Ahora, por ejemplo, estoy sentada en el patio de una casa que gracias a mi suerte puedo alquilar en una situación que cada vez se torna más brumosa.
Siento el viento denso entremezclarse con el pesado aliento con aroma a cerveza que se desprende de mi boca. El gato duerme y el pitido de los murciélagos surca el cielo nocturno en la ciudad de Buenos Aires. Está nublado.
Y pienso.
En la estupidez.
En lo que vendrá, tal vez.
De a momentos, mi corazón se acelera. La ansiedad desmedida, preocupada por pelotudeces que exceden mi obrar individual es una cosa muy de la modernidad. Atacar o huir, el instinto primitivo intacto en un tiempo que pareciera no requerir comportamientos tan drásticos.
Mi mente dice que no se puede confiar en nadie;
que hasta mi sombra es una artimaña de la realidad.
No sé.
Pero no estoy en el mismo lugar de ayer.
Y cuando miro hacia atrás, puedo ver, entrecerrando mis ojos, los pasos que he dado, incluso un vislumbre sagrado de quién soy.
Adentro y afuera de mí.
Lo de afuera está a merced de las habladurías del mundo:
siempre alguien más te va a decir qué cosa te conviene hacer.
Lo de adentro no lo ve nadie, pero es lo que ha lubricado los engranajes de esta máquina que aún me mantiene con vida.
Nunca dejé de escribir. Sin embargo, este año me propuse retomar con asiduidad eso que tanto ha aportado a mi espíritu: la palabra. Buena o mala, me da igual. No dejes que nada destruya tu amor.
Silencio esta madrugada
(los latidos del reloj contándome alguna cosa que pasó de largo y se fue
la lengua del gato danzar en el tarro con agua
en oleadas de atención hacia lo que está más allá también burbujea el motor de la heladera
mi respiración anestesiada
un corazón que tartamudea algún arranque)
y tu distancia
siempre tan impredecible
una casa
llamada refugio
un domingo soleado
y un tráfico de veleros no muy lejos de la costa plateada
las cigarras
las gotas de sudor
nuestros silencios
y mi cabeza dónde está cuando me voy
una ortiga me pincha la planta de los pies:
los malos pensamientos pican algunos recuerdos
y en la escena siguiente, todo alrededor murmura sobre los finales
y yo me aferro y me rasco el ardido oasis
cuerpo que aún no supe hacer poema
Cada vez que me acerco a una idea me doy cuenta de que me causan pavor las profundidades. Voy con esa famosa armadura oxidada a enfrentarme con quimeras que desconozco. Mi deseo es organizarlas, que las ideas-quimera se articulen armoniosamente; que las palabras al salir de mi boca resulten en un discurso inteligible en donde prime la comunicación. Mi deseo es nadar sin miedo entre las enigmáticas profundidades sin el peso de la armadura con la que cargo.
Lovers of Valdero // Lovers of Hasanlu // Bronze Age Scythian Couple // Sarcophagus of the Spouses // Etruscan Sarcophagi // Roman Sarcophagus // Ilka Scarneo Monument // A Memorial to Marriage, Patricia Cronin