La muñeca del espacio
Cuando yo era pequeña, mi persona favorita era la señora Carmen. Su historia es tan hollywood que casi parece inventada. Carmen era vecina de mi barrio en Sitges, el pueblo donde crecí. Durante toda mi infancia y adolescencia la veía paseando por las calles que habían sido casas de pescadores.
Ella entonces ya andaba por los sesentaylargos.
Sé que con 17 se escapó de casa para unirse al circoy al poco se casó con su principal estrella, el payaso Rudi Llata.
Ambos recorrieron los lugares más exóticos con su espectáculo; de la China a la Patagonia, de París a Tombuctú.
Acabó apodándose “La muñeca del espacio”.
Cuando tenía 37 años y estando en algún lugar lejano, Carmen se puso enferma y una doctora le recetó una fuerte medicina, de la que multiplicó la dosis sin querer, de modo que Carmen se pasó una semana en coma. Cuando despertó, se había quedado ciega.
La verdad es que no tengo muy claro qué pasó desde entonces hasta que yo tuve la oportunidad de conocerla pero a los sesenta años, Carmen vivía sola en una casa que hacía esquina en mi barrio. Por lo visto, los dos hijos que tuvo siguieron la tradición del circo y siguieron viajando. Su marido, el payaso, murió de una embolia.
Todas las mañanas, sola y con su largo bastón, Carmen bajaba a la playa, tomaba el sol, hacía sus ejercicios en los que se ponía las dos piernas detrás de la cabeza y se daba un largo baño en el mar.
Era rubia y menuda, pero mantenía un impresionante cuerpazo atlético y bronceado gracias a la gimnasia, al sol y a sus baños diarios en el mar. Caminaba sola y digna, con el obligatorio bastón y las gafas de sol, su pelo rubio al viento, unos preciosos y coloridos vestidos de tirantes que a menudo incluían lentejuelas, brillos con leopardos y siempre con tacones altos.
La visión de aquella mujer ciega así vestida, con ese cuerpo de adolescente y caminando sobre sus taconazos dejaba a los turistas de mi pueblo con la boca abierta. Y eso que Sitges es un pueblo bien loco.
El otro día Carmen cumplió 100 años y fue un acontecimiento.
Mi madre se enteró por Facebook y me mandó algunas fotos.
¿Su secreto? Estirar mucho y bañarse en el mar todos los días.
Esto lo contaba en un documental que hicieron sobre su vida que me encontré un día en la tele.
En esa escena Carmen está sentada merendando en un bar con su nuevo y apuesto acompañante, doce años más joven que ella.
Vienen de estar bailando toda la tarde y ella, tras explicar parte de su historia, termina diciendo:
“Pero el pasado hay que olvidarlo, bonica. Y yo ahora me estoy comiendo una tarta de chocolate”.
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#ProyeccionDeVida
🎥 Butacas Abiertas. Ópera Primas del Cine Peruano, presenta:
🎬 “VIAJE A TOMBUCTÚ” 🛩🎸🏖
🔎 Género: Drama / Infancia / Adolescencia / Años 80 / Terrorismo
⌛️ Duración: 100 minutos
✍️ Guión: Rossana Díaz Costa
🎼 Música: Gabriel Di Martino
📷 Fotografía: Abraham Padilla
🗯 Argumento: Ana y Lucho son dos jóvenes que viven en el Perú. Su historia de amor y su paso desde la niñez a la adolescencia revelan los cambios sufridos por este país durante los años ochenta. Para ellos, la única manera de sobrevivir en medio de la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades es a través de su amor, una especie de refugio que tiene como patria un país imaginario llamado Tombuctú. Sin embargo, la realidad en la que viven intentará interponerse entre ellos para derrumbar su utopía..
👥 Reparto: Andrea Patriau, Jair García, Matilda Martini, Flavio Espinosa, Julio Palomino, Mónica Rossi, Élide Brero y Enrique Victoria.
📢 Dirección: Rossana Díaz Costa
© Productora: Tombuktú Films
🌎 País: Perú
📅 Año: 2013
📽 Proyección:
📆 Viernes 09 de Febrero
🕕 6:00pm.
🏡 Auditorio de la Casa de la Juventud (av. República de Panamá 5300 - Surquillo)
🚶♀️🚶♂️ Ingreso libre
© Organiza: Municipalidad de Surquillo y Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios [DAFO]
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TÚ TIENES EL RELOJ, YO TENGO TIEMPO!
Los Tuareg o los hombres azules del desierto es un pueblo bereber de tradición nómada del desierto del Sáhara. Su población se extiende por seis países africanos: Argelia, Libia, Níger, Malí, Mauritania y Burkina Faso. Cuando se desplazan, cubren tanto sus necesidades como las de sus animales, debido a que viven en unidades familiares extensas que llevan grandes rebaños a su cargo. Tienen su propia escritura, el tifinagh, y su propio idioma, el tamashek.
Esta es la sencilla y profunda reflexión de Moussa Ag Assarid, escritor y defensor del pueblo tuareg, publicada por La Vanguardia de España, en el 2019
-Cuántos años tienes Moussa?
-No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, sin papeles...!
-Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo
- ¡Qué turbante tan hermoso...!
- Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a través de ella. Es de un azul intenso. A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados...
- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?
- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color del mundo.
- ¿Por qué?
- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.
- ¿Quiénes son los tuareg?
- Tuareg significa "abandonados", porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.
- ¿Cuántos son?
- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo.
- ¿A qué se dedican?
- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio...
- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?
- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.
- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?
- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!
- ¿Sí? No parece muy estimulante. ...
- Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.
- Saber eso es valioso, sin duda...
- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!
- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?
- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!
- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?
- Vi correr a la gente por el aeropuerto.. .. ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro...
- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...
- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida: vi correr el agua… y sentí ganas de llorar.
- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?
- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...
- ¿Tanto como eso?
- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.
- ¿Qué pasó con su familia?
- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: mi madre estaba ayudándome...
- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?
- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...
- Y lo logró.
- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.
- ¡Un tuareg en la universidad. ..!
- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele.
- Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?
- Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!
- Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.
- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...
- Fascinante, desde luego....
- Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor...
- Qué paz...
- Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.
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