Tumgik
#runas reuben
cloverhasabomb · 18 days
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Finally doing this!!!
now that I’m like… free in a good headspace, i can do a little introoo…
Hiho! I’m Clover/Goobs, I’m an aspiring digital artist, and local little dumbass.
a few things.
I am a MINOR: whenever you wanna be silly and stupid with me just keep that in mind.
I am on and off regularly, so if you ask something in my inbox, you may have to wait a day or two. Same goes for whenever i post my art.
I’m really fucking lonel- /JJJJJJ
Any outside drama STAYS outside my blog.
anywho, tags!
Ask clover: self explanatory, ask me about ocs, send me a message, etc etc!
Clover art: for whenever i post an art dump!
Oc tags!: you may see little names of my brain guys, Runas, Kiko, etc etc. that can help find more art of the character!
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goldshadows · 1 year
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goldshadowsarchive · 1 year
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eternalhvnters · 4 years
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eve beauvale ⠀⠀⠀|⠀⠀⠀deadly angel ⠀⠀⠀|⠀⠀⠀“she can be a nightmare but this still feels better than any dream.”
—Nombre y apellido: Evelyn Blanche Beauvale. Ella se presenta como «Eve».
—Fecha y lugar de nacimiento: 24/05/1999 — Ginebra, Suiza.
—Lugar de residencia: Instituto de Ginebra.
—Especie: Nefilim.
—Habilidades: ℴ Comunes a las de los nefilim.
—Historia/Otros datos: ℴ Primogénita del matrimonio entre Levin Beauvale, natural de Suiza, y Clem Silverhallow, de origen británico. Tiene un hermano pequeño, Reuben, a quien adora por encima de todo. Es más, es el único que ha logrado ver su mejor parte, su lado más tierno.
ℴ Recibió su nombre por su tía, Evelyn. Clem y ella estaban muy unidas, y de hecho fue la mayor de las hermanas quien le ofreció un sitio en el que esconderse cuando ocurrió todo lo de Valentine: en Gruyères. Eve no conoció nunca a su prima Kara aunque sí sabía que existía, pero la familia no permitía que se viesen por "cuestiones de seguridad". Lo cierto es que todos ellos temían a Valentine; Clem daría su vida por su hermana, pero no pondría en peligro la de sus hijos. ⠀⠀⠀⠀— Mención a: @Lo_ki_to
ℴ Creció en el Instituto de Ginebra, entre valientes guerreros y potentes armas, y siempre supo que había nacido para ser una cazadora de sombras. Durante su entrenamiento no destacó por su fuerza, pero sí por esa gran implicación que resultó en una impecable destreza. Tuvo la suerte de poder emplear su propia arma, que excepcionalmente obtuvo por herencia familiar antes de recibir su runa angelical. ⠀⠀⠀⠀— Sobre su arma: Es una alabarda, una arma medieval de larga empuñadura cuya punta está atravesada por una cuchilla, aguda por un lado y con forma de media luna por el otro. Clem la mandó a modificar a las Hermanas de Hierro para sustituir la vara de madera por una de acero, sobre la que están grabadas las runas que le dan su poder. Es difícil de manejar y requiere destreza y fuerza. La alabarda tiene dos ataques fundamentales: estoque como una lanza o golpear en amplios barridos. Si falla en un golpe, puede quedar vulnerable al enemigo. También es diestra con la ballesta, siendo estas dos sus armas alternantes.
ℴ Tiene una personalidad complicada, no es demasiado fácil de manejar o de entender, especialmente por sus distintas reacciones, muchas de las veces injustificadas, irracionales o desproporcionadas. No es siempre así, normalmente esta parte de su personalidad viene desencadenada por alguna situación que le pueda molestar o desagradar. Si está tranquila no hay nada que temer… Salvo que algo haga alterar este estado.
ℴ Recientemente ha sido elegida por la institución para liderar misiones diplomáticas entre el Instituto de Ginebra y el resto de Institutos europeos. Ella siempre se ha considerado más efectiva y útil en el campo de batalla que en lo referido a cuestiones administrativas pero esto le ha permitido ver mundo y ha descubierto una nueva faceta de sí misma que desconocía, por no decir que le ha obligado a asumir ciertas responsabilidades que, en su adolescencia, habría rechazado.
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xlittlebadger · 7 years
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Los señores Weaver
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Apenas siquiera quedaban dos alumnos de la promoción esperando ser seleccionados para sus casa. Dos alumnos que apenas se miraban, apenas miraban a algún sitio concreto. Demasiado nerviosos como para concentrarse en su compañero. —Veyer-Vienne, Maddie. —La llamó la profesora a cargo de aquel evento. Una jovencísima Maddie cruzó los pocos metros que la separaban del Sombrero Seleccionador con paso tranquilo, casi elegante para ser una niña. Su cabello moreno caía por los hombros, y mientras se ajustaba las gafas con un dedo, subió la escalinata hasta llegar al sombrero. Pronto este tapó la visión del Gran Comedor y en aquel lugar se hizo el silencio. — ¡Ravenclaw! —Apenas tuvo tiempo de pensar donde estaba cuando el sombrero habló, y la casa de Rowena Ravenclaw aplaudió dicha selección, mientras la docente quitaba el sombrero de la cabeza de la niña, dejando el cabello despeinado. —Weaver, Reuben. Apenas estaba bajando Maddie aquellas escaleras, cuando escuchó que llamaban al último niño de la selección, al cual le estaba dando, no deliberadamente, la espalda, pues buscaba un sitio donde poder sentarse. Reuben, contrario a su compañera, prácticamente saltó los escalones para sentarse en el taburete moviendo las piernas de manera incesante, deseoso ya de tener su sitio en aquella escuela. — ¡Gryffindor! —Dos segundos más que con Maddie tardó el sombrero en designar una casa para aquel compañero. Y apenas siquiera se dedicaron una mirada, pues Maddie se puso a hablar con aquella compañera que estaba sentada en frente, y Reuben fue pronto a reunirse con aquellos amigos que había hecho en el tren.
Maddie y Reuben eran completos desconocidos. Sí, estaban en el mismo curso y compartían algunas asignaturas, pero no tenían nada en común. Ni intereses. Ni tan siquiera amigos que pudieran haber permitido que se relacionaran entre ellos.
La ravenclaw era una alumna modelo, aplicada, de enorme memoria que sólo se asemejaba a su curiosidad por querer conocer todo lo que esa escuela pudiera ofrecerle. De espíritu tranquilo, había sabido organizar en su primer año un grupo de estudio con otros compañeros del curso con los que pasaba gran parte de su tiempo en la biblioteca. Lugar que el gryffindor no pisaba, bueno... muy ocasionalmente sí lo hacía, cuando tenía que buscar información para algún trabajo y su presencia se resumía a coger el primer libro que encontraba sobre la materia y sacarlo. Era más de actividades al aire libre, era el que había descubierto durante las primeras clases del curso que pociones se le daba mal y en lugar de buscar un modo de superarlo, se dedicó a sacar provecho gastando bromas. No era travieso, nunca se metía con otros compañeros, pero ver la cara roja del docente mientras el muchacho se las apañaba para liarla era algo que disfrutaba altamente.
Y afortunadamente, Maddie sólo sabía de estas cosas porque corrían rumores por el castillo de Hogwarts, que lograban que negara con la cabeza, pues no entraba en ella que pudiera existir una persona que disfrutara con esas actividades.
Reuben podría haber entrado en el equipo de Quidditch, pero la disciplina todavía no era lo suyo, ni madrugar... Por otro lado, Maddie con el paso de los meses en el castillo empezó a interesarse pronto, quizás demasiado pronto, por esa rama a la que se dedicaría en el futuro, pasando cada vez más tiempo en el despacho del profesor de la materia.
Maddie, aprovechando que casi todo Hogwarts había acudido a Hogsmeade, decidió salir de la biblioteca y terminar aquel trabajo para Estudio de Runas Antiguas. Era el primer año que daba aquella matería y quería sacar buenas notas, aun cuando esta se le estaba atravesando demasiado para su gusto... Y además, ya había ido a Hogsmeade en la anterior visita, tampoco consideraba que se fuera a perder mucho. Y sin embargo no fue tan bien como le hubiera gustado. Sentada en el suelo, mantenía su espalda apoyada en la pared de piedra de la fachada mientras repasaba de cabo a rabo el diccionario de Runas, tratando de localizar el sentido a aquel ejercicio avanzado que tenía que analizar. Le quedaba sólo la última parte cuando escuchó alboroto. Pronto figuras corriendo que pasaron por delante suya, mientras una de ellas se volvía para mirarla. — ¡Lo siento! —Le escuchó decir. No le costó mucho reconocerle. Reuben Weaver se encontraba en su clase de Runas Antiguas. En un primer momento, Maddie no entendía el motivo de sus disculpas, pues simplemente pensó que se debía a la manera en la que había pasado junto a sus amigos por el pasillo desolado. Sin embargo, en cuanto se volvió a su trabajo lo entendió. El bote de tinta había manchado todo lo que llevaba. Toda una semana de trabajo a la porra -pues Maddie era con trece una niña muy fina que no decía tacos-. Y sin embargo no se enfadó. Asumió su parte de culpa, pues un pasillo no era lugar para realizar esas actividades; y aprendió de sus errores. A partir de ese momento todos sus trabajos los hizo en la biblioteca o en la Sala Común. Y desde luego, tal manía perduraría tras terminar la escuela. Quizás por ello el karma se lo devolvió, o alguna fuerza semejante que te devolviera lo bueno en la propia vida y no en la siguiente, pues días más tardes el propio Reuben se le acercó para ofrecerle una disculpa formal, al parecer a uno de sus amigos le había sentado algo mal en Hogsmeade y habían tenido que llevarle corriendo a la enfermería, al tiempo que se ofrecía, una vez se enteró de los desperfectos, para ayudarla con el trabajo. Maddie no se negó, pues extrañamente reconocía que al gryffindor se le daba bien aquella asignatura.
Ni de cerca se debe pensar en aquello como el inicio de la relación. Ni siquiera de la amistad. Ambos seguían siendo demasiado diferentes y tras la entrega de aquel trabajo volvieron a sus vidas cotidianas. Cada uno por su lado. Maddie en su grupo de estudio, avanzando en Teoría de la Magia y logrando buenas notas en todas las asignaturas. Reuben con sus amigos, disfrutando de los buenos días en los terrenos, y pasando los días de lluvia y nieve en la sala común jugando al ajedrez, pues, aunque el muchacho estaba acostumbrado a aquel clima, como buen escocés que decía ser siempre, sus amigos no eran tan Mel Gibson en Braveheart.
Tercero dio paso a cuarto. El último curso en el que podías respirar hasta que terminaras la escuela, o al menos así lo bautizó Reuben mientras iba en el tren de camino a la escuela. Era el primero en cumplir año, y aun teniendo sólo quince, fue el primero en beber un whiskey de fuego -siendo también el primero en decir “nunca más voy a volver a beber” e incumplirlo en cuanto tuvo la primera oportunidad-. Divertido, bromista... aunque empezó a dejar de encontrar gracioso sus bromas en pociones, cosa que hizo que lentamente sus notas empezaran a subir. Después de cuatro años sentía que había que renovarse, y eso incluía hasta el dejar de hacer las mismas tonterías con el caldero. Aunque eso sólo le abrió un nuevo horizonte como el bajar por la barandilla de la escuela hasta donde pudiera llegar -concretamente hasta la enfermería, pues se pegó contra el suelo fracturándose el brazo-. Al tiempo que empezaba conocer a personas del sexo opuesto... Y a contar historias exageradas: “¿El brazo partido? Estaba tratando de perseguir un pixie que se había escapado de su jaula”.
Ajena a todas las locuras que Reuben llevaba a cabo apenas en la torre de al lado la mitad de las veces, Maddie empezaba a estudiar los libros de Adalbert Waffling, con quien se había carteado en el verano y pronto la había acogido bajo el ala de la Teoría de la Magia: Siempre era bueno tener nuevas incorporaciones en aquel área. Seguía con su grupo de estudio, que para el momento contaba con varios cursos que se reunían en la biblioteca o en los jardines, un grupo bastante aplicado que contaba con el favor de algunos profesores que en ocasiones ayudaban a los alumnos, o incluso realizaban clases avanzadas en diversas materias.
Oficialmente no había empezado quinto año. Todavía el tren que llevaba a los alumnos a Hogwarts no había llegado a Hogsmeade, aunque no faltaba mucho. En uno de los vagones finales, Reuben y sus amigos intercambiaban anécdotas sobre el verano, mientras competía con sus amigos por ver quién podía comer más píldoras ácidas seguidas, ganando por el momento el muchacho que dormía al lado de Reuben en la habitación de Gryffindor, aunque otro muchacho, un chaval de Slytherin, aseguraba que se le iba a hacer un agujero en la lengua antes de que llegaran a la escuela. En mitad de la anécdota que contaba otro de los chavales con una francesa que habría conocido durante las vacaciones, la puerta del vagón se abrió, y Maddie Veyer-Vienne asomó su rostro, mientras se agarraba a la puerta para no tambalearse por el movimiento del tren. — Chicos, estamos a punto de llegar a Hogwarts. Hay que ir poniéndose la túnica. —Igual que había llegado, se fue, cerrando la puerta tras de sí. Diversos suspiros surgieron, mientras recogían todo lo que había por medio en el vagón. —Maddie prefecta de Ravenclaw. Algo me dice que todo aquel que esté en su grupito de estudio va a tener mejores notas en durante el curso. No fue Reuben quién habló, pero en aquel momento no pudo evitar reír mientras se colocaba la túnica, con una píldora ácida en la boca.
Maddie consiguió en quinto año el título, y la insignia, de prefecta. Un cargo que nunca había tomado por voluntad propia, pues consideraba que le iba a quitar mucho tiempo, pero que sin embargo logró compaginar bien con sus estudios. Además, de tener acceso a más áreas de la escuela que antes, y quiera que no, a ella eso le gustaba. Aunque si hubiera podido, hubiera retrasado la obtención del título hasta sexto: Quinto año era el año de los TIMOs, y compaginar un curso pesado por los exámenes con un cargo nuevo que demandaba tantas cosas...
Sin duda, la muchacha dudaba que pudiera sobrevivir a todo aquello.
Otro que también dudaba de que pudiera sobrevivir al curso, aunque por motivos distintos, era Reuben. El adolescente miraba el final del curso como un foso al vacío al que se acercaba cada día que pasaba. Había empezado a clasificar las asignaturas que sabía que iba a poder aprobar junto con las salidas laborales que tenía, y por primera vez desde que hubiera entrado en Hogwarts vio una posible salida el Tribunal. Pero no la meditó mucho. Todavía tenía dos años para pensar. 
Si Maddie iba con la idea de aprobar todas las materias, y luego descartar con ayuda del mentor que se había agenciado aquellas que menos le iban a servir para su futuro, ya en el verano, con calma; Reuben tenía una firme idea de que al menos tres asignaturas no las iba a aprobar.
Cumpliéndose la mayoría de las previsiones, quinto año pasó. Maddie aprobó todas las asignaturas con buena nota, sin morir en el intento; a Reuben le quedó al final dos: Pociones y herbología, después de todo, igual su futuro no estaba en el estudio del medio; y tal y como había dicho aquel amigo que tenía, el grupo de estudio tuvo buena parte de las mejores notas... Pero eso ya no era ningún misterio, ¿verdad?
— ¿Verdad o reto? —Tirados en los jardines de la escuela, Reuben, junto al resto de sus amigos, jugaban a esto de manera tranquila. En este caso, le tocaba al Gryffindor responder. Reuben llevaba alternando verdad y reto durante toda la tarde, y aquella vez no iba a ser menos. —Reto. ¿Qué más se le podría pasar a sus amigos por la cabeza? Le había hecho entrar al bosque, subirse a la copa de un árbol y lograr que el calamar del lago sacara un tentáculo. Su compañero de Gryffindor se acercó al que tenía que proponerle el reto y le susurró algo en el oído antes de ir a sentarse a su sitio. —Pídele a Maddie Veyer-Vienne que vaya contigo el sábado a Hogsmeade. No fue algo aleatorio, los alumnos que habían logrado aprobar la asignatura de Herbología estaban saliendo de los invernaderos, y entre ello la prefecta de Ravenclaw, hablando con una de sus amigas. Reuben suspiró, pero se levantó del asiento y se acercó al grupo, con las manos guardadas en los bolsillos de la túnica. Normalmente no era él quién solía acercarse a las chicas. — Eh, Maddie. ¿Te puedo robar unos minutos?
Maddie aceptó ir a Hogsmeade aquel sábado. Tenía pensado ir al pueblo, pero no aceptó sólo por eso. Simplemente quería darle una pequeña lección, respondiendo de aquella manera contraria a la que posíblemente hubiera esperado. Pero en lugar de cancelar el evento, ambos acabaron yendo a Hogsmeade y disfrutando de una tarde juntos.
Desde tercero no habían disfrutado de un período tan largo de tiempo juntos, y las diferencias, provocadas por la madurez, se hicieron notar. Tras aquello, se empezaron a ver más a menudo, no salían, sólo se conocían. Maddie estaba bastante ocupada con tantas cosas que los ratos que pasaba con Reuben eran agradables, porque le hablaba de cualquier cosa menos los estudios u otras cosas de la escuela. La hacía reír con cualquier cosa que le había ocurrido, porque a Reuben siempre le habían ocurrido cosas, aunque la mayoría de las veces fueran inventadas.
— ¿En serio nunca has probado la pizza? En el verano antes de que entraran a séptimo, Maddie se llevó a Reuben a una pizzería muggle cercana a Londres. — ¿Qué? Suelo pasar más tiempo en locales mágicos. Siempre que oía hablar de la pizza pensaba que era... otra cosa. Frente a ambos había dos cajas de pizza. Reuben había preferido comprarlas para llevar e ir a comer a un parque, frente a la reticencia de Maddie que, como señorita, prefería comer sentada a una mesa, con sus cubiertos... — Pues están bastante buenas. — ¿Cómo se come ésto? —Si estuviéramos en el local con cubiertos, como no, pues con las manos. Ante aquella respuesta, Reuben cogió toda la pizza por dos extremos y la alzó con intención de darle un mordisco. Gracias al queso, los diversos trozos no se separaron, pero la carcajada de Maddie le hizo detenerse, mirándola. — ¿Qué ocurre? La muchacha le hizo dejar de nuevo la pizza en la caja, para separarle los diversos trozos. —Viene partida en trozos. No tienes que ser tan bruto.
Entraron en séptimo como amigos, y salieron como pareja. ¿Influencias mutuas? Por el momento pocas. Maddie seguía estando igual de centrada, igual de preocupada por los nuevos exámenes, y siendo aquella prefecta que tenía un grupo de estudios, del cual su pareja se reía porque los consideraba “los cerebritos” de clase, y de la escuela. Y Reuben seguía siendo el que gastaba bromas, el que volvía a pensar en aquellas materias que se iba a quitar, y sólo, cuando pensaba en todas aquellas que se le daban bien, empezaba a formarse en su mente la idea de trabajar en un Tribunal mágico. Él, que había roto varias de las normas de Hogwarts. Casi una ironía.
Ambos dejaban ser al otro, porque así se habían conocido. 
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