comisiones, porque habían sido esbozados según el modelo aristotélico-tomista, que no permitía formulaciones equívocas.
Hay que dirigir, pues, el dedo acusador contra la letra del Concilio, porque de ella surgió la revolución. Por otra parte, ¿me podrían citar un solo caso en la historia de la Iglesia en que un concilio ecuménico haya sido formulado deliberadamente de un modo equívoco para que lo que se enseñaba en sus actas oficiales fuera más tarde subvertido y contradicho en la práctica? Ahí lo tienen: eso basta para catalogar al Concilio como un caso aparte, una excepción única sobre la cual podrán debatir los estudiosos, pero a la cual deberá encontrar solución la Autoridad suprema de la Iglesia.
RS: ¿Cómo llegó a darse cuenta de esta crisis? ¿Fue un proceso gradual? ¿O algo inmediato que se desarrolló en un corto espacio de tiempo?
CMV: Mi toma de conciencia fue progresiva, y no tardó en iniciarse. Pero comprender, o empezar a sospechar, que lo que se nos había presentado como inspiración del Espíritu Santo había sido en realidad sugerido por el inimicus homo no fue suficiente para derrumbar el sentido de dolorosa obediencia a la Jerarquía, si bien en medio de mala fe y de dolo por parte de algunos de sus representantes. Como ya tuve oportunidad de declarar en otra ocasión, lo que veíamos concretarse entonces –me refiero, por ejemplo, a novedades como la colegialidad episcopal, el ecumenismo o el Novus Ordo– podía entenderse como una tentativa de responder a un deseo común de renovación en la onda reconstructora de la posguerra. Ante la prosperidad económica y los grandes acontecimientos políticos, daba la impresión de que la Iglesia tenía que modernizarse en algunos aspectos, o al menos eso decían todos, empezando por el Santo Padre. Quienes estaban acostumbrados a la disciplina preconciliar, al respeto a la autoridad y a venerar al Romano Pontífice no podían ni imaginar que lo que se nos presentaba como un medio de propagar la Fe y convertir muchas almas a la Iglesia era en realidad un vehículo, una trampa tras la cual se disimulaba en la mente de algunos la intención de destruir progresivamente la Fe y abandonar a las almas en el error y el pecado. Aquellas novedades no eran del gusto de casi nadie, y menos aun de los laicos, pero nos las presentaban como una especie de penitencia que había que aceptar en aras de una mayor difusión del Evangelio y del renacimiento moral y espiritual de un Occidente postrado por la guerra y amenazado por el materialismo.
Se introdujeron innovaciones radicales con Pablo VI, mediante la reforma litúrgica y la total prohibición de la Misa Tridentina. Me sentí dolido e impotente cuando, siendo joven secretario de la entonces Delegación Apostólica en Londres, la Santa Sede prohibió a la asociación Una Voce la celebración de una sola Misa según el rito antiguo en la cripta de la catedral de Westminster.
Durante el pontificado de Juan Pablo II algunas de las tendencias más extremas del Concilio cobraron impulso con el politeísmo de Asís, los encuentros en mezquitas y sinagogas, las peticiones de perdón por las Cruzadas y la Inquisición y la llamada purificación de la memoria. La potencia subversiva de Dignitatis humanae y de Nostra aetate se hizo patente en aquellos años.
Luego vino Benedicto XVI y trajo la liberación de la liturgia tradicional, a la que hasta entonces se habían opuesto declaradamente, a pesar de las concesiones pontificias posteriores a las consagraciones episcopales de Ecône. Desgraciadamente, las desviaciones ecuménicas no acabaron ni siquiera con Ratzinger, como tampoco la ideología conciliar que las justificaba. La renuncia de Benedicto y la llegada de Bergoglio siguieron abriendo los ojos a muchísimos, sobre todo a fieles laicos.
RS: Un tema diferente pero relacionado con éste es el relativo a los protagonistas de las etapa conciliar y postconciliar. Detengámonos un momento en la figura de Ratzinger; es innegable, aunque con matices diversos, el papel que cumplió el teólogo bávaro tanto durante el Concilio como después (recordemos que de 1981 a 2005 fue Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de 2005 a 2013 reino en el solio de San Pedro y desde 2013 es papa emérito). Por nuestra parte, el juicio del ratzingerismo es indudablemente negativo; mientras dirigió la Congregación para la Doctrina de la Fe prosperaron las mismas desviaciones que hoy vemos extenderse sin disimulo. Nada más ser elegido Papa retiró la tiara del blasón pontificio; prosiguió la vía del ecumenismo indiferentista renovando las escandalosas celebraciones de Asís; en Erfurt llegó al punto de afirmar «el pensamiento de Lutero, su espiritualidad, era totalmente cristocéntrico»; en el motu proprio Summorum pontificum dijo que la Misa de siempre y el Novus Ordo eran dos formas del mismo rito (cuando por el contrario suponen dos teologías opuestas; más tarde creó ese improbable híbrido del Papa emérito vestido de blanco que –independientemente de las intenciones, que no juzgamos– parece ser no sólo un peligroso equívoco, sino un engranaje casi imprescindible del dualismo que inspira la actual dinámica de disolución eclesial. Estos pocos ejemplos, a los que podríamos agregar muchos más, son en nuestra opinión reveladores de que Ratzinger, desde siempre aunque no siempre ejerciera un mismo cargo, estuvo del otro bando. Ya habíamos visto su afirmación sobre la fábula de la hermenéutica pero también en otras ocasiones V.E. ha señalado algunos aspectos problemáticos del pensamiento ratzingeriano. En concreto nos referimos a una declaración reciente de V.E. a LifeSiteNews en la que dijo: «Eso sí, sería deseable que, sobre todo teniendo en cuenta el juicio divino que le aguarda, se distanciara teológicamente de esas posturas erróneas –me refiero en concreto a las expuestas en Introducción al cristianismo– que siguen divulgándose en universidades y seminarios que se jactan de católicos». Por tanto, le preguntamos: ¿cómo sintetizaría para nuestros lectores el pensamiento del teólogo bávaro? Es más: V.E., que ha tenido oportunidad de trabajar en estrecho contacto con Benedicto XVI,  ¿que nos puede decir de él en el plano humano? Quede claro que no se trata de una pregunta sobre aspectos reservados, sino sobre la personalidad que ha podido conocer de cerca.
CMV: Estoy bastante de acuerdo, aunque con hondo pesar, con todo lo que acaba de enumerar. Muchos actos de gobierno de Benedicto se ajustan a la ideología conciliar, la cual el teólogo Ratzinger siempre ha defendido con ardor y convencimiento. Su formación filosófica hegeliana lo ha llevado a aplicar el esquema tesis-antítesis-síntesis al ámbito católico. Por ejemplo, entender que los documentos del Concilio (tesis) y los excesos del postconcilio (antítesis) se pueden resolver en famosa hermenéutica de la continuidad (síntesis); tampoco escapa a ello la invención del papado emérito, donde entre ser papa (tesis) y no serlo más (antítesis) se opta por la fórmula conciliatoria de serlo sólo en parte (síntesis). La misma mentalidad determinó todo lo que hizo para liberar la liturgia tradicional, a la que sitúa junto a su opuesta conciliar en un intento de contentar tanto a los autores de la revolución teológica como a los defensores del venerable rito tridentino.
El problema es, por tanto, de índole intelectual, ideológica: ha aflorado cada vez que el teólogo bávaro ha querido solucionar la crisis que aqueja a la Iglesia. En todos esos casos, su formación académica, influida por el pensamiento de Hegel, ha creído que es posible juntar el agua con el aceite. No tengo motivos para dudar que Benedicto XVI haya querido a su manera tener un gesto de conciliación con el tradicionalismo católico. Ni que no sea consciente de la desastrosa situación en que se encuentra el cuerpo eclesial; pero la única manera de recomponer la Iglesia es seguir el Evangelio, con una perspectiva sobrenatural y sabiendo que por designio de Dios el bien y el mal no se pueden juntar en un fantasmagórico término medio, sino que siempre serán contrarios e irreconciliables, y que sirviendo a dos señores se termina por no contentar a ninguno de los dos.
Por lo que se refiere a mi conocimiento directo de Benedicto XVI, puedo decir que en los años de su pontificado, en los que serví a la Iglesia en la Secretaría de Estado, en el  Gobierno de la Ciudad del Vaticano y como nuncio en Estados Unidos, la idea que me he hecho es que se rodeó de colaboradores inadecuados, que no eran de fiar, e incluso algunos corruptos, que se aprovecharon mucho de su suavidad de carácter y de lo que se podría considerar una suerte de síndrome de Estocolmo, en particular con el cardenal Bertone y con su secretario particular.
RS: En algunos artículos publicados en CatholicFamilyNews.com se señaló que la postura de V.E. con respecto a la situación de la Iglesia se aproxima a la de monseñor Bernard Tissier de Mallarais, uno de los cuatro obispos que consagró monseñor Lefebvre. La misma fuente mencionaba una cita de V.E. en el sentido de que monseñor Lefebvre habría sido un confesor ejemplar de la Fe. A la luz de la firme crítica al Concilio, y de que, por otro lado, no se adhiere al sedevacantismo, cabría hipotizar que su postura se acerca mucho a la de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. ¿Nos podría decir algo al respecto?
CMV: En muchos sectores del mundo católico, y sobre todo en los ambientes conservadores, se afirma que Benedicto XVI sería el verdadero papa y que Bergoglio sería un antipapa. Esta opinión se basa por un lado en el convencimiento de que su renuncia es inválida (por la manera en que se redactó, por las presiones externas o por la distinción entre munus y ministerium papal), y por otro en que un grupo de cardenales progresistas maniobrado para conseguir que en el cónclave de 2013 saliera elegido un candidato de los suyos, incumpliendo con ello las normas que fijó Juan Pablo II en la constitución apostólica Universi Dominici gregis. Más allá de la verosimilitud que puedan tener estas afirmaciones, que de confirmarse invalidarían la elección de Bergoglio, es un problema que sólo puede resolver la Autoridad Suprema de la Iglesia, cuando la Providencia se digne poner fin a esta situación de gravísima confusión.
RS: Hablemos del futuro. En estos borrascosos años V.E. ha querido servir a la Iglesia por medio de intervenciones escritas, participando en diferentes iniciativas y con las distintas actividades que conocen bien quienes siguen a V.E. ¿Ve la posibilidad de que el día de mañana su misión episcopal emprenda otras vías? ¿Piensa en alguna actividad concreta? ¿Con una presencia pública más señalada tal vez?
CMV: Mi edad, las vicisitudes de estos últimos años y la situación de la Iglesia no me permiten elaborar proyectos, cosa que, por otra parte, no he hecho en la vida. Dejo que la Providencia disponga de mí como le parezca indicándome en todos los casos el camino que deba seguir. Espero sinceramente que mi testimonio, sobre todo en lo referente a hacer entender el engaño que se está consumando en la Iglesia, permita que los cardenales, hermanos míos en el episcopado y en el sacerdocio, abran los ojos en un gesto de humildad, valor y confianza en el poder de Dios. No podemos seguir defendiendo la causa y el origen de la crisis actual sólo porque no queremos reconocer que se nos ha engañado; esa obstinación en el error sería una culpa mayor que el propio error.
RS: Gracias por responder a nuestras preguntas; esperamos que no falten oportunidades para futuras entrevistas.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe)
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datosastrologicos · 7 years
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El empleado Piscis
..Era mucho más agradable en casa –pensó la pobre Alicia–, cuando uno no andaba siempre agrandándose y empequeñeciéndose ni recibiendo órdenes de conejos y ratones. Casi desearía no haber bajado por la conejera... y sin embargo... sin embargo, es bastante curiosa, sabéis, esta forma de vida.>> De aquí a Babilonia, ¿cuántos kilómetros habrá? Diecisiete mil y un poquito más. ¿Puedo llegar con la luz como tren? ¡Vaya si puedes! Y volver también.
Ahuécale un poco esas plumas blancas como la nieve, sintoniza su disparatada longitud de onda, y la anciana Madre Oca nos transmitirá tal vez un mensaje secreto. Quizás en el parloteo aparentemente infantil de sus canciones para niños se oculte una perla de sabiduría.
¿Cuantas millas habrá de aquí a Babilonia? Parece que el salto fuera considerable desde los caldeos, calzados con sandalias, y los enjoyados y perfumados faraones egipcios a la era espacial; desde el perdido continente de la Atlántida al siglo XX y su propulsión a chorro. Pero ¿cuál es la distancia, en realidad? Tal vez no más que un sueño, o dos. Única entre todas las ciencias, la astrología ha abarcado en su viaje los siglos y ha llegado intacta. No deberíamos sorprendernos de que siga con nosotros, inalterada por el tiempo, porque la astrología es verdad, y la verdad es eterna. Haciéndose eco de los hombres y las mujeres de las primeras civilizaciones conocidas, los modernos repetimos hoy las mismas frases: <<Tu planeta regente, ¿es Venus?>>, <<Yo nací cuando el Sol estaba en Tauro>>, <<¿Tú también tienes a Mercurio en Géminis?>>, <<¿Acaso no se nota que es de Acuario?>>.
El lenguaje astrológico es una cuerda de oro que nos une con un nebuloso pasado, al tiempo que nos prepara un interesante futuro de exploraciones planetarias. En todos los campos de la ciencia, adelantos que cortan la respiración nos hacen continuamente presente que <<hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que las que pueda soñar tu filosofía>> (aunque en vez de Horacio, el nombre sea Sam o Fanny). El receptor–transmisor radio–pulsera de Dick Tracy ya no es un sueño fantástico, sino una realidad, y el arma poderosa de la Doncella de la Luna ha encontrado su igual en el milagro del rayo láser, esa luz súper concentrada que hace correr al plomo como si fuera agua y penetra las sustancias más duras que conoce el hombre. A Julio Verne y a Flash Gordon se les considera actualmente profetas inspirados, tan importantes eran los secretos enterrados en esas descabelladas aventuras de veinte mil leguas bajo el mar y de muchos trillones de leguas por encima de la Tierra.
¿No podría ser que los autores de libros de ciencia ficción y los dibujantes de historietas tuvieran una idea más ajustada de la distancia que hay entre el ayer, el hoy y el mañana, que los hombres de bata blanca en sus laboratorios cromados esterilizados? Einstein sabía que el tiempo no era más que relativo; pero los poetas siempre lo han sabido, y también los sabios, en todas las edades. El mensaje no es nuevo. Mucho antes del interés actual –y abrumador– por la astrología, hombres de atrevida visión como Platón, Pto-lomeo, Hipócrates y Colón respetaron su sabiduría; y a los de ellos pueden sumarse nombres como los de Galileo, Franklin, Jefferson, Newton y Carl Jung. Se puede agregar a la lista al que fue presidente de Esta-dos Unidos, John Quincy Adams; también la integran astrónomos de la talla de Tycho Brahe, Johanes Ke-pler y Gustave Stromberg. Y no olvidemos a John Nelson, brillante investigador científico de la RCA, al fa-moso matemático Kuno Foelsch, y a John O'Neill, ganador del premio Pulitzer. Ninguno de esos hombres fue un fracasado en la escuela secundaria.
En 1953 el doctor Frank A. Brown, hijo, de la Universidad del Noroeste, hizo un descubrimiento sorprendente mientras estaba experimentando con ostras. La ciencia ha dado siempre por sentado que las ostras se abren y se cierran con el ciclo de los mares de su lugar de nacimiento. Pero cuando las ostras del doctor Brown fueron trasladadas de las aguas de Long Island Sound a un tanque de agua en su laboratorio de Evanston, Illinois, se observó una cosa extraña.
En su nuevo hogar, las ostras tenían temperatura constante, en una habitación iluminada por una luz suave y también constante. Durante dos semanas, las ostras desplazadas abrieron y cerraron sus valvas con el mismo ritmo de las mareas de Long Island Sound, a mil seiscientos kilómetros de distancia. Después, de pronto, se cerraron bruscamente y permanecieron así durante varias horas. Cuando ya el doctor Brown y su equipo de investigación empezaban a darle vueltas al <<caso de las ostras nostálgicas cerradas>>, su-cedió algo raro. Las ostras volvieron a abrirse; exactamente cuatro horas después de la pleamar en Long Island Sound, en el preciso instante en que habría habido marea alta en Evanston, Illinois, de haber estado esta ciudad sobre la costa, se inició un nuevo ciclo. Las otras adaptaban su ritmo a la nueva latitud y longitud geográfica. ¿Regidas por qué fuerza? Por la de la Luna, naturalmente. El doctor Brown llegó pues, necesariamente, a la conclusión de que los ciclos energéticos de las ostras se rigen por la misteriosa señal lunar que controla las mareas.
La energía y los ciclos emocionales del hombre están gobernados por el mismo tipo de fuerzas planetarias, en una red mucho más complicada de impulsos magnéticos, provenientes de todos los planetas. La ciencia reconoce el poder de la Luna para mover grandes masas de agua. Si el hombre mismo está constituido en un setenta por ciento de agua, ¿por qué habría de ser inmune a tan poderosas influencias planetarias? Son bien conocidos los tremendos efectos de la gravedad magnética sobre los astronautas en órbita, a medida que estos se acercan a los planetas. ¿Y qué decir de la demostrada correlación entre las fases de la Luna y los ciclos femeninos, incluso el parto, amén del repetido testimonio de médicos y enfermeras en los pabellones de hospitales mentales, que bien familiarizados están con la influencia de la Luna sobre los cambios que experimentan sus pacientes? ¿Ha hablado alguna vez el lector con un policía que haya tenido que patrullar una zona peligrosa en una noche de luna llena? Trate de encontrar un granjero que vaya a levantar una empalizada, matar un cerdo o sembrar sin haber consultado la sección astrológica del Almana que del Granjero. Los movimientos de la Luna son tan importantes para él, como la última discusión de problemas agrarios en el Congreso.
Entre todos los cuerpos celestes, el poder de la luna es el más visible y el más espectacular, simple-mente porque es el que está más próximo a la Tierra. Pero el Sol, Venus, Marte, Mercurio, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón ejercen también sus influencias sin lugar a dudas, aunque sea desde más lejos. Los hombres de ciencia han advertido que las plantas y los animales están sujetos a ciclos de influencias a intervalos regulares, ciclos que se rigen por mediación de fuerzas tales como la electricidad del aire, las fluctuaciones de la presión barométrica y el campo gravitacional. Originariamente, estas fuerzas terrestres se ponen en acción por obra de las vibraciones magnéticas procedentes del espacio exterior, donde viven los planetas y desde donde envían sus ondas invisibles. Las fases de la Luna, las lluvias de rayos gamma, los rayos x, las ondulaciones del campo electromagnético en forma de pera y otras influencias que tienen su origen en fuentes extraterrestres penetran y bombardean continuamente la atmósfera que nos rodea, sin que ningún organismo viviente escape a su influencia, ni tampoco los minerales. Y lo mismo puede decirse de los seres humanos.
El doctor Harold S. Burr, profesor emérito de anatomía en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, afirma que un complejo campo magnético establece la pauta del cerebro humano en el momento de nacer, y más aún, que sigue regulándolo y controlándolo a lo largo de la vida. Expresa además que el sistema nervioso central humano es un extraordinario receptor de energías electromagnéticas, el más refinado de la naturaleza. (Aunque caminemos de manera un tanto más evolucionada, percibimos el mismo murmullo que las ostras.) Los diez millones de células de nuestro cerebro forman miríadas de posibles circuitos a través de los cuales puede canalizarse la electricidad.
Por consiguiente, el contenido mineral y químico, y las células eléctricas de nuestro cuerpo y nuestro sistema nervioso responden a la influencia magnética de cada mancha solar, cada eclipse, cada movimiento planetario. Como todos los demás seres vivientes, los metales y los minerales, estamos sincronizados con el flujo y el reflujo incesantes del Universo, pero nuestro libre albedrío nos permite que no seamos necesariamente sus prisioneros. En otras palabras, el alma es superior al poder de los planetas. Pero lamentable-mente, la mayoría de nosotros no ponemos en acción nuestro libre albedrío (es decir, el poder de nuestra alma), y en cuanto al control que ejercemos sobre nuestro destino, estamos más o menos en la misma situación que el lago Michigan o una espiga de trigo. El propósito del astrólogo es ayudarnos a saber cómo evitar este flotar río abajo a la deriva: como luchar contra la corriente.
La astrología es tanto un arte como una ciencia. Aunque muchísimas personas querrían ignorar este hecho básico, es algo que no se puede pasar por alto. Hay astrólogos que se estremecen de furia ante la sola mención de que la intuición pueda tener algo que ver con la astrología, y reaccionan en forma colérica respecto de la más remota posibilidad de tal correlación. Insisten en que la astrología es una ciencia exacta, basada en las matemáticas, y que de ningún modo se la ha de asociar con poderes intuitivos. Creo que estas opiniones son sinceras, pero la lógica me lleva a preguntarme por qué ambas cosas han de estar tan totalmente separadas. ¿Es menester que así sea? Hasta los legos intentan hoy en día, valiéndose de libros, juegos de salón o pruebas de laboratorio, determinar su potencial para la percepción extrasensorial. ¿Por qué no los astrólogos? ¿Acaso han de ser ellos quienes hundan la cabeza en la arena, como las avestruces, ante la posibilidad del desarrollo de un sexto sentido, o de su existencia en algunos individuos?
Es indudable que el trazado de una carta astrológica, basado en datos matemáticos y en hechos astronómicos, es parte de una ciencia exacta. Pero también la medicina es una ciencia, basada en la investigación y en los hechos, y pese a ello, los buenos médicos admiten que la medicina es también un arte. Quien tiene la capacidad de diagnosticar intuitivamente se gana el reconocimiento de sus colegas. Los médicos dirán que todos ellos tienen, en grado variable, cierta sensibilidad que es una ayuda inapreciable en la interpretación de los hechos demostrables de la medicina. Efectuar la síntesis de teorías médicas, interpretar los resultados de las pruebas de laboratorio en relación con la historia individual del paciente no es algo que se pueda hacer de manera estereotipada; sería sencillamente imposible sin cierta percepción intuitiva de parte del médico. De otra forma, se podría dejar la medicina a cargo de las computadoras.
La música tiene también una base científica –la ley inflexible de las matemáticas–, como lo sabe cualquiera que haya estudiado alguna vez las progresiones de los acordes. Los intervalos musicales se rigen por proporciones entre números enteros: una ciencia, indiscutiblemente. Pero también es un arte. A cualquiera se le puede enseñar a tocar correctamente la sonata Claro de luna o el Concierto de Varsovia, pero lo que diferencia a un Van Cliburn del resto de nosotros es su sensibilidad o percepción intuitiva. Las notas y los acordes son siempre los mismos, matemáticamente exactos. La interpretación, sin embargo, es diferente: una realidad obvia que nada tiene que ver con la definición actual de la palabra ciencia.
Muchas personas inteligentes pueden estudiar o enseñar astrología con éxito, e incluso brillantemente, pero pocas tienen la capacidad de aportar esa dimensión de interpretación sensible o percepción intuitiva que hace de la ciencia de la astrología algo que en última instancia proporciona una satisfacción artística. Claro que no es necesario tener especiales dotes psíquicas ni ser médium para hacer un análisis astrológico exacto y valioso, pero cualquier condición intuitiva del astrólogo es, evidentemente, un elemento positivo para la síntesis que éste hace de la carta natal. Como es natural, el astrólogo intuitivo debe tener también los conocimientos precisos en el cálculo matemático, y debe observar estrictamente los fundamentos científicos de su arte. Dando por supuestas ambas cosas, podemos afirmar que se vale de una poderosa combi-nación de capacidades conscientes y subconscientes, de modo que no hay por qué asustarse de los profesionales competentes que pueden hacer de su tarea un arte y una ciencia al mismo tiempo, y evitarlos; en todo caso, será una suerte para el lector si encuentra uno. La percepción intuitiva es rara en todos los campos.
La popularidad actual de la astrología está haciendo que todos los charlatanes salgan de sus escondrijos, y en astrología no hay ni tantos astrólogos ni tantos maestros debidamente calificados como sería de desear. Es posible que en el curso de la década venidera lleguen a ser profesionales reconocidos que han obtenido un título en los cursos de <<ciencia astral>> de importantes universidades. Entonces, la influencia de los planetas sobre el comportamiento humano se enseñará en los modernos edificios de las universidades más representativas, tal como antaño se enseñaba en las de Europa. Los estudiantes serán aceptados únicamente si su carta natal revela que tienen capacidad para la enseñanza o la investigación en astrología, o para hacer un análisis personal; y los cursos serán tan estrictos y rigurosos como los de cualquier facultad de derecho o de medicina. Habrá materias tales como el estudio de las condiciones magnéticas del tiempo, el de la biología, química, geología, astronomía, matemáticas superiores, sociología, religiones comparadas, filosofía y psicología, junto a la necesaria capacitación para calcular e interpretar una carta astrológica, y los graduados podrán poner orgullosamente en su puerta una chapa donde se lea: <<Doctor John Smith, astrólogo–Doctor en ciencia astral>>.
Dadas las condiciones actuales de aceptación y de investigación en astrología, la actitud más segura y más cuerda que puede adoptar el profano es familiarizarse a fondo con los doce signos, de la misma manera que uno se familiariza con las teorías de la medicina estudiando primeros auxilios o poniéndose al tanto de las normas de higiene.
La humanidad descubrirá algún día que la astrología, la medicina, la religión, la astronomía y la psiquiatría son la misma cosa. Cuando todas ellas se integren, cada una estará completa; mientras ello no suceda, cada una seguirá teniendo ligeras carencias.
En la astrología hay un ámbito donde reina la confusión y las opiniones chocan: la reencarnación. Hoy día, no hay quien no haya adoptado una actitud, ya sea positiva o negativa, ante la ley del karma. Es algo de lo que uno no puede evitar estar al tanto, de la misma manera que es inevitable saber que es el tablero ouija o quien es Jeanne Dixon, bajo la influencia uraniana de este siglo XX que se acerca a la era de Acuario.
Los astrólogos esotéricos creen, y entre ellos me cuento yo, que la astrología es algo incompleto a menos que se la intérprete de manera adecuada teniendo como cimiento la ley del karma. También hay quien lo niega enfáticamente, en especial en el mundo occidental, para el cual la astrología es una ciencia relativamente nueva. No es necesario aceptar la reencarnación para beneficiarse de la astrología, y la prueba de la existencia del alma en vidas anteriores, por más lógica que sea, no ha quedado jamás establecida científicamente (aunque se dispone de pruebas circunstanciales profundamente convincentes, que incluyen casos documentados y la Biblia misma). Por su propia naturaleza, es posible que la reencarnación escape por siempre a cualquier intento de hallar pruebas tangibles. Los antiguos enseñaban que el alma evolucionada debe alcanzar el punto en que busca la verdad del karma, con el fin de poner término al ciclo de renacimientos. Por ende, la fe en la reencarnación es un don, una recompensa para el alma lo bastante evolucionada para buscar el sentido de su existencia en el Universo y sus obligaciones karmicas en la vida actual. Si estuviera probado tan profundo misterio, el libre albedrío del individuo se apartaría del descubrimiento; de ahí que tal vez el hombre debe buscar siempre las respuestas al problema de la reencarnación en su propio corazón. Pero solo debería hacerlo tras un estudio inteligente de aquello en que otras mentes han hallado verdad y falsedad. Los libros que se refieren al asombroso profeta Edgar Cayce podrán satisfacer adecuadamente la necesidad de mayor comprensión del profano, y es posible hallar en el mercado muchas otras obras excelentes referentes a la reencarnación, que pueden ayudar al lector a decidir por sí mismo si el tema es digno de que se le preste atención, o si no es otra cosa que magia negra. Esta es la única manera de enfocar un asunto tan personal como la vida y la muerte (cada cual por su cuenta), después de haber examinado con cabal minuciosidad los pros y los contras.
Nos dirigimos hacia un nuevo respeto por las influencias invisibles, y de ello es buen ejemplo el interés que hoy día existe por la telepatía mental. La NASA ha invertido y sigue invirtiendo enormes sumas de dinero en tests de percepción extrasensorial que se practican a los astronautas para determinar la posibilidad de transferir mensajes mentales mediante la percepción sensorial, como medida de emergencia para el caso de interrupción de las comunicaciones entre el astronauta y la Tierra. Se comenta que Rusia lleva gran delantera a Estados Unidos en este campo de la investigación, lo que sería una razón más para descartar el pensamiento dogmático y materialista. La excitación de distinguidos hombres de ciencia ante los experimentos realizados con estas invisibles longitudes de onda entre seres humanos ha llamado la atención de los médicos. La medicina admite desde hace largo tiempo que algunas dolencias –tales como las úlceras y las afecciones de la garganta– son producidas por tensiones mentales o emocionales, y actualmente los médicos empiezan a plantear con seriedad la teoría de que hay una relación definida entre la personalidad del paciente y la aparición y desarrollo del cáncer. Artículos recientes de médicos bien conocidos han solicitado con urgencia la cooperación de los psiquiatras para determinar en forma preventiva que pacientes pueden ser susceptibles, de manera que la enfermedad pueda ser tratada en sus primeras etapas, e incluso prevenida. Sin embargo, la astrología ha sabido desde siempre que lo que desencadena la enfermedad son la mente y las emociones, y que son también ellas quienes la pueden controlar o eliminar; también, que las personas nacidas bajo determinadas influencias planetarias son o susceptibles o inmunes a ciertas enfermedades y accidentes. El conocimiento que busca la medicina se encuentra en la carta natal del paciente, detallada y cuidadosamente calculada, y que resulta claramente puesto en evidencia por las posiciones y aspectos planetarios en el momento del nacimiento.
En el antiguo Egipto, los médicos–astrólogos practicaban la cirugía del cerebro con técnicas refina-das, un hecho que han demostrado recientemente los descubrimientos arqueológicos y antropológicos. Los médicos progresistas de la actualidad vuelven silenciosamente a fijarse en que signo astrológico está la Luna antes de hacer una operación quirúrgica, a imitación de los médicos griegos de hace siglos, que se ajustaban al precepto de Hipócrates: <<No toques con metal las partes de la anatomía regidas por el signo donde la Luna transita, o con las cuales la Luna en tránsito se encuentra en cuadratura o en oposición en el aspecto>>. Es mucho y muy importante lo que hay que decir sobre la astrología médica y su valor para descubrir la causa y lograr la prevención de las enfermedades, pero el tema es de una amplitud tal que tendrá que quedar para otro volumen.
Si pasamos del campo de la medicina al de los viajes, digamos que hay varias compañías de seguros y empresas aéreas que están investigando en secreto la posible relación entre los accidentes aéreos fatales y las cartas natales de los pasajeros y de la tripulación. De tal manera avanzan los tiempos, desde el antiguo conocimiento de las influencias planetarias, retrocediendo hasta el pensamiento materialista para volver a avanzar hacia la verdad. A lo largo de los siglos, los planetas se han mantenido incó1umes en su grandeza, y siguen en sus órbitas. Las estrellas que brillaron sobre Babilonia y sobre el establo de Belén son las mismas que hoy siguen arrojando el mismo brillo sobre el Empire State Building y sobre el huerto de tu casa. Con la misma precisión matemática cumplen su ciclo (y seguirán afectando cada una de las cosas que hay sobre la Tierra, al hombre incluso, mientras la Tierra exista).
Recuerda siempre que en astrología no existe fatalismo. Los astros marcan inclinaciones, no obligan. La mayoría de nosotros nos dejamos llevar en obediencia ciega por la influencia de los planetas y por el esquema electromagnético de nuestro nacimiento, pero también por nuestro medio, nuestra herencia y la voluntad de los que son más fuertes que nosotros. No damos señales de percepción ni, por ende, de resistencia; nuestros horóscopos nos calzan como un guante. Movidos como peones, recorremos el tablero de ajedrez en la partida de la vida, e incluso hay quien hace burla de los poderes mismos que lo mueven, o los ignora. Pero cualquiera puede elevarse por encima de los poderes adversos de su carta natal. Si utiliza su libre albedrío, o el poder del alma, cualquiera puede dominar sus estados de ánimo, cambiar su carácter, controlar su ambiente y las actitudes de quienes están próximos a él. Cuando lo hacemos, nos convertimos en los jugadores que libran la partida, en vez de ser meros peones.
¿Eres de los que se privan de seguir su estrella, diciéndose que no han nacido con la fuerza ni con las capacidades necesarias? Pues naciste con más de cada una de ellas que Hellen Keller, que recurrió a los profundos e íntimos poderes de su voluntad para superar el hecho de haber nacido ciega, sorda y muda. Y sustituyó esas desventajas de nacimiento con la fama, la riqueza, el respeto y el amor de miles de personas. Y dominó sus influencias planetarias.
Linda Goodman
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androidmaniaco · 4 years
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"Hackeamos" un móvil Android: así son los servicios para espiar móviles que pueden llevarte a la cárcel
"Hackeamos" un móvil Android: así son los servicios para espiar móviles que pueden llevarte a la cárcel
Si has llegado hasta aquí es posible que lo hayas hecho buscando un tutorial o guía sobre cómo espiar un móvil Android. Bueno, sentimos decirte que aquí no lo vas a encontrar, pero sí vas a ver cómo funcionan estas herramientas, cuánto cuestan y, por supuesto, qué puede pasarte en términos legales.
Hemos investigado y probado diferentes alternativas para ver sí son reales y cumplen con las expectativas, y lo cierto es que... sí. El software existe, funciona y está al alcance de cualquiera que esté dispuesto a pagar por él. Pero claro, también hemos hablado con un abogado especializado en Derecho Penal que nos ha dejado bastante claro que podemos ir a la cárcel hasta cuatro años por usarlo, así que quizá no sea muy buena idea. Pero no nos adelantemos, empecemos por el principio.
Desde Xataka Android no fomentamos ni animamos a usar este tipo de herramientas. Por motivos periodísticos e informativos, hemos querido reflejar cómo funcionan estas aplicaciones y qué se puede conseguir destacando, sobre todo, las consecuencias legales.
En Xataka Android
Hackear WhatsApp: los peligros de las aplicaciones que prometen espiar conversaciones
Espiar un móvil Android, así lo hemos hecho
Basta con una sencilla búsqueda en Google para descubrir infinidad de programas que prometen espiar móviles Android. Es curioso, de hecho, que la inmensa mayoría de empresas que los ofrecen tiene una web cuidada, con unos mensajes muy blancos y que dan a entender que es normal que quieras usar sus software. Por ejemplo, algunas compañías dicen que es un software de control parental, que sirve para saber dónde están tus hijos y "tener paz mental" o para monitorizar a los empleados que pueden poner en riesgo a tu empresa.
Eso sí, ninguna se hace responsable de cómo lo uses. Ellos te proporcionan las herramientas, cómo las emplees es algo que ya depende sola y exclusivamente de ti. Algunas de las aplicaciones dejan patente en sus términos legales que solo puedes usarlo en un móvil personal o que posees, que tienes permiso escrito explícito del usuario a monitorizar y que sabes que debes cumplir con las leyes de tu país. Todo ello para terminar con un "asumes la responsabilidad total de instalar y usar este software" y que "la empresa, vendedor o distribuidor no es responsable de ninguna violación legal o consecuencia de usarlo".
"Algunas razones para espiar a alguien podrían ser que los padres necesiten proteger a sus hijos de las amenazas cibernéticas, la pareja que quiere ver si su cónyuge le engaña o el dueño de la empresa que quiere comprobar la lealtad de los empleados y ver si están filtrando acuerdos comerciales importantes o no" - Argumentos de una de las webs que ofrecen software de espionaje.
¿Y cómo funcionan? No tiene mucho misterio, pero tienen el ligero inconveniente de que debes tener, sí o sí, acceso al móvil de la víctima, es decir, debes tener en tu poder el móvil que quieres espiar. De hecho, es curioso lo realmente sencillo y rápido que es el proceso de configuración, apenas un par de minutos si eres medianamente ágil y sabes lo que estás haciendo.
Todos los servicios tienen en común que debes instalar un archivo APK en el móvil de la víctima.
Todos estos servicios tienen dos componentes: un cliente en el móvil y un panel de control online. Para que la herramienta funcione, la empresa te proporciona un archivo APK que debes instalar en el móvil a espiar. Cuando lo haces, dicho software monitoriza toda la actividad del dispositivo y permite consultar su estado de forma remota mediante el panel de control. Evidentemente, el móvil debe estar siempre conectado a Internet.
Lo primero que te piden las herramientas de espionaje es que desactives Google Play Protect
Cuando instalas un archivo APK como este, Google Play Protect detecta que es un archivo malicioso cuyo comportamiento se asemeja, por no decir que es igual, al de un troyano en PC. Después de todo, tiene funciones incorporadas como un keylogger (para rastrear pulsaciones de teclas), acceso a la ubicación, etc. Por ello, lo primero que te piden antes de instalar el APK es que desactives Play Protect, ya que de otra manera el móvil detectaría cierta actividad sospechosa y avisaría al usuario o, directamente, desinstalaría la aplicación de un momento a otro.
Lo primero que nos piden las aplicaciones es que desactivemos Google Play Protect para evitar que el dispositivo detecte la aplicación maliciosa.
Además, cuando desactivas Play Protect, tienes que concederle todos los permisos habidos y por haber: ubicación, SMS y MMS, llamadas, contactos, grabar audio, sacar fotos y vídeos, acceso a fotos, contenido multimedia y archivos y calendario. También debes desactivar la optimización de batería (para que Android no la cierre al estar en segundo plano), activar los permisos de accesibilidad (para que la app no se pare si se reinicia el móvil, por ejemplo) y activar el administrador de dispositivos (para evitar que el teléfono se bloquee o habilitar el borrado de archivos remoto).
El proceso de configuración puede cambiar de una aplicación a otra, pero todas requieren que les des todos los permisos posibles, que la configures como administrador de dispositivos, etc.
Una vez le has abierto todas las puertas del móvil, la aplicación muestra un botón para esconder el icono del cajón de aplicaciones y empezar a monitorizar. Y no creas que es fácil encontrarla en Ajustes > Aplicaciones, nada más lejos de la realidad. La aplicación se camufla con un nombre técnico como "Sync Services", "System Service" y cosas por el estilo. Si Android notificase al usuario que "Sync Services está accediendo a tu ubicación", posiblemente este pensará que se trata de algo del móvil y que no merece mayor atención.
Y funciona, por supuesto que funciona. Después de todo, has desactivado todas las medidas de seguridad del móvil, por lo que está, literalmente, a tu merced. Justo aquí abajo puedes ver cómo hemos conseguido acceder a la ubicación GPS casi en tiempo real de un móvil de pruebas con un software que, por cierto, es gratuito.
Con el software podemos ver la ubicación de nuestra víctima en tiempo real. La dirección ha sido difuminada por motivos de privacidad.
Este otro software que tienes aquí abajo permite sacar una foto con la cámara interna cada vez que la víctima desbloquea el dispositivo y acceder a las capturas de pantalla que haya tomado el usuario. Si pulsas sobre ella te la puedes descargar al ordenador e incluso conocer las coordenadas geográficas exactas. Esta, por ejemplo, me la hizo cuando desbloqueé el teléfono para ver si la app estaba bien configurada. También puedes ver cómo ha registrado las capturas de pantalla que he hecho.
En la imagen de arriba puede verse cómo la aplicación me ha hecho una foto sin yo saberlo al desbloquear la pantalla. En la imagen de abajo se muestra el registro de capturas de pantalla que se han hecho desde el móvil.
No es lo único que puedes hacer. En otros software, puedes activar la cámara y sacar fotos en vivo, grabar el sonido ambiente, consultar los mensajes recibidos (sea WhatsApp, Telegram, Line o la app que quieras) mediante el registro de notificaciones y los mensajes enviados mediante un keylogger, acceder a la galería, ver el historial de llamadas, el historial de navegación... Puedes acceder a todo, absolutamente todo, siempre y cuando estés dispuesto a pagar.
Los software no son precisamente baratos. Hay una alta demanda, por lo que las empresas no se cortan en poner unos precios bastante altos. No vamos a decir el nombre de las compañías, pero en la siguiente tabla puedes consultar los rangos de precios de todos los que hemos investigado:
PRECIOS
SERVICIO 1
Estándar: 21,99 dólares al mes Premium: 25,9 dólares al mes Gold: 30,99 dólares al mes
SERVICIO 2
Basic: 29,99 dólares al mes Premium: 35,99 dólares al mes
SERVICIO 3
Básico: 26,99 euros al mes Premium: 59,99 euros al mes Paquete familiar: 52,82 euros al mes
SERVICIO 4
Premium: 68 dólares al mes Extreme: 199 dólares cada tres meses
SERVICIO 5
Personal: 29,95 dólares al mes Familiar: 49,95 dólares al mes
SERVICIO 6
7,90 dólares al mes
SERVICIO 7
Premium: 29,99 dólares al mes Ultimate: 39,99 dólares al mes
Algunos servicios ofrecen descuentos si compras una suscripción anual o paquetes de meses. Aquí se muestran los precios base.
Los mitos del hackeo de móviles
Vemos que es completamente posible espiar un móvil Android (algunos software funcionan también en iOS mediante certificados de empresa de dudosa procedencia), aunque queda claro que, de una forma u otra, es necesario tener acceso físico al terminal. Eso no quiere decir que no sea posible hackear un dispositivo de forma remota mediante ataques de phising, por ejemplo.
Este tipo de ataques no necesitan que el usuario instale una app, sino que pique en una trampa. El caso más famoso fue el Celebgate, cuando se filtraron cientos y cientos de fotos de celebridades después de que un hacker accediese a sus cuentas de iCloud. ¿Cómo lo hizo? Mandó un correo fingiendo ser Apple y solicitando que iniciasen sesión en sus cuentas. Creó una web falsa, las afectadas introdujeron sus credenciales en ella y listo, el hacker obtuvo los usuarios y contraseñas. El resto, como se suele decir, es historia.
Algunos "hackers" ofrecen sus servicios en milanuncios, que van desde hackear un móvil hasta borrar multas de tráfico. Suelen pedir que contactes por WhatsApp.
Hay varias personas que se anuncian a través de páginas como milanuncios que prometen hackear un móvil de forma remota. Bueno, esto, y todo lo que quieras, como eliminar multas de la DGT, conseguir exámenes de oposiciones, hackear páginas de apuestas y casinos... Llamamos a unos cuantos para ver qué eran capaces de hacer, pero cuando descolgaban el teléfono se quedaban escuchándonos y no decían nada.
Sea como fuere, lo que está claro es que usar este tipo de herramientas no es una buena idea. Más allá de que es poco ético y moralmente cuestionable, si la persona a la que estás espiando te pilla (porque vea un consumo elevado de batería o datos de un servicio que no conoce y empiece a sospechar, por ejemplo), puede interponer una denuncia y mandarte a la cárcel.
¿Y qué puede pasarte a nivel legal?
Aunque los servicios se anuncian como un sistema de control parental, para estar seguro de que tu familia está bien y demás argumentos de guante blanco, es evidente que usar el software sin consentimiento de la otra persona no es legal. Ojo, no instalar, usar. Que instales la aplicación es una cosa y que la uses para acceder a datos personales de forma fraudulenta son cosas distintas.
Da igual que sea tu mujer, tu marido, tu hijo, tu hija o un primo lejano, si la persona descubre que has estado accediendo a su información sin su consentimiento e interpone una denuncia, te arriesgas a ir a la cárcel. Dependerá del juez, del contexto y de cómo se interprete, pero la ley es la ley.
¿Y qué dice la ley? Para salir de dudas hemos hablado con Federico González Barrera, investigador del Departamento de Derecho penal de la Universidad de Granada y abogado especializado en Derecho Penal. Según nos cuenta, "la posibilidad de obtener datos personales a partir de una aplicación de móvil es una cuestión muy interesante que dio lugar a la reforma del Código Penal a partir de la LO 1/2015".
Si se extrae información sin consentimiento del titular la pena podría ser prisión de 1-4 años y multa de 12-24 meses
Con esta reforma "se modificó el artículo 197", añadiéndose cuatro nuevos artículos "que tienen por objeto garantizar la aplicabilidad del ius puniendi [traducido literalmente como "derecho a penar"] ante nuevos fenómenos jurídico-penales como el de la utilización de las nuevas tecnologías para sustraer datos personales".
Según nos cuenta, "en el artículo 197.1 se regula el tipo penal básico e histórico, es decir, aquel que castiga al sujeto que se apodera de secretos que vulneran la intimidad de otro, sin el consentimiento del sujeto pasivo [la víctima]". Esto puede incluir correos electrónicos, mensajes, archivos... Si se hace sin consentimiento del titular "daría lugar a la aplicabilidad de este precepto cuyas penas son prisión de 1-4 años y multa de 12-24 meses". Esto se agravaría si, por ejemplo, se cediesen estas imágenes a terceros, al amparo del artículo 197.3 CP.
En lo referente al caso que nos ocupa, "creo que deberíamos acudir a los novedosos artículos 197 bis y ter, que incorporan los llamados delitos de hacking, el delito de interceptación de transmisiones de datos automatizados y las nuevas formas delictivas de utilización de instrumentos informáticos para la comisión de los delitos del art. 197. 1 y 2 CP."
El primero de ellos (197.bis.1) "tipifica el delito de acceso a sistemas de información". Mediante esta nueva modalidad, sigue el abogado, "se castiga el hecho de que un hacker permita a cualquier tercero el acceso a sistemas de datos informáticos o de información". Este delito se conoce como "delito de intrusismo informático".
"El artículo 197 ter creo que es el más acertado para dar respuesta a la cuestión que me planteas", continua González. "Este precepto ha tipificado las formas preparatorias de participación en los delitos previstos en el art. 197.1 y 2 CP" y para que concurra esta modalidad delictiva "es necesario que exista una fase previa de realización del delito, es decir, que haya un sujeto activo (autor) que se propone, antes de la comisión del delito estipulado en el artículo 197 (de obtener datos, imágenes… con o sin el consentimiento del autor), facilitar a terceros la comisión de estos delitos a partir de la creación de un programa informático [como una app] o un código de acceso que permita acceder a la totalidad o parte de un sistema de información".
Las empresas se lavan las manos sobre cómo el usuario utilice el software. Es como acusar a un fabricante de cuchillos de un asesinato
Pero claro, estamos hablando de programas que, al menos de cara a la galería, se venden como un software de control parental y no son responsables de cómo lo use el usuario. Entiéndelo de la siguiente forma: un fabricante de armas no es culpable de que alguien use sus armas para matar, como tampoco lo es un fabricante de cuchillos. Otra cosa sería que la aplicación se anunciase como un software para espiar y para cometer los actos que hemos visto que se pueden hacer (que las hay), y ahí la cosa cambiaría.
"El artículo 197 castiga con una pena de seis meses a dos años de prisión a aquel sujeto que cree una app que facilite el acceso a sistemas de información (ya sea ordenador, teléfono móvil, tablets…) y que, además, dicha app permita sustraer (con el consentimiento o sin el consentimiento de la víctima) datos personales que se encuentren amparados por el artículo 18.3 de la Constitución Española". Por ejemplo, si un amigo programador te desarrolla una aplicación para que tú espíes a tu pareja, él incurriría en un delito penado con entre seis meses y dos años de cárcel y tú, por usarla, con entre uno y cuatro años de prisión y multa de entre 12 y 24 meses.
- La noticia "Hackeamos" un móvil Android: así son los servicios para espiar móviles que pueden llevarte a la cárcel fue publicada originalmente en Xataka Android por José García Nieto .
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Ya han pasado 3 meses desde que lo dejamos y es verdad yo ya tendría que estar sanada y curada pero...han sido 3 años y ha habido más cosas positivas que negativas no te voy a mentir...te hecho mucho de menos y ahora estoy en un punto en el que...es como ya esta, lo hecho hecho esta, no se puede hacer más, no se puede ir hacia atrás y corregir los errores...es culpa mía y tambn tuya, de los dos, mi mayor error es haber empezado una relación sin de veras quererme a mi misma...sin saber que yo sola conmigo misma puedo, sin saber que no necesito de nadie para cuando yo este mal que me consuele, sin saber que...no necesito de nadie, tu eras la droga a la que yo me enganché, eras aquella droga que me sacaba de mi rutina de mierda, el que me hacía volar, joder, volar...
Fui muy dependiente de ti y tuve mucho apego hacia ti y ese fue mi mayor error, también por eso creo que las cosas que tienen que ver contigo me afectan tanto por eso...porque soy muy dependiente n de ti y lo sigo siendo, quizás si no hubiese sido tan dependiente de ti la relación se hubiese llevado de otra manera por mi parte...tu también cometiste algunos errores de vez en cuando, y esque me paro a pensar y digo joder...quizás lo lleve todo al extremo...o quizás no, lo que si se es que algunas veces me senti un poco rechazada por ti o con la autoestima un poco baja...algunas veces me hablabas mal y me hacías sentirme mal que seguramente yo te haya hecho sentir tambn de esa manera...creo que me obligo a tenerte rencor porque se que esa es la única forma de poder olvidarte y que no me entren ganas ni de hablarte ni de escribirte...pero se que eres muy buena persona y que aún así puedo confiar en un 100 en ti si me pasase algo...
Yo...ya era un poco celosa de por si pero si que es verdad que tu muchas veces me hacías dudar de tus sentimientos hacia mi...algunas veces me querías...otras veces no...dime porque no le cortaste el rollo a tu ex...que al final acabo siendo verdad lo que yo te decía...y a la ana...osea porque...eras tu el que le daba juego a ella y encima sabiendo que ella tiene el poder de joderme claro que lo va a usar...me hacías sentir muchas veces que la preferías a ella antes que a mi...y eso me duele tanto, porque puede alomejor algunas veces yo te haya hablado mal o te haya tratado mal...pero considero que nunca te antepuse a nadie...
No quiero ser una pringada y andar detrás de ti, como si fuese una niña caprichosa que si no la dan lo que quieren llora...no quiero ser una pringada mientras los demás ven como voy detrás de ti y tu mientras pasando de mi puto culo...
Ya tuvimos nuestra oportunidad y no salio bn, no salio bn porque antes de estar juntos tu estabas dudoso y me hacías partirme la cabeza...no sabias lo que querías y resulta que te diste cuenta de lo que querías cuando veías que me perdías...sigo pensando que hubiese pasado si la chica con la que hablabas te hubiese hecho caso y no hubiese sido tan distante contigo...yo que seguiría aquí? Esperándote mientras te enrollas con otra...eso ya partió la relación y yo ya tenía mis inseguridades pensando si de verdad estabas conmigo porque de verdad querías o porque no tenías otra opción y esa es la única opción que viste para no perderme...yo ya estuve toda la relación con esa cosa...luego ti ex...y luego la ana...sabia que volvería a pasarme lo mismo...pero aún así quise darte un voto de confianza y lo echaste a perder, no hace falta que te des un beso con ella para ver algo más...pero no fonso eso me dolió, puedes tener amigas pero hay un límite, siempre hay un limite
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