Tumgik
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Conversaciones
5
-¿Me crees si te digo que tengo la seguridad de haber sido una estrellita, y que muchas veces mi nostalgia se debe a extrañar serlo?
-Sip te creo... Y creo que lo entiendo mucho.
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Conversaciones
4 Templos
-Si pensaras en todo lo que significa tu infancia, y tuvieras que describirla como un tipo de iglesia, qué tipo de iglesia sería? Barroca, gótica, no sé...? #preguntasrandom
-Sería una caseta comunal de tres paredes y techo de teja o zinc, en un potrero, construida de forma comunitaria para reunirse a compartir comida, cantar y orar. ¿Y la tuya?
-Jmm... He estado pensando en eso y no sé bien... Creo que sería algo no muy grande, silencioso, de luz cálida y ambiente tibio... Con ventanas grandes y quizá hecha de ladrillo, con mucha madera y alfombras pa rezar en el piso... Me imagino en el centro al niño que fui jugando con fichas de estralandia.
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la pólvora y los fuegos artificiales son una forma de llamar en la distancia
por eso se cuenta que entre más plana es la geografía, menos pólvora se usa para celebrar
y por eso, en ciudades rodeadas de grandes (y muchas veces tristes) montañas, se usa más ✲mucho más✲ para llamar a una otra cosa que al parecer se planta siempre del otro lado, en la lejanía
conozco un vallecito melancólico, por poner un ejemplo, donde se envían cada año cientosmiles de globos encendidos al cielo a modo de código morse o de mensaje en braille ✲porque hay ojos que pueden palpar✲ con zeta acostumbrábamos caminar hasta alguna altura desde donde pudiera verse la ciudad como un mapa celeste (la terraza de algúnx amigx o la propia, un árbol del parque de algún barrio estrecho y encaramado, el último piso de algún edificio público, la parte de atrás ✲podría decirse: los huesos✲ de un puente moderno...)
por un momento, hacia abajo, el arrume de estrellas que es una ciudad vista de lejos nos parecía nuestro ejército y por un momento, hacia arriba, podíamos leer con claridad las señales encendidas (y rojas) enviadas por cientosmiles de personas que enviaban su mensaje silencioso, peligroso y ✲lento✲ al cielo (¿en busca de?)
somos animales curiosos con rituales extraños que a mí personalmente me enternecen demasiado
✲  
dejo aquí testimonio de zeta el día que se quedó juntando granitos de azúcar en la mesa de un café en bogotá (mientras esperaba a b) que porque parecían estrellas sobre un cielo de madera gracias a la espera y apesar de la ansiedad, fue el día que descubrió que sentarse junto a una ventana mientras llueve (y hay luz) permite que las gotas que se deslizan en la ventana se deslicen también sobre el cuerpo
(la magia de la luz y sus juegos íntimos con el agua, qué cosa)
✲ s.o.a
a. ✲
A.N.
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Muerte y Amor son partes de una misma serpiente que se muerde la cola y son también las dos grandes preguntas que enseñan todo.
El Amor, en todas sus formas, es el conjuro que permite pensar en que la realidad puede ser otra, en que hay algo más allá que nos aguarda. Amar es resistir, incluso cuando todo afuera arrastra signos de horror y violencia.
Tal vez está todo mal y tal vez todo es hostil, pero está esta curiosidad natural que me emociona ante la posibilidad de que las cosas puedan ser distintas... El cuidado, la curiosidad y la esperanza, son también prueba viva de nuestro instinto animal y de supervivencia.
Mientras, la Muerte y el Amor nos miran con ternura del otro lado.
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II
Se hace la dura  por fuera la que soporta todo pero a veces -algunas noches un dolor rojo  me irradia el cuerpo desde su centro reclamándome todas las veces que la descuidé por creerme serpentina bailarina pez acróbata ciclista Entonces, no escuché su  ccck bajo la piel -su alarma
Ahora no me habla hasta que en las noches me descuido y me exige tratarla  con inmensa dulzura si es que no quiero caer y temblar cada vez que llegue el miedo.
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I
Allá, donde todo es suave, las guayabas se pudren de maduras bajo nuestras botas de plástico
El sol quiere jugar con nosotras y baja poco a poco hasta quemarnos los brazos y las rodillas Entonces el dolor es dulce la luz amarilla y caliente nos recuerda que no es un sueño Mi hermana ríe y puedo ver en sus dientes los pelitos del mango que nos dio la abuela
De su mano recorro potreros infinitos mi nariz devora hambrienta el paisaje si nos caemos nada duele (nada nunca) De su mano me tiro al río y el agua helada me sumerge en las cámaras ocultas del recuerdo
¿Jugaremos otra vez, alguna tarde, algún otro día?
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002
Recorro el camino pateando las piedras que van quedando detrás. Uno de los pasos me muestra que puedo sostenerme en el aire flotando. Sigo empujando piedras hasta tomar el impulso suficiente para volar. Vuelo bajito, casi rozando el camino empedrado. Vuelo junto a un río por donde veo que bajan mis amigos subidos en llantas negras, grandes, viejas. Me acerco volando hacia uno de ellos para mostrarle que en la realidad en la que estamos es posible tener poderes, pero al querer volar frente a él nada pasa, mi cuerpo es arrastrado lentamente por la corriente y me sostengo de su llanta. Mi amigo me tranquiliza diciéndome que es normal que una proeza no salga cuando uno se esfuerza mucho en demostrarla y que me cree lo de los poderes y lo de saber volar. Me contento con su confianza y me voy volando, despidiéndome a lo lejos, perdiéndolos de vista tras las ramas de los árboles que rozan el río.
De repente estoy en la ciudad y sé que debo llegar hasta un edificio X. En el aire hay una sensación de findelmundo: el cielo es rojo-naranja y casi todo en la ciudad es gris y solitario. Allí está mi hermana esperándome y acaba de tener una bebé. La esconde en un cuarto masomenos oscuro, donde apenas está la cuna de la bebé y junto a ésta una máquina de luces que brilla con muchos colores cuando mi hermana la conecta al pecho de la bebé. Las visito todos los días y me deslumbro con las luces de colores que proyecta la bebé cada noche al dormir. Las visito pero en realidad vivo en la terraza del edificio porque, al parecer, mi único interés es perfeccionar mi vuelo y la terraza del edificio me lo permite. Alguna noche, después de varias semanas habitando la terraza, veo una ventana de luz amarilla a lo lejos, donde se asoma una niña de unos diez años (blanca, cabello corto con capúl, castaño) que brilla toda de plateado, como si la cubriera un montón de escarcha. La niña me saluda y durante días jugamos a hacernos muecas, le muestro mi vuelo y ella lo celebra, nos hacemos señas, nos sonreímos. Finalmente me invita a su habitación y yo vuelo hacia ella, tropezando al aterrizar y haciendo ruido al chocar contra la pared. Su padre entra y yo tengo miedo de que me acuse de algo malo, pero él me dice que tengo que dirigirme hacia la sala para hablar con su esposa. Voy. La sala es oscura y ahí está la madre de la niña, sentada en un sofá rojo, fumando. Intento explicarle que puedo volar y que por eso estoy ahí, que su hija me invitó porque somos amigas. La madre me dice que ya sabe todo eso por experiencia, que de hecho ella también años atrás tuvo todos esos poderes de los que hablo, pero que ahora ya no puede ni siquiera hablar de eso, por lo que me prohíbe seguir hablándole sobre mis poderes a mi amiga. Regreso triste a la habitación e intento explicarle a mi amiga, pero ella me dice que sabe todo porque ha investigado y me cuenta mejor la historia (a medida que la cuenta puedo ver las imágenes como si estuviera viendo una película): la razón por la que hay una sensación apocalíptica en el ambiente es porque la tierra está a punto de ser destruída por unos demonios (muy bonitos, parecen dibujados y son de colores fríos), estos demonios estuvieron a punto de ser destruídos años atrás gracias a su madre (que era la única bruja con poderes sobre la tierra), pero en medio de la guerra quedó embarazada y los demonios amenazaron con destruir a la bebé si ella seguía combatiendo. La madre de mi amiga prometió renunciar a sus poderes y nunca mencionar nada al respecto, a cambio de que la dejaran en paz a ella, a su esposo y a su hija. Los demonios aceptaron y de ahí en más empezaron a conquistar la Tierra alimentándose de la angustia de la gente (que, a la vez, era producida por ellos), rodeaban el cuerpo de la gente a modo de larvas y al instaurar la angustia, empezaban a girar alrededor del cuerpo, creciendo y fortaleciéndose, a medida que los malos sentimientos crecían. Al acabar por completo con la tranquilidad de la víctima se iban volando hacia un nuevo cuerpo para consumir.  Según mi amiga, la profecía cuenta que sólo han de existir tres brujas capaces de enfrentarlo todo y los demonios habían regresado con mayor fuerza porque las tres brujas estaban juntas en el planeta en este momento. Ella me ayuda a mejorar mi vuelo y me regala todos los trucos de su mamá, durante semanas entrenamos para poder enfrentar a los demonios y cuando el día llega estoy tomando impulso desde la terraza donde vivo, dispuesta a enfrentarlos. Al correr y estar a punto de volar veo -en tercera persona- que mi amiga me sigue por las terrazas y su mamá al enterarse se va detrás de ella, volando por primera vez desde que la tuvo. Al final, cuando su mamá y yo estamos volando hacia los demonios (yo aún no me entero de que ellas van detrás de mí), veo -otra vez, en tercera persona- la ventana del apartamento donde vive mi hermana estallando en colores y la hija de mi hermana brillando como nunca. Ella era la tercera bruja, la más poderosa.
No sé cómo termina.
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Conversaciones
3 Dos que se reencuentran
-En la billetera todavía tengo un poemita que usted me escribió hace unos… siete años, tal vez.
-¿Verdad? ¿Cómo dice?
-Es un papelito verde que ya se está deshaciendo. Dice algo como: “¿Te enamoras muy seguido? Sí, con una imagen, con un libro, con un perro, con amigos, con extraños, con nada, con todo”.
-Ya. Lo recuerdo. Recuerdo haberlo escrito porque una vez le pregunté si se enamoraba fácil, ¿recuerda? Estábamos en La Finestra. Usted me respondió: Cinco veces al día. Mínimo.
-Es raro que después de tanto yo siga odiándola… No es cierto.
-No solo es cierto. Es mutuo. A veces pienso en estar hablando de Sartre en La Finestra, en haber aprendido a fumar juntos en esquinas solitarias de barrios burgueses, en lo que usted es, en sus ideas y hay algo ahí, un impulso que quisiera como cambiar de rumbo hacia la estima. Pero no. Sólo odio callejero y punzante, sólo rabia.
-Es el único odio que quiero sentir, realmente. El odio callejero.
-Claro… Odio de rayar paredes, patear piedras y escupir.
-¡Ay, juventud, divino tesoro, albergue de rabias callejeras!
-¿Cuándo será que conozco a alguien masomenos tan brillante como usted? Me fastidia -y a la vez me salva- su existencia. No me explico. Y además qué vuelta usted con la misma billetera desde hace siete años. Eso debe tener restos de todo.
-Hasta se podría hacer un poema:
Piel perico sangre escupa bareta esquinitasmicroscópicasdeácido tabaco papeles sucios papeles tristes facturas derruidas notas de amores pasados notas de odios futuros polvo mugre piedras mocos residuos de óxido quizás bacterias de billetes pasajeros etcétera
Es dadá. ¿Lo nota?
-Le faltó decir que un condón vencido.
-Hay de todo eso y creo que algunas cosas más. Declaraciones de muerte, disertaciones, amenazas y algunas felicitaciones… Además… Quizás usted es más brillante que yo.
-Lo dudo. Me gana nada más que por ser más valiente.
-Valiente… ¿qué es ser valiente?
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El mercado
Carta a mis amigos que trabajan en la calle. Carta a cualquiera que trabaje en la calle, porque de alguna forma, también es mi amigo.
En medio de mantos repletos de objetos inservibles, me siento repentinamente consciente de toda la basura que ha sido producida en este mundo y que por ingeniosa o amada que haya sido, termina acumulada, inevitablemente, en chatarrerías, basureros, bajo puentes o en seudo-tiendas de antigüedades junto a bicicletas tristes y oxidadas, olvidadas para siempre por quienes fueran sus dueños.
Hay secretos ocultos detrás de los rituales aprendidos y al ver a quienes me rodean en el mercado (capaces de vender troncos viejos y teléfonos que ya no funcionan) me doy cuenta de que el truco no reposa en el objeto sino en la ilusión con que se venda. La gente quiere creer desesperadamente en algo. El futuro resulta tan desalentador últimamente que la única forma de creer es desviar la mirada hacia el pasado ~hacia tiempos mejores. La infancia (a veces) resulta un templo y un refugio. Hacia allí se dirigen las maniobras que ejecutan mis vecinos mientras yo los veo, deslumbrada, desde la banca del parque. A medida que el hombre junto a mí alarga los brazos dramáticamente para exponer los troncos que tiene a la venta, puedo ver como si de sus manos se desprendiera un espectáculo creativo que atrapa al comprador. Los que hasta hace un momento fueran unos troncos en el suelo ahora cobran vida. De ellos se desprenden patas, alas, ruedas, hasta un timón a medida que una niña llega a rodearlo de mar con el pensamiento. El hombre le otorga al tronco la posibilidad de transformarse y quienes lo adoptan se marchan contentos con un bestiario bajo el brazo, ignorando la mirada intrigante de quienes no estuvieron para presenciar el espectáculo.
Me interesan los mercados de pulgas justamente por eso: le brindamos al objeto la posibilidad y sólo eso basta para resignificarlo cada década. Me abruma pensar en la cantidad incalculable de objetos que la humanidad ha creado y tirado a lo largo de su existencia y que ya no tienen un lugar en este mundo. Me abruma la sensación de abandono, nuestra capacidad para materializar ideas que nos punzan desde la inmateria para desplazarlas poco a poco y seguir de largo, pero me intriga cómo cada tanto algunos regresan a ellas una y otra vez para transformarlas. Esta sensación se intensifica cuando alargo la mirada: La luz de la mañana brilla intensamente sobre la fuente (que es 80% orín) y más allá de nuestro mantel una música antiquísima se extiende por la plaza bordeando los juguetes sucios, las teteras metálicas, las cámaras análogas empolvadas, los espejos, las palomas que sobrevuelan estos extraños rituales contra el tiempo.
Tenemos algo poderoso en común mis vecinos y yo, aunque tengan poco o nada de interés en la literatura. También ellos están vendiendo historias a su manera, también lo que llevan a cuestas tiene mucho por contar y le otorga un sentido trascendental a lo cotidiano. También ellos rescatan ideas que se quedan del otro lado. Me parece un trabajo honesto como pocos -vendan o no cosas hechas con sus manos- este de sentarse a resistir la intemperie para ofrecerle a la gente algo en lo que pueda creer. Todos venimos aquí para algo parecido.
Por eso me gustan los mercados                                      y por eso los siento mis amigos.
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001
https://youtu.be/VzkFVbAJaL0
El lugar me dice que las cárceles están hechas de un material blandito e incluso acogedor, como las casas de cartón que hacen los niños en sus casas (o los viejos en la calle) buscando refugiarse.
He divagado por túneles y he explorado cuevas que no me llevan a ningún lugar. Veo rostros que se me hacen familiares pero cuando llego hasta ellos me doy cuenta de que son distantes y desconocidos. La ronda de extraños me repele, me obliga a gatear entre lagunas hasta llegar a paisajes que, aunque desconocidos también, están cubiertos de luz. Reposo en una especie de collage formado por las canchas de mi infancia, donde jugué sin saber jugar a nada serio y me pelé muchas veces las rodillas. Un anillo de guaduales en movimiento abraza la cancha en la que me siento a ver el cielo y a pensar. Una bandada de aves migratorias se me presenta como una epifanía y recorre el cielo como dibujando símbolos que no logro entender. El cielo azul grisáceo se hace negro de a poco y el espacio entre las aves simula un territorio de estrellas. Todo me atrae y me envuelve como intentando devorarme, casi me cubre y me desvanece hasta que huyo de ahí. El camino es largo y caigo, nuevamente, en la cárcel de la comodidad. Hay más personas que conozco ahí, pero sé que la idea de conocer no es más que un espejismo y cada persona es en realidad la representación /en espejo/ de algo que siento o pienso. Busco el confort de no saberme sola, les pregunto si sienten como yo, si están en una posición parecida a la mía, si podemos encontrar entre todos una salida común. Todos tenemos tiempos distintos, todos debemos recorrer caminos diferentes.  Me centro en el miedo, mi miedo. No puedo dejar de ver sus manos blancas, su mirada que se alarga hasta que pareciera infinita. Me atraviesa y me quema. También huyo de ahí.
Después de mucho caminar y saberme sola, recupero la visión. Estoy frente a un final del día atravesado totalmente por la luz, una luz rosa-naranja que va cerrándose al borde de la carretera.  Me levanto (¿de dónde, si he estado caminando -al parecer- durante horas?) y puedo contemplar como un conjunto de carreteras y puentes helicoidales que se entretejen sobre mi cabeza. La pintura amarilla contrasta con el atardecer y el cemento. Casi reconozco el lugar, pero no logro ubicarme totalmente y sólo sé que debo seguir sin pausa, pues aún huyo.
No llevo más que mi maletín negro a cuestas. Como un impulso primario intento buscar un rostro conocido pero no veo más que gente en decadencia, una estación de gasolina roja a lo lejos y una señora que con sus dos hijos pequeños vende dulces en un carrito de madera. Me dirijo hacia la señora como para comprarle algo pero en el fondo sé que sólo quiero hablar con otro ser humano, preguntarle a alguien dónde estoy. Reprimo el impulso. Me obligo a seguir, sola y en silencio. Pienso la luz del día que está muriendo como guía, hacia allá voy, la muerte del día es mi primera meta. Las carreteras me sugieren paisajes de infancia donde fui feliz y asumo eso como un símbolo de compañía y protección. La carretera será mi casa. De aquí en adelante, no debo mirar atrás.
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Canción para los dieciséis
En un lugar de mi cuerpo donde hace frío y llueve reposa un bulto de imágenes fragmentadas ¿En dónde ha de perderse  todo aquello que no he vivido?
Entre amigos nos reuníamos a leer poetas tristes nos sentíamos muchachos tan tristes como ellos (aún así invencibles aún así demasiado jóvenes, capaces de resolverlo todo) soñábamos con coger la vida con los dientes e incluso muchas veces anhelábamos la tristeza
A los dieciséis todo duele mucho  que es lo mismo que decir que nada duele en serio  Por eso buscábamos salir a la calle y caernos Las noches frías crecían dentro nuestro como un deseo o un estado del alma
A M. le pedía que fuera al centro muy temprano y con líneas de luz matutina cayendo sobre nuestros pasos recorríamos las calles entruncadas,  descongestionadas y frescas,  para probar el primer tinto del día en algún rincón recién abierto por la sexta M. madrugaba, renegando pero contento y nos sentábamos a hablar de las posibilidades que aún no envejecían  que apenas se asomaban muy allá,  a lo lejos, y brillaban con luz nueva y cargaban avisos de grandes tiempos venideros
Alguna vez le confesé mi deseo de ser escritora y se metió conmigo a un callejón sucio del centro  me compró una máquina de escribir,  la puso sobre mis manos  y me contó historias, durante muchos días seguidos, para que las transcribiera y empezara a adquirir confianza 
Escribe sobre Hitler habla sobre la noche  tienes que leer más y también habla de música y escribe sobre estos días  y mete allí montañas y también, aunque no sepas qué viene,  habla sobre el futuro  habla sobre lo que sabes y lo que no sabes sobre todo lo que no existe
Yo sentía que todos mis amigos eran muchachos tristes y absorbía la belleza a través de sus delirios  Cada tanto les pedía que me enseñaran a perderme  que yo también quería salir a devorarme la vida y sentir de qué se trata la lucidez de la borrachera y aprender a fumar  y a decir groserías y probar otras cosas quizás menos sutiles
A los dieciséis creo que todos tenemos facultades brujiles y entendemos que hay que mostrarle las garras al presente y a donde quiera que uno mire todo se viste de anhelo y a donde quiera que se vaya todo brilla, intensamente Cuando se es joven la soledad se siente como un regalo  y los errores son más que justos, pues no se ha vivido lo suficiente
A los veintidós ya siento el peso de los años y me asomo a la ventana, cada tanto, cuando llueve, evocando imágenes de tiempos mejores que pasaron 
Siento que cargo, dentro mí, todos los tiempos del mundo y además de todo esto ya llevo tres ciudades a cuestas A veces soy tan niña, y a veces tan vieja Todo el tiempo del mundo no basta para cumplir todo lo que quiero  y me refugio en la esperanza de la juventud que me queda Cuando me siento valiente ella y yo hacemos un buen conjunto Y aunque sé que no hay cómo doblar la vida, y que la experiencia no tiene reversa, de a ratos logro sentir cómo mi envejecimiento se descuida y la juventud que conservo aún canta con voz alta
Entonces quiero conocer otra vez muchos poetas y salir y buscar calles nuevas en las cuales perderme Sentir el frío que sólo dan las cervezas frías de noche y leer con mis amigos y sentir que aún hay esperanza Que la juventud es un estado emocional que no debe diluirse tan deprisa  y entender que veintidós no son tantos años como pareciera y que aún hay que salir y dar lidia y fumarse el mundo 
Que aún hay que escribir muchas cosas muchas cosas y seguir creando siempre hasta que caiga la noche definitiva.
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Museo
                Tengo el vicio, desde que salí de casa,                  de adecuarme a los espacios que me rodean                
                Hago, a fuerza de extrañar,                 de cada lugar que habito                una casa
Reacomodo los objetos que entristecen de quietud Empujo un poquito sus esquinas con el dedo Abro las ventanas Muevo las sillas (una o dos baldosas) Recorro la textura de las cosas con las manos (la madera tiene grietas por las que me gusta pasear el mármol, curvas suaves en las que reposo las palmas)
Me hablo sola ~hablándoles  Escucho en su mutismo los secretos del mundo Ellos también han cambiado de lugar muchas veces
Presencian, diariamente, el deambular /lento /ensimismado /apurado /distraído /triste o estrepitoso (según el día) De los muchos observadores que pretenden tocarlos sin alcanzar ~nunca su centro
Yo callo, en cambio Los miro apenas de reojo y espero paciente el momento en que me piden que me acerque Cada uno guarda adentro un pensamiento Cada uno con una voz diferente
La niña con la liebre pareciera, como yo, extrañar algo que nunca tuvo El sembrador de estrellas conserva siempre su esperanza inútil En su aparente resignación callada encuentro complicidad
Ellos también seguirán cambiando de lugar muchas veces Y anhelarán transformarlo todo con su silenciosa presencia.
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Manuel, este es tu llanto
No puedo hablar de vos, sos mi secreto.  La gente señala las heridas de mi cuerpo todo el tiempo al verme pasar. Esas heridas son tuyas, Manuel. Están en los lugares por donde pasas con tus manos amarillas. Yo también las miro y las señalo, viéndome al espejo como si me fuera extraña. Las veo profundas, recién hechas, irreversibles, y sonrío. Los mapas que dejas en mi cuerpo son nuestro secreto. Cuando la gente me mira perpleja y veo sus caras como de turistas queriendo entender, me dan ganas de morirme de risa, de insistir en que no cuentan con la entrada. Sólo vos y yo conocemos las rutas, los lugares. Vos me hiciste lugar de encuentro, lugar de escape, descansadero. Yo ni siquiera podría darte un lugar en el espacio. 
¿Sabés que hace mucho tiempo, la humanidad se hizo consciente de su soledad irremediable? Mi historia es la historia de la humanidad entera. Soy hija del pasado. Heredé el vacío, la sed, y los vicios que atraen a la soledad. Por eso siempre tiento al destino y huyo. Por eso tantas veces quiero salir corriendo. Me basta saber que nadie puede ver cómo se rompen los lugares con nuestros pasos, para sentir cómo una bolita de calor se retuerce y relampaguea dentro de mi pecho. Conozco la importancia de tener secretos. Nadie conoce mi verdadero nombre, ni siquiera yo. Necesito tan sólo un golpecito accidental para caer al vacío, para viajar a través de infinitos caudales que han de transformar una y otra vez mi forma. Soy la roca, el pez, el grito. ¿A quién le explico quién es el causante de mi huída? Hoy le he puesto tu nombre y acaso mañana va a tener el de cualquiera. Sos, como yo, otro hijo del sistema. Cargás con amargura tu orfandad, ¿y qué más hago? Nadie va a venir a salvarnos. Quiero salir corriendo, Manuel.  El mundo está ahí afuera con la boca abierta, esperando nuestros pasos.  Si nuestros brinquitos infantiles no logran esquivar sus dientes, nos hace pedazos. El mundo está ahí afuera, Manuel. Basta estirar las manos para tocarlo. Ya no quiero ser contempladora de lo imposible.  Ya no quiero perderme todo esto por andar mirando las estrellas. Quiero caerme, romperme la piel y contar cuántas piedritas tiene el cemento. 
Quiero correr. Correr tan lejos.  En una carrera heroica, como si me esperaran.  En una renuncia inútil, como escapando de las cosas. Yo sólo quiero correr, correr mucho. Cruzar inmensos pastizales de noche. Tener frío y llorar bajo la luz de la luna.  ¿Eso me haría digna de un nocturno de Chopin?  ¿Soy el tipo de mujer que inspiraría a escribir, a hacer música?  ¿Vas a escribir sobre mí alguna vez, Manuel?  ¿Vas a hacerme, además de lugar, canción, dibujo y poema? ¿Te quedas con este retrato baladí o lo deshechas?  Yo sólo sueño con que me haya pintado Degas con un tutú. Yo sólo sueño con poder pensarme desde afuera sin perder la cabeza. Con creer que alguna huida es siquiera posible.  Que voy a poder correr, rasgando las sonatas, y todo va a ser color-plata-luz-de-luna.  Que voy a caer arrodillada y voy a llorar con la cara escondida como los cobardes. Que voy a llorar boca arriba y mirando el cielo, como los valientes. Voy a llorar porque acostada boca arriba todas esas lagrimitas se me van a meter en los oídos y me va a doler, Manuel, como duelen muchas cosas. Voy a sentir el impulso del dolor como un rayo que me atraviesa, como una sentencia, como una prueba de lo que es la vida. Voy a llorar porque todo es hermoso e injusto. Porque las cosas existen demasiado duro o se difuminan en visiones oníricas. Voy a llorar porque la vida es demasiado real. Voy a llorar porque la vida es demasiado irreal. Porque a la vez que me rehúso, quiero besar todo aquello que inevitablemente empujo. Porque constantemente el mundo está entrando en uno, y es de esas cosas que se sienten demasiado. Porque, constantemente, las cosas que llevamos adentro salen al mundo y esa es otra cosa que se siente demasiado.  Voy a llorar por mí (por vos). Por vos y los libros, los tintos, las manos nerviosas, las palabras y las canciones de nuestros abuelos. Por las veces que me dijiste ven, y fui. Voy a llorar por esa vez que lloraste en la biblioteca con un libro de Wislawa entre las manos. Voy a llorar por las imágenes. Por los otros. Por la culpa que desde la cruz cargamos y de paso por la cruz, que es carga y consecuencia de la capacidad imaginativa de los hombres. Quiero llorar porque el amor se esparce como una mata de orégano, pero también porque el amor se rompe a cada instante. Porque todos los días algo termina. Porque todos los días hay algo que empieza. (Como el día y la noche y su eterna danza en espiral). Quiero que las nalgas se me resbalen por el musgo. Optar por sentarme en el pasto aunque me piquen las piernas descubiertas. Y llorar. Llorar arrancando maticas y luego llorar por la crueldad de haberlas arrancado.  Llorar porque sí, Manuel. Porque estamos solos. Solos. Solos como nadie lo ha expresado nunca.  Llorar porque a veces, alguna tarde, alguien nos sugiere que no lo estamos tanto y lo creemos, y algo se ilumina dentro nuestro. Quiero llorar, Manuel. Cambiar más de diez veces de posición porque no hay posición que le haga justicia al llanto. Sentarme nada más que a llorar por querer tanto y tantas cosas. Por el anhelo incurable. Acomodarme a llorar y que la luna brille, y comprobar, después de mirar mucho, que los astros siguen allá arriba, indiferentes a los dolores de este mundo.
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Conversaciones
2 M. nota que hay una luna allá arriba. P. responde.
M: Me parece tan raro que la luna esté ahí. ¿Le pasa? P: ¿Por qué habrá una luna ahí arriba? ¿Usted qué cree? M: No sé, pero hoy se burló de mí. P: ¿Cómo fue eso? M: Vio que yo sólo era una niña y que ella, contra toda cordura, podía flotar sobre todos nosotros a la vez. Vio que la estaba mirando y se burló. P: ¿La odia por eso? M: La amo por eso. Por lo menos me notó.
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Conversaciones
1 G. adquiere una de las laminitas Jet del universo y se percata de su belleza.
G: La Jet que me regaló, ¿recuerda? Venía con esa imagen. Cúmulo de estrellas. M: Amo esa laminita. Yo colecciono todas las del universo. G: Puedo imaginármela haciéndolo. ¿Esa la tiene repetida unas tres veces? M: Tenía. Al principio sólo las coleccionaba si las encontraba en la calle. Ahora las colecciono todas, y he regalado las repetidas. La que más me ha costado regalar es La vía láctea. Tenía como seis, todas encontradas en la calle. Hasta que me regalaron una nueva, y tuve que dejar ir las otras. Las regalé. G: ¿Y no tiene el álbum? L: Pues sí. Pero estas son mías, muy mías. Hace poco volví a encontrar La vía láctea en una calle, muy sucia, y no la recogí. Fue duro... G: Me imagino. Yo colecciono cuerpos de insectos e injertos curiosos.
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Epistolario
5
Abril, 2017
Mi luto callado, me repito porque sé que no lo has entendido Aunque nos haga ilusión pensar en puentes que se tienden los abismos desbocados pareciera sólo crecen entre tu mente y la mía
Me duele, como si no estuvieras, estirar las manos saberte al frente y que mis manos por más que se estiren no alcancen a tocarte
Así que corro para anotar poemitas tristes y se me va la vida construyendo refugios como castillos de naipes esperanzada en que por ser míos no van a venirse abajo
Pero se caen amor como todo recae siempre
(Leo la palabra amor y me mareo Oigo la palabra amor y tiemblo Digo la palabra amor y ardo)
Ardo en preguntas en incendios de preguntas que no reconocen mi nombre ni el tuyo y que aún así cargan con la fatal certeza de saberte el dueño de todo lo que el amor en mí ha sembrado
No es que antes de ti no lo sintiera nunca Es que me niego a ver hacia cualquier tiempo donde no vea tus manos
Se me cierran las paredes y es como si de éstas se desprendieran manos que me amarran la garganta Ya no puedo llorar y todo lo que hablo suena inexacto equivocado lejano totalmente de cualquier cosa que sienta realmente dentro del cuerpo
Vivimos en tiempos distintos vos y yo una vez que no te es posible ver la causa de mi herida Una vez que la disfrazas vanamente de capricho infantil de posesiva y loca
Si la herida es banal es banal todo mi amor porque por él supura Si son banales y falsos mis torpes pensamientos (yo sé que son torpes y no saben moverse por el mundo) es banal y falso también todo lo otro que siento De sentir poco o nada por lo que me das hace mucho habría partido a buscar emociones fuertes y estables a buscar otros delirios
No me pidas que equilibre sólo un lado no se puede separar lo inseparable Si la belleza me hace arder me quemará viva también la crueldad de la misma
Quiero que quieras entender porqué me quemo Que quieras tomarlo todo, tomarme entera Pero puedes también no tomarlo Seguir tu vida
Eventualmente se quiera o no los días se acomodan a sus causas.
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Epistolario
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A Lú sobre M Algún mes de principios del 2014
Siento que él es la fuente de dolor y nostalgia que opaca el dolor y la nostalgia real que me acaba, por eso lo amo. Aunque no lo ame, usted entiende. Vi una foto que tomó donde se ve que son como las tres de la tarde. De una a cuatro es el horario que más odio y que más terror me causa, el que más me destruye. Pero es muy raro, son horas de él, horas nuestras. Son las horas que más disfruté cuando éramos novios e íbamos a su casa y todo tenía esa luz de la foto. Y de eso recordé cómo él me salvó y cómo él no sabe cuánto pero me salvó. Cuando me lo encontré una vez saliendo de teatro de noche en la U y hablamos en una banca y todo en mí era dolor y una desesperación introspectiva, pero sentía un alivio inmenso al verlo y hablar como amigos. Ser su amiga y hablar y ver cómo me dolió tanto todo pero ya no, y eso me daba una esperanza de que todo pasa. Todo tenía una luz amarilla cuando nos veíamos de noche en la U. Él ha sido quien más (si no el único), que me ha hecho amar con mucha fuerza la universidad. Y quisiera sentir eso siempre para no irme. Aunque quizás irse sea el camino real porque de verdad mis clases se quedan muy cortas a mi deseo. No sé porqué escribí todo esto. De algún modo necesitaba hacerlo y no veo cómo no decírselo. Tampoco sé si ya le había dicho -aunque esté implícito- que usted también es mi mejor amiga. Y hace de este mundo un mundo mucho mejor para mí y no sé qué haría de no tenerla. En fin. Esta es mi tristeza favorita. Todas las nostalgias que sienta deberían sentirse así. Lástima que no, pero espero que esta perdure. La quiero.
P.D. ¿Cuando uno dice cosas lindas pierde superpoderes?
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