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#cibernantropo
bocadosdefilosofia · 1 year
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«El robot es la obra del cibernantropo, no lo contrario. El cibernantropo se revela por su admiración al robot, que es su criatura y su imagen. Como el Jehová bíblico que no puede reposar sin haber puesto en el mundo al hombre que se le asemeja y que recibe de su Señor la rebeldía por destino. El cibernantropo admira y teme al robot. Admira la superioridad de las máquinas, de los cerebros electrónicos, los ordenadores, las “computadoras”. Las máquinas cumplen operaciones de las que es incapaz el cerebro humano que las propone. En sus límites, que se desplazan sin fin, el robot es impecable. Se sabe que las máquinas perfeccionadas pueden cambiar su programa y adaptarlo al medio (a los cambios del medio). Se sabe también que un dispositivo complejo de información y de autorregulación puede programar un dispositivo más complejo. ¿Será el caso de nuestro córtex? La diferencia provendría más bien de una inferioridad. No hay vacíos en el robot. Memoria infalible, no tiene olvidos. Dispositivos impecables. Sistemas perfectos de feed-back, de homeostasis, de equilibrios. No sufre fracasos en los límites de lo previsible.
Los pobres humanos se distinguen por sus miserias: fracasos, olvidos, lagunas, vacilaciones, emotividad, sufrimiento, angustias, ilusión de creatividad, placeres, locura, ambigüedades. Incluso su actitud ambigua con respecto al robot: tienen miedo de él y él los fascina. »
Henri Lefebvre: Contra los tecnócratas. Granica Editor, págs. 165-166. Buenos Aires, 1972.
TGO
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