“Decrepitud de las formas políticas y económicas de la burguesía individualista” por Ramiro Ledesma
Nada hay más opuesto a la mentalidad, a las necesidades y al sentido de nuestra época que las formas políticas y económicas elaboradas por el espíritu liberalburgués. Estas formas han sobrevivido a su propia eficacia, y los pueblos se desprenden hoy de ellas como de utensilios cuyo uso resultase ya ruinoso y molesto. La subversión cuyo desarrollo se viene perfilando en estas páginas actúa verdaderamente de liberadora de esas viejas formas, y constituye un esfuerzo por desprenderse de ellas, por evadirse de su caducidad.
La permanencia y duración de las instituciones demoliberales supondría hoy, para el mundo, la imposibilidad de extraer de esta época valor alguno, condenándola a vivir prisionera de formas que le son extrañas, en estado de amputación y de parálisis.
Es bien notorio, sin embargo, que la época actual logra, de un modo relativamente sencillo, desprenderse con éxito del peligro de falsearse y anularse. Lo comprueba la realidad subversiva que venimos estudiando, poblada como ha podido verse, no de fracasos ni de intentos fallidos, sino de victorias resonantes y completas.
El resultado de la trasmutación contemporánea será fatalmente el vencimiento de todas las formas políticas, económicas y culturales propias de la mentalidad y del espíritu de la burguesía capitalista, y a la vez, su sustitución por otras que sean una creación directa de las fuerzas hoy representativas y operantes.
Si analizamos un poco las características vitales y sociales del espíritu burgués, bien pronto percibiremos su absoluta oposición y su contradicción radical con los valores más vivos y fértiles que hoy aparecen.
1. SU ACTITUD INDIVIDUALISTA
Las instituciones demoburguesas han sido elaboradas bajo la creencia de que el individuo, como tal, es el sujeto creador de la historia, y por tanto, que el cumplimiento de sus fines, como tal individuo, es la misión más respetable y fecunda del hombre. Todo ha de sacrificarse, pues, a esa misión individual, comenzando por el Estado, que no sólo no debe estorbarla ni mediatizarla, sino garantizarla eficazmente. He aquí la médula del Estado liberal, la función y la finalidad que le ha sido adscrita por la burguesía.
El Estado liberal es simplemente un utensilio para el individuo. No debe menoscabar en nada la libertad de éste, ni sacrificar esa libertad por ningún otro valor. Su mismo aparato coactivo se justifica en función de la libertad, garantiza la libertad y «los derechos» de los individuos.
Es notorio que unas instituciones así hicieron posible el robustecimiento histórico del régimen capitalista, la culminación de una clase social, la burguesía, que desarrolló hasta el máximo la energía creadora de sus miembros, e impulsó de un modo enorme su progreso económico, cultural y político. En tal coyuntura, el individuo hizo conquistas sorprendentes, adquirió un poder social enorme, y logró asimismo un elevadísimo nivel de vida. Todo estaba a su servicio, al alcance de su mano, para ser utilizado por él como instrumento de poder, de sabiduría o de riqueza.
No cabe desconocer la importancia considerable de esa etapa histórica y el número de adquisiciones valiosas que hizo durante ella la humanidad. Lo que sí puede afirmarse, desde luego, es que su período de vigencia ha sido corto, y que ya hoy vemos con claridad absoluta el manojo de contradicciones y monstruosidades que encerraba en su seno. Por muy minúsculas que sean las dotes de observación y comprensión que se tengan, cualquiera las advierte y las comprende hoy. O las presiente, que es igual.
Pronto ocurrió y se hizo patente que aquella supuesta grandeza individual, y aquella supuesta generosidad que informaba a las instituciones, era de hecho accesible a muy pocos, y consistía y se mantenía a costa de atroces injusticias.
Y era accesible a muy pocos, no porque fueran pocos los individuos sobresalientes, sino por propia naturaleza del sistema y de los fines que se señalaban como apetecibles. Eran muchos los hombres que podían aspirar al poder político, a la riqueza y a la cultura, y con dotes y capacidad para conseguirlo, pero fatalmente esa trinidad de bienes tenía que ser acaparada y monopolizada por muy pocos. Pero como el sistema admitía y hacía posible la concurrencia, la lucha y la pugna, a ellas se lanzaron las gentes con frenesí.
Y ahí tenemos las turbinas que operaron en el seno del individualismo burgués: los partidos políticos, en número cada vez mayor y más abundante, con aspiraciones e ideales programáticos distintos. Las empresas económicas, la producción sin orden ni concierto y la especulación financiera. Las escuelas y las morales diversas, la disgregación espiritual de la cultura.
2. EMPEQUEÑECIMIENTO DEL HOMBRE
Y he aquí cómo el espíritu burgués, en honor y honra de la dimensión individual del hombre, condujo a éste a contradicciones y resultados como los que hoy presenciamos. Claro que no sin atravesar etapas de cierto esplendor y de liberar a la humanidad de poderes regresivos abominables. El liberalismo político y el capitalismo económico nos parecen hoy entidades y formas repletas de vacuidad, de ineficacia y de injusticia. Pero han realizado y cumplido una misión en la historia, tanto más reconocida como tal por sus actuales debeladores, mientras con más prisa y vigor la declaran mendaz y caducada. La prueba de ello la tenemos en que la subversión no corre a cargo de los poderes políticos desalojados por la burguesía liberal, es decir, del «antiguo régimen», a pesar de que aún es defendido y sostenido en pie por algunos. Y tampoco el derrocamiento del capitalismo se hace e intenta por las formas económicas y sociales que le precedieron.
La subversión contemporánea, al enterrar las formas demoliberales de la burguesía capitalista, lo hace revolucionariamente, esto es, no volviendo a las formas antiguas, sino descubriendo e inventando otras nuevas.
A la postre, en medio de las instituciones y de la civilización liberal-burguesa, el hombre resultó maltratado, explotado y empequeñecido.
La libertad política cristalizó necesariamente en la democracia parlamentaria, y tal sistema trasladó el Poder con rapidez suma a las oligarquías partidistas, a los magnates, dueños de los resortes electorales, de la gran prensa y de la propaganda cara.
La libertad económica lo dejó reducido en la gran mayoría de los casos a un objeto de comercio, cuando no a la atroz categoría de parado, de residuo social.
Por último, el hombre se vió privado de valores permanentes y firmes. Todos aquellos que tienen su origen y alcanzan su sentido en esferas humanas extraindividuales. Los valores de comunidad, de milicia, de disciplina justa. Y el valor de la Patria, la dimensión nacional del hombre, la que arranca y comienza antes que él y termina y concluye después de él. (No señalo el valor religioso, porque éste no ha peligrado propiamente bajo el signo de la burguesía individualista, ya que, entre los fines individuales, cabe perfectamente la preocupación religiosa de salvar el alma.)
En resumen, la vigencia de las formas de vida típicamente burguesas originó de un modo exclusivo el encumbramiento de una minoría política (las oligarquías) y de una minoría social (los grandes capitalistas), y como tal situación de privilegio carecía y carece en absoluto de raíces profundas, es decir, no se basa en valores jerárquicos reconocidos como justos, sino que procede de una libre concurrencia y pueden ser apetecidos por todos, surge la sospecha de que se deban al engaño, la mendacidad y la injusticia, haciéndose, por ello, más irritantes e insufribles.
3. LA VANGUARDIA DISCONFORME
Fueron, naturalmente, los trabajadores los primeros en percibir que el mundo político y económico, creado por la burguesía demoliberal, resultaba una cosa, un artilugio, bastante poco habitable. Su respuesta histórica fue el marxismo, primera contestación sistemática, primera dificultad que se atravesaba en el camino de la democracia parlamentaria. Porque es evidente que el sistema demoliberal encuentra sólo su justificación práctica y teórica cuando es considerado, por todos, como método aceptable de convivencia. Pero el marxismo decretó y consiguió la insolidaridad proletaria, es decir, proveyó a los trabajadores de una doctrina y una bandera, dentro de las cuales no había sitio alguno para la colaboración pacífica y legal con las demás clases. A pesar de que existan otras interpretaciones del marxismo, entiendo que hay en él una formidable y fecundísima tendencia a apartar a los trabajadores, no sólo del mito demoliberal de la burguesía, sino del mito mismo de la libertad política. (La frase de Lenin «¿Libertad, para qué?» es aún más profunda de lo que se cree, está pronunciada por un marxista, y su contestación resulta de veras difícil en esta hora crítica de la política mundial.)
4. AGOTAMIENTO Y CONTEMPLACIÓN DE LAS PROPIAS RUINAS
Es notorio que una de las realizaciones políticas que vienen persiguiéndose hoy en Europa, consiste en desalojar al espíritu burgués de las zonas gobernantes. La democracia parlamentaria otorgó el Poder, y lo otorgará siempre mientras subsista, a la burguesía misma, o a sus representantes más directos, que son los partidos.
Pero ocurre que el burgués carece en absoluto de capacidad para las tareas políticas rectoras. Es el tipo social menos propio y adecuado para el ejercicio del poder político. Le falta por completo el sentido de lo colectivo, el espíritu de la comunidad popular, la ambición histórica y el temple heroico.
Todo lo que actúa hoy como germen de resquebrajamiento, de impotencia, de cansancio y egoísmo, se debe de un modo directo al predominio social de la burguesía, y al predominio político de sus mandatarios, sus abogados y testaferros.
Ha entrado hace ya tiempo la civilización demoburguesa en una etapa final, caracterizada por la hipocresía, pues habiendo perdido ella misma la fe en sus principios, trata de sostenerse a costa de desvirtuarlos y falsearlos cínicamente. Favorece tal empresa el hecho de que la actitud característica del espíritu demoburgués —tendencia a la crítica, ceguera para lo colectivo, tibieza patriótica, falso humanitarismo sentimental, etc.— es compartida por anchas y extensas zonas, ya que sus contornos no se ciñen sólo a capas y sectores de privilegio económico, sino que alcanzan y comprenden también núcleos populares, proletarios, captados por él y por sus características más viles y degradadas.
Pero esa actitud histórica, en su sector más representativo y operante, tiene ya hoy plena conciencia de su infecundidad y agotamiento. Advierte que sus ideales políticos, lejos de construir y edificar nada, se transforman apenas salen de sus labios en fuentes de destrucción y de discordia. Sabe que su sistema y su ordenación económica conducen al advenimiento de crisis gigantescas, a su propia ruina y al hambre de las grandes masas en paro forzoso. Ve, asimismo, que las instituciones políticas y sociales, creadas por ella, convierten a las naciones en teatro permanente de sangrientas pugnas, y debilitan cada día más la solidaridad nacional, hasta poner en peligro la propia vigencia histórica de los pueblos. Percibe que no sabe qué hacer con las grandes oleadas juveniles que van llegando, y contempla, por último, la inminencia de su agotamiento y de su desaparición irremediable.
[*] Discurso a las Juventudes de España; Ramiro Ledesma Ramos.
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LA TRISTE HISTORIA DE DOS IMAGINEROS (I) ANTONIO PEREA
ANTONIO PEREA
EL DESPOJADO DE PEREA
LAS “BARRICADAS” DE LA PLAZA DE SAN MARCOS
EL MISTERIO DEL DESPOJADO
TRABAJOS FORZADOS EN LOS MERINALES
La imaginería como especialidad dentro de la escultura ha tenido un enorme recorrido en Castilla (Pedro Fernández), en Murcia (Salzillo), y especialmente en Andalucía desde el siglo XVII hasta la fecha actual. Nombres en nuestra tierra como Martínez Montañés, Juan de Mesa, Pedro de Mena, Alonso Cano, Luisa La Roldana o Ruiz de Gijón, son muy conocidos y sus obras son piezas de devoción popular en las ciudades andaluzas y son admiradas por sus calles en los días de la Semana Santa. El perfil de los imagineros puede señalarse como el de un artista firmemente creyente y que vuelca su creatividad en imágenes religiosas de su devoción (sin olvidar el sesgo crematístico especialmente en los años de la Contrarreforma). Este perfil puede extenderse a lo largo de los siglos, pero llama la atención la existencia de algunos casos que se salen de esta etiqueta y que por las consecuencias de la guerra civil de 1936 sufrieron en sus carnes una represión que posiblemente los llevó a mostrar una creatividad artística en una dirección que no tuviese origen en su libertad religiosa sino en sus particulares y desgraciadas circunstancias. Vamos a ver dos casos tan llamativos como tristes, los de Antonio Perea y Luís Ortega Bru.
ANTONIO PEREA (Sevilla, 1911-1998)
Antonio Perea nació en el barrio de la Macarena, en la collación de San Marcos, en 1911. A los 16 años comenzó a trabajar en la Fábrica de Artillería donde terminó como delineante. Sus desgracias comenzaron unos días después del inicio del golpe de estado de 1936, cuando fue detenido por colaboración con las fuerzas que se opusieron a la asonada de Queipo de Llano en Sevilla. El motivo: llevar agua a los defensores del barrio de la Macarena que se habían apostado en la Plaza de San Marcos. A los 15 días fue puesto en libertad, pero en 1937, el 31 de Mayo, fue detenido de nuevo por las denuncias de algunas personas que lo situaban entre los defensores de esas barricadas de Julio del año anterior. No pudieron demostrar esas acusaciones ante el juez, aunque si dijeron que era una persona a la que apenas conocían. Perea pide que declare un conocido suyo, José Laborde, que era fundador de la Hermandad del Despojado. Laborde, para no verse comprometido, hace una declaración en la que solo se reafirma en su falangismo militante dejando a Perea como persona de buena conducta y con notables habilidades artísticas.
A pesar de las acusaciones no demostradas ahí comienza el calvario de Perea, ingresando en prisión, sufriendo torturas y siendo sometido a un Consejo de Guerra sumarísimo. El Fiscal solicita pena de muerte y finalmente es condenado a 14 años y 8 meses de prisión por “auxilio a la rebelión militar” el 24 de Septiembre de ese 1937 en los siguientes términos que no me resisto a señalar:
RESULTANDO que nunca acaba de decirse, por mucho que se repita, que el movimiento revolucionario que venía incubándose en España, desde tiempo atrás y que al fin estalló el 18 de julio del año pasado 1936 es de los que no tiene ejemplo ni paridad en la Historia del mundo y que los responsables más directamente del mismo son aquellos que gozando de alguna ilustración, aunque a muchos intelectuales habría que discutirles ese calificativo, y comprendiendo por ende que mientras el nivel medio cultural de la Nación no alcanzaré la altura suficiente para discernir aquellas teorías avanzadísimas del repartimiento social, justicia popular, milicias populares armadas, sufragio popular inorgánico y demás camelos de la democracia gobierno del pueblo, no reparaban en el daño tan atroz que venían cometiendo y aun a sabiendas de que no era posible que semejantes teorías pudieran ser llevadas a la práctica, en vez de refrenar sus instintos o inclinaciones liberales para cuando pudieran ser implantadas, se aprovechaban del medio ambiente de incultura existente para, halagando las pasiones del pueblo, medrar ellos a su costa escalando mayor o menor altura según fueran mayor o menor también sus ambiciones, sus audacias y hasta sus desvergüenzas, siendo lo más notable de todo que hoy muchísimos de ellos, cual Jeremías, lloran arrepentidos y hasta se horrorizan de lo que está pasando, como si ellos no hubieran engendrado esos salvajismos que realizan la masa y como sí se pudiera olvidar que cuando la otra banda, la sensata, le advertía de los peligros que se corrían con esas doctrinas y propagandas, la apostrofaban llamándola retrógrados, fósiles y enemigos del proceso social que campeaba ya por el mundo entero siendo un vivo retrato de lo que se deja expuesto el procesado de hoy ANTONIO PEREA SÁNCHEZ, que no parece que antes del Movimiento fuera de los extremistas peligrosos, pero una vez establecido el mismo, auxilió a los revoltosos de las barricadas que se levantaron en el barrio en que vivía, llevándoles agua y permaneciendo rato con ellos, aunque no consta que usara armas de fuego ni que compartiera con los revolucionarios su espíritu combativo.
En ese juicio fueron condenados a muerte otros dos acusados, uno de ellos llamado Juan de Dios Creagh, amigo de Perea y que se convirtió en un personaje esencial en esta historia. Creagh era empleado de Correos y telegrafió en 1932 a Madrid la puesta en marcha del golpe de estado del General Sanjurjo en Agosto de ese año. Ese fue su delito y esto se exponía en su sentencia:
"[...] dotado de conocimientos técnicos y de relativa buena cultura, era uno de tantos más o menos de buena fe que se creían libertadores del pueblo y que en su empleo de jefe de negociado de tercera clase en el cuerpo de telégrafos no se circunscribía al cumplimiento de su deber, sino que, erigido en conductor de muchedumbres, ya se distinguió en el año 32 cuando el movimiento de Sanjurjo, al lograr comunicarse con Madrid, estableciendo una comunicación telegráfica improvisada, enterar al gobierno de lo que tan glorioso general había tramado contra la voluntad popular que ellos decían representar y gobernar, cuando no eran más que unas cuadrillas de titiriteros y farsantes, acto por el que fue largamente premiado y que le hizo continuar con mayor celo sí cabe en el camino emprendido, para lo cual ingresó en la Masonería, adoptando el simbólico nombre "Pérez Galdós" y se afilió al partido de Acción Republicana o de Azaña, figurando en la directiva local del mismo, al par que hacía la propaganda correspondiente entre sus compañeros, a los que repartía folletos, como el que se le ha ocupado de la representación de Asturias, a fin de ir preparando su repetición y repercusión en todos los ámbitos de España [...]"
Como revancha por esa comunicación de 1932 Creagh fue fusilado en Marzo de 1938. Perea convivió con él hasta ese día y su imagen de desesperación le quedó grabada en la memoria.
Ingresado en prisión, por petición de Laborde, Perea es encargado de realizar las nuevas imágenes de la Hermandad del Despojado ya que las titulares habían sido quemadas en Julio de 1936. En la cárcel se le prepara a Perea un taller en la enfermería y allí realiza la Dolorosa y el Cristo de la Hermandad. En este punto es cuando esta historia adquiere un sesgo emocionante que la mayoría de los que observan el paso de esta Cofradía el Domingo de Ramos por las calles de Sevilla desconoce: Perea talló el rostro de Cristo en base a la imagen que había permanecido en su memoria de los últimos momentos de su amigo Creagh antes de ser fusilado.
Las condiciones de reclusión comenzaron a cambiar para Perea y le fueron llegando diversos encargos; en 1940 es trasladado al campo de concentración de Los Merinales -el llamado “Canal de los presos”- y finalmente es puesto en libertad atenuada unos meses después con la obligación de personarse periódicamente en comisaría. En la prensa sevillana del momento la obra de Perea fue bien recibida y en un diario se habló de él y de su Cristo con una referencia al Quijote ya que se había concebido y realizado “donde toda incomodidad tiene su asiento”.
Perea recibió críticas desde posiciones extremistas de uno y otro lado: los sectores más intransigentes del régimen especialmente un sector de la Iglesia no admitió que un preso realizara una imagen de Cristo (el Cristo de la Prisión como así fue también conocido); también un cierto sector de la clandestina izquierda sevillana lo acusó de colaboracionista. Todo esto convirtió a Antonio Perea en una persona muy introvertida y miedosa en sus manifestaciones políticas durante todo el resto de su vida, aunque quién no tenía miedo en aquellos ominosos años. En 1979 solicitó le concediesen la amnistía de los falsos delitos por los que fue sentenciado. Falleció en Sevilla en 1998.
La obra de Perea no es muy abundante, aunque se puede encontrar en algunas ciudades andaluzas, pero recordad si veis pasar el misterio del Despojado este próximo Domingo de Ramos que el rostro de Cristo es el de un hombre que pocas horas después iba a ser fusilado.
26/3/2022
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