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¿Hasta dónde llegará el horror?

Basta con mencionar que hasta el 2012 las víctimas llegaban a la cifra de 220.000, casi la población de Popayán o Sincelejo, además que una de cada tres muertes violentas en el país son producto de la guerra y durante cinco décadas todos los días fallecían 11 personas y el 81% son civiles. Matar, desterrar, matar y violar no ha sido una falla colateral del conflicto. La guerra se ha volcado contra los civiles desarmados, las estrategias de competencia entre los grupos armados que quieren controlar las tierras a su antojo. Casi siempre su irrupción se da a sangre y fuego y cuando logran un relativo control la violencia se vuelve más selectiva. Matando y escondiendo la mano, los grupos armados aprovechan esta violencia selectiva y además de la poca visibilidad que se le dan a los hechos de violencia en zonas aisladas del país, los actores armados crean una bomba de humo al humanizar la guerra, se normaliza tanto que llegan incluso a matar y atribuir estos daños a diferentes grupos ilegales y arreglos de cuentas para pasar por debajo de cuerda la crueldad de la guerra. Pero para hablar de modalidades no solo matar y desaparecer es violencia, desde los años 70 el secuestro se convirtió en una forma de implantar el miedo dentro de las poblaciones vulnerables y no vulnerables de todo el país. Con fines políticos y económicos solo desde 1996 hasta el 2012 las cifras datan 16.000 casos de un delito “no letal” Si no lo matan lo destierran, más de 4’700.000 personas entre los peores años del conflicto 1996 y 2002, 300.000 personas por año y si se asentaran dichas cifras en un solo lugar se formaría la segunda ciudad más grande después de Bogotá. San Carlos se acabó muchachos, el próspero pueblo antioqueño tuvo que ver abandonar sus tierras el 90% de sus habitantes solo para engrosar los pueblos marginales e incluso pedir limosna. Tras el destierro y el asesinato, la violencia sexual y la reclutación que siguen siendo crímenes invisibles aún con los más de 5000 niños desvinculados hasta el 2013 o las 1.800 denuncias por violencia sexual. Todos los grupos, pero en especial los paramilitares, lo usaron para humillar a las mujeres líderes; para destruir el círculo afectivo de sus enemigos; para “castigar” conductas rebeldes o como incentivo para sus tropas. El reclutamiento de menores es uno de los delitos menos sancionados dentro de nuestro país y no se le da la importancia que se merece aún cuando es severamente castigado por la justicia internacional pero los miles de reportes no han impedido que los menores siguen huyendo de la violencia y el abandono de sus familias para formar en las filas de la guerra. Las exnovias diferentes: Los paramilitares, las masacres fueron el método predilecto de los grupos paramilitares para controlar una zona y empezar allí a ejercer un control que casi siempre estuvo acompañado de asesinatos selectivos, desapariciones forzadas y despojos. Las masacres, tanto las grandes como las pequeñas, estuvieron acompañadas de tortura. Los cuerpos desmembrados y la exhibición de los cadáveres buscaban generar una reputación de terror dentro de la población civil. La guerrilla: La toma de pueblos, atacados por lo general con armas no convencionales como cilindros bomba y explosivos caseros de bajo ataque, ha causado enormes daños a los civiles que han muerto, quedado heridos, o visto cómo se derrumba todo lo que han construido durante toda su vida. Así mismo la población ajena se ha visto afectada por la voladura de puentes, torres y oleoductos.. Ninguna ha aprendido a amar, y cada vez se degradan más. Las acciones violentas contra los civiles no son daños colaterales, la violencia se ha vuelto selectiva y se ha naturalizado pero lo peor es que no se reconoce, no se rompe el círculo vicioso de terminar una relación para hallar una razón para continuar con ella después de estar con la mitad del corazón en el piso, Será necesario recuperar la indignación que produce el desamor por nosotros mismos y no volver ni a la guerra ni al desamor por el país. Camilo Salamanca

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Entre tú y yo lo único que queda son recuerdos de lo que antes fue bonito y ahora es un gran peso.

Un Chico Escribiendo.

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“Las dimensiones de la violencia letal muestran que el conflicto armado colombiano es uno de los más sangrientos de la historia contemporánea de América Latina. La investigación realizada por el GMH permite concluir que en este conflicto se ha causado la muerte de aproximadamente 220.000 personas entre el 1º de enero de 1958 y el 31 de diciembre de 2012. Su dimensión es tan abrumadora que si se toma como referente el ámbito interno, los muertos equivalen a la desaparición de la población de ciudades enteras como Popayán o Sincelejo. Es preciso reconocer que la violencia que ha padecido Colombia durante muchas décadas no es simplemente una suma de hechos, víctimas o actores armados. La violencia es producto de acciones intencionales que se inscriben mayoritariamente en estrategias políticas y militares, y se asientan sobre complejas alianzas y dinámicas sociales. Desde esta forma de comprender el conflicto se pueden identificar diferentes responsabilidades políticas y sociales frente a lo que ha pasado.”  (centro de memoria histórico, BASTA YA!)

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