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reflexcine · 2 years
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Argentina, 1985: una carta abierta por la memoria
Santiago Mitre propone una efectiva clase de historia con un relato ingenioso que juega entre lo cómico y lo conmovedor. Un guión sólido y un ritmo vertiginoso destacan por sobre diálogos por momentos burdos y aleccionadores.
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Si se sigue la carrera de Santiago Mitre no puede pensarse al fenómeno de  Argentina,1985 como algo sorpresivo. El compromiso social y las tramas políticas estuvieron presentes en sus tres largometrajes en solitario, todos con una impronta destacable y una efectividad en ascenso. Vale repasarlas: El estudiante (2011), en donde un ingresante a la universidad empieza su carrera política a través de la militancia estudiantil; La patota (2015), una versión del clásico de 1960 en la que una maestra rural es atacada por un grupo de hombres y un enfrentamiento con su padre la ponen ante un dilema moral; y La Cordillera (2017), donde sigue las perversas estrategias políticas del presidente de la nación en medio de una cumbre continental. Todas absolutamente recomendables.
En todas las películas aparece un realismo puro en historias plenamente ficticias, una identificación rápida ante dramas reales pero con personajes inventados. Para Argentina,1985 deja el plano de la ficción y toma, ahora sí, una historia real a la que le sobran razones para ser contada.
Es imposible quedar indiferente al terminar de verla. Transmite, conmueve, emociona y hasta hace reflexionar. Y todo eso es posible gracias a un notable trabajo en prácticamente todas las áreas de producción. 
Un guión preciso, coescrito por Mariano Llinás (La flor, 2018), entremezcla el proceso judicial con la experiencia individual y familiar del fiscal a cargo, Julio Strassera, y el ánimo social de entonces. Incluso aprovecha sus oportunidades para incluir en el conflicto algunos ejes que pueden exceder a los principales, como la presencia de los jóvenes y su compromiso en los asuntos políticos. La sucesión de hechos, muy bien armada, llega a realzarse con un montaje sumamente ingenioso y complejo que logra pasar el desafío de toda película de juicios: no caer en el aburrimiento. Frenético por momentos y calmo en los segmentos más dramáticos, hace que las dos horas veinte de duración pasen sin mirar el reloj siquiera una sola vez. A eso se le suma la aparición del material de archivo que se cuela sin avisar entre los planos de la ficción, haciendo más atractivo el relato.
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Las interpretaciones merecen un párrafo aparte, sobre todo por su ambivalencia: Argentina, 1985 tiene algunas actuaciones descomunales y algunas otras al límite de lo creíble. Empezar por Darín, que está muy bien, sería algo clásico. Pero hay parte del elenco secundario que hace de todas sus participaciones una clase de actuación: Norman Briski (mentor de Strassera) y Alejandra Flechner (la esposa) hacen un trabajo impecable y crean continuamente desde su lugar la presión creciente que acumula el fiscal hasta el día de la sentencia. Peter Lanzani, curiosamente, forma parte de los dos grupos. A título personal, es la primera vez que alcanza una labor madura y logra camuflarse en la imagen del personaje; aunque también tiene momentos en donde sus intervenciones son un poco fallidas. Por su parte, y sin ánimo de entrar en detalle, los actores que forman parte del segundo grupo aparecen poco, pero son muchos.
Pero hay un elemento sorpresa que se incluyó con audacia y que resalta más allá de todo lo demás: el humor. Argentina,1985 es increíblemente graciosa, con un timing planeado hasta el detalle y sin nunca perder el foco de lo que cuenta. La comicidad no se limita solo a un personaje que haga de “payaso”, sino que comicidad y dramatismo conviven en armonía en la gran mayoría del elenco. Ese equilibrio es lo que le da a la película una impronta diferente, atractiva y especial. El código se entiende en los primeros minutos y nunca atenta contra la trama, haciendo de un tema sensible algo menos pesado y mucho más entretenido de lo esperado.
Esto último ayuda a que el mensaje de la película cale profundo en los espectadores: el camino para reconstruir la democracia en Argentina no fue fácil, ni mucho menos seguro. En épocas donde la violencia y la radicalización son moneda corriente en la escena política mundial, el sometimiento y el dolor de aquellos años no puede (ni debe) ser olvidado. 
Un comentario: la experiencia colectiva en el cine (hablando desde Argentina, aunque seguramente se extiende al resto de los países de habla hispana) es increíblemente movilizadora. No hay que perder la oportunidad.
Ficha técnica:
Título original: Argentina, 1985 (2022)
Duración: 140 min.
Género: drama
Dirección: Santiago Mitre
Guión: Mariano Llinás, Santiago Mitre
Elenco: Ricardo Darín, Peter Lanzani, Alejandra Flechner, Carlos Portaluppi, Norman Briski, Héctor Díaz, Alejo García Pintos, Claudio Da Passano, Gina Mastronicola, Walter Jakob, Laura Paredes.
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reflexcine · 2 years
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Críticas | ¡Nop! (2022)
La tercera película de Jordan Peele combina diversos temas y géneros con el equilibrio justo, convirtiéndose en la más compleja y, a su vez, la más lograda del director.
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¿Ambiciosa? Sí. ¿Impactante? Sí. ¿Comprometida? Sí. ¿Terrorífica? Sí. ¿Graciosa? Sí. ¡Nop! (Nope!, 2022) sale airosa en cada una de las cosas que se propone. Jordan Peele, que ya le había llevado un poco de aire fresco al cine de terror con sus dos films anteriores, se anima a jugar con elementos de otros géneros para llevar adelante una premisa simple y ya vista con una destacable frescura y originalidad.
Lo ambicioso en este nuevo proyecto del director de Huye (Get out, 2017) y Nosotros (US, 2019) aparece tanto en lo narrativo como en lo visual. Jordan Peele no solo mantiene y confirma su postura crítica que expuso en sus largometrajes anteriores, sino que ahora propone un multimensaje en una cinta cuya trama es afectada por la cambiante forma del aterrador “villano”. Con espíritu de producción independiente pero con un presupuesto de 70 millones de dólares, reúne a un escaso pero talentoso elenco (con Keke Palmer como de mejor desempeño) para centrarse en un despliegue escénico en el que no escatima ni en el diseño de locaciones ni en efectos especiales. Y es ahí donde reside lo impactante: constantemente construye la sensación de amenaza que aquella individual forma extraña en el cielo produce ante la inmensidad de un campo prácticamente despoblado. Todo aquello confluye en la creación de imágenes imponentemente aterradoras, como una lluvia de sangre sobre la casa de los protagonistas en medio de la noche.
Pero además de sus aciertos más palpables, Nope! ofrece certeras y admirables señalamientos a la conducta humana actual. Sin caer en una absurda y literal bajada de línea, Peele aborda principalmente la espectacularización del desastre y su apropiación a cualquier precio, así como también la relación de los seres humanos con los animales y la siempre presente cuestión racial. Incluso aprovecha para subirse a la problemática sobre la producción del “cine de antes” y el “cine de ahora” (aquel basado en cromas al que Martin Scorsese comparó con un parque de diversiones), al encarnar el debate en el personaje de Michael Wincott, el director de fotografía, que se ve imposibilitado de usar cámaras modernas de alta tecnología. Quizás por eso también, la decisión de ambientar la historia como si se tratase de un western de la época dorada del cine hollywoodense.
Por otra parte, Jordan Peele pareció ajustar la fórmula para hacer la combinación precisa entre el humor y el terror. La misma ya la había intentado en Us con un resultado francamente decepcionante, una película potente en sus intenciones metafóricas y terroríficas que es seriamente afectada por una comicidad muy poco efectiva. Todo lo contrario sucede en Nope!: no solo alterna secuencias de mucho suspenso y tensión con gags sumamente frescos e ingeniosos, sino que incluso hace convivir con altura ambos recursos en una misma escena  (la del establo es, quizás, la más destacada de todo el film). 
Nope! se destaca por la solidez de muchos de sus aspectos y por la determinación de su director, que con tres películas se afirma como uno de los más destacados e ingeniosos del género de terror.
Ficha técnica:
Título original: NOPE! (2022)
Género: Ciencia ficción / terror
Duración: 130 min.
Guión y dirección: Jordan Peele
Reparto: Daniel Kaluuya, Keke Palmer, Brandon Perea, Steven Yeun, Terry Notary, Donna Mills, Michael Wincott, Barbie Ferreira, Jennifer Lafleur, Ryan W. Garcia, Sophia Coto, Andrew Patrick Ralston, Conor Kowalski
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reflexcine · 2 years
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Us (2019)
Dir: Jordan Peele
DP:  Mike Gioulakis
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reflexcine · 2 years
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The virgin suicides (1999)
Dir. Sofía Coppola
DP: Corine day
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reflexcine · 2 years
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Lost in translation (2003)
Dir: Sofia Coppola
DP:  Lance Acord
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reflexcine · 2 years
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Crítica | El hombre del Norte (2022)
Robert Eggers imprime su sello artístico en una épica de venganza con aires shakesperianos, y narra con exagerada y cruda violencia la redención de un heredero al trono en la que mezcla la mitología nórdica con brujería y elementos sobrenaturales.
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La escalada en respeto y popularidad de Robert Eggers ha tenido una rapidez notable. Su impronta salvaje y directa plasmada con mucha seguridad desde su primer largometraje La Bruja (The vvitch, 2015) sedujo hasta los más desprevenidos, y terminó de meterse en el bolsillo a la crítica especializada con la extraña, arriesgada y cautivadora El faro (The lighthouse, 2019), a la que difícilmente pueda encontrársele una comparación en las producciones cinematográficas del último tiempo. El prestigio dado por ambas películas tan disímiles y particulares entre sí tuvo como resultado un extenso presupuesto de 90 millones de dólares para su tercer y flamante estreno, en el que su estilo furioso y estética imponente vuelven a hacerse notar, aunque esta vez sin tanta profundidad narrativa.
Y es que desde las primeras imágenes de El hombre del Norte ya pueden verse los resultados de esa gran fuente de dinero que tuvo a disposición, no solo por el uso de sets de estilo milenario o las realistas erupciones volcánicas, sino por la participación casi anecdótica de actores de renombre al inicio del relato, como Ethan Hawke y Willem Dafoe (a quien ya había dirigido en El faro), además de contar con Nicole Kidman, de mayor aparición en el resto del relato. Esto, sumado a  la sorpresiva invocación de Odín (Dios supremo en la mitología nórdica) y el uso de una gran cantidad de extras en los primeros segundos de la cinta, ya avizora la grandilocuencia de la misma. Robert Eggers ya había demostrado su capacidad de dirección con grupos pequeños de actores y locaciones reducidas, y sigue su camino del éxito con puestas en escena y secuencias míticas y  multitudinarias.
Apoyado en la época y la civilización en la que la sitúa, el director aprovecha cada oportunidad para agregar grandes dosis de violencia y destrucción, donde el gore se hace presente y no faltan sacrificios animales ni mutilaciones humanas. Sin embargo, se apiada del espectador y no deja que todo ocurra en pantalla, mostrando huellas y expresiones de los actos sangrientos en estremecedoras imágenes posteriores. Todo eso dota de un condimento extra a una trama sin mucha innovación ni originalidad.
La espectacularidad de El hombre del norte sobresale por mérito propio, pero también por no ser acompañada por una historia atractiva en términos novedosos. Robert Eggers toma la base de la legendaria Hamlet de William Shakespeare y la traslada en tiempo y espacio para agregarle una épica construida a partir de antiguos ritos y creencias sobrehumanas, pero sin agregarle nada nuevo. Los soliloquios de algunos personajes, retomados de la obra del dramaturgo, y los elementos fantásticos que incluye llenan de particularidades a un relato que se presta a la previsibilidad desde el primer momento. De todas formas, previsible no significa aburrido. Aunque el desenlace no esconde sorpresas, El hombre del norte no escatima en entretenidas y emocionantes secuencias, haciendo de sus dos horas quince de duración algo ligero y para nada pesado.
El hombre del norte reanfirma el talento de Robert Eggers y sus esfuerzos por construir un espectáculo por igual diferente e impactante, demostrando nuevamente la elocuencia del director en la puesta en escena  y su poderosa y pensada expresión de la violencia.
Ficha técnica
Titulo original: The northman (2022)
Género: drama, aventura, épico
Duración: 136 min.
Dirección: Robert Eggers
Guión Sjión y Robert Eggers
Reparto: Alexander Skarsgard, Nicole Kidman, Anya Taylor-Joy, Claes Bang, Ethan Hawke, Willem Dafoe, Gustav Lindh, Oscar Novak, Bjork, Ralph Ineson, Kate Dickie, Murray McArthur, Ian Gerard Whyte
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reflexcine · 2 years
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The lighthouse (2019)
Dir: Robert Eggers
DP:  Jarin Blaschke
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reflexcine · 2 years
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Críticas| Madres paralelas (2021)
Almodóvar combina feminismo con memoria de los pueblos en un melodrama austero con inesperados golpes de timón, en el que demuestra lo efectiva que sigue siendo su pluma luego de más de 30 años en la industria. 
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Pedro Almodóvar es probablemente uno de los directores, sino el, más convocantes a nivel mundial que tiene el cine europeo en la actualidad. Con varias décadas en el ambiente, el español sigue dando golpes certeros con sus películas más recientes - algunos incluyen a Dolor y gloria (Dolor y gloria, 2019) en lo más alto de su filmografía -, expandiendo su público a nuevas generaciones. Atendiendo a eso y a la crisis que afronta la industria, su nueva apuesta llegó a Latinoamérica por medio de Netflix, luego de un exitoso paso por los Festival de Venecia y el anuncio de sus dos nominaciones a los premios Oscar.
Madres paralelas retoma la tradición del cine de Almodóvar de tener como protagonistas a poderosos personajes femeninos dejada de lado en Dolor y gloria, con una impronta feminista aún más marcada por la situación que les toca atravesar. Narra el encuentro de Janis (Penélope Cruz) y Ana (Milena Smit), dos mujeres de generaciones diferentes que se convierten en madres solteras al mismo tiempo por diferentes circunstancias y atravesadas por diferentes realidades. Lo que en principio aparenta forjarse como un vínculo de mutua cooperación se convierte en una relación enfermiza, mientras Janis emprende la búsqueda del cuerpo de su bisabuelo, víctima de la guerra civil española,  junto a Arturo (Israel Elejalde), antropólogo forense y padre de su hija.
Con aires melodramáticos, la particular situación que une a las madres recientes es el motor de una historia que rápidamente vira hacia otro lugar: la memoria del pueblo español y la necesidad de la verdad. La trama paralela sobre los desaparecidos durante la dictadura de Franco tiñe la película con una impronta política que no aparece en una primera impresión, haciendo de su aparición una grata sorpresa. Cuestiones como la identidad y la herencia española sobrevuelan el relato tan sutilmente que plaga de simbolismos toda la cinta casi sin notarlo, mientras se suceden giros y revelaciones tan sensibles como entretenidos.
El tratamiento que Almodóvar le ha dado a la figura femenina es a esta altura innegable, al darle dones y matices libres de cualquier prejuicio que la han dotado de una representatividad muy particular. En Madres paralelas también hay una muestra de eso, aunque esta vez la agenda feminista potenció un poco más su impresión del asunto, agregando algunos diálogos algo burdos y didácticos en exceso. Sin embargo, aquellas escenas quedan en lo anecdótico por la poderosa interpretación de Penélope Cruz, que sin demasiada exigencia se carga al hombro las escenas más dramáticas. 
La banda sonora, a cargo de Alberto Iglesias, también hace lo suyo para acentuar esa intensidad dramática, jugando entre lo triste y lo intrigante. Quizás sea una casualidad, pero es curioso (y probable, teniendo en cuenta su temática) que la melodía principal de la música de Madres paralelas sea similar a la versión de orquesta de Toxic de Britney spears, usada en el climax de Hermosa venganza (Promising young woman, 2020).
Madres paralelas usa la cuestión de la madre soltera como un Caballo de Troya para introducir con maestría el asunto de la identidad y la herencia de los pueblos, equilibrando ambas temáticas sin que ninguna pierda sentido. 
FIcha técnica 
Título original: Madres paralelas (2021)
País: España
Género: Drama
Duración: 123 mi.
Guión y Dirección: Pedro Almodóvar
Reparto: Penélope Cruz, Milena Smit, Israel Elejalde, Aitana Sánchez-Gijón, Rossy de Palma, Julieta Serrano, Adelfa Calvo, Ainhoa Santamaría, Daniela Santiago, Julio Manrique, Inma Ochoa, Trinidad Iglesias, Carmen Flores
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reflexcine · 2 years
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Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988)
Dir: Pedro Almodóvar
DP: José Luis Alcaine
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reflexcine · 2 years
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La la land (2016)
Dir: Damien Chazelle
DP:  Linus Sandgren
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reflexcine · 2 years
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Oscar 2022 | apuntes sobre las nominadas de este año
Diez reflexiones sobre las decisiones más extrañas de esta edición, reviendo las ausencias y las sorpresas de una ceremonia en la que festejan los mismos de siempre y algunos pocos debutantes.
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De las diez nominadas para mejor película (¿¡por qué tantas!?), tres son reversiones de películas ya existentes: Amor sin barreras (West side story, 2021), Duna (Dune, 2021), El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley, 2021). Más allá de lo todavía incapaz que parece ser la industria hollywoodense para no mirar su propio ombligo, despeja cualquier duda sobre la crisis de creatividad que atraviesa.
Solo cuatro de ellas tienen historias originales: Belfast, Licorice Pizza, Don’t Look Up (No mires arriba, 2021), y Rey Richard: una familia ganadora (King Richard, 2021). Casual o causalmente, todas ellas compiten en la categoría Guión original junto a la noruega The worst person in the word.
Anderson 1: Probablemente Licorice Pizza no sea la mejor de Paul Thomas Anderson, pero de todas formas parece estar ausente en varias categorías (montaje, sonido y actriz quizás). Las tres nominaciones se sienten como un gesto formal para quedar con la conciencia tranquila más que un verdadero reconocimiento por tanto cine.
Anderson 2: Wes Anderson es sin duda el gran ausente de los listados. Haya gustado o no, el realizador alcanzó un nivel de producción y perfección en La crónica francesa  (The french dispach, 2021) que no había logrado hasta ahora. Difícil entender cómo es que con El gran hotel Budapest (The Grand Budapest Hotel, 2014) haya obtenido nueve nominaciones (y ganado cuatro) y La crónica francesa ni siquiera aparezca en las del rubro de producción.
En las ausencias también hay que referirse a Ridley Scott, que por la pandemia terminó estrenando dos películas durante el año pasado y solo consiguió una sola nominación en total : Maquillaje y peinado, por La casa Gucci (House of Gucci, 2021). Es increíble, pero ni siquiera consiguió la de Vestuario por esa misma película.
y Almodóvar. Madres paralelas quedó afuera incluso de la lucha por ser mejor película internacional, aunque reconocieron la labor de Penélope Cruz y la de Alberto Iglesias, este último a cargo de la banda sonora. 
La hija oscura (The lost daughther, 2021) tuvo sorpresa por partida doble:  Jessie Buckley apareció entre las elegidas para ser la mejor actriz de reparto,   pero la cinta quedó fuera de la pelea para convertirse en la mejor película. Un festejo agridulce.
Guillermo del Toro vio luz y entró. El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley, 2021) se metió entre las aspirantes al máximo galardón sin contar con ninguna mención en las categorías de mayor peso. Fotografía, Vestuario y Diseño de producción completan su póker de nominaciones.
Para la Academia, “animación” sigue siendo sinónimo de Disney o Pixar. Esta vez le concedió tres de los cinco espacios posibles de la categoría, con Luca, Encanto y Raya y el último dragón (Raya and the last dragon, 2021). Gane cual gane, también hay que decirlo, este año le pusieron un poco de condimento a la pelea: las tres compiten contra Flee, un ¡documental! animado danés que también aparece en las categorías Documental y Película internacional.
La japonesa Drive my car, que venía pisando fuerte en los últimos festivales, replica las cuatro nominaciones que había logrado la surcoreana Parasite en la ceremonia de 2020. ¿Asia se prepara para un segundo batacazo?
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reflexcine · 2 years
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Críticas | Licorice pizza (2021)
Paul Thomas Anderson se remonta nuevamente a los años setenta para contar un tierno e inocente coming of age alejado de sus temáticas criminales, con algunas secuencias de auténtico cine que confirman el por qué de su renombre y otras en las que se toma una pequeña licencia.
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Quizás sea algo apresurado (o no) decir que con solo nueve películas en su filmografía Paul Thomas Anderson parezca tener una fuente inagotable de creatividad. El talento para hacer de una cinta de muy poco argumento (como en El hilo fantasma o El maestro) algo sumamente brillante a los ojos difícilmente pueda ponerse en discusión. Su originalidad y su impronta también resaltan cuando, en este caso, decide hacer una película situada en los años setenta ¡por tercera vez! sin que eso le haga caer en la repetición, sino todo lo contrario: la industria creciente del cine porno, un crimen irresuelto y las ilusiones aventureras de una joven pareja coinciden en tiempo y espacio pero sin siquiera parecerse un poco.
Licorice pizza es, ante todo, la prueba más clara de lo versátil que es el director, que puede abordar diferentes temáticas, en diferentes géneros y con diferentes tonos sin que le haga perder un mínimo de calidad. Ya había incursionado en la comedia romántica con Embriagado de amor (Punch-drunk love, 2002), y vuelve a acercarse a ella de la mano de un coming of age en donde se (des)encuentran un adolescente soñador y una joven que siente tener una vida estancada y sin un futuro promisorio. 
De todos los aspectos en los que se destaca Anderson, la dirección de actores pareciera ser en la que mayor empeño puso en esta oportunidad. El experimento de hacer protagonizar su película a actores con poca o nula experiencia delante de cámaras (es el primer trabajo de Cooper Hoffman, hijo del fallecido Phillip) tiene resultados más que positivos. Por supuesto, no se trata de actuaciones “ al límite” de gran expresividad, pero sí logran cierta frescura y naturalidad que serían muy difícil de lograr sin indicaciones precisas siendo inexperimentado.
Los personajes son auténticos, como también acostumbra a tener Anderson, pero más auténtico es la manera en la que contexto espacio-temporal se cuela en la historia: Principios de los años setenta en Estados Unidos es un sinónimo casi directo de la guerra de Vietnam en las películas, pero este no es el caso. Él elige tomar como disparador a la crisis del petróleo que dejó con pocas reservas de combustible al país para condicionar el relato y hacer, posiblemente, la mejor secuencia de toda la cinta. Y cómo ese complejo hecho real termina por impactar directamente en la visión de las cosas del personaje de Alana (Alana Haim) en cuanto a su relación con Gary (Cooper Hoffman) también habla del minucioso armado de esta historia.
Licorice pizza emana amor por el cine. No importa qué esté contando precisamente, sino el cómo. Tiene pasajes en los que la música, desarrollo, actuaciones y puesta la ponen en lo más alto de la carrera de Anderson, aunque conviven con otros en los que se hace difícil seguir el hilo sin hacer ningún cuestionamiento. Las posibilidades de que un joven de 15 años pueda hacerse cargo de (no uno, sino) dos emprendimientos son algo extrañas, pero lo más llamativo aparece con la presentación de un nuevo personaje definitorio en la historia faltando menos de 30 minutos, en una película de más de horas de duración. Nuevamente, son esas extrañas decisiones las que contrarrestan una labor tan cuidada y pensada para otras escenas.
Por la época y la edad de los personajes sería algo anunciado mencionar cuánto recuerda Licorice pizza a Casi famosos (Almost famous, 2000), una película que no es de Paul Thomas Anderson pero que difícilmente puedan no encontrarse paralelismos tratándose de un coming of age en los años setenta. Un adolescente alejado del mundo escolar que tiene un interés romántico un poco mayor que él con la que, en su camino al éxito, vive situaciones no tan comunes para alguien de su edad. Ambas podrían sintetizarse en esas pocas y abstractas líneas, además de que coinciden en un uso extraordinario de una música setentosa que las enmarca, aunque Licorice pizza se anima a agregar otro condimento: el coming of age no está presente solamente en la evolución de Gary, sino que también lo está en el de Alana, casi en sentido opuesto. Mientras Gary es solo un adolescente emprendedor despreocupado que busca constantemente la diversión en sus proyectos, Alana se siente estancada en su vida laboral mientras convive con una familia a la que no cree complacer. Es en el choque de las ilusiones de un personaje y las frustraciones del otro donde se gesta el crecimiento de ambos.
Con una historia de las más sensibles de su filmografía (y un guión que no aparece entre sus mayores virtudes), Paul Thomas Anderson viene a decirnos con Licorice pizza que el cine como lo conocimos aún está vivo, y que su reconocido talento artístico está más vigente que nunca.
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reflexcine · 2 years
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Punch-drunk love (2002)
Dir: Paul Thomas Anderson DP:  Robert Elswit
+ Paul Thomas Anderson
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reflexcine · 2 years
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El debut | Paul Thomas Anderson (Sidney/Vivir del azar, 1996)
Licorice Pizza se suma a la filmografía de uno de los directores más destacados y respetados del cine estadounidense contemporáneo, pero, ¿cuánto tardó en alcanzar esa eficacia? ¿Cuánto hay de su estilo en su primera película?
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No se entraría en polémicas diciendo que Paul Thomas Anderson es uno de los realizadores más completos y efectivos de su generación. Encargado en la mayoría de sus proyectos del guión, la dirección y hasta de la fotografía, siempre resaltó por su talento para construir dramas en donde la miseria de sus personajes se alza como el hilo conductor principal. Siempre se destacó también por su gran capacidad para la dirección de actores, logrando, y esto a título personal, que cada uno de ellos alcancen las mejores actuaciones de sus carreras (Daniel Day-Lewis en Petróleo sangriento y Adam Sandler por Embriagado de amor como los ejemplos más contundentes). 
Anderson lleva 25 años dirigiendo largometrajes, a un ritmo promedio de uno cada 2.7 años. Sin embargo, el cálculo queda alejado de los tiempos reales entre una y otra, sobre todo en la mitad de su carrera: luego del estreno de Embriagado de amor (Punch drunk love, 2002), se tomó cinco años para realizar cada una de sus siguientes dos películas (¡y qué películas!), Petróleo sangriento (There will be blood, 2007) y El maestro (The master, 2012). La cifra promedio baja por su productividad en los primeros años de su carrera, en los que estrenó tres en solo cuatro años (a riesgo de ser repetitivo, ¡y qué películas!). Fuera del chiste, Vivir del azar (Hard eight, 1996) es parte de ese período de tantos estrenos, ¿es lo suficiente buena como las siguientes?
Vivir del azar tiene sus bases en un cortometraje que Paul Thomas Anderson había realizado tres años antes bajo el nombre Coffee & cigarettes, en el que ya había trabajado junto al que iba a ser el protagonista del largometraje, Philip Baker Hall (La Roca, 1996; The truman show, 1998). La cinta, de unos 24 minutos de duración, se había destacado en algunos festivales de la materia hasta ser aceptada en el Festival de Sundance, en el que su proyección le valió al director la invitación al Instituto de Sundance para finalmente convertirla en su film debut. 
La película fue estrenada en 1996 bajo el nombre de Sidney, un nombre muy poco descriptivo de la trama pero que refiere al nombre de su personaje principal. La trama, de manera breve, presenta a Sidney (Philip Baker Hall) un experimentado apostador que decide enseñarle sus movimientos a John (John Reilly), un joven triste y desesperado al que encontró en la puerta de un bar y con el que forjará una fuerte amistad. Sus motivaciones son desconocidas, y todo se sale de su control cuando se les acerca Clementine (Gwyneth Paltrow), una simpática camarera del turno noche de un hotel - Casino en Nevada.
Es casi una regla que las primeras películas tengan una duración corta o tengan varios minutos menos que sus siguientes (Vivir del azar tiene 95 minutos al igual que Embriagado de amor, mientras el resto está por encima de los 130). Lo que no es una regla es que se tomen riesgos tan altos desde el armado de guión: Vivir del azar construye todo un panorama durante su primera mitad para que un detonante eche todo por la borda y de inicio a un nueva aventura. Y es quizás, en esa precisa escena, ese momento de transición, en donde aparece de manera más clara el gran potencial de Paul Thomas Anderson como director. Sidney recibe un llamado de John durante la noche desde una de las habitaciones del hotel en el que trabaja Clementine pidiendo su ayuda. Tras una conversación algo monosilábica mediada ya por la puerta del cuarto, John lo hace pasar con las luces apagadas, pidiendo que mantenga la calma. Al momento de la revelación, cuando las luces se prenden, el espectador sigue viendo a Sidney por un largo rato, que con una expresión de sorpresa y preocupación adelanta que algo muy grave había pasado, mientras John sigue dándole respuestas ambiguas. 
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Además de tener esas largas tomas centradas en los rostros de los personajes, que siempre estarán presentes en su futura filmografía, Vivir del azar tiene diálogos realistas en los que ya puede verse el talento del realizador para retratar la cotidianidad de personajes no tan mundanos; el realismo de lo extraño. Sobre todo los que son protagonizados por Sidney, un hombre extrañamente amable y correcto que parece conocer todos los pormenores de una vida nocturna plagada de vicios y apuestas. Por si fuera poco, tiene en papeles pequeños a Phillip Seymour Hoffman (con solo una pero fantástica intervención) y Samuel Jackson, dos figuras que irían en ascenso.
Más allá de eso, también debe decirse que Vivir del azar sea probablemente, por cuestiones de desarrollo y una técnica incipiente, la peor de las nueve películas que tiene Paul Thomas Anderson. Pero no confundir: eso no quiere decir que sea mala, sino la menos buena. Viendo el estado de las ambiciones del cine hollywoodense actual, una película como ésta en estos tiempos sería un verdadero alivio para el público. Por suerte, a Anderson le queda, si él quiere, una larga carrera por delante.
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reflexcine · 2 years
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Annette (2021)
Dir: Leos Carax
DP:  Caroline Champetier
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reflexcine · 2 years
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Críticas | La casa Gucci (2021)
Ridley Scott se sube a la tendencia de representar hechos reales y recupera la trama de poder de la familia Gucci, creando un largo y extenso relato con pasajes de telenovela y una producción tan cara como ropa de marca.
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Casi 15 años pasaron desde la última vez que Ridley Scott (Alien, 1979; Thelma and Loiuse, 1991) decidió involucrarse en un proyecto cinematográfico basado en hechos reales de la historia reciente. Su última película de ese estilo fue Gangster americano (American gangster, 2007), un drama de acción en el que retrata el ascenso del narcotraficante Frank Lucas durante el período de la guerra de Vietnam, a finales de los años sesenta. Para esta entrega, abandona la acción y las secuencias espectaculares y recrea la época de los años ochenta para reconstruir el destino del abogado y empresario italiano Maurizio Gucci.
La casa Gucci introduce a Patrizia Reggiani (Lady Gaga), una joven sin rumbo que trabaja de secretaria en la empresa de transportes de su padre que esconde negocios dudosos. En una fiesta casual, conoce a  Maurizio Gucci (Adam Driver), heredero de uno de los imperios de moda más exitosos del mundo, con quien se obsesiona rápidamente. La historia de amor entre ambos personajes pronto quedará marcada por la codicia, la posesión y la necesidad de los líderes del imperio de continuar el legado, Aldo Gucci (Al Pacino) y Rodolfo Gucci (Jeremy Irons).
Es muy difícil no obnubilarse ante semejante catálogo de nombres con trayectoria  y caras tan talentosas y queridas por igual. Las cuatro estrellas mencionadas más arriba no solo tienen un poder masivo de convocatoria casi automático, sino que no decepcionan. Aunque, también hay que decirlo, su nivel de popularidad es inversamente proporcional al de sus interpretaciones: los cuatro hacen muy bien su trabajo, pero lo de Jeremy Irons (de pocos minutos en pantalla) y Adam Driver es mucho más valioso y genuino que lo de Lady Gaga y Al Pacino. El póker actoral se completa, por si hiciera falta, con un irreconocible Jared Leto, encarnando al descarriado y delirante Paolo Gucci, y Salma Hayek, en la piel de la pitonisa Pina con la que Patrizia empieza una extraña y peligrosa amistad.
La inclusión de estos últimos dos personajes, si bien son partícipes en los eventos decisivos de la historia, parecen haberse pensado de una forma algo estratégica para evitar un aburrimiento o distracción que, tarde o temprano, llega. Planteados como una especie de caricaturas, ambos son los encargados de distender de alguna manera el drama que atraviesa a los personajes principales en largas y habladas escenas de negociación y sospechas cruzadas. Si bien quedan al borde de salirse del tono de la película, sus participaciones, así como están, se hacen necesarias para digerir una cinta larga algo en exceso. 
Las reconocidas caras que se ven en pantalla son acompañadas por un soundtrack que incluye canciones de lo más exitosas acorde a los años que se retratan. Esas son las ventajas de contar con un extenso presupuesto para contar un drama histórico (75 millones de dólares), sin ninguna exigencia técnica ni grandes trucos visuales pero con la necesidad de recrear el espíritu de una era a través de lo visual, claro, pero también desde lo auditivo. En ese sentido, Ridley Scott parece no preocuparse por dar un gran espectáculo en tanto a la puesta de cámaras; lo más valioso parece estar simplemente delante de ellas.
En vistas de los acontecimientos históricos que inspiran la película, era de esperarse que La casas Gucci trajera una trama mucho más cercana a una historia de mafia en donde el poder y el dinero se alzan como los principales ejes narrativos, aunque en varias oportunidades se distrae largamente con diálogos y escenas de tintes telenovelescos que desvían la atención. Las idas y venidas de la pareja y el orgullo de la familia adinerada por mantener su apellido en lo más alto hacen que algunas secuencias no salgan de lo común.
La casa Gucci tiene nombres que funcionan de garantía para cualquier espectáculo, pero, dada su enfoque y su larga duración, parece ser una apuesta que se hace mucho más disfrutable desconociendo los eventos en los que se inspira.
Ficha técnica
Título original: House of Gucci (2021)
Origen: Estados Unidos
Genero: drama/crimen
duración: 157 min.
Dirección: Ridley Scott
Guión:  Roberto Bentivegna, Becky Johnson. Basado en el libro de Sara Gay Forden
Reparto: Lady Gaga, Adam Driver, Al Pacino, Jeremy Irons, Jared Leto, Salma Hayek, Jack Huston, Alexia Murray, Vincent Riotta, Reeve Carney, Gaetano Bruno, Camille Cottin, Youssef Kerkour
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reflexcine · 2 years
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Thelma & Louise (1991)
Dir: Ridley Scott
PH:  Adrian Biddle
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