Tumgik
sarapb · 1 year
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About the earthquake in Turkey and Syria:
I am gathering information because I have no way to contact my loved ones at the moment so at least I’ll help this way. Check this post from its root (not reblogs) as it will keep getting updated.
And I send all my love and hope for those affected and those awaiting for answers. 💔
NEWS
I won’t add a lot because many have same source and no live updates.
[The Guardian] There’s pinned updates live on top of the website.
[CNN] Live updates aswell
This i write will become outdated yet, right now: Gaziantep, Hatay and Antakya are the most damaged, difficult for rescuers to get in, and disconnected. It snows heavily as well. So far we know there are happenning aftershocks right now in several cities, reaching Adana and Mersin. Aleppo and Idlib have suffered it strongly as well.
DONATIONS
Turkey
AFAD’s website (Disaster and Emergency Management Presidency of Turkey) Which @timeturnerturns explains very helpfully how to donate in THIS POST. [atm loads slowly, high traffic probably, yet it DOES work, be patient.]
AKUT Research and Rescue Association: akut.org.tr/en/donation
Turkish Red Crescent /  Türk Kızılay  ( website works in ENG / TR / العربية ) 
Syria *UPDATED
(Thanks @halfwar-halfpeace!: via Hadi Nasrallah on twitter) Red cross Syria appeal  ,  SOS Chrétiens d’Orient  , UN crisis relief 
OTHER:
@pathsofoak :  For any Dutch people wanting to donate, the red cross has opened a GIRO number, it’s GIRO 7244 [Rode Kruis]
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sarapb · 3 years
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I'M OPENING EMERGENCY COMMISSIONS
MY LAPTOP BROKE DOWN AND WON'T TURN ON.
I'M SENDING IT TO FIX BUT I CAN'T TRUST IT ANYMORE SO I NEED A NEW ONE ASAP AS I HAVE EXTREMELY TIME SENSITIVE PROJECTS THAT NEED TO BE FINISHED IN TWO WEEKS AND I DON'T HAVE ANOTHER COMPUTER OF MINE TO WORK ON (I'm borrowing my brother's while he's on a small vacation). THIS IS VERY IMPORTANT. I NEED A COMPUTER SO THAT I CAN WORK. ALL MY WORK CAN ONLY BE DONE IN A COMPUTER.
I NEED HELP PLEASE, SHARE IT!
Contact me here or through [email protected]
You can also help me here! https://ko-fi.com/luischocolatier
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sarapb · 3 years
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Happy Birthday Antena 🦒🎉
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sarapb · 3 years
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Zutara Week 2021, Day 6: Spirits
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“Under the Northern Lights” es el fic correspondiente a esta ilustración escrito por mi alucinante @sarapb . Encontrareis el fic en los siguientes enlaces: 
AO3 // Wattpad // Tumblr
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sarapb · 3 years
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Under the Northern Lights
Durante una visita diplomática al Polo Norte, Zuko y Katara aprovechan para visitar el Oasis Espiritual.
Zutara Week 2021, Day 6: Spirits.
Tercera y última parte de la serie “Under the Lights”, necesario leer los otros dos fics: “Under the Street Lights” y “Under the City Lights”.
Leer en AO3    Leer en Wattpad
—¿Estás seguro qué podemos estar aquí?
Zuko se volvió a mirarla mientras mantenía la puerta de acceso al Oasis Espiritual del Polo Norte abierta. Hacía un rato que había aprovechado que tenían la tarde libre de cualquiera de las reuniones programadas en su visita diplomática y la había llevado a dar un paseo que había acabado en la puerta del oasis, con la insistencia de que podían estar allí. La había abierto con cuidado y sigilo, lo que invitaba a Katara a pensar que nadie sabía que estaban allí y que estaban incumpliendo al menos cuarenta normas de cortesía. De ahí hacerle esa pregunta a su novio. 
Zuko se puso un poco más recto y cuadró los hombros al responder con rapidez:
—Por supuesto que sí. Le he preguntado al Jefe y ha hecho una excepción para que podamos estar un rato.
Finalizó sus palabras con un movimiento de brazo indicando que entrara, pero Katara se mantuvo en su sitio, brazos cruzados y ceja arqueada en desconfiada. Le sostuvo la mirada durante un momento, pendiente por si intentaba desviar la vista. Aunque había mejorado bastante o al menos lo justo para que los consejeros no supieran cuando estaba harto de propuestas egoístas o para no desatar un conflicto internacional, Zuko seguía siendo un mentiroso bastante lamentable. A pesar de eso no había mejorado tanto como para que su círculo más cercano no supiera cuando estaba mintiendo, y Katara era una experta en eso. Quizás no fuera tan bueno como Toph, pero podía decir cuando su novio mentía, aunque normalmente no era a ella a quien le contaba una mentira en cuestión. Le había tocado disimular muchas risas cuando detectaba mentiras descaradas del Señor del Fuego.
No parecía que estuviera mintiendo en aquel momento, así que finalmente se rindió y atravesó la puerta. Zuko la siguió tras cerrar la puerta tras ellos con cuidado. La alcanzó en el puente y la tomó de la mano. Aparte de la comodidad que su toque siempre le ofrecía, envuelta en el frío polar tenía el añadido de que le transmitía calor. 
Al llegar al Oasis pudieron comprobar que, aunque hacía mucho tiempo que ninguno de los dos visitaba el lugar, no había cambiado absolutamente nada. No solo el césped tenía su brillo verde, las plantas crecían a pesar de las impertinencias del tiempo, el agua cristalina en el que los peces koi nadaban en apacibles círculos eternos, sino la sensación que emanaba de él. Transmitía paz y serenidad, te invitaba a relajarte en cuanto ponías un pie en el jardín. Era una sensación que Katara recordaba, incluso si la primera y única vez que había estado en el Oasis lo último que había hecho era meditar. Su misión había sido proteger a Aang, defender al Avatar a toda costa. De la persona que tenía a su lado justo en ese momento, suspirando tan profundamente como ella, respirando la paz del lugar.
Era increíble cómo las cosas habían cambiado en los cinco años que habían pasado desde la guerra. Pero sobre todo cómo habían cambiado en los cuatro años que llevaban juntos.
Debía estar pensando lo mismo que ella, porque volvió a mirarla con una sonrisa.
—¿Te trae buenos recuerdos?
—Me recuerda a cuando te patee el trasero replicó Katara, chocando juguetonamente su hombro contra el suyo. Zuko le pasó el brazo por los hombros y la apretó contra su cuerpo. Incluso a través de las gruesas capas de las parkas pudo notar su temperatura elevada. Ser novia de un maestro del fuego era una maravilla cuando estabas en algunos de los polos.
Los ojos de Zuko brillaban reflejando el resplandor del atardecer.
—¿Algunas cosas sí que cambian, ¿no?
—Bueno, sigo pateándote el trasero —bromeó Katara, pero se puso de puntillas y depositó un pequeño beso en los labios de Zuko—. Pero sí que las cosas han cambiado. Y para bien. 
—Toda la razón. Pero creo que pueden mejorar todavía más.
Katara se volvió a mirarlo, especialmente cuando Zuko se deshizo del abrazo con suavidad y le dio la espalda antes de que ella pudiera hacer cualquier pregunta, perdiéndose entre la vegetación del fondo. 
¿Qué mosca le había picado? ¿La había hecho venir hasta allí para luego dejarla sola?
No tardó en reaparecer, su rostro con una máscara neutra difícil de leer, lo que preocupó a Katara, y las manos tras la espalda de manera sospechosa. Parecía que estuviera ocultando algo. Guardó silencio hasta que Zuko se colocó junto a ella, todavía con las manos tras la espalda. Se había movido tal manera que su espalda siempre estuviera oculta de su vista, pero Katara era curiosa por naturaleza, así que se puso de puntilla y ladeó la cabeza con la esperanza de ver lo que sea que su novio estuviera ocultando, pero debía ser pequeño porque no alcanzó a ver nada. Y de todas formas antes de que pudiera hacerlo Zuko extendió una mano, confirmando que aquello que tuviera era lo suficientemente pequeño como para sostenerlo con una sola mano, para evitar que siguiera intentando cotillear.
—No seas impaciente —. Sus palabras eran de protesta pero su tono era de felicidad. Como si la conociera tan bien que esperaba justo ese comportamiento.
Soltó un suspiro de fastidio, pero contuvo su curiosidad.
Se mantuvieron la mirada durante unos instantes, Zuko con una pequeña sonrisa un poco nerviosa, lo que confundió todavía más a Katara. No entendía por qué estaba nervioso. La nerviosa en todo caso debería ser ella, que no entendía absolutamente nada. Otra cosa que tampoco entendía era porque tenía una sensación de dejà vu, como si hubieran vivido un momento parecido, aunque no podía recordar exactamente cuándo ni dónde. Un destello de luz verde cruzó su memoria, pero todavía no conseguía identificar que recuerdo estaba intentando reflotar.
Entonces Zuko se aclaró la garganta y Katara supo a qué le había recordado.
Al día en que le pidió ser su novia.
Quizás la mirada en los ojos de Katara le dijo a Zuko que había descubierto sus intenciones, o que al menos sospechaba, porque soltó un suspiro que era mitad alivio y mitad fastidio.
—Está bien, no se te puede ocultar nada. Así que esta vez me ahorraré el discursito.
Aquello fue la confirmación que el corazón de Katara necesitaba para lanzarse de nuevo al galope, incontrolable. Dentro de su pecho latía el oleaje de un rebelde mar en medio de una tormenta. Pensaba que nunca jamás iba a estar más nerviosa que aquella noche en una terraza del castillo de Ba Sing Se. Había habido situaciones nerviosas a lo largo de estos cuatro años, claro: ataques de los opositores de Zuko, algunos especialmente peligrosos, un resfriado que Gran Gran pasó especialmente mal, el nacimiento del primer bebé de Suki y Sokka, que había venido con muchísimas complicaciones… También había habido momentos de batalla, porque la guerra había terminado pero eso no tenía contento a todo el mundo. Pero esto eran otro tipo de nervios. Eran los nervios de la anticipación, de la espera, de saber que todo podía acabar en alegría… incluso si tenía una pequeña, pequeñísima parte que seguía diciéndole que todo era un sueño y que acabaría por despertar.
—Solo diré —dijo Zuko, interrumpiendo los pensamientos de Katara. No pudo evitar soltar un bufido a pesar de sus nervios porque no podía evitar añadir algo—. Que a pesar de los problemas, los inconvenientes y todo cuanto haya podido surgir, he sido inmensamente feliz durante estos cuatro años, porque los he compartido contigo. Incluso cuando no estábamos físicamente juntos, incluso cuando nos hemos peleado, sabía que estábamos juntos. Y me gustaría, si tú quisieras, que estuviéramos juntos para siempre.
Acompañó sus palabras finales extendiendo la mano y mostrando finalmente aquello que le había estado ocultando. 
Katara tenía sus sospechas de lo que Zuko pretendía hacer, pero resultaron ser certeras y a la vez erróneas. Había esperado que le pidiera matrimonio con un collar de compromiso. Y le estaba pidiendo matrimonio, pero no con un collar.
Muchas personas de otras naciones habían acabado por generalizar que la costumbre de regalar un collar de compromiso era algo tanto de la Tribu del Norte como de la Tribu del Sur. En parte Katara suponía que ella misma era culpable de haber extendido aquella suposición, dado el colgante que llevaba con ella en todo momento y que, para momentos incómodos, mucha gente de a pie que conocía en un pueblo y otro y que conocían poco sobre su historia o la cultura de las tribus, daba por hecho que estaba próxima a casarse. Le pasó con Yugoda todos estos años atrás, y le había pasado más veces.
Pero lo cierto es que la costumbre del collar era una tradición únicamente del Norte, algo que no se practicaba en el Sur. En el Norte, quizás con sus mejores construcciones, con su sociedad más patriarcal y con su ansia de mantener a las mujeres en el hogar, un collar era un regalo apropiado, una manera de mostrar que una mujer ya estaba ocupada, de volverla invisible al resto de hombres. Las cosas habían mejorado un poco en estos últimos cinco años, pero Katara seguía luchando contra la sociedad patriarcal de su tribu hermana.
En el  Polo Sur, el hombre también ofrecía un regalo a la mujer, pero era algo mucho más simple y mucho más íntimo, más acorde también al ritmo de vida que allí se llevaba: se hacía un pequeño tótem con un trozo de hielo, y en él se tallaba algún dibujo que fuera representativo de la pareja, un momento u objeto o símbolo importante para la relación de ambo. El hombre se lo ofrecía a la mujer y, si ella aceptaba, ambos lo enterraban en la nieve, para que el frío lo conservara intacto para siempre, como deseo de que así también se mantuviera su amor.
Zuko en aquel momento le estaba tendiendo un tótem que mostraba una enorme y redonda luna, un sol con largos rayos que se entrelazaban con un oleaje. No debía haberse sorprendido de que Zuko hubiera investigado, que hubiera averiguado la manera correcta, la manera de su gente para pedirle aquello, pero aun así la emocionó, inundando sus ojos de lágrimas rebeldes que a duras penas pudo contener mientras Zuko le explicaba:
—A pesar de la conexión que siento con el sol, nunca me he sentido demasiado como él. Pero cuando estoy contigo, creo que puedo serlo. Y eres indudablemente la luna, porque como ella mueve las olas, tú consigues mover el mundo. Conseguir moverlo para hacerlo un lugar mejor, siempre estás luchando por ello.
Katara estaba luchando por mantener los ojos abiertos, si parpadeaba los ríos se desatarían por su rostro, pero estaba siendo muy difícil. ¿Cuándo el chico tartamudeante de Ba Sing Se se había convertido en el hermoso hombre que decía esas hermosas palabras ahora mismo frente a ella? Palabras que eran para ella, solo para ella.
—Sé que conmigo vienen muchas normas, protocolos y un consejo de viejos que nos llevan poniendo impedimentos desde que empezamos a salir —Katara río,  y con acción acabó sorbiendo mocos que no sabía ue tenía, probablemente provocados por el llanto, las lágrimas corriendo ya con libertad por sus mejillas. Se preguntó qué cara tendría en aquel momento tan importante, y si quizás Zuko se replantearía su propuesta al verla así. Lejos de parecer contrariado, Zuko estaba firme, sus ojos fijos en ella, como si no existiera nada más en el mundo. O como si supiera que existía un mundo entero fuera de ella, pero para él lo único importante era Katara—. Pero si estás conmigo, estoy dispuesto a enfrentar lo que sea.
—Por estar contigo —dijo Katara recuperando su voz, aunque le sonó un poco temblorosa por el llanto, sus manos rodearon la de Zuko, para que entre los dos sostuvieron el tótem—, estoy dispuesta a enfrentar lo que sea.
—¿Quieres casarte conmigo? —preguntó Zuko, la necesidad de verbalizarlo para hacerlo realidad. Katara descubrió que aquellas palabras eran música para sus oídos y que a pesar de todo, ella también sentía la imperiosa necesidad de contestar:
—Sí, por supuesto sí.
Toda la escena era una versión más madura de la que habían vivido años atrás en Ba Sing Se, en especial cuando Katara se alzó de puntillas y Zuko se inclinó y se besaron, aunque esta vez no hubo torpeza alguna. Sus labios, sus cuerpos, se conocían a la perfección después de haberse encontrado y explorado una y otra vez en el tiempo que llevaban juntos, así que se besaron con la experiencia de los años pero con la chispa del primer día. 
Katara enterró las manos en el cabello de Zuko, feliz de que no se hubiera puesto la corona para aquel paseo y pudiera despeinarlo a placer. Zuko le mordió el labio con suavidad y Katara abrió la boca con un gemido para recibir su lengua, bajando las manos por sus hombros. Odiaba el frío que hacía que ambos llevaran tantas capas, tanta distancia entre su cuerpo y el suyo. Estaba presionada firmemente contra él, su propio brazo acariciándole la espalda de arriba abajo, bajando a veces demasiado.
Le asaltó el pensamiento de que quizás aquel no era el mejor lugar para besarse, y menos de la manera que lo estaban haciendo. Debían estar ofendiendo a mil espíritus por lo menos, pero tampoco es que le importara mucho en aquel momento. Su prioridad era Zuko: sus brazos envolviéndola, sus labios sobre los suyos.
Por eso lanzó un gemido de protesta cuando Zuko se apartó, aunque fueron solo unos centímetros. Enseguida depositó un beso en sus labios. Katara volvió a protestar cuando este fue mucho más breve y se volvió a apartar.
—Lo sé, lo sé —dijo Zuko antes de que pudiera protestar, y volvió a darle un breve beso. Katara intentó alargarlo lo máximo posible, pero era demasiado alto y había un límite de lo que podía alzarse de puntillas—. Pero tenemos que completar la ceremonia —alzó el tótem que todavía tenía en la otra mano— y no podemos hacerlo aquí.
En aquel momento Katara maldijo la segunda parte de la ceremonia y que estuvieran en el único lugar de todo el polo norte donde no había nieve. —Y además no nos conviene estar mucho tiempo aquí o nos descubrirán que nos hemos colado.
—¡Zuko! —reclamó Katara dándole una palmada en el brazo—. ¡Sabía que no habías pedido permiso! ¡Era demasiado raro que no hubiera ningún guardia en la puerta!
—Puede, o puede que no, no estoy confirmando nada... que haya sobornado al guardia —Zuko se encogió de hombros con inocencia mientras Katara lanzaba una exclamación ahogada— Creo que en esta ocasión el fin justifica los medios, ¿no te parece?
Compuso su mejor mueca de inocencia, pero Katara todavía estaba pegada a él, y podía notar como se agitaba su pecho en una risa muda. O quizás fuera su respiración acelerada por los besos que acababan de intercambiar.
De cualquier manera, Katara no pudo evitar reír al contemplar a su prometido.
Su prometido. Eso es lo que era ahora. Se iba a casar con él. El estómago le dio un vuelco de la felicidad pura y sin adulterar que la inundó por completo. Se lanzó de nuevo a Zuko y le dio un fiero beso presa de la emoción. Si él se sorprendió, no lo mostró.
—Si, lo justifica —susurró contra los labios de su prometido cuando se separaron para respirar—. Y ahora vámonos, no quiero que nuestro matrimonio cree una guerra entre naciones incluso antes de que nos hayamos casado.
Zuko soltó una risa y la agarró de la mano con la que tenía libre, el tótem firmemente sostenido en la otra.
—Por supuesto que no, futura Señora del Fuego —. Tras esa palabras Zuko se quedó pensativo por un instante, como si dudara, y Katara contuvo el aliento, preocupada—. Bueno, quizás deberíamos buscarte otro título, uno más adecuado para ti, Maestra Katara.
Katara se puso tan roja que sus mejillas se podrían haber horneado un pastel. Zuko río todavía más, aunque la mirada de sus ojos estaba llena de dulzura. Todavía un poco con incredulidad. Como si siguiera sorprendido de que hubiera dicho que sí. No lo podía culpar cuando ella se sentía todavía así. Si esto era un sueño no quería despertar.
Katara lo empujó.
—¡Hasta que enterremos el tótem no, así que más nos vale darnos prisa!
Zuko le soltó la mano solo para pasarle el brazo sobre los hombros, estrechandola de nuevo contra su cuerpo mientras se dirigían a la salida. Le dio un beso en la frente, pura suavidad comparado con los que intercambiaron antes.
—A la orden, mi señora.
Katara pensó que podría acostumbrarse a eso. En realidad, estaba deseando acostumbrarse a eso. No importaba cuantos obstáculos pudieran venir o les tuvieran que cambiar, o lo difícil que serían sus vidas en muchas ocasiones. No importaba nada. Tenía a Zuko a su lado, su brazo sobre los hombros y sus corazones latiendo a la vez con el ansia de unirse para siempre.
Podrían ganar cualquier batalla. Ya lo habían hecho.
Mandándose a callar el uno al otro las risitas que no podían contener, intentando, y fallando, ser sigilosos, ambos abandonaron el Oasis espiritual, y fue un verdadero milagro, un regalo de los espíritus, que nadie los descubriera.
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Y así termina esta serie de tres one-shot, los primeros Zutara (pero espero que no los últimos) que escribo. Espero que los hayáis disfrutado tanto de leer como yo de escribir. 
Recordad que la ilustración que acompaña este fic (mi favorita de las tres) la podéis encontrar también en la cuenta de la maravillosa  mermazing.art ¡Id a darle amor! 
¡Muchas gracias! ¡Nos leemos pronto!
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sarapb · 3 years
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Zutara Week 2021, Day 3: Glowing
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“Under the City Lights” es el fic correspondiente a esta ilustración escrito por mi alucinante @sarapb . Encontrareis el fic en los siguientes enlaces:
AO3 // Wattpad // Tumblr
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sarapb · 3 years
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Zutara Week 2021, Day 2: Disguised.
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“Under the Street Light” es el fic correspondiente a esta ilustración escrito por mi alucinante @sarapb . Encontrareis el fic en los siguientes enlaces:
AO3: https://archiveofourown.org/works/33135655 // Wattpad: https://www.wattpad.com/story/280739467-under-the-street-lights // Tumblr: https://sarapb.tumblr.com/post/659041465991921664/under-the-street-lights
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sarapb · 3 years
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Under the City Lights
Un año después de la guerra, en un baile por el aniversario del fin de la misma, Katara recibe un regalo inesperado.
Zutara Week 2021, Day 3: Glowing
Segunda parte de la serie “Under the Lights”. Aconsejable leer antes “Under the Street Lights”. 
Post Ending. Compatible con el canon salvo por la escena del balcón.
Leer en AO3    Leer en Wattpad
La fiesta de celebración que el rey Kuei había decidido organizar para celebrar el aniversario del final de la guerra estaba resultando ser mucho más divertida de lo que Katara había esperado. Con tanto dignatario, nobles y embajadores, la joven había esperado más bien una reunión más de política y tratados de paz que una noche de música, comida y buen ambiente. Por una vez no le molestaba admitir que se había equivocado de lleno: la noche estaba siendo magnífica. Era cierto que muchos autodenominados “hombres importantes” de las distintas naciones la habían parado algunas veces a lo largo de la noche para hablar de temas de trabajo, pero había conseguido escaparse de manera ágil y elegante de esas conversaciones para volver a las de tema festivo. Katara trabaja casi todos los días sin apenas pausa, porque se tomara una noche libre no le iba a pasar nada.
A pesar de la diversión, Katara necesitaba parar por un momento para despejar la cabeza y darle un poco de reposo a sus pies. Las zapatillas nuevas a juego con su elegante vestido la estaban matando. Se disculpó con una sofisticada pareja de una importante ciudad del Reino de la Tierra, que estaba muy seguro intentaban a toda costa que accediera a conocer a su hijo mayor, y se perdió entre el gentío. Conocer con anterioridad el palacio le facilitó la tarea de encontrar un sitio donde pudiera despejarse un poco y estar a solas con sus pensamientos. La sala de baile en la que se celebraba la fiesta tenía una pared llena de pequeños balcones que daban de lleno a la ciudad, y con suerte encontró pronto uno con las puertas abiertas, señal de que estaba desocupado. O al menos esperaba que lo estuviera.
Asomó primero solo la cabeza en silencio, por si acaso había algunos jóvenes aprovechando la soledad para intimar, y con las prisas se habían dejado las puertas abiertas. No sería la primera pareja descubierta, y para su absoluto bochorno, uno de los descubiertos de la noche había sido su hermano, con el pelo revuelto, la cara manchada de carmín y rostro de no estar para nada arrepentido. Al menos Suki había tenido la decencia de parecer algo azorada por la situación. Sokka tan solo había seguido sonriendo como el ser más feliz sobre la faz de la tierra.
Para su buena suerte el balcón estaba vacío. Entró, dejando entrecerrada la puerta tras de sí para desalentar a posibles muchachos dispuestos a acompañarla en las actividades que el resto habían decidido era el objetivo de los balcones.
La suave brisa nocturna la recibió como un fresco abrazo, agitando los cabellos que se salían de su elaborado peinado y agitándole las faldas. No acostumbraba a llevar ni ropa tan bonita, ni peinados complejos con joyas en el pelo, pero en la invitación había rezado que sería una fiesta elegante, por lo que no había habido más que buscarse un atuendo adecuado. No había querido gastarse demasiado, pero su padre había insistido que como representante de la Tribu del Agua del Sur (porque no, Sokka no contaba demasiado) debía ir tan elegante como el resto.
Muy a su pesar Toph la había puesto en contacto con la diseñadora que trabajaba para su madre y allí le habían hecho un vestido precioso, elegante, exclusivo y que a pesar de todo sentía que encajaba con ella. El vestido era largo, con capas superpuestas de seda en tonos azules y púrpuras, las superiores translúcidas y las interiores opacas. Tenía las mangas largas pero transparentes, y el escote era lo suficiente para mostrar solo un poco más abajo que su clavícula, no creía sentirse cómoda con nada más. Llevaba tan solo un poco de kohl en los ojos, y el cabello, aunque con sus pequeñas trencitas de siempre, atrás estaba recogido en una elaborada trenza adorando con un broche, el resto suelto en bucles por su espalda.
En el fondo se sentía feliz de haber cedido ante su padre: se sentía preciosa, como una princesa. Nunca en su vida se había preocupado por su aspecto, ni había tenido oportunidad de preocuparse. La vida en el Polo Sur ya estaba bastante limitada, y las prioridades de toda la tribu estaban muy claras. La única belleza que allí se podía ostentar era a cabelleras trenzadas y toscos bordados en las parkas. Había sentido verdadera envidia al ver la hermosa parka de Yue por primera vez, comprobando que lo práctico no tenía por qué estar alejado de lo hermoso. Pero en medio de la guerra no había tiempo para lo segundo, solo para lo primero.
Había disfrutado aquel día de spa con Toph en la misma ciudad en la que estaba ahora, pero en la actualidad sentía aquella experiencia como la de una niña jugando a disfrazarse de adulta. Esta noche Katara se sentía de verdad como una mujer. No una adulta, porque todavía no lo era, pero sí como una adolescente hermosa ataviada con sus mejores galas y divirtiéndose sin una preocupación en el mundo.
Todavía había preocupaciones, por supuesto. La paz, aunque presente, era inestable muchas veces, se tambaleaba allá en los bordes de las naciones que habían estado en guerra. Los líderes no siempre eran altruistas y los motivos egoístas eran lo que los impulsan en muchas ocasiones en lugar de la preocupación por el bienestar de sus pueblos. No todos eran así, pero había los suficientes como para que le pusieran traba en el trabajo a los demás. Katara lo sabía bien, había estado actuando como embajadora de la Tribu Agua del Sur. No la habían nombrado oficialmente, cosa que a su homólogo del Norte le gustaba recordarle cada dos por tres, pero a efectos prácticos era el cargo que ostentaba. La mayoría de los miembros de su tribu eran ancianos, guerreros que no tenían madera para la política y niños. A su padre se le daría bien el cargo, pero ya estaba ocupado dirigiendo, y prácticamente levantando la Tribu. Y Sokka estaba junto a él, preparándose para ser un buen líder en el futuro. Y Tui y La los libraran a todos de un Sokka embajador. Si tan solo el consejo de la tribu  se decidieran de una vez a darle el cargo. A veces le hacía sentir que estaba donde estaba únicamente por ser amiga de Aang, por ser amiga del Avatar, y no porque ella también hubiera luchado y sangrado en esta guerra como todos los demás. Mucho más que todos los demás.
Pero aquella noche no quería preocuparse por nada de eso. Quería permitirse pasarlo bien y distraerse de las obligaciones diarias. Pero incluso para poder volver a la diversión necesitaba antes unos minutos de aire y tranquilidad.
A diferencia de otros balcones, aquel estaba desprovisto de sofás, para mala suerte de Katara y de sus pies doloridos. La fiesta había comenzado hacía un par de horas y Katara había pasado casi todo el tiempo bailando. Primero con Aang, quién la había llevado a la pista sin preguntarle siquiera. Las viejas costumbres tardaban en morir. Por lo menos se había disculpado y le había preguntado, aunque después. También había bailado con su hermano, cosa que lamentaba porque tenía dos piez izquierdos y gran parte de la culpa de sus pies doloridos la tenía él. Y después con un montón de personas más, amigos, conocidos y desconocidos. Incluso Zuko se había animado a bailar.
Había sido toda una sorpresa girarse al final de una canción dispuesta a abandonar la pista de baile para ir a por algo de beber y encontrarse cara a cara con Zuko. Ya lo había visto aquella noche, pero no dejaba de sorprenderse al contemplarlo con su túnica de gala de Señor del Fuego. Era la elegancia y el poder personificado.
Y no podía negar la manera en la que su estómago se retorció de puro gozo al ver que tenía la mano extendida hacia ella.
—¿Me concedes este baile?
Su postura había sido la de un perfecto noble, y una vez que ella le había dado la mano la había conducido al centro de la pista como un caballero, pero la comisura de su labio luchando por alzarse a cada momento ocultaba una risa. Una broma mantener en público tan elegante fachada cuando aquella mañana se habían pateado el trasero el uno al otro entrenando en los campos de palacio. Y pese a ello, Katara estaría mintiendo si, incluso con la broma, su corazón no se hubiera saltado un latido al verlo tan regio y pidiendo un baile con ella. Había seguido su juego ocultando su propia risa, aceptando su mano con una floritura, pero su corazón había vivido cada paso del siguiente baile como si fuera un regalo para sus más salvajes sueños.
Zuko resultó ser un bailarín excepcional. Eso en realidad no la sorprendió. No se habría ofrecido a bailar si fuera mediocre, era un perfeccionista. Además, el control del Fuego era muchas veces una danza en sí misma. Katara no se había resistido a hacer una broma con “el dragón danzarín”. Zuko había fingido fruncir el ceño pero le había durado dos segundos antes de reírse. Tenía una risa preciosa, y Katara agradecía que cada día riera un poco más.
El baile fue elegante, la conversación fue divertida pero el final llegó demasiado pronto. La música solo se detenía el tiempo suficiente para que se abandonara la pista o se cambiara de pareja, y durante unos instantes no parecía que ninguno de ellos dos quisiera hacer alguna de esas dos cosas. Antes de que pudiera pedirle un baile más, o que se lo pidiera ella, Katara no creía necesariamente en los roles de género, una multitud de jóvenes nobles del Reino de la Tierra rodearon a Zuko suplicando por un baile con el Señor del Fuego, prácticamente arrancando a Katara de sus brazos. Con la indignación a flor de pie pero decidida a mostrar más gracia y compostura que estas supuestas chicas de alta cuna, Katara se marchó fingiendo una risa, saludando con la mano a un Zuko cuya expresión gritaba que lo sacara de allí.
Volviendo de nuevo a su realidad y a su balcón, respiró profundamente y apoyó los codos sobre la balaustrada. Quizás debería haberlo salvado. Haberlo sujetado del brazo e insistir en que ya le había prometido a ella otro baile. Pero quizás aquello no había trasmitido una buena imagen. Mucha gente sabía, y la que no sabía sospechaba, que Aang había estado enamorado de ella. Puede que todavía lo estuviera. ¿Qué pensarían al verla agarrarse al Señor del Fuego sin intención de soltarlo?
Incluso si esas no eran sus verdaderas intenciones, por supuesto que no.
Solo lo habría hecho como una amiga salvando a un amigo.
De aquello había pasado ya casi una hora, y no había visto ni rastro de Zuko. Agitó la cabeza ante el repentino pensamiento de que estuviera en algún otro balcón con alguna de aquellas nobles.
No. Seguro que no.
Después de la guerra Mai se había acercado a él con intención de volver pero Zuko le había dicho que necesitaba tiempo para pensar. Aquel tiempo se terminó cuando Mai sentenció que había encontrado a alguien mejor, había superado a Zuko y que ahora le tocaba conformarse con ser solo su amigo. No pareció que Zuko lamentara mucho la pérdida. Parecía más que contento de poder llamarla amiga en lugar de novia. 
Después de aquello, Zuko le había hablado de cómo su consejo insistía mucho en que buscara una buena joven. No hacía falta que se casara (aunque eso era lo que pretendían en verdad) pero cuanto antes empezara a revisar sus opciones, mejor para la nación. Zuko le había dicho que no tenía intención de salir con nadie, no por el momento. No sin una verdadera conexión con ellos.
Aunque quizás hubiera cambiado de opinión. Habían pasado el último mes sin verse, solo comunicándose a través de cartas. Mucho podría haber cambiado en un mes. Quizás…
Katara volvió a agitar la cabeza. Aquello no era de su incumbencia. Si Zuko estuviera con alguna chica, le dolería únicamente que no se lo hubiera contado antes. No por nada más. ¿No tenía motivos para molestarse por aquello, verdad?
Con un nuevo suspiro, se dio por vencida y se quitó las zapatillas, el frío de las baldosas fue recibido en sus pies como una bendición. Incluso si no había donde sentarse, Katara no podía soportar más aquellos zapatos. Iba a reprimir un gemido de alivio, hasta que recordó que estaba sola y dejó que saliera igualmente. Por fin sentía como le volvía un poco de sensibilidad a los pies. Debería haber probado las zapatillas antes de aquella noche, pero era un poco difícil probar unos zapatos de seda en el polo Sur, y ahora estaba pagando las consecuencias. No importaba, descansaría un rato, un largo, largo rato, y después volvería a la fiesta.
Unos suaves golpes en la puerta del balcón la sacaron de sus pensamientos. No habían sido bruscos en absoluto, mas estaba tan ensimismada que la sorprendieron igualmente. Al darse la vuelta se encontró al objeto de sus pensamientos anteriores con la mano alzada y una pequeña sonrisa.
—Lo siento. ¿Te he asustado?
Katara se recompuso con rapidez: cruzó los brazos e intentó patear las zapatillas bajo la pesada tela de su vestido para que no viera que estaba descalza.
—En absoluto. Creo que hace falta mucho más que eso para asustarme, Señor del Fuego.
Para su mala suerte, la sonrisa de Zuko se acrecentó y señaló con la mano a sus pies.
—Ni te moleste, ya te he visto.
Quería pretender hacerse la indignada, quizás reprenderlo por no fingir ignorancia, pero al final acabó sonriendo sin poder evitarlo. Levantó un poco las faldas del vestido y agitó un pie en el aire.
—Estos zapatos me estaban matando, No aguantaba más.
Zuko se acercó sonriendo Se colocó a su lado junto a la balaustrada.
—Si te sirve de consuelo creo que me he apretado demasiado el moño. Siento la corona clavada en el cerebro.
—¿Pero te queda de eso? —preguntó Katara abriendo mucho los ojos, pareciendo verdaderamente sorprendida.
—Ja, ja. Muy graciosa.
No parecía en absoluto molesto, no había perdido su sonrisa, así que Katara lo llamó una victoria para sí misma y se volvió para apoyar de nuevo los brazos sobre la barandilla. Zuko hizo lo mismo y durante un rato ninguno de los dos dijo nada. Se quedaron allí, con la compañía del otro. El silencio no era desagradable. Al contrario, era suave, una burbuja que los envolvía y distanciaba del barullo de la sala de baile. Era casi como si solo estuvieran ellos dos en el mundo.
Sintiendo como se le sonrojaban las mejillas, Katara apartó su mente de aquella línea de pensamientos y se enfocó en contemplar el paisaje. Ba Sing Se por la noche era verdaderamente espectacular. Se lo había sido ya el año pasado, cuando había estado viviendo allí durante la guerra, pero ahora después de varias reparaciones e inversiones era más impresionante. Con tiempo y dinero habían ido mejorando la ciudad a lo largo de este año, en especial la zona baja (el círculo exterior¿?). Gracias a la altura del palacio se podía ver la mejora en las infraestructuras.
Poco a poco todo mejoraba, todo el mundo, los pueblos y ciudades levantaban cabeza. Costaba trabajo, pero granito a granito de arena se iba consiguiendo esa mejoría. Era agotador luchar día a día, Katara lo experimentaba de primera mano. Sin embargo, al contemplar ahora el precioso paisaje, las casas mejores construidas y más hogareñas, las luces tenues que iluminaban las calles, las gentes paseando con tranquilidad porque la delincuencia había disminuido considerablemente… ver todo aquello hacía que el arduo trabajo mereciera la pena. Y estaba segura de que Zuko pensaba igual. Incluso si aquel no era su país, él había ayudado muchísimo también al Reino de la Tierra.
—Es una vista preciosa —. A pesar de lamentar poner fin al silencio, Katara no pudo evitar verbalizar sus pensamientos. 
—Si, lo es.
Zuko no parecía molesto por la interrupción. Cuando se volvió a mirarlo, vio que no tenía los ojos posados al frente, observando la ciudad como imaginaba. Al contrario, la estaba mirando a ella.
Esta vez fue incapaz de contener el sonrojo, las mejillas le ardían más a cada segundo. Intentó refrenarse pensando que probablemente solo se hubiera vuelto a mirarla cuando había hablado. Seguro que no se refería a ella. No podía referirse a ella. ¿Verdad?
—Oye, tengo algo para ti —Zuko interrumpió de nuevo sus pensamientos.
Con bastante alivio al ver cortado su enredo mental, Katara lo miró alzando una ceja al ver como Zuko empezaba a buscar algo dentro de los bolsillos de la túnica de gala.
—¿Y por qué? No es mi cumpleaños ni nada por el estilo.
—No hay que tener un motivo para hacerle un regalo a la gente que se quiere —replicó Zuko, sacando al fin una cajita cuadrada y plana del interior de su túnica—. Al menos eso es lo que siempre dice el tío Iroh.
El corazón de Katara se había ilusionado con la primera frase, y como no podía ser de otra manera acabó estrellándose al escuchar la segunda.
Después de sus palabras sobrevino un instante de silencio y, a diferencia del anterior, ese sí que fue pesado. Era tenso, espeso. Zuko tenía la caja sobre la palma extendida, pero no parecía tener intención de hacer ningún movimiento. Katara lo miraba fijamente, sin entender nada. ¿Se suponía que era ella la que tenía que hacer algo? ¿Coger la caja ella misma? ¿O esperar a que él se la diera?
Finalmente Zuko se aclaró la garganta, aunque cuando habló su tono era bajo y rasposo, plagado de una inseguridad que no veía en él desde hacía bastante tiempo:
—Aunque… bueno… si una vez que lo veas no lo quieres… no tienes… No tienes por qué aceptarlo —debía reconocerle que logró terminar mucho más firme de lo que había empezado.
Quizás era la suave iluminación del balcón, pero juraría que se había sonrojado.
—Venga, Zuko, por supuesto que lo aceptaré —respondió ella para tranquilizarlo un poco, pero Zuko negó con la cabeza.
—No, en serio. No quiero que te sientas obligada, ¿de acuerdo? —puso hincapié en la palabra “obligada”. Sus ojos estaban fijos en ella, con una seriedad ausente segundos antes. Parecía estar esperando una confirmación por parte de Katara, así que ella asintió.
—Está bien, Zuko. Te lo prometo.
Aun así tenía curiosidad. ¿Qué podría regalarle él que ella quisiera rechazar? Los regalos que Zuko hacía siempre eran muy buenos, personales y perfectamente escogidos. Todo el grupo había acordado que era difícil superar a Zuko en cuanto regalos. Parecía invertir mucho tiempo y pensamientos en escogerlos.
El chico volvió a aclararse la garganta, mas siguió sin tenderle el regalo. En su lugar, empezó a hablar.
—Este regalo viene acompañado de un pequeño discursito, así que espero que no te importe —bromeó. 
Katara no pudo evitar sonreír, porque aunque su tono era más ligero todavía se lo notaba tenso. Le recordó a los primeros días que había pasado con ellos durante la guerra. Aquellos recuerdos ya no eran amargos, en cambio, siempre que los rememoraba lo hacía con cariño.
—Hace un año, bueno, no exactamente un año, pero más o menos —. Zuko negó y Katara sonrió aún más, mordiéndose el labio para no reírse. Claramente lo que iba a decir era importante para él. Reírse lo estropearía todo—. El año pasado estuvimos los dos aquí, en Ba Sing Se. Y lo que quiero decir es que...
Zuko lanzó un profundo suspiro y murmuró algo por lo bajo que pareció ser palabras de ánimo para sí mismo pero que Katara no alcanzó a oír.
De repente, cerró la otra mano sobre la caja, y todo su lenguaje corporal parecía indicar que iba a darse media vuelta y marcharse ante los sorprendidos y perdidos ojos de Katara, pero lo que hizo fue abrir la tapa de la cajita con un movimiento enérgico.
En el interior de la caja había un brazalete. 
Katara sintió su corazón latir tan rápido como si estuviera bailando, como si estuviera peleando. Más acelerado incluso.
Un brazalete no era más que un complemento más en el Reino de la Tierra.
No era más que una joya poco práctica para las Tribus del Agua.
Pero significaba algo en la Nación del Fuego.
Era el regalo que los nobles se hacían cuando querían iniciar el cortejo. Cuando le pedían a alguien que fuera su pareja de manera formal.
Katara apretó los puños, contemplando ensimismada la joya, intentando que su mente no se adelantara a los acontecimientos. Ella sabía lo que significaba. Es más, Zuko sabía que ella conocía el significado de ese regalo. Pero ella no era una noble, mucho menos era de la Nación del Fuego. No tenía por qué significar eso… Además, Zuko no… Por supuesto que él no…
¿Él no la quería, verdad? ¿No de esa manera, cierto?
El brazalete era una preciosidad. No era demasiado grueso ni ostentoso, tan solo dos cordones dorados entrelazados entre sí formando una trenza unidas en un pequeño óvalo de oro plano,  decorado con unas pequeñas piedras verdes finamente talladas. Unas piedras que brillaban. Katara abrió mucho los ojos sorprendida.
—Estas piedras son de… —empezó Zuko, pero Katara habló al mismo tiempo, completando su explicación.
—Son de las Catacumbas de Cristal.
Había reconocido las piedras de inmediato. No podía olvidarlas en la vida.
Levantó los ojos del brazalete y miró a Zuko. El parecía más nervioso y a la vez mucho más sereno que antes, si es que esa contradicción era posible.
—Hace más de un año —empezó de nuevo Zuko, y esta vez su voz no se tambaleó— estuvimos en las catacumbas de esta hermosa ciudad, rodeados de estas brillantes piedras. Allí sentí por primera vez que alguien, alguien aparte de mi tío, alguien que además no me conocía, pensaba que merecía la pena. Que todavía quedaba algo en mí, por pequeño que fuera, que era lo suficientemente bueno como para salvarlo. Como para arriesgarse a confiar en ello. Fuiste tú, Katara.
Siempre había amado como decía su nombre. Cómo sonaba en sus labios. Recordaba la primera vez que lo había dicho, y como en aquel momento lo había odiado, como había sentido que no tenía derecho a llamarla por su nombre, como si se conocieran, como si fueran amigos, porque en ese entonces no lo eran. Ahora lo escuchaba casi a diario, pero aun así no podía evitar el aleteo de mariposas que sentía, cada vez más a menudo, cuando lo decía.
—Tú luchaste por mí mucho antes de que lo hiciera yo mismo. Y justo después de ese momento te demostré que no lo merecía. Pero aquel momento, aquel momento en el que confiaste en mí —los ojos de Zuko brillaban como lo habían hecho aquella noche rodeados de piedras brillantes—, aquel momento me persiguió durante meses, y me ayudó a tomar la decisión más fácil de mi vida: luchar por lo correcto. Luchar por mí.
Si seguía mordiéndose el labio tan fuerte le iba a sangrar. Además era una estupidez seguir haciéndolo porque no iba a conseguir aguantar las lágrimas mucho más tiempo. Tenía demasiadas emociones moviéndose en su interior como un huracán como para poder controlarse.
—He cometido muchos errores en mi vida, pero pocos me pesan tanto como haberte dado la espalda aquella noche. Sé que ahora somos amigos —dijo, y quizás solo fuera Katara, pero había dicho la palabra como si esta tuviera un sabor agridulce—, que me has perdonado, pero yo no me he perdonado a mi mismo. Quizás nunca lo haga. Pero quiero pasar el resto de mi vida demostrándote, y demostrándole al mundo, que llevabas razón. Que hay algo en mí que merece la pena.
Con una mano temblorosa tomó el brazalete de la caja. Parecía aún más valioso en su mano que entre el forro de terciopelo. Katara no pudo contener una lágrima rebelde.
—Si me aceptas claro —. Al final su voz volvió a temblar.
Le estaba dando una vía de escape. Hasta en ese momento le estaba dando la oportunidad de decirle que no. De rechazarlo. Como si el pensamiento fuera a cruzar la mente de Katara. Como si no se hubiera negado a sí misma esos pensamientos desde hacía un año. Como si no se hubiera dado cuenta de la cruda realidad de sus sentimientos un año atrás, arrodillada a su lado y forzando los latidos de su corazón, pensando que sería incapaz de vivir en un mundo sin él.
Como si no hubiera pasado un año conformándose con las migajas de ser su amiga.
Pero, incluso ahora, incluso en este momento, tenía que asegurarse.
—¿Me estás regalando este brazalete —empezó, y tuvo que tragar saliva para bajar el nudo que tenía en la garganta— como los chicos de la Nación del Fuego se lo regalan a las chicas de la nación del Fuego? ¿O me lo estás regalando como un amigo a una amiga?
—Katara —pronunció él, saboreando su nombre. Tuvo que parpadear para contener las lágrimas de la emoción—. Siempre, siempre seré tu amigo. Seré lo que tú quieras que sea —especificó. Por suerte para el corazón de la chica, que no podía soportar más incertidumbre, no tardó en añadir—: pero este brazalete te lo estoy regalando como los chicos de la Nación del Fuego se lo regalan a las chicas de la Nación del Fuego.
Katara suponía que había muchas cosas que podía hacer a continuación. Supuso que lo normal era decirle que aceptaba la propuesta y dejar que le colocara el brazalete, o incluso alcanzarla y colocársela ella misma. Quizás incluso podría darle un abrazo. Podía hacer muchas cosas que serían más socialmente aceptables por el protocolo, pero después de un año de sufrimiento, suspirando y pensando que no había oportunidad alguna para su enamorado corazón, solo había una cosa en verdad que quería hacer.
Así que acortó la distancia, agarró el cuello de su túnica con ambas manos e hizo que se inclinara hasta que sus labios se tocaron.
Fue un roce brusco por la sorpresa, sus labios y dientes chocaron, y sus narices se torcieron y ambos fueron a girar la cabeza para el mismo lado por lo que acabaron chocando sus frentes. 
—¡Auch! —gimieron los dos, y Katara dio un pequeño paso atrás para preguntarle si se encontraba bien, pero el brazo de Zuko había encontrado su camino hasta su cintura y la retuvo cerca de él.
—¿Es eso un sí? —fue lo único que preguntó, mientras en su frente aparecía un moratón rojo que seguro era el gemelo del de Katara. No parecía importarle. No parecía importarle nada más en el mundo que ella y su respuesta.
—Eres un idiota —dijo Katara, alzando los brazos para rodearle el cuello—. Por supuesto que sí.
Cuando esta vez se puso de puntillas y Zuko bajó el rostro, sus labios se encontraron sin problema alguno. Se rozaron con suavidad, conociendo una parte del otro que habían pensado prohibida hasta poco antes, una parte que solo se habían permitido tener en sueños, pero que ahora era una realidad.
Se separaron con la respiración cortada, si por los besos o por la emoción no estaba muy claro, y Zuko separó sus brazos de Katara el tiempo justo para tomar su muñeca y colocar con mucho cuidado el brazalete allí. El oro claro y el verde resaltan a las mil maravillas contra su tez oscura. Había sido hecho para ella.
Katara lo contempló durante un momento, asombrada de lo hermoso que era, pero más asombrada aún de lo que significaba. Significaba un comienzo, el inicio de algo. Estaba nerviosa, el futuro era incierto y no sabía si aquello podía acabar bien. O si quizás nunca acabaría, y ella sería la chica, la mujer, y más tarde la anciana, más feliz del mundo a su lado.
Pero no se había arriesgado diariamente en una guerra para no arriesgarse ahora por sus sentimientos.
—¿Te gusta?
Katara alzó la cabeza, y sin poder evitarlo levantó también su mano para acariciarle el rostro. Para acariciarle la cicatriz, al igual que aquel lejano día en las catacumbas rodeado del brillo de mil minerales. No, igual no. Porque ahora podía hacerlo libremente. Podía hacerlo cuando quisiera.
—Es perfecto —susurró, y la sonrisa de Zuko le dijo que sabía que no hablaba de la joya.
El sonido de unas trompetas vinieron desde el interior de la sala de baile, interrumpiendo su momento.
—El rey Kuei va a dar su discurso
—Deberíamos volver.
A pesar de sus palabras ninguno hizo indicio alguno de separarse. Zuko había dejado caer antes la caja así que tenía las dos manos libres para abrazar a Katara, y no tardó en estrecharla más contra su cuerpo. Ella opuso cero resistencia, colaborando felizmente, acercándose más, pasando sus manos por el cabello de su nuca, tan suave como siempre había imaginado, mientras se volvían a fundir en un beso.
La fiesta, el rey, el resto de invitados, todo el mundo podía esperar. Nada importaba en ese momento, nada más que el otro.
Se quedaron en aquel balcón, besándose y sonriéndose entre los besos, felices de que aquello que habían anhelado durante un año por fin estaba al alcance de su mano, y reprochándose un poquito porque podrían haberlo tenido antes.
Y si estuvieron demasiado tiempo perdidos por ahí, y al final Sokka los encontró por accidente en el balcón, bueno, ahí tenía un poco de su propia medicina.
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De los tres fics que tenía pensado para la semana Zutara, este es el que cobró forma más rápido y fácil, y todo gracias a mi compinche mermazing.art que tuvo la idea base de la que surgió este precioso fic. Preciosa es también la ilustración que la acompaña, que podéis encontrar en su cuenta.
¡¡¡Espero que os haya gustado mucho!!! ¡¡¡Nos leemos en la próxima (y última) parte de esta serie!!!
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sarapb · 3 years
Text
Under the Street Lights
Zuko visita Fire Fountain City con la esperanza de encontrar respuestas, pero se acaba encontrando con alguien inesperado.
Zutara Week 2021, Day 2: Disguised
Primera parte de la serie “Under the Lights”.
Ambientado antes del episodio “La Fugitiva” (“The Runaway”) Libro 3 Episodio 7
Leer en AO3     Leer en Wattpad
Los tres días de Zuko en Fire Fountain City han sido un fracaso. No sabía exactamente qué había esperado que ocurriera. ¿Qué nada más poner un pie en la ciudad se le apareciera una visión de Roku resolviendo todas sus dudas? ¿Qué apareciera un espíritu guía y le dijera exactamente qué era lo que tenía que hacer? ¡Por supuesto que la cosa no iba a ser así! Era consciente, o al menos lo era ahora, de que había sido un iluso por pensar que visitando esa ciudad hallaría las respuestas que necesitaba. ¿Si ni siquiera su propio tío se sentía inclinado a solucionar sus dudas, lo iban a hacer unos espíritus?
La sola idea de que los espíritus podrían solucionarle la vida era ya descabellada. No sabía en qué estaba pensando. Nunca había sido muy espiritual, pero la fama y rumores de la espiritualidad de Fire Fountain City, de sus constantes visiones del Otro Lado, le habían dado esperanzas de… bueno, de algo. De poder hablar con el Avatar Roku (todavía no podía pensar en él como el bisabuelo Roku, era raro).
Poco después de leer los pergaminos, y de que su tío le revelara la impactante verdad de su parentesco con el Avatar Roku, Zuko había tomado la decisión de ir a Fire Fountain City. Había sido una decisión impulsiva, y Zuko pensaba que ya no tomaba decisiones de aquel tipo. Que había ganado cierta entereza y carácter que le permitía ser más correcto y medido. Pero por lo visto seguía igual que antes. Otro fracaso más.
Encima, por más que estuviera deseando largarse de esa ciudad, sabía también lo que le esperaba en la capital. Se había peleado con Mai poco antes de irse. En ese momento lo había visto como la oportunidad perfecta para marcharse sin que su novia, o ex-novia en aquel momento, quisiera ir con él o le hiciera preguntas de a dónde iba, pero cuando volviera le esperaban todas esas preguntas igualmente, más la más que probable pelea de siempre. Estaba cansado de las mismas discusiones. No sabía por qué al final del día acababan volviendo si, a no ser que se estuvieran besando, se estaban peleando.
También le esperaba el interrogatorio de Azula, quién querría saber que lo había estresado tanto para necesitar unas vacaciones inmediatamente después de haber vuelto de sus vacaciones de Ember Island.
Lo bueno era que su padre, y la corte en general, pasaban tanto de él que lo más seguro es que ni siquiera se hubieran dado cuenta de que se había ido.
Ahora, con perspectiva, empezaba a ver la simpleza, y los fallos, de su plan: ir a Fire Fountain City y que los espíritus se encarguen del resto. Pero la ciudad, con su fama, sus templos y sus conexiones espirituales no había resultado ser lo que Zuko esperaba. En absoluto.
La visita había sido una enorme pérdida de tiempo. Había visitado y orado en todos los templos, hecho un recorrido por los lugares de la ciudad donde se clamaba que la gente había tenido visiones anteriormente, ¡incluso habían visitado a una adivina! Siempre había pensado que no eran más que charlatanas y mentirosas, pero había asistido por si acaso, solo para comprobar que siempre había tenido razón. Además, había salido de los nervios cuando aquella mujer le había tocado demasiado la mano y le había dicho con una voz que aparentaba ser dulce “tienes mucha rabia y rencor acumulado, necesitas liberar el odio de tu corazón”. Había pagado para que le dijeran algo que ya sabía perfectamente.
Después de esos dos días perdidos, Zuko estaba deseando volver a la capital. Bueno, quizás no volver a la capital, pero si largarse de aquella ciudad. Por suerte esa tarde salía su barco y podía decirle adiós a la “ciudad espiritual”, como la promocionaban en muchos de sus folletos de viaje. Si ponía un pie de nuevo en Fire Fountain City en los próximos 50 años sería demasiado pronto.
Por más ganas que tuviera de irse todavía era temprano, así que Zuko estaba vagando con tranquilidad por el mercado de la zona baja de la ciudad intentando hacer tiempo.
Como había sido un viaje repentino y además no quería demasiados ojos molestos vigilando sus pasos había escogido a dos guardias de entre los que le parecían menos molestos y menos propensos a recibir órdenes de Azula. Ping y Tonen habían considerado el reclutamiento de Zuko como una evidente subida de rango y se habían tomado su trabajo muy en serio. Demasiado en serio. Durante los dos días que había pasado recorriendo la ciudad no se  le habían despegado en ningún momento, incluso habían intentado dormir en la habitación que él. Zuko agradece su ética de trabajo, pero estaba ya muy cansado de ellos, necesitaba respirar un rato.
Así que los había mandado al puerto dos horas antes de la salida de su barco con la excusa de que comprobaran que todo estaba bien y que él se iba a quedar echando una siesta en el hotel. Esa había sido su intención, hasta que se echó en la cama y el sueño decidió no presentarse, por lo que había decidido salir para despejarse. Pasear por la zona alta era un riesgo, puesto que no había avisado a las autoridades de la ciudad de que estaba de visita, y un miembro de la familia real siempre debe avisar con antelación. La zona baja era  lo mejor. Le daría un poco de aire, y las gentes de allí irían tan a lo suyo que no se darían cuenta de su presencia.
Era un buen plan. A diferencia del plan de visitar la ciudad, aquel sí lo era.
O eso pensaba.
Contra todo pronóstico, el mercadillo estaba resultando muy interesante, una muestra de todas las cosas autóctonas de la isla: variedades de frutas que solo crecían en el suelo de aquella isla, sedas de más de mil hilos en vivos colores y artesanía de barro pintada con una mano espléndida. Aquel mercadillo no tenía nada que envidiarle a las carísimas y rígidas tiendas de la zona alta.
Estaba en especial bien surtido con una gran variedad de verduras y frutas. Se paró a contemplar un puesto bien surtido, sus ojos posándose en unas relucientes frutas rosadas que no sabía bien si eran melocotones o albaricoques, parecían casi una fusión entre ambas. Alargó la mano para tomar uno justo cuando alguien hizo el mismo movimiento, provocando que su pálida mano chocara con la morena de la otra persona.
—Lo siento —se disculpó, justo a la vez que también lo hacía la otra persona. Reconoció la voz al mismo tiempo que alzaba la cabeza para enfrentarse a ella, que hizo el mismo gesto.
Quedaron frente a frente, ambos sin creer quien tenían delante. Al menos a Zuko le costaba creer que se había encontrado con ella.
Con la Maestra del Agua del Avatar. La campesina de la Tribu del Polo Sur.
Era Katara.
Los ojos de la chica se abrieron mucho, así que supuso que ella tampoco se lo esperaba. Tampoco había que ser un genio para darse cuenta de que la había reconocido. Al fin y al cabo, era muy fácil reconocerlo, en especial para alguien que lo había visto tan de cerca como ella. Intentó por todos los medios que el recuerdo de la última vez que habían estado tan cerca no acudiera a su cabeza, pero falló.
La frialdad y la tenue iluminación verde de la cueva. Su reflejo mil veces proyectado en las paredes de cristal. Unos hermosos y compasivos ojos azules que lo habían mirado por primera vez al rostro y parecían haberlo visto, verlo a él, de verdad. Ver algo diferente. Los mismos ojos lo miraban ahora, pero con una expresión completamente diferente. Una expresión distinta incluso a como lo había mirado antes de la cueva. Peor. Completamente distintos de los que lo miraban ahora.
Todos aquellos recuerdos lo inundaron en un solo instante, instante que ella aprovechó para agarrarse de su brazo. En apariencia parecía un abrazo de amigos, quizás de algo más, pero le estaba aplicando tal fuerza que seguro le dejaría marcas. Su otra mano la llevó rápidamente a otro sitio más preocupante: a la base de la columna, donde algo frío y puntiagudo estaba presionado contra su piel. Con total seguridad sería una daga de hielo, pero no creía que pudiera caminar con una bolsa de agua en la Nación del Fuego sin levantar sospecha. Con veloz vistazo a su alrededor, comprobó que las rojas manzanas que antes habían estado flotando en un cubo lleno de agua, ahora se apiñaban en el fondo. Chica lista. En especial para hacerlo tan rápido que nadie la hubiera visto. No se había equivocado al pensar que la gente de aquella zona irían a lo suyo y no se darían cuenta de su presencia, aunque ahora no le estaba resultando tan atractiva la idea.
—¡Pero cuánto tiempo sin verte! —exclamó ella en cuanto lo tuvo rodeado con sus brazos y amenazado con su daga. Si su tono sonó demasiado alto y demasiado falso una vez más nadie pareció prestar atención—. Vayamos a otro sitio para ponernos al día.
Tampoco nadie se volvió a mirarlos cuando prácticamente lo arrastró hasta el callejón más cercano. Zuko no tuvo tiempo de oponer resistencia, pero tampoco iba a hacerlo. Sentía verdadera curiosidad por saber qué hacía allí. Qué hacía en la Nación del Fuego, además vestida como una ciudadana más. Debía reconocer que era un buen camuflaje.
Y si una parte de él estaba emocionada de volver a verla, bueno, eso lo sabía solo él.
En cuanto estuvieron resguardados en la penumbra del callejón, perdió la frialdad de la daga y el agarre sobre su brazo, más al volverse para saciar su curiosidad se encontró pegado a la pared con un brazo reteniéndolo allí y la daga ahora presionada contra la garganta.
O ella era muy rápida o él estaba espeso. Quizás un poco de ambas. En cuanto volviera a palacio tendría que reforzar su rutina de entrenamiento.
—Voy a hacerte unas cuantas preguntas —la voz de la muchacha sonó ahora mucho más baja, mucho más amenazadora—. Y quiero que las respuestas sean respuestas rápidas y concisas.
Zuko le respondió con un gesto cuidado de hombros y brazos, indicándole que tenía su cooperación. No quería arriesgarse a hablar y le rajara el cuello.
—¿Está tu hermana aquí?
Ni siquiera se ofendió de que su principal preocupación fuera Azula y no él. Podía entenderlo. A él lo tenía a su merced inmovilizado en un callejón. Si Azula estaba por allí aquello era una bomba de relojería que podía estallar en cualquier momento.
Además, a diferencia de la versión que su hermana había contado a su padre, la que se había hecho oficial y se había extendido por todo el país, no era él quién había matado al Avatar. Había sido ella.
Quizás la chica estuviera buscando venganza.
—No.
La presión de la daga no se aflojó con su respuesta, el hielo le estaba congelando la garganta.
—¿Estás aquí con alguien más?  ¿Alguna de sus amiguitas?
—Nadie de quien debas preocuparte…
El filo de su arma se apretó contra su piel. Podría romper su pálida carne en cualquier minuto. Sus ojos azules lo miraban fijamente. Estaban tan cerca que podía contar las arrugas de su ceño fruncido.
—Esa no ha sido mi pregunta.
Reprimió el impulso de tragar saliva para no arriesgarse a que con el movimiento le cortara la garganta. Parecía muy dispuesta a hacerlo ante el mínimo indicio de resistencia. Respiró hondo con lentitud y respondió con mucho cuidado.
—Estoy solo.
—Permíteme que no te crea —la réplica vino de inmediato, cargada de ácido.
Zuko dejó caer los brazos y compuso una mueca de fastidio. Parecía indignada ante tal comportamiento.
—Es la verdad, estoy solo. He venido solo con dos guardias de los que me he escapado antes —señaló con los ojos a la daga—. Decisión que ahora clarísimamente lamento. ¿Pero qué haces tú —remarcó esa palabra— aquí?
—Eso no es de tu incumbencia.
—¿Qué haces en la nación del fuego? —insistió, incapaz de contenerse—. Sabes que estás en búsqueda y captura. Si alguien te reconoce, estás acabada. Te llevarán a la cárcel. O peor.
—Sigue sin ser asunto tuyo.
Zuko le echó un vistazo rápido, recayendo por primera vez en la cuenta de que iba vestida con ropas rojas típicas de la nación del fuego. Los ojos inexpertos no volverían a mirarla dos veces. Bueno, salvo quizás por lo bien que le sentaban las prendas. Era un disfraz inteligente. Pero los soldados habrían sido alertados de su aspecto, se darían cuenta de quién era. Además, la ropa también le invitaba a pensar que llevaba allí un tiempo, en la Nación del Fuego. No era una cosa repentina. Llevaba allí, escondidos a plena vista durante un tiempo. Y si ella estaba allí lo más probable es que su hermano y la otra niña maestra de la tierra también estuvieran ¿Es que eran suicidas? ¿No sabían la locura que era aquello?
—No entiendo qué hacéis aquí. Ya no hay nada que podáis hacer —su plural le dejó claro que se imaginaba que sus compañeros de viaje estaban también allí. NO la veía del tipo que los hubiera dejado solos—. El Avatar está muerto.
Logró reprimir un escalofrío ante sus propias palabras, pero no logró callar a la voz que le gritaba en su cabeza que era culpa suya.
Ella pareció pensar lo mismo porque apretó más la daga. También apretó los dientes al hablar cuando dijo exactamente lo que el subconsciente de Zuko le estaba gritando:
—¿Y de quién es la culpa de eso?
Cerró los ojos y respiró profundamente, notando como el filo se hundía un poco en su cuello. Sin llegar a rasgar la piel, lo suficiente para recordarle la situación en la que se encontraba. Los abrió de nuevo y la miró. Seguía tan cerca y tan enfadada como antes.
Zuko no pudo resistirse a decírselo.
—Vas a acabar muerta si sigues aquí.
Aquello pareció irritarla más que cualquier cosa que hubiera dicho antes.
—Como si eso te importara —espetó con la rabia centelleando en sus ojos—. Dejaste muy claro que no te importaba.
Pronunció las palabras con claridad, dejando que el peso de cada una de ellas cayera sobre Zuko. Logró su cometido. Él sabía perfectamente a qué se refería, y su mente se vio devuelta por segunda vez en aquel día, en un lapso tan breve, a aquel momento en las catacumbas de cristal de Ba Sing Se. Al recuerdo de la comprensión, del sentirse afín a  otra persona, al entendimiento con alguien que había pasado por cosas que, aunque diferentes, en el fondo eran similares.
Recordó sus dedos sobre su rostro, sobre su cicatriz. Y su ofrecimiento, un acto tan altruista y desinteresado. Recordó sentir con aquello que quizás había algo en él que merecía la pena.
Y después, para variar, le había dado la espalda y la había cagado como siempre.
¿Pero cómo podía pensar que la había cagado si con aquello había conseguido todo por  lo que siempre quiso? ¿Todo por lo que había luchado durante tres años?
¿Por qué entonces se sentía tan culpable al verla a los ojos?
—Yo... —empezó sin saber muy bien qué decir. Suspiró y sin darse cuenta se le escapó de sus labios—: Katara…
—No —lo cortó ella de inmediato. Su postura no aflojó, pero cerró los ojos, apretando los párpados con fuerza, como si se obligara a no abrirlos—. No quiero oírlo.
Zuko pegó los labios y siguió su orden. Se hizo el silencio en el callejón.
Parecía estar pensando algo, deliberando una decisión por unos instantes. Finalmente abrió los ojos y sin perder su agarre sobre la daga controló el agua con la otra mano, empujándola hasta él. El olor a residuos tóxicos y otras cosas asquerosas le cosquilleo la nariz a Zuko. Contuvo una mueca, en especial cuando le envolvió el cuerpo, desde el cuello hasta las rodillas, con el agua. Se notaba que la había extraído de aquel callejón olvidado por Agni. La congeló, dejándolo encarcelado y atrapado entre la pared y el hielo, pero Zuko casi lo agradeció: congelada no apestaba tanto como en estado líquido.
Se separó un poco de él, dejando todavía una mano posada en el hielo.
—Me voy a marchar —declaró—. Si se te ocurre seguirme o delatarme, eres hombre muerto.
Zuko fue a encogerse de hombros pero se encontró el cuerpo rígido retenido por el hielo así que simplemente puso los ojos en blanco. Ella no se quedó para verlo, sino que se encaminó hasta la entrada del callejón.
Antes de salir, se detuvo un momento. Zuko temió que se hubiera arrepentido de dejarlo con vida y volviera a matarlo, pero se quedó quieta sin intención aparente de regresar junto a él. Tras un instante de incertidumbre que se le hizo eterno, lanzó una pregunta al aire que indudablemente iba dirigida a él.
—¿Mereció la pena? ¿Aliarte con Azula? ¿Volverte contra…
“Contra mí” era lo que estaba implícito en aquella frase inacabada. Era lo que quería decir. Pero no lo dijo. Quizás por el mismo motivo por el que a Zuko le costaba hasta pensar su nombre.
No dijo nada, dejó que el silencio cayera sobre ellos como su única respuesta.
—Eso imaginaba —dijo finalmente ella
Con eso, desapareció al salir del callejón, su figura mezclándose entre los viandantes del mercadillo.
Una vez que se fue, Zuko casi deseó quedarse allí, en aquel callejón, solo y en silencio, todo el tiempo que pudiera. Se lo merecía. O quizás simplemente es que no tenía ganas de volver a la corte. No quería enfrentarse a la realidad de su pregunta ni a su falta de respuesta. No quería que supiera que había acertado de lleno. No quería regresar a pasar largas horas mirando el techo de su dormitorio, un lugar que no se sentía suyo, rodeado de personas que no se sentían familiares aunque dijeran ser su familia.
No quería nada de eso pero al final, tras el tiempo suficiente para que ella se hubiera marchado y no pensara que la estaba siguiendo, concentró calor en sus puños y derritió el hielo que lo detenía. Secó su ropa con cuidado, aunque un poco de ese desagradable tufillo se le quedó pegado. Con suerte podría camuflarlo entre el olor a mar y pescado del muelle. Tendría que irse ya, antes de que su barco zarpara y antes de que sus guardias dieran la voz de alarma a Fire Fountain City porque había perdido al Príncipe de la Nación del Fuego.
Con un suspiro cansado, Zuko abandonó también el callejón.
No quedó ningún indicio de que aquella conversación hubiera ocurrido.
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¡Primer fic Zutara que escribo! Tenía muchas ganas de participar en esta week pero la verdad es que le di muchísimas vueltas antes de ponerme a escribir porque sentía que no sería capaz de hacerle justicia a esta pareja que me gusta tanto. Al final, he quedado contenta con el resultado.
Recordad que podéis encontrar una preciosa ilustración que acompaña a esta historia, realizada por la maravillosa mermaizing.art
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sarapb · 3 years
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Sleeping next to you
A lo largo de los años, dormir uno junto al otro pasa de ser una costumbre a una necesidad.
Capítulo 1
Abrió la puerta muy despacio, intentando no hacer ruido, incluso si lo más probable es que la persona a la que no quería molestar no se fuera a dar cuenta de nada.  La luz del pasillo iluminó pobremente la habitación, completamente a oscuras y vacía salvo por una figura acurrucada de espaldas en la cama del fondo.
Ray sabía que aquella era la cama de Norman, porque la suya era la que estaba justo a su lado. Y también sabía que era Emma quien estaba allí acostada.
Sus sollozos eran audibles desde la entrada. Ray sabía lo que iba a encontrar allí, pero no pudo evitar sentir como su destrozado corazón se rompía un poquito más, y le costó horrores contener sus propias lágrimas. Pensaba que ya había llorado todo lo que podía llorar la pérdida de Norman. Se había asegurado de llorar todo lo posible antes a solas, para no preocupar a ninguno de sus hermanos, y en especial porque cuando fuera a ver a Emma quería estar lo más entero posible.
Cerró la puerta con cuidado, la oscuridad inundando de nuevo la habitación. Esperó unos instantes a que sus ojos se acostumbraran a la penumbra y luego se acercó hasta la cama del fondo.
Emma tenía la cara enterrada en la almohada, sus sollozos ahogados por el tejido, los hombros temblándole en pequeños espasmos. Tenía la pierna enyesada colocada en una postura rara, le debía estar doliendo horrores.
Desde el otro lado de la cama Ray extendió una mano para tocarle el hombro, para hacerle saber que estaba ahí, que estaba con ella y que ambos se encontraban en la misma situación,  pero se encontró sin poder pronunciar palabra alguna. Tenía un nudo en la garganta, y se dio cuenta, con una percepción ajena sobre su propio cuerpo, de que volvía a llorar, las lágrimas le caían silenciosas por las mejillas.
No podía decirle nada. No había nada en realidad que pudiera consolarla, y lo sabía porque no había nada en el mundo que pudiera consolarle a él tampoco. Norman se había ido. Se había ido para siempre.
Le cayeron encima la presión, la tensión y los miedos acumulados durante los últimos once años. Tanto planificar, tanto crear, tanto ingeniárselas y aguantar callado y ver como sus hermanos se dirigían uno a uno hacia la muerte… para nada.
Para al final perder a una de las personas que más quería.
Y pronto perder a la otra, pensó, mirando a Emma, cuyo cuerpo seguía moviéndose espasmódicamente. Porque ya sabían que no había forma. No había solución.
Estaban derrotados. Todos condenados a muerte.
Fue a apretar los puños pero descubrió que no tenía energía para ello. No tenía energía para nada.
Así que se dejó caer con cuidado en el hueco libre que el encogido cuerpo de Emma había dejado en la cama de Norma.  Apoyo la cabeza en la almohada. Todos usaban el mismo jabón y la misma colonia, pero el olor de Norman siempre había sido más suave, más pacifico. Aquella paz lo cabreo, sintió la sangre hervir.  Podría haberse salvado, incluso si lo hacía él solo. No todo habría sido en vano.
Sabía que era un pensamiento estúpido, pero no pudo contenerlo.
Enterró la cabeza en la almohada, y se acomodó en la cama hasta que su espalda tocó la de Emma. Sintió su cuerpo tensarse ante el contacto, quedarse quieto durante un instante, acompañado de un ruido de papel arrugarse. Ray esperó, esperó que Emma le dijera que se fuera, que lo echara, que le dijera que quería estar sola.
En cambio, sintió como la espalda de Emma se presionaba contra la suya hasta quedar pegadas. El cuerpo de la niña se relajó, y Ray sintió como el suyo también se relajaba.
Emma siguió llorando durante largo rato, ahogando su llanto lo mejor posible, aunque Ray, pegado a ella,  podía escucharlo perfectamente. Su propio llanto era silencioso, se mordió el labio hasta hacerlo sangrar, los puños aferrados a la almohada y las lágrimas cayendo sin parar.
Finalmente, el llanto de Emma cesó, su respiración se calmó y su cuerpo se quedó tranquilo. Ray siguió despierto durante un rato más, escuchando la respiración de Emma, las lágrimas secas en las mejillas, hasta que finalmente su cuerpo cedió y se quedó dormido.
En cambio, su mente no paró ni un instante, y cuando despertó horas después, la espalda de Emma todavía presionada contra la suya y su respiración pausada, ya tenía un plan en la cabeza.
Un plan loco y caótico. Porque esta vez no era un plan de escape. Era un plan de venganza.
Esta idea lleva en mi cabeza desde hace meses pero no planeaba escribirla hasta dentro de bastante tiempo. Sin embargo el otro día la escritura fluyó de manera natural así que aquí esta el primer capítulo, justo a tiempo para el #RayEmmaDay. Espero que os guste.
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sarapb · 3 years
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The Rose Song 🌹🎶
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Here you have the fanart that I have made inspire by one of the best moment in the series. I have expent the second season crying almost all the time, but if I have to chose a scene and a song is definitively this one. Olivia was simply magical. Please, share It and mention her so she can get to see it.
Whats your favorite part of the song? Mine is the one written in the fanart. Let me know in the comments!
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sarapb · 3 years
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El amor es lo que nos mueve
Kanao sabe lo que es el amor.
Kanao sabe lo que es el amor, no es ajena a ello. Puede que la primera parte de su vida la pasara rodeada de miseria e inmundicia, pero ha tenido la suerte, una suerte que es consciente no todo el mundo tiene, de que esa etapa fuera breve, y la que siguiera fuera una época de alegría y color. De amor.
A pesar de que Kanao sabe lo que es el amor, es un sentimiento que ha tenido que ir descubriendo con los años. Desentrañándolo poco a poco. No ha crecido con él presente desde el primer día de su vida como otros bebés y niños más afortunados, pero cree que por eso puede apreciarlo más. Puede identificarlo mejor porque ha ido descubriendo poco a poco que es.
El amor es dos extrañas que la miran con pena a los ojos y la toman de la mano, arrastrándola con ellas en una carrera desesperada, alejándola de la cruel vida que le esperaba y poniéndola a salvo, aunque en ese entonces no sabe muy bien de qué se trata esa calidez en su pecho.
Pero Kanao, a pesar de su mudez y de sus ojos perdidos es inteligente y a partir de ese momento deja de estar perdida.
Así que aprende.
Aprende del amor de Kanae. Una sonrisa preciosa y llena de luz en su rostro mientras le acaricia la cabeza y le dice que todo estará bien. Un fuerte abrazo, una palabra que también tiene que aprender, y con la que ahora está fascinada. “Abrazo”, susurra en la oscuridad de su habitación mientras rememora los que ha recibido en su corta vida. Los va enumerando, sumando cada uno nuevo a su colección de abrazos como si fuera un tesoro, hasta que son tantos que deja de contar, y se siente privilegiada por poder dejar de hacerlo.
Aprende que amor también es Shinobu, con una belleza igual a su hermana pero un ceño fruncido y labios crispados gritándole. Aprende que el amor no siempre es caricias y abrazos, que a veces también es preocupación y desesperación. Aprende a identificar el tono de Shinobu, las grietas en su voz cuando le explica a su hermana mayor que teme porque sea incapaz de decidir, que quede para siempre sujeta a las decisiones de los demás. Aprende que tras su irritación esconde una profunda preocupación.
Para demostrarle que puede tomar decisiones pro sí misma, que no está completamente perdida, decide por primera vez. Decide su propio apellido. Tsuruyi. Se siente bien, y se siente aún mejor recibir las miradas de afecto y de orgullo de Kanae y Shinobu. De sus hermanas. También se siente bien tener algo que es propio, que su suyo, porque a veces su nombre se siente como una modificación de Kanae.
(Se siente horrible la primera vez que piensa eso, pero aprende, más tarde, que también es humano sentir cosas agrias a veces. Aun así, intenta alejar todos esos sentimientos de ella).
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Amor, descubre con el corazón bombeando el pecho y la emoción en sus ojos, es ver llegar a otra pequeña niña a la Finca Mariposa. Es más pequeña que ella cuando llegó, pero está en clarísimas mejores condiciones. Físicas, quizás, porque no deja de llorar.
Kanae y Shinobu se la presentan casi con miedo, pisando cáscaras de huevo pues no saben como puede ser su reacción. Nunca ha compartido mucho tiempo con otras personas salvo ellas dos, y mucho menos otros niños. Mucha gente pasa por la finca, gente en recuperación sobre todo, pero si no está con sus hermanas pasa la mayor parte de su tiempo sola, acompañada de su moneda, practicando como lanzarla al aire. Es normal que teman como se va a comportar ahora que va a tener que convivir todo el tiempo con otra persona. Que tendrá que compartir sus atenciones con ella.
Su reacción es la siguiente: abraza a la pequeña, cuyo nombre todavía no sabe, y le dice que todo va a estar bien con suaves palabras que se lleva el viento y que sus hermanas mayores no alcanzan a escuchar. Pero la pequeña sí.
Las miradas sorprendidas y orgullosas que intercambian las hermanas quedan a sus espaldas, pero los puñitos de la pequeña agarrándose a ella quedan con ella para siempre.
Kanzaki Aoi es el nuevo miembro de la familia de las Mariposas, y Kanao acaba de convertirse en hermana mayor.
Acaba de sumar un nuevo amor a su vida.
Descubre que el amor de hermana mayor es diferente. No es que te protejan todo el tiempo, sino proteger todo el tiempo y, para su sorpresa, descubre que le gusta. Le gusta el cosquilleo de atrapar a Aoi justo antes de caerse. Le gusta explicarle cosas sintiendo que posee una sabiduría infinita ante la curiosidad de sus grandes ojos azules. Le gusta que sea tan instintivo comportarse así con ella que muchas veces olvide para qué tiene la moneda, no le hace falta tomar una decisión cuando se trata de su hermanita.
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La vida es feliz y brillante, o lo es hasta que Kanae muere.
La vida sigue siendo brillante porque los colores de las flores y de las hojas, del cielo y las nubes, siguen siendo los mismos.
Shinobu no.
Su hermana se encierra. En su habitación y en sí misma.
Mucha gente viene a casa, y Kanao los recibe, siempre silenciosa pero eficiente, dándose cuenta con rapidez del papel que tiene que representar.
Shinobu no sale, no mucho, y a veces ella y Aoi, más veces de las que le gusta admitir, fingen no escuchar su llanto, o sus gritos de rabia.
Kanao es inteligente, siempre se lo han dicho, pero no sabe cómo actuar o qué decir.
Y tampoco sabe que hacer con ese agujero negro que tiene ahora en el pecho, el sitio donde antes tenía el amor de Kanae.
Así, Kanao aprende también que con el amor viene la pérdida.
Por primera vez en su vida, no está tan segura de que compense amar.
No sí el resultado va a ser ese infinito dolor el resto de lo que dure su vida.
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Decide, que sí, que sí que merece la pena. Lo decide un día, el primer día después de la muerte de Kanae en el que Aoi sonríe, y ella sonríe al verla. Merece la pena porque mientras viva quiere sentir eso, y quiere sentir que todos a su alrededor pueden vivirlo.
Quiere amar y sentirse amada, y que todos los niños del mundo lo puedan sentir.
No quiere que nadie tenga que sufrir pérdidas.
Cuando esa noche va a llevarle la cena a Shinobu, se sienta frente a ella y le dice que quiere convertirse en cazadora de demonios. Que quiere luchar contra los demonios.
Shinobu parece sorprendida por un instante. Luego vuelve a su expresión ausente.
Kanao piensa, con el corazón en un puño, que así debía lucir ella cuando era una niña desamparada y olvidada por todos.
Su hermana asiente pero sigue pareciendo tan lejana que Kanao duda que la haya escuchado.
A la mañana siguiente cuando se despierta ya hay olor a comida caliente y dulce en el aire. Shinobu está en la cocina poniendo los platos sobre la mesa. Lleva el haori de Kanae, y ahora también lleva su expresión dulce y amigable, aunque hay grietas.
Ni a Aoi ni a ella se les pasan ambos detalles, pero fingen que no ha pasado nada relevante, tan felices de tener a su hermana (o al menos aparte de ella) de vuelta que Aoi casi no puede contener las lágrimas mientras desayuna.
Shinobu le dice a Kanao todavía con la sonrisa de su hermana mayor en los labios que más tarde empezaran con su entrenamiento.
Kanao está feliz y triste a la vez, porque ha recuperado a Shinobu ha perdido una parte de ella.
Se pregunta si alguna vez volverá la explosiva y cabreada chica que le grito al hombre que la tenía en la calle.
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Los siguientes años transcurren con rapidez, una sucesión de entrenamientos y preparación.
También de risas, en especial cuando llegan las tres pequeñas a la familia.
También hay llanto. Vivir en la finca Mariposa significa que muchos luchadores vienen a recuperarse o curarse ahí, pero no siempre se recuperan o se curan.
También viven con el recuerdo de Kanae. Hay días en que es más fácil y días en que es más difícil.
Shinobu no vuelve nunca a mostrar su personalidad, la máscara de la amabilidad de su hermana cada vez mejor asimilada. Incluso Kanao ya es incapaz de ver las grietas.
Kanao se entrena con verdadero ahínco, y a pesar de que entrena con chicas mayores que ella, es sin duda la mejor. Hay un destello en los ojos de Shinobu cuando la mira que le dice que está orgullosa a la par que preocupada, esa preocupación que siempre ha asimilado va unido a su amor.
Kanao está decidida a luchar, a defender y a proteger.
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Crece, y con ella crece también Aoi. Descubre en ella lo que es tener no solo una hermana, sino también una amiga. Ninguna de las dos es especialmente sociable, Kanao por su mudez voluntaria y Aoi por su mal genio, y ambas ahuyentan a gran parte de los jóvenes que visitan la finca, así que encuentran a la mejor amiga en el corazón de la otra. No hay problema con eso, pues se habrían seguido escogiendo incluso si tuvieran todos los amigos del mundo.
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Kanao tiene dieciséis años cuando conoce a Kamado Tanjiro.
Según él, se conocen en un oscuro y frío bosque una noche de muerte, sangre y lucha contra demonios, cuando ella se abalanza sobre él como un destello blanco y detiene su espada.
Según ella, se conocen una soleada tarde de primavera, las abejas zumban en el jardín y el viento fresco huele a flores. Él la toma de las manos y la mira directamente a los ojos y provoca que su corazón se acelera con locura, con una emoción, con una vivacidad que no ha experimentado antes.
Kanao lo mira, indefensa y sin barreras frente a la franqueza de sus ojos y la luz de su sonrisa, y recuerda ser pequeña y descubrir lo que era el amor. Se siente igual y diferente al mismo tiempo.
Cuando Tanjiro suelta sus manos, hay un hormigueo en ellas, algo que le dice que el contacto ha durado demasiado poco. Y cuando le sonríe, es lo más hermoso que Kanao ha visto en toda su vida, y se siente como si el mayor secreto del mundo se le hubiera revelado con esa sonrisa.
No sabe exactamente qué es este sentimiento, pero sabe que es diferente a cualquier cosa que ha sentido antes. No mejor, no peor, pero si definitivamente diferente. Tiene que serlo, porque su corazón se va a salir de su pecho, y se pregunta si quizás le esté dando un infarto, a pesar de que sabe que es demasiado joven para eso.
Tanjiro se va con esa misma sonrisa camino a una nueva misión, y el corazón de Kanao se encoge ante la idea de peligro, aunque sabe que no puede hacer nada. Es su trabajo tanto como es el suyo.
Pero esa sensación persiste, incluso cuando él está fuera de su vista.
Piensa que quizás con los días se le pasara. Se le pasa. En parte. Porque está tan tranquila viviendo su día a día con normalidad y de repente recuerda su sonrisa, el tacto de sus manos entre las suyas, el destello de su mirada, y siente que le tiembla todo el cuerpo, que el corazón se le va a derretir dentro del pecho y que el sol apunta directamente a sus mejillas.
Empieza a preocuparse tanto que acaba hablando con Shinobu. Si es algo grave, no quiere preocupar a Aoi. Tampoco quiere preocupar a Shinobu, pero es la mayor, ella seguro que sabe qué hacer.
Cuando Kanao termina su explicación y levanta la vista, pues ha sido incapaz de hacer contacto visual mientras le contaba, su corazón se encoja.
Shinobu la mira con picardía en los ojos y mordiéndose el labio. Parece desbordante de felicidad. Y parece ser la Shinobu gritona y mandona que la salvó de las calles. La Shinobu que era antes de la muerte de Kanae.
Eso le dice que sin dudas lo que le ocurre no es nada malo.
Pero no la prepara para las palabras de después.
—Eso es amor, Kanao.
Su pensamiento inmediato es que no, no puede serlo porque ella ya sabe lo que es el amor y no se siente así. Se siente parecido si, pero no así.
—Un tipo diferente de amor —aclara Shinobu y toma una de sus manos.
Kanao las contempla. Lo que siente ahora no se parece a lo que sintió con Tanjiro. Esto es familiar, es el calor de años de confianza, el cariño de su hermana mayor, de la persona que más admira en el mundo, de aquella que desea tener la fuerza suficiente para proteger, a quien quiere hacer orgullosa.
Con Tanjiro ni siquiera tiene claro exactamente que sintió: un torbellino de emociones tan intensas, tan breves y espontáneas que se siente incapaz de nombrarlas a todas.
Solo es capaz de decir que quiere sentirlo de nuevo.
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La próxima vez que Kanao ve a Tanjiro, él aparece tan de sorpresa que cree que se le va a salir el corazón del pecho, aunque sospecha que incluso con un sobre aviso su inquieto corazón se habría comportado igual.
Tanjiro la saluda con una sonrisa y Kanao le corresponde con otra, más suave, pero más auténtica que la que mantiene siempre. Sospecha que es la sonrisa que aparece en sus labios cada vez que piensa en él.
Deja que su corazón lata incontrolable, que todas las emociones que la presencia del chico trae consigo la inunden, sin molestarse en identificarlas. Quiere sentirlas, quiere sentirse así. Siempre, sí es posible.
Kanao conoce el amor pero se da cuenta qué todavía le queda mucho, muchísimo, por descubrir sobre él.
Y no puede esperar a hacerlo.
Escribí este fic como regalo de cumpleaños para https://mermazing-art.tumblr.com/. ¡Espero que os guste tanto como a ella! ¡Gracias por leer ^^!
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sarapb · 3 years
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Día 6: Scars
Esta ilustración acompaña al fic “Scars Made of Love” escrito por mi alucinante @sarapb. Encontraréis el fic en los siguientes enlaces:
AO3: https://archiveofourown.org/works/32177092 // Wattpad: https://www.wattpad.com/1090554156-scars-made-of-love // Tumblr: https://sarapb.tumblr.com/post/654978248922497024/scars-made-of-love
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sarapb · 3 years
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Día 8: Secret
Esta ilustración acompaña al fic “Big Girls Don’t Cry” escrito por mi alucinante @sarapb. Encontraréis el fic en los siguientes enlaces:
AO3: https://archiveofourown.org/works/32216635 // Wattpad: https://www.wattpad.com/story/275192615-big-girls-don%27t-cry // Tumblr: https://sarapb.tumblr.com/post/655153193727279104/big-girls-dont-cry
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sarapb · 3 years
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Big Girls Don't Cry
No va a llorar. No puede permitirse llorar. No si quiere que todo salga bien.
RayEmma Week 2021, Day 8: Secret.
Manga Spoilers
“No puedo llorar”
"No voy a llorar”
Los pensamientos se repiten en la cabeza de Emma, versiones diferentes pero todas con la misma intención: prevenirse a sí misma de llorar en público. No puede permitir que ninguno de sus hermanos la vean llorar o si no le preguntaran por qué está llorando y entonces todo habrá sido en vano.
Entonces todo lo luchado, arriesgado y sufrido, todas las lágrimas que ha derramado antes, todas las vidas perdidas, todo será en vano. Porque si la ven llorar no podrá lograr su objetivo.
En contra de la opinión de todos Emma sí que piensa las cosas. Bueno, quizás no todo, y quizás no tan meditadamente como Ray o tan fríamente como Norman, pero Emma también piensa y reflexiona (la mayoría de las veces) antes de actuar.
La promesa ha sido una de esas cosas que ha meditado mucho, ha pensado antes de decir que sí. O al menos lo ha pensado tanto como ha podido, pues ha tenido que tomar la decisión en un momento, no se podía posponer, tenía que tomarla ahí y ahora, y Emma ha sentido su cerebro funcionando más rápido y eficientemente que en toda su vida.
Cree sinceramente que la oferta que le ha hecho el Rey Demonio es justa. No ha aceptado simplemente porque era la única alternativa (aunque era la única alternativa que estaba dispuesta a aceptar), lo ha hecho porque de veras considera justa la propuesta. Sus recuerdos a cambio de respetar la vida de todo el mundo, humanos y demonios por igual, además de que sus hermanos acaben en un sitio seguro donde nunca más volverán a irse a dormir con la incertidumbre de sí algo los atacara mientras duermen. Con el “quizás no lleguemos todos juntos”. Un mundo donde los más pequeños y los bebés nunca tengan que conocer esos sentimientos, donde ningún niño cargue nunca jamás con semejante responsabilidad en sus hombros.
Emma está de acuerdo. Pero entonces, ¿por qué siente que va a romper llorar en cualquier momento?
En el fondo también sabe que es normal que esté deseando llorar. Está de acuerdo con que es lógico y más que aceptable, pero estar de acuerdo con los términos del contrato no tiene por qué estar completamente de acuerdo con sacrificar su vida así. Quiere que todos vivan felices, quiere que todos puedan crecer en paz y armonía, pero ella también quiere ser feliz, también quiere crecer en paz y en armonía, y sobre todo quiere estar con su familia para siempre. Por siempre jamás. Y eso es algo que ese trato le va a arrebatar.
Así que se siente al borde del llanto todo el tiempo, y se odia a sí misma por estarlo. Al fin y al cabo es su decisión, ¿no? Es ella quien quiere que todos vivan bien, humanos y demonios, así que es ella quien debe pagar el precio.
Es ella quien debe hacerlo.
Aun así, parte de ella quiere correr y pedirle ayuda a Ray. Quiere correr y contarle que ha hecho, que ha prometido, pedirle que por favor la ayude. Es Ray, siempre puede contar con él, siempre estará ahí para ella y si alguien puede ayudarla es él.
Sus ojos se dirigen a Ray casi con voluntad propia. Está charlando animadamente con Don y otros de los chicos. Parece despreocupado e incluso tranquilo, pero Emma sabe que está alerta, nunca deja de estarlo esperando el momento en que quizás tenga que salir corriendo para salvarlos a todos. Siempre ha sido así desde que tiene memoria, porque Ray, para bien o para mal, tiene más memoria que todos ellos juntos.
Debe sentir su mirada sobre él, porque vuelve el rostro y sus ojos se encuentran.
Ray le sonríe y el corazón de Emma se detiene un instante.
No sonríe muy a menudo, pero cuando lo hace tiene la sonrisa más brillante y radiante que Emma ha visto nunca. Le gustaría que sonriera siempre.
"Quiero verlo sonreír siempre".
Es la sonrisa de Ray lo que Emma va a proteger cumpliendo su parte del trato, se da cuenta. Protegerá a Ray, que nunca más tendrá que estar alerta todo el tiempo, que por fin podrá relajarse. Que podrá fotografiar y recorrer el mundo humano, y estar charlando con sus hermanos con despreocupación.
Es esa sonrisa, y la de Norman, y la de Gilda, y la de Don, y la de Phil, y la de todos los chicos que forman parte de su familia. Es a su familia a quien Emma está protegiendo.
“No voy a llorar”, se dice Emma, y esta vez se lo dice más en serio que nunca. “Cada vez que quiera llorar, pensaré en la sonrisa de Ray”.
Y eso hace, piensa en la sonrisa de Ray. Piensa que así él podrá sonreír siempre, que nunca tendrá que volver a sufrir. Piensa en la sonrisa de Ray, y cuando viajan al mundo humano, sabiendo lo que le espera allí, Emma también sonríe, tranquila y en paz consigo misma, porque piensa que ha protegido la vida de sus hermanos, que ha protegido la sonrisa de Ray.
Sobre la arena de la playa, en un mundo humano que les es ajeno, Ray llora. Se deja caer al suelo y llora todas las lágrimas que Emma se ha guardado, toda la agonía, todo el sinvivir de la mentira que ha mantenido, todo aquello que ha ocultado a sus hermanos. En la playa, las lágrimas de Ray se pierden en el océano y su sonrisa se entierra en la arena. Se siente incapaz de sonreír, ahora que ya no tiene junto a él a la persona por la que siempre lo hacía.
(Este fic va acompañado de una ilustración que podéis encontrar en el tumblr de la maravillosa https://mermazing-art.tumblr.com/ )
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sarapb · 3 years
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Scars Made of Love
Papá tiene una cicatriz en la oreja. Mamá también.
RayEmma Week 2021, Day 6: Scars
Post-Finale. Manga Spoilers.
Tiene cinco años cuando ve la cicatriz de su padre por primera vez.
Están tumbados en el sofá, él está estirado encima de papá, mientras papá lee y él ve dibujos animados. El siguiente capítulo que retransmiten es repetido (lo ha visto tantas veces que ya se lo sabe de memoria) pero está muy a gusto tumbado con papá y no tiene ganas de moverse, así que se dedica a mirar a su padre. El adulto tiene un brazo echado sobre la espalda del niño para impedir que se caiga, pero sus ojos están puestos en el libro, que sujeta de tal forma que el pequeño pueda verle el rostro a la perfección. En su aburrimiento se dedica precisamente a eso, a mirar la cara de su padre. En clase están aprendiendo a nombrar todas las partes del rostro y aunque él ya es más que capaz de recitarlas todas sin pensar las mira con detenimiento y las va nombrando: la frente, la nariz, las cejas, los ojos, los labios, las mejillas, las orejas…
Es ahí cuando se da cuenta por primera vez de que a la oreja de su padre le pasa algo. Inclinando la cabeza para ver mejor, comprueba que lo que le pasa es que parece como si le faltara un pequeño trocito. Como cuando estás haciendo un puzle, te falta una única pieza y puedes ver la mesa a través de ese hueco.
Antes de que pueda pararse a pensar (cosa que según papá no hace muy a menudo) extiende la mano y le roza la oreja. Su padre da automáticamente un respingo, suelta el libro que cae al suelo con un golpe sordo y el brazo que lo envuelve se aprieta a su alrededor, afianzándolo contra él.
—Lo siento —susurra cuando su padre lo mira con los ojos muy abiertos.
—No pasa nada. Me has hecho cosquillas —le explica, y al instante procede a hacerle cosquillas en las costillas, provocando lágrimas de risa.
—¡No! ¡Papá, para! —le suplica entre carcajadas, y su padre se detiene con una sonrisa enorme.
Él lo mira sonriendo, pero ahora que sabe que esa extraña muesca está en la oreja de papá no puede evitar que sus ojos se desvíen a mirarla. Su padre, la persona más inteligente que conoce (incluso más que el tío Norm) se da cuenta de inmediato y toma su mano y la devuelve al sitio que había tocado instantes antes.
Le ayuda a pasar el dedo por el contorno de la oreja, notando a la perfección el hueco, el trocito que falta. Papá lo ayuda a rozar con más profundidad el hueco, lo invita a tocarlo sin reparos. Sorprendentemente, es bastante suave al tacto.
—¿Te duele? —pregunta, como una ocurrencia repentina.
Papá niega con suavidad para no mover su mano.
—En absoluto.
—¿Pero dolió? —insiste.
Su padre lo mira con los ojos entrecerrados pero una sonrisa en los labios. Es la expresión que pone cada vez que dice algo que es “demasiado inteligente para su edad”. Sin embargo, no importa que tan extraña puedan ser sus preguntas a veces, papá siempre responde a todas.
—Sí, dolió.
El pequeño aparta la mano para contemplarla mejor. Resulta muy evidente ahora que sabe qué buscar.
—¿Cómo te la hiciste? —pregunta, sus ojos fijos sobre la herida.
El pecho de su padre se mueve en pequeñas respiraciones. Sabe que se está aguantando las ganas de reír, así que no se espera lo que responde.
—Tu mamá me la hizo.
—¿¡Mamá te hizo daño?! —exclama el pequeño con toda la potencia de su voz.
Mamá es la persona más buena y amable del planeta, en su pequeña cabecita es imposible que le haga daño ni a una mosca.
Su padre suelta una carcajada mientras se incorpora para sentarse en el sofá, todo ello mientras lo sujeta fuerte para que no se caiga y lo deja sentado en su regazo.
—Sip. Tu mamá lo hizo. Pero lo hizo para protegerme.
—¿Para protegerte de qué? —. Ahora está todavía más confuso.
Papá le acaricia la cabeza y le aparta distraído mechones de cabello de la cara. Lo está mirando, pero a la vez parece estar viendo algo muy muy lejano. Es una expresión a la que se ha acostumbrado, porque papá, mamá, y también sus tíos, la ponen a veces, cuando se piensa que él no está mirando.
— De alguien malo. Pero no debes preocuparte, porque tu mamá, tus tíos y yo, conseguimos ganar —le explica con una sonrisa, e incluso alza el puño como hacen los héroes de sus películas. El pequeño se pregunta vagamente si quizás sus papás sean héroes y se lo hayan ocultado todo este tiempo. Sin embargo, tiene otra pregunta más urgente.
—¿Y no te molesta? Tener una herida fea en la oreja —aclara cuando su padre lo mira con duda, y se avergüenza al instante. No es una herida fea, no en verdad. Ya ni siquiera es una herida, es otra cosa, ha escuchado la palabra antes pero no…
—Es una cicatriz —dice papá, que parece leerle el pensamiento—. Yo no la considero fea. Y no, no me molesta en absoluto.
—¿Por qué?
Papá sonríe, una sonrisa pequeña pero llena de cariño y amor.
—Porque es un símbolo el de amor de tu madre.
—¿Del amor de mamá?
—Ajam.
Mira la herida, la cicatriz, ahora con unos ojos muy distintos. No termina de entender qué quiere decir papá con sus palabras, hay muchas muchas veces en las que no entiende a papá, o a los adultos en general. A veces insiste, porque quiere comprender, pero esta vez no lo hace. Simplemente se queda mirando la herida, hasta que papá le hace unas pocas cosquillas más y le dice que si quieren leer algo juntos.
Antes de que papá termine de hacer la pregunta, el pequeño ya ha saltado al suelo y está corriendo en busca de sus cuentos favoritos.
Tiene siete años cuando ve la cicatriz de su madre por primera vez.
Es una tarde de agosto y el sol por fin está dando un poco de tregua, así que mamá sugirió que salieran al jardín a jugar al tenis. A su madre le encanta cualquier cosa que implique movimiento, es una gran aficionada al deporte, muy atlética, y aunque él es bastante flojo (o al menos eso es lo que dice su profesor de Educación Física) sí que hace mucho deporte con su madre, más porque le gusta pasar tiempo con ella que por otra cosa.
Están en el jardín, su madre va ganando por un punto y aunque no haga el mismo calor que a las cuatro de la tarde todavía la temperatura es alta, así que su madre usa un coletero para apartarse del rostro el cabello que le cae sobre los hombros en brillantes ondas. Siempre ha pensado que el pelo de su madre parece el sol, y le da bastante envidia no tener su mismo color.
No le da demasiada importancia y siguen jugando durante un rato, hasta que en un momento su madre se agacha para recoger la pelota y entonces la ve.
Lo primero que piensa es que es imposible que no la haya visto antes, porque es bastante grande, ocupa gran parte del lateral de su rostro, una cicatriz de un rosado que destaca bastante contra su piel. Se va estrechando en los extremos hasta acabar en una delgada línea para luego desaparecer. El centro es lo peor, porque es un pequeño agujero rodeado de cicatrices pequeñas.
La cicatriz está donde debería estar la oreja de su madre. A su madre le falta una oreja y nunca había recaído en ello, y tiene que ser algo que ocurrió antes de nacer él, o cuando era muy pequeño, porque no hay manera que durante los últimos años su madre haya recibido una herida semejante y él no se haya dado cuenta. No cuando dicen que es un chico muy inteligente para su edad.
Todos los pensamientos transcurren en un solo instante, en el momento en que su madre se agacha y recoge la pelota, pero cuando se incorpora él todavía la está mirándola fijamente.
—¿Te encuentras bien, cariño? —pregunta su madre preocupada.
Sus ojos se dirigen sin poder evitarlo a la cicatriz y su madre se da cuenta. Se lleva una mano a la zona, no con la intención de ocultarla, parece más bien un gesto inconsciente. Esboza una pequeña sonrisa y se acerca hasta quedar junto a él.
—Fue hace mucho mucho tiempo —le explica con una dulce sonrisa sin que él tenga que preguntar—. Mucho antes de nacer tú. Siento si te ha disgustado verla.
Niega enérgicamente con la cabeza, recuperándose del shock. No quiere que su madre piense mal de él.
— No, no es eso. Me ha sorprendido. No… no sabía de ella.
Su madre le aparta un mechón rebelde del rostro, colocándoselo detrás de la oreja. Ahora que sabe que a su madre le falta una, es extremadamente consciente de las suyas.
—Casi siempre la llevo tapada. No es que me avergüence de ella, en absoluto. Es más una costumbre.
—¿Quién te lo hizo? —pregunta antes de darse cuenta.
De repente, está recordando otra conversación, en ese ocasión con su padre, hace mucho tiempo sobre algo muy parecido.
Su madre no deja de sonreír ni de acariciarle el cabello, y por eso la respuesta le sorprende.
—Me la hice yo misma.
La mirada de su rostro no debe tener precio porque su madre empieza a reírse.
—¿Cómo? ¿Tú misma? ¿Pero por qué?
Su madre incluso se retira una lágrima sin dejar de sonreír antes de responder.
—Lo siento, me has recordado mucho a… No importa —dice su madre—. Y sí, me lo hice yo misma. Era necesario para poder escapar de alguien que nos tenían atrapados.
Recuerda la conversación con su padre. Las similitudes no se le escapan. No sabe exactamente quienes engloba ese “nos” aunque casi seguro que además de sus padres incluye a sus tíos. Tampoco se le pasa por alto la parte de “escapar” y “atrapados”. De repente tiene mucha curiosidad y miles de preguntas peleándose en su cabeza, pero al final lo que acaba preguntando es…
—¿Y no te importó?
—Por supuesto que no —la sonrisa de su madre es aún más grande ahora si cabe—. En su momento no lo sabía, pero cortarme la oreja fue una declaración de amor.
—¿Una declaración de amor?
Ahora está tremendamente perdido, ni siquiera puede fingir que entiende a dónde quiere llegar su madre. Esta se inclina y le da un beso en la frente.
—Sí. Una declaración de amor a tu padre, por supuesto.
No lo entiende. Bueno, entiende que sus padres son muy bobos el uno con el otro, pero no termina de entender por qué las cicatrices que tienen pueden ser un símbolo de su amor. Pero tiene siete años, y el amor todavía es algo asqueroso que no quiere experimentar, que no quiere que le pase a él nunca o si no acabará como en las películas románticas que a la tía Anna le gustan tanto.
Su madre se ha vuelto a poner en posición, dispuesta a aprovechar las últimas horas de sol antes de que anochezca, así que corre rápido a su sitio y reanudan el partido. Su madre gana, por supuesto, pero él se siente ganador de simplemente estar con ella y verla sonreír.
Nunca olvida sobre las cicatrices de sus padres, ni tampoco los motivos que le dieron, ni que nunca llegaron a explicar por completo la historia. Algún día preguntará, y algún día, en el futuro, sus padres le explicarán y le contarán, cuando tenga la edad suficiente.
Por el momento, sabe que sus padres se quieren, y que lo quieren a él, y con eso es más que suficiente.
(Este fic va acompañado de una ilustración que podéis encontrar en el tumblr de la maravillosa https://mermazing-art.tumblr.com/ )
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sarapb · 3 years
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Día 4: Butterfly
Esta ilustración acompaña al fic “Butterfly” escrito por mi alucinante @sarapb. Encontraréis el fic en los siguientes enlaces:
AO3: https://archiveofourown.org/works/32135194 // Wattpad: https://www.wattpad.com/1089584945-butterfly // Tumblr: https://sarapb.tumblr.com/post/654797923102670848/butterfly
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