Tumgik
#no sé cómo mierdas voy a poder soportar el semestre
...
0 notes
astroela · 4 years
Text
Los hombres no me soportan. Y las mujeres, tampoco.
Los hombres no me soportan y las mujeres tampoco. Deduje después de cuestionarme, teniendo en cuenta mis recuerdos conscientes.
El rostro de mi padre que no compartía sangre conmigo al mirarme siempre era de desaprobación, no aprobaba lo que era, no le gustaba que llegara a las cuatro de la mañana, saliera con diferentes “amigos” cada mes y que me sentara con las piernas abiertas. No le gustaba que la mayoría de mis libros tuviesen la palabra sexo escrita en ellos, ni que tuvieran en el título: feminismo, ni que fuera atea y creyera en la astrología. Yo era libre, y a él siempre le ha frustrado no poder domarme, como un caballo terco que va en contra de la marea. Mi madre era distinta, a comparación de mi padre prestado siempre trataba de adaptarse a los cambios que mantenía, ante mis ojos parecía seguirme la corriente, pero a mis espaldas siempre está preocupada por el futuro de un qué dirán cuando llegue a los treinta y no haya logrado lo que ella tiene planeado en su cabeza para mí. Preocupada por mi promiscuidad y mi falta de compromiso, como el ser desorganizada y des-complicada ante una vida llena de afanes y compliques.
Cuando hablo de que ambos géneros no me soportan, no me refiero a los amigos o amigas que me ha dado la vida, me refiero a las relaciones interpersonales que he llevado a lo largo de mi corta vida y las reflexiones que he sacado de ella. Mi primer hombre y mi primera mujer me soportan de manera obligatoria impulsados por un amor y un deber legitimado por los estatutos sociales e instintos naturales. Todo cambia cuando el contexto se va a las relaciones.
A lo largo de mi vida, siempre he sido una inexperta en las cuestiones donde el amor es protagonista, porque en dónde debí haber conocido eso tan mágico a lo que todos llaman amor, yo solo he conocido un ego construido o de-construido según el éxito o fracaso de mi nueva conquista. Yo nunca aprendí a ser cortejada. Recuerdo la primera vez que le gusté a alguien, tenía once años aproximadamente y el tenía catorce, me enviaba mensajes por blackberry messenger con corazones, y decía que si hablaba con mi mamá tal vez me dejarían salir con él. Una tarde, me dijo por uno de esos mensajes que le gustaba, mi primera reacción fue bloquearlo, eliminé su número, y lo desterré como si me hubiera dicho la cosa más horrorosa de la vida, me acuerdo que me buscó por cielo mar y tierra, y hasta el día de hoy no he vuelto a hablar con él. Después de eso, me cerré completamente a conocer personas de mi otro género, los pretendientes estaban, claro está, pero siempre recibían el rechazo de mi parte y a mí seguía sin gustarme ningún individuo. Para completar la ecuación, estudiaba en un colegio de mujeres que hacía que el circulo masculino se cerrara y yo solo conociera a niñitos con hormonas a flor de piel a través de mis amigas y mis visitas a sus casas. Todo cambió cuando mi personalidad rebelde salió a la luz y ya no soportaba estar todo el tiempo rodeada de féminas y de mojas hipócritas, le supliqué a mi mamá que me cambiara de colegio y así lo hizo. El cuento fue otro, pensé que tendría paciencia alguna para aguantar a los hombres por aguantar tanto tiempo a las mujeres, pero no, solo sentir respirar a alguno cerca mío me provocaba cierta repulsión que no sabía como describir, llegué a pensar que era asexual o que honestamente tenía algún problema. El primer mes fue así, hasta que me fije, de nuevo, en alguien cuatro años mayor que yo, que no me paraba ni cinco de atención. El individuo era feo, pero hacía reír. Me empeciné con él como loca desquiciada, estaba acostumbrada a que la adulación estuviese conmigo cuando yo quisiese  y el era la excepción a la norma, tenía que conquistarlo y hacer que me pusiera atención. Jamás lo logré, años después, me buscó. Con la primera decepción o cómo le llamo hoy en día frustración y golpe al ego a los catorce años, mi perspectiva se reformó y empecé a  buscarle la lógica a mis comportamientos ante las relaciones interpersonales. Si me rechazaban sufría y si me querían me aburría. Concluí desde ese momento que ser conquistada no era lo mío y que el acto de “caerle a un man” sería mi vivir. 
Ese mismo año conocí al que yo llamo hoy en día mi primer amor y por el que cuando estuvo interesado en mí recibió rechazo, para darme cuenta al mal-tiempo, que sentía lo mismo. Yo solo lo quise después porque había dejado de insistir, había dejado de quererme y lo veía como un reto, como aquel golpe en el ego, cuando ante tanto interés, pensaba que jamás sería reemplazable. Hoy en día somos buenos amigos, y lo quiero, ya no por el ego, si no por su esencia. 
Luego, pasé a conquistar a alguien a través de lo intangible, de lo desconocido, y de un sinsentido que hasta el día de hoy no entenderé cómo surgió. Sentimientos en la l
ejanía. Pero los tuve. En una sola noche de junio, en medio de tragos viví lo que había esperado meses, para darme cuenta de que, definitivamente no existía nada entre aquel conocido y yo. A ese lo lloré tiempo, porque había arrasado con mi ego y con los pocos sentimientos que había desarrollado de manera abismal. Y cuando vi que estaba con otra persona casi al mismo tiempo que conmigo, justo ahí se tropezó mi ego con la rabia. Hoy en día lo estimo, le tengo cariño, y aunque no hablemos mucho, él sabe lo mucho que lo quiero. Duré mucho tiempo pensando en él, sin encontrar alguien que me llenara porque siempre empezaba a compararlos. 
Pasaron seis meses y entré a la universidad, mundo desconocido,  en una ciudad que me aborrecía de los pies a la cabeza. A la segunda semana de clase de primer semestre ya le había echado el ojo a uno con mirada de come mierda, con tatuajes en los brazos, barbudo y más o menos con físico de que iba al gimnasio regularmente, tenía una rosa tatuada en la mano y la palabra libertad en el cuello. Ese no se me escapó por más que se negó. Pero mi terquedad, mi ego herido y mis ganas de ganar me pudieron más y quedé de brazos cruzados, escribiendo una carta que jamás sería leída, yéndome en un taxi en el atardecer con la cadera adolorida y con el beso de un último adiós, sabiendo que desde ese día no lo volvería a ver. Después de haberlo llorado como hago con todos y de emborracharme hasta más no poder, me di cuenta que no lo había querido, solo estaba persiguiendo una ilusión y un reto, de nuevo. La última vez que supe de él fue una noche de noviembre, en la que me invitaba a su casa a tirar. Lo rechacé por obvias razones. No sé nada de su vida desde entonces, y me di cuenta que la ciudad es aparentemente muy grande para encontrarnos. 
A los que siguieron después de él no los recuerdo, a duras penas me les sé los nombres y hasta a veces lo confundo entre ellos, pienso que C es igual a D y que ambos les gusta el helado de coco, pero la realidad es que es a P quién le gusta, y no a los otros. Después de haber perdido la virginidad supe que sería lo que siempre pensé años atrás cuando fantaseaba con los tipos mayores a los que les echaba el ojo. No cambié por el último que recuerdo, porque él no provocó nada en mí, más bien solo rompió el himen de una mujer que ya lo tenía roto y que estaba buscando la excusa perfecta para revelarse y liberarse ante el mundo sin compromisos y sin un enganche desmesurado, lleno de amor, ante la primera vez que alguien se introducía en mí. Ante ellos me presentaba como la mujer libre y efímera que siempre había querido ser, como la que tiene el control. Cuando ellos me adulaban yo no daba las gracias, decía “Ya lo sé”. Estos se hartaron de mí mucho más rápido que los otros, no podían con tanta seguridad y libertad, les daba en el ego y en la baja autoestima. No podían soportar que una mujer tuviera más seguridad que ellos. Finalmente me acostumbré a que se fueran o a que yo me aburriese de ellos ante encontrar otro con quién entretenerme. He pasado por cuarentones, por treintañeros, músicos desvividos por descrestarme, por manes que su vida es la marihuana, he estado con tipos que se creen que viven en una capítulo de pandillas guerra y paz, con un farmacéutico que le encantaba mi culo y he estado hasta con monaguillo con un cuadro de Jesús en la sala que le encantaba que le hiciera orales y no precisamente rezando el rosario. De todos sigo pensando lo mismo, cada quién deja una historia en mí por contar, de la que me divierto, saco provecho y me voy. 
Pero no todo queda ahí, ya hablé de los hombres. Ahora siguen las mujeres, porque para mí colmo, vine a este mundo a sufrir por dos. Entre tantas revueltas y pensando que tenía el control de todo, la ruleta se me voltea y todo se pone al revés. Probé lo que para muchos era prohibido, para lo que la gente mayor lo ve como un tabú. La mujer. Y me di cuenta que la canción de Katy Perry podía voltear a cualquiera que intentara lo que decía. Hasta el día de hoy mi mejor beso ha sido con una mujer, la cuál no recuerdo bien, pues estaba muy borracha como para saber su nombre. Y aunque duré confundida un tiempo, pensando que solo era algo plenamente basado en la atracción sexual, llega mi tormento en cuerpo de mujer a decirme que estaba completamente equivocada. Amiga del circulo social que mantenía en la universidad, bajita a su modo, encantadora y sobre todo heterosexual. Hasta dónde supe porque hoy en día está con una amiga, pero esa ya es otra historia por contar. Me empeciné con ella tal y como lo había hecho con los hombres, la traté de conquistar y así mismo recibí el rechazo que había dado por muchos años. Lo comprendí y seguí adelante. Claramente, su marca sigue y vivirá en mí hasta que muera, pero los detalles quedan para el día en que pueda contar abiertamente qué fue lo que pasó. 
La conclusión de todo esto, y la razón por la cual hice un recuento de mis relaciones interpersonales fallidas y efímeras, es que llegué a la frase que encabeza a este texto. “Los hombres no me soportan. Y las mujeres, tampoco” Y no porque yo sea yo, o porque no le guste a nadie y nadie me pueda aguantar. Los hombres no me soportan y las mujeres tampoco porque soy lo suficiente libre y dada a la vida como para poder hacer que me soporten, amo sin medida, pero amo a destiempos, o amo de a poco, o sólo vivo el momento.
En un mundo en dónde la mujer se reprime por la forma en la qué decide llevar su vida, yo voy en contra de la marea como ese caballo indomable que no se deja domar. Voy por la vida viviendo. Duré mucho tiempo tratando de encajar e ir en contra de mis instintos y mi naturaleza, de ir en contra de lo que soy. Una mujer que fuma y toma mucho, que duerme poco, que cree en la astrología y en todo lo que tenga que ver con las estrellas, una mujer, que parece sacada de un personaje maltrecho de una serie americana cliché, un chiste mal contado, pero que a la final da risa. Una enamoradiza de la vida que se engancha fácil, pero también suelta fácil, que se divierte y le saca provecho a lo que hay y no a lo que falta, que ha sabido bailar al son que le pongan y con los zapatos que calcen, que no necesita de nadie pero ha sabido querer. Solo soy una mujer que ha aprendido y que se ha arriesgado a lo que muchas le tienen miedo. Pero, después de todo ese despelote que soy, a la final soy lo que soy. Y estoy orgullosa de eso.
3 notes · View notes
Text
Este semestre ha sido uno de los más mierda de todos. No me siento para nada cómoda en la universidad, sólo me dan ganas de huir y comenzar de cero el próximo semestre pero todo el mundo me empuja hacia adelante mientras no puedo parar de llorar. Siento no poder dejar de lado mis emociones respecto a las personas y fluir con ninguno de mis compañeros y sentirme siempre en el lugar equivocado, toda inútil, incapaz y dependiente. Ver a la persona que manchó mi infancia casi a diario mientras voy a la universidad me está afectando cada vez más y, eso sumado a cómo me siento en la facultad, y a las miradas, las expresiones, las palabras, los "piropos" que tengo que soportar en la calle me están enfermando. Por cualquier cosa ya me dan ganas de llorar, y al hablar sobre las mujeres y cómo han sido violentada... Me provocan gritar a todo el maldito mundo que no merezco esto. Ni yo ni ninguna otra chica merece vivir con miedo a que nos sigan, a que nos abusen, a que nos maten. Estoy tan enferma de este mundo de mierda y no sé cómo sacar toda esta ansiedad y enojo que no me deja vivir
0 notes