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#zumbando
lin2ki · 14 days
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i spent all day and I'm still in a flight or fight mode for no apparent reason. money will fix me tho
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seddenostalgia · 1 month
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De todos los recibimientos a este nuevo año de cursada, una epidemia de dengue era lo que menos se podría haber pedido y sin embargo, ahí está zumbando peste
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floresclandestinas · 2 months
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No he de vivir sin voz, sin huellas o pasado...
Seré alas de historia y canto de aves
zumbando en tus oídos...
Seguiré hablando
el lenguaje de colores
con pinceles de rimas
y poesías...
Seguiré extrañando
a todos los que se han ido.
"Y en mi corazón de cementerio
recordaré con amor
a todos los míos".
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jartitameteneis · 6 months
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@pelijaros
El cloaquero pregunta esperando otra respuesta y el zasca que se lleva aún le seguirá zumbando el oído.
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UN BESO QUE TRASCIENDE EL TIEMPO Y ESPACIO- EL REENCUENTRO
Tras largos meses sin el más mínimo acercamiento, un día nuestros labios se volvieron a encontrar. Al principio no pude sentir nada, muchas cosas pasaban por mí cabeza, fue como si nuestros labios tardaran en reconocerse y tuvieran que, de a poco, volverse a conocer para, lentamente, ir recreando aquel "click" que nos unió desde el primer día. La temperatura fue aumentando, y el calor y las chispas, ya descontroladas a su fluir, nos envolvieron en un mundo aparte donde solo éramos vos y yo, expresándonos todo ese amor que no nos animábamos a confesarnos con palabras, pero en ese momento, nos lo dijimos todo con el beso de reencuentro más apasionado, que de a poco dejaba nuestros corazones zumbando, cada vez más fuerte...
De repente, nos encontrábamos en mi cama, rozando nuestras pieles en intimidad, donde ya nada importaba. Solo podía pensar en "qué placer amarte", amarte con cada centímetro de mi piel, cada célula de mi cuerpo y cada partícula electrica que abunda mi ser.
De repente, ya no era un encuentro sexual casual donde "carecían sentimientos de amor". El tiempo y espacio se suspendieron, se creó un instante eterno en el que nuestras almas se unieron por medio de un dulce y delicado beso de roce de labios, en lentitud...puedo asegurar que en esa pequeña eternidad ninguno deseaba estar en otra situación, más que en esa...
De repente, ya no era sexo casual. De repente, estábamos haciendo el amor...
Porque tal vez no hablemos de nuestro amor, porque asusta o no estamos preparados para asimilar semejantes sentimientos. Pero por mucho que decidamos jugar a congelar nuestro sentir, nuestro amor trasciende el tiempo y espacio, creando para nosotros aquellos instantes eternos, que tanto nos cuesta darnos el privilegio de animarnos a vivir.
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napo-con-fritas · 7 months
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la concha que me pario.. ya escuche un mosquito zumbando cuando trataba de dormir
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melaly · 2 days
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Nombrar los sentimientos es un método infalible para que tomen cuerpo. Desde hace un rato estaba zumbando por el cuarto el miedo, pero no lo veía, ahora ya lo tengo aquí, encima de mi cara, el moscardón azul del miedo, y sólo hay una manera de espantarlo, dejar de defenderme, hacerle frente a la tentación que me ronda.
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silvestreycoqueta · 2 months
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La divina presencia de los árboles en la ciudad
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Me encontraba sentado en la sala de clases, en un rincón del cuarto piso de un edificio, entre medio de muchos otros edificios. Abajo, todo estaba rodeado de cemento en la superficie, con autos y micros zumbando por encima, en el centro mismo de la ciudad.  
Buscando algo que fuese agradable a la vista, miré por la ventanita que tenía a mi lado, y encontré un árbol.
Irremediablemente me pasé el resto de la clase contemplándolo, dibujándolo. Era muy bello, con una gran melena de hojas verdes que bailaban suavemente junto a la brisa. Entonces mi mente comenzó a vagar por diversos pensamientos que pasaban como nubes por encima de mí.
Uno de esos pensamientos tuvo relación con el asombro que me causó (y me sigue causando, y quizá nunca deje de causarme) la presencia de un árbol en medio de edificios y cemento. Por muy inhóspito y artificial que sea un lugar, siempre están los árboles. Por lo menos uno, acompañándonos. Recordándonos que somos humanos, que somos naturaleza, que somos vida.
Su verdor, sus aromas, su respiración saludable nos acompañan con lealtad. Dando ejemplo de resistencia en medio de lo artificial. Revelándose como un signo evidente del amor de Dios por nosotros. Purificándonos el aire, tejiendo los vientos, dando hogar a las aves. Incluso a pesar de que a muchos nadie los riegue, nadie los cuide ni los tome en cuenta, ahí están:
viviendo con fidelidad, junto a nosotros.
Escrito por: Fernando Osorio redactor de Silvestre & Coqueta.
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angelamariamedinaruiz · 2 months
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TE ESPERO
Había una abeja zumbando alrededor de las diminutas flores de una rama de tomillo, él me había contado que esta planta nació de una lágrima de Helena.
Yo vi cómo esas flores se tornaron rojas después de que bebí una copa de vino. Tenía el rostro caliente y las mejillas coloradas, estaba segura de que él volvería, era mi deseo. Mi soledad estaba llena de cicatrices y no soportaba estar un minuto más sin su compañía.
La lluvia refrescó el aire. La noche se iluminó con linternas de seda.
Arranqué la rama de tomillo con cuidado para que sus florecitas no se cayeran.
Escuché sus pasos. Las pisadas las sentía cada vez más cerca, mi estómago era un mariposario. Tenía el corazón como un manantial del cual brota el agua y del que se desprenden burbujas gaseosas que hacen un ruido similar al agua que hierve.
Corrí a su encuentro.
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annetorres-blog · 2 years
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LOS ÚLTIMOS PEDAZOS DE UN CORAZÓN ROTO
¿Cuándo fue que claudiqué? ¿Cuándo qué me rendí? Cierro los ojos y se suceden los amantes, hasta que las relaciones, cada vez, son más breves. Y ya, ni siquiera, esas fugaces noches de hotel—ni a tu casa, ni, por supuesto, a la mía —. No obstante, por un momento, pienso que si puedo amarlo y él a mí. Y, solo por eso, merece la pena haber llegado hasta allí, aunque la madrugada sea áspera, y, más bien, solitaria. Cierro los ojos, y me veo, pasando los dedos por el espléndido pelo rubio de Dani. Me veo con Mike, en Boca del Cielo, donde nos gustaba perdernos. Veo a Iván, tan guapo, en aquella boda, justo el día que supe que había dejado de amarme. Cierro los ojos, y, me veo, esperando el mensaje de Ibu, ese que nunca llegará. O la disculpa de Jacques, la retractación de Farid. No es que me quiera ir zumbando, simplemente, dame una razón para quedarme. Al final, todos son el mismo porque sé que todos dirán lo mismo: que fui yo. Que yo, les rompí el corazón. Que no puedo estarme quieta. Que, como el perro del hortelano, tengo miedo a comprometerme. Y eso, no es del todo así. Cierro los ojos y se suceden las geografías y los amantes. Y lo cierto es que ninguno quiso amarme como yo era. Solo que me sentara a su lado y me dejara llevar, ¿adónde?... A ninguna parte. Nadie supo, o tal vez quiso, acompañarme. Besarme despacio... Todas sabemos que es más cómodo lo otro. Hasta que me cansé: creo saber el final... Ese pinchazo en el pecho. Y me aburro de pensarlo. Tal vez, cobarde. No obstante, evito el preludio, las orquídeas y los clarines, así, también, me ahorro el desenlace. ¿Adónde quieres que salgamos? ¿Para qué?... Después de todo, puede que no sea tan insomne como presumo, y es el Gatopardo quien me despierta todas las noches. Tecleo estas líneas mientras, en algún lugar, no muy lejos de aquí, dos hombres discuten. "¡Eres un yonqui!", gritan. Y se oyen golpes. Espero que, al menos, no llegue la sangre al río... Parece que la heroína, bien. ¿Se dan cuenta? Siempre soy la última en enterarse de todo...
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neovat · 1 year
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            no pronosticó la energía de infante para esa noche.  principalmente como consecuencia de chocolate.  ni siquiera era dulce,  sino cacao puro.  pensó que pequeña amargura no enamoraría su paladar,  cuán equivocado estaba.  suspiró,  preparando bocadillos nocturno;  algo de té y panecitos de canela.  su prometido llegaría dentro de los próximos minutos, zumbando de emoción por mostrarle las invitaciones diseñadas,  asimismo menú planeado con madre.  lapto continuaba abierta sobre la mesa,  acomodándose en sofá con la taza entre sus manos.  minina por supuesto se volvió cuidadora de los sueños de everest,  revisando las carpetas guardadas en el mismo momento que phoenix abría la puerta.  automática la amorosa curvatura que cruzó por carmines,  orbes brillando con respeto y comprensión.    ‘    bienvenido,  ¿qué tal tu día?  ¿disfrutaste el almuerzo que hice para ti?     ‘       @phoefinley​
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petals-blogs · 11 months
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Mi propio cerebro es, para mí, la maquinaria más inexplicable. Siempre zumbando, tarareando, volando, rugiendo, buceando y luego enterrada en el lodo. ¿Por qué? ¿Por qué es esta pasión?
Virginia Woolf
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eltesorodeleer · 1 year
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LA ENCINA Y LA AMAPOLA
Cuento de Educación ambiental.
Por Oscar M. Gaitán.
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En un tranquilo rincón del bosque, una anciana encina y una joven amapola se encontraron para conversar sobre el cambio climático. Las arrugas marcadas en la corteza de la encina revelaban los años de sabiduría que llevaba consigo, mientras que los vibrantes pétalos de la amapola reflejaban la energía de la juventud.
"¡Hola, joven amapola!", saludó la anciana encina con una voz profunda y tranquila. "Hoy es un día propicio para compartir nuestras vivencias con respecto al cambio climático. ¿Cómo te ha afectado a ti, querida amapola?"
La joven amapola inclinó su frágil tallo, respondiendo con una voz suave pero llena de preocupación. "Anciana encina, ha sido una lucha constante para nosotros, las flores. El clima impredecible y las temperaturas extremas han perturbado nuestros ciclos de vida. A veces, nos encontramos floreciendo demasiado temprano, acortando nuestra efímera existencia. Nos resulta desafiante adaptarnos a estos cambios repentinos".
La encina asintió con comprensión, sus ramas se mecían suavemente con el viento. "Entiendo tus inquietudes, joven amapola. Como árboles, también compartimos los mismos desafíos. Las sequías prolongadas y las olas de calor nos debilitan. Nuestras raíces luchan por encontrar suficiente agua, y esto nos hace más susceptibles a enfermedades y plagas. Pero además, he notado la ausencia de insectos zumbando a nuestro alrededor y el silencio de los pájaros en nuestras ramas".
La amapola suspiró y miró hacia el suelo con tristeza. "Es cierto, anciana encina. La disminución de insectos y pájaros afecta nuestra interacción con ellos. Aunque no dependemos directamente de los insectos para polinización, su ausencia limita nuestra diversidad genética y puede dificultar nuestra capacidad de adaptación. Además, sin los pájaros como aliados en la dispersión de nuestras semillas, nuestra reproducción y supervivencia se ven amenazadas".
Con una voz cargada de experiencia, la encina respondió: "Es fundamental que nos unamos para proteger nuestro hábitat y fomentar la presencia de insectos y pájaros. Necesitamos concienciar sobre la importancia de conservar la biodiversidad y tomar medidas para mitigar los efectos del cambio climático. Somos parte de un intricado entramado de relaciones, y cada ser vivo tiene un papel vital que desempeñar".
La joven amapola asintió con determinación. "Estoy de acuerdo, anciana encina. Cada uno de nosotros puede marcar la diferencia al promover prácticas sostenibles y trabajar en colaboración para restaurar el equilibrio en nuestro ecosistema. A través de pequeñas acciones, como promover la conservación de nuestros recursos naturales y reducir nuestra huella de carbono, podemos contribuir a frenar el cambio climático".
La encina sonrió con benevolencia y dijo: "Juntos, podemos ser la voz de la naturaleza y abogar por un futuro más sostenible para todos. Hagamos todo lo posible para proteger nuestro hogar, preservar la belleza y diversidad de la vida en nuestro entorno natural. El cambio comienza con nosotros, y es nuestro deber asegurar que las generaciones futuras hereden un mundo próspero y equilibrado".
En ese tranquilo rincón del bosque, la anciana encina y la joven amapola se unieron en un compromiso silencioso de luchar contra el cambio climático. Con la esperanza en sus corazones y la determinación en sus raíces, se convirtieron en guardianes de la naturaleza, dispuestos a enfrentar los desafíos que se avecinaban.
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aleblogsposts · 11 months
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Gente, hoy fue mi segundo día en el gimnasio y digo segundo osea, jamás había entrado a uno ni nada, nunca había hecho ejercicio antes, y en serio que mis pies y brazos están zumbando, pero bueno, si no duele no funciona jajaja :(
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tararira2020 · 11 months
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| Ría |
TOPOLOGÍA DE LA PALABRA
Apología del matambre
Esteban Echeverría
Un extranjero que ignorando absolutamente el castellano oyese por primera vez pronunciar, con el énfasis que inspira el nombre, a un gaucho que va ayuno y de camino, la palabra matambre, diría para sí muy satisfecho de haber acertado: este será el nombre de alguna persona ilustre, o cuando menos el de algún rico hacendado. Otro que presumiese saberlo, pero no atinase con la exacta significación que unidos tienen los vocablos mata y hambre, al oírlos salir rotundos de un gaznate hambriento, creería sin duda que tan sonoro y expresivo nombre era de algún ladrón o asesino famoso. Pero nosotros, acostumbrados desde niños a verlo andar de boca en boca, a chuparlo cuando de teta, a saborearlo cuando más grandes, a desmenuzarlo y tragarlo cuando adultos, sabemos quién es, cuáles son sus nutritivas virtudes y el brillante papel que en nuestras mesas representa.
No es por cierto el matambre ni asesino ni ladrón; lejos de eso, jamás que yo sepa, a nadie ha hecho el más mínimo daño: su nombradía es grande; pero no tan ruidosa como la de aquellos que haciendo gemir la humanidad, se extiende con el estrépito de las armas, o se propaga por medio de la prensa o de las mil bocas de la opinión. Nada de eso; son los estómagos anchos y fuertes el teatro de sus proezas; y cada diente sincero apologista de su blandura y generoso carácter. Incapaz por temperamento y genio de más ardua y grave tarea, ocioso por otra parte y aburrido, quiero ser el órgano de modestas apologías, y así como otros escriben las vidas de los varones ilustres, trasmitir si es posible a la más remota posteridad, los histórico-verídicos encomios que sin cesar hace cada quijada masticando, cada diente crujiendo, cada paladar saboreando, el jugoso e ilustrísimo matambre.
Varón es él como el que más; y si bien su fama no es de aquellas que al oro y al poder prodiga la rastrera adulación, sino recatada y silenciosa como la que al mérito y la virtud tributa a veces la justicia; no por eso a mi entender debe dejarse arrinconada en la región epigástrica de las innumerables criaturas a quienes da gusto y robustece, puede decirse, con la sangre de sus propias venas. Además, porteño en todo, ante todo y por todo, quisiera ver conocidas y mentadas nuestras cosas allende los mares, y que no nos vengan los de extranjis echando en cara nuestro poco gusto en el arte culinario, y ensalzando a vista y paciencia nuestra los indigestos y empalagosos manjares que brinda sin cesar la gastronomía a su estragado apetito; y esta ráfaga también de espíritu nacional, me mueve a ocurrir a la comadrona intelectual, a la prensa, para que me ayude a parir si es posible sin el auxilio del fórceps, este más que discurso apologético.
Griten en buena hora cuanto quieran los taciturnos ingleses, roast-beef, plum pudding; chillen los italianos, maccaroni, y váyanse quedando tan delgados como una I o la aguja de una torre gótica. Voceen los franceses omelette souflée, omelette au sucre, omelette au diable; digan los españoles con sorna, chorizos, olla podrida, y más podrida y rancia que su ilustración secular. Griten en buena hora todos juntos, que nosotros, apretándonos los flancos soltaremos zumbando el palabrón, matambre, y taparemos de cabo a rabo su descomedida boca.
Antonio Pérez decía: "Solo los grandes estómagos digieren veneno", y yo digo: "Solo los grandes estómagos digieren matambre". No es esto dar a entender que todos los porteños los tengan tales; sino que solo el matambre alimenta y cría los estómagos robustos, que en las entendederas de Pérez eran los corazones magnánimos.
Con matambre se nutren los pechos varoniles avezados a batallar y vencer, y con matambre los vientres que los engendraron: con matambre se alimentan los que en su infancia, de un salto escalaron los Andes, y allá en sus nevadas cumbres entre el ruido de los torrentes y el rugido de las tempestades, con hierro ensangrentado escribieron: Independencia, Libertad; y matambre comen los que a la edad de veinte y cinco años llevan todavía babador, se mueven con andaderas y gritan balbucientes: Papá... papá... Pero a juventudes tardías, largas y robustas vejeces, dice otro apotegma que puede servir de cola al de Pérez.
Siguiendo, pues, en mi propósito, entraré a averiguar quién es éste tan ponderado señor y por qué sendas viene a parar a los estómagos de los carnívoros porteños.
El matambre nace pegado a ambos costillares del ganado vacuno y al cuero que le sirve de vestimenta; así es que, hembras, machos y aun capones tienen sus sendos matambres, cuyas calidades comibles varían según la edad y el sexo del animal: macho por consiguiente es todo matambre cualquiera que sea su origen, y en los costados del toro, vaca o novillo adquiere jugo y robustez. Las recónditas transformaciones nutritivas y digestivas que experimenta el matambre, hasta llegar a su pleno crecimiento y sazón, no están a mi alcance: naturaleza en esto como en todo lo demás de su jurisdicción, obra por sí, tan misteriosa y cumplidamente que solo nos es dado tributarle silenciosas alabanzas.
Sábese solo que la dureza del matambre de toro rechaza al más bien engastado y fornido diente, mientras que el de un joven novillo y sobre todo el de vaca, se deja mascar y comer por dientecitos de poca monta y aún por encías octogenarias.
Parecer común es, que a todas las cosas humanas por más bellas que sean, se le puede aplicar pero, por la misma razón que la perspectiva de un valle o de una montaña varía según la distancia o el lugar de donde se mira y la potencia visual del que la observa. El más hermoso rostro mujeril suele tener una mancha que amortigua la eficacia de sus hechizos; la más casta resbala, la más virtuosa cojea: Adán y Eva, las dos criaturas más perfectas que vio jamás la tierra, como que fueron la primera obra en su género del artífice supremo, pecaron; Lilí por flaqueza y vanidad, el otro porque fue de carne y no de piedra a los incentivos de la hermosura. Pues de la misma mismísima enfermedad de todo lo que entra en la esfera de nuestro poder, adolece también el matambre. Debe haberlos, y los hay, buenos y malos, grandes y chicos, flacos y gordos, duros y blandos; pero queda al arbitrio de cada cual escoger al que mejor apetece a su paladar, estómago o dentadura, dejando siempre a salvo el buen nombre de la especie matambruna, pues no es de recta ley que paguen justos por pecadores, ni que por una que otra indigestión que hayan causado los gordos, uno que otro sinsabor debido a los flacos, uno que otro aflojamiento de dientes ocasionado por los duros, se lance anatema sobre todos ellos.
Cosida o asada tiene toda carne vacuna un dejo particular o sui generis, debido según los químicos a cierta materia roja poco conocida y a la cual han dado el raro nombre de osmazomo (olor de caldo). Esta substancia pues, que nosotros los profanos llamamos jugo exquisito, sabor delicado, es la misma que con delicias paladeamos cuando cae por fortuna en nuestros dientes un pedazo de tierno y gordiflaco matambre: digo gordiflaco porque considero esencial este requisito para que sea más apetitoso; y no estará de más referir una anecdotilla, cuyo recuerdo saboreo yo con tanto gusto como una tajada de matambre que chorree.
Era yo niño mimado, y una hermosa mañana de primavera, llevóme mi madre acompañada de varias amigas suyas, a un paseo de campo. Hízose el tránsito a pie, porque entonces eran tan raros los coches como hoy el metálico; y yo, como era natural, corrí, salté, brinqué con otros que iban de mi edad, hasta más no poder. Llegamos a la quinta: la mesa tendida para almorzar nos esperaba. A poco rato cubriéronla de manjares y en medio de todos ellos descollaba un hermosísimo matambre.
Repuntaron los muchachos que andaban desbandados y despacháronlos a almorzar a la pieza inmediata, mientras yo, en un rincón del comedor, haciéndome el zorrocloco, devoraba con los ojos aquel prodigioso parto vacuno. "Vete niño con los otros", me dijo mi madre, y yo agachando la cabeza sonreía y me acercaba: "Vete, te digo", repitió, y una hermosa mujer, un ángel, contestó: "No, no; déjelo usted almorzar aquí", y al lado suyo me plantó de pie en una silla. Allí estaba yo en mis glorias: el primero que destrizaron fue el matambre; dieron a cada cual su parte, y mi linda protectora, con hechicera amabilidad me preguntó: "¿Quieres, Pepito, gordo o flaco?".
"Yo quiero, contesté en voz alta, gordo, flaco y pegado", y gordo, flaco y pegado repitió con gran ruido y risotadas toda la femenina concurrencia, y dióme un beso tan fuerte y cariñoso aquella preciosa criatura, que sus labios me hicieron un moretón en la mejilla y dejaron rastros indelebles en mi memoria.
Ahora bien, considerando que este discurso es ya demasiado largo y pudiera dar hartazgo de matambre a los estómagos delicados, considerando también que como tal, debe acabar con su correspondiente peroración o golpe maestro oratorio, para que con razón palmeen los indigestos lectores, ingenuamente confieso que no es poco el aprieto en que me ha puesto la maldita humorada de hacer apologías de gente que no puede favorecerme con su patrocinio. Agotado se ha mi caudal encomiástico y mi paciencia y me siento abrumado por el enorme peso que inconsiderablemente eché sobre mis débiles hombros.
Sin embargo, allá va, y obre Dios que todo lo puede, porque sería reventar de otro modo. Diré sólo en descargo mío, que como no hablo ex-cátedra, ni ex-tribuna, sino que escribo sentado en mi poltrona, saldré como pueda del paso, dejando que los retóricos apliquen a mansalva a este mi discurso su infalible fallo literario.
Incubando estaba mi cerebro una hermosa peroración y ya iba a escribirla, cuando el interrogante "¿qué haces?" de un amigo que entró de repente, cortó el revesino a mi pluma. "¿Qué haces?", repitió. Escribo una apología. "¿De quién?" Del matambre. "¿De qué matambre, hombre?" De uno que comerás si te quedas, dentro de una hora. "¿Has perdido la chaveta?" No, no, la he recobrado, y en adelante sólo escribiré de cosas tales, contestando a los impertinentes con: fue humorada, humorada, humorada. Por tal puedes tomar, lector, este largo artículo; si te place por peroración el fin; y todo ello, si te desplace, por nada.
Entre tanto te aconsejo que, si cuando lo estuvieses leyendo, alguno te preguntase: "¿qué lee usted?", le respondas como Hamlet o Polonio: words, words, words, palabras, palabras, pues son ellas la moneda común y de ley con que llenamos los bolsillos de nuestra avara inteligencia.
Biblioteca Nacional de la República Argentina, Buenos Aires, 2007.
Publicado por primera vez en 1836 en El Recopilador, periódico dirigido por Juan María Gutiérrez.
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Taller el Escriturón y Escribir poéticamente
El escriturón
El escriturón
Realice la consigna de la página 86. Empezar por el principio
Realizado por Valentina Lizarazo.
A empezar por el principio
Narrar es contar hechos o acciones ordenadas en el tiempo y encadenadas entre sí.
Es algo que Macedonio Fernández sabía hacer. Aunque le costaba empezar. Le preocupaban tanto los comienzos que escribió Una novela que comienza, además de un Cuento de literatura no literaria y una Autobiografía no se sabe de quién, entre otras cosas.
Él escribió este principio: 
¿Quién era ese mosquito?
Yo me sentí como agredido personal y conscientemente con la embestida del mosquito zumbando; y cuando me golpeó en la cara, en la oscuridad de la noche, levanté la colcha y traté de abarcarlo encerrándolo dentro de las mantas. Pero he aquí que no lograba cazarlo; en plena oscuridad sentí el rumor y al par que procuraba eludir la embestida trataba de aniquilarlo.*
Te proponemos que sigas contando la lucha del hombre contra el mosquito.
Pasaron dos minutos que se sintieron como horas mientras luchaba con el mosquito en la oscuridad de mi cuarto, sus alas agitándose como nunca y mi puño con la almohada yendo detrás. En un momento, el mosquito se silenció, me quedé quieto, preparado para el ataque, con mis manos en posición de lucha, mi almohada lista para aniquilar y mis sentidos agudizados para encontrarlo, escuché el suave murmullo del aire que entraba por mi ventana, me di la vuelta y ahí estaba: El mosquito al frente de mi ventana, volando en libertad y con vida, casi que burlándose de haberme quitado el sueño y la paz de mi noche.
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