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Évole y Ternera

Algunos recordarán a Jordi Évole de aquellos tiempos en los que interpretaba a un personaje llamado "El Follonero", conocido por sus interrupciones guionizadas dentro del programa de Andreu Buenafuente, primero en la televisión catalana y luego en su salto al prime time nacional.

Évola se fue librando con habilidad de ese alter ego para centrarse en su profesión real, la de periodista, con la que ha provocado de todo menos indiferencia. Pero no ha perdido ese espíritu follonero.

Primero fueron algunos reportajes controvertidos como aquel que sacó a la luz imágenes de una granja porcina de la Región de Murcia en la que algunos de los animales estaban en condiciones deplorables. Nada que objetar si no fuera porque aprovechó para cuestionar las prácticas de una firma charcutera muy importante y muy conocida ubicada en el mismo municipio.

También se atrevió a jugar con el espectador con el documental "Operación Palace", emitido el 23 de febrero de 2014, que ofrecía una nueva y falsa versión del intento de golpe de Estado en la España del 81. El documental, que contó con la complicidad de protagonistas de la época que se prestaron a la tontería, alcanzó lo que pretendía, romper las audiencias, ser tendencia en las redes sociales, copar artículos de opinión y ser tema recurrente en la barra de los bares. Se borraron esa noche pocos mensajes en Twitter (ahora X) cuando se descubrió que el documental era una farsa...

Sí, Tejero fue real, los tiros también. Y un país entero estuvo en vilo durante las horas en las que la joven democracia española se tambaleó. Me cuento entre los detractores de la ocurrencia. Fue un inoportuno experimento teniendo en cuenta la importancia de reivindicar la veracidad, la que debe aportar el periodismo riguroso, en un tiempo en el que las noticias falsas se propagan a la velocidad de la luz.

Y a todo lo dicho hay que añadir los altos vuelos que logró Évole como entrevistador gracias a sus encuentros con personajes de máxima relevancia. Presidentes y ex presidentes del Gobierno de España, activistas por los derechos humanos, líderes nacionalistas de Cataluña y País Vasco, mandatarios de otros países y hasta El Papa.

El suyo ha sido un periodismo incómodo y controvertido. No se puede olvidar la entrevista realizada a Pau Donés en 2020. El cantante estaba en la fase terminal de su cáncer y conmovió a los televidentes de La Sexta por su precario estado físico y su entereza ante el fatal desenlace.

Viene todo esto porque en el reciente Festival de Cine de San Sebastián, Évole presentó un documental que incluye una conversación con Josu Ternera, ex líder de la banda terrorista ETA. No es la primera vez que el periodista se sienta con un radical. Lo hizo también con Arnaldo Otegi tras salir de la cárcel después de cumplir su condena. Con él posó para la posteridad como si fueran colegas en una imagen que rompía la necesaria distancia que, en mi opinión, debe haber entre entrevistador y entrevistado. En mi álbum personal nunca querría tener una imagen junto a ese individuo, pero allá cada cual.

Tampoco era la primera vez que un medio de comunicación no simpatizante con la causa abertzale anteponía el supuesto interés informativo a otras motivaciones. Aquí está la foto del sanguinario etarra Iñaki de Juan Chaos en huelga de hambre, con cuerpo demacrado y cabeza rapada en una imagen similar a la de los judíos en los campos de concentración nazis. Basta echar un vistazo al gesto de su rostro y sobre todo a su mirada, fría como el hielo, para identificar al autor de veinticinco asesinatos y borrar cualquier atisbo de compasión. Por cierto, aquella huelga de hambre, que data de 2008, venía motivada por la "inadmisible campaña mediática contra el etarra" y por el embargo de un piso de su propiedad para reparar a las víctimas de sus crímenes. El salvaje ofendido.

Aún no he visto el documental -anunciado en diciembre para Netflix- titulado "No me llames Ternera", pero lo que cuestiono es que se le dé voz a ese miserable. Sé que, como dijo José Luis Rebordinos, director del festival, "darle la palabra a alguien no es darle la razón", pero vas a recoger el testimonio de alguien que va a seguir justificando su causa, sin arrepentimiento por el sufrimiento y la angustia que provocaron él y su gentuza. Me llamó la atención que Évole dijera en una entrevista concedida con el estreno del documental que Ternera "le había decepcionado." A lo mejor es que esperaba un perdón que sabemos que ni llegó ni llegará porque, de hacerlo, estaría reconociendo que su miserable vida anterior no había tenido sentido.

Estamos mejor sin ver a los malos, en ningún formato, medio o soporte. Lo único que interesa es verles entre rejas. Estamos mejor sin escuchar lo que dicen individuos como De Juana, Otegui y Ternera. Si hay que proyectar ejemplos, que sea el de buenas gentes haciendo el bien. El interés informativo no puede estar por delante de la ética y la moral. A veces se olvida por esa búsqueda delirante de la trascendencia.

Fotos: El Confidencial, El Mundo

Ramón Avilés

#comunicación #periodismo #personas #victimas #eta #país vasco #españa

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DE LA X A LA Z

En el año del Señor de 1994 se estrenó "Bocados de realidad", la ópera prima de Ben Stiller que pretendía retratar a la denominada Generación X, esa a la que pertenecemos los nacidos entre 1965 y 1980. Aparte de no haber sido nunca amigo de etiquetas, me sentí poco o nada identificado con la historia de esos jóvenes de aire funesto que hablaban de sus escasas expectativas de vida. La película, además de poco memorable en general, terminaba reducida a un triángulo amoroso entre el propio Stiller, en la piel de un yuppy insufrible; una insulsa Winona Ryder; y Ethan Hawke, que interpretaba a un muchacho de lo más pedante en su crisis existencial. Menos mal que justo al año siguiente protagonizaría "Antes del amanecer" -primera entrega de la trilogía romántica más bonita del cine- y eso me hizo recuperar mi fe en él.

Los X venimos de los “babyboomers” y hemos parido a los “centennials”, la llamada Generación Z, la nacida a partir de los 2000. Los Z, nativos digitales, presentan un grado de consentimiento y buenvivir que va un poco más allá de sus posibilidades. O para ser más precisos, de las posibilidades que les hemos proporcionado los X.

Porque esta generación es una obra de pluscuamperfecta sobreprotección. Muchos de sus miembros no se han tenido que preocupar nunca de las tareas que les mandan en clase porque mamá (más que papá) ya está al tanto de todo en el grupo de "guasap" que comparte con otras iguales para evitar a toda costa que los nenes se estresen apuntando sus tareas en la agenda de toda la vida. Esas mismas mamás que te cuentan que se marchan pronto a casa con sus retoños porque "tenemos que repasar el examen de Historia de mañana"; y que también levantan la mano en una reunión de padres con profesores para proponer “coordinación” a la hora de hacer deberes. En paralelo, papá ya ha reservado hora de tutoría para reclamar la subida de nota en ese trabajo sobre los planetas calificado sólo con un aprobado cuando el hombre se ha empleado a fondo pintando la Tierra y Marte.

A los X los campamentos de verano para sus hijos les encantan, pero al mismo tiempo les estresan. Recuerdo que los míos me mandaron a la tierna edad de once años a uno que estaba en Cáceres, onde horas de bus de por medio. Allí aprendimos inglés, hicimos deporte y montamos obras de teatro. Cortar el cordón umbilical es necesario para empezar a ser independiente y allá que fui encantado -tanto que repetí al año siguiente- pese a que se escapase alguna lagrimilla melancólica en esas primeras noches de habitación de siete con olor a tigre. El dato de las lagrimillas lo omitía en la llamada semanal a cobro revertido para contar mis andanzas. Entonces no había aplicaciones de mensajería donde informar de lo que hacíamos cada diez minutos.

No dudo de la buena voluntad de mi generación, pero creo que se han pasado de frenada porque a más de uno la aventura de ser padre le ha llegado un poco tarde. A fuerza de ceder, dar y, en los casos más extremos, hacer de los hijos tus colegas, los principios de autoridad se han difuminado. Por eso asistimos a esos episodios protagonizados por pequeños dictadorzuelos que, de no cortarles las alas, se terminarán convirtiendo en auténticos tiranos. Tanto cuidado y tanta protección en casa han dado al traste con la parte de la vida más importante del aprendizaje, que es la equivocación. Y allanando el camino hasta el extremo se han difuminado sentimientos tan esenciales y necesarios como el aburrimiento y la frustración. El sistema educativo también ha puesto de su parte relativizando el esfuerzo y la meritocracia.

Y la paradoja es que todo el tiempo empleado en librar a los críos de cualquier tipo de sufrimiento o revés es inversamente proporcional al dedicado a chequear qué sucede en ese otro mundo, el virtual, donde se cuece todo tipo de situaciones que alimentan miedos y complejos y terminan siendo una amenaza real para la estabilidad de los jóvenes.

A veces mis padres se sorprenden de las cosas que toleramos, de ese pulso X-Z que libramos día sí y día también. No saben de la que se han librado.

Ramón Avilés

#generaciónz #jóvenes #cine #paternidad #babyboomers #educación

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Aquel julio del 97

Mientras estudiaba la carrera de Periodismo en Sevilla me ofrecí al diario La Opinión de Murcia como corresponsal en Puerto de Mazarrón.

Corría el año 95. En febrero, Ortega Cano y Rocío Jurado se habían casado en la finca Yerbabuena, propiedad del diestro, situada en Castilblanco de los Arroyos, a unos cincuenta kilómetros de la capital hispalense. Esto me había permitido firmar una contraportada a todo color a modo de previa (encargo de Antonio González Barnés). A la facultad llegaban ejemplares de diarios de distintos puntos de España y, suerte la mía, La Opinión de Murcia era uno de ellos, aunque sus números llegaban con cierto retraso. Aún no eran los tiempos de la digitalización, entiéndase.

Pasaban los días y no había ni rastro de mi reportaje, que había remitido por correo postal, perfectamente mecanografiado en mi Olivetti, junto a algunas fotografías tomadas temerariamente. Con poca esperanza volví a ojear el periódico aquella mañana en la biblioteca. Tampoco parecía ese el día y empezaba a pensar que mi escrito no tenía interés o calidad suficiente para su publicación. Así que lo devolví de mala gana a la estantería y cayó de manera que era la contra lo que quedaba a la vista. Título: "Todo listo para el sí quiero". Autor del texto y las fotos: Ramón Avilés. Ya me había desvirgado como reportero.

Sirva el preámbulo para contar que esa previa de la boda del torero y la tonadillera me sirvió de carta de presentación para que se aprobase mi nombramiento como "enviado especial" al Puerto de Mazarrón, rincón de la costa murciana que conozco bien por ser veraneante de la zona desde niño.

Así que el largo verano del estudiante me serviría para rodarme y llevarme de paso algo de dinero al bolsillo. Me dediqué a recorrer las playas del municipio a la caza de la foto más pintoresca y el reportaje más refrescante para esas páginas del estío en las que los contenidos más sesudos dan paso al entretenimiento y las curiosidades.

La experiencia fue buena y debió pensar lo mismo el coordinador del cuadernillo de verano porque, además de aquel verano del 95, repetí en el 97, justo cuando me licencié. Con mi título bajo el brazo, sentía que era el momento de ampliar temas, que aquello de inmortalizar parejas tumbadas en la playa, sombrillas solitarias a primera hora del día y chavales sobre una tabla de surf se me quedaba corto.

Fue así como viví aquel fatídico 12 de julio, en el que ETA asesinó a Miguel Ángel Blanco, concejal popular en el Ayuntamiento de Ermua. La banda terrorista le había secuestrado un par de días antes y, a cambio de su liberación, exigía el acercamiento de todos los presos de la organización a las cárceles del País Vasco. Cumplido el plazo, le mataron. España entera vivió con sufrimiento la cuenta atrás hasta el fatal desenlace.

Es conocido, y así debería figurar en nuestra historia más reciente, el movimiento social contra ETA que hubo en todo el país, con especial incidencia en la comunidad vasca. Todos recordamos esas manos blancas y el unánime "basta ya" coreado por la gente de bien mientras la gentuza se escondía en su madriguera.

Pero vuelvo al 13 de julio de 1997. El intrépido reportero no dudó en subirse a la moto y plantarse en la plaza del Ayuntamiento de Mazarrón. Allí, como en cualquier rincón del país, se vivía con verdadera angustia el destino del concejal de Ermua en el día en que expiraba el plazo dado por los terroristas.

El fatídico momento del anuncio de su muerte me pilló con la cámara al hombro junto a una ventana del consistorio. Desde allí se podía ver perfectamente al entonces alcalde, Domingo Valera, llorando a moco tendido viendo la noticia en televisión. Pude hacer la foto y casi con total seguridad que habría sido publicada, pero decidí respetar ese momento tan íntimo y lleno de dolor.

Por aquel entonces, la relación del primer edil mazarronero con Ramón Luis Valcárcel, líder incuestionable del PP durante más de veinte años, había pasado del amor al odio y eso determinó el final de Valera. Prosperó una moción de censura que contó con el apoyo de hasta algún concejal popular y se le suspendió de militancia.

Poco antes de ese pleno en el que dejó la alcaldía, coincidí con Valera en la Oficina de Turismo del Puerto, lugar desde donde había que remitir las noticias por fax (para el lector joven, un artilugio que usábamos antes del correo electrónico para remitir documentos). Allí, y por razones de actualidad, le pedí una entrevista que se había negado a conceder hasta la fecha pese a que debían ser muchas las solicitudes, por la que estaba cayendo. Su respuesta: "Pues mira, vamos a hablar porque no me hiciste la foto cuando estaba llorando el día que mataron a Miguel Ángel Blanco". Habían pasado, qué sé yo, una semana o diez días desde el asesinato de Blanco, y el tío no lo había olvidado. Se había quedado con mi cara y, sobre todo, con mi gesto.

Así que anuncié al periódico mi gran exclusiva y me cité con Valera en la misma Oficina de Turismo, donde básicamente tomé algunas fotos y mantuve con él una larga entrevista en la que yo, más que hacer preguntas, daba pie a largos desahogos. Era divertido ver cómo se dirigía a la grabadora con su mirada por encima de las gafas mientras levantaba el dedo como gesto de advertencia o agitaba la mano como cuando una madre le dice a un hijo que se va a llevar un azote. Las advertencias eran todas para Valcárcel y las reprimendas, a Ángel Montiel, articulista de La Opinión que le había dedicado algunos de sus textos.

Valera se volvió a presentar a las elecciones municipales en la siguiente legislatura con un nuevo partido -el PIXM- y el pueblo, que es soberano, le eligió otra vez como alcalde por mayoría.

Sí, aquel julio del 97 dio para mucho. Y aunque han pasado ya veintiséis años de aquello, hay recuerdos que permanecen intactos. Algunos da gusto revivirlos, como esa primera experiencia como reportero. Otros, no tanto. Porque ETA dejó de matar y se disolvió, pero a cambio de concesiones que llegan hasta nuestros días.

Qué pena que Blanco tuviese que perder lo más preciado que tiene un individuo, su propia vida, porque el Estado no cedió al chantaje de los violentos. Hoy están todos los presos de ETA en el País Vasco a cambio de un puñado de votos.

Ramón Avilés

#ETA #España #sociedad #periodismo #comunicación #terrorismo

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Política performance

Dice el diccionario de la RAE que una "performance" es una "actividad artística que tiene como principio básico la improvisación y el contacto directo con el espectador". Ergo, una actividad artística tiene como escenarios naturales un museo, un cine, un teatro, incluso la calle. Desde luego, no el Congreso de los Diputados, el Senado o un parlamento autonómico, como se ha puesto de moda en los últimos años en España.

Maribel Mora, de Adelante Andalucía, fue la protagonista de esa especie de "política performance" que busca la gloria efímera de las redes sociales. A la señora diputada le pareció una idea original vaciar un vaso de arena en el escaño del presidente autonómico, Moreno Bonilla, como muestra de su rechazo a una proposición de ley para ampliar la superficie de regadío en el entorno del Parque de Doñana. Y justificó la acción en Twitter, el canal que todo lo aguanta, con "una imagen vale más que mil palabras". La escenita en lugar de la argumentación.

Esta fue la penúltima entrega de la colección de momentos memorables que nos han regalado sus señorías y que, para bochorno de todos, se han escenificado bajo la luz y los taquígrafos.

Recordemos algunos en el Congreso de los Diputados: el "piquito" de Pablo Iglesias con un diputado olvidable; la impresora de Gabriel Rufián; las camisetas reivindicativas estampadas con imágenes de delincuentes...

En el contexto político murciano también se han dado casos, como el de la diputada de Podemos María Marín, que en una sesión depositó junto al presidente autonómico un tarro de cristal lleno de peces muertos y agua del Mar Menor y en otra no dudó en vestirse con un mono de estercolero para denunciar que la Asamblea Regional "apestaba".

La cosa es que esos no son sitios para las ocurrencias. No sé si tan brillantes ideas les vienen después del primer café, tomando una caña con amigos o en las reuniones con sus asesores, donde otras mentes igual de chispeantes contribuyen a perfilar los detalles del momento.

Incluso en este tiempo pre-electoral, sin que haya empezado aún la campaña, ya hemos visto algún ejemplo poco edificante en forma de cartel.

Lo que yo quiero como ciudadano es que haya aportaciones de unos y de otros apoyadas en el debate serio, constructivo e inteligente. El problema es que la frivolidad también se ha hecho fuerte en política y ahora interesa más acumular clics en los diarios digitales y montar bulla en las redes sociales con la ayuda del habitual ejército de afines.

En el sueldo de nuestros representantes públicos va implícita la ejemplaridad. No se trata sólo de cumplir un programa y hacer una gestión limpia de los recursos de todos, sino también de cuidar las formas porque son la imagen de un pueblo.

Así que pido a las personas que integran las listas electorales que tengan esto presente y lo pongan en práctica desde ya, aprovechando que estamos en año de elecciones, cuando cientos de miles de ojos observan cada palabra y cada gesto.

Saldremos todos ganando si el día en que tengan semejantes ocurrencias entregan mejor el acta y participan en un casting de Got Talent.

#política #performance #ética #respublica #publico #comunicacion #periodismo #reflexiones

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Posverdad, fake news y periodismo

El director de La Verdad de Murcia, Alberto Aguirre, ha reivindicado en las últimas intervenciones públicas suyas que he presenciado el valor del periodismo y los profesionales que lo ejercen en este tiempo de noticias falsas y posverdad. Me sumo a esa reivindicación. El ejercicio de informar con responsabilidad y la producción de contenidos de calidad son imprescindibles para contrarrestar la cantidad de bulos que encuentra en las redes sociales un hábitat perfecto para su reproducción.

Recuerdo una entrevista televisiva a Miguel Bosé en la que el cantante ponía el grito en el cielo porque había corrido como la pólvora la noticia -falsa, evidentemente- de su muerte en un hospital. La supuesta causa, el SIDA, con lo que ya teníamos el cuadro completo: muerto por maricón, como todos sospechábamos. Corría el año 1992, por lo que Bosé tuvo que acudir a un plató de televisión para demostrar que seguía vivito y coleando. Hoy le habría bastado un tuit para ello, pero habida cuenta de la velocidad con que corre la información en las redes sociales, el momento del desmentido habría llegado después de su supuesto entierro. La posverdad es el reverso tenebroso de la realidad, el triunfo del "no dejes que la verdad te estropee una buena noticia". Justo lo que combate el periodismo.

La generación de mis hijas no lee La Verdad o El País, tampoco escucha informativos de radio o ve telediarios. Sus referentes son Instagram y, por encima de todo, TikTok, donde pueden pasar horas muertas observando cómo una boca mastica hielo, conociendo los últimos trucos de belleza o escuchando el nuevo tema de la Shakira despechada. No las juzguéis, vuestros hijos, sobrinos o nietos hacen lo mismo. Son los siervos de la dictadura de la felicidad.

Por eso es tan importante que los medios de comunicación no pierdan su sitio. Que no usen las redes sociales para alimentarse de sus contenidos, cosa que me parece poco acertada. Tienen que crear sus propios perfiles y canales, dotarles de contenido atractivo y demostrar que la información rigurosa y fiable, producida por profesionales con criterio, es mejor que la que hace un ejército de arribistas que buscan la viralidad a partir de la frivolidad.

El poder de las redes sociales se basa en la inmediatez con que vive todo la sociedad del espectáculo, del microvídeo, de la foto impactante, del meme y del gif. Información de caducidad instantánea al servicio de un usuario cada vez más impaciente. Pero, en la era de las prisas, ¿no deberían ser los medios quienes marcasen el paso? ¿No son los que están más acostumbrados a correr por ser los primeros en contarnos las cosas?

La digitalización es inmediatez. El reto es mayúsculo porque hoy cualquiera puede contar cosas con su teléfono móvil desde los diez u once años, que es hasta donde hemos bajado el listón de madurez los padres del siglo XXI. Pero también los medios han aprovechado la multicanalidad para ampliar su público.

No se puede tirar la toalla. Hay que defender con uñas y dientes los valores del periodismo y el papel que juegan los medios de comunicación. Nos ayudan a entender la realidad que nos rodea, a tener puntos de vista más cualificados y formados que nos ayudan a crecer y a seguir construyendo una sociedad informada desde la pluralidad y la veracidad.

El periodismo pone orden en mitad del caos. Lo demás es espectáculo y anestesia.

Foto: El Confidencial

Ramón Avilés

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Ahora que Murcia tiene AVE

Convendremos que la incorporación de Murcia a la Red de Alta Velocidad es una buena noticia, pero con matices.

El primero, que el hito llega no tarde, tardísimo.  En el lejano 2001 se firmó el denominado Pacto de San Esteban que rubricaron los entonces presidentes de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón; Comunidad Valenciana, Eduardo Zaplana; Castilla-La Mancha, José Bono; y quien actuó de anfitrión, el presidente de la Región de Murcia, Ramón Luis Valcárcel. De notario, el ministro de Fomento, Álvarez-Cascos. El acuerdo obligaba a renunciar a la conexión natural por Albacete para aceptar que el AVE a Murcia llegase por Alicante. Se aceptaba por lo tanto pulpo como animal de compañía con tal de que la región no quedase fuera de la Alta Velocidad.

Si el pacto fuese una tarta diríamos que los presidentes manchego y valenciano se la comieron íntegra, sin dejar migajas. Bono consiguió que todas las capitales de su comunidad tuviesen parada y Zaplana, que los empresarios de la suya le sacasen en procesión porque se habían ofrecido a pagar la obra y al final amoquinó el Estado. Valencia tuvo AVE en 2010 y Alicante, tres años después.

En cambio, la Región de Murcia ha soportado lo de siempre: un rosario de promesas incumplidas y falsos compromisos antes de que, a punto de empezar 2023 y para evitar que saltase otro año, entrase un AVE a la estación de El Carmen. Dos décadas después de aquel famoso pacto, que se dice pronto. Y eso que nos las prometíamos felices cuando Benigno Blanco, el secretario de Estado de Álvarez-Cascos, colocó la famosa traviesa en Alquerías en presencia de los mandatarios de la época. Corría 2003, dos años después de la famosa escenificación de San Esteban, y se pensaba que aquello iría a ritmo de alta velocidad, no al del tren de la bruja. 

La hemeroteca ha dejado para el recuerdo titulares que ahora no viene al caso recordar, aunque sean difíciles de olvidar, y la mayoría hacían referencia a la llegada a la capital del Segura. Llegada cierta, confirmada y en los casos más llamativos hasta con apuestas de por medio que nunca se saldaron. Todavía me cuesta entender las sonrisas y los selfies del día de la inauguración. Había motivos para la satisfacción, pero no para el festejo.

Más matices. Sólo hay cuatro frecuencias para ir a Madrid. Dos trenes llegan directos a la estación de Chamartín (la más alejada) con un par de paradas en Orihuela y Elche, el de las 6,25 y el de las 13,55. Pero los otros dos, una a media mañana y otro por la tarde, proponen una bonitá “turné” de tres horas y media con parada en todas las estaciones del viaje, Alicante incluido. Es decir, tardan lo mismo o más que si vas en coche. Para volver, las mismas frecuencias directas e “indirectas” en horarios similares. El premio de consolación es que los trenes de recorrido más largo llegan a Atocha.

Por comparar, aunque esté feo, Alicante dispone de trece trenes diarios en cada sentido. Así que, con semejante oferta, muchos murcianos siguen explotando el “combo” coche-a-Albacete-y-AVE-a-Madrid para ir y volver. Porque con sólo dos opciones al día para ir directamente hasta la capital de España, no da.

Vamos con los matices finales. El AVE ya está en Murcia, aunque sea de aquella manera, pero está pendiente la continuación hasta Cartagena y Lorca. De esta última depende la recuperación de la conexión con la comunidad andaluza, a la que no podemos ir en tren desde los 80, y que ha obligado a cortar por plazo de tres años (a priori, siempre a priori) de Murcia a Lorca y Águilas y de Murcia a Chinchilla.

Por resumir. El AVE ya está aquí e interesa para tener alternativas de desplazamiento a Madrid, pero sobre todo para que los de allí y quienes tienen que buscar combinación en la capital para seguir al sureste, viajen a Murcia. Pero para eso hay que ponérselo fácil al personal.

Con las ganas que tengo de dejar de oír tópicos en torno a Murcia, sobre todo de boca de esos que salen del centro peninsular y cuando llegan a "las provincias" se quieren ganar el favor tirando de gracias de manual. Esos que presumen de veraneos en La Manga, de casa en Mazarrón, de abuela de Lorca o de amigos Bullas y que les encanta el “pahtelico de carne", decir “acho pijo” y quedar en el "picohquina".

Ahora que ha llegado el AVE, espero que haya más opciones de cortar ese rollo. Que conozcan de verdad la Región de Murcia y dejen de tocar de oído. Que aparquen de una vez por todas esa imagen pintoresca y pueblerina que aún persigue a los murcianos por mucho que corramos.

Pero también nos pongo deberes. Podemos promocionarnos mejor que hasta ahora, con una mentalidad menos doméstica y más ambiciosa. Tenemos embajadores excelentes en el mundo del deporte, la cultura o la empresa, pero sigo viendo ciertos complejos entre gentes a las que cuesta quitarse la boina de lo bien encasquetada que la lleva. Y hay que sacudírselos si pretendemos hacer del turismo un motor de crecimiento.

Que haya más visitantes pasa por tener más y mejores comunicaciones por tierra, mar y aire. Y más visitantes conlleva más necesidades de alojamiento y por lo tanto más inversiones para hoteles, servicios, etc. que nos harán entrar en ese círculo virtuoso al que podemos y debemos aspirar.

Foto: La Verdad

Ramón Avilés

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"Murcio" y residente en Cartagena

Soy nacido y criado en Murcia y la vida me trajo a Cartagena el pasado septiembre. Muchas mañanas las gaviotas, que escucho allá a lo lejos, son mi despertador natural. Después cojo el coche, viajo a la capital a trabajar y vuelvo a casa antes de que oscurezca.

A veces digo que ya tengo la “doble nacionalidad”, aunque para mí la única nacionalidad es la española y en Murcia y Cartagena luce el mismo sol. Pero como broma suele funcionar. Lo cierto es que estar a caballo entre las ciudades más grandes de la región me hace sentir el pálpito de las dos. Y seguramente querer más a mi tierra.

Siempre he disfrutado de las visitas que he hecho a Cartagena. Es la ciudad turística por antonomasia de la región, con el teatro romano como destino preferente. Cuando se mira al mar desde la Muralla es ya habitual ver la silueta de un crucero que hace escala en un puerto que no deja de crecer y se ha convertido además en punto de encuentro para el ocio. Hasta cuenta Cartagena con el único equipo que compite en categoría de fútbol profesional. 

Pero hay una parte, que no es pequeña, de la población cartagenera que parece no terminar de creérselo y que en lugar de mirar hacia dentro para pensar cómo la ciudad y su comarca pueden seguir avanzando, mira más bien hacia fuera, en concreto en dirección a Murcia. Y puedo afirmar, con mínimo riesgo a equivocarme, que los murcianos no hacen de joder a Cartagena el motor de su vida. Una región uniprovincial, periférica y condicionada por hándicaps severos como malas comunicaciones y una peor financiación por parte del Estado no puede perder el tiempo en guerras domésticas sin sentido. Al contrario, tiene que hacer de la unión, su fuerza. Murcia y Cartagena nunca pueden estar enfrentadas sino que tienen que ir de la mano para defender sus intereses compartidos, sin que eso signifique renunciar a los propios del lugar.

La cosa es que, como “murcio” residente en Cartagena, disfruto igual tanto si paseo por Trapería hasta la Plaza de la Cruz como si lo hago desde la Calle del Carmen hasta Puertas de Murcia. Me sienta igual de bien una marinera en el Café Bar de Alfonso X que un montadito en la Pani. Sigo bromeando con los cartageneros que tengo más cerca y que niegan y se negarán a decir por los siglos de los siglos que son murcianos, aunque con una sonrisa en la boca. Y aplaudo a esos otros que critican Murcia pero luego se divierten en sus Fiestas de Primavera. Porque viajar, aunque sea a media hora en coche, abre mucho la mente.

Qué bonito es tener una región que hace de la diversidad su riqueza, pese a su escaso o nulo sentimiento patrio. Nuestro defecto, si a eso se le puede llamar defecto, es sentirnos españoles por encima de todo. Esto ha jugado en contra de esta comunidad nuestra, que cuenta poco en una España de las Autonomías desequilibrada e insolidaria. A lo mejor si cuando se hizo el reparto autonómico nos hubiésemos unido a territorios hermanos como Almería y la Vega Baja de Alicante, otro gallo nos hubiese cantado.

La cosa es que el localismo exacerbado, además de ser profundamente cateto, no aporta nada al proyecto común. Así que sólo me queda proclamar mi amor por la ciudad que me vio nacer y por la que ahora me da cobijo. Porque soy el ejemplo viviente que demuestra que Murcia y Cartagena pueden dormir en la misma cama y hacer el amor apasionadamente.

Ramón Avilés

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Encajar los golpes y seguir

Siempre he pensado que Sylvester Stallone es uno de los cineastas más infravalorados que ha dado la industria del cine. Su forma de hablar tan particular, producida por una parálisis facial, y ese exceso de testosterona exhibido en buena parte de su filmografía han menospreciado al guionista, director y actor de extensa carrera que pasará a la historia por haber encarnado a dos iconos del celuloide, John Rambo y, en especial, Rocky Balboa.  

Lo dijo el mismo “Sly”, que ya anda camino de los ochenta, el feliz día en que recogió su Globo de Oro por “Creed”, donde volvió a interpretar al boxeador de Philadelphia. “Es el mejor amigo imaginario que jamás he tenido”. Vive Dios que a él le debe sus mayores éxitos desde que lo encarnó en los 70, sin que eso desmerezca interpretaciones notables en otras películas.

“Ni tú ni yo ni nadie golpea más fuerte que la vida. Pero no importa lo fuerte que golpeas, sino lo fuerte que encajes los golpes y sigas avanzando”. Quien haya visto “Rocky Balboa”, la sexta entrega de la saga que dio una segunda juventud al personaje, recordará esta frase que el púgil, ya retirado, viudo y propietario de un restaurante, dice a su único hijo, que quiere convencerle de que no dispute un combate de exhibición. En el vídeo del post podéis ver la secuencia completa.

La frase, la película, Stallone y su alter ego Rocky crean un todo indisoluble que transmite la misma enseñanza, que es cómo crecernos ante la adversidad y que el esfuerzo y el sacrificio marcan el camino a la victoria, por improbable que parezca.

Stallone vivía en un cuchitril cuando se mudó a California en busca de su sueño. La habitación en la que vivía era tan pequeña que tenía que elegir entre abrir la ventana o la puerta y hasta se vio obligado a vender a su perro para subsistir, según él mismo ha contado. Con un bagaje de dos o tres papeles de poca monta y seiscientos dólares en la cuenta, la necesidad hizo que se centrase en el único objetivo de escribir y hacia ello enfocó todos sus propósitos. Eran relatos triviales, pero fueron forjándole como contador de historias.

Un día fue a un combate de boxeo, a priori de final predecible porque enfrentaba al campeonísimo Muhammad Ali con un boxeador del montón, Chuck Wepner. Tuvo así la oportunidad de ver en directo cómo el “donnadie” cristalizaba su vida entera en el momento en que tumbaba al más grande de todos los tiempos; y entender que así habría de pasar a la posteridad, como el tío que aguantó quince asaltos al número uno y hasta llegó a sentarle en la lona.

Fue esto lo que catalizó la idea de “Rocky", cuyo guión escribió en tres días. Un púgil del montón, matón a tiempo parcial para un mafioso local, que vivía en un cuchitril apestoso y a quien le ofrecen la oportunidad de su vida: enfrentarse al campeonísimo Apollo Creed.

Con el guión finalizado, a Stallone le tocó librar otro combate, el de los despachos, hasta que dos avispados productores, Irwin Winkler y Robert Chartoff, le compraron la idea con la condición de que un actor famoso, y no un desconocido, protagonizase la película. Stallone porfió hasta convencerles e ignoró incluso una mejora de la oferta porque sabía que, como su personaje, "his whole life was a-million-to-one shot".

Así es como funciona esto. La vida es una prueba continua, tanto en lo personal como en lo profesional, y los golpes llegan muchas veces sin avisar. Nos tocará ser fuertes porque sabemos que el mundo no está sólo pintado del color del arcoiris y de bellos amaneceres y si dejas que te aplaste, no dejará que te levantes.

Encajar los golpes y seguir avanzando, no queda otra. Y trabajar con esfuerzo e ilusión para que surja nuestra oportunidad.  

Ramón Avilés

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Y la niñez se quedó en el camino

Ya va quedando menos para mi cincuenta cumpleaños y aún me gusta repasar la revista de juguetes que El Corte Inglés lanza cada Navidad. Supongo que me recuerda al niño que fui, a la inocencia con que cada noche de Reyes dejaba un tarro con agua y unas galletas a los magos y a sus camellos y a la ilusión con que amanecía cada seis de enero para ir corriendo al salón. Ojalá no se perdiese nunca esa magia y esa candidez propias de la niñez, pero me temo que el cuento ha cambiado mucho.

Ves cómo se comportan los chavales de ahora y te das cuenta de que reciben demasiadas influencias que han distorsionado el desarrollo normal de su crecimiento y su madurez, hasta el punto de que su inocencia se ha interrumpido, cuando no perdido. Hay unos cuantos factores que lo han provocado, pero uno de los más claros está asociado a la irrupción de los dispositivos móviles y, en particular, al uso de las redes sociales.

Cualquier menor tiene hoy un móvil, a veces mejor que el de sus propios padres, a partir de los diez años. Todo por ese afán de mi generación (y aquí entono yo también el "mea culpa") por evitar la frustración del no, que ha traído como resultado la generación de mini-caciques que se lo merecen todo. Pero esa es otra historia.

De esta forma, el usuario precoz, aprovechando lo laxas que son las redes sociales en la creación de perfiles, accede a un universo infinito de información que engulle sin filtrar. Y para una mente aún moldeable como el barro, un móvil puede ser un arma de destrucción masiva si está mal utilizada. De autodestrucción y de destrucción de los demás.

Lo cierto es que se impone la triste realidad de los hechos. La música latina que escuchan nuestros hijos está fomentando patrones de conducta que incitan a la violencia y donde se denigra a la mujer con letras sexistas y machistas. Los padres, perdidos en sus nostalgias ochenteras y sus ensoñaciones “indis”, no se enteran o no se quieren enterar. Mientras, niños, preadolescentes y adolescentes se mueven a ritmo de letras como esta:

"Estoy enamorado de cuatro babies

Siempre me dan lo que quiero

Chingan cuando yo les digo

ninguna me pone pero”.

Y a la vez, series y programas de televisión como Élite o La isla de las tentaciones han frivolizado las relaciones sexuales. El consumo de pornografía es cada vez más temprano y ha corrompido la educación sexual. Se han incrementado los delitos sexuales cometidos por menores y los profesores han puesto el grito en el cielo porque se han disparado las amenazas, los insultos y los intentos de agresión por parte de los alumnos. En el peor de los casos, con padres de por medio. Y, por si fuera poco lo apuntado, que los menores de edad puedan jugar y apostar online ha provocado que sufran trastornos propios de la ludopatía.

Este panorama se ha derivado de la facilidad con que los menores cuentan con sus propios dispositivos móviles y con la falta de control que ejercemos los progenitores sobre el uso que hacen de ellos. Aunque les cierres una puerta, siempre tienen alternativas para acceder a lo que está de moda. Este ha sido el caldo de cultivo perfecto para que se afiance el sombrío reinado de las redes sociales, donde niños y niñas cuelgan fotos con poses impropias de su edad, graban peleas o cuelgan montajes para reírse de un compañero o de un profesor con tal de acumular “megustas” y fans, en el convencimiento de que ser virtualmente popular está guay. Cuántas veces habré oído “papá, ese es famoso” porque "ese" tiene el mérito de acumular treinta mil fans en una red social. El concepto del éxito también se ha retorcido hasta el esperpento.

En resumen, que estirar la inocencia propia de la niñez es hoy misión casi imposible. Hay demasiados aceleradores hacia una falsa madurez que la ha machacado.

A lo mejor, digo yo, debemos hacer algo más que echarnos las manos a la cabeza ante la noticia del apuñalamiento de un profesor en plena clase. A lo mejor no es suficiente rasgarse las vestiduras cuando se produce la violación de un menor por parte de otros menores. A lo mejor no tenemos que limitarnos a golpear nuestro pecho al ver la cifra de intentos de suicidio en niños y adolescentes en 2022, la más alta de los últimos diez años. La mayoría por acoso escolar o ciberbullying, por cierto.

A lo mejor hay que pensar de una vez por todas y antes de que la cosa se ponga aún peor por qué estamos fracasando tan estrepitosamente como sociedad.

Ramón Avilés

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Vitaminas Carlos Alcaraz

Nunca antes un meteoro cruzó tan rápido la galaxia del tenis. Carlos Alcaraz, Carlitos para sus amigos y ya para todos, natural de El Palmar, pedanía del municipio de Murcia, ha revolucionado el mundo del deporte en tiempo récord.

De ser una promesa a colarse entre los diez primeros del ranking mundial en apenas unos meses. De hablar de él como un chaval de diecinueve años con proyección de futuro a recibir la Medalla de Oro de la Región de Murcia y ser también la imagen de su nueva campaña turística. Hacía tiempo que no asistíamos a un fenómeno de tal impacto social.

Y creo que ha venido bien, que a los murcianos nos hacía buena falta esta inyección de autoestima. Porque hemos sido siempre víctimas, y y también promotores, de un discurso fatalista sobre una comunidad autónoma pequeña, periférica y mal comunicada. El resto lo ha puesto un escaso o nulo sentimiento regionalista, traducido en poco amor propio. Por estos lares somos más de nuestro pueblo que de nuestra región.

Y ha llegado Carlos Alcaraz para traer un soplo de aire fresco que se ha colado por nuestras ventanas y que ha tenido efectos de huracán en la mentalidad murciana, moderna para unas cosas, provinciana para otras. Ha servido para que nos sacudamos los dos dedos de complejos y nos lo hemos creído un poco gracias a este chaval de aspecto fuerte y sano, que ha conquistado al público con su tenis, pero también con su forma de conducirse fuera de las pistas.

Por eso necesitamos más vitaminas como las que aporta Carlitos. Fue curioso ver cómo personas de otros lugares de España te felicitaban por el simple hecho de ser murciano en los días en los que el tenista se lucía en el Open de Madrid. Te hacía sentir orgulloso de compartir raíces con él. Después, el buen papel en su primera participación en Roland Garros ha confirmado que es un deportista a seguir.

Hacer lo que mejor sabes hacer, hacerlo bien, triunfar y al mismo tiempo actuar con humildad son características que forjan a los líderes y Carlos Alcaraz lleva camino de serlo.

De entrada ya ha conseguido algo muy meritorio: contagiar el orgullo de ser murciano a cientos de miles de paisanos que necesitan estos buenos referentes para sacar también pecho por su tierra.

Foto: elconfidencial.com

Ramón Avilés

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El chico de Prensa del siglo XXI

Cuando me enseñaron el despacho donde trabajaría "el chico de Prensa" me encontré una mesa vacía y un ordenador. Mi cometido sería atender las peticiones de los medios de comunicación, preparar un dossier con las noticas más destacadas del día y lanzar notas de prensa cuando tocaba, tareas que se debían despachar en media jornada.

Después de haber hecho prácticas en un diario regional durante los veranos, trabajado en una revista sociocultural y de becario en la Agencia EFE, mi trayectoria profesional derivó pronto hacia la comunicación institucional en un tiempo en el que no habían explotado aún los gabinetes de prensa. Estábamos aún lejos de hablar de la comunicación como una pieza clave en cualquier organización y de considerarla una disciplina estructurada que responde a una estrategia. Pero tenía claro que lo de ser sólo "el chico de Prensa" no respondía a la idea que yo tenía en la cabeza cuando empecé a trabajar en CROEM.

Lo que más bien pretendía era realizar la transición del tradicional gabinete de prensa a la Dirección de Comunicación, un área que merecía su propio hueco cerca de la alta dirección y que debía iniciar una nueva etapa en las relaciones de la organización empresarial con todos sus grupos de interés, ya no sólo medios informativos. Es más, que la comunicación podía y debía tener un rol cohesionador, líder dentro de la organización.

Ese cambio permitió sacudir el polvo y abrir ventanas para que se perdiera cierto olor a naftalina. A partir de ahí, buscamos modernizar la estructura; asumir la coordinación de eventos institucionales; mejorar los vínculos con el entorno, en especial con las asociaciones y las empresas adheridas; y, muy especialmente, cambiar el relato en torno al empresariado y la percepción social que de él se tenía. Todo ello apoyado en el uso de nuevos recursos, si no ya humanos (es habitual ser Juan Palomo en estas lides) al menos técnicos.

El cambio cultural y social experimentado en estos años, con la demanda creciente de cercanía y transparencia, ha servido de estímulo y también de acelerador del proceso, de manera que muchas instituciones y empresas han ido creando sus propias áreas de comunicación o han recurrido a agencias externas para ello.

Porque en los últimos años el área no ha dejado de crecer y se ha adaptado a las nuevas necesidades, derivadas del auge de formas de comunicación masivas, como las que proponen las redes sociales. Su "boom" trajo consigo a mucho oportunista que se autoadjudicó la profesión de "periodista" o de "comunicador", lo que hizo imperativo dar un paso más en la profesionalización del área para no ver amenazada la estrategia general de comunicación.

Recuerdo una mesa redonda, en los orígenes de Facebook, en la que tres personas, ninguna de ellas dedicada al periodismo o la comunicación, actuaban de ponentes por el simple hecho de haber abierto una página o creado un perfil de sus respectivos negocios. Se levantó una persona entre el público que les llamó "periodista" y eso hizo que saltasen mis alarmas. La comunicación online tenía que pasar a ser "territorio dircom" y garantizar la coherencia con lo que se desarrollaba offline.

Además, el auge de la Responsabilidad Social y de las demás acciones pensadas para optimizar las relaciones con el entorno y la reputación corporativa han servido para enriquecer la labor que comenzó en aquel mayo de 2002 y que en el curso de veinte años han sustentado la evolución profesional del "chico de prensa" del siglo XXI.

Un perfil, el de ahora, que incluso va más allá del periodista que da el salto a la comunicación institucional y corporativa y que se ha visto enriquecido con conocimientos en economía, empresa, gestión de personas, etc. Un perfil de cualificación más integral y que responde a las necesidades reales de la organización o la empresa que busca seguir siendo competitiva sacando el mayor partido a los intangibles.

Ramón Avilés

#comunicacion #periodismo #formación #prensa #empresa

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Transparencia

Hay que saber venderse. Es una máxima que como tal se asume, en unos casos por convicción y en otros a base de pescozones. Pero lo cierto es que organizaciones de distinta naturaleza y sobre todo empresas han ido aprendiendo a contar lo que hacen y a apreciar el valor de saber comunicar. Y para hacerlo con efectividad, hay que poner nombre a las cosas.

Un único término actúa a modo de paraguas que ampara las actividades que se llevan a cabo. Esto no implica que antes no se hiciera nada al respecto, pero sí que a lo mejor se silenciaba o no se comunicaba. Y es más fácil hacerlo bajo un concepto.

Fue así que un día de la gestión que supiera compaginar desarrollo económico y protección del entorno, nació la "sostenibilidad". Que la empresa que pretendía crecer tenía que conseguir no sólo buenos productos sino también valores que la mostrasen como "responsable". Y, en general, que cualquier organización estaba obligada a ser más "transparente", cambiando el hormigón por paredes de cristal a las que se pudieran asomar sus grupos de interés.

Sabemos el valor que aporta a una empresa o una organización el publicar su información no financiera. Los cambios culturales y sociales han sido empujando a esa evolución con la idea de mejorar la percepción de la opinión pública.

¿Esto qué implica? Sinceridad ante todo. También honestidad, ética, claridad y respeto. La transparencia es generadora de confianza, un concepto alimenta al otro. En el otro extremo, el secretismo, que es el abono de la desinformación, la manipulación y también las filtraciones.

Si una empresa o una organización figura en lo más alto del ranking de reputación y valoración, ha sabido ser transparente. Porque la construcción de la reputación tiene que ver con las percepciones; empezando por las de dentro, como la del trabajador que está orgulloso de pertenecer a una empresa donde se siente a gusto porque se siente escuchado, valorado y respetado, y donde tiene la oportunidad de desarrollar su talento. Eso ha sido posible porque se han cuestionado y cambiado los viejos axiomas para dar paso a culturas empresariales más saludables.

Decía Martin Luther King que "Nuestras vidas empiezan a llegar a su fin el día que guardamos silencio acerca de las cosas que importan". Ninguna información sustancial es inoportuna para ningún público, interno o externo. Esto cobra especial importancia con los colaboradores más directos, que deben ser prioritarios a la hora de aportar información de calidad. Pero también ante otros grupos de interés, como los medios de comunicación, encargados de proyectar la información al gran público.

Cuando se trata es de construir un perfil riguroso y creíble para poder alcanzar una relación de confianza con los media, la verdad es el camino. Hay que decir hasta donde puedas, pero siempre la verdad; si estás equivocado, admitirlo; y si no sabes algo, no inventar o especular. Eso es transparencia.

Foto: freepik.es

Ramón Avilés

#transparencia #comunicacion #comunicación #empresas #libertad #economía

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Y no se nos olvide regarlas un poco cada día.

Que crezcan las flores en nuestros desiertos interiores.

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Que veinte años no es nada

Nos decían en la facultad de Periodismo que había que trabajar bien los titulares, que recurrir a películas o canciones para enganchar al lector es un truco fácil. Me permito incumplir la norma por esta vez y utilizar una estrofa del clásico "Volver" para hablar de las dos décadas que acabo de cumplir en CROEM, la patronal de la Región de Murcia.

Fue un 8 de mayo de 2002, el día que soplaba justamente veintinueve primaveras. El entonces secretario general de la confederación, Clemente García, me recibió con un "Me alegra mucho tu incorporación, la pena es que yo tengo ya 66 y estoy de retirada". La realidad fue otra: lo tuve de jefe diez años y aunque en nuestra relación personal hubo idas y vueltas, siempre le recordaré como el hombre que confío en mí. A veces le veía como ese abuelo cascarrabias al que inevitablemente quieres, lo que hacía que mis sentimientos fuesen encontrados. Su pasión era trabajar y lo hizo hasta el fin de sus días. Su epílogo, el libro "Historia de CROEM", que él vivió en primera persona desde su origen.

En estos veinte años he convivido con tres presidentes. Coincidí poco más de un mes con Tomás Zamora, tercero desde la constitución de CROEM a finales de los 70. Enseguida, en junio de ese 2002, hubo que sacar las urnas por primera vez en la historia de la confederación. Miguel del Toro ganó en reñidísima votación a Francisco Pellicer -apenas tres votos les separaron- y su Presidencia se prolongó hasta noviembre de 2013, año en que el empresariado regional eligió de representante a José Mª Albarracín, hasta la fecha.

Después de haber trabajado con ellos y con dos secretarios generales, el mencionado Clemente y el actual, Pepe Rosique, sólo tengo palabras de agradecimiento. He crecido como profesional, con acceso a unas extraordinarias posibilidades de formación, y como persona, enriquecido con el ejemplo, bueno y malo, de todos cuantos me he cruzado en el camino. He acumulado vivencias y experiencias tras veinte Asambleas Generales y decenas de eventos y actos que han servido para reivindicar lo imprescindible de la iniciativa empresarial para el crecimiento de una sociedad.

No sé qué deparará el futuro, si sumaré más o menos años a mi trayectoria aquí o la vida me llevará por otros derroteros. Lo importante es seguir marcándose retos, buscar mejoras, motivar a cuantos te rodean y compartir el compromiso por seguir creciendo. Como periodista y profesional de la Comunicación he procurado desarrollar mi trabajo con honestidad, cuidando el trato y ayudando en todo lo posible a los informadores. Es la misma filosofía que he trasladado a las responsabilidades que me ha tocado desempeñar después en la confederación.

La organización "madre" del empresariado de la Región de Murcia representa el carácter de los hombres y las mujeres que un día decidieron crear su propio negocio. Una combinación de talento y esfuerzo que les ha llevado a alcanzar todo tipo de hitos y que les convierte en excelentes embajadores de esta tierra emprendedora.

Así que el pasado 8 de mayo no sólo celebré mis cuarenta y nueve años en este mundo, sino también los veinte en CROEM. Es bonito estar para contarlo y compartirlo. Veinte años es mucho o no es nada, según cómo los hayas llenado. Pero es verdad que sientes que es un soplo la vida.

Ramón Avilés

#croem #empresarios #empresarias #comunicación #periodismo

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Gente luminosa

En la era de los "influencers", voy a reivindicar a los inspiradores. Porque una cosa es estar en redes sociales y alcanzar notoriedad por motivos varios, a veces de lo más peregrinos por cierto; y otra, encontrar una fuente de inspiración, incluso serlo para otros, que ven en tu ejemplo de vida o en tu desempeño profesional una motivación para coger impulso o propiciar un cambio.

Porque tener cerca a personas con luz, a inspiradores, genera una corriente de energía positiva contagiosa que te anima a ser mejor. En tu trabajo, en tu vida, como ser humano en definitiva.

Que el directivo que toma decisiones o el responsable que coordina un equipo sea capaz de inspirar a sus colaboradores se traduce en más motivación, más participación, más identificación con los objetivos compartidos y más compromiso. También entre iguales se puede llevar esa actitud por bandera y propiciar así un clima de trabajo donde fluyan la creatividad y el espíritu de cooperación y de colaboración.

Además, contar con esas personas con luz entre la familia o los amigos te hace sentir que puedes aspirar a más. Que avanzar es el paso natural que viene después de haberte caído y levantado. Que en tiempos de tormenta hay un refugio seguro bajo el que cobijarse, donde nunca faltará un poco de calor de hogar y un plato de sopa caliente. Que tu pena es su pena, que tu alegría es su alegría.

Tener cerca a alguien que te inspira es la más grande de las fortunas. Hay que sentirse afortunado si, como yo, estás próximo a los cincuenta y miras al frente con una sonrisa porque has encontrado a alguien que te transmite unas ganas locas de comerte la vida a bocados y al mismo tiempo te ayuda a encontrar esa pequeña cantidad de paz que todos buscamos a veces.

Rodéate de gente luminosa. Seguro que te ayudan a brillar más.

Ramón Avilés

#inspiración #inspiradores #personasconluz #luz #felicidad #Youtube

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Colgados del móvil

La mensajería instantánea está a nuestro servicio y nosotros al de ella. Nos ahorra una llamada, sirve para hacer una gestión rápida, mandar un mensaje a la familia, decir hola, adiós, te quiero y lo siento. Hasta para reservar mesa en un restaurante. Pero cualquiera que sea el fin, nos obliga a estar atados al móvil como si fuera la extensión de nuestras extremidades.

Los teléfonos inteligentes han posibilitado que llevemos la oficina en la palma de la mano, pero desde la aparición de las redes sociales, con la opción de los chats, y de "Wasap" y Telegram, que permiten una conversación en tiempo real, la dependencia es mucho mayor.

Lo cierto es que hemos incorporado esas aplicaciones como parte de nuestra rutina laboral y personal. Por lo que a mí respecta, nueve de cada diez mensajes están relacionados con mi trabajo. Si hacer dieta supone soportar sacrificios, sobre todo si eres de buen comer, practicar la digital es poco menos que una utopía. Más bien al contrario, estamos más cerca de la disponibilidad 24/7 que de ese derecho a la desconexión, cuya teoría está aprobada, pero que cuesta llevar a la práctica.

El hecho de estar incluido en grupos hace que esa cifra se multiplique. El del trabajo, el familiar, el que tienes aparte con los hermanos, el de los compañeros del colegio, el de la facultad, el del club gastronómico, el de aquel viaje tan chulo a Granada del que te da pena salir, el del Máster que hiciste el año pasado y, cómo no, el del curso de tu hija, el del viaje de fin de curso de tu hija, el del regalo del cumpleaños de Fulanita, amiga de tu hija, el del campamento de verano de tu hija...y así hasta el infinito.

Ser miembro de alguno de estos últimos te permite además vivir una experiencia única. El grado de sobreprotección y la obsesiva necesidad de control que tienen algunas personas con sus hijos roza el delirio. Lo curioso es que esos papás -en especial mamás- pertenecen a una generación criada en la calle, sin playstation, con pan y chocolate de merienda y, por supuesto, sin móvil.

Los nativos digitales son hijos de la revolución tecnológica y los demás hemos sido inmigrantes, pero ya somos todos iguales ante la ley: no tenemos, dependemos.

Suelo ser observador en la calle. Me gusta mirar, no es cotilleo. Repaso la calle e imagino la vida de ese señor con el que me cruzo o la de esa otra señora parada en la acera que parece esperar a alguien. Veo a esa pandilla de chavales, sentados en un banco del parque muy atentos a sus pantallas, sin decirse una palabra. A la pareja en la mesa de un restaurante, también sin hablar, que repasa sus perfiles de Instagram mientras espera la cuenta. A gentes que van de acá para allá con el mismo aire ausente, que alzan la cabeza justo antes de chocarse, de tan enfrascados que estaban en su mundo digital.

Hay que hacer dieta. La operación bikini empieza en el cerebro.

Ramón Avilés

#móvil #telefonía #smartphone #comunicación #reflexiones #vida #personas

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Comunicación pinturera

La sociedad actual recibe miles de impactos diarios procedentes de medios de comunicación, páginas webs y redes sociales. En medio de ese diluvio de mensajes, necesita siempre nuevos estímulos hacia los que dirigir su atención.

Imágenes y vídeos se viralizan en segundos y refuerzan el sentido del espectáculo que tiene la comunicación actual, adaptada al ritmo frenético que imponen las aplicaciones de mensajería instantánea y los social media.

En medio de esa multicanalidad, la imagen gana la batalla. Tiene una facilidad pasmosa para proyectarse hasta el infinito porque sólo necesita del sentido primario de la vista. Además, requiere muy poco esfuerzo intelectual y se ajusta como un guante a esa necesidad de consumo bueno, bonito y barato.

El mundo de la política también se ha valido de esta nueva forma de narrativa, traducida a veces en una comunicación pinturera que utiliza el poder de la imagen para atraernos. Con el añadido de que esa espuma de las cosas genera un debate muy efectivo que evitar tener que afrontar esos otros problemas de más calado que preocupan al ciudadano.

Ejemplos, unos cuantos y de todos los colores, para que luego no haya segundas lecturas. Esta primera foto es de las que más juego ha dado en los últimos tiempos. Un Pedro Sánchez en actitud seria, concentrada en su interlocutor, y al mismo tiempo estudiadamente atractiva; con ese toque "chic" de unas gafas de sol que no parece necesitar dentro del Falcon. Las mentes más malvadas han querido ver un plagio de esa otra de JFK junto a uno de sus colaboradores.

También Santiago Abascal ha explotado la fórmula de la imagen "impactante". Este recordado momento a lomos de su caballo, como si se lanzase a la batalla, es pura poesía en movimiento. No es casualidad que en el diccionario de la formación que preside se haya hecho fuerte el concepto de "reconquista".

Hay que llevar cuidado porque a veces la línea entre lo atrevido y lo ridículo tiende a difuminarse. Ver a Errejón con gesto entre reflexivo y "malote" inspira más bien ternura. En cambio, de nuevo Sánchez arriesga y acierta con esta emulación de la portada que hiciera cincuenta años atrás nada menos que Steve McQueen. La memoria es débil, sobre todo a la hora de recordar portadas de medio siglo atrás. Y siempre se podrá decir que se trató de un homenaje, no de una copia.

Lo del ídolo caído, Pablo Iglesias, siempre ha sido más bien un quiero y no puedo. Tocó fondo con esta imagen más propia de un anuncio de champú, insalvable desde cualquier punto de vista, y un ejemplo palmario de frivolidad y vacuidad en blanco y negro. Aunque siempre un paso por detrás de su colega Juan Carlos Monedero, único a la hora de dejar fotos irrisorias para el recuerdo.

¿No hay puestas en escena pintureras entre ellas? Por supuesto. Fue muy comentado en su día -en especial muy criticada- este posado de Soraya Sáenz de Santamaría, vestida, pintada y peinada para la ocasión. Sugerente, seductora, sexy y hasta con un punto salvaje, Soraya dio una imagen pública distinta que tal vez buscase romper el molde de las "mujeres del PP" y hasta de su propio partido.

Sumando aciertos y errores, el mundo de la política ha recurrido a esta forma de comunicar para cambiar el paso de la opinión pública. El objetivo es hacer cosas diferentes que rompan con la desafección general que siente la sociedad hacia nuestros representantes públicos, en un intento de acercamiento no siempre creíble. Estas fotos, como tantas otras que se quedan en el tintero, humanizan y generan simpatía o rechazo, pero no nos dejan impasibles. Y ese es el fin de esta forma de comunicar, sacarnos de la indiferencia y de la anestesia generalizada que a veces nos provoca el sinvivir de mensajes rápidos, ruidosos y desordenados que recibimos a diario.

Fotos: Bazaar, El Mundo, periodistadigital.com, El Confidencial, ABC

Ramón Avilés

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