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thecanvasofmadness · 4 days
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Tú también serás recuerdo, memoria, pasado… eternidad. Reconócete efímero. Acepta tu naturaleza mortal. Trabaja en ti que esa es la finalidad a la que has venido. Permítete crecer a pesar del absurdo significado de la vida. Enséñale al mundo a avanzar. Haz la diferencia. Abrázate con gratitud al equivocarte y enjuga tus lágrimas en cada caída que te das, eres humano y eres tan grande como todos tus semejantes. La flor que es capaz de crecer si se ubica en los entornos adecuados y se abona con amor a sí mismo. Tú también serás memoria, háblale a las nuevas generaciones de lo que te ha hecho crecer y cómo has logrado salir de tus conflictos. Esa es la máxima del ser humano. Has venido a trabajar en ti.
—PalomaZerimar.
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thecanvasofmadness · 4 days
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Y fracasar no es sinónimo de ser un perdedor, sino un ser humano que no se quedó estático, todo lo contrario… Enfrentó sus miedos y supo debilitarlos, tal vez no haya obtenido lo propuesto, pero ha ganado y bastante: el logro de intentarlo. Los fracasos nos vuelven grandes si los abonamos positivamente a nuestra experiencia.
—PalomaZerimar.
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thecanvasofmadness · 4 days
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Honremos a nuestros padres, sean como hayan sido, ayudemos a sanar sus heridas sanándolas en nosotros. Frente al espejo somos papá y mamá conjugados en un nuevo ser. Llevamos la esencia de ambos, sin embargo como nuevo ser tenemos la responsabilidad de engrandecer esa esencia con trabajo personal, perdón, aceptación y mucha humildad. Nadie estamos exentos de cometer las mismas faltas de la tribu, pero es precisamente que el verlas y hacerlas conscientes nos hace capaces de fortalecer las raíces de nuestro árbol genealógico para, así, hacer nacer nuevas ramas y hojas que se abran a recibir el viento, la luz del sol y la vida de una forma auténticamente hermosa.
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—Paloma Zerimar.
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thecanvasofmadness · 4 days
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Optar por recriminar no es optar por desembarazarse de los males propios, sino por revolcarse en ellos; su consuelo supremo consiste en hacerse la mártir.
— Simone de Beauvoir, “El segundo sexo”.
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thecanvasofmadness · 4 days
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El rencor es el anverso de la dependencia: cuando se da todo, jamás se recibe bastante a cambio.
— Simone de Beauvoir, “El segundo sexo”.
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thecanvasofmadness · 4 days
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Un individuo libre no culpa a nadie de sus fracasos sino a sí mismo, los asume.
— Simone de Beauvoir, “El segundo sexo”.
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thecanvasofmadness · 5 days
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reivindicación de la arrogancia
soy arrogante ("al cabo nada os debo", afirma Machado)
escribo "por", no "para". y escribo, entre otras cosas, para leerme, no para saberme leído;
siempre he dicho que el espectador no ha de importar cuando se escribe, porque pensar en el espectador cuando escribimos nos acerca al histrionismo y nos aleja de la literatura (ese "arte que utiliza como instrumento la palabra")
en todo caso, me importa el lector solamente como cómplice ("mi cómplice, mi hermano", dice Baudelaire), como alguien que comparte sensaciones —no necesariamente iguales— conmigo (lector también, al fin y al cabo, pues la escritura es sólo una ocupación fugaz)
de ciertos críticos no diré nada ahora; sólo recordaré mi desprecio por los "viviseccionadores de mariposas"
al lector, concédele el privilegio de ser tu cómplice, pero nunca le permitas ser tu verdugo.
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thecanvasofmadness · 5 days
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“La literatura adquiere sentido y su dignidad cuando se dirige a individuos comprometidos en proyectos, cuando los ayuda a superarse hacia horizontes más amplios; es preciso que se integre en el movimiento de la trascendencia humana”.
— Simone de Beauvoir, “El segundo sexo”.
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thecanvasofmadness · 22 days
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thecanvasofmadness · 1 month
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Otoño, para siempre.
II
"General... ¡General! ¿Por qué se retrasó tanto? El portal está por abrirse. Si usted no hubiera llegado a tiempo…”. No alcanzó a terminar la oración, cuyo final sabíamos hubiera tenido matices apocalípticos. "Soren se habría horrorizado de haber sabido lo que ha venido hacer aquí. ¿Por qué habría de darle el corazón de nuestro pueblo, la última esperanza por sobrevivir, a alguien que nos había traicionado?”, casi podía escuchar su pregunta incrédula en mi cabeza.
Alana no había cambiado nada, aún en esta encarnación conservaba toda su belleza; su inocencia y su candor seguían presentes en sus verdes ojos. Me había quedado más de lo que hubiese sido prudente, pero es que no podía despegarle los ojos. Ella, mi mal logrado amor, y quien había sido sacrificada por el bien de los nuestros, pero, al mismo tiempo, había sido tildada como la más infame de las traidoras en nuestros libros de historia —aunque eso sólo el consejo y yo lo sabíamos—. A petición suya, sus valientes acciones y sacrificio permanecían en el más absoluto de los secretos. Me corroía el alma oír a la gente hablar, con odio en sus voces, sobre ella, así como escupir al mencionar su nombre. Mi bella Alana, tan sabía, tan valiente y yo... la maté... al arrancarle el cristal de Khaladar del pecho para salvar a nuestro pueblo. Todavía recuerdo a la luz extinguirse de sus ojos.
Los cristales de Khaladar contienen la energía mágica de un individuo y están conectados a nuestro corazón. Arrancárselo a alguien era considerado el peor de los crímenes, pues resultaba en una muerte dolorosa e irremediable. El de Alana tenía un poder increíble, ya que, al ser la última del linaje de sacerdotisas de nuestro pueblo, la hacían poseedora de una energía extremadamente purificadora y vivificante, algo que no sabíamos al momento de conocernos.
La guerra con los Quirzon había agotado nuestros recursos. Estábamos condenados al exterminio o a la extinción; ambas muertes inevitables con la sola distinción en el tiempo que necesitaban para producirse. Eran estos portales mágicos nuestra única salvación, pues mediante ellos podíamos hallar mundos de los cuales recolectar energía para recargar nuestros cristales y seguir luchando. Cuando los Quirzon drenaron la energía del PortaCristal atestaron un golpe mortal a nuestro pueblo, mas, el sacrificio de Alana logró recargarlo. Sin embargo, su energía ha comenzado a menguar desde hace un par de años. Los ancianos y yo creemos que tiene que ver con la reencarnación de Alana, pero no tenemos información suficiente para comprenderlo. Por ello es que vine aquí, para averiguar la razón, pero jamás me imaginé que me iba a sentir tan fascinado al verla y al darle el último pedazo del cristal de Khaladar que había latido con su corazón.
Era hora de regresar a casa y darle mi reporte al consejo. La neblina pronto se disiparía y el portal quedaría al descubierto. Los portales eran cada vez más inestables y las sacerdotisas tenían problemas para controlarlos. Oré por que esto funcionará y que nuestra corazonada fuera acertada: que, de algún modo, el último pedazo de Khaladar sería capaz de reconocer a su dueña y cobraría vida de nuevo. Pasara lo que pasara, estaba seguro de que volvería a Alana pronto. La verdad, no quería separarme de ella ni un instante, pero el consejo me había llamado a casa y debía acudir a dar mi reporte, además de ayudar a estabilizar el PortaCristal —cosa que cada vez requería más energía—. “Nos vemos pronto, Alana, amor mío, espérame”, murmuré y atravesé el portal que me llevaría de vuelta a Kalhadar y a su cielo índigo de dos lunas.
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III
¿Seguía soñando o estaba despierta? Alana abrió los ojos para toparse con el anillo que, el hombre tan extraño que había conocido en el café, le había dado el día anterior. Parecía un anillo de plata común y corriente, engarzado con una piedra transparente que, probablemente, era zirconio o cuarzo. No podría ser un diamante, ya que era demasiado grande para serlo y dudaba mucho que hubieran extraños que fueran por ahí, regalando anillos de diamantes a diestra y siniestra como si fuesen chocolates. Lo tomó en sus manos y lo examinó con cuidado. No parecía nada fuera de lo común, excepto que estaba grabado con unos símbolos extraños en la parte interior de la banda. ¡Qué encuentro más bizarro! El día anterior, el extraño desapareció en la bruma y, pese a haberlo buscado por espacio de media hora, no había logrado dar con su paradero. Preguntó a los empleados del café si alguien lo conocía, pero era la primera vez que alguien lo veía. Alana esperó, por un buen rato, para ver si regresaba, pero no lo hizo. Había sido imposible seguir escribiendo por lo que regresó a su casa. Igualmente bizarro había sido el sueño que había tenido esa noche. Era una plétora de imágenes disyuntivas; sangre, caos, una luz refulgente, dolor y esos ojos de un inconfundible azul zafiro, mirándola llenos de lágrimas.
Viendo el reloj que ya vaticinaba la llegada tarde a su trabajo, Alana se levantó de un salto de la cama. Dejando atrás todas sus preguntas y preocupaciones en el ajetreo de la mañana. Llegó a su trabajo, en el despacho contable, con cinco minutos de retraso. Por suerte, su jefe todavía no llegaba. Se apresuró a encender la computadora y a revisar los correos que le habían entrado a su bandeja, procediendo a continuar con las partidas que había dejado por anotar en el sistema contable. El día transcurrió como era lo usual, sumamente ocupado. El modesto despacho contable en el que trabajaba le llevaba la contabilidad a varios negocios pequeños del pueblo por precios muy módicos, por lo que la oficina estaba atestada de trabajo.
La hora de salida llegó antes de que se diera cuenta y, con un gesto de despedida, les dijo hasta pronto a sus compañeros de trabajo y se dirigió al café de la montaña. En su bolsillo cargaba con la cajita que contenía el anillo que el atractivo extraño le había dado. Caminando por el sendero que llevaba al café, se llenaba de tranquilidad, mientras respiraba y, de vez en vez, se detenía para mirar hacia las nubes y meditar un poco. Estar en contacto con la naturaleza la energizaba. Podía escuchar esas melodías que producían las hojas al chocar con la fugacidad del viento que envolvía, de repente, a los árboles, así como sentir el nacimiento y crecimiento de la grama, mientras el olor a invierno le acariciaba la nariz con el aire que respiraba.
Ya estaba llegando al café cuando sintió algo. Era difícil para ella describirlo, pues, de pronto, se percibió envuelta en un escalofrío que, al mismo tiempo, le hacía vibrar la piel. Esa energía parecía proceder de la dirección en donde se podía ver un claro en la profundidad del bosque. Por lo general, Alana no era una persona curiosa y bien hubiera ignorado ese sentimiento, pero era demasiado fuerte para ignorarlo. Parecía como si fuese una ligadura de hierro y ella un magneto. Fue así que, jalada por la fuerza que emitía el claro, se adentró en el bosque, hasta donde la luz de la luna iluminaba. Había una formación rocosa en el centro, en cuyo reflejo la luz de la luna parecía un espejo. De repente, le pareció ver que brillaba con una luz verde. En ese preciso momento sintió que una mano le amordazada la boca y un aliento caliente le humedecía el oído.
“Por Kandar, ¿cómo demonios nos halló Quirlon aquí? Debió haber perdido energía el escudo. Alana, escúchame, no tengo tiempo de explicarte. Necesito que confíes en mí, por favor.”
El pánico la embargaba al ver que, sobre las rocas, se abría un hoyo resplandeciente de energía verduzca y por el que tres hombres, muy altos y delgados, salían de él. Sin embargo, algo la hacía sentir confiada también, y eso lo provocaba el hombre que, con mirada suplicante, la observaba.
“Debemos correr. Por favor, no grites. Voy a soltarte la boca. Asiente con la cabeza si entiendes lo que te estoy diciendo”.
Alcanzó a asentir con su cabeza y él, sin mediar otra palabra, la tomó de la mano y procedió a correr hacia lo más profundo del bosque. Así corrieron por varios minutos hasta quedarse sin aliento. Por fin, tomaron asiento bajo el abrigo de un gigantesco abeto.
“¿Quién es usted y quiénes son esos hombres?", Alana le preguntó al recuperar el aliento.
“Soy Valdar y ése era Quirion y su secuaces. Deben haber seguido el rastro de energía del portal hasta aquí. Lo siento, Alana. Lo último que quería era traerlos hasta ti.”
“¿Por qué me llama Alana? Mi nombre es Alina. Creo que me ha confundido con alguien más".
Procedió a sacar la cajita que contenía el anillo de su bolsillo y lo abrió para entregárselo cuando, repentinamente, se le cayó de las manos. Se arrodilló de inmediato a buscarlo, pero, su mala suerte era tanta, que se cortó la mano con el filo de una roca mientras lo buscaba entre la hojarasca; aun así, lo encontró y, al levantarlo, extendiendo su mano hacia el extraño que la miraba, se percató de la expresión de asombro que éste tenía en el rostro.
Un poquito de sangre había caído sobre la piedra, pero Alina no creía que su aversión a ella fuera tanta para ameritar la expresión en su rostro. El anillo seguía igual. El extraño despegó los ojos del anillo y la miró directamente a los ojos. Esos ojos parecían dos pozos azules profundos, en cuyos yacían innumerables secretos que la amenazaban con tragársela entera. De repente, el extraño se desabotonó la camisa. Yacía sobre su corazón una pequeña gema que resplandecía con una luz rojiza. Los ojos de Alina debieron haber delatado su asombro al ver cómo la gema cambiaba a un color violeta y después un profundo azul.
“¿ Qué miras?”, le preguntó el extraño.
“Es muy curioso cómo cambia de color”, Alina le respondió.
“En Kandar, de donde provengo, los cristales que tenemos en el pecho son incoloros para todos, excepto para aquel o aquella con quien hemos establecido un vínculo de alma. Esa persona puede ver los colores de nuestras emociones reflejados en ella. Así como tú ves los mios, yo veo los tuyos, Alana", le dijo, mientras la miraba con el peso de un siglo de dolor en su mirada.
"Ya le dije que mi nombre no es Alana es Alina".
“Tú eres mi Alana y esto lo confirma. No sólo que tú puedas ver los colores de mi cristal, sino que yo pueda ver los del tuyo”, sostuvo su mano en la suya y tomó el anillo entre sus dedos. “Refluye de un profundo gris casi negro, porque estás confundida y temes, pero también veo un destello azul. Tu alma recuerda la mía".
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E.V.E
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thecanvasofmadness · 2 months
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Nos llamaron “ilusos”.
Sí, lo fuimos.
Ambos, tú y yo.
No te sientas especial.
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thecanvasofmadness · 2 months
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Basta escribirlo para soltarlo…
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thecanvasofmadness · 2 months
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El comportamiento humano es fascinante, pero, también desconcertante y muy hiriente. Hay gente que no piensa que lo que hace puede ser doloroso, y no es que no pueda pensar antes de actuar, sino que no le importa pensar antes de actuar. Simplemente, actúa y hace, creando dolor y caos a su rededor. Me pregunto, ¿cómo pueden ser así, tan ignorantes de las emociones de los demás? ¿Acaso no sienten?
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thecanvasofmadness · 2 months
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Luego están los otros, los que se te acercan, te hablan como si te conocieran, te siguen de cerca por varios días hasta que se cansan y cambian, se vuelven distantes, como si hubieses hecho algo mal. ¿Por qué? No entiendo.
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thecanvasofmadness · 2 months
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Si pudiera hacerlo me plantaría frente a todo aquel que no me conoce y le preguntaría por qué me ha juzgado sólo por leer mis líneas. Es algo que no deja de darme vueltas por su alto grado de ridiculez y absurdo. Y no por cuestionármelo, sino porque la gente lo ha hecho y lo hace. Juzga a los demás sin saber, sin conocer, sin acercarse y sin hablar. Se hacen una idea de ti en base a lo que ven o leen y, con eso, deciden perfilarte. Jamás entenderé eso, de ahí mi eterna curiosidad.
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thecanvasofmadness · 2 months
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Ojalá fuera el amor el que resolviera mi dilema, pero no es el amor, sino yo y esta mente… este ego…
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thecanvasofmadness · 2 months
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Hay muchos pensamientos en mi cabeza: decepciones, ilusiones rotas, expectativas frustradas, absurdos intentando resolverse, dudas rancias y certezas recién nacidas. Y todo me da vueltas, no sé por dónde empezar a dejarlas hablar, porque necesitan hacerlo.
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