Tumgik
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HARE || Golden Kamuy x Huntress!reader
Así me imagino a Ana, solo que en vez de su uniforme original, siempre viste kimonos y es más pequeña. 🫡
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HARE || Golden Kamuy x Huntress!Reader
Obra sin fines de lucro, solo para aliviar estrés.
(18+) La siguiente obra contiene escenas de violencia y material sexual.
Golden Kamuy, ni Dead by Daylight es de mi pertenencia, cualquier atribución a su respectivo creador.
(Se que nadie va hacer caso, pero ya advertí 🫡)
Faltas de Horrografia, bienvenidas sean.
No se seguirá el curso cronológico del manga por que…me da flojera 🫶🏻
Capitulo 2
Después del jaleo del incendio del almacén. Ana acompañó al Teniente a una importante reunión con un traficante de armas.
Sinceramente, la idea en sí del plan del Teniente Tsurumi le parecía una flojera, demasiado complicado. Pero no era su trabajo opinar. Ella misma sentía que las intenciones del hombre iban más allá de simple impotencia hacia su propio gobierno.
Pero las palabras de Tsurumi resonaban en su mente cada vez que miraba hacia atrás.
«—No tienes que preocuparte por nada, concéntrate en tener una buena vida. Mientras hagas lo que diga, seré tus ojos hasta donde tú lo desees.»
Ahora iba de camino al océano, Tsurumi solía vestirla con ropas elegantes. Así que el dueño de la casona de arenques le recibió cálidamente.
Cuando la personas le preguntaban por su máscara, Tsurumi se inventaba un historia tan convincente como su persona. Incluso le había inventado un personaje para cuando no estuviera en una misión.
A los ojos de los demás no era Ana. Era Oyuki Tsurumi, la hija de adoptiva de Tokushirou Tsurumi. Una muchachita víctima de la guerra, bien portada y gentil que cautivaba a cualquiera.
Cómo Oyuki, Ana se presentaba como una hija muda, pero talentosa. Y lo demostraba mientras tocaba con agilidad en el piano de la sala común de la mansión de un viejo dueño de un negocio de arenques.
—¡Su hija es bastante habilidosa, Sr. Tsurumi!
Aplaudía el anciano, bastante impresionado.
—Mi hija lo pidió por capricho, pero nadie puedo tocar esa cosa, estoy seguro que el piano debe estar feliz de al fin ser útil.
Tsurumi comienza el show.
—Hubo una vez en la que mi familia tuvo riqueza a su nombre, logré aprender un par de trucos y le enseñé a mi hija, un verdadero reto—Ana le saca la lengua a espaldas del viejo—. Obviamente todo tiene sus altibajos en esta vida y todo fue momentáneo. Estoy seguro que usted me entiende.
Y Ana se pierde, no hallándole más interés a su conversación. Su mirada se pierde en la ventana, la costa llamándola con su balanceó.
El olor a sal lograba escabullirse en su nariz.
El mar…pescado…tenía hambre. Una pequeña baba se resbaló de sus labios, imaginándose un pescado bien frito cubierto de especias y limón.
Iría con Tsukishima a que le diera algo de comer.
Se levanta del pequeño banquillo, y se pierde en los pasillos dispuesta a buscar al hombre nariz aplastada.
Pero un olor se escabulle en su nariz, un olor familiar.
El olor de la sangre, la tierra y el sudor.
Ah, ya lo encontró.
Pensó deteniendo la hoja del cuchillo con sus manos a escasos centímetros de su rostro. Inmutable ante la presencia del asesino.
Mira detrás de él a dos soldados caídos. Y luego observa la herida en su costado. Con una mano sostiene sus ropas, y las mueve lo suficiente para ver su pecho.
No sobrevivirá.
—тату.
Henmi Kazuo se pone pálido ante la fuerza de Ana. Jamás habiendo presenciado como una mujer detenía un cuchillo de esa magnitud con su propias manos.
No chillaba, no lloraba, no peleaba.
No era bella.
Pone una cara de profundo disgusto.
—Haa…realmente eres horrenda.
Parecía que le entendió, pues Ana lo levanta sobre su cabeza y lo lanza hacia el soldado Inmortal.
[…]
Ana es cargada como un saco de papas por el Teniente Tsurumi hasta la costa de piedras, la sienta en la canoa junto a otros soldados. Comenzando a perseguir al grupo del inmortal.
—¡Rema, Ana! ¡Rema!
La de la máscara de liebre, hace una seña de que paren. Los soldados sueltan los remos confundidos. Ana se arremanga las mangas del kimono, toma los remos y con una velocidad monstruosa comienza a remar.
Asirpa no lo creía. El bote se movía con la velocidad de 10 hombres. Casi rozándole la nuca.
La niña ainu chasquea la lengua. Apuntando con el arpón a la orca.
—¡Nos arrastrará! ¡Sosténganse!
El arpón se incrusta en la piel de la orca, que comienza a nadar en dirección contraria.
Ana sigue remando hasta que el Teniente le hace una seña de que era suficiente.
—Detente Ana —dice—. ¿Con que trabaja con los ainus, eh? Si quiere colocarse en la cima de la cadena alimenticia tendrá que volverse en un ser repugnante, ¿no lo crees Ana?
La mujer se limita en dejar llevar sus brazos por la corriente. Medio cuerpo suyo rozando el mar.
—Я голоден…—murmura agotada, sintiendo las manos de los soldado evitar que meta la cabeza al mar.
Extra:
—La mujer que acompañaba al Teniente…no es normal.
Comenta Asirpa después de un rato. Su estómago lleno de carne de orca.
Sugimoto se queda callado.
—Tu también lo notaste ¿no? Pensé que me volvería loco al volverla a ver. Ella fue mi carcelera cuando me capturaron.
—Según lo que he escuchado, es la hija adoptiva del Teniente. Se hablaba mucho de ella en Abashiri. Oyuki Tsurumi, la Liebre Invernal.
—¿Liebre? —inquiere Asirpa.
—Por la máscara que lleva, los soldados solían comentar que jamás se la quitaba. Nadie sabe cómo es su rostro, pero las familias militares están obsesionadas con ella. A pesar de no poder hablar.
»Dicen que Tsurumi la recogió de un manicomio, y fue tanto su encanto que la adoptó como suya.
—En Otaru la llamaron Ana, y te aseguro que no es muda, hablo en un idioma foráneo.
—Dicen que Tsurumi la recogió de un manicomio, y fue tanto su encanto que la adoptó como suya.
Sugimoto suelta una risa sin gracia—. Debió estar tan encantado con su fuerza que lo hizo mentirle a todos, yo vi con mis propios ojos cuando lanzó a dos hombres que le doblaban la altura como si fueran papas. A mi me alzó y zarandeó de aquí para allá—dijo Sugimoto—. No es alguien con quien quisiera encontrarme en una pelea.
—Alguien así no puede ser humano. La máscara la hace ver cómo un cadáver manejado como marioneta, como si ya estuviera muerta.
Sugimoto frunce el ceño.
—No se si es alguien de fiar o no. A pesar de la paliza que me dio, sano mis heridas y me protegió de esos gemelos. Pero pase lo que pase, si llegas a enfréntarla, dale las pieles.
El grupo se queda callado, la imagen de la muchacha presente en sus mentes, preguntándose quién era en realidad.
Mientras tanto, Ana saboreaba felizmente una brocheta de calamar frita que el dueño de la mansión le había regalado. El plan de Tsurumi había fallado estrepitosamente en conseguir fondos para armas. Pero al menos Ana había sido recompensada con una caja de finas joyas por haber tocado para él y su familia.
—Estos te quedan bien—comentaba el Teniente, midiendo unos pendientes de jade decorados en oro. Claramente decepcionado por la negación del dueño de los arenques.
Un soldado se les acerca, asiendo una reverencia hacia Ana antes de continuar.
—Primer Teniente Tsurumi, señor. Traigo noticias de Otaru.
»El soldado Ogata Hyakunosuke se ha esfumado del hospital.
Ana entreabre los labios, su expresión por fin mostrando una emoción nueva.
Preocupación.
Traducción por Google:
тату—Tatuaje
Я голоден…—Tengo hambre...
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HARE || Golden Kamuy x Huntress!Reader
Obra sin fines de lucro, solo para aliviar estrés.
Golden Kamuy, ni Dead by Daylight es de mi pertenencia, cualquier atribución a su respectivo creador.
(18+) La siguiente obra contiene escenas de violencia y material sexual.
(Se que nadie va hacer caso, pero ya advertí 🫡)
Faltas de Horrografia, bienvenidas sean.
Capitulo 1
Pequeños copos de nieve danzaban en cielo frente a sus ojos, hacía frío, pero eso no le importaba, le gustaba el frío. Le ponía feliz estar a fuera por horas, casi hasta que sus dedos se ponían azul. A su «padre» le asustaba que estuviera afuera por mucho tiempo y le diera hipotermia. Le daba gracia, pues él mismo sabía que ella no iba a morirse por unos cuantos centígrados menos.
Una bala si lo haría. Y los hombres también, los de la Primera División claro que lo habían intentado.
Pero ella no les tenía miedo, ellos sí que le tenían miedo.
Era por eso que el Teniente Tsurumi le encargaba la misiones más difíciles, ya saben cuando se es necesario...fuerza física.
Ah, se le había olvidado la razón de su visita a Otaru. Tenía una misión.
—¡Maldito bastardo! ¡Se escapó!
La nariz de uno de los gemelos se rompió bajo la bota de Sugimoto. Se estrelló contra los soldados dispuesto a escapar.
Más no pudo. Se asustó una bestia se le había lanzado encima, estaba seguro, un maldito oso se había escapado de la montaña y lo había tecleado. Un humano normal no podía hacer eso.
Se estremeció al escuchar un bufido por encima de su cabeza, a la vez que un pie se colocaba encima de su cabeza.
Esperen, ¿un pie?
Lentamente elevó la mirada. Si era una pierna, no cualquier pierna, era una pierna de mujer. Era pequeña, pero voluptuosa, lo sabía debido al grosor de su pierna, parecía la de un luchador experimentado. Pero aún así se veía suave y tenía un color blanco como la leche.
Elevó más la vista. Un kimono color negro decorado de flores lleno su vista y cuando miró a través de sus atributos, se encontró con una máscara de Liebre mirándole desde lo alto.
Sip, estaba alucinando pensó ahogándose con su sangre cuando la chica lo levantó como un trapo y lo cargó hasta su «padre».
—Buen trabajo, Ana —felicitó sonriente dándole unas palmadas en la cabeza, la muchacha con máscara de Liebre asintió inexpresiva. Sentando a la fuerza al auto-proclamado Sugimoto El Inmortal.
El soldado observó como la muchacha se sentaba en una pequeña silla que los soldados le habían traído, quedando en el medio del escritorio que los separaba a los dos.
—Oigan, oigan, no sé por qué me han arrestado. Fui al local a investigar a pedido de un cliente, su prostituta fue atacada por un hombre con tatuajes, por eso le pregunté a la señora —explicó—, no tengo idea por qué demonios sus soldados y ese monstruo me atacaron.
Su cabeza fue estampada contra el escritorio con una fuerza que le abrió la frente. Los gemelos sé rieron victoriosos viendo cómo el teniente tomaba de los hombros a Ana y la sentaba lentamente en su sillita.
—Yo no sería tan grosero si estuviera en tu lugar, no es de buena impresión insultar a la hija de quien bien puede, firmar tu muerte.
Sugimoto tragó en seco, limpiándose la sangre de los ojos.
Uno de los soldados acercó una caja de dangos a la mesa, a Ana se le resbaló un poco de saliva de la boca.
—¿Así que...Inmortal, eh? —le temblaron los ojos— uno de mis hombres fue encontrado aferrándose a la vida en el río, con la mandilbula rota incapaz de hablar escribió una palabra con las fuerzas que le quedaban.
«Inmortal»
Ana se tragó tres dangos de un solo mordisco, con la boca llena observó a Sugimoto.
Maldición, en esta situación no podía concentrarse, le dolía la frente y esa maldita chica le estaba sacando los nervios. A pesar de su apariencia tierna, emanaba un aura que simplemente sacaba la mierda de si mismo.
Mastico varias veces, tenía mucha comida en la boca.
—...Por eso huiste, ¿no es así? Tenías miedo que atáramos clavos por qué tienes pieles tatuadas escondidas contigo, ¿no es así?
Debía hacerse el tonto, rápido.
—¿Oigan, están seguros que su comandante esta bien de la cabeza? Ja ja ja...
Con las cuatro bolas dulces aún en su boca, Tsurumi saca el palo de madera y lo clava en las mejillas del soldado.
—Los tienes bien puestos, ni siquiera te inmutas —sonríe—. Realmente eres Sugimoto el Inmortal.
»Únete a mi unidad, por la guerra ando corto de hombres, y las armas tampoco son suficientes. Hemos perdido más de lo que hemos ganado, ¡es nuestro turno de tomar lo que nos corresponde! Alguien con los cojones bien puestos como tú es lo que necesito ahora.
Sugimoto se queda callado. Su mirada claramente fiera y listo para atacar.
Ana hace una mueca triste, se habían acabado los dulces.
—Nah, yo paso.
Tsurumi sonríe con los dientes blancos brillándole—No tienes que pensarlo ahora, tendrás bastante tiempo para darme una respuesta. Ana.
La mujercita se levanta de su asiento, lista para su orden.
—Enciérralo en el almacén, confió que le cuidarás bien a…nuestro invitado.
La de mascara de Liebre asiente y pasa sus brazos bajo las piernas de Sugimoto, una sosteniendo firmemente su espalda. Y lo levanta, su peso no siéndole un problema.
El soldado se aferra a sus ropas, atónito de la fuerza de la muchacha. ¡Le había levantado! ¡A él! ¡Un hombre adulto!
—Esta mujer…no es humana.
Piensa mientras es depositado en la del almacén con delicadeza. Le amarra con fuerza.
La mujer coloca una lona detrás de su cabeza y con trapo que saca de su bolsillo comienza a limpiarle el rostro con una delicadeza que antes no había mostrado.
Casi parecía una verdadera mujer. Sugimoto sigue sus movimientos con atención, sintiendo el frío del trapo desinflamar su hinchando rostro.
Cuando termina, saca un pequeño compartimiento que tenía crema adentro. Sugimoto frunce el ceño y entreabre la boca un poco.
—¡No, espera!
Arranca los palillos de un tirón. El soldado suelta un quejido de dolor, ajena a ello, unta su dedo en la crema y lo esparce por la herida.
Sugimoto mueve un poco la mandíbula. Adormecida. Y observa como la mujer se sienta en una caja. Mirando al vacío.
Después de un rato, nota que la de la máscara de Liebre no se ha movido un centímetro.
—Oye —la llama—¿de donde vienes? Pareces japonesa, pero jamás he conocido a una mujer con un cuerpo como ese.
Ana se le queda viendo, inclinando la cabeza. Urga algo en su bolsillo, saca una galleta y se la extiende.
—Eh, no tengo hambre, gracias, te pregunté de donde vienes…
Ana se queda quieta un momento y se la vuelve a extender.
—No tengo hambre, ¿entiendes lo que digo?
Y como respuesta Ana le vuelve acercar la galleta.
—¡Que no quiero galleta! ¡¿Parezco un muerto de hambre para ti?!
Otra vez la galleta. El soldado tira la cabeza para atrás. Esto sería largo.
[…]
Había pasado dos horas, cuando el crujido de la puerta alertó a ambos.
Ana estaba sentada en las piernas del soldado, pintando en su rostro un bigote con un pedazo de carbón.
Se puso en guardia. Tomando de una esquina de la habitación un hacha reluciente. Un hacha de la cual hasta ahora veía.
Dos rostros se asomaron por la rendija de la puerta, uno parecido al anterior. Los gemelos.
Ana bajo el hacha un poco, pero no la soltó. Eran subordinados de su «padre» pero no eran uno de sus «Ojos».
—Hey, Ana…el teniente Tsurumi nos ha pedido relevarte, ¿por qué no vas a descansar un poco?
Dijeron con una sonrisa maliciosa en sus rostros idénticos.
—У них нет власти надо мной —por primera vez escucha su voz, muy diferente cómo pensó que sería. Era una voz delicada y suave, con un pequeño timbre melodioso, agradable de escuchar.
Pero no era tiempo de pensar en eso. Esos dos no venían con buenas intenciones.
—¿Que demonios estás diciendo? Tsukishima dijo que hacía caso a cualquier cosa que viniera del Teniente. —Kouhei murmura, molesto.
—¡¿Estás sorda?! ¡Que esperes afuera!
Antes de que siquiera pusiera un dedo sobre ella, Ana arremete contra él como una bestia, golpeándole el rostro con el mango del hacha. Reventándole los dientes en el proceso. El otro gemelo trata de agarrarla por el kimono, pero es tomado por el brazo y lanzado contra la puerta, rompiéndola en el proceso.
Con la cara rota y un diente roto, Youhei toma su rifle apuntándole. Pero Sugimoto logra saltar con la silla, estrellándose contra él. Bramando como un hombre loco.
El ruido resuena en la planta baja alertando a varios soldados, que suben con rapidez.
Se encuentran con la escena de los gemelos Nikaido recibiendo una paliza por parte de Ana. Justo cuando iba soltar su hacha con sus cabezas, uno de los soldados se apresura a quitársela, tomarla de los hombros y hacerla caminar en círculos.
No había manera en el infierno que se enfrentará a la Liebre Invernal.
Una vez calmada la situación. El Teniente Tsurumi ordena que los gemelos se mantengan distancia con Sugimoto.
Mientras tanto Ana era asistida por los soldados de la Séptima División como una princesa, masajeando sus hombros y sirviéndole dulces en grandes cantidades.
Traducción por goggle 🤓:
no tienen poder sobre mi
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