Miro al techo modulando una canción que escucho constantemente sin querer,
pensando una y otra vez en ti,
me digo que esas lágrimas que rodan por mis mejillas hasta mis orejas son por la posición en la que me encuentro sin querer aceptar que estoy llorando por una canción que parece ser feliz pero tiene tanto sentimiento como lo que experimento al tocar tu mano o cuando te apoyas en mis rodillas.
Me gusta mucho cuando te apoyas en mis rodillas, sensación agradable, bonita, pasada a vainilla y a tactos gentiles que me regalas con tu mirada serena y pestañas largas que podría observar todo un día con canciones en acústico de fondo.
Deberíamos pensar en alguna otra forma de decirnos adiós y te quiero al mismo tiempo que no sean los abrazos porque cuando hace calor no es tan agradable como uno se lo imagina y me llega dar hasta pena cuando me encuentro en el momento de tener las ganas a mil pero la situación por el -1.
Podriamos besarnos
en la nariz, frente, mentón,
En las mejillas y hago una excepción por ti,
es que no me gusta dar besos en la mejilla,
pero por ti me empiezan a gustar
pero, de nuevo, solo cuando te los doy a ti
y tu me los das a mi.
Un beso chiquitito en la mandíbula,
en la punta de la oreja,
en el hombro,
en plena cabeza entre tus rulos con las puntas color arena rodeadas de un canela
acolchado y cómodo que me encanta sentir rozando mi cuello cuando te apoyas en uno de mis hombros y yo me apoyo de vuelta porque siento que es un abrazo indirecto, un afecto apacible que me hace cerrar los ojos y sentir las olas de tus rizos cuando pasan brisas pasajeras moviendo las raíces de tus nubes mientras besan mi mejilla, le hacen cariño por el momento que duran mis poemas y me avergüenzo de leerte los 20 o 30 que te escribí sin querer pensando en lo tanto que te quiero y todo lo que me gusta de ti.
Podríamos hablar de cualquier otro tema banal, pero en ésta ocasión hablaremos del amor, de ese mismo que nos une, y del mismo que un día también nos podría separar, pero ojalá que no, ojalá que tú no te enamores de otra y a mí nunca se me acaben las ganas de que seas tú quien me arrope las tormentas, que me abrace los Inviernos y se agache a recoger hoja por hoja mis Otoños. Hablemos de lo monótonos que son los Lunes y de lo bonitos que son cuando cambias esa monotonía por sonrisas improvisadas en mi cara, hablemos de lo lenta que transcurre la semana hasta llegar al Viernes y de lo que me encanta que pase tan despacio para poder disfrutarte más, hablemos del fin de semana que tan rápido se esfuma y de lo poco que me importa que pase tan rápido porque en el nuevo comienzo de semana seguirás estando aquí conmigo. ¿Y por qué no? Hablemos también de los defectos que tienes a los que presto tan poca atención y de las virtudes mías que tanto te empeñas en destacar porque sabes de sobra que yo no me las creo tanto. ¿Y qué hay de las contradicciones que no interfieren para nada en nuestra relación? ¿De que a ti te guste más el café y a mí el té? ¿O de que a ti te guste más ver una película en la que todo son disparos y muertes y yo me incline más por lo romántico? ¿Y lo bonitas que son las cesiones? ¿Hablamos de eso también? De que cuando yo estoy en el apogeo de mi orgullo seas tú el que cede, y que sea al revés cuando ocurre lo mismo contigo. Hablemos de lo dispares que somos, de que sintamos distinto encontrándonos en la misma situación, de que los días impares nos toquen a pares diferentes situaciones o viceversa. Hablemos de las matemáticas del amor, de que todo se quede en teorías y a la hora de ponerlo en práctica se nos atraganten los procesos para obtener la solución. Hablemos de filosofía amoral o del amor a la filosofía. Hablemos de la historia de nuestros antepasados y de la que estamos construyendo nosotros en el presente para no quedarnos en un futuro separados. Hablemos de cualquier asignatura, no importa si no tengo ni idea del asunto, yo te escucho y seguro que tendré algo que añadir, porque ya sabes que me gusta tener siempre la última palabra. Hablemos de la pasión, de lo importante que es tenerla en tu trabajo pero sobre todo en la relación. Hablemos de las ganas que me tienes y de las que te tengo a pesar de tenernos y disfrutarnos todos los días. Hablemos de lo que alguna vez perdimos, de cómo nos arreglamos y cómo intentamos juntar nuestras piezas y vacíos. De cómo encajan nuestras manos y que de a dos pareciera que podemos levantar cien toneladas. Sí, hablemos de tus manos y las mías, de que las tuyas me calientan cuando las mías se enfrían. De lo bello que puede ser el frío cuando me hace buscarte, de lo perfecto que parece calzar todo cuando logro encontrarte. Y hablemos de encontrarnos, del día en que nos conocimos, del azar que barajó las estrellas que miramos y cruzó nuestros caminos. De cómo me asustan un poco los comienzos pero que antes de darme cuenta ya había dado mis primeros cien pasos hacia donde estabas. Hablemos de perdernos y del miedo, de la confianza que siento si tus ojos me guían. Hablemos de que cuando eso viene a mi mente quiero abrazarte, de que en ese momento todo se esfuma y pienso en besarte. Hablemos de ir a Marte, de la belleza de Venus, del cinturón de Orión, y si quieres de la explosión de las supernovas. Hablemos de lo que quieras, pero por favor, no nos quedemos en silencio, porque por más que no quiera admitirlo ambos sabemos que el silencio es una alusión de que todo acabó. —Poeta en decadencia. —Emi Cobal.
Y la mataron,
cuando un día se despertó con gusto,
y decidió salir a correr,
sin pensar que después correría
por salvar su vida y huir.
Y la mataron,
cuando de camino a casa,
ya no pensaba en que se
iba a poner la siguiente mañana,
sino en como se iba a librar
de aquel hijo de puta
que venía detrás de ella.
Y la mataron,
cuando corría por ser libre,
y minutos antes
había marcado a madre,
para contarle sobre su nuevo trabajo,
y que, después de haber
estudiado tanto
era profesora,
y le gustaba enseñar.
Y la mataron,
cuando después de colgar la llamada,
le había dicho entre susurros a madre:
“Te quiero”
Y la mataron,
siendo guapa,
y teniendo unos ojos que clamaban libertad,
pero que no pedían a gritos estar muertos.
Y la mataron,
sabiendo que era de las mujeres
que sumaban y no de las que restaban.
De las que eran artista,
y creaban arte con su sola presencia.
De las que leían libros,
y creaban historias
llenas de magia y poesía.
De las que amaban la fotografía.
y capturaban momentos
que jamás iban a ser olvidados.
De las que cantaban,
y transmitían paz,
con solo escuchar su voz.
De las que no robaban,
y no lastimaban.
De las que enorgullecían a la familia,
y eran inspiración.
Pero…
Aún sabiendo eso,
la hicieron comer polvo,
hasta dejarla muerta,
y después violarla
y penetrarla.
Y…
la mataron,
sin pensar que ella en un futuro
quería tener hijos,
y ser recordada por todos los triunfos que logró,
y no porque un hijo de puta, la mató.