Tumgik
#agobiante
lishi19 · 1 year
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No se qué es peor
sentir mucho o no sentir nada
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letsestick · 8 months
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Es muy desgastante tener la necesidad de que todo salga tan tan tan detalladamente excelente
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Estoy jodidamente cansada de sobrepensar las cosas, darle de vueltas a mis pensamientos y no llegar a una conclusión, es bastante agobiante.
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leonidas-skyblog · 2 years
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Me he agotado tanto que ya no puedo escribir, el oxígeno no me ayuda a vivir, me esta afixiando; mi corazón muere lentamente y no me reconozco. veo colores, veo personas, veo días y noches también pero yo? Yo ya no me veo, no me encuentro y no puedo mas! estoy tan cansada.
Despierto pero no vivo.
Leónidas_Sky_
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another-basic-boy · 2 years
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Porqué siempre acabo haciéndolo todo mal?
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villings · 2 years
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En el lugar donde se ha cometido un crimen, el mismo aire se hace espeso y agobiante.
Joanna Baillie
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andromeda0004uuu · 1 year
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Quisiera arrancarme el dolor pero mi corazón arrogante se niega a escucharme.
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juliaridulaina · 1 year
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Observeu les escenes i l'escenari//Observe the scenes and the stage//Observad las escenas y el escenario.
Observeu les escenes i l’escenari Que succeeix en la nostra ment quan ens podem a meditar? PUNT: Continuareu observant qualsevol cosa que succeeixi. Fills, podeu veure «les escenes i l’escenari». Es gaudeix d’una meravellosa sensació de donar un pas enrere i contemplar tot el que passa com si fóssim un espectador. El bosc, quan som a dins no es pot contemplar totalment perquè estem immersos en…
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butchiful · 1 year
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Voy a llegar tarde a la clase de pintura.... y que tanta wea🖕
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reddrudde · 9 months
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sólo acepto la intensidad d la persona q yo quiero, la del resto m parece agobiante
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quemirabobo · 2 years
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ODIO EL PUTO VERANOOOOO
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pondysselth · 4 months
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Así de caluroso || Enzo Vogrincic
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El sol del mediodía caía a plomo sobre las calles de Montevideo, convirtiendo el asfalto en un espejismo humeante. El miércoles transcurría como cualquier otro día de verano, sofocante e implacable. A pesar del calor agobiante, una chica caminaba con paso ligero por 18 de Julio, alejándose de la facultad. El pelo se le pegaba a la frente, sudaba a chorros y el agua de su botella se había convertido en un caldo tibio. La libertad después de un largo examen era la recompensa que la impulsaba.
Cada paso era una lucha contra el calor. La chica apresuraba el ritmo buscando la sombra esquiva, deseando escapar de las fauces de la ciudad que tanto amaba.
De pronto, un leve malestar se apoderó de ella. El sudor se intensificó, la respiración se volvió dificultosa y un mareo familiar la amenazó. Se detuvo, tambaleándose, con la vista nublada y puntos negros danzando en su campo visual. Ignorando las señales de alarma, bebió un trago de la repugnante agua tibia y reanudó la marcha. Su única meta: salir de 18 de Julio. A duras penas, avanzó unas cuadras más, luchando contra un nuevo malestar que se instalaba en su cuerpo.
Allí mostrándose casi burlona detrás de esa inmensa puerta de concreto que se alzaba sobre la calle Juncal se encontraba uno de sus deleites visuales favoritos, Sarandí. Ella no sabía por qué, pero esa calle siempre la llamaba a explorarla. Aunque ya la había recorrido tantas veces, siempre encontraba algún tesoro nuevo. Se debatió si debía pasar por lo que ya era el desolado calderón a fuego ardiente de la Plaza Independencia para llegar a ese oasis visual que le abría paso a Ciudad Vieja o simplemente ignorarlo e irse a casa.
La exuberante calidez de la tarde le gritaba a la chica que debía ignorar el llamado a la exploración. Sin embargo, una fuerza interior, una mezcla de aventura y algo más que no podía nombrar, la incitaba a seguir adelante. Como diablillos en el infernal ambiente, sus deseos la empujaban por ese camino que solo le estaba trayendo malestares. Ignorando las señales de su cuerpo, que no estaba preparado para resistir más tiempo en esas condiciones, se decantó por seguir la incitación diabólica y entrar en el paraíso que era la calle Sarandí.
Arrastrando los pies como si una cadena de acero los uniera al suelo, se adentró en ese rincón de alegría que tanto la llamaba. Caminó unas pocas cuadras, disfrutando del pequeño oasis que se abría paso en el desierto de calor que se había apoderado de Montevideo. De repente, un golpe seco: su corazón aceleró a un ritmo desbocado, su respiración se volvió jadeante, su visión se nubló y su cabeza comenzó a dar vueltas. La conciencia se le escapaba de entre los dedos. Así se sentía: una bajada de presión producto de su insensato deseo de continuar un camino que no debería haber tomado, en un día en el que el mismísimo señor de los infiernos parecía haberse apoderado de las calles de la ciudad. Su destino: caer desmayada por su imprudencia.
—Tranquila, que te tengo.
Esa voz no era producto de su imaginación. Los brazos que la rodeaban eran demasiado cálidos y sudorosos, evidenciando que el desconocido también sufría las consecuencias del avasallante calor que emitía el asfalto. A pesar de que la conciencia se le escapaba, de que sus ojos se cerraban y dejaban de transmitir luz, la sensación de estar en los brazos de un extraño la obligaba a volver a la realidad, alerta ante un posible infortunio. Cuando el instinto de supervivencia se apoderó de su cuerpo y abrió los ojos con miedo, se topó con un ángel. El calor se disipó de su cuerpo al contemplar sus ojos color avellana, la sensación de sudor se olvidó con solo una mirada a sus labios, el mareo se ignoró por completo al observar su rostro como un todo. Enzo Vogrincic, en todo su angelical ser, la sostenía para evitar que cayera en la fogosa calle Sarandí.
—No te preocupes que te ayudo a sentarte.
Su voz me sacó de mis pensamientos, esta vez infinitamente menos agónicos. Me tomó con delicadeza y me llevó unos metros hacia atrás, hacia unas sillas de plástico rojas, no muy cómodas, con el logotipo de una conocida marca de bebidas. Estaban fuera de un local llamado Zabala. Solo allí me di cuenta de la distancia que mis pies, que ya se podían haber fundido con el asfalto, me habían llevado. Estábamos cerca del Registro Civil y a unos pocos metros del Implosivo Artes Escénicas, la escuela de actuación. He ahí esclarecida la aparición de mi inesperado ángel salvador. Con mi mente retornando de su estado de inactividad coherente lo primero que atiné a decirle a mi salvador fue.
—Perdón.
Una simple palabra, tan tonta que parecía fuera de lugar. Sin embargo, así me sentía: avergonzada de haberlo desviado de su camino. Posiblemente le molestaba ayudar a una desconocida que caminaba imprudentemente bajo el sol abrasador, con la única compañía de una cartera que contenía sus documentos para el examen, una tarjeta de transporte y su fiel botella de agua, que ahora parecía más una sopa por lo caliente que estaba.
La risa de mi nuevo acompañante me confirmó lo tonta que había sido mi respuesta. Doblemente avergonzada, lo miré a los ojos. Solo vi diversión por mis palabras y preocupación por mi extrema palidez y mi inminente desmayo.
—¿Cómo me vas a pedir perdón? ¿Te sentís mejor ahora sentada? Te voy a comprar un refresco y un agua fría, porque estoy seguro que te bajó la presión.
El hombre se irguió, enderezando su espalda, y se dirigió al restaurante con paso firme. Su objetivo era claro: conseguir las bebidas que me ayudarían a reponerme. Al cabo de unos minutos, regresó con un refresco y un agua fría. Se agachó de nuevo junto a mí, ofreciéndome el elixir que mi cuerpo, agradecido, absorbió con avidez.
—Muchísimas gracias, y te pido perdón por las molestias. Seguro tenías otras cosas que hacer más que asistir a una pelotuda que se desmayó.
Dije con pena, mirándolo a sus ojos marrones. Sentía cómo me ardían las mejillas. Solo entonces, al contemplar mi alrededor, me percaté de la bicicleta olvidada en el piso. Probablemente se había bajado de ella al verme en mi estado.
—No me agradezcas, solo hice algo que cualquiera haría.
Expresó mientras se giraba para buscar la bicicleta. Al levantarla, se regresó hacia mí y me dijo:
—Me llamo Enzo. ¿Y vos?
Le dije mi nombre con más confianza al ver que no parecía molesto ni apurado por irse. Le señalé el refresco, aún sin abrir, ofreciéndoselo.
—Eso es tuyo, no me lo tenés que devolver. Si yo fuera vos, también tomaría de ese. El azúcar te va a ayudar a recuperarte, todavía estás muy pálida. Si me permitís.
Con esa simple petición de consentimiento, acercó su mano a mi rostro apartando algunos cabellos que se me habían pegado por el sudor, aquellos que mi peinado no había podido contener y ahora se posaban rebeldes por donde ellos deseaban. Luego de poner mis cabellos en orden, su mano se quedó allí, posada en mi cuello. La sensación de tener aquel pesado miembro cerca de donde se medía mi pulso me inquietaba. ¿Y si podía sentir el acelerado ritmo al que iba mi corazón? Su rostro tan perfecto no era lo único que me embobaba; su amabilidad y sencillez con la que estaba allí delante de mí me estaba dejando el cerebro aún más atrofiado que cualquier síntoma debido al infernal clima.
Tomando otro largo trago de agua para disipar los efectos que él estaba teniendo en mí, tomé valor, lo miré a los ojos y le dije:
—Muchísimas gracias otra vez. Siento que te lo estoy diciendo ya muchas veces, pero de verdad estoy agradecida con tu gesto. Pudiste haberme ignorado y dejarme tirada en la calle, y no lo hiciste.
—No tenés nada que agradecerme. Decime, ¿vivís por acá? Así te acompaño y me quedo tranquilo de que llegaste bien.
Me respondió aún con su mano posada delicadamente sobre mi cuello, dejándole leves caricias y sus ojos mirándome fijamente, entre preocupados y con algo parecido a ternura.
—No vivo por acá, ni cerca. Solo vine porque acabo de dar un examen y quería recorrer. Iba super bien hasta hace unos momentos.
Ya dejando un poco de lado la vergüenza, le respondí un poco más animada y sin tanta timidez. Tanta, ya que tener a alguien tan bonito enfrente de ella solo hacia que se pusiera nerviosa.
—Ok, sin ser muy invasivo, ¿dónde vivís? Tal vez te puedo llevar o algo. Me preocupa que te vayas sola después de que casi te desmayas. Si querés, llamamos a alguna amiga o alguien que te venga a buscar.
—Vivo en Manga, así que un poco lejos de acá. Y mis amigas en estos momentos...
Dije entre risas, diciendo donde vivía y luego chequeando la hora: 16:04. Para saber dónde podrían estar alguna de mis amigas para contestarle.
—Mis amigas están todas trabajando, así que no queda de otra que irme sola. Quedate tranquilo que no me va a pasar nada.
Le contesté intentando calmarlo y asegurarle de que todo estaría bien y no me volvería a pasar nada.
—Te invitaría a mi casa, pero siento que para un primer encuentro es mucho. Me conformo por ahora acompañándote a tomar el bondi.
Volviendo por la calle Sarandí, por la tan calurosa Ciudad Vieja. Ese tipo de calor que hacía que el asfalto derritiera el calzado y definitivamente el tipo de calor que hace que se te baje la presión y encuentres a Enzo, quien ahora te tiene montada en su bicicleta mientras ambos ríen y disfrutan el pequeño aire que les llega por la velocidad con la que conduce el antes mencionado. Ese era el tipo de día caluroso que hacía aquel día en Montevideo.
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a--z--u--l · 6 months
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Necesito que se termine el año más raro, inestable y agobiante de mi vida.
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corazona-das · 1 month
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Una noche compartida
(Enzo Vogrincic & Pipe Otaño x reader)
1/2
tw: +18, diferencia de edad (no especificada), malas palabra.
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————
Tu relación con Enzo era lo que siempre habías soñado, él era y será tu chico ideal. Su apariencia tan suave hizo que te llevaras una sorpresa demasiado grande al inicio de su relación. Realmente te volvía loca la dualidad que poseía en el ámbito sexual, era un espectáculo gratificante de ver, podía ser el hombre más vanilla del mundo visualmente, pero estando caliente era irreconocible, le gustaba todo lo que tenía que ver con verte a ti a su completa merced, juego previo, palabras denigrantes durante el acto, hasta fetiches que te daba vergüenza mencionar, todo consensuado claramente. Algo que te gustaba mucho de él era su seguridad en sí mismo, jamás fue alguien celoso, sabe bien lo que vale y lo que merece.
Desde que estás con el uruguayo no podías apartar la mirada de él, y estabas bien con eso, para ti este era el "primer amor de tu vida" y él se encargaba de darte la mejor experiencia de eso. Pensabas que era casi imposible que alguien más acaparara tu atención, y esto fue así, hasta que conociste a Felipe. Un hombre encantador de ojos claros y cabello oscuro, sonrisa cautivadora y personalidad mucho más que coqueta. Desde que lo viste comenzaste a dudar de tus propios criterios, jamás habías sido alguien infiel, y entre tus planes no estaba serlo, simplemente te parecía atractivo, era atractivo.
————
(semanas despues)
Para tu sorpresa, Felipe se había vuelto muy amigo de todo tu grupo, incluido En. Jamás cruzaron palabras estando solos, siempre fue el saludo cordial y uno que otro chiste cuando compartían tiempo juntos. Te gustaba su amistad así, era alguien muy simpático y casi siempre lograba sacarle una sonrisa a todo el grupo.
Estaban todos charlando en el comedor hasta que fuiste a la cocina por un vaso de gaseosa, no te percataste de ese alguien que seguía tus pasos de manera sigilosa hasta estar solos en el otro cuarto. Estando ya ahí, te diste cuenta de quién era; enseguida te ofreciste para servile algo de beber, y él sin decir palabra alguna negó con su cabeza.
El silencio que había entre ustedes dos era agobiante, ninguno decía nada pero mantenían contacto visual. Como veías que no tenía nada para decir, ibas a salir de la cocina, pero su oportuno agarre te detuvo.
Andy espera, nunca hemos tenido la oportunidad de hablar solos y siempre he deseado hacerlo. —Confesó el argentino sujetando de mi brazo suavemente.
Algo sorprendida por sus palabras y sin decir nada aceptaste esa pequeña invitación a conocerse más por lo que te sentaste con cuidado sobre la encimera.
Dale pipe, aprovechemos ahora entonces. —Dijiste tratando de sonar divertida.
Estuve conversando con Enzo, hace cuanto son pareja ustedes? tengo curiosidad —Enunció él soltando una suave carcajada.
Para ti era muy curioso, el argentino dice querer conocerte más y lo primero que hace es preguntarte sobre tu relación con Enzo. De igual forma, lo dejas pasar.
Pues somos pareja hace 9 meses, casi diez. —Le comentaste con voz dulce. Hablar de En no te molestaba en absoluto, al contrario, amabas hablar de su relación, después de todo él ha sido tu pilar durante estos meses, y haz aprendido bastante gracias al uruguayo.
¿A qué se debe tu curiosidad? Si puedo saber claramente. —Preguntaste con cierta intriga.
Pues me intrigaba el saber cuanto tiempo lleva Enzo con una mujer tan guapa y joven como vos. —Expresó mientras se acercaba lentamente a ti, quedando frente a frente, jamás evitó el contacto visual, es más, había algo en su mirada que te impedia despergarte ella, él apoyo sus manos sobre la encimera encerrandote en medio de estos.
Tenías los nervios de punta, esta cercanía tan repentina te tomó por sorpresa, más aun cuando sentías que te había coqueteado descaradamente. No podías alejarte, te era imposible. Su maravilloso aroma te había atrapado y su mirada penetrante recaía sobre ti, lo cual te intimidaba ligeramente y te impedía el habla.
No te hagas la loca, me has devorado con la mirada toda la noche, preciosa. —Dijo él con obviedad acercándose aún más a ti, estando a centímetros de tu rostro, podías sentir como su respiración tibia chocaba contra tus labios. Pero tú no eras tan fácil, y jamás le harías algo así a Enzo.
Discúlpame pipe, no puedo. —Apoyaste tus manos sobre sus hombros alejándolo rápidamente de ti. Enseguida saltaste de la encimera y caminaste hasta la sala para sentarte junto a tu novio. Felipe no tardo mucho en venir detrás de ti, sentándose justo enfrente mientras te miraba fijamente.
Enzo al instante notó que algo no andaba bien, estabas rara.
Acompáñame un segundo a la cocina, corazón. —Habló el uruguayo mientras se levantaba de su lugar buscando tu mano para guiarte nuevamente a ese lugar.
Desentendida lo seguiste tomando de su mano.
¿Qué pasó con Pipe? —Vocalizó el más alto mientras te miraba fijamente. ¿Fue tan evidente tu disgusto?
En, si te cuento lo que sucedió prometes no molestarte? —Enunciaste en tono bajito tratando de mantener la mirada firme. Él asintió esbozando esa sonrisa que te encantaba.
Felipe intentó besarme, y yo casi no puse resistencia. —Confesaste ante él, a pesar de que es algo de lo que no estabas orgullosa, querías ser sincera para evitar problemas a futuro.
Te juro que fue todo muy repentino, de la nada quizo hablar conmigo diciéndome que quiere conocer más y luego estaba ahí mismo donde estás parado queriendo romper el espacio entre nosotros. —Decías con algo de culpa.
Mira ese pendejito. Es obvio que te tiene ganas, nena. Te comía con la mirada y juraba que nadie se daba cuenta. —Comentó divertido.
Y lo entiendo perfectamente, a mí también me cuesta controlarme cuando te tengo cerca, parece que la única que no sabe lo buena que estás eres tú, amor. —Dijo posando una de sus manos sobre mi mejilla acariciándola levemente.
La cosa aquí es, vos también le tienes ganas, amor? —Preguntó con cierta emoción en sus palabras mientras se agachaba un poco para estar justo a tu altura. Su pregunta obviamente te sacó de onda, ¿a dónde quería llegar con ésto?
Nada que ver En, el único que me despierta ganas aquí, eres tú. —Le explicaste con obviedad mientras te pegabas más a él para abrazarlo.
¿Estas segura, amor? porque si queres garchartelo, hacelo, pero yo quiero mirarte. —Expresó él dejándote sin palabras. Claramente Enzo está algo pasado de copas, no está ebrio, pero siempre con un par de tragos se calienta hasta con el mínimo roce.
Decíme si querés hacerlo, yo lo converso con él, corazón. —Insistió.
No estoy segura de hacer eso, En... —La idea sí te llamaba, pero sentías que no era algo correcto, ni aunque él mismo te lo ofreciera. No negabas que el ojiazul sí te calentaba, es algo que habias imaginado en repetidas ocasiones, estando sobre él apoyando tus manos sobre su pecho mientras sentias como susurraba tu nombre en suaves quejidos. Pero siempre pensaste que se quedaría ahí como una simple fantasía.
Dale chiquita, te conozco lo suficiente como para no conocer tus fantasias más oscuras. —Expresó el más alto con voz profunda mientras te atraía hacia a él con uno de sus brazos.
Y no sabés lo mucho que me calentó la idea de verte cogiendo con otro mientras yo te miro. —Posando su mano cerca de tu nuca con un fuerte agarre; atrapó tus labios con los suyos y una apasionada danza entre estos comenzó, su lengua no perdió tiempo para explorar tu cavidad y el grotesco sonido que producían sus bocas chocando era algo que le generaba aún más placer. Su mano libre recorría tu cintura con fascinación, levantando un poco tu blusa para tener mejor acceso. Tu no perdías tiempo, mantenías una de tus manos por debajo de su camiseta y el frío contraste de tu manos con su tibia piel lo erizaba, mientras que con la otra, tímidamente la dirgiste hasta su entrepierna tocandolo suavemente por encima del jean.
Estaban tan hipnotizados el uno con el otro que habían olvidado donde estaban. Entraron en razón y la mejor decisión fue irse. Iban tan desesperados que el ascensor fue el mejor lugar para empezar. Enzo te acorraló contra la esquina apoyando tu espalda sobre el espejo, comenzó a besarte desesperadamente sin querer distanciarse ni un milímetro de ti, tus manos vagaban alrededor de su cuello enredando pequeños mechones de su cabello entre tus dedos, saboreando el exquisito sabor de su boca. Ese sabor amargo por el tabaco pero con suaves toques dulces por alcohol que había bebido. Este hombre realmente era tu perdición. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, retomaron la compostura y caminaron normalmente tomados de la mano hasta llegar a tu puerta.
Cerrando la puerta detrás de ustedes, En se pegó a ti de nuevo, quitó tu chaqueta y tu blusa con mucha facilidad, dejándote en brasier; comenzó a desabotonar su camisa mientras caminaban sin cuidado hasta el sofá tirandote de espaldas sobre este. Te acomodaste sobre tus codos para disfrutar de la escena más erótica del mundo, ver como su torso ligeramente marcado quedaba desnudo ante ti era una de tus cosas favoritas en el mundo. Rápidamente se puso con cuidado sobre ti, y si había algo que a él le gustaba, era darte placer y hacerte sentir cosas que nunca antes habías experimentado. Besaba tu cuello con frenesí, dejando pequeñas marcas sobre esa blanquecina zona, adoraba tu sabor, tu olor, cada parte de ti para él era maravillosa. Sus besos mojados comenzaron a bajar por tu abdomen, llegando peligrosamente al borde de tu falda. Enzo cada vez carecía más de cordura, hasta que levantó sin cuidado tu falda, dejándote casi expuesta ante él. Sus dedos masajeaban tu zona por encima de la tela mojandote completamente, lo cual le encantaba.
Mira como estás por mi, toda mojadita. —Dijo observandote fijamente, adoraba lo rápido que te ponías colorada al escucharlo hablar así. Sus dígitos seguían recorriendo el camino sobre la tela mientras que se acercaba a la altura de tu boca para besarte y calmar tus jadeos.
Enzo... por favor... —Decías entre gemidos, recién estaban comenzando y él ya te tenía como quería.
Que boquita tan linda que tenes, mi amor. Úsala, decíme qué querés. —Dijo demandante.
Escucharlo hablarte de esa manera era algo que realmente te enloquecía. Verlo sobre ti, con su cabello ligeramente largo recayendo en sus mejillas algo coloradas era todo un deleite para tu vista. Estabas por contestarle una vulgaridad, pero fuiste interrumpida por un golpe en la puerta el cual te trajo devuelta a la tierra. Enzo esbozó una sonrisa bastante sospechosa y se separó de ti no sin antes besar dulcemente la comisura de tus labios; a paso rápido se dirigió a la puerta para abrirle a quien estuviera del otro lado. Esperabas que él se encargara de hacerle saber a cualquiera que estaba ocupado, pero al contrario, escuchaste como cerró la puerta dejando entrar a alguien más junto a ustedes. Estando aún más confundida cuando viste quién era, una mirada cómplice entre ellos los delató y algo en tu cabeza hizo clic.
no sé de dónde me saqué la fuerza de voluntad para escribir esto, pero en mi mente era una idea genial, y hay parte dos. 🤓
es mi primera vez escribiendo algo así. dont judge me. 🙏🏻
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caostalgia · 7 months
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¿Cuándo terminará este sufrimiento? Dime, ¿cuándo podré ser libre de estos sentimientos tan agobiantes? ¿Habrá un día en el que pueda sentirme bien o me sentiré así por el resto de mi vida?
Harvester Of Sorrow.
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Una nueva oportunidad llega, pero esa oportunidad significa tomar riesgos y salir de la zona de comodidad, para luego enfrentarse a lo desconocido. Por lo tanto el miedo se hace presente, la ansiedad ataca creando los peores escenarios, y la sensación de tristeza de alejarse de lo que se ama es agobiante. Sin embargo, por otro lado está la posibilidad de dejar el doloroso pasado atrás y de tener un nuevo comienzo lleno de esperanza, sueños e independencia.
¿Podría ser este el inicio de una nueva vida?
Euphoria.
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