Tumgik
#cuento breve
burakrevista · 2 years
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La hiena. Valeria Verona
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Hace un calor de esos que deforman el horizonte. Estoy tirada en la tundra caliente, el abdomen desgarrado, las tripas al sol. Un arbusto espinoso me raspa la planta de los pies cuando se mece con la brisa ocasional, leve como un soplido. Allá viene la hiena, con sus ojos taimados, de bicho tramposo, esa mirada que esconde lo siniestro. La veo venir. Siempre la vi venir, pero antes podía correr o esconderme. Ahora no puedo. Mi cuerpo destrozado apenas sobrevive, lucha en terreno árido y ardiente. Solo mi mente resiste. Los niños se fueron, tomados de la mano, a pedir ayuda a alguien de la tribu. No saben que hoy la hiena viene por todo. Son niños, no saben o eligen no saber, porque saber duele. Solo espero que no sean testigos de lo que está por suceder.
La bestia llega con la cabeza gacha, se acerca despacio y en silencio, porque a pesar de verme abatida, es cautelosa. No confía ni en su propia sombra, como buen animal cleptoparásito. Camina en ronda alrededor de mi cuerpo desgajado, me huele, me vigila. Siento su respiración hedionda cada vez más cerca. Con su gran pata callosa, tantea mi tórax, mi abdomen. Mi indefensión la envalentona e hinca sus dientes filosos en mis vísceras. Comienza a masticar, despacio. No se apura. ¿Para qué? Tiene todo el tiempo del mundo.
Por el rabillo del ojo, descubro que mis hijos han vuelto sin ayuda y observan en silencio el banquete que se está haciendo la hiena conmigo. No gritan, no se asustan, solo observan, como el público expectante al matador antes del estoque. Quisiera gritarles que huyan, que la hiena los va a dañar, los va a engañar, pero mi voz es interna. Es mi mente la que habla. Ya no tengo lengua.
Los niños se toman de la mano de nuevo. La hiena hunde su hocico en mi organismo deshecho, saca lo que queda de intestinos, se come el hígado, desparrama el epiplón, desgarra músculos y membranas con sus incisivos. Tiene la cara cubierta de sangre, disfruta de su festín, lo saborea. Tantos años de acecho han dado sus frutos: hoy es su día. Cuando siente que ya está satisfecha, levanta la cabeza y posa su mirada en mis hijos. Se acerca a ellos con la lentitud del que se sabe triunfador. Entre mis párpados caídos, me parece ver que conversan. No oigo nada, solo el ruido del silencio.
Los niños me lanzan una última mirada. Creo distinguir vestigios de lástima en sus ojos. O tal vez de compasión. En cualquier caso, se dan vuelta y caminan hacia el oeste, allí donde ahora comienza el ocaso. Tres sombras se pierden en el horizonte, los tres en fila, uno junto al otro. Siento el olor a sangre en la tierra regada y, todavía, las espinas me rayan los pies.
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Valeria Verona
facebook.com/valeverona
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khvis · 1 day
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📍 duomo (metro de milán)
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' entonces para llegar al castello sforzesco... ¿tengo que bajarme en la siguiente? ' observa en la pared del metro, viendo la cantidad de líneas, caminos y números en un idioma desconocido que lo tiene confundido y, para ser honesto, un tanto nervioso por perderse. además que se vio obligado a entrar en el metro por la lluvia afuera que amenazaba con volar su paraguas. ' ¿sabes cuál es la estación que va al castillo? ' reconoce atuendo de reojo, por eso pregunta a quién pasa por ahí.
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thisgameisaplateaux · 6 months
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Temor de la cólera
Ah’med el Qalyubi
En una de sus guerras, Alí derribó a un hombre y se arrodilló sobre su pecho para decapitarlo. El hombre le escupió en la cara. Alí se incorporó y lo dejó. Cuando le preguntaron por qué había hecho eso, respondió:
-Me escupió en la cara y temí matarlo estando yo enojado. Sólo quiero matar a mis enemigos estando puro ante Dios.
....
Jorge Luis Borges y Adolfo publican Cuentos breves y extraordinarios, donde Temor de la cólera es seleccionado
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sidovnies · 1 year
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   harta de que linterna parpadee acabó apagándola del todo, no contando con que pasillo iba a quedar completamente a oscuras. no es hasta que gira en esquina que choca de lleno con estantería, haciendo que todo se desplome en el suelo. ‘no fue mi culpa’ se excusa de inmediato cuando linterna ajena la descubre, corazón en la boca a causa del susto.
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diorbatets · 1 year
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'ah, pero la música aquí es una mierda' lleva varios minutos fulminando con la mirada a dj escogido, ocasionalmente bebiendo de su copa de champagne. 'yo lo haría mejor. ¿o no?' quizás contrarie ni la ha visto musicalizar antes, pero mirada demanda respuesta positiva.
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annetorres-blog · 2 years
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NI EN EL CIELO NI EN EL INFIERNO
En Benichembla, por dónde se ha quemado, había un herrero de lo más laborioso. Su único problema era que vivía cerca del infierno y los demonios siempre iban a su casa para solicitar sus servicios. Cosa que tenía harto al bueno del herrero, básicamente, porque no cobraba por estos trabajos.
Un buen día, San Pedro, que se encontraba, de casualidad, por los valles, le pidió alojamiento. Alguien le advirtió:
- Herrero, este hombre es San Pedro. No seas bruto, y, cuando se vaya, y te pregunte lo que pides de pago, dile que un trocito de cielo.
- Muy bien. Pero yo ya sé lo que tengo que decir...
San Pedro quedó muy satisfecho del trato recibido en casa del herrero. Y, como era de esperar, le preguntó que pedía como recompensa. A lo que, imprevisiblemente, el herrero respondió:
- Un peral mágico. Quien lo toque, se quede pegado hasta que yo ordene lo contrario.
-¿Estás seguro, Herrero? Mira que en el cielo vamos cortos de espacio y es conveniente reservar.
- Peral.
-Muy bien. Ahí lo tienes.
Inmediatamente apareció un espléndido peral grande y joven. Así, cuando los demonios volvieron a pedirle un favor, el herrero los hizo subir al árbol mediante engaños. Sus gritos de dolor, mientras trataban de despegarse, resonaron por todo el valle. En el infierno se corrió la voz del incidente como la pólvora... Y los demonios jamás volvieron a molestarle.
Pasaron muchos años hasta que el herrero murió. Cómo tenía el infierno cerca, pasó por allí, a ver si lo recibían. No obstante, los demonios, nada más verlo, cerraron sus puertas a cal y canto: habían declarado al herrero persona non grata desde aquel incidente del peral.
Entonces, decidió ir a las puertas del cielo. San Pedro, cuando vio sus credenciales, recordó que había cedido su espacio allí a cambio de un árbol encantado. De modo que el herrero tampoco pudo pasar...
Este previsible contratiempo causó su, también, previsible fastidio. No obstante, pensó: "no me quieren ni en el cielo ni en el infierno. Pues no pasa nada. Me regreso a casa." Y así lo hizo.
Allí ha estado, el herrero, todos estos años. Hasta que, el otro día, tuvieron que desalojar a los habitantes del valle a causa del fuego...
He preguntado por él varias veces y nadie sabe dónde está... Si lo véis, decidle que pronto podrá volver...
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follame-apolo · 2 years
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Con el paso del tiempo,
nuestros ojos volvieron a reencontrarse con los del otro
aunque nos costó un poco de tiempo reconocernos.
Primero nos vimos desde lejos
y lentamente nos fuimos acercando.
Ambos quisimos hablar
pero antes de poder mediar palabra
nuestros labios uniéndose hablaron por nosotros.
Volví a acariciar tus mejillas,
cálidas,
como el calor de un hogar.
Volviste a acariciar mis mejillas,
frías,
como una mañana de invierno.
Vuelvo a perderme en tu mirada
estrellada,
como siempre.
Vuelves a perderte en mí mirada,
desértica,
como estuvo siempre.
Volví a escuchar tu voz,
similar al canto de los ángeles.
Volviste a escuchar mí voz,
similar a los truenos caer.
Que manera tan graciosa tiene la vida de unir a dos jóvenes
que son como estaciones.
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#elcuentodelavida
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verbohechizopuntoexe · 6 months
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Desconexion
Mientras fumaba mi cigarro veía como el pequeño gorrión se acercaba tímido a mis pies. Con sus ojuelos negros iba observando los peligros que había entre él y las migajas de pan que se me habían caído al suelo. Al final, se armó de valor, se acercó lo suficiente, cogió un cacho de pan impregnado de aceite y salió volando de vuelta a su hogar. Expulsé la última calada de humo y miré a mi alrededor con una mezcla de nostalgia y tranquilidad.
Aquella mañana de domingo, al levantarme, noté la sensación de que algo pasaba. Una corazonada de que algún suceso anómalo estaba ocurriendo. Y al abrir la persiana y contemplar el paisaje urbano con su asfalto, sus alcorques y sus coches, me extrañó la inexistencia de movimiento humano. No había nadie.
Me duché rápido y me dirigí hacia el parque para descubrir que no había un alma. Solo el canto de los pájaros y algún diminuto insecto zumbando cerca de mi oreja. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al ver a un gato salir de un contenedor de basura con alguna porquería atrapada en su mandíbula. Al descubrir un coche de la policía local bajé la tapadera de su deposito y oriné en ella.
Era como si todo el mundo hubiera desaparecido, como si una secreta invasión alienígena hubiera secuestrado a la raza humana. Todo el mundo había sido invitado a algún lugar secreto y a mí nadie me había llamado para que los acompañara. Desde luego, al principio sentí cierta congoja al verme en soledad. Pero luego pensé que todos las dificultades que había tenido en mi vida provenían de otros seres humanos. Ya fueran problemas familiares, escolares, laborales o sentimentales. Quizás la ausencia total de miembros de mi especie fuera la llave de las puertas del cielo en la tierra, del paraíso prometido.
Los meridianos rayos del sol acariciaban mi rostro mientras disfrutaba de la paz total en aquella terraza de la cafetería. Me había tenido que servir el café y la tostada yo misma, pero siempre había sido una persona autosuficiente. Y hoy me daba igual que no me aceptaran el cobro con tarjeta, porque no tenía que pagar nada. Que les dieran. Se me ocurrió entonces que ese día podría colarme en la Alhambra sin tener que hacer colas de espera en la taquilla, ni tener que chocarme con turistas asiáticos, ni tampoco escuchar extraños sonidos producidos por bocas francófonas. Le di el último trago al café para luego estrellar la taza contra una sucursal bancaria y ponerme en marcha hacia la cuesta de Gomérez.
De camino hacia mi destino, por entre los jardines de la Alhambra, observé con delicia la fuente dedicada a Ganivet, donde un hombre desnudo amansaba a una cabra que echaba agua por la boca. Siempre me había parecido una escena zoofílica y me producía gran risotada su contemplación. Eché mano a mi móvil para hacerme una foto con aquellas simpáticas figuras pétreas y entonces vi que me había quedado sin batería. Un relámpago de malestar impactó dentro mía.
Al llegar a mi casa, sudando por la carrera que me había dado, conecté el mini usb en mi teléfono chino después de varios intentos. Se encendió y empecé a notar un gran alboroto. El ruido de una moto sin tubo de escape, los gritos de una pelea matrimonial en el piso de arriba, el llanto de un bebé llorando desconsolado, los improperios chillados de una escandalosa mujer, el vibrar amplificado de un martillo hidráulico destruyendo la vía pública, el hórrido arrastrar de muebles de un piso cercano, un estornudo cómico, una radio encendida dando noticias sesgadas sobre la amnistía, un portazo lejano, el eructo de un beodo, el vómito matutino de un estudiante resacoso y un sin fin de cacofonías más que componían la banda sonora de la civilización moderna.
A los segundos me entró un mensaje al Whatsapp.
“Carmen, necesito esos informes para antes de mañana lunes a las 8:00.”
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burakrevista · 2 years
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La remera de Batman. Facundo J. Moreno
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Lito lo tenía decidido, le declararía su amor a la mamá de Luka durante el cumpleaños de su amigo. Se vistió con la remera de Batman, esa que ella había elogiado, bermudas a la rodilla y mocasines. Lito acudía con tal seguridad y orgullo por la decisión tomada que casi se olvida de los golpes. Salió con tiempo de la casa, tuvo que pagar su alegría. Limpió la cocina, el baño y los escalones de la entrada. Aunque no había expresado mayor resistencia a las condiciones impuestas por sus padres, ellos supieron recordarle quién mandaba.  
Aceleró el tranco sin necesidad, iba holgado de tiempo. Pasó por la puerta del colegio y sonrió. Igual que muchos de sus compañeros, lo primero que hacía Lito al salir de clase era identificar a la mamá de Luka. Ella se apoyaba en un árbol, muchas veces junto al papá de Katja, y se destacaba en el alboroto: alta, pechugona, de cadera firme, espalda recta, ojos espejados y el pelo, castaño, habitualmente cortado a la altura de los hombros. Su aspecto no era lo único que había llamado la atención del chico, que todavía no cumplía los ocho años. Lo que provocó el amor indómito de Lito, unas semanas atrás, era la imagen de ella, triste y abatida, rota en llanto en el borde de la cama, con la cara oculta en las palmas, a solas, de la misma manera que lo hacía él. Evocó la ausencia del papá de Luka, ese viaje que parecía interminable. Lito observó las manos de la mujer, las recordaba en su cara, suaves y a veces entrelazadas a las suyas mientras volvían del colegio. El contraste con aquella congoja descubierta por mera casualidad, le despertó un curioso entusiasmo. Ella había notado su presencia en la habitación. Él fue torpe y distraído, entró sin siquiera tocar la puerta. La mamá de Luka se mostró natural, con ojos cristalinos hinchados, apenas visibles, no se justificó ni dio explicaciones. Ella le sostuvo la mirada y sonrió. Lito, en esa imagen de presa rendida, leyó un mensaje íntimo, un instante equivocado que ahora compartían en secreto. Te queda linda la remera de Batman, Lito, le dijo y se secó las lágrimas. Había sorprendido frágil a la mamá de su mejor amigo, y tuvo ganas de mostrar él también su fragilidad. Se quedó inmóvil, la remera de Batman escondía las marcas que lo avergonzaban. Desde ese día las visitas de Lito a la casa de su amigo ya no fueron iguales. Por fin se confirmó la noticia, el papá de Luka se había marchado a su país natal. Lito andaba inquieto, sentía la sangre correr espesa y veloz. En ciertas ocasiones se imaginaba siendo el hombre de la casa. Hoy quiero el plato más grande. Hacelo de nuevo con más café. Luka, andá a dormir, tengo cosas que resolver con tu madre. En su cabeza daba órdenes y tanto Luka como su mamá las cumplían sin chistar. Mientras tanto disfrutaba de las miradas en cada merienda, cuando ella le servía la leche o le ofrecía las galletitas preferidas, él le clavaba la mirada. Eso le causaba incomodidad y placer a la vez, y por lo que había captado del mundo adulto, el amor era algo similar. Se propuso ser claro para que esa mujer lo imaginara a él como el hombre de la casa. Estuvo a punto de sincerarse una mañana calurosa, cuando ella le descubrió una quemadura en el brazo. Le limpió la herida, lo llevó al cuarto y mientras soplaba el alcohol desparramado, le preguntó si tenía algo para contarle. La lengua de Lito era de cemento. Ella le besó la llaga sin soltarle la mano y él imaginó cómo se sentirían esos labios tibios y pulposos sobre los suyos. Cuando recuperó el habla ya definía por penales con Luka. En otra ocasión, Lito aprovechó la fiebre de su amigo para hablarle a ella en privado, solo pudo agradecerle la amabilidad y el buen trato que le daba a diario. Ni una palabra de lo otro. Lamentó la cobardía. Más allá de haberse ganado un abrazo por ser tan adulto, había sido un momento confuso. Le hubiese gustado coronar de alguna manera. Lito tuvo más ocasiones para declarar su amor a la mamá de Luka pero, una a una, pasaron de largo.
             A pocas cuadras de la casa de su amigo, Lito se miró en un charco, tenía dos gotas de sangre en el círculo amarillo que resaltaba el murciélago. Qué linda te queda la remera de Batman, Lito, recordó la voz de la mamá de Luka. En la esquina rebalsaban jazmines y otras plantas, metió la mano por la reja y se pinchó un dedo. Agregó manchas de sangre a la remera, pensaba que esa boca deforme que había dibujado bien podría confundirse con un beso de cualquier mujer, o de cualquier madre, excepto la suya. Después eligió un jazmín rajado y lo guardó en la bermuda.
             La casa de Luka era un torbellino. Estaban casi todos los compañeros del colegio, los amigos de fútbol, primos y vecinos. Lito se sintió incómodo, no entendía por qué había tanta gente, los festejos anteriores habían sido modestos. Metió la mano en el bolsillo y aplastó el jazmín. Un grupo de chicos lo invitó a sumarse a un partido de fútbol, Lito sacudió la mano y negó con decisión. Anduvo entre las mesas y la comida abundante servida en platos de plástico. Sin embargo, no pudo comer. Se le revolvía el estómago.
             Lito la vio. Desprendida de un manojo de gente, la mamá de Luka tenía aros grandes y un delantal atado en la cintura. Llevaba el pelo recogido, el cuello era un tronco macizo y descubierto. Se movía por la casa con bandejas, servía a todos por igual, con la misma plasticidad que los platos de comida. Cada vez que cruzaba al padre de Katja, ambos se sonreían. Apenas lo advirtió, Lito acortó la distancia: la remera Lito, te manchaste. Él la miró perplejo. Esperame por acá que te doy una de Luka, siguió ella antes de perderse.
             No hizo caso, Lito dio vueltas, descubrió rincones vacíos, empujó con insistencia las agujas del reloj. Tuvo que esperar casi al final de la fiesta para volver a la mamá de Luka. Uy, Lito, vení, esa remera así ya no te sirve. Él se plantó, la vio cansada, con ojos gastados, la sonrisa natural. Entonces Lito entendió que podía ser el hombre de la casa. Tenés que saber algo, le dijo, y procuró sonar adulto. Y cuando ella se inclinó para igualarlo en altura, Lito le surtió el primer cachetazo.
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Facundo J. Moreno
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irreflexion · 7 months
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Tortugas
El último novio de mi hermano, que era biólogo, metía en casa bichos de todo tipo: camaleones, serpientes, tarántulas… Cuando terminaron la relación, le dejó tres pequeñas tortugas de no sé dónde. Supongo que no le cabían en el coche. El caso es que mi hermano, al que realmente hasta entonces nunca le habían gustado los animales, se encariñó con ellas, les puso nombres de personas y les pintó…
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cinocefalo · 1 year
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SKIN
Victor M. Campos
Ella prende su cam:
Zapatos negros con correas de pulsera, las puntas redondas y sus suelas corridas de goma. Los broches son del mismo color, pero tienen engarzados esos brillantitos de fantasía: en cada zapato, a la altura de los meñiques, están las florecillas cosidas para subrayar el género al que pertenecen. Dentro, las calcetas blancas y caladas con su patrón de corazones que sube, en cinco columnas, hasta las rodillas. La verdadera fantasía está debajo de la tela acrílica. La piel clara promete y ella dice que el talón, el arco, los dedos son color durazno: uno muy suave y jugoso, piensa él; uno que de tenerlo entre las manos chuparía y se comería entero. Ella agrega que sus dedos son largos y las uñas limpias, cortas, sin barniz. Él, al otro lado de la cámara, ya no puede esperar para verlos con sus propios ojos: la respiración convulsa, las pupilas dilatadas, la erección. Esto le va a costar muchos diamantes del Free Fire, pero no hay precio demasiado alto cuando se trata de hacer realidad una fantasía.
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Imagen: ‘Saturación’ / Victor M. Campos
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Victor M. Campos. Mención honorífica en el Primer Concurso Internacional de cuento breve “La sombra del amor y la muerte”, 2021: Centro Hispanoamericano de Fomento a la Literatura (España). Finalista en el Concurso Literario Internacional “Savia al Mundo, 2022”: Editorial Libros de Arena y Espuma (Venezuela-Perú). Finalista en el Concurso Nacional de Antología de Cuento, 2022: Ediciones Cleta (Chihuahua, México).
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kcaosart · 1 year
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www.instagram.com/kcaos.art para más contenido.
➡️Finalmente este 2023 trajo la primera colaboración entre el gran Keiji y este humilde servidor. Ojalá sea una de muchas!⬅️ . Este trabajo tiene licencia CC BY-NC-ND 4.0. Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/© 2 por P
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relatandopuntocom · 1 year
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Historias de nuestro cielo
Descubre un mundo de emociones y sorpresas en una historia llena de misterio y drama. Si quieres experimentar una aventura inolvidable, no dudes en sumergirte en esta narrativa cautivadora.#Ficción #Misterio #Suspense #Terror #CienciaFicción
¡Hola a todos! Aquí tenéis como primicia la portada del nuevo libro.  También os paso un fragmento de mi nuevo libro que es el próximo que saldrá publicado, por petición de unas amigas os pongo parte de lo que ellas querían leer.  GRACIAS A TOD@S      – Esto es un giro importante en los acontecimientos, lo que nos hace pensar que seguro podemos llegar a un acuerdo con ellos, no creo que nos…
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Almas de Papel.
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El creador de almas desplegó el enorme rollo de papel blanco. Era un papel delgado, casi transparente, pero no era completamente liso. En él se dibujaban intrincados diseños, tan sutiles como hermosos y diferentes. Cada diseño se repetía una sola vez; dispuestos de a pares, el creador los recortaba pacientemente por su contorno usando una tijera especial, dorada y reluciente, con incrustaciones de piedras preciosas (lapislázulis, zafiros y amatistas). Mientras cortaba, tarareaba una canción; era su forma de concentrarse en su trabajo, bastante repetitivo y mecánico; eso era lo único que había hecho desde el inicio de su eterna existencia. Cierto día, el creador se topó con un dilema que nunca esperó enfrentar: Cuando terminó de cortar el que pensaba era el último par de almas de ese rollo, descubrió que aún quedaba sin recortar una figura, diferente y solitaria. No tenía una pareja. Revisó otros rollos rápidamente, pero en ninguno se encontraba repetido su diseño. La apartó entonces, y continuó trabajando, pero nunca dejó de mirarla de reojo, sintiendo algo de pena por ella. Finalmente, cuando había pasado un tiempo indefinido —para quien vive eternamente cualquier tiempo es igual a otro—, sin haber encontrado aún su igual, decidió enviarla de todos modos a la Tierra, donde ocuparía el centro del corazón de un ser humano. Y así lo hizo.
Ese año, el año del cerdo, en la Tierra nació un bebé regordete y pálido, tan pálido como el papel de su alma. Pasaron los años y el bebé creció, transformándose en un niño, luego en un joven y más tarde en un hombre alto y delgado. Aún conservaba la blancura de su niñez, puesto que había pasado casi toda su vida trabajando en una oficina, al resguardo de los rayos del sol. Eso por fuera; por dentro, nunca pudo saber por qué se sentía tan solo. Y no es que lo estuviera, porque lo rodeaban las personas todo el tiempo, tenía amigos, salía de vez en cuando con otras personas, pero algo parecía no estar bien. Al parecer nadie podía comprenderlo por completo ni lograba extinguir esa soledad, ese vacío que llenaba su corazón. Lo que no sabía era que nadie más a su alrededor compartía su diseño interior, ya que no lo veía, aunque sí podía sentirlo.
Desalentado, cuando entendió que su vida como la vivía no le complacía y empeoraba su soledad, renunció a su trabajo en la oficina y se dedicó a escribir. Tal vez, si escribía pensando en la persona que llevaba la otra mitad de su alma, este podría leer sus palabras, descubrirse en ellas, reconocerlo y con algo de suerte, buscarlo y así poder encontrarse; pero no la tuvo. El tiempo siguió pasando, su cabeza se volvió blanca y su vida se apagó como se apagan todas. Al menos, mientras tanto, fue feliz como pudo, sin su otra mitad.
Un siglo después (en la Tierra), el creador, atónito, volvió a toparse mientras trabajaba con el mismo dilema: Un alma de papel sin su mitad, única y especial. Esta vez la envió a la Tierra de inmediato, porque supo enseguida que era igual a aquella que le había sido entregada a aquel hombre un siglo atrás. Otro hombre nació y creció y se sintió profundamente solo e incomprendido; hasta que, de casualidad, en una pequeña librería, se topó con un viejo libro.
Chelo Capdevila.
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annetorres-blog · 2 years
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La taberna de los hombres tristes
Como en todos los barrios de clase trabajadora, en el mío hay un casino. Los parroquianos son, mayoritariamente, hombres. Aunque también entra alguna que otra mujer. No obstante, y más allá del género, nunca he visto a nadie salir feliz de ahí. Incluso, a veces, salen en grupo y se lían a trompazos. Cuando llega la policía, siempre demasiado tarde, desaparecen tras una nube de polvo. Esta mañana, estaba absorta pensando en ese fenómeno, y en su parecido con el alcoholismo de los tsotsiles, y las guerras del pox, cuando Lola, la gitana del tercero, dijo:
— Escucha, flaca, eso no tiene misterio. Está ahí para que la gente pobre no levantemos cabeza.
— Precisamente, en eso estaba pensando.
— Mi hijo ya está psicópata, pero del todo.
— Lola, creo que lo que tú quieres decir es "ludópata"...
— ¿Esos son los que se lo juegan todo?
— Sí.
— Entonces, ludópata. Pero del todo.
— Por cierto, ¿sabes que está pasando? ¿Hoy es San Borracho? ¿O qué?
— ¡Ahora sí que me has jodido! Sabrás de palabras raras, pero te falta calle.
La miré como preguntando: "¿qué me he perdido?" A lo que respondió, muy resuelta:
— Hoy es día uno.
Lola tenía razón: toda una obviedad. Y farfullé un improperio, mientras pagaba el desayuno que ya se me había atragantado...
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