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#orígenes y futuro de los conflictos bélicos
generaldavila · 1 year
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EL NUEVO ARTE DE LA GUERRA. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
El próximo Jueves día 25 de mayo presentaré mi libro EL NUEVO ARTE DE LA GUERRA. Teorías, orígenes y futuro de los conflictos bélicos en el CLUB ARGO en la Plaza de Santa Ana 7. Será una oportunidad para el que lo desee adquirir y que aprovecharé para dedicarlo con sumo gusto. La presentación, además de hablar del libro, será sobre el presente y el futuro de la guerra que nos asola y dejaré el…
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jgmail · 4 years
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La Geopolítica de la Distopia: El Totalitarismo de Orwell desde el punto de vista de la Teoría del Mundo Multipolar
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Por Felipe Nogueira
Traducido por Alejandro Vásquez
 Resumen
El presente trabajo es una lectura de la historia de ciencia ficción 1984 de George Orwell desde el punto de vista de la Teoría del Mundo Multipolar (TMM) desarrollada por el filósofo político ruso Alexander Dugin con la multipolaridad de la distopia orwelliana, evidenciando sus similaridades y divergencias. Concluimos que la multipolaridad orwelliana no es una multipolaridad en el sentido de la TMM, que propone al mundo multipolar a la formación de bloques geopolíticos asentados sobre valores civilizacionales comunes a los grandes espacios geográficos. En vez de eso, los superestados orwellianos se basan en ideologías totalitarias que poseen origen en los valores modernos universalizantes del Occidente, criticados por Dugin como el origen de los totalitarismos e imperialismos occidentales. Tales valores, argumentamos, podrían llevar a una distopia futura similar ya representada en 1984.
 Introducción
El siglo XX vio la ascensión de diferentes ideologías que tomaron la forma de lo que se llama hoy el “totalitarismo”, formas extremamente autoritarias de gobierno, con restricciones a las libertades y discursos de superioridad y odio a otros pueblos y visiones del mundo, caracterizando el siglo XX como una era de radicalismo político, siendo inclusive llamado por historiadores como Hobsbawm como la “Era de los extremos”. Las dos guerras mundiales, la formación de grandes alianzas entre diferentes naciones en busca de la consolidación de sus ideologías, como el comunismo, el fascismo, el nacismo y el liberalismo, llevaron a la crisis del modelo de Estado-nación westphaliano y la formación de poderosos bloques geopolíticos, como el Eje, durante la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética y más tarde la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que trabaron diversos conflictos bélicos y políticos que moldearon las fronteras del mundo actual, llevando al fin de antiguos bloques y Estados y poniendo fin a la división ideológica del mundo que imperaba antes de la caída de la Unión Soviética en 1991.
El gran poderío estatal aliado al fanatismo ideológico consecuente de una propaganda masiva de las virtudes de cada modelo ideológico, la manipulación de la información, las carreras armamentistas y las políticas militaristas provocasen diversas brutalidades; como los genocidios cometidos durante la Segunda Guerra Mundial y diversas otras masacres relacionadas con conflictos regionales que reflejan los intereses de bloques geopolíticos mayores, como las masacres cometidas en la Guerra de Vietnam durante el periodo de la Guerra Fría.
Después del fin de las brutalidades de la Segunda Guerra Mundial, en 1949, el autor británico George Orwell publica una novela titulada 1984. En su novela, Orwell delinea una distopia futura, por vuelta del año 1984, que sería una posible consecuencia de la entonces configuración política mundial, en vísperas de la Guerra Fría, en que el mundo era dividido entre dos grandes polos: el bloque occidental, teniendo como valores el liberalismo y el modo de producción capitalista y teniendo como líder a los Estados Unidos de América; y el bloque oriental, teniendo como valores el comunismo, el modo de producción socialista y teniendo como líder a la Unión Soviética
En su novela 1984, Orwell describe un mundo dividido en tres grandes bloques geopolíticos: Oceanía, comprendiendo la Gran Bretaña, los Estados Unidos y todo lo restante del continente americano, contando con algunas regiones más en el hemisferio sur; Eurasia, comprendiendo a Europa, Rusia y los territorios que eran entonces parte de la Unión Soviética; y Lestasia, comprendiendo a China, Japón, y algunos otros territorios adyacentes. Cada uno de los bloques geopolíticos formados poseen una ideología estatal propia que fundamenta todas sus prácticas geopolíticas. En Oceanía la ideología hegemónica es llamada Socing; en Eurasia, el neobolchevismo; en Lestasia, una ideología con nombre oriental que puede ser traducida como “Adoración de la Muerte”. Los tres bloques viven en conflicto bélico constante en disputa por el dominio de las regiones no-alineadas localizadas en la Línea del Ecuador.
La novela transcurre en el universo de Oceanía, teniendo como protagonista al personaje de Winston, un funcionario del partido único del superestado de Oceanía, que trabaja para el Ministerio de la Verdad, encargado de realizar el trabajo de manipulación mediática, la censura de ciertos contenidos y la reescritura de documentos oficiales, a manera de consolidar una narrativa histórica oficial del Partido, que muta constantemente al depender de sus posicionamientos políticos, excluyendo cualquier versión alternativa que le pueda ser crítica.
La narrativa presenta diversos motivos comunes al totalitarismo histórico del siglo XX, como la manipulación mediática, la censura, los medios masivos, la adoctrinación política de la juventud, la fe en un líder único todopoderoso y la vigilancia constante de sus ciudadanos. Winston, por ser miembro del partido, es constantemente vigilado por aparatos llamados teletelas, que son instalados en las casas de todos los miembros del Partido y que son capaces de captar todos los sonidos y en gran parte los movimientos de las personas presentes. Winston forma parte del núcleo externo de los núcleos del partido, no teniendo contacto con un núcleo interno que tendría ciertas ventajas políticas. Además de los núcleos del partido, está lo restante de la sociedad, los llamados proletas, que son controlados por un medio masivo que les impide de crear algún tipo de conciencia política que les permite oponerse a la hegemonía del Partido y realizar algún cambio significativo en la sociedad.
Winston constantemente se cuestiona acerca de la validaes de las narrativas oficiales de la historia, dudando de su autenticidad y veracidad. Al trabajar en el ministerio responsable del revisionismo histórico, tiene la oportunidad de tener contacto con una prueba de un acontecimiento histórico que tiene que ser destruida para preservar la narrativa oficial. Descontento con la situación en la que se encuentra, Winston se involucra con Julia, funcionaria del Partido y un personaje rebelde, más sin capacidad de movilizar su rebeldía contra la configuración política actual. Y más tarde, se involucra con O’ Brien, también miembro del Partido y que le dirá que es parte de una organización secreta, llamada la Gran Confradía, dándole esperanzas de realizar una geniuna revuelta contra el sistema.
O'Brien le prestará un libro prohibido, un tipo de manifiesto, escrito por Goldstein, una figura que es pintada por la propaganda oficial como el mayor enemigo y traidor de Oceanía y supuesto líder de la Gran Confradía. En el libro escrito por Goldstein hay una descripción breve de la formación geopolítica del universo de 1984, describiendo los tres grandes bloques geopolíticos previamente presentados y sus respectivas ideologías, bien como la razón de ciertas políticas conducidas por Oceanía, como las constantes guerras realizadas a veces contra Eurasia, a veces contra Lestásia.
Entretanto, Winston y Julia son capturados por el Partido y llevados a prisión. Allí, Winston ve nuevamente a O’Brien; sin embargo, no como un prisionero, sino como un miembro fiel del Partido que realizará una serie de experimentos con él para “reeducarlo” en la doctrina oficial. Los experimentos consisten en una serie de torturas inhumanas contra Winston, en un intento de destruir la fidelidad que le había prometido a Julia anteriormente, de forma que Winston nunca más sea capaz de crear lazos de lealtad con nadie más que no sea el Gran Hermano, el líder supremo del Partido.
En el presente estudio, nos enfocaremos en la dimensión geopolítica de la obra, buscando explicar cómo es posible la formación de bloques geopolíticos poderosos como la Oceanía, Eurasia y Lestásia, desde el punto de vista de la Teoría del Mundo Multipolar (de aquí en adelante TMM) desarrollada por el filósofo político ruso Aleksandr Dugin, entre los años 90 y los años 2010, y que, según algunos autores, tendría influencia sobre la doctrina política del actual Estado Ruso (Goncalves, 2014). Buscaremos explicar, a la luz de la TMM, cómo la crisis del modelo de Estado-nación moderno, desarrollada a raíz de los tratados de Westphalia al final de la Edad Media, posibilitó el desarrollo de los grandes bloques geopolíticos del siglo XX y cuán cerca de la realidad estaría el universo ficticio de Orwell en lo que concierne a la batalla geopolítica librada entre sus tres grandes bloques geopolíticos.
Aún así, buscaremos explicar cómo la ideología totalitaria propagada por el Estado de Oceanía tendría sus orígenes en los valores ideológicos de la modernidad, como explica Aleksandr Dugin en su crítica a las tres teorías políticas de la modernidad, que vienen a ser el liberalismo, el socialismo, y las ideologías de la “tercera vía”, éstas representadas por el nacional-socialismo y el fascismo. De ahí concluiremos si la multipolaridad de Orwell es o no una multipolaridad en el sentido propuesto por Dugin y si el universo totalitario de Orwell sería posible en el futuro.
 La Teoría del Mundo Multipolar
Aleksandr Dugin es un filósofo político ruso responsable por el desarrollo de la corriente ideológica llamada Neo-Eurasianismo, corriente influenciada por las obras de geopolíticos clásicos del inicio del siglo XX como Mackinder y Haushofer, además de la obra de los intelectuales eurasianos clásicos del periodo zarista; bien como filósofos tradicionalistas occidentales, como René Guénon y Julius Evola; y filósofos críticos del liberalismo occidental, como Alain de Benoist.
En Teoría del Mundo Multipolar (2012ª), Dugin afirma que después de la caída de la Unión Soviética, la bipolaridad de la Guerra Fría, esto es, el Occidente liberal-capitalista contra el Oriente marxista-comunista, llegó a su fin y dio lugar al mundo unipolar en el que vivimos hoy, encabezado por EEUU como potencia absoluta, aliado a los Estados miembros de la OTAN. Dugin parte de la idea de que los Estados-nación modernos, basados en el modelo westphaliano [1], son soberanos sólo en juramento, pero no de facto, esto es, no consiguen por si solos resistir la influencia del centro hegemónico mundial, particularmente, al Occidente liberal liderado por EEUU y la OTAN. En palabras de Dugin:
La gran mayoría de estos Estados actualmente no pueden abordar su propia seguridad o prosperidad frente al conflicto teóricamente posible con el poder hegemónico (que en nuestro mundo es claramente los Estados Unidos). Siendo así, que se encuentran política y económicamente dependientes de una autoridad externa. Siendo dependientes, no pueden ser centros de una voluntad verdaderamente independiente y soberana con respecto a las cuestiones globales del orden mundial. (DUGIN, 2012a, p. 10-11)
Cabe recordar los orígenes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), organización de cooperación militar creada después de la Segunda Guerra Mundial, reuniendo países occidentales como forma de resistir al poderío geopolítico de la URSS, rivalizando con los Estados del llamado Pacto de Varsovia, promovido por la URSS como reacción a los Estados del Este Europeo adyacentes bajo la zona de influencia soviética de la posguerra. Así, el objetivo original de la OTAN sería evitar una posible expansión soviética sobre el Occidente. Entretanto, inmediatamente después de la caída de la URSS en 1991, la OTAN continuó expandiéndose, agregando justamente a los Estados no-pertenecientes a la URSS que eran antes miembros del Pacto de Varsovia. Por tanto, hoy la OTAN, aliada de los EEUU, compone un centro de poder militar y político extremamente poderoso capaz de influenciar el mundo entero con su poderío. De hecho, las alianzas occidentales hoy, en vez de la propuesta original de resistencia a un bloque geopolítico rival, expanden su zona de influencia sin un adversario capaz de resistirles. Según Dugin “El inicio de los años 1990, cuando el “fin de la historia” parecía no sólo estar a la mano, sino prácticamente alcanzado, el concepto de “Occidente” casi se sobrepone al concepto de “mundo”, que acabó en el término “globalización” (DUGIN, 2013a, p. 26). Sobre la formación y definición del mundo unipolar, Dugin afirma que:
El colapso de la Unión Soviética significó la desaparición de una superpotencia simétrica e influyente bien como la desaparición de un gigantesco campo ideológico. Fue el fin de una de las dos hegemonías globales. Toda estructura de orden mundial de allí para adelante se tornó irreversiblemente y cualitativamente diferente. Con esto el polo remanente – liderado por los Estados Unidos y teniendo por base a la ideología liberal-demócrata capitalista – se preservó fenomenalmente y continuó con expandir su sistema sociopolítico (democracia, mercado, ideología de los derechos humanos) a una escala global. Es precisamente esto lo que se llama mundo unipolar. (DUGIN, 2012a, p. 13)
Como forma de resistencia al mundo unipolar y el universalismo occidental, Dugin propone la TMM, con diversos núcleos hegemónicos independientes capaces de resistir la influencia de otros núcleos y preservar sus modelos y valores civilizacionales contra la influencia universalista de la ideología liberal demócrata-capitalista:
[…] el modelo de la caldera [melting pot] americano se irá a extender a todo el mundo. Por consiguiente, esto eliminará todas las diferencias entre pueblos y culturas y la humanidad, individualizada y atomizada, será transformada en una cosmopolita “sociedad civil” sin siquiera fronteras. El multipolarismo presupone que los centros de decisión sean suficientemente relevantes (más no dependientes de una única instancia – como en las actuales condiciones del mundo unipolar) y que las diferencias culturales de cada civilización sean preservadas y fortalecidas (y no disueltas en una sola multiplicidad cosmopolita). (DUGIN, 2012, p. 19)
En uno de sus ensayos sobre el ideal neo-eurasiano, Dugin enumera alternativas posibles de los actuales Estados-nación frente al problema de la unipolaridad:
1.       La autoliquidación e integración en un único espacio planetario bajo dominación americana (atlantismo, globalización);
2.       Oponerse a la globalización, intentando preservar sus propias estructuras administrativas (soberanía formal) independientemente de la globalización;
3.       Entrar en formaciones supraestatales de tipo regional (grandes espacios) con base en comunidades históricas, civilizacionales y estratégicas. (DUGIN, 2012b, p. 43)
Por lo tanto, la vía de la TMM propuesta por Dugin está en el ingreso de los diversos Estados-nación que se oponen al atlantismo y la globalización en organizaciones geopolíticas supraestatales basadas en valores civilizacionales semejantes y en estrategias coincidentes. Para Dugin, los neo-eurasianistas acreditan que el Estado ruso desempeñó diversas veces en la historia una función de adición de diversas civilizaciones eurasiáticas bajo un tejido civilizacional supraestatal común, capaz de ser un poder de contrapeso de un centro hegemónico, y que, por tanto, “la Rusia está destinada a desempeñar el mismo papel también en el S. XXI.” (DUGIN, 2012b, p. 53)
Más es importante precisar que Dugin no propone una visión bipolar para el mundo, como lo fue durante la Guerra Fría, o una forma de “imperialismo ruso”, como afirman sus críticos, puesto que:
Salta a la vista que el orden mundial multipolar no sólo es diferente del unipolar, como es su directa antítesis. La unipolaridad presupone una hegemonía en un centro de decisión, la multipolaridad insiste en unos cuantos centros, no teniendo ninguno de ellos derechos exclusivos y es concebida para tener en cuenta las posiciones de terceros. Siendo así que, la multipolaridad es la alternativa lógica y directa a la unipolaridad. No puede haber cualquier compromiso entre ambas […] (DUGIN, 2012a, p. 16)
De esa forma, la propuesta de Dugin de Rusia como centro de un posible bloque euroasiático como forma de resistencia a la influencia occidental universalista se asemeja a la configuración geopolítica presentada en 1984, en donde la Eurasia se presenta como un bloque rival a la Oceanía, compuesta por lo que era el mundo anglosajón y las Américas. Además, el mismo nombre escogido por Orwell para el bloque rival de Eurasia y Lestasia se asemeja a los términos utilizados por Dugin para describir el bloque occidental, el bloque “atlantista” que representa un poder talasocrático (del griego thalassa, océano, mar). La presencia de un tercer bloque, Lestasia, crea un equilibrio de poderes en el universo orwelliano que a primera vista se asemeja a la propuesta de la TMM.
 La “Multipolaridad” de la Ficción Orwelliana
La descripción del mundo de 1984 presentada en el Manifiesto de la Gran Cofradía, titulada Teoría y práctica del colectivismo oligárquico, estaría muy cerca de las tendencias que se verificaron históricamente en el siglo XX, como se puede observar en el siguiente pasaje:
La división del mundo en tres grandes superestados fue un evento que ya podía ser predicho – y fue de hecho – antes de mediados del siglo XX. Con la absorción de Europa por Rusia y del Imperio Británico por los Estados Unidos, se formasen dos de las tres superpotencias hoy existentes: la Eurasia y la Oceanía. La tercera de ellas, la Lestasia, sólo emergió como unidad distinta después de más de una década de confusos conflictos armados. En algunos lugares las fronteras entre los tres superestados son arbitrarias, en otros oscilan de acuerdo con los fracasos de la guerra, más en general acompañan características geográficas. La Eurasia comprende la totalidad de la parte norte de dos continentes: el europeo y el asiático, de Portugal al Estrecho de Bering. La Oceanía incluye a las Américas, las islas atlánticas – incluso las británicas –, a Australasia y la parte sur de África. La Lestasia, menor que las otras y con una frontera occidental menos definida, incluye a China y los países al sur de China, las islas de Japón y una gran parte más fluctuante de Manchuria, Mongolia y el Tíbet. (ORWELL, 2009, p.221)
Son evidentes las tendencias históricas que estarían influenciando la ficción de Orwell. Los dos centros hegemónicos surgidos después del fin de la Segunda Guerra Mundial, EEUU y URSS, absorbieron los Estados-nación adyacentes, los cuales no les podían resistir, y formarían grandes bloques geopolíticos. La Conferencia de Yalta, realizada por los líderes aliados Churchill, Roosevelt y Stalin en los meses finales de la Segunda Guerra Mundial, trazó los planos futuros para la división de los Estados que formarían parte del Eje y dividirían a Europa entre los dos bloques geopolíticos adversarios que ascenderían luego del conflicto.
América Latina bajo influencia de Oceanía podría ser explicada por la tendencia histórica de los Estados latinoamericanos a alinearse con los Estados Unidos y Occidente, como fue el caso de Brasil durante la Segunda Guerra Mundial. Se puede argumentar que Orwell habría acertado al predecir a América Latina alineada a los Estados Unidos teniendo en cuenta las dictaduras latinoamericanas posteriores influenciadas por los conflictos ideológicos entre Occidente y Oriente, como las dictaduras en Brasil y Chile. Orwell también habría acertado en la predicción de la ascensión de otro centro de poder: China. A pesar de haber recibido inicialmente el apoyo de la URSS y haber actuado en conjunto con esta en ciertos momentos, como durante la Guerra de Vietnam, la República Popular de China rompió relaciones con la URSS debido a divergencias ideológicas con el Kremlin. Hoy China se presenta como un posible adversario a la hegemonía americana.
Orwell habría predicho acertadamente, como Dugin afirma, que los Estados-nación no podrían más resistir la influencia hegemónica de los centros de poder, como los EEUU, Rusia y China, y acabarían aunándose a entidades geopolíticas supraestatales. Entretanto, cuestionaremos más adelante si la multipolaridad orwelliana es constante con la TMM de Dugin, a pesar de las aparentes similitudes, pues Orwell traza una formación de entidades supraestatales basadas en corrientes ideológicas totalitarias, en vez de similitudes civilizacionales, como la TMM propone.
Más al frente, Orwell describe una situación semejante a lo que aconteció durante la Guerra Fría, en la que los diversos conflictos bélicos alrededor del mundo no poseían el carácter destructivo y decisivo de las Guerras Mundiales anteriores, más en vez de eso, había constantes conflictos con el objetivo de colocar bajo sus zonas de influencia los Estados no-alineados:
En combinaciones variables, esos tres superestados están permanentemente en guerra: habiendo sido así los últimos veinticinco años. La guerra, con todo, ya no es la confrontación desesperada, aniquiladora, que era en las primeras décadas del siglo XX. Es una lucha de objetivos limitados entre combatientes que no tienen cómo destruirse los unos a los otros, carecen de causas concretas para luchar y no están divididos por ninguna diferencia ideológica genuina. Eso no significa que en la práctica concreta de la guerra o de la actitud predominante en relación a ella se haya tornado menos sanguinaria o mas caballeresca. Al contrario, la histeria guerrera y continua es universal en todos los países […] En un sentido físico, sin embargo, la guerra involucra efectos mínimos – en general especialistas muy bien entrenados – y causa relativamente pocas bajas […] Para comprender la naturaleza de la guerra actual – pues, a pesar de la reagrupación que ocurre cada pocos años, siempre es la misma guerra –, es preciso que se comprenda antes que nada que es imposible que ella sea decisiva. Ninguno de los tres superestados puede ser definitivamente conquistado – ni uno mismo en alianza de los otros dos. Existe un equilibrio muy marcado entre ellos, y sus defensas naturales son gigantescas […] En segundo lugar, ya no existe, en el sentido material, nada por lo cual combatir. Como el establecimiento de las economías autosustentables, en las cuales la producción y el consumo se calibran recíprocamente, la disputa de los mercados, uno de los principales motivadores de las guerras pasadas, llegó a su fin; la competición por materias primas dejó de ser la cuestión de vida o muerte. Sea como fuese, los tres superestados son tan vastos que cada uno de ellos obtiene casi todas las materias primas que necesita dentro de sus propias fronteras. En la medida en que la guerra tiene un objetivo económico directo, se trata de una guerra por la fuerza de trabajo. (ORWELL, 2009, p. 221-222)
Orwell predijo que las guerras de un mundo dividido entre superestados no serían decisivas y serían muy limitadas, pues un superestado sería demasiado grande para ser destruido, lo mismo con una alianza entre dos superestados rivales. La formación de grandes bloques podría llevar a un equilibrio de fuerzas que impediría que los superestados sufriesen una influencia externa y la cual no podrían resistir. Tal equilibrio de fuerzas se verificó durante la carrera armamentista protagonizada por los EEUU y la URSS, en la que ambas potencias buscaban desarrollar armas nucleares cada vez más poderosas y realizaban pruebas con esas armas que mostrarían al mundo su poderío. El miedo de que una guerra nuclear llevaría a la aniquilación de la humanidad impidió un conflicto directo de larga escala entre las dos potencias, llevando a diversos diálogos y tratados de limitación de armas nucleares. La gran mayoría de las guerras disputadas durante la Guerra Fría y hasta hoy son guerras proxy, esto es, guerras donde los Estados u organizaciones beligerantes reciben apoyo directo o indirecto de los centros de poder y difícilmente muestran una amenaza seria a los centros hegemónicos, siendo restringidas a las periferias de los bloques geopolíticos. Fue el caso de la Guerra de Vietnam, como el apoyo comunista al Vietcong y el apoyo occidental a Vietnam; y el caso de la Guerra en Siria hoy, en la que las potencias occidentales dan apoyo indirecto a los rebeldes que combaten al gobierno de Bashar Al-Assad, este apoyado por los Estados como Rusia e Irán.
Un orden mundial predecido por Dugin con la TMM, en la que cada bloque geopolítico sea establecido sobre similitudes civilizacionales, Dugin predice que un equilibrio de fuerzas entre los bloques civilizacionales impediría conflictos decisivos, esto es, conflictos que llevarían un bloque a imponer su voluntad sobre otro, puesto que:
Cada una de las civilizaciones van a representar un polo de poder y el centro de la hegemonía local, excediendo la capacidad de todos sus componentes (acerca de esa civilización en particular), más no sosteniendo poder suficiente para imponer su voluntad a las civilizaciones vecinas. El orden multipolar se reconstruirá en otro nivel del sistema westfaliano, con su soberanía, equilibrio de poder, caos en el panorama internacional, posibilidades de conflicto y potencial para algún discurso apaciguador. Con lo único pero fundamental de que los actores serán no los Estados-nación, copiados de las potencias capitalistas europeas de la era moderna, sino las civilizaciones, poseyendo estas una estructura interna completamente diferente, correspondiendo a las tradiciones históricas y a los códigos culturales. (DUGIN, 2012a, p. 85)
Ósea, el equilibrio de poder en la TMM sería fundamental para la garantía de la independencia de los pueblos y civilizaciones de las influencias ideológicas universalizantes que podrían partir de alguno de los bloques. Como ya se ha dicho anteriormente, Dugin y los neo-eurasianistas creen que Rusia desempeñará un papel de organizador de un bloque civilizacional eurasiático que proporcionaría un núcleo de resistencia a los valores universalizantes del Occidente hegemónico. Aunque, el ideal neo-eruasiano, de acuerdo con Dugin (2012b), deberá ser propagado para el mundo entero, de forma que diferentes grandes espacios civilizacionales sean construidos en resistencia al orden unipolar actual. Dugin elabora los siguientes principios que dirigirían al Eurasianismo:
·         Diferencialismo, o pluralismo de sistemas de valores contra la convencional dominación obligatoria de una ideología dada: la democracia liberal americana en primer y más importante lugar;
·         Tradición contra la supresión de culturas, dogmas y descubrimientos de las sociedades tradicionales;
·         Los derechos de las naciones contra los “billones de oro” y la hegemonía neocolonial del “norte rico”;
·         Las etnias como valores y sujetos de la historia contra la despersonalización de las naciones, aprisionadas en construcciones sociales artificiales;
·         Justicia social y solidaridad humana contra la explotación y humillación del hombre por el hombre. (DUGIN, 2012b, p. 36)
En cuanto a las motivaciones para la guerra en el universo orwelliano, los tres superestados competidores son autosuficientes y disputan por la mano de obra de las regiones no-alineadas, con fines de sustentar la guerra en curso contra los demás superestados, en vez de una disputa por mercados común a las guerras del pasado. Tal descripción se distancia de la configuración geopolítica posterior y actual del mundo, en la que las potencias políticas todavía compiten por recursos naturales, tales como combustibles fósiles, como por nuevos mercados, bajo la influencia de valores occidentales universalizantes. Dugin hace referencia a la Teoría Crítica de las Relaciones Internacionales, de base marxista, para explicar las ambiciones expansionistas del Occidente:
[…] el Occidente, en la era burguesa, equiparó su destino al del capital y se convirtió en la localización geográfica de este. Y la razón de ser del capital es el dominio sobre el proletariado, razón por la cual bajo la máscara de la “democracia” y de la “igualdad” en las circunstancias capitalistas se encuentran la misma voluntad de poder y las prácticas de explotación y de violencia. De esta forma actúan los defensores de la Teoría Crítica, teniendo toda la razón. (DUGIN, 2012a, p. 67)
Por lo tanto, podemos concluir que la geopolítica distópica de Orwell posee muchas similitudes con esta e incluso hace predicciones acertadas sobre las tendencias geopolíticas que se verificarán en las décadas posteriores a la redacción de la obra. Entretanto, Orwell describió tendencias que no se verificarán más tarde, divergentes de las tendencias de expansión de los valores liberales-demócratas occidentales por el mundo. Tampoco predijo la formación de un mundo unipolar, formado a partir de la desintegración de uno de los bloques competidores, sin la necesidad de una victoria militar, y que llevó a la hegemonía ideológica del bloque liberal-demócrata capitalista por sobre el resto del mundo, como afirma Dugin. En vez de eso, Orwell optó por describir un mundo en el que las corrientes ideológicas que lo moldeasen estarían más próximas de los totalitarismos de inspiración socialista, con sociedades extremadamente cerradas y aisladas de las demás y que no buscan expandir los mercados, sino la expansión de mano de obra con vistas al desarrollo militar. Veremos en mayor detalle las tendencias ideológicas del universo orwelliano y cuál es su relación con los valores ideológicos de la modernidad occidental, criticados por Dugin como las fuentes del totalitarismo moderno.
 Las raíces modernas del totalitarismo orwelliano
Todavía en el manifiesto de la Gran Cofradía, Goldstein hace una breve descripción de las corrientes ideológicas que guiarían las prácticas políticas de cada uno de los superestados competidores en 1984.
Los motivos totalitarios presentes en la obra son comunes a otras obras contemporáneas a la novela, como el trabajo de la filósofa Hannah Arendt en los Orígenes del Totalitarismos (1951), en el que investiga los orígenes del totalitarismo soviético y nazista; el drama El Caso Oppenheimer (1964) de Heinar Kipphart, sobre la investigación realizada contra el físico norteamericano Robert J. Oppenheimer, responsable por el desarrollo del programa nuclear norteamericano e investigado por supuesta colaboración con los soviéticos debido a sus simpatías izquierdistas; y Heliópolis (1949) de Ernst Jünger, novela distópica ambientado en una sociedad con características autoritarias. El miedo del totalitarismo, por lo tanto, era un tema común de la época y la novela 1984 se convirtió en uno de los títulos más representativos de tendencia crítica al totalitarismo en la literatura, siendo visto incluso como una predicción plausible del futuro de la humanidad.
En 1984, Goldstein describe que los tres superestados poseen como base una ideología totalitaria que los lleva al aislacionismo extremo y una total vigilancia de sus cuadros administrativos y al control estricto de la información. Cada superestado impide que sus ciudadanos tengan contacto con información e ideas venidas de otro superestado, de forma que limita la visión del mundo de sus ciudadanos solo a la realidad interna de cada ideología.
Es absolutamente necesario para sus estructuras que no haya contacto con extranjeros, excepto, hasta cierto punto, con prisioneros de guerra y esclavos negros. Incluso el aliado oficial del momento es siempre visto con profundas sospechas. Fuera de los prisioneros de guerra, el ciudadano promedio de Oceania jamás pone los ojos en un ciudadano de Eurasia o Lestasia, y está prohibido de conocer idiomas extranjeros. Si tuviese permiso para mantener contacto con extranjeros, descubriría que son criaturas semejantes a él, y que casi todo lo que le dijeran sobre esas personas es mentira. El mundo sellado en el que vive sería abierto, y el miedo, el odio y la presunción sobre las cuales se apoya su disposición para la lucha podrían evaporarse. Mediante eso, todas las partes se dan cuenta claramente de que por mucho que Persia, Ceilán, Egipto o Java cambien de manos, sus fronteras jamás deberán ser cruzadas por nada que no sean bombas.
Detrás de todo esto hay un hecho nunca antes mencionado a viva voz, pero que es entendido tácitamente y que justifica una serie de acciones; las condiciones de vida en los tres superestados son casi las mismas. En Oceania la filosofía vigente tiene el nombre de Socing; en Eurasia tiene el nombre de neobolchevismo; en Lestasia tiene un nombre chino que se acostumbra traducir como Adoración de la Muerte, pero que tal vez fuese mejor representado como Obliteración de la Identidad. El ciudadano de Oceania tiene prohibido conocer los detalles de los credos de las otras dos filosofías, pero aprende a ejecutarlas como ofensas bárbaras a la moralidad y el sentido común. En verdad, las tres filosofías no tienen casi ninguna diferencia entre sí, y los sistemas sociales que ellas justifican son idénticos. En toda parte existe la misma estructura piramidal, la misma adoración a un líder semidivino, la misma economía justificada única y exclusivamente por una actividad continua de guerra. (ORWELL, 2009, p. 232-233)
Muchas de las características totalitarias descritas en la novela de Orwell pueden ser verificadas en diversos regímenes totalitarios y lo mismo en regímenes liberales occidentales y son comunes las obras literarias contemporáneas a la novela citada anteriormente. El control de la información como estrategia de combate a las ideologías rivales, como sucedió en los choques ideológicos entre las superpotencias del siglo XX (liberalismo x comunismo x fascismo), es llevado al extremo en la distopia orwelliana. El Estado de Oceania crea diversas formas de monitorear todos los aspectos de la vida de los miembros del Partido y utiliza los medios masivos para controlar la información que llega a los proletarios.
Pero es justamente en este punto en el que la multipolaridad orwelliana entra en contradicción con la propuesta de la multipolaridad de la TMM de Aleksandr Dugin. Se puede argumentar que los tres superestados competidores se basan en ideologías totalitarias con raíces en ideales modernos occidentales y el trecho que dice que “las tres filosofías no tienen casi ninguna diferencia entre sí, y los sistemas sociales que ellas justifican son idénticos” sugiere que las tres ideologías tengan un origen en común. La formación de identidades supraestatales sobre una ideología totalitaria de raíces modernas en contradicción con la propuesta de la TMM de formación de grandes espacios sobre valores civilizacionales similares, basados en tradiciones culturales, religiosas y étnicas distintas de los ideales occidentales modernos.
En La Cuarta Teoría Política (2013b) Dugin afirma que las tres teorías políticas modernas, esto es, el liberalismo, el comunismo y el fascismo, deben ser superadas debido a sus orígenes comunes a los valores universalizantes de la modernidad occidental, los cuales abrirán brechas para el advenimiento del totalitarismo y del imperialismo occidental. En su crítica a la modernidad, Dugin acusa a la ideología liberal occidental de etnocéntrica y racista, pues considera sólo al modelo occidental de sociedad como válido, en oposición a las periferias “bárbaras” y retrógradas (DUGIN, 2012a). En sus palabras:
Sobrepasar la hegemonía occidental como base del discurso occidental, sustituyéndolo en contexto histórico y geográfico, es el primer paso fundamental para la elaboración de la TMM. El multipolarismo sólo se tornará en realidad de ese modo, siendo posible recurrir a la deconstrucción de la hegemonía dejando a la vista las pretensiones occidentales en cuanto al universalismo de sus valores, sistemas, métodos y fundamentos filosóficos. Caso sea imposible sobrepasar a la hegemonía, todo y cualquier modelo “multipolar” no pasará de cualquier especie de teoría occidente-céntrica. Aquellos que perteneciendo a la cultura intelectual del Occidente procuran sobrepasar las limitaciones de la hegemonía y crear un discurso contrahegemónico […], acaban, fatalmente, por mantenerse circunscritos a la hegemonía, dado que elaboran su crítica teniendo por base los postulados de “democracia”, de “libertad”, de “igualdad”, de los “derechos humanos”, etc., que a su vez no son complejos desde el punto de vista occidente-céntrico. (DUGIN, 2012, p. 66)
De esa forma, podemos comprender las similitudes entre la ideología de los superestados de Orwell como el punto de vista occidente-céntrico criticado por Dugin, pues la hegemonía occidental no acepta modelos alternativos de civilización, teniendo a la ideología liberal-demócrata capitalista como parámetro universal. Si el occidente buscase modelos alternativos de civilización, vería que “El mundo sellado en el que vive sería abierto, y el miedo, el odio y la presunción sobre las cuales se apoya su disposición para la lucha podrían evaporarse”, como está descrito en el manifiesto de Goldstein. Luego, el globalismo occidental perdería su justificación de expansión, o su “destino manifiesto”.
Sin embargo, todavía existe una diferencia fundamental entre el aislacionismo de Oceania y la “sociedad abierta” del mundo occidental contemporáneo. Más tal diferencia puede ser explicada por la diferencia entre el balance de poder en esos dos contextos: en 1984, hay tres grandes bloques competidores con poderío similar; en el mundo contemporáneo, según Dugin (2012a), no hay un bloque geopolítico capaz de resistir la hegemonía occidental encabezada por los EEUU y la OTAN. Por lo tanto, podemos concluir que el centro hegemónico occidental no tendría necesidad de aislarse del resto del mundo, como lo hacen los superestados orwellianos, pues no enfrenta una amenaza seria a su existencia, en vez de eso, debe colocar al resto del mundo en función de sus valores universalizantes.
Dugin todavía critica ciertas tentativas de contrahegemonía que cree se basan en los mismos valores universalizadores de la civilización occidental, entre ellas, el marxismo, considerando cómo la segunda teoría política, que nació en oposición a la primera, el liberalismo. Dugin reconoce la virtud de la teoría marxista en lo que concierne a la crítica al imperialismo capitalista y a algunas tesis liberales, entretanto la teoría marxista “deriva del mismo ideal eurocéntrico del “progreso” de los tiempos modernos, de la “evolución”, “igualdad”, etc., lo que la coloca en el contexto general dentro del discurso occidental. Igual cuando los marxistas se vuelven solidarios con la lucha de liberación de los pueblos del Tercer Mundo, y de los países no-occidentales en general, contra el dominio occidental, vislumbran para esos países un escenario de desarrollo universal que reproduce la forma de vida de las sociedades occidentales y no contempla la posibilidad de una lógica histórica diferente per se. Los marxistas apoyan a las naciones no-occidentales en su lucha anti-colonial, con la intención de que estas pasen lo más rápido posible a través etapas occidentales de la evolución y creación de la sociedad, como ha sucedido en las sociedades occidentales. Todas las sociedades tienen que pasar por la fase capitalista y las clases que la componen deben internacionalizarse por completo”. (DUGIN, 2012a, p. 71)
Considerando el pedazo del manifiesto que sugiere el origen en común de las tres ideologías, afirmando que el Socing, el Neobolchevismo y la Adoración de la Muerte justifican sistemas idénticos, podemos intentar buscar en la obra la similitud entre las tres ideologías y, de esa forma, trazar un origen en común. Los nombres escogidos por Orwell, como Socing y neobolchevismo, sugieren que ambas ideologías tendrían un origen común en las teorías socialistas. La Adoración de la Muerte en Lestasia también sugiere que China sería su propio centro de poder y debemos tener en cuenta que la China pasó por un proceso de revolución socialista en el periodo de redacción de la obra. Podemos tener en cuenta también los pedazos de la obra en la que Winston recuerda la visión histórica del Partido que le fue enseñada, mostrando una división de la sociedad entre dos clases:
Antiguamente, antes de la gloriosa Revolución, Londres no era la bella ciudad que conocemos hoy. Era un lugar oscuro, sucio, miserable, donde casi nadie poseía lo suficiente para comer y donde centenas de miles de pobres no tenían botines en los pies o si quiera un techo para abrigar su sueño. Los niños de su edad, lector, necesitaban trabajar doce horas por día para los patrones inhumanos, que se las cubrían a chicotazos si trabajaban muy lentamente y sólo los alimentaban con corteza de pan y agua. Pero en medio de toda esa terrible pobreza había unas pocas casas hermosas donde vivían personas ricas atendidas por hasta treinta empleados. Esas personas ricas eran los capitalistas. Los capitalistas eran gordos y feos y tenían rostros ruines […] Los capitalistas eran dueños de todo lo que había en el mundo y todos los otros hombres eran sus esclavos. Ellos eran dueños de todas las tierras, de todas las casas, de todas las fábricas y de todo el dinero. (ORWELL, 2009, p. 92)
La narrativa histórica oficial apunta a una sociedad dividida entre dos clases, la de los capitalistas y la de los trabajadores explotados, o los proletarios, tal como las teorías socialistas apuntan. De allí se concluye que las tres ideologías del mundo totalitario de Orwell tendrían una génesis en la segunda teoría política, ósea, en el socialismo-marxismo. Por lo tanto, siendo las ideologías de los tres superestados similares y probablemente teniendo un origen común en la segunda teoría política, como es llamada por Dugin, la multipolaridad de Orwell no concuerda con la TMM y su crítica a la modernidad occidente-céntrica, pues Dugin propone que el mundo multipolar se deba construir sobre valores civilizacionales tradicionales. Sobre la civilización, Dugin afirma que “en cierta medida la civilización debe ser considerada como una construcción, un discurso específico, un texto que, con todo, sostenga una estructuración radicalmente diferente del discurso occidente-céntrico homogéneo y “monótono”. La civilización encarna la realidad de las diferencias cualitativas de las relaciones internacionales, pues la humanidad no fue concebida como mera reproducción de un mismo tipo de serie (el presupuesto de la sociedad civil o la ideología de los derechos humanos)”. (DUGIN, 2012a, p. 88).
Dugin enlista una serie de espacios civilizacionales sobre los cuales se construirían los diferentes grandes espacios, esto es, los diversos bloques geopolíticos del mundo multipolar, enlistando algunos como: la civilización occidental; la civilización ortodoxa (eurásica); la civilización islámica; la civilización china; la civilización hindú; la civilización latino-americana; la civilización africana; y la civilización japonesa (DUGIN, 2012a). Cada una de ellas con sus diferentes construcciones y visiones tradicionales que guiarían sus principios políticos.
En tanto, Dugin se opone a una posible configuración civilizacional aislacionista con base en ideologías que pregonan la superioridad de una civilización sobre otra, en vez de eso, defiende un diálogo inter-civilizacional, en el que la identidad de los actores del diálogo se defina por el contraste entre nosotros y ellos, un diálogo que se trate de la “comparación constante entre una y otra [civilización], el intercambio de elementos sueltos, el rechazo de otros, la revelación de los sentidos en las alteraciones semánticas, que distorsionan los elementos de la otra civilización” (DUGIN, 2012a, p. 132).
De allí se puede entender la crítica de Dugin a la tercera teoría política: el fascismo o el nacional-socialismo. Dugin critica las visiones etnocéntricas y racistas, afirmando que:
En lo que concierne a la Tercera Vía […], existirán muchos elementos inaceptables, principalmente entre el racismo, la xenofobia y el chauvinismo. Estas no son apenas fallas morales, sino también actitudes teórica y antropológicamente inconsistentes. Diferencias entre etnias no resultan en superioridad o inferioridad. Las diferencias deben ser aceptadas y afirmadas sin ningún tipo de sentimiento o consideración racista. No existe una medida común o universal para juzgar diferentes grupos étnicos. Cuando una sociedad intenta juzgar a otra, ella aplica sus propios criterios, por lo tanto, comete violencia intelectual. La actitud etnocéntrica es exactamente el crimen de la globalización y de la Occidentalización, así como el Imperialismo Estadounidense. (DUGIN, 2013b, p. 217)
Por lo tanto, la crítica de Dugin al etnocentrismo y el racismo de los valores universalizantes occidentales va de encuentro a las ideologías afirmadas por los tres superestados orwellianos, basados en un chauvinismo que les impide realizar cualquier tipo de diálogo con los bloques rivales, diálogo de fundamental importancia para la TMM. Para la posibilidad de ese diálogo, será necesaria una élite diplomática intelectual y altamente preparada, como afirma Dugin (2012a), luego, se desprende que la formación intelectual sería algo necesario en la multipolaridad de Dugin, en contraste con la alienación de la realidad de los ciudadanos de Oceanía a través del control de la información. Así, podemos concluir que la multipolaridad de 1984 está asentada sobre valores opuestos a la TMM de Dugin, pues los tres superestados competidores se basasen en ideologías totalitarias asentadas sobre los mismos valores modernos que dieran origen a los totalitarismos del siglo XX, en vez de basarse en valores civilizacionales comunes a su propio espacio geopolítico.
 Consideraciones finales: ¿La distopia orwelliana todavía es posible en el mundo multipolar?
Con la caída de la URSS en el inicio de los años 1990, el liberalismo occidental se afirmó como la ideología vencedora de los combates ideológicos del siglo XX. Teniendo en vista la crisis de las ideologías modernas, ya no es posible que una ideología que antes fue rival al liberalismo, como el marxismo o el fascismo (este derrotado militarmente), pueda hacer frente al orden unipolar actual. Lo que queda de la URSS significó también la caída del marxismo como alternativa ideológica al liberalismo occidental. (DUGIN, 2013b). Por lo tanto, difícilmente será posible la subida de un totalitarismo aislacionista en bloques geopolíticos que se asemejan al mundo “multipolar” de los superestados orwellianos, pues no existe más un centro de poder contrahegemónico capaz de resistir a la hegemonía unipolar.
Dugin hace referencia al analista político Francis Fukuyama que interpreta la caída de la URSS como el “fin de la historia”, ósea, el fin de los grandes combates ideológicos del pasado, lo que significaría que el mundo caminaría hacia la globalización y la consolidación de los valores del liberalismo occidental, como la democracia, el libre comercio y la sociedad civil (DUGIN, 2012a). Sin embargo, el filósofo político Samuel P. Huntington en su obra El Choque de Civilizaciones (HUNTINGTON, 1997) está en desacuerdo con Fukuyama, afirmando, según Dugin, que el “fin del mundo bipolar no lleva automáticamente al establecimiento de un orden mundial homogéneamente liberal-demócrata y, consecuentemente: la historia no acabó y es prematuro hablar acerca del fin de los conflictos y guerras”. (DUGIN, 2012a, p. 75). Huntington considera que los nuevos actores del balance de poder mundial serán las civilizaciones y Dugin parte de esta hipótesis para el desarrollo de la TMM.
Pero si un totalitarismo orwelliano aún es posible en los tiempos actuales, este posiblemente partiría del universalismo liberal del Occidente rumbo a una sociedad global. Dugin enumera los siguientes puntos que formarían una utopía (o distopia) posliberal futura, una sociedad posmoderna, la cual partirá del sujeto de la ideología liberal, el individuo, y se desdoblará de la siguiente forma:
·         La medida de las cosas no se convierte en el individuo, sino en el posindividuo, el “dividuo”, accidentalmente jugando con una combinación irónica de las partes de las personas (sus órganos, sus clones, sus simulacros, hasta que lleguen los ciborgs y los mutantes);
·         La propiedad privada es idealizada, “trascendentalizada” y se transforma de aquello que un hombre posee a aquello que posee el hombre;
·         La igualdad de oportunidad se transforma en la igualdad de contemplación de las oportunidades (la sociedad del espectáculo – Guy Debord);
·         La creencia en el carácter contractual de todas las instituciones políticas y sociales se transforma en una igualación de lo real y de lo virtual, el mundo se convierte en un modelo técnico;
·         Todas las formas de autoridades no-individuales desaparecen completamente y cualquier individuo es libre de pensar el mundo de cualquier manera que él halle adecuada (la crisis de la racionalidad común);
·         El principio de separación de poderes se transmuta en la idea de un referéndum electrónico constante (parlamento electrónico), en el cual cada usuario de internet vota continuamente en cualquier decisión, lo que lleva a la multiplicación de poder al número de ciudades separadas (cada uno es su propia rama del gobierno);
·         La “sociedad civil” substituye completamente al gobierno y se convierte en un caldero global y cosmopolita;
·         De la tesis “La economía es destino” se toma la tesis “El código numérico – este es el destino”, en la medida en que el trabajo, dinero, el mercado, producción, consumo, todo se torna en virtual. (DUGIN, 2013b, p. 203)
Luego, ¿sería posible el desarrollo de una distopia totalitaria como es presentada en 1984 en nuestra era? Las predicciones de Aleksandr Dugin en comparación con la distopia de George Orwell nos da algunas pistas para responder la cuestión.
El personaje de Winston se involucra amorosamente con Julia y ambos se juran lealtad el uno al otro. En tanto, cuando Winston es apresado y O’Brien le aplica los experimentos de “reeducación”, O’Brien intenta minar justamente la lealtad jurada por Winston a Julia, ósea, busca destruir todo aquello que Winston posee de lo más humano, de la conexión con algo que está más allá del individuo. Durante la tortura de Winston, O’Brien afirma que Winston es “el último de los hombres”, “el guardián del espíritu humano” (ORWELL, 2009, p. 315) y procede a obliterar al hombre Winston, creará un “post-hombre”, destruyendo su lealtad a Julia. Antes de las torturas, hay un episodio en el que Winston presencia a otro prisionero víctima del mismo proceso de tortura, que acaba abandonando su lealtad a las personas que le son preciadas:
“¡Camarada! ¡Oficial!”, imploró. “¡No necesita llevarme a aquel lugar! Yo ya les dije todo, ¿no dice? ¿Qué más quiere saber el señor? ¡Confesé todo lo que el señor quiso, todo! Sólo dígame qué es, lo que confieso ahora. Escriba, que lo firmo. ¡Cualquier cosa! ¡Pero no a la habitación 101 no! “Habitación 101”, dice el oficial. El rostro del hombre, ya muy pálido, era de un color que Winston no hubiera creído posible. Definitivamente era, incuestionablemente, de un tono verde. “¡Haga lo que quiera conmigo!”, gritó. “El señor me está matando de hambre desde hace semanas. Acabe con el asunto de una vez y déjeme morir. Que me de un tiro. Me encierre. Condéneme a veinticinco años de prisión. ¿Tiene alguien más que el señor que quiera que yo denuncie? Sólo dígame quién es, que yo hablo todo lo que el señor quiera saber. No me interesa quién es la persona ni lo que el señor vaya a hacer con ella. Tengo mujer y tres hijos. El mayor aún no tiene seis años. Puedes tomarlos a todos y cortarles la garganta frente a mí, que yo aguanto y sigo mirando. ¡Pero no me lleve a la habitación 101!” (ORWELL, 2009, p. 279)
El proceso de tortura por el cual los prisioneros pasan tiene el objetivo de destruir cualquier tipo de lealtad que ellos posean en relación a alguna otra persona o alguna otra cosa, de forma que substituye esa lealtad por la lealtad al Gran Hermano y al Partido. La destrucción de tal lealtad es justamente la destrucción de aquello que une a los seres humanos con otros seres humanos, lo que los torna en capaces de construir familias, comunidades, naciones y otros tipos de instituciones supraindividuales, ósea, una civilización. Por lo tanto, O’Brien busca obliterar una lealtad capaz de generar una racionalidad común, busca una “Obliteración de la Identidad”, como una alternativa de traducción de la “Adoración de la Muerte” de Lestasia.
La crisis de la racionalidad común aún puede ser ilustrada por el experimento de tortura realizado con Winston, en el que O’Brien le muestra cuatro dedos y le pregunta cuántos dedos ve. Winston insiste en que ve cuatro dedos, pero después de una serie de descargas dolorosas, Winston es llevado a asegurar que de hecho hay cinco dedos, ya que el individuo puede cambiar su propia percepción de lo real, de lo que le es externo, de lo que le es supraindividual. Ósea, Winston se ve divido en sí mismo, un dividuo, en conflicto con lo que ve y lo que piensa o debería pensar:
Cualquier cosa podría ser verdad. Las así llamadas leyes de la naturaleza eran tontas. La ley de la gravedad era tonta. “Si yo quisiese”, dijera O’Brien, “podría flotar lejos de ese piso como una burbuja de jabón.” Winston se quedó pensando. “Si él piensa que está flotando y subiendo, entonces la cosa sucede.” Ni un golpe, como una madera de navío naufragado subiendo a la superficie del agua, el pensamiento irrumpió en su mente: “No sucede de hecho. Imaginemos que sucede. Es alucinación.” Detuvo inmediatamente su pensamiento. La falacia era obvia. Partía del presupuesto de que, en algún lugar, fuera de la propia persona, había un mundo “real” donde las cosas “reales” sucedieran. ¿Pero cómo sería posible un mundo así? ¿Qué conocimiento tenemos de cualquier cosa que no sea lo que obtenemos por medio de nuestra propia mente? Todo sucede en la mente. Lo que quiera que suceda en todas las mentes, sucede de hecho. (ORWELL, 2009, p. 324)
Podemos interpretar este episodio como algo simbólico del individualismo atomizante de las sociedades liberales, que llevaría a la crisis de la racionalidad común en una utopía posliberal, como predice Dugin. La liberación del individuo a lo que le es externo y fundamental para la ideología liberal y de ahí deriva su nombre. La libertad es afirmada dogmáticamente por la ideología liberal, en contraste con la libertad para, que sea considerada por el liberalismo como mera cuestión de elección privada (DUGIN, 2013a). El individuo posmoderno (o el dividuo en todos sus conflictos internos) no deberá tener ninguna lealtad a algo que le sea externo; luego, la sociedad será atomizada y fragmentada en una distopia cosmopolita en la que los individuos tendrían sus propias verdades internas sin cualquier referente externo a ellos. Sería el desarrollo de lo que en Nueva Habla, la lengua del Partido, es llamado doplepensar, la “igualación de lo real y lo virtual”. La no aceptación de cualquier instancia supraindividual llevaría a la crisis de la racionalidad común y, consecuentemente, a la inviabilidad de la política, una alienación en relación a la realidad. En palabras de O’Brien, “Controlamos la materia porque controlamos la mente. La realidad está dentro del cráneo” (ORWELL, 2009, p. 309). De esa forma, el individuo atomizado posmoderno sería vulnerable al control mental, será una variable dentro de un mundo visto como un modelo técnico. Considerando todavía un mundo tecnológico futuro en el que las cosas poseen a los hombres, las teletelas de Oceanía serían las computadoras de cada individuo integrados en una red global con sus constantes referentes electrónicos, computadoras que serían cada una la extensión de un gobierno que todo lo ve y que todo oye; un gobierno omnipresente como el Gran Hermano, que controla las mentes a partir de la tecnología. El poder será multiplicado por cada individuo, cada uno convirtiéndose en una rama del gobierno omnipresente.
Por lo tanto, si una distopia orwelliana es posible en el futuro del mundo unipolar, ella podría partir del liberalismo hegemónico occidental. Concordamos con Almeida (2018) que argumenta que el liberalismo hegemónico ya presenta señales de totalitarismo, justificando las prácticas imperialistas de Occidente como la pretensión de la universalidad de la ideología de los derechos humanos. El liberalismo, teniendo por base al individualismo, el economicismo materialista y la ideología de los derechos humanos como justificación, entrará en combate contra la civilización y, consecuentemente, contra la identidad, la cual sólo se define a partir del diálogo entre nosotros y ellos, rumbo a una sociedad global cosmopolita, como es expuesto por Dugin. De esa forma, el orden unipolar impedirá los posibles centros de poder alternativos que impiden su expansión de nacimiento, imponiendo así una nueva forma de totalitarismo similar en muchos puntos, como presentamos, a aquella ficción de Orwell.
 Referencias
ALMEIDA, Lucas Leiroz de. Da existência de um totalitarismo liberal-humanitário após 70 anos da Declaração Universal dos Direitos Humanos. Revista Jus Navigandi, ISSN 1518-4862, Teresina, ano 23, n. 5379, 24 mar. 2018. Disponível em: <https://jus.com.br/artigos/64898>. Acesso em: 4 set. 2018.
 DUGIN, Aleksandr. Teoria do Mundo Multipolar. Lisboa: IAEG (Instituto de Altos Estudos em Geopolítica & Ciências Auxiliares), 2012a.
 DUGIN, Aleksandr. Eurasianismo, ensaios selecionados. Paraíba: Zarinha Centro de Cultura, 2012b.
 DUGIN, Aleksandr. Contra o ocidente, Rússia contra-ataca. Porto Alegre: Austral, 2013a.
 DUGIN, Aleksandr. A quarta teoria política. Curitiba: Austral, 2013b, 2ª ed.
 GONÇALVES, Hermes Leôneo M. B. L. O Eurasianismo, sua influência na política externa russa pós-soviética e reflexos na Política de Defesa do Brasil. 2014. 133f. Dissertação (Mestrado em Ciências Militares) - Escola de Comando e Estado-Maior do Exército, Escola Marechal Castello Branco, Rio de Janeiro.
 HUNTINGTON, Samuel P. O choque de civilizações e a recomposição da ordem mundial. São Paulo: Objetiva, 1997.
 ORWELL, George. 1984. São Paulo: Companhia das Letras, 2009, 1ª ed, 8ª reimpressão.
 Notas
[1] – Modelo de Estado desarrollado después de 1648, por los tratados de Westfalia, que “Nació como el rechazo de las reivindicaciones del universalismo y de la “misión divina” de los imperios medievales, y asentada con las reformas burguesas ocurridas en las sociedades europeas, con base en el precepto de que sólo un Estado nacional posee la más alta soberanía y de que fuera de este no puede existir cualquier instancia que tenga el derecho legal de inferir en la política interna de ese Estado – sean cuales fuesen los objetivos y propósitos (religiosos, políticos u otros) que lo guíen (DUGIN, 2012a, p. 9-10).
 Fuente
https://legio-victrix.blogspot.com/2019/11/felipe-nogueira-de-sousa-geopolitica-da.html
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michals-on-command · 4 years
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ROBOTS
Japón y su población de edad avanzada nos hacen pensar que es viable el uso de la tecnología para facilitarles la vida a quienes están perdiendo capacidades físicas como la fuerza o la movilidad. La edad promedio de las personas de este país es de las más altas de todo el mundo y japón, que siempre mira hacia el futuro, tiene pensado encontrar una solución para esta parte de su población. El video muestra toda clase de invenciones innovadoras en lo que a la robótica se refiere, que dan la idea de que ese futuro donde estamos rodeados por robots podría estar más cerca de lo que pensamos... De todos modos, la rehabilitación y el entrenamiento de las partes del cuerpo durante la niñez, juventud y adultez pueden evitar estos problemas que japón resuelve con robots que asisten físicamente, tal vez malacostumbrando a las futuras generaciones, mostrándoles que ¡da igual que no hayas hecho la rehabilitación correspondiente de tus piernas o no las hayas usado lo suficiente como para que se mantengan en los años anteriores!, ¡te vendemos estas piernas robot! ¡solo cuestan quinientos mil yenes y se ven genial! De todas formas, la idea general está bien, está excelente para personas que de verdad no puedan usar sus extremidades o su fuerza, pero esto no debería implementarse como una opción única e inevitable, sino que primero se trate de capacitar a la persona para realizar esa fuerza o movimiento y, mejor aún, se evite desde un primer momento esa discapacidad con las rehabilitaciones correspondientes a la edad que sea.
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VEHÍCULOS RAROS
El video muestra muchos vehículos poco usuales, de los cuales solo les veo futuro a dos: 1) La silla de ruedas inteligente, una silla de ruedas de por sí ya es una maravilla para una persona completamente discapacitada, pero esa silla es incluso mejor: Tiene un motor, va sola, puede subir escaleras con una modalidad de "oruga" como si fuese una tanqueta de guerra y más funciones que la hacen genial. 2) La moto de cuádruple rueda parece algo sin sentido pero es muy útil, Mi papa anda mucho en moto y se calló varias veces, fracturándose distintos huesos, andar en una moto que tenga dos ruedas en la parte delantera hace mucho más difícil las caídas y desestabilizaciones producto de pisar terreno movido, desfasado, desnivelado, muy seco, muy húmedo, roto, etc. La lógica es: si una rueda no está tocando bien, está la otra. El resto de vehículos me parecen BASURA: una tabla que levita (probablemente con imanes o aire), que va muy lenta y parece muy inestable y difícil de manejar, también es muy grande y probablemente carísima. Otra tabla esta vez muy pequeña en la que solo te podes parar o sentar, pero va lentísimo, es absurdo lo lento que va, para eso camino que no es ningún esfuerzo y es hasta complicado mantener el equilibrio en un espacio de 20 x 20 centímetros... para alguien que no puede caminar mucho bueno, puede ser, pero se va más rápido usando muletas que eso, a parte una persona con muletas ni siquiera podría pararse en ese espacio, absurdo. Después hay una esfera con plataformas que se parece a un invento ya existente que se hizo bastante famoso hace un par de años, de vuelta, muy lento, muy inestable teniendo en cuenta que los/as modelos que lo usaban, siendo personas jovenes y sanas se los ve tambaleandose usando esto, imaginate una persona que no se puede mover bien, no podría ni subirse. La tabla de surf con motor es absurdo, para eso conducí una moto acuática pequeña y problema resuelto, lo mismo pero sentado y más seguro en absolutamente todos los aspectos.
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INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN LA PRODUCCIÓN
El artículo habla de como implementar la inteligencia artificial a la maquinaria de producción aumentaría la productividad y mejoraría los resultados, ya que esta es capaz de aprender de sus errores, supervisar, adaptarse a los cambios y transformarse/mejorarse sobre la marcha. Que lo que tengas realizando trabajos industriales sea una inteligencia en lugar de una fuerza (brazo robótico) es una gran ventaja por todo esto. Sé de companías que ya usan estos algorítmos ´inteligentes´ que son capaces de reconocer lo que a los usuarios más les gusta, un ejemplo es el algoritmo de Youtube.
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ÁRBOLES GENEALÓGICOS
El primer video habla de revivir la consciencia de nuestros antepasados, que es más que simplemente su nombre. De ´reencarnar´ con sus características y en sus contextos (al menos eso es lo que yo interprete)
El segundo habla de un lugar en india donde las historias quedan para siempre escritas en un árbol familiar gigantesco. Las identidades nunca se pierden y esto es muy valioso para cada nueva generación que quiere saber del pasado de sus parientes lejanos y que nunca conocieron.
El tercer video habla de nuestros orígenes absolutos, los orígenes de todos los seres humanos. Todo comenzó en África, de ahí el ser humano se trasladó a otros continentes por cambios climáticos, la búsqueda de una mejor vida y otras razones, pero todo nuestro pasado termina, de un modo u otro, en el continente africano.
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HOTEL DE INMIGRANTES
Acá se instalaban los/as recién llegados/as a Buenos Aires desde Europa, (españoles huyendo de la guerra civil, por ejemplo) Con la esperanza de reformar su vida y conseguir mejores condiciones. El video es la presentación de una muestra/homenaje al hotel donde muchos aterrizaron(o mejor dicho encallaron) huyendo de los conflictos bélicos europeos.
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worpig · 7 years
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Reseña: Lo and Behold: Reveries of the connected world.
La presente reseña trata sobre un documental del 2014 dirigido por el alemán Werner Herzog en el cual investiga los orígenes del internet y sus aplicaciones presentes y futuras.
Parte 1: En los década de los 60s, en una universidad de California, Estados Unidos, catedráticos de UCLA encontraron la manera de enviar mensajes casi inmediatos a través del país utilizando un módem, casi del tamaño de una persona, teniendo un éxito relativo, pues lograron enviar el mensaje, sin embargo, no completo. A pesar de no haber cumplido el objetivo en su totalidad, esto marcó la pauta para el posterior desarrollo de la conectividad entre las computadoras de la época.
Parte 2: Además de la enorme ventaja que representa para la comunicación cotidiana, el internet también tiene un rol importante en el ámbito científico, pues es muy común su uso en laboratorios para realizar investigaciones, en universidades donde aunado a herramientas didácticas permiten el máximo aprendizaje posible entre los estudiantes; asimismo, en el ámbito de ingenierías o robótica juega un papel vital pues permite la interconexión entre un número ilimitado de hardware.
Parte 3: Análogo al amplio abanico de beneficios que permite el internet, existen malos usos dados a éste. Uno de tantos es la intimidación, la exhibición de contenido de carácter privado e incluso hasta de amenazas que ponen en riesgo la integridad física y mental de las personas atacadas. El exponencial alcance del internet es un arma de doble filo, pues información valiosa que pueda ayudar al desarrollo de comunidades o personas es la misma que puede herir sentimientos e incluso lastimar personas de manera irreversible.
Parte 4.- El internet es una herramienta poderosa que puede ser utilizada para fines con un beneficio, sin embargo, también es común que su uso se vuelva un problema. Un ejemplo de lo anterior son las personas que sufren adicción al internet, pudiendo llegar al grado de destruir su vida familiar, académica y laboral, ocasionar daños físicos permanentes por la inactividad e incluso la muerte en casos extremos. 
Parte 5.- Nuestro planeta se encuentra relativamente cerca del sol, es esto lo que ha permitido el desarrollo de ecosistemas y especies a lo largo de la historia. De mismo modo, la cercanía representa un riesgo potencial pues el sol produce  la radiación suficiente como para extinguir nuestra civilización, y en proporciones más bajas interrumpir nuestras telecomunicaciones y el uso de la electricidad. Esto representaría el fin de la organización humana en cualquier ámbito, creando desabastecimiento de víveres en poco tiempo, inhabilitación de hospitales, nulificación de medios de transporte, entre otras cosas que producirían un caos mundial.
Parte 6.- Uno de los personajes más conocidos en el mundo del internet son los piratas informáticos, mejor conocidos como hackers. Estas personas han usado el internet para cometer delitos, desde robos de identidad hasta para ingresar a las bases de datos de organizaciones gubernamentales como la CIA o la bolsa de valores, por ejemplo. Los hackers son los encargados de llevar a cabo los denominades ataques cibernéticos en los cuales el fin es generar un daño informático o sustraer información confidencial. Este tipo de acciones pueden desencadenar problemas políticos entre países e incluso guerras o conflictos armados. 
Parte 7.- La evolución tecnológica es constante, la inclusión del internet en la vida cotidiana ha permitido un avance enorme en las aspiraciones del hombre, que hasta hace un par de décadas eran impensables. Una de ellas y de las más ambiciosas es la colonización de otros planetas, en específico de Marte.Gracias a la facilidad del internet para el desarrollo e investigación se han podido bosquejar nuevos ecosistemas fuera de nuestro planeta, los cuales en el futuro podrían concretarse.
Parte 8.- Se han desarrollado tecnologías para todo actualmente,sin embargo una de las más prometedoras y con más beneficios potenciales es la inteligencia artificial. La creación de robots con cierto grado de consciencia permitiría la automatización de un gran sector de acción de la civilización humana. Podrían usarse en fábricas, transportes e incluso en situaciones de riesgo donde no quieran perjudicarse vidas humanas. Es una tecnología que día a día toma más fuerza pues la robotización de la vida cotidiana es cada vez más común.
Parte 9.- El internet poco a poco ha ido insertándose en nuestras vidas como un activo que dentro de poco será completamente indispensable, imprescindible. Su uso se ha extendido desde el ámbito laboral hasta el de nuestras vidas cotidiana, desde lo académico hasta lo bélico. Se cree que dentro de poco tiempo no necesitaremos dispositvos como laptops o celulares, pues el internet, la conectividad alcanzará un grado “biológico” en el cual nosotros como usuarios podamos acceder sólo con mover nuestras extremidades, e incluso sólo con imaginarlo.
Parte 10.- Se cree que en el futuro la inteligencia artificial pueda sustituir la compañía humana, llegar al grado de no necesitar humanos para poder subsistir.  También se tiene la teoría que el pensamiento humano convergerá de algún modo con el internet al grado de estar constantemente en conexión, de modo que permita el acceso a toda la información de la web sin necesidad de un dispositivo independiente. A pesar del grado de necesidad que ha alcanzado el internet y las nuevas tecnologías, el cerebro humano sigue evolucionando y se cree que dentro de muchos años alcanzará un nivel de desarrollo tal que podremos comunicarnos telepáticamente, sin embargo, inequívocamente estaremos viviendo en un mundo completamente tecnológico.
Conclusión.- El internet es la herramienta más poderosa creada por el ser humano. Se ocupa para casi todo y casi por todos. Nos permite el acceso a cualquier tipo de información, conectividad inmediata sin importar las distancias, investigaciones científicas y desarrollo humano. Sin embargo debe ser usada con responsabilidad para evitar que su uso se vuelva negativo y así crear situaciones complicadas para nuestra civilización. 
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generaldavila · 1 year
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EL NUEVO ARTE DE LA GUERRA. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
El próximo Jueves día 25 de mayo a las 1900 horas presentaré mi libro EL NUEVO ARTE DE LA GUERRA. Teorías, orígenes y futuro de los conflictos bélicos en el CLUB ARGO en la Plaza de Santa Ana 7 (Madrid). Será una oportunidad para el que lo desee adquirir y que aprovecharé para dedicarlo con sumo gusto. La presentación, además de hablar del libro, será sobre el presente y el futuro de la guerra…
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jgmail · 4 years
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Walter Benjamin (I): Una vida de frustraciones y un legado de esperanzas
Raimundo CuestaPremio Nacional a la Innovación Educativa.
Co-fundador de las plataformas de pensamiento crítico
Cronos y Fedicaria
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Su último libro,  «Verdades sospechosas. Religión, historia y capitalismo» (2019).
La vida intelectual de madurez de Walter Benjamin (Berlín, 1892 y Portbou, 1940) transcurre entre  la República de Weimar, la trágica experiencia hitleriana del III Reich, y el primer año de la Guerra Mundial (1939-1945). Vivió en su infancia berlinesa entre los algodones de un hogar acomodado y los sufrimientos propios de un “niño difícil”, rodeado de las periclitadas formas del reinado de Guillermo II, que, al final, condujeron a la Primera Guerra Mundial (1914-1918), de la que se libró alegando motivos de salud física. Acto seguido, se instaló en Suiza en compañía de su reciente esposa Dora Pollack con la que hacía poco había contraído nupcias, y que sería uno de los tres grandes amores de su vida y la madre de su único hijo nacido durante su estancia en Berna. En ese exilio voluntario y subvencionado por su adinerado padre, conoció a los militantes antibelicistas e internacionalistas que, como  Ernst Bloch, habían optado por plantar cara al militarismo alemán de manera frontal. Además, si hacemos caso de los testimonios de Gershom Scholem, su amigo de toda la vida, ni era partidario de hablar del conflicto bélico, ni albergaba una actitud pacifista y sí, en cambio, mostraba a la sazón una notable “aversión  a discutir acerca de los acontecimientos de la actualidad política”[1].
A pesar de todo ello, Benjamin parece inicialmente deslumbrado por El espíritu de la utopía de Bloch (que lee en 1919) y de inmediato brota la amistad, no exenta posteriormente de roces y desavenencias, con el filósofo de la esperanza, siete años mayor que él. Al tiempo hace las primeras lecturas de Georg Lukács. Empero la filosofía de la esperanza de Bloch chocaba abiertamente con el pesimismo estructural del discurso benjaminiano. En efecto, en su obra solo brillaba ocasionalmente un hálito de esperanza cuando hacía apelación a eventuales interrupciones mesiánicas, rupturas revolucionarias del continuo histórico, momentos portadores de la iluminación de un mundo mejor. Ambos, sin embargo, coincidían en otorgar un papel descollante a la tradición religiosa: la del judaísmo en el segundo y la judeocristiana en el primero. Sin duda, la evolución fluctuante de sus vinculaciones amorosas (Dora Pollack, Juda Cohn o Asja Lacis) y las de amistad que sostiene en el curso de su vida (con Scholem, Bloch, Adorno, Kracauer, Hessel, Brecht, Arendt, Bataille, etc.) demuestra la complejidad de una personalidad asaz contradictoria, intermitente, puntillosa e hipersensible. Valga citar aquí lo que dijo Bloch al saber la opinión que su amigo se había formado de él, solo conocida con motivo de la publicación de la correspondencia de Benjamin con Bertolt Brecht: “ahora se me ha muerto un amigo por segunda vez”[2].
Tras haber estudiado en las universidades de Berlín y Friburgo, a los veintisiete años obtiene el doctorado en filosofía en la Universidad de Berna gracias a la presentación de un trabajo sobre El concepto de crítica en el romanticismo alemán, que ya marca y expresa de manera indeleble su duradera y profunda vocación literaria y su fulgurante pero hermético estilo de escritura. Al año siguiente, en 1920, su padre, dadas las condiciones de posguerra (una horrible situación económica y una galopante inflación), corta el suministro financiero y obliga a su hijo a regresar al hogar paterno de Berlín.  
Durante su estancia en Suiza, se supone que le llegarían los ecos del estrepitoso derrumbe de la dinastía Hohenzollern en noviembre de 1918, la huida del káiser Guillermo II y la consecuente e inmediata proclamación de la República de Weimar, un régimen político que significa el intento, finalmente fallido, de construir un Estado democrático avanzado de una vez por todas, que viniera a quebrar esa secular, peculiar y burocrática vía prusiana hacia la modernidad, es decir, el autoritarismo con reformas desde arriba. El desplome del II Reich vino acompañado por la típica situación de doble poder, que suele darse en el origen de las coyunturas revolucionarias, a saber, por un lado, se forma un gobierno provisional presidido por el líder socialdemócrata Friedrich Ebert  encargado de iniciar un proceso constituyente en la ciudad de Weimar y, por otro, surgen, desde el primer brote insurreccional a cargo de los marineros de Kiel, consejos de obreros y soldados a imagen y semejanza de los soviets de la Revolución rusa, que finalmente se debaten entre aceptar el proceso constituyente de Ebert u optar por un ensayo revolucionario al estilo bolchevique. Los comunistas de los consejos ensayarán, entre 1918 y 1919 la alternativa revolucionaria en varias ocasiones y distintas ciudades. En enero de 1919 en las calles de Berlín son bestialmente asesinados Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, sus dos líderes más señalados, por los freikorps  (tropas de choque formadas por antiguos soldados desmovilizados) y, en general, el fracaso de la revolución se oficializa con la aprobación de la Constitución de Weimar en agosto de 1919.
La victoria de los socialdemócratas sobre los marxistas revolucionarios tuvo mucho de pírrica, porque los primeros para acabar con las pretensiones de los segundos hipotecaron gravemente su futuro y el de la república, teniendo que acudir a la complicidad de los paramilitares de la ultraderecha y a la alianza con los poderes castrenses, burocráticos y económicos que habían constituido la columna vertebral del II Reich y que negaban cualquier legitimidad a la experiencia republicana de Weimar. De esta suerte, penosamente lastrado, nace un experimento democrático, político y socialmente muy avanzado, que, por añadidura, tuvo que cargar con una calamitosa situación de posguerra: dos millones de muertos y cuatro millones de almas heridas física y mentalmente merced a la espantosa experiencia de esa “guerra total”, que inaugura el primero de los dos cataclismos bélicos del siglo XX. Si a ello se suma que el Tratado de Versalles de 1919 establecía un revanchismo propio de los vencedores, los aliados arrastrados a una especie de ciega venganza, obligaron a firmar, bajo la amenaza de ocupación, unas cláusulas dacronianas basadas en la sencilla y perturbadora consigna de “que Alemania pague“.
De esta manera, los políticos de Weimar se vieron forzados a suscribir un pacto contra su voluntad y, desde entonces, con la ayuda de la propaganda militarista y de extrema derecha, cargaron sobre sus hombros con la culpa de haber traicionado a su patria. Y así, los militares propalaron el bulo de que los políticos habían propinado una “puñalada por la espalda” a la nación  alemana al hacerlos responsables de haber perdido la guerra, cuando en realidad fueron ellos los que sabían perfectamente que a la altura de 1918 las opciones de victoria de los imperios centrales eran nulas (así se lo hicieron saber los generales Ludendorff y Hindenburg al propio Guillermo II). En fin, con ese gravoso fardo sobre las espaldas de la nueva república, sostenida por  la apatía de la mayoría, la militancia antisistema de la derecha, del aparato burocrático, del estamento militar y del poder judicial, fue casi un milagro que durara quince años. Los más difíciles fueron los primeros (con la amenaza del golpismo prefascista-militar y de los más endebles conatos revolucionarios de izquierda), y más complicados aún se tornaron los últimos cuando la presidencia de la república la ejercía Paul von Hindenburg, un militar de ochenta y seis años y casi dos metros de estatura, héroe de guerra, ornado con todos los rancios atributos del militarismo aristocrático de la tradición prusiana. Él entregó el gobierno de la cancillería, con la complicidad de los poderes fácticos, al artero Adolf Hitler en enero de 1933. Así quedó miserablemente cumplida y rematada su hoja de servicios a la patria un  año antes de morir. Que tal personaje fuera el presidente de la República de Weimar entre 1925 y 1933, habla a las claras de la patología incurable de una fórmula democrática que había nacido extremadamente débil. Ello, claro está, no supone ni mucho menos interpretar la llegada al poder de Hitler como una consecuencia necesaria de la República de Weimar, como “un mero prefacio del III Reich”[3]. Sí es más factible pensar, en cambio, que la persistente división e inquina entre socialistas y comunistas tuvo mucho que ver con el aciago desenlace final.
Como ocurre a veces, en momentos confusos y decadentes, baste recordar a tales efectos el llamado Siglo de Oro español, se encaraman  sobre las ruinas de una sociedad en declive llamaradas de pensamiento crítico y de inusitado brillo cultural. Y así, los años veinte y principios de los treinta de la República de Weimar constituyen el humus sobre el que emerge la plena madurez de la magnífica e inclasificable obra benjaminiana. Todo ello coincide con el ingreso de Alemania en formas culturales propias de la sociedad de masas, que se abre paso a marchas forzadas fracturando de manera irremediable el viejo molde elitista fundado en  el ideal humanista y educativo recogido  en la Bildung. Esta eclosión de vida artística y cultural apenas conmueve, en cambio, a las viejas instituciones universitarias, dentro de las cuales prosigue el dominio del sacrosanto círculo de los mandarines, cuya amarga medicina excluyente y gremial probará el propio Benjamin, quien, ya entrado en la treintena, sufrirá en sus carnes en 1925 el dictamen académico implacable de la Universidad de Frankfurt merced al cual es reprobada su investigación (Los orígenes del drama barroco alemán) y con ello quedaba vetada la habilitación docente y frustrada de por vida una hipotética carrera universitaria. Los signos del intelectual outsider ya no abandonarán su amargo destino. Quizás convenga traer a colación que poco antes, en 1923, en esa misma ciudad, se había inaugurado el Instituto de Investigación Social de Frankfurt, germen de la Teoría Crítica, de donde brotará una corriente marxista occidental de carácter culturalista e innovadora que acabará dando muy caudalosos frutos y que, como veremos más adelante, cobijará, no sin conflictos, el trabajo de Benjamin durante los años treinta[4].  
Claro que la aparición de la Escuela de Frankfurt no es un hecho aislado o un accidente inexplicable y caprichoso. Uno de los grandes logros de la época de Weimar fue el arrollador movimiento de desbordante vitalidad por encima y más allá de los convencionales nichos académicos: “pocos momentos de la historia cultural son comparables por su riqueza y creatividad con el Berlín de los años veinte o sus avanzadillas en Dessau, Múnich, Friburgo, Heidelberg o Marburgo”[5]. Fue un tiempo en que todo parecía posible. Ciertamente, dentro de aquella coyuntura de dificultades sociopolíticas y de horizonte nada claro emergió una arrolladora ola de intelectuales y artistas capaces de afrontar la situación con ideas y actitudes de renovada y brillante carga racional y emocional. Tal fenómeno coexiste con la irrupción de una infraestructura material de sistemas de comunicación y reproducción cultural (el cine, el gramófono, los altavoces, la radio, la prensa ilustrada, la publicidad, los espectáculos públicos de masas, etc.) que multiplica los mensajes de todo tipo. Se diría que los algunos alemanes, cansados de tantas penurias bélicas, económicas y políticas, atraviesan una especie de fou de vivre,  una huida de las preocupaciones del presente que les permitiera experimentar cada instante como si fuera un inconsistente fin en sí mismo y no como un paso hacia un futuro mejor. En ese clima tan especial proliferan, para escándalo de las creencias tradicionales, los movimientos como el expresionismo y luego la nueva objetividad, los llamamientos a favor de una sexualidad más libre,  la comparecencia con fuerza y autonomía de las mujeres en el espacio público, la invención de nuevas modalidades y lugares de ocio, el cabaré, el jazz, la transformación de la vida cotidiana, la recomposición de la estructura urbana, etc.
Ciertamente, Berlín se convierte en quintaesencia y faro de este incesante bullir artístico y cultural. La capital de la República de Weimar concita la seductora atracción de un potente imán cultural que empieza a guardar más de una semejanza con París, no en vano cuando nuestro escritor berlinés viaja por primera vez a la ciudad del Sena en 1913 encuentra en sus calles un aire de familiaridad y siente unos lazos de empatía incluso más fuertes que los que toda su vida le ataron al Berlín  de su infancia. Ambas ciudades serían objeto de su lúcida escritura urbana y de su magna obra inconclusa, el Libro de los pasajes[6]. Él, que fue un viajero incontinente y compulsivo, hacía del nomadismo un modo de escapar de una realidad cotidiana en exceso rutinaria y agobiante. No obstante, otro muy notable escritor berlinés algo mayor en edad, Franz Hessel, es el que descubriera a Benjamin el potencial hermenéutico de la trama urbana al convertir a la gran ciudad “en un enigma, un universo de signos por descifrar”[7]. Fue Hessel, alojado en París entre 1906 y 1914, quien le introdujo en 1926 en la vida parisina y le inició en el “callejeo” por los barrios de la espléndida ciudad del Sena y, como todo buen discípulo, llegó a superar a su maestro[8].
Él mismo, en 1932, escribiría sobre su infancia berlinesa pero de una forma tan bella, ensoñadora y elíptica que su relato queda muy lejos de una narración realista del yo [9]. No en vano retiradamente se ha dicho que “literalmente Benjamin se ha escondido en sus obras [porque era como] un clandestino de la vida cuyo único pasaporte son sus textos voluntariamente fragmentarios siempre atentos a borrar pistas, a extraviar al investigador y desconcertar a la policía, pero nutridos de todo lo que esa vida excepcional ha visto”[10]. Sea como fuere y a pesar del aura de secretismo que él no dejaba de cultivar con esmero, los trazos gruesos del retrato biográfico, psicológico y sociológico de nuestro autor son distinguibles si se atan cabos  procedentes de diversos informantes.
En efecto, había visto la luz de la vida en Berlín en 1892 y fue el mayor de tres hermanos, que compartieron un destino amargo por su posición antifascista, dentro de una familia judía de muy lustrosos recursos económicos[11]. Su padre era un próspero comerciante dedicado al mercadeo de antigüedades y en su casa reinó la abundancia hasta que la hiperinflación de 1923 erosionó la fortuna paterna. Su relación con sus progenitores fue larga, conflictiva y un punto opresiva a causa de la prolongación de su dependencia pecuniaria hasta edad muy avanzada. Hasta cierto punto, las muertes de su padre en 1926 y de su madre en 1930 vinieron a ser como una liberación de una carga de dependencia que pesaba como un gravoso fardo sobre una persona como él incapaz de obtener una fuente de ingresos segura y regular. Se ha dicho que, en cierto modo, su vida se podría calificar como “una cierta adicción al fracaso”[12]. Tal vez el continuo recordatorio y censura materna acerca de su proverbial torpeza (solía llamarlo “el señor desamañado”) para la vida cotidiana dejara más de una huella en un niño, por añadidura, “extraño”, hipersensible y dotado de una inteligencia nada común. Por lo demás, su educación infantil fue la propia de una familia burguesa de ascendencia judía pero plenamente asimilada e integrada en el clima social de las clases altas de entonces. Así, gozó, como seña de identidad clasista, de una primera educación a domicilio a cargo de instructores privados. Cuando pasa a las instituciones educativas de carácter formal experimenta un total rechazo del “adiestramiento escolar”. Tanto es así que su familia opta por enviarle a la Escuela Libre de Haubinga en Turingia, un pensionado privado caracterizado por practicar una educación innovadora y abierta. Allí conoce a las primeras personas que tendrán una primera influencia intelectual en su vida juvenil. Finalmente, termina el bachillerato y, después del consabido viaje por Italia, ese obligado ritual de paso imprescindible en el ornamento espiritual de las clases altas alemanas, inicia en 1912 sus estudios en la Universidad de Berlín, donde llegará a presidir la Asociación de Estudiantes Libres. Luego prosigue su formación en otras universidades y en 1917, en plena Guerra Mundial, se instala en Suiza y, como ya mencioné, acaba haciéndose doctor por la universidad de Berna  con la obra El concepto de crítica en el romanticismo alemán, estudio que muestra a las claras el interés por exégesis estética y literaria, que siempre le acompañará durante toda su vida[13].
Por aquel entonces se forjan algunas de las conexiones decisivas en su devenir como fueron la amistad con Gershom Scholem, la boda con Dora Pollack, los intercambios intelectuales con Ernst Bloch, etc. Ya en ese tiempo se vislumbra la impresionante originalidad y altura intelectual de sus obras, poco o nada comprendidas en el espacio académico. Así se va dibujando la figura de un ser excepcional y ajeno al mundo: melancólico, ingenuo, débil, dubitativo, tímido, maniático, de inteligencia relampagueante y proclive a la depresión, que, no obstante, guarda en su interior la fuerza de un gigante intelectual expulsada a borbotones en una prosa alemana de suprema elegancia y denso esoterismo. Dejemos por un momento correr nuestra imaginación leyendo el retrato que pintara Scholem, su amigo de toda la vida, erudito judío de estricta observancia y de militancia sionista.
“Las dificultades en el trato con Benjamin, pese a lo que pudiera inducirse a primera vista de su perfecta cortesía y absoluta disposición  tanto para escuchar como para responder, eran, sin embargo, considerables. Parecía envuelto permanentemente por un halo de silencio, que trasmitía a los demás y que actuaba como una barrera intuitivamente perceptible a su alrededor aun en los casos, no demasiado frecuentes, en los que Benjamin evitaba hacerla visible. Esta barrera se manifestaba sobre todo en una manía por el secreto que llegaba a rozar los límites de lo extravagante. Esa costumbre afectaba en general a todo aquello que le concernía personalmente, cosa que no impedía, por cierto, que fuese de vez en cuando quebrantada por inesperadas revelaciones y confidencias personales”[14].
Scholem, amigo de por vida y fuente judaizante de su pensamiento, reprochaba acerbamente el giro de Benjamin hacia el marxismo a partir de 1924, fruto, entre otros motivos, de su romance con la revolucionaria letona, afincada en la URSS, Asja Lacis y de sus relaciones con Bertold Brecht[15]. En realidad, el estilo de pensar benjaminiano (él mismo a veces se veía metafóricamente hablando como si fuera un alquimista, un mago, un adivino, etc.) era de una originalidad tal que la universidad alemana fue incapaz de asimilarlo y digerirlo. Ya se narró el suceso del fracaso de su habilitación docente en 1925. La Universidad de Frankfurt fue incapaz de entender Los orígenes del drama barroco alemán y a partir de entonces se esfumó la esperanza de un trabajo “serio” y seguro, de modo que nuestro autor se convierte en crítico literario por libre, que también hará programas de radio entre 1932 y 1933. Aunque llegará a ser considerado como el mejor comentarista alemán de textos de literatura, el éxito económico nunca le sonreirá, entre otras cosas por su estilo de vida: por sus frecuentísimos viajes (Italia, Rusia, Ibiza y París siempre París) y por un sentido de la administración de su peculio un tanto extravagante y nada calvinista, que se agudizaba a causa de una cierta inclinación a visitar los casinos de juego.
En fin, como dijera su lejana prima Hannah Arendt, era una muestra del tipo  homme de lettres, es decir, de un intelectual que, por su independencia de actos y juicio, se parecía más a Montaigne que a los profesores de la universidades de la época de Weimar[16]. Tampoco encaja en el ethos de la Escuela de Frankfurt, dentro de la que era un bicho raro. Como se comentó, conoció al entonces joven Adorno en 1923 y este quedó fascinado por la profundidad del talento del que será su amigo, si bien alguien ha comentado que los posteriores intercambios de cartas entre ambos, además de mostrar una “constelación melancólica” (esa proclividad a la melancolía era la seña de identidad más benjaminiana), señalan  cómo se invierte la inicial asimetría (al principio Benjamin mayor en edad y conocimientos era el que dominaba en el dúo) conforme se deterioran sus ingresos y ha de hacerse cada vez más dependiente económicamente, en los años treinta, de la parca asignación proporcionada por la Escuela de Frankfurt cuando ya él había escapado de la Alemania nazi al poco de que Hitler se encaramara en gobierno[17]. Exiliado en París, y con crecientes agobios pecuniarios, el exiguo emolumento frankfurtiano le mantiene en un precario e inseguro hilo de vida[18]. En esta etapa final de su existencia va a intentar dar término a lo que juzgo que es su legado más duradero: el Libro de los pasajes (inconcluso) y el manuscrito de Tesis sobre el concepto de historia (1940)[19].
El 15 de junio de 1940, poco antes de la irrupción alemana, deja París, tras haber confiado a su amigo Georges Bataille, a la sazón director de la Biblioteca Nacional,  una buena porción de manuscritos (entre ellos el Libro de los pasajes) y después de depositar en su maleta el manuscrito de las tesis sobre la historia, del que había hecho varias copias con objeto de hacer llegar alguna de ellas a los miembros de la Escuela de Frankfurt, que por entonces ya se encontraban exiliados en Estados Unidos. Desde París se traslada a Lourdes y luego a Marsella, ciudad en la que obtuvo el visado para su traslado a Estados Unidos pasando por España y Portugal. Su hermana Dora comparte una porción de estas mismas penurias. En Marsella pudo verse con su amiga de plena confianza, Hannah Arendt, a la que entregó una de las copias de su Sobre el concepto de historia (1940), que la escritora finalmente haría llegar a Adorno, cuya primera edición  multicopiada en Estados Unidos data de 1942.
Un Benjamin, a sus cuarenta y ocho años de edad, prematuramente envejecido y con achaques cardíacos, emprende en septiembre de 1940, con la ayuda una guía y dos acompañantes, la huida a España por los Pirineos. Nueva frustración. En la Fonda Francia de la localidad gerundense de Portbou se suicida ante la eventualidad de ser entregado a la Gestapo[20].
El pensamiento de Benjamin, tras su fallecimiento, sufre un apagón informativo durante décadas hasta que en los años sesenta y setenta, cuando a hombros de nuevos movimiento sociales y de un replanteamiento del marxismo ortodoxo, adquiere una presencia masiva y expansiva que se prolonga y acentúa con motivo del llamado giro postmoderno y culturalista de las ciencias humanas. El pensador alemán fue, en efecto, un adelantado de la crítica de la modernidad y del capitalismo empleando un método y unas categorías que poseen plena vigencia en la hipermodernidad de hoy cuando asistimos al dominio de un totalcapitalismo que invade y se infiltra el conjunto de las facetas de la vida humana.
Notas
[1] Gershom Scholem. Walter Benjamin. Historia de una amistad. Barcelona, Random House Mondadori, 2007, p. 59. Scholem trabó amistad con Benjamin desde 1915 y la mantuvo hasta la muerte de aquel. Sí parece cierto que nuestro pensador, por aquel entonces, ni fue demasiado proclive a emitir juicios ni a debatir la actualidad política inmediata, lo que explicaría también su falta de interés por las revoluciones de posguerra ocurridas en Alemania o en Hungría (en este último país con la participación de G. Lukács, amigo muy cercano de Bloch y cuya obra ya había empezado a conocer y valorar muy favorablemente). Contrasta su proceder con la de sus dos hermanos menores, Georg y Dora, que tempranamente demostraron sus compromisos antifascistas, lo que llevaría a Georg a la muerte en 1942 en el campo de concentración de Mauthausen. Véase Uwe-Karsten Eye. Los Benjamin. Una familia alemana. Madrid, Trotta, 2020. Por lo demás, el marxismo no cristaliza en Walter, el hermano mayor, hasta mediados de los años veinte.
[2] Hans Mayer. Walter Benjamin. El contemporáneo. Valencia, Institución Alfonso el Magnánimo, Debats, 1992, p. 15. Mayer, frente a una cierta tendencia actual a la consideración  un tanto apologética y un punto monocromática de la figura de Benjamin, subraya en cambio las aristas más cuestionables de la personalidad de un intelectual muy brillante pero de afectos cambiantes y a menudo caprichosos. En el centro de los malentendidos entre ambos estaba la cuestión teórica del judaísmo. Opuesto radicalmente al sionismo, Bloch adopta ciertos elementos del judaísmo,  pero insertos en una cristología totalmente extraña a Benjamin y a su amigo Scholem, que aborrecía a Bloch. La filosofía de la esperanza de este último no dejaba de chocar con la tesis benjaminianas. Para echar más leña al fuego Benjamin consideraba que su amigo plagiaba parte de sus ideas. Véase Concha Fernández Martorell. Walter Benjamin. Barcelona, Montesinos, 1992, pp. 76-79.  
[3] Eric D. Weitz. La Alemania de Weimar. Presagio y tragedia. Madrid, Turner, 2019, p. 16.
[4] El lazo primero de relación lo mantuvo con Theodor Adorno, al que conoció en 1923  en Frankfurt. Y también trabó amistad con Siegfried Kracauer. Lo que son las cosas: el informante que juzgó negativamente la obra de Benjamin con miras a su habilitación docente fue Max Horkheimer, quien llegaría a ser director de la llamada Escuela de Frankfurt cuando Benjamin en 1933-1934, en el exilio francés, empezó a depender totalmente de los magros emolumentos que le proporcionaba su colaboración  con tal institución. Horkheimer era un catedrático de la Universidad de Frankfurt que compartía tareas docentes con gentes de elevada talla intelectual tales como Karl Mannheim y  Norbert Elias.  Véase al respecto la documentada biografía de Bruno Tackels. Walter Benjamin. Valencia, PUV, 2012. También se recomienda el muy interesante monográfico, entre otros motivos por su esmerada información bio-bibliográfica, de Varios Autores. “Walter Benjamin. La experiencia de una voz crítica, creativa y disidente”. Anthropos, 225 (2009). Así mismo, conviene aquí recordar el uso y la necesaria consulta de las obras de Stuart Jeffries. Gran Hotel Abismo. Biografía coral de la Escuela de Frankfurt. Madrid, Turner, 2018; y la de Martin Jay. La imaginación dialéctica. Historia de la Escuela de Frankfurt y del Instituto de Investigación Social. Madrid, Taurus, 1974.
[5] Eric Weitz. La Alemania de Weimar…, p. 462.
[6] En este proyecto de interpretación del mundo urbano y literario del París del siglo XIX trabaja Benjamin entre 1927 y 1940, convirtiéndose, a mi modo de ver, en la destilación más acabada del método de crítica benjaminiana, una literatura basada en la técnica del montaje cinematográfico y el collage, de modo que a través del mismo fuera factible descubrir “en el análisis del pequeño momento singular el cristal del acontecer total”. Véase la extraordinaria edición vertida al castellano de un discípulo de Adorno, esto es, de Rolf Tiedemann. Libro de los pasajes. Madrid, Akal, 2005, p. 11. Esta obra oceánica y laberíntica permite deambular al lector, como si fuera un flâneur,  por una multitud de recovecos intelectuales de la modernidad. A mi modo de ver, esta es la creación cumbre de Benjamin por más que nunca llegara a culminarse, como otros muchos afanes del escritor berlinés.  
[7] Jean Michel Palmier. “Prólogo. El flâneur de Berlín”. En Franz Hessel. Paseos por Berlín. Madrid, Tecnos, 1997, p. 10. Un hermoso libro de Hessel que resume perfectamente el arte del flâneur y la acción de “flanear”: “Es una forma de lectura de la calle en la que las caras de las personas, los acristalamientos, los escaparates, las terrazas, los cafés, los ferrocarriles, los automóviles, los árboles se convierten en letras con el mismo derecho, que juntas dan lugar a palabras, oraciones y páginas de un libro siempre nuevo. Para “flanear” adecuadamente no se debe tener ningún plan preconcebido” (Ibídem, p. 121).  
[8] B. Tackels. Walter Benjamin…, p. 179.
[9] W. Benjamin comenzó a escribir en un cuaderno de notas su  Infancia  berlinesa  en 1932. Véase Infancia en Berlín hacia 1900. Madrid, Alfaguara, 1982.
[10] B. Tackels, op. cit., p. 25.
[11] Véase Uwe-Karsten Heye. Los Benjamin. Una familia alemana. Madrid, Trotta, 2020. Su hermano, George, médico pediatra, se hizo militante comunista y murió durante la Segunda Guerra Mundial en el campo de concentración nazi de Mauthausen en 1942. Su hermana Dora, once años menor que Walter, estudió Economía Política y huyó del nazismo refugiándose en 1933 en Francia. Allí compartió muchas de las penurias de su hermano mayor. Logró finalmente pasar a Suiza y allí falleció en 1946. Hilde Benjamin, la esposa de Georg, que llegó a ser ministra en la República Democrática Alemana mantuvo la viva la memoria de los Benjamin, una familia antifascista en tiempos de desolación, tras la Segunda Guerra Mundial.
[12] H. Mayer. Walter Benjamin…, p. 13. El mismo Mayer sugiere que, según algunos de sus comentaristas, el coleccionismo de Benjamin era una forma oblicua de venganza hacia el padre y que sus estudios dedicados al arte moderno  podrían equipararse con la tremenda requisitoria contra la figura paterna contenida en Carta al padre de Franz Kafka, uno de sus escritores predilectos.
[13] Esta obra y otras muy destacadas de crítica literaria pueden consultarse en W. Benjamin. Obras, libro I, vol. I. Madrid Abada Editores, 2006. La versión de Alfredo Brotons Muñoz se basa en la cuidada y casi definitiva edición de los Gesammelte Schriften a cargo de Rolf Tiedemann y Herman Schweppenhaüser, realizada en alemán con la ayuda de W. Th. Adorno y G. Scholem.
[14] Gershom Scholem. Walter Benjamin…, p. 58.
[15] Desde luego, entre esos otros motivos hay que considerar que desde años antes había conocido a Bloch y había recibido con entusiasmo el libro Historia y conciencia de clase (1922) de G. Lukács. Los amoríos con Asja Lacis fueron intermitentes, pero sin duda favorecieron su viaje a la tierra de la revolución soviética durante 1925-1926, aunque su militancia comunista nunca llegó a materializarse en un compromiso con el partido comunista, opción que el titubeante Benjamin no descartó pero que nunca llevaría a cabo. Asja Lacis, motivo de su ardor erótico, acabaría más tarde en los campos de reeducación estalinianos. Por su parte, tras su exilio de la Alemania hitleriana, gozó del cobijo eventual de la casa de B. Brecht en Dinamarca. Aunque este no dejaba de admirar la enorme inteligencia literaria de Benjamin, consideraba que la envolvente de metafísica judaica de las obras de su amigo era poco o nada compatibles con el marxismo que él profesaba.
[16] Otros de sus biógrafos han acudido a definirlo como “un intelectual que flota libremente”, conforme  a la tipología puesta en circulación en Ideología y utopía (1929) por su contemporáneo Karl Mannheim. Así lo califica A. Mayer. Walter Benjamin…, pp. 8 y 46.
[17] Enzo Traverso. Melancolía de izquierda. Después de las utopías. Barcelona, Galaxia-Gutenberg, 2019, pp. 307-352. Véase también Correspondencia entre Theodor Adorno y Walter Benjamin. Madrid, Trotta, 1998.
[18] Se diría que W. Benjamin, portador de una inclinación reiterada  al suicidio, mantiene su vida al servicio de su obra, consciente de que en esos aciagos tiempos que le tocaran en suerte no puede sucumbir.
[19] En mi trabajo cito a partir de la versión castellana de la tesis benjaminianas de Manuel Reyes Mate. Medianoche de la historia. Comentarios a las tesis de Walter Benjamin “Sobre el concepto de historia”. Madrid: Trotta, 2006. Su traducción del texto y su exégesis son muy recomendables. El contenido completo de las tesis, el contexto de producción y difusión de las mismas puede consultarse en Raimundo Cuesta. “Sobre el concepto de Historia (1940)”. Conversación sobre la Historia, 23 de septiembre de 2018.
[20] Sobre el fin de Benjamin existen muchas especulaciones más o menos aventuradas. Hay quien atribuye su muerte a la acción de sicarios de Stalin con la complicidad de agentes nazis; otros la atribuyen a una trampa tendida por la Gestapo y los franquistas. En fin, su aura literaria no ha cesado de crecer al tiempo que su impresionante legado intelectual se agiganta.
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