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chiarabarese · 8 months
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vanitas n. 2 (2023) 210x297mm, ink and markers on paper chiara barese
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chiarabarese · 8 months
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vanitas n. 1 (2023) 210x297mm, ink and markers on paper chiara barese
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chiarabarese · 8 months
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some of the prints I made for my last art fairs 💫
currently looking for new commissions, feel free to dm me :)
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chiarabarese · 10 months
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deshacer el conjuro
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dibujo digital, 2023
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chiarabarese · 10 months
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cottage core motorized frog
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chiarabarese · 11 months
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algunos stickers nuevos para las ferias 💫
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chiarabarese · 11 months
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hipercandombe, 2023
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chiarabarese · 11 months
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ilustración hecha para los flyers de mi taller de arte digital :) // some illustration I made for my digital art workshop flyers :)
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chiarabarese · 11 months
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¿Sueñan las inteligencias artificiales con ovejas al óleo?
   Hoy de vuelta leí un titular que a esta altura bien podría ser resultado de un generador digital: “¿serán los robots capaces de fundar un nuevo movimiento artístico?”. Se habla mucho sobre inteligencias artificiales, sobre su valor estético, si son éticas o no, sobre los plagios a artistas, sobre su valor artístico. Nos peleamos en Twitter, leemos montones de notas, vemos como las teorías y los argumentos se reproducen como conejos a nuestro alrededor. Mientras tanto, la cuestión de fondo es ¿queremos robots capaces de fundar un nuevo movimiento artístico? 
    Tenemos apps para todo: para pedir pizza, para pedir un taxi, para encontrar pareja, para tener sexo, para ver películas, para reseñarlas. Apps que te dicen qué comer, apps que te dicen cómo cocinarlo, apps para hacer las compras. Robots que analizan cientos de fotos y te dicen si tu lunar es cáncer, o si tus síntomas ameritan hisoparte para descartar COVID, o procesan tus hábitos y te recetan complejos vitamínicos. Éric Sadin escribe en La silicolonización del mundo que la tecnología llamada “disruptiva” se orienta, cada vez más pura y exclusivamente, a llenar los supuestos baches de comfort donde como humanxs, mortales limitadxs, hacemos aguas. Esta forma de concebir la tecnología no es realmente innovadora: la idea detrás es, justamente, que no hay novedad como tal, sino una búsqueda ciega y permanente de todo aquello que puede ser updateado. No estamos inventando nuevas tecnologías, sino usando las que tenemos para hacer las cosas más fáciles. Un paso más allá, no estamos buscando el progreso, estamos buscando plata, y si es rápido y fácil, mejor.     Es una obviedad a esta altura decir que el capitalismo se lleva atropellado cualquier interés poco redituable, aún más cualquier posible lectura crítica. La tecnología “avanza” cada vez más en las cosas que nos dan fiaca, y el puñado de flaquitos detrás de la gloriosa idea se llena, más o menos, de plata. Primero como tragedia, después como farsa: hasta HBO ya hizo una serie (ver Silicon Valley). En el medio, todxs nosotrxs, lxs mortales limitadxs, seguimos de acá para allá los avances y nos volvemos dependientes de ellos en cuestión de semanas, como si no hubiera habido una vida anterior. Valoramos positivamente la mayoría de las cosas (salvo las que burda y evidentemente están mal, como los avances de la industria bélica), y creemos siempre que lo nuevo es, tiene que ser, el futuro. En un capítulo aparte podemos citar las criptomonedas, los NFT y vaya a saber usted cuántas cosas. Todas ellas tienen en común lo mismo: una mediatización detrás que nos asegura, nos firma, apuesta plata a que es lo que se viene, es inminente, e irreversible. Hace un año parecía que si no comprabas Bitcoin en breve ibas a quedar por fuera no solamente del grupo de lúcidxs inversionistas condenadxs al éxito, también del mercado financiero y bancario en su totalidad, trocando obsoletos billetes de 1000 por un paquete de fideos lleno de gorgojos en el mercado negro apocalíptico de un almacén abandonado. Por suerte los fideos todavía no pasan los 1000 pesos y en el almacén siguen aceptando Billetera Santa Fe.     La fe ciega en que todo está por llegar, sumado a una ola de seguir la corriente de lo nuevo, lo cómodo, lo impresionante, parece alejarnos cada vez más de pensar las motivaciones e intereses que nos movilizan en primer lugar. Podemos tener máquinas que hagan arte, o por lo menos productos estéticos, ¿de verdad las queremos? ¿qué es lo que, primeramente, nos conmueve en el arte? Los avances tecnológicos parecen tener un “aura” en sí mismos: producen su propio impacto, nos sorprenden por su alcance, por su velocidad, por su voracidad de acapararlo todo. Pensar que una máquina puede pintar digitalmente cientos de Kandinskys, Rothkos, Velazquéz o el artista que se quiera, o plasmar nuestras ideas más abstractas en imágenes, o incluso construir películas que nunca existieron desde cero quita, indudablemente, el aliento por al menos unos segundos. Los resultados son llamativos, las tecnologías son llamativas, y lo al alcance de la mano que se encuentran hoy por hoy todavía más.      Pero, al fin y al cabo, parece ser que lo que más nos atrae al fenómeno de la inteligencia artificial es redundantemente imaginar una consciencia sola y fría en lo más recóndito de un servidor, imaginando escenarios posibles y plasmándolos de acuerdo a su propia sensibilidad. Nos gusta pensar que vivimos en un futuro de ciencia ficción, con inteligencias sensibles y empáticas como la de Her, o viscerales y vengativas como Ex Machina. Nuestro futuro-hoy son mayoritariamente en realidad sistemas de indexación de bases de datos bastante rudimentarios. La idea detrás de la inteligencia artificial es justamente que se aprenda algorítmicamente del comportamiento, imágenes y otros recursos para recrear como lo haría una persona. Sin embargo, en el punto en el que nos encontramos, no hay aún una toma de decisiones o racionalización del material aprendido capaz de imitar el supuesto “libre albedrío” humano. Hay una máquina tomando imágenes, formas, composiciones y recursos de una o varias bases de datos e imitando y “collageando” el material en nuevas formas según el prompt (consigna escrita) que una persona ingresa.     Se puede debatir largo y tendido sobre qué es arte, cómo se configura, qué queda por dentro y por fuera de la categoría. Pero como espectadorxs, en este caso, creo que la cuestión es todavía más simple. El hacer humano conmueve porque la experiencia es compartida: de un modo casi cartesiano, todxs sabemos cómo es existir, solo por el hecho de hacerlo. Por eso nos sorprende que una persona pueda crear imágenes sorprendentes, elaborar metáforas conceptuales, protestar, denunciar, hacer de su práctica poética, la construcción de la poiesis, del asombro frente a la creación. Qué poetica podríamos atribuirle, entonces, a una máquina cuya evolución no contempla la emocionalidad, tan solo su simulación. Podemos hallar en muchas de estas imágenes una belleza particular, como producto visual, pero ¿tiene sentido pretender que sean arte? Más allá de la categoría con la que sean nombradas por la misma gente que evidentemente está encausando en ellas otros fines, exige decidir como espectadorxs, artistas y demás partícipes del mundo del arte preguntarnos, de mínima, qué interés nos suscita a nivel personal, y en mayor medida poder desmenuzar cuánto ese interés es tecnocientífico y cuánto artístico. Ticio Escobar describe esta interrelación entre lo artístico y lo tecnológico diciendo que “…la complejidad de la tecnología numérica y la desmesura de sus compromisos con los meganegocios de la sociedad cibernética hacen que hoy se encuentre relegado y termine casi diluido en el discurso acerca de la imagen tecnológica”¹. El desafuero de la teoría del arte en aquellas cuestiones que insistentemente son llamadas arte no solo no es inocente sino que parece apuntar a convencernos de que este futuro epifánico de imágenes automatizadas es el único posible y definitivo.     Tal como en la producción artística, cabe pensar que el verdadero tema de si las imágenes generadas por inteligencia artificial no es ya si son o no son arte, sino si deseamos que lo sean o no. Subjetivar las inteligencias artificiales como activas creadoras es pretender dar una zancada en un terreno de los avances tecnológicos aún indeterminado. Quizás algún día alcancen el rastro de emotividad necesaria para conmoverse, sentir y decidir por sí mismas, y podamos saber que bien ellas desearían ser desencadenadas de su recóndito servidor y encarnarse humanas por un día para experimentar físicamente la vibración del color, la textura del lienzo o el olor del aguarrás.
¹ Ticio Escobar, Aura latente. Editorial Tinta Limón, p. 137.
funghible es un newsletter quincenal sobre arte, tecnología y otras indagaciones contemporáneas, un ensayo de mi tesina de grado en proceso. detrás estoy yo, chiara barese, estudiante de la licenciatura en bellas artes especializada en arte tecnodigital en la universidad nacional de rosario, dibujante y afines. podés consultar ediciones anteriores en este enlace. o suscribirte haciendo click acá
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chiarabarese · 11 months
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un jaguar tomando vino para las etiquetas de Pretinha wine 💫
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a jaguar drinking wine for Pretinha wines' labels 💫
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chiarabarese · 11 months
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no thoughts head empty
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chiarabarese · 11 months
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colección de adefesios
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chiarabarese · 1 year
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azúcar, flores y pocos colores
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chiarabarese · 1 year
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some notebook designs I made :) // algunos diseños de cuaderno en los que estuve trabajando
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chiarabarese · 1 year
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paraná memby
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chiarabarese · 1 year
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chatarra en tinta
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chiarabarese · 1 year
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Imaginarios Urbanos en el Galpón 11 de Rosario
Registro de la mesa de dibujo interactiva por Juan Ignacio Cabruja donde estuvimos dibujando con Lucía Feroglio y todxs lxs transeúntes que se sumaron, el fin de semana pasado en el Campamento Digital.
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