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#estructura de las revoluciones científicas
bocadosdefilosofia · 3 months
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«Durante las revoluciones los científicos ven cosas nuevas y diferentes al mirar con instrumentos conocidos y en lugares en los que ya habían buscado antes. Es algo así como si la comunidad profesional fuera transportada repentinamente a otro planeta, donde los objetos familiares se ven bajo una luz diferente y, además, se les unen otros objetos desconocidos. Por supuesto, no sucede nada de eso; no hay trasplantación geográfica; fuera del laboratorio, la vida cotidiana continúa como antes. Sin embargo, los cambios de paradigma hacen que los científicos vean el mundo de investigación, que les es propio, de manera diferente. En la medida en que su único acceso para ese mundo se lleva a cabo a través de lo que ven y hacen, podemos desear decir que, después de una revolución, los científicos responden a un mundo diferente.»
Thomas Kuhn: La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica, pág. 176. México, 1971.
TGO
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jcgs30 · 10 months
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Informe Sarduy.
Al examinar el Barroco1, el escritor cubano Severo Sarduy (1937-1993) hizo una comparación con la ciencia. Sarduy desarrolló su propio sistema basado en la estructura de las revoluciones científicas de Thomas Kuhn, que no pretende ser científicamente estricta, sino generar un análisis puramente visual o figurativo. En su ensayo titulado "Barroco", el escritor cubano afirma que el paradigma de este período histórico surge de la oposición de dos formas claramente definidas: el círculo de Galileo y la elipse de Kepler. El sistema geocéntrico de Ptolomeo (cosmología prebarroca), que sobrevivió casi hasta Copérnico, consiste en un modelo de esferas concéntricas en las que la tierra ocupa el lugar central. La llamada "Revolución copernicana" no es una transformación de carácter epistémico, sino un mero cambio de eje: la tierra es desplazada por el sol como centro del sistema. El modelo no se reforma ni se subvierte, solo se modifica, un movimiento que el cubano identifica con el tropo retórico de la metonimia.
La perspectiva o costruzione legítima es el sistema matemático desarrollado en el Renacimiento para representar un espacio tridimensional sobre una superficie bidimensional.
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tmm-11 · 1 year
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Epistemologia
Episteme: ciencia
Logia: Tratado
“Tratado sobre la ciencia”
Platon: Obra La republica
DOXA      VS       EPISTEME
Opinion                ciencia
Subjetivo              objetivo
Sin fundamento    fundamentado
FUNCIONES DE LA CIENCIA
Describe: Dar la caracterización d ellos objetos observados.
EXPLICA: Justifica con conocimiento de causa (CAUSA-EFECTO)
Predice: adelanto de juicio con lo observado
Aplica: uso del conocimiento
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CARACTERISTICAS:
Sistematico: es organizado en conjuntos de argumentos
Metodico: pasos a seguir para obtener el conocimiento
Selectivo: investiga una parcela de la realidad.
Falible: se perfecciona con el tiempo.
PRINICIPOS DE DEMARCACION.
Son lso criterios que permiten el carácter o estatus científico de un taeoria, es decir, distinguir una ciencia empírica de un sistema metafisico. Los criterios mas usados son: El prinicio de verificalidad (rudilf Carnap) y el principio de falsabilidad (Karl Popper).
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TEORIAS EPISTEMOLOGICAS:
*Neo-positivismo:
Circulo de Viena
Influencia de comte y Wittgenstein
Propone un análisis riguroso de lenguaje
Modelo: CC.NN.
Ciencia: Método inductivo
Criterio de demarcación, verificación
Rechaza la metafísica.
Representantes: Moritz schlick, Rudolf Carnap, Otto neurah, Alfred Ayer, otros
*Racionalismo critico
Karl Popper
Rechaza el principio de verificación
Critica el método inductivo
Ciencia: propone el método
Hipotetico-deductivo
Criterio de demarcación:falsacionismo.
*Relativismo epistemologico:
Representante; Thomas Kuhn. Obra: La estructura de las revoluciones científicas.
Fases:
Fase: pre. Científica: recolectan observaciones  un plan definido
Fase: ciencia normal: teoría científica que prevalece.
Fase: ciencia revolucionaria: Nivel intolerable de anomalías. El paradigma vigente entra en crisis y compite con otras nuevas teorías. (Asimilacion del nuevo paradigma).
*Anarquismo epistemologico
Fue propuesta por PAUL FEYERABEND. Afirma que la ciencia avanza al no sujetarlas a normas metodológicas establecidas o convencionales. L a única regla para la investigación científica debe ser: “Se permite todo, o el todo vale.”
Se debe restringir el método científico.
*Epistemologia de Mario Bunge
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clubcom · 1 year
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cchiroque · 2 years
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UN 17 DE JUNIO, PERO DEL AÑO…
1961
En el aeropuerto parisino de Le Bourget, Francia, Rudolf Nureyev, bailarín principal del Ballet Kirov de 23 años de edad, consigue librarse de sus guardias de seguridad de la embajada Soviética y, tras saltar una barandilla de protección, solicita asilo político en Francia. Los guardias de seguridad le acababan de informar que, en lugar de ir a Londres como el resto de la trouppe, debería regresar a Moscú, y en el momento en que lo escoltaban para coger el vuelo de Moscú, decidió escaparse gritando en inglés "Quiero ser libre".
1953
En la República Democrática Alemana (RDA), se imponen cuotas de producción más duras sin subidas salariales, lo que desencadena el inicio de amplias protestas obreras en Berlín Oriental. Pronto la agitación se extenderá al resto de la RDA, adquiriendo cada vez más los rasgos de una protesta política, al pasar de simples peticiones laborales a la demanda de elecciones libres. Los líderes de la RDA perderán el control de la situación, sin embargo, la reacción soviética será inmediata. Los carros de combate reprimirán por la fuerza la protesta, abriendo fuego contra los manifestantes y matando a 125 personas.
1940
En París, tras la toma de la ciudad a manos del ejército nazi, el general Henri Pétain anuncia su intención de firmar un armisticio con Alemania, cosa que hará en Rethondes el 22 de junio. Así comienzan cuatro años de durísima ocupación alemana.
1885
A bordo de la fragata francesa "Isere", y tras una accidentada travesía en la que ha estado a punto de naufragar, arriba al puerto de Nueva York (EE.UU.) la "Estatua de la Libertad", regalo del pueblo francés a los americanos con motivo del Centenario de su Independencia, celebrada en 1876. Llega desmontada en 350 piezas, embaladas en 214 contenedores, que permanecen almacenadas sin tocarse durante casi un año.
1773
En Colombia, en unos terrenos cedidos por la dama pamplonesa doña Juana Rangel de Cuéllar en las vegas del Río Pamplonita, Juan Antonio Villamizar y Pinero (alcalde de Nueva Pamplona, actual Pamplona) funda San José de Cúcuta. Doña Juana lo hace "tanto para contribuir al fomento de los valles que le dieron fortuna como para hacerla más sólida con la inmediata valorización de sus propiedades". La firma de la escritura se lleva a cabo en su hacienda "Tonchalá".
1579
Durante su viaje alrededor del mundo, y después de haber llegado a Canadá y Alaska, Francis Drake ancla y descubre la Bahía de San Francisco, dándole el nombre de New Albion, y la reclama para la reina Isabel I de Inglaterra.
NACIMIENTOS:
1882
Nace en Oranienbaum, actual Rusia, Igor Stravinsky, compositor y director de orquesta, autor de "El pájaro de fuego", "El ruiseñor", "Petrushka" y "La consagración de la primavera" entre otras muchas obras.
1818
Nace en París (Francia) Charles Gounod, compositor francés de óperas como "Romeo y Julieta", "Safo" y "Fausto".
1239
En el Palacio de Westminster de Londres (Inglaterra), nace el que será rey de Inglaterra de 1272 hasta su muerte en 1307 como Eduardo I de Inglaterra. Durante su reinado tratará de limitar la influencia de los señores feudales y fortalecer el Parlamento. Su política exterior estará marcada por la progresión de la monarquía inglesa en los reductos célticos de las islas, logrando la conquista de Gales y tratando de conquistar Escocia en una guerra que a partir de entonces durará varias décadas.
FALLECIMIENTOS:
1996
Fallece en Cambridge (EE.UU.), Thomas Samuel Kuhn, físico y filósofo orientado hacia el estudio de la Historia de la Ciencia, autor de "The Structure of Scientific Revolutions (La estructura de las revoluciones científicas)".
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humafilothings · 3 years
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Thomas Kuhn.
Thomas Kuhn. El establecimiento del hecho, como su enunciado, dependen de nuestro conocimiento previo (que a su vez depende de nuestras expectativas). Las teorías científicas no surgen con la mera observación de los hechos, sino que están subordinadas a..
Introducción. El pensamiento que afirma que la ciencia deriva exclusivamente de los hechos observados predomina en nuestra época. Según esta visión el conocimiento científico es objetivo e independiente de los sujetos. El empirismo ingenuo postula que la ciencia se deriva de hechos y que estos se presentan de forma independiente y siempre anterior (en tiempo) a la teoría que los describe. Pero…
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pensarelvirus · 4 years
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La biología está acelerando la digitalización del mundo / Jorge Carrión
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BARCELONA — Somos un matrimonio con dos hijos pequeños y nuestra rutina durante el encierro podría resumirse así. Después de desayunar, consultamos el google drive del colegio para ver las actividades educativas que realizaremos durante el día. La sesión de gimnasia la hacemos mirando tutoriales de youtube. Los dibujos animados los encontramos en netflix o en movistar+; las series y las películas, sobre todo en hbo y filmin. Mi pareja y yo nos turnamos para impartir clases a través de zoom. Con la familia y los amigos nos comunicamos —y nos cuidamos— gracias a whatsapp.
La paradoja es evidente: la biología —y no la tecnología— está acelerando la digitalización del mundo. Un virus que afecta a los cuerpos y que se transmite cara a cara o por la superficie de los objetos está multiplicando exponencialmente nuestra dependencia de los dispositivos. Un fenómeno biológico nos está hundiendo en la virtualidad. Si al ritmo del año pasado la transición digital se hubiera completado —digamos— en treinta o cuarenta años, es muy probable que tras la pandemia ese plazo se reduzca drásticamente.
En La estructura de las revoluciones científicas, el filósofo de la ciencia Thomas S. Kuhn afirmó que las crisis son prerrequisitos de las revoluciones y distinguió entre el cambio acumulativo y el revolucionario. Nunca antes en la historia de la humanidad había ocurrido una pandemia de contagio tan vertiginoso. Es probable que la acumulación exponencial de conocimiento complejo durante estos meses en los campos de la biotecnología, la informática, la robótica, la estadística, la ingeniería de sistemas o de datos complete en un tiempo récord la revolución tecnológica que ya estábamos viviendo.
Cuando las emergencias sanitaria, funeraria y psicológica terminen, en plena crisis económica, deberemos evaluar cómo hemos modificado nuestra relación con el mundo físico y con el virtual. Y recordar que también un virus informático podría paralizar la realidad. Porque en un futuro más o menos próximo la inteligencia artificial sufrirá sus propias epidemias.
Aunque no sabemos ni qué pasará mañana, podemos proseguir con ese ejercicio de imaginación. Si la crisis no acaba paralizando también la industria y la investigación tecnológicas, la descomunal inyección de dinero y de macrodatos que le está proporcionando a empresas como google, amazon, facebook o netflix va a impulsar todavía más el desarrollo de la inteligencia algorítmica. Y es verosímil pensar que, cuando hagamos un balance colectivo de la gestión de una epidemia que la informática detectó antes que la Organización Mundial de la Salud, no será extraño que se decida dar más poder de decisión a las máquinas. Mientras tanto, se habrá incrementado exponencialmente nuestra dependencia de las interfaces.
Dos son los catalizadores de esa inesperada y vertiginosa aceleración de nuestra dimensión digital. La economía, por un lado, porque la cuarentena ha amenazado la subsistencia de innumerables empresas de entretenimiento, cultura, turismo o moda, al tiempo que ha supuesto la llegada de un enorme capital a las plataformas tecnológicas. El fin de semana pasado, en España, el consumo de contenidos en movistar+ creció un 47 por ciento con respecto al anterior y cada uno de ambos días los usuarios superaron los 42 millones de horas en la plataforma. Durante la emergencia ha crecido en este país un 80 por ciento el tráfico en internet.
En relación directa y por el otro lado, la sociología está impulsando también la digitalización. Durante el encierro, los niños se están acostumbrando a recibir información y conocimiento a través de las computadoras; se está monitorizando a través del móvil la temperatura o la geolocalización de los afectados por el virus; los abuelos están descargando incluso las aplicaciones a las que eran reticentes; todo el mundo se ha familiarizado con skype, google hangouts o facetime; y hasta millones de fanáticos del deporte —ante la suspensión mundial de los campeonatos— se han empezado a aficionar a las competiciones de deportes electrónicos.
Los beneficios económicos y las nuevas costumbres convergen en la memoria emocional de cada uno de nosotros. La facturación de las corporaciones tecnológicas no es solo monetaria, también es sentimental. Seremos cientos de millones quienes anclaremos para siempre nuestro recuerdo de la cuarentena en los vídeos, películas, series, canciones, mensajes de texto, fotos o videoconferencias que vivimos a través de media docena de gigantescas empresas de logística digital.
En estos momentos los modelos de gestión con éxito de la epidemia son, sobre todo, Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwan. Comparten el uso de aplicaciones de seguimiento de los ciudadanos que han estado en zonas de contagio o que padecen la enfermedad. China ha comprobado durante las últimas semanas que su sistema de reconocimiento facial no es efectivo en situaciones de uso masivo de mascarillas, de modo que ya debe de estar perfeccionando herramientas de identificación a partir de los ojos y la frente. Mientras tanto el mundo se prepara para implementar nuevas estrategias de biocontrol. Cuando esta pesadilla termine, es muy plausible que no solo se haya alejado de la esfera de nuestros hábitos y afectos la relación con los libros en papel, con las clases presenciales, con el trabajo en la oficina o con los espectáculos en vivo y en directo, sino que también estemos mucho más cerca de que los gobiernos accedan a nuestras coordenadas y a nuestro ADN, o que deleguen parte de sus decisiones en inteligencias artificiales.
¿Quién está más capacitado para gestionar una pandemia, la OMS, la ONU y los gobiernos nacionales o un macrosistema algorítmico? Supongo que la respuesta es, de momento, ni uno ni el otro: un diálogo entre la política, los expertos y la supercomputadoras. Pero está claro que estamos acelerando hacia lo que los teóricos de la inteligencia artificial han llamado el éxtasis computacional: ese momento en que la inteligencia algorítmica trascenderá la humanidad. El empujón, inesperado, lo está dando el COVID-19, tal vez porque, aunque su naturaleza sea biológica, es metafóricamente el primer virus cyborg. Se propaga con la misma facilidad por los cuerpos que por las pantallas. Y está revolucionando las dos dimensiones que constituyen nuestra frágil realidad.
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Jorge Carrión (@jorgecarrion21) es escritor y crítico cultural. Es autor de la trilogía de ficción Los muertos, Los huérfanos y Los turistas. Su libro más reciente es Contra Amazon.
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Fuente: https://www.nytimes.com/es/2020/03/29/espanol/opinion/coronavirus-revolucion-digital.html
[Publicado 29/marzo/2020]
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guiaalislam · 4 years
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ISLAM Y DEMOCRACIA: La Parte 4
La Naturaleza fundamental de la Humanidad
Después de presentar los argumentos que componen la base de esta cuestión en   una introducción, podemos avanzar hacia nuestras consideraciones relativas al  tercer milenio en el que nos encontramos.
La historia humana comenzó con dos personas que constituyeron la esencia de  la humanidad y se complementaban la una con la otra. La gente vivía una vida  tranquila durante este tiempo de los primeros padres y las familias que  descendieron de ellos. Ellos constituyeron una sociedad unida que compartía el  mismo parecer, la misma vida, y el mismo medio natural.
Desde esos días la esencia de la humanidad ha permanecido inalterable y así  permanecerá. La realidad alrededor de sus vidas, su estructura física, sus  principales características, sus necesidades básicas, el lugar y el momento de  nacimiento y muerte, la selección de padres y psique, características innatas,  así como el medio ambiente natural a su alrededor no han cambiado. Todo esto   requiere algunas esenciales y vitales realidades y valores constantes. De esta  manera, el desarrollo y la alteración de las realidades secundarias de la vida  deberán estar basados en los ejes de estas realidades y valores primarios, por  lo que la vida continuará como un paraíso terrenal bajo la sombra del Cielo.
Mencionamos anteriormente algunas cuestiones que parecen ser dañinas y   desagradables. De manera similar, hay rasgos humanos que a primera vista parecen  ser malignos, tales como el odio, celos, enemistad, el deseo de dominar a otros,  la codicia, la rabia y el egoísmo. Un ser humano, a su vez, también tiene otras  conductas y necesidades innatas que permiten la continuación de su vida  terrenal, tales como la necesidad de alimentarse y las conductas relativas a la  concupiscencia y el enojo. Todas las conductas, necesidades y deseos humanos  deben ser guiados y adiestrados en vías de alcanzar los eternos, universales e   invariables valores que dirigen los aspectos fundamentales de la humanidad. A  este respecto la necesidad de comer y beber y el deseo asociado a la  concupiscencia y enojo pueden ser apaciguados y transformados en medios de  absoluta o relativa bondad.
Asimismo el egoísmo y el odio pueden llegar a ser fuente de excelentes  atributos y bondades. Los celos y la rivalidad pueden ser transformados en pos   de la realización de actos virtuosos y caritativos. Los sentimientos de animadversión pueden ser transformados en hostilidad hacia Satán, el gran  enemigo de la humanidad, y a su vez contra los mismos sentimientos de odio y  enemistad. La codicia y rabia pueden forzarnos a realizar buenos actos. El  egoísmo puede señalar y mostrar los aspectos malignos del alma carnal —nafs—, y  de esta manera debemos perseguir y alcanzar la educación y purificación del alma  sin eludir sus actos de maldad.
Todos los sentimientos negativos pueden ser transformados en fuentes de   bondad con preparación y lucha. Así es como alcanzamos el nivel de "perfección  de la Creación" viajando por el camino de la transformación de un ser humano en  potencia en uno perfeccionado y autentico, convirtiéndose, así en el máximo  exponente, el modelo y representante personal de la creación y la existencia.
A pesar de este hecho, las realidades de la vida humana no siempre siguen  estas pautas. Los sentimientos y atributos negativos frecuentemente derrotan a  la gente, arrastrándolos a su dominio hasta tal punto que incluso las religiones   que guían a la gente a la bondad y cortesía son profanadas, así como los  sentimientos y atributos que son fuente de bien absoluto. La vida humana desde  el punto de vista individual y de la humanidad en su totalidad, son meramente la  suma de luchas personales internas y de sus manifestaciones externas. Estos  vaivenes hacen del mundo personal del individuo, de una sociedad y de la  historia un campo de batalla, de lucha y guerra, de opresión y tiranía. Como  resultado, normalmente es el ser humano quien sufre en su propia carne las  consecuencias.
Hombres y mujeres siempre reciben los frutos de sus actos. En el primer   periodo de su historia la humanidad vivió una vida feliz como sociedad sencilla  cuyos miembros compartían sus alegrías y tristezas; pero más tarde colocaron sus  cuellos bajo un yugo oxidado e inmovilizaron sus pies con cadenas de opresión  como resultado de los celos y la avaricia, debido en gran medida a la codicia de  los derechos y propiedades de otros.
La consecuencia fue el asesinato de Abel por Caín. Como resultado de esto, la  humanidad entró en el camino de la desunión. A pesar de los milenios que  transcurrieron uno después del otro, como días, estaciones y años, este "ciclo"  aún continúa.
El segundo milenio
El segundo milenio empezó con las Cruzadas y con las invasiones mogolas al  mundo musulmán, el cual constituía el centro del mundo y de la historia en  aquellos tiempos. A pesar de las guerras, de la destrucción y de los crímenes  cometidos algunas veces en nombre de la religión, la economía, la política y la  supremacía militar, este milenio ha contemplado el encumbramiento de las  civilizaciones orientales, basadas en espiritualidad, metafísica, valores  universales y eternos y las civilizaciones de Occidente, basadas en las ciencias  físicas. Muchos descubrimientos geográficos significativos e invenciones  científicas han ocurrido durante este último milenio.
Sin embargo las civilizaciones de Oriente y Occidente coexistieron separadas  la una de la otra. Este alejamiento, que nunca debió haber ocurrido, se basó en   el abandono paulatino del intelecto y de la ciencia en Oriente, a la vez que en  Occidente se renunciaba a la espiritualidad, la metafísica y los valores eternos  e invariables. Como resultado, los últimos siglos de este milenio han sido  testigos de increíbles desastres. Debido al aumento de la arrogancia y el  egoísmo de la humanidad, alzándose a través de sus logros, hombres y mujeres han  tenido que vivir bajo el colonialismo a lo largo del mundo, han sufrido en su  propia carne masacres indiscriminadas, revoluciones que costaron la vida a  millones de personas, inimaginables guerras sangrientas y destructivas,   discriminación racial, inmensa injusticia social y económica y telones de acero  erigidos por regímenes cuya ideología y filosofía negaban con insistencia la  esencia, libertad, mérito y honor de la humanidad.
En parte debido a esto y en parte debido a algunos augurios de la Biblia, mucha gente en Occidente teme que el mundo se inundará otra vez por ríos de  sangre, podredumbre y destrucción. Son bastante pesimistas a este respecto y  están preocupados por lo que deparará el nuevo milenio.
Nuestras expectativas
Los medios de comunicación y transporte modernos han transformado al mundo en  una inmensa aldea global. De esta manera, aquellos que esperan que cualquier  cambio radical en un país solo afectara a dicho país, sin apenas efectos  colaterales en el resto de países son inconscientes de la realidad actual y  están en un craso error. Este momento es un período de relaciones interactivas.  Naciones y poblaciones están en mayor necesidad y dependencia la una de las  otras, lo cual causa un estrechamiento en las relaciones mutuas.
Esta red de relaciones que ha sobrepasado el periodo de despiadado  colonialismo y existe en base del mutuo interés, provee algunos beneficios para  el bando del más débil. Por otra parte, debido a los avances en tecnología, en  concreto la tecnología electrónica digital, la adquisición e intercambio de   información crece gradualmente y como resultado, los individuos ocupan ahora un  lugar preponderante, haciendo inevitable para los gobiernos democráticos que  respetan los derechos individuales reemplazar a los regimenes opresivos.
Cada individuo es como una especie con respecto a otras especies, los  derechos individuales no pueden ser sacrificados por la sociedad y los derechos  sociales deben depender de los derechos individuales. Gozaran así de prioridad  en todas las relaciones. A la cabeza de estos derechos está el derecho a la  vida, el cual es autorizado y puede ser quebrantado únicamente por Dios. Para   recalcar la importancia de este derecho en el Islam, un principio básico del  Corán es este: Si una persona mata a otra sin justificación alguna, es como  si hubiera matado a toda la humanidad, si salva a otro, es como si hubiera  salvado a toda la humanidad (5:32).
Otros derechos son la libertad de credo, de pensamiento y de expresión; el   derecho a la propiedad y la inviolabilidad de su casa; el derecho a formar una  familia, a comunicarse y viajar; el derecho a la libertad de educación y a la  educación en si misma. Los principios de la Jurisprudencia Islámica están  basados en estos y otros derechos, los cuales son totalmente aceptados por los  sistemas legales modernos, tales como la protección de la vida, religión,  propiedad, reproducción e intelecto, así como la igualdad de los individuos,  apoyada en el hecho de que toda la gente son seres humanos y el rechazo a toda   discriminación racial, de color y lingüística. Todo esto será —y debe ser—  indispensable y esencial en el nuevo milenio.
Yo creo y así espero que el mundo en este nuevo milenio será un lugar más  feliz, más justo y más compasivo, contrario a los temores de alguna gente. El   Islam, el Cristianismo y el Judaísmo tienen un mismo tronco común, poseen casi  las mismas bases y se nutren de la misma fuente. Aunque han convivido como  religiones rivales durante siglos, el punto común entre ellas además de su  responsabilidad compartida es construir un mundo feliz para todas las criaturas  de Dios. Por lo tanto establecer el diálogo entre ellas es necesario e  indispensable. Este diálogo se ha extendido ahora incluyendo las religiones de  Asia y otras zonas del Mundo y los resultados han sido positivos.
Cómo se menciona anteriormente el diálogo se desarrollará como un proceso  necesario y los seguidores de todas las religiones encontraran caminos para el   acercamiento y la ayuda mutuos.
Las generaciones anteriores fueron testigo de una amarga lucha que nunca  debió suceder: la ciencia contra la religión. Este conflicto aumentó el ateísmo  y el materialismo lo cual influyó en el Cristianismo más que en otras religiones.  La ciencia no puede contradecir a la religión, ya que para su propósito hay que  entender que la naturaleza y a la humanidad son una composición de las  manifestaciones de los Atributos de Dios, de su Voluntad y Poder. La religión  tiene su fuente en los Divinos Atributos del lenguaje, el cual fue manifestado  en el curso de la historia de la humanidad mediante las Divinas Escrituras así  como el Corán, Los Evangelios, La Torá y otros. Gracias a los esfuerzos de los  teólogos cristianos y musulmanes y a los científicos parece que el anhelado fin  del conflicto entre ciencia y religión durante los últimos siglos llegará a su  fin o al menos lo absurdo del mismo será reconocido.
El fin de este conflicto y un nuevo estilo de educación fusionando las  religiones y el conocimiento científico con moralidad y espiritualidad producirá  gente genuina instruida con corazones iluminados por la religión, las ciencias y  la espiritualidad, mentes iluminadas con ciencias positivas caracterizadas por  toda clase de méritos humanos y valores morales conscientes de las condiciones  socioeconómicas y políticas de su tiempo. Nuestro viejo mundo experimentará una  excelente "época primaveral" antes de su desaparición. Este tiempo de primavera  verá la brecha entre ricos y pobres estrecharse, las riquezas del mundo   distribuidas de manera más justa de acuerdo al trabajo de uno, su capital y  necesidades; la ausencia de discriminación basada en la raza, color, lenguaje y  visión del mundo y los derechos humanos básicos y libertades protegidos. Los  individuos aprenderán como alcanzar sus potenciales, ascenderán al camino para  llegar a ser "el más elevado humano" en aras del amor, conocimiento y creencia.
En este nuevo tiempo de primavera, cuando el progreso científico y  tecnológico sea tomado en consideración, la gente entenderá que el actual nivel  de ciencia y tecnología se asemeja a la etapa en la que un niño aprendía a gatear. La humanidad organizará viajes al espacio como si viajaran a otros  países. Viajeros en el camino de Dios, aquellos que no tenían tiempo para la  hostilidad encontraran la inspiración en sus espíritus para llevarlo a otros  mundos.
Si, este tiempo de primavera se alzará desde los cimientos del amor, la  compasión, la misericordia, el diálogo, la aceptación de los otros, el respeto  mutuo, la justicia y derechos. Será un tiempo en el cual la humanidad descubrirá  su verdadera esencia. La bondad y cortesía, rectitud y virtud formaran la   esencia básica del mundo. No importa lo que ocurra, el mundo vendrá tarde o  temprano a su camino, nadie puede evitar esto.
Nosotros rezamos y suplicamos al Ser Infinitamente Compasivo para que no   permita que caigan en saco roto nuestras esperanzas y expectativas.
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lafilosofia1973 · 6 years
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LA PORNOGRAFÍA O EL EROTISMO DEL OTRO.
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Se indaga sobre lo que suele entenderse en Occidente por erotismo y pornografía, y se intenta saber si las separaciones de ambas son necesarias o bien gratuitas, máxime cuando quienes las hacen apelan a la cultura sublime y a una supuesta estética sin fundamento
«Las pinturas más audaces, las descripciones más osadas, las situaciones más extraordinarias, las máximas más espantosas, las pinceladas más enérgicas tienen el solo objeto de obtener una de las más sublimes lecciones de moral que el hombre haya recibido nunca» Marqués de Sade
1. Introducción.
Hablar de erotismo, como de pornografía, es algo absurdo en términos generales. El comportamiento del hombre es siempre demasiado maleable (dependiente de reglas específicas, tradiciones, leyes y conductas) como para que uno se convierta ahora en el juez supremo del Género Humano. Cada civilización ha albergado, como hoy alberga, ejemplos de ese llamado erotismo pornográfico cuya razón de ser se esconde, al margen de los estipulados estéticos y los análisis teóricos sobre este asunto, en el puro deseo animal, convertido por la sofisticación de la mente humana en una compleja estructura simbólica de apetencias propias. Bajo la clásica distinción entre las dos naturalezas del hombre, la de ser parte de lo sublime y parte de las bajezas e instintos animales, podemos decir que la visión erótica, ya sea festiva o artística (o ambas cosas) se entremezcla con el deseo corpóreo que emana de tantas obras de toda clase, hasta el extremo de que, como podremos ver más abajo, es imposible definir una línea fronteriza entre un amor sublimado y sus pasiones recurrentes, habitadas por impulsos «oscuros» que aún irritan a muchos. También trataremos de destruir el mito de una inocencia posible frente al erotismo pornográfico; es decir, el mito de que, frente al inocente (el puro, el casto, el inmaculado hombre imposible) la pornografía corrompe las virtudes humanas. El erotismo necesita del otro, de ese otro que mire la probable intención de aquello que cualquiera defina como le apetece o lo cree necesario. No, dejemos la inocencia para ese momento antes en que Eva se dispone a morder la manzana de nuestras desdichas. De modo que, en los siguientes epígrafes, trataremos de descubrir las falacias sobre las que está apoyado el ideario puritano y demagogo de quienes hacen tajantes delimitaciones entre pornografía y erotismo y el buen y mal gusto.
2. ¿Qué es lo obsceno?
Para ocuparnos de lo que, popularmente, se conoce como pornografía, es preciso que estudiemos uno de sus atributos ineludibles: lo obsceno. Y es que, de manera casi infalible, si muchos catalogan algo como pornográfico no es sino para añadirle, como quien no quiera la cosa, el oscuro sello de lo impúdico. Los psicólogos actuales no dudan en esforzarse en distinguir lo obsceno de lo erótico, para lo cual apelan a la semántica de cada una de las palabras. Obscenidad tiene su raíz en lo que se halla sobre escena (obcenus), lo que sirve a muchos para dictaminar sobre lo que no debe ponerse de tal forma, lo que debe ser oculto, privado, nunca público, pues ese aspecto de revelación produce, según parece, una gran repugnancia. Establecen luego que es esa repugnancia la que atrae a muchos individuos, lo que no hace sino precipitarlos al campo de la sicopatología moderna. «Hay que aceptar, pues, lo que ya es común, que la pornografía es obscena y que obscenidad es indecencia sexual», dicen hoy tantos iluminados siquiatras, Manuel Zambrano entre otros. Lamentablemente, eso de la indecencia en el sexo nos recuerda a los preceptos católicos de las grandes virtudes del hombre casto. Y es que tales opiniones no son sino un conjunto farragoso de patrañas con las que, bajo el célebre peso de la Ciencia moderna, situarnos ante la supuesta certeza de cosas que ni los mismos iluminados se toman la molestia en definir, tal vez, suponemos, porque el resultado de dicha definición no les satisface, o porque no la encuentran acorde a sus propios prejuicios, con los que encima lanzan peroratas y homilías seudo científicas cargadas de una arrogancia inadmisible. ¿Qué es la indecencia, y aún más, y sobre todo, qué supone la indecencia sexual? Si se mantiene un respeto a los principios morales impuestos, si no se daña ninguno de esos principios establecidos por cada comunidad humana, ¿cómo puede decirse que la pornografía es indecencia? Ese respeto a la moral sexual, hija de los contenidos y estructuras políticas y sociales de un Estado concreto, ¿en qué sentido específico hemos de entenderla? O para ser más concretos, si tanto se dice que lo obsceno es lo sucio ¿quién define qué es lo sucio de lo limpio, un psicólogo, un ama de casa, un filósofo borracho? ¿Qué es eso de suciedad? «Discutir la naturaleza y el significado de la obscenidad es casi tan difícil como hablar con Dios» dice, bien a propósito, el escritor americano Henry Miller.
Hacemos, por tanto, la acusación de que los detractores de la pornografía se mueven entorno a ideas confusas, cuando no deliberadamente retorcidas y adaptables a sus intenciones. Como resumen de lo que apuntamos, el poeta y novelista Mario Benedetti, lo expresa con gran transparencia: «Esta discrecionalidad es justamente el peligro, ya que todo lo confía a la inteligencia, sensibilidad y amplitud de los censores, profesión esta en la que no suelen abundar los dos dedos de frente. El origen etimológico de la palabra pornografía (del griego "porne", o sea, prostituta, y "graphe", o sea, descripción) justifica ampliamente la primera acepción del Diccionario de la Real Academia Española: "Tratado acerca de la prostitución". Pero ¿cuántas obras acusadas de pornográficas caben dentro de esa acepción? Probablemente, ninguna. La segunda acepción dice: "Carácter obsceno de obras literarias o artísticas". Lo peligroso es fijar la frontera, ese movedizo límite donde termina presumiblemente lo artístico y empieza (no menos presumiblemente) lo obsceno.» Como es obvio, bajo el origen de esta palabra, solo verdaderos tratados de proselitismo pueden ser encuadrados dentro de tal concepto. Pero es que esa acepción empleada para obscenidad nos remite, tal y como apunta Benedetti, a la meta censuradora de la que hablamos antes, y que se apoya en conceptos vagos y nebulosos. Bajo niveles universales, el pudor se convierte en algo tan gratuito como cualquier mención sobre los honores de manera independiente a cualquier otro detalle de importancia: lugar, época, leyes, régimen político, revoluciones...
Pese a una enorme cantidad de trabajos en los que se alerta sobre el pensamiento difuso de tantas mentes timoratas, aún prevalece la idea de que, mientras el erotismo es elegante y sublime, la pornografía posee una naturaleza sórdida e injustificable. El afán de esos individuos por destruir lo que ellos consideran como «la decadencia y depravación humanas» posee, tal y como podemos imaginarnos, no solo muchos rasgos de gran hipocresía (pues algunos de esos iluminados con vocación censuradora no hacen sino apropiarse, en su vida privada, de los mismos productos que en lo público vilipendian con indignación tan vehemente) sino también de intensa ignorancia respecto al concepto mismo que tanto rehuyen a toda costa. La Iglesia cristiana lleva más de dos mil años utilizando semejante estrategia: pues lo pertinente, bajo el propósito de sus ministros, no es tanto definir como ocultar, y no solo el producto o actitud que persigan sino a la propia palabra que los representa. Nada se adapta mejor a los intereses de alguien que aquello que permanece bajo una definición vaga, brumosa, esencialmente maleable. Para ello, actualmente no se ha dudado un segundo es esgrimir razones espurias sobre lo bello y lo feo, lo elegante o lo tosco, lo casto y lo impuro. En la Iglesia hay numerosos ejemplos de teóricos de la vida sexual de sus contemporáneos; uno de ellos es San Juan Crisóstomo, que ataca la relación de dependencia sentimental del matrimonio al establecer que dicho vínculo es como una cárcel con la que se impide una ascensión hasta las alturas divinas. El hombre en matrimonio se preocupa más de los aspectos terrenales que de los sagrados o divinos. Ya San Pablo, en la carta a los Corintios, había dicho que el matrimonio era un refugio de débiles para huir de las tentaciones de la carne. Para San Agustín el contacto físico con la mujer precipita al hombre a un pozo de degeneraciones espirituales: «Nada contribuye tanto a derribar la mente del hombre de su ciudadela como las lisonjas de las mujeres. Y ese contacto físico sin el que no es posible poseer una esposa». El sexo para este «santo» queda asociado a un fin exclusivamente reproductor, nunca como forma de sublimar pasiones latentes o de conseguir un cierto grado de purificación del espíritu.
La Iglesia ha edificado un conjunto de pilares de la sexualidad del buen creyente. Curiosamente, la proclamación de la Familia como un «valor cristiano» es un asunto bastante más moderno de lo que muchos piensan, como ya ha quedado reflejado en algunos grandes padres de esta misma Iglesia, detractores de uniones de matrimonio y de apegos terrenales. Pues esta religión positiva, de tanto poder sobre Occidente, es una de las que mayor presencia tienen sobre las costumbres y ritos de tantos hombres. Hoy, en cambio, se predica la familia casi como un invento católico, cuando no es sino un giro de timón en su política establecida. El Vaticano ha ejercido durante mucho tiempo la labor de juez espiritual y estético, pues según sus postulados nada que atente contra Dios es, o puede ser bello, y en consecuencia, como el vicio y los seres concupiscentes representan una seria amenaza al Supremo, éstos no son sino feos, horribles o degenerados. Sería curioso sumergirse en la supuesta estética de ciertos poderes: lo bello es lo casto porque lo casto es lo cercano a Dios. Ese tipo de valoraciones se ha cuajado en artistas contemporáneos que establecen que existe una indisoluble unión entre lo ético (lo que ellos entienden por ética) y lo estético. Un aspecto nada superfluo, pues en gran medida en esto se basan los censores a la hora de esgrimir alguna razón contra parte de una obra humana. El argumento es el siguiente: la belleza no es sino el producto de una vida honesta. Lamentablemente, aunque quisiéramos creer tal cosa, no podemos sino decir que la honestidad (o la castidad, o aquello que quieran unir a lo bello como una idea supuestamente objetiva) no es una virtud encadenada a la belleza estética, pues ni siquiera se dice lo que se entiende por belleza (ya el propio Kant lo enuncia en su ensayito Sobre lo bello y lo sublime) ni si ésta es un atributo imprescindible de virtudes humanas. ¿Se habla de una belleza física, en una obra de arte, o bajo qué aspecto exactamente? Y en cualquier caso, lo que se supone bello, sobre todo en una obra, ¿es reflejo indudable de alguna supuesta virtud moral o ética? Ética y estética son dos lazos unidos por la casualidad de la Historia.
Desde la poderosa influencia del Vedanta en Grecia, sobre la base de un desprecio hacia los sentidos como parte del velo de Maya, pasando por el pensamiento platónico, según el cual las percepciones sensibles, aunque sombras sobre la caverna, permiten por medio del progressus ascender al mundo arquetípico y eterno de las Ideas, hasta los cambiantes postulados de la Iglesia cristiana, empapada a su manera de platonismo «interesado», el uso de la palabra impudicia ha sido extraordinariamente variable. Los regímenes políticos y sus propias ideologías han sido el eje de fuerza para retorcer esta idea tratando, asimismo, de venderla como algo universal. No obstante, a lo largo de la Historia, muchos escritores y filósofos han sido calificados de desvergonzados, valoración que, como repetimos, ha ido variando según el territorio y la época en donde nos hallemos: la estela es muy larga, sin duda, y de ella destacan, tanto algunos escritos libertinos de Ovidio, que mucho disgustaron al emperador Augusto, deseoso de imponer en Roma un nuevo modelo de virtudes (algo que acabó, por cierto, chocando con los desmanes de su propia familia, y en concreto de su nada casta hija Julia, a quien tuvo que desterrar finalmente a un islote), pasando por Boccacio y su propia obra, hasta el mismo modernismo de James Joyce, con esos pasajes del Ulises en donde se trata de forma poco «recatada» temas escandalosos de entonces, como el adulterio. Son bien conocidos los casos de censura que impusieron diversas fórmulas políticas, catalogando ciertas obras como «repugnantes»; tal es el caso, por ejemplo, del archifamoso poema Las flores del mal, de Charles Baudelaire, uno de esos poetas a quien deciden convertir en maldito casi por confusión generalizada. Y es que parece que lo que, desde ciertas instancias políticas y religiosas, se pretende proteger no es sino la conservación de un orden establecido. Ese supuesto orden moral es el que se ciñe como una cota de malla, no tanto para suprimir por completo los comportamientos y actos que penaliza, como para circunscribirlos dentro de los márgenes angostos de una marginalidad permanente. Sería interesante ver que dicha cota de malla ha funcionado, y funciona, como el resultado implícito de una falsa conciencia.
Como bien dijo Theodor Schroeder, la obscenidad no se encuentra en ningún libro ni representación alguna, sino que supone «una cualidad de la mente que lee o mira». La pornografía, dejando a un lado la nebulosa conceptual de tantos censores (censores de palabra y de actos, pues la mente censuradora registra su repudio público respecto a cualquier manifestación que suponga una amenaza a su no menos difusa «escala de valores») se halla así no tanto en las cualidades del objeto sobre el que se aplica como en la actitud de quien lo juzga. La frase del cineasta estadounidense Woody Allen de que el erotismo es la pornografía del otro es absolutamente certera por cuanto que describe ese hecho, tan pocas veces comentado, de que es el censor quien aporta los atributos de obscenidad y no su objeto de desprecio. Ese objeto de desprecio no lo es (despreciable) sino porque, sin duda, encarna en la mente de quien lo condena o rechaza una serie de ideas contrarias a las que este mismo inquisidor propugna. A este respecto, se habla hoy de que debe existir una censura televisiva, lo cual en muchos casos se debe a la estupidez de algunos demagogos y, en otros, a la ingenuidad de unos cuantos bienpensantes. La estupidez se halla en el hecho de considerarse rectores universales de lo que debe o no ser puesto en escena, tal y como ya ha hablado de esto Gustavo Bueno acerca de la «telebasura»: como si ellos encarnaran la voz definitiva e infalible que habla en nombre de la sociedad sobre la que actúan decidiendo contenidos. Por otro lado, la ingenuidad de algunos porque, pese a su buena disposición por suprimir ciertos programas de la tele, o al menos la de desplazarlos a franjas horarias que no estén al alcance de los niños (pues, ciertamente, resulta un poco preocupante que a la hora de la programación infantil se emitan sesudos debates formados por zorritas de medio pelo, cotillas homosexuales y chaperos calvos y enfadados), no ven la circunstancia de que, aplicando el mazo inquisidor para esto, habrían de hacerlo para otras muchas cosas, pues es difícil, por no decir imposible, saber cuándo concluye la censura, y cuándo ésta es o no necesaria: es el viejo problema de arrogarse unas competencias para algo que nos parece justo cuando el hecho de ejercer la censura para lo concreto supone, de inmediato, poder aplicarla para lo general.
Ahora que ya hemos desarticulado el término pornográfico, de uso mayoritariamente público entre quienes se han forjado una idea de lo que supone tal palabra, vemos que lo que se establece por consenso (una idea no menos vaga que dejarle a los censores la tarea de dilucidar qué es obsceno) como cosa pornográfica no es sino el hecho mismo en el cual se representan formalmente los órganos genitales humanos. Es muy superfluo decir que la pornografía es un producto humano, pues esto es claramente obvio. El que aparezca, como aparecen en tantos documentales de «vida salvaje», la relación sexual explícita de dos hipopótamos (mientras uno enorme y encaramado sobre el otro se afana en hacer bien su tarea sobre una charca), o la de dos canguros, o la del buen león de la sabana, no es, desde luego, algo pornográfico sino tan solo biológico: es sexualidad revelada en el plano puramente instintivo. Y es que para adentrarnos en las posibles intenciones sobre lo obsceno como supuesta exposición, sin tapujos, de los genitales humanos, es necesario que hablemos ahora del recato, algo también propio del hombre. Los humanos sentimos pudores de nuestro cuerpo (unos en mayor medida que otros, por supuesto, y en no en todas partes ni bajo cualquier «cultura» del mismo modo) y es por eso por lo que, fundamentalmente en los países del llamado primer mundo, tendemos a creer que el pudor es una parte propia de nuestra naturaleza cuando no es sino el producto consumado de una sociedad en concreto. Hay muchas tribus de la selva amazónica en donde las madres enseñan a masturbarse a sus hijos, lo que sin duda aquí, en España, es visto por muchos con gran perplejidad, cuando no con repugnancia absoluta. Queremos decir con ello lo que tantas veces se ha insinuado: que el pudor, como la obscenidad, no es sino un concepto confuso, pues varía con el tiempo y con las estructuras sociales que los emplea.
Existen tantos tipos de obscenidades como hombres para calificarlos. Exponer gráficamente (o por medio de la evocación literaria de imágenes) órganos sexuales en funcionamiento, ha servido, por lo común, para definir con alivio (ahora que el tratado sobre la prostitución no nos vale) el concepto de pornografía, así como para diferenciarlo del de erotismo. De esa forma, el erotismo, que se define como amor sensual, puede distinguirse, para estos mencionados censores, de la otra palabra, pornografía, en virtud del dudoso hecho de que entre una y otra existe una muralla llamada sexo revelado. Los frescos satíricos de la Roma imperial, en donde figuran en multitud de posturas los avatares amorosos de hombres y mujeres, hoy se consideran como una «pieza de gran valor artístico e histórico», escenas divertidas y curiosas de orgías humanas; no obstante, bajo el prisma del presente, nunca, o muy pocas veces suelen ser estimadas como repugnantes, vituperables, incluso impúdicas, etc. No solo eso: hasta se ha generado ese tipo de simpatías que se despiertan entre tantos pudorosos que, al ver los actos del pasado, no pueden sino verse reconocidos en ellos de alguna forma, sobre todo en la medida en que sienten una atracción inconfesable hacia ciertas imágenes desnudas, para las cuales no dudan en ponerse las manos sobre los ojos, aunque, eso sí, dejando siempre un hueco para seguir mirando. Otro tanto de lo mismo sucede con los Epigramas de Marcial, que al ser valorados como un documento histórico (un fresco de la vida diaria romana) no recae sobre ellos ninguna estimación peyorativa, sino que, a lo sumo, se les concede la categoría de satíricos o traviesos. Y sin embargo, cuando volvemos la mirada a ese pasado en el cual tratamos de ver las raíces del erotismo como concepto, no podemos sino asombrarnos ante el hecho de que esos frescos, esos libros y ciertas pintadas callejeras hoy serían muy mal vistas, consideradas como sórdidas o estúpidas, lo mismo que ir llevando por la calle un amuleto de Príapo, un solitario falo alrededor del cuello.
Lo difuso no está solo en el concepto de pornografía sino también en el de erotismo, que parece aquejado de los mismos males que su otra palabra hermana. La distinción no es baladí, desde luego, pues sirve para darnos cuenta de que las asignaciones no resultan, la mayor parte de las veces, sino arbitrarias, dependientes de contenidos morales, de estructuras sociales y políticas. La Cultura, descendiente del reino de la Gracia como un saber con el que el hombre supera a la Naturaleza, desciende su mirada benévola hacia las «obras de arte» del pasado para que con ello nadie, o muy pocos (tal vez, en el caso de EEUU, algún republicano timorato e hipócrita que mande tapar los pechos de las estatuas de su recinto de trabajo) se atrevan a acusarlas de inmorales, de «sucias» o repugnantes. Bajo los principios de que el erotismo es propio del arte, pues son innumerables los ejemplos de obras artísticas que han podido ser clasificadas de esa forma (desde Las Mil y Una Noches, pasando por El arte de amar, de Ovidio, hasta un largo etcétera), y de que lo pornográfico es la actividad o resultado de una conducta humana reprobable, los iluminados (que, son por cierto, muchos hoy en día) han trazado una línea del buen gusto con el fin de discernir lo que «es» de lo que «debe ser». El cine, la literatura, las pinturas, nos dejan testimonios constantes de representaciones explícitas de sexo (como la colección de dibujos al carboncillo de Pablo Picasso, o su serie de «Violaciones», tan aplaudidas por la crítica) que, sin embargo, y en base a la estima pública otorgada por la mitológica cultura en la que están inscritas, refulgen hoy como obras eróticas, y no pornográficas: son famosos los cuadros de Salvador Dalí de carácter «obsceno», como es el caso de El gran masturbador, o esa serie de dibujos muy explícitos de Picasso que abordan la sexualidad masculina tomando la mitológica forma de un toro.
Sobre los cánones de nuestro mundo, la pornografía no suele ser considerada como parte integrante de ninguna disciplina artística. Constantemente se dice que representa el mal gusto, cuando lo cierto es que no solo no se explica qué se entiende por tal cosa, sino que, además, a estas dos palabras se les otorga cualidades casi metafísicas, al plantearlas como Ideas que gravitan por encima de una conciencia universal, de un sentido común invariable. Atribuir a un producto humano (ya sea una película, un libro, un cuadro, etc) los adjetivos de bondad o maldad del gusto no es sino volver a ese campo tan oscuro de las apreciaciones personales, que no se fundamentan en criterios estéticos objetivos sino en prejuicios de orden moralista entorno a la exposición y difusión de temáticas que, a ojo de tantos mentecatos, dañan la dignidad humana hasta deteriorarla. El mal gusto existe, no queremos ponerlo en duda, pero para ello es necesario, no solo decir si es un «mal gusto» de uno o varios individuos, o si lo es de todos al mismo tiempo, sino también qué representa lo malo respecto a lo llamado bueno, y cuáles son los criterios que hacen que lo malo sea desdeñable respecto a eso que se nos vende como bueno. Por supuesto, el catolicismo ha pintado mucho en todas estas consideraciones, como ya apuntamos antes en las ideas de orden y poder de la Iglesia, siempre atenta de regir la vida ética y sexual de sus fieles. El cinturón de castidades morales que predica aún hoy el Vaticano, junto a sus alegres opiniones acerca de diversos aspectos, como el uso de preservativos (condenando incluso el usarlos en países de África contaminados por el SIDA) o la relación física entre homosexuales (a quienes llaman viciosos), no hace sino situarnos en el contexto de una cierta ideología que no se percata del hecho de que, bajo el reino de Dios, los cambios y estimaciones sobre diversas materias han cambiado con los siglos, las épocas y los hombres. No digamos ya si nos referimos a la moralidad impuesta del Islam y esos preceptos de un macho dominante que decide sobre la vida y obra de sus mujeres. Ya se sabe que el buen fiel y suicida que lucha en nombre de Mahoma va al Paraíso, en donde le esperan 73 vírgenes tan hermosas como serviles. Hoy, esa misma promesa de sexo ultraterreno se instala en la conciencia mutilada de tantos «mártires» que vienen a inmolarse porque Aláh les ayuda en su causa. Las religiones positivas mayoritarias (Cristianismo e Islam) controlan así los instintos de sus adeptos a través de la fórmula clásica, aunque no por ello menos útil, del premio y el castigo. El homosexual en el cristianismo va derecho al caluroso infierno, eso es inevitable. En cambio, el padre de familia y fiel de su propia esposa tiene todas las papeletas para irse al Cielo.
La antropología ha dedicado buena parte de sus esfuerzos al propósito de ver los condicionantes sociales y políticos que determinan los distintos roles de la sexualidad humana. Desde los Paraísos perdidos de Margaret Mead y sus Adanes y Evas samoanas hasta la sexología moderna, abanderada por feministas ociosas y resentidas, existe un largo catalogo de tratados sobre esos instintos que, al aplicarse a un celo eterno (esto es, a un deseo que no depende de ninguna época del año), adquiere una dimensión gigantesca en toda sociedad política. Pulsiones que, controladas por cada cultura, cada tradición establecida y cada régimen de turno, quedan de ese modo a merced de los criterios de fanáticos religiosos, de políticos moralistas, de ciertas multinacionales sin escrúpulos, de células poderosas e interconectadas que cambian el sentido y concepto de las palabras con el fin de manipularlas a su propio antojo. Y es que el sexo viene inscrito en el entramado social, y no como lo entienden en la Polinesia, por ejemplo, donde se considera como algo esencialmente malo y que no pertenece a dicho conjunto. Pero, si dentro de una sociedad existen mecanismos de poder, entonces, ¿no es razonable que consideremos que el control del sexo como actividad social es un control de la vida de los ciudadanos, de los consumidores? La clasificación de lo obsceno o lo pecaminoso tiene resonancias puramente religiosas por cuanto que la Iglesia tiende a creer que la vida sexual fuera de los preceptos marcados por sus dogmas no es sino una seria amenaza a su propia estructura. El cieno, el barro moral con el que se salpica la conciencia del hombre contemporáneo hace que, muy a menudo, éste se sienta cohibido ante la manifestación de esas referidas pulsiones. Sin embargo, no podemos quedarnos solo en el terreno de la Iglesia católica: debemos ir desde la ideología y dogmas impuestos a los políticos que proyectan leyes relevantes (sobre el aborto, el matrimonio de homosexuales, la píldora anticonceptiva, etc) hasta los mandatos de grandes corporaciones que, inmersas en el mercado pletórico, no hacen sino marcarnos continuamente pautas de conducta sexual establecidas.
¿Y qué es lo obsceno entonces? Lo obsceno es, popularmente, lo sucio, y lo sucio es así lo condenable, lo que es necesario reprimir mientras los políticos deciden en el Parlamento la regulación de ciertas relaciones humanas, la Iglesia bendice a sus fieles y condena el anticonceptivo, y las multinacionales nos venden su propia noción de los pecados carnales, representada en las televisiones y anuncios como el factor constante de una moda, de una tentación (sexual, se entiende) hacia el producto en venta. De todos modos, luego nos ocuparemos de la pornografía del mercado pletórico. Nótese a este respecto que lo obsceno es un asunto que queda hoy centrado, obsesivamente, en el sexo y sus circunstancias: en la nebulosa ideológica decir «eso es obsceno» es imponerle a lo referido una inevitable etiqueta sexual. Y yo me pregunto: ¿es esa vinculación artificiosa de lo obsceno al sexo algo que nace espontáneamente? Es razonable decir que no. Y es que existen intereses más o menos ocultos por atribuir a la sexualidad humana atributos preestablecidos con los que, ya de partida, imponer peticiones de principio. Por eso muchos piensan que lo «pornográfico» es obsceno, y como lo obsceno es algo repugnante (lo que se enseña sin tapujos, «sobre escena»), la pornografía repugna o es asquerosa, o simplemente degrada. Se ha construido un molde, una mascara de infamia. Quiénes construyen la mascara es algo complejo de discernir, pues no son pocos los poderosos a los que les interesa esto: la Iglesia, los partidos políticos, ciertas agrupaciones, algunas multinacionales y sus principios depredadores de mercado libre. Las grandes corporaciones mandan mensajes subliminales de modelos de macho y hembra humana, de patrones de conducta y de relación social: ¿no es el sexo una parte prioritaria de dicha relación? Como ejemplo de lo apuntado, ya se sabe la influencia que poseen los laboratorios farmacéuticos, capaces de imponer lo que debe venderse al mercado, no por asunto de ningún fin público, sino por grandes remesas de algún fármaco en stock y en el que se han invertido millones de euros. Por ejemplo, es bien conocida esa tendencia a hacer una tragedia pública sobre la menopausia cuando son los laboratorios quienes, a través de la publicidad visual de sus «antídotos contra la depresión de las mujeres», no hacen sino conducir a tantas consumidoras a la compra de ciertos productos relacionados con esta fase biológica femenina: se venden así millones de cápsulas con hormonas amén de otros productos que, en el pasado, se ha demostrado que, no solo no fueron beneficiosos para sus organismos, sino que les provocaron algunos trastornos severos. Y sin embargo, hoy estos centros de poder marcan lo que debe o no venderse, lo que debe o no hacerse, lo que debe o no decirse. Intereses financieros, estrategias políticas, afanes religiosos (de religiones positivas), todos estos elementos presionan de un lado o de otro con el fin de modificar concepciones maleables solo para su propio provecho.
3. ¿Qué es lo erótico?
Acabamos de confirmar que ciertas cuestiones relacionadas con el sexo se hallan controladas, en buena medida, por grandes centros financieros y políticos, y que son éstos y sus propios intereses los que marcan los roles de cada mujer y cada hombre en Occidente. Naturalmente se trata de una influencia cuyo origen no es espontáneo ni en cuyo fundamento dejamos de ver el hecho de que ninguna de estas estructuras poderosas existen de forma independiente o aislada, sino que se encuentran, asimismo, determinadas por causas efectivas, dentro de concéntricas nebulosas ideológicas. No se trata tanto de que halla un Gran Hermano que controle la vida sexual de cada persona como de la existencia absoluta de centros poderosos cuyas metas son las de ejercer dicho control, algo que finalmente consiguen en ciertos sectores sociales. La sexualidad es uno de los temas que más tienden a manipularse, a falsearse. El mercado pletórico ha hecho difundir con eficacia mensajes contradictorios respecto a temas sobre sexo. Igual que con la obscenidad, núcleo sobre el que gira el pensamiento de tantos conservadores que predican la decadencia del americano y el europeo sobre la base de sus costumbres relajadas, el erotismo se halla en el centro de la polémica, pues, paradójicamente, y al contrario que con lo obsceno, lo llamado erótico posee un veredicto positivo o favorable. Con las particularidades pertinentes, lo cierto es que, a lo largo del siglo anterior (y especialmente en las últimas décadas) se ha fomentado una idea de erotismo que entronca con el estudio de Nietzsche sobre lo apolíneo como base de las artes humanas. La contemplación extática por lo bello ha hecho que, sobre la fórmula mágica de la Kultur alemana, las obras de la Antigüedad tomen el cariz de eróticas por cuanto que el erotismo proviene, como producto de Eros, de la contemplación por lo Bello, lo que no sucede con lo llamado obsceno, que entra a formar parte de aquello que atenta, supuestamente, contra el arte y la Cultura con mayúsculas. El erotismo es obra del artista, del creador que refleja una idea pura del arte que no debe ser corrompida por la llamada pornografía, descendiente de Voluptuosidad. Sin embargo, tal y como veremos pronto, esa muchacha (Voluptuosidad) sigue siendo hija de quien es, es decir, de Eros, por lo que lleva su misma sangre.
En Europa ha habido no pocos casos de choque entre ese supuesto buen orden moralista y ciertas obras trasgresoras, algunas de las cuales ya hemos mencionado antes, como el célebre poema de Baudelaire. Pero con el cine este impacto ha sido muy superior por cuanto que confronta, de forma simultánea, los prejuicios de muchos espectadores con la realidad de ciertas películas. Cuando se estrenó en el festival de Cannes la película japonesa de Nagisa Oshima El Imperio de los sentidos (1976), se produjo por toda Europa un gran revuelo, pues era la primera vez que muchos se enfrentaban a una obra que siendo, a juicio de tantos especialistas, un buen relato (esto es, tras aplicarle los criterios estéticos y supuestamente objetivos de los que hemos hablado en el anterior epígrafe), resultaba salpicada de escenas de sexo obvio. El occidental bienpensante no podía entender que una obra de arte cinematográfica pudiera hallarse «contaminada» por la sombra de la pornografía. Entonces, algo confusos, decidieron con rapidez transformar el concepto para convertirlo en erotismo. La dureza del deseo, lo llamaron, y de esa forma se salieron por la tangente sin tener que enfrentarse a sus propios prejuicios. De cualquier modo, el caso es que ya entonces regresó el dilema erotismo-pornografía, y es que la «crítica seria» tuvo que aceptar, aunque fuese a regañadientes, la evidencia de que un producto de valor artístico, o de cierto interés narrativo, puede tener a veces temáticas «obscenas». La obscenidad sexual dejó de ser, durante muy poco, el refugio marginado de mentes mórbidas y supuestamente deformes, de seres autocomplacientes e improductivos.
Películas posteriores como El último tango en París (1973) de Bernardo Bertolucci, o la cruda y visionaria Crash (1996), del canadiense David Cronenberg, han acentuado este dilema del sensualismo y la sordidez, ambos dentro del territorio del valor estético. El llamado cine X (que posee, como sabemos, esa clasificación fundamentalmente debida a que es lo innombrable, lo «desconocido», como la constante matemática, que permanece en la sombra) existe casi desde el nacimiento del cinematógrafo, pues es obvio que, desde el mismo instante en que un hombre se hizo con una cámara, y tuvo cerca a una o varias mujeres dispuestas a colaborar con su deseo (lo expreso en términos no morbosamente machistas sino aplicados a la realidad histórica de entonces, donde la mujer tenía mucho menos poder que ahora), o incluso de llamar a otros hombres para tal rodaje (nacimiento del cine llamado Gay), se constituyó en seguida un mundo entonces oscuro destinado al consumo clandestino de ciertas clases pudientes. Ya se sabe, por ejemplo, que el rey Alfonso XIII demandaba películas de este tipo para su propio uso y disfrute. El cine pornográfico, apoyado en los logros tecnológicos de una nueva industria (la del cinematógrafo) permaneció durante mucho tiempo recluido en las sombrías salas de consumidores no confesos, e incluso avergonzados por su pecaminosa conducta. Sin embargo, la llegada de Oshima y sus obras El imperio de los sentidos (1976) y El imperio de la pasión (1978), hicieron retorcer la idea clásica y pública de una pornografía encerrada tras los barrotes del Mal gusto.
La difusión extraordinaria de productos cuyo sentido, directo o incidental, se esconde en la estimulación erógena (o sensual, como a muchos gusta decir para tener limpia su conciencia) por medio de una serie de clichés preconcebidos, de los que luego nos ocuparemos, supone en el siglo XX toda una revolución para una industria, la del sexo, que en las últimas décadas ha tomado un poder e influencia formidables. El sector del ocio y el entretenimiento han incorporado a sus filas a un incómodo compañero llamado pornografía, un negocio boyante que cada año mueve miles de millones de euros, con empresas, americanas y europeas, que poseen casi tanto poder como muchos paupérrimos países de África, auténticos oligopolios que cotizan en Bolsa y que mantienen sus acciones por las nubes. Tras dos guerras mundiales que conformaron la estructura política del planeta, bajo el Imperio americano de EEUU, y ya asentados los Estados del Bienestar en Europa (aunque ahora presenten ciertas dificultades, entre otras cosas por la pujanza de China que, con su competencia feroz, ha hecho que países como Alemania reduzcan por el momento sus prestaciones sociales) se puede decir que solo hay dos negocios cuya rentabilidad permanece invariable, constante y próspera: uno es el negocio de pompas fúnebres, el otro el del sexo. La habitación roja, verdadera metáfora del carácter clandestino que durante tanto tiempo han tomado los productos asociados con la pornografía (o el erotismo, en su caso, pues en ciertos países es pornográfico que una mujer enseñe un pie desnudo, por ejemplo) se ha transformado, con el auge de los medios de comunicación y el imparable ascenso del torbellino tecnológico, en una zona abierta y sin fronteras a la que acceden millones de personas diariamente. El 80 % del contenido de Internet, verdadero y cósmico cajón de sastre de la Humanidad, es de naturaleza sexual y, en casi todos los casos, de carácter pornográfico en la medida en que se muestran infinitas imágenes, publicaciones y películas donde lo que prevalece es, básicamente, ver a uno, dos o más seres humanos haciendo sexo. La cota de malla de los pudores se ha disuelto en el ácido de un ámbito en el que cada cual puede exhibir lo que quiera, lo que nos ha demostrado, asimismo, lo mucho que quieren enseñar algunos cuando les permiten hacerlo. Naturalmente, este inmenso río de imágenes, caudaloso y en constante crecimiento, se desborda a veces ante la aparición de redes delictivas que trafican con videos y fotos hechas a niños. Un mundillo realmente sórdido que, a través de las acusaciones de proselitismo (sería, en efecto, el único caso que pudiese solaparse a la acepción de la Real academia de la Lengua española) ha manchado a otras partes de un negocio con las cuentas tan claras como cualquier otro. La prostitución, el narcotráfico, el abuso a niños, todo este rosario de infamias se achaca a la pornografía actual, al menos en la vertiente de ciertas acusaciones sin mucho fundamento, hechas por predicadores iluminados y por guardianes del buen orden.
Sin embargo, estas mismas acusaciones pueden plantearse también para un almacén chino de alpargatas que sirva de tapadera a negocios turbios relacionados con las mencionadas actividades delictivas, por lo que no es el carácter pornográfico de una industria (o su bondadoso reflejo erótico) lo que hace que se registren casos de pederastia, o de venta de droga. Se ha tendido a relacionar casos particulares con una industria en su conjunto de la que muchos, en su infinita hipocresía, echan pestes mientras siguen consumiendo de ella. En ningún caso, a excepción de las religiones, se materializa mejor el fenómeno de la falsa conciencia como con la pornografía. Por supuesto, ha habido y hay quienes sencillamente la detestan, o quienes la reducen a un espectáculo bochornoso e indigno donde el hombre se convierte en una máquina automática, un juguete con atributos imposibles que se encuentra amenazado por la posibilidad de caer roto en cualquier instante. Pero todos esos críticos no hacen sino exhibir los mismos prejuicios que tienen los iluminados respecto a las consideraciones estéticas y el buen gusto. Muchos de los clichés de las novelitas eróticas francesas del siglo XIX tienen a doncellas que espían detrás de una puerta. Lo que hay tras la puerta no tiene significado si la doncella novelesca no se lo otorga, si no se perturba o excita ante la visión que la cerradura le ofrece. Podemos así aferrarnos a la palabra pornografía como si tratase de un producto de la actividad humana que, al quedar representado en revelación de imágenes (una película, un cuadro, un dibujo) o bien en evocaciones literarias, produce un estímulo erógeno cuya variación depende de quien observa o evoca tales escenas. Bajo ese plano definitorio, no son pornográficas las relaciones íntimas de una pareja, sino simplemente sexuales; tiene que existir, como sabemos, una intención interpretativa, o meramente descriptiva de ese mismo asunto, para que alcance el supuesto estatus de pornográfico: por eso la pornografía, como el erotismo, está relacionada con la intención y no con la mera práctica de unos hechos. Por eso, el llamado erotismo, como la pornografía, se ocupa de un aspecto esencial de la vida humana cuyo origen es, en su fondo, semejante al de las obras adscritas al género de terror o de comedia. Como hemos apuntado, ese voyeurismo (palabra francesa que explica bien el fenómeno) es el núcleo de la pornografía moderna, plagada y saturada de imágenes que suelen plasmarse en una pantalla de televisión o cine. El género erótico necesita, como cualquier otro género, de una complicidad entre el supuesto sentido de la obra y los esquemas mentales de quien la interpreta.
Ahora que los buenos puritanos, muy a su pesar, contemplan cómo es ya imposible recluir a esta industria en una simbólica habitación roja, se abalanzan contra ella acusándola de machista, de tener a la mujer como un mero objeto. Lo cierto es que, en no pocas ocasiones, tienen razón a la hora de darle semejante apelativo, ya que la mujer no controla sino una parte minúscula del negocio (aunque con las salvedades de ciertas actrices americanas y europeas, ya millonarias) y muchas veces es, encima, supuestamente «usada» por los hombres que manejan los resortes de dicha industria. Pero con eso no se está sino atacando a un modelo cuya relativa y supuesta verdad genérica no consume el hecho de que no por pornográfica ha de ser machista una obra, pues también existen ejemplos de mujeres, como la célebre escritora Anaïs Nin, que han hecho erotismo «obsceno», y sin embargo nadie las ha acusado de feministas o, si lo han hecho, no es con un negro deje inquisidor. Si el sistema social es machista (también debemos ver cuál sistema en concreto, con sus particularidades) entonces hay que aplicar esa misma valoración a cualquier otro género de actividad humana, y no solo a las industrias del porno. Es esa estructura y su funcionamiento, por medio del control de aparatos de poder gubernamentales, principalmente, la que se apodera de las empresas y no al contrario, por lo que la industria del sexo es solo un ejemplo de sus efectos y no la causa misma. También es machista Hollywood al pagarle, por lo común, mucho menos a sus actrices que a los actores, y sin embargo nadie suele decir que la mayoría de asuntos y temas abordados en las películas americanas -a excepción de obras como Las horas (2002), por ejemplo- tienen a hombres como protagonistas. Claro que eso no interesa, o si lo hace es siempre bajo la condescendiente mirada de quien juzga un asunto que, después de todo, se repite en todas partes. Y es que nos referimos al doble rasero con el que se marcan juicios morales cuando algo encaja, o no, en el rígido modelo de algunas mentes puritanas.
Lo que pasa es que cuando ese machismo se aplica a los contenidos explícitos del sexo, enseguida se convierte en degradación femenina. No dudamos, insisto, que haya, como las hay, interpretaciones machistas que convierten a la mujer en el objeto de deseo del hombre. Pero precisamente en eso se basa, en gran medida, una parte del erotismo, que es el que concibe dicho hombre: ¿por razón de qué argumento se puede decir que ese erotismo masculino es peor que el realizado por las mujeres? Existen obras maestras del género que han sido creadas por la sensibilidad masculina, que es, por cierto, una de esas cosas en las que muchos idiotas no creen de ningún modo, pues tienden a caricaturizar al macho humano y a reducirlo a la condición de primate en celo con instintos básicos, inútil para sutilezas. Por otra parte, el erotismo femenino también utiliza al hombre como objeto de su deseo, pues no de otra forma se puede entender dicho erotismo. Según un estudio científico, entre las fantasías eróticas más frecuentes, tanto de hombres como mujeres, se encuentra la de tener ciertas aventuras con extraños, por ejemplo, algo muy común a ambos sexos. Una y otra visión, masculina y femenina, completan el conjunto de la compleja sexualidad humana, de manera que hacer distinciones y jerarquías entorno a las cuales, no se sabe bien por qué, ensalzar un erotismo por encima del otro, no es sino ver solo un lado de los dos existentes. No digamos ya cuando las feministas actuales acusan al hombre (ahí es nada, como un ente genérico) de «segmentar» a la mujer en partes por medio del fetichismo, un asunto del que también se ha hablado y escrito mucho, y que tiene a Freud como a uno de sus mayores estudiosos. No obstante, pronto se descubre que las mujeres tienen también sus fantasías, y que si el fetichismo no está supuestamente tan arraigado en ellas no es sino por causas sociales y culturales, y nunca biológicas o psicológicas: nosotros consideramos, a este respecto, que tanto hombres como mujeres se centran en detalles, más o menos sutiles, respecto del otro sexo, pues es evidente que nadie imagina a nadie usando criterios amorfos, abstractos, o empleando formas místicas como las que usa San Juan de la Cruz a la hora de describir a su Amado: Llama de amor viva, las montañas, las ínsulas extrañas, los valles, los ríos nemorosos... . todos esos simbolismos poseen una profundidad sensual enorme de la que artísticamente no dudamos, pero no reducen la cuestión de base. Si muchas mujeres controlasen la industria del sexo, es muy posible que usaran hoy su propia sensibilidad, su propia visión, su propia forma de ver las cosas (influida, asimismo, por la sociedad y el modelo político establecido), la cual no es ni mejor ni peor que la usada por los varones. Pero también, sin duda, pronto aplicarían ellas los objetos de sus fantasías propias, teniendo, por lo común, al hombre como objeto de su deseo.
Desde ciertas instancias, puritanas, feministas o simplemente demagogas, existen muchos reproches hacia la pornografía masculina. Acusaciones despectivas como la de la neo feminista Shere Hite, al establecer que, en base a los clichés y al modelo de mujer-objeto que vende la industria del entretenimiento erótico, la pornografía difunde una enseñanza perniciosa, me recuerdan a las de aquellos que consideran que el mundo de los videojuegos de acción convierte a sus hijos en asesinos en potencia. Pero con esto, lejos de acercarnos a la realidad, estos demagogos no hacen sino alejarnos de ella, pues, para el caso de los videjuegos (a los que, por cierto, también acusan de machistas) la vida que tratan de enseñar a los niños es muy distinta de la realidad con la que han de enfrentarse. Cuando se acusa a una película de violenta, no se está sino describiendo un fenómeno al que, en seguida, se le otorga una clasificación moral: la violencia es mala, dicen los pedagogos de hoy en día. Y, no obstante, ninguno de esos que critican la violencia de la pornografía hace lo propio a la hora de poner a sus hijos frente a un televisor repleto de imágenes truculentas, propias de cada telediario. Habrá que definir antes qué entienden ellos por violencia, y en tal caso, si ésta ha de ser calificada con designaciones morales de buena o mala (la buena violencia, la mala) cuando lo cierto es que cada acto del ser humano está presidido por esa misma cualidad básica, explícita o implícita, pero realmente existente en cada uno de nuestros actos. Respecto a otra famosa acusación, la de que el cine pornográfico no es un género, o que en todo caso no es sino un repertorio de documentales escenificados sin trama ni valor artístico alguno, de nuevo volvemos al ejemplo de directores como Nagisa Oshima, que han revolucionado ese timorato prejuicio de que cada vez que surgen órganos genitales en funcionamiento, esa obra es deleznable. Acusan a la pornografía de utilitarista, de onanismo visual, de estar construida entorno a clichés predefinidos: y sin embargo, quienes la acusan de esto no suelen decir que, como todo género (literario, pictórico, cinematográfico) la pornografía se ciñe rigurosamente a sus propios esquemas. Es como si acusamos al género del western de repetitivo y previsible, cuando lo cierto es que no hay película donde no salga un Saloon, un cuatrero, un horizonte de montañas agujereadas y moduladas por la erosión del desierto. Y es que cuando aplicamos el mismo criterio del western al del cine erótico, por ejemplo, nos damos cuenta de que este cine utiliza resortes semejantes: en lugar de un Saloon suele haber una cama, en vez de un cuatrero lo que existe es un personaje fogoso (quizás el clásico hombre del butano, figura ad hoc pero necesaria), en lugar de un horizonte de montañas aparece un dormitorio. Quien afirma categóricamente que el cine porno no es un género, y por tanto, que no puede haber en él obras de interés artístico, debe considerar que la aplicación de los clichés de la novelita francesa decimonónica es la misma, por ejemplo, que para el caso de la Ciencia ficción, que, con sus particularidades, presenta siempre mundos futuros, androides, y naves galácticas: ¿por qué no dicen que ésos tampoco son géneros?
En consecuencia, ni un producto humano de naturaleza pornográfica es machista por el hecho de ser pornográfico (Anaïs Nin es un ejemplo de ello, aunque también hay una larga ristra de mujeres que usan el erotismo en sus obras, como la libertina escritora inglesa Aphra Behn), ni el cine ni la literatura «obscenos» dejan de ser un género, tan respetable como cualquier otro. Y si existen productos realmente utilitaristas, habría que definir también qué entienden los timoratos por tal cosa, pues dicho concepto económico que, tiene en el estudio de la Utilidad marginal su máximo hito, es igualmente aplicable a cualquier otro aspecto. Si uno lee una novela con la intención de entretenerse, y si dicho libro consigue ese resultado, entonces, con independencia de posibles valores artísticos, la tal obra posee un carácter utilitarista. La utilidad marginal, que es la utilidad adicional que un consumidor obtiene por cada unidad añadida de producto que consume, se adapta con perfecta simetría, de la misma forma para una obra de suspense (otro género establecido) que para una erótica.
Desde que el hombre ha concebido un universo simbólico entorno a su propia sexualidad, la función simplemente reproductora ha pasado a un segundo plano, encontrando en el sexo la manera idónea de conseguir un bienestar físico. Naturalmente, este deseo, adaptado a las condiciones actuales de la era moderna, y cuando en el primer mundo se dispone de toda clase de objetos del mercado pletórico, se ha metamorfoseado en obsesión auténtica sobre la cual reposa la vida cotidiana de muchos individuos. Las clases de terapia sexual, las «conversiones» de la mística hindú, despojadas de su sustrato ideológico y centradas, cómo no, en el centro gravitatorio del orgasmo, han pasado a ser el pan nuestro de cada día. Un mercado que impone formas y modelos, pero de los que la pornografía no es el verdugo o culpable sino una más de sus numerosas victimas. Los programas de educación sexual también juegan ahora, como hace algunos años lo hicieron capitaneados por la señora Elena Ochoa (hoy, Elena Foster, esposa del famoso arquitecto del high-tech) una importancia grande en los programas televisivos de varias cadenas españolas, entre los que destaca, sin duda, la presencia casi inevitable de la sexóloga Lorena Verdún, una joven con cara de niña empollona, propia de las alumnas distraídas aunque formales que, durante clase de matemáticas, piensan en la foto de un pene vista en el recreo. No obstante, como sucede con las esterilizadas enseñanzas del Tantra, las clases de sexo no son, generalmente, sino reclamos de audiencia en las cuales, por medio de un atroz banalismo, se cuentan anécdotas sobre campeonas del orgasmo, erecciones a media asta o sobre vibradores supersónicos.
Otro aspecto de interés unido al satanizado mundo de la pornografía erótica es el de la publicidad, que también es un negocio que mueve mucho, mucho dinero, y que hoy gravita entorno a los reclamos, más o menos suaves, del deseo físico y sus encantos. Si quieren vendernos un coche, nos meten dentro una chica bonita, si nos ofrecen un perfume de mujeres, aparece un macho musculoso y afeitado, medio desnudo... .Y es que está demostrado que el sexo, no solo vende, sino que incita al consumo por medio de excusas a veces difícilmente explicables. Tanto es así que podemos decir, a estas alturas, que uno de los engranajes más efectivos del mercado pletórico se encuentra en el erotismo. Es más: usando los mismos resortes de la pornografía (la misma incitación, los mismos clichés) marcas tan prestigiosas como Coca Cola (y su anuncio del machito sudoroso de la construcción que es observado por un grupo de secretarias libidinosas), Alpha Romeo o Channel (aquel anuncio de aquella apetitosa caperucita roja de piernas largas), se sirven de modelos y formas de los que luego, muchos admiradores de estas imágenes, reniegan al verlos trasladados a una obra con propósito erógeno. Y sin embargo, como ya hemos repetido, la pornografía actual no es la culpable de ninguna situación creada sino la consecuencia de algo cuya causa permanece, en ocasiones, muy oculta. Los iluminados de espíritu que, una y otra vez, reniegan del erotismo porno al considerarlo degenerado, dicen toda clase de maravillas sobre esos anuncios en los que el producto del mercado pletórico se confunde con el cebo sexual: la chica con el coche, el hombretón con el perfume, etc. De nuevo la falsa conciencia planea sobre esta sociedad conformista y autocomplaciente. La estructura, el mecanismo de captación hacia un «objeto» (ya sea un video casero, un coche o una lata de refresco) es idéntico al empleado por ese sector «perverso» del erotismo pornográfico. Se acusa a la pornografía de vivir solo en base a reglas anquilosadas de conducta, a esos clichés según los cuales no hay espacio para mentes imaginativas, pero luego, curiosamente, no se dice lo mismo sobre el inmenso planetario de imágenes sexuales cuya finalidad es, en su fondo, mucho menos honesta que la del género llamado pornográfico, pues en el primer caso se emplean artimañas de estímulos y respuestas para atraer a un consumidor en potencia hacia un producto que no tiene relación alguna con el cebo que lo hace atractivo, mientras que con el porno (ya sea, en forma de películas, revistas, fotografías, fotonovelas, cuadros, etc) lo que existe es una transparencia razonable en cuanto a lo que se persigue y lo que se alcanza.
Por tanto, ya que hemos demostrado que el erotismo pornográfico es un género como cualquier otro, incluso desde ese reconocimiento muchos se resisten a aplicarle los mismos calificativos que a cualquier otra obra de ficción. No obstante, los ejemplos de obras narrativas cubiertas por el supuesto velo degradante de la «cruda» representación visual de sexos y coitos (llamémoslos así, por ser finos) son muchos, y se pueden hallar, sin ir muy lejos, en los casos clásicos de la literatura. El compendio de cuentos y narraciones orientales (y no solo musulmanas) de Las Mil y Una Noches, es una punta de lanza medieval con la que atravesar la conciencia retrógrada de estos censores de palabra, cuando no de actos. Leamos, si no, este pasaje del cuento Historia del rey Umar al- Numán y de sus dos hijos Sarkán y Daw al-Makán: «Al día siguiente la esclava Marchana se acercó a su señora y le lavó la cara, las manos y los pies. Después llevó agua de rosas y le lavó la cara y la boca. Entonces la reina Ibriza tosió, vomitó el narcótico y sacó de su estómago un pedazo como si fuese una píldora. Lavó de nuevo la boca y las manos y preguntó a Marchana: «Dime, ¿qué me ha ocurrido?» Le refirió que la habían encontrado tendida sobre la espalda, con la sangre corriendo entre los muslos. Así se dio cuenta la reina de que el rey Umar la había poseído y se había unido a ella gracias a una estratagema.»
¿No les parece a estos seres inquisitoriales que los resultados de la violación de la reina del cuento alcanzan una supuesta falta de pudores muy visible, bien propia de la pornografía? Pero si esto no les convence, lean nuevas descripciones de otros relatos de este gigantesco mosaico narrativo: «Al verme sonrió, me cogió entre sus brazos y me estrechó contra su pecho. Puso su boca en la mía y me chupó la lengua. Yo hice lo mismo.»
O bien, para entrar en calor:
«Cuando el genio la vio, dijo: —¡Oh, señora de las sederías, a quien rapté en la noche de bodas! Quiero dormir un poco. A continuación, el genio apoyó la cabeza en las rodillas de la muchacha y se durmió. Ella levantó entonces la cabeza del genio de encima de sus rodillas, la dejó en el suelo, se plantó debajo del árbol y les dijo por señas: —¡Bajad! ¡No temáis a ese efrit! —¡No, Dios nos proteja! ¡Dispénsanos! —¡Os lo digo: o bajáis o despierto al efrit en perjuicio vuestro, ya que os matará de mala manera! Estas palabras les atemorizaron y descendieron. La joven se plantó delante de ellos y les dijo: —Alanceadme con un potente lanzazo; si no lo hacéis, despertaré al efrit y lo instigaré contra vosotros.»
Esta última historia (curiosamente, la primera de esta obra) sobre un genio maravilloso que viaja con un baúl en cuyo interior esconde a una ninfómana a quien le gusta chantajear a otros hombres para que se revuelquen con ella, no es sino el relato clásico del que se nutre el género de ficción erótica, y en donde una jovencita de apariencia recatada (de nuevo la virtud como enseña o estandarte) resulta ser un putón verbenero que engaña siempre a su propio marido: uno de los clichés predilectos del cine y la literatura pornográfica, llena de situaciones comunes que afrontan excusas con las que proyectar los estímulos adecuados. Por otra parte, haciendo un breve repaso, podemos asegurar que la literatura, como forma de expresión artística, nos ha dejado la obra erótica de muchos autores, como los irreverentes latinos o los poetas sufíes y su mística sensualista. En el ámbito de las religiones cristianas también hay ejemplos bastante insignes. Del siglo VII d.c. tenemos poetas como Strabon, Sedulio Scoto o Agatías (éste último famoso por ese compendio de poemas amorosos titulado Dafníaca). En el siglo XI aparece Baudril de Bourgueil, con un poema tan sensual como ambiguo:
Me achacan también que, hablando cual los jóvenes hablan, escriba versos a muchachas y muchachos. He escrito, sí, varias cosas donde amor es el tema, y a mis versos les gusta el uno y otro sexo.
Del siglo XII destaca Hilario, autor de dudosa procedencia aunque supuestamente inglés, y en cuya obra anuncia a los goliardos. Y así podemos pasearnos por el medievo dejando constancia de una expresión, que modulada por los versos latinos, se halla constante en cada tierra, en cada régimen, en cada reinado. Una evocación que, partiendo de la lírica de lo idealizado, conduce inevitablemente hasta el refugio de una promesa hacia los placeres carnales. Leamos, si no, lo que dejó escrito el obispo de Rennes, Marbod (1035-1123) y que alumbra el hecho de que, pronto, como ya antes había dejado claro Platón en el Fedro, la Idea (lo que para nosotros toma la envoltura de instintos primarios) toma fuerza bajo la supuesta apariencia del deseo físico:
Loca erraba mi mente, presa de ardor de placeres... ¿No amé por ventura a ellos o a ellas más que a mis ojos? Pero ahora, alado niño, autor de amor, queda fuera, y lugar para ti, Citerea, no la haya en mi casa Los brazos de un sexo y del otro ya no me deleitan.
Como expone Harold Alvarado Tenorio en su artículo Poesía y erotismo en la edad de la fe, son muchos los testimonios de obras eróticas en una época marcada por el imperio absoluto de la Iglesia. Sobre la estela de narraciones orientales de Las Mil y Una Noches, El Decamerón (1349-1351) es un hito en la literatura de Occidente. Esta obra marca un punto y aparte en la tradición e insufla una influencia que atraviesa años y revoluciones: desde Juliette, o las prosperidades del vicio, de Sade, pasando por el erotismo velado y romántico de Madame Bovary, Ana Karenina o Historia del ojo, hasta ciertas novelitas modernas como Delta de Venus, de Anaïs Nin. Pero quizás sea Sade, el «divino» marqués, quien encarna mejor la figura de esa sombra tenebrosa de la virtud a la que ataca desde todos los frentes, constituyendo, no solo una cumbre del mejor erotismo, sino el establecimiento de unas Ideas que golpean muy fuerte al optimismo de Leibnz, por ejemplo, algo de lo que ya toma nota el propio Volteaire en su Cándido, aunque con otro enfoque: y es que Sade, como Voltaire, se nutre del pensamiento cervantino de que el mundo es como es y no como les gustaría a algunos que fuese. La lucha de la virtud de Justine contra las tentaciones del vicio recuerda, poderosamente, a esa confrontación quijotesca entre la virtud caballeresca y la falta de principios de un mundo corrupto e imperfecto. Ponemos un ejemplo de su novela Historia de Juliette, que es donde puede verse mejor lo que hablamos sobre esos infortunios de la virtud maltrecha:
«Durante esta inteligente exposición, Mme. de Norceuil y los muchachos se habían dormido. —¡Qué imbéciles son estos seres –Dice Norceuil–; son las máquinas de nuestras voluptuosidades, y eso es demasiado poco para sentir nada. Tu espíritu más sutil me capta, me entiende, me adivina; Juliette, lo veo, amas el mal.»
En otro orden, en el opuesto, podemos decir que, bajo la fe cristiana y su dedicación a la «virtud» religiosa, en nuestra propia literatura tenemos el ejemplo sublime de San Juan de la Cruz, que usando toda clase de metáforas sensuales, y sobre la cima de la poesía erótica sufí, no hace sino establecer una gran mística del erotismo. Caso particular y casi único que confirma el hecho de que, a veces, los extremos, como puntas de una herradura, tienden a tocarse. El uso reiterado de imágenes con una vocación inefable (el Amado, experiencia extra sensorial) se apoya en la contradicción visible de escenas y objetos que en obras como Cántico espiritual (obra inspirada en esa cima del erotismo que es el Cantar de los cantares bíblico) no hacen sino ejercer la presencia de un fetiche. Veamos, si no, este fragmento de dicho Cántico:
«Gocémonos, Amado, Y vámonos a ver en tu hermosura Al monte o al collado Do mana el agua pura; Entremos más adentro en la espesura»
En esta obra maestra, una vez acallada la pasión, Juan describe sin tapujos la feliz melancolía que flota tras la fogosidad de un encuentro con resonancias eróticas:
«Que nadie lo miraba, Aminadab tampoco parecía, Y el cerco sosegaba, Y la caballería A vista de las aguas descendía.»
Los simbolismos repetidos degeneran y se transforman en tópicos inevitables, en situaciones comunes. Cuando en un género se abusa de recursos manidos, de círculos viciosos, acaba pareciendo una mera deformación de sí mismo, de sus fines o sus posibilidades. Pero, en el erotismo, como muestra el poeta español, los tópicos no pertenecen sino a quienes los emplean, y no a todo un género. Podríamos seguir colocando ejemplos de esos llamados clichés de la pornografía erótica en obras que hoy gozan de la mayor de las reputaciones. Un caso es el Ulises de James Joyce, con ese pasaje erógeno de la descripción del sexo de una joven que mantiene las piernas abiertas en una playa irlandesa, aunque, claro, ¿quién puede acusar de sórdida a esta obra encumbrada por la crítica de todas las generaciones, incluso por aquellos que no conocen ni comprenden el experimento modernista? ¿Y quién no deja de reconocer en el marqués de Sade a un buen escritor, un clásico de la literatura erótica, cuando sus obras, y en concreto Justine, presentan pasajes claramente obscenos (al menos en la mente de quienes los juzgan de tal modo)? ¿Es que no hay pornografía en Trópico de Capricornio, en Ada o el ardor, en El amante, en un largo etcétera a los que la crítica, de nuevo, y bajo las ideas sublimes de la Cultura, ha otorgado la clasificación de obras inmortales? Si de hecho existe esa obscenidad de contenidos, ¿puede decirse que ésta es, o puede ser erótica? ¿Es lo obsceno erótico o, a fin de cuentas, puede llegar a serlo? La respuesta entonces a la pregunta qué es el erotismo se apoya en su reflejo temible: erotismo es, sin duda, la pornografía del otro, de ese otro que estima como degradante algo cuyo sentido cambia según numerosos factores.
4. La pornografía del mercado pletórico
El cine nos hace volver a la fórmula literaria de la doncella que espía tras la puerta. La cámara es hoy la cerradura, nosotros la doncella. La compenetración entre las imágenes reveladas y el espectador que, no solo las recibe sino también las interpreta (como ya apuntamos antes), hace que cada ojo receptor adopte la categoría del mirón, del voyeur afrancesado. Podemos mirar y asomarnos por la pantalla (como muestra Cronenberg en su Videodrome) y no importa lo que veamos: lo importante es que lo estamos viendo, que las imágenes están siendo procesadas en nuestro cerebro y que, de alguna forma, algunas de ellas poseen un poder específico que nos afecta en mayor o menor medida. A través de la cerradura de la puerta (1900) es una obra pionera en ese sentido, como también lo es El amor a todas las edades, de Lucien Norguet (1902), muestra de tempranero cine erótico. Pero, como apunta Francisco Campa en un artículo sobre este tema, quizás la película primigenia del erotismo cinematográfico sea El beso, de 1896, un año después de que los hermanos Lumiére mostrasen su máquina de las maravillas en un Café de reputación dudosa. Es en El beso donde aparece por primera vez una manifestación amorosa y explícita entre una mujer y un hombre, algo escandaloso para el buen recato de muchos. Por supuesto, para nosotros las supuestas perversiones, el erotismo o lo pecaminoso no están tanto en la simbólica cerradura (la lente de una cámara) como en el ojo que mira a través de ella, pues a veces se tiende a confundir ambas miradas cuando ambas son distintas. Es obvio que el cine parte de una cierta actitud, algo que han dejado patente autores como Dziga Vertov, Luis Buñuel o Alfred Hitchcock. Pero, en el fondo, en la vida no ofende aquel que quiere hacerlo, sino quien toma como objeto de su ofensa a los que, bajo ciertas condiciones, han de ofenderse. Como en esos carteles, formulados en grandes rótulos parpadeantes, en los que se alerta sobre lo mucho que se puede herir la sensibilidad de uno ante ciertas imágenes, lo cierto es que quien desea asomarse por la cerradura de la puerta está tomando una posición de partida de no menor calibre que la de quien hizo la obra en concreto. Luego, se puede ofender por medio del visionado de una película, en la que se encuentren cosas que puedan desagradar a cualquiera de los mirones pero, ya de partida, el que mira ha tomado una posición muy clara, propia de ese voyeur curioso que se asoma ante la excitante posibilidad que le ofrece lo que pueda ser desconocido, o aquello que viene a atraerle. El sentido verdadero de la obra no se «materializa» sino hasta cuando el espectador recibe, ya en su propia mente, la secuencia de dicho trabajo rodado o escrito. De la misma forma, un libro no es erótico (ni sentimental, ni cómico ni existencialista) sino hasta el momento en que quien lo lee percibe la intención de su autor, la cual no ha de ser exactamente la misma en uno y otro individuo, pues el erotismo visual de Rita Hayworth en Gilda (1946) varía según el «ojo» que lo valora. La intención, tan necesaria en la pornografía como en el erotismo (separando ambas por el momento) es imprescindible, pero también se hace inevitable que haya un receptor que interprete la obra. Un libro no es más que un objeto, una cosa material cuyo supuesto fin puede ser el que sea, pero que no cobra su fuerza, su propósito revelado, si no hasta cuando alguien lo abre y comienza a leerlo.
Sobre este asunto habla Carmen Peña-Ardid en su libro Literatura y cine (Editorial Cátedra, Signo e imagen) donde estudia a conciencia las cualidades del cinematógrafo: «Recordemos, a este propósito, la interesante reflexión que hizo Roland Barthes - a partir de algunos fotogramas aislados de los films de Eisenstein - entorno a lo que llama el «sentido obtuso» de la imagen. Dicho sentido, más allá del sentido obvio y de los simbolismos que éste implica, será definido como un «significante sin significado», puesto que no se puede describir al quedar «fuera del lenguaje (articulado), pero, sin embargo, en el interior de la interlocución». Estemos o no de acuerdo con Barthes cuando localiza aquí la esencia de lo fílmico, lo cierto es que la imagen y la cadena de imágenes del film producen un suplemento de significación que trasciende su mera representatividad e, incluso, su función en la estructura del relato ¿En qué medida capta el espectador este «sentido obtuso» tan difícilmente verbalizable en principio? Dependerá quizá de su competencia, de su formación, de lo «evidente» que lo haga el film. Pero, en cualquier caso, hay que contar con ello antes de situar la imagen «analógica» por debajo de la potencia significativa de la palabra (pensemos, además, que no han faltado escritores que hayan aplicado, en su recreación de motivos filmicos, a intentar «describir» o parafrasear esos «sentidos obtusos» más o menos como hace el propio Barthes recurriendo al modelo del haiku japonés)» Captar el sentido de las imágenes viene así determinado por la formación y conocimiento de quienes las procesan in situ, que es a lo que acabamos de referirnos antes, y de lo que también habla Peña-Ardid respecto a los iconos. La designación del «sentido obtuso» de la imagen nos sirve ahora para encajarla en nuestro razonamiento sobre la implicación activa del individuo que ve una película o lee un libro. Umberto Eco también hace alusión a ese hecho de la imagen muda, la cual, como tantas veces suele decirse, no es tan «elocuente» frente a mil palabras (esa estupidez de «una imagen vale por mil palabras»). Y es que para Eco la prueba evidente de que el signo icónico no es siempre tan incontestable (tan explícito en su contenido con solo observarlo) es que va muchas veces acompañado por textos alusivos: «incluso cuando se lo puede reconocer aparece cargado de una cierta ambigüedad - nos dice el señor Eco- siempre denota con más facilidad lo universal que lo particular... por ello, en las comunicaciones que apuntan a la precisión referencial, necesita ser anclado por un texto verbal». Prueba necesaria de lo que apuntamos, y a lo que se refiere el ilustre semiólogo, y es que esa naturaleza visual no habla tantas veces por sí misma como muchos pretenden hacernos creer: ¿qué habla por sí misma, la imagen o el supuesto símbolo que la representa? ¿No será más bien la cualidad y percepción de quien la juzga y analiza la que otorgue rangos establecidos a dicha imagen? Fuera de la intención del director o escritor ¿es que no existe una atribución de «significados», de simbologías? Parece razonable que así es.
Entonces, sobre estos cimientos, podemos suponer que existen más que sólidas razones para desintegrar, de una vez por todas, esa falacia de que el cine porno «habla por sí solo», como si quienes afirman esto no quisieran concluir cualquier conato de polémica respecto a ese mismo hecho, es decir, respecto a ese aspecto relativo de lo que habla por sí solo. Pero nada habla por sí solo si no hay una interpretación que comprenda ese supuesto lenguaje de significados. Decir que la Las meninas de Velázquez es un cuadro que habla por sí solo no es decir prácticamente nada. Y además, en el espacio del arte, ¿Quién puede atribuirse la función universal de catalizador estético? ¿Quién dice eso de «esta obra habla por sí misma»? La realidad es que se trata de otra artimaña, tan bien urdida como la de la asociación de lo obsceno a lo pornográfico, ya que es un modo de zanjar cualquier posible opinión contraria sobre imágenes reveladas cuyo significado es, para ellos, universal e independiente, no ya de quienes las vean, sino de las épocas en donde se sitúen. Por eso, muchos de esta escuela del puritanismo hipócrita dicen: «es que esas imágenes son asquerosas, lo dicen todo de la película» Bien, a estos argumentos falaces habría que replicar con lo siguiente: lo dicen todo para usted, no me cabe duda, pero no para un improbable ente cósmico ni para cualquier individuo con independencia de su formación u origen. Esta generalización, consistente en pasar de lo particular a lo genérico es muy propia de ese tipo de personas. No digamos ya si hablamos de los centros de poder en cuyos mensajes se esconden razones ocultas y manipuladoras. Pero está claro que quienes hablan en esos términos no hacen valoraciones estéticas sino dogmáticas, procedentes de mil causas que no se hallan en si la película es «bonita» o «fea», sino si se adapta o no a las normativas que ciertos centros de influencia les han inculcado a ellos desde la tierna infancia, casi desde que una «mano invisible» (al buen estilo de Adam Smith) iba meciendo sus propias cunas.
En su estudio El porno no ha alcanzado su edad de oro, Raymond Lefevre procuró hacer una separación figurada entre lo erótico y lo pornográfico. Para ello se basó en su teoría de la «estética del close up», y según la cual, supuestamente, mientras el cine erótico hace gala del elegante plano medio, el porno cinematográfico se centra solo en un primer plano cerrado cuyo objeto son los genitales. Dicho plano supone una revelación severa de lo que apenas se intuye en el plano medio. Según Lefevre, el cine porno destruye el misterio de un erotismo encadenado por puritanos y mentes retrógradas. Personalmente, considero que esta apreciación de orden estilístico (erotismo = plano medio, pornografía = primer plano revelado) no es sino una descripción particular que no consume la naturaleza de ambos géneros, supuestamente diferenciados por la posición de la cámara. Pues, si se mira bien de cerca, los argumentos de Lefevre no son ciertos en la medida en que la pornografía no presupone una dedicación única y obsesiva a ese primer plano de los mecanismos sexuales humanos, ya que volvemos de nuevo al problema que se planteó al principio: la dificultad extrema en hacer separaciones, no ya entre un género u otro (en apariencia dos géneros diferentes) sino entre ambas naturalezas; el problema de ver si, en efecto, lo erótico no puede ser pornográfico y viceversa. De manera que esa alegre matización de «estilos» (el pornógrafo es, bajo esa inopinada teoría de Raymond, un miope frente a la amplitud de campo visual del erotómano) no es sino teórica, aparente, ya que nos conduce a la certeza absoluta de que, no solo en algunas partes lo erótico es pornográfico, sino que algo puede ser pornográfico y erótico al mismo tiempo, coexistiendo su finalidad erógena y su condición de imágenes reveladas. ¿Quién dice que la revelación de la imagen ha de ser por fuerza empobrecedora? ¿No es esto un juicio estético de quien lo afirma con tanta seguridad? Porque lo cierto es que hemos demostrado que una obra puede ser erótica en el sentido en que transmita una sensualidad (si nos adaptamos, aunque sea un segundo, a esa nebulosa puritana de quienes entienden erotismo como algo bello pero que no causa excitación alguna) teniendo dentro de dicho sensualismo contenidos e «imágenes» de sexo explícito que se adentran en el maldito campo de lo obsceno. La ocultación no tiene por qué ser erótica, ni tampoco la pornografía es obscena si bajo ciertas estructuras sociales encaja dentro de aquello que mantiene el pudor y no ofende a las tradiciones y leyes. Por eso, ya de antemano, antes de sumergirnos un poco en la Historia del cine X moderno, habría que decir que lo que muchos se esfuerzan en separar no se encuentra tanto en las raíces de ambos conceptos como en la disposición reguladora, dogmática o cargada de prejuicios de los censuradores.
Cine X y cine erótico se entremezclan tanto que, realmente, para ciertos eruditos en la materia, se hace muchas veces imposible distinguirlos a uno del otro, tal vez porque juntos forman un solo cuerpo creativo del que no se ha hablado aún demasiado y cuya consecuencia directa es, sin duda, la demolición de los antiguos términos bajo el reemplazo de alguno nuevo que defina con mayor exactitud lo que se pretende. Sin embargo, es muy posible que también entonces no hubiera acuerdos generales por la sencilla razón de que estamos hablando de un cine cuyo eje es la sexualidad humana, y que, por tanto, se halla condicionado a la «cultura» de cada Estado de origen. Por centrarnos en el tema que nos compete, desde que el cine X occidental adquirió un cierto perfil maduro con la exhibición de películas rodadas en 35 mm y en salas grandes, el panorama ha cambiado de muy diversas formas. Los largometrajes de los 70 son ejercicios de entretenimiento con guiones con vocación narradora, y en los que el erotismo se superpone hábilmente a la trama. Tras la puerta verde (1972) es un ejemplo significativo de cine porno que, flotando siempre entorno al centro magnético de los encuentros sexuales, posee una cierta finalidad artística. Algunos críticos sesudos tienden a decir que, por aquella época (antes del la primera crisis del petróleo), aún bajo los restos residuales de la era Hippy y la psicodelia narcotizada, se elaboraron un buen puñado de obras clásicas del género erótico, vertebradas, casi exclusivamente, bajo la excusa de la excitación erógena. Bajo los mismos principios sublimes de la Cultura mitológica, se quiso creer (como aún se cree actualmente) que solo las obras hechas en 35 mm y exhibidas en salas de arte y ensayo podían aspirar al rango artístico. No obstante, como ya hemos apuntado, la trayectoria de esta clase de cine no pudo ser sino diametralmente opuesta a la de dichos prejuicios y consideraciones. Desde la ya clásica Garganta Profunda (1972) hasta los clónicos subproductos del video doméstico que se vuelcan continuamente sobre la pantalla de Internet, los cambios de la industria del sexo han sido enormes. Y es que, ante los menores costes en el rodaje de películas de baja o nula calidad, los productores decidieron un cambio de estrategia, optando por los espacios confortables de los videoclubs, a los que acudían los clientes secretos y camuflados de estas películas, que en cada visita alquilaban, por ejemplo, y como quien no quiere la cosa, Las aventuras del pato Lucas, E.T. el extraterrestre y, debajo de todas las anteriores, formando una pila sobre el mostrador del negocio, Sandy la ninfómana.
Hacia los años 80 el cine erótico pornográfico se difunde en cantidad de millares de películas al año: a partir de entonces, y más que nunca, el género se adapta sin complejos a su condición de marginalidad fingida, pues es evidente que, aunque nadie ve una porno (todo el mundo niega hacerlo) las cuentas de resultados de las mayores productoras se van incrementando de forma vertiginosa. El consumo es tan masivo como silencioso, y no se ha parado en ningún momento. EEUU es el país donde se ejerce con mayor elasticidad la falsa conciencia del puritanismo hipócrita, capaz de poner el grito en el cielo porque la cantante Janet Jackson enseñe una teta, y la vez ser uno de los mayores productores de esa misma pornografía que tantos repudian. En las últimas elecciones a gobernador de California, una actriz porno llamada Mary Carey, de la productora Kick Ass, se presentó como candidata competidora de Arnold, el favorito, y lo cierto es que no sacó malos resultados después de todo. Si la votaron es porque muchos la conocían, suponemos, y si en sus campañas electorales la rubia y siliconizada Mary aparece enseñando una camisa ajustada, casi desbordada por sus propios atributos, es porque el reclamo de los anuncios televisivos se aplica de igual forma a la promesa de un buen gobierno: un buen gobierno (bajo asociaciones casi absurdas) es igual a una ninfómana. Por cierto, en este orden de cosas, no podemos olvidarnos de la diputada italiana Cicciolina, que durante sus años mozos llegó a protagonizar películas de zoofilia junto a caballos tan bien dotados como confusos. Vemos de esa forma que, cada vez que el monstruo pornográfico asoma la cabeza al recatado mundo de los grandes pudores, aparecen las contradicciones visibles entre quienes reniegan del mismo y quienes, casi subrepticiamente, lo apoyan, pues es obvio que, aunque nadie, o muy pocos salen a la luz reconociendo ver pornografía, el negocio crece a pasos de gigante, estimulado por una supuesta fuerza solitaria e invisible. El género pornográfico ha encontrado en el cine su medio de difusión perfecta, pues es en la explicitud de las imágenes en donde se apoya gran parte de su «filosofía». Ha encontrado en la tecnología de la imagen y en la difusión de los mercados un ámbito perfecto para consumir, si hace falta de modo clandestino, una serie de gustos personales, una serie de confesiones privadas o de secretos inconfesos. El mercado proporciona de continuo toda clase de ofertas variadas acordes a las demandas de cada persona, lo que quiere decir, en el orden de lo que hablamos, unidas a la naturaleza de sus preferencias sexuales.
Un aspecto interesante con el que confirmar definitivamente que nos hallamos ante un género como cualquier otro, ha sido y es la confirmación del nacimiento de «estrellas» de la pantalla que se convierten en verdaderos mitos. La mitología se encuentra asociada a la constitución de leyendas que tienden a darle a cada historia humana un halo épico. Entre los millares de actores porno de la industria del sexo visual, destacan actrices y actores cuya fama traspasa los espacios supuestamente cerrados de lo clandestino. Tal vez la mitomanía comience con el actor John Holmes, famoso por el casi inverosímil tamaño de su miembro erecto: estamos seguros de que, en tiempos de Calígula, Holmes (verdadero homo erectus), hubiera sido considerado como la auténtica reencarnación de Príapo. Es en este actor, ya fallecido, en donde se inspira Paul Thomas Anderson en su Boogy nights (1996) para recrear el mundillo, entre decadente y alegre, de la industria de los 70 y parte de los 80. La actriz norteamericana Tracy Lords también ha pasado a los anales del cine X por causa morbosa de sus primeras películas, las que hizo hacia los 80, cuando aún era menor de edad, lo que ocasionó entonces un gran escándalo público. Este mismo caso, con algunas resonancias sórdidas, se matiza bastante cuando vemos que nadie obligó a Lords (por supuesto, se trata de un seudónimo) a intervenir en esos productos, y que incluso, durante aquellos años de «actuación», fue una de sus mejores y más reputadas actrices. En la actualidad, la señora Lords protagoniza películas supuestamente «serias», con más pena que gloria, aunque a sus seguidores les inunda ya una agridulce nostalgia al verla haciendo cameos (en este caso, en sentido figurado) en películas de acción como Blade 2, del mexicano Guillermo del Toro. Ron Jeremy es otro icono que ha destacado entre la masa de trogloditas automáticos y muñecas de plástico; y es que resulta difícil olvidar, aunque se haya visto solo una vez, a ese hombre moreno, con un bigote de vendedor de plátanos y una barriga redonda y peluda como la de ciertos simios. Pero tal vez uno de los mayores mitos de la historia sea el italiano Rocco Siffredi, que ha hecho trascender este cine por medio de su popularidad carismática, centrada en su fogosa puesta en escena; tanto ha contribuido a que el género llegue hoy incluso a los oídos de los más timoratos, que puede considerarse uno de sus mejores embajadores. El mercado pletórico ha encontrado en Rocco el modelo perfecto con el que difundir la esencia del porno; actor versátil y sorprendente (destacado por Hamlet X y la versión «dura» de Tarzán, o por su caracterización del marqués de Sade, en una de las mejores obras de Joe D'Amato) Siffredi colabora en otras películas con vocación ambigua, como Romance (1999), dirigida por la francesa Catherine Breillat, además de hacerse famoso por haber asegurado, en previsión de posibles contingencias, su «herramienta de trabajo» en un millón de dólares.
Como ya hemos dicho, los 80 son los años de la proliferación masiva del video doméstico, lo que hizo evitar a muchos ese mal trago de ir a una sala de cine X vestido con gabardina y gafas solares. Entonces, el video californiano se difunde como las esporas de una semilla que anega el mercado, constituyendo la base de un tipo de películas en las que, a diferencia de los argumentos más o menos sólidos de las obras de los 70, las tramas son casi inexistentes. Es decir, las películas, ahora revestidas de un carácter comercial intenso, volvieron a los orígenes del siglo XX, cuando se mostraban escenas cuyo fin era la simple excitación sexual. Además, se crearon con ello cuadros comunes de un universo repetitivo y automático en el que los actores americanos, verdaderos culturistas robotizados, retozan eternamente junto a esa clase de rubias de silicona que se mueven como juguetes artificiales. Probablemente, esta clase de subproductos ha contribuido a ejercer y asentar el prejuicio de que la pornografía atenta contra la imaginación mientras el erotismo la sublima. Respecto a esto último podemos decir que de nuevo volvemos a las raíces del problema planteado, pues erotismo no presupone, como estimulación erógena, ninguna fantasía maravillosa de la mente. Es más bien una supuesta mala utilización de la pornografía (de lo que se conoce como tal, aunque según cuándo y dónde, ¿no les parece?) lo que ha hecho que se suponga que, como esas películas idénticas de los 80 y 90 se centran solo en los primeros planos genitales, la pornografía no puede concebir imaginación alguna: lamentablemente para los iluminados y censuradores de espíritu, obras como las aludidas Mil y Una Noches o El imperio de los sentidos contradicen esta creencia.
Pero si aún hoy quedan resabiados que se resisten a creer que haya obras de sexo explícito donde la trama sea una parte importante de las mismas, nos quedan los ejemplos categóricos de directores como Tinto Brass, que a menudo ha hecho sus pinitos en el género en películas como Calígula (1979), protagonizada por Peter O'Toole; Valerian Borowczyk, con su famosa La Bestia (1975), auténtica fábula erótica que explora el lado esencialmente primitivo de ciertas pulsaciones, reducidas por la civilización moderna a la categoría de residuos inconvenientes; Mario Salieri, autor afamado que ha dirigido obras donde el morbo y la poesía se unen formando un vínculo secreto, como es el caso de sus Cuentos inmorales (2001); Lars Von Trier, autor esnobista y vanguardista que, no solo no dudó en meter una escena pornográfica en su famosa Los idiotas (1998), sino que además ha rodado una serie de películas de este género, aunque bajo una difusión y popularidad mucho menores; Pierre Woodman, antiguo «niño prodigio» de la superpoderosa productora sueca Private, en donde ha filmado obras de cine X que rompen todos los prejuicios entorno a un mundillo de camas y argumentos nulos, lo cual viene formalmente demostrado en obras maestras como La Pirámide (1996), rodada en El Cairo y con argumento detectivesco, o la extraordinaria Tatiana (1998), una trilogía ambientada en la Rusia de Nicolás II; también destacan autores como Andrew Blake, experto en convertir una película de sexo explícito en un preciosista espectáculo de fotografía delicada, como un anuncio de perfumes, y a años luz de la consideración de que el porno ha de ser o es por fuerza chabacano.
5. Una conclusión
A modo de conclusión, solo nos queda resaltar las falacias sobre las que se sustenta el pensamiento moderno de Occidente, cargado de prejuicios y manipulaciones mediáticas con las que se estigmatiza a la pornografía actual por considerarla obscena, cuando lo cierto es que ninguno de esos detractores sabe bien qué se entiende por obscenidad, ni, en cualquier caso, qué significa con exactitud hablar en nombre del Género Humano respecto al pudor cuando éste no es sino el resultado de cada civilización existente. Hemos visto que estos mismos iluminados, tranquilos por sentirse miembros del planeta Cultura, otorgan un cierto esplendor al erotismo, al que no dudan en definir del modo más elogioso cuando lo cierto es que, tampoco en este caso, definen claramente qué es, con absoluta precisión, lo erótico; y es que suele hablarse de lo erótico apelando al buen sentido común, como si tal designación cubriese a la especie humana con independencia de las estructuras sociales, políticas, religiosas. Nuestra conclusión no deja la menor duda: el erotismo existe como condición inevitable del hombre, pero no es un concepto unívoco respecto del cual pueda decirse que se manifiesta del mismo modo en todos los lugares y épocas. La pornografía suele definirse como la representación formal de unos contenidos explícitos, pero esta descripción no agota ni aclara nada, fundamentalmente cuando, desde la Real academia de la Lengua española, se nos insiste en decirnos que pornográfico es aquello que resulta obsceno, falto de pudores, lo que nos precipita, por enésima vez, a la dificultad de origen, a la nebulosa definitoria, en cuyo uso, por cierto, nunca se han escatimado fatigas a la hora de emprender feroces ataques de puritanismo recalcitrante. Por supuesto, nuestra posición sigue clara: la evocación o inducción de unas ciertas sensaciones erógenas no se encuentra ligada al hecho de si ciertos contenidos son, en efecto, explícitos o implícitos, principalmente porque los mayores inquisidores de lo pornográfico, utilizando las mismas estrategias que con el erotismo (esto es, hablando en nombre de la Humanidad, del Buen sentido común) nos hablan, para triturarla, del buen gusto frente al malo. Todos estos conceptos (pornografía, erotismo, obscenidad, buen y mal gusto) son tan relativos y, en ocasiones, tan difusos que tales empresas de diatriba en nombre de la moral o algo semejante, no son sino vulgares excusas con las que imponer un orden establecido de pareceres. Los mismos que hablan del buen gusto sin tomarse algunas precauciones (como las que hemos tomado nosotros) son los que apelan a los conceptos sublimes, como la misma Idea mitológica de Cultura. Y ya se sabe que, bajo el reino maravilloso de la Gracia, el monstruo pornográfico es un mal sueño que alguna vez tuvo el Hombre pero del que, no obstante, no sabe bien cómo desembarazarse... si es que alguna vez quiso hacerlo.
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kuoyifusunbit · 2 years
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LA ESTRUCTURA DE LA REVOLUCIONES CIENTÍFICAS (Breviarios)
LA ESTRUCTURA DE LA REVOLUCIONES CIENTÍFICAS (Breviarios)
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linmar-15 · 3 years
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INFORME SEVERO SARDUY.
Severo Sarduy
Cosmología Barroca
La obra de severo Sarduy, crea una de las circunstancias más importantes de las que se haya tenido conocimiento en nuestras letras, ya que, por su particularidad, ha convertido el conjunto de su obra en uno de los principales fundamentos teóricos de lo que actualmente se conoce como el concepto de neobarroco.
El neobarroco tiene una propuesta que permea los espacios del quehacer cognitivo del hombre contemporáneo.
Una de las particularidades que caracteriza el pensamiento de Sarduy, es su específico reposición de los fundamentos de la cultura del Barroco, De esta forma el pensamiento de Sarduy actualiza las circunstancias del mundo, dieron inicio a la construcción del hombre moderno.
La metáfora juega un papel fundamental en el trabajo del autor. Es el transporte que utiliza el poeta para proyectar de una ciencia que interpreta el universo –la teoría de la elipsis de Kepler-. Esto, con el objetivo de mostrar el camino que ha seguido la cultura al distanciarse de la creencia modélica y arquetípica.
En sus escritos sobre el Barroco, Sarduy asevera que cuando se presenta a nivel del pensamiento, una transformación de paradigmas, se requiere a nivel retórico una nueva forma de comunicar dos niveles inestables y distantes. Estos son el retrato vinculado del universo que desaparece del mundo, es decir, la visualización de un nuevo paradigma que ingresa a reemplazar a otro.
A partir de allí, el Barroco sufre una nueva actualización, concebido como un pensamiento oscilante que crea lazos entre las dos inestabilidades mencionadas.
En su primera aparición se presenta como la pérdida simbólica del eje y expresión de la inestabilidad, y en el momento actual, podría identificar algunas de sus coordenadas propias, leído en función de la Teoría del Bing-Bang, es decir, una explosión inicial, que se explica como una potencia de la energía, que corre de la nada amplificándose.
Es, entonces, que en los escritos de Sarduy sobre el cosmos, los astros y sus órbitas, son la máscara que esconde la nada del inicio. De igual manera, la escritura es la máscara que esconde la nada esencial de la realidad, pudiendo afirmar entonces que para Sarduy, epísteme y escritura son términos reemplazables e intercambiables el uno por el otro, y que el discurso Barroco, es el enunciado estético de un agonista espectador del espectáculo cósmico.
Sarduy recalca que la figura retórica que trabaja como piedra angular de su pensamiento y que posibilita la transmisión entre las dos realidades, es la metáfora.
En el estudio del arte Barroco, el escritor Severo Sarduy lo asemeja con la ciencia. Éste, toma como modelo la “Estructura de las revoluciones científicas” de Thomas Kuhn, implementando y desarrollando un sistema propio que origina un análisis visual o figurativo. En su ensayo titulado Barroco, Sarduy asevera que el paradigma de este periodo histórico surge por el contraste entre dos formas claramente definidas: el círculo de Galileo y la elipse de Kepler.
El sistema geocéntrico de Ptolomeo, consiste en un modelo de esferas concéntricas en el que la tierra ocupa el espacio central. La llamada “Revolución Copernicana” consiste, en un cambio de eje: la Tierra es desplazada por el sol como centro del sistema. El modelo se modifica, movimiento que el cubano identifica con el lenguaje figurado retórico de la metonimia.
En contraparte, el modelo de Kepler forma un cambio radical. En éste, el centro se ha desdoblado y el círculo se ha convertido en una elipse. Lo que antes era un centro único, irradiante, luminoso y paternal (sol), ha sido desplazado por un doble centro que opone al foco visible uno igualmente real, pero cerrado, como si fuese un punto ciego.
La anamorfosis se halla en el paradigma barroco. Así como la elipse es un disturbio del círculo; la anamorfosis es una depravación de la perspectiva y de su código que es la vista de frente. La perspectiva es el sistema matemático perfeccionado en el Renacimiento para la representación de un espacio tridimensional en una superficie bidimensional. La anamorfosis se relaciona con la perspectiva con su aspecto más fantástico: constituye un descentramiento de los principios de la perspectiva artística.
Tanto la alegoría como la anamorfosis componen la base del Barroco. Según Sarduy, ambas figuras ejecutan una desestabilización del sistema dominante, igual que la elipse de Kepler modifica el modelo circular del universo, “La anamorfosis logra su desorganización sistemática empleando los medios del código regulador”. El símbolo referido es el de la perspectiva.
En la cosmología de Kepler se puede ubicar la “retombeé” haciendo alusión al descentramiento del círculo. La eliminación del centro único, tiene repercusiones en el espacio simbólico por excelencia: el discurso urbano.
La noción de barroco en Sarduy establece la generalidad de una distribución de pensamiento que coincide con el compás del universo. Su viaje, trata de enseñar que la naturaleza de la verdad no es absoluta Al perder la ilusión del eje, central, estítico, centro dominante y dominado, una ruptura se hace palpable, pero esta es como un descenso del alma al cuerpo: hacer realidad que lo que vuela de la materia es su corporalidad.
El hombre, adherido a la racionalidad clásica, no puede aceptar el correrse de ese centro en constante movimiento elíptico: algo se descentra o, más bien, lo desdobla, afirma Sarduy.
Comprender las teorías sobre el barroco de Severo Sarduy, involucra la necesidad de una cooperación, a nivel creativo y vivencial, de ubicación en un sitio otro, a que nos viene instruyendo lo moderno.
Se puede suponer también, que los paralelismos cosmológicos que ofrece Sarduy como hipótesis general del barroco y el neobarroco forman un método de referencia, respecto al que se toman las distancias respectivas. Y que a pesar de la movilidad/quietud constante de sus afirmaciones, al plantear esa elipse, Sarduy crea un sistema de coordenadas en el cual se puede inscribir el barroco.
Para Sarduy, la poética del Barroco es una retórica, del cual un “yo”, nunca podrá expresarse ni ser expresado, es una fachada escénica que intersecta al lenguaje-sujeto y lo coloca a funcionar al vacío. En el neobarroco, desde la perspectiva de Sarduy, no existe referencia alguna que evocar, pero sí una que destruir. El neobarroco es, necesariamente el reflejo de un saber que ya no está cerrado sobre sí mismo. Es el arte del destronamiento y la discusión y, el Barroco, metaforiza la impugnación de la identidad logocéntrica, que hasta entonces se estructuraba de forma muy lejana.
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bocadosdefilosofia · 1 year
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«Uno de los aspectos del paralelismo debe ser ya evidente. Las revoluciones políticas se inician por medio de un sentimiento, cada vez mayor, restringido frecuentemente a una fracción de la comunidad política, de que las instituciones existentes han cesado de satisfacer adecuadamente los problemas planteados por el medio ambiente que han contribuido en parte a crear. De manera muy similar, las revoluciones científicas se inician con un sentimiento creciente, también a menudo restringido a una subdivisión de la comunidad científica, de que un paradigma existente ha dejado de funcionar adecuadamente en la exploración de un aspecto de la naturaleza hacia el cual, el mismo paradigma había previamente mostrado el camino. Tanto en el desarrollo político como en el científico, el sentimiento del mal funcionamiento que puede conducir a la crisis es un requisito previo para la revolución».
T. S. Kuhn: La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica, págs. 149-150.  México, 1971
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jgmail · 3 years
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Necesidad de una revolución conceptual en la manera de entender el capitalismo histórico
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Por Luis Roca Jusmet
Fuentes: Rebelión
El libro que nos ocupa me parece muy importante para entender la dinámica y la crisis del capitalismo histórico.  Jason W. Moore, economista político e historiador medioambiental, parte, aunque él no lo diga, de la máxima de Spinoza: “No somos un imperio dentro del imperio”. Contra el dualismo cartesiano Hombre (Sociedad)/ Naturaleza. Por muy peculiares que seamos como especie, el ser humano y sus producciones son parte (por muy transformada que sea) de la Naturaleza. Desde esta perspectiva no podemos entender el Capitalismo como sistema económico activo que actúa sobre una Naturaleza pasiva. El Capitalismo es en la Naturaleza y la Naturaleza es en el Capitalismo: esta es la hipótesis fuerte de la doble internalidad que defiende Moore. Plantea así la necesidad de una revolución conceptual en la manera de entender (y criticar) el capitalismo histórico.  El concepto clave es el de oikeios, que es el medio ambiente que configuran los seres vivos (en este caso, y de manera más radical, los humanos). Una dialéctica en la que interviene la flora, la fauna, los ciclos y movimientos naturales, las modificaciones geológicas y las biosféricas. A partir de aquí surge la pregunta clave: ¿Cómo se unifica la Humanidad con la Naturaleza en el Capitalismo?.  El capitalismo histórico surge en el S.XVI, a partir de la transformación agrícola capitalista, la codificación simbólica y las revoluciones científicas, combinadas con el racismo como bandera para legitimar el esclavismo. La metáfora que utiliza Moore (para sustituir la noción de “norma estructural” para definirlo como sistema) es la de “arrecifes de coral”, en el sentido que las estructuras físicas, las percepciones y los modelos productivos se multiplican periódicamente. Se va creando un oikeios que va aniquilando el espacio por el tiempo, en el sentido que cada vez es mayor la velocidad de los flujos de capital y acelerar los tiempos de retorno, con lo cual podemos decir que el capital crea espacio. En el siglo XVII aparece el tiempo abstracto, la racionalización y la cuantificación de todo lo que hay para asegurar su control.  Tiempo lineal en un espacio plano y una naturaleza entendida como externa. La cartografía es muy importante. No solo la sociedad es histórica, también lo es la naturaleza. La geografía física y social van unidas, no las podemos separar. Jason W. More cuestiona la operatividad de la idea de Antropoceno para entender el impacto del hombre en la naturaleza. Propone sustituirlo por la noción de Capitaloceno, que se iniciaría en el siglo XV. Esta conceptualización le permite cuestionar también todo el mito de la revolución industrial, a la que considera simplemente una etapa de lo que ya se inició más de tres siglos antes. Propone (siguiendo, en parte a Arrighi) cinco etapas del capitalismo: 1) ciclo germánico-ibérico (1451-1648);2) ciclo encabezado Países Bajos (1560-1740);3) Ciclo encabezado por Gran Bretaña (1680-1910); ciclo encabezado por EEUU (1870-1980); ciclo neoliberal. Pero todas estas son crisis de desarrollo, que se resuelven por una capitalización y una apropiación renovadas. Las reglas del juego del capitalismo se establecen a mediados del siglo XVII, con más de un siglo de nacimiento de su dinámica. Parte de algo falso, que es que todo en la naturaleza se puede reponer. El capitalismo transforma en décadas lo que civilizaciones anteriores habían necesitado siglos.  El dinero es clave, ya que lo que hace es valorar el trabajo asalariado y devaluar el resto de la naturaleza, separar la explotación de la apropiación.
Los estados, las clases, la producción de mercancías y la apropiación de naturaleza barata son procesos y proyectos que transforman lo humano y lo no humano. Se revoluciona el paisaje, la productividad del trabajo (que sustituye a la de la tierra) y las técnicas de apropiación global.  Es necesario replantearse la ley del valor, formulada por Marx, partiendo de cuatro enunciados que surgen de la reconstrucción del capitalismo como una ecología-mundo. Son estos: 1) La acumulación de capital supone la transformación de la Tierra (y de sus habitantes); 2) La sustancia del valor es el trabajo social abstracto, pero las relaciones de valor comprenden y unifican las relaciones de trabajo-energía, remuneradas y no remuneradas; 3) La ley de valor es también una ley de apropiación de la Naturaleza Barata;4) Las fronteras de la Naturaleza Barata se construyen de manera activa a través de la praxis simbólica y la transformación material. Se genera una naturaleza social abstracta a través de la cartografía, la botánica, la cuantificación y la medición del espacio geométrico y del tiempo lineal. El tema del valor, como sabemos desde Marx, es fundamental. Es el punto de partida de Moore. La pregunta es ¿cómo se transforma el trabajo-energía en valor? Una cuestión básica es que el capitalismo sobrevive por proyectos que hacen trabajar a la naturaleza duro y barato. Esto es la apropiación, más importante incluso que la explotación. La explotación es una mercantilización del trabajo de la que se extrae una plusvalía. Pero la apropiación es el trabajo no remunerado:  materias primas, energía, alimentos y fuerza de trabajo. Hablar de fuerza de trabajo no remunerada hace referencia sobre todo al trabajo doméstico que las feministas reivindican como trabajo olvidado y que recae básicamente en la mujer.  Lo que es valor, por otra parte, lo decide cada civilización. El capitalismo pasa del valor y productividad de la tierra al valor y productividad del trabajo.
La savia del capitalismo es lo que Watson llama la Gran Frontera, que es el proceso de transformación de territorios para inclinar la balanza hacia la apropiación barata de recursos y aumentar la tasa de ganancia. Porque la tasa de ganancia no depende solo de los salarios (ligados lucha de clases) ni al precio de los materiales y maquinaria utilizado. Todo esto es lo capitalizado, lo que entra en la producción. Depende de que la apropiación tenga más peso que la capitalización.  Se internalizan espacios necesarios para acumular capital. Los límites del capitalismo son internos, provienen de que necesita aumentar infinitamente su apropiación cuando los recursos son limitados. Cuando disminuye la apropiación entonces hay una expansión financiera porque no se invierte en la producción. Hay reducción ecológica, falta de naturaleza para apropiarse y entonces se pone en marcha la triple hélice: capital, ciencia y poder. Todo ello al servicio de la técnica capitalista para movilizar y apropiarse de las fuerzas naturales. Es la Naturaleza Barata de la que necesita apropiarse continuamente para superar sus crisis. ¿Cuáles son las causas de las crisis del capitalismo? Para Moore hay que explicarlo a partir de la relación entre la mercantilización y la reproducción. Es decir, que mientras la tendencia del excedente del capital es hacia la subida, el excedente ecológico decrece. El excedente ecológico es lo que dispone el capital para apropiarse de la naturaleza de manera barata (materias primas, alimentos, energía, fuerza de trabajo). Es decir, que el capital accede de manera gratuita o casi gratuita a estos recursos naturales no mercantilizados. El problema es que después de cada crisis y recuperación el excedente ecológico se va reduciendo.
La pregunta es, por supuesto, si la crisis actual es de desarrollo, es decir de una fase, o es epocal., es decir estructural. Un elemento importante en el análisis de las crisis capitalistas es que las crisis no solo son cíclicas sino acumulativas, es decir que la superación de cada crisis es cada vez más difícil porque los recursos naturales van disminuyendo. El autor plantea su hipótesis de que la crisis actual del capitalismo es epocal y no tiene, por tanto, salida. Para ello analiza el ascenso y el final de la Naturaleza barata. Lo que se problematiza son los mecanismos de reproducción del sistema. Para ello toma como referencia la larga evolución de la revolución verde, es decir, de la implantación mundial de la agricultura capitalista , el agotamiento de recursos y todo el valor negativo que va engendrando. El cambio climático es el más conocido, pero hay muchos más (¿ la pandemia?).
Sintetizando las aportaciones del marxismo, del ecologismo y, en parte, del feminismo. Tomando como referencia también a otros grandes, como Immanuel Wallerstein, Giovanni Arrighi y David Harvey. Una síntesis coherente y novedosa. Un libro que no es fácil pero que merece el esfuerzo, ya que me parece imprescindible para entender donde estamos y los radicales desafíos a los que nos enfrentamos.
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MAR - 05 - (AÑO 1616) – UN DÍA COMO HOY - LA IGLESIA CATÓLICA CONDENA EL LIBRO DE COPÉRNICO QUE DEMUESTRA QUE EL SOL NO GIRA ALREDEDOR DE LA TIERRA.
Nicolás Copérnico, nació en Prusia Real, el 19 de febrero de 1473 y falleció en Frauenburg, Prusia Real, el 24 de mayo de 1543.
Fue un monje astrónomo prusiano del Renacimiento que formuló la teoría heliocéntrica del sistema solar, concebida en primera instancia por Aristarco de Samos.
Su libro De revolutionibus orbium coelestium (Sobre las revoluciones de las esferas celestes) suele ser considerado como el punto inicial o fundador de la astronomía moderna, además de ser una pieza clave en lo que se llamó la Revolución científica en la época del Renacimiento.
Copérnico pasó cerca de veinticinco años trabajando en el desarrollo de su modelo heliocéntrico del universo. En aquella época resultó difícil que los científicos lo aceptaran, ya que suponía una auténtica revolución.
Copérnico fue matemático, astrónomo, jurista, físico, clérigo , gobernador, diplomático y economista. Junto con sus extensas responsabilidades, la astronomía figuraba como poco más que una distracción.
Por su enorme contribución a la astronomía, en 1935 se dio el nombre «Copernicus» a uno de los mayores cráteres lunares, ubicado en el Mare Insularum.
El modelo heliocéntrico es considerado una de las teorías más importantes en la historia de la ciencia.
Copérnico no publicó su obra en la que defendía el heliocentrismo hasta 1543, año de su fallecimiento; sin embargo, sus libros serían incluidos en el Index librorum prohibitorum, muchos años después de su muerte, con el caso Galileo. ​
Copérnico estudió los escritos de los filósofos griegos buscando referencias al problema del movimiento terrestre, especialmente los pitagóricos y Heráclides Póntico, quienes creían en dicha teoría.
En cuanto a la teoría heliocéntrica en sí, hasta donde se sabe hoy, fue concebida por primera vez por Aristarco de Samos (310-230 aC.), a quien curiosamente no nombra en su obra. ​Es preciso centrar el valor real de sus estudios en el hecho de reimponer teorías ya rechazadas por el «sentido común» y de darles una estructura científica coherente. Historia del Mundo en Movimiento. – jaimeariansenqoutlook.com
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Título: The Boley Building.
Reflexión: The Boley's Building.
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Autor: Antonio Luis Vendrell Lugo.
Historia de la Arquitectura.
La propuesta del Boley Edificio del arquitecto Louis S. Curtis demuestra el estilo de Art – Nouveau del 1909. La propuesta de Le Corbusier que consiste en un Arte Moderna de 1949. La construcción del Boley Edificio representa la época económica del Crac y la de Le Corbusier representa la época de la revolución industrial. La materialidad del vidrio es parte de estos dos edificios. Pues la idea central de estas estructuras demuestra semejanza y diferencias que hacen que sus Historias se relacionen. El arquitecto Curtis busca desarrollar estudiantes de arquitectura y crear aumento en la economía, pero Le Corbusier como parte de su diseño busca crear empleados. Pues estos edificios reflejan en sus fachadas patrones económicos, pero en diferentes escalas. Puedo demostrar patrones económicos. Puedo demostrar diferentes escalas estructurales. Pues en ese sentido podemos demostrar que las fachadas en vidrio están relacionadas con elementos económicos y laborales pues mis diseños tienen que representar y reflejar esas características con mejores innovaciones. Pienso que la representación de la fachada de vidrio esta mas enfocada en el vidrio que en la cortina. El vidrio representa mas elementos de lucha. Representa ciertos movimientos de reciclaje y eso incrementa de cierta mente la economía.
Además, las estructuras de Hierro estan relacionados de cierta forma al comercio y para mi tienen que ser muy importante representar esas características en mis diseños.
Pues Curtiss y Corbusier demuestran: Diseños de hierro y Cristal que se relacionan mas significativa a los diseños porque ambos aumentan económicamente la industria. Pues la revolución científica moderna, la época del crac y la revolución industrias son grandes ejemplos que demuestran históricamente grandes momentos en la historia que demuestran grandes aportaciones.
También, la industria comercial es muy significativa en esta demostración porque ser parte del crecimiento económico es importante para el diseño. Porque de mostrar: Incrementos científico crear revoluciones y ayuda a crear diferentes buenos movimientos. Pues el desarrollo de estudiantes y el empleo demuestran el incremento de estas filosofías.
Pues es muy importante demostrar porque ese tipo de materialidad es tan importante y porque específicamente en las fachadas. La arquitectura tiene un lenguaje y también se puede demostrar cómo es que el lenguaje de patrones se relaciona estos 2 diseños. Relacionar los diseños es muy común en los arquitectos y es muy importante que podamos apreciar la historia de otras filosofías para demostrar nuevas innovaciones en mis diseños que se relacionen. Apreciar la buena arquitectura es muy importante porque me ayuda a poder incrementar la económica y la industria comercial de la manera mas eficiente y eficaz.
Bibliografía:
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Scott Muray. Contemporar Wall Archictecture Princeton Architectural.
Libro digital.
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Medula de la metodología científica.
           Este es un reporte del primer capitulo del libro Introducción a la metodología de la investigación, titulado ˝CIENCIA, TEORIA E INVESTIGACION˝, del autor Santiago Zorrilla Arena.
La primera parte del libro es titulada CUESTIONES DE FUNDAMENTACION, el primer capitulo contiene un subcapitulo denominado Relacion de conceptos que consiste, a su vez, de tres acapites, y una conclusion, margen en el cual Zorrilla nos presenta concisas definiciones de ciencia, teoria e investigacion y sus componentes, conceptos que, como el autor afirma, conforman la medula de la metodologia cientifica.
El autor alude definiciones formuladas por una gran variedad de celebres epistemólogos y filosofos en los que se encuentran, Eli de Gortari, Ezequiel Ander Egg, Claire Selltiz, María Teresa Yurén, Raul Rojas Soriano, Gideon Sjoberg y Ario Garza Mercado, por mencionar algunos.
En el primer acapite titulado CIENCIA, el autor establece que es la ciencia, sus objetivos, sus rasgos, sus metodos y su estructura. Este apartado contiene, a su vez, un subacápite, titulado CLASIFICACION DE LA CIENCIA, en el que Zorrilla hace una division de las ciencias, sus respectivos objetos de estudio, y la división de sus proposiciones.
En el segundo acapite titulado TEORIA, el autor detalla que es la teoria y sus caracteristicas, este incluye un subacapite titulado TIPOS Y COMPONENTES DE LA TEORIA, donde señala los elementos que la constituyen y los distintos tipos de teoria que existen.
En el tercer y ultimo acapite denominado INVESTIGACION, el autor define que es una investigacion y cuales son sus objetivos, esta seccion esta constituida por dos subacapites: el primero titulado TIPOS DE INVESTIGACION CIENTIFICA, este abarca la clasificacion de la investigacion segun la naturaleza de los objetivos; y el segundo titulado ETAPAS DEL PROCESO DE INVESTIGACION, donde Zorrilla disecciona el proceso de investigacion.
Capitulo 1 RELACION DE CONCEPTOS
Acapite 1.1 CIENCIA
Zorrilla explica que la palabra ciencia es proveniente del verbo griego isemi conocer, tener noticia de y del latin scientia.
Cita, entre otras, la definicion de ciencia del filosofo ruso Bonifati M. Kédrov, y que ha mi parecer es la definicion mas completa de este acapite, "la ciencia es un sistema de conceptos acerca de los fenomenos y leyes del mundo externo.. que permite prever y transformar la realidad en beneficio de una sociedad. El concepto de ciencia se aplica tanto para denominar el proceso de elaboracion de los conocimientos cientificos como todo el sistema de conocimientos, comprobados por la practica".
Aunque considero tambien sobresaliente la definicion de ciencia, tambien citada por Zorilla, del filosofo argentino Ezequiel Ander-Egg: "un conjunto de conocimientos racionales, ciertos o probables, obtenidos metodicamente, sistematizados y que hagan referencia a objetos de una misma naturaleza"
Y este concepto para Ander-Egg, tiene cuatro puntos escenciales:
- Conocimiento racional. Tiene exigencias de metodo: esta constituida por elementos basicos, tales como un sistema conceptual, hipotesis y definiciones.
- Cierto o probable. No es licito adjudicar a la ciencia la certeza indiscutible de todo el saber.
- Obtenidos metodicamente. Los conocimientos no se adquieren al azar, sino mediante reglas logicas y procedimientos tecnicos.
- Sistematizadores. Se trata de un saber ordenado logicamente, que constituye un sistema de ideas. (Teoria)
- Relativos a objetos de una misma naturaleza. Objetos que pertenecen a una determinada realidad que guardan entre si cierta homogeneidad.
El autor propone la descripcion del sociólogo estadounidense Robert Merton de los objetivos y métodos de la ciencia:
•      El universalismo - la busqueda de la verdad es evaluada en términos de criterios universales o impersonales;
•      El comunalismo - los descubrimientos científicos pertenecen a todos, son ampliados y compartidos;
•      La imparcialidad – liberacion por parte del investigador, de prejuicios y preferencias;
•      El escepticismo sistematico – todos los datos, explicaciones y torias deben estar sujetas a un  riguroso escrutinio.
La meta principal de la ciencia, establece Zorrilla, es la busqueda del conocimiento. Esta pesquisa ha dado resultado a grandes avances cientificos resultando, y a su vez, en grandes movimientos sociales, como la revolucion cientifica y la revolucion industrial.
Subacapite 1.1.1. CLASIFICACION DE LA CIENC
En este subacapite, el autor hace una division de las ciencias en dos grupos y describe que las caracteriza:
a) Ciencias Formales:
           -Matematicas
           -Logica
b) Ciencias Facticas:
     Naturales
           -Fisica
           -Quimica
           -Biologia
           -Psicologia Individual                            
     Culturales:
           -Psicologia social
           -Sociologia
           -Economia
           -Ciencia Politica
           -Historia Material
           -Historia de las ideas
 Las ciencias formales tienen como objetos de estudio ideales; construyen sus propios objetos de estudio (simbolos vacios). Su metodo es la deduccion; y su criterio de verdad la consistencia o no contradiccion de sus resultados; demuestran o prueban y esta demostracion es completa o final.
Todos sus enunciados son analiticos, es decir, se deducen de  postulados o teoremas, que requieren conocer el significado de los términos involucrados.
 Por otro lado, los objetos de estudio de las ciencias facticas son materiales; emplean simbolos interpretados. Su metodo es la observacion y la experimentacion, en segundo termino emplean la deduccion; y su criterio de verdad es la verificacion.
Los enunciados que la conforman son predominantemente sinteticos, estos son proposiciones/juicios que requieren constrastación empírica. Su verdad es contingente.
Acapite 1.2 TEORIA
 En este segundo acapite, Zorrila explica que la teoria cientifica se encarga de vincular observaciones, establece que "..la teoria se refiere a una serie de "preposiciones" o "aseveraciones" logicamente interrelacionadas que empiricamente tienen sentido".
Afirma que en ocasiones, una teoria es empleada en las ciencias sociales como orientacion teorica o marco teorico.
El autor hace mencion a la filosofa María Teresa Yurén y su concepto de teoria:
"se va estableciendo una conexion entre diversas leyes, ordenandolas coherentemente hasta formar una unidad. Esta cohesion o encadenamiento de leyes se le llama sistema y el conjunto que resulta de ese encadenamiento recibe el nombre de teoria."
Diagramando este proceso, "de datos al problema; del problema a la hipotesis; de la hipotesis a la ley; de la ley a la teoria; y luego de la teoria a la proyeccion de la teoria, sometiendo esta a contrastacion para obtener nuevamente la evidencia"
Subacapite 1.2. 1 TIPOS Y COMPONENTES DE TEORIA
 En este subacapite Zorrilla expone los componentes de la teoria.
Acorde con lo establecido previamente por Yurén, que la teoria es un sistema relacional de leyes, Zorrilla le asigna una serie de propiedades a este concepto:
a) la deducibilidad – podemos deducir de una teoria una serie de concecuencias. Se le denomina sistema hipotetico-deductivo, el epistemologo argentino Mario Bunge afirma, "ningun sistema de conjeturas se considerara como una teoria cientifica si no constituye un sistema hipotetico-deductivo propiamente dicho, si no suministra explicacion y prevision y si no es contrastable".
b) la formalizacion – dentro de la teoria, los elementos principales son los axiomas, los postulados y los teoremas. Los axiomas son toda proposición constituida por pensamiento lógico, es decir una verdad evidente. Los postulados son proposiciones no evidentes por sí misma, ni demostradas, pero que son aceptadas. Los teoremas son las concecuencias derivadas de los axiomas y postulados.
Yuren afirma que para lograr la formalizacion se sigue el siguiente proceso:
"1. Formulacion explicita de los axiomas y postulados.
2. Simbolizacion de los axiomas, postulados y conceptos basicos.
3. Establecimiento de las reglas de deduccion.
4. Demostracion de que toda proposicion de la teoria es derivada de los axiomas. "
 c) la demostrabilidad – "resulta de la relacion logica entre los enunciados de una teoria."
d) la verificabilidad – por medio de la experiencia es la posibilidad de determinar su verdad o falsedad.
 Zorrila refiere al filósofo estadounidense Abraham Kaplan que sugiere que las teorias, "se diferencian no solo por su estrucutura, sino tambien por su contenido, su nivel de abstraccion y el alcanze empirico que logran" Kaplan considera cuatro tipos de teorias:
1) Teorias concatenadas y teorias jerarquicas o axiomaticas. Estas son aquellas "cuyas leyes componentes entran en ... una red de relaciones que construye una configuracion o pauta identificable.." Esta teoria "explica una ley o un hecho al revelar el lugar que ocupa dentro de la pauta."
Teoria jerarquicas son aquellas "cuyas leyes componentes son, de hecho, deducciones obtenidas a partir de una serie de principios basicos."
2) Macroteorias y microteorias. Las primeras son conocidas como molares, y las segundas moleculares. La distincion se basa en "la amplitud de la explicacion y considera la totalidad de acontecimientos y leyes que abarca cada tipo."
3) Teorias de campo y teorias monadicas. Teorias concentradas en "las relaciones mismas se toma como teoria de campo; pero cuando se concentra en los elementos relacionados, se llama monadica."
4) Teorias segun su nivel de abstraccion. Teorias medidas "por la distancia que hay entre los principios de la teoria o sus postulados, y las deducciones que a partir de ellos son necesarias para llegar al terreno empirico, en el cual las leyes o proposiciones son aplicadas.
 Acorde con Yurén, existen cuatro rasgos caracteristicos de una teoria:
"a) Es dinamica. El incremento de conocimientos origina nuevos planteamientos de problemas, y abre un nuevo camino para otras leyes, teorias e investigaciones.
b) Es global. La teoria es un conjunto que corresponde, de un modo mas o menos imperfecto, al objeto de estudio en su conjunto.
c) Es acumulativa. No suprime las anteriores, sino que conserva algunos de sus componentes.
d) La formulacion de una teoria factual requiere dos tipos de principios: internos, que indican las caracteristicas de los fenomenos basicos a que se refiere la teoria, asi como de las leyes que explican esos fenomenos; y principios puente, que indican como se relacionan los procesos considerados por la teoria con fenomenos empiricos con los que estamos familiarizados, y que la teoria puede entonces explicar, predecir o retroceder."
Acapite 1.3 INVESTIGACION
 Proveniente del latin investigare que significa desarrollar actividades con el objetivo de registrar, indagar o descubrir la verdad. Zorrilla establece que tiene el proposito de "agregar algo nuevo a los conocimientos humanos."
Se considera cientifica cuando el proceso de investigacion reune los requisitos establecidos por el metodo cientifico. El autor considera la investigacion cientifica como "la busqueda de conocimientos o verdades que permitan describir, explicar, generalizar y predecir los fenomenos que se producen en la naturaleza y en la sociedad."
En cuanto a las pretenciones y los objetivos del proceso de investigacion, el autor cita al sociologo mexicano Raul Rojas Soriano:
La investigacion "se plantea como finalidad la descripcion, explicacion y prediccion de los fenomenos."
"Uno de los objetivos basicos que hacen significativa la investigacion cientifica es el identificar problemas y descubrir las interrelaciones entre los fenomenos y variables para hacer predicciones que permitan tanto estructurar politicas y estrategias de accion, como contribuir al desarrollo del cuadro teorico de la ciencia social"
Subacapite 1.3.1  TIPOS DE INVESTIGACION CIENTIFICA
 Aqui Zorrilla muestra las diversas formas de clasificar la investigacion.
a) basica – conocida tambien como pura o fundamental, primordialmente busca el progreso cientifico, incrementando los conocimientos teoricos, sin interes en aplicaciones o concecuencias; es formal y persigue las generalizaciones.
b) aplicada – descanza en los descubrimientos y avances de la investigacion basica y se enriquece de ellos, pero es caracterizada la aplicacion, utilizacion y concecuencias de los conocimientos. "La investigacion busca el conocer para hacer, para actuar, para construir, para modificar." Rojas Soriano establece que en la investigacion aplicada debe tomarse en cuenta  "..el conjunto de problemas a estudiar, considerando los aspectos de magnitud, trascendencia, vulnerabilidad y factibilidad"
c) documental – conocida tambien como bibliografica, aquella es realizada por medio de la consulta de documentos (libros, revistas, periodicos, etc.)
d) de campo – conocida tambien como investigacion directa, es aquella que se realiza en el lugar y tiempo en el que suceden los fenomenos objetos del estudio.
Subacapite 1.3.2 ETAPAS DEL PROCESO DE INVESTIGACION.
En este ultimo subacapite, del ultimo acapite, el autor hace una revision de diversos criterios para formular las etapas del proceso de investigacion. Sin embargo, solo incluire el que considero mas completo, proporcionado por Ario Garza Mercado. Este, especifico para la investigacion documental, (tambien llamada bibliografica) es muy similar en los demas tipos de investigacion, solo varia en algunos aspectos, verbigracia, en la etapa del acopio de la informacion, esto debido los objetivos particulares del tipo de investigacion.
a) Esquema general
 Eleccion de un problema
Planeacion del trabajo
Acopio de informacion
Interpretacion de la informacion
Redaccion del escrito
 b) Cada paso se descompone de la siguiente forma.
 1. Eleccion de un problema
           1- Eleccion del campo de investigacion.
           2- Eleccion de metodos de trabajo.
           3- Eleccion de tecnicas de trabajo.
           4- Eleccion del topico especifico.
 2. Planeacion del trabajo
           1- Preparacion de una bibliografia provisional.
           2- Planteamiento de hipotesis.
           3- Definicion del problema.
           4- Formulacion del esquema para el acopio de datos.
           5- Programacion del trabajo.
 3. Acopio de informacion
           1- Preparacion de la bibliografia del trabajo.
           2- Lectura y anotacion de obras.
           3- Clasificacion y codificacion de las notas.
 4. Interpretacion de la informacion
           1- Analisis de la informacion.
           2- Criticas de la informacion.
           3- Sintesis; establecimiento de conclusiones y/o recomendaciones.
 5. Redaccion del escrito
           1- Formulacion de un esquema para la redaccion.
           2- Redaccion del borrador.
           3- Revision del borrador.
Conclusión.
Para concluir, encuentro pertinente el definir la metodologia como una estrategia de analisis que perfila una diciplina; nos ofrece que metodos o practicas proveeran mejores resultados. Si bien las ideas que Santiago Zorrilla nos brinda en este exahustivo texto, en ocasiones, no estan totalmente de acuerdo entre si, triunfa el autor en otorgarnos una vista panoramica de cuestiones imperativas de comprender, sentando asi las bases para planteamientos mas complejos.
 Bibliografía:
Zorrilla Arenas, Santiago ˝Ciencia, teoría e investigación˝ 2002 en Introducción a la metodología de la investigación. Edit. Aguilar León, México pp. 19-52
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