Tumgik
#Hachita
journeyneverends · 8 months
Text
Tumblr media
2 notes · View notes
rkdlrhe5a · 1 year
Text
shemale sophiaa latina chaturbate webcam colombia Muslim daddy dick gay porn and shaven sex in the woods xxx POV Gozada gostosa do novinho Paraense Just For One Night with Jodi West Petite Teen Megan Marx gets Surprise Dick in Van Young couple pussy licking blowjob and fucking GabyCerejinha Com o Seu Amigo De Longas Datas Matando a Saudade Um Do Outro Busty chick playin wit her big tits Hardcore lesbian Sydney Brooks vintage toys and oral sexy japanese stepsister loves the lovense live on cam
0 notes
Text
Tumblr media Tumblr media Tumblr media
6 notes · View notes
favficbirthdays · 10 months
Text
Happy Birthday
Tumblr media
Hachita Kumatani (8th August)
Life Lessons with Uramichi Oniisan
5 notes · View notes
irisbleufic · 1 year
Text
Tumblr media Tumblr media
Hey, geology/gemstone side of Tumblr! I’m usually pretty good at distinguishing which of the Southwest US mines a piece of turquoise comes from, but this one has me stumped.
My current best guesses are Cripple Creek (Colorado), Fox (Nevada), Hachita (New Mexico), or Tyrone (New Mexico).
Can anyone narrow this down for me, or even let me know if my guesses are way off base?
36 notes · View notes
amiguiz · 5 months
Text
Algunas cosas que dijo mi mamá y que me gustaría fijar:
(A propósito de nada) "Quisiera comprar un hachita".
(Sobre la casa de infancia) “Yo sé que teníamos pavos porque yo me salía a platicar con ellos”.
(A su nieto) "No te comas la chamarra porque te provoca gases".
(Sobre un lugar muy fino) "Fue la primera vez que vi uvas peladas".
5 notes · View notes
beryllheliodora · 1 year
Text
Tumblr media Tumblr media
~ Hachita ~
Level 70 Caster glam
Get this Look on Eorzea Collection
More pics below the cut!
Tumblr media Tumblr media
1 note · View note
tntsportsmex · 2 months
Text
Los días en River Plate del Hachita Ludueña. 🪓🇦🇷
Tumblr media
0 notes
lemoriamaipu · 5 months
Text
DONDE COMIENZAN LOS ÁRBOLES
por EDUARDO RAGÓN
Yo era pequeño en ese tiempo, unos 8 o 9 años debo haber tenido cuando mi mamita nos llevaba donde el tata Manuel. Él era ya muy ancianito cuando yo lo conocí, los años era un hombre relativamente de pocas palabras, moreno, de gestos toscos, pero de mirada muy amable, sobre todo con nosotros, conmigo y mis primos chicos. Siempre andaba ocupado en algo, yo sentía que nunca lo veía descansar, sólo cuando atardecía y se sentaba junto a la cocina a tomar mate, de lo contrario siempre estaba afuera trabajando en algo, arreglando alguna reja del gallinero, atendiendo a los caballos o picando trocitos de leña con una hachita pequeña de la que jamás se separaba. El filo lo usaba para picar leña y cortar cuerdas y la culata del reverso para golpear y martillar, me acuerdo.
A mí me gustaba visitarlo a él y a mi lela Violeta, pero la verdad es que cuando no venían mis primos con la tía Mari no había muchas cosas que hacer para un niño pequeño allá en Calfuco, si hasta en verano la lluvia a veces nos tenía en casa por días. La mejor parte era jugar con las gallinas y explorar el campo y el bosque que parecían abrazarlo todo hasta donde mi joven vista llegaba. Recuerdo que me gustaba encaramarme al techo del potrero o trepar árboles hasta lo más alto que me permitieran mis cortas extremidades; allí me sentaba y me fascinaba un rato ante un horizonte más amplio sobre el cual pensar. Mi insaciable curiosidad me hacía preguntarme si alguna vez se acababan los árboles o si había algo después de todo el verde, ¿quizás en mayo cuando llega el otoño a pintar de ausencia todas las copas? ¿cómo saberlo?  Yo me preguntaba si el problema era que yo fuese muy pequeño o si era el bosque el que era demasiado grande, lo único que sabía era que necesitaba algo más grande que el potrero o el quillay del arroyo para averiguarlo.            
La respuesta llegó al verano siguiente, cuando mi madre y mi tía nos llevaron de paseo a Oncol. Nunca había visto un cerro tan grande, era una montaña esmeralda que parecía levantarse hasta el cielo rodeada de pequeños ríos y cascadas, bañada de pies a cabeza por el canto de miles de aves, vestida de vendavales y perfumada de suaves neblinas que a veces el sol reclamaba por turnos. Nos tomó cerca de una hora y media llegar a la cima. Éste era el potrero que necesitaba trepar para despejar mis dudas, y la respuesta era certera: el verdoso amor del bosque se derramaba como una caricia sobre la tierra en toda su extensión, de mar a cordillera, y Oncol era el pulmón central de este espectáculo de canelos, ulmos y olivillos que hacían vibrar la tierra. Lo único que interrumpía aquel manto infinito era el mar, los volcanes y la cordillera que separaba nuestra tierra de Argentina, todo claramente apreciable desde la cima. La gente encargada de cuidar el parque nos contaba que éste era el cerro más grande de la región y el bosque perenne más grande del sur. Verde todos los días del año, una cúpula imperecedera de flores y musgo y vida y sonidos eternos.
En la sobremesa de la cena esa noche le conté todo a mi abuelo, le hablé de aquel bosque inmortal desde donde puede verse todo lo que vive en estas tierras, de las flores, del viento, las cascadas, y de cómo mis dudas sobre el final de los árboles se habían disipado. Entusiasmado él me pregunto si sabía cómo había nacido semejante bosque vivo. Me dejó perplejo, estaba tan preocupado por saber dónde terminaban los árboles que jamás me pregunté dónde comenzaban, si es que comenzaban en algún lado. Me quedé pasmado mirando sus bigotes canosos.
- Bueno, ¿quiere saber o no, mijo? -me preguntó rompiendo el silencio. - ¿En serio sabes, tata? -respondí con cierto grado de incredulidad. - ¡Bah! No voy a saber yo, ñatito.  Es una historia que saben todos los viejos, mi abuelo me la contaba a mí y a mis hermanos.
       Entonces hizo el ruido que hacen los viejos cuando se levantan de una silla y partió a buscar su mate, o el vino, no recuerdo bien. En la cocina sólo sonaba el crepitar de los troncos en la estufa y el sonido que hacían los zapatos de mi tata al arrastrarse por las tablas.
- Ya, ahora sí pues, mijo -dijo incorporándose de nuevo a la mesa mientras se servía una taza de algo-, ¿en qué estábamos entonces? -mi madre y mi tía se rieron burlonamente- Qué se ríen ustedes, par de carambas nomás, cuando lleguen a mi edad se les van a olvidar las cosas también. - ¡La historia del bosque po’, tata     - ¡Ah, sí! El bosque siempre verde. Hace mucho tiempo, mijo, pero hace tiempazo oiga, había un lonko acá de la zona, muy respetado, valiente y fuerte el hombre. Él estaba a cargo de coordinar las familias más grandes del Butahuillimapu, que es toda esta zona. La gente lo quería mucho a él, harta estima le tenían, y muchas veces venían varones de todos lados que pretendían a alguna de sus tres hijas. Tres hijas tenía el lonko, todas lindas y valientes, decía la gente, trabajadoras también. Con el tiempo dos de ellas ya se habían casado, una con el hijo de un guerrero importante de la zona y otra estaba prometida al hijo de un lonko del sector. La única niña soltera, la menor y la más bonita, dicen, era pretendida por una gente importante del Butahuapi, que ahora le llaman la isla grande de Chiloé.              Un día llegó un carro con dos mozos lleno con carne seca, ovejas, tejidos y collares, tirado por una yunta de bueyes, grandotes los bichos, oiga. La carreta la escoltaba detrás un hombre alto de cabellos negros y largos, en un caballo negro y con un poncho plomo, igual que los ojos del dueño, a todos les daba mala espina, se notaba de lejos que era un calcu… un brujo, decían los más viejos. Venían de parte de un lonko de la isla que mandó esas ofrendas junto a sus hombres para pedir la mano de la joven. Por esos días había una tormenta que llevaba semanas azotando la tierra sin parar. El tralkam y el llüfke caían sin cesar sobre la tierra, como si el wenumapu estuviera castigando por algo. A comienzos de ese año hubo un puniküyen, la luna se había oscurecido por completo esa vez, y los viejos y la gente hizo rogativas e hizo kümpen para pedir clemencia, pero los viejos saben que no siempre alcanza, y la presencia de ese brujo en medio de la tormenta tenía a todos los viejos nerviosos.      Cuando la carreta finalmente llegó a la casa del lonko de acá, salieron a recibirlos en la lluvia y la primera pregunta del hombre fue preguntar por el dueño de la carreta, ya que consideraba una falta de respeto que un hombre con pinta de brujo y dos pelagatos llegaran a pedir la mano de su hija. Los hombres le contaron de inmediato que ese no era el caso, ellos sólo eran los encargados de traer los regalos para agradarles a él y su hija, y que el lonko de la isla llegaría en un par de días apenas menguara un poco el temporal. Sus palabras eran que en un peuma se le reveló que alguien le robaría el corazón de la joven así que envió a sus hombres cuanto antes y que luego llegaría él con más regalos a hablar con el padre en persona y aclarar todo formalmente. El problema fue que apenas apareció la joven mujer el brujo quedó enamorado a primera vista. Quizás cuánto había visto aquel hombre en su vida, pero definitivamente nada tan bello como la hija del lonko. Algunos dicen que fue amor a primera vista para ambos, otros dicen que el calcu la embrujó en los días que estuvo esperando al jefe.
Lo único cierto es que, cuando paró la lluvia al pasar una semana, un día antes de que llegara el lonko de la isla, el brujo y la joven se escaparon sin decirle a naiden. No había rastro de la joven, ni del hombre ni de su caballo. Pa’ qué le cuento la escoba que quedó pues, mijo, cuando llegó el lonco del butahuapi, él y el padre de la joven salieron detrás del brujo y prometieron tierras y animales a cualquiera que llegara de vuelta con la joven y la cabeza del forastero.    Pasaron así 2 días, cuando en las afueras de Lliuco uno de los grupos de hombres que andaban a la siga de la pareja pilló una fogata apagada y huellas de un caballo en dirección al bosque, hacia Oncol. Ligeritos de patas partieron a toda prisa hasta que los lograron ver en una quebrada. Los hombres del lonko cayeron en picada contra el caballo del brujo, lanzaron piedras, lanzas y flechas, uno de ellos incluso aseguró haber herido de muerte al brujo, cuando en eso cruzando un riachuelo cayó una niebla densa; densa, densa. Uno de los caballos del grupo tropezó con unas piedras y cayó rodando, haciendo tropezar al resto. Finalmente, los hombres decidieron parar porque era imposible avanzar en velocidad con esa niebla en un terreno que no conocían “obra de ese brujo de mierda debe ser”, dijeron a coro los hombres.
El brujo y la joven siguieron cabalgando hasta llegar a un claro en medio del bosque, ahí el hombre se dio cuenta de que era la joven que venía herida, una flecha o una lanza la hirió a un costado de la espalda y no la dejaba respirar bien. El brujo pasó la tarde haciendo ungüentos, mezclando cenizas, preparando jarabes, haciendo súplicas a los pillanes y a los ngen. La joven por su lado cada vez se veía más pálida y débil, parecía que su destino estaba decidido ya, pero el brujo no sabía rendirse. Cuando la medicina que conocía no funcionaba recurrió a todos los hechizos que conocía, pactó tratos con todos los espíritus que conocía; del nagmapu, nuestra tierra, y del miñchemapu, la tierra de abajo. Dicen que los pillanes de hace tiempo que querían el am del brujo, su alma, así que aceptaron varios tratos, dicen que el brujo cambió sus ojos por un par más de horas para seguir luchando, y que así mismito siguió luchando, cambiando todo cuanto tenía y lo que no tenía también lo empeñó. Con cada trato, con cada súplica, con cada hechizo su ruego se hacía más fuerte, pero la joven no mejoraba, ya ni siquiera palabras podía pronunciar. Cuando ya caía la noche la joven dio su último suspiro y partió, pero el brujo no podía resignarse. En la oscuridad seguía rezando palabras que no se deben pronunciar jamás y con cada maldición y con cada golpe de sus brazos cansados la tierra parecía temblar. Llegó la medianoche y püyen en lo más alto dejaba caer su luz sobre el brujo que a estas alturas parecía casi tan muerto como su amada. El hombre no podía ver nada, pero sentía la piedad y el abrazo de la madre del wenumapu sobre él, así que con sus últimas fuerzas cambió lo que le quedaba de vida a su cuerpo para traer de vuelta a la joven, y con ese último aliento se lo llevaron de este mundo, pero cuando el de arriba manda, mijo, no hay nada que uno pueda hacer para echar el tiempo atrás.
           - Y ¿qué pasó entonces, tata? ¿murieron los dos? -pregunté yo, quebrando el silencio que todos teníamos junto al fuego, al lado del abuelo.                         - Pues sí, pero el sacrificio y las súplicas del hombre por traer de vuelta a la joven fueron tantas que a la tierra no le quedó más remedio que florecer como nunca lo hizo. Flores y enredaderas brotaron junto a la joven para abrazarla, de las lágrimas del brujo brotaron cascadas y sobre su cadáver crecieron árboles gigantes, y no pararon más de crecer. Brotaron plantas y flores nuevas, árboles que el rimü, el otoño, no puede tocar y se creó un bosque gigante que permanece verde todos los días del año, todos los años de la vida. Y dicen, dicen que en el corazón del bosque, donde una vez hubo un claro, sobre una cama de flores hay una hermosa joven, cuyo cadáver el tiempo no se puede llevar, aunque yo jamás la he visto, ¿no la viste tú cuando estuviste allá? 
0 notes
journeyneverends · 8 months
Text
Tumblr media
Perhaps a tradition will be started. I signed a brick on the inside of the community center in Hachita. The building was a merchantile that opened in 1903 and serves as a final resting spot for many before riding to the border. It was a good place to pause and reflect before re-entry into the other world.
I have heard, I don’t know where, that the aboriginals of Australia pause on long journeys to let their souls catch up to them. It seems like a good practice. I’ve come across a fair amount of data that shows that savoring experiences is much better than long term happiness than buying things. I also have noted that the notion of resetting one’s hedonistic set point can boost happiness and gratitude as well.
After a long journey like this I feel grateful for a lot of things I begin to take for granted. I think heading the list are friendships.
Tumblr media
This wheel states “This will also change” a concept that change is inevitable and constant. Reminding myself of this seems simple but sometimes tricky.
Tumblr media
The old Hachita water tower. A beacon for the last stretch.
Tumblr media
Owner of the food mart and veteran of the divide trail, Jeff provides a valuable service to north and late season south bounders like me.
6 notes · View notes
umparikart · 10 months
Text
Tumblr media
나쁘지않음 근데 펜선이 조금 굵어서 올드해보임? 근데 나름 좋은거 같음
0 notes
vivacwinery · 1 year
Photo
Tumblr media
CDR Solo Mission for Winemaker Jesse had a delightful turn when he met the owner of the Hachita Community Center who let him sleep inside for the night! Ahhh the little things. VIDEO DIARY WILL BE POSTED LATER TODAY ! #nmtrue #vivavino #drinksomewineforhim https://www.instagram.com/p/CrTUgdRL7gM/?igshid=NGJjMDIxMWI=
0 notes
joseandresoliveras · 2 years
Text
🗣️Muchas gracias Ariel Acuña por el Presente‼️☺️🤝 TREMENDA HACHITA/HACHIELA/CUCHILLO; forjada a maro con disco de arado🤩
Tumblr media
0 notes
nateaz · 3 years
Photo
Tumblr media
The greatest highlight of my #RoswellNewMexico #4thOfJuly trip just a few weeks ago was the friendships I made with people in the #BootheelCommunities of the state. The people of #Hachita were super friendly with endless #UfoStories to tell. I felt welcome in the community as an artists and they had a place for me to settle in for the night! I took this Astro Photo in the heart of their tiny little town - by far the best #MilkyWaySky I’ve witnessed in eons! (at Hachita, New Mexico) https://www.instagram.com/p/CRnQHa6rvEY/?utm_medium=tumblr
23 notes · View notes
hiimlesphotos · 4 years
Text
Tumblr media
Beak Hook
21 notes · View notes
rin-haitani · 2 years
Text
Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media
art by 9zegk for WHITE DAY
Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media
hELP THERES MORE I CANT
492 notes · View notes