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ojoegato · 4 years
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ojoegato · 5 years
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ABC DE LAS FOBIAS PRESENTA:
ACLUFOBIA
“¿Segura que estarás bien?”, había sido una pregunta fácil de contestar hace solo unas cuantas horas, en ese momento la cabaña contaba con luz y podía sentirse segura estando en medio de un bosque. Había comido, tomado un baño y sin más qué hacer, ido a la cama. En sus sueños era perseguida por algo, por alguien; no sabía qué era exactamente, si era un hombre, una mujer, ni siquiera si era humano o un animal… todo aquello fue eliminado al instante en el que abrió los ojos y se vio envuelta por la sumisión de una oscuridad total.
Lo primero que hizo, fue decirse a sí misma que tuviera calma. La lámpara de parafina que había dejado en el velador, se había consumido totalmente, eso quería decir que desde que había puesto la cabeza en la almohada habían pasado horas. Volteó su cuerpo en la cama, buscando un poco desesperada su móvil. Necesitaba una fuente de luz, algo que le diera seguridad, protección frente a su mayor pánico.
Maldiciendo en voz alta, tiró el iPhone lejos de ella, el enojo debido a la falta de batería, la había puesto aún más sobre aviso. Descalza, sintiendo la madera que componía el piso de esa pequeña casucha, buscó a tientas el interruptor del foco. Nada. La energía se había ido y ella se sentía cada vez más invadida por el miedo. ¿No estaba ya grande para temer con tanto ímpetu a la falta de luminosidad? Según los psicólogos sí, pero había en el mundo un porcentaje de gente que aún después de hacerse adulta, mantenía aquella patología que le hacía sentir todos los síntomas de la acluofobia.
Había pasado tiempo, ¿horas? No, imposible, si hubiera sido así afuera el sol la estaría liberando de su mal. Tal vez solo habían pasado minutos, pero con su cuerpo agarrotado ahora se encontraba contra la pared, sentada y meciéndose con los ojos cerrados para imaginar que solamente estaba en un sueño, que seguía dentro de su sueño.
El silencio la obligaba a oír todo lo que pasaba allá fuera, unas varillas siendo quebradas, pasos notándose en el camino de graba, le hacían ponerse aún más nerviosa, más sudorosa y temblorosa. Los golpes sordos en la puerta no se tardaron en llegar, la voz de un hombre tampoco había demorado. Sus piernas estaban entumecidas, no creía que fuera capaz de mover sus miembros; su garganta estaba seca y por sus mejillas lágrimas bajaban surcándole hacia el mentón.
Finalmente el sujeto pudo entrar. En otra ocasión, eso le hubiera supuesto un gran golpe, quizá hasta una denuncia, pero tal como se encontraba, él había sido su salvador. Puso la linterna sobre la cama y fue hasta donde ella estaba, la tomó con cuidado en sus brazos y comenzó a reanimar sus sentidos. La dejó en la cama y tomó la fuente de luz para dársela a ella, la abrazó con fuerza y comenzó a decirle palabras de apoyo, para sacarla de ese ataque que de no haber sido descubierto, la joven quizá cómo habría acabado.
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ojoegato · 6 years
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Las Sombras.
La primer vez que Pedro vio a Fernanda, ella no notó su presencia. Ambos pasantes de enfermería comenzaron su periodo práctico en el hospital del Salvador, quedando a cargo del mismo especialista. 
¿Alguna impresión al momento de llegar? Pues más allá de la expectativa, Fernanda había sentido un aire frío recorrerla completa, lo atribuyó obviamente a sus nervios de practicante, ya que mientras conversaba con el doctor sentía como el sudor frío la corroía y la respiración acelerarse a ratos. 
- ¿Por qué enfermería? -Interrogó el doctor Sotomayor. 
- Por vocación -se apuró a responder la joven, antes de la que furtiva mirada del médico la hiciera salir corriendo de la pequeña oficina. 
- La misma respuesta de siempre, un cabro que entró antes que tú, respondió lo mismo. ¿No tienen más ideas? ¿O solo buscan quedar bien con el evaluador?
La rabia que sintió en ese instante, la hizo morderse la mejilla internamente. Se quedó callada, no quería arriesgarse a fracasar en su primera práctica por responder lo que en la punta de su lengua quemaba por hacerse escuchar, simplemente vio como el “estimado” llenaba el papeleo de su ingreso y le sonreía cínico tras desearle “buena suerte” e indicarle que siguiera la dirección hasta la zona de hospitalizados. 
- Es una mierda -soltó estando de vuelta en la recepción. 
- En realidad parece un lagarto -oyó que alguien dijo a su espalda. 
Volteó, encontrándose con un chico de sonrisa amable. Era un poco más alto que ella, al ojo podía calcular unos 8 o 10 centímetros. Tenía el pelo desordenado y las gafas que traía le daban aspecto intelectual. Así como ella, llevaba un uniforme de enfermería, pero a diferencia, él venía de la San Sebastián, mientras que ella del instituto IP Chile. 
- Creo que tienes razón, con su cara arrugada y sus ojos negros y pequeños, parece un lagarto -rió y movió la cabeza a ambos lados, intentando sacar la idea pronto de su mente. - Lo que falta ahora es que me lo tope y me ría en su cara -dijo mirando al muchacho, que apretó su estómago para soltar una gran carcajada. 
- No, no, ni se te ocurra decirle al lagarto lagarto a la cara, se te iría a la mierda la práctica, comenzarían averiguaciones desde donde vino ese gran apodo, revisarían las cámaras y se detendrían en el momento justo para darse cuenta, que un chico guapo llamado Pedro, dio a luz ese realista apodo. 
- Claro, aunque cambiaría lo de “chico guapo” -apuntó haciendo comillas con los dedos-, por charlatán y un poco humilde.  
- Oye, ni que fuera mentiroso, estoy terrible rico -levantó las cejas coqueto, sonriendo a la chica-. Por cierto, ¿cómo te llamas?
- Me llamo Fernanda Orellana, como dice aquí -señaló el bolsillo derecho de la prenda superior de su uniforme, recibiendo por parte de él una teatrera reverencia. 
- Mucho gusto, Fernanda Orellana, yo me llamo Pedro Avendaño, estudio enfermería en la San Sebastián, aunque primero estaba estudiando en la U de Valpo, una carrera nada qué ver con esto, colega -se tomó un instante para respirar, extendiendo su mano a su, al parecer, compañera de tareas-. ¿Estás mejor ahora?
- La verdad es que sí, eres muy gracioso, lo que sí tengo que ir al sector de hospitalizados, para allá me mandó el lagarto Sotomayor -comentó aguantando la risa-.
- A mí me tocó ir a urgencias, así que aquí nos separamos -dijo haciéndose el apenado, mostrando en el piso la línea que conducía al sector del que el hospital recibía más reclamos día a día. 
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ojoegato · 6 years
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Despierto cada día, siempre a la misma hora, siempre en la misma rutina. Me quedo acostada unos minutos, esperando a escuchar si has despertado. A penas lo hago, me largo cama abajo y sé que es hora ya de comenzar.
Te saludo, te sonrió, te llevo a un lugar más cálido. Hablando a modo de juego, reviso si tu ropita está mojada. “¡Ups! Otra vez cruzó el río”, digo con gracia, mientras te pido que subas los brazos para sacarte esa ropa que estila. ¡Si hasta las costillas te corrió el pipí!, respiro profundo y comienzo a limpiarte. Saco tu pañal esperando no encontrarme con sorpresa, te continúo limpiando aunque a veces no quieras que lo haga. Hay días en que estás más mañoso que de costumbre. Termino el aseo, y te siento para vestirte; sé que me intentas ayudar, aunque entorpezcas la mayoría de las veces el abrochar de tu camisa.
Te vuelvo a sonreír, ya estás limpio, hueles rico a tu colonia de bebé. Hemos elegido turnarnos con mi mamá para hacer esto, porque te queremos aunque te pongas difícil, te amamos.
Comes tu desayuno ansioso, no comprendo de dónde sale tanta hambre. Eres como una aspiradora, es una broma constante y nos hace gracia; tú no entiendes mucho, nos miras, molesto, en ocasiones también te ríes e intentas seguir el hilo hablando de otra cosa. Te gusta meterte en las conversaciones, aunque no tengas idea de lo que hablamos.
Vemos el matinal de turno, miras atento la pantalla. Así te quedas un tiempo y finalmente sueltas una frase, ¡HAS LEÍDO!, has leído la franja en la parte inferior de la caja idiota. Sonrío, siento emoción y dicha; me siento orgullosa. Estoy haciendo tareas, llegas a mi lado y me hablas del colegio, te ubicas junto a mí y te paso un trozo de papel. Escribes tu nombre y otra vez esa sensación de querer llorar, pero de no poder hacerlo, me embarga.
Comienzas a caminar, corres por todos lados, imaginas aventuras en las que confundes la realidad. Te enojas, das una vuelta más y vuelves preguntado cualquier cosa; se te ha olvidado la molestia.
“Vieja, ¿a qué hora está el almuerzo?” Preguntas con tus ojitos brillantes. No me recuerdas, solo la recuerdas a ella, tu compañera de vida. Con mi mamá nos caldeamos la cabeza pensando qué hacer, los días de lluvia son una peor lucha, pareces enjaulado mientras prefiero encerrarte a que te enfermes. Intento animarte, pero en tu mente solo piensas en el trabajo.
“El patrón va a llegar y me va a ver haciendo nada”, trato de seguirte la corriente, pero aunque te diga que debes descansar, insistes con que el “patrón” vendrá en cualquier momento. Sigues ahí, te quedaste en ese año cuando con sol o lluvia ejercías tu trabajo.
Te pones violento, no recuerdas que comiste. Otra vez me dices “vieja”, o a cualquiera de tus hijas. Solo la recuerdas a ella, tu compañera de vida.
¿Qué podemos hacer? Te extrañamos, nos haces falta; todos los días un trocito de tu memoria se aleja, se va como las pelusas del diente de león. Estás volviendo a ser un niño, nuestro niño, mi niño. Aunque no sepas quienes somos, te amamos, te cuidamos y queremos que vivas lo más feliz posible mediante sigas brindándonos tu compañía.
Carta a mi abuelo.
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ojoegato · 6 years
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...
Hace algún tiempo, que la vida de Claudia había dado un vuelco de noventa grados. Todo lo que sabía o pretendía saber, ahora era causa de intriga; hasta la más mínima cosa tenía un gran porcentaje de duda, por eso ella ya no era la misma.
Sonreía cuando veía fotos de las redes sociales, hace dos años que el chico junto a ella en la mayoría, había decidido suicidarse. La razón nunca la conoció, pero la mañana anterior a eso, había tenido un sueño completamente extraño en el que se veía a ella con su grupo cercano de compañeros, en las afueras del colegio. Jorge, Paola, Tamara... estaban alejados del resto del curso procesando aún la idea de que su profe jefe había sido encontrado muerto en la sala de cuarto. Veía a Antonio caminando hacia el liceo, corriendo ella hasta él para comunicarle la noticia. Era un sueño muy raro, pero casualmente la mañana en la que tenían exámen de historia, el establecimiento estaba cerrado y lleno de policías. Cerró los ojos y se apretó el puente de la nariz sintiendo un dolor de cabeza, Antonio tampoco había aparecido esa mañana; por la tarde sabían ya la razón. Sus padres lo habían encontrado colgando en el corredor de la casa.
– Claudita, te traje una leche con chocolate y algo para engañar la tripa. Te vas a desmayar si sigues de esa manera.
Su tía era cariñosa, aunque al parecer no entendía que su falta de apetito no era por los dramas del instituto, sino por las dudas que seguían llenando día a día su mente.
– Gracias, tía Margarita. ¿La Sole está por ahí? Quiero preguntarle algo –dijo sonriéndole amable.
– Esa bruja chica está con el pololo en el patio, pero le digo que la ocupas.
– Gracias, tía. ¡Ah! Y gracias por la once, no se preocupe si estoy bien.
La mujer negó con la cabeza y dejó a su sobrina sola, fue al patio a buscar a Soledad, comentándole que Claudia había preguntado por ella.
No fue hasta pasadas media hora que la hija menor de doña Margarita fue a la pieza de su prima, entró a pasos suaves sin hacer ruido, asustándola por la espalda.
– ¡Buah!
– ¡¡BRUJA!! –Exclamó la morena sintiendo que el corazón le bajaba de la garganta hasta su posición original. – Cabra de mierda, casi me matas.
– ¿De dónde? Tú andas super saltona, ¿qué te pasó? –Claudia se quedó callada. – ¡Ya po! Que dejé al Coto solo y mi vieja le habla de puros tejidos jajaja.
– No sé... –suspiró– no sé qué está pasando conmigo, Sole. Tú sabes lo que pasó cuando iba a salir de cuarto, ¿te acuerdas que me acompañaste al funeral de Toño? –su prima asintió–, ya la cosa es que...
– El Toño era ese mino lindo que andaba detrás de ti, ¿verdad?
– No andaba detrás de mí, tonta; éramos amigos no más.
– Pero porque tú lo dejaste en la "friendzone" poh, si se notaba, ¿no te dabas cuenta? –Preguntó con un gesto gracioso. – Ya, pero dime, ¿qué pasa con el finao?
– ¡Sole! –La increpada se disculpó con una mirada. – Últimamente, siento que no estoy sola, es como que siento que alguien me observa de todos lados, que me tocan el pelo cuando duermo, me desordenan las cosas y chucha, ¡es raro poh! Me estoy empezando a asustar.
– ¿Desde cuándo que pasa esto?
– Desde que se cumplieron dos años que el Antonio murió, fui con la Pao y el Jorge a dejarle flores al cementerio y cuando llegué a la casa, empecé a sentirme rara, como con un peso encima, como...
– Como cargada –terminó Soledad.
– ¡Eso! Sentía una presión en el pecho, y aunque antes también sentía cosas a mi alrededor, ruidos y esa onda típica de cuando penan, pero nunca había tenido miedo.
– Negra, me estás preocupando. ¿No será que te trajiste un espíritu del cementerio?
– ¿Es posible eso? –Ahora el susto era mayor.
– Vamos a hacer algo, no le digas a mi vieja si, ¿promesa?
– ¿Qué harás, enana?
– ¿Pro-me-sa?
Claudia asintió y tomó la mano de su prima, esperando que la locura en la que estuviera pensando, no fuera demasiado arriesgada.
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ojoegato · 6 years
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"La mente crea una y mil realidades... puedes estar en una, en la otra, o en un limbo cambiante."
...
Con un instante, un deseo contrapuesto y su mirada perdida en las líneas de las baldosas, Antonio caminaba a paso rápido rumbo al colegio. Diecisiete años, flor de juventud decían algunos; un dolor de cabeza para él. Esperanzado de que el profesor de historia le diera un "perdonazo" por su atraso, llegaba a escuchar los latidos de su corazón en la cabeza. Pum, pum, pum... estaba nervioso con las manos húmedas.
- ¡TOÑO! —Le gritó una compañera desde la entrada del liceo. Tenía la cara un poco descompuesta y la pera le temblaba.
- Claudia, sorry... me quedé dormi...
- ¡TOÑO, MATARON AL PROFE CONTRERAS! —Soltó dándole un tirón al polerón del chico.
- ¿Me estás hueviando? —Respondió él en un estado de shock, no se la creía.
- No, es verdad. Lo encontraron muerto en la sala de cuarto. ¿Cachai lo que te digo? Al profe lo mataron en la sala de nosotros.
Los ojos del joven se abrieron completamente, su expresión era de incredulidad y en su cabeza se empezaba a idear alguna razón por la cual hubieran dado muerte al hombre de cincuenta y tantos años. Tragó saliva y abrazó a Claudia, repasó su espalda intentando calmarla y miró alrededor cayendo en cuenta recién de la cantidad de autos que habían en el lugar. Apoderados acompañaban a los alumnos más chicos junto al portón, todos querían explicaciones, pero el "tío Pedro", el portero no sabía qué decir. Tal como todos, estaba desconcertado de lo que ocurría a esas horas.
- Vamos —le dijo haciéndola caminar hasta donde estaban los demás.
- Hueón, estamos pa' la cagá -soltó Jorge. Antonio asintió y soltó a su amiga, para buscar algunas galletas en su mochila.
- Coman algo, ¿desde qué hora que están acá?
- Desde las 7:30, llegamos y Pedrito no nos dejó pasar, después llegaron los pacos, los tiras y hasta ahí no entendíamos nada. Después la profe Maca salió a decirnos que el profe había sido bueno... —Tamara soltó.
- Cuático...
- Re cuático, Toño. Más encima se nos viene la graduación encima, no es por nada, pero era nuestro profe jefe. Igual super penca.
La última en hablar había sido Paola, un silencio se hizo eterno mientras todos se miraban las caras. Era cierto, estaban a punto de salir, a punto de recibir su cartón de cuarto medio, aunque a esas alturas fuera lo de menos, ahora había que esperar las pericias policiales.
Día anterior, a eso de las 16 hrs.
El profe Contreras revisaba las guías del tercer año medio. Tomaba agua cuando apareció uno de sus estudiantes, lo saludó contento y le invitó a pasar.
- ¿Cómo te ha ido estudiando, cabro? —Preguntó con su común tono amable, dando la vuelta a una página para seguir corrigiendo.
- Bien, ya me sé todo, además que las chiquillas me han ayudado harto —movió la cabeza y se fijó en una de las preguntas de la guía, eran de historia de Chile y las influencias de la Revolución Francesa.
- Supongo que la Tamara Cortés y la Claudia Pardo —asintió el adolescente—, buenas niñas, estudiosas y buenas amigas. Ellas tendrán buen futuro.
- Son secas las cabras, profe —titubeó un poco al terminar la frase.
El resto del tiempo que estuvieron juntos, hablaron de planes futuros, de lo que quería hacer una vez retirado, de lo que el joven quería hacer saliendo del liceo, quería ser profesor de historia. Algo no muy lógico tomando en cuenta que su promedio no era muy alto, se defendía a duras penas, pero le gustaba y ese era su sueño.
La campana sonó, los ojos de profesor se toparon con los del alumno. Un par de segundos pasaron y la corriente de aire provocó que la puerta se cerrara.
La mente del chico empezó a tener pensamientos extraños, miraba al contrario y sentía odio, un odio que necesitaba apagar de alguna forma. Él le hablaba, veía que movía sus labios, mas no podía escuchar lo que decía. Puso las manos en sus oídos, un pito lo estaba dejando sordo, lo estaba enloqueciendo; algo le iba a pasar. Su conciencia se nubló completamente, sacó de la mochila un cartonero dejando la hoja a descubierto.
Sin detenerse a calmarse, procedió a cortar a su profe en el brazo. La camisa de inmediato se tiñó de sangre, por más que Contreras pusiera resistencia, la fuerza de su atacante era incomparable. Lo empujó contra el respaldo de la silla, puso en su cuello el filo y se dedicó a grabar los movimientos, las expresiones; solo un enfermo podía encontrar placer en lo que estaba haciendo.
Sonreía como si fuera un niño, un niño con juguete nuevo que ansiaba desarmar para luego reunir las piezas. Fue enterrando la hoja despacio, la sangre comenzaba a correr en un pequeño chorro hacia la nuca del profesor. Tosía, sus ojos le preguntaban el porqué de su acto, ¿para qué estaba cometiendo esa barbarie? El alumno suspiró, parecía que dentro de su locura comprendía en parte lo que quería transmitir el viejo Contreras, pero ya estaba hecho, la sangre seguía corriendo y la temperatura corporal del hombre había descendido.
Lo dejó ahí, caminó al baño de hombres para lavar sus manos y también el cartonero. Se sacó la camisa y optó por ponerse solo el chaleco para volver a casa. Los pasos eran livianos, en su mente volvía a recordar una y otra vez su crímen, se sentía orgulloso, pero con miedo a que alguien lo hubiera visto. Miraba hacia los lados, hacia atrás, demoró un poco más que lo de costumbre antes de llegar a su casa.
- Hola, mijito, ¿le sirvo la comida?
Movió la cabeza en negativa y subió las escaleras hasta su pieza, se encerró ahí y se cambió de ropa; un buzo viejo y su polera de Ramones. Sentado en la cama miraba la mochila pensando qué hacer con la ropa, su camisa había quedado llena de sangre. Decidió lo más inteligente, bajó a buscar una olla vieja en la que le daba comida a Cacho, el quiltro que había recogido hace unos meses. Pasó por la cocina robándose los fósforos, volviendo a la privacidad de su habitación para dar término a su idea.
Listo, la camisa dentro de la olla, un poco del alcohol que usaba para las curaciones y fuego. La tela fue consumida rápidamente mientras dejaba un olor mezclado en el ambiente, se sentía ganador. La sonrisa no se le borraría del rostro en mucho, tanto era que inclusive el apetito ahora ocupaba su mayor drama. Echó los restos en una bolsa, bajando las escaleras con el improvisado caldero para devolverlo a su sitio. Acarició el lomo de Cacho un buen rato, volviendo a la casa para ayudarle a doña Cecilia.
- Mami, ¿ya fue al pan? —Le preguntó botando la bolsa en el basurero plástico.
- No, mijito, pero su papá lo trae. Hoy llega temprano y mire lo que le hice —le comentó contenta mientras abría la puerta del horno, - colegiales, los que tanto les gustan a ustedes.
- Ya, qué bueno. ¡Qué rico, viejita! Me iré a bañar y vengo altiro para ayudarle a poner la mesa.
- Vaya no más, recién cambiamos el gas con su hermana.
El muchacho asintió y se metió al baño. Se desnudó y encontró en su torso rastros de la sangre de su víctima. Profesor Contreras, José Contreras... había tenido una buena vida, había sido un buen profesor. Su mente comenzó a confundirse, la ausencia que tenía de culpa hace un rato ahora estaba presente, sentía que era observado constantemente, podía escuchar voces. Comenzó a girar sobre sí mismo encontrándose con su reflejo y cayendo hacia atrás.
La cabeza le dolía, se había dado un porrazo justo con el borde de la tina. Pestañeó regresando a la realidad, estaba más lúcido que antes de la caída. Se levantó y abrió la llave, metido bajo el chorro de agua helada podría aclararse más.
En la mesa miraba a sus padres con cariño, no era tan mal tipo. Comía como cabro chico, como lo hacía desde la niñez cada vez que había colegiales. Conversaban del trabajo de su padre, un contratista de años, de como la situación actual era diferente, de que antes había mayor posibilidades y de su postura en contra de la prohibición al trabajo de los inmigrantes sin papeles. "Todos necesitamos comer", argumentaba pasándose por la suela los estigmas en contra de la labor, por más que su esposa le explicara sobre los abusos constantes de algunas empresas contra estas personas, él deseaba ver el modo de que todos pudieran llevar una vida digna.
- ¿Cómo te fue en el colegio, hijo? —Preguntó el hombre, mientras su hija menor, Carolina, le ofrecía más té.
Esa pregunta descompuso el estado del adolescente por dentro, su estómago daba vueltas, sus manos nuevamente temblando se ponían frías y sudorosas. Sonrió lo mejor que pudo y contestó con un sencillo "bien". Debía calmarse, no podían ser más fuerte que él las imaginaciones locas que la culpa intentaba hacerle creer reales. Siguió comiendo callado, hasta que todos terminaron. Se levantó de los primeros recogiendo la mesa, alegando que no podría lavar la loza, necesitaba estudiar para el otro día.
Miró su cama, el escritorio con sus cosas, la mochila abierta con algunos lápices salidos. Cerró los ojos y se rascó el cuero cabelludo, nada era verdad, todo era solo una creación de su activa imaginación. No había matado a nadie, solo era un pensamiento idiota.
- Tú fuiste, no lo niegues —le dijo alguien en su oreja.
Juraba que inclusive el resuello había sentido. Se alejó del umbral y se tiró sobre el cubrecamas, estuvo mirando el techo una media hora antes de quedarse dormido.
En sus sueños, la imagen del hombre aparecía frente a él. La sala de clases se veía clara, nuevamente estaba de pie conversando con él sobre la ayuda de sus compañeras, una vez más sacaba el cartonero y mataba a sangre fría a su profesor. La sensación de la sangre caliente en sus manos era ajena al sueño, su cuerpo estaba sufriendo en la realidad de un ataque febril fuerte. Saltaba sobre la cama sin poder despertar hasta que por fin pudo abrir los ojos.
El silencio era dueño y señor, se sentía fatal. La fiebre y las escenas recién emitidas por su inconsciente lo tenían enfermo, las piernas las tenía débiles y ni siquiera tenía claro si podía hablar o no. Como pudo, se levantó tropezando unas cuantas veces. Bajó las escaleras en oscuridad hasta llegar al auto de su padre, abrió la maletera y sacó una soga; había intentado creerse que era fuerte, que no sentía remordimientos, pero la verdad era que éstos se lo estaban comiendo por dentro.
Enganchó en una cercha la soga, haciendo un nudo que resistiera. Estaba sudando, pero no quería seguir de ese modo, las últimas horas habían sido demasiado para soportar más de un día en esas condiciones. Tomó la caja de herramientas, que su papá guardaba para trabajos en casa, y la puso bajo la cuerda. Subió, rodeó su cuello, lanzándose a un viaje del que no tendría retorno. Si se iba al infierno, pagaría su acto, pero al menos no continuaría sumergido en un juego mental que a la larga terminaría dañando a su familia más que a él mismo.
Parecía un pescado colgando del anzuelo, se sacudía regresando a su estado primitivo. Por sus piernas corría la orina producida como el reflejo de quedarse sin respiración, no podía tragar, sus pies no eran capaces de tocar algo. Estaba hecho.
Cuando sus padres lo encontraron, avisados por el ruido, su madre comenzó a llorar sintiéndose destruida. Don Sebastián intentó salvarlo, lo bajó rápido y comenzó a aplicar lo que en medida de lo posible conocía para darle primeros auxilios. Su corazón ya no latía, estaba tibio, pero inerte.
Miércoles 8:30 hrs.
- ¡Levántese! Hijo, arriba —escuchaba a lo lejos la voz de Cecilia.
Se removió en la cama buscando una almohada para acomodarse y seguir durmiendo otra pestañita.
- ¡Toño! ¡VAS A LLEGAR TARDE Y TIENES PRUEBA! —gritó su madre esta vez. - Este cabro hueón me va a sacar canas verdes. ¡TOÑOOO!
Antonio abrió los ojos de golpe sintiendo una leve presión en su cuello. Echó las frazadas hacia un lado y se levantó rápidamente, tomó el uniforme de la silla y se vistió raudo, se estaba poniendo los zapatos al revés de la desesperación. ¡Mierda! Tenía prueba de historia, había estudiando la noche anterior, pero sabía que no le iría muy bien. Por más que le gustara y por toda la ayuda que recibiera de sus amigas, nunca iba a ser su fuerte, aún así amaba esa materia y deseaba algún día dedicarse a impartir clases de ello.
Abrió la puerta y besó la frente de su madre, sonrió y le despeinó el flequillo bajando las escaleras para tomarse el desayuno apurado. Su hermana estaba ahí sentada, leyendo un libro mientras comía su cereal con leche. Se despidió de todos y corrió para no atrasarse más.
Iba a medio camino cuando se detuvo, casi se le cayó la mandíbula cuando recordó lo sucedido el día anterior. Miró sus manos, su camisa, abrió la mochila para buscar el cartonero y asegurarse de que no estaba sucio de sangre. Recordó también que se había suicidado, tocó su cuello y solo sentía una presión, pero estaba ahí, al menos eso parecía. Se acercó a un caballero para preguntarle si lo veía, el hombre lo miró con desconfianza, como si estuviera loco y se alejó murmurando algo sobre que las drogas en los jóvenes eran un mal de la sociedad actual.
Antonio cerró los ojos y siguió caminando al liceo, miró la entrada cerrada y a Pedrito barriendo a las afueras, no habían patrullas, ni nada que se le pareciera.
- Tan tarde, chiquillo —le dijo el portero.
- ¿Me ve? —Atinó a decir.
- ¿Se fumó una cosita, mijito? Sabe que aquí son bien jodidos con eso, ¿cómo no lo voy a ver?
- Me quedé dormido, tengo prueba de historia y...
- ¡Tiene suerte, oiga! El profesor Contreras aún no llega, se le echó a perder el chocomorro, así que rápido.
Si esto era una broma, estaba muy fuera de lugar. Si era un modo de hacerlo confesar, no estaba seguro de soportar mucho. Entró y agradeció a don Pedro, yéndose a la sala con el alma en un hilo. Entró a la sala y se sorprendió de que sus compañeros estuvieran en orden, estaban todos concentrados inventando maneras de copiar en la prueba. Claudia estaba resolviendo algunas dudas, todo estaba en normalidad y se sintió aliviado.
Tomó asiento en su puesto, poniendo los brazos en la mesa y pegando su cara a la fría superficie. Había sido un sueño, una mala jugada de su mente loca. Tomó una bocanada de aire y sintió que alguien se ubicaba a su lado, supuso que sería Claudia, por lo que levantó la vista y con una sonrisa miró a su compañera.
Ella se acercó para saludarlo de beso en la mejilla, pero al hacerlo, susurró en su oído:
- Sé que tú lo hiciste.
Antonio volvió a mirar a su alrededor y todo estaba en llamas. Estaba solo y sus compañeros habían desaparecido de la sala. Frente a él, el profesor Contreras sonreía con expresión diabólica, acercándose hasta el adolescente con un una hoja de cartonero oxidada, con intención de cobrar venganza.
G.E.N
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ojoegato · 6 years
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This world isn’t wrong It just is.
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ojoegato · 6 years
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“Discreción”
Shh, que si el mundo se entera, se nos cae a pedazos.
Que el dolor y la risa, aún no han conciliado contrato.
La luz de la luna refleja,
el sol por su parte calienta.
Es suave, sutil, un engaño al tacto.
Cierra los ojos y percibe ese aroma.
¡Ése! ¡Ese aroma a descanso!
Las memorias quedan por dentro, recuerdos creo le llaman.
Mh, lo que oculta un rostro; una sonrisa tapa mil lamentos dicen.
Con delicadeza, la tibieza se haya en los sitios inesperados.
Ver tu silueta me reconforta,
el simulacro que previenes para no mostrar tu debilidad a mí.
Eres frágil, muy frágil.
Pequeña, esto te ha de consumir.
El pozo nunca fue cerrado, simplemente estabas unos metros hacia arriba.
La cuerda la soltaron, hoy estás nuevamente cerca de mí.
No importa cuánto corras, cuánto lo niegues.
Sabes que jamás te dejaré ir;
eres mía.
¡Yo te reclamé!
Quiero habitar tu mente ilusa, romper las murallas que pusieron ahí.
El frío, ¿lo sientes? Bienvenida seas de nuevo.
No importa cuánto corras, cuánto lo niegues.
No importa que te cierres, tampoco importa quién te rodee.
Sigue la senda, te espero, divina.
Tranquila que aquí tendrás lo que anhelas con porfía.
Dolor y risa, no lograrán contrato.
Shh, que si el mundo se entera, se nos cae a pedazos.
G.E.N
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ojoegato · 6 years
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