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#campera sindicalista
ekranonishere · 6 months
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Silencio Gil: El Origen del Gil
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agucd · 5 years
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Después del Salto
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La calle Chile en pleno silencio. Es medianoche en Salto y solo se siente el ruido del caño de escape de alguna mota. La ceniza del cigarro que se consume es el reloj de arena que mide la espera. El tiempo pasa lento, cuadro por cuadro, como en una tarde soleada de jardín pero con supremacía de tonos grises. Las volutas de humo ascienden con cierta pereza y la mirada se pierde en el horizonte; no hay señales de que pueda pasar un ómnibus para llegar en hora a la terminal. Entonces aparece Néstor, salteño de pura cepa con mandíbula fácil, y da a entender con su atención desbordada que tiene algo para decir. "Acá nos conocemos todos. Quito, el padre de Luis (Suárez), jugó conmigo en inferiores”.
Ahí mismo, en esa calle oscura y tranquila, entre su asfalto, pozos y piedras, crecieron Luis Suárez y Edinson Cavani. Salto tiene 104.000 habitantes, es la segunda ciudad más poblada de Uruguay y se ubica a 498 kilómetros de Montevideo. La fama de este lugar no tiene que ver con el fútbol, sino más bien con los parques de aguas termales y la producción de naranjas.
Cuando en cualquier parte del mundo se nombra a estos dos delanteros, ya sea en Liverpool o en Paris, la referencia a este departamento es casi nula. Como si Uruguay fuera un país homogéneo. Como si Salto fuera lo mismo que la capital. Con tono gracioso, Néstor hace una pausa, cambia de tema y explica la relevancia que tiene la calle Chile en esta historia. Ubica una capilla, la señala y recuerda que “media cuadra para acá vivía Suárez; media para allá, Cavani”. Parece admirar esa casualidad y enseguida se sintió con propiedad para hablar del 9 y el 21 del Maestro Tabarez. Reconoce en Cavani un arraigo más fuerte a la ciudad porque Suárez se fue “muy de niño”. “¿Qué imagen le va a quedar?”, se pregunta haciendo uso del recurso fácil para marcar la obviedad. Suárez, ídolo del Liverpool inglés, campeón de América en 2011, es resistido por algunos locales que lo acusan de no ser tan "salteño".
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JUEGO DE GRANDES, PRIMEROS FIRULETES Y EDUCACIÓN PARA TODA LA VIDA
Néstor sabe de entretelones porque el padre de Luis no solo fue su compañero en divisiones formativas; se define como “prácticamente” amigo de Quito. Si la amistad es un concepto de difícil trazo, entonces la “prácticamente amistad” es casi imposible de definir. Da igual. Muchos salteños del ambiente del fútbol consultados en su tierra sobre el desempeño del padre de Suárez como futbolista concluyen que fue un jugador “muy sucio”. Pegaba, escupía y hablaba mucho dentro del campo. Eso a Néstor parece encantarle. “Ahhh si”, confirma con los colmillos aguados. Cualidades que Suárez junior supo mostrar en su repertorio de polémicas en Holanda e Inglaterra con la mordida como marca registrada.
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Pero atención: “más sucio que el padre de Cavani no había nadie”, aclara. Durante mucho tiempo fue rival de Quito. Incluso a éste último le tocó marcar varias veces a Luis Cavani porque “generacionalmente son casi de la misma edad. En esa poca eran cuadros estables. Te sabias de memoria las formaciones”.
Quito Suárez fue militar y en ese entonces, cuando Luis tenía 7 años, pidió algo que pocos querían: el traslado a un batallón de Montevideo. La razón obedecía a que el pequeño comenzaría a jugar en el Urreta, un club de baby futbol de la capital. La gambeta y el potrero quisieron que después aparezca en Nacional, desde donde emigró hacia el fútbol europeo. Las cualidades deportivas, el sueño de gol, el esfuerzo de niño, pero también la educación a largo plazo de Sergio “Chango” Suárez, tío de Luis, intervinieron para que las cosas fueran tomando forma en esta historia.
Así lo recuerda alguien cercano al entorno de los Suárez: "Fue el que le enseñó todo. Luis siempre se acuerda del Chango porque los primeros consejos se lo dio él en las canchitas del Deportivo Artigas, donde se inició”. No fue en la cancha oficial del equipo donde Suárez comenzó a escaparse de los defensas, sino en un predio del club que hoy en día parece estar bastante descuidado.
ARTIGAS FUE UN HOMBRE DE ARMAS Y UN MUCHACHO TRAVIESO
La tarde ingresa sin apuro en Salto. El cartel de un almacén promociona el kilo de asado a $95. Pero el menú no fue tal y la carne se hizo desear. Antes de comer había que recorrer a pie una ciudad grande con esencia de pueblo chico: el saludo cordial con movimiento cabeza incluido a cada paso es un claro signo de camaradería barrial. La charla no se fuerza porque es espontánea. Y del intercambio con los locales se puede comprobar algo que no es moneda corriente: el gobernante de turno no es criticado. ¿La razón? Convirtió en realidad una promesa de campaña: bajar el precio del boleto del transporte local a $6. Esta tarifa –que es casi cuatro veces más barata que la capitalina-, posibilita el traslado diario de miles de salteños, y también el de un par de capitalinos que, ya sin automóvil, deben hacer uso del transporte público.
El Batallón de Infantería 7 “Ituzaingó��� recibe una visita sospechosa en medio de una tarde sabatina. Negativo. Sin previo envío de carta, negativo. Determinante respuesta del militar de turno que está como anclado en el portón de ingreso del corpulento centro militar. Cuando entiende que se trata de Suárez y Cavani, recuerda que una vez se había acercado un presunto periodista holandés (cuando el primero jugaba en el Ajax) para curiosear sobre algunos temas. Finalmente dieron cabida a la petición, aunque luego de diez minutos de aprisionamiento voluntario en un pequeño cuarto las cosas volvieron a su lugar: aparece un soldado con apariencia de general y niega la solicitud de entrevista.
¿Qué tiene que ver este recinto de militares con el fútbol salteño? Además de haber sido homenajeado en 2010 –fecha en la que cumplió 100 años- por el presidente José Mujica como símbolo de acercamiento entre el gobierno de izquierda y las fuerzas armadas, el centro militar fundó el Club Deportivo Artigas, donde dio sus primeros pasos Suárez. Por eso, y porque en él juegan soldados, dicen que fue y es un “club de milicos”. Ante la decepción que generó el no acceder al área restringida, las hipótesis en torno a qué hubiera sucedido allí adentro comenzaron a aflorar. Hasta la llegada de un salvador: Jorge. Se baja de un Ford Escort castigado. Viste ropa de domingo: jogging, remera y campera de algodón. Militar en su día libre. Se presenta como dirigente del Deportivo Artigas y enseguida habla de Miguel, el canchero del club. Corrección personal: el alma del club. "Suban al auto, caballeros".
Allí estaba Miguel. Estatura media, algo excedido de kilos y algunas canas que escapan al clásico gorro de visera. Miguel ofició de instructor e historiador a pesar del cansancio que denotaban rostro y andar. Pero eso es algo que sucede día a día, porque su rol oficial es preparar y lavar la indumentaria de todas las divisiones. Y siempre es el primero en llegar y el último en irse. Miguel vive en el club y el club vive en él. El cansancio no fue problema e insistió en mostrar cada rincón del club a pesar de que unos minutos antes habían cerrado todo. Lo hizo con indisimulado orgullo, relatando a cada paso su historia y lo que costó fundarla porque después de poner el ladrillo hubo que lidiar con el “son milicos”. “Hay un montón de soldados que juegan en otros cuadros. Hay jueces de fútbol que son militares. Pero si al Deportivo Artigas lo pueden ver abajo, aplauden”, señala resignado y, cuenta para el ignorante, “entre lo militar y lo civil hay una comunión que no es lo se ve en el informativo de Montevideo. Acá hay un militar, otro es sindicalista, otro no tiene nada que ver, nadie pregunta de dónde sos”.
Interrumpe el relato para hurgar en las entrañas del complejo deportivo: fotos históricas, una de ellas en blanco, deteriorada, con Suárez padre de brazos cruzados y gesto adusto. Coincide con el perfil que muchos habían caracterizado. También allí reposan copas, medallas y un improvisado santuario con una Virgen de importante tamaño. Sobre un armario grande se puede leer en un cartel hecho por el propio Miguel para educar a los más chicos: “El fútbol no es fácil, es…sencillo". Lo difícil, para ellos, siempre estuvo fuera del campo. “Sacamos un préstamo de 10 mil pesos cada uno y la comisión pagaba mes a mes las cuotas de los préstamos. Y el trabajo en general era de mañana. De tarde venían los jugadores y socios a levantar los muros".
En Salto, cuenta Miguel, hay solo dos clubes que tienen vestuarios, lo que añade galardones a su club. “Está la parte nueva de atletismo. El picadero allá abajo sale 120 mil dólares, todo se consiguió con gestiones del Estado y entes. De diciembre a marzo se invirtió 500 mil dólares en piscinas y vestuarios. El Batallón no interviene en el tema de la gestión, es gente que relacionada que golpea las puertas que en las carreras de ellos como militares han quedado con contactos”, acota.
Ante la consulta de la clásica cantina donde se suele servir bebida con alcohol, explica que “el Ministerio de Transporte no quiere cantina en los clubes. Quieren integrar al barrio porque no es un club de barrio, pero no tienen cantina. Se hizo una barbacoa nueva”. Durante el tour, Suárez, el tema que convocaba, vuelve a escena. “Hay tantos gurises acá y son tantas categorías”. Pero enseguida se sube al tren: “Arrancó en el pre-baby y se fue porque el padre pidió traslado de Montevideo. Tenía siete años”. Jorge lo escucha y lo corta para activar un reclamo: “Suárez nunca más volvió y ni un peso dejó”. Miguel y Jorge concuerdan en que han formado un montón de futbolistas pero es imposible combatir el mal de los contratistas. Estos se acercan todos los fines de semana para llevarse a la promesa de turno.
Para hablar con propiedad sobre Suárez, Miguel recomienda visitar al padre del delantero y mientras cierra una de las canchas agita su brazo y dice que “vive allá en el Monoblock”. No es lejos; basta cruzar una avenida para llegar a estos edificios poco ostentosos. Saludos a los vecinos a cada paso. Luces a medias y paredes descascaradas alrededor marcan el ritmo. Mientras, Miguel elogia a Quito: “Si usted jugaba contra él iba a salir con un dedo allá donde le dije, un pinchazo de aguja, ah no, era tremendo. Y si era un tipo que le gustaba el chupe (alcohol), pero era el doble lo que rendía porque sabía que estaba en el filo de la navaja”.
Miguel golpea la puerta de la casa de Suárez padre y lo acompaña con un “Quito hay dos gurises que quieren hablarte por Luis”. Abre la puerta. Se divisa un cuadro con un jugador posando con la tribuna de fondo. Mira recio e indica que no es el momento oportuno para el tet a tet. Se despide y, para sacarse de encima la presión, deja pendiente la charla para el cumpleaños de su sobrina que se celebraría esa noche. Ese es el mismo zaguero duro, áspero y demoledor que los lugareños afirman conocer.
Ahí, miralo cómo fuma mientras teclea en su ceibalita al rayo del sol. Con similar expresión se manifiesta la sorpresa: un gurí de no más de 13 años pita un cigarrillo sin llamar la atención en la puerta de la Escuela 81, ubicada en una calle que parece relevante por su anchura y su pavimento alisado. Como es sábado no se preocupa por el qué dirán, y tampoco dirige su mirada a la camioneta Fiat Duna del 92 que, por motivos de fuerza mayor, debió estacionar a unos metros de la casa de estudios. El sol boreal abraza la ciudad de Salto en pleno mediodía. Un kiosco abierto con su respectivo dueño en la puerta ofrece “pizza redonda” a $30, un pordiosero revuelve la basura acompañado de un par de perros que se turnan para escoltarlo. La caja de cambios de la nave blanca se había roto, cosa que no supo advertir con claridad el mecánico salteño que tenía en su taller tres ejemplares iguales. El tupper de empanadas de carne atenúa el desasosiego y a lo lejos comienza a escucharse un sonido familiar. "¡Mirá, es el churrero!". Lo conocen como Antúnez; viste la réplica de un buzo Polo y sus dientes son casi todos de metal gris. Estaciona su emprendimiento móvil frente al campamento y en cuestión de segundos es abordado con un manual improvisado. Antes de eso, tres churros comunes y uno con dulce de leche.
Fue en su página de Facebook que Cavani subió, tiempo atrás, una foto bastante atípica en la que se lo ve abrazado al pequeño empresario gastronómico. Entre tanta instantánea de gol y retrato familiar que suelen publicar las estrellas, era de esperar que la imagen –con ese folclore que generan los contrastes sociales- quedara almacenada en algún lugar del recuerdo colectivo. “Una vuelta Cavani andaba en una camioneta Audi, todavía no se había casado y bajó a comprarme unos churros. A la cuadra antes de llegar había tres muchachos de la edad de él y lo saludaron ‘cómo andás loco, te acordás cuando íbamos al liceo’, así como uno más. El tipo vos te das cuenta que por suerte sigue siendo el mismo”. Sabe de lo que habla, aunque también le gusta dar la nota, describir al héroe. “Cuando me dijo para sacarme una foto, a mí se me caían las lágrimas, como chiquilín chico se me caían. Aparte sacó la foto y al ratito la puso en el ‘feisbul’, no fui yo el que la puse”. “Para mi la amistad es algo sagrado. Amigo’ amigo’ los cuento con los dedos de la mano y eso que me falta un dedo”. El churrero toma distancia de la alcahuetería que muchos panaderos ejercen cuando un futbolista de renombre le compra bizcochos dos veces por semana. “No le hago precio especial, no está en mi persona hacer eso”, sigue Antúnez y luego cuenta que el delantero “siempre” compra churros rellenos. Es la tapa de la extinta revista uruguaya de humor Un Huevo: “Cavani prefiere los churros rellenos”, acompañado de la ilustración que junta a ambas celebridades.
El carro alegórico siguió su turno. Es hora de afrontar la cruda realidad y discar el número del auxilio mecánico. En el teléfono un empleado de Young al que no se le entiende ni el silencio. "Vamos a pasar a buscar el auto". Asunto solucionado.
TÉ PARA TRES EN LA CASA DE CAVANI PADRE
Sin agenda ni llamados previos, Luis Cavani (padre de Edinson) recibe por sorpresa la visita de dos entusiastas del candombe futbolístico. Y fue realmente cordial y sencilla la forma en la que atendió a los foráneos, pues ni siquiera intimidó con un “¿quién los mandó a ustedes?” o con un “¿qué quieres saber de mi hijo?”. Llegar a su hogar no hubiese sido posible sin la ayuda de Miguel, el canchero curtido de sabiduría y perseverancia religiosa que, además de indicar las coordenadas del aposento, sirvió de guía turístico y presentó a la visita en última instancia.
La casa tiene una reja en el frente a no más de tres metros de una puerta de madera. Es sencilla tanto afuera como adentro. Luis contaría después que el hogar se lo había regalado su hijo para “no tener que alquilar más”. Entre la infancia de Cavani, la costosa adaptación en el Parque Rodó (Montevideo) durante su adolescencia, la intromisión desafortunada del contratista Pablo Bentancur cuando pasó a Danubio Fútbol Club y otras tantas curiosidades fluyó la charla con el padre del crack, que desde que se sentó en el centro del sofá de cuerina principal enfrentado a un televisor plasma en el pequeño living de su hogar no paró de hablar.
En un ambiente propicio para sacar charla de fútbol, porque las fotos de Cavani en sus diferentes etapas abundan, Cavani padre se lanza a detallar el crecimiento de su hijo como jugador de fútbol. De chiquito, Edinson había jugado en un club cerca de la plaza de deportes de la zona, junto a Suárez y también junto a otros tantos salteños que no pudieron trascender.
Después pasó al baby fútbol de Nacional, luego al de Peñarol y finalizó su período infantil en Remeros. A partir de ahí su carrera comenzó a cobrar relevancia al hacerse un lugar en Salto Uruguay, “el equipo más importante de la ciudad” según su punto de vista, tal vez un poco sesgado por el simple hecho de que él jugó también para las filas del equipo albiceleste y luego lo dirigió técnicamente cuando su hijo tenía 14 años y jugaba en inferiores. Fue por esa época que lo miró de frente y le dijo sin titubeos: “vos sabes que vas a venir a jugar a primera conmigo. No sé si vas a jugar pero vas a ver un vestuario con jugadores grandes”.
Luis recuerda con especial admiración que “Edi”, como él lo llama, “es un tipo que escucha y asimila”. En esa cualidad es que yace parte del éxito desmesurado (porque así fue para él, inesperado y desorbitante) que desde hace ya unos años vive el delantero de la selección uruguaya y reciente campeón en París. “Había muchos que le decían a él que estaba en primera porque yo era el papá. Yo le decía que no haga caso. Hoy ninguno se anima a reconocerlo, pero él sabe quiénes son, aunque no les tiene rencor”.
Luis reconstruye el pasado de Cavani desde una perspectiva humana. Se veía venir, entonces, que la próxima pregunta estaría relacionada a las creencias religiosas del delantero. Sin embargo, Luis prefirió antes que nada hacerle la cruz a una polémica figura del mundillo del fútbol y así narró parte del difícil proceso por el que atravesó Cavani durante su adolescencia (ver recuadro).
EL CONTRATISTA QUE SE LLEVÓ TODO EL DINERO 
Cavani a los 15 años se fue para Ferro Carril de Salto y se consagró campeón con el equipo sub 15. Después pasó a Danubio. Y después… El representante de futbolistas Pablo Bentancur comienza a ocupar un rol protagónico en el salto de Cavani a Italia; figura que Luis Cavani prefiere olvidar. Así, sin más, con una calentura que no disimula. Porque se siente rehén de los hechos. La historia tiene su prólogo en el momento que Edinson llegó a Jardines del Hipódromo. “Lo mandé con el pase en la mano sin costo y lo agarró Bertancur allá en Montevideo porque Fernando (Guglielmone), el hermano, tenía que irse a México”. El futuro crack quedó a merced de los lobos. Y allí estaba Bentacur al acecho. “Lo tenía metido en una cuevacha por el Parque Rodó, no tenían ni para comer. Tenía un mandadero para surtirlo cada 15 días, y llegaban los 20 de cada mes y me llamaba para que yo lo mandara comida”. Las complicaciones se acrecentaron cuando “apareció una cifra muy importante de dinero”. “Pensé que las cosas se estaban haciendo bien pero el pase salió y el que se llevó la torta fue Bentancur y Danubio la otra parte. Lo que más me dolió a mí es que (Arturo) Del Campo (por entonces presidente de Danubio) en una entrevista dijo que el que trajo a Cavani fue Bentancur”, narra Luis, quien sin rodeos y con una seriedad da cuenta de “una charla pendiente con Del Campo”. Incluso hay más detrás de este contratista. Según una investigación realizada por el periodista Javier Benech –integrante del semanario Búsqueda- en su libro “Sueños rotos”, Bentancur  es investigado por la Justicia por presunta participación en una organización de prostitución vip desbaratada en febrero de 2012. Para Luis Cavani es una mala palabra en su casa.
SU PROPIA RELIGIÓN
Una y otra vez, Luis Cavani  afirma que “toda la vida” se respiró catolicismo en su familia, pero nunca nada que tenga que ver con el movimiento evangélico. Por ello es que se distanció de la religión que profesa su hijo, dirigida por los “Bentancur de la religión” que no hacen más que “chamuyar y chamuyar”. Un punto de vista que no deja de impactar, aunque la fuerte comparación surgió en un contexto de tranquilidad y humor. “Edi entró en los Atletas de Cristo porque un amigo en Danubio lo invitó a participar en un par de reuniones y se fue metiendo. Están desparramados por el mundo entero. La señora de Kaká tiene un templo, una cosa muy grosa. Él ha ido a la casa de Kaká a estar con ellos. Yo te digo honestamente para mí hay un Dios y quiero al Dios ese, y quien siempre llevó la palabra a toda la humanidad fueron los curas de la Iglesia Católica, y después de ese gran negocio aparecieron estos fenómenos. Sé también que esos señores pasaron por una cárcel y hoy manejan una iglesia”.
Así se explayó Cavani padre, quien aclaró que “respeta” a su hijo pese a que a él no le han “entrado con nada”. Tal es la devoción del futbolista del PSG por el evangelismo que lanzó en Italia el libro “Lo que llevo en el corazón: vida, fútbol y fe” escrito por Sondra L. Sottiley con el prólogo del brasileño Kaká.
EL (NO) CUMPLEAÑOS DE LA PRIMA DE SUÁREZ
Pasan las horas, cae la tarde, la calle Chile conserva sus cualidades ya descritas. Desde la puerta del Club Deportivo Artigas sale corriendo el tío de Suárez (mismos rasgos) para informar de urgencia que esa noche se celebraría, en el quincho del centro futbolístico, la fiesta de 18 de la prima de Suárez. Así, sin vueltas, como puede pasar en cualquier localidad del interior uruguayo, un buen hombre hizo extensiva la invitación a unos desconocidos para que se tomaran una copa y conocieran al núcleo familiar del delantero del Liverpool.
Alguien le avisó que por ahí andaban merodeando unos periodistas montevideanos en busca de alguna anécdota que merezca ser narrada. “A las nueve vamos a estar acá, los esperamos”, dijo con cordialidad. Unos minutos más tarde se presenta la duda: ¿cuál sería la vestimenta adecuada para el mitin? No había muchas opciones, entonces la incógnita mutó en certeza. Los invitados ingresan a la fiesta no sin antes saludar a los reporteros camuflados de porteros. Uno tras otro se sucedían, algunos más formales, otros no tanto. Varios de ellos guardan sus motos en el local por un tema de seguridad. Al no poder ingresar sus pertenencias de una sola vez, hubo quienes dejaron algunos bienes en la puerta (comida, regalos) y solicitaron amablemente su vigilancia. “Mirá, ahí está el tío de Suárez”. Al entrar no registra a sus agasajados de la capital y, como no podría ser de otra manera, el recipiente de empanadas vuelve a ver la luz, esta vez gracias a la luna llena. No surgió una mejor idea que hacer algún gesto y llamar la atención para que alguien se arrime a la puerta y rompa el hielo. Puertas adentro, los presentes se deleitan con sandwiches, copetín variado y vino tinto. Las mesas visten manteles rojos; lejos estaban de configurar una noche de gala típica de una fiesta de alto vuelo. Se solicita cordialmente la salida de Suárez padre, pero este no apareció. Quien sí se presentó fue la cumpleañera acompañada de su novio para dar la mala noticia de que no éramos bienvenidos. La mandaron al frente en lo que seguramente fue una de las mejores tácticas para echar flit de la historia de los cumpleaños. ¿Se le puede estropear un momento tan importante a una persona tan joven? No. He ahí la magistral operación mentada por el clan Suárez.
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