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#“Yo cumplí con Fidel
latikobe · 6 years
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“Yo cumplí con Fidel, pero él me mintió”
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LA HABANA.- El pésimo estado constructivo del edificio, su cisterna contaminada y clausurada y sin baño donde poder realizar sus necesidades fisiológicas hacen de Corrales 205, en opinión de sus moradores, “un corral de cerdos”. El gobierno hace caso omiso y se cruza de brazos.
Varios vecinos se arroparon de coraje y decidieron acudir a la prensa independiente ante la reiterada negativa del gobierno local de Habana Vieja de proveerles una solución habitacional ante el inminente derrumbe del edificio donde viven hace desde varias décadas.
El edificio, ubicado en la calle Corrales 205 entre Factoría y Aponte presenta seriamente comprometida su estructura tanto en la planta baja, en la planta alta, así como en las viviendas que se encuentran ubicadas en la azotea del citado inmueble, y forma parte del interminable inventario de “estáticas milagrosas” reconocidas por el gobierno local
Vecinos de la planta alta aseguraron a este reportero que cada día resulta más difícil el subir o bajar por el pésimo estado de la escalera, además que el “pasamanos” está totalmente suelto; algo que, en el caso de las personas de la tercera edad, les resulta imprescindible que funcione bien.
Construido antes de 1959, cada piso del inmueble poseía un baño colectivo. Ante la imposibilidad de que cada inquilino pudiese construir el suyo propio y la falta de mantenimiento que durante décadas ha sufrido el edificio, los baños colectivos también colapsaron y los inquilinos tienen que realizar sus necesidades unas en cubo y las otras en jabas de nylon que luego botan a la basura.
De igual manera, parte del pasillo que da acceso a los apartamentos de Juana Paula Izquierdo Álvarez y Ernesto Aguilera Infante, dos de los denunciantes, se desplomó, y por ahora estos ancianos resuelven el problema con unas tablas “hasta que el hueco sea más grande y no necesitemos la escalera para llegar a la calle”.
Pero, los pesares de los inquilinos de Corrales 205 no terminan aquí, en realidad se agravan pues desde hace varios años la cisterna se contaminó con las aguas albañales y tuvo que ser clausurada.
“Luego de ser clausurada la cisterna, el Gobierno nos prometió dos pipas de agua semanalmente”, aseguraba por su parte Juana, una mujer de 65 años con varios padecimientos médicos. “Eso fue el primer mes luego todo fue una mentira y ahora tenemos que buscar el agua, en cubos a varias cuadras de distancia”.
Por su parte Aguilera Infante con sus 74 años a cuestas y sus piernas operadas, al cuidado de su hija diagnosticada con trastornos psiquiátricos, asegura que en “caso de desplome no puedo salir corriendo”
Aguilera Infante además asegura haber sido combatiente internacionalista en diferentes lugares de África, pero la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC) hasta la fecha no se ha preocupado en ayudarle con su problema.
Declaró Aguilera Infante que, previo a los Juegos Panamericanos celebrados en La Habana en 1991, trabajó en la construcción de las instalaciones. “Se nos prometió que, al terminar, nos darían una casa y al final vi morir en esa esquina a mi madre y a mi padre, pero la casa, al paso que voy, me moriré sin verla”.
“El único recuerdo es esta vieja medalla que me dieron”, dice mostrando el “trofeo”. Tras una breve pausa y un suspiro sentenció: “Medalla de oro… cumplí con el pueblo y con Fidel… pero Fidel no cumplió conmigo, me mintió…”
Por su parte Elio Elías Laffita Isaac, quien lleva viviendo en el edificio 60 años, aseguró a este reportero que “el peor error que se cometió luego de que intervinieran el edificio, fue que nos hicieran propietarios de la casa porque se olvidaron del edificio…”
Laffita Isaac “pagaba seis pesos mensuales nada más” por el alquiler. “Cuando se rompía algo llamábamos al dueño y él lo arreglaba, pero ahora… ¿a quién vamos a llamar si a nadie le importa nada?”
Asegura Laffita Isaac que “desde 1973 a la fecha no se le da mantenimiento a este edificio y por eso ha llegado a lo que ha llegado. Era preferible que no nos dieran propiedad y seguir pagando los seis pesos mensuales con tal de que le dieran mantenimiento al edificio”.
“Muchos de nosotros fuimos a buscar los materiales para arreglar el edificio, pero esa cantidad de pintura, materiales y cemento no se la dan a nadie y aseguraban que el cemento que tenían estaba destinado a otras construcciones”, añade.
Laffita es partidario de que “si el Gobierno tiene problemas y no puede arreglar el edificio, que nos cobre un alquiler y con ese dinero que compre la pintura y los materiales y entonces que lo arregle”.
“Yo cumplí con Fidel, pero él me mintió”
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cubaholguin63-blog · 6 years
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"Yo cumplí con Fidel Castro, pero él me mintió"
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cubacomunica · 6 years
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sincuaderno · 7 years
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25/10/2017
Hoy escribo más por obligación que por otra cosa.
¡No puede ser que todos éstos últimos días he querido escribir sin tiempo para, y hoy que sí lo tengo no me dan ganas! ¡Pues, no! 
Ayer cumplí 19 años. Ayer estaba muy triste. 
Nadie recordó mi cumpleaños hasta la tarde, cuando mi mejor amiga me llamó. Fue la única persona que lo recordó. Mi familia fue luego, y los demás (danza, trabajo, universidad) fue porque se los dije. De todas maneras eso no me importa tanto, nadie tiene por qué recordar el día en el que nací y celebrar su aniversario como si fuera algo realmente importante. Yo lo tomé, más bien, como un día para conversar con aquellas personas con las que casi no mantengo contacto y con las que, siempre en fechas como éstas (cumpleaños, navidades, san valentín) nos reencontramos. Por ejemplo, mi primo Arturo, con el que hice una videollamada ayer de unos cuantos minutos (él está en Medellín) en los que por supuesto dedicamos la mayoría del tiempo a hablar de lo terrible que es vivir mi vida de venezolana en Venezuela, el precio del dólar en ambos países, y otros temas tan tediosos como comunes.
En la mañana fui a la universidad, vi Artes Plásticas I, Arte Egipcio. Me gustó mucho. 
Después fui a trabajar. En la oficina estaba durmiéndome. Literalmente. Cerraba los ojos unos segundos y soñaba. Luego tuve un almuerzo muy grato con mi jefa. Me habló de su vida universitaria, su vida en México, el teatro, etcétera.
Salí temprano porque había un acto presidencial, todo estaba colapsado y el presidente no deja que nadie salga ni entre al teatro mientras él esté dentro (no lo entiendo). Estaba lloviendo durísimo cuando llegué al PH de Tajamar, saludé a mis compañeros, me puse mi ropa de clase y me acosté en una esquina del linóleo del gigantezco salón a dormir. Me desperté porque el profe Marlon estaba probando la música.
La clase estuvo demasiado buena. Estoy bastante feliz con eso, siento que desde que veo clase en UNEARTE estoy mucho más fuerte y segura. Betty y Marlon me dijeron “¡bellísima!” en diferentes oportunidades, y me lo creí. Las tardes en el Taller son de felicidad y satisfacción pura, luego de cada clase me lleno tanto de amor que quiero besar a todos mis compañeros (qué hippie). Mis horas esperadas del día ¡Ojalá fueran más largas!
Al salir de la clase, ya cuando casi todos se fueron y solo quedábamos algunos compañeros de intermedio, recordé que era mi cumpleaños y lo dije de la nada. Inmediatamente todos me apurruñaron y me felicitaron. Y por un momento se me arrugó el corazón porque estaba recibiendo el cariño que muy dentro de mí esperaba recibir el día de mi cumpleaños, que no había recibido a lo largo del día porque todos lo habían olvidado (excepto Orlanda). Me sentí querida en el momento, pero mal después. 
Cuando estaba llegando a mi casa pensé mucho ésto último. Al llegar me encontré abajo a mi papá y a mi hermano. Ambos me felicitaron de lejos, muy tarde, ya me sentía mal. Y en el ascensor rompí a llorar. Me sentí bastante tonta por sentirme así por algo tan no-importante. Pero estaba sensible.
Además, Fidel no me había escrito ni llamado. Tenía ya unos días haciéndome ilusión de que se comunicaría conmigo el día de mi cumpleaños, así que estuve con el celular cerca y con alto volumen a todos lados. Y en el trabajo abría facebook cada cierto tiempo para chequear. Sabía que no tenía señal ni internet, que probablemente también se le había olvidado y aún así lo esperaba con muchísimas ansias. Me tenía bastante frustrada y triste la tarde. Ésta era la principal razón de todo.
Mientras lloraba entró mi hermano al cuarto. Me dió dos chupetas y un chocolate, yo le dí un beso en el cachete. Mariana me llamó para felicitarme (por cierto, me contó que se comprometió con su novio) y luego empezaron las llamadas. Estaba más tranquila ya.
Me bañé y recibí el resto de las felicitaciones. Supongo que sólo bastaba con llegar a mi casa, donde la gente podría contactarme.
Mi hermano trajo un amigo a la casa, se quedó a dormir. Mi mamá enfermó y pasó toda la noche y madrugada con fiebre. Dormí con ella. Me levanté unas cuantas veces para tocarla y siempre estaba hirviendo. Vomitó a la 1 en el piso del cuarto. Estaba un poco asustada.
Fidel al final no escribió.
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Ese fue mi cumpleaños, el día de hoy es otra cosa.
No fui a la universidad porque no dormí bien atendiendo a mi mamá, además de que prefería quedarme cuidándola. 
Mi mamá mejoró, se hizo una prueba de orina que mi hermano entregó a una clínica cercana. Tiene una infección urinaria. Sólo tuvo fiebre en la tarde y en cuanto supo los resultados de la prueba se tomó un antibiótico que le hizo bien.
Fui al trabajo, estuvo bien, cada vez me llevo mejor con mis compañeros y me desenvuelvo mejor en el teatro. Estaba enérgica.
¡FIDEL ME ESCRIBIÓ! Mientras estaba en el trabajo. Fue un lío meterme en facebook sin que Carolina me viera, pero tenía que hacerlo. Me dijo que me escribía muchísimo pero nada me llegaba, que no tenía señal, ni internet, ni electricidad, que estaba bien, que estaba montado en una mata para tener señal. Se olvidó de mi cumpleaños, tuve que notificárselo “Ayer cumplí añitos”. Cuando llegué a mi casa me había escrito otra vez. Me felicitó, y me dijo “mi amor”. Me puse muy sensible, tenía tiempo sin tratarme con ese cariño. Mejor dicho, tenía tiempo sin tratarme jaja. Le dije que le quería y extrañaba, me respondió “Te adoro chiquita. Escríbeme” y rompí a llorar. Luego no escribió más, me toca esperar unos días más.
Mi papá nos visitó, estuvo aquí un rato. 
Mi suegra me llamó hace rato, le conté sobre mi conversación con Fidel y nos reímos mucho con lo de la mata. Le dije que había cumplido años y me felicitó muy cariñosamente, también dijo que lo anotaría en su agenda. Me puso feliz esa llamada, antes estaba de mal humor por una discusión con mi hermano. Mi suegra es muy agradable ¿y qué más podría esperar de la mamá de un Fidel tan Fidel?
De ahí en adelante he estado hablando con Orlanda y Andreína (Andreína extraña a su ex y no sabe si volver con él) y veo videos de danza.
¡Me acuesto feliz, agradecida! A pesar de todo
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sincuaderno · 7 years
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22/10/2017
Ayer cumplí una semana desde la última vez que vi a Fidel y me aterra saber que faltan 12 semanas más.
Seguro es porque es la primera semana. Así como la primera semana que un niño pasa destetado... No sé si es una buena comparación. Lo que quiero decir es que confío en que ésto esté siendo así porque es la primera semana, luego debería acostumbrarme.
Pero no sé cómo desacostumbrarme sin dejarlo de querer un poco. Porque como mi amor sigue intacto pues lo extraño, y es difícil. Y no quiero que sea difícil.
Ayer me quedé en casa de Orlanda. Teníamos bastante sin vernos, desde el bazar de música al que fui con Fidel. Ese día fue muy divertido porque Orlanda estaba con su chico, yo con el mío e hicimos un buen grupo.
Llevé media botella de sangría caroreña y un poco de ron. También mi comida porque la cosa está difícil y no quiero descompletar la comida de mi amiga. Una película y mi cámara porque se supone que haríamos una sesión.
Me bañé allá y dormí un poco, y en la noche la acompañé mientras cocinaba, comimos y nos disfrazamos de chicas fancys con nuestras copas de caroreña para tomarnos fotos. Siempre nos disfrazamos y nos tomamos fotos (la abuela de Orlanda tiene mucha ropa extravagante y retro). Fue genial. Luego nos pusimos a tomar e intentamos ver la película que llevé (12 Monos de Terry Gilliam) porque es la que me mandaron a ver en la universidad. Pero no pudimos porque el dvd o mi película están malas. Así que sólo nos pusimos a hablar y bailar y grabarnos. Debo aprovechar el tiempo que me queda con Orlanda porque en enero se mudará a Margarita. Allá estudiará biología marina y vivirá con su mamá y sus hermanos.
No podía dejar de hablar de Fidel, siempre salía en cualquier tema. Me di cuenta e intenté evitarlo pensando que podría ser molesto o sonar presumida. Cuando ya estaba ebria no pude evitarlo y me puse a llorar pensando en que Orlanda se iba y en que extraño a Fidel. No duré mucho, creo, afortunadamente. Me quedé dormida.
Hoy sólo cocinamos y hablamos. Acabo de llegar a mi casa, rompiendo a llorar porque pasé cerca de casa de Fidel y bueno...
Por eso quise escribir. 
Mi papá me invitó al cine pero debo ver 12 monos y acostarme temprano. Mañana tengo dos clases de danza. Comenzaré a ir los lunes a una clase algo dura en la universidad de las artes. También me integré el sábado a el elenco de un performance que se hará en marzo, dirigido por una artista plástica llamada Magdalena Fernández, bien interesante. 
Adiós, estoy muy triste.
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latikobe · 7 years
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“Por mucho que trato, no me acostumbro a limpiarme con la cara de mi hermano”
Celia Guevara, hermana del Che Guevara, expresa sus condolencias por la muerte de Fidel Castro, 2016 (foto Embajada de Cuba en Argentina)
LA HABANA, Cuba.- Cuenta Margaret Randall, en la página 37 de su libro Cambiar el mundo, Mis años en Cuba, que a los pocos meses de morir Ernesto Che Guevara, tuvo oportunidad de conocer a Celia Guevara, la hermana del Che.
Casi a diario ambas realizaban largas caminatas por el Malecón de La Habana cuando caía la tarde y que ella no olvidó nunca aquella ocasión cuando Celia, saliendo del baño del lobby del Hotel Habana Libre, con uno periódico en mano y un gesto sardónico en la mirada, le dijo:
“Amiga, por mucho que trato, no me acostumbro a limpiarme con la cara de mi hermano.”
A continuación, Randall aclaró que por ese entonces, el papel higiénico había pasado a ser un lujo, incluso hasta en los hoteles cinco estrellas.
Era los años en que Fidel Castro ya había destruido la floreciente economía cubana a patadas, con sus botas militares y con la ayuda, por supuesto del Che y de su hermanito Raúl.
Eran los años en que más interesaba a ellos crear dos, tres, cuatro Viet Nam en América Latina contra Estados Unidos, que producir cosas materiales para que la vida de los cubanos fuera más placentera.
Pasaron los años y en 1970, conocí la anécdota de la hermana del Che por boca de Margaret. Habían transcurrido más de cuatro años y ni ella ni yo, cada cual en sus respectivos apartamentos, podíamos adquirir papel higiénico para nuestras casas.
Un día, mientras Margaret me hacía saber que en Estados Unidos el “toilet paper” para el baño y para la cocina no representaba un lujo, sino una necesidad de todos, le conté aquella impresión que recibí en mi vida cuando por primera vez vi un rollo de papel higiénico, entre las cosas que mi padre había comprado.
Fue en 1949, cuando vine a vivir a La Habana con mis padres. Yo tenía diez años. La Habana era todo un paraíso terrenal, no sólo porque hubiera papel higiénico, sino por los baños de las viviendas, verdaderos baños en comparación con los de mi pueblo villaclareño, por sus letreros lumínicos que daban alegría en las calles, sus aceras impecables y avenidas muy limpias y bien cuidadas, sus vidrieras, un regocijo para la vista de los caminantes.
-A Camajuaní no vuelvo más -le dije a mis padres-. Y cumplí con mi palabra, porque para atrás, ni hablar.
Pero Fidel y su hermano Raúl nos castigaron a todos. Empezamos a ir para atrás como el cangrejo y hasta vivimos un montón de años sin papel higiénico, sin vidrieras, sin letreros lumínicos y sin tiendas.
La Habana se transformaba en una ciudad triste, gris y negra, aburrida, sin colorido alguno porque tampoco había pintura para darle.
Todo eso lo he recordado hoy mientras conversaba con mi amiga Yolanda, madre de dos niños que estudian en una escuela primaria, aquí en Santa Fe, y que disgustada, me dice que sus hijos le contaron como desesperados, acuden a las páginas de los libros, cuando tienen necesidad de ir al baño, para no regresar al aula sucios.
Entonces deseé que alguien, un ser milagroso, le hubiera lanzado desde el cielo un rollo de papel higiénico, para que la preocupación desapareciera del rostro de mi vecina.
Por último, para sacarla un poco de su pena, le hice la historia de los rollos de papel higiénico que yo compraba en Japón en 1972. Algunos con dibujos de florecitas primaverales en miniatura, otros con muñequitos de los comics de la televisión y sorpréndete, le dije, hasta perfumados, tan perfumados que si hago un esfuerzo, recuerdo el aroma de aquellos rollos, verdaderas obras de arte, como todo lo que hacen los japonés para alegrar la vida de su pueblo.
Hoy, en la mayor de las Antillas, seguimos en lo mismo: los viejitos hacen su cola cada mañana y adquieren su periódico para la casa, donde aparece infinidad de veces la cara de Fidel, de Raúl y del Che.
“Por mucho que trato, no me acostumbro a limpiarme con la cara de mi hermano”
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