Reforma tributaria: entre la impopularidad y la necesidad
Empezó el gobierno del “cambio”. Después de dos semanas el suspenso se mantiene: ¿ese cambio va ser positivo o negativo? Desde luego, muchas voces se alzan y piden mayor paciencia y aplomo para emitir cualquier juicio de valor: “el cambio no llegará en tan poco tiempo de mandato, no se trata de una solución mágica”.
Les confieso, soy de los que han tenido una posición expectante sobre lo que va a realizar este nuevo gobierno, especialmente en el frente económico, las reformas que presentará y la confianza que generarán dichas reformas. No me considero opositor ni tampoco gobiernista, simplemente un ciudadano independiente que desea celebrar los triunfos de este gobierno a su vez triunfos del país, pero que asimismo debe alzar su voz en los aspectos que considere. Por ello, creo que se debe esperar un tiempo prudente para opinar sobre lo que va resultando de las otras reformas que se presentarán. Así lo haré.
Lo que no se puede reducir, por el momento, es la especulación producto de la lucha de voluntades entre los viejos sectores ―quienes van a seguir peleando con vehemencia por el poder— y los sectores políticos entrantes que ganaron las elecciones. A los últimos les espera una situación inédita: ya no son oposición del gobierno, ahora deben gobernar.
Por cierto, el poder no se obtiene estrictamente al ganar unas elecciones, digamos que esto solo asegura partir de primero en la carrera, lo que no significa llegar victorioso a la meta. Además, el poder es pragmático, no debe romantizarse: pues mantener el poder es una contienda que se tiene que librar hasta el último día. Como un amigo cercano me decía, “el poder no se gana, se arrebata”.
Entonces, tal parece que este llamado cambio escora hacia el modelo económico (aumento del gasto estatal), más que en la forma de hacer política, porque ya lo que hemos visto en apenas unos días: se mantiene el fenómeno de la mermelada, beneficios para algunos sectores y tráfico de influencias. Lo anterior ha sido el común denominador en Colombia. Lo curioso es que quienes impugnaban ayer dichas prácticas, hoy las excusan como mal necesario para alcanzar objetivos virtuosos.
Delineado lo anterior, me gustaría empezar por la discusión económica, no por la política, insisto, esa la dejaré a un lado y que sea el electorado y las instituciones de control las que hagan el trabajo. En consecuencia, veo oportuno empezar por lo técnico. Hablemos un poco de la reforma tributaria.
Con carácter de urgencia fue presentado el documento, nomás empezó este gobierno, que cambiará las reglas de juego (este es el motivo por el que me tardé una semana adicional para realizar la publicación de este blog, estaba terminando de estudiarla). El nuevo paquete tributario aún parece no tener muchos puntos claros, y más bien parece un sutil laberinto que tiene como intención generar confusión. Aventurémonos en señalar algunos articulados de manera general. Seguramente identificarás aquí los más mediáticos y polémicos.
Veamos, efectivamente la reforma cumple la promesa de campaña hecha por el entonces candidato de gravar a los más ricos, y aunque en términos generales cualquiera puede pensar que esto es bueno, hay que ser muy cuidadosos en la lectura, vigilar la doble tributación, por citar un ejemplo, ya que, si pagar más impuestos desincentiva la generación de riqueza, la doble tributación exorbitante es catastrófica para la confianza inversionista.
Por otro lado, si bien afecta a los más ricos ―no se discute―, lo malo es que también afectará a los más pobres, pues, aunque no existen tributaciones sobre renta (ingresos) para las capas sociales más bajas, si lo habrá para productos de consumo popular. Dicho lo cual, el impacto es inequívocamente trasversal. Para ilustrar de mejor manera lo anterior, tomemos a consideración los siguientes ejemplos del clamor de diferentes gremios y comunidades.
Hablemos de canasta familiar, un tema con temperatura elevada por estos días. Hace poco la OCDE publicó una estadística inquietante, a la que llamaremos de manera coloquial ranking de países con mayor índice de inflación en sus alimentos. Colombia ocupa un tercer puesto, solo siendo superado por Turquía y Lituania. Cuatro renglones más abajo se asoma Chile. Así las cosas, preocupa cualquier nuevo impuesto que afecte, directa o indirectamente, los alimentos.
Indirectamente gravados, por ejemplo, las lentejas, los fríjoles, las hortalizas, tubérculos y toda la familia de alimentos nutritivos y orgánicos, entre muchos productos básicos de la canasta familiar, aunque no están gravados ellos como tal, sí otros elementos necesarios para su producción, como los paquetes en los que se realiza su presentación para la venta final.
De lo anterior se desprende una verdad que podemos reconocer a leguas: Naturalmente, el incremento de precio en algunos insumos para producir o vender cierto alimento, producto del gravamen, de seguro se verá reflejado en el precio final que pagará el consumidor. Con todo, se sigue asegurando, con cierta tozudes, que dichos impuestos solo afectarán a los grandes capitales.
Ahora, volvemos a los “alimentos”. Todos sabemos que el emblemático Chocoramo, por mencionar un ejemplo, no se escapará de un eventual gravamen (Aquí viene a cuento los azucarados y ultraprocesados, quienes nunca pasaron la prueba de “alimentos”: se quemaron en el crisol de los alimentos saludables, por lo que estoy muy de acuerdo la afectación a dichos productos); es legítimo afirmar que dicho producto no hace parte de la pirámide nutricional. En ese sentido, habrá decenas de otros productos con características similares que entran como candidatos a gravar.
Sin embargo, y a pesar de los alegatos de salud, sí afectarán a los menos acaudalados, ya que el producto será directamente gravado por su naturaleza (azucarado o ultraprocesado). Al final los más pobres pierden capacidad de compra, hay menor consumo; en resumen, es un impuesto indirecto, pero impuesto, al fin y al cabo, ya que las empresas, apostemos por ello, no se harán cargo si no que trasladarán a sus consumidores los correspondientes aumentos de precio. Termina siendo casi lo mismo que aumentar el IVA, pero con diplomacia.
No obstante, en algo sí estoy de acuerdo (como les decía anteriormente), y es que a un porcentaje amplio del espectro de productos a los que se les aplicará estos impuestos, por atentar contra la salud de los colombianos, (las bebidas gaseosas, los productos azucarados o los embutidos), había que gravarlos desde hacía rato, porque al final le costaron, y le están costando, más al sistema de salud del país que lo que beneficia tener sus precios bajos. El actual ministro de Educación, en calidad entonces de ministro de Salud, con quien tuve la oportunidad de discutir estos temas, ya había iniciado esa gesta, pero fue desatendido. Juzguen ustedes.
Observado todo lo anterior, ¿cómo evitar el impacto trasversal de los impuestos? Esto es algo muy complejo, si consideramos que toda medida tributaria deriva en una afectación secundaria o terciaria. Pero se puede hacer una mejor tarea para mitigar el impacto, es decir, gravar progresivamente, invitar a la discusión a los afectados: gremios grandes y pequeños por igual que viven de la venta de estos productos y generan empleo y riqueza, por mencionar algunas opciones. Y cómo les digo, no hablo solo de los grandes productores si no de los empresarios pequeños también, como los tenderos que se verían gravemente afectados, o hasta los miles de vecinos que derivan su sustento de la venta de comidas rápidas.
En acuerdo con lo último, ya Acodrés (Asociación Colombiana de Restaurantes) sentó su voz de preocupación (pero sin ser atendida por el gobierno). El gremio considera que el gravamen a azucarados y ultraprocesados lesiona sensiblemente los insumos de los que se derivan populares preparaciones de alto consumo en la nación, esto es, tradicionales negocios de barrio y ciudad como panaderías, pastelerías, heladerías, y hasta pequeños puestos de comida rápida deberán asumir el costo, o trasladarlo al consumidor final. Todos sabemos lo que ocurrirá. Por favor, escuchémoslos y planteémosles alternativas.
¿Toda esta discusión se subsume en desacuerdos por comida chatarra o plásticos? No tan rápido. También es necesario observar a vuelo de pájaro el polémico artículo sobre la eliminación de los beneficios al precio de la gasolina de frontera. ¿Por qué tanto revuelo? Desde 1995 esta gasolina está exenta de pagar impuestos, en aras de promover el desarrollo y bienestar fruto de la comercialización de productos binacionales, o para fomentar la comercialización al interior de alimentos producidos, por ejemplo, en Nariño. Dicho sea de paso, las voces de protesta mas notables se sintieron precisamente en el departamento mencionado, donde el actual presidente arrasó en segunda vuelta. Así las cosas, la afectación al bolsillo de los habitantes en la frontera oriental, nororiental colombiana, y del sur, (Amazonas, Nariño, Putumayo), también podría ser asumida por los consumidores del interior que se benefician de productos transportados desde estos territorios.
En fin, el panorama pinta así: nos encontramos de cara a una reforma tan ambiciosa como la que originó el estallido social. Al parecer, esta reforma ha sido diseñada con el fin de recaudar más para gastar más (y ojo, que más gasto estatal es lo mismo que menos inversión privada y viceversa); pero, tal como lo veo, no beneficia de manera sustantiva a algún sector económico. Aquí solo se quiere aumentar el gasto. Presidente, ¿dónde queda el incentivo para producir e invertir más?
Al modelo presentado (Estado cada vez mas grande) siempre he sido contrario y he interpuesto respetuosa oposición; pero ello no es definitivo para reconocer que no hay verdad absoluta y más cuando las culturas juegan un papel tan importante a la hora de determinar el éxito o no de los modelos. Como les decía en otra publicación, desde lo técnico la razón nos dice una cosa, pero eso conjugado con lo social genera un resultado muy diferente, y en eso, en lo social, solo conociendo las diferentes realidades de primera mano, es cuando se tiene potestad para hablar o de divulgar verdades.
Parece que en el congreso y en el país, hay ambiente para que esta reforma salga avante, claro con algunas modificaciones (como la prometida por un Senador del partido de gobierno para no afectar a la industria creativa incentivada por el anterior mandato). En las urnas, las mayorías se hicieron oír, seguramente conocedoras de esa otra realidad del país, que en algunos casos desconozco. Pidieron un cambio, y es lo que hay que darles, por eso prefiero callar en otros aspectos y esperar resultados por respeto a la diversidad del país que respaldó al actual presidente, esperando, eso sí, que el modelo que resultó ganador, sea el correcto aun si yo no tengo razón.
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