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#mis relatos
nekirorgen · 4 months
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Tenía las manos bañadas en sangre. Temblaba, estaba muerta de miedo. Mi corazón agitado parecía detenerse. Y ahí, tirada en el suelo estaba ella, esa mujer, esa mujer que yo tanto odiaba, esa mujer que tanto yo envidiaba. El cuarto estaba oscuro, la luz de la luna era la que iluminaba el rostro inerte de esa persona. Todo era blanco, paredes, colchas, ventanas, techo... Hasta el perro pequeño que temblaba debajo de la cama era blanco con una que otra peca marrón. La había matado, la había desaparecido finalmente de mi camino. ¡Ah cuántas veces había soñado con ese momento! Pero, ¿es que acaso eso había sido un sueño? No. No lo fue. Y yo me preguntaba cómo es que había llegado hasta ese sitio, no lo sabía, de pronto ya estaba ahí con la sangre de esa pobre mujer cubriendo la piel que llevaba desnuda. Juro que yo no soy asesina. Juro que no soy una mala persona. Juro que había evitado a toda costa llegar hasta ese punto. Pero ya había cometido el homicidio. Y dentro, muy en el fondo mío, una carcajada de libertad se escuchaba. Me había liberado de esa sombra, había suprimido lo indeseable. Con ella muerta ese pasado se había borrado, ya no tendría por qué volver a escuchar su ridículo nombre, ni tendría que ver su molesta cara, esa cara llena de arrugas que en algún momento —sino es que en todos— llenó de filtros para parecer joven y hermosa. ¡Ja! Mujer tan horrenda. Ah, pero ahí estaba, ya muerta. Ya sólo era un deshecho sin latido. Brotaba del corazón la escasa sangre que le quedaba. Y yo, poco a poco fui despertando del trance mas no de la realidad, porque aquella escena era tan real como ese perro que me observaba, o como el viento que recorría mi cuerpo, o como esa única testigo: la luna. "Me descubrirán, debo irme", pensé. Pero no podía moverme. No podía mover mis pies, estaba pesada, muy pesada, tan densa como la alegría que embriagaba a todo mi ser.
Dos almas.
Pensaba en dos almas.
Un alma caótica, turbia, confusa...
Un alma pacífica, en armonía, en equilibrio...
Todos teníamos dos almas adentro. Reflexionaba en tanto limpiaba la sangre en las ropas que llevaba puestas.
Esta alma, ésta que se había atrevido a clavar ese puñal en la carne, en los músculos, en los órganos de esa mujer, sin miedo a nada, siguiendo sólo su instinto de placer, esa alma era el caos que habitaba en mí. ¿Y la otra? ¿Dónde había quedado la otra? No estaba aquí... No estaba aquí.
Y una pregunta aparecía como una luz intermitente frente a mí: ¿Cuál es tu fantasía jamás dicha?
Esa, esa era y la acababa de cumplir. Y es que, ¿no les ha pasado que a veces quisieran borrar el pasado de ustedes, o el pasado de otros que son importantes para ustedes? ¿No les ha pasado que quisieran matar ese pasado que lleva un nombre? ¿Desaparecerlo y... poder así tener un camino limpio en el presente, sin ningún rostro o apellido que haga mella en sus vidas? Sí, esa era mi fantasía y se había vuelto tan fuerte que separó mi paraíso de mi infierno y me llevó ahí, justamente ahí, a la posibilidad de tomar un borrador y desperdigar el pasado, soplarle y desvanecerlo en un latido muerto. "Qué distinta será mi vida sin ella interponiéndose en mi camino. Qué diferente será todo, porque esto, esto que está aquí, estos muebles, este cuarto, estas ventanas, ese televisor y todo lo que afuera de este cuarto se encuentra, será mío, tan mío como él... Tan mío como..."
"No... Esperen... Ese perro no es mío... Lo lamento, tú tampoco puedes estar aquí..."
Caminé hacia él... Tomé el cuchillo que yacía tirado cerca de mi pie derecho... Con mucho esfuerzo pude moverme. "Le haré un favor a él si desaparezco a esta bola de pelos...", pensaba. Entonces alguien abrió la puerta...
Alguien entró al cuarto...
Y tuve que despertar...
Tuve que abrir los ojos.
"¡Mamá!", escuché ese grito. El temblor volvió a mí. Me habían descubierto. ¿O no? No... No había sido así porque yo estaba de pie frente a ese sujeto que desgarraba su garganta y no podía verme. Nadie podía verme, sólo la luna y ese perro que tanto odiaba ya.
El alma tiene dos brazos y ese día el brazo que se alzó fue aquél que le dió luz verde a mi perversidad. Pero ahí seguía, de pie... Mirando a aquél que lloraba, y esa noche ya no sería tan sólo a la mujer y al perro a quienes mi fantasía quitaría la vida, sino también a ese pobre infeliz que trataba de revivir lo imposible.
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—Nékir.
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elrinconderovica · 24 days
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La Máquina De Café...(Humor)
En el mundo de la empresa donde los trajes y las corbatas serias son la norma, ocurrió un evento que sacudió los cimientos de la formalidad: el día en que la máquina de café decidió ser comediante.
Era un lunes por la mañana, el momento más temido por todos, cuando los empleados, somnolientos y con ojeras que delataban un fin de semana de excesos, se arrastraban hacia la máquina de café en busca de su salvación líquida. Pero aquel lunes, la máquina tenía otros planes.
Con cada selección de café, la máquina emitía un chiste. Al principio, los empleados pensaron que era producto de su cansancio, pero no, la máquina realmente estaba contando chistes...y buenos, de esos que te hacen soltar una carcajada. Desde chistes sobre contables hasta bromas sobre reuniones interminables, la máquina no dejaba títere con cabeza.
La noticia del talento oculto de la máquina se esparció como la espuma y pronto, empleados de otros departamentos venían no por el café, sino por el divertido espectáculo. La sala de descanso se convirtió en el nuevo punto de encuentro, y las risas se escuchaban por todo el edificio.
El gerente general, al principio desconcertado por la disminución en la productividad, pronto se dio cuenta del valor del humor para mejorar el ambiente laboral. Así que decidió hacer del "show de la cafetera" una tradición.
Y así fue como una simple máquina de café enseñó a una empresa entera que un poco de humor puede hacer maravillas, incluso, en el lugar más serio. Desde ese día, los lunes ya no eran tan temidos y la máquina de café... bueno, la maquina del café se convirtió...en la...Sigue leyendo, para saber el divertido desenlace del relato, te reiras. Aquí https://www.elrinconderovica.com/la-maquina-de-cafe-humor/
Rovica.
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mister-kaplan · 1 year
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Reír y gemir juntos.
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Escribo para no olvidarme de ti, para tener a donde regresar y recordarte cuando sienta que sucede, escribo para tapar las fugas de mi memoria. Escribo de ti y de mí, todos los días plasmo lo que no puedo gritar a los 4 vientos, revelando entre líneas todo lo que hicimos y deshicimos a escondidas, todo lo que rompimos y estrujamos; escribo de los te amo entre susurros al final del orgasmo, de los besos con los labios mojados, de las escapadas los fines de semana, de las noches desnudos y sudados en la cama de un hotel cualquiera. Escribo por mí y por ti, y por esas personas que al leerme se identifican, es inevitable que no recuerden a ese amor anónimo, a ese amor prohibido que le entregan su cuerpo y su alma, y su boca, y su piel escondidos entre la gran ciudad donde poco a poco se entregan en su totalidad. Escribo aquí casi casi descubriendo tu identidad, solo me falta poner tu nombre porque tu cuerpo lo he descrito entre las frases de mis escritos sucios, bella, hermosa, con lunares y galaxias adornando toda la superficie de tu piel. Escribo por ti, por mí, por los amantes a escondidas, por los que juntos que no pueden estar, por los que su único delito es... No haber llegado a tiempo.
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Otoño, para siempre.
II
"General... ¡General! ¿Por qué se retrasó tanto? El portal está por abrirse. Si usted no hubiera llegado a tiempo…”. No alcanzó a terminar la oración, cuyo final sabíamos hubiera tenido matices apocalípticos. "Soren se habría horrorizado de haber sabido lo que ha venido hacer aquí. ¿Por qué habría de darle el corazón de nuestro pueblo, la última esperanza por sobrevivir, a alguien que nos había traicionado?”, casi podía escuchar su pregunta incrédula en mi cabeza.
Alana no había cambiado nada, aún en esta encarnación conservaba toda su belleza; su inocencia y su candor seguían presentes en sus verdes ojos. Me había quedado más de lo que hubiese sido prudente, pero es que no podía despegarle los ojos. Ella, mi mal logrado amor, y quien había sido sacrificada por el bien de los nuestros, pero, al mismo tiempo, había sido tildada como la más infame de las traidoras en nuestros libros de historia —aunque eso sólo el consejo y yo lo sabíamos—. A petición suya, sus valientes acciones y sacrificio permanecían en el más absoluto de los secretos. Me corroía el alma oír a la gente hablar, con odio en sus voces, sobre ella, así como escupir al mencionar su nombre. Mi bella Alana, tan sabía, tan valiente y yo... la maté... al arrancarle el cristal de Khaladar del pecho para salvar a nuestro pueblo. Todavía recuerdo a la luz extinguirse de sus ojos.
Los cristales de Khaladar contienen la energía mágica de un individuo y están conectados a nuestro corazón. Arrancárselo a alguien era considerado el peor de los crímenes, pues resultaba en una muerte dolorosa e irremediable. El de Alana tenía un poder increíble, ya que, al ser la última del linaje de sacerdotisas de nuestro pueblo, la hacían poseedora de una energía extremadamente purificadora y vivificante, algo que no sabíamos al momento de conocernos.
La guerra con los Quirzon había agotado nuestros recursos. Estábamos condenados al exterminio o a la extinción; ambas muertes inevitables con la sola distinción en el tiempo que necesitaban para producirse. Eran estos portales mágicos nuestra única salvación, pues mediante ellos podíamos hallar mundos de los cuales recolectar energía para recargar nuestros cristales y seguir luchando. Cuando los Quirzon drenaron la energía del PortaCristal atestaron un golpe mortal a nuestro pueblo, mas, el sacrificio de Alana logró recargarlo. Sin embargo, su energía ha comenzado a menguar desde hace un par de años. Los ancianos y yo creemos que tiene que ver con la reencarnación de Alana, pero no tenemos información suficiente para comprenderlo. Por ello es que vine aquí, para averiguar la razón, pero jamás me imaginé que me iba a sentir tan fascinado al verla y al darle el último pedazo del cristal de Khaladar que había latido con su corazón.
Era hora de regresar a casa y darle mi reporte al consejo. La neblina pronto se disiparía y el portal quedaría al descubierto. Los portales eran cada vez más inestables y las sacerdotisas tenían problemas para controlarlos. Oré por que esto funcionará y que nuestra corazonada fuera acertada: que, de algún modo, el último pedazo de Khaladar sería capaz de reconocer a su dueña y cobraría vida de nuevo. Pasara lo que pasara, estaba seguro de que volvería a Alana pronto. La verdad, no quería separarme de ella ni un instante, pero el consejo me había llamado a casa y debía acudir a dar mi reporte, además de ayudar a estabilizar el PortaCristal —cosa que cada vez requería más energía—. “Nos vemos pronto, Alana, amor mío, espérame”, murmuré y atravesé el portal que me llevaría de vuelta a Kalhadar y a su cielo índigo de dos lunas.
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III
¿Seguía soñando o estaba despierta? Alana abrió los ojos para toparse con el anillo que, el hombre tan extraño que había conocido en el café, le había dado el día anterior. Parecía un anillo de plata común y corriente, engarzado con una piedra transparente que, probablemente, era zirconio o cuarzo. No podría ser un diamante, ya que era demasiado grande para serlo y dudaba mucho que hubieran extraños que fueran por ahí, regalando anillos de diamantes a diestra y siniestra como si fuesen chocolates. Lo tomó en sus manos y lo examinó con cuidado. No parecía nada fuera de lo común, excepto que estaba grabado con unos símbolos extraños en la parte interior de la banda. ¡Qué encuentro más bizarro! El día anterior, el extraño desapareció en la bruma y, pese a haberlo buscado por espacio de media hora, no había logrado dar con su paradero. Preguntó a los empleados del café si alguien lo conocía, pero era la primera vez que alguien lo veía. Alana esperó, por un buen rato, para ver si regresaba, pero no lo hizo. Había sido imposible seguir escribiendo por lo que regresó a su casa. Igualmente bizarro había sido el sueño que había tenido esa noche. Era una plétora de imágenes disyuntivas; sangre, caos, una luz refulgente, dolor y esos ojos de un inconfundible azul zafiro, mirándola llenos de lágrimas.
Viendo el reloj que ya vaticinaba la llegada tarde a su trabajo, Alana se levantó de un salto de la cama. Dejando atrás todas sus preguntas y preocupaciones en el ajetreo de la mañana. Llegó a su trabajo, en el despacho contable, con cinco minutos de retraso. Por suerte, su jefe todavía no llegaba. Se apresuró a encender la computadora y a revisar los correos que le habían entrado a su bandeja, procediendo a continuar con las partidas que había dejado por anotar en el sistema contable. El día transcurrió como era lo usual, sumamente ocupado. El modesto despacho contable en el que trabajaba le llevaba la contabilidad a varios negocios pequeños del pueblo por precios muy módicos, por lo que la oficina estaba atestada de trabajo.
La hora de salida llegó antes de que se diera cuenta y, con un gesto de despedida, les dijo hasta pronto a sus compañeros de trabajo y se dirigió al café de la montaña. En su bolsillo cargaba con la cajita que contenía el anillo que el atractivo extraño le había dado. Caminando por el sendero que llevaba al café, se llenaba de tranquilidad, mientras respiraba y, de vez en vez, se detenía para mirar hacia las nubes y meditar un poco. Estar en contacto con la naturaleza la energizaba. Podía escuchar esas melodías que producían las hojas al chocar con la fugacidad del viento que envolvía, de repente, a los árboles, así como sentir el nacimiento y crecimiento de la grama, mientras el olor a invierno le acariciaba la nariz con el aire que respiraba.
Ya estaba llegando al café cuando sintió algo. Era difícil para ella describirlo, pues, de pronto, se percibió envuelta en un escalofrío que, al mismo tiempo, le hacía vibrar la piel. Esa energía parecía proceder de la dirección en donde se podía ver un claro en la profundidad del bosque. Por lo general, Alana no era una persona curiosa y bien hubiera ignorado ese sentimiento, pero era demasiado fuerte para ignorarlo. Parecía como si fuese una ligadura de hierro y ella un magneto. Fue así que, jalada por la fuerza que emitía el claro, se adentró en el bosque, hasta donde la luz de la luna iluminaba. Había una formación rocosa en el centro, en cuyo reflejo la luz de la luna parecía un espejo. De repente, le pareció ver que brillaba con una luz verde. En ese preciso momento sintió que una mano le amordazada la boca y un aliento caliente le humedecía el oído.
“Por Kandar, ¿cómo demonios nos halló Quirlon aquí? Debió haber perdido energía el escudo. Alana, escúchame, no tengo tiempo de explicarte. Necesito que confíes en mí, por favor.”
El pánico la embargaba al ver que, sobre las rocas, se abría un hoyo resplandeciente de energía verduzca y por el que tres hombres, muy altos y delgados, salían de él. Sin embargo, algo la hacía sentir confiada también, y eso lo provocaba el hombre que, con mirada suplicante, la observaba.
“Debemos correr. Por favor, no grites. Voy a soltarte la boca. Asiente con la cabeza si entiendes lo que te estoy diciendo”.
Alcanzó a asentir con su cabeza y él, sin mediar otra palabra, la tomó de la mano y procedió a correr hacia lo más profundo del bosque. Así corrieron por varios minutos hasta quedarse sin aliento. Por fin, tomaron asiento bajo el abrigo de un gigantesco abeto.
“¿Quién es usted y quiénes son esos hombres?", Alana le preguntó al recuperar el aliento.
“Soy Valdar y ése era Quirion y su secuaces. Deben haber seguido el rastro de energía del portal hasta aquí. Lo siento, Alana. Lo último que quería era traerlos hasta ti.”
“¿Por qué me llama Alana? Mi nombre es Alina. Creo que me ha confundido con alguien más".
Procedió a sacar la cajita que contenía el anillo de su bolsillo y lo abrió para entregárselo cuando, repentinamente, se le cayó de las manos. Se arrodilló de inmediato a buscarlo, pero, su mala suerte era tanta, que se cortó la mano con el filo de una roca mientras lo buscaba entre la hojarasca; aun así, lo encontró y, al levantarlo, extendiendo su mano hacia el extraño que la miraba, se percató de la expresión de asombro que éste tenía en el rostro.
Un poquito de sangre había caído sobre la piedra, pero Alina no creía que su aversión a ella fuera tanta para ameritar la expresión en su rostro. El anillo seguía igual. El extraño despegó los ojos del anillo y la miró directamente a los ojos. Esos ojos parecían dos pozos azules profundos, en cuyos yacían innumerables secretos que la amenazaban con tragársela entera. De repente, el extraño se desabotonó la camisa. Yacía sobre su corazón una pequeña gema que resplandecía con una luz rojiza. Los ojos de Alina debieron haber delatado su asombro al ver cómo la gema cambiaba a un color violeta y después un profundo azul.
“¿ Qué miras?”, le preguntó el extraño.
“Es muy curioso cómo cambia de color”, Alina le respondió.
“En Kandar, de donde provengo, los cristales que tenemos en el pecho son incoloros para todos, excepto para aquel o aquella con quien hemos establecido un vínculo de alma. Esa persona puede ver los colores de nuestras emociones reflejados en ella. Así como tú ves los mios, yo veo los tuyos, Alana", le dijo, mientras la miraba con el peso de un siglo de dolor en su mirada.
"Ya le dije que mi nombre no es Alana es Alina".
“Tú eres mi Alana y esto lo confirma. No sólo que tú puedas ver los colores de mi cristal, sino que yo pueda ver los del tuyo”, sostuvo su mano en la suya y tomó el anillo entre sus dedos. “Refluye de un profundo gris casi negro, porque estás confundida y temes, pero también veo un destello azul. Tu alma recuerda la mía".
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E.V.E
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annetorres-blog · 2 years
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NO HABRÁ DICIEMBRE, NO HABRÁ PARÍS
Cuando pienso en ti mi cuerpo se vuelve gaseoso y siento cosquillas y ganas de reír: tu aliento en mi cuello. Entonces, solo besarte la boca, las manos, los ojos. Recuerdo el viento en la cara y tus palabras de aquella noche, todavía cercana. No me queda ninguna duda: te amo. Te amo con todo mi cuerpo que es lo único que puedo ofrecer de verdad. Te llevo pegado en los tobillos, en los brazos, en los dedos. Te llevo en las sienes, en las piernas, te llevo, sobre todo, en los labios o ensortijado en el pelo... Mientras siga sintiendo tus caricias sobre la piel no te habrás ido, por eso, las voy a guardar en esta especie de santuario del recuerdo. Ahí quedarán porque no habrá diciembre y no habrá París. O, al menos, para nosotros. Ambos lo sabemos. Así, evoco a cada rato tus dedos sobre mi cuerpo. Dormir acurrucada en tu pecho, esa es la única certeza que necesito para sentirme fuerte y hermosa. Recuperar la juventud y la valentía idiota. No obstante, David: no habrá diciembre y no habrá París. Y ambos lo sabemos. Es cierto, hemos derribado un muro y... ¡Qué felicidad! Qué alegría encontrarte en la mañana y besarte despacio... Pero no quiero. No quiero ser otra más entre la media docena de amantes que encuentras en Tinder. No quiero verlo. No quiero ver como te compras una esposa filipina. Siempre, mucho más dócil y solícita. Más bella, más joven, más todo. David, mi amor, no habrá diciembre y no habrá París. Y ambos lo sabemos. Y es mejor así. Yo no quería. No quería besarte. No quería dormir contigo. Nunca responderte de nuevo, pero, paradójicamente, siempre vuelvo. Y, esta vez, te quedarás para siempre. También, ambos lo sabemos. David, mi amor, no habrá diciembre y no habrá París, porque tú quieres perderte en la selva. Y, creo, que ni siquiera sabes lo que buscas en cuestión de mujeres... Por eso, mi vida, no habrá diciembre y no habrá París... Solo ese desayuno en la churrería, cuando tú me cogías la mano, me besabas despacio y parecía que me querías...
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30secondstomyheart · 7 months
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No morí, me tome un descanso de mi propio caos pero sin dejar de respirar.
No recuerdo porque dejé de escribir,
Pero la abuela murió.
Mi mejor amiga casi se mata.
Creí encontrar al amor de mi vida...
Y me cambió por otra.
Perdí la esperanza, los sueños, la fuerza.
Pero no la cabeza.
No del todo.
Bajé al infierno a tomar un café con el diablo.
Y me dijo:
Todavía esta silla no es para vos, pero ven a visitarme.
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mi-universo-poetico · 27 days
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Cometí errores
Cometí acciones que hoy en día me pesan, queria salvar al mundo, pero al rescatarlo destrui el mio.
Quería salvar a mis pequeñas, terminé mintiendo, manipulando y aún me negué a mi propios sentimiento, hice todo lo posible para sacarlas del infierno, terminé en uno donde nadie me rescataría, me enfoque en el diablo, si fijará su atención en mi y no en ellas, nadie lo creería, ¡nunca lo hicieron! La justicia estaba distorsionada para algunos.
Queria salvar a un chef que soñaba ser el mejor, quería rescatarlo de su propio caos, quería darle el cielo aún el infierno, por el desgarraria mundos, pero terminé arrastrarlo a mi propia destrucción, terminé dandole una condena de muerte que pesa en mi cabeza, para salvarlo hice que me odiara tanto que fingi ser lo que el menos quería, adopte personalidades dónde su sentimientos por mi se esfumaran, el pudiera elegir su futuro y familia me negué a mi misma, a mi amor por el, lo deje ir, mientras me moría por dentro.
Quería salvar a un príncipe que me llamaba prima, quería rescatarlo de mi caos de arrastrarlo en mi desastres, así que hice que me odiara tanto, lo aleje tanto que hice que se pusiera en mi contra, tanto que lo rescate de mi propia situación.
Quería salvar a cuatros caballeros, los alejes sin arrepentimiento cuando mi propio mundo se derrumbó.
El fin de este cuento los salve a todos, fui el caballero de la brillante armadura, fui aquella que salvó muchos mundo ¡el de ellos!
Sin importar mi propia destrucción, me perdi, me parti en pedazos, me rompí, de mi no quedo nada para restaurar, salve a todos los que amo, los rescate aún si implica que me odien, pero está bien, cada uno de ellos está a salvó, feliz y ¡lejos de mi!
- chica invisible
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leukiel · 7 months
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Entre sus manos yo no era más que un pequeño encendedor que dependía del calor de las mismas para poder cumplir mi función. ¿Sabes? Ella amaba el fuego y entre este elemento, ella falleció. Hay seres que portan dentro de sí una sustancia maestra, pero también es la misma que les lleva a la perdición. Podría decir que yo fui el responsable de su muerte, pero no lo fui del todo... ella accionó el botón. Le gustaba sentir el ardor de su piel cada vez que yo, con mi flama, le besaba la dermis. Era exquisita. Una muñeca de porcelana. En la inquietud de su pequeña boca, pude yo arder como jamás lo había hecho. De ser una chispa, me convertí en llamarada. El azul de sus ojos se tornó en lava de cientos de volcanes... y yo, yo la podía escuchar gemir entre todas esas explosiones. Ella estaba hecha de hielo, por eso le gustaba la pirotecnia, derretirse de vez en cuando y sentirse viva por un momento. No obstante, se enamoró ciegamente del ímpetu de mi azul que nada tenía de gélido. En muchos de sus sueños se observó radiante, convertida en incendio... entonces, después de intentarlo muchas veces, esa noche decidió casarse con el fuego. 'Derríteme, pero no me dejes gota, déjame ceniza para después desperdigarme con el viento. Yo quiero morir pues en esta forma... ya no me tolero, no obstante quiero vivir como el polvo, libre entre las ramas de los árboles, entre las hojas, entre los cerros y los cielos. Tal vez ceniza pueda yo alcanzar los altos mandos que yacen en los firmamentos, besarle las mejillas al sol y entre sus brazos convertirme en un destello. Irradiar al mundo mi calor... Y así tener la posibilidad de sonreír en las bermejas mejillas de un niño inocente, que sólo agradece por su libertad y está lejos, muy lejos, de los ojos de la muerte'.
Hoy ella es el rubor de ese niño pero también la gota que de pronto bellamente, rueda por sus mejillas.
—Leukiel.
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redcomunitaria · 8 months
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Ni en mí lunas más oscuras me imaginé sentir tal sentimiento.
La sensación de soledad eminente, me volví un hoyo negro existencial.
Entre pensamiento de galaxia distante, no he dejado de viajar, me apego a la esperanza que algún día pasara.
Después de las noches más oscuras, siempre se encuentra un cielo cálido bajo la luz de un sol radiante.
Susurros de un alma poética.....
- Versos de media noches
- chica invisible
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sublecturas · 5 months
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"Mi anarquismo y otros relatos” de Rafael Barrett
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nekirorgen · 1 year
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Sola, ella vivía sola, y sin embargo nada le faltaba, todo lo tenía, era como una Eva sin castigo, sin la expulsión del paraíso. No obstante, algo dentro de ella escaseaba, y ese algo pesaba tanto que todo lo que tenía desaparecía ante su zarca mirada. Su casa de niveos ladrillos y de cristalinas ventanas con la altura de tal vez dos jirafas, una sobre otra, y el ancho de dos robles, no dejaba entrar más que luz en cada uno de los rincones. Zari resplandecía de tanta luz, sus cabellos dorados destilaban destellos y astros de todos colores a excepción de los oscuros. No estaba permitida la negrura en ese lugar de jardines sin fin y días sin ocaso. '¿Por qué si todo lo tengo percibo un hueco en el corazón?, ¿por qué si estoy hecha con la luz de mi creador sigo aguardando por un soplo de noche?... Noche, esta palabra ha retumbando en mi cabeza desde hace unos días. Me pide esa voz que lo busque en la noche... Pero qué es la noche.' Se repetía. Cierto día, soleado y pleno de calor, ella se quedó dormida y en su sueño una vela apareció. "Las velas dan luz a la noche. Ahí puedes encontrarme." La lucecita bailaba ante sus enormes ojos en tanto una voz etérea de niño le hablaba. La vela crecía y crecía delante de ella y la luz ardía y ardía... Detrás nada podía verse. "Búscame en alguna noche de tu casa, donde no alcance a llegar la luz, búscame ahí donde percibas que tu mirada se dilata, donde broten destellos ante ti, pero esos que nada tienen que ver con el sol. Son luciérnagas. Pequeños fantasmas de los bosques. Circulitos de fulgores. Búscame pero antes hazte de una vela." Y ella despertó. Lo cierto era que ella en el fondo se sentía incompleta. Había algo que le prohibía la vida, algo que era sumamente importante e inmediato de encontrar. "Era blanca y en el tope refulgía una luz zafiro, sudaba por el calor que le quemaba el alma. Sudaba o lloraba, no lo sé, pero su dolor ardía, me ardía en la piel. Arriba se incendiaba la llamarada que latía al ritmo de un corazón y... Segura estoy ahí vive. Segura estoy ahí está ese ser que me llama a través de los sueños. Mi Dios, tanta necesidad siento de su ser, me siento indefensa ya sin su presencia... Requiero de verlo, de oírlo, incluso de abrazarlo... Requiero de sentarme a su lado, duele no alcanzarlo. Duele y lastima aquí en mi centro. Necesito encontrar la noche. Necesito descubrir esas luciérnagas." Entonces se incorporó de su cama de plumas de seda, millones de pétalos se elevaron en el aire y con ellos el efluvio de la sonrisa divina del más soberbio arcángel. Zari corrió a descubrir cada rincón. Pero no tuvo suerte, no pudo encontrar la noche, ni a las luciérnagas, ni sentir su mirada dilatada. Entonces lloró por vez primera y por vez primera se sintió en su hogar, esclava y encarcelada. "La llave es la vela...", le susurró el viento que no era un viento de su espacio; gélido era ese viento que nada tenía que ver con el sol que destilaba ahí a diario ni con el rocío de las infinitas flores danzando acaloradas bajo su celaje protector.
Por uno de esos días de recorrido a pie a lo largo del espejo de agua que se perfilaba en el centro de un camino de árboles de flores violetas, Zari se detuvo obnubilada ante un brote infante de corolas de fuego. Era la viva imagen de una vela hecha flor. Su corazón estalló de sorpresa y su aliento se detuvo por instantes. Ella extendió sus finas manitas hacia ese ser vivo de la naturaleza, y no sin antes pedirle permiso, la arrancó de su hogar, la tierra. Corrió como si alguien la persiguiera, dolían sus piernas y su respiración a penas a sus pulmones alimentaba. La enorme casa estaba lejos, muy lejos aún para que ella arribara. Su vestido se elevaba hacia los cielos. Por fin conocería al dueño de la etérea voz de sus sueños.
El sol se despertó aún más al percatarse de ello, y celoso hizo estallar más la lava de sus cabellos. Agitado sopló y sopló el día de los desiertos, y así mismo invocó a un ejército de esferas azules para reventar el firmamento en sangre del mismo color. No podía conocer Zari la noche, no podía y había que evitarlo a toda costa. La niña buscó y buscó nuevamente en cada rincón, incluso en aquellos que nisiquiera podían ser rincones pero en su cabecita se dibujaban así; entonces llegó a la biblioteca, enorme, imponente, plagada de pasillos donde todos yacían vestidos de libros, no había espacio vacío, letras y letras, hojas y hojas, pastas y portadas de historias y memorias. La poesía brotó de uno de los libros: "La noche te espera, te aguarda de frente, y en sus calles de silencio inminente serás libre de la luz aparente. Zari, hay un abismo en tus ojos de océano, toma cada libro y con ellos hazte de un palacio, el palacio atestado de rincones donde no puede entrar el celoso cielo que te ha hecho creer que sólo estás hecha de espíritu cano."
Zari entonces comenzó a apilar un libro tras otro. Pared tras pared fue construyendo, con sumo cuidado y amor como si fuese su alma la de un arquitecto; los fantasmas de cada historia agrupada usaban la fuerza de la rima para hacer de titanio los muros y así evitar las caídas. Los puntos, las comas, las almas de aquellos que habían dejado en cada hoja sus penumbras ahí estaban también, orando por la niña y su dormida bruma que ya era necesario despertar. Entonces comenzó a ver los círculos coloridos del vientre de las luciérnagas... La noche empezaba a hacer su acto de aparición, de ello se percató cuando sintió sus pupilas dilatadas... En el momento menos pensado ya no podía colarse el sol, ya todo se había apagado, menos la vela flor que la acompañaba y cuya luz se proyectaba a uno de los rincones del palacio hecho de libros. Entonces en la sombra que dibujaba la flama en la alta pared se esbozó la forma humana de un demonio. "Por fin me encuentras Zari, ríndete a mí que yo te liberaré de tu cárcel.'
��Nékir.
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elrinconderovica · 2 months
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Relato Corto...
Ella lo esperaba en el aeropuerto, con una pancarta que decía "Bienvenido a casa, mi amor". Él bajó del avión, con una sonrisa que iluminaba su rostro. Se encontraron, se abrazaron con fuerza como si quisieran fundirse en uno solo. Habían pasado dos años desde la última vez que se vieron, pero su amor no había menguado ni un ápice. Se besaron con pasión, sin importarles las miradas de los demás. Sabían que tenían mucho que contarse, pero lo único que importaba en ese momento era estar juntos. Él le dijo: "Te quiero". Ella le respondió: "Yo también". Y se quedaron abrazados, sintiendo la calidez de sus cuerpos y el latido de sus corazones. No necesitaban nada más. Estaban juntos. Eran felices.
El amor un tema universal y eterno, que nunca se agota ni pasa de moda. El amor es la...Sigue leyendo aquí https://www.elrinconderovica.com/relato-corto/
Rovica.
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mister-kaplan · 1 year
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Tu ponme caliente,que de mal humor me pone cualquiera.
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valkyriamonsterblog · 6 months
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En el silencio, en la oscuridad
A veces quisiera camuflarme en el ecosistema. En un bosque silencioso y desolado, gris y sereno. Que el sonido del agua interpele hasta mis más profundos sentimientos, y ser parte del silencio del bosque. Que los árboles me protejan, que el viento me llene de calma, que los pájaros canten una melodía, y que mi mente se pierda en esa armonía. A veces siento que por dentro tengo un bosque. Ese al que nadie quiere adentrarse, porque teme perderse, o teme lo que se va a encontrar. Un bosque misterioso, oscuro, oculto, silencioso; con ríos de calma y tormentas imparables. Con días de sol, y noches frías y siniestras; donde la oscuridad puede dejarte ciego. En esas noches de silencio, tan crudas e imperdonables, justo ahí, es donde más podrías encontrarme. Cuidado con los monstruos, andan sueltos. No olvides que estás en su territorio, y podrían atacarte en cualquier momento. Algunos son buenos; pero por lo general, les cuesta confiar en los demás. Ya sufrieron demasiado, como para exponerse a tanta bondad. A veces quisieran ser invisibles, de esa forma nadie podría lastimarlos. Pero a veces también, sienten curiosidad por amar. No solo a personas, sino amarse a ellos mismos, para aprender a confiar.
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Yo sabía que nuestro amor no iba a ser para siempre. Los sueños son efímeros y es parte de lo que los hace sueños. Un día lo dejaría ir y ambos lo sabíamos aunque nunca lo mencionábamos. Él era una locura, una fantasía hermosa, la ilusión más bella pero no un para siempre. Mi corazón necesitaba eso que él no podía darme, estabilidad, seguridad. Siempre la había deseado pues mi vida siempre había sido un caos. ¡Que irónico que el hombre que amaba deseara el caos que a mi me sobraba y yo añoraba la estabilidad que él siempre había tenido! Éramos dos lados de una misma moneda, hechos de lo mismo, de la misma materia, unidos pero siempre separados, uno viendo la luz, y otro a la oscuridad. Él no era de quedarse. ¿Cómo le pides a una golondrina que llegado el invierno no emprenda el vuelo? El era de mil veranos, de amores intensos pero fugaces, solo una vez hechos recuerdos podían perdurar en su corazón. Algún día yo sería uno de esos recuerdos. Esperaba que al menos mi tiempo con él le dejara flores únicas y hermosas en el jardín de sus memorias. Esperaba que mi despedida fuera en el momento justo, después de entregarle lo que había venido a darle. No quería prolongar mi estadía hasta que el verano se hubiera vuelto un frío invierno, en el cual las bellas memorias se hubieran marchitado y el dolor aflorará como copos de nieve que quemaban al tocar la piel. Cuando sus ojos ya no me miraran con la misma magia, y sus brazos ya no me abrazaran con la intensidad de su alma hecha anhelo esa sería la señal de que el verano se volvía invierno y sería momento de partir. Sé que llegado el momento él no me pediría que me quedara, éramos demasiado parecidos, amantes de la libertad y el viento. Me abrazaría, lloraríamos juntos, y me dejaría ir, y por eso él es el hombre al que amo y al que amaré por siempre.
e.v.e.
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