Tumgik
#iba a esperar a mudarme primero pero
tortademaracuya · 3 months
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mutuals que usan/usaban binders de donde sacaron los suyos? Alguna recomendación? Estuve viendo armandobinders y malditosbinders pero nada estoy indeciso
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pabloxmanuel · 3 months
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Sabes, recuerdo tener 8 años, quedarme a la mitad de las escaleras y esperar que mi padre estuviera abajo, ahí para mí, diciéndome “salta y yo te agarro”, eran aproximadamente 5 escalones, primero empezábamos con el primero, luego con el segundo hasta llegar al quinto, con mucho miedo brincaba a sus brazos yo sabia que en el momento que yo brincara él iba a estar ahí haciéndome sentir seguro, él sabía que yo desde pequeño era un niño con mucho miedo, pero me enseñó a afrontar las cosas, a combatir mis luchas y sobretodo a cómo poder “dar el salto”. Hoy ya no son escaleras las que tengo que brincar; son cambios de trabajo, mudarme de estado, aprender algo nuevo, tener otro puesto, programar algo para que cientos de personas lo usen, cosas que aunque me esté muriendo de miedo las hago.
Pero, ¿que pasa con el afecto? ¿De donde uno aprende a abrazar? ¿A querer? ¿A amar? ¿A brindar la calidez que las personas buscan?
Existe una película llamada Inteligencia Artificial, en donde un niño robot podía llegar a amar tanto a quien consideraba su madre, que al final daba todo para estar un día entero con ella contando cada segundo, ya que después de 24 horas ella desaparecía, sin duda disfrutaba el tiempo de calidad con ella, desayunaban juntos, jugaban a las escondidillas, preparaban de comer, hacian muecas, dormían juntos al lado de un oso de peluche y todo lo demás que alguien desearia de una madre, lo tuvo durante ese corto tiempo… De algun modo alguien a sus 8 años, viendo esa pelicula, quería idealizarse ahí, pensar que podía hacer lo mismo, que algún día no muy lejano eso pasaría.
Cuando la luna no se reflejara existirían unas escaleras, cuando las estrellas no se miraran con tanta claridez, habría una mujer esperándome abajo para que yo pudiera brincar hacia ella, el problema es que en esa ocasion no había nadie quien me sostuviera.
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sweetandcrime · 3 years
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“Sunshine”, XI.
Cuatro días transcurrieron desde la llamada de Kazuki a su casa. Cuatro días de levantarse temprano, para irse a trabajar a la granja con Seokjin y Kyuho.
Lo más difícil era lidiar con los rayos de sol dándole directamente en la cara, el calor de ir de aquí para allá todo el día, cargar, subir y bajar escaleras, usar herramientas pesadas, y un largo etcétera. Nunca se imaginó todo el trabajo que había en esa clase de lugares, de la siembra, la cosecha y la crianza de animales de granja. Cada tarde, Kazuki llegaba con el cuerpo molido, tomaba una ducha y caí rendido hasta el día siguiente.
En un ambiente como ese, ocurrían accidentes, pero siempre eran menores. Fue hasta el sexto día, que un percance mayor ocurrió; durante la tarde, casi a la hora del ocaso, mientras unos empleados hacían trabajos de carpintería. Kazuki estaba cerca en ese momento, aunque no fue testigo del momento exacto en que un descuido, un mal movimiento, una posición desafortunada, desató el caos. Uno de los trabajadores, había sido herido en el brazo por una sierra circular.
Matsumoto se asustó por un grito ronco, un par de exclamaciones vinieron después, y cuando se giró para ver, ya la sangre había salpicado por todos lados. Alguien lo llamó y le dio una indicación, él está consciente de ello, pero no pudo prestar suficiente atención, ya que su vista se había quedado prendada del brazo sangrante y herido. Lo siguiente que supo, fue que estaba recostado sobre una banca de madera, a orillas de la enorme casa de madera, viendo al cielo anaranjado; el sol estaba ocultándose lentamente en el horizonte.
Le tomó un minuto, quizá dos, aclarar la vista y despertar adecuadamente sus pensamientos. Olía a humo. No, no... a tabaco, concretamente. Había estado inmóvil, hasta el momento en que sintió la presencia de otra persona, sentada en la misma banca.
—Realmente eres más tonto de lo que pensaba —Kyuho ni siquiera volteó a verlo. Kazuki fue levantándose lentamente, mareado, un poco desorientado todavía—. Un compañero se accidenta y lo primero que haces es desmayarte. ¿Nunca habías visto sangre?
— ¿Estuve desmayado todo este tiempo?
—No. Recobraste el sentido y después te dormiste —el tono de burla con el que lo dijo, golpeó el orgullo del chico, que se sonrojó hasta las orejas.
— ¿Así que te quedaste viéndome dormir? —La pregunta surgió de manera espontánea, sin afán de nada. Había desviado la vista, suspirando, cansado. Diablos, quería seguir durmiendo.
—No tuve elección. Seokjin tenía que hacerse cargo de cosas más importantes. Pero como ya me aseguré de que sigues vivo, adiós —se puso de pie. Kazuki quiso hacer lo mismo, dando un salto inmediatamente, pero un mareo lo atacó y lo hizo quedarse quieto.
— ¡¿Y me vas a dejar aquí?!
—Tengo otras cosas que hacer. Puedes quedarte y esperar a Seokjin, esperar el autobús o irte caminando, como quieras.
—Eres un bruto, primitivo de lo peor. ¡No puedes dejarme solo! ¿No ves que acabo de sufrir un desmayo?
— ¿Y yo debo hacerme cargo por eso? Pff. Paso.
Kyuho comenzó a caminar. Kazuki fue tras él.
— ¡Eres horrible! ¡La persona más despreciable que he tenido la desgracia de conocer! ¿Lo sabías, Lee?
El berrinche de Kazuki duró varios segundos, el rubio iba sonriendo mientras iba a buscar sus cosas dentro de la casa, escuchando las quejas del más pequeño. Por supuesto que no iba a dejarlo solo, pero ahora que Seokjin se había llevado la camioneta, él debía tomar el transporte público. Caminaron por diez minutos, hasta llegar a la parada y ahí, en silencio, esperaron por media hora más.
—Procura no dar problemas en el camino. Otro desmayo y te dejo ahí tirado —advirtió el campesino, cuando estaban subiendo al transporte.
— ¿Puedo tomar el lugar de la ventana? —pero él había ignorado por completo el comentario odioso de su acompañante y había pasado directamente a hacer esa pregunta, como un crío. Kyuho se preguntó porqué había elegido sentarse con él, si había más asientos vacíos. En silencio, dejó que Matsumoto ocupara el lugar deseado y él se sentó a su lado.
No hablaron. Quince minutos después, Kyuho sintió el peso de una cabeza sobre su hombro: Kazuki se había dormido.
ㅤㅤ ㅤ ㅤㅤ ㅤ _________ ㅤ ㅤㅤ El primer mes fue difícil. Adaptarse a nuevos ambientes y personas de por sí es complicado, pero pasar de un extremo a otro, es todavía más complejo. Sin embargo, Kazuki Matsumoto parecía estar acoplándose bastante bien. Por lo menos, pensaba Seokjin cuando lo veía, ya no se quejaba por la tierra bajo sus uñas, la suciedad en su ropa, su cabello, ni corría a verse la cara al espejo de mano que cargaba para todos lados.
—Te dije que le iría bien —comentó Lilian, mientras le hacía un té a su hijo, una mañana a mediados de octubre—, es un niño listo. Sólo necesita quien lo guíe.
—Tiene potencial, no lo niego.
—Creo que está haciendo nuevos amigos, ¿verdad? El otro día, este chico... Taehyung, él preguntó por Kazuki cuando pasé por la tienda.
— ¿Ah, sí? —dejó de prestar atención al periódico que leía y alzó la vista para buscar el rostro de su madre, pero ella estaba atenta a la taza donde servía la bebida caliente—. ¿Son amigos?
—Si no lo son, lo serán. Los dos son chicos muy agradables, Jinnie, se llevarán de maravilla.
—Vamos a ver qué opina tu inquilino sobre eso —dijo en voz baja, pero no tan baja como para que Kazuki, que iba entrando, no lo escuchara. Estaba abrochándose la camisa.
— ¿Qué pasa con Kyuho y por qué la opinión de ese bruto importaría?
—Buenos días, Kazuki —saludó Lilian—. Dormiste espléndidamente, ¿a que sí? Creo que Seokjin está dándote mucho trabajo últimamente, ¿eh? Estabas cansado.
—Lo que pasa, mamá —dijo el mayor, luego de beberse el té de un solo sorbo—, es que es un niño rico. Los niños ricos no acostumbran a trabajar y por eso se cansa rápido.
—No seas grosero, Seokjin.
—No se preocupe, señora Jie. Tengo oídos a prueba de brutos y de tontos, de manera que no puedo escuchar las burradas que habla.
Se sonrieron los dos, desafiantes. Poco a poco, habían comenzado a llevarse como amigos, tirándose comentarios tontos y hasta infantiles en cada oportunidad. Kazuki comenzaba a comportarse con mayor confianza, eso era signo de comodidad y Lilian se sentía contenta por ello. Y Seokjin... Aunque a veces fuera duro con él, ella pensaba que se comportaba como un hermano mayor.
— ¿Para qué quieres eso? —Kazuki apareció en el patio trasero, yendo directo a donde estaba Seokjin trabajando con madera, haciendo mediciones, cortando, limpiando.
—Para mi proyecto personal.
— ¡Es verdad! ¿Me llevarás de nuevo a ese lugar? Es precioso. El lago... el lago es increíble.
—Si te portas bien, quizá. Quítate de ahí, puedes lastimarte —masculló, cuando lo vio inclinarse sobre la mesa de trabajo, donde había clavos y grapas regados. Kazuki, sin embargo, no le hizo caso y siguió apoyado en esa posición.
— ¿Qué harás con esa cabaña? ¿Irás a vivir ahí?
— ¿Qué pasa contigo, niño, hoy te comiste un perico o por qué estás tan parlanchín?
—Vamos, contesta —insistió, con una sonrisita en el rostro. Era curioso verlo así de enérgico, con tan buen humor. Seokjin lo contempló un segundo y después suspiró pesadamente, resignado.
—Sí. Pienso mudarme allí una vez que esté terminada.
—Pero está más lejos de aquí que la granja. Aunque, el paisaje bien vale la pena.
—No me gustaría estar tan lejos de mi madre, pero no dejaré de venir a diario para acompañarla y ver qué necesita. Hazte a un lado —murmuró, cuando se movía, para tomar un martillo que estaba cerca del chico.
—Es una cabaña muy bonita. ¿Kyuho te está ayudando desde que iniciaste? Ustedes son realmente cercanos, ¿cierto? —se había movido hacia otro punto de la mesa, seguía apoyado en ella con un codo, sosteniendo su mentón con la mano. Seguía con la mirada cada movimiento que hacía el mayor.
—Hm. Se podría decir. Mi madre le tiene un profundo cariño y nos conocemos desde que él era un crío.
—Es un odioso —refunfuñó.
—Es inofensivo —murmuró con un tono de diversión. Comenzó a golpear un par de clavos con el martillo, para atravesar un pedazo de madera—. No es de él de quien tienes que cuidarte.
— ¿Y de quién sí?
—De nadie en especial —encogió los hombros—. No conoces a la gente de Yeoryang-myeon, siempre hay idiotas por ahí.
— ¿Estás preocupándote por mí? —la sonrisa se amplió, la voz sonó como un ronroneo, impregnado de una emoción especial. Seokjin volteó a verlo, entrecerró los ojos y luego desvió la mirada.
— ¿Sabes qué? No sé si es más molesto verte haciendo berrinches por todo, como un crío, o verte de buen humor. Además, me desconcentras, niño —soltó con falso enfado, antes de alejarse de la mesa, para entrar a la casa a buscar otras herramientas. De camino se topó con Lee, que quién sabe cuánto tiempo había estado parado en la puerta.
Kazuki se enderezó. Kyuho lo observó desde donde estaba, antes de avanzar caminando hasta la mesa de trabajo. El aire era fresco, era un día de descanso que se habían tomado después de dos semanas de trabajo ininterrumpido.
— ¿Cuándo se lo vas a decir?
— ¿Eh? —el menor volteó a ver al rubio. Era extraño verlo tan limpio, con el cabello suelto, vestido de forma casual. Se le veía relajado y desinteresado como siempre.
—Que te gusta.
— ¡¿Q-qué estás diciendo?!
—Por favor —rodó los ojos—. Tendrías que ver esa sonrisita estúpida que tienes en la cara cuando estás cerca de él.
— ¡¿Eres idiota o qué te pasa?!
—Mientras más pronto se lo digas, más pronto te rechaza. Es desagradable tener que verte como una tonta colegiala —a Kazuki se le encendió el rostro en carmín y Kyuho hizo un gesto de desagrado.
—E-estás... definitivamente, tanto estiércol de vaca ya te dañó el cerebro. Eres un campesino indeseable, ¿me oyes? ¡Indeseable, animal! ¡Patán!
—Vaya, Lee —la voz de Seokjin se oyó cantarina, llena de diversión. Había vuelto con más madera—. Tienes un don especial para hacer que a este niño se le olvide "la clase" en dos segundos. 
Kazuki lanzó un gruñido, pisó el suelo fuerte con una de sus botas, y después, dando fuertes pasos, se dirigió a la casa.
— ¿Qué le pasa? —inquirió el mayor, volviendo a sus labores.
—Y yo qué sé —respondió Kyuho, con el mayor desinterés.
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La idea para este mini oneshot lleva en la recámara lo menos tres años, desde que jugué por primera vez a InFAMOUS: Second Son. Me dio una solución muy buena al que siempre me pareció uno de los prompts más difíciles de abordar de los primeros cincuenta, esos en los que llevo atascada cinco años, pero el one en sí se me resistía porque a veces ahondar en ciertos temas emocionales me da un poco de respeto. Hoy, sin embargo, se me han cruzado los cables y me he dicho: voy a probar. Y aquí está.
Fandom: InFAMOUS: Second Son
Personaje: Delsin Rowe (CharacterCentric)
Trigger warning: Mención a la muerte de (varios) familiares.
16. Dying Sun
Nada me ataba realmente a la reserva tras la muerte de Reggie. Me seguía sintiendo Akomish, cierto, pero uno sólo puede cargar con un número determinado de etiquetas en su vida y me sentía más identificado con la de Conduit. El fin de la tiranía de Augustine sobre Seattle y sus Conduits había provocado una efervescencia pulsante. La ciudad era un nervio vivo, las facciones a favor y en contra de la integración de los Conduits en la sociedad estaban más en pie de guerra que nunca y yo había decidido asumir, aunque a regañadientes, mi nuevo rol de protector de Seattle con la ayuda de Fetch y Eugene.
En medio de todo el caos logré hallar quien me prestara una furgoneta para viajar a la reserva a recoger mis cosas y ver qué hacer con la casa. Reggie y yo habíamos estado viviendo en la pequeña vivienda de tres dormitorios que le correspondía como sheriff cuando habitar la casa en la que habíamos crecido se volvió insoportable. No nos habíamos visto capaces de venderla pero al quedarme solo y habiendo decidido dejar atrás mi vida en la reserva no tenía muchas opciones. Sabía que no sería fácil, por eso decliné la oferta de Fetch de acompañarme. Ella tenía suficiente con su propio bagaje emocional como para además ponerse a cargar con el mío. No estábamos en ese punto de nuestra relación, si es que lo que teníamos llegaba a merecer dicha denominación.
Al abrir la puerta me recibió un olor que era una una mezcla de sudor rancio y el ambientador barato con el que Reggie se esforzaba por ocultarlo después de que una chica a la que intentó ligarse le dijera que nuestra casa olía a madriguera de hombres. Se había sentido muy ofendido pero a fin de cuentas la chica en cuestión no se equivocaba. La cosa entre ellos no progresó y como resultado mi hermano empezó a poner más cuidado en hacer un poco más agradable nuestra vivienda a las posibles visitas femeninas. Yo, por mi parte, tenía un poco más de tino y proponía siempre ir a sus casas, pero esa es una historia para otro día.
Poner en orden la casa resultó una tarea más ardua de lo que había anticipado. Mi situación en Seattle seguía siendo precaria; de hecho antes de volver a la reserva había estado pasando las noches con Fetch y Eugene en función del humor de la primera, así que la mayor parte de nuestras cosas no iban a poder venirse conmigo. La parte más dura fue entrar en el dormitorio de Reggie y tocar sus cosas, algo con lo que me habría ganado una buena bronca apenas un mes y pico atrás, sabiendo que no iba a volver. Organicé un mercadillo con ayuda de Betty. Tuvo bastante éxito porque las proezas de Reggie en Seattle habían llegado a la reserva con una especie de halo de santidad y todo el mundo estaba dispuesto a comprar trastos de segunda mano que nos habían pertenecido. Su ropa demostró ser especialmente popular.
-De haberlo sabido, habría colgado en eBay sus calzoncillos –bromeé con Betty.
Ella hizo un mohín.
-Reggie sería capaz de volver del más allá para vengarse si hicieras algo así –replicó.
-No creo que consiguiera evitarlo de todas formas. He visto unas cuantas mierdas extrañas últimamente –fue mi respuesta-. No me impresiono fácilmente.
-Bueno –suspiró-, si el pobre no logró que le tomaras en serio en vida, dudo mucho que lo consiga ahora.
Me aclaré la garganta con discreción. Betty se equivocaba. Respetaba a Reggie más que nunca y mi mayor remordimiento era haber tenido que verle morir para hacerlo.
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Tuve que vaciar la casa del sheriff a toda prisa para que el sustituto de Reggie pudiera instalarse, así que no tardé en verme con las llaves de la casa donde crecí en la mano y ninguna salida más que decidir qué hacer con todo lo que había dentro. Betty me ofreció su sofá-cama para que no tuviera que pasar las noches solo allí, pero me negué. La muerte de mis padres había sido una especie de asunto pendiente para Reggie y para mí desde el momento en que nos quedamos solos, cerramos la puerta de la casa y le dimos la espalda a lo que nos provocaba esa pérdida al estilo viril que se espera de los hombres. A partir de entonces habíamos usado sólo el sótano a modo de trastero porque se podía acceder de fuera y bueno, el garaje, vacío tras el accidente de tráfico en el que perdieron la vida mis padres y que yo empleaba como estudio para mis graffitis. De no haber sido por el dramático descenso de la temperatura en las últimas semanas quizá me habría aventurado a buscar la manera de dormir en el garaje pero no tuve más remedio que activar la electricidad y volver a ocupar la cama que no había tocado desde que tenía quince años.
Fue una experiencia extraña. Al mudarme con Reggie a la casa del sheriff había recogido gran parte de mis cosas, así que el dormitorio tenía un aspecto desangelado que sin embargo no lograba perder una familiaridad de la que pensaba que se habría desprendido a esas alturas. Fue buscando un juego de sábanas por toda la casa como me di cuenta de que muchos de los armarios estaban vacíos. Incluso después de haber dejado de vivir allí Reggie había seguido yendo a la casa para “darle una vuelta”, como lo llamaba él, y dentro todo estaba muy ordenado aunque polvoriento, así que descarté la idea de los ladrones. No tardé en atar cabos: mi hermano debía haber invertido esas visitas, que yo siempre había asumido que se limitaban a vaciar el correo y comprobar que no parecía una casa abandonada, en poner en orden todo lo que había dentro. Sin saberlo había aliviado la mayor parte de la carga que suponía para mí despedirme de una parte de mi pasado. Tan sólo el sótano se mantenía intacto, con las cajas amontonadas, llenas de cosas que habíamos descartado en los últimos años. Una mañana me puse a hurgar en las mismas, pensando en que organizar otro mercadillo iba a ser un coñazo, y con las mismas acabé dando con una de las primeras cajas que bajé. Mis padres habían muerto unos siete meses antes cuando lo hice. Subí la caja a mi antigua habitación para permitirme un garbeo por esa época.
Mi adolescencia era todo lo miserable que podía serlo hasta que murieron mis padres, cuando empezó a serlo de verdad. Mi madre trabajaba en la envasadora de pescado. Mi padre había intentado, sin éxito, entrar en el Cuerpo de Policía de la reserva, así que se sintió extremadamente orgulloso cuando Reggie lo logró. Quería que yo fuera a la Universidad, que fuera el primer Rowe con estudios. Quizá por eso mi hermano se cabreó tanto cuando dejé el instituto en la misma época en que bajé esa caja al sótano. Rebuscando en la misma di con los CDs de una banda de chicos Akomish de Fort Peck que eran apenas un par de años mayores que yo en ese momento. Sus canciones trataban sobre la angustia existencial y, por supuesto, yo tenía la sensación de que todas ellas me describían a la perfección. No llegaron muy lejos, como era de esperar, porque al fin y al cabo no contaban con el respaldo de una gran discográfica: sólo eran un puñado de chicos nativos americanos que no le interesaban a ningún gran sector del público. En la reserva, no obstante, causaron furor. Aparté sus dos discos para llevármelos antes de procesar el resto de los contenidos de la caja, en su mayoría basura. Cuando no tienes un sitio que llamar tuyo no queda más remedio que viajar ligero.
Llevaba casi una semana en la reserva cuando me di cuenta de que todo ese asunto me estaba tomando más tiempo del que había pensado. Fetch me acabó llamando:
-¿Pero qué pasa, D? ¿Has decidido emplear la excusa de la reserva para salir por pies?
Rodé los ojos hacia el techo.
-Esto está resultando más difícil de lo que esperaba. ¿Estáis teniendo problemas? –Me alarmé.
-No, no es eso –negó ella-. Sólo quería saber cómo iba todo.
Me cambié el móvil de oreja para rascarme justo detrás.
-Bueno, las vecinas me han llenado de tápers la nevera de mi casa fantasma.
-¿Casa fantasma? ¿Qué casa fantasma?
Eché un vistazo al techo.
-Te lo explicaré cuando vuelva.
Fetch resopló al otro lado de la línea.
-Deja de hacerte el misterioso, D. No te pega.
-¿Qué dices? ¿No era esa una de las tres cosas que te gustaban de mí? –La provoqué.
-¿Cuáles son las otras dos? ¿Me podrías refrescar la memoria? –Me siguió el juego con retintín.
Me había puesto de pie y me paseaba por las habitaciones de la casa. Al llegar al vestíbulo me miré al espejo con marco de madera que había justo al lado de la puerta e hice una mueca a mi reflejo:
-Mi sorprendente atractivo y mi… uh… ¿extraordinario talento artístico?
La oí reír. Casi pude visualizar la cara que debía haber puesto.
-Sí, bueno, veo que no reparas en adjetivos. –El tono de la voz le cambió cuando me confesó-. Estaba preocupada. Sabes que lo que estás pasando no me es ajeno.
Asentí gravemente con la cabeza.
-Lo sé –contesté-. Si necesitas espacio no tienes más que decírmelo, D, ¿de acuerdo?
Volví a mirarme en el espejo. Mi madre me había dicho, a medida que crecía, que iba a ser tan guapo como lo era mi padre. Lo cierto es que empezaba a verme el parecido con las pocas fotos que quedaban por casa.
-Lo que voy a necesitar cuando vuelva a Seattle es adrenalina –repuse-. Asegúrate de no cargarte a todos los narcotraficantes en mi ausencia, ¿vale?
Fetch volvió a reír.
-Haré lo que pueda –dijo, sonando muy poco seria-. Cuídate, Delsin.
-Nos vemos pronto, Fetch.
Colgué con la sensación de que esa conversación era algo que había necesitado a un nivel visceral que quizá no era lo bastante listo para distinguir por mí mismo. No en vano Fetch se había despedido utilizando mi nombre completo, algo que pocas veces hacía.
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Me tomó una semana más acabar de decidir qué podía llevarme en el espacio medido de la furgoneta que me habían prestado y qué tenía que irse. Cuando finalmente me puse al volante tras despedirme de Betty y los demás tenía una foto de mi familia en el salpicadero, toda mi vida en la cabina de atrás y un CD de chicos Akomish que estaba deseando devolverme atrás en el tiempo. Lo introduje en el lector del coche y la primera canción, la que daba nombre al álbum, empezó a sonar: Dying Sun.
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reincidente
Todavía no se los dije, pero ya imagino la cara de mis amigos cuando les cuente. Y sus respuestas. “Otra vez, Pablo ¿por qué no te aseguras que es gay?”, “¿Cuántas veces te tengo que decir que no des nada por sentado?”, “sos masoquista eh”. Con el ceño fruncido, pero con mirada comprensiva. Porque todos alguna vez nos confundimos. Yo más veces de las que quisiera admitir.
Con Juan nos conocimos en una cena. (Por razones obvias, no se llama Juan, pero bien podría ser Juan Pérez) un nombre insulso, ingoogleable, opaco. Una cena a la que no quise ir, pero terminé igual. Desentonado al resto, de gorrito y morral, mostrando el peor outfit para una cena de gala en un hotel cinco estrellas.
No quería sentarme en ningún lado, pero al final me senté. No quería hablar con nadie, aunque en esa mesa estuviera ocupada por otros tres chicos un poco más grandes que yo con ganas de charlar. Me senté, saludé y me di media vuelta mirando la mesa central. Entre que tenía vergüenza por cómo estaba vestido no iba a tolerar la charla que tres tipos podrían estar teniendo en una mesa solos, alejados del resto del salón.
A Juan no le importó que me diera la espalda, ni que estuviera desentonado. Se animó a hablar y preguntar qué hacía ahí y por qué me habían invitado. No quería dar muchos detalles, así que contesté por encima. El chico que estaba al lado de Juan parecía lindo, pero él no. No tanto.
Juan insistió, hasta que en algún momento me terminó pidiendo el número porque entre nuestros trabajos podía ser útil. Se lo di porque tenía razón, pero sin esperar que me pasara el suyo. El que tenía el número tenía el control de hacer que esa relación formal de trabajo avanzara. No pasó como yo esperaba, y en medio de la cena la luz de la pantalla de mi celular se encendió. “Juan Pérez”, leo. Lo miro y asiente con la cabeza. Apenas atino a subir el pulgar y agendarlo.
El chico insulso del medio había logrado llamar mi atención. Recién ahí vi que tenía una camisa azul al cuerpo que le quedaba muy bien, que su pelo estaba prolijo, y no llevaba anillo de compromiso alguno a pesar de haber cruzado la barrera de los 30. Todas buenas señales.
Terminó la cena, me despedí tan desinteresado como cuando saludé, pero Juan dio la vuelta desde su incómodo lugar, me saludó con un beso y me recordó que le escribiera. Que nos tomamos una cerveza un día de estos, que charlemos, que no me pierda. Le dije que si con el mismo desinterés que traté el resto de la mesa, pero por dentro estaba perplejo y sonreía.
Siempre digo que quiero conocer a alguien de forma “normal”, sin aplicaciones ni redes nocivas para conocer otros chicos. La cola del super, en la carnicería, una juntada de amigos de mis amigos, o una cena ¿y por qué no podría ser esta cena? La luz de la ilusión se había encendido.
Pasaron las semanas y lo único que hacíamos era conversar por Whastapp. Nos pasábamos trabajos y veíamos qué hacía el otro (o qué hacía yo en realidad) y él se dedicaba a decirme lo lindo que me salía. Un día se confesó, “no vamos a poder salir hasta que no terminen las PASO”.
Juan milita en un partido, de esos que no les gusta decir que son militantes. Pero ahí estaba, presente. A mi eso me gustaba de él, aunque no era afín al partido, que hiciera política era una de las cosas que más me atraía. Yo también me ocupo bastante del asunto así que teníamos mucho tiempo de charla en la temática.
Llegaron las PASO y por casualidad (mentira, nunca me crean estas casualidades) terminé compartiendo el bunker con él. Miraba la puerta y esperaba que la cruzara. Todos estaban más que exaltados porque había resultado mejor de lo que esperaban. Llegó, tan feliz como los demás. Radiante, exultante. Cruzó la puerta, giró a la izquierda y me vio. Sonrió, se acercó y me abrazó fuerte. Yo por dentro me moría y quería corresponderle el abrazo, pero se suponía que no debía festejar que a ellos les fuera bien. Yo solo estaba trabajando en el búnker del enemigo.
— Che ¿al final presentaste algo para el concurso de Crónicas? Lo último que leí de vos era muy bueno, de verdad.
Sus elogios me ponían colorado como nadie. Porque me gustara que alguien tuviera en cuenta lo que hacía, sobre todo el chico que me gustaba. Si, para entonces ya me gustaba bastante.
— Jajaja, gracias. No la verdad no hice tiempo, tengo que pensar qué mandar, tengo varias ideas pero nada que me convenza.
Pasaron los meses, terminaron las PASO, vinieron las generales. Otro encuentro, otra oportunidad de vernos. Otra chance de sacarle fotos en secreto o jugando, porque no me animaba a pedirle que nos saquemos una. Porque se iba a dar cuenta y no quería que se diera cuenta tan rápido, porque las cosas “iban bien”, y me gustaba como todo se iba dando.
Viajé a Buenos Aires, por un congreso y volví con una oportunidad laboral. Todo en marcha, excepto Juan. La incertidumbre de conocer sus intenciones me quemaba la cabeza. Un amigo me recomendó que le haga saltar la ficha. Que diga que yo era gay, para que él o aclarara que no lo era, o dejara que la cosa siguiera igual, creciendo. Porque algo dentro mío quería creer que éramos dos los frustrados del amor con ganas de conocer a alguien de forma “normal”.
Tampoco me animé a hacerlo. Porque me daba miedo apurarlo y arruinar, o quizás porque no quería confirmar la verdad. Que no era gay, que no le gustaba yo, que no estábamos arriba del mismo tren del amor al que yo me había apresurado agarrar.
Mi salida de la ciudad era inminente. Mi trabajo en Buenos Aires estaba confirmado, el tiempo corría. “Somos grandes, Pablo. Es ahora o nunca. Si no es, no será, pero tenés que probar” me decía a mi mismo el día que me estaban por pasar a buscar para irnos a tomar esa famosa cerveza. Estaba a dos semanas de irme, la apretada de la separación funcionó.
Me esperaba en la esquina, me subí al auto mal estacionado, lo saludé y sonreí.
— Te estuve stalkeando y creo que estoy te podría gustar— me dijo y sacó un libro. Factótum, una novela de Charles Bukowski.
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Sonreí, no porque me gustara el libro o el autor. Sonreí porque nada podía hacer más perfecto que el chico que me gustaba me regalara un libro. Seguimos rumbo a la cervecería y en medio tira que una amiga se sumaba a la velada. En mi cara no se notaba pero si hubiese podido leer mis pensamientos hubiera descubierto el terror que sentí en esos segundos. “¡¿una amiga?! ¿O me quiere de excusa para salir con una minita? ¡¿por qué me hace esto?! ¿No se da cuenta cómo me tiene?”. No, no se dio cuenta. Jamás se dio cuenta.
Al pasar los minutos pensé que la amiga no era mala idea. Si era una amiga que quería que yo conociera era una linda forma de llegar a un círculo más íntimo. Si era una minita que quería chamuyarse, era una forma elegante de saber qué no estábamos en sintonía. El análisis era el correcto, solo restaba esperar los resultados.
María resultó no solo ser su amiga, sino ser tan simpática que si me hubiese reemplazado por ella no me hubiera molestado. Eso pensaba porque no fue la competencia a la que me había pensado, y porque venía acompañada de lo que yo suponía era, una confirmación. Ella se fue por su parte, nosotros por el nuestro. Creí que podríamos terminar la velada con un beso, pero no pasó, y me pareció bien. Nadie quería apurarse, aunque yo estuviera en la nube nueve y él, él ni siquiera debió pensar en la posibilidad de terminar la noche como yo soñaba.
La incertidumbre me perseguía, pero tenía más miedo de conocer la verdad que vivir en esa incertidumbre. Hablaba con mis amigos, contaba mi versión de los hechos, como iban pasando las cosas y en qué punto estábamos. Todos los análisis eran similares: “tiene miedo, le pasan cosas con vos pero no se anima a asumirse”.
Cada vez que alguien me lo decía sonreía ¿tanto puedo condicionar los hechos para que pareciera que Juan estaba de verdad gustando de mí? Justo de mí, que no soy el chico más lindo, ni el más exitoso. Pero el amor es un misterio, y yo prefería pensar que era cierto. Mis amigos hétero no dudaban en aclarar que ellos no hubieran hecho lo que él hizo. Caer admitiendo que habían stalkeado y regalado un libro a un chico que veo por segunda o tercera vez.
Mis amigos gays también pensaban algo similar. “Es gay, y está con vos. Te histeriquea, por eso hace lo que hace”. ¡Por fin! Era hora que después de tanto me tocara que una vez me saliera bien todo. Que el amor podía surgir sin intermediarios digitales, que los chicos podíamos ser libres de conocer otros chicos y dejar que el amor naciera y creciera.
Un día sin querer se enteró que yo era gay. Me acordé de mi amigo que me dijo que si yo le decía que lo era, él inmediatamente iba a aclarar que no lo era. Porque los heteros no quieren saber nada con que un puto se confunda y esté detrás de ellos. Fue sin querer, moría de terror mientras leía “escribiendo” en el chat.
 — No sabía que eras homosexual.
— Sos pésimo stalkeando ¿sabías?
—  jajajaja, si es verdad. Bueno es que no le ando preguntando a la gente con quién se acuesta.
— no, yo tampoco. 2017, o sea.
Esperé el “no, a mi me gustan las mujeres” que destrozara todas mis ilusiones. Volvió a aparecer el “escribiendo”, y mi corazón latía con fuerza. Mis castillos en el aire corrían riesgo de ser bombardeados por la realidad. Iba a doler, pero me la tenía que bancar. Estaba listo, no quería pero estaba listo.
— ¡Te tengo que presentar a alguien entonces! ¿Cómo te gustan los chicos? No conozco ninguno, pero sería cuestión de averiguar. Quizás los de fútbol, pero no sé si alguno es gay.
Respiré aliviado. No le daba importancia a lo que decía, porque yo esperaba que me dijera que era hetero como me habían explicado que debía pasar. Todo el resto me pareció un accting bobo, me reí.
— ¡No! Qué decís. Además no estoy en plan de buscar a nadie, si en unas semanas me voy. — algo que era cierto porque mi plan era mudarme a fin de año.
— ¿Y cómo sabes si no encontrás a esa persona? — dijo, y mis ojos se iluminaron. Por suerte no me estaba viendo, porque lo primero que sentí era que tarde o temprano se iba a declarar, me iba a decir todo lo que sentía por mí, que tenía miedo y blabalabla, pero que no importaba porque no me quería perder, ni yo a él.
— ¿En 15 días? No creo.
Terminó el año, nos encontró otro asado. Volvía de la playa donde no había señal y sus mensajes cayeron tarde. Tenía una hora para llegar al lugar.
— Si no tenés en qué venir decime y le digo a Alberto que te pase a buscar
— ¿Quién es Alberto? ¡Juan! — le dije creyendo que podía intentar presentarme a alguien.
— Ya lo vas a conocer.
Por suerte tenía en qué ir, y por suerte Alberto no era más que otro amigo. Como todos los que estaban en esa casa. La casa de María era el lugar del asado, y verla de nuevo ya me alegraba por lo que representaba. Comimos, bebimos, nos reímos y cada uno volvió a su casa. Para mi era otro paso más en su intimidad, así que me fui feliz. Llegué a casa y le escribí a María.
— ¿Se me nota mucho? — dije sin introducción alguna.
— Él ya sabe— respondió con el mismo tenor con el que había iniciado la charla.
— Para ¿qué sabe? Yo preguntaba si me notaba mucho que él me gustaba
— Si, él ya lo sabe. Me lo dijo el otro día—. El efecto del alcohol se había diluido y mis ojos se abrían grandes. El sueño se había esfumado ¿cómo se dio cuenta? ¿qué detalle se me escapó? Como sea, ya estaba hecho. — por eso me sorprendí cuando me dijo que venías— remató.
— ¿Por qué? — pregunté
— Porque lo había dejado en él, si él quería que vinieras te iba a avisar.
No sabía qué decir. La charla siguió con que las dudas eran compartidas. Nadie sabía en realidad si Juan era gay, o qué. Él no decía nada, pero para mi no era necesario. Todo lo que había pasado durante el año me decía que era momento de avanzar.
Me fui de vacaciones y volví con un libro. Porque lo había stalkeado y pensé que podía gustarle. 
Tumblr media
Me parecía que mi pronta salida de la ciudad me podía servir de excusa, otra vez. Me voy, no te voy a volver a ver a menos que me digas qué te pasa. En mi cabeza los desenlaces eran de película. Él pidiéndome que no lo haga, que me quede, que no importaba más nada que estar juntos. Él yéndose en el mismo avión que yo, declarándome su amor en el aire. En mi mente el primer beso pasaba de ser casi por casualidad, a ser un beso del rescate de un amor. Y así, mi cabeza seguía poniéndole momentos posibles a esta historia de amor que me había tocado vivir entre tanta mierda del 2017.
Hoy teníamos que vernos. Íbamos a comer un asado, en su casa con María a quien ya le había anticipado mi decisión de decirle todo lo que me pasaba, porque no hay nada peor para un amor que no poder ser verbalizado. Expresado, que se escuche que existe.
Juan había dejado de ser tan animado como antes, y quizás, solo tal vez, podría haber leído mal las señales. No me importaba, a esta altura solamente quería decirle todo lo que me pasaba, darme vuelta y seguir mi vida. En el fondo quería alguno de esos finales que había soñado, y solo se conseguía si le ponía valor al amor que sentía. Le escribí, su respuesta llegó tarde.
—¿Arreglaron algo con María?
— Pablito cómo estás? No no. Me llegó una visita higiénica de bs as. Así que le estoy mostrando un poco la ciudad a la amiguita.
Todavía no me recupero del cachetazo. Todas las veces que mis amigos me dijeron que tenía que asegurarme que el otro era tan puto como yo me llovieron como catarata. Mentí bronca, rabia que subía como un calor que podía sentir en mi cara. Quería putearlo, decirle que era un cagón. Que no podía haber elegido mejor manera de decir algo que se suponía pero nunca había aclarado. Si ya sabía ¿con qué necesidad de hacerlo así? Frío, cobarde, ajeno.
—Bueno pasalo lindo. Hablamos. — fue lo único que atiné a contestar
En mi cabeza me veía rompiendo el libro que le había comprado. También me imaginé rompiendo el que él me regaló. Nada estaba a la altura de todo lo que yo esperaba de alguien a quien había idealizado a niveles impensados. No sé si es verdad, o si Juan prefirió terminar las cosas de esa forma. Con Juan no pienso hablar más, como cuando un amor no funciona, muere y se gana una estrella en este cielo digital donde descargo todo lo que siento y me pasa.
Fantaseé con bloquearlo, pero recordé que soy adulto y eso lo hace gente infantil. Y no quiero que además se den cuenta de mis infantilidades. Pienso hacerle llegar el libro con la plata del último asado que no le pagué. No me querría quedar con algo que me recordara a él. Ni una deuda, mucho menos un libro. 
Acá termina otra historia que no resultó, quizás la más larga que escribí hasta ahora, porque ocupó más de la mitad de un año. Me guardé muchos episodios, pero no quería ser denso. También me imaginé contando esta historia con final feliz, con una foto de los dos, abrazados y sonriendo. Poniéndole punto final a este blog. Pero no. Sin embargo sigo convencido de algo: siempre hay que tener fe en el amor. Como sea y a pesar de tener un final repentino, valió la pena, porque siempre es mejor animarse a sentir que no sentir nada. 
 #Chiru
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vidademochila · 7 years
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La basura de unos, el tesoro de otros
Hace unos años leí de una bloguera, su propia experiencia sobre el "Dumpster diving" y recuerdo que la misma había sido muy interesante pero me había llamado más la atención que había sido en Dinamarca. Al buscar el post de nuevo (Me pareció que era de Aniko - Viajando por Ahí ) no lo encontré sin embargo algunas personas que contacté en Copenhague me confirmaron que "bucear en la basura" (traducción literal del Dumpster Diving) se había instalado entre los viajeros que llegan al país y les cuesta conseguir trabajo. El problema es que esta actividad levanta bastante polémica y a raiz de eso surgió otras ramas más amenas de esta actividad colectiva y que trata, en el fondo, de generar la menor cantidad de desperdicios posibles en alimentos. Bien, como mi caso coincidía con el de "viajero sin plata" o para ser sincero "viajero con la plata justa"  y Dinamarca no es un destino donde el dinero ahorrado rinda varias semanas, estas actividades me generaron mucha curiosidad. así fue que se dio la ocasión perfecta pero antes de empezar me dediqué un tiempo a averiguar de qué se trataban. Dumpster Diving Se basa simplemente en revolver basura de los grandes contenedores de los supermercados. Suena como algo que no haríamos a menos que pasemos extrema necesidad, sin embargo en países desarrollados, como en los escandinavos, se suele ver por más que no hayan pobres. Obviamente como es de esperar, el movimiento en estos países genera polémica porque no es legal meterse en la basura de otros pero también hay un punto muy importante a considerar: en estas naciones es donde más se desperdicia comida. Por lo tanto, el debate está abierto: robo o ayuda al planeta? Es difícil tomar posición en el dumpster diving por esto mismo, se cruzan posturas muy diferentes entre sí que parecen no tener un punto intermedio. Así y todo hay otras opciones menos invasivas que voy a mencionar después de mi propia experiencia. Lo importante antes de empezar es que hay que tener muchas precauciones, por algo los alimentos estan tirados, que no todo es recuperable. Es un riesgo importante a nuestra salud y no es recomendable. Manos a la obra En los primeros días como residente danés me alojé en el centro mismo de Copenhague (gracias Flor!) y me puse a recorrer minuciosamente los supermercados que admitían el Dumpster Diving, para ello me ayudé con el siguiente mapa: MAPA del "Dumpster Diving" Al parecer habían varios alrededor así que tomé unas bolsas de supermercado, unos guantes viejos y salí por la noche a chequear esos lugares. Para mi decepción, la gran mayoría de los contenedores estaban con candado o directamente se encontraban dentro de "jaulas" así que no había chance de acceder a ellos sin antes pedir permiso. "Me parece perfecto" dije, debe ser para mantener cierto orden y limpieza. Más tarde me enteré que todos la cadena "Netto", la más famosa de Dinamarca, había decidido cerrar los contenedores a cualquier persona ajena por los problemas que le ocasionaba. La noticia resultó un poco decepcionante pero igualmente seguí intentando en otros lugares. Así fue que me topé con un "Superbrugsen" donde tenía los contenedores abiertos, aparentemente disponibles para rescatar comida. Ese día lleve a casa una cantidad enorme de frutas, verduras y pan que llevaban solo UN día de vencidos. No se imaginan la alegría que tenía por haber rescatado comida que otros habían desechado. Prácticamente estaba todo sellado y podía ser consumido sin problemas, es más, en los bazares de los turcos se veían frutas y verduras en peor estado que en esos contenedores. A los dos días volví a ir pero esta vez lo hice a la luz del día para verificar que los empleados del supermercado no tengan problema al verme ahí. Ingresé por la parte trasera, al lado de un estacionamiento, me dirigí a los contenedores y los empecé a revisar. No recuerdo exactamente qué pensaba en ese momento aunque sí recuerdo qué tenía mucha curiosidad por saber qué pensaban los del supermercado. Cuando ingresé por la parte del estacionamiento vi que una de las empleadas estaba fumando, lejos de los contenedores y cerca de la puerta trasera. Entonces, para llamar un poco la atención empecé a hacer ruido al abrir y cerrar los contenedores, total no iba a rescatar comida porque no había nada nuevo. A los segundos de haber comenzado se acercó la chica con notable mal humor y me dijo cordialmente: "acá no está permitido hacer esto". Obviamente era de esperar su respuesta y yo intenté ir un poco más allá, ¿Se permitía a alguna hora de la noche? ¿Se podía avisar a alguien antes de que tiren el pan a la basura? ¿Se donaba algo? pero las respuestas eran cada vez más tajantes: "No". Obviamente no volví a aparecer por ese lugar. A la semana tuve que mudarme a mi casa definitiva y ya con bicicleta disponible salí a recorrer los supermercados del barrio. De los visitados, solo dos ofrecían la posibilidad de ver sus contenedores, de la cadena Rema1000 y Fakta. Así que todas las semanas ellos fueron los lugares de "compras" y como casi siempre había comida de sobra, se compartía con los otros habitantes de la casa. En realidad el dumpster diving no duró todas las semanas porque el foodsharing apareció para reemplazarlo prontamente. Foodsharing Este término significa "reparto de comida", o algo así y como se puede deducir de las palabras (no se lee "basura") es un movimiento más amigable para los supermercados y para los recolectores. Por ahora, es la solución al problema del Dumpster Diving y para explicarlo en pocas palabras, el foodsharing es el movimiento de voluntariado en el que intervienen 3 partes: el donante (o sea los supermercados), el voluntario y luego el beneficiario que puede ser cualquier persona. A los pocos días de llegar a Copenhagen me acerqué al grupo de "Foodsharing Copenhague" para participar como voluntario y rescatar mucha comida que tenía como destino el contenedor de basura. Así fue como recolecté pan casero de una panadería boutique, ayudé en la organización de los eventos y por supuesto llevé muchas bolsas llenas de verdura para compartir en casa. Puedo afirmar que la experiencia fue de las mejores que tuve en Dinamarca, no solo porque está bueno hacer un pequeño aporte al planeta sino también conocer personas que comparten una filosofía más naturista, menos consumista... más sana. Second hand shops Saliendo del rubro de la comida tenemos LA estrella en el mundo del reciclaje: el second hand shop. Allí podemos encontrar ropa, zapatillas, bijouterie y hasta alguna que otra sorpresa. Las tiendas de "segunda mano" de Dinamarca tienen alguna similitud con las "ferias americanas" de Argentina, con la diferencia que las prendas están en excelente estado y son de primera calidad. En el país no abundan en las zonas comerciales, salvo en los barrios bohemios de moda. Lo que en la vida cotidiana puede pasar inadvertido, en el mundo viajero representan todo el consumismo que nos podemos permitir sin restricciones. En Nueva Zelanda las más conocidas son las "salvation army", "red cross" y otras asociadas a iglesias evangelistas, en el caso de Copenhague también están las mencionadas y además otras más estilo boutique (Wasteland, etc). Lo cierto es que en todas ellas hay ropa de calidad por un precio muy conveniente por lo que ir a comprar lo último de la moda se convierte en algo supérfluo y hasta innecesario. Bueno, en realidad seguir a la moda cuando uno está viajando no es conveniente por lo tanto siempre va a formar parte de lo "innecesario". Mapa de algunos locales de segunda mano:
Algo más para reciclar? En Dinamarca si! Una de las claves por las cuales no vemos botellas tiradas en las calles de Copenhagen es por lo siguiente: En Suecia como en Dinamarca existe una compensación por devolver latas de cerveza, botellas de plástico y alguna botella de vidrio. No todas obviamente, solo las que tienen un sello indicando que son retornables. En realidad cuando uno compra la bebida, el precio del envase "retornable" no está incluido por lo que hay que abonarlo aparte, la clave ahorrativa es encontrar botellas de plástico en la calle y canjearlas en los supermercados. El sistema es igual en todos los supermercados (adheridos), uno se acerca a una máquina de botellas retornables (igual a las que encontramos en Argentina) y vamos ingresando las botellas una por una. Un laser lee el sticker correspondiente y marca en la pantalla el precio de esa botella, a veces vale 1 corona (1KR), otras 1.50, 2 y hasta 3KR. Cuando terminamos, presionamos sobre el boton verde y voila! obtenemos un ticket de descuento para ese mismo supermercado. Otra solución más para pensar en el planeta y además ahorrar en modo viajero. via Blogger http://ift.tt/2loZDDh
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Lucía Bray 5/-
Mi error había tenido consecuencias y debía pagar por ello, después de que dejé la casa, Enzo redobló la seguridad a los alrededores. Y, por desgracia, tal como lo había temido, intentaron ir tras Matt.  Margo había ido a dar un paseo con él intentando que dejara de llorar, cuando un sujeto la atacó e intentó arrebatarlo de su lado. Los guardias, que estaban ocultos y sabían pasar por civiles, lograron llegar a tiempo, Enzo había ordenado no tener compasión ni piedad con cualquiera que intentara acercarse a su hijo, los guardias tomaron esa orden literal y en disparo limpio el sujeto cayó al suelo. Faltaba uno. 
El tiempo pasó y yo me iba adaptando poco a poco a los cambios de apariencia y a mis historias falsas. Me costaba trabajo, a veces, recordar quien era, de momentos daba nombres anteriores y caía en la confusión. Sabía que por el bien de mi hijo debía controlarme y concentrarme. 
Era el cumpleaños de Matt, mi pequeño cumplía seis años ese día y estaba triste, pero feliz de saber que él estaba bien. No podía esperar a ver las fotografías que Louis envíaba, Enzo tomaba bastantes y sacaba siempre una copia para mí. Tenía de todo.
Matt y su primer corte de cabello. Matt y su primer navidad. Matt y su primer diente. Matt y sus primeros pasos. Matt y su primer año. Matt y su primer día de escuela.  Las copias seguían llegando y las cartas seguían siendo enviadas, cada mes, sin falta la palabra “Promise” era enviada a Enzo. Era el día en que debía de cambiar de residencia y mudarme a un nuevo lugar, con una vida falsa y un estilo diferente.  Con el paso del tiempo,y dada la poca actividad, se me permitió quedarme más en un sitio, dos meses, tres meses, un mes, y así hasta que llegamos a los cinco meses, seis meses...un mes nuevamente.  Matt llegó a su primer década, y Mel siempre estaba con él. Me sentía tranquila de saber que al menos había una chica, que no se había cerrado al mundo por completo, que permitía que alguien lo acompañara. Después, las fotografías fueron cambiando. Matt y Mel en su primer día de educación media. Matt y Mel en el día de cumpleaños de ella en Disneyland. Matt y Mel en el cumpleaños de Matt, jardín de la mansión.  Matt y Mel en el torneo de ajedrez. Matt y Mel en la graduación de Santiago. La mirada de  Matt se iba ensombreciendo con el paso del tiempo, había cierto grado de rencor en ella, tenía miedo que hubiese abandonado la esperanza o que creyera que no lo amaba. Desconocía lo que Enzo le había dicho y Louis jamás tocaba ese tema, decía que mientras menos supiera de él, más seguro estaba.  Estaba en un viejo local de un mercado local, había conseguido trabajo como vendedora de frutas, salía tarde y terminaba agotada porque el cargar las cajas no era algo para lo que mi cuerpo estaba preparado. Llegué a mi pequeño cuarto rentado muy tarde cuando Louis llamó. — Matt se ha ido — dijo con un tono bajo — .Tranquilízate lo tenemos perfectamente ubicado. — ¡Lo encontró! — aseguré, tenía el corazón palpitandome cada vez más rápido. — No, Agatha, contrólate — ordenó — . Matt y Enzo tuvieron una discusión que se salió de control. Enzo ha ordenado no traerlo a casa, piensa que el estar lejos le hará bien. — ¿Cómo es que le hará bien? — Será más fácil protegerlo, es más sencillo estar más al pendiente de él si sabemos que está solo. Matt permaneció durante un tiempo en Estados Unidos y finalmente se fue a Londres. Quería ir con Enzo, quería estar con él y decirle que todo podría solucionarse, que podríamos estar nuevamente juntos. Pero Louis decía que no era posible. Me encontraba en un pequeño café de Marseille  cuando la sección de noticias internacionales intervino la programación local.  “El mundo financiero esta hoy de luto. El multimillonario y empresario Enzo Hunter ha fallecido el día hoy a la edad de 52 años. Esto debido a un paro cardiáco, fue llevado a uno de sus hospitales y atendido por los mejores médicos en su rama, sin embargo, la lucha fue perdida hace unos minutos.”
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