Tumgik
#y son analfabetos políticos no saben lo que es tomar medidas de organización política
tinynebula · 2 years
Text
just saw a tiktok of another insufferable 20year old usamerican crying oppression because people blasted her for not knowing why europe and asia are two different continents when it's the same landmass because "our education system sucks :(". at the same time kids from my ass of the world country are taking over the school buildings to protest for better administration of the ministry of education's budget after organizing countless protests. it's literally like when rich kids complain they don't know how to cook at 25 and it's their parents fault for hiring nannies and cooks and we're supposed to feel sorry for them or something
525 notes · View notes
frayvictor · 5 years
Text
Filosofía del deporte: implicaciones políticas del fútbol. Perspectivas
El fútbol tiene toda la culpa, toda la culpa, y si el fútbol no existiera, seguramente los pobres harían la revolución social y todos los analfabetos serían doctores; pero en el fondo del alma, todo uruguayo que se respete termina sucumbiendo, tarde o temprano, a la irresistible tentación del opio de los pueblos.                                                                  
 – Eduardo Galeano, El futbol a sol y sombra y otros escritos, p. 63.
Eduardo dice como todo uruguayo. Yo acorazonadamente diría “todo latinoamericano”. Pero, ¿pá que engañarnos con regionalismos? Si algo nos ha enseñado la globalización es que este mundo tiene forma de pelota, entonces ¿por qué no he de decir que todo amante del fútbol, de aquí hasta la China, termina por querer armar un partido y querer ganar por goleada a pesar de que sigamos siendo pobres?
Dentro de todos los mundos posibles a construir, existe un mundo donde el fútbol ha dejado de ser opio de los pueblos porque se ha vuelto un movimiento político que colabora con su liberación integral. El fútbol como nuevo paradigma para una nueva humanidad. Es necesario pensar esta humanidad y, al mismo tiempo, repensar este deporte. Solo si los repensamos somos capaces de deconstruirlos y forjar otro fútbol posible para otro mundo posible.
Cuando pensamos en otros mundos posibles filosofamos. La filosofía, y vuelvo a cometer el error de definirla, es como el arte de volver a pensar las cosas, porque es posible pensar cualquier cosa, incluso lo impensable, sin límites ni restricciones. Por eso los griegos llegaron a pensar la ridiculez de poder separar el alma del cuerpo o los medievales que discutían cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler, aunque tal cosa también era una pérdida de tiempo.
Hay filosofías de todo tipo. Filosofías de la historia, que no es lo mismo que historia de las filosofías, filosofías de la mente, filosofías del lenguaje; filosofías de la ciencia, filosofías del mundo, filosofías políticas y otro sinfín de filosofías más como por el gusto de cada quien. Pero filosofías todas al fin. Eduardo Galeano descubrió, entre tantas cosas, la filosofía latinoamericana del deporte. Más específicamente, como decía él, del deporte más hermoso del mundo. Se dedicó a escribir unas palabritas y terminó construyendo un edificio sentipensante de reflexión capaz de cambiar no solo la forma de concebir el deporte, sino de concebir el mundo.
Los latinoamericanos somos de gustos concretos. Quizás por nuestra historia de colonización no consideramos valioso el mundo de las ideas. Mucho menos cuando fueron estas ideas las que mataron el mundo concreto de nuestros antepasados. Aunque, bien podemos decir que la cosa no ha cambiado tanto. La palabra miseria no nos parece una palabra gramaticalmente llana atónita, aunque lo sea, sino más bien se parece a la experiencia concreta del rostro ninguneado de los cipotes que aguantan hambre en las periferias de las ciudadelas tercermundistas.
Mientras tanto, los grandes banquetes se sirven descarada y exclusivamente para unos cuántos políticos y empresarios que se sienten orgullosos de sus posibilidades económicas tan “merecidas”, al punto de darse el lujo de botar la comida en un mundo de muertos de hambre, justificados de estar más que llenos; generalmente se suelen ver en la penosa necesidad de tomar algún traguito de etiqueta negra para poder hacer la digestión.
Los pobres, que no saben nada de eso, a pesar de las miserias que salen en los medios y las redes sociales, parece que no la pasan mal del todo. Resulta que muchos por ahí tienen un poco de fútbol como la mejor solución a nuestros problemas. Claro, es más que sabido que el fútbol no cura enfermos, al contrario. Te pueden llevar hospitalizado después de una entrada digna de tarjeta roja. Sin embargo, el amante del fútbol llegará a ser medicamente atendido y no tendrá siquiera una leve sensación de rencor al fútbol, aunque quiera venganza y muerte para su rival.
El fútbol no da tampoco la educación, al contrario. Las peores notas de mis estudios se deben a que pasaba toda la tarde jugando fútbol con mis amigos y, cuando llegaba a casa, te esperaba una paliza si no querías hacer tareas. Es más, académicamente, no se toma tan en serio la educación física con el mismo valor que las matemáticas u otros cursos porque no es tan seria o tan importante para la vida. Aunque, como decía Eduardo, estamos acostumbrados a confundir la seriedad con el aburrimiento[1].
El fútbol no da nada para la vida. Quizás solo da una cosa: la felicidad de estar vivo. Tan paradójico y difícil de explicar en términos del lenguaje, el fútbol pareciera pasión que estalla en las entrañas al sentirte parte de un sueño vivo. Es vivo porque ahí están los otros con vos. Los pobres olvidan deudas y miserias de clase, la opresión de los poderosos y las guerras que estos imponen. De no ser así, la gente de El Salvador no hubiera gritado el único gol que los sacó de aquél conflicto armado el 15 de junio de 1982. Justo cuando parecían muertos en sus propias tierras, y en el estadio de Elche cuando perdían 5 a 0, el fútbol les devuelve las ganas de vivir a través de una jugadita del mágico González que termina en gol del Pelé Zapata.
Al interpretar a Galeano, considero que este es el papel político del fútbol: Los nadies, los condenados a ser por siempre nadies, pueden sentirse álguienes por un rato[2]. Sin entrar en el conflicto ontológico europeo, podemos decir que el fútbol comparte protagonismo a quienes lo viven, lo sienten y lo laten. Basta ver a la afición del Liverpool con su You’ll never walk alone, porque se saben el jugador 12. Los del Barça que su gente ha entendido que son més que un club. Los ninguneados llegan a valer por sí mismos sin importar sus ideologías políticas, religiones y condiciones sociales que los dividan. Son parte del fútbol. Ser parte del fútbol no es más que ser parte de la fiesta.
La única fiesta que se forma de un balón y pies descalzos era la fiesta de los pobres. Ningún hijo del emperador se dedicó a jugar futbol porque eso no traía plata, ni fama ni prestigio. Hasta que los pobres se volvieron mercado rentable, el dios dólar se interesó por el fútbol. Vestido de traje y corbata, éste se inventó la FIFA, como quien dice “ahora nosotros ponemos las reglas del cómo se juega”. Los pobres se rieron de sus reglas, de sus fueras de juego y medidas oficiales. Nunca imaginaron que el dinero podía comprar amor al fútbol.
El dinero lo compró todo. El dinero compró al mejor equipo del mundo porque la FIFA lo dijo. El dinero también compró al único equipo que le podía ganar al mejor equipo del mundo, y eso no había podido hacerlo Franco con la dictadura a mediados del S. XIX. El dinero compró a los jugadores más caros del mundo en cantidades escandalosas. Tales números no fueran escandalosos si no viviéramos en un mundo donde la mayoría muere de hambre, sin casas ni tierra, sin trabajo y sin el mínimo necesario para la vida. Un mundo donde todavía hay esclavos de todo tipo y otro tanto de analfabetas, mientras que un jugador gana 126 millones de euros al año solo por dedicarse a “jugar al fútbol”.
Los deportistas son responsables de sus ejemplos[3], decía Jorge Valdano, para referirse un poco a la ética del fútbol. Ciertamente, son ídolos de las futuras generaciones. Los niños los ven y los aplauden, muchos se proyectan sobre ellos y dicen a sus amigos: “yo quiero ser como él”. Gran responsabilidad la de un futbolista, sobre todo si se deja llevar por el carácter en un momento de cólera, o por la oportunidad de lucrarse de dinero por alguna que otra trampa; peor si se deja llevar por pasiones inmorales hasta caer en lo ilegal o si, en cambio, da un enorme ejemplo de nobleza, honestidad y fair play que sobrepase las canchas y trascienda hasta la historia.
Justamente a este propósito obedece el actual proyecto de Juan Mata, jugador del Manchester United, quien lidera la organización de solidaridad de Common Goal. Este plan consiste en invitar a los jugadores de este deporte a donar el 1% de su salario para dar a luz a un movimiento social de beneficencia para niñas y niños en circunstancias de precariedad y vulnerabilidad. Al cambiar las condiciones sociales por unas más favorables, a través de los servicios básicos de vivienda, educación, salud y recreación, se puede cambiar también la sociedad. Es la educación diferente la que hace sociedades diferentes.
Creo en el poder único del fútbol para cambiar el mundo. El cambio es posible y el cambio es real. Porque lo he visto en la India[4], fueron las palabras de Mata cuando presentaba la iniciativa. Y, sin canonizar estos proyectos, alcanzamos a divisar una de las aproximaciones éticas más rescatables del mundo del fútbol que, tal parece, no está del todo ciego al otro mundo de afuera: el mundo de los pobres que no saben cómo hacer para sobrevivir el mes en un sistema económico tan excluyente.
Curioso es que muchos de estos futbolistas millonarios son provenientes de familias pobres. Muchos de ellos fueron patrocinados para llegar al lugar donde están ahora. ¿Es posible olvidar las raíces de dónde se proviene? Si esto no es así, ¿por qué es tan difícil ceder el 1% del salario millonario para compartirlo con quienes también sufren exclusión en condiciones deplorables? ¿No es acaso hipocresía ningunear al necesitado cuando antes no han sido más que nadies en la vida, anhelando ser alguien a través del fútbol?
Dicen que el fútbol es la expresión artística de las clases menos favorecidas[5]. Así que a los jugadores millonarios deberían de devolver aquello que no les pertenece. El fútbol será siempre de la gente pobre, que con mucha dificultad sigue salvándolo para que sea lo que debe ser: el deporte de los valores del trabajo en equipo, solidaridad con el otro, entrega generosa, lucha. Pero sobre todos ellos, el valor de la gratuidad. Gratuidad del niño que juega sin saber que juega, sin el afán de ganar fama, fortuna, poder. Sino que lo hace por el simple anhelo de jugar.
Es imposible poder narrar toda la historia del fútbol para hacer notar aquí todas sus implicaciones políticas; aunque, claro, no faltará algún académico que vuelva a pensar que esto es una pérdida de tiempo. Que el fútbol no humaniza ni civiliza a nadie. No hay valor que transmitir, ni revolución que se pueda dar. Para todos ellos, Eduardo escribía la historia de la democracia Corinthiana:
Los jugadores conquistaron la dirección del club Corinthians, uno de los clubes más poderosos del Brasil, y ejercieron el poder durante 1982 y 1983. Insólito, jamás visto los jugadores decidían todo entre todos, por mayoría. Democráticamente discutían y vitaban el método de trabajo, el sistema de juego, la distribución del dinero y todo lo demás. En su camisetas, se leía Democracia Corinthiana[6].
El fútbol educa a los pequeños de aquello que es justo y aquello que no lo es. Podemos engañarnos a nosotros mismos, pero nunca engañaremos al fútbol. Ningún millón de euros puede engañar a los “profesionales” para no voltear a ver a los millones de pobres. No nos podemos engañar pensando que el fútbol no tenga peso en nuestros círculos. En lugar de estar en contra de él, los pobres deberíamos tomárnoslo como cosa nuestra. Usarlo para educar, promover, integrar y liberar, solo así el fútbol colaborará a hacer otro mundo posible. Si no lo usamos nosotros para eso, entonces los ricos lo utilizarán para otra cosa: opio de los pueblos.
 Fr. Víctor René Treminio Parada, OFM
Tumblr media
[1] Cfr. Agenda Latinoamericana 1995, recuperada de: http://www.servicioskoinonia.org/agenda/archivo/obra.php?ncodigo=431
[2] Cfr. Eduardo Galeano, El futbol a sol y sombra y otros escritos (1995), p. 19.
[3] Cfr. Jorge Valdano, Los once poderes del líder. El fútbol como escuela de vida (2014), p. 33.
[4] Cfr. Diario Sport, Los mejores goles de Juan Mata. Recuperado de: https://www.sport.es/es/noticias/premier-league/los-mejores-goles-juan-mata-6350924
[5] Cfr. Jorge Valdano, Los once poderes del líder. El fútbol como escuela de vida (2014), p. 37.
[6] Cfr. Eduardo Galeano, El futbol a sol y sombra y otros escritos (1995), p. 73.
0 notes