Tumgik
#liudmila ulitskaya
choquejuergas · 3 years
Text
liudmila ulitskaya, sóniechka
““sin embargo, él estaba sumido en un profundo desasosiego causado por la certidumbre, que se había abatido sobre él de manera tan inesperada como un chaparrón un día de cielo claro y sereno, de encontrarse frente a su destino: comprendió que delante de él estaba su mujer”
“así, desvió el curso agitado de sus pensamientos hacia los suaves y sordos rasgueos en su bajo vientre, intentando imaginar cómo unos deditos de la medida de un cuarto de cerilla, en la misma oscuridad que en ese momento la rodeaba a ella, tocaban ligeramente la pared blanda de su primer habitáculo, y sonreía”
“hurgaba en la memoria y encontraba con facilidad recuerdos claros y vívidos: la cara de mochuelo del camarero del restaurante del hotel, los magníficos zapatos trenzados de piel de ternero color paja que se había comprado en una tienda coronada por un rótulo de color azul, «homero», e incluso recordó el nombre de aquella chica de barcelona: concetta...era italiana, una emigrante originaria de abruzos...”
“pero cada tarde, al abrir la puerta de casa, a la luz viva de la llama que vomitaba la lámpara de queroseno y enmarcada en un halo centelleante irregular, veía a sonia, sentada en la única silla, que él había transformado en un sillón y, como adherida a la punta afilada de su seno en forma de cojín, grisácea y ligeramente despeinada, como una pelota de tenis, la cabecita del bebé. todo aquel cuadro oscilaba y latía de la manera más silenciosa: las ondas de luz difusa, las de la leche tibia e invisible, además de otras corrientes imperceptibles, que le dejaban inmóvil y olvidaba cerrar la puerta”
“esta sensación matinal iluminaba todo el día. las tareas de casa parecían hacerse solas, con facilidad y destreza, y cada día nuevo que dios creaba se grababa en la memoria de sóniechka por su singularidad, sin fundirse con los otros: uno por su lluvia perezosa caída al mediodía, otro por un imponente pájaro de patas torcidas y color orín, que se había posado en la cerca, o aquel otro que observó la primera línea serrada de un diente de leche prematuro en la encía inflamada de su hija. sonia conservó para —¿a quién le hacía falta ese ejercicio de memoria minucioso y absurdo?—el dibujo de cada día único, con sus olores, sus matices y, en particular, el peso inmenso de cada una de las palabras pronunciadas por su marido en todas las situaciones de la vida corriente”
“el aire en torno a ella estaba cargado de tensión, sus rizos electrizados y erizados soltaban pequeñas descargas en cuanto se le acercaba una mano”
“la robusta y vigorosa tania miraba con adoración a yasia, frágil y transparente como un frasquito de farmacia reluciente, y languidecía de timidez”
“mientras robert viktorovich, de vez en cuando, observando por detrás de la ancha espalda de sóniechka el añil, la sémola, el jabón casero en escamas y las judías verdes, constataba con esa agudeza de espíritu que lo caracterizaba el innegable valor estético, el sentido sublime y la belleza de la creación doméstica de sóniechka”
“a tania no le interesaban lo más mínimo los quehaceres domésticos de su madre: su vida transcurría entonces en la niebla del enamoramiento. al despertarse por la mañana, se quedaba largo rato acostada con los ojos cerrados, veía a yasia, se imaginaba viviendo junto a ella situaciones fantasiosas y agradables"
“deslizó las palmas secas de sus manos bajo el montón de nieve cálido de la manta. la intromisión de sus manos no interrumpió el sueño de yasia, no echó a perder nada”
“se parecía también a la aguda revelación de su infancia cuando, al salir de noche para hacer una pequeña necesidad, el joven ruvim, hijo de avigdor, que con los años se convertiría en robert viktorovich, levantó la cabeza y vio que todas las estrellas del universo le miraban desde lo alto con sus ojos vivos y curiosos, un tenue tañido cubrió el cielo con un manto plisado, y fue como si él, que no era más que un niño pequeño, sostuviera con sus manos todos los hilos del mundo, y en el extremo de cada uno sonara una campanita de sonido sutil y penetrante y él estaba en el centro de esa gigantesca caja musical, todo el universo hacía eco sumisamente a los latidos de su corazón, al flujo de su sangre y a la efusión de su orina tibia... dejó caer su camisa de dormir zurzida y, lentamente, levantó los brazos en ademán de dirigir aquella orquestra celeste... y la música le penetró hasta lo más hondo, propagándose en olas deliciosas por la médula de sus huesos...”
“se pasaba horas mirando por la ventana la blancura de la nieve que cambiaba sutilmente según la luz y la humedad, examinaba el perfil blanco y liso de la jarra de porcelana, los recortes de papel whatman granulado sobre la mesa, el blanco mate de los moldes en yeso de antiguos bajorrelieves con las letras apenas perceptibles en un alfabeto antiguo”
“ahora robert viktorovich no pintaba otra cosa que naturalezas muertas blancas donde sintetizaba sus complejas reflexione sobre la naturaleza, la forma y la consistencia del blanco, que subyuga el principio de la pintura, y las sílabas, las palabras de sus meditaciones eran azucareras de porcelana, toallas blancas de nido de abeja, leche en un tarro de vidrio, todo aquello que parecería simplemente blanco para un ojo ordinario, pero que para robert viktorovich representaba un camino doloroso en su búsqueda del ideal y del misterio”
“una mañana temprano en que el invierno se estaba batiendo ya en retirada y la espléndida nieve del parque petrovski se había marchitado y encogido, se encontraron en el zaguán: robert viktorovich llevaba dos bastidores y un rollo de papel kraft, y yasia dos libros de texto dentro de una bolsa de tela roja”
“no contestó, ella levantó la mirada y, por primera vez durante el tiempo que llevaban viviendo bajo el mismo techo, él zambulló su mirada penetrante hasta el fondo de sus ojos serenos. él asintió y ella bajó la cabeza, cubierta con un pañuelo blanco y suave, en señal de aprobación, y le siguió pisando con sus botas de agua infantiles las huellas que él dejaba en la neive, como si cumpliera un ritual mágico”
“en el momento en que la puerta se cerró de un portazo, robert viktorovich sintió latir su corazón con golpes violentos y sordos, pero no en el pecho, sino en algún lugar en lo más profundo del vientre. esas palpitaciones trepaban por él como el sol sobre el horizonte, un rumor de mar llenó su cabeza, las sienes e incluso las puntas de los dedos”
“se la quedaba mirando mucho, mucho rato bebiendo su jarabe, y analizaba su blancura, que brillaba con más viveza ante él que los colores del arco iris sobre el fondo blanco mate de la pared desnuda. y el brillo del esmalte de la jarra en su mano rosada y al mismo tiempo blanca, los grandes trozos de azúcar en porciones cristalinas y el cielo blanquecino detrás de la ventana, toda aquella gama cromática ascendente culminaba con sabiduría en su carita blanca como un huevo, milagro de blancura, calidez y vivacidad, y aquella cara era la tonalidad principal de la que todo derivaba, surgía, interpretaba y cantaba el misterio del blanco muerto y el blanco vivo”
“a la salida del edificio se detuvo de golpe, asombrada. le parecía que todo tenía que estar cubierto de nieve, pero en el exterior se arremolinaba y ondulaba el verde del mes de mayo en todas sus tonalidades y los largos timbrazos de los tranvías hacían eco a los diversos matices de verde”
“de repente el sol se coló por alguna parte, un sol resplandeciente, violento, que hacía daño a los ojos, incluso se interponía en la tarea de sonia. las telas espejeaban, emitían reflejos, y sonia hizo bajar aquellas cortinas plisadas oficiales. acabó. de colgar los cuadros. levantaron las cortinas. el sol había declinado ya y todo resultó estar en el sitio adecuado”
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