A disputar el nuevo proceso constituyente
A casi 100 días del plebiscito, en que la “mayoría silenciosa”, aquel fetiche del autoritarismo elitario, se pronunció una vez más a favor de la mentira, el miedo y el opresor, la mayor parte de los partidos con representación parlamentaria y el remedo de movimiento ciudadano, amarillos, finalmente llegaron a un acuerdo respecto a como será el nuevo camino constituyente.
Pese a que el resultado de esta negociación dista mucho de ser el ideal democrático, es indudable también que pudo ser aún peor, considerando la exacerbada representación que la derecha tuvo en estas conversaciones, en las cuales contó no sólo con los partidos de la actual oposición, sino también con el amarillo títere de la oligarquía, que llegó incluso a proponer que los constituyentes fueran íntegramente elegidos de forma “democrática”, por el congreso, y por medio de cuoteo.
Consecuentemente, el menor estándar representativo respecto del ciclo anterior, marcado por un órgano electo de menor tamaño, pero sobre todo, por un comité designado, la comisión experta, que en algunas etapas tendrá el mismo peso, es una muestra de que no podemos dar por sentada ni siquiera la democracia, ya que los resabios autoritarios y de tutela de la voluntad soberana que creímos superados, hoy según parece, están de regreso.
Esto resulta aún más evidente, cuando constatamos los gruesos “bordes” del nuevo proceso que, reforzados por otro órgano designado, el comité técnico de admisibilidad, representan una mayor garantía para quienes no están tan convencidos de la importancia que, tanto una mayor representatividad, como la autonomía del órgano redactor, en el ejercicio de su cometido, tienen para la legitimidad del nuevo texto.
La denuncia de la Comisión Chilena de Derechos Humanos, ante el Alto Comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas, respecto a cómo los mentados órganos vulneran el Derecho a la autodeterminación del Pueblo chileno; la pugna de la derecha por nombrar un fiscal nacional afín, es decir que no significara una amenaza para la corrupción institucionalizada entre sus filas; la polémica desatada tras el indulto presidencial a presos del estallido; en conjunto con el fuerte impulso que la oposición ha buscado darle a una restauración conservadora post plebiscito, que no sólo pretende mantenerlo todo como está o peor, sino también criminalizar la protesta, hacer revisión histórica respecto a las violaciones de Derechos Humanos del pasado reciente, y socavar la institucionalidad destinada a su protección; así como la proliferación del gatillo fácil y la impunidad policial, propiciadas por la recientemente promulgada ley naín-retamal; entre otros hitos, son advertencias de que una regresión autoritaria no está tan lejos, sobre todo tomando en cuenta lo que la derecha, a lo largo de la historia, ha demostrado ser capaz de hacer, los quiebres institucionales que ha creado, con tal de mantener la estructura socioeconómica injusta, que actualmente padecemos, y que favorece a los que más tienen, pero que a la vez son quienes menos contribuyen.
Al respecto, también debiera preocuparnos el contexto del mundo y el continente, en que la ultraderecha negacionista, racista, mentirosa, militarista y fascista, ha ido cada vez más, consolidando su articulación internacional, lo que por supuesto ha envalentonado nuevamente a los no menos indecentes representantes locales del partido pinochetista, también conocidos como chile vamos, republicanos y team patriota, que alaban al inoperante presidente de El Salvador, nayib bukele; que toman clases con el desfachatado imperialismo trasnochado de vox, de España; que buscan seguir los indecorosos pasos del trumpismo y el bolsonarismo, en Estados Unidos y Brasil, y que sueñan con el aberrante escenario impulsado por el fujimorismo en Perú.
De vuelta en el entorno nacional, las ya mentadas condiciones, son posibles no sólo gracias al contundente y absolutamente heterogéneo voto del rechazo, sino también a la interpretación mañosa que la actual oposición, fiel a su costumbre, ha hecho de los motivos que tuvieron los electores que tomaron esa opción, a fin de mezclarlos a conveniencia con los suyos, para de esta forma asimilar como propio un electorado que no le pertenece, al que no conoce, y el que no le importa.
Como la derecha, defensora de los oligárquicos intereses de la cima de la pirámide neoliberal, ganó nuevamente con “los votos de los pobres”, tanto en el plebiscito, como en el congreso, hoy podemos vislumbrar con claridad cómo esto se tradujo en el acuerdo que tenemos, que en definitiva es aquello que sin ser lo óptimo, era lo que se podía lograr, dada la actual distribución de fuerzas políticas.
En este ámbito, los efectos de las pésimas decisiones del “soberano” están a la vista, y nos permiten comprender que ciertamente no da lo mismo a quienes elegimos, ni las opciones que tomamos; por lo tanto, ha llegado el momento de responsabilizarnos por cómo votamos, asumiendo un rol más activo en el desarrollo de nuestro país, y los procesos políticos que afrontamos.
Resulta indudable que vivimos tiempos delicados, es importante encarar la realidad, y entender que no podemos restarnos del proceso que se origina en este “Acuerdo por Chile”, toda vez que corremos el riesgo de abrirle la puerta a la derecha, para que una vez más, como históricamente lo ha hecho, redacte una carta magna a la medida de grandes intereses económicos, y en perjuicio de la mayor parte de la población.
Como Ciudadanía, es necesario que frente a este proceso tutelado, de los que quieren escribir una “buena y nueva constitución” sin los pueblos, logremos hacer que se escuchen nuestras voces, asumiendo el rol de oposición que nos corresponde, disputando los contenidos y defendiendo los avances de la propuesta de la Convención para el futuro; la primera piedra, para construir un mejor mañana para los que vendrán.
Convención mixta, estrategia electoral para vencer a la derecha en su terreno
A fin de navegar el caótico escenario político chileno, en que el piñerismo y el pinochetismo, conjuntamente con otras fuerzas políticas cercanas al “centro”, apuestan al gatopardismo, es decir que las cosas cambien para seguir igual; en que tanto el team patriota, como la lista del pueblo llaman a anular el voto en la elección del Consejo Constitucional; y en que quienes aprobamos y apoyamos la Propuesta de la Convención, nos debatimos entre la rabia, la decepción, la desesperanza, el hastío y la apatía, es necesario que seamos capaces de bajarnos un momento de este carro vertiginoso, para reflexionar y deliberar profundamente, a fin de establecer objetivos claros y estrategias que nos permitan encarar esta nueva contienda desde su inicio, contemplando el proceso en su integralidad, con miras a lograr el cumplimiento de las metas definidas.
En este aspecto, aunque señalarlo pueda parecer una obviedad, resulta prioritario poder superar de una vez por todas, la constitución de la dictadura, que hasta el presente, mantiene a nuestro país en una transición sin fin, secuestrado por los grandes intereses minoritarios, de una mediocre y parasitaria élite económica, que permanentemente busca perpetuar los abusos y bloquear los avances sociales, en pos de defender aquellos privilegios, que en los países verdaderamente civilizados y democráticos, resultan impresentables.
Lo anterior, por supuesto, debe ir de la mano con el rescate de los principales contenidos de la propuesta de la Convención, en especial aquellos que habilitan el rol político de los pueblos, pues esto es requisito mínimo para distribuir y democratizar el poder, estableciendo los ya famosos, pero ahora sí, reales “pesos y contrapesos”, que restauren el equilibrio entre el pueblo soberano, la política y la élite económica, con el fin de entregarle herramientas a la ciudadanía, para contrarrestar la concentración económica, mediática y política, en las escasas manos de los más altos patrimonios.
Para conseguirlo, es imprescindible que logremos que se incluyan tanto los mecanismos de Democracia directa, es decir, las Iniciativas Populares de Ley, de Derogación de Ley y de Norma Constituyente; la Asamblea Constituyente como mecanismo de el cambio constitucional; las normas de Paridad de género, sin techo; la Titularidad sindical y la Negociación ramal; en combinación con el Defensor del Pueblo, la norma Anti corrupción, los Territorios Especiales, las Regiones y Comunas autónomas, además de las Autonomías Territoriales Indígenas; avances todos que estaban presentes en la propuesta de la Convención, y que son sólo algunos de los múltiples contenidos a los que verdaderamente se oponían, quienes hoy nos llaman a dejarlo todo tal como está.
Aquellos “cancelados con tribuna” del proceso anterior, que llamaban a rechazar desde el comienzo, que se paseaban por los medios empresariales, asustando a la opinión pública, mintiendo con descaro y sin ética, llorando amargamente a los cuatro vientos por la falsa exclusión y discriminación, de la que según ellos, eran víctimas; pese a que aún siendo minoría eran los que más hablaban, pese a que tenían un lugar en la mesa directiva y; pese a que participaron activamente de las negociaciones constitucionales, de las cuales el acuerdo por el sistema político, es el mejor ejemplo.
Por supuesto, acudir una vez más al manoseado y recurrente “Noeslaformismo”, tan propio de la derecha, para desacreditar la forma en que se llevó a cabo el proceso, fue entonces y es ahora, la manera más cómoda y deshonesta de oponerse al fondo, soslayando así cualquier debate inconveniente respecto al contenido de las normas, y evitando a la vez transparentar la verdadera posición que se tiene.
Lo anterior cobró especial relevancia en el plebiscito del 4 de septiembre, en particular durante la campaña, en que este sector político engañó a la Ciudadanía, para votar en contra de sus intereses, y a favor de los de la élite minoritaria, al tiempo que llevaba a cabo el único y vergonzoso cometido de buscar boicotear el proceso, mientras la mayor parte de los constituyentes, en contraste, se dedicó a trabajar, ardua, leal y honestamente, prácticamente sin descanso, y en contra del escaso tiempo, que mediante el “Acuerdo por la Paz”, se les había conferido para realizar su labor.
Los que hoy quieren hacernos creer que el estado subsidiario es compatible con el estado Social y Democrático de Derecho, que contraponen los Derechos Humanos a la seguridad, para así establecer la falacia de que son contradictorios, que buscan deslegitimar el Estallido Social, tildándolo de delictual y, consecuentemente desprestigiar a la Convención a la que este dio origen, en definitiva lo que persiguen es deslegitimar la autorrepresentación, es decir la presencia de las “personas de a pie”, el Pueblo, las Organizaciones sociales y comunitarias, en las instituciones, y por tanto, claramente no son una alternativa viable en la contienda electoral que se aproxima.
Tampoco lo son el pinochetista, negacionista, fascista y mentiroso partido republicano, que junto a su psicopático líder, llama a deshauciar la propuesta de la Convención, y a mantener la nefasta constitución del 80, con algunas mínimas modificaciones acotadas y, por supuesto insuficientes; ni el conspiranoico, disparatado, patrañero y populista partido de la gente, autodeclarado como “ni de derecha ni de izquierda”, pero de derecha al fin, que con su “democracia digital”, expuso negligentemente los datos de sus afiliados, y cuyo líder y “ex candidato telemático”, se encuentra aún, y se encontrará por alrededor de 40 años más, cuando ya sus hijos estén “creciditos”, regularizando su deuda de pensión alimenticia, representando lo peor de la violencia económica patriarcal.
Menos aún lo son los escindidos de la dc, que movilizados por intereses particulares y míseras ambiciones de poder, se aferraron con uñas, dientes y muelas a sus cuotas respectivas, llegando incluso a actuar en contra de la decisión mayoritaria de su ex partido, al hacer campaña en favor de la retrógrada opción del rechazo, a la que en virtud de su apoyo, dieron una falsa apariencia de transversalidad; ni mucho menos el ppd, que mediante su derrotismo, su “aprobar para reformar”, o su “no nos ayuden tanto”, entre tantas otras “definiciones” emitidas principalmente por su presidenta, y actual candidata al Consejo, reveló en plenitud su posición ambigua y poco comprometida, que a la vez que le regalaba argumentos a la derecha, para señalar que el anterior Proyecto constitucional era “malo”, erosionaba la credibilidad tanto de la propuesta, como del órgano redactor.
A estas alturas, enfrentando las posibles consecuencias que conocemos, cabe preguntarse de qué lado están realmente dichas tiendas, sobre todo cuando, pese a la necesidad imperiosa de evitar la dispersión de votos, se presentaron a esta elección en una lista aparte, “todo por chile”, que con el afán, según parece, de asegurarse un lugar propio y revivir a la fenecida concertación, o a los históricamente llamados “tres tercios” (entre los cuales, por supuesto, se incluía al tercio del “centro”, que votaba con el de la derecha), han sido capaces incluso de perjudicar la opción oficialista, en desmedro de los cambios que la Ciudadanía y el País requieren con urgencia.
Con todo lo ya señalado, la opción a tomar en esta elección, resulta clara e indudable.
Unidad Para Chile, pacto oficialista que agrupa a partidos del Frente Amplio, entre ellos Convergencia Social, el partido del Presidente, con los partidos Socialista y Comunista, es por lejos la alternativa que más favorece las reformas y transformaciones estructurales y de largo plazo, que se necesitan para construir un Chile distinto.
Los representantes de estas colectividades lo demostraron con hechos durante el proceso pasado, en que conjuntamente con los Movimientos Sociales Constituyentes e Independientes por una Nueva Constitución, lograron los quórum Supramayoritarios, que la derecha tanto había exigido, los dos tercios necesarios, para aprobar las normas presentes en la propuesta de Nueva Carta Magna, que la Convención Constitucional le entregó a Chile, mientras otros se dedicaron a bloquear el avance del debate, con propuestas reiterativas y calcadas a la asquerosa constitución del 80.
Con el fin de enfrentar exitosamente el tutelado proceso actual, iniciado con la instalación de de la convención mixta, es necesario comprender que; como consecuencia directa del cuoteo, por medio del cual los órganos designados fueron conformados; la manera en que éste se desarrolle dependerá en gran medida de la correlación de fuerzas, a definirse en la próxima elección para integrar el Consejo Constitucional.
En esta contienda, en que más que nunca está todo en juego, se medirán las fuerzas que protagonizarán un nuevo ciclo, y tendremos la posibilidad de contrarrestar a los comités designados, con este órgano electo, que podrá aprobar las normas del anteproyecto de la comisión experta con tres quintos, o rechazarlas con dos tercios.
De ello se desprende, que primeramente, es vital tener el poder de rechazar, para luego enfrentar la comisión mixta, la instancia que surge al no haber acuerdo entre el Consejo y los expertos.
En esta segunda etapa, habrán 6 integrantes de la comisión experta, que como señalamos anteriormente está cuoteada, por lo que pueden ser favorables o no, y 6 del Consejo Constitucional; por lo tanto resulta crucial ser fuertes en dicho órgano, para contar con más representantes en la comisión mixta, y así tener la capacidad de definir las normas que; luego de ser aprobadas por el pleno del Consejo Constitucional, en la votación de la versión final de la propuesta, quedarán en el proyecto que la ciudadanía deberá ratificar con posterioridad.
En cuanto respecta al comité técnico de admisibilidad, su conformación también cuoteada, hace pensar que, al momento de decidir si las normas son admisibles o no; las resoluciones serán hasta cierto punto equilibradas, ecuánimes y fundamentadas principalmente en aspectos técnicos, ajustados a las bases del proceso que, pese a su manifiesto grosor, no debieran ser un obstáculo llegada la hora de precisar los principios constitucionales, cuya bajada comenzará a disputarse a partir de junio.
Cuanto ocurra antes, dependerá de cómo la Ciudadanía decida este 7 de mayo, por lo que no ha llegado aún el momento de bajar los brazos, toda vez que seguimos estando a tiempo de combatir a la derecha en su antidemocrático terreno, sin darle espacio para repetir la constitución de la dictadura o peor.
Enfrentados a este trance histórico, que nos emplaza desde nuestra misma esencia y principios, esperamos estar a la altura del juicio que el futuro hará de nuestro actuar.
0 notes