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elisaenparis2018 · 6 years
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Diario de París: Semana 13
Domingo 12 de agosto
La mañana y el resto del día fueron muy tranquilos, no hice mucho. Ya en la tarde salí para encontrarme con Alma, su novio y su hermana cerca de Montparnasse para cenar juntos como despedida. Tenía ganas de probar algún platillo típico francés, así que Greg, su novio, sugirió un restaurante de raclette. La raclette es un platillo de queso fundido que se suele acompañar con papas y carnes frías. Te sirven las rebanadas de queso fresco, junto con un sartén miniatura, para que tú lo vayas fundiendo en la parrilla inserta en la mesa. La cena estuvo deliciosa y la pasamos muy a gusto, aunque terminamos acalorados porque la parrilla calentó mucho el ambiente; por eso se considera más un platillo para el invierno.
Después de cenar paseamos un poco por la calle para refrescarnos y bajar la cena. Compramos un helado y luego nos despedimos para ir a nuestros respectivos hogares.
 Lunes 13 de agosto
Luego de una nerviosa plática con el guardián del edificio después de trabarme demasiado intentando preguntarle si podía dejarle las llaves del departamento el viernes antes de irme, tomé el metro para ir al centro. Me dediqué a terminar de buscar algunos encargos y algunas cosas que quería comprar para ciertas personas. Regresé a casa, me hice de comer, pasé la tarde viendo series y en la noche fui al cine a ver la nueva película sobre la vida de Mary Shelley.
Martes 14 de agosto
Hoy hice mi última visita de museo en París, en el Museo de Arte Moderno. Tenían una exposición temporal del artista chino Zao Wou-Ki, conocido por sus enormes cuadros de óleo y tinta china. Al terminarla me pasé a la colección permanente del museo, compuesta por obras de artistas europeos modernos dividida en las tendencias artísticas del siglo XX. Fauvistas, cubistas, surrealistas, entre otros, una colección muy completa y bien curada, con obras muy interesantes. Saliendo del museo caminé hacia la Torre Eiffel para despedirme de ella, pues hoy sería la última vez que iba por allá dado que ya empecé a preparar mi regreso. Regresé a casa en metro de nuevo y pasé una tarde tranquila.
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 Miércoles 15 de agosto
Tras una mañana tranquila y nada eventual, en la tarde fui a la inauguración de la Cité Fertile, el lugar en el que estuvo trabajando Gilberto este verano. Aún no está completamente terminada, pero avanzaron muchísimo y quedó bastante linda hasta ahora. Hay un bar-cantina al aire libre, una casita de meditación, una cancha de voleibol de playa y una de petanque (un juego muy extraño que consiste en lanzar bolas de metal y acercarse a la primera que se lanza), un estanque, una pequeña biblioteca y una mini playa para niños. Compré una cerveza para refrescarme y me senté a contemplar a la gente que disfrutaba del lugar. Regresé en metro a casa y mientras caminaba por el barrio me empezó a llegar la nostalgia por dejar este lugar, pero poquita, porque ya quiero llegar a casa.
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 Jueves 16 de agosto
Dado que me voy mañana, hoy tocó limpiar el departamento de pies a cabeza, dejar reluciente cada rincón. Además de eso lavé sábanas y toallas, junto con mi ropa para llegar de una vez con ropa limpia. Dejé también mi maleta 95% hecha. Luego de una ardua jornada de trabajo, fui a comprar mi último kebab para comer y descansé un rato porque me dolía la espalda de tanto agacharme a limpiar. Ya más relajada, fui a caminar un rato al parque para verlo una última vez bajo el sol del atardecer.
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 Viernes 17 de agosto
Me encuentro en este momento en mis últimas horas en el departamento de París, con las maletas listas y todo en su lugar. Mi corazón palpita emocionado porque sabe que dentro de muy poco estará en el hogar que tanto extrañó. Aunque también en algunos instantes late un poco triste por dejar una ciudad que le hizo sentir tantas emociones encontradas. Este viaje fue una odisea emocional que comenzó difícil y me ayudó a aprender muchísimo sobre mí misma. Ahora sé que puedo volver a hacer esto (tal vez la siguiente con roomies para no sentirme tan sola) y sobrevivir.
Tuve la oportunidad de volver a una ciudad de la que me enamoré hace dos años y pasar tres meses en ella, y por eso estoy enormemente agradecida con las personas que lo hicieron posible. Regreso además a mi último semestre de la universidad, y creo que este viaje me ha ayudado a sentirme más preparada para enfrentarme al mundo profesional y a mi inminente independencia. Me siento más fuerte, más capaz, más abierta y más emocionada por comenzar una nueva etapa a la que le temí durante mucho tiempo por no sentirme lista.
París me dio melancolía y soledad al principio, me dio aprendizajes profesionales y contactos importantes, me dio amigos nuevos, comida deliciosa y lugares curiosos. Me dio viajes en compañía de personas maravillosas y poder revisitar lugares hermosos. París me dio una infinidad de nuevas experiencias por las que estaré eternamente agradecida con la ciudad más bonita del mundo (después de mi querida Guadalajara). Me voy reconciliada con París y con la esperanza de volver a visitarla y seguirle encontrando nuevos rincones. París se convirtió en otro pequeño hogar del otro lado del mundo, Paris sera toujours Paris.
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elisaenparis2018 · 6 years
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Diario de París: Semana 12
Lunes 6 de agosto
Casi ni me dan ganas de narrar este día, porque fue el más largo y estresante que he tenido en todo este viaje. Me levanté muy temprano, para llegar una hora antes del cierre de embarque, pues en la mañana suele haber una fila larga para pasar por seguridad. Pasé rápido y me senté a esperar el abordaje. Subimos todos al avión, y ya estaba a punto de despegar cuando nos dijeron que tenían que regresarnos y bajarnos por un problema técnico.
Para no hacerles el cuento demasiado largo (porque para mí sí lo fue), el vuelo se fue retrasando más y más horas. Jamás supimos cuál fue el problema técnico que nunca pudieron arreglar. La solución fue mandarnos un avión de repuesto desde Milán. El detalle fue que lo tuvieron listo para que llegara a París hasta las siete de la noche. Osea que mi vuelo que habría salido a las nueve de la mañana terminó saliendo hasta las ocho de la noche. Pasé todo el día en el aeropuerto.
Ya en el nuevo avión, todos sentados y desesperados por salir (bueno, no todos, a los que tenían conexiones les consiguieron otros vuelos y otros tantos desertaron y compraron con aerolíneas diferentes), para acabarla de fregar, el avión no salía porque estaban esperando a que trajeran las maletas documentadas para cargarlas. Como si no hubieran tenido EL DÍA ENTERO para haberlas tenido preparadas para cargarlas al nuevo avión en cuanto llegara. En fin, después de un corto pero turbulento vuelo, llegamos al aeropuerto de Venecia. Efrem (el esposo de Brigitte) me recibió con un abrazo enorme de consolación por mi larga espera.
Llegamos a casa, en Conegliano, el pueblo cerca de Venecia en donde viven, y Brigitte me dio otro abrazo de mamá francesa preocupada por su hija mexicana que nomás no llegaba. Me hicieron de cenar con mil chiqueos, Efrem me sirvió prosecco, platicamos un poco y finalmente me tiré a dormir para recuperarme de las mil horas que pasé sentada en estado de desesperación total.
 Martes 7 de agosto
Dormí como un tronco, casi no me desperté en la noche (lo cual es raro que suceda) de lo cansada que estaba. Desperté con ganas de dormir más, pero no quería desperdiciar el día, así que me levanté a desayunar en compañía de Efrem porque Brigitte tenía pacientes desde temprano. Después de bañarme salí a pasear, me fui caminando hasta el centro de Conegliano.
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Merodeé un poco por las calles y plazas sin un rumbo fijo, para ir conociendo. Cabe mencionar que aunque estuvimos aquí la vez pasada con el resto de mi familia, en realidad no conocimos el centro de la ciudad. Después subí el intrincado y caluroso camino hasta el castillo, que está en la cima de una colina. Cuando por fin llegué, sudando a chorros y falta de aliento, el museo dentro del castillo ya había cerrado y volvería a abrir dentro de tres horas. Me senté un rato en una banca bajo la sombra para refrescarme y admirar la vista desde lo alto. Volví a bajar por el otro camino (hay una ruta histórica marcada por letreros que van explicando los sitios de interés) y regresé al centro.
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Mientras me debatía entre buscar dónde comer por ahí o volver a casa, Brigitte me dijo por mensaje que en casa había pasta con salsa hecha en casa, lo que me convenció para regresar. Comí y platicamos un rato los tres; luego bajé a descansar en lo que Brigitte atendía a otro paciente. Ya que regresó nos fuimos a buscar dónde tomar el aperitivo. Subimos al castillo (esta vez en carro), pero el café de al lado estaba cerrado. Intentamos en otros dos lugares cercanos sobre la colina pero fue en vano, todos se han ido de vacaciones. Por lo menos sirvió para ir viendo los viñedos de prosecco en el camino de bajada hacia el centro. De vuelta en la ciudad por fin encontramos una ostería abierta y tomamos un Aperol Spritz.
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Regresamos a casa para cenar y un poco más tarde llegó Nicolás, su hijo, con quien platicamos un rato. Luego nos fuimos todos a dormir después de un caluroso pero bonito día en Conegliano.
 Miércoles 8 de agosto
Me levanté temprano para estar lista e irme en carro a Venecia con Nicolás, pues tenía que volver para ir a trabajar en la isla del Lido. Pasamos a comprar un capuchino y platicamos en el camino. Dejamos el carro estacionado y me acompañó hasta poco antes de la estación, porque él tomaría un taxi acuático para ir al Lido. En la estación compré de una vez mi boleto de regreso y tomé nota de los horarios de salida para calcular mi paseo.
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Como ya conocía Venecia, no tenía prisa por marcar una ruta muy específica, así que me permití perderme un poco entre las calles. Volví a los lugares que ya conocía, pasando por el Puente de Rialto (que la vez pasada estaba cubierto por remodelación, no pude verlo), luego a la Plaza de San Marcos y el Palacio Ducal. De ahí caminé por toda la orilla junto al mar hasta llegar al Arsenal donde está la Bienal de Venecia, que este año le tocaba a la de Arquitectura.
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En la antigua base militar cada dos años tiene lugar la Bienal de Venecia, alternando entre arte y arquitectura, siempre complementando con teatro, música y otras actividades aparte. Hay un pabellón principal con proyectos de todo el mundo y luego cada país tiene su propio pabellón con sus propuestas. Recorrí el principal y un par de los otros, pero para entonces ya tenía mucha hambre y se estaba acercando la hora de irme, además de que la Bienal quedaba muy lejos de la estación.
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Volví a visitar la Librería Acqua Alta (la que tiene botes y góndolas llenas de libros y vistas hacia un canal), que es mi lugar favorito de Venecia. Luego me senté en la Rosticceria Gislon a comer mozzarella in carroza, porque no podía irme sin volver a probar ese magnífico manjar. Regresé a la estación y tomé el tren de vuelta a Conegliano. 
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Llegué a bañarme porque por supuesto pasé toda la mañana derritiéndome bajo el imperdonable sol de Venecia y la ola de calor europea. Una hora más tarde partimos al pueblo de Cison de Valmarino para ir a una feria artesanal, el cual, como está al pie de las montañas, el clima estaba maravillosamente fresco, un contraste enorme con Venecia.
Había cientos de puestos de artesanías de todo tipo y de comida tradicional de la región. Después de pasear un poco nos sentamos a comer y luego fuimos por gelato de postre y a seguir bobeando por los puestos. Poco después del anochecer volvimos a casa a dormir.
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 Jueves 9 de agosto
Hoy pude dormir hasta más tarde porque tomaría un tren a Verona hasta las once de la mañana. Después de desayunar, Efrem me acompañó a la estación y subí al tren; cambié de tren en Venecia y llegué a Verona a las dos de la tarde. Primero visité la Arena, el antiguo anfiteatro romano que ahora usan para puestas en escena con instalaciones más contemporáneas pero con obras clásicas. De ahí caminé a la Casa de Julieta, que adaptaron como museo basándose en la obra de Shakespeare y la leyenda de los amantes trágicos.
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Saliendo de ahí me senté en un restaurante de una plaza y me comí una pizza entera porque ya moría de hambre. Seguí caminando por las calles del centro, admirando la arquitectura antigua. Llegué hasta el Museo de Castelvecchio, lo recorrí todo y luego me fui a la estación para alcanzar a tomar un tren que saliera a una hora razonable para no llegar muy tarde. De todos modos llegué a las diez de la noche porque tuve que esperar cuarenta minutos el tren regional en la estación de cambio, pues por mi tipo de boleto no podía subirme a uno de alta velocidad, o me habrían puesto una multa.
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Podrá parecer que no vi mucho en Verona, pero es una ciudad mucho más pequeña que Venecia y todo punto de interés está cerca uno de otro, así que simplemente caminando pude verlo todo.
 Viernes 10 de agosto
Después de desayunar preparamos comida para llevarnos a las montañas. Llegamos a la reserva del Lago de Barcis, lugar precioso entre las montañas de la región de Friuli. El lago tenía una tonalidad turquesa y el agua estaba impecable. El clima estaba maravillosamente fresco y hasta nos dio frío con el viento que soplaba. Había algunos pequeños hoteles y lugares para hacer picnics. Nos sentamos en una mesa a la orilla del lago para comer, admirando el sobrecogedor paisaje. Caminamos por el sendero junto al lago y entramos a una cafetería a tomar un capuchino y un vasito de grappa hecha en casa. Empezó a llover pero paró muy rápido; seguimos caminando y cruzamos un puente. Habríamos continuado caminando por el otro lado del lago, pero se acercaban nubes tormentosas y no queríamos que nos agarraran a media montaña. Regresamos al carro y nos fuimos en carretera hacia la dirección opuesta desde la que llegamos.
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Pasamos por las Dolomitas, un grupo de montañas dentro de los Alpes que con el sol adquieren una tonalidad rosada. Paramos en la presa de Vajont, donde en 1963 ocurrió una tragedia enorme: un pedazo de montaña se desprendió y cayó sobre la presa, la cual se desbordó, inundando y destruyendo por completo los pueblos del valle de abajo y dejando miles de muertos. Debido a la negligencia de los ingenieros que ignoraron la advertencia de desplazamiento de la montaña, nunca soltaron una alarma, nadie pudo evacuar y la “ola de la muerte”, que se levantó 250 metros sobre la pared de la presa, los sorprendió en la noche.
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Ahora está abajo el pueblo reconstruido de Longarone, uno de los que se llevó el agua casi por completo. Por supuesto que jamás volvieron a llenar ni utilizar la presa, ahora sólo hay espacios para honrar a las víctimas y recordar la catástrofe provocada por negligencia humana. Finalmente volvimos a casa a descansar un rato y yo a organizar mi maleta. Después de empacar nos sentamos los tres a tomar un último spritz, a platicar y luego a cenar. De postre fuimos por el mejor gelato de la ciudad, cuyo dueño está por abrir un local en Times Square. Pedí uno de avellana y leche de búfala, y realmente fue el mejor gelato que he comido en toda mi vida, porque lo que lo distingue de otros es que lo hacen el mismo día o unas horas antes de servirlo, así que está siempre fresco. Vimos un rato la televisión y luego me fui a dormir.
 Sábado 11 de agosto
Me bañé, guardé mis cosas y subí a desayunar con Brigitte y Efrem. Un poco más tarde me despedí de Brigitte y Efrem me llevó al aeropuerto. Me dolió mucho despedirme de ellos porque me trataron como si fuera su hija, me dieron todo su cariño y hospitalidad, además de la enorme generosidad de prestarme su departamento en París por tres meses. Son mis papás europeos a quienes siempre llevo en mi corazón y a quienes me encantaría poder ver más seguido. Con ellos pasé los días más felices de este viaje (además de las dos semanas que estuvo Mario aquí conmigo), fue un regalo enorme estar con mi familia europea antes de regresar con mi familia mexicana.
Afortunadamente, este vuelo no tuvo ningún problema y salimos y llegamos a tiempo. Incluso tuve suerte de que el RER que tomé a París fue directo y no hizo ninguna parada hasta Gare du Nord. Además el clima ya mejoró mucho por acá, bajó varios grados y volvió el viento fresco. De regreso en el departamento empaqué, fui al súper a comprar comida para estos últimos días y me quedé descansando y editando fotos toda la tarde.
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elisaenparis2018 · 6 years
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Diario de París: Semana 11
Lunes 30 de julio
No salí del departamento en todo el día de lo mal que me sentía, hasta fiebre me dio. Afortunadamente fui precavida (más bien gracias a mi mamá) y me traje un arsenal de medicinas para estos casos. Estuve viendo series y películas, comiendo lo único que suelo comer cuando me enfermo del estómago y tomando siestas. Ya en la noche me sentía mejor y me fui a dormir esperando despertar recuperada para seguir aprovechando mis días libres.
 Martes 31 de julio
Ahora sí me desperté sintiéndome muchísimo mejor, todavía con el estómago un poco sensible pero ya con ganas de salir. Visité el Museo Rodin, ubicado en un antiguo hotel en el que vivió el escultor durante varios años. El lugar está precioso, muy bien conservado el edificio y rodeado de unos jardines muy lindos. El museo contiene una infinidad de piezas, maquetas y ensayos de las esculturas de Rodin, además de algunas de Camille Claudel, amigo suyo, y obras que fueron parte de su colección, como el retrato de Père Tanguy hecho por Van Gogh. Sus esculturas monumentales se encuentran afuera, en los jardines: El Pensador, La puerta del infierno, el monumento a Balzac y a Victor Hugo, los Burgueses de Calais, entre otros. Es un lugar muy elegante y extremadamente relajante, pues el clima estaba perfecto para sentarse un rato en los jardines y disfrutar de las magníficas obras de Rodin. Justo eso hice, me senté en una banca a disfrutar de una fresca brisa de verano, con el brillante domo de Invalides asomándose desde la izquierda.
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Me fui en metro hasta St. Michel y regresé a la librería Shakespeare and Company, en busca de un libro que tenía muchas ganas de comprar: Anne of Green Gables (después de haber estado viendo Anne with an E). Después iba a visitar las catacumbas de París, pero para entonces estaba haciendo más calor y por mi claustrofobia no lo consideré muy buena idea para hoy. Volví a casa a comer y estuve hablando un buen rato con mi hermana antes de leer-ver series-cenar-dormir.
 Miércoles 1 de agosto
Como había quedado de ir a la Embajada a llenar un documento de finalización de prácticas a partir de la una de la tarde, pude levantarme tarde. Sobre todo después del escandaloso drama que armaron mis vecinos de en frente a las cinco de la mañana, después de lo cual creí que no podría volver a dormirme, pero luego de un rato lo logré. Recorrí el larguísimo camino hasta la Embajada, ese que tanto odié en la semana durante la cual tuve que estar yendo. Justo cuando empecé a llenar el documento con las preguntas que hacían, me pareció muy familiar el formato. Me di cuenta de que era el mismo que ya había llenado, firmado y sellado con la directora antes de que se fuera de vacaciones. Y adivinen dónde estaba dicho documento: en mi departamento.
La encargada de prácticas profesionales no me avisó que tenía que llevar algo, y a mí tampoco se me ocurrió preguntarle antes. De haberlo hecho sólo habría tenido que ir a dejar los papeles y ni siquiera quedarme a llenar nada. Ahora tendré que regresar mañana para dejarlos porque hubo una pésima comunicación. En mi frustración y mientras pensaba qué haría después, subí al metro para ir al cementerio de Montparnasse, pero una vez que bajé en la estación cercana a la entrada, decidí que no tenía ganas de caminar entre tumbas, no estaba de humor, además de que mañana es dos de agosto y es una fecha triste para mí. Entonces recordé que aún no había ido al barrio chino, a Place d’Italie (Plaza de Italia, sí, vaya nombre para el barrio chino) y volví a subir al metro para ir hasta allá.
Exploré un poco las calles de Butte aux Cailles, que se supone que se parecen a Montmartre por lo inclinadas y las escaleras. Pues sí se parecen un poco pero no son la gran cosa. Lo que sí me gustó fue el arte urbano, había muchas paredes llenas de murales coloridos e ingeniosos. Luego busqué un lugar para comer (obviamente de comida asiática, si no qué chiste que estuviera ahí), y encontré un restaurante de pho (sopa de fideos vietnamita). Fue justo lo que necesitaba para celebrar que mi estómago ya se había recuperado y para calmar mi frustración ante el fallido viaje hasta la Embajada. Quedé llenísima pero contenta y regresé a casa a flojear toda la tarde.
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 Jueves 2 de agosto
Me desperté desganada y muy triste porque hoy mi amigo Mariano habría cumplido 25 años; lloré desconsoladamente en la regadera. A mediodía volví a hacer el estúpidamente largo camino hasta la embajada, hoy más caluroso que ayer. Me tomó tres minutos entrar, entregar los papeles, revisar que no faltara nada y salir. Había acordado ver a Alma a las tres de la tarde en el Jardin des Plantes (Jardín Botánico), pero todavía faltaba hora y media. Hice media hora de camino y todavía me quedaba un rato, así que entré a comer a un McDonald’s porque ya tenía hambre. Cerca de las tres vi a Alma pasar y entrar al parque, así que recogí mis cosas y la seguí hasta que se me perdió cuando dobló una esquina. La encontré sentada en una banca y nos quedamos ahí platicando un buen rato.
Después caminamos por el jardín, el cual está lleno de miles de especies de flores distintas, ¡hasta cempazúchitl había! Todas estaban hermosas y de colores brillantes. Nos dirigimos hacia el zoológico, al que no entramos, pero desde afuera vimos a un panda rojo dormido y sacando la lengua por el calor, nos dieron muchas ganas de abrazarlo. Salimos del parque y fuimos a la casa de té de la Gran Mezquita, donde comimos un postre típico del medio oriente y tomamos té. Platicamos sobre nuestras experiencias como practicantes del Instituto Cultural y muchas otras cosas. Luego de un rato y cuando estaban reacomodando las mesas para cerrar o para empezar a servir la cena, salimos y nos despedimos para volver a nuestras respectivas casas.
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 Viernes 3 de agosto
Desperté muy de buenas porque la noche anterior planeé mi paseo de hoy: la ruta de las papelerías de París. Recién llegué aquí, mi papá me había enviado el artículo del blog de una chica argentina que escribe sobre las tiendas de productos de escritura en las ciudades que va visitando. Esas tiendas son mi mayor tentación, siempre que entro a alguna quiero comprar absolutamente todo y casi nunca salgo con las manos vacías. En la misma calle del ICM había una de las de la lista y ya la había visitado, pero desde hace varias semanas tenía ganas de hacer la ruta y visitar todas las demás en un día. Así que anoche las marqué en mi mapa, agrupándolas por barrio.
Marqué cinco y sólo fui a cuatro, pues el calor de hoy se fue tornando insoportable y la calidad del aire insalubre. Todas las que visité estaban en Le Marais y a una muy corta distancia una de la otra. La primera fue Mélodies Graphiques, una boutique pequeña pero encantadora, artesanal y vintage. Tenían su propio diseño de papel, sobres, sellos y ceras, tinta, plumas, bolígrafos y plumas fuentes, todo tipo de artículos al estilo antiguo para escribir. Luego me metí a BHV, que es una tienda departamental como Sears o Palacio de Hierro, pero que tiene una sección enorme y muy variada de papelería. Varios stands de marcas distintas con cuadernos, agendas y otros productos más modernos pero con diseños muy lindos.
La tercera se llamaba La Pétite Épicerie, y esta era más bien una tienda de manualidades, cuyos productos incluían algunos de papelería. La última a la que entré, L’Écritoire, se parecía mucho a la primera, también muy artesanal y de manufactura al estilo antiguo.  Para cuando salí de esa ya no aguantaba el calor y tomé el metro de regreso a casa, pasando antes al súper para comprar algo para la comida. El calor jamás mejoró y ya no volví a salir del departamento porque no se antojaba con el infierno que  hacía afuera.
 Sábado 4 de agosto
Me levanté una hora más tarde de lo que por sí ya me estaba levantando, hasta que ya no tenía nada de sueño ni los ruidos de afuera me dejaban seguir durmiendo. Recordé que aún no había ido a conocer el Parc de la Villette, que me quedaba muy cerca, a tres estaciones, así que después de desayunar y bañarme fui para allá. Este lugar es un parque con diferentes foros: la ciudad de la música y la danza, la ciudad de la ciencia y la industria, un cine al aire libre, un foro de conciertos y un foro enorme para exposiciones. En éste último estaba otra exposición audiovisual inmersiva, como la de Klimt, pero además interactiva. Los muros se llenaban de colores, lluvia, flores, samuráis y conejos, y cuando uno los tocaba las cosas cambiaban.
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Después de un rato de recorrer todas las salas diferentes, salí a caminar por el parque para conocer lo demás. Había una exposición de Legos de superhéroes, un cine bajo una geoda gigante y reflejante, un puente que cruzaba el canal y todo tipo de espacios para disfrutar en la sombra o hacer un picnic. Pero hacía tanto calor que me empezó a doler la cabeza, así que volví a la entrada para tomar el metro a casa. Tomé algo para el dolor de cabeza y me dormí un rato. Ya cuando me sentí mejor me hice de comer y pasé la tarde flojeando a gusto.  
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 Domingo 5 de agosto
Hoy casi no puse un pie afuera del departamento, pues me dediqué a limpiarlo, a lavar ropa y a empacar para la semana que pasaré en Italia. El único momento en que salí fue a comprar boletos de transporte, porque como no voy a estar esta semana, no tuvo caso gastar en renovar mi pase. También pasé al súper para comprar algunas cosas de limpieza que tenía que reponer. Todo el día lo pasé entonces preparando todo para mi partida mañana al último viaje europeo antes de volver a casa.
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elisaenparis2018 · 6 years
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Diario de París: Semana 10
Lunes 23 de julio
Después de desayunar y bañarme con calma, me encaminé al metro porque quería ir al Primark más “cercano”, pues tenía ganas de bobear en uno con más calma y quería comprar una maleta para viajes cortos (me dijeron, entre otras recomendaciones, que ahí vendían baratas). Fue uno de los paseos más estresantes y que más ansiedad me han dado en este viaje. El más “cercano” estaba en St. Ouen, al norte, ya en las afueras de París; para llegar ahí tuve que cambiar de metro, caminar hacia una parada de camión en medio de no sé dónde carajos, tomar ese camión que hizo un largo camino y cada vez se alejaba más y finalmente bajarme en una parada a 15 minutos del centro comercial, hasta donde tuve que caminar al lado de una carretera.
Por fin entré al maldito centro comercial, toda acalorada y ansiosa, buscando la maldita tienda. Estaba hecha un desmadre, había mucha gente, todo revuelto y en algunos espacios olía mal. La ropa no me llamó mucho la atención por lo mismo del caos, aunque sí se me antojó comprar todo lo de Harry Potter y Disney. Por fin encontré las maletas, quedaban pocas pero encontré una perfecta, de buen diseño, barata y con espacio decente. Hice la fila eterna para pagar y salí de la tienda. Había pensado seguir viendo tiendas e incluso comer ahí, pero el trayecto de venida me había estresado tanto que preferí regresar de una vez. Fue una excelente decisión porque alcancé a tomar el camión de regreso justo a tiempo, uno que sí pasaba en frente del centro comercial y me dejaba afuera del metro.
Camino a casa me compré un kebab para comerlo en el departamento mientras veía algo en mi laptop. Después de comer empaqué para Lyon, estrenando mi maleta nueva, y descansé un ratito. Luego me fui caminando hasta el canal, en donde por el verano pusieron una “playa”, con camastros, puestos de nieve, bebidas y comida, hasta una alberca adaptada sobre el canal con agua tratada. También había personas de todas las edades navegando en pequeños botes o remando sobre tablas. Había unas regaderas que soltaban brisa para refrescar, y por supuesto que pasé debajo de ellas para apaciguar el calor. Recorrí todo el lugar y volví caminando a casa, pasando antes al súper a comprar algo para desayunar en el camión en la mañana, pues tendría que salir muy temprano para llegar a tiempo a la estación.
 Martes 24 de julio
Me levanté terriblemente temprano para bañarme y tomar el metro hasta la estación desde donde saldría el camión a Lyon. Llegué media hora antes de la salida y me senté en el lugar que me asignaron. El viaje de seis horas estuvo cansado pero medianamente tolerable. Como de costumbre sólo me pude dormir en pequeños intervalos y mi cuello quedó todo adolorido. Lo único verdaderamente molesto fueron las chicas que iban en frente, quienes desde que se sentaron reclinaron completamente sus asientos, dejándome el más miserable de los espacios. Por lo menos nadie ocupó el asiento a mi lado, y después de la parada obligatoria en un área de descanso para comer, les indiqué pasivo-agresivamente que subieran sus asientos (antes de que volvieran al camión se los subí, se dieron cuenta y ya no volvieron a reclinarlos tanto).
Al llegar a Lyon tomé el tranvía y me bajé donde Grace me había indicado. Nos encontramos en la parada y fuimos a su departamento. Para quienes no sepan, Grace fue mi maestra en el CEDI y luego en el ITESO; está viviendo en Lyon para terminar su doctorado, junto con Demián, su hijo de trece años, y Octavio, su esposo, a quienes conocí por primera vez en este viaje. Dejé mis cosas y saludé a Demián, a quien desde hace mucho tenía  ganas de conocer por todo lo que Grace contaba de él. Descansé un poco, comimos y platicamos.
Un rato después caminamos hasta la orilla del Rhône, uno de los ríos que atraviesa la ciudad. Paseamos un poco por ahí, llegamos a la Plaza Bellecour, donde hay una estatua de Luis XIV. Volvimos al río a esperar a Octavio que salía de trabajar, para hacer un picnic, durante el cual presenciamos cómo un señor se metió a nadar para recuperar un balón de fútbol. Caminamos hacia el otro río, el Saône, que estaba unas cuadras, justo antes de donde empieza la Vieja Lyon. Octavio se llevó a Demián en la bicicleta – escena muy graciosa porque no tenía dónde apoyar los pies y tuvo que dejarlos colgando –, mientras Grace y yo volvimos caminando. Llegamos directo a empijamarnos y dormir.
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 Miércoles 25 de julio
Después del desayuno partimos hacia la Vieja Lyon, primera vez para todos, pues por estar ocupados con un montón de trámites burocráticos, Grace y compañía no habían tenido tiempo de turistear por la ciudad. Es una zona muy bonita, llena de edificios antiguos; me recordó un poco a Venecia sin los canales. Nos encontramos con una amiga de Grace, quien nos enseñó los mejores helados de Lyon; pedí uno de chocomenta y nos sentamos un ratito. Continuamos nuestro paseo entrando a conocer la Catedral de St. Jean, que estaba muy fresca por dentro (estaba haciendo un calor infernal). Luego tomamos el teleférico para subir y nos bajamos en la primera parada. Entramos a las ruinas restauradas de unos teatros galo-romanos, y después de subirlas bajo el sol ardiente nos sentamos en la sombra a esperar a Octavio que se había quedado en casa haciendo un pendiente. Fuimos juntos al mirador al lado de la Catedral de Notre Dame de Fourvière, que tenía una vista bellísima de Lyon. Entramos también a conocer la catedral, muy elegante por fuera y muy barroca por dentro.
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Bajamos de nuevo en el teleférico y fuimos en metro a la Plaza Bellecour para comprar algo de comer y sentarnos por ahí a descansar. Octavio volvió a irse a hacer más pendientes y los demás seguimos paseando. Volvimos al teleférico para ir hasta arriba, donde resultó que no había nada interesante, así que bajamos otra vez. Nuestra última aventura del día fue la búsqueda confusa de los “traboules” de la Cruz Roja. Según habíamos oído, por todo Lyon existe una serie de jardines/túneles/caminos escondidos entre edificios. La ubicación del GPS no ayudó mucho porque no encontrábamos nada, así que le hicimos a la antigua preguntando a los locales, quienes nos orientaron a medias porque no todos parecían saber exactamente dónde estaban.
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Por fin encontramos una de las entradas y descubrimos que había que seguir unos símbolos de león en las paredes para encontrar los demás. No eran jardines, pero sí unos pasillos, a veces con escaleras, que servían como atajos sólo para peatones. Cruzaban edificios y era muy curioso e invasivo entrar a los patios de los departamentos, donde claramente vivía bastante gente y podíamos ver un poco de sus vidas a través de sus ventanas abiertas. Ya en la noche volvimos a casa a cenar todos juntos y a descansar del muy acalorado pero interesante paseo.
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 Jueves 26 de julio
Hoy me tocó pasear sola, porque Octavio volvía al trabajo, Grace tenía trámites bancarios por hacer, y Demián no es muy fanático de caminar demasiado y ver museos con calma. Primero visité el Museo de Bellas Artes de Lyon, que no me decepcionó pero tampoco cumplió mis expectativas. Sobre todo porque la mayoría de las pinturas de la colección antigua tenían temáticas religiosas como siempre, y de ésas ya he visto demasiadas. La sección de esculturas tiene mucho de Rodin y también hay algunos impresionistas en pintura, pero no muchos. Lo que más me gustó fue la exposición temporal de Erik Dietman, un sueco dadaísta admirador de Duchamp, y la sección de arte moderno, cuya mayoría de piezas había visto en Guadalajara, en el MUSA, cuando se hizo la expo de “Los Modernos”.
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Después fui al Museo Lumière, el cual sí me encantó y superó todas mis expectativas. Está ubicado en lo que solía ser la mansión del padre de los Lumière, al lado de donde tenían su fábrica. El museo cuenta la historia de las creaciones de estos hermanos, desde los antecedentes del cine, la invención del cinematógrafo y otros aparatos de la índole fílmica, hasta una proyección de ciento cuarenta de las miles de películas que filmaron ellos y sus asociados. Por supuesto incluyó la muestra de prototipos y aparatos originales, todo muy interactivo porque demostraba cómo funcionaban.
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De ahí pensaba ir al Musée des Confluences, que había leído que era muy interesante, pero para entonces ya estaba muy cansa, acaloradísima y hambrienta, además de que ya no alcanzaría a ver mucho porque cerraría pronto y no me gusta ver museos apresurada. Me arrepentí de haber ido al de Bellas Artes y no a éste, pero ya no pude hacer nada al respecto. Regresé al departamento y pasé el resto de la tarde platicando, jugando videojuegos, escuchando música y aprendiendo alemán con Demián. Nos fuimos a dormir después de haber conquistado una buena parte de Europa en representación de la URSS en un videojuego y de haber escuchado casi toda la discografía de Rammstein, actuales aficiones de Demián.
 Viernes 27 de julio
Después de desayunar me despedí de todos y me fui en tranvía a la estación. Este viaje duró una hora extra porque hizo una escala en otra ciudad. Hoy sí me tocó que desde un principio un tipo se sentara al lado de mí, lo cual me habría molestado menos de no ser porque invadía un poco mi espacio y a cada rato rozaba su brazo con el mío, y como bien saben muchos, odio interactuar con extraños y mucho más que me toquen aunque no sea intencional. Después de la parada para comer le dije que me cambiaría al lugar de en frente porque estaba vacío, informándole de que soy claustrofóbica y necesitaba más espacio (lo cual no era mentira, pero omití el detalle de estar odiando su contacto físico no intencional pero no solicitado).
El conductor tenía una vejiga muy débil o algo así, porque se paró tres veces al baño y sólo en la tercera nos dejó bajar también (además de la obligatoria a la hora de la comida). Unas horas después por fin llegamos a la estación, tomé el metro de regreso a casa, en el cual iba muriendo de calor porque estaba a 37° en París, y, para acabarla de fregar, en un momento el metro se quedó varado por alguna complicación durante cinco muy largos y calurosos minutos. Finalmente llegué a mi parada, con la sorpresa de que estaba empezando a llover. Pasé a la panadería y compré un baguette recién hecho para tener algo para cenar y desayunar, porque había planeado llegar al supermercado pero con la lluvia sería imposible. El resto de la tarde la empleé transcribiendo mi diario, editando mis fotos y viendo anime mientras la lluvia, y hasta el granizo de tamaño de pelotas de golf, azotaban mi balcón. Me fui a dormir con una sonrisa dibujada en el rostro, después de unos días en compañía de una familia muy bonita que me recibió con los brazos abiertos y con muchas ganas de descubrir una nueva ciudad.
 Sábado 28 de julio
Luego de un largo descanso del viaje y de haberme desvelado, desayuné y me puse a lavar toda la ropa sucia que había acumulado desde antes de irme a Lyon más la del viaje. Entre lavadoras limpié el departamento y fui al súper a surtirme para la semana. Me hice de comer y en la tarde fui al cine a ver Mamma Mia 2. Me la pasé llorando toda la película por la nostalgia que me dio ver una que tenía muchas ganas de ver con mi mamá y mi hermana, además de la trama que no les voy a arruinar si no la han visto. Aguanté el impulso de cantar todas las canciones en voz alta porque los franceses son muy serios en el cine y no soportan casi ningún ruido ajeno a la proyección. Volví a casa a seguir flojeando hasta quedarme dormida, excepto por la parte en la que planifiqué un poco mi semana para visitar lo que me falta de París antes de irme a Italia.
 Domingo 29 de julio
Hoy tenía pensado ir al Museo Rodin, pero me desperté sintiéndome mal del estómago. Tomé medicina y después de un rato me sentí mejor, así que me bañé y decidí salir un rato. Fui a buscar una cartera nueva porque la anterior ya está muy gastada. Entré a explorar algunas tiendas y poco después empezó a dolerme mucho la cabeza, así que volví a casa. Tomé una larga siesta y por ahora me siento mejor, pero he estado tirada en cama convaleciente sin hacer mucho. Tendré que estar comiendo muy ligero y muy sano esta semana para llegar sana a Italia el próximo lunes.
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elisaenparis2018 · 6 years
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Diario de París: Semana 9
Lunes 16 de julio
Hoy hice un poco de todo en el instituto, estuve ocupada todo el día y terminé cansada, pero me gustó que casi no hubieran tiempos muertos sin hacer nada, me sentí productiva. De vuelta en casa dediqué el resto de la tarde a ver películas y preparé mi comida de mañana.
 Martes 17 de julio
Tras otro día productivo en el trabajo llegué cansada al departamento de nuevo. Igual que ayer, me puse a ver películas y series porque no tenía ganas de salir. La única diferencia es que salí al súper a comprar algunas cosas que me hacían falta. No se preocupen, ya que acabe la semana me queda mucho por hacer y no planeo desperdiciar el tiempo. Esta última semana de trabajo parece que está siendo la más ocupada y productiva, por eso llego exhausta a casa. Me queda un mes aquí y pienso aprovecharlo lo más posible para que haya valido la pena la soledad.
 Miércoles 18 de julio
De nuevo un día bastante ocupado en el ICM, con un pie en las vacaciones y apurados por adelantar trabajo. Terminé cansada pero volví a casa para refrescarme porque había quedado de ver a Gilberto para cenar y platicar. Nos encontramos cerca de su casa y estuvimos un rato platicando sobre proyectos futuros en un restaurante muy agradable mientras cenamos. Un rato después regresé a casa y llegué directo a dormir.
 Jueves 19 de julio
Este penúltimo día de trabajo se pasó lentísimo, pues en la mañana no hubo mucho por hacer. Ya en la tarde se activó un poco más el asunto y tuve que dejar algo pendiente para mañana. Antes de volver a casa compré un boleto de cine para ver Ant Man and the Wasp más tarde, y luego entré a curiosear en algunas tiendas que me quedaban de camino al departamento. Descansé un ratito y volví a encaminarme hacia el cine para ver la película. Dos horas después regresé caminando a casa a descansar antes del último día de prácticas profesionales.
 Viernes 20 de julio
Amaneció lloviendo, como regalo de frescura para mi último día de trabajo. Después de la primera mitad del día haciendo los últimos pendientes, fui con Isabel al Marché des Enfants Rouges (Mercado de los niños rojos), que solía ser un orfanato donde los niños vestían de rojo y ahora es el mercado cubierto más antiguo de París (desde los años 1600). Pensábamos comer ahí, pero como estaba muy lleno pedimos comida del puesto japonés para llevar y regresamos al Instituto. Comimos en la sala de descanso y platicamos con Estefanía también. En la tarde estuve en la recepción de la galería como última tarea de las prácticas.
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Subí a despedirme de todos, lo cual fue muy emotivo porque me dijeron cosas muy lindas, agradecieron toda mi ayuda y felicitaron mi esfuerzo, dedicación, organización y eficiencia durante mi estancia. Me desearon todos que tuviera una excelente vida profesional y que ojalá nuestros caminos volvieran a encontrarse. Les agradecí a todos por haberme tratado tan bien y por hacer que me sintiera como en casa trabajando con ellos.
Antes de ir a casa pensaba volver al mercado a explorar un poco porque había una tienda de fotografías que me llamó la atención, pero cuando salí estaba empezando a llover y yo llevaba documentos oficiales firmados y sellados que no quería que se mojaran, así que mejor me fui directo al metro. Ya en el departamento descansé un ratito y recordé que había un restaurante cerca al que quería ir porque lo veo cada que paso en camión. Resultó ser de chicken and waffles (pollo frito y waffles), así que pedí para llevar. Dejé mi teléfono para que me llamaran cuando estuviera listo porque había mucha demanda, y me fui a pasear un rato por las calles de alrededor. Llegué hasta Belleville y regresé, me senté un ratito en una banca y me llamaron para recoger mi orden. Volví a casa a cenar y a ver series, después de lo cual caí rendida.
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 Sábado 21 de julio
Ahora sí desperté tarde y amanecí mucho más descansada, motivada para trabajar en lo último de mi reporte de las prácticas. Desayuné y vi una película y luego me puse a trabajar; hice una pausa para bañarme y despejarme, para continuar escribiendo. No paré hasta que terminé el reporte, lo dejé listo para revisarlo antes de entregarlo en agosto, un pendiente menos. Salí y tomé el metro para regresar al instituto, pues ayer no había podido despedirme de Marion, la de comunicación, que tuvo que salir rápido. Llegué a platicar con ella un ratito y luego nos despedimos con buenos deseos.
Volví al Marché des Enfants Rouges y entré a la tienda de fotografías que me había llamado la atención ayer. Vendían impresiones originales de todos los tamaños, épocas y lugares. Se me antojó comprar un montón, pero estaban muy caras, hasta las más pequeñas, así que me conformé con admirarlas. Me disponía a quedarme ahí a comer, pero ya estaban cerrando todos los puestos, así que volví a casa y de pasada compré algunas cosas para prepararme algo en el departamento.
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Después de comer descansé un ratito y luego salí a caminar al parque para no desaprovechar que la tarde se había puesto muy linda. Subí hasta la punta de la “colina”, donde había visto que cruzando un puente se llegaba a una especie de quiosco. Resultó ser una reproducción de un antiguo y pequeño templo romano, cuya vista del barrio 19 y del parque estaba hermosa; incluso a lo lejos se veía Montmartre y el Sacre Coeur. Bajé y seguí caminando un rato, hasta que alguien me llamó y me di la vuelta para ver qué quería. Un señor en silla de ruedas muy preocupado me preguntó por qué tenía un aire tan pensativo. Esto nos llevó a una larga plática sobre un poco de todo, que francamente sí me hizo sentir mejor. Regresé a casa y me puse a ver una serie en lo que caí dormida.
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Domingo 22 de julio
Mañana es cumpleaños de Alma, así que para festejarlo quedamos de hacer un picnic en el Parque Montsouris, frente a la Ciudad Universitaria. Pasé a comprar una botella de vino para compartir y luego tomé el metro y el RER porque estaba hasta el sur de la ciudad y me quedaba algo lejos. Me encontré en el parque con los demás y pasamos varias horas muy agradables. Comimos quiche de atún que hizo Greg, el novio de Alma, con ensalada y botana. Platicamos mucho, partimos el pastel y luego jugamos a adivinar personajes. Volví a casa contenta por el buen cierre de la última semana de trabajo.
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elisaenparis2018 · 6 years
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Diario de París: Semana 8
Martes 10 de julio
Hoy tocó volver al ICM, por lo que me levanté más animada de hacer un camino mucho más corto al trabajo. No hice mucho porque no había mucho pendiente por hoy y casi hasta me quedo dormida mientras leía un artículo. Al terminar tomé el metro de regreso y en el camino me llegó el sentimiento de tristeza profunda por recordar que me quedaban sólo dos días más con Mario de visita y luego me quedaría sola casi otro mes más. Llegué llorando al departamento y me abrazó hasta calmarme y asegurarme que se me iba a pasar rápido el tiempo para volver a casa.
Buscamos un lugar para comer cercano y encontramos un lugar de hamburguesas muy ricas. De ahí nos dirigimos a Montmartre para comprar algunos regalos que Mario quería llevar a casa y luego entramos al cine a ver A Quiet Place. Regresamos al departamento a relajarnos y pusimos el partido de Francia y Bélgica de fondo para estar en sintonía con los aficionados que se oían alrededor. Mientras tanto me puse a escribir y editar fotos, Mario a jugar en su celular y luego cenamos y dormimos.
Miércoles 11 de julio
Mario me acompañó hasta el Instituto y se fue a pasear mientras yo trabajaba. Unas horas después llegó a buscarme y nos fuimos juntos a buscar algo de comer por ahí. Encontramos un lugar muy famoso de falafel, hicimos una fila como de media hora, pero valió la pena porque estaban muy buenos. Tomamos un camión de regreso a casa y pasamos al súper a comprar algunas cosas para la cena y chocolates que enviaríamos a casa en su maleta. Pasamos la tarde viendo un poco de todo y tomamos una siesta, además de que hablé con mis papás sobre planear un pequeño viaje después de terminar las prácticas y antes de ir a Italia con Brigitte.
En la noche le ayudé a empacar y dejamos todo listo para la mañana siguiente.
Jueves 12 de julio
Como tenía permiso para acompañar a Mario al aeropuerto y llegar a trabajar en la tarde, pudimos dormir un rato más. Desayunamos y nos alistamos para tomar el camión y luego el RER al aeropuerto. Cuando llegamos había muchísima actividad y mucha gente que iba a viajar. Pensaba quedarme con él un rato, pero cuando documentó le dijeron que en la mañana siempre hay demasiada gente y que pasar por seguridad podría tomarle hasta hora y media sólo por hacer fila, estaría arriesgándose a perder su vuelo. Entonces lo acompañé hasta la puerta antes de pasar por migración y me despedí de él. Me fui con el corazón roto, porque su visita me animó mucho después de haber extrañado tanto mi hogar, pero su partida significaba otro rato de estar sola. Tomé el RER de regreso y luego el metro al ICM, con un nudo en la garganta y conteniendo las lágrimas.
Por lo menos el trabajo me distrajo un rato porque hoy sí hubo más cosas que hacer, además de que estuve platicando un poco con Mario en lo que abordaba el avión. Pasé al súper para comprar algunas cosas, volví a casa y lloré al llegar porque ya había nadie que me esperara de regreso, pero logré calmarme pronto. Cambié las sábanas y cociné para tener comida para algunos días. Cené mientras veía Anne with an E para distraerme de mi melancolía con tragedias ajenas. Seguí tratando de no pensar en mi soledad y me fui a dormir.
Viernes 13 de julio
Justo cuando me disponía a tomar el metro hacia el instituto, mientras bajaba los escalones del andén, vi que subía mucha gente. Una chica me dijo que no iba a arrancar en un rato porque había un incidente en una de las siguientes estaciones. Tuve que tomar otra ruta que hacía un rodeo bastante tonto (no podía tomar mi ruta vieja porque quedó obsoleta por aquello de las renovaciones) pero logré llegar sólo diez minutos tarde. De todos modos no había llegado más que una persona porque siempre llegan los demás a las diez y todavía no tenía indicaciones sobre qué hacer.
Hoy me tocó estar abajo en la recepción, atendiendo al público que llegaba a visitar la exposición. Les daba la bienvenida y el comunicado de prensa, algunos me pedían explicaciones sobre la exposición o sobre el instituto. No hubo muchos visitantes en todo el día pero también estuve haciendo otras cosas que me encargaron mientras estuve en la recepción. Llegó la hora de cerrar y volví a casa a lavar ropa y a descansar.
Sábado 14 de julio
Me levanté temprano para ir al desfile militar de la fiesta nacional, pues si quería agarrar buen lugar tenía que llegar con bastante anticipación. Encontré lugar justo al inicio, cerca del Arco del Triunfo, desde donde arranca todo. Al principio había un tipo muy alto frente a mí (de esos egoístas que se ponen hasta adelante sin importar si hay niños o personas no altas a quienes pueda taparles) pero poco a poco fui moviéndome hasta la barrera. A grandes rasgos, francamente no cumplió con mis expectativas y me aburrió un poco. Tardó en empezar y hubo demasiado tiempo de espera entre las demostraciones de cada grupo. Probablemente se habría visto todo con más cohesión si me hubiera posicionado hacia el final del desfile. Lo que más me gustó fue los aviones que pasaban en formación y pintando el cielo con los colores de la bandera francesa. Pero lo paseada nadie me lo quita.
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Decidí irme diez minutos antes de que terminara para no coincidir con el resto de los miles de personas que asistieron, lo que resultó ser una excelente decisión porque no me tocó el metro atascado. Volví a casa para comer y descansar un rato antes de volver a salir en la tarde. Había quedado de encontrarme con Alma y sus amigos en el Puente de Alejandro III para hacer un picnic y ver el espectáculo pirotécnico de la Torre Eiffel. Pasé al súper por queso para compartir y llegué un rato antes que todos; los esperé bajo la sombra cerca de Invalides. Llegaron todos y bajamos al lado del Sena para escoger el lugar desde el que veríamos el espectáculo.
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Pasamos varias horas comiendo, bebiendo y platicando, hasta que cayó la noche y empezó el show. Se apagó por completo la torre y el cielo se iluminó de todo tipo de fuegos artificiales, unos hasta con forma de corazón. También hicieron videomapping sobre la torre, pintándola de varios colores, hasta de la bandera LGBTQ+. Media hora después terminó y nos dirigimos todos junto con el mar de gente a tomar el metro a casa. El viaje de regreso fue cansado y el vagón rebosando de personas; llegué a tomar un baño y caí rendida en la cama.
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Domingo 15 de julio
Me tomé el lujo de levantarme bastante tarde para recuperarme del desvelo y luego desayuné. Pasé toda la mañana limpiando el departamento a fondo porque ya le hacía mucha falta después de las visitas y el viaje. Fui al súper a comprar comida para la semana y otras cosas, comí viendo una serie y luego me puse a ver la final del mundial mientras editaba fotos. Por supuesto que se armó un revuelo enorme en toda la ciudad por la victoria. Me habían invitado a ver el partido bajo la Torre Eiffel, pero quedé muy engentada de ayer y mejor quise quedarme en casa. Desde la televisión vi el festejo en Champs Elysées y la torre, además de que desde mi balcón se oía la alegría de mis vecinos del barrio celebrando.
Preparé mi comida para los siguientes días y seguí viendo mi serie antes de dormir, preparándome para mi última semana de prácticas profesionales.
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elisaenparis2018 · 6 years
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Diario de París: Semana 7
Lunes 2 de julio
Me levanté muy a mi pesar, porque hoy tocaba dejar el cuarto con aire acondicionado e ir a trabajar toda la semana en la Embajada. Esta semana pidieron mi ayuda para reorganizar la biblioteca de la Embajada y de la residencia del Embajador. Me bañé y dejé mi mochila lista para cuando Mario entregara el cuarto más tarde, bajé a desayunar y subí para despedirme de él. Tomé el metro e hice un larguísimo camino hasta la Embajada, pues queda muy cerca de la Torre Eiffel, hasta el otro lado de la ciudad. Me dejaron pasar y me presentaron con las otras dos practicantes, dos chicas de mi edad que se llaman Sofía (ambas), que estarían ayudando también. Nos presentaron a los otros practicantes, todos jóvenes, algunos mexicanos, franceses, de otras partes, todos hablan español y trabajan en distintas áreas de la Embajada.
Junto con la coordinadora educativa, nos encargamos de sacar los libros que estaban guardados, limpiarlos, separarlos por temas y seleccionar los que valía la pena conservar en la biblioteca. Entre el polvo y el calor quedé agotada, pero me entretuve mucho más que cuando estuve sacando cientos de copias, además de que estuve al fin conviviendo con gente de mi edad, fue un respiro de aire fresco. Unas horas después terminamos una parte y nos dejaron ir. Volví en metro a casa y llegué al departamento a comer con Mario. Descansamos un rato y en la tarde fuimos a la Cité Fertile (Ciudad Fértil), proyecto en el cual trabaja Gilberto como supervisor de obra y diseñador de espacios y otro tipo de proyectos pequeños.
Este lugar, actualmente en construcción, está pensado para ser una Reciclería (ver entradas anteriores) unas diez veces más grande. Será un espacio que contará con una huerta comunitaria, una cervecería artesanal, una discoteca y un montón de espacios para convivir y compartir actividades con la gente del barrio de Pantin y del resto de París. Gilberto nos dio un tour por el lugar y nos contó sobre todo lo que tendrá el proyecto una vez terminado. Está ubicado en una antigua estación de tren, que fue desmantelada y cuyo material está siendo completamente reciclado y reutilizado para el nuevo proyecto.
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Tomamos el tren de regreso a casa los tres juntos porque Gilberto ya había terminado su jornada. Nos bajamos en la estación del RER, nos despedimos de Gilberto y tomamos el metro. Pasamos por unos kebabs para cenar y nos relajamos el resto de la tarde viendo anime y tratando de refrescarnos ante el espantoso calor que siguió haciendo hoy.
 Martes 3 de julio
Por el calor casi no descansé y me costó mucho trabajo levantarme de nuevo. Me bañé rápido y desayuné con Brigitte, quien también se levantó temprano. Mario se nos unió un rato después y luego me acompañó hasta la Embajada. Mientras estuve haciendo lo mismo de ayer con los libros, él se fue a caminar y a jugar boliche por ahí. Nos encontramos cuando salí y nos fuimos juntos a las crepas a las que me llevó Gilberto en la calle Mouffetard del Barrio Latino. Comimos ahí porque afuera hacía demasiado calor y luego tomamos el metro a casa. Nos acostamos un rato a descansar y leer en lo que Brigitte se preparaba para irse al aeropuerto y luego se despidió de nosotros para regresar a Italia.
Pusimos a lavar algo de ropa y la llevamos a secar, mientras pasamos por algunas cosas al supermercado para estos días. Francamente este calor es demasiado insoportable como para estar afuera mucho tiempo en la calle, porque a pesar de que París tiene muchas áreas verdes para refrescarse, los caminos bajo el sol y al ambiente seco son mortales. Pasamos el resto del día relajándonos y tratando de sobrevivir al calor.
 Miércoles 4 de julio
Mientras estuve en la Embajada, Mario me esperó en el departamento descansando. Antes de llegar a casa pasé a comprar boletos para ir a ver Los Increíbles 2 en la noche (apenas hoy se estrenó por acá). Me bañé de nuevo, comimos y jugamos cartas un rato. Después fuimos al boliche y jugamos tres partidas, en las que mejoré muchísimo mi técnica y ya no apesto tanto jugando. Mario por supuesto me opacó con su talento para todo, pero mejoró mucho también y obtuvo una puntuación altísima.
Tomamos el metro de regreso y llegamos al cine a hacer fila para entrar y agarrar buen lugar. Después de la película, de la que salimos encantados y riendo como niños, volvimos a casa a cenar y a dormir.
 Jueves 5 de julio
Me levanté cansada y sin ganas de ir a la Embajada, pero con la motivación de que hoy era la última vez que iba. Hoy sólo estuve ayudando a reacomodar libros en la biblioteca porque hubo reuniones todo el día en nuestro espacio usual de trabajo. Al terminar pegué carrera a casa para bañarme, comer y terminar de empacar.
Tomamos el RER al aeropuerto y llegamos con tiempo de sobra a la sala de espera. Abordamos el avión y una hora después llegamos al aeropuerto de Schiphol, Amsterdam. Tomamos un tren y luego el metro para ir al hotel en las afueras de la ciudad. Al intentar salir de la estación de metro nos dimos cuenta de que debíamos haber comprado un boleto de metro también, no sólo de tren. Afortunadamente la persona del interfón de información nos abrió la puerta muy amablemente comprendiendo nuestro error. Hicimos check-in en el hotel, cuyo recepcionista nos dio un montón de información útil, de manera muy cálida. Nos instalamos y como ya era tarde para salir, compramos algo de cenar en las máquinas expendedoras del lobby del hotel y luego nos fuimos a dormir.
 Viernes 6 de julio
Desayunamos en el hotel, compramos el pase de transporte para cuatro días y tomamos el metro a la Estación Central. Como no teníamos un plan muy establecido, primero escogimos subir al ferry gratuito que va al norte de Amsterdam. Es una zona más residencial y tranquila, bonita y con un parque muy grande. Caminamos un rato por ahí y luego tomamos un camión de regreso al centro.
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De ahí fuimos al Rijksmuseum y lo recorrimos hasta la hora del cierre. Vimos lo más importante, como las obras de Rembrandt, Vermeer y otros artistas holandeses. Nos sentamos después a comer en un restaurante de sándwiches muy buenos. Caminamos por varias calles, cruzando varios puentes con sus lindas vistas sobre los canales, observando todo con calma. Me compré un stroopwafle (galleta-waffle con jarabe de caramelo) y luego unas papas fritas al estilo holandés. Volvimos al hotel con la intención de descansar un rato y volver a salir en la noche a la Zona Roja, pero estábamos tan cansados del paseo que nos quedamos dormidos.
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 Sábado 7 de julio
Quedamos de ver a Michelle, prima de Mario que vive a dos horas de Amsterdam, para comer juntos a medio día, por lo que pasamos la mañana descansando en el hotel. Unas horas después salimos y fuimos a bobear a Primark en lo que llegaba Michelle, donde compramos algunas cosillas y luego volvimos a la estación para encontrarnos con ella.
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Caminamos un rato y escogimos un lugar para comer y platicar a gusto. Luego fuimos por una nieve de postre y nos sentamos junto a un canal. Pedimos un uber para ir al norte de la ciudad a un restaurante mexicano recomendado por un amigo chef de Michelle. Francamente estaba muy bueno, la comida deliciosa y genuinamente mexicana en casi todos los aspectos, y no muy cara. Pedimos otro uber para volver a la Estación Central y Michelle tomó el tren a casa.
Mario y yo nos fuimos a jugar boliche un rato para hacer tiempo en lo que oscurecía. Más tarde fuimos al Red Light District (Zona roja), donde están las chicas en las vitrinas de los prostíbulos y todo tipo de curiosidades. Después de caminar y explorar un rato en el lugar más morboso del mundo, volvimos en metro a descansar al hotel.
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 Domingo 8 de julio
Hoy quisimos ir a Utrecht para conocer un lugar nuevo y muy cercano, pero sobre todo porque moríamos por conocer uno de sus museos. Desayunamos en el hotel y luego nos fuimos en tren. Al llegar caminamos directamente hasta el Speelklok Museum, dedicado a los instrumentos musicales mecánicos, como pianolas, relojes, órganos de calle o cajas musicales.
En lo que empezaba el recorrido guiado exploramos un poco, me gustó mucho la museografía con temática de espacios diferentes por sala, como la sala de una mansión, la calle o un salón de baile. Este museo es muy interactivo y atractivo para todo tipo de público, aunque me habría gustado escuchar todos los instrumentos expuestos. Regresamos al inicio para el tour, cuya guía lo hizo de maravilla, nos explicó todo de manera muy clara y divertida, hablando sobre la historia de los instrumentos y mostrándonos algunos. Mis favoritos fueron los órganos de calle que tocan canciones populares de cada región de donde provienen, algunos incluso adaptados para tocar canciones modernas con ayuda de computadoras.
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Terminando el tour subimos a la segunda planta, donde tenían más de lo mismo pero sin demostraciones. Justo al final encontramos lo que más nos interesaba conocer: la Wintergatan Marble Machine. Es una máquina musical que funciona con canicas y todo tipo de engranes y mecanismos (hay un video en YouTube que se hizo viral, búsquenlo, vale muchísimo la pena), inventada por un joven genio musical sueco, quien se inspiró en este museo para crearla.
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Saliendo del museo exploramos la ciudad caminando, que nos encantó porque es como una Amsterdam en pequeño (y más barata también). Nos sentamos a comer en un pequeño y acogedor restaurante, con sillones acojinados en la terraza, con un clima maravilloso. Pasamos a una repostería por el postre y en la calle escuchamos a una banda de aliento que tocaba increíble y tenía al público encantado bailando. Caminamos un rato más, entrando a algunas tiendas curiosas y regresamos a la estación para tomar el tren de vuelta al hotel. Pedimos una pizza para cenar, nos pusimos a ver Steven Universe y nos fuimos a dormir.
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 Lunes 9 de julio
Nos levantamos lo suficientemente tarde como para salir y entregar el cuarto justo a tiempo. Nos fuimos a la Estación Central para dejar guardadas las maletas en lo que seguíamos paseando antes de irnos al aeropuerto en la tarde. Llegamos en tranvía al Albert Cuyp markt, un mercado callejero que se pone todos los días con puestos de comida, ropa, souvenirs, etc. Desayunamos stroopwafles y waffles recién hechos y recorrimos el mercado.
Para cerrar el viaje entramos a la Heineken Experience, el recorrido sobre la historia de la cervecería, el proceso de producción y cómo se ha ido expandiendo por el mundo como una de las más exitosas. Al final competimos en el bar para ver quién servía la cerveza perfecta, en lo que fallamos rotundamente. Caminamos otro rato por la ciudad, compramos las últimas papas fritas del viaje (las mejores que he comido en mi vida) y tomamos el tren al aeropuerto. El vuelo tenía dos horas de retraso, por lo que llegamos bastante tarde a París, cansados pero felices por el hermoso y divertido viaje que hicimos juntos.
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elisaenparis2018 · 6 years
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Diario de París: Semana 6
Lunes 25 de junio
Nos levantamos a duras penas y nos alistamos para salir lo más pronto posible, después de desayunar y preparar algo para comer en el parque. Tomamos el metro y luego el RER que va a las afueras de la ciudad. Por fin llegamos y caminamos hacia la entrada del parque, escogimos ir al original, en lugar del de los estudios, porque nuestro boleto era sólo para uno. El impacto para mí fue inmediato: en cuanto entré al parque me sentí como niña pequeña, me emocioné muchísimo y me dieron ganas de llorar de felicidad. Tomamos un mapa y un programa y nos sentamos a planear lo que haríamos para no merodear sin sentido y aprovechar todo lo que pudiéramos.
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Primero fuimos a Discoveryland, donde empezamos con todo en Hyperspace Mountain de Star Wars, una montaña rusa con vueltas bruscas e intensas en la oscuridad y sonidos de naves espaciales. Nunca he sido muy fan d subirme a juegos mecánicos extremos, y en algún punto sí sentí que iba a morirme ahí, pero además del susto, me divertí bastante con la adrenalina que generé. Luego nos sentamos frente al escenario principal, donde hubo un show con Mickey y sus amigos para celebrar los 25 años de Disneyland París. Cantos y bailes con Goofy, Max, Pluto, Chip y Dale, Woody, Jessy, Buzz Lightyear, Baloo, King Louie, Alicia, el Sombrerero Loco, Stitch, Winnie Pooh, Piglet, Peter Pan y Smee. Estuvo muy divertido, sobre todo los bailarines que los presentaron y acompañaron.
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En seguida subimos al otro juego de Star Wars, Star Tours, un simulador de viaje intergaláctico con C-3PO como piloto, con todo tipo de movimientos para sentir que estábamos en una nave que corría innumerables peligros. Volvimos al escenario para ver el espectáculo de las princesas, todas muy lindas y al final salieron sus príncipes, cantando una canción que decía que toda niña puede ser una princesa. Para terminar con Discoveryland, hicimos el juego de Buzz Lightyear, en donde le disparamos a un montón de enemigos extraterrestres.
Continuamos hacia Fantasyland, pasando por el castillo de Aurora, la Bella Durmiente. Ahí nos subimos a los juegos de Blanca Nieves y Pinocho, entramos al laberinto de Alicia y a It’s a Small World, éste último estaba muy lindo con los personajes de todo el mundo cantando en su propio idioma. En Adventureland cruzamos los puentes suspendidos sobre la jungla, exploramos cavernas y nos subimos a la montaña rusa de Indiana Jones, de la que salimos todas golpeadas porque el asiento de seguridad ha de haber estado diseñado para alguien más alto y corpulento, porque en las vueltas bruscas rebotábamos contra todo; no obstante, estuvo muy divertida y escalofriante también. En Frontierland estaba casi todo cerrado por remodelación, sólo paseamos un poco por ahí para ver qué había. Finalmente, regresamos a Fantasyland para cerrar con el juego de Peter Pan, para el cual hicimos más de una hora de fila, pero valió la pena porque estaba muy lindo.
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Se estaba haciendo tarde y ya casi iba a empezar el espectáculo de cierre con luces y fuegos artificiales, así que nos sentamos a esperar en caso de que empezara pronto. Pasó más de una hora y no comenzaba, así que mejor nos fuimos porque ya estábamos cansadas, mañana tenía trabajo todo el día y no queríamos cruzarnos con todo el mundo al momento de salir para tomar el tren. Fue una buena decisión, porque de habernos quedado, habríamos llegado mucho más tarde a casa. Llegamos exhaustas, nos pusimos pijama y caímos rendidas a dormir. A pesar de que este parque es muchísimo más pequeño de lo que sé que son los de Estados Unidos, fue una experiencia encantadora que me conectó con mis recuerdos de la infancia y mi amor por Disney y sus personajes.
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Martes 26 de junio
Me desperté devastada y con cero ganas de ir a trabajar después del desvelo, pero me obligué a meterme a bañar y hacerme algo de desayunar. Mientras tanto Denisse siguió durmiendo hasta poco antes de irme, pues le dejé instrucciones sobre cómo salir e ir al aeropuerto. Nos despedimos y me fui al instituto, pasando antes al súper a comprar algo para mediodía porque el todo el fin de paseos no pude volver a ir y surtir mi despensa más sustanciosamente.
Finalmente pude terminar todo el trabajo de digitalización de las revistas, las dejé organizadas en la computadora por época y número. Hice además una pequeña investigación sobre el Istmo de Tehuantepec que alguien del Consulado pidió para algún asunto turístico. La traduje al francés y se la dejé a la encargada de comunicación para que la revisara y la enviara. Antes de volver a casa pasé por el supermercado y ahora sí compré comida de verdad para estos días. Dediqué la tarde a descansar, ordenar un poco el departamento, editar fotos y escribir.
Miércoles 27 de junio
El día en el ICM estuvo tranquilo, terminé de renombrar y ordenar los archivos de las revistas ya en digital y estuve marcando las obras expuestas en la lista de obra para después hacer un reporte de condiciones. Volví a casa para comer, lavar ropa, sábanas y toallas y limpiar el departamento para recibir mañana a Mario. Mientras la ropa se lavaba y secaba estuve leyendo y viendo la televisión. Fue uno de los únicos días que he disfrutado quedarme sola en el departamento descansando, después de haber paseado tanto, y, sobre todo, por la emoción de pasar dos semanas con Mario tras extrañarlo demasiado.
Jueves 28 de junio
Me desperté con toda la emoción del universo porque sabía que en la tarde por fin llegaría Mario. El día en el ICM estuvo tranquilo, puras tareas de oficina menores y nada pesadas. A medio día la directora me invitó a comer para conocerme mejor y platicar un rato, y luego me compró una nieve de postre. Volvimos a seguir trabajando un rato y después me fui directo al metro para tomar el tren que va al aeropuerto. Era día de huelga, así que el primer tren al que subí no avanzó nunca y nos dijeron que bajáramos y tomáramos uno que venía llegando del otro lado del andén. Mientras esperaba a que bajara la gente (pues es lo civilmente correcto de hacer) sentí que me empujaban por detrás para subir y ganar lugar. Ya que pude subir encontré un asiento y seguía sintiendo una mano en la espalda. Me volteé y vi que una señora bastante joven me hacía ojos de pistola, me gritó algo como “¿Estás enferma o por qué no caminas? ¡Por tu culpa ya no quedan lugares!” Y yo bastante molesta pero tranquila, le dije: “Señora, hay que dejar que la gente baje antes de subir nosotros, yo estaba en frente de usted y usted me venía empujando de manera muy grosera.” Se dio la media vuelta y se fue a buscar lugar en otro lugar muy enojada.
Media hora después llegué al aeropuerto, y tuve que pedir información porque no recordaba cómo ir a la zona de llegadas y había demasiadas terminales diferentes. Llegué y me senté a cargar mi celular en lo que esperaba a tener noticias de Mario. Veinte minutos después de la hora programada para su llegada todavía no se reportaba, así que me paré y caminé hacia la puerta principal. Justo cuando regresaba hacia mi asiento lo reconocí llegando a la zona para recoger maletas y lo saludé como loca para que me viera. Un rato después tomó su maleta y nos encontramos en la puerta, nos abrazamos fuertemente y yo casi lloro de la emoción de verlo por fin. Afuera esperamos a nuestro taxi, un joven español muy amable con quien platicamos todo el camino, y por fin llegamos al departamento a cenar y a caer dormidos después de un largo día/viaje.
Viernes 29 de junio
Nos levantamos bastante tarde porque dormimos mucho, desayunamos y nos alistamos para salir. Primero hicimos check-in en el hotel donde nos quedaremos tres noches porque Brigitte coincidió de nuevo en que vendría otros cuatro días por reuniones de trabajo, entonces decidimos salirnos para estar todos cómodos. En seguida fuimos a comprar una tarjeta SIM de prepago para el celular de Mario para que podamos estar en contacto en las mañanas que trabajo, pero nunca funcionó ni agarró señal ni nada. Paseamos un buen rato por Montmartre, nos sentamos en el café de Amélie a tomar una cerveza, bajamos hasta Moulin Rouge y tomamos el metro de regreso al hotel.
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Pasamos antes a reclamar lo de la tarjeta SIM y aunque el encargado de la tienda intentó todo, siguió sin funcionar. Volvimos al hotel a descansar un rato y en la tarde noche que llegó Brigitte salimos a cenar con ella para que conociera a Mario. Platicamos muy a gusto y después de un rato cada quien volvió a su respectivo lugar de descanso.
Sábado 30 de junio
Hoy sí pudimos levantarnos más temprano, sobre todo motivados por el desayuno incluido en el hotel. Bajamos al lobby, nos servimos un poco de todo para desayunar y volvimos a subir para alistarnos. Salimos a la calle y tomamos el metro para ir a Champs Elysées. Llevé a Mario a ver la exposición de Artistas y Robots en el Grand Palais, porque sabía que le gustaría. Estaba en lo cierto, porque quedó intrigado con varias de las piezas, con curiosidad de saber cómo fueron programadas. Luego de la exposición caminamos hasta Tuileries, donde nos sentamos bajo la sombra para descansar un rato, pues estos días hay una ola de calor bastante insoportable debido a que aquí casi no hay humedad. Volvimos a la avenida y entramos a Five Guys (una cadena de hamburguesas muy famosa a la que le teníamos ganas) a comer. Después de ese festín caminamos un poco más y volvimos al hotel a refrescarnos.
Francamente con este calor horrible no dan ganas de salir mucho, y como yo ya visité casi toda la ciudad y Mario ya conoce (además de que saldrá a pasear mientras yo trabaje), nos tomamos el lujo de quedarnos en el cuarto con aire acondicionado y viendo anime toda la tarde. Para cuando nos volvió a dar hambre, nos dimos cuenta de que ya era tarde para comprar algo en el súper porque ya había cerrado y los restaurantes cercanos ya no iban a servir nada. Entonces Mario salió en búsqueda de una tienda de 24 horas y compró algunas cosas para cenar. Seguimos viendo anime hasta que nos quedamos dormidos.
Domingo 1 de julio
Estábamos tan cansados que seguimos durmiendo hasta pasar la hora límite para desayunar en el hotel. Después de por fin salir de nuestra cueva, fuimos al departamento a desayunar con lo que teníamos del súper. Pensábamos ir al Musée du Quai Branly después del desayuno, pero con la caminada de cinco minutos hacia el departamento, bajo el sol abrasador y el viento caliente y seco, nos derretimos y mejor volvimos al hotel a seguir flojeando otro rato hasta que bajara un poco el calor. Yo terminé mi reporte para la primera entrega y luego vimos algunos episodios de anime. Ya en la tarde estaba nublado y tomamos el metro hasta el museo, un largo camino. Saliendo de la estación nos topamos con que estaba lloviendo, lo cual nos sorprendió mucho porque el reporte del clima decía que había cero por ciento de humedad.
Lo bueno es que el museo estaba cerca, llovió muy leve y el aire estaba caliente, así que no nos mojamos ni enfriamos. Como hoy fue el primer domingo del mes, la entrada al museo fue gratuita, así que sólo tuvimos que hacer fila para entrar a la exposición porque sí había bastante gente con la misma idea. Recorrimos toda la exposición y a Mario le gustó mucho (fue la otra que quería enseñarle porque sabía que le interesaría). Después recorrimos la mayor parte de la colección de los cinco continentes y dio la hora de cierre.
Para entonces ya teníamos hambre, así que buscamos recomendaciones de lugares para cenar por ahí. Encontramos uno de comida francesa, Les Cocottes, que resultó tener mención de Michelin, creo que incluso una estrella, y pedimos el menú del día. Salió un poco caro pero valió mucho la pena porque la comida estaba muy buena y muy bien servida, sólo no nos gustó la entrada porque estaba bastante extraña, como para gustos mucho más refinados que los nuestros de mortales. Terminando de cenar fuimos a la Torre Eiffel, a observarla desde Champ de Mars. Finalmente tomamos el metro de regreso al hotel a dormir.
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elisaenparis2018 · 6 years
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Diario de París: Semana 5
Lunes 18 de junio
Por supuesto me levanté algo cruda después de la pachanga por el triunfo del partido, pero no fue nada insoportable ni duró mucho. Me quedé un buen rato en cama, desayuné y con toda la calma del mundo me alisté para salir. Primero fui al supermercado a hacer las compras de la semana y volví a guardarlo todo. En seguida me dirigí al metro para tomarlo hacia el Grand Palais, por el cual ya había pasado por afuera cuando paseé por Champs Elysées. Compré mi boleto y entré a la exposición “Artistas y Robots”, sobre obras de arte creadas con la ayuda de robots, computadoras y algoritmos de programación.
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Había robots que dibujaban, otros componían música y la interpretaban; dibujos hechos a través de algoritmos, instalaciones audiovisuales que a Alan Turing le habrían gustado mucho, retratos del público formados por moscas que en la pantalla interpretaban sus siluetas, en fin… Es una de las exposiciones que más me han gustado hasta ahora. El humano y la máquina trabajando juntos para crear algo más allá de lo académico, rompiendo barreras universales y simbólicas.
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Saliendo del palacio volví a recorrer Champs Elysées, del lado por el que no caminé la vez pasada, hasta llegar al Arco del Triunfo y tomar el metro de regreso a casa. Llegué a comer y me dieron ganas de ver Les Misérables, porque no podía estar en París sin verla por lo menos una vez. Me dieron muchas ganas de ponerme a cantar “Do You Hear the People Sing?” a medio desfile el 14 de julio, pues aunque los eventos de Les Misérables no fueron LA revolución de 1798, sino la Rebelión de junio de 1832, ambas se basaron en el mismo espíritu de luchar por la libertad del pueblo. Terminé el día relajada como siempre y me preparé para volver a trabajar mañana.
 Martes 19 de junio
No dormí muy bien y me costó trabajo levantarme, pero lo logré con mucho esfuerzo. De nuevo pasé todo el día fotocopiando las mentadas revistas, pero ya estoy a punto de terminar, luego sigue escanear los artículos. Después del trabajo fui a buscar la tienda que encontré hace unas semanas, que vende todo tipo de cosas a precios bajos pero de calidad. La sucursal que el mapa me marcaba que era la más cercana, después de caminar 25 minutos, estaba cerrada por renovación, así que tuve que buscar otra. No estaba tan lejos y caminé otro tramo más, pero me di cuenta de que el mapa me había traicionado, pues esta otra sucursal quedaba muchísimo más cerca del trabajo que la anterior. Di una vuelta enorme para nada, pero por lo menos la segunda tienda sí estaba abierta.
Quería comprar un cuaderno más ligero porque el que me traje para escribir es un poco pesado y grande, así que escogí uno y compré algunas otras pequeñas curiosidades. Después de esa larga caminata terminé con los pies destrozados y moría por llegar a casa, iba exhausta en el metro. De vuelta en casa me puse a leer toda la tarde para tratar de avanzar en mi libro, porque traje otro y ya lo quiero empezar.
 Miércoles 20 de junio
Empecé con el último tirón de las copias de revistas, todavía faltan algunas pero son muy pocas. Además, por fin encontré la maldita función de lectura múltiple, para escanear todas las páginas que quiero copiar y luego imprimirlas en la copiadora, lo que agilizó muchísimo el proceso. Hoy además ayudé a hacer un reporte de condiciones de las obras de ilustración que son parte del acervo del ICM, pues iban a llevarse a enmarcar, y había que registrar cómo estaban para compararlas con su regreso. Después del trabajo me bajé una estación después para comprar un boleto de cine para ir a ver How to Talk to Girls at Parties más tarde.
De vuelta en el departamento comí, lavé ropa, toallas, manteles y sábanas porque ya empezarán a venir visitas. También trabajé en mi reporte y avancé en la lectura mientras esperaba la lavadora. Ya en la noche fui al cine, me encantó la película, está loquísima y demasiado entretenida e ingeniosa, se las recomiendo mucho. Regresé para cenar y dormir.
 Jueves 21 de junio
¡Por fin terminé de hacer las malditas fotocopias! Después de eso comencé con la labor de escanearlas y organizarlas en la computadora, pero eso ya está siendo mucho más ágil y eficiente. Tuve una plática muy informativa con la directora del ICM, que resolvió un montón de dudas con explicaciones sobre cómo funciona el instituto, que servirán para nutrir mi reporte. Volví a casa a trabajar en el reporte, limpiar un poco para recibir a Denisse en la mañana y relajarme.
 Viernes 22 de junio
Denisse llegó temprano en la mañana, desayunamos juntas y se volvió a acostar un rato para descansar del viaje. Mientras dormía me puse a leer. Unas horas después nos alistamos para salir y nos fuimos caminando hasta Montmartre, que no queda tan lejos, hicimos como 45 minutos. Subimos al Sacre Coeur y entramos a la basílica, caminamos por los callejones y volvimos a bajar para ir a buscar el café de Amélie y el Moulin Rouge. Nos compramos un gelato en el camino y seguimos paseando un poco. Fuimos al cementerio, volví a la tumba de Edgar Degas y Denisse quiso buscar la de un cantante francés porque le gustaba mucho una de sus canciones.
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Tomamos el metro hasta el Arco del Triunfo y caminamos por todo Champs Elysées. Recorrimos Tuileries hasta el Louvre, nos tomamos varias fotos en el parque y afuera del museo. Para entonces ya nos dolían demasiado los pies de tanto caminar, así que tomamos el metro a casa. Pasamos al súper a comprar algunas cosas para estos días y cenamos juntas, nos pusimos pijama y nos dispusimos a descansar del enorme paseo que nos aventamos.
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 Sábado 23 de junio
En la mañana, parecía que todos los vecinos se pusieron de acuerdo para ponerse a limpiar desde las siete de la mañana, y como tengo el sueño más ligero del mundo, estuve dormitando hasta las 9 y ya no pude conciliar un sueño más profundo. Estuve leyendo y bobeando en mi celular hasta que Denisse se despertó dos horas después. Desayunamos, nos alistamos y caminamos hacia el metro para ir al Musée d’Orsay. Yo seguí a Denisse para que viera todo en el orden en que quería, a veces esperándola sentada porque me sentía algo cansada y yo ya había visto todo el museo. Lo único nuevo que vi fue una exposición sobre escultura poli cromática, corta y no demasiado interesante.
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Saliendo del museo hicimos otro paseo enorme: caminamos hasta Notre Dame a lo largo del Sena, pasando por una feria de “juegos olímpicos” en pequeño, que se replicaba en varios puntos de la ciudad; luego volvimos hacia St. Michel y compramos algo de comer para sentarnos junto al río. Fuimos hasta el Hotel de Ville (el Ayuntamiento) y paseamos por Le Marais, la zona de shopping. Para entonces ya se estaba haciendo tarde y las tiendas empezaban a cerrar. Intentamos ir a Les Halles (un centro comercial, porque Denisse buscaba algo) pero ya estaba cerrando todo. Nos topamos con que la policía había arrestado a un par de hombres, nunca supimos por qué, pero los pasearon por el centro comercial de manera muy humillante, nos pareció muy extraño e innecesario.
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Finalmente, tomamos el camión de regreso para ir viendo la ciudad, más cómodas que en el metro porque pudimos ir sentadas todo el camino.
 Domingo 24 de junio
De nuevo fue un día de paseos maratónicos. Fuimos primero a Galeries Lafayette, que no es gran cosa más que un centro comercial lleno de tiendas y marcas; lo único que vale la pena es ver el domo por dentro porque tiene una decoración muy bonita, de cristales de colores. Creo que he entrado a todos los H&M que existen en París y ya estoy harta de ellos, no volveré a pisar uno a menos que necesite algo de ahí. Caminamos otra media hora hasta cerca de Place de Clichy, buscando una tienda de segunda mano a la que Denisse quería ir, pero por ser domingo estaba cerrada. De ahí caminamos hasta la explanada de Invalides, donde descansamos un rato bajo la sombra. Volvimos hacia Champs Elysées (por tercera vez mía, ya empecé a cansarme de ver esa calle también), para ir a comprar boletos para ir a Disney mañana.
Después nos fuimos caminando de nuevo hasta Trocadéro, para ver la Torre Eiffel desde ahí. Compramos algo de comer, nos tomamos fotos desde la fuente e hicimos un rodeo enorme para ir a Champ de Mars. Ahí estuvimos comiendo y platicando por horas en lo que anochecía para ver la torre iluminada. Ya que dieron las diez de la noche, esperábamos que ocurriera el espectáculo en el que la torre “tintinea”, pero no sucedió porque aún no había oscurecido, seguía el sol apenas poniéndose detrás. Después de unos diez minutos la iluminaron normal, y un ratito después volvimos casi corriendo para alcanzar a tomar el metro a casa porque después de las once de la noche deja de pasar, y estábamos completamente al otro lado de la ciudad. Volvimos a casa y nos dejamos caer rendidas, listas para descansar y empezar otra semana con una visita a Disney.
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elisaenparis2018 · 6 years
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Diario de París: Semana 4
Lunes 11 de junio
Con toda calma y sin prisa me levanté, desayuné y me arreglé para salir, pues el día amaneció lloviendo un poco y aún no decidía exactamente a dónde iría. Tomé mis cosas, incluyendo el paraguas, porque aunque había dejado de llover ya que salí, no quería arriesgarme a que me agarrara la lluvia a medio paseo. Me bajé del metro en St. Michel, cerca de Notre Dame, porque quería buscar la famosa librería de Shakespeare and Company. La encontré fácilmente y entré a conocer este lugar tan mencionado entre los amantes de la literatura. Pues tenían toda la razón: es un lugar maravilloso y mágico, como sacado tal cual de un libro. Los estantes rebosan de libros de todos los géneros existentes, la mayor parte en inglés, pues la librería la abrió originalmente en 1922 la estadounidense Sylvia Beach. La librería original estaba en otra ubicación y cerró en 1941durante la ocupación nazi de París. En 1951, George Whitman abrió otra frente a Notre Dame, llamándola igual como tributo a la de Sylvia y por el 400 aniversario del nacimiento de William Shakespeare. La primera librería fue frecuentada por escritores célebres de la “Generación perdida”, como F. Scott Fitzgerald, James Joyce y Ernest Hemingway.
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La recorrí de arriba abajo, curioseando en todos sus recovecos y rincones de lectura, hasta que encontré un libro que llevaba muchos años queriendo tener y que era prácticamente imposible encontrar en México. No lo solté y casi de inmediato lo compré, saliendo muy feliz de la librería con mi libro en mano. En ese momento empezaba a llover, abrí mi paraguas y caminé hacia Le Marais, la zona de shopping de París. Hice algunas compras de artículos de belleza que necesitaba y merodeé en una tienda que tenía de todo, bonito y barato. Después caminé con todo y lluvia hacia el Pont des Arts que no conocía. Recorrí la calle de nuevo hasta llegar a una parada del camión que me deja en mi calle y después de unos minutos lo tomé.
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Había mucho tráfico y llegué a casa media hora más tarde, con hambre y con ganas de un kebab. Desafortunadamente, el restaurante de kebabs más cercano estaba cerrado, así que mejor volví a improvisar algo para la comida. Pasé la tarde trabajando, haciendo algo de limpieza y cocinando para la semana. Terminé el día leyendo y me fui a dormir satisfecha de haberme sentido más contenta hoy.
 Martes 12 de junio
Llovió toda la noche y seguía lloviendo en la mañana, así que salí bien cubierta y resguardada por mi paraguas. Llegué a tiempo al ICM y como no había llegado casi nadie más, de nuevo estuve un rato sin hacer nada. Casi una hora después llegó la directora y me explicó lo que había que hacer para digitalizar una colección de revistas de los años 50 que la Embajada de México en Francia publicó durante varios años. Pasé toda la jornada fotocopiando la revista y seleccionando los artículos que valía la pena digitalizar, haciendo una pausa para comer a medio día.
Camino a casa pasé a la panadería a comprar éclaires (pan dulce relleno y cubierto de chocolate o café) para la cena, porque en las tres semanas que llevo aquí todavía no había comido ninguno. La tarde seguía nublada y algo lluviosa para salir, así que la pasé adentro alternando entre relajación y trabajo en mi reporte.
 Miércoles 13 de junio
En el Instituto, de nuevo estuve toda la mañana fotocopiando y seleccionando artículos de las revistas; terminé con la espalda adolorida y muy hambrienta. Antes de llegar a casa, intenté encontrar un restaurante de kebabs para por fin comer uno, lo cual fue un éxito total. Volví al departamento a comer y descansar un rato antes de aprovechar la tarde para hacer un paseo. Hoy escogí ir al Musée du Quai Branly- Jacques Chirac, el cual no conocía. Tomé el metro y fue un largo camino, pues estaba hasta el otro lado de la ciudad.
Lo primero a lo que entré fue a una exposición sobre fantasmas e infiernos en Asia, cómo cada nación interpretaba los demonios y las apariciones fantasmales y las leyendas que hicieron en torno a ellas y cómo protegerse de ambos. Desde pinturas de Hokusai, películas de horror japonesas, el taoísmo en China y Japón, hasta reliquias de fetos tailandeses para protegerse de los fantasmas. Incluso había una sala en la que pusieron máquinas retro de videojuegos originales sobre fantasmas o demonios, como Pac-Man.
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Después subí a ver una muestra acerca de la historia de los exploradores y sus viajes por el mundo descubriendo nuevas civilizaciones. Estaba dirigida más a un público infantil, pero me gustó porque tenía mucho material de todo tipo, como libros, cuadernos de viaje, cartas, cómics, postales de colección, juguetes, etc. Finalmente, me aventé completa la colección de Oceanía, Asia, África y América del museo, que contiene piezas originales y excelentemente conservadas de las civilizaciones antiguas de cada región. Es bastante abrumadora porque hay muchísimo por ver y el recorrido es un poco atropellado, pues sí está separado por continentes pero hay un montón de vitrinas regadas por todos lados y pequeñas salas aparte para destacar ciertas piezas, entonces una no sabe por dónde empezar o hacia dónde seguir. No obstante, me encantó todo y terminé mi paseo llena de imágenes en mi cabeza de los vestuarios típicos, máscaras y artesanías de civilizaciones diversas.
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De vuelta en casa me preparé la comida de mañana, cené, me puse pijama y me dispuse a relajarme hasta el final del día porque acabé exhausta.
 Jueves 14 de junio
Ni para qué les cuento que de nuevo estuve todo el día fotocopiando las revistas, pues así estuvo hoy en el ICM. Conforme pasaban las horas se fue haciendo más y más tedioso el asunto, pero es para una causa importante: la conservación de un archivo histórico y de difusión cultural. Volví a casa en la tarde, pasando antes por algo para la cena y me dispuse a ir al cine a ver la de Ocean’s 8. Me está gustando mucho esto de ir al cine sola, además de que me ayuda a que pasen las horas cuando no quiero estar encerrada en el departamento porque me voy a sentir mal. Regresé a cenar y a hablar con familia y demás y a cerrar un día no muy eventual.
 Viernes 15 de junio
Hoy me aventé un doble paseo, para aprovechar el día y no quedarme encerrada demasiado tiempo. Primero fui al Château de Vincennes, una fortaleza cuya torre del homenaje terminó de hacer en 1370 Carlos V, para defender París de los invasores. El lugar está impresionante y maravillosamente bien conservado y señalizado para seguir las exposiciones sin necesidad de guía alguna. Conocí la Santa Capilla, con la campana original que sonaba en la torre del homenaje, una serie de vitrales en torno al Apocalipsis y una pequeña exposición sobre arquetipos femeninos y de mujeres criminales.
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Después recorrí de pies a cabeza la torre del homenaje, que incluía las torres de defensa y batalla, los aposentos del rey con su vestidor, estudio, tesorería y letrinas y las celdas donde encerraron después a los prisioneros que traicionaban a la patria. Adicionalmente, tenía una exposición sobre grafitis en el castillo y en general sobre el arte urbano, las marcas que los artistas o la gente dejaban en los lugares patrimoniales y cómo antaño no eran mal vistas como ahora.
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 En lo que eran los pabellones clásicos o residencias que mandó a construir después Ana de Austria, ahora está un centro de historia militar y  una biblioteca accesible sólo a quienes estén en el servicio militar. Ahí tenían una exposición sobre la aeronáutica en las guerras y otra con piezas de cerámica hechas por alumnos de alguna clase actual. Tenía pensado pasar el día, después del castillo, recorriendo el Bosque de Vincennes, que está atrás del castillo e incluye un hipódromo, un parque floral y un zoológico, pero en ese momento me sentí sola, cansada y vulnerable, así que mejor volví a casa para comer y decidir qué más hacer en la tarde.
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Después de comer fui a una exposición inmersiva sobre Gustav Klimt y toda su obra. En una sala enorme, se proyectó un espectáculo de videomapping con imágenes correspondientes a la carrera y cambios de estilo de Klimt a lo largo de su vida. Fue una experiencia maravillosa, acompañada de música bellísima e imágenes sobrecogedoras, las obras de Klimt cobraron vida frente a mis ojos. Después hubo una más corta sobre un artista austriaco llamado Hundertwasser, con un estilo que recordaba mucho a Klimt, también muy llamativo y colorido. La última fue una con temática más tecnológica, sobre la poesía de la inteligencia artificial.
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Finalmente volví a casa a relajarme después de un día de paseos y experiencias lindas. Todavía hay momentos en los que me siento muy sola y me gustaría estar compartiendo lo que descubro con alguien más, pero ya muy pronto viene Denisse, una vieja amiga, a quedarse conmigo unos días, y luego Mario por dos semanas. Viajar sola ha sido muy enriquecedor, pero también hay cosas nuevas que se disfrutan más compartiéndolas con alguien.
 Sábado 16 de junio
Soñé que estaba en casa con mi familia y, por supuesto, me desperté llorando. Por suerte, Mario estaba todavía despierto y me calmé hablando un rato con él en lo que me levantaba y él se dormía. Pensaba quedarme en la mañana lavando ropa y limpiando, pero todavía estaba muy sensible y necesitaba salir a distraerme, así que después de desayunar y arreglarme, fui al Musée de l’Orangerie. Este es un hermano del Orsay y primo del Louvre, por así decirlo, pues tiene una colección de los nenúfares de Monet y varias obras de otros impresionistas como Renoir, Cézanne, Gauguin y  Sisley, además de obras de Picasso en su época pre cubista, Marie Laurencin, André Derain, entre otros.
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En dos salas ovaladas, desde inicios del Siglo XX están expuestos unos lienzos enormes y curveados con una serie de ocho de los nenúfares de Claude Monet, la estrella del museo. Son realmente impresionantes y los colores y el ambiente de las salas generan una sensación relajante. Abajo tienen, junto con la colección de impresionistas y otros, una exposición temporal que compara las obras de Monet con el movimiento abstracto americano de Jackson Pollock, Mark Rothko, Willem de Kooning, Joan Mitchell y otros tantos. Nunca había visto un Pollock en persona y hoy pude ver dos de ellos, fue algo que pude tachar de mi lista, pues aunque no es mi favorito, es una figura importante en el mundo del arte como uno de los que más impacto causaron rompiendo estándares.
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Saliendo del museo volví a caminar por Jardin des Tuileries, pues el día estaba hermoso y con clima maravilloso. Me senté un momento en una banca para escuchar mensajes de mi mamá, y un señor se sentó al lado. Me preguntó la hora y se puso a decirme que estaba lindo el día y preguntándome qué hacía en París. Le contesté muy vagamente, me preguntó qué haría en la tarde y le dije que vería a un amigo (había quedado de tal vez ver a Gilberto). Me puse muy nerviosa y le dije que ya tenía que irme, me dijo que me lo había preguntado porque quería saber si quería ir con él a tomar algo pero le dije que no, gracias, y me fui. Arruinó un poco mi paseo por el parque porque intenté perderme entre la gente, paranoica de que me estuviera siguiendo, pero ya no volví a verlo.
Llegué a la otra entrada, frente al Louvre y luego crucé el parque de nuevo hasta el otro lado para tomar el metro a casa. De vuelta en casa comí y puse ropa a lava, pero la llevé a la lavandería a secarla porque ya no había sol para dejarla afuera. De pasada saqué copia de la llave del buzón que Brigitte me pidió. Justo antes de llegar al departamento me topé con una señora y sus hijos que paseaban a una corgi, me alegró mucho la tarde porque me fascinan esos perros y me saludó muy efusivamente. El resto de la tarde ya se la saben: leer, escribir, ver televisión en francés y dormir.
 Domingo 17 de junio
La mañana la dediqué a limpiar el departamento, que ya le hacía falta. Al mediodía fui a comprarme una chamarra más cubridora, porque no pensé que fuera a necesitar una, pero los días nublados o lluviosos han estado bastante fríos. En la tarde tenía una invitación para ir a ver el partido de México contra Alemania; no soy nada fan del fútbol, pero francamente no quería perderme la oportunidad de estar acompañada de paisanos en un día como este. No fue una mala idea, porque el ambiente estuvo muy agradable y animado, con personas muy entusiasmadas y familiares por ser mexicanos. Después del partido compramos unas cervezas y vino, bebimos un poco al lado de un canal y bailamos, pasamos un buen rato. Hoy fue el primer día en que no extrañé México porque me sentí como en casa acompañada de tanta gente apasionada por su país. El fútbol no será mi afición, pero admito que une a las personas cuando están lejos de su hogar.
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elisaenparis2018 · 6 years
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Diario de París: Semana 3
Lunes 4 de junio
Ahora sí comienza la rutina más fija de levantarse temprano para ir a trabajar. Salí con tiempo de sobra y llegué quince minutos antes. Casi no había llegado nadie y estuve alrededor de media hora sin hacer nada en lo que llegaban para darme instrucciones. Hoy empezó el montaje de una nueva exposición que estará hasta agosto, “De México a París”, una serie de fotografías de México y personajes célebres mexicanos, hechas por Jesse Fernández. Ayudé a distribuir la obra y prepararla para instalarla, a reordenar el almacén de material de la planta baja, además de reorganizar la caja con los filtros para las luminarias.
No me dieron muchas ganas de salir hoy o de hacer nada complicado, pues incluso ya tenía comida lista desde anoche. Volví a casa a comer, me dormí un ratito, hice ejercicio y pasé el resto del día leyendo hasta la noche.
 Martes 5 de junio
El día comenzó con mucha lluvia y terminé empapada al llegar al instituto. Hoy continuamos con el montaje de la exposición fotográfica. Hice un poco de todo, porque faltaba mucho por hacer todavía. Identifiqué cada pieza con su cédula correspondiente, dejándolas listas para pegarlas cuando se cuelguen las fotografías. Alisté y ordené según el guion todas las piezas de la tercera sala. Ayudé a limpiar las fotografías ya colgadas de la segunda y a iluminarlas con lámparas que se instalan en rieles en el techo y se regulan con filtros especiales, los que ordené ayer en su caja nueva. Llegó la hora de partir y volví a casa a comer.
Ya había dejado de llover, así que quise hacer un paseo corto y cercano: visité el cementerio de Père Lachaise. Este no tenía mapas portables como el de Montmarte, así que descargué uno en mi celular para irme guiando hacia los personajes a quienes quería ver. El primero fue Georges Méliès, un cineasta de los primeros del mundo y el padre de los efectos especiales; me enamoré de su trabajo después de ver y leer Hugo Cabret. Su tumba tiene un busto suyo y me emocioné mucho al verlo, porque le tengo muchísimo cariño a sus obras cinematográficas.
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Luego me puse en camino para ir a ver a Edith Piaf, pero me desubiqué y di muchas vueltas, hasta que volví a encontrar otro camino. En el camino vi a George Bizet y a Géricault. Antes de llegar a Edith encontré a Oscar Wilde, cuyo lugar de descanso está rodeado por paredes de cristal para evitar que la gente la maltrate, pues parece ser la más visitada después de la de Jim Morrison. Llegué con Edith Piaf y esperé a que se fueran las personas que la rodeaban fervientemente para poder acercarme. Intenté buscar a Gerda Taro, una fotógrafa de guerra alemana, que estaba por la misma sección, pero por más vueltas que di no la pude encontrar. Empezaba a nublarse mucho así que seguí caminando para buscar una salida y ver si me acercaba a algún otro personaje, pero en un punto un guardia me dijo que ya estaban por cerrar y me indicó una salida. Otro día vuelvo para buscar a los demás, pues el lugar es muy grande.
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Caminé varias cuadras sobre una avenida llena de restaurantes de todo tipo de comida asiática, todo se me antojó, tendré que volver también a comer algún día porque muchos tenían menús baratos. Tomé mi línea usual del metro, dos estaciones después de en la que había bajado para ir al cementerio, pero una vez dentro del metro, por alguna razón sentí que iba en la dirección incorrecta y me bajé en la siguiente estación. Sin embargo, sí estaba bien y por distraída creí que no, pero casi de inmediato pasó el siguiente tren y lo tomé de nuevo. Ya en casa me puse pijama y hablé por video llamada un rato con Mario antes de cenar.
 Miércoles 6 de junio
Hoy seguía el montaje de la exposición, pero después de ayudar un poco con las luces recién llegando, me pusieron a hacer cosas más bien de oficina. Doblé los comunicados de prensa que se van a repartir y transcribí una biografía de Carlos Fuentes que no estaba digitalizada y me peleé con el teclado porque por ser francés estaba todo revuelto. Escribí un recibo para la persona que se llevó dos fotografías a arreglar porque estaban mal enmarcadas. Y, por último, lo que más temía: me pidieron que hiciera llamadas telefónicas para pedir confirmaciones de asistencia a otro evento que tendrá la embajada próximamente. Como muchos saben, hablar por teléfono es de las actividades que más ansiedad me provocan, y fue aún peor hablando en francés. La directora muy amablemente me hizo un guion para decir en cada llamada y así no me fue tan mal. Sí tuve problemas para comprender a algunas personas porque hablaban demasiado rápido, pero fuera de eso salió bien.
Regresé a casa para comer y preparar el departamento para recibir a Brigitte en la tarde. De pasada le compré unas flores, peonías rosas, para dárselas cuando abriera la puerta. Después de comer me senté un rato a leer y un poco más tarde llegó Brigitte, la recibí con las flores y nos saludamos muy contentas de vernos después de dos años y medio. Platicamos un rato en lo que se instalaba, tomamos un té y salimos a comprar algo para la cena. Antes de volver nos sentamos en un restaurante a tomar una cerveza y seguir platicando. Regresamos a casa, cenamos y nos fuimos a dormir.
 Jueves 7 de junio
Nos levantamos a desayunar juntas y luego Brigitte me enseñó a usar la lavadora, por fin. Un rato después ella se fue a una reunión de trabajo y yo me quedé preparándome para la inauguración de la exposición en la tarde. Me bañe y me arreglé y luego me hice algo de comer antes de irme. Antes de terminar de alistarme decidí sacar la basura, a la puerta que está justo al lado que tiene un depósito que baja a los contenedores del sótano. Dejé mi puerta completamente abierta porque me iba a tomar sólo diez segundos tirar la basura, pero en esos diez segundos sopló el viento desde el balcón y me cerró la puerta. Me había salido sin llaves y sin celular, todo se quedó adentro y yo me quedé como una estúpida afuera.
Entré en pánico pero actué rápido, fui a buscar (en pantuflas, por cierto, al edificio de al lado) al guardián para que me ayudara a abrir, pero justo era la hora de su descanso y no estaba en su oficina. Empecé a desesperarme y me quedé en el lobby del edificio pensando qué hacer, hasta que entró un vecino que venía del supermercado. Le pedí prestado su teléfono para hacer una llamada, y tuve que llamar a mi mamá en México rápidamente, porque no me sabía el número de Brigitte, para pedirle que le dijera que me había quedado afuera. Volví afuera de mi puerta a esperar. Todo sucedió en aproximadamente cuarenta minutos, los más largos y estresantes de mi vida, me deshice de ansiedad. Por fin llegó Brigitte casi corriendo y en cuanto la vi me eché a llorar desconsoladamente y le pedí perdón por haberla hecho venir e interrumpir su reunión. Me abrazó y me consoló diciéndome que estaba bien, que los errores suceden y de ellos se aprende.
Después de calmarme, terminé de arreglarme y salí justo a tiempo para llegar puntual a la hora acordada al ICM. En lo que comenzaba la inauguración, estuve doblando más folletos de prensa y ayudando con preparativos. En un tiempo muerto compré mis boletos de avión para ir a Venecia a visitar a Brigitte en agosto, cuando termine mis prácticas y antes de volver a México. Dio la hora en que citamos a los invitados y bajé para empezar a recibirlos. Esperamos a que llegaran más personas y media hora después una representante de la Embajada de México en Francia, junto con la viuda del fotógrafo, dieron discursos de bienvenida y agradecimiento para inaugurar la exposición. A mí me dieron la encomienda de tomar fotografías y eso estuve haciendo de sala en sala.
Después de un rato, subí a recoger mis cosas, y cuando me disponía a irme, vi que Brigitte había llegado, así que esperé a que viera la exposición y luego volvimos juntas a casa. Cenamos algo ligero y caímos rendidas a dormir, después del agitado y ocupado día que tuvimos.
 Viernes 8 de junio
Brigitte se levantó, tomé un té con ella mientras desayunaba y luego se fue. Un poco más tarde desayuné, puse una lavadora y me dediqué a trabajar un rato en la primera entrega del reporte de las prácticas. Me bañé y busqué horarios del cine más cercano para ir a ver una película. Afortunadamente sí estaba la de Han Solo en inglés, no alcancé a verla en México, así que me alisté y me dirigí al Canal de Villette, en donde hay un cine a cada lado. Uno proyecta películas sólo en francés y el otro sí las tiene en su idioma original y subtituladas. Compré mi boleto y en lo que esperaba a entrar a la función pasé a la librería de al lado del cine para hacer tiempo.
Nunca había ido al cine yo sola, siempre he ido acompañada de alguien, y fue una experiencia interesante. La disfruté mucho, con todo y la emoción y nostalgia que me da cuando veo una película nueva de Star Wars. Después de la función compré algo de comer y me senté a la orilla del canal, con una vista muy bonita. Me di cuenta de que los peces del canal saltan, porque me sorprendió uno pequeño que dio tres saltos, como cuando uno lanza una piedra al agua para hacerla rebotar. Regresé caminando porque quedaba muy cerca del departamento, y ya en casa esperé a que volviera Brigitte. Ambas trabajamos un poco en nuestros asuntos y platicamos un rato antes de acostarnos.
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 Sábado 9 de junio
Brigitte se fue muy temprano y estuvo fuera todo el día en reuniones de trabajo, así que después de su partida desayuné con calma y me bañé. Como el reporte del clima decía que se esperaba que lloviera mucho, decidí ir al Louvre a refugiarme en caso de que fuera cierto, pues aunque ya lo conozco de la vez pasada, ni de chiste terminé de verlo. Antes de irme fui al supermercado a comprar unas cosas que Brigitte me encargó, volví a dejarlas en casa y me puse en camino al museo. En una de las estaciones en que hice transbordo, había un chico tocando el violín, como muchos otros músicos que se ponen a tocar pidiendo dinero. Pero este me llegó mucho, pues estaba tocando una melodía que me encanta y de una manera bellísima (Méditation de la ópera de Thais, de Jules Massenet), así que le di una moneda y le sonreí agradeciéndole su música.
Llegué a la estación justo abajo del Louvre, y tuve que pasar por un centro comercial lleno de las típicas tiendas, lo cual me molestó mucho, aunque no me sorprendió porque justo esas tonterías complacen a los turistas, pero me pareció que no tenían nada que ver con el museo. Hice fila para la entrada preliminar, para pasar por el control de seguridad en donde revisan los bolsos, cuando una señora estadounidense que iba en frente de mí en la fila me preguntó confundida si sí era la entrada. Le dije que sí, hablándole en inglés, cuya pronunciación le sorprendió y me dijo que lo hablaba perfecto. Le contesté que se debía a que lo había aprendido desde el kínder, y eso dio pie a que se agarrara cotorreando como si fuéramos las mejores amigas. Nunca fue grosera, pero hizo algo muy estereotípico de los gringos: le dije que era mexicana y me habló de que su hija había ido a Cuba o que su sobrino había viajado a Colombia, como si México fuera todo Sudamérica. Después de comprar mi boleto me escapé de ella porque no quería que me siguiera y que arruinara mi paseo, pues me gusta recorrer los museos a mi propio ritmo y que no me hablen demasiado.
Primero entré a la exposición temporal sobre Eugène Delacroix, la cual estaba interesantísima y muy bien curada. Estaba diseñada cronológicamente según su vida, sus cambios de ánimo y de estilos y sus intentos por lograr que sus obras se aceptaran cada año en el salón de exposición más importante de Europa. Por supuesto que entre las piezas expuestas se encontraba su icónica Libertad guiando al pueblo, pero pude conocer un montón más de obras que jamás me habría imaginado que él pintó. Incluso había dibujos litográficos y cuadernos llenos de escritos, pues le encantaba traducir obras literarias clásicas y dibujarlas.
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Luego me dirigí a un área en la que según yo no había entrado hace dos años y encontré otras dos exposiciones temporales: una de la colección del Louvre de retratos en pastel de los siglos XVII y XVIII y otra de dibujos arquitectónicos y de paisajes franceses en perspectivas muy simétricas. Visité la parte del Louvre medieval, de sus orígenes como fortaleza y su evolución como palacio rústico a lujoso, hasta sus inicios como museo. Subí a la última planta para ver la colección de pintura francesa de 1700-1850, la cual era bastante extensa pero tenía piezas muy lindas. Recorrí un poco de la pintura europea de la misma época, pero para entonces ya llevaba ahí por lo menos cuatro horas, estaba cansada de caminar, tenía mucha hambre y poca batería en el teléfono.
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Tomé el metro a casa, comí y me puse a trabajar un rato en el reporte de las prácticas. Me quedé leyendo y viendo la televisión hasta que volvió Brigitte y nos fuimos a dormir.
 Domingo 10 de junio
Desayuné con Brigitte y platicamos mientras hacía su maleta, un rato después nos despedimos y se fue al aeropuerto de regreso a Italia. En ese momento volví a sentirme sola y triste, pues aunque no la vi mucho porque estuvo trabajando, por lo menos sentí que tuve una compañía materna por un ratito, y en cuanto se fue me sentí un poco vacía. Después de bañarme, fui al supermercado a hacer compras para la semana y regresé a guardarlo todo. Como el día estaba nublado, gris y frío, igual que mi estado de ánimo, fui de nuevo a refugiarme al cine para hacer pasar algunas horas viendo una película. Vi Jurassic World para no pensar en nada complejo, y me sirvió para entretenerme y distraerme de mi melancolía que regresa a ratos.
Para cuando salí de la función, mi mamá ya se había despertado, y el hablar con ella y decirle que volvía a estar sola por la partida de Brigitte, provocó que se me volviera a hacer un nudo en la garganta y que volviera a casa caminando, con los ojos vidriosos y ganas de llorar. Comí en casa y me dispuse a seguir trabajando en el marco teórico de mi reporte, cuya primera entrega es hasta dentro de un mes, pero como la ñoña que soy, obviamente ya empecé a hacerlo. Después de freír mi cerebro y de agotar mis ganas de trabajar, cerré el día viendo el final de Sense8 que acaba de estrenarse.
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elisaenparis2018 · 6 years
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Diario de París: Semana 2
Lunes 28 de mayo
En la mañana Gilberto me envió un mensaje para preguntarme si quería que nos reuniéramos a tomar un café a mediodía. Desayuné y fui al parque a intentar retomar hacer ejercicio para no morir aquí con tantas tentaciones culinarias. No sé cómo lo logré, puesto que mi condición ha mejorado este semestre por haber estado yendo al gimnasio cuatro veces a la semana, aunque todavía no es óptima, pero corrí cinco kilómetros. Casi me muero hacia el final del recorrido y tuve que bajar la velocidad, pero me sentí bien de hacer algo más activo que sólo caminar. Regresé al departamento para hacer abdominales y arreglarme para salir.
Me encontré con Gilberto cerca de donde vive, por Place de Clichy, y me llevó a caminar al Parc Monceau. Este parque es más pequeño que Buttes Chaumont, pero igual de bonito en muchos sentidos. Se nota que los espacios verdes en París están bien pensados no sólo recreativa, sino visualmente. Este tenía “hoteles de insectos”, unas casitas de madera con distintos materiales orgánicos para que diversas especies las habiten y se conserven. Había una incluso en forma de araña, acompañada de unas marcas en el pasto simulando una telaraña. También en la cima de unas rocas había unos enjambres para criar y proteger abejas. Aquí sí se preocupan por conservar especies cotidianas.
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El Parc Monceau estaba lleno de niños de las escuelas de alrededor, a quienes llevan a jugar en su tiempo de recreo. Tiene también un estanque con patos, una cascada y miles de especies de árboles y plantas. Me ha cautivado especialmente un árbol que se llama Sangre libanesa, de hojas oscuras que a ratos se ve negro, luego rojizo. Fue un paseo muy agradable y me dieron ganas de que haya mejores espacios verdes en Guadalajara. Afuera del parque había una brocante (un tianguis o venta itinerante) de antigüedades en varios puestos con todo tipo de muebles, ropa y artículos de decoración de muy buena calidad. Me enamoré de una pluma fuente color menta, pero no quise ni preguntar el precio porque vine con el objetivo de no comprar souvenirs a menos de que realmente valgan la pena, para mí y para los más cercanos.
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Nos sentamos un ratito en un café a tomar algo y platicar, y después Gilberto me acompañó a la estación más cercana para tomar el metro a casa. Pensé en ir a visitar otro lugar, pero en ese momento sentí la fatiga del ejercicio de la mañana y las caminatas de la semana, así que mejor quise volver al departamento.
 Martes 28 de mayo
Hoy quise ir por adelantado al Instituto Cultural de México en Francia, el lugar donde estaré haciendo mis prácticas profesionales, para ir ubicando el lugar y presentarme con la directora. A pesar de que empiezo hasta el viernes, no quería llegar ese mismo día como si nada y preferí evitar el riesgo de perderme y llegar tarde. Precisamente esto último me pasó, me perdí porque me di cuenta de que había anotado mal la dirección, por una diferencia de cien números. Era el 119 y yo tenía escrito 19, por lo que al llegar al número 19 de la calle correcta, no había ningún letrero del Instituto y nadie contestaba al timbrar. Incluso había un letrero que decía algo sobre médico, por lo que más confundida no podía estar. Para acabarla de fregar, estaba lloviendo y yo empecé a desesperarme. Hasta que entró un señor al edificio, me aventuré a preguntarle si estaba en el lugar correcto. No le sonaba que fuera ahí, pero muy amablemente entró a preguntarle a alguien y volvió a salir para decirme que tenía que caminar todo derecho cien números después.
Lo bueno es que no tenía cita y aproveché para bobear por el barrio donde voy a estar trabajando. Al fin llegué al Instituto, timbré y me abrieron. Llamaron a la directora y mientras la esperaba recorrí la exposición que tienen actualmente, de dos artistas mexicanas que resignificaron el vestido de novia, la Virgen de Guadalupe y la Malinche. Bajó la directora, nos saludamos, subimos a las oficinas a presentarme con todos y a sentarme en la suya para precisar algunos detalles. Me explicó el tipo de cosas que estaré haciendo con ellos y después de unos minutos me dejó ir. Regresé a casa para aterrizar toda la información que recibí y organizar la ruta que tomaré, la correcta para no volver a cruzar un barrio entero por despistada.
Después de comer volví a salir, la lluvia había ya parado y el sol estaba saliendo. Me bajé en la estación en la que, subiendo las escaleras para salir, de inmediato se impone el Arc du Triomphe, iluminado por el sol de la tarde. Caminé sobre la avenida de Champs Elysées en dirección hacia el Louvre, recordando cómo en época navideña todo se ilumina con luces de colores. Me desvié un poco en la calle en donde están el Grand Palais y el Petit Palais, ambos museos, y en el fondo, cruzando el Pont Alexandre III (el más ornamentado de toda la ciudad) está Les Invalides, otro edificio imponente y lleno de historia, donde descansan los restos de Napoleón. Volví a la avenida y terminé de caminarla hasta entrar al Jardin des Tuileries.
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Fui directamente al monumento a Charles Perrault, en el que casi me suelto a llorar, otra vez, de nostalgia, porque ese pequeño lugar nos pareció encantador cuando lo visitamos en diciembre y los pequeños árboles que lo rodeaban tenían unas hojas amarillas preciosas. Ahora todo está verde pero, a decir verdad, tristemente esos árboles están un poco pelones ahora. Me senté a descansar un ratito en una de las sillas del parque, bajo la frescura de la sombra, en lo que decidía si seguía paseando o me rendía y volvía a casa. Sucedió lo último y regresé a relajarme.
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 Miércoles 30 de mayo
Mauro, un amigo egresado de mi carrera, estará aquí de visita diez días, y la noche anterior nos pusimos de acuerdo para encontrarnos en el Musée d’Orsay. Entré al museo y en lo que nos encontrábamos, me metí a ver la exposición temporal, sobre artistas simbolistas de los países bálticos de Lituania, Letonia y Estonia. Me gustó bastante y aunque algunos tenían un estilo muy sencillo y un poco burdo, hacia el final estaba la temática de paisajes, todos preciosos y con colores vibrantes. Saliendo de la exposición me encontré con Mauro y su hermana, platicamos un poco y en lo que ellos entraron a la exposición yo subí a visitar a los impresionistas.
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Fue muy bonito volver a ver muchos de mis cuadros favoritos en vivo, los de Degas, Monet, Manet y Renoir. A continuación bajé a ver a mi queridísimo Van Gogh y a su amigo Gauguin, y sentí que de alguna manera mi amigo Mariano estaba acompañándome a ver los cuadros de su pintor favorito. Me reuní con mi amigo y su hermana de nuevo y recorrimos juntos el resto del museo. Hicimos una pausa para tomar un café y sentarnos un rato, pues todos estábamos cansados de caminar en los paseos que cada quien hizo el día anterior. Nos acabamos el museo entero y salimos a caminar y buscar algo de comer.
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Compramos unos sándwiches muy buenos y baratos y nos sentamos en un pequeño parque a comerlos. Después de haber descansado otro rato tomamos el metro hacia el Arc du Triomphe, en cuya estación me separé de ellos para volver al departamento a descansar.
 Jueves 31 de mayo
Quedé de verme con un ex compañero del CEDI, Ricardo, que está estudiando filosofía en la Sorbona y lleva viviendo aquí dos años. Llegué al Jardín de Luxemburgo, el cual moría por conocer, porque en Los Miserables de Victor Hugo lo mencionan mucho, es el lugar en donde Marius se enamora de Cosette cuando la ve paseando por el parque con Jean Valjean. El parque está precioso, lo cual no me sorprendió después de haber ya visitado algunos, pues está perfectamente cuidado y tiene mucho que ver. Hay una fuente hermosa, la Fontaine Médicis, construida por mandato de la Reina María de Medici en 1630. Está al fondo el Palacio de Luxemburgo, la sede del Senado. En medio hay otra fuente muy bonita y alrededor a desnivel hay una serie de varias estatuas que representan a mujeres célebres de la historia de Francia, sobre todo reinas.
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Me senté un ratito en lo que llegaba Ricardo y luego nos encontramos frente al palacio, para ir a caminar hacia el Panthéon. Recorrimos varias calles muy bonitas, platicando, y llegamos a donde reposan los restos de los hombres ilustres de Francia. Digo hombres porque tristemente sólo hay cuatro mujeres, una de las cuales es Marie Curie; este verano parece que van a agregar a la quinta, una señora que logró que en los años ochenta se legalizara el aborto en el país. El edificio desde afuera es imponente y es una mezcla de Partenón con un domo grandísimo. Por dentro es bellísimo y lleno de detalles que saltan a la vista, un montón de frescos en los muros que cuentan la historia de Francia y de Saint Geneviève, la protectora de los reyes, a quien se le atribuyó el edificio como iglesia en un principio.
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Bajamos a las catacumbas donde están al principio los restos de Voltaire y Rousseau frente a frente, lo cual es un chiste local que Ricardo me explicó, pues en realidad ellos se odiaban a muerte, y en muerte los ponen juntos como si hubieran sido amigos. Visitamos los restos de héroes nacionales como Victor Hugo, Alexandre Dumas, Émile Zola, Antoine de Saint-Exupéry, Piere Curie y Jean Jaurès, y muchos otros nombres que no conozco ni recuerdo. Las cuatro mujeres que descansan ahí son Marie Curie, Sophie Berthelot (enterrada junto con su esposo, ella fue la primera en el Panthéon) y dos heroínas de la resistencia Genevieve de Gaulle-Anthonioz y Germaine Tillion.
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Salimos y caminamos hacia Notre Dame. Ricardo intentó meterme a la Sorbona para que la conociera, pero en estos momentos están muy sensibles con cualquiera que no sea estudiante, debido a las manifestaciones violentas y destructivas que han estado ocurriendo desde hace varios meses, a causa de la reforma educativa de Macron. Llegamos a Notre Dame, la vimos desde afuera porque yo ya la conocía por dentro y había una fila interminable para entrar. Saludé a la pequeña gárgola del Jorobado, que me encantó desde el viaje pasado, y le dimos la vuelta a la catedral. Descubrí que ya quitaron todos los candados de los puentes, lo que quiere decir que el que pusieron mis papás hace dos años ya no está y según yo iba a ver si lo encontraba entre tantos que había.
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Nos sentamos bajo la sombra a platicar un rato y luego seguimos caminando en dirección a Saint Michel, en búsqueda de un libro que Ricardo quería llevarle de regalo a su tía. A lo largo del Sena hay varios puestos de toda suerte de libros usados. Estuve a punto de comprarme uno de Tintin, pero estaba un poco caro; a lo mejor vuelvo por él después o lo busco en otro lado. No encontramos el libro en los puestos, así que entramos a una librería enorme, de cuatro o cinco pisos, que además tiene otras sucursales en la misma zona. Encontramos el libro y merodeamos un poco, bajamos a pagarlo y nos despedimos afuera.
Gilberto iba saliendo de un coloquio cerca de ahí, así que nos encontramos unas calles después y me llevó al Barrio Latino a comer, según él, las segundas mejores crepas de París (las primeras son las que hace Anne, su novia). Puedo constatar que probablemente sí lo sea, porque la que comí estaba deliciosa y llena de cosas: mozzarella, jamón serrano, lechuga, tomate y cebolla. Compramos algo de tomar y nos sentamos al lado de una fuente a comer y platicar. Me acompañó al metro y tomamos rutas distintas para ir a casa. En el departamento me puse pijama y a preparar comida para el día siguiente, pues ya iba a empezar a trabajar.
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 Viernes 1 de junio
Hoy comenzaron mis dos meses de prácticas profesionales en el Instituto Cultural de México en Francia. Puedo asegurarles que fue un excelentísimo primer día de trabajo. Me levanté casi tres horas antes porque no quería llegar tarde, sobre todo porque no estaba segura de cuánto tiempo gastaría en los cambios de estación de metro, a pesar de que la ruta no era muy larga. Como vi que no estaba tardando tanto, no me apuré demasiado en los transbordes, llegué veinte minutos antes y esperé un poco para timbrar. Me abrieron, subí a las oficinas a dejar mis cosas y de inmediato comenzó el trabajo. Hoy tocó hacer el desmontaje de una exposición de dos artistas mexicanas: Carmen Mariscal y Mercedes Geertz.
Aprendí mucho sobre embalaje de obra, detalles que no conocía para proteger las piezas, que me van a servir mucho en un futuro próximo. Fue un arduo trabajo y terminé cansada, pero me divertí bastante y me sentí muy bien recibida por todos, que me trataron de maravilla. Empecé a todo vapor el primer día, recién llegada y ya agoté energía por hoy, pero estoy segura de que causé una buena primera impresión por trabajar duro y que el resto de mi estancia será muy agradable.
 Sábado 2 de junio
El día empezó lento porque me dormí tarde y me levanté un poco tarde también. Después de espabilarme, desayunar y bañarme, cambié las sábanas para dejarlas afuera para cuando venga Brigitte a enseñarme a usar la lavadora. Fui al supermercado porque ya no me quedaba mucho para hacer en la semana. Regresé a dejar las cosas, sufriendo en el camino, porque soy una necia que insiste en no llevarse el carrito que está guardado en el clóset, en lugar de cargar con una bolsa pesada. Volví a salir a la lavandería para lavar la ropa que ya se me había acumulado y necesitaba pronto. En un principio creí que había arruinado la primera lavadora que puse, porque me agobiaron tantas instrucciones en la pared y puse mal el jabón (es una lavandería de servicio propio). Pero todo salió bien lavado, esperé un rato a que ambas lavadoras terminaran, sequé la ropa y volví al departamento a guardarla.
De nuevo para afuera, decidí ir a un bazar organizado por los vecinos del barrio, que abarcaba varias calles y estuvieron anunciando durante varios días. Había varios puestos con todo tipo de cosas: ropa usada, antigüedades, películas, discos, vinilos, relojes, lentes, juguetes, libros… Recorrí todo y encontré una joya: un vinilo de la Rapsodia en Azul de George Gershwin, una de mis melodías favoritas. 
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Volví a casa para hacerme algo de comer porque ya pasaba del mediodía. Gilberto me habló para preguntarme si quería ir a un lugar del que nos había hablado mucho y que quería poner algo similar en Guadalajara, así que quedamos de vernos a las seis en una estación de metro que está en el periférico de París, en Porte de Clignancourt. Me encontré afuera de la Recyclerie con Gilberto y Anne su novia  y con Thomas, un amigo suyo.
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La Recyclerie es un restaurante-taller-centro comunitario dedicado a aprovechar todo lo que se pueda. Todo está hecho a partir de materiales y muebles reciclados, todas las sobras y los desechos se aprovechan de distintas maneras. Hay un estanque con peces koi para la hidroponía: los desechos de los peces nutren a las plantas y las plantas limpian el agua. Un huerto y techos verdes que producen frutas y verduras, y un corral de gallinas que ponen huevos, para utilizarse en el restaurante y el resto repartir entre los miembros de la asociación, mayoritariamente vecinos del barrio. Una biblioteca para dejar un libro y tomar uno a cambio y un espacio para dejar productos y objetos a venta por consignación. Arriba una granja de abejas, cuya miel ganó el premio a la mejor de París el año pasado. Un restaurante y bar con bebidas y alimentos muy apetecibles y saludables. Y el Taller de René, donde se imparten talleres para niños y otras personas sobre reciclaje y reinvención de objetos con materiales reutilizables, además de rentar el espacio y herramientas para quien las necesite. Adicionalmente, el lugar ofrece prestar espacios para que quien tenga un proyecto, como clases, talleres o exposiciones.
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Me encantó el lugar, sobre todo después del tour que me dio Gilberto y todas las explicaciones sobre cómo surgió el espacio y el tipo de proyectos que realizan para activar a la comunidad. Me dieron muchas ganas de hacer algo similar en Guadalajara, lo que Gilberto también quiere hacer en conjunto con mi papá, por lo que espero que sí podamos hacerlo realidad. Después de tomar algo y platicar un rato, caminamos un poco recorriendo el barrio y tomé el metro para regresar a casa.
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 Domingo 3 de junio
Hoy fue un día muy lento y poco eventual, pues volvió a atacarme la ansiedad y me sentí muy triste y sola. Desperté tarde pero todavía estaba Mario despierto a las dos de la mañana, así que hablamos un rato hasta que se quedó dormido. Desayuné y me puse a limpiar el departamento con todo y aspiradora, a ver si ocupándome me distraía de mi melancolía. No lo logré y me solté a llorar un rato, pues de nuevo extrañaba todo demasiado. Me metí a bañar y pude tranquilizarme, pero seguí muy desganada todo el día.
Me preparé algo de comer y me lo llevé al parque para leer un rato y estar afuera, esperando a que despertara mi familia porque habíamos quedado en hacer video llamada todos juntos. Hasta ahora sólo había hablado así con mi mamá y con Mario, pues los horarios de mi papá y mi hermana entre semana no habían coincidido con mis ratos libres. Hablamos un buen rato, hasta que se me terminó la batería y regresé a casa para seguir la llamada, que nos llevó otra hora. Me alegró mucho ver sus rostros y escuchar sus voces en tiempo real, porque en verdad los extraño mucho, son a quienes más amo en la vida y me ha costado bastante no poder verlos todos los días. Después de la llamada me puse a cocinar espagueti a la boloñesa (la primera vez que lo hago completamente sola, como muchos de los platillos que he estado haciendo aquí) y me sentí muy orgullosa porque me quedó delicioso. Me puse pijama para recibir la noche y tratar de acostarme no muy tarde para volver a trabajar mañana.
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elisaenparis2018 · 6 years
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Diario de París: Semana 1
Martes 22 de mayo
Después de un viaje largo y cansado en avión (nunca he podido descansar bien en avión o camión, no logro acomodarme a gusto y duermo en pequeños intervalos) llegué al departamento de Brigitte. Si leyeron mi diario anterior del viaje por Europa, recordarán que Brigitte es amiga de la familia y la dueña del departamento, el cual me prestó estos tres meses que estaré en París. Me recibió Gilberto, amigo y alumno de mi papá, cuya novia Anne había recogido las llaves. Me ayudó a instalarme y a comprar algo de cenar.
No les voy a mentir, en cuanto se fue me eché a llorar, me pegó muy fuerte el cambio y la realización de estar completamente sola en un departamento en el que estaba acostumbrada a ver a mis papás y a mi hermana de cuando viajamos juntos. En ese momento sentí que tres meses iban a ser muy largos sin ellos y no pude dejar de llorar hasta que me quedé dormida, lo cual me costó mucho trabajo. Antes de que se preocupen demasiado por mí o que me digan que me relaje y que me voy a acostumbrar, etc., deben saber que nunca antes he viajado sola y soy demasiado apegada a mi familia. Podrá sonar como que he sido muy chiqueada, pero para alguien con ansiedad como yo, alejarme tres meses de las personas que más quiero, después de estar con ellos todo el tiempo, es mucho y me va a tomar varios días superarlo.
Además, todavía no tenía manera de comunicarme con ellos, porque no había podido contratar un plan para el celular ni comprar un chip, por lo que no tenía internet ni nada (en el departamento no hay porque Brigitte sólo viene una vez al mes y no tiene caso contratar y gastar). Eso no me ayudó nada porque no podía decirle a nadie que me sentía extremadamente sola, triste y nerviosa. En fin, después de desempacar, bañarme y cenar, me quedé dormida para reponer lo que no pude descansar en el avión.
 Miércoles 23 de mayo
En la mañana había quedado de ir con Gilberto a comprar el chip para mi celular, así que nos encontramos afuera del departamento para ir al lugar donde tenía ubicada una máquina en donde los venden. Encontramos el lugar y después de varios intentos y rechazos de tarjetas, logramos comprar el susodicho y lo activamos. Al fin tenía comunicación y en ese momento mi ansiedad se redujo bastante. Volví al departamento y dediqué el día a recorrer el barrio, el distrito 19, para recordar dónde estaba todo: el supermercado, las panaderías, la lavandería, etc. A mediodía tomé una siesta de dos horas porque seguía muy cansada por el cambio de horario. Fui al supermercado a comprar comida para algunos días, me agobié porque estaba lleno de gente y todo revuelto, con los empleados acomodando cosas en los estantes y todo el mundo atravesándose. Al final logré conseguir lo que buscaba, llegar a la caja y pagar. El resto de la tarde estuve más o menos planeando qué iba a hacer en los días antes de empezar las prácticas profesionales, además de platicar con mi familia y con mi novio. Ya en la noche me hice algo de cenar, hablé por videollamada con mi mamá y obviamente lloré mucho, vi la televisión un ratito, leí un poco y me fui a dormir.
 Jueves 24 de mayo
Ni de chiste pude levantarme temprano, hoy que según yo iba a aprovechar más el día, pero como no tenía ningún compromiso, me levanté hasta las once de la mañana. Creo que no está tan mal y, pues, es normal, me estoy acostumbrando al horario, denme chance. Después de desayunar salí y tomé el metro para ir al Centre Georges Pompidou, el museo que no pudimos ir a visitar la vez pasada porque hubo una huelga de transporte y no llegó el camión hasta allá. Entré y compré el boleto para entrar a las exposiciones y al museo.
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El Pompidou tiene seis pisos, y está pensado para recorrerse de arriba abajo. En el sexto piso están las Galerías 1 y 2, en las que suele haber exposiciones temporales. En esta ocasión recorrí una sobre el Avant Garde de la Rusia postrevolucionaria, con artistas como Marc Chagall, El Lissitzky y Kasimir Malévitch, precursores del suprematismo. Estaba bastante interesante pero la verdad me aburrió un poquito, aun así terminé de verla toda.
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El quinto piso alberga la primera parte del museo: la colección de arte moderno. Las salas están divididas por tendencias y sus artistas correspondientes. Vi mucho de Matisse y Kandinsky, algo de André Breton y Marcel Duchamp,  de Picasso y de Yves Klein. En el cuarto piso está la colección contemporánea del museo, con las piezas de arte más locas que he visto en la vida. Había un cuarto lleno del techo al piso con hojas de árbol contenidas por una malla, con una escultura de pulmones dorados en uno de los muros, de una artista asiática. La Tienda de Ben, un espacio de exposición que solía ser una tienda que abrió el artista (Ben, así tal cual) en Niza, llena de todo tipo de curiosidades y frases escritas en las paredes, que terminó siendo montada en el museo. Un cuarto totalmente tapizado con tela de fieltro, con un piano en medio, obra de Joseph Beuys. O una instalación de varios artistas con figuras grandes con mapping, piezas de neón, sonido y video. Después de esta sección terminé exhausta de tanto caminar y observar, pero contenta de haber reconocido a un montón de artistas que he estudiado en varias clases.
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En el nivel 3 y 2 está la biblioteca pública, en el 1 una sala de cine y otras dos galerías que estaban cerradas, luego el lobby, y el nivel -1 alberga la galería de fotografías, dos pequeñas salas de exposición y otra sala de cine. Al salir me compré una crepa en un puesto que mi papá asegura que hace las mejores de París, no sé qué piensen los demás, pero yo decidí creerle porque estaba magnífica. Me senté a comer en la Plaza Stravinsky, frente a una fuente con esculturas. Tomé el metro de regreso a casa, pues iba a ir a Montmartre para encontrarme con Gilberto, pero ya se hacía tarde y en la noche iba a hablar con Brigitte para que me explicara cómo y con qué limpiar el departamento. Cené y hablé con Mario mi novio por videollamada un rato, lo acompañé en su proceso de búsqueda de vuelo para venirme a visitar dentro de un mes. Después de un rato el sueño me venció, colgamos y me quedé dormida.
 Viernes 25 de mayo
A las once tenía que ir a la Embajada de México en París, pues me pidieron que fuera para conocerme y explicarme sobre un documento que tendré que entregar al final de mi estancia. Cuando me bajé del metro, me perdí un poco porque caminé hacia otra dirección, pero me volví a ubicar preguntando y con el GPS del celular. Pero por estar viendo el mapa me descuidé y pisé popó de perro, demasiado abundante en las banquetas de París e inevitable si una va distraída. Llegué a la embajada y fue una visita muy rápida de pocas preguntas y explicaciones. Salí y caminé un poco para explorar, encontré la estación siguiente de la que me había bajado y recordé que esa línea me llevaba dos estaciones después a la Torre Eiffel, así que decidí visitarla por los viejos tiempos.
Al llegar me encontré con que está rodeada de vallas por construcción, creo que están remodelando calles y banquetas de alrededor. Pusieron puertas de contención con revisión controlada y había una fila enorme para entrar a la parte de abajo, pero como no planeaba subir, no me formé y mejor la vi desde el Champ de Mars. No ha cambiado nada la canija excepto que por abajo está siendo más guapeada, y me dieron muchas ganas de llorar porque la última vez que estuve ahí, mis papás, mi hermana y yo nos estábamos despidiendo de París para terminar nuestro viaje. Aquella vez el aire era gélido y estaba nublado, hoy había salido el sol, hacía algo de calor pero el aire estaba fresco.
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Crucé la calle hacia el Sena, caminé un poco y volví al puente de Bir Hakeim, el que sale en la película de Inception (El Origen). Regresé al metro y volví a casa. De nuevo llegué cansada y tomé otra siesta larga para recuperarme. Pasé la tarde escribiendo, hablando con mi familia y editando fotos, en lo que esperaba a que Gilberto se desocupara de un congreso para ver si nos encontrábamos en Montmartre. Empezó a oscurecer y a llover y mejor me puse a preparar mi cena. En la televisión estaban pasando una adaptación de la novela de Rémi, una obra literaria clásica francesa del Siglo XVIII, así que me puse a verla. Resultó que era de dos partes, la primera acabó a las doce de la noche y la segunda terminaría a las dos de la mañana, así que decidí irme a dormir después de la primera para no desvelarme tanto.
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 Sábado 26 de mayo
Después del pequeño desvelo me costó trabajo levantarme temprano de nuevo, desperté hasta las 10:30. Desayuné, me bañé y arreglé con toda la calma del mundo y me “preparé” para salir. Con esto me refiero a que me quedé haciéndome pato otra hora decidiendo qué hacer. Para entonces ya habían despertado mis papás y en lo que hablaba con ellos decidí ir al supermercado. Mientras estaba ahí mis papás me guiaron por notas de voz para escoger ingredientes a cocinar en los días siguientes (porque deben saber que soy un fracaso de persona independiente y no sé cocinar más que las cosas más bobas y básicas).
De regreso en el departamento me volvió a atacar la melancolía, extrañaba mucho mi casa y se me quitaron las ganas de ir a pasear más lejos. Entonces recordé que aún no había visitado el Parc des Buttes Chaumont que está a una cuadra, al que fui una vez con mi familia la vez pasada. Tomé mi libro y caminé tan sólo un minuto para llegar a la entrada del parque. Descubrí que el parque es muchísimo más grande de lo que creía, y que lo que vimos dos años antes no fue más que la infinitésima parte. El parque tiene un lago con patos y gansos; dos puentes y uno que da a un kiosco estilo romano en la punta de un acantilado; paseos en poni, tres restaurantes y un puesto de nieves y waffles. Estaba lleno de personas haciendo picnics, tomando el sol, paseando a sus perros y hasta algunas fiestas infantiles. Lo recorrí casi todo y me senté a leer un rato. Empezó a llover un poco pero pasó rápido, salió el sol y seguí leyendo otra hora hasta que me dio hambre.
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Me hice de comer-cenar y me relajé hablando con mi familia, viendo la televisión, escribiendo y leyendo. La salida al parque me tranquilizó mucho, pues fue un descubrimiento inesperado y muy bonito. Definitivamente voy a estar yendo muy seguido a hacer ejercicio, picnics y leer.
 Domingo 27 de mayo
Esta vez sí logré despertarme un poco más temprano, y después de desayunar y bañarme estaba lista para salir. Dado que quería aprovechar la tarde para limpiar el departamento y lavar algo de ropa, elegí ir a Montmartre un rato, que me queda a unas pocas estaciones de metro. Me bajé en Anvers, justo frente a la calle que lleva directo al Sacre Cœur, el cual brillaba bajo el sol. Las calles y banquetas estaban repletas de otros turistas de todo el mundo, muchos caían en los trucos típicos de los apostadores con los vasos y la pelota que cambia de lugar, o los artistas que dibujan a precios exorbitantes. Subir esas escaleras bajo el sol es una tortura espantosa, pero vale la pena para no gastar en el funicular y hacer un poco de ejercicio.
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Recorrí las calles viendo todo y recordando lo que había visto antes con mi familia, descubriendo pequeños o grandes detalles que han cambiado. El que me disgustó fue que en la Plaza de los Artistas, los restaurantes que ya tienen sus locales alrededor, habían invadido la explanada con toldos y más mesas para atender a la enorme clientela turista del verano. Los artistas se vieron desplazados a la orilla de la plaza bajo unos paraguas para protegerse de los rayos del sol que no perdonan. En diciembre que vinimos, la plaza sólo la ocupaban los artistas con sus caballetes y se veía todo mucho más limpio y agradable.
Seguí caminando por las calles, sin rumbo alguno para perderme un poco y conocer rincones nuevos. Encontré la verdulería que sale en la película de Amélie y uno que otro mural o esténcil interesante en los muros de Montmartre. Busqué de nuevo la Rue Lépic, donde se encuentra el Café des Deux Moulins, el de Amélie también, para recordar con nostalgia cuando celebré mi cumpleaños con mi familia en aquel entonces. No quise entrar porque se veía muy lleno y no tenía ganas de sopa de cebolla con este calor. Volví a la avenida principal de afuera del barrio, justo en frente del Moulin Rouge.
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Vi un letrero que indicaba la dirección hacia el Cementerio de Montmartre, el cual me había recomendado Gilberto que visitara. A mi llegada tomé un mapa y me fijé en los nombres y ubicaciones de las tumbas de personajes célebres que conocía. Visité la de Héctor Berlioz y la de Edgar Degas, uno de mis pintores favoritos. Bajo la de Degas alguien había dejado dos dibujos de bailarinas. Las tumbas estaban repletas de catarinas muy curiosas; el cementerio estaba lleno de cuervos enormes y gatos negros, muy ad hoc al ambiente solemne del lugar. A pesar de estar rodeada de muerte, me sentí muy tranquila, pues los árboles y las plantas habían embellecido el lugar de una manera apaciguante. Después de tanto caminar me sentí muy cansada y volví a la estación para tomar el metro a casa.
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La segunda mitad del día la empleé lavando ropa y limpiando el departamento, tomé un baño en la tina y me relajé hasta la hora de dormir. Esa fue mi primera semana en París, bastante melancólica, pero, como dice mi hermana, de una melancolía romántica por la ciudad en la que estoy.
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elisaenparis2018 · 7 years
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Día 28/París/Viernes/8 de enero de 2016
Como nos dormimos tarde, nos levantamos tarde, pero nos quedaba suficiente tiempo para pasear. Queríamos ver la Torre Eiffel de cerca una última vez, así que seguimos la misma ruta en metro que el primer día. También hizo mejor clima que la primera vez, más despejado y menos frío.
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La admiramos un buen rato, y fue un bonito detalle pensar que fue lo primero y lo último que vimos de nuestro viaje. Paseamos un poco por las calles de alrededor y volvimos al metro. En la estación de conexión nos bajamos por el lado equivocado y tuvimos que esperar al siguiente tren para cruzarlo y salir por el otro lado y cambiar de línea. Y yo creía que ya había dominado el metro parisino, vaya.
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Volvimos al departamento, comimos baguettes con el foie gras que Brigitte nos había dejado cuando pasaron navidad ahí y dejamos todo listo para irnos. Llegó Lucca a recoger las llaves y nos despedimos de él. Tomamos un camión a Gare du Nord y ahí subimos al RER que lleva al aeropuerto. Hicimos los trámites y documentación con calma, pues llegamos muy temprano y teníamos mucho tiempo de sobra. Esperamos un rato y por fin subimos al avión para volver a casa, a nuestra casa en México, porque convertimos por lo menos tres lugares en nuestro hogar en Europa.
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elisaenparis2018 · 7 years
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Día 27/París/Jueves/7 de enero de 2016
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El tren arribó a Gare de Lyon, en donde nos asomamos a conocer el famosísimo café de Le Train Bleu. Estaba encantador pero exorbitantemente caro, así que sólo lo disfrutamos con la vista. Tomamos un taxi al departamento para evitar subir al metro con las maletas, ahora más pesadas que nunca. En el departamento desayunamos, descansamos un poco y nos bañamos. Poco después de las tres de la tarde salimos a tomar el metro para ir a Montmartre, pues el plan era festejar mi cumpleaños en el café de Amélie (Les Deux Moulins) si lo encontrábamos y no estaba lleno. Hacía mejor clima que la primera vez que fuimos, estaba despejado y con un sol que iluminaba encantadoramente el Sacre Coeur. 
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Recordé las indicaciones que me habían dado la primera vez para llegar al café y caminamos hacia allá. Llegamos a Rue Lepic, donde no tardamos en encontrarlo. Por fuera se ve como cualquier café parisino, pero por dentro sí conserva mucho del estilo como aparece en la película. La barra está igual, tienen un poster gigante de la película firmado por el director en la pared y en el baño hay una vitrina con el gnomo y más parafernalia y utilería utilizadas en la producción.
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Comimos sopa de cebolla y de postre crème brulée y crumble de pera con chocolate caliente. Disfrutamos el resto de la velada y salimos para seguir paseando por las calles de Montmartre que aún no conocíamos. Por último, recorrimos un poco de la zona rosa, llena de burdeles y cines para adultos y conocimos el Moulin Rouge por fuera. Tomamos el metro para volver a casa y adelantamos el empacar para poder disfrutar el día siguiente paseando un rato por París por última vez antes de partir al aeropuerto. Puedo decir sin duda alguna que pasé el mejor cumpleaños de toda mi vida.
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elisaenparis2018 · 7 years
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Día 26/Conegliano/Miércoles/6 de enero de 2016
Salimos de la cama lo más tarde posible, pues estábamos hechos pedazos del corto pero pesado viaje del día anterior. Subimos a desayunar en pijama pero bajamos a arreglarnos rápido para aprovechar el último día que nos quedaba en Italia. Efrem nos llevó de sorpresa, por el cumpleaños de mi hermana, a ver la nieve en las montañas. Tuvimos que subir en carro un largo trecho porque sólo había nieve en la punta de la montaña más cercana, pero en realidad no estaba tan lejos. Una vez arriba sí pudimos admirar el paisaje invernal más hermoso de la vida, con árboles congelados y el suelo cubierto de nieve. Aparcamos en una explanada con colinas para deslizarse y jugamos con la nieve como niños pequeños.
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Subimos un poco más hacia el bosque, pero el carro no avanzó más y lo dejamos unos metros más debajo de lo que pretendíamos. Bajamos en una parte del bosque muy linda con nieve más abundante y volvimos a jugar un rato y tomar fotos. Subimos de nuevo al carro y volvimos a casa para comer. Bajamos a arreglar las maletas en lo que Nico volvía a casa del trabajo.
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Nos reunimos en la sala y partimos un pastel de Foresta Nera, de chocolate con nieve y cerezas. Festejamos y brindamos por el cumpleaños de Isabella mi hermana, que coincidió con el de Nico, y por el mío que sería al día siguiente. Brigitte y Efrem nos regalaron unas libretas lindísimas de la tienda artesanal de escritura que nos gustó en Venecia. Nico se quedó en casa, nos despedimos de él y Brigitte y Efrem nos llevaron en ambos carros a la estación de Mestre, de donde salía el tren de regreso a París. Nos despedimos muy acongojados de ellos porque pasamos un tiempo muy bonito con personas muy lindas; subimos al tren, el cual salió media hora tarde por una falla eléctrica, lo que hizo que nuestro compartimento no tuviera luz. Por fin arrancó, cenamos algo del vagón-restaurante en la oscuridad de nuestra cucheta y nos dormimos tristes por dejar Italia.
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elisaenparis2018 · 7 years
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Día 24/Venecia/Lunes/4 de enero de 2016
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Volvimos a Venecia, pero esta vez nos acompañó Nicolás para pasar el día con nosotros. De camino en el tren vimos que había nevado un poco en algunos pueblos y nos dieron muchas ganas de bajarnos a tocar la nieve, pero no queríamos perder tiempo. Llegando a la estación investigamos el costo de los boletos para ir a Florencia, y viendo que sí convenía, nos volvimos loquitos y compramos impulsivamente para el día siguiente.
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Nico nos llevó por lugares muy distintos a los del día anterior, menos típicamente turísticos y algo escondidos pero muy interesantes. Fuimos hacia la zona universitaria y nos contó sobre los barrios que componen Venecia, algunos aspectos históricos y otras curiosidades. Él la conoce como la palma de su mano, porque ahí vivió mientras estudiaba turismo y relaciones internacionales en la universidad. Vimos un taller donde elaboran y reparan góndolas, de los pocos que quedan y de los más antiguos. Para ser gondolero es muy difícil, pues a menos que se tenga un familiar en el gremio, es casi imposible entrar a esta cuasi mafia.
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Cerca de los muelles en frente del hospital entramos a una gelatería. De ahí nos llevó a la Rosticceria Gislon, en la que comimos “mozzarella alla carozza”, que era queso frito relleno de jamón. Fue el manjar más exquisito que he probado en la vida y podría comerlo hasta morir sin hartarme. Llegamos a la Librería Acqua Alta, en la que los libros estaban apilados sobre botes, góndolas y libreros altos, porque suele inundarse cuando el nivel del agua sube y hace que los canales se desborden. Había absolutamente todo tipo de libros, y eran tantos que parecía un caos sin precedentes, pero en realidad sí estaban ordenados hasta cierto punto con un sistema de clasificación que sólo el dueño conoce.
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Hablando del dueño, es un señor muy curioso y entusiasta que recibe a uno muy efusivamente y lo invita a pasar a ver un cuadro en 3D que al caminar en frente y verlo de reojo se mueve la ilustración. También invita a ver la salida de emergencia, que es una puerta grande que da a un canal y hay dos sillas para sentarse a verlo, así como el patio de atrás, en donde hay una escalera hecha de libros viejos que sube para admirar la vista del canal sobre la barda. Compré un libro sobre historias de Venecia con ilustraciones en acuarela muy lindas, pero me dieron ganas de llevarme toda la tienda.
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De regreso en Conegliano fuimos a cenar pizza auténticamente italiana en un restaurante cercano. De postre comimos tiramisú. Finalmente volvimos a casa a descansar porque al día siguiente tendríamos que levantarnos muy temprano para ir a nuestro impulsivo viaje exprés a Florencia.
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