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btscenarios-espanol · 5 years
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La última canción – J.J.K
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Pedido de este escenario AQUÍ...
Pareja: Jungkook x Lectora
Género: Fluff 
Argumento: Las vacaciones de Jungkook se ven armonizadas por la dulzura y belleza de una voz con la que, de casualidad, se topa en medio de su apacible paseo cerca de la playa. Desde el momento en que la escucha, no puede quitársela de la mente… ni del corazón.
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Las calles resplandecían en esa tarde de agosto en la que Jungkook decidió salir a caminar para despejarse: la gente disfrutaba del paseo al lado de la playa, respirando el aroma del mar que estaba a tan solo dos pasos; y los viandantes se entretenían mirando los puestecitos ahí instalados, que ofrecían un amplio muestrario de objetos artesanales típicos de la isla y más cosas que llamaban la atención a cualquiera que pasara por allí.
Había familias, padres con sus hijos; parejas de jubilados, tomados de la mano mientras veían a los niños corretear por la arena; grupitos de jóvenes haciéndose fotos y tomando algo fresco, sentados en el muro que separaba el suelo edificado de la arena.
El sol se estaba poniendo, y los colores del cielo dejaban boquiabierto a todo el que alzaba la mirada: naranjas y rosas avisaban que la luna iba a hacer su aparición en pocos minutos.
Es en este bello y agradable paisaje costumbrista en donde se encontraba Jungkook, mezclándose con toda esa gente y disfrutando de una tarde tranquila. Con una tenue sonrisa plasmada en los labios, observaba todo a su alrededor, mientras caminaba sin prisa por el paseo.
Por fin, después de mucho tiempo, tenía unas bien merecidas vacaciones. En ese tiempo libre del que disponía, simplemente le apetecía relajarse y desconectar de todo y de todos; es por eso que decidió hacer una pequeña escapada al sur, a una modesta isla de la cual había oído hablar muy bien, y así tomar un tiempo para sí mismo.
Definitivamente, había acertado con el momento y el lugar, porque una sensación de paz inundaba su corazón, relajando sus músculos y sus pensamientos. Jungkook respiró hondo, inhalando la brisa costera que le hacía recordar a su querido Busan, y continuó su camino sin rumbo fijo.
Tras un buen rato caminando, al final comenzó a sentir el cansancio en sus pies, por lo que se sentó en un banco mirando al mar. Los antes colores cálidos del cielo al fin habían pasado al característico negro azulado de la noche, y el oleaje estaba en total calma. Con esa vista, Jungkook sacó su móvil, conectó los auriculares al mismo, y se dispuso a colocárselos para poder escuchar un poco de su música favorita.
Quedó por unos segundos confundidos cuando unos acordes de una guitarra sonaron de repente.
“Pero si no le he dado al play todavía…” –dijo Jungkook para sí mismo, revisando el aparato con el ceño fruncido.
Una voz que no había oído nunca llegó hasta sus oídos. Estaba claro que la música no provenía de su smartphone.
Giró su cabeza hacia la izquierda y luego hacia la derecha, inclinándose sobre sí mismo hacia adelante para esquivar a la gente con la mirada y lograr ver a través de ellos a la persona que estaba cantando. Al no ver a nadie, se levantó y, guiándose por su oído y por el gentío que comenzaba a agruparse más adelante del paseo, encontró a la dueña de esa voz.
Ahí es dónde te vio, con un micrófono que sonaba un poco mal y una guitarra cruzada sobre tu pecho. Tocabas con delicadeza las cuerdas del instrumento, acompañada de dos jóvenes más: uno marcaba sencillos acordes en un pequeño teclado, y otro marcaba el compás de la melodía con un par de instrumentos pequeños de percusión.
Era un poco cutre, pero Jungkook le encontró cierto encanto al mini show que os habíais montado; no erais malos, pero los medios de los que disponíais no os permitían brillar como merecíais.
Aun así, la gente estaba disfrutando de vuestra música, incluido el joven y famoso cantante que ahora te escuchaba, quedando totalmente encantado con tu voz.
Tras terminar vuestra primera canción, sonreíste tímidamente, aceptando los aplausos del público que habíais conseguido reunir en vuestra esquinita. La gente estaba deseando escuchar una canción más, y es que les habías encandilado con la dulzura que desprendías y tu bonita y delicada voz. 
Jungkook solo miraba y escuchaba, sintiéndose atraído por el sonido que entonaban tus cuerdas vocales. Le producía una sensación extraña en el estómago que no sabía descifrar, pero que le incitaba a permanecer ahí y seguir escuchando; y así es como se quedó hasta que tú y tu grupo comenzasteis ya a recoger para iros.
De camino al hotel en el que se estaba quedando, Jungkook no podía quitarse de la cabeza la melodía de la última canción que habías cantado y, sin poder evitarlo, estuvo tarareándola todo el rato hasta llegar a su habitación.
Cuando esa noche se tiró en la cama tras haberse duchado y puesto el pijama, seguía igual, solo que ya no era la melodía lo que su mente evocaba, sino tu voz. Algo tenías que realmente lo había cautivado. Se maldijo a sí mismo por no haber grabado ni un pedacito de alguna de las canciones… se moría por poder reproducir en ese momento en su móvil alguna de las que habías entonado con esa dulce y armoniosa voz tuya.
No le quedaba otro remedio: Tendría que volver al día siguiente, al mismo lugar y a la misma hora, para poder escucharte de nuevo; y esta vez no sería tan tonto como para inmortalizar alguna de las canciones en su teléfono.
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Jungkook estaba mal.
Muy mal.
Había ido al día siguiente de nuevo a escuchar a tu grupo, rezando por que estuvieseis ahí otra vez esa noche.
Sintió una oleada de alivio al ver que, efectivamente, teníais todo el chiringuito montado en el mismo lugar del día anterior, y tú volvías a tener tu guitarra en mano mientras que tus amigos hacían uso también de sus instrumentos.
Sin embargo, no grabó nada; se quedó como tonto ahí, plantado como una farola, escuchando vuestras canciones sin darse cuenta de que el tiempo pasaba. 
Para él era una delicia escucharte. Ese día no hizo más que confirmar que tu voz tenía algo especial; algo que lo hacía emocionarse y sentir lo que fuera que estuvieses cantando, aun sin entender muchas de las letras.
Al próximo día después de ese segundo encuentro, se vio de nuevo caminando por el paseo de la playa, en dirección a ese rinconcito y refugio musical.
Y de nuevo, una vez más volvió a dirigirse ahí, en la que sería la tercera noche consecutiva.
¿Es posible enamorarse de una voz? Porque Jungkook sentía que, cada vez que te escuchaba, se le salía el corazón del pecho… ¿De verdad es eso posible? Se lo estaba comenzando a cuestionar muy seriamente.
Así, yendo y viniendo solo para poder verte y oírte cantar, se pasó la semana entera. Le han hecho falta tan solo siete días para enamorarse –platónicamente– de una chica. 
Si tú eras igual de dulce y amorosa que tu voz, debía conocerte. Pero como su vuelo de vuelta a casa salía a la siguiente noche, solo tenía una única oportunidad para al menos decirte lo que le habías hecho sentir a lo largo de estos días a través de las bellas melodías que cantabas.
Llegó esa última noche en la que Jungkook caminaría por ese paseo; la última noche en la que podría escucharte, a ti y a tu grupo en directo. Nunca había hablado contigo, pero sentía como si fuese una despedida, sintiendo pena y pesar en su corazón.
Con su móvil preparado en la mano y la grabadora lista para darle tan solo al play, Jungkook se acercó a la ya tan conocida esquinita en donde siempre estabais.
Sonrió al encontrarse con la típica escena de estos días: tú en medio, como siempre, con tu adorada guitarra, tu cabello suelto y tu tierna sonrisa adornando tu rostro. Todavía no habíais comenzado con ninguna canción; estabas afinando tu instrumento.
Jungkook esperó, viendo como más gente se unía a la espera.
Al fin elevaste la mirada y observaste a tu modesto público, anunciando el nombre de tu grupo y la canción que interpretaríais a continuación, como de costumbre. Así, comenzó la que sería la última presentación que Jungkook escucharía de ti. 
El tiempo de nuevo pasó demasiado deprisa, y en nada ya estabas diciendo que cantarías la última canción de la noche.
“Y finalmente, para despedir esta tranquila y despejada noche, interpretaremos una de nuestras canciones favoritas: Muddy Waters de LP. ¡Esperamos que os guste!” –anunciaste a los presentes.
Jungkook fue en ese momento cuando cayó en la cuenta de que esta sería su última oportunidad para guardar en su móvil algún pedacito de lo que estos días habían sido para él, y rápidamente pulsó al fin el play de la grabadora por primera vez en la noche.
Cerró los ojos, deleitándose en el precioso timbre de tu voz, en los bellos acordes que tus dedos rasgaban sobre las cuerdas de tu vieja guitarra, en las teclas del piano siendo pulsadas con delicadeza, en las maracas marcando ligeramente el acompasado tempo de la canción…
Su mente y cuerpo se sentían en paz, y le daba la sensación de estar en una especie de limbo, entre la realidad y el lejano lugar al que era transportado cada vez que te escuchaba.
Jamás habría pensado encontrar una artista callejera que causara tal efecto en él. Y menos encontrarla en la otra punta del mundo.
“¡Muchas gracias!” –exclamaste tímidamente, tras tocar el último acorde, ganando el aplauso de los paseantes que se habían parado a escucharte.
Jungkook se sintió de repente vacío… ¿Ya está? ¿Eso era todo? ¿Así iba a terminar?
Tú y tu grupo comenzasteis a recoger vuestras cosas, mientras que el chico permanecía ahí, quieto, con un sentimiento agridulce comenzando a consumirle. ¿Debía intentar decirte algo, al menos con el básico nivel de inglés que tiene? ¿O debería mejor irse y dar fin a su extraño enamoramiento platónico?
El tiempo se acababa: Ya tenías tu guitarra en el hombro y tus amigos habían guardado también sus instrumentos, comenzando a alejarse con los mismos hacia la zona en la que probablemente estaba vuestro coche aparcado.
No obstante, cuando ya pensaba que te ibas con ellos y no te vería nunca más, te giraste y clavaste tu mirada en él.
Le dedicaste una sonrisa tan dulce que por casi se le cae el móvil de las manos, pillándolo por sorpresa.
Tú estos días te habías percatado de su presencia; y cómo no si siempre se ponía en el mismo rincón, con los ojos cerrados asintiendo con la cabeza al compás de tu música. Siempre observabas a tu público, por lo que es inevitable reconocer a una cara cuando la ves tan repetidamente.
La manera en la que parecía disfrutar de vuestras interpretaciones te había hecho sentir durante toda la semana muy feliz y satisfecha. Al fin parecía que alguien genuinamente sabía valorar el esfuerzo y dedicación que poníais en cada una de las canciones que cantabais. 
Ajustándote la funda de la guitarra en el hombro, hiciste un gesto con la cabeza en señal de despedida y quitaste tu mirada de la suya, dirigiéndote a trote hacia tus amigos para unirte a ellos.
Jungkook no sabía qué hacer ahora.
Soltando un gran suspiro, giró sobre sus talones y se puso rumbo a su hotel por última vez, jugueteando con el móvil en su mano y teniendo claro que, en algún otro momento de su vida, volvería a esa isla, a ese paseo al lado de la playa, a ese rinconcito… sólo para ver si seguías tocando tu música y poder escucharte nuevamente, manteniendo esa última canción grabada en su móvil como garantía de que volvería a escucharte en persona; y, para cuando eso sucediera, te diría de frente lo hermosa que es tu voz.
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