Entonces concluir que
te gustaban mis letras,
mis palabras y actitudes
porque reencontrarse en mi,
su prosa y rima
y los tiempos que contaba
al momento de describir tus ojos
fue entender,
que el palpitar de tus acciones
siempre fue ella
aún a través de un recuerdo,
aún si fuera yo ese medio
por el cual la tuvieras;
y es que darse cuenta
de que al verme, al leerme,
al hablar y al rimar,
buscabas entre mis letras
las que conformaran su nombre
fue simplemente notar
que uno más uno era dos,
que de alguna forma al verme
tus ojos
—o corazón—
deformaba mi alma
al punto de convertirme
en una mediocre versión de ella,
que por alguna razón
—que iniciaba en mis cosillas y desemboca en poesía—
yo me esforzaba en ser,
el recuerdo materializado
de alguien más.
Siendo que
cuando el éxito de mi propósito se alcanzó
—me sentí morir—
porque me había perdido,
a mi, a mi esencia,
a mi, a mis letras,
a mi, a mi risa,
a mi y a mi poesía;
y perderme
a costa de expandir su recuerdo
en tu mediocre memoria,
fue concluir de forma inmediata
que desgasté en mis poemas
muchas de mis palabras.
El recuerdo materializado de ella.
427 notes
·
View notes